Publicado

2011-07-01

Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores

Palabras clave:

"Rebusque”, informalidad, individuos, ciudad. (es)

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Autores/as

  • Pilar Mendoza Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales
El presente artículo toma como referente los sectores populares que viven del trabajo informal en la ciudad de Bogotá, los cuales han hecho parte de la construcción social de la ciudad simultáneamente a los procesos de modernización y de urbanización masiva. Estos sectores definen formas de participación y de interacción en la ciudad, a través de la práctica del rebusque. Este término, que hace parte del argot popular de los colombianos, significa una forma de vida que implica la lucha por la sobrevivencia a través de múltiples mecanismos de acción. El artículo se compone, así, de tres elementos principales: la calle, los individuos de los sectores populares y la acción de rebuscar. A través de la práctica del rebusque los sectores populares en la ciudades han creado formas de trabajo informal guardando una cierta distancia con el sistema oficial pero a su vez haciendo parte de éste y de la construcción social de la ciudad.

Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores

The Art of “Rebusque” or the New Face of Workers

Pilar mendoza. Comunicadora social y periodista, Universidad Central de Bogotá. Magister y doctora en sociología, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.

Artículo de investigación científica. Recibido: septiembre 23 del 2011. Aprobado: octubre 25 del 2011.

Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París


Resumen

El presente artículo toma como referente los sectores populares que viven del trabajo informal en la ciudad de Bogotá, los cuales han hecho parte de la construcción social de la ciudad simultáneamente a los procesos de modernización y de urbanización masiva. Estos sectores definen formas de participación y de interacción en la ciudad, a través de la práctica del rebusque. Este término, que hace parte del argot popular de los colombianos, significa una forma de vida que implica la lucha por la sobrevivencia a través de múltiples mecanismos de acción.

El artículo se compone, así, de tres elementos principales: la calle, los individuos de los sectores populares y la acción de rebuscar. A través de la práctica del rebusque los sectores populares en la ciudades han creado formas de trabajo informal guardando una cierta distancia con el sistema oficial pero a su vez haciendo parte de éste y de la construcción social de la ciudad.

Palabras clave: “rebusque”, informalidad, individuos, ciudad.


Abstract

The article focuses on the low-income sectors that earn a living by working informally in the city of Bogotá. These sectors of the population have been a part of the social construction of the city, at the same time that modernization and massive urbanization processes take place, and they have found the way of participating and interacting in the city through the practice of rebusque. In Colombian popular jargon, this term refers to a way of life that entails struggling for survival through multiple mechanisms for action. Thus, the article covers three main elements: the streets, individuals from low-income sectors, and the action of rebusque. This practice has allowed the disadvantaged sectors of the city’s population to create informal types of work, keeping their distance from the official system, yet participating in it and in the social construction of the city.

Keywords: rebusque, informality, individuals, city.


1. El rebusque en la ciudad

La ciudad, la calle y los individuos

El desarrollo y la modernización de la ciudad de Bogotá tuvieron una coyuntura particular en los años 50 del pasado siglo. En este período la ciudad se convirtió rápidamente en metrópoli, pero con las especificaciones propias del contexto latinoamericano, haciendo de la ciudad un espacio híbrido que cavila entre lo tradicional y lo moderno. Por lo anterior, hemos escogido el análisis de las calles de la ciudad —en particular la carrera séptima— como analogía del espacio público, en donde se conforma igualmente la vida social y política de un país que se moderniza a su manera. De este modo miraremos la construcción de la ciudad a partir de la práctica del rebusque, en un intento de pensar la modernización desde abajo.

Partimos de la hipótesis según la cual dicha modernización estuvo marcada por la importante connotación del Bogotazo, el 9 de abril de 1948, día del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. La muerte del líder popular provocó un estallido social de vastas consecuencias, siendo su epicentro en la carrera séptima de Bogotá pero con repercusiones a lo largo y ancho del país. En medio de las grandes migraciones de esta época, la muerte de Gaitán representa el umbral del sentido de pertenencia a un cuerpo social que se derrumba.

En efecto, el conjunto de fuerzas que se sublevaron el 9 de abril tuvo la principal característica de no tener una orientación política; la falta de acción colectiva hace ver al Bogotazo como un momento de revuelta popular que no logró cristalizarse en revolución. Los partidos tradicionales Liberal y Conservador, se mantuvieron en el poder mediante el posterior acuerdo del Frente Nacional, mientras la masa de seguidores del líder perdía su punto de referencia y de cohesión social. No obstante, la llamada Época de la Violencia que siguió a este suceso, provocó la llegada masiva de la población rural a las ciudades, convirtiéndose de este modo en el nuevo actor urbano.

Así, vemos a este actor urbano como la representación del individuo moderno, el cual llega a la ciudad de una manera violenta. Estos individuos tienen como mito fundador la pérdida y el desarraigo, elementos característicos de la modernidad. Por lo general, población rural y desplazados de la violencia1 llegan a las ciudades a buscar formas de sobrevivencia. De este modo, encuentran en la informalidad la forma más efectiva de realizar un trabajo y la posibilidad de sobrevivir al riesgo.

De lo anterior deducimos que la modernización entendida como el proceso de transformación de un sistema que va de lo tradicional a lo moderno, para la gran mayoría de la población se ha realizado en condiciones precarias, luego de haber abandonado los lugares de origen, sus referentes simbólicos y sus bienes materiales para salvar sus vidas. Es decir, para muchos este proceso de urbanización es una especie de huida, en donde la ciudad se convierte en el lugar de refugio y de esperanza de una vida mejor, tras el ideal generalizado de representar el lugar del progreso y el desarrollo. Los individuos se convierten, así, en seres desposeídos de una memoria única, errantes en las calles de las ciudades en busca de reconocimiento. Individuos libres, que “se las arreglan por sí mismos”, que obtienen independencia no por un pasado político en donde se proclamara la libertad y la democracia, sino por un presente urgente que obliga a “tomar las cosas por la mano” bajo la ley de “sálvese quien pueda”.

1. En este punto hablamos de los desplazados de la violencia de los años 50. No obstante, por diferentes causas y con distintas connotaciones, dicho fenómeno, como es sabido, continúa vigente hasta nuestros días a manera de “olas de violencia”.

La fragmentación social, la movilidad y el individualismo se convierten así en características de la nueva vida urbana. En adelante las dinámicas económicas propias de la época harán parte de la construcción de un individuo independiente. Vemos entonces una democracia a la que se llega por defecto a través de un “individualismo negativo” (Castel, 1995, p. 490). A falta de regulación institucional y de sentimiento de pertenencia a una colectividad, el individuo se vuelve autónomo.

Este fenómeno supone la idea según la cual es posible llegar a la democracia igualmente por la carencia de protecciones sociales y de seguridades. Según Castel el individuo moderno en su vulnerabilidad se apoya en la propiedad privada y el derecho al trabajo como mecanismo de seguridad existencial. Lo anterior pone al descubierto el actual curso de las sociedades modernas que en su carrera libertaria se han convertido en sociétés d’insecurité totale, o sociedades del riesgo con individuos vulnerables sin cohesión social. Estos individuos comparten elementos comunes como sentimientos de injusticia frente al mundo organizado y formal. Se agrupan así en colectividades de solidaridad y grupos locales en procura de defensa. Estas alianzas, no obstante son fluctuantes y móviles, pueden configurarse más a manera de redes que de grupos, se unen y se desunen de acuerdo con circunstancias provisorias.

El hombre moderno de la calle puede ser así encontrado en cualquier esquina de la ciudad, en cualquier ciudad de un país llamado desarrollado o en vía de desarrollo. En función de su cultura tiene características variables, pero es ante todo un individuo que obtiene reconocimiento al circular en el espacio público. En todos los países pueden encontrarse trabajadores informales vendiendo lentes de sol a los turistas sin autorización del Estado. “La nueva cara de los trabajadores” es la de una mano de obra móvil, la de un mundo flotante. Los vendedores ambulantes por ejemplo, como fieles representantes de la vida en la calle, hacen visible todo este entramado de interacciones de valores y de normas que se re-define constantemente.

El rebusque en el mundo moderno

Miramos entonces a la ciudad como una especie de “multitud” (Negri y Hard y, 2004) que responde a los fenómenos mundiales de urbanización masiva, pero que en el caso de Bogotá tiene sus propias particularidades.

Para nuestro caso nos detendremos en actores urbanos que viven del trabajo en la calle tales como vendedores ambulantes y desplazados de la violencia, entre otros.

El vendedor de la calle, por ejemplo, se define como un mercader cuyas actividades comerciales dependen del lugar y del momento. La movilidad física y la carencia de licencias formales y de aprobación legal hacen parte de sus características. Este fenómeno hace que la forma de apropiación de los espacios públicos se haga de manera provisoria, puesto que es la mejor estrategia para enfrentar lo improvisto, bien sea para evadir una situación de amenaza o bien para aprovechar las circunstancias.

A través del rebusque cotidiano los sectores populares nos muestran su manera de “vivir con” o, incluso, de aceptar con cierto pesimismo institucional el hecho de trabajar por cuenta propia y de inventar su propio sistema. Incluso pueden reemplazar al Estado de manera episódica, cuando las circunstancias lo exigen o cuando la oportunidad de privatizar los bienes públicos se presenta, con el fin de hacer algo de dinero. Así, la invención momentánea de un peaje para mejorar la circulación es una práctica recurrente en el caos citadino. Sucede lo mismo con los puentes improvisados sobre las vías deterioradas, con la falsificación de documentos para facilitar los trámites administrativos.

Las fronteras entre lo legal y lo ilegal se hacen porosas. Los rebuscadores siguen lógicas del mundo económico contemporáneo, están dispuestos al cambio, poseen horizontes temporales, cortos y viven en espacios indeterminados. Si llueve, se venden paraguas; si hace calor, helados.

Al rebusque, entonces, puede acudir cualquier persona en emergencia económica o social. Estas prácticas se acomodan igualmente a los productos de moda, y son consecuencia de un modelo económico preciso. Por ejemplo, la privatización del servicio público de teléfono ha producido la multiplicación de pequeñas empresas privadas que compiten entre sí. Así, la gente calcula que es mucho más barato utilizar los teléfonos celulares ofrecidos por un vendedor de llamadas por minuto (este lleva sobre su cuerpo varios celulares) que sus propios teléfonos fijos o celulares. Del mismo modo, muchos trabajadores independientes alquilan locales pequeños desde donde se pueden hacer llamadas a teléfonos celulares, fijos, nacionales o internacionales, lo que constituye una nueva posibilidad de negocio para los desempleados que tienen algún capital. Los teléfonos públicos pierden entonces su utilidad, sobre todo cuando la gente tiene entendido de antemano que están dañados.

Las lógicas de privatización dan lugar a la transformación del sistema laboral en general, puesto que se pasa de una institución pública que centraliza la mano de obra, a la existencia de múltiples empresas privadas que promueven el mercado de trabajo poco calificado y sin obligaciones ni contratos a largo plazo, es decir, ante todo, una forma de trabajo temporal.

2. El arte de rebuscar

Para ir más allá del concepto de informalidad hemos recurrido al rebusque entendido como el arte de combinar diferentes lógicas de acción. De acuerdo con las categorías de Michel de Certeau (De Certeau, 1990, p. 347), el rebusque haría parte del sistema establecido pero desde una posición alterna y con un carácter local. Así podemos ver el conjunto social desde el ángulo de lo popular y su manera de vivir ese espacio social.

El orden efectivo de las cosas es justamente lo que las tácticas “populares” aprovechan para sus propios fines, sin ilusiones de que vaya a cambiar de pronto. Mientras sea explotado por un poder dominante, o simplemente negado por un discurso ideológico, aquí el orden es engañado en juego por un arte. En la institución de que se trate, se insinúan así un estilo de intercambios sociales, un estilo de invenciones técnicas y un estilo de resistencia moral, es decir, una economía de la “dádiva” (de generosidades en desquite), una estética de las “pasadas” (operaciones de artistas) y una ética de la tenacidad (mil maneras de rehusar al orden constituido, la condición de ley, de sentido o de fatalidad. (De Certeau, 1990, p.46).

El rebusque puede, según esto, leerse como una contra-cultura de las clases populares con su orden, su estética y sus fines propios. Se trata de una manera de jugar con la cultura económica dominante, generando, en palabras de Certeau, una especie de contra-cultura de los marginales: “Estos procedimientos y ardides de los consumidores componen finalmente, el ambiente de una anti-disciplina”. El individuo popular y moderno de la ciudad, a través de lógicas económicas, laborales y culturales, reestructura el tejido urbano de manera independiente, como lo muestra el testimonio de un ex empleado, convertido en vendedor de la calle:

    La esclavitud del sistema es muy tenaz, uno todo un día trabajando por cinco mil o siete mil pesos, de ocho a cinco, con un horario, me sentía explotado. Entonces por mis propios recursos voy a salir adelante y es así que uno ahora puede hacer lo que hace un trabajador de ocho a cinco. Nadie te está acosando, nadie te está quitando. Además yo ya llevo siete años así. Hasta puedo pagarme la salud, me toca... mejor dicho, hago de todo, hasta me sobra para rumbear... nunca me volvería a emplear. (Testimonio de un artesano, mayo del 2010).

El rebuscador encuentra salidas inmediatas a problemas sociales o de infraestructura que el Estado no puede controlar sino a largo plazo. En este sentido, el rebusque reemplazaría las funciones del Estado en sus aspectos más urgentes y cotidianos, pero siguiendo las lógicas del mercado, pues su interés es particular. Un cierto número de prácticas son así establecidas y aceptadas en la cultura de los habitantes de Bogotá. La improvisación para sobrevivir y la actividad del rebusque son consideradas normales por todas las clases sociales e incluso aprovechadas también por éstas. El rebusque es una práctica a la que puede acudir cualquier persona de cualquier clase social que desee mejorar sus condiciones materiales de vida.

Las lógicas estratégicas del rebusque reflejan una discontinuidad de identidades y clases sociales con un orden distinto en el que “la modernización desde abajo” se manifiesta. De este modo vemos el rebusque como una práctica propia de las clases populares, pero que en sus dimensiones cultural y económica afecta el imaginario colectivo en general. Es decir es que la ciudadanía no se construye sólo desde el Estado como orden central, sino desde las comunidades como reunión de pequeños órdenes que irrigan sus modelos de comportamiento en las diferentes capas sociales. Las contradicciones sociales visibles en el espacio urbano de Bogotá han generado, no obstante, un tejido social complejo, donde se yuxtaponen distintas realidades y donde la convivencia entre ricos y pobres se manifiesta en cada calle. De esta manera, las clases sociales se des-dibujan, mientras la cultura popular se expande a través de su inserción en el espacio urbano y en las nuevas tecnologías. La idea de lo híbrido significa entonces una mezcla de valores y costumbres donde prevalecen memorias y prácticas distintas.

La ciudad es, así, el espacio de hibridación. Es allí donde más rápidamente se concentran las formas específicas en las que surge la modernidad, en una sociedad diversa culturalmente y económicamente desigual. En la observación de las calles bogotanas se puede constatar que, gentes de clase media o media-alta, utilizan esta técnica en momentos de crisis económica. Vender frutas en el baúl de sus autos los fines de semana, vender joyas, ropa o diferentes productos, de manera alternativa a sus trabajos establecidos, constituyen formas de rebusque comunes para la población de Bogotá. Hacer reparar todo tipo de máquinas por los reparadores que anuncian la prestación del servicio en las calles de los barrios, en lugar de desecharlas en cuanto se dañan, es igualmente una práctica habitual. Otros hacen recalzar sus zapatos cuantas veces sea necesario, reciclan, intercambian productos. Profesionales y no profesionales compiten en un mercado de servicios, ventas puerta a puerta, en un puente, en vías públicas o como ambulantes, de oficina en oficina, o a lo largo de la ciudad. Lo anterior ejemplifica el arte de combinar y de inventar, propio de los sectores populares, que señala Michel De Certeau. Un ingeniero civil que conduce un taxi nos comenta:

    Ante la crisis socioeconómica de la región todos los profesionales improvisan y compiten por la supervivencia en oficios que ni conocen. El agricultor trata de ser un comerciante empujando una carretilla con productos que en otra época producía en el campo;el dueño de la parcela que la vende para montar una mesa de billar en un barrio marginal; el abogado que se volvió técnico de computadoras; el ingeniero que vende productos Anwey; el médico que, a falta de pacientes, monta un invernadero para sembrar tomate; el administrador de empresas que sueña con una empresa de empa- nadas y hayacas; el contador que cultiva arroz y hasta el filósofo que vende ropa interior por catálogo.

Acudir a otros medios de subsistencia como alternativas y estrategias para aumentar la entrada oficial de dinero es algo normal para los bogotanos. Los taxis amarillos que invaden la ciudad se han convertido en uno de los oficios más expandidos, porque permiten la movilización y una entrada directa del dinero. Es sabido que la mayoría de los conductores son profesionales que no pueden ejercer su profesión debido al desempleo.

Encontrar personas que tienen varios oficios o la disponibilidad para hacerlo, es un fenómeno común en una economía inestable. Estar capacitado y/o preparado para hacer un trabajo transitorio que genere un ingreso extra es siempre una posibilidad. Mientras el señor de la casa conduce taxi, la esposa vende tamales. En el espacio urbano es usual encontrar letreros en las ventanas con anuncios como: “se venden helados”, “se arreglan ollas de presión y todo tipo de electrodomésticos”, “se reparan relojes”, “se alquila garaje”, “se vende leche de cabra”, “se hacen pijamas”, etc. El local de un negocio puede ser dividido calculadamente para “sacarle provecho” a cualquier espacio. En el centro, es normal que cada local comercial tenga una esquina alquilada para “un puesto de chance” o de helados y conos. Es una lógica que, en suma, obedece a un capitalismo adyacente, un poco periférico por su carácter circunstancial y precario, pero de todos modos un movimiento en busca del beneficio y la ganancia.

La movilidad como modo de sobrevivencia

La movilidad y la circulación de bienes, servicios e información, por medio de redes y personajes conectores, son pues los elementos determinantes para este sistema de rebusque. A esta situación de riesgo se suma el contexto económico de apertura que penetra rápidamente en la permeabilidad social y que, sin límites definidos, fortalece entonces hábitos de consumo hedonistas y formas de disciplinamiento social como la moda, propios de un sistema capitalista globalizado, pero aún con gestos premodernos.

Pequeños oficios como los cambiadores de monedas pueden representar este tipo de capitalismo premoderno: apostados en las esquinas donde paran los buses urbanos, venden monedas a los conductores que tienen siempre el problema de exceso de pago en billetes. Así, $8.000 en monedas, valen un billete de $10.000. Estos cambiantes de monedas le entregan presurosos el producto directo en la mano al conductor desde la ventanilla del vehículo. Conocen perfectamente el tiempo del semáforo, manejan el diálogo y la transacción efectiva con cada conductor, sin perder un segundo. Los códigos entre estos dos actores están interiorizados, no es necesario decir más palabras que la cifra negociada, un chiste o “una tomada de pelo” con palabras entre insultantes y cariñosas que manifiestan el nivel de confianza que se ha establecido entre los negociantes.

La “lógica del atajo” se establece como una de las más efectivas y frecuentes prácticas conectoras entre estos universos modernos y premodernos que se necesitan mutuamente. Se actúa en un sistema de libre cambio, pero con herramientas precarias o reinventadas cada vez, y sobre todo con niveles de socialización que se mueven entre la individualidad y el sentido colectivo de solidaridad comunitaria, la generosidad y la capacidad de engañar o ganar ventaja.

Este fenómeno microsocial se puede asimilar igualmente a la redefinición de espacios que determinan los procesos de desterritorialización, consecuentes asimismo con la inserción en la ciudad moderna. Aquí se hace presente un juego de flujos divergentes —flujos de mano de obra, de mercancías, de trabajadores, de transporte, de lenguaje—, que movilizan la ciudad en distintas direcciones.

El intercambio económico, así mismo, da lugar a intercambios sociales y culturales que alcanzan lo moral y lo ético. Desde el mundo informal se teje todo un universo de relaciones sociales, a partir de intercambios capitalistas, pero de una manera nómada y precaria. En términos de Alain Tarrius (Tarrius, 2002, p.18), a la manera de hormigas que circulan en flujos económicos y que van tejiendo a la vez redes de relaciones en un mundo alterno al mundo formal, poblaciones muy variadas se encuentran en actividades comunes en el espacio público, y se conectan a través de sus intereses e iniciativas. Los límites culturales y morales de estas gentes se vuelven, así mismo, límites fluidos, que se transforman de acuerdo con los oficios y las redes sociales, de una manera más transversal que vertical. Según Tarrius, el “saber hacer” en estos casos significaría el “saber circular”, saber atravesar distintos universos donde gobiernan reglas y normas que se contrastan. Estas son, para el autor, “capacidades mestizas, generalmente momentáneas que autorizan múltiples entradas y salidas” (Tarrius, 2002, p.18). Tal es el signo de sociedades abiertas pero sin centro y con pocos referentes simbólicos identitarios que sirvan de soporte a la consolidación de la ciudadanía.

La mujer y la familia en el mundo informal

El análisis de los procesos de autoorganización de los rebuscadores pone de relieve el rol central de la familia y de la mujer en particular. La microeconomía, la mujer cabeza de familia, las madres solteras, los niños vendedores ambulantes, son personajes constantes en la observación del terreno. Cuando preguntábamos a los niños vendedores en dónde se encontraba su madre, en general respondían: “mi mamá está en la otra esquina vendiendo con mi hermanito, nos encontramos para almorzar y al final de la tarde, para irnos para la casa”.

La venta callejera es, por lo general, un negocio familiar. En éste, los miembros de la familia participan ya sea como trabajadores, como apoyo económico al iniciar un negocio, o como reemplazo temporal. Si los dueños del puesto o kiosco son familiares, consiguen los mismos proveedores, intercambian mercancías, se fían mercancías y se reemplazan:

    Sí, eso se da mucho, hay una solidaridad con el grupo familiar, ahí se da mucho porque casi la mayoría de la gente tiene familiares sin trabajo, entonces uno trata de abrirles el campo, ubicarlos, ayudarlos, ayudarlos para trabajar, en eso sí hay unidad para trabajar. Hay familias enteras trabajando en este oficio.

En mi caso, no tengo aquí sino a la hija no más. Hay otros que por ejemplo tienen hermanas, dos hermanas trabajando, que ya son familia aparte. O puede estar la mamá y la hija, pero, de por sí, por lo general siempre hay muy poco así que haya mucha familia”... “Pues es raro, digamos que haiga [sic] marido y mujer, o que haiga hermano y hermana, pues sí se presenta eso, pero entonces ya no son negocios muy independientes, familiares, pero no el negocio para el mismo bolsillo, porque, por decir algo, hay familias que tienen cuatro o cinco puestos, pero es una sola entrada, ¿en qué sentido?, en que los manejan los hijos menores, entonces esa plata va para el mismo bolsillo, como se puede ver que también hay parte, por ejemplo yo tengo acá dos hijos, pero ya son casados, entonces sus economías son muy independientes, entonces eso se puede aceptar. (Testimonio de una vendedora, mayo del 2010).

Para los vendedores de la calle, la institución familiar es el núcleo donde mejor se expresa la solidaridad, la cooperación y la comunicación, al tiempo que los lazos se afianzan en el ejercicio de la misma actividad. En cambio, las principales relaciones de estas con el colectivo de vende dores, son la competencia y el enfrentamiento. La familia se convierte así en la red de apoyo donde toma sentido la idea de identidad local. Según la investigación de María Mercedes Cuéllar: En ese tipo de trabajo, la participación de la familia y en particular de la mujer es determinante. En comparación con el hombre, se observa una mayor predisposición de la mujer colombiana al establecimiento y organización de actividades productivas, así como un reconocimiento de la importancia de la claridad de las reglas de juego y de una concepción más funcional del Estado y en general la capacidad de acoger normas y prácticas culturales propias de las estructuras sociales y económicas de los países desarrollados […]. Se escucha algunas veces decir que una de las razones por las cuales la mujer colombiana se integra muy rápido a la fuerza de trabajo es la violencia. (Cuéllar, 2000, p. 488.)

El rebusque en una sociedad de riesgo

Óscar Ramos tiene 20 años. Hace dos años se ubicó en la carrera 7.ª con calle 57 para esquivar el desempleo con un habilidad suicida: cuando advierte la presencia del bus o la buseta que le interesa, mira el reloj de segundero que porta en la muñeca izquierda, se lanza a la vía en medio del tráfico pesado, la contaminación y la inclemencia del clima; se cuelga de la puerta del vehículo, observa la tablilla ennegrecida que sostiene en sus manos y empieza a trabajar: “Hace cinco minutos pasó el 595 de la Panamericana … Iba lleno, recogió a tres en esta esquina”. El diálogo conductor-planillero2 no dura más de quince segundos, pero para el primero resulta vital el dato, pues de él depende acelerar o disminuir la marcha; para el controlador ese tiempo representa 200 o 300 pesos voluntarios que guarda en su bolso de mano. (Ramos, 2003, septiembre 19)

El oficio de “controlador” representa una de las innumerables formas de ganarse la vida en las calles de Bogotá. Los “controladores independientes” o “planilleros” son intermediarios que ayudan a los conductores a organizar su tiempo, de manera precaria y transitoria. Este ejemplo nos sirve para mostrar que la lógica de acción del rebusque en el espacio público requiere de un comportamiento individual para ser efectiva. Dicha hipótesis nos obliga a pensar en la preponderancia de un comportamiento individual por sobre la acción colectiva.

La dinámica del rebusque va de lo individual a lo colectivo, generando un orden social que se desarrolla entre intermediarios, y forma cadenas o redes de personajes que van y vienen. La distancia con las instituciones y la relación con los otros es variable.

Cada actor gestiona su inserción en redes de lazos más o menos débiles, responde a obligaciones más o menos laxas de reciprocidad, de mutua ayuda o de solidaridad, encuentra en la interacción con sus pares puntos de apoyo convencionales [...]. Cada actor se acomoda en redes en cadena, humanas o no [...]. Actores pragmáticos que emergen en el curso de sus acciones [...]. Los actores individuales o colectivos presentan rostros de geometría variable según los tipos de disputas, las disposiciones de objetos, las relaciones de coordinación, los juegos del lenguaje en que han entablado. (Cefai y Joseph, 2002, p. 76)

Consideramos así el rebusque como una figura de transición a manera de rito de pasaje de la vida comunitaria a la individuación de la vida moderna, a través del cual los individuos buscan nuevas seguridades. Retomamos para esto en el análisis de Robert Castel sobre las “sociedades de inseguridad social”, en cuyo seno el riesgo y la incertidumbre definirían los comportamientos de los individuos contemporáneos. Los individuos de la ciudad actual ya no hacen parte de un determinado movimiento social o de una clase social particular. Dado que evidentemente existen relaciones de dependencia y reciprocidad, se trata de distinguir de qué

2. Como la cita lo indica, se trata de una persona que ayuda de modo informal a organizar el transporte y a los conductores, haciendo una planificación de las rutas y sus tiempos.

tipos de dependencia se habla. La sociedad de individuos de hoy es una sociedad heterogénea en la que las gentes son autónomas por defecto, y están en busca de protección. Así, la experiencia individual de rebuscárselas revela un sujeto en ruptura con el orden, que reconstruye desde la imagen de sí una nueva representación de su vida social. Vemos que no es a través de los movimientos sociales o de su participación directa en los asuntos públicos como el individuo se siente reconocido; por el contrario, es desde su acción individual en el espacio público como reconstruye su propio universo social cara a cara con las situaciones que debe enfrentar. La ocupación y la consecuente transgresión de los espacios públicos convierten indirectamente a los actores en las nuevas “clases peligrosas” que amenazan la seguridad pública. Para Castel, la situación de las periferias en las ciudades del primer mundo pone en escena este problema: Problema de suburbios, los barrios sensibles acumulan los principales factores de inseguridad: altas tasas de desempleo, empleos precarios y actividades marginales, hábitat degradado, urbanismo sin alma, frecuencia de ‘incivilidades’, momentos de tensión, agitación y conflictos con las fuerzas del orden [...]. La puesta en escena de la situación de los suburbios como absceso de fijación de la inseguridad a la cual contribuye el poder público, los medios y una amplia parte de la opinión es, de alguna manera, el retorno de las clases peligrosas, es decir, la cristalización de todas aquellas amenazas que trae consigo una sociedad en grupos particulares situados en los márgenes. El proletariado industrial desempeñó ese papel en el siglo XIX: clases trabajadoras, clases peligrosas. Es que en esa época, los proletarios, incluso si generalmente trabajaban, no estaban inscritos en las formas estables del empleo, importaban a la periferia de las ciudades industriales una cultura de origen rural descontextualizada, percibida por los habitantes urbanos como una incultura, vivían en la precariedad permanente del trabajo y el hábitat. (Castel, 2003, p.53)

En suma, es la “desafiliación” (Castel, 2003, p. 96) de los individuos del sistema oficial lo que daría lugar al fenómeno de la inseguridad social. Sin embargo, podemos constatar que en el rebusque, situado a medio camino entre una racionalidad colectiva y una racionalidad individual, se construye un cierto tipo de capital social y el individuo urbano asume su lugar en la sociedad.

3. La multitud en el espacio público

Racionalidad individual versus racionalidad pública

Según la investigación de Hernando Gómez Buendía, en Colombia habría un tipo de racionalidad social basado en la primacía de la racionalidad individual sobre racionalidad pública: “Un tipo de racionalidad basado en la creatividad individual, la diversidad, la imaginación, el rebusque, la tenacidad, contra la incapacidad de hacer proyectos colectivos y resolver los problemas públicos más esenciales” (Gómez Buendía, 1999, p. 71).

¿Cómo, en un universo de desconfianza frente al Estado de derecho y a la sociedad en general, puede construirse la acción colectiva? Podemos pensar que en el rebusque el individuo toma tanto formas de sujeto económico como de sujeto político y social, en razón de que su comportamiento obedece a las reglas de mercado, a las normas institucionales y a su propio sistema de valores. Su carácter de ciudadano sólo se manifiesta de manera esporádica, en función de sus racionalidades.

¿Cuántas racionalidades hay en un rebuscador? Es posible diferenciar una racionalidad económica, un espíritu comunitario local o rural, herencias de un modelo paternalista feudal (el cacique, el patrón, el señor), la caridad cristiana fuertemente arraigada de la religión católica y la llamada “malicia indígena”, reflejo de una duda inicial o producto de una escisión cultural propia de las sociedades latinoamericanas. El uso del sentido común o de normatividades subjetivas muestra asimismo la experiencia de una acción colectiva fragmentada. Se trata de un conjunto de lógicas estratégicas que dan como resultado un mundo inestable y cambiante.

El rebusque estaría así directamente relacionado con un tipo de racionalidad individual que, en situación de riesgo, se traduce en la lógica del “sálvese quien pueda”. No obstante, el rebuscador mantiene su contacto con las instituciones pues, como actor del espacio público, cumple igualmente un rito social. Hace parte del acontecer de la ciudad y finalmente su acción individual está de todos modos condicionada por el contexto social. Asimismo, para Hernando Gómez Buendía, estas relaciones entre distintos universos cognitivos

    […] se construyen con el manejo de la incertidumbre en la negociación del desorden inmediatista, hecho que genera múltiples órdenes locales en donde la norma impersonal (Estado) existe, sólo que el mío es un caso excepcional [...] sin embargo, la mayor parte de la gente vive la mayor parte del tiempo dentro de la norma, la dinámica del desorden lo que implica es que la posibilidad de violarla en Colombia es muy alta. Esta excepcionalidad llega a constituir una especie de democracia: todos somos iguales, porque todos tenemos derecho a violar o a evadir la ley. El resultado neto es la abundancia de conductas antisociales: predominio de las racionalidades privadas sobre la racionalidad colectiva, escasez y predación de los bienes públicos. (Gómez Buendía, 1999, p. 19)

En el universo heteróclito sobre el que reposa el sistema de valores y normas en Bogotá, podemos constatar que el rebusque es una estrategia que funciona a corto plazo. Los poderes locales empiezan a definir las formas de interacción, pues hay más eficacia en ellos que en la ley oficial para la resolución de conflictos. El que sale a la calle a intentar la aventura del rebusque debe tener el sentido de la intuición, poseer los elementos básicos para controlar el mapa de incertidumbre, estar permanentemente alerta y tener la capacidad de crear estrategias sobre el momento. Estas lógicas de acción se desarrollan, según Gutiérrez Sanín, en un campo minado de avivatos, desconfiados de la representación política y de la representación social, sabedores de que “todos somos iguales” en el sentido en que “si yo no lo hago, me lo harán a mi”. Es así como se establecen “sistemas de sospecha mutua que permiten articular mundos públicos flexibles y consistentes”. (Gutiérrez, 1998, p. 11).

Si se adopta una visión positiva del rebusque, éste podría ser definido como un logro del individuo, condicionado por su capacidad de arreglárselas a pesar de su condición social, la disposición creativa para encontrar soluciones inmediatas ante los obstáculos, la voluntad constante de vencer la adversidad, la valentía para conseguir sus fines, el hecho de ser “echao pa’lante. El rebuscador es un héroe anónimo, que sabe los secretos para hacer marchar las cosas, sus códigos de honor ponen en el más alto nivel el valor de sobrevivir a la adversidad; él trabaja por su cuenta, ayuda a los demás, es hábil y, además, es consumidor.

Movilidad y multitud

El rebusque como parte de una sociedad liberal y moderna, es también un elemento de las sociedades mediatizadas, en donde el consumo es la práctica común. Consideramos entonces que es una práctica expandida en todas las ciudades del mundo que tienen, igualmente, submundos

o zonas grises que permiten movilizar recursos al margen de la ley. Son en general las grandes ciudades adonde llegan los migrantes buscando el progreso y el acceso al mundo del consumo. Acceder, no obstante, a los derechos sociales o políticos es un objetivo casi inalcanzable. El submundo de los ilegales y migrantes se recrea sin cesar. Se moderniza con las nuevas tecnologías y en su movimiento, Internet se convierte en herramienta necesaria. Una vez más, consumidores, ciudadanos y rebuscadores participan en el mismo sistema. A través de redes sociales y tecnológicas, los nuevos rebuscadores leen el lenguaje de la globalización e interactúan en él.

Los migrantes constituyen una categoría específica de la pobreza que demuestra la riqueza y la productividad. La concepción tradicional de la clase obrera no incluye las diferentes categorías de trabajadores migrantes, como los inmigrantes permanentes. Sus diferencias culturales y su movilidad los apartan de las principales formas de trabajo estable. En las relaciones de trabajo pos-fordistas, sin embargo, la movilidad tiende a convertirse en una característica central del mercado del empleo y todas las categorías de trabajo son sometidas a un imperativo de movilidad y de hibridación cultural propia del migrante. (Negri y Hardt, 2004, p.166)

La globalización es, pues, un movimiento constante, un flujo de gentes en todas las direcciones, que tienen la particularidad de responder a las lógicas del nuevo capitalismo. Estas lógicas responden a la fluidez del mundo moderno y a la circulación del capital, pero desde la informalidad. Según un trabajo reciente del sociólogo Richard Sennet, tales comportamientos estratégicos podrían inscribirse en el nuevo capitalismo:

    Los nuevos trabajadores del capitalismo celebran la apertura al cambio y el gusto por el riesgo. El trabajo a largo término ya no existe. Las incertidumbres de la nueva economía los atrapan en un cambio constante, son absorbidos por el flujo del trabajo en red. No tienen un papel fijo. Hay una especie de pérdida del control, sobre todo de sus vidas íntimas o afectivas, para sobrevivir en la economía moderna. Las reglas claras y las tareas ya no están rigurosamente definidas. La red no cesa de redefinir su estructura. (Sennet, 2000, p.60)

La velocidad, el consumo y las nuevas tecnologías marcan el ritmo de las ciudades. El concepto de trabajo ha cambiado, múltiples personajes viven de las innumerables posibilidades que ofrece la globalización. Los referentes se rompen, las culturas se mezclan y el individualismo es la condición de ese movimiento que cambia de acuerdo con las circunstancias. Vemos así un doble fenómeno de modernidad, hacia dentro y hacia fuera del país. El rebusque también se traslada al primer mundo con los migrantes que llegan allí para realizar trabajos de baja calidad, como la construcción de edificios, para los hombres y el trabajo doméstico, para las mujeres, con el fin de escapar de la guerra y de ganar dinero para enviar a sus familias. El consumo, no obstante, comienza a ser un modo de vida que compensa la frustración de su pobreza histórica.

La práctica del rebusque podría ser reconocida y valorizada como un ejemplo de trabajo independiente y creativo. Las lógicas del rebusque cumplen una función esencial en el nuevo capitalismo; sin duda, sería posible abrir vías de participación a estas lógicas y a estos comportamientos, aprovechar sus capacidades y crear ciudadanía a partir de las iniciativas de los rebuscadores. Frente a lo anterior Pierre Bourdieu, muestra cómo la norma puede actuar paralela o alternativamente a la realidad de los individuos, cuestionando así mismo la eficacia del Estado de derecho frente al bienestar de la sociedad:

    ¿Es necesario escoger entre el legalismo de aquellos que creen que la regla actúa y el materialismo de Weber, quien afirma que la regla sólo actúa cuando se tiene un interés en obedecerla? ¿Hay que decidir entre una definición normativa y una definición descriptiva de la regla? La regla vive por la fuerza de la forma. Es verdad que si las condiciones sociales de su eficacia no se reúnen, ella no puede nada por sí misma. (Bourdieu, 1983, p.2)

La recomposición del tejido social y las nuevas identidades se definen a partir de esta práctica que posibilita el movimiento de la multitud popular. La sociedad colombiana puede finalmente ser considerada como una sociedad de riesgo por excelencia. Gobernada por múltiples actores al margen de la ley oficial como la guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes, se ve obligada a obedecer a todos, o a pasar de un bando a otro en función de las amenazas, las circunstancias o la necesidad. El valor de la adversidad se convierte entonces en un elemento de dignidad. La memoria no quiere recordar lo vivido, así que se vive en el presente esperando las bondades del azar. Aún se esperan los milagros y, mientras tanto, se sale a rebuscar.

De este modo el rebusque muestra la representación de un sistema alternativo al orden oficial, pero totalmente tolerado e interiorizado en el imaginario colectivo como una forma de vida digna. En éste se reagrupan importantes valores para los colombianos como la humildad, el honor, la independencia y, el trabajar, luchar y resistir. En muchos sectores de la población, numerosos son los que opinan que el país resiste a su crisis histórica gracias a la capacidad de adaptación de la población a las circunstancias, a la creatividad del rebusque en cuanto a las lógicas de sobrevivencia, y a la tenacidad de los lazos colectivos y familiares. En últimas el rebuscador es un agente de cambio capaz de ser un individuo moderno que asume la responsabilidad individual de estar en el mundo y de ser a la vez un ser comunitario que conserva los valores de la solidaridad y, a través de ésta, de resistencia a la adversidad.

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Mendoza, P. (2011). Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores. Revista Colombiana de Sociología, 34(2), 121–136. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27821

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Mendoza, P. 2011. Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores. Revista Colombiana de Sociología. 34, 2 (jul. 2011), 121–136.

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Mendoza, P. Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores. Rev. colomb. soc. 2011, 34, 121-136.

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MENDOZA, P. Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores. Revista Colombiana de Sociología, [S. l.], v. 34, n. 2, p. 121–136, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27821. Acesso em: 29 mar. 2024.

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Mendoza, Pilar. 2011. «Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores». Revista Colombiana De Sociología 34 (2):121-36. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27821.

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Mendoza, P. (2011) «Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores», Revista Colombiana de Sociología, 34(2), pp. 121–136. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27821 (Accedido: 29 marzo 2024).

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P. Mendoza, «Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores», Rev. colomb. soc., vol. 34, n.º 2, pp. 121–136, jul. 2011.

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Mendoza, P. «Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores». Revista Colombiana de Sociología, vol. 34, n.º 2, julio de 2011, pp. 121-36, https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27821.

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Mendoza, Pilar. «Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores». Revista Colombiana de Sociología 34, no. 2 (julio 1, 2011): 121–136. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27821.

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Mendoza P. Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores. Rev. colomb. soc. [Internet]. 1 de julio de 2011 [citado 29 de marzo de 2024];34(2):121-36. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27821

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