María Angélica Ospina Martínez. Entre el amor y el fármaco. Los pacientes afectivos frente a la psiquiatría institucional en Bogotá, Colombia
María Angélica Ospina Martínez.
Entre el amor y el fármaco. Los pacientes afectivos frente a la psiquiatría institucional en Bogotá, Colombia
Bogotá: Universidad de los Andes, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales (ceso), 2010. 162 páginas
MARÍA ANGÉLICA OSPINA MARTÍNEZ
Entre el amor y el fármaco. Los pacientes afectivos frente a la psiquiatría institucional en Bogotá, Colombia
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Bogotá: Universidad de los Andes, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales (CESO), 2010. 162 páginas
El libro de María Angélica Ospina es, ante todo, un recorrido inquietante por los laberintos de la práctica psiquiátrica institucional en Bogotá, y acompaña a aquellos y aquellas que los enfrentan desde su condición de pacientes.
En los primeros capítulos, la autora parte de una aproximación genealógica a la configuración histórica de los espacios y los saberes propios del dispositivo psiquiátrico en Bogotá, para, luego, ofrecernos una viñeta etnográfica sobre la organización de la vida cotidiana en el hospital psiquiátrico. El tercer capítulo, el más extenso del libro, se centra en la presentación y análisis de las narrativas del sufrimiento por parte de cuatro hombres, de distintas edades, diagnosticados y tratados por trastornos afectivos en la clínica Nuestra Señora de la Paz en Bogotá. El cierre del texto es una intervención crítica, a manera de conclusión, que confronta las tecnologías y racionalidades de la práctica psiquiátrica institucional desde la experiencia de las y los pacientes. Con esta singular combinación de estrategias analíticas, la autora abarca las múltiples facetas que conforman su particular problema de investigación.
Este trabajo de María Angélica Ospina pone en cuestión algunos supuestos fundamentales del quehacer antropológico, en buena parte explicitados por la autora. ¿Qué pasa cuando el extrañamiento y la certeza de la alteridad (o si se quiere el reconocimiento de la diferencia categorial) entre la investigadora y los sujetos interpelados, es imposible? Entre el amor y el fármaco está construido desde una perspectiva situada particular, que no se reduce al efecto de un "posicionamiento" epistemológico electivo. Por el contrario, el panorama presentado responde a la propia experiencia vital de la investigadora como "paciente" en la institución, en la cual las tecnologías de poder hacen imposible cualquier sentido absoluto de alteridad, debido a que la homogenización y normalización de la experiencia opera como principio de organización de la práctica clínica psiquiátrica. Así, dicha alteridad, que casi siempre es constitutiva de las interacciones entre el antropólogo(a) con su interlocutor(a), se borra en la situación vivida e investigada por la autora. Si bien no considero que esto se convierta en una "primacía epistemológica", sí creo que ofrece una perspectiva distinta en la aprehensión e interpretación de estos hechos sociales.
La potencia de esta singular situación de conocimiento se revela en dos momentos del texto. Por un lado, encontramos en la descripción etnográfica de las rutinas, prácticas y espacios del dispositivo de intervención clínica en Nuestra Señora de la Paz, una narración muy distinta de aquellos relatos vívidos, casi naturalistas, que muchas veces aparecen en los estudios académicos de las instituciones totales (en expresión de Goffman). Lo que Ospina Martínez logra transmitir es la opacidad propia de una experiencia de confinamiento y control, la forma como la rutina de un dispositivo normalizador se vuelve familiar, el curso corriente de la abúlica y agobiante experiencia de las y los pacientes en la institución.
El otro elemento que da cuenta de la potencia de esta coyuntura epistemológica, es el énfasis de la autora en la construcción intersubjetiva de las narrativas de los pacientes. Los relatos de los pacientes revelan una forma particular de coproducción de los datos en la investigación, puesto que parten de un reconocimiento explícito de la presencia activa de la autora como un vector determinante de la situación comunicativa propia de la conversación etnográfica. De este modo, lo que casi siempre queda oculto en el texto etnográfico canónico, se hace aquí transparente: la implicación intersubjetiva de toda conversación. Así, Ospina Martínez hace explícitos, y se apoya, en los modos en que reconoce y es reconocida por sus sujetos de investigación para comprender sus experiencias de sufrimiento.
En las narrativas de Wilmer y José se comprende cómo las experiencias "subjetivas" de los trastornos afectivos se enmarcan en el uso de la violencia, como una práctica fundamental en la construcción del orden social colombiano y como una tecnología de construcción de sentido colectivo e individual, en el marco de historias de desigualdades sociales persistentes y ciclos de justicia por mano propia. La autora muestra cómo estas lógicas de la violencia están imbricadas en las experiencias de sufrimiento de sus entrevistados, en la medida en que se encuentran en el centro de esas experiencias traumáticas de su estar en el mundo, que les impiden crear nuevos repertorios de sentido y vínculos vitales, que, como se argumenta en el texto, la intervención psiquiátrica tampoco es capaz de propiciar.
La lectura de género que se hace en el texto es supremamente sugestiva, al identificar en las narrativas de los hombres entrevistados un elemento estructurante asociado a las tensiones, y conflictos propios, de la experiencia de un modelo patriarcal de identidad masculina. La autora identifica una fuente del malestar y el sufrimiento afectivo como un producto de los conflictos propios que son causados por la desviación, la dificultad para encarnar o la expresión hipostasiada de una identidad masculina hegemónica tradicional. Sin embargo, habría que destacar la asimetría que existe en el texto entre el gran valor analítico otorgado al análisis de género y la brevedad de la discusión sobre la relación entre la formación y performance de la identidad masculina, el trastorno afectivo y el dispositivo de la psiquiatría en Colombia. Creo que esta compuerta analítica, que la autora abre, debe ser explorada en profundidad, pues intuyo que permitirá ahondar en la comprensión de la práctica psiquiátrica como una tecnología estructurada y, simultáneamente, productora, por el orden social de género.
Entre el amor y el fármaco es, además de lo anterior, una crítica, y una esperanza de redefinición, de la terapéutica de las enfermedades mentales. María Angélica Ospina Martínez nos brinda un trabajo que cuestiona en profundidad las fuentes de malestares que parecen inaccesibles e inasibles para el saber y la práctica psiquiátricos, que aprehende los contornos socioculturales de la enfermedad mental, que pone en el centro del análisis, y de la demanda por una nueva terapéutica, a las narrativas de los sufrientes.
MARCO ALEJANDRO MELO MORENO
Antropólogo y magíster en Estudios Culturales Universidad Nacional de Colombia
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