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2011-05-01

Zalamea, Fernando. Razón de la frontera y fronteras de la razón.

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  • Fernando Zalamea
  • Alejandro Martín M.
Zalamea, Fernando. Razón de la frontera y fronteras de la razón. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Colección Obra Selecta, 2010.

RESEÑA

Zalamea, Fernando.
Razón de la frontera y fronteras de la razón.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Colección Obra Selecta, 2010. 129 pp.


El coraje del pensamiento sensible

Quisiera enmarcar esta reseña del libro de Fernando Zalamea en una frase de Paul Goodman, sociólogo y anarquista norteamericano, que Ronald Christ utiliza en una muy heterogénea reflexión sobre la traducción. Es una frase que me habló de modo muy fuerte, y que ahora proyecto sobre la obra de Zalamea, en un ejercicio de "proyección" que siento análogo a los que dan forma al ensayo que presento. Espero que, al hacerlo, no le sea injusto, porque siento que con la misma fuerza que esa frase me habla, me sirve para pensar su trabajo: Courage is justice to the self.

Es una frase muy difícil de traducir. Justamente porque la palabra self, en inglés, no tiene un correspondiente exacto en castellano. Quizás ninguna palabra del inglés lo tiene, pero esta tal vez menos que todas. Por eso el esfuerzo de traducirla resulta tan interesante: "El coraje consiste en hacer justicia con uno mismo"; "La valentía se define como la justicia con el espíritu propio"; "El valor es la justicia con lo que se es".

¿Por qué esa frase habla del autor? ¿Por qué de este libro en particular? ¿De qué trata este libro? ¿Quién es Fernando Zalamea? ¿Qué mundos enormes abarca? (¿Desde qué esquina mira el mundo?) ¿Qué es lo que le inquieta? (¿Qué es lo que lo hace vibrar? ¿Qué es lo que lo conmueve?) ¿Tras de qué anda? (¿Qué está detrás de lo que hace?) ¿A qué busca hacerle justicia? ¿Tras de qué batalla Fernando Zalamea con tanto encomio, emoción y lucidez?

La pista del trabajo, de la labor, en el caso de este autor, resulta muy diciente. Es una evidencia muy elemental, que parte de la pura constatación, pero no por eso resulta menos rica. Así que podemos arrancar por ahí: viendo lo que está allí, lo que salta a la vista del que apenas comienza a asomarse a su mundo y se encuentra con el listado de sus escritos, de sus investigaciones, de sus cursos, para encontrar allí cómo el investigador, el coleccionista, el hombre de la síntesis, se ha ido haciendo a un mundo enorme, a la vez que ha ido elaborando un sistemático instrumentario para organizarlo.

En su obra podemos reconocer:

  • La mirada abarcadora de la matemática del siglo XX (labor titánica que por sí sola ya habría de cobrarse la vida de varios hombres).
  • Su constante labor como educador tanto de lógica matemática como de la vertiente (revés) de la "metafísica matemática", que acogió como su lugar propio en matemáticas: la teoría de las categorías (la cual, por lo demás, nos habla de su manera "otra" de concebir las totalidades).
  • La revisión juiciosa del trabajo de los ensayistas latinoamericanos (que nos da varias pistas sobre la responsabilidad con que se hace cargo de su lugar en el mundo).
  • El estudio minucioso de ciertos dominios especiales: el romanticismo, la lógica matemática, la crítica literaria.
  • La dedicación cariñosa a ciertos autores con los que siente una particular identificación: Melville, Kafka, Proust, Bill Viola, Kiefer, Turner, Novalis, Musil, son sólo unos pocos de los que han merecido sus análisis y lecturas.
  • La afinidad con ciertos teóricos de la cultura: Bajtin, Benjamin, Rodríguez Magda, etc.
  • La fascinación por los proyectos artísticos monumentales e intrincados: Gehry, Turner, Kiefer, etc.
  • Y, por supuesto, su profunda dedicación, en todos los sentidos, a la inabarcable obra de Charles Sanders Peirce y, en particular, a los modos en que una cierta comprensión de la "continuidad" puede cambiar nuestra visión del mundo.

Todo este listado resulta ser apenas una selección bastante personal de sus intereses, que de alguna manera señala también el modo en que yo lo he leído, desde hace más de diez años, cuando comencé el diálogo con sus primeros textos y cursos.

Todo ello da prueba tanto de lo enorme que es el mundo de Fernando (su espíritu, su self ), de su curiosidad, de su profundidad, como de la manera como se hace cargo de la responsabilidad que para él conlleva ser consciente de toda la grandeza del espíritu humano encarnada en esas obras.

La responsabilidad por algo tan enorme, que podría verse como una carga, en Fernando resulta una fiesta. Si bien se hace cargo de las durezas de la búsqueda, siempre es evidente el gozo de los hallazgos, y la emocionada celebración del reconocimiento de lo grande.

Eso que cada vez se subraya más en sus obras, pero que quizás en este ensayo, Fronteras de la razón y razón de la frontera, es más evidente que nunca, y es justamente la constatación de la potencial grandeza del espíritu humano, un espíritu que aquí se entiende sobre todo a partir de la mirada y de la razón (y parcialmente del corazón).1

Así como podemos leer su trabajo, en veta positiva, como una celebración de ciertas obras, se lee también, en veta negativa, como una reacción a ciertas posiciones, y más que nada a ciertas actitudes. Si bien el esfuerzo mayor, el cuerpo de los textos, se ha dedicado a las grandes empresas, nunca han faltado las notas con sus críticas muy ácidas y directas: Fernando choca de manera violenta con muchas cosas, y no se ahorra los calificativos negativos ante lo que considera errado. Y casi siempre esa violencia parece venir de cuando el ser humano deja de confiar en el ser humano, cuando prima una visión negativa de la humanidad (en particular de la razón, visión que encarna en la posmodernidad), o cuando el ser humano se deja reducir él mismo a una copia muy inferior de lo que puede ser (en particular cuando deja que su propia razón se reduzca a raciocinio, que Fernando encarna en la filosofía analítica y que muchos podemos identificar con la burocracia y sus peligros).

Fernando detecta muy bien el potencial autodestructivo del pensamiento humano, y lo denuncia como pereza del pensamiento, como abandono del pensamiento, que en muchos casos puede ser identificado con el ensimismamiento, con la cerrazón. Quizás por eso una de las claves fundamentales de este libro es la apertura. Eso que indica el borde, eso que indica la frontera, que quizás resulta la palabra menos apropiada (dentro de las múltiples encarnaciones de esa imagen de lo liminal), por sus connotaciones políticas de bloqueo, cuando de lo que se trata aquí es de ósmosis, de porosidad y de tránsito, de umbral. Pero, a la vez, resulta la más adecuada, porque señala justamente ese límite, en cuanto límite, y que, como tal, la investigación, la inquietud, quiere trasgredir.

Y los héroes de este libro, en su mayoría, parecen verse atrapados en un mundo oscuro, al que no dejan de buscarle una veta de luz que los conduzca a un más allá.

Esa tensión interior/exterior articula todo el ensayo, evidenciando una particular topología, donde los hallazgos (debería decir mejor las pistas) más dicientes resultan ser los residuos, y la clave más original resulta ser la idea de revés.

¿Qué pueda ser el revés considerado de modo abstracto, de modo genérico? Esa podría constituirse como la pregunta más original que Zalamea desarrolla en este ensayo.

Si bien yo comparto con Zalamea su visión crítica de la filosofía analítica, ya que esta práctica, generalizada dentro de muchos de nuestros departamentos de filosofía, desde muy pronto me hizo sentir extranjero en ellos (cuando se suponía que, al haber estudiado matemáticas, por el contrario, debería sentirme cómodo), siempre he discutido con él la dureza con que se refiere a todo lo posmoderno (quizás me ayuda el hecho de no haber estado nunca cerca de una escuela posmoderna que me produjera esos rechazos casi instintivos que me produce la analítica).

Ese primer distanciamiento común tiene origen, principalmente, en el hecho de que para nosotros, por haber estudiado matemáticas, era evidente una total incomprensión del fenómeno de la matemática por parte de la filosofía analítica. Lo que nos hablaba no sólo de un desconocimiento de la matemática, sino de una filosofía minusválida que no contaba con herramientas para reconocer lo verdaderamente importante. Esta desazón la ha definido mejor que nadie Gian Carlo Rota, al hablar de la "perniciosa influencia de la matemática en la filosofía", que permea por múltiples lugares la filosofía analítica.

Mi desacuerdo con Zalamea sobre lo posmoderno radica en esa duda que lo posmoderno posa sobre la razón, sobre el ser humano, incluso sobre el mundo mismo, que a mí no deja de perturbarme. Y por eso, de todos modos, me anima, en el sentido de que me llena de ánimo y me da vida, la celebración del espíritu humano, de las potencialidades de la razón y de la mirada, que constituye este libro.

Y esto es justamente lo que podemos ver encarnado en las imágenes que trasmite Fernando de sus héroes, a cada uno de los cuáles está dedicado uno de los capítulos de este libro:

1. Peirce, como ese pensador desmedido, con esa capacidad y esa imaginación inmensa para prestar las herramientas (categorías) para estructurar toda totalidad. (Capítulo donde elabora mejor que nunca esa imagen del péndulo que va y viene, y del pensar como ese movimiento pendular alrededor del borde).

2. Florenski, ese místico visionario, con esa lucidez para ver la profundidad sin fondo del rostro. (Capítulo donde la analogía matemática de los números complejos con el mundo del sueño, cruce de intereses de ese filósofo ruso de comienzos de siglo XX, brinda pistas muy sugerentes para pensar la idea del revés).

3. Marey, ese científico loco, científico mago, que, como un Melies de laboratorio, se dedica a capturar en imágenes el movimiento. (Capítulo más descriptivo, más sencillo, que narra con detalle un caso particular bien escogido de los experimentos de este pionero francés, donde se hacen muy claros los modos de hacer ver lo invisible).

4. Lispector, esa interioridad quebrada que logra hacer chispas con la escritura, para permitir que nos sumerjamos en el abismo del yo y surgir reconciliados con el mundo. (Corazón del libro, donde podemos ver al autor como un coleccionista enamorado de cada frase de la escritora brasileña, quien le funciona como un inigualable taller del lenguaje).2

5. Vieira da Silva, quien, con sus azulejos hechos de pintura, construye una temblorosa telaraña donde la inseguridad logra hacer casa. (En la pintura de esta artista portuguesa de mediados de siglo XX, Zalamea encuentra mejor que en ninguna otra parte las estructuras que anda buscando, dando así espacio para pensar lo que podría ser criticable en su trabajo: ¿qué tanto es capaz de ver lo otro que la obra [pintura, filosofía, escritura] muestra, y qué tanto sólo reconoce lo suyo propio que allí busca o proyecta?).

6. Tarkovski, para terminar, aparece como ese melancólico y tenaz cineasta que es capaz de construir un mundo de brumas, en ruinas, donde aún cabe confiar en el espíritu humano. (La imagen que más me queda de este capítulo es la de la vibración del mundo, y cómo esa vibración siempre habla de un más allá que lo contiene).

Resuena la campana. La secuencia preciosa de Andrei Rubliev que Zalamea evoca en el texto. Aquel momento en el que el pintor de íconos, perturbado después de un largo viaje y muy atropellado por los dolores del hombre en el mundo, da con aquel joven aprendiz de forja de campanas. Ese momento es en realidad una larguísima secuencia, donde se detalla minuciosa mente, paso por paso, la elaboración de la campana, siguiendo con cuidado la ansiedad del joven artífice que siente cómo se juega la vida en su obra.

Resuena la campana . Y el hermoso tañer de la campana despierta al pintor de una pesadilla. ¿Era la pesadilla el mundo cruel o su propia incapacidad de pintar, de abrirse? ¿Era el uno el revés del otro?

Resuena la campana . Rubliev se da cuenta. Abre los ojos. Se conmueve hasta los tuétanos. No puede seguir negándose al mundo. Debe pintar. Hacer justicia consigo mismo es hacer justicia con el mundo, hacer justicia con el género humano, hacer justicia con lo que está más allá, con todo lo más profundo y lo más valioso.

La obra de Fernando Zalamea resuena como una campana. Y es un sonido que debe retumbar y una música que debe ser escuchada. Porque Fernando Zalamea es hoy en día nuestro filósofo en el mundo3, dialogando en son de amistad y de pelea con quienes llevan a cabo hoy el debate del pensamiento. Estoy pensando en un Sloterdijk, un Žižek, un Didi Huberman, un Umberto Eco, pero también en un Vikram Seth, un Spiegelman, un Baricco, incluso un Schlink, un Scorsese, un Lynch, una Paglia, un Amartya Sen o un José Alejandro Restrepo, un Amezúa y un Martín Barbero. E incluyo, fuera de los filósofos, personajes de distintas disciplinas, el cine, el cómic, la economía, el derecho, el arte y la literatura, la sexología y la teoría cultural, porque en todo caso, y en cada uno de los casos, hacen filosofía en la medida en que están pensando la humanidad.

No sólo la razón, el rostro y la mirada (lo más luminoso), sino también el corazón, la mano y el seno (lo más tierno), las tripas y el hígado (lo más oscuro y siniestro). Por no hablar del sexo, quizás el revés más complejo del mundo de la razón que Fernando elabora.

Debemos reconocer a la Universidad Nacional, y a su hermosa colección Obra Selecta, que en su meticulosa y delicada edición hace mucho más clara y brillante la obra de Fernando, y comienza a hacer sonar ese trabajo tan profundo, hermoso y emocionante. Somos nosotros, sus primeros lectores, los encargados, tanto de hacerlo resonar, como de hacer eco de su invitación a no encerrarnos, y, haciendo justicia con nosotros mismos, dar rienda suelta a nuestro potencial, para cumplir, al hacerlo, con su confianza.


1 A los dos epígrafes del libro: uno de Goethe: "Si volvemos a la comparación entre arte y ciencia, nos vemos llevados a hacer la observación siguiente: como es imposible constituir el Todo en los campos del saber y de la reflexión, puesto que a aquel le falta interioridad y a esta exterioridad, debemos necesariamente pensar la ciencia como un arte, si esperamos de ella que nos comunique uno u otro modo de totalidad"; otro de Florenski: "Nosotros, que hemos casi perdido la capacidad de ver la unidad y, más allá de los árboles, no somos ya capaces de ver el bosque, nosotros, para comprender de nuevo esa unidad general, debemos rescatar con la razón las insuficiencias de nuestra mirada"; habría que complementarlos con la famosa cita de Pascal, que el mismo Zalamea trajo a colación en la presentación de este libro: "El corazón tiene razones que la razón desconoce".

2 Al leer La manzana en la oscuridad, la novela de Clarice Lispector, Fernando Zalamea comenta algo que podría ser la versión en negativo del lema que organiza esta reseña y donde reúne sintéticamente los distintos motivos del libro: "El acceso a la dura belleza del mundo requiere la renuncia, el vacío y el acto de silenciar el yo. Desde los 'bordes' del vacío es más fácil el tránsito hacia el revés de nuestra mirada" (71). Y cita la escritura de Lispector en su novela: "iniciado ahora en el silencio -ya no en el silencio de las plantas, ya no en el silencio de las vacas, sino en el silencio de otros hombres-, él ya no sabía cómo explicarse, sólo sabía que se sentía cada vez más un hombre, cada vez más él sentía a los otros". En el contraste podemos ver cómo Zalamea elabora su lenguaje que describe, copia y se apropia, pero que también se distingue. Es interesantísimo ver cómo este capítulo recoge una infinitud de citas de Lispector, donde la escritora brasileña trata los mismos temas del libro, y el contrapunto de maneras y sensibilidades (Lispector / Zalamea) va generando un tono y una imagen general, a la vez que deja ver muy bien dos formas muy diferentes de elaborar (rumiar) lo mismo.

3 Y, justamente, confirmando sus propias intuiciones, es un filósofo que surge de los márgenes de la filosofía.


ALEJANDRO MARTÍN M.
alemartin@gmail.com

Cómo citar

MODERN-LANGUAGE-ASSOCIATION

Zalamea, F., y A. Martín M. « Razón de la frontera y fronteras de la razón». Ideas y Valores, vol. 60, n.º 146, mayo de 2011, pp. 196-01, https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/36759.

ACM

[1]
Zalamea, F. y Martín M., A. 2011. Zalamea, Fernando. Razón de la frontera y fronteras de la razón. Ideas y Valores. 60, 146 (may 2011), 196–201.

ACS

(1)
Zalamea, F.; Martín M., A. Zalamea, Fernando. Razón de la frontera y fronteras de la razón. Ideas Valores 2011, 60, 196-201.

APA

Zalamea, F. y Martín M., A. (2011). Zalamea, Fernando. Razón de la frontera y fronteras de la razón. Ideas y Valores, 60(146), 196–201. https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/36759

ABNT

ZALAMEA, F.; MARTÍN M., A. Zalamea, Fernando. Razón de la frontera y fronteras de la razón. Ideas y Valores, [S. l.], v. 60, n. 146, p. 196–201, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/36759. Acesso em: 28 mar. 2024.

Chicago

Zalamea, Fernando, y Alejandro Martín M. 2011. « Razón de la frontera y fronteras de la razón». Ideas Y Valores 60 (146):196-201. https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/36759.

Harvard

Zalamea, F. y Martín M., A. (2011) « Razón de la frontera y fronteras de la razón»., Ideas y Valores, 60(146), pp. 196–201. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/36759 (Accedido: 28 marzo 2024).

IEEE

[1]
F. Zalamea y A. Martín M., « Razón de la frontera y fronteras de la razón»., Ideas Valores, vol. 60, n.º 146, pp. 196–201, may 2011.

Turabian

Zalamea, Fernando, y Alejandro Martín M. « Razón de la frontera y fronteras de la razón». Ideas y Valores 60, no. 146 (mayo 1, 2011): 196–201. Accedido marzo 28, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/36759.

Vancouver

1.
Zalamea F, Martín M. A. Zalamea, Fernando. Razón de la frontera y fronteras de la razón. Ideas Valores [Internet]. 1 de mayo de 2011 [citado 28 de marzo de 2024];60(146):196-201. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/36759

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