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2011-07-01

Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia.

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  • Orlando Fals Borda Universidad Nacional de Colombia

Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro. La subversión en Colombia.

Science and Commitment: Methodological Problems of the Book La subversión en Colombia

Orlando Fals Borda. Ph. D. en Sociología, Universidad de Florida. Doctorado Honoris causa, Universidad Nacional de Colombia.


Nota: Los organizadores del Segundo Coloquio Científico de Ultramar de Alemania, invitaron al profesor Fals Borda a que hiciera una exposición especial sobre aspectos de método en su libro La subversión en Colombia, que empieza a circular en Europa. El profesor Fals Borda atendió la sugerencia y preparó el presente estudio, que leyó durante las sesiones del coloquio de la Universidad de Münster (6 al 22 de noviembre de 19671).

1. Nota tomada de la versión original de la ponencia presentada durante el coloquio de la Universidad de Münster.

De la multiplicidad de problemas metodológicos que surgen al escribir un libro sobre la realidad social e histórica —como La subversión en Colombia—, quiero destacar uno relacionado con la orientación que toman los conceptos e hipótesis que guían o resultan de la investigación. Al hablar de orientación quiero referirme a los enfoques que los conceptos o las hipótesis abren o cierran según su contenido verbal e ideológico o según las referencias que tengan en la realidad de la que se derivan. El problema metodológico de fondo es el de calibrar si los conceptos utilizados o las hipótesis planteadas llevan o no determinados sesgos, si esos sesgos pueden anticiparse, compensarse o si son inevitables, y cuáles serían las consecuencias para los títulos de validez aducidos en las conclusiones de una investigación dada.

Este problema no es nuevo en las ciencias sociales, pues tiene distinguidos y autorizados estudiosos cuyo pensamiento quedó conformado hace algunas décadas en las escuelas de la sociología del conocimiento y de la sociología de la ciencia. En Alemania este tema ha sido ampliamente discutido, a veces en circunstancias de conflicto y anomia, semejantes a las que se experimentan hoy en América Latina. Por eso no es necesario hacer el planteamiento general que sería de rigor y que va más allá del propósito del presente trabajo, que es el de reflexionar sobre problemas de orientación conceptual al aplicarla a una obra concreta de investigación.

Para el efecto me propongo tratar el asunto en tres niveles de discusión: 1) las implicaciones del conocimiento y la realidad en la noción de objetividad que tiene el investigador; 2) el efecto que los valores sociales tienen en el trabajo del científico para adoptar actitudes de neutralidad o compromiso, y 3) las consecuencias de los elementos anteriores en el diseño de prioridades para el trabajo científico que tiene la sociología en países en desarrollo. La discusión se presenta de manera muy preliminar, destacando los interrogantes más que enfatizando respuestas, porque el autor no puede en, ninguna forma, reclamar que ha resuelto los problemas que plantea, ni que va camino de ello.

Conocimiento y objetividad

El libro La subversión en Colombia tiene por finalidad entender la naturaleza de algunos procesos sociales conflictivos que se expresan en la historia colombiana y de intentar una proyección hacia el futuro basada en el conocimiento así adquirido. Este conocimiento es el que puede ponerse al examen, porque es debatible. No obstante, es difícil dudar de los fenómenos estudiados, porque se puede juzgar de ellos a través de sus consecuencias, y se abriga la certeza de que son reales porque poseen características especificas.

Empero si se analiza el conocimiento de los datos, puede irse descubriendo que el autor ha ido interpretando tales datos de manera distinta a como lo han hecho otros observadores de la sociedad, especialmente los historiadores del siglo XIX, hasta el punto de entrar en desacuerdo con ellos. Por ejemplo, las guerras de Independencia y el esfuerzo por ganar la libertad de España no significan para el autor ninguna transformación trascendental en el orden social vigente desde la Colonia, lo que contra-dice las versiones ortodoxas de la historia. No le satisficieron tampoco las definiciones tradicionales del concepto de subversión y hubo de ver el problema a la luz de nuevas perspectivas, en que lejos de admitirla como algo inmoral y destructivo de la sociedad, se veía la subversión como algo positivo, moral y reconstructor de la sociedad, como una condición necesaria para el desarrollo de ésta. Se trató entonces de buscar datos y evidencias que los ortodoxos habían ignorado o desvirtuado y que en opinión del autor esclarecían aspectos importantes de las hipótesis que estaba tratando de probar. Y, en efecto, tales datos podían hallarse y aducirse con algún rigorismo.

Es lógico preguntarse entonces: ¿quién tiene razón? No es posible pensar que hubiera habido necesariamente distorsión de la historia o de los hechos sociales en todos los casos, así en los ortodoxos del siglo XIX como en la nueva versión de mi libro. Quizá haya una explicación de tales divergencias en el hecho de que hubiéramos trabajado con dos categorías diversas de conocimiento, cada una condicionada por la estructura de la sociedad en el período durante el cual se concibieron las hipótesis y se examinaron los hechos. El conocimiento de los ortodoxos, como el propio del autor, proviene de la ligazón entre el estudioso y el objeto de su estudio, de la estructura del pensamiento que va condicionado por la estructura social que lo genera. Así, el conocimiento no vendría a ser la simple posesión de datos, sino la interacción creadora entre el conocedor y lo conocido, interacción que promueve un continuo proceso de renovación del entendimiento y de clarificación del sentido de los datos y de las cosas.

En el caso del libro que se discute,parecería claro que el pensamiento del autor estuviese fuertemente influido por los problemas del complejo socioeconómico del subdesarrollo, cuyas características peculiares del momento se le habrían imbuido a través de los procesos acostumbrados de socialización e institucionalización. No puede el autor independizar su pensamiento de la realidad social, y mientras más estudia ésta, más condiciona su explicación de los hechos a las características estructurales de la sociedad en que vive. Llega a entender la calidad de esos hechos, pero condicionado por la orientación de su interés cognitivo (Weber, 1949, p. 64).

Sin embargo, no se detiene ahí el impulso del conocimiento, sino que éste tiende a tomar conciencia de la problemática social, especialmente la del cambio socioeconómico en situaciones de conflicto. En ese momento puede modificarse la relación entre el conocedor y lo conocido, quedando el sociólogo como hipnotizado por los hechos dramáticos de la problemática que descubre. Algunos observadores pueden no advertir tales hechos a la luz peculiar de esa problemática. Entonces se anquilosan éstos en su interés cognitivo propio y se vuelven incapaces de entender la naturaleza de los procesos sociales del desarrollo y del conflicto. Tales sistemas de pensamiento, que no pueden percibir la problemática del cambio real y mucho menos entenderla, pueden volverse inanes. A menudo sus cultores llegan a imaginar que han descubierto las leyes de la sociología por analizar los principios de la organización social existente que creen inmutable, y ésta se vuelve su verdad objetiva.

En cambio, las transformaciones estructurales van llevando a otros estudiosos a decantar sus ideas, a diagnosticar el cambio socioeconómico y a proyectar hacia el futuro una sociedad según criterios utópicos. Al hacerlo así, pueden acumular un mayor conocimiento. Esta adición al conocimiento cambia la situación y aumenta el número de coyunturas para la acción social futura. Es lo que viene ocurriendo en parte con el libro La subversión en Colombia, cuyo diagnóstico aparentemente aceleró algunos procesos políticos, como el de la captación de antiélites a que allí se hace referencia. No es éste un efecto novedoso del conocimiento, porque ya se ha observado en casos muy ilustres, como el de Keynes y sus obras que llevaron a un florecimiento teórico-técnico de la economía y a determinar formas efectivas de control de la depresión. Otros economistas de la misma escuela proyectiva le siguieron: Galbraith, Hagen, Hirschman, Furtado, Prebisch. Casos semejantes fueron los de los autores de los siglos XVIII y XIX, cuyos libros parecieron hasta cierto punto como concreciones de procesos sociales (Malthus, Ricardo, Comte, Spencer, Ward y Marx). En estos casos parece como si el pensar se tornara en una forma de actuar, llevando implicaciones hacia el futuro. Las teorías y las hipótesis llegan entonces a confirmarse en la historia, porque los datos del análisis y los hechos van cambiando las situaciones en forma tal que las hipótesis se vuelven correctas. Por lo tanto se puede deducir que debe haber un límite teórico superior en que el conocimiento de hechos y factores afecta otra clase de conocimiento, aquel que va modificando la pertinencia de esos mismos hechos en la dinámica histórica (Moore, 1966, pp. 88-92).

Yendo del campo del conocimiento así concebido al de la realidad, parecería lógico admitir entonces —por enésima vez— que ésta es relativa, que va condicionada por la cultura y el medio, y que se objetiva en los procesos sociales; es decir, es una construcción social (Berger y Luckmann, 1967, pp. 1-3,177). La teoría resultante de la observación de esa realidad tendría sólo una validez operativa y explicativa que es relativa (Pinto y Sunkel, 1966, p. 80). En el libro que se discute, la realidad es la de una sociedad conflictiva en transición. El autor, toma conciencia de esa realidad tal cual es (Marx, 1927, p. 105), elige los problemas que considera más importantes y pertinentes, y adopta allí mismo las pautas de su objetividad científica. En este caso no sería objetivo ver la realidad como desearía el autor que fuese: una sociedad ordenada, funcional o en equilibrio. Esta, para él, es inexistente.

Aunque Max Weber sostuvo una vez que “no hay análisis científicos absolutamente objetivos de los fenómenos sociales” (Weber, 1949, p. 72), lo que quiso hacer en realidad fue insistir en la objetividad, pero aclarando que ella es distinta de la indiferencia moral. En efecto, los datos y evidencias que se encuentran dentro de un contexto pueden ser profundamente contradictorios; pero ello no debe dar pie —sería una deshonestidad— para que el científico los ignore. En el libro que se analiza, la objetividad parte del rechazo a un marco conceptual opuesto de seudoobjetividad consistente en expurgar los elementos que apuntan a transformar la sociedad y ver no más que aquellos que favorecen el statu quo. En tales circunstancias, el adoptar el marco tradicionalista del equilibrio social impide ver lo más importante, lo más grave o lo más fundamental de la sociedad en transición. Al asumir una actitud de complacencia con el estado de la sociedad, dejando por fuera sus aspectos desagradables, sólo se produce una apología, lo que quiso evitarse en el libro. Claro que esto es precisamente lo que se ha considerado en muchas partes como paradigma de la objetividad científica. Pero quienes tal hacen no advierten que es un tipo de sesgo, una interpretación errada de la objetividad, en que se confunde ésta con lo trivial y lo insulso (Moore, 1966, p. 522).

La objetividad de los científicos sociales en los países en desarrollo consiste esencialmente en “no tener compromisos con el orden social que se transforma, so pena de reducirse a un mero subproducto intelectual de los factores de estancamiento social e histórico” (Costa Pinto, 1963, p.15). Implica creer en una realidad relativa y dinámica del cambio social, pero en todo caso reconociéndole calidades independientes de la volición del observador. La objetividad, en esas condiciones de la problemática del cambio y del desarrollo, es aquella que se dirige a describir y explicar verdades dolorosas que pueden herir intereses creados, o que revelan los sesgos ideológicos de grupos determinados. Por ejemplo, los grupos dominantes tienen mucho que esconder. El estudioso que quiera ser objetivo en situaciones de transición social debe resistir la influencia de los valores tradicionales de esos grupos y la mitología dominante, y sentir simpatía por sus víctimas, las de los procesos históricos. Debe sentir escepticismo por los títulos de dominio y las prebendas de los poderosos. Esta actitud puede cerrarle muchas puertas al científico social objetivo, y puede acarrearle persecuciones y campañas de silencio, como la que se ha tratado de aplicar en Colombia al libro que estudiamos y a otros de varios autores (aunque en esto pueda haber otros factores intervinientes). Pero son síntomas de independencia de criterio. En el caso de este libro, su objetividad va condicionada al descubrimiento de la problemática del cambio y se justifica dentro del marco conceptual que resulta del libre análisis de ese cambio.

En conclusión, de la experiencia del libro en cuestión podemos advertir que el científico social en países en desarrollo como Colombia se halla frente a una realidad dinámica y relativa que moldea su pensamiento induciéndolo a la acción. El conocimiento que adquiere va condicionado por la estructura social en transición. Esto le impone un marco propio de objetividad en que resaltan unos elementos mientras palidecen otros, según la proyección histórica de la sociedad que se transforma y en la que el científico se encuentra involucrado.

Valores, neutralidad y compromiso

El libro La subversión en Colombia se basa en un marco de referencia denominado telético, por incluir sus conceptos un sentido de telos, i. e., finalidad o propósito. Se derivó este concepto de Lester Ward y se trató de darle sentido histórico para demostrar que era posible proyectar hacia el futuro tipos de subversión y de orden social comprometidos con una transformación profunda de la sociedad. Por la investigación telética se estudia el presente, pero ante el reflejo del futuro y con miras a conformarlo conscientemente. Por inferencia, también se implica que el sociólogo analista no puede ser neutral frente a tales procesos, sino que debe hacer manifiestos los valores y juicios de valor que le animaron a articular semejante interpretación de la sociedad.

De esa actitud del autor parten graves problemas de método que tienen que ver otra vez con la dimensión del conocimiento. Para comenzar, contradice la tradición de una sociología libre de valores, o value-free sociology. Si es cierto que existe una sociología no valorativa, estrictamente neutral y aséptica, entonces el libro La subversión en Colombia no puede considerarse científico en ese mismo sentido. Pertenecería a otra vertiente disciplinaria.

Por fortuna, gracias a la polémica sobre sesgos, ideologías y finalidades científicas que se ha venido adelantando (especialmente en los Estados Unidos de América) desde hace algunos años, encabezada por C. Wright Mills, Maurice Stein, Arthur Vidich, Barrington Moore, Gunnar Myrdal, Louis Wirth, Robert Redfield y otros, ya están en entredicho las bases de la value-free sociology y de la objetividad pura.

Moskos y Bell (1967, pp. 67-72), la revista Catalyst y la nueva Berkeley Journal of Sociology capitanean hoy esta revuelta intelectual en los Estados Unidos que en el fondo es una reacción contra el estructuro-funcionalismo. En América Latina se han colocado a la vanguardia de la resistencia contra esa misma tradición y a favor de la sociología problemática y del conflicto, científicos como L. A. Costa Pinto, Pablo González Casanova, Fernando H. Cardoso, Florestán Fernandes, Rodolfo Stavenhagen y Torcuato Di Tella. Al tratar de imponer la sociología aséptica, algunos olvidaron que el propio Weber había declarado que los juicios de valor son inevitables y que deben hacerse explícitos (Weber, 1949, p. 10). El mismo campeón de la objetividad enseñó además que los problemas de investigación social se seleccionan según la pertinencia de los valores del fenómeno estudiado, cosa que no ocurre en la ciencia natural empírica (Weber, 1949, p. 21). Un sociólogo ha recordado que lo de la sociología no valorativa fue expediente pasajero de Weber para resolver dificultades de relaciones académicas en la Universidad alemana (Gouldner, 1962, p. 201). En realidad, esta doctrina debe llevar a hacer mejores juicios de valor, reconociendo que, de acuerdo con Marx, los hechos no tienen sentido sin el elemento evaluativo. Extendiendo el concepto aun más, puede verse que no habría ninguna dualidad entre hecho y valor (de ahí que la tecnología, por ejemplo, no pueda ser neutra o amoral), y que aun los científicos naturales caerían dentro del campo de la valoración conceptual.

Al rechazar las tesis de la sociología aséptica, se descubre que la valoración encuentra un mecanismo apropiado en el lenguaje y en las palabras. La cultura humanística, de la que en una gran medida forma parte la sociología, es esencialmente platónica, en el sentido de que las palabras y los conceptos provenientes de la socialización incluyen no sólo principios para clasificar las cosas sino también normas, esto es, principios para evaluar las cosas (Gellner, 1964, p. 202). Por las palabras y los conceptos se estiman las posibilidades y limitaciones de la conducta humana, y tales estimaciones no tienen sentido si no se refieren a un juego predeterminado de valores. El sociólogo (y los otros científicos) en países en desarrollo no puede dejar de hacer estimaciones valorativas, porque se espera de él un diagnóstico de la sociedad en transición. En vista de la inevitabilidad del cambio, se encuentra impelido a hacer ese diagnóstico aunque implique usar juicios de valor. Por supuesto, los valores del sociólogo son controvertibles, en comparación con los de un médico, para quien el valor de la salud tiene aceptación universal. Entonces, para evitar los escollos de la controversia, el sociólogo en los países en desarrollo que quiera ser efectivo en su labor debe moverse dentro de un campo ideológico bien definido, y hacer explícitos sus juicios de valor. En esas circunstancias no puede ser neutral, porque debe resolver sobre opciones de fines y disectar la naturaleza de conflictos, como ocurre con el libro que analizamos (Graciarena, 1967, p. 17). Así la valoración indispensable pone en duda las tesis de la neutralidad absoluta.

Según Berger y Luckmann (1967, p. 75), la neutralidad moral y valorativa es un absurdo. No hay descripciones, del mundo, moralmente neutrales, ni filosofías moralmente neutras. Interesante es constatar que los grandes fundadores de la sociología en el siglo XIX no fueron neutrales frente a su ciencia y su sociedad. Ni siquiera Durkheim lo era2. Si no por otra causa, el científico no puede estar por encima de preocupaciones tales como la elección de los temas y de los grupos sociales que quiere estudiar, lo que hace ilusa su imparcialidad (Di Tella, 1967, p. 90). Y aun aquellos que han pretendido defender la tesis del lenguaje neutral en la sociología, como Merton, sucumben al repudiar con vigor, dentro del mismo texto, la literatura que se opone a aquella tesis.

No obstante, los autores no neutrales pueden ser muy disciplinados y objetivos. El no ser neutral no implica perder la objetividad en el análisis. Y ésta puede ser la base para hacer una defensa real del libro La subversión en Colombia, si se le hicieran observaciones por este lado. En efecto, este libro no es neutral, porque abre los portales al entendimiento preferencial de la transformación social conflictiva, y porque su autor se atreve a proyectar el cambio hacia el futuro, propiciándolo y anticipándolo con sus conceptos e hipótesis. Pero puede ser objetivo también, por cuanto las interpretaciones que ofrece se basan en hechos y evidencias documentadas de índole sociológica e histórica. Viéndolo desde el punto de vista complementario, puede sostenerse que el libro, dentro de la objetividad de los hechos que aduce, está comprometido con una causa; la del cambio profundo de la sociedad colombiana, y que además de su tarea científica de acumulación del conocimiento, quiere estimular la acción positiva para alcanzar metas valoradas por la sociedad. El autor se compromete interviniendo con sus conceptos, y no solamente con sus descripciones, sentando algunas bases para ofrecer profecías autorrealizables.

Lo peculiar de esta idea de compromiso es su fragilidad de interpretación. Se le puede descubrir en una obra como La subversión en Colombia en sentido peyorativo, para disminuir su posible valor científico. No se tiende a aceptar de hecho en obras consideradas neutrales, porque allí la objetividad se consideraría relativamente pura. Pero se omite el ver que en esas obras asépticas y aparentemente neutrales también puede existir un compromiso: el del mantenimiento del statu quo y el de la defensa de intereses creados, sea por acción u omisión o por procesos conscientes o inconscientes de adhesión política. Esas obras tienen también una ideología: la del continuismo frente a la necesidad del cambio, ideología que fuerza a los grupos alienados de la sociedad a reconciliarse con su propia alienación. Es el compromiso reaccionario o conservador de un Lundberg, un Moreno o un Charles Elwood, justificadores teóricos del establecimiento, que se refugian en empirismos absolutos, en fórmulas abstrusas, en herramientas sociométricas y en máquinas de cálculo, creyendo que éstas son las finalidades principales de la ciencia y que la exactitud cuantificada es el súmmum de la misma.

2. Véase el capítulo final de su clásico estudio sobre el suicidio.

Si el compromiso es inevitable en una u otra dirección entonces representa para los científicos un problema importante que, en general, se ha evitado discutir. ¿Cuáles son las penetraciones mutuas que existen entre el conocimiento y el compromiso? ¿Cuál es la naturaleza real de esa secuencia? (Seeley, 1963, p. 63). Por lo menos, sería cuerdo interesarnos en el resultado de nuestra propia intervención social, ya que todos somos víctimas participantes a la vez que observadores de las fuerzas que estudiamos (Stein, 1963, p. 181). En este sentido puede observarse cómo los investigadores del cambio ganan ventaja al participar empáticamente de los procesos de transformación, porque la buscan con los demás miembros de la sociedad y la desean como seres humanos; así logran conocer de primera mano variables y atributos que son estratégicos (Fals Borda, 1967, p. 274). Bueno es recordar otra vez la forma como el reconocimiento del compromiso y la falta de neutralidad enriqueció a la ciencia social del siglo XIX. Los fundadores de la sociología contribuyeron a crearla en aquella medida en que tomaron conciencia de la realidad problemática de la sociedad en que vivían, reflejando en sus obras la dirección valorativa del proceso social que se desarrollaba ante sus ojos.

La realidad conflictiva y dramática de los problemas sociales de hoy constituye un reto para los científicos sociales. Del esfuerzo de hacerles frente para entenderlos y resolverlos, ¿se enriquecerá la ciencia social actual, como ocurrió en el siglo XIX? ¿Serán los científicos capaces de distinguir entre lo esencial y lo accesorio para el cambio y el desarrollo? Las respuestas a estos interrogantes acarrean un compromiso y tienen consecuencias morales inevitables. Aún más: pueden tener efectos en el resultado de la acción social y política, al intervenir en la historia y alterar las relaciones sociales por el solo hecho de definirlas. De ahí que pueda hablarse de un compromiso con la justicia y de una libertad del intelectual que está condicionada por la libertad de los demás hombres (García, 1966, pp. 197- 200). Un pensador latinoamericano ha sostenido que un escritor sólo puede reivindicarse y cumplir su verdadera función en la medida en que su pueblo pueda alcanzar un grado adecuado de humanización. La frustración del escritor —y del sociólogo— latinoamericano es consecuencia del subdesarrollo, de la injusticia social y de la explotación capitalista. De modo que, según este pensador, “no puede haber compromiso más urgente para el escritor que el de denunciar las causas de su propia frustración, y al proceder de esta manera defiende la causa del pueblo latinoamericano” (Conteris, 1966, p. 211).

Evidentemente, los conflictos sociales y económicos que experimenta América Latina son de tal magnitud que no pueden ignorarse, y quienes los ignoran son científicos sujetos a una ideología conservadora y continuista. Se amilanan entonces en tal forma con el espectro ético, que se les cierra la ruta del análisis de los más interesantes y vitales problemas de la actual situación (Pinto y Sunkel, 1966, p. 82). Pero aun, al dejar de lado los valores, los técnicos debilitan su entendimiento de las realidades y claudican, llegando a ser útiles sólo porque pueden ser manipulados (Gouldner, 1962, p. 212). Nada parecería más fructífero para la ciencia social en esas circunstancias que reconocer las valoraciones implícitas en sus concepciones y personeros, declarar que no es neutral frente a la problemática estudiada y aceptar el compromiso que representa trabajar a través del conocimiento y la acción por una verdadera transformación social. En esta forma los propios conceptos científicos pueden tener efectos previsibles de intervención en el futuro, modificando los factores pertinentes según el telos o la finalidad de la acción colectiva.

El diseño de las prioridades

Ya en párrafos anteriores se ha hecho referencia a la necesidad de especificar qué es lo esencial y qué es lo accesorio en la tarea científica en los países en desarrollo. El compromiso y la valoración conllevan a estipular ciertas jerarquías de trabajo, concebir algunas nociones de estrategia de recursos, y detallar criterios para la elección de temas importantes de investigación. Se implica, por lo tanto, un diseño de prioridades y un planteamiento sobre la orientación de las ciencias sociales en tales circunstancias.

Los ejemplos pertinentes abundan. ¿Qué lleva a los sociólogos a preferir el estudio de la familia en su sociedad, al análisis de temas como la revolución china o la revolución cubana? ¿Para qué sirve el control social si su propósito es permitir la represión por fuerzas y factores deshumanizantes? (Gerth y Landau, 1963, p. 179; Stein, 1963, p. 179) ¿Qué fue lo que hizo decir a Mannheim una vez que la tendencia a acumular datos sin criterios en la sociología norteamericana había hecho de ella “una ciencia de lo que no vale la pena conocer” (Mannheim, 1953, pp. 9-10). Aparentemente la sociología tiene hoy menos que decir sobre la sociedad que hace unos cincuenta años. ¿A qué se debe este estancamiento?

Este no es el sitio para absolver tales preguntas. Pero no hay duda de que ellas se relacionan con el problema de prioridades y de orientación de las ciencias sociales. El posible estancamiento de la sociología moderna puede haber tenido origen en aquel estéril esfuerzo para hacerla ciencia aséptica, sin compromisos ni valores, que motivó que los sociólogos escogieran como temas de investigación asuntos intrascendentes. Hubo también allí algo de una relación con la sociedad global, puesto que esa sociología fue el reflejo del tipo de sociedad desarrollada o sobredesarrollada, próspera y relativamente estable, que hallaba más aceptables las explicaciones estructuro-funcionalistas (Moskos y Bell, 1967, pp. 71-72), lo que nos retrotrae al problema inicial de esta discusión sobre la naturaleza del conocimiento y sus vinculaciones con la realidad ambiente.

Si algo puede decirse del libro La subversión en Colombia es que tiene una orientación definida. Por lo menos cumple con una de las características de la herencia del intelectual: el derecho a ser crítico de la tradición (Gouldner, 1962, p. 206). Trata a la sociología como una disciplina ante todo humanística, combinándola con la historia, en lo que también reanuda el hilo con las escuelas clásicas de la sociología del siglo pasado. Aún más: cumple con el requisito de Gerth y Landau (1963), de tener un ojo fijo en la historia y otro en el futuro. Pero su peculiaridad —posiblemente orientadora— surge del empeño de combinar la teoría con la acción, la tradición científica con la práctica que busca resultados, como si hubiese urgencia de salvar a un paciente grave. Se entiende como un libro que trata de entender y hacer frente a una crisis social.

Las crisis muchas veces hacen avanzar la ciencia. Así ocurrió con la psicología y Freud, y con la economía y Keynes. La sociología estuvo más cerca a dirimir ese dilema de la teoría contra la práctica a través de las obras de Marx. Pero perdió ese impulso poco después de iniciado. Hoy vuelve a enfrentarse en los países subdesarrollados a una crisis social y económica de dimensiones enormes. Al converger la actitud científica con la preocupación de resolver los problemas sociales, podría anticiparse una consolidación aceptable de la sociología moderna (Di Tella, 1967, p. 90), y quizá ésta entre ahora en la revolución keynesiana que le hace falta (Graciarena, 1967, p. 16).

En esta forma la sociología problemática, de la que es una muestra el libro que se discute, puede dar impulso al conocimiento serio y sistemático de la sociedad latinoamericana en desarrollo. Implica descubrir hechos y relacionarlos conceptualmente con una jerarquía de problemas importantes. De ahí parten las prioridades investigativas y también los naturales desacuerdos sobre prioridades entre los estudiosos de la sociedad actual. Para unos, la tarea de la sociología en países en desarrollo es la de “estudiar la transición hacia el futuro del orden social que la generó [...] y diagnosticar su derrumbe” (Costa Pinto, 1963, pp. 26 y 45). Para otros, “interpretar la esencia de nuestro modo de ser continental” (Conteris, 1966, p.211). Algunos quieren volver a poner al hombre en el lugar central de la atención de la ciencia (Hughes, 1961, p. 4). En todo caso, el esfuerzo por descubrir lo esencial y conectarlo, conceptualmente, con la acción necesaria y con la práctica urgente, parece constituir un elemento importante en la presente etapa de formación científica social, especialmente en los países que se desarrollan, y en los que se necesita un firme conocimiento aplicado sobre la sociedad en transición.

Esta agilidad conceptual y crítica, que va por etapas en la formación de una disciplina científica, fue admitida por el pontífice máximo de la objetividad, lo que en esencia constituye su admisión de la necesidad del compromiso y de la orientación hacia la problemática real. Max Weber concluye su ensayo sobre La objetividad en la ciencia social de la siguiente manera:

    Llega un momento (en el desarrollo de la ciencia) en que la atmósfera cambia. El significado de los puntos de vista utilizados irreflexiblemente se forma incierto y el cambio se pierde en la penumbra. La luz de los grandes problemas culturales avanza. Entonces la ciencia también se prepara a cambiar de ángulo y de aparataje analítico y a mirar el devenir de los hechos desde las alturas del pensamiento. Sigue aquellas estrellas que son las únicas que pueden dar sentido y dirección a sus labores. (Weber, 1949, p. 112)

Este es un reto que poco se recuerda de aquel gran maestro. En este momento, cuando la sociología busca una nueva orientación conceptual y necesita observar desde las alturas del pensamiento los hechos de la historia que corre a nuestra vista, conviene buscar sentido y dirección, si no de las estrellas, por lo menos de las señales de los tiempos y del palpitar muchas veces revolucionario de las sociedades que se transforman3.

3. Además de las obras citadas, véanse: Fals Borda, 1966; Fals Borda, 1966, diciembre; Ianni, 1967; Moore, 1958, p. 111-159; Mills, 1959; Soares, 1966, marzo,p. 43-66.

Bogotá, noviembre de 1967

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Cómo citar

APA

Fals Borda, O. (2011). Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia. Revista Colombiana de Sociología, 34(2), 169–180. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27825

ACM

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Fals Borda, O. 2011. Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia. Revista Colombiana de Sociología. 34, 2 (jul. 2011), 169–180.

ACS

(1)
Fals Borda, O. Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia. Rev. colomb. soc. 2011, 34, 169-180.

ABNT

FALS BORDA, O. Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia. Revista Colombiana de Sociología, [S. l.], v. 34, n. 2, p. 169–180, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27825. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

Fals Borda, Orlando. 2011. «Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia». Revista Colombiana De Sociología 34 (2):169-80. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27825.

Harvard

Fals Borda, O. (2011) «Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia»., Revista Colombiana de Sociología, 34(2), pp. 169–180. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27825 (Accedido: 29 marzo 2024).

IEEE

[1]
O. Fals Borda, «Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia»., Rev. colomb. soc., vol. 34, n.º 2, pp. 169–180, jul. 2011.

MLA

Fals Borda, O. «Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia». Revista Colombiana de Sociología, vol. 34, n.º 2, julio de 2011, pp. 169-80, https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27825.

Turabian

Fals Borda, Orlando. «Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia». Revista Colombiana de Sociología 34, no. 2 (julio 1, 2011): 169–180. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27825.

Vancouver

1.
Fals Borda O. Ciencia y compromiso: problemas metodológicos del libro La subversión en Colombia. Rev. colomb. soc. [Internet]. 1 de julio de 2011 [citado 29 de marzo de 2024];34(2):169-80. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27825

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