Publicado

2011-01-01

La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales

University: Urban, Economic and Cultural Fact in front to its Current Challenges

Palabras clave:

universidad, rol económico, rol urbanístico, rol cultural, historia de la universidad. (es)
university, economic role, urban role, cultural role, history of the university. (en)

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Autores/as

  • Mercedes Castillo de Herrera Universidad Nacional de Colombia
A la universidad se la identifica como ámbito de la razón creativa y reflexiva de la humanidad, productora y transmisora/comunicadora de conocimiento y propiciadora de espacios culturales y puntos de encuentro de los diversos saberes, a partir de ello surgen sus roles social, político y económico que generan impactos sobre el espacio urbano en general y el entorno inmediato, sobre los hábitos y condiciones de habitabilidad, sobre las relaciones sociales que se establecen entre la población cotidiana y esporádica y sobre las actividades económicas, usos y precios del suelo. Actualmente la universidad se ve enfrentada a la competencia en un mundo globalizado y asume nuevos roles en búsqueda de condiciones de sostenibilidad económica y social. A la vez se le impone el establecer o conservar un diálogo armónico con la ciudad que propicie encuentros de los habitantes con la comunidad universitaria y la interacción de las actividades educativas con las de la pieza urbana. Pero, como se muestra, la universidad se encuentra abocada a su desaparición si no conserva, recrea y desarrolla para los tiempos de hoy los roles en que es insustituible e irremplazable y que tradicionalmente ha jugado desde su nacimiento.
The University is identified as a domain for humanity’s creative and reflective reasoning as well as a producer and communicator of knowledge. It reconciles differences within cultural space and provides meeting points for diverse knowledge. Through these come its social, political and economic roles which generate impacts over: urban space in general and the immediate environment; over conditions of habitability; over social relationships that are established between the everyday population and others; and over economic activities, land uses and land prices. Today the University has been compelled to assume new roles in search of economic and social sustainability in a globalized world. At the same time it is required to establish or conserve a harmonious dialogue with the city, which allows the conciliatory interaction of inhabitants with the university community and the interactions of educational activities with those of the urban piece. However, as this article shows, the University will find itself on the verge of disappearing if it does not conserve, transform and develop, in today’s world, the irreplaceable role that it has traditionally played since the beginning.

La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales*

University: Urban, Economic and Cultural Fact in front to its Current Challenges

Mercedes Castillo de Herrera
Economista, MSc y doctora en Urbanismo, profesora invitada de la Maestría en Hábitat Universidad Nacional de Colombia, colombiana.
mercedescastilloherrera@yahoo.es

* Artículo de reflexión.
Recibido: 7 de diciembre de 2010 Aprobado: 21 de enero de 2011


Resumen

A la universidad se la identifica como ámbito de la razón creativa y reflexiva de la humanidad, productora y transmisora/comunicadora de conocimiento y propiciadora de espacios culturales y puntos de encuentro de los diversos saberes, a partir de ello surgen sus roles social, político y económico que generan impactos sobre el espacio urbano en general y el entorno inmediato, sobre los hábitos y condiciones de habitabilidad, sobre las relaciones sociales que se establecen entre la población cotidiana y esporádica y sobre las actividades económicas, usos y precios del suelo.

Actualmente la universidad se ve enfrentada a la competencia en un mundo globalizado y asume nuevos roles en búsqueda de condiciones de sostenibilidad económica y social. A la vez se le impone el establecer o conservar un diálogo armónico con la ciudad que propicie encuentros de los habitantes con la comunidad universitaria y la interacción de las actividades educativas con las de la pieza urbana. Pero, como se muestra, la universidad se encuentra abocada a su desaparición si no conserva, recrea y desarrolla para los tiempos de hoy los roles en que es insustituible e irremplazable y que tradicionalmente ha jugado desde su nacimiento.

Palabras clave: universidad, rol económico, rol urbanístico, rol cultural, historia de la universidad.

Abstract

The University is identified as a domain for humanity’s creative and reflective reasoning as well as a producer and communicator of knowledge. It reconciles differences within cultural space and provides meeting points for diverse knowledge. Through these come its social, political and economic roles which generate impacts over: urban space in general and the immediate environment; over conditions of habitability; over social relationships that are established between the everyday population and others; and over economic activities, land uses and land prices. Today the University has been compelled to assume new roles in search of economic and social sustainability in a globalized world. At the same time it is required to establish or conserve a harmonious dialogue with the city, which allows the conciliatory interaction of inhabitants with the university community and the interactions of educational activities with those of the urban piece. However, as this article shows, the University will find itself on the verge of disappearing if it does not conserve, transform and develop, in today’s world, the irreplaceable role that it has traditionally played since the beginning.

Keywords: university, economic role, urban role, cultural role, history of the university.


La razón de ser de la universidad siempre fue la razón misma. Jacques Derrida (1989)

Introducción1

La universidad a través del tiempo ha jugado diferentes roles que se hallan en estrecha relación con la sociedad en la que se desarrollan y con la manera como ésta se mira, se piensa y configura su propio desenvolvimiento.

En la actualidad se la identifica como el ámbito indiscutible de la razón creativa y reflexiva de la humanidad, como productora y transmisora/comunicadora de conocimiento y como propiciadora de espacios culturales y puntos de encuentro de los diversos saberes. En este sentido, cabe destacar sus roles social y político en los niveles local y global, sujetos a un modelo educativo específico, con pretensión de instancia crítica del establecimiento social y de espacio emancipador que posibilite la renovación o la revolución no solo del saber sino de la sociedad misma.

Asimismo, la universidad cumple un rol como ente económico, en tanto es productora de servicios para el conocimiento a través de programas curriculares, consultorías, laboratorios, consultorios y hospitales, mediante el alquiler de los espacios físicos del campus universitario, directamente o mediante concesión. Aparte de la consideración de su rol económico cultural de preparar los encargados de continuar y desarrollar los procesos productivos y mantener, así, el statu quo.

Estos roles que asume la universidad y que mutan con el tiempo, aparejados con los cambios de la sociedad, generan impactos en el espacio urbano en general y el entorno inmediato, sobre los hábitos y las condiciones de habitabilidad, sobre las relaciones sociales que se establecen entre sus poblaciones cotidiana y esporádica y sobre las actividades económicas, usos y precios del suelo. Son impactos que deterioran zonas aledañas a la universidad por el desplazamiento de funciones y por las periódicas conglomeraciones de población. A veces incrementan la intensidad de usos o jalonan la valorización ante la expectativa de un proceso de redesarrollo o renovación urbana con nuevos impactos sobre las trazas, usos, funciones y volumetría.

En el momento actual la universidad afronta múltiples desafíos: está compelida a asumir nuevos roles en búsqueda de condiciones de sostenibilidad económica y social, y se enfrenta a la competencia en un mundo globalizado, todo ello sin poner en riesgo su esencia, es decir, sin abandonar su misión primigenia. A la vez, como hecho urbano de alto impacto, se le impone establecer o conservar un diálogo armónico con la ciudad al propiciar encuentros de los habitantes con la comunidad universitaria y la interacción de las actividades educativas con las de la pieza urbana que la rodea.

Pero, ¿está la Universidad preparada para asumir nuevos roles? O mejor, ¿le es posible hacerlo? ¿En su pretensión de encontrar nuevos nichos generadores de ingresos, no se la estará convirtiendo en un ente distinto al que ni siquiera se le puede llamar universidad? ¿Puede la sociedad actual constreñir a la universidad a una condición de mercader del conocimiento ignorando su realidad de hecho económico, cultural y urbano que dinamiza el tejido social y genera un impacto económico de gran magnitud, de manera directa o indirecta, e ignorándola como el hecho político social irremplazable que cumple unas tareas decisivas con las que pretende garantizar una sociedad pensante, democráticamente libre, abierta a la evolución y a los cambios permanentes? Poniéndolo en otras palabras, ¿está preparada la sociedad actual para deshacerse de una de las instituciones que la formaron, que le dieron identidad, con el argumento de que ahora le resultan incómodas porque no son autosostenibles? Estos interrogantes podrían llevarse aún más lejos: ¿acaso la universidad es tan solo una institución del capitalismo que no puede trascender a un modo de producción posterior porque las mismas dinámicas a las que se ve arrojada le decretan la muerte ante la imposibilidad de ser a la vez la institución del saber y ente generador de acumulación de capital para sí mismo y para el resto de la economía global? ¿Se puede desconocer de la noche a la mañana que el papel fundamental de la universidad, su razón de ser, se halla en los roles que tradicionalmente ha desempeñado y que la han estructurado precisamente como institución? ¿No representa para la universidad un reto suficiente el buscar la comunicación entre las dos culturas, la de las humanidades y la científica? ¿No se da cuenta el hombre globalizado que, en su torpeza de homo oeconomicus está impulsando a la universidad a firmar su propia carta de defunción, y con ella, dicho sea de paso, a acelerar el cambio del modo de producción actual?

La tesis que pretendo defender en el presente ensayo es que la universidad se encuentra abocada a su desaparición si no conserva, recrea y desarrolla para los tiempos de hoy los roles en que es insustituible e irremplazable y que tradicionalmente ha jugado desde su nacimiento, en tanto es:

- Institución de, para, y por la razón y el conocimiento y, en consecuencia, importante para una vida propiamente humana.

-Ente económico generador de sus propias dinámicas que puede y sabe manejar, y de otras, múltiples, que surgen como apoyo a la labor educativa.

- Hecho urbano, factor generador de otros hechos urbanos que le imprimen vida a distintos sectores de la ciudad en los que se encuentra emplazada.

Para ello, hago una exposición de los roles que ha desempeñado en momentos específicos de la historia y los que podría asumir ante el reto que le plantea la nueva sociedad del capitalismo postindustrial. Me remonto al nacimiento mismo de la universidad en la Edad Media con el objeto de demostrar cómo desde sus comienzos y en relación con la ciudad, jugó el mismo papel que juega hoy en día y tuvo las mismas motivaciones, independientemente de lo que entendamos por conocimiento, ciencia o educación.

A continuación expongo algunas consideraciones acerca de la universidad como hecho urbanístico en sus comienzos y hoy en día, y también como ente económico, sobre la tensión homo oeconomicus o dinamizador de los procesos productivos. Finalmente se plantea su rol en su carácter socio-cultural.

La universidad nace libre y autónoma

A pesar de las múltiples transformaciones que ha sufrido la sociedad en el desenvolvimiento del capitalismo, los roles desempeñados por la universidad no han variado, podría decirse que se ha adaptado a las nuevas formas mientras que sus funciones y el papel que desempeña se conservan dando paso, quizás, a unos nuevos. La universidad, desde su nacimiento, desde su conformación como Studium Generale se caracterizó por generar y comunicar conocimiento, así como por producir fenómenos culturales y procesos críticos de la sociedad que la enmarcaba, de igual manera a como sucede hoy día; estas funciones, con el transcurrir del tiempo, han evolucionado porque la universidad no se puede conformar siendo solo conservadora, regeneradora, generadora sin recuperar el eros en la enseñanza (Morin, 2001: 108). Veamos varios ejemplos de su origen:

La Universidad de Bolonia surgió en el siglo XI (posiblemente en 1088), en plena época feudal, más como una decisión mercantilista que de otra índole, aso-ciada a la compra venta de conocimiento. Nació de manera espontánea alrededor de la mera conferencia, tanto que puede decirse que la universidad era la cátedra y los centros de atracción los primeros catedráticos Irnerius y Graciano.

Por otro lado, la Universidad de París desde un comienzo se integró alrededor de las conferencias magistrales de Guillermo de Champeaux y Abelardo y a los servicios complementarios a la enseñanza, razón por la cual surgió como un hecho político-ideológico detrás del cual se puede pensar en la conformación de una mística de la enseñanza. Esto puede ser aceptado dado que la Universidad de París surgió como una “fundación eclesiástica” a la sombra de la Catedral de Notre Dame, apoyada en el dominio y la potestad que la iglesia tenía sobre la educación aún desde tiempos de Carlomagno y que se había constituido en elemento progresista de los comienzos del feudalismo. Asimismo, a la Universidad de París se la puede considerar como una pieza clave en el sostenimiento de la hegemonía y el poder que la iglesia ostentaba basada en sus enormes propiedades de tierras, en los impuestos que recaudaba y en el sometimiento espiritual que ejercía sobre nobles y vasallos.

Si bien la primera cumplía un rol social de ilustración, la segunda comprendía el poder de direccionamiento de los procesos sociales y de reproducción del modo de producción a través de la educación.

Cabe igualmente destacar que la universidad nació universal y gozando de absoluta autonomía. Universal, porque desde un comienzo fue abierta a todos los que quisieron acercarse a la construcción del conocimiento, sin importar el origen, la raza ni la condición social2, por lo que se puede afirmar también que la universidad nació como un hecho público con un alcance que hoy podría calificarse de global. De Souza (1946) afirma, por ello, que la universidad de Bolonia nació como una “universidad cívica” y por esta misma razón Hyde (1972) la considera bastante anárquica, lejana de poseer cualquier jerarquía.

La universidad como hecho urbanístico

Otro hecho fundamental es que la universidad nació gozando de absoluta autonomía en lo que respecta a su razón de ser, que no era otra que el ser de la razón, que no reconoce nada por encima de sí. No obstante, desde el momento en que se establecieron las relaciones entre la ciudad y la comunidad académica, entre alumnos y profesores, entre el cuerpo de estudiantes llegados de todas partes de Europa y el pueblo (Hyde, 1972) fue necesario instituir una jurisdicción propia que estableciera un conjunto de libertades legales que rompían con la jurisdicción local y con el estado territorial y que, en muchas ocasiones, obligaron a la universidad a migrar de su lugar sede antes que doblegarse a ver reducidos sus privilegios.

Tal vez esto determinó que la universidad surgiera simultáneamente como un hecho absolutamente urbano. Esto se ve en las relaciones que estableció con la comunidad, los conflictos que sostuvo, en la forma en que, en su desarrollo, se sirvió de las actividades económicas presentes donde llegaba, en los espacios que necesitó y en las aglomeraciones de personas que generó haciendo crecer la ciudad donde se emplazó o creándola a su alrededor.

La Universidad de Bolonia, por ejemplo, fue un fenómeno urbano dinamizador de la economía mercantil que se abría paso, que agotó las existencias de servicios complementarios y compelió a la pequeña ciudad a crecer motivada por esta conmoción. La actividad intelectual invadía todos los espacios superponiéndose sobre los usos cotidianos, indiferente de las trazas de la ciudad en formación:

Clases magistrales de derecho civil y de derecho canónico atraían escolares de toda parte. Se realizaban en las residencias, en los edificios públicos, en los conventos, en las iglesias y a veces hasta en la plaza pública. De diez a doce mil estudiantes se aglomeraban en Bolonia3. La ciudad tenía un área restringida y poseía escasos alojamientos. Surgieron desordenes entre legistas y artistas. Dos zonas de separación fueron constituidas: una para los legistas teniendo como centro la Iglesia de Santo Domingo; otra para los artistas bajo el patronato de San Francisco (De Souza, 1946).

El Colegio de la Sorbona, posteriormente convertido en Universidad de París mediante los buenos oficios del Cardenal Richelieu, concentraba todas sus actividades en una sola unidad constructiva. Sin embargo, desde sus comienzos sostuvo conflictos con la ciudad que la albergaba y en no pocas ocasiones se vio forzada a cambiar de sede. Aparecen así los dos modelos de implantación de universidad: la universidad ciudadana, colonizadora de espacios públicos y privados, y la ciudad universitaria, modelo cerrado en un claustro.

Otro escenario de obligada consideración es el de la universidad moderna, que apareció “a comienzos del siglo XIX tras el agotamiento del paradigma medieval y se manifestó en tres modelos: el napoleónico, el de Humboldt y el tecnológico. La misión esencial de la universidad moderna, derivada de tales modelos, consistió en apoyar el desarrollo de la sociedad industrial, cometido que cumplió eficientemente durante más de un siglo y medio” (Cifuentes 2001:2). Por ejemplo, la Universidad de Londres, que nació en 18364, no fue una universidad propiamente dicha, “fue una agencia del estado apoyada en un minúsculo cuerpo administrativo de, quizás, tres siervos civiles que encubren un cuerpo gubernamental o un senado de unas tres docenas de miembros. La única función de la nueva entidad fue la de hacer los exámenes, recoger los pagos por matrículas para ellos, seleccionar a los examinadores y otorgar grados a los estudiantes exitosos –en suma, proveer grados independientemente de las capacidades, negando la Universidad de Londres original” (Rothblatt and Wittrock: 1989) y relegándola al status de College. Por esta razón, la Universidad de Londres fue dirigida a las clases medias, trabajadores independientes, comerciantes, profesionales –no precisamente aristócratas–, personas que no podían costear los estudios de sus hijos en Cambridge o en Oxford. En este sentido, la Universidad de Londres, ahora University College of London, nació masificando el conocimiento y, en cierto sentido, democratizándolo.

Oxford y Cambridge nacieron como ciudades universitarias con toda su actividad hacia el interior, pero también volcada sobre la ciudad. Las viviendas alrededor de los edificios de la universidad son residencias universitarias que le permiten a la institución ser tanto de día como de noche. Por esta razón, entre los edificios de las facultades se mezclan las bibliotecas con museos, librerías, tiendas, parques y plazas que permiten a la población fluir libremente e integrar las actividades puramente académicas con las citadinas. La de Cambridge, en Inglaterra, evolucionó a la par del crecimiento de la ciudad, por esta razón su campus se encuentra diseminado por la ciudad, y sus construcciones y actividades armonizan con las urbanas.

Por otra parte, las ciudades universitarias latinoamericanas surgieron como “grandes proyectos arquitectónicos de la modernidad. Ellos se han constituido en los lugares de experimentación formal de las nuevas tendencias, además de que se han constituido en paradigmas de las ciudades contemporáneas” (Cifuentes, 2001).

En Colombia, la Universidad Nacional nació como proyecto político estratégico que buscaba la modernización del país con el planteamiento de una institución democrática en dos sentidos: por un lado, garantizando la participación de profesores y estudiantes en los órganos de decisión de la universidad y, por el otro, facilitando el acceso a estudiantes de bajos ingresos; en otras palabras educando a las grandes masas para el proceso de industrialización que requirió el país a raíz de la crisis mundial de los treinta dando inicio al primer proceso de sustitución de importaciones (Arango, 2002: 20).

“La expresión formal de la arquitectura se aplicó a los edificios cuyo esquema organizativo conservó trazas del academicismo profesional precedente: composición simétrica, formas clásicas, etc. Siendo los edificios de la Ciudad Universitaria de Bogotá excelentes ejemplos de que por una parte, la noción inicial de lo moderno fue más visual que conceptual y por otra, los medios disponibles no fueron suficientes para obtener la consistencia necesaria entre imagen y técnica” (Revista Proa, citada en Mondragón, 2002: 58)5. La ciudad y las urbanizaciones tomaron como ejemplo para su desarrollo “el carácter de Ciudad a pequeña escala, con sus propios planes reguladores y su consolidación como conjuntos autónomos”. Por otro lado, las ciudades universitarias fueron puntos de desarrollo alrededor de los cuales se orientó el crecimiento de las ciudades, como en el caso de Bogotá, cuya ciudad universitaria se concibió en la periferia y hoy está inmersa en la metrópoli.

Pero como producto del movimiento moderno, las universidades, al igual que la ciudad, se diseñaron de manera cerrada, con funciones específicas y en sectores de ciudad específicos. La universidad con campus cerrado, tanto en su estructura física como en su actividad funcional, resultó ser un ghetto generador de múltiples exclusiones. Igual sucedió con los modelos de universidad progresivo y tradicional6 cuyo crecimiento no solo ha sido espontáneo sino también anárquico.

La universidad: ¿homo oeconomicus o dinamizador de procesos productivos?

La primera intención de lucro de los conferencistas medievales de Bolonia, esa actitud de homo oeconomicus, reapareció en la universidad moderna con la socialización del conocimiento y, posteriormente, en la universidad postindustrial con el nuevo ropaje de la sostenibilidad. La actividad académica se inserta en la red de la economía globalizada de manera subordinada, especializándose en la producción de profesionales –pieza de los procesos productivos específicos sin conciencia crítica de las marginalidades tradicionales que emergen día a día, y con consumidores masivos de un sistema de vida sin calidad, atiborrada de mercancías innecesarias. En un mundo globalizado neoliberal, los subsidios ceden paso a la mano invisible del fin justifica los medios y la búsqueda de nichos de mercado permite cualquier forma de competencia. El conocimiento hecho mercancía se ofrece con plus y surplus: currículos adaptados a las necesidades de la empresa, más cortos o dos títulos por el precio de uno. El postfordismo, que se ha difundido a lo largo y ancho de las industrias actuales, permite modelos de universidad que promocionan su misión como aquella dirigida a “incrementar la productividad de la empresa […] capacitando el talento humano, a través de la interacción armónica entre academia y empresa7 utilizando el modelo de educación Dual, con estándares de calidad internacionales y en beneficio de la población estudiantil”8. La producción flexible, el just on time se refleja en presentaciones como la de Uniempresarial, fundación universitaria empresarial de la Cámara de Comercio de Bogotá:

El currículo académico está diseñado con la participación de los empresarios y por lo tanto como respuesta a sus necesidades; así mismo cada empresa desarrolla su propio currículo empresarial, lo cual le permite formar un profesional a su medida9.

En ese contexto, la sostenibilidad económica de la universidad tradicional surge como un reto más, difícil de superar, que le plantea a la institución la necesidad de buscar formas alternativas de consecución de recursos, no siempre ligadas a la producción del conocimiento y que comprometen su sostenibilidad social y su permanencia en el tiempo. Sería interesante entrar a considerar, entonces, que la universidad como hecho económico urbano ha desempeñado desde su nacimiento un rol que no se ha reconocido o que se ha pretendido ignorar, como es el de constituir un componente clave de diferentes cadenas productivas, nacionales e internacionales, formales e informales. Si se estableciera el PIB que el sector universitario genera a escala nacional o local sería evidente que éste representa un alto porcentaje en el conjunto de la economía, no solo por los bienes y los servicios que los estudiantes demandan en el desarrollo de sus actividades, sino también, y sobre todo, por los que la propia universidad demanda y produce, por el número de empleos directos e indirectos que genera, por el volumen de comunicaciones que se establecen vía telefónica o electrónica, por la gran cantidad de transacciones financieras que realiza y por los volúmenes de servicios públicos que consume día a día.

Ya en Bolonia, la irrupción de entre diez y doce mil estudiantes durante varios días en la pequeña ciudad generó una enorme demanda de alimentación, cerveza y prostitutas que implicó el montaje de toda una feria a la que, sin duda, acudieron comerciantes de todas partes a ofrecer toda clase de artículos. Eran los tiempos del capitalismo incipiente. Hoy día, en un capitalismo neoliberal decadente, en el corazón de Bogotá, existe una de las zonas estudiantiles más grandes e importantes de América Latina, con una concentración de cerca de 20 universidades emplazadas en el centro de la ciudad que reciben una población diaria de entre 200.000 estudiantes (Plan Zonal del Centro de Bogotá) y 250.000 (Corporación de Universidades del Centro de Bogotá, 2004). Estudiantes que, en cuentas rápidas, demandan alrededor de $1.313 millones en almuerzos (US$691.490 aproximadamente), $1.750 millones en fotocopias (US$930.850) y cerca de $1.400 millones (US$744.682)10 en cerveza en un día normal. Todas las empresas de transportes tienen rutas que cubren los ejes sobre los que se encuentran las universidades. La “ciudad de la ley del goce” (García, 2000: 250) se manifiesta con bares, discotecas, tabernas, casas de citas, peluquerías con tarifas bajas plan estudiante. “El ruido, la música a todo volumen, los camiones de cerveza abasteciendo los sitios, los carros pitando, los vendedores ambulantes, los carritos de comidas rápidas, las modelos que promocionan bebidas alcohólicas y cigarrillos, preparan y ambientan el pequeño carnaval de este viernes. La influencia de las drogas y el alcohol se van haciendo más claras a medida que el día, paradójicamente, oscurece”11. La carrera Séptima entre calles 51 y 53 se convierte en un gran bar donde el promedio de ventas está entre 4 y 7 millones de pesos solo los días viernes12.

La economía de los estudiantes gira en torno a los “libros, fotocopias, materiales, transporte, comidas, [que] hacen parte de los gastos obligatorios en una jornada normal de estudio, [más] otro tipo de gastos como la rumba, ropa, CD, DVD, tarjetas para llamar, cigarrillos, salidas a cine y museos, artículos personales, arriendo, servicios y mercado ([por ejemplo], para los que vienen de fuera de Bogotá o viven solos), [que] hacen parte de ese gran desembolso”13 hecho por los estudiantes y que contribuyen con la cuota de ganancia que productores y comerciantes se apropian semestre a semestre.

Paralelamente, la universidad basa su economía en torno a libros, equipos e insumos de computación, dotación de oficina, contrataciones, nómina, etc., desde el lado del consumo, y carreras universitarias, cursos, seminarios y conferencias, consultorías, asesorías e investigación, desde el de la producción.

Incluso, dentro de las múltiples formas utilizadas por la universidad para hacer frente a los mercados globales, algunas más exploradas que otras, se encuentran las alianzas con la industria para el desarrollo de eventos de optimización de procesos productivos, los outsourcing y los estudios de impacto ambiental y de riesgo.

Siguiendo a Castells (2001), propongo que si “las ciudades son claves tanto como productoras de los procesos de generación de riqueza en el nuevo tipo de economía como de la capacidad social de corregir los efectos desintegradores y destructores de una economía de redes sin ninguna referencia a valores sociales más amplios, más colectivos o no medibles en el mercado como, por ejemplo, la conservación de la naturaleza o la identidad cultural”, es a las universidades a las que corresponde gran responsabilidad de esta última tarea.

Es necesario que la universidad piense de manera más radical esa realidad económica social y pueda incidir en la sociedad proponiendo nuevos modelos económicos más propios y justificados y una racionalidad más autónoma y más libre para la sociedad actual. Si la universidad cede a la presión de la economía global pierde su especificidad y no tendrá autoridad moral para emprender la revolución de las teorías económicas vigentes y que se presentan como imperativos invulnerables.

Carácter socio-cultural de la universidad

Ha existido una paradoja alrededor de la producción del conocimiento: por un lado la organización industrial del consumo generó una cultura consumista que está en correspondencia con la producción en serie y “en ese sentido, el consumismo dirigido desde el estado transformó, en parte, el eje gravitacional del comportamiento social en la medida en que relajó las disciplinas y las costumbres de la población, frente al trabajo, relativizando la perspectiva productivista por la consumista, lo que ha generado la dinámica de la sociedad del ocio” (Rodríguez, 2003). Desde esta perspectiva la preocupación por el conocimiento pierde sentido frente a una cultura del dinero fácil. En la medida en que la sociedad se tecnifica y tecnologiza y la estructura de las ciudades se va adaptando a las redes de la ciudad global, el análisis, la reflexión y el autoexamen de la sociedad se convierten en algo vano. El hombre alienado, automatizado, pieza del aparato productivo no necesita universidad pensante. “La universidad del presente no puede ser pensada ni pensarse a sí misma y tampoco es posible asignarle una misión. Ella se ha diseminado y volatilizado en las tecnologías de la telecomunicación y la informática, que también desintegran al saber y a la sociedad” (Cifuentes, 2001).

Por otra parte, ha existido una “creciente institucionalización de la ciencia”, que es, por supuesto, el crecimiento exponencial del flujo de los conocimientos en todas las direcciones:

- En la producción de nuevos conocimientos, que se duplican cada quince años.

- En la distribución de los conocimientos: que sufren un proceso acumulativo obligando a alargar su período académico a los estudiantes.

- En la incidencia social de ese flujo continuo de conocimientos.

En la era informacional, donde el avance del conocimiento es vertiginoso y su desarrollo y aplicación se han convertidos en acumulación, algunas carreras se han especializado en la investigación tecnológica y otras en la investigación científica filosófica. Las primeras están condenadas a ser apéndice de la industria y a continuar con el avance tecnológico característico del capitalismo, y las segundas están condenadas a desaparecer. Más aún, América Latina, en su condición de economía subordinada, limita a los profesionales de las carreras técnicas a ser aplicadores de manuales y adaptadores de procesos importados.

Según lo expuesto anteriormente, parece haber “cierto consenso en torno a que el conocimiento, la creatividad y la innovación crecerán en importancia durante el siglo XXI y que seguirá habiendo instituciones llamadas universidades, pero no hay acuerdo acerca de la trascendencia ni la supervivencia de la actual universidad tradicional, ‘compleja’ o ‘de investigación’, especialmente en su versión estatal o pública” (Cifuentes, 2001). Por el contrario, la impresionante transferencia de empresas del sector público al privado en la actual economía implica más que un cambio en el régimen de propiedad. Significa una privatización de las funciones de coordinación y de gobierno: “lo que solían ser funciones de regulación de las burocracias del gobierno se han transferido al mundo empresarial, donde vuelven a emerger como funciones de gestión empresarial o servicios empresariales especializados. En la medida en que los inversores extranjeros y las compañías extranjeras participan cada vez más de estas privatizaciones de las empresas del sector público (y, de hecho, en muchos casos, son los principales inversores), podríamos sostener que esto representa no solo una privatización de las funciones económicas del gobierno, sino también una incipiente desnacionalización de dichas funciones” (Sassen, 1996). Por ello, en nada sorprende el surgimiento de institutos superiores encaminados a reemplazar las funciones de la universidad estatal, mientras llegan las universidades adscritas a las empresas que otorguen los títulos universitarios con el respaldo de la casa matriz.

A manera de propuesta

Es claro que hoy ya no se habla más de la ciudad metropolitana ante la emergencia de las ciudades globales. Siguiendo la clasificación de Friedmann (1997), consideraría incluir a Bogotá como ciudad que irrumpe como “centro de control” (Sassen, 1991) con articulación nacional importante dentro de la jerarquía de ciudades globales, por razones de la hegemonía económico-política que ejerce sobre el territorio nacional, y porque la generación de PIB de su área de influencia supera en varias veces a la de las zonas metropolitanas de Medellín y Cali, con altísima participación del sector servicios. Igualmente, se debe reconocer que mediante los programas de recuperación de espacio público y saneamiento financiero la ciudad ha alcanzado una mejor posición frente a las capitales latinoamericanas de mayor importancia.

Esto convierte en asunto fundamental para las universidades el fijarse una nueva posición como motor de la sociedad y como hecho urbano frente a la ciudad. Así adquiere todo el sentido que la universidad como elemento esencial de la dinamización del tejido urbano abra su campus abriéndose así a un tejido social más amplio, democratizando el uso de los espacios físicos que conforman la universidad e integrando los usos académicos con los de localización de los servicios al estudiante.

Ante la presencia de otras formas de acceder al conocimiento generadas por el internet, la universidad a distancia y la universidad virtual y atendiendo a una serie de consideraciones económicas reales como la relación beneficio-costo tanto para los estudiantes como para la universidad, ésta debe pensar en implementar las clases virtuales y las presenciales-virtuales.

El reto que plantea el internet también puede verse como la posibilidad de una audiencia aún más masiva, más remota en la distancia, con más fácil acceso, reduciendo costos y maximizando beneficios para los estudiantes. La universidad que se difunde por internet constituye el apoyo fundamental de la ciudad educadora. Sin embargo, asumir el reto de entrar a la era digital le significa a la universidad clarificar cuáles serán sus articulaciones entre lo virtual y lo físico-espacial; a la ciudad, cuáles serán las repercusiones para el espacio urbano de una universidad con un campus más reducido; y a ambas, qué tipos de exclusiones o inclusiones generarán los nuevos procesos de creación, preservación, integración, comunicación y aplicación del conocimiento.

Es claro que en la era del conocimiento, éste representa tanto creación de riqueza como un mejor nivel de vida para los ciudadanos, pero no para todos ni en todas partes. También significa la generación de unas nuevas formas de exclusión y de marginalidad. En este contexto, se le abre otra posibilidad a la universidad: la de situarse en ese punto en el que los invisibles, los espacios marginales emergentes –y los individuos marginados, por supuesto– deben ser reconocidos, sujetos de derechos, de la visibilidad que les otorga un trato igualitario. “En las ciudades hiperurbanizadas las necesidades de la gente no pueden alcanzarse en su totalidad sin su colaboración activa” (Friedmann, 1997). Mediante la promoción de cátedras y seminarios o en la intervención directa con la comunidad, la universidad debe entrar a apoyar a la ciudad en su función “socializadora de la condición de ciudadanía” asumiendo cátedras y/o servicios que ayuden a crear las condiciones culturales y materiales para que la población menos integrada socialmente forme en verdad parte de la ciudad, formule sus demandas y exigencias y utilice el espacio urbano y sus bienes colectivos (Borja, 2000).

Conclusiones

Resumiendo, en su rol político, la universidad ha estado en medio del conflicto de las relaciones del Estado y su ejercicio del poder, al desplegar su papel de crítica o al coadyuvar como medio reproductor de ideología. En su rol social, la universidad ha asumido el papel de otorgar status, como factor de ascenso social (Zuleta, 1994) y de la preparación de profesionales en forma masiva para los requerimientos de la economía. También, desde su nacimiento, la universidad ha sido entendida como un servicio para impulsar la creación de nuevos mercados de productos-servicios que apoyan su labor y como generadora de empleos e ingresos, al desempeñarse como ente económico. Pero el rol que caracterizó a la universidad desde el comienzo, el que constituye su esencia y el que le otorga su condición de posibilidad aún ahora, en medio del debate de cómo hacer más competitivas las ciudades e insertarlas dentro de la red de ciudades globales, es el de ser productora y socializadora, no solo del conocimiento elaborado y acumulado sino también de las formas de aprender a elaborarlo, no tanto de aprender a hacer como de aprender a pensar la forma de hacer y para qué hacer.

La universidad, desde su especificidad y como factor económico, sigue siendo un capital social, y uno de sus valores agregados es hacer ver la inconsistencia no solo de la actual ciencia económica, sino de la sociedad de mercado global que el capitalismo ha instaurado y cuyos trágicos beneficiarios son los países del Tercer Mundo. En ello la universidad cumple una función irremplazable e intransferible en la ciudad. La ciudad, a su vez, ha de ver en la universidad un valor irremplazable sin el cual no podrá ser más libre, más digna ni más rentable.

Es importante que esta captación del valor económico de la relación universidad y ciudad, en la que se ha querido hacer énfasis en este ensayo, se constituya en condición de posibilidad y marco de referencia para todo otro complejo de relaciones entre ellas, de tipo propiamente ecológico, cotidiano, urbano, estético, lingüístico, etc., en sus niveles local y global.

En este ensayo no se resolvieron los interrogantes planteados al inicio, tampoco era ésta la pretensión, porque la única instancia en la que pueden ser resueltos es en el está muy lejos de estar superada.


1 Deseo agradecer los aportes valiosos del filósofo y amigo profesor Francisco Sierra, fundamentales en este escrito.

2 La denominación Studium generale hacía referencia a que se admitían estudiantes de todas partes y no a que se enseñaran todas las disciplinas.

3 Si para finales del siglo XIV Bolonia tenía una población de alrededor de 40 mil habitantes, podría suponerse que a mediados del siglo XII la población estuviera entre 20 mil y 30 mil habitantes, lo que significaba que el número de estudiantes que llegaba a la ciudad era cercano a la mitad de los residentes.

4 La segunda, creada por el Parlamento y la Carta Real en esta fecha, a diferencia de la primera, fundada en 1828 como una compañía de propietarios no sectaria.

5 Esta referencia ya no se encuentra en la red. 6 Los tres modelos de universidad definidos por Romero et al. (ver

6 Borrero, 2002b) son el planificado, que se realiza a partir de un planteamiento urbano general que busca dar respuesta a las necesidades de la universidad y en ocasiones a las de su entorno; el progresivo, que existe cuando el crecimiento lo define la construcción progresiva dentro de un mismo campus o el establecimiento se da en un lugar determinado, pero al expandirse se van adquiriendo predios aledaños sin ninguna clase de planificación; y el tradicional que se desarrolla por medio de adaptaciones a construcciones con uso anterior diferente y se adapta a las necesidades de crecimiento mediante la compra de los lotes aledaños.

7 El resaltado es mío.

8 Presentación en internet de la Fundación Universitaria Empresarial de la Cámara de Comercio de Bogotá (http://www.uniempresarial. edu.co). Cuando se escribió este artículo, en 2004, la referencia aparecía en la Misión de Uniempresarial. Hoy ya no aparece, pero el modelo se ha replicado y la cita aparece textual en las páginas de la Universidad Autónoma de Bucaramanga: http:// www.unab.edu.co/portal/page/portal/UNAB/modalidad-dual/ventajas-sistema-dual) y de la Universidad Empresarial de la Cámara Ecuatoriano-Alemana: http://ecuador.acambiode.com/producto_ 76548645352565669476027007068046.html.

9 http://www.uniempresarial.edu.co

10 Cálculos propios, modificados para esta versión de 2011. La tasa de cambio utilizada fue la de enero de 2011.

11 http://www.eluniversitario.com/archivo/marzo_2004/v_universitaria.htm

12 Entre US$1.600 y US$2.800 a precios de 2003, que se conservaron a falta de un dato más reciente.

13 http://www.eluniversitario.com/secciones/economia/economia.php.


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Castillo de Herrera, M. (2011). La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales. Bitácora Urbano Territorial, 18(1), 93–14. https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/22657

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Castillo de Herrera, M. 2011. La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales. Bitácora Urbano Territorial. 18, 1 (ene. 2011), 93–14.

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CASTILLO DE HERRERA, M. La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales. Bitácora Urbano Territorial, [S. l.], v. 18, n. 1, p. 93–14, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/22657. Acesso em: 23 abr. 2024.

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Castillo de Herrera, Mercedes. 2011. «La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales». Bitácora Urbano Territorial 18 (1):93-14. https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/22657.

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Castillo de Herrera, M. (2011) «La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales», Bitácora Urbano Territorial, 18(1), pp. 93–14. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/22657 (Accedido: 23 abril 2024).

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Castillo de Herrera, Mercedes. «La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales». Bitácora Urbano Territorial 18, no. 1 (enero 1, 2011): 93–14. Accedido abril 23, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/22657.

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Castillo de Herrera M. La universidad: hecho urbanístico, económico y cultural frente a sus desafíos actuales. Bitácora Urbano Territorial [Internet]. 1 de enero de 2011 [citado 23 de abril de 2024];18(1):93-14. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/22657

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