Publicado

2016-07-01

Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo

DOI:

https://doi.org/10.15446/rcs.v39n2.58978

Palabras clave:

sociología del conocimiento, relativismo, realismo (es)

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Autores/as

  • Olga Restrepo Forero Universidad Nacional de Colombia
  • Daniel Becerra Universidad Nacional de Colombia

El artículo original “Muerte y Mobiliario” no tenía un resumen porque la revista en la que fue publicado, History of the Human Sciences, no lo requería. Por lo tanto, este resumen no es una
traducción del original, sino un original. “Muerte y Mobiliario” procura realizar una deconstrucción performativa y retórica de las estrategias retóricas de la argumentación realista. Su estilo, que es diverso, a veces serio, a veces “ingenioso”, que argumenta con fuentes adecuadamente documentadas y también con abiertas fantasías, y que cita a Tom Paine, Samuel Johnson y Monty Python, es vital para el efecto deseado. El texto/nosotros sin duda pretendemos tener un efecto particular, al igual que también lo hacen los estrategas del realismo. Estos últimos desean forzar a sus opositores, los
relativistas, a retractarse de sus necedades confrontándolos con argumentos de “línea de fondo” —bottom-lines— como Mobiliario —la innegabilidad epistémica de los objetos
materiales sólidos— o Muerte —la innegabilidad moral de la pobreza y el dolor—. Los relativistas, como los defendemos aquí, pueden resistir mejor estos ataques mediante la realización de algunos movimientos retóricos equivalentes, tal como se muestra y se demuestra en el texto. Una fuerte motivación de los autores para hacer este trabajo, entonces, era una manera de venganza, dirigida contra todas esas lecciones de golpes sobre la mesa a las que habían sido sometidos, a manos de realistas complacientes que participan en las estrategias aquí examinadas: con este texto “Muerte y Mobiliario” a la mano, listo para ser arrojado sobre la mesa, las relativistas pueden estar mejor preparadas para actuaciones similares, y mejor armadas. Al mismo tiempo se defiende el relativismo y se rechazan sus
caricaturas persistentes. Con la ayuda de aliados tales como Bruno Latour, Barbara Herrnstein Smith y Paul Feyerabend, el relativismo se configura como una no-posición, una forma de
movilidad que se activa al momento del análisis. La relativista no tiene "áreas prohibidas” para el análisis —ella es propiamente reflexiva—. En lugar de la teología de la negación de los realistas —“hay que enfrentar los hechos [...] no se puede cambiar la realidad, la naturaleza humana, las fuerzas del mercado [...]”— la ética de la investigación sin restricciones —de la ciencia, por así decirlo— es la posición moral que respaldan nuestras
relativistas. 

https://doi.org/10.15446/rcs.v39n2.58978

Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo*

Derek Edwards
Malcolm Ashmore
Jonathan Potter**
Loughborough University, Loughborough, Reino Unido

Traducido por Daniel Becerra***
y Olga Restrepo Forero****
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia

* Esta traducción se financió con fondos de la convocatoria de investigación Orlando Fals Borda (2012), otorgados al Grupo de Estudios Sociales de la Ciencia, la Tecnología y la Medicina (GESCTM). Proyecto: Construir sinergias entre investigación, docencia y extensión en los Estudios Sociales de la Ciencia, Código quipu: 206010018251.
En relación con su forma original, el artículo tiene dos modificaciones: el resumen y un postcripto, ambos escritos por Malcolm Ashmore para esta publicación. El objetivo del postcripto es proporcionar una información sucinta sobre la respuesta muy amplia y variada que este texto ha tenido a lo largo de los años. Agradecemos a Malcolm Ashmore por realizar ambos trabajos y por su valiosa colaboración para esta traducción. Artículo originalmente publicado como: Edwards, D., Ashmore, M. and Potter, J. (1995). Death and furniture: The rhetoric, politics and theology of bottom line arguments against relativism. History of the Human Sciences, 8, 25-49. Se traduce y publica con autorización de los autores.
** NT: A la fecha de publicación, la afiliación de los autores era: Discourse and Rhetoric Group, Department of Social Sciences, Loughborough University, Loughborough, Leicestershire LE11 3TU, UK. Correo electrónico actual de los autores: D.Edwards@lboro.ac.uk, M.T.Ashmore@lboro.ac.uk y jonathan.potter@rutgers.edu
*** Filósofo de la Pontificia Universidad Javeriana. Correo electrónico: simplydaniel@gmail.com
**** Doctora en Sociología, Universidad de York (Reino Unido). Profesora Titular, Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: omrestrepof@unal.edu.co

Cómo citar esta traducción: Edwards, D., Ashmore, M. y Potter, J. (2016). Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo [Traducción de D. Becerra y O. Restrepo Forero]. Rev. Colomb. Soc., 39(2), 305-337.

Este trabajo se encuentra bajo la licencia Creative Commons Attribution 3.0.


Resumen

El artículo original "Muerte y Mobiliario" no tenía un resumen porque la revista en la que fue publicado, History of the Human Sciences, no lo requería. Por lo tanto, este resumen no es una traducción del original, sino [una traducción de] un original.

"Muerte y Mobiliario" procura realizar una deconstrucción performativa y retórica de las estrategias retóricas de la argumentación realista. Su estilo, que es diverso, a veces serio, a veces "ingenioso", que argumenta con fuentes adecuadamente documentadas y también con abiertas fantasías, y que cita a Tom Paine, Samuel Johnson y Monty Python, es vital para el efecto deseado. El texto/nosotros sin duda pretendemos tener un efecto particular, al igual que también lo hacen los estrategas del realismo. Estos últimos desean forzar a sus opositores, los relativistas, a retractarse de sus necedades confrontándolos con argumentos de "línea de fondo" —bottom-lines— como Mobiliario —la innegabilidad epistémica de los objetos materiales sólidos— o Muerte —la innegabilidad moral de la pobreza y el dolor—. Los relativistas, como los defendemos aquí, pueden resistir mejor estos ataques mediante la realización de algunos movimientos retóricos equivalentes, tal como se muestra y se demuestra en el texto. Una fuerte motivación de los autores para hacer este trabajo, entonces, era una manera de venganza, dirigida contra todas esas lecciones de golpes sobre la mesa a las que habían sido sometidos, a manos de realistas complacientes que participan en las estrategias aquí examinadas: con este texto "Muerte y Mobiliario" a la mano, listo para ser arrojado sobre la mesa, las relativistas pueden estar mejor preparadas para actuaciones similares, y mejor armadas. Al mismo tiempo se defiende el relativismo y se rechazan sus caricaturas persistentes. Con la ayuda de aliados tales como Bruno Latour, Barbara Herrnstein Smith y Paul Feyerabend, el relativismo se configura como una no-posición, una forma de movilidad que se activa al momento del análisis. La relativista no tiene "áreas prohibidas" para el análisis —ella es propiamente reflexiva—. En lugar de la teología de la negación de los realistas —"hay que enfrentar los hechos [...] no se puede cambiar la realidad, la naturaleza humana, las fuerzas del mercado [...]"— la ética de la investigación sin restricciones —de la ciencia, por así decirlo— es la posición moral que respaldan nuestras relativistas.


Abstract

The original "Death and Furniture" did not have an abstract because the journal in which it was published, History of the Human Sciences, did not employ them. Therefore this abstract is not a translation of the original. Instead it is an original.

"Death and Furniture" attempts a rhetorically performed deconstruction of the rhetorical strategies of realist argumentation. It's style, which is diverse, sometimes serious, sometimes "witty", engaging in properly sourced arguments and in blatant fantasies, quoting Tom Paine, Samuel Johnson and Monty Python, is vital to its intended effect. It /we certainly wish to have a particular effect just as the strategists of realism do. The latter wish to force their opposition, the relativists, to recant their foolishness upon being confronted with the "bottom-lines" of Furniture (the epistemic undeniability of solid material objects) or Death (the moral undeniability of poverty and pain). The relativists, as championed here, can better resist this attack by undertaking some equivalent rhetorical moves, as displayed and demonstrated in the text. A powerful motivation for doing this work, then, was as revenge for all those table-thumping lessons the authors had been subjected to at the hands of complacent realists engaging in the strategies examined here: with "Death and Furniture" in hand, ready to be thrown onto the table, relativists may be better prepared for similar performances - and better armed. Along the way, relativism is defended, and its ubiquitous caricatures denied. With the help of such allies as Bruno Latour, Barbara Herrnstein Smith, and Paul Feyerabend, relativism is configured as a non-position, a form of mobility activated in the moment of analysis. The relativist has no "no-go areas" for analysis (she is properly reflexive). Instead of the realists' nay-saying theology ("face the facts[...] you can't change reality, human nature, market forces[...]") the ethic of unfettered enquiry (of science, one might say) is the moral position endorsed by our relativists.


Resumo

O artigo original "Morte e Mobiliário" não tinha resumo porque a revista na qual foi publicado, History of the Human Sciences, não o precisava. Por conseguinte, este resumo não é uma tradução original, se não o original.

"Morte e Mobiliário" procura realizar uma desconstrução performada das estratégias retóricas da argumentação realista. Seu estilo, que é diverso: às vezes sério, às vezes "engenhoso", argumenta com fontes adequadamente documentadas e também com flagrantes fantasias, cita Tom Paine, Samuel Johnson e Monty Python, sendo desta forma vital para o efeito desejado. No texto/nós, sem dúvida esperamos ter um efeito particular tal qual os estrategistas realistas fazem. Aqueles últimos desejam forçar aos seus opositores, os relativistas, a se retratarem de suas tolices, confrontando-os com argumentos de "linha básica" (bottom lines) como obiliário (o caráter epistêmico inegável dos objetos materiais sólidos) ou como Morte (o caráter moral inegável da pobreza e a dor). Os relativistas, como os defendemos aqui, podem resistir melhor esses ataques realizando alguns movimentos retóricos equivalentes, da forma que se mostra e demonstra no texto. Uma forte motivação para os autores fazerem este trabalho, então, foi uma forma de vingança por todas aquelas lições de golpes sobre a mesa, às quais eles tinham sido submetidos por mão dos realistas complacentes envolvidos nas estratégias que aqui são analisadas: com "Morte e Mobiliário" na mão -pronto para ser jogado na mesa-, os relativistas podem estar melhor preparados para atuações similares (e melhor armadas). No caminho, o relativismo é defendido e suas onipresentes caricaturas são recusadas. Com ajuda de aliados tais como Bruno Latour, Barbara Hernstein Smith e Paul Feyerabend, o relativismo configura-se como uma "não postura", uma forma de mobilidade ativada no momento da análise. A relativista não tem "áreas proibidas" para a análise (ela é apropriadamente reflexiva). Ao invés da teologia da negação dos realistas ("tem que enfrentar os fatos, não é possível mudar a realidade, a natureza humana, as forças do mercado[...]") a ética da pesquisa sem restrições (da ciência, por assim dizer) é a postura moral que endossam nossas relativistas.


Bang! (Indeterminate, yet sharply delineated noise; perhaps of gunshot or fist thumping table or boot contacting stone; or the sound of one hand clapping; or[...])

I refute it thus. (Dr. Samuel Johnson, kicking a stone; rejecting Bishop George Berkeley's idealist philosophy. From Boswell's Life of Johnson.)

Mr Berkeley's breath smells of mothballs. I can only assume he thinks he is a chest of drawers. (Iain Banks, The Bridge)

He pities the plumage but forgets the dying bird. (Tom Paine, The Rights of Man; on Edmund Burke's lack of sympathy for the masses)

Shopkeeper: No, no sir, it's not dead. It's resting.
Customer: Resting?
Shopkeeper: Yeah, remarkable bird the Norwegian Blue, beautiful plumage, innit?
Customer: The plumage don't enter into it -- it's stone dead.
(Graham Chapman et ál., Monty Python's Flying Circus)

"Muerte" y "Mobiliario"* son emblemas para dos muy comunes —hasta predecibles— objeciones contra el relativismo. Cuando los** relativistas1 hablan sobre la construcción social de la realidad, la verdad, la cognición, el conocimiento científico, la capacidad técnica, la estructura social y así sucesivamente, sus opositores realistas2 más temprano o más tarde empiezan a golpear el mobiliario, a invocar el Holocausto, a hablar de rocas, pistolas, asesinatos, de miserias humanas, de mesas y de sillas. La fuerza de estas objeciones consiste en introducir una línea de fondo (bottom-line), un lecho de realidad que fija límites a lo que se puede tratar como epistemológicamente construido o deconstruible3. Hay dos tipos de movidas relacionadas: el Mobiliario —mesas, rocas, piedras, etc.; la realidad que no puede ser negada—, y la Muerte —miseria, genocidio, pobreza, poder; la realidad que no debería ser negada—. Nuestro objetivo es mostrar cómo es que estos gestos y argumentos —"pero con seguridad esto no"— funcionan, cómo se benefician unos de otros y qué tan poco convincentes son, cuando se los examina con cuidado, como refutaciones del relativismo4.

Invocar el Mobiliario y la Muerte es la moneda corriente, en la práctica, no de las "realistas ingenuas" —quienes, siendo universalmente reconocidas como personas hechas de paja, son incapaces de darse ese gusto—, sino de esos realistas sofisticados o de los relativistas moderados —para quienes tiene que haber una línea de fondo, más allá de la cual se rehúsan a ir—. La Muerte y el Mobiliario sirven como argumentos contra la idea de llevar el relativismo a los extremos, y su fuerza es tal que "el relativismo-como tal" es a menudo repudiado aun por sus defensores. Súbitamente, como con el realismo ingenuo, ninguno de nosotros somos relativistas vulgares —los que se auto-refutan, quienes no-saben y no-les-importa, para quienes todo vale y el compromiso nunca llega—. No, no, nosotros somos relativistas metodológicos, constructivistas moderados, pragmatistas pragmáticos.

Mobiliario

Si importar cuál sea el debate, cualquiera que sea su contenido o su medio —texto o habla—, es factible que haya algún mobiliario alrededor. Cuando hablamos de cosas y eventos, principios y abstracciones, cognición y realidad, o leemos sobre construcción y objetividad, lo hacemos en asientos y en salones, en escritorios y mesas, o aun afuera, donde están las rocas y los árboles. La gracia de estas cosas es que son externas a la conversación, disponibles para mostrar que esta es simplemente habla, que hay otro mundo más allá, que hay límites a la flexibilidad de las descripciones. Golpear el mobiliario también funciona como un acto no verbal, que ofrece la ventaja de moverse fuera del lenguaje; su fuerza está en que evita el riesgo retórico de apelar a la realidad no verbal teniendo que ponerla en palabras. Pero las palabras generalmente son suficientes; podemos hablar acerca de mesas y rocas, e invocar verbalmente su existencia externa, casi de manera tan convincente como señalándolas físicamente o golpeándolas. El argumento del mobiliario invoca el mundo objetivo como dado, distinto de los procesos de representación; como aprehendido directamente, independiente de cualquier descripción particular.

El dilema del realista

Por supuesto que el golpear no es un simple aporrear; no solo las palabras significan. El golpeteo de la mesa hace su trabajo como acción con sentido, no solo como conducta. Toda acción de señalar a, demostración de y descripción de la realidad bruta, inevitablemente, es mediada y comunicada semióticamente. Rocas, árboles y mobiliario no son ya, de por sí, refutaciones del relativismo, sino que llegan a serlo precisamente en el momento y durante el momento en que son invocadas. Llamamos a esto el dilema del realista. El acto mismo de producir un mundo externo no representado, ni construido, es inevitablemente representacional y amenaza, tan pronto como se produce, con darse la vuelta y contrarrestar la misma posición que se espera sirva para demostrar. Los "argumentos" de mobiliario5 producen (perform) categorización y relevancia por medio de la semiosis. Bruno Latour también anota cómo a los realistas les gusta "poder golpear una mesa que resiste con firmeza y prueba que ella no es un sueño o una construcción social" (1989, p. 106).

La misma facilidad con la cual el mobiliario (etc.) es aprehendido —su "obvia" solidez y exterioridad— lo hacen un caso duro para la deconstrucción relativista6 y, en consecuencia, un caso blando para una defensa realista. Los argumentos de mobiliario representan el realismo trabajando en su campo blando elegido. No obstante, hay un costo para el realismo en esta estrategia. Pues al recurrir a estos casos, los realistas parecen estar haciendo a un lado, concediendo, inclusive, una cantidad enorme de asuntos muy discutibles al relativismo —lenguaje, locura, orden social, cognición y, aun, la ciencia—. Generalmente, el debate acerca de estos tipos de cuestiones lleva a golpear la mesa, cuando se quiere apoyar una defensa realista de algo más contestable. En la situación retórica que describimos, los relativistas pueden estar ganando las Guerras Epistemológicas, pero corren el peligro de perder la batalla final. Las fuerzas del relativismo se agrupan en torno al último y mejor guardado castillo del realismo (Fortaleza Mobiliario), sitiándolo y sufriendo en el proceso un bombardeo candente: ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Dispositivos de innegabilidad

El argumento del Mobiliario, como el argumento del no argumento, pretende ser el que pone fin a la retórica, el que está por encima de la retórica y el que pone en evidencia sus límites: es "la verdad desnuda" (Latour, 1989), no construida, no apoyada, sin ropa, la que no necesita aliados. El contraargumento para esto es identificarlo como un dispositivo, un constructo retórico, ocasionado y desplegado. Por ejemplo, podemos colocarlo en un conjunto de dispositivos similares para construir lo obvio. En el discurso, el dispositivo del mobiliario comparte rasgos con otros ardides retóricos que, aunque difíciles de socavar en sí mismos, son desplegados como escudos tras de los cuales se coloca alguna entidad más vulnerable. Así posicionados, estos le dan robustez a algún asunto más debatible. Ejemplos de tales dispositivos incluyen afirmar lo obvio, usar tautologías (Sacks, 1989, p. 277), proclamar autoevidencia (Douglas, 1975), citar dichos (Drew y Holt, 1988) y articular lugares comunes retóricos (Billig, 1987).

Un efecto retórico notable en el uso de tales "dispositivos de innegabilidad" es el de crear una situación retórica difícil para aquellos que no desean ponerse de acuerdo. Las respuestas a las argumentaciones en las cuales estos dispositivos son usados —este artículo es un ejemplo excelente— sufren al ser vistos como extensos y sobre-elaborados, en comparación con el carácter compacto y breve de los dispositivos en sí mismos: el más obvio y paradigmático entre ellos, el argumento del Mobiliario ("¡bang!").

Trazar la línea

Lo que cuenta como similar-a-Mobiliario varía. Por ejemplo, de acuerdo con la lectura que hace Richard Rorty de Umberto Eco, este traza la línea entre los fenómenos semióticos (signos, textos) y los objetos físicos tales como "rocas árboles y quarks" (Rorty, 1992, p. 99); si bien en la propia lectura de Eco, sus textos se convierten en más similares a rocas, constriñendo la interpretación (Eco, 1992). Rorty es pragmático, monísticamente: "lo que hacemos es reaccionar ante estímulos emitiendo frases que contienen marcas y sonidos tales como 'roca', 'quark', 'marca', 'sonido', 'frase', 'texto', 'metáfora' y así sucesivamente" (Rorty, 1992, p. 100). El sociólogo de la tecnología Rob Kling distingue "constructos lingüísticos [incluyendo] términos científicos como quark" de "objetos físicos como pistolas y rosas* [que] tienen algunas capacidades que no que no solo se derivan arbitrariamente del habla sobre ellas" (Kling, 1992, p. 362). Y el sociólogo del conocimiento científico, Harry Collins parece situar (una de) su(s) línea(s) entre los fenómenos culturales como el lenguaje, la ciencia (quarks) y la tecnología (pistolas, mesas) —todo lo hecho por humanos—, de un lado, y los fenómenos "naturales", como rosas y rocas —todo lo que no lo es—, en la otra: "las rocas proporcionan constreñimientos causales a nuestros movimientos físicos [...] no tenemos que decidir no caminar en medio de eso [...] Una roca proporciona instrucciones a todas las personas por igual... sin que se requiera que sea reconocida" (Collins, 1990, p. 50)7.

La categoría homogénea de Mobiliario, opuesta a la de
Palabras, palos y piedras
pueden romperme los huesos
pero las palabras nunca podrán herirme se rompe. Exploremos algunas de estas variantes, comenzando por la más simple y suave: mobiliario —la mesa misma—.

Palos...

La realista golpea la mesa. ¡Qué ruido tan fuerte! Mucho más fuerte que el habla. Mucho más enérgico que el habla. Mucho más real. Y, sin embargo, insistimos que este ruido, producido en este lugar, en este momento, en el transcurso de este argumento, es un argumento, es habla. Como argumento, tiene la forma de una demostración:

Este (¡golpe!) es real. Este (¡golpe!) no es un mero constructo social. El habla no puede cambiar que es o lo que es. ¿Ves que la realidad limita mi mano (¡golpe!), forzándola a detener su camino? ¿Oyes el inevitable resultado (¡golpe!) de la colisión entre dos objetos físicos sólidos? ¿Queda acaso algo por decir?

Todo esto está dirigido, por supuesto, al relativista, al no creyente, al hereje. ¿Y qué se le pide a esta alma desafortunada? Preferiblemente, que se retracte —si no responde esto se interpretará, generosamente, como una forma de retractación—. Si no lo hace, el argumento de golpear la mesa se convierte en un desafío:

Muéstranos [a quien reta y a la presunta audiencia de colegas realistas] por qué estamos equivocados. Muéstranos el carácter contingente, podría-ser-de-otra-manera, construido socialmente, en-realidad-no-real de esta mesa —¡si puedes!

Aceptemos el desafío. Es sorprendentemente fácil e incluso razonable cuestionar la realidad dada de la mesa. No pasa mucho tiempo, cuando miramos más de cerca, a las vetas de la madera y a las moléculas, antes de que no estemos ya mirando una "mesa". Incluso, se podría llegar a señalar desde la física, que hay ciertos niveles de análisis en los cuales no hay nada "sólido" allí, en el nivel (¿más básico?) de las partículas, de las cuerdas y de la polémica organización del espacio subatómico. Su solidez entonces es, ineludiblemente, una categoría perceptiva, un asunto de cómo nos parece que es la mesa a quienes observamos, en la escala de la percepción humana y de la acción corporal8. La realidad adquiere una dimensión intrínsecamente humana y, como mucho, podemos afirmar de ella un "realismo de la experiencia" (Lakoff, 1987).

Quedémonos en la escala humana. Cuando la mesa es atacada, no es golpeada en su totalidad: solo el pedazo de ella que queda bajo el puño o la mano o los dedos, o las puntas (de algunos) de los dedos. ¿Qué cubre esto, solo el pedazo golpeado? ¿Qué lo hace un pedazo de una mesa? ¿Y para quién? ¿Cómo queda incluido el resto de la mesa como sólido y real? ¿Y cómo sucede que, incluso, la parte que es golpeada queda demostrada como real para alguien más que para quien la golpea? ¿Y, exactamente, de qué manera garantiza esta demostración, aquí y ahora, la existencia continuada de la mesa, después en ese otro momento, y la de todas las otras mesas, paredes, piedras, ad infinitum, universal y generalmente? Estamos dejando mucho a la fe, sin importar qué tan "razonablemente".

Esta quisquillosidad deconstructiva puede parecer pedante y poco razonable. Pero el realismo no alcanza su objetivo sin todo ese detalle. Más bien, depende de él, pero como trasfondo, como un método y un supuesto, como escenario, utilería, procedimiento, mas no como tema. Los relativistas eligen convertirlo en un tema, o al menos lo entienden como tematizable de esta manera. El realismo despliega y disfraza todas estas cosas de fe, nos pide que interpretemos sus golpes sobre la mesa como una prueba de la existencia de las mesas en cuanto tal —y de muchas cosas más—, mientras que todo el tiempo dependen de la cooperación de la audiencia para que ignoren cómo se ha hecho: permitiendo que pedazos de mesas representen mesas enteras —metonimia—, que instancias se hagan pasar por categorías —esta es una "mesa"—, que una experiencia —de una persona— represente la de muchas —y sea reconocida por todo el mundo—. Tratamos, entonces, si lo examinamos con mayor cuidado, no con una demostración de la realidad externa, sino con el funcionamiento del sentido común consensuado. Para los relativistas, el sentido común consensuado es un tema interesante. Su funcionamiento puede ser examinado, en vez de ser empuñado como una cachiporra contra la indagación.

... Y piedras

Podría argumentarse que el mobiliario es una categoría de objetos desafortunada para el propósito de realizar demostraciones realistas, cuando la comparamos con, por decir algo, las rocas y las piedras, pues las mesas son artefactos culturales, mientras que las piedras no. No es tan fácil decir que el mobiliario existe independientemente de las prácticas y categorizaciones humanas. Una realista podría responder que este comentario no da en el blanco. Es su estatus como objeto físico, no como "mobiliario", el que importa. Cualquier cosa serviría; cualquier mesa puede ser golpeada igual que una piedra. Y el mobiliario tiene la clara ventaja de que las participantes realistas de estas discusiones no tienen que hacer salir a todo el mundo para encontrar piedras para golpear, ni llevarlas en su bolsillo con ese fin. Pero entonces, las rocas también son culturales, en la medida en que son categorizadas así; inclusive en la definición del mundo natural, clasificadas como rocas ígneas y rocas sedimentarias, divididas entre granos de arena, pedazos de gravilla, guijarros, rocas, peñas, montañas, domesticadas en parques y jardines ornamentales, protegidas en las zonas vírgenes, cortadas, compradas, utilizadas y exhibidas como "piedras preciosas": comprenden una subcategoría de "mejores amigas de las mujeres"; ¡y ni mencionar al refrigerante para vodka!

No obstante, las rocas son un emblema útil de la realidad natural, incluso para un relativista como Harry Collins, cuyo ejemplo de la llana realidad es lo que sucede "cuando nos tropezamos con una roca" (Collins, 1990, p. 50). Se refiere a un acto no intencional, a un evento físico, en el cual "nuestras acciones son causadas directamente por la roca y no por nuestras interpretaciones de lo que la roca es" (Collins, 1990, p. 50). Es fácil pasar por alto el objeto en cuestión aquí: la descripción de Collins, y no un mero fragmento de la realidad. Imaginemos esto como un evento observado, en vez de simplemente asumir que la descripción es real. Vemos a alguien tropezarse con una roca. ¿Es eso algo que podemos "ver"? ¿Es esa la única descripción que podemos ofrecer de ese evento? ¿Cómo cambiaría si consideráramos que su carácter accidental es parte de cómo se presenta —como en una comedia circense—? Pero, en el ejemplo de Collins, somos nosotros mismos los que nos tropezamos, así que quizás conocemos el evento directamente y no por medio de un reporte. ¿Hace esto alguna diferencia? Solo la haría si los estados intencionales preceden lógicamente el estatus real de las piedras y si aceptamos que la introspección, la autoconciencia y la memoria son fundamentos fiables para reportar eventos, de tal forma que la realidad quedaría garantizada. Puede que estos supuestos sean perfectamente razonables a la hora de ocuparnos de nuestros asuntos en el mundo, pero van mucho más allá de cualquier afirmación de la realidad externa de la roca y de tropezarse.

El evento de la roca de Collins se entiende mejor como un evento prototípico, no como un evento actual (cf. Rosch, 1975; Lakoff, 1987). La roca y el tropezarse son ofrecidos como tipos comunes, obvios, corrientes o de jardín —donde están las rocas y los árboles—, vulgares, ordinarios, y típicos; no como los tipos de ejemplos borrosos, limítrofes o ejemplos tontos, como Ayers Rock, la tiza quebradiza o los diamantes. Son idealizaciones, prototipos, no casos actuales; algo que debilita su estatus como ejemplares por excelencia de la realidad. No solo son prototipos y no instancias actuales, sino que, precisamente, esta irrealidad les permite figurar retóricamente. Funcionan al emplear prototipos semánticos para representar un conocimiento realista general e idealizado (algo que ya es bastante polémico: cf. Edwards (1991)), y al hacer pasar a estas representaciones por aquello que todas las personas deberían estar de acuerdo en decir sobre un evento específico. Una vez más, igual que en el caso de golpear el mobiliario, la retórica del realismo y de una realidad más allá de la descripción constructiva requiere, para ser efectiva, una estudiada desatención a las instancias concretas. En el ejemplo de Collins, el lenguaje mismo da las herramientas para construir una realidad más allá de las palabras.

Una vez que aceptamos que Collins no nos ofrece la realidad sino un relato corto, la única razón que tenemos para aceptar el relato como meramente real es que nos dicen que lo hagamos. Es como se nos presenta la historia, no como una historia en absoluto, sino transparentemente, como la realidad misma. El truco que produce la realidad consiste en cambiar de voz (footing)9 con destreza y de manera subrepticia —¡sin tropezar!— entre dos personajes: el narrador, y la persona que se tropieza con la piedra. La roca tiene una realidad dada para quien se tropieza y según el texto. ¿Pero qué es una "roca", un "tropiezo" o un "accidente" en el mundo más allá de las palabras? ¿Y cuáles son los límites definitivos de los efectos y las restricciones de una roca así? Collins adopta una posición extraña para un sociólogo del conocimiento científico —aunque no lo sea para un practicante de la "ciencia del conocimiento"—10. Las ondas gravitacionales tienen que construirse como descubrimientos, pero las rocas simplemente están ahí —para personajes que se tropiezan; aunque parece que no para personajes llamados geólogas, mineros, joyeros, o escaladores11—. Es un tipo de engaño cuando los escritores introducen a la realidad como unas descripciones específicas de ella y después esconden la escalera textual y nos piden que consideremos que la realidad así descrita está ahí afuera. Las y los científicos hacen exactamente esto cuando despliegan su repertorio empirista (Gilbert y Mulkay, 1984), construyen hechos a través del proceso de "dividir e invertir" (Woolgar, 1988a), y también los y las sociólogas cuando, de manera irreflexiva, hacen esto mismo (Ashmore, 1989).

Pero ¿y las palabras...?

Los realistas algunas veces afirman que los construccionistas también tienen una realidad última: el texto, la interpretación, la lectura definitiva; incluso la afirmación de que podemos reconocer un argumento realista cuando lo vemos12. Este argumento resulta bastante extraño, quizás la mejor manera de entenderlo es plantearlo con un espíritu de solidaridad: "aunque no estemos de acuerdo en el contenido de nuestras líneas de fondo (bottom lines), al menos compartimos el tenerlas". Pero los textos son tan debatibles como el mobiliario; de hecho, de manera más evidente. No afirmamos que los textos tengan un significado ahí afuera, al menos no más que el mobiliario. Estamos de acuerdo con la descripción de Rorty: "la coherencia del texto no es algo que tenga antes de ser descrito" (Rorty, 1992, p. 97). Infortunadamente, este punto es malinterpretado con frecuencia por los críticos —del análisis del discurso, por ejemplo—, quienes, al ver una interpretación determinada, la toman como evidencia de que la analista, al formularla, está afirmando que es la única interpretación adecuada (Collins, 1983; para una respuesta crítica, ver Potter, 1988). No es que los textos sean más reales, o que estén descritos de una forma más singular que el resto del mundo; sino, más bien, que el resto del mundo es como un texto. Todo tiene que ser representado e interpretado.

El salto a la palestra reciente de Umberto Eco (1992) contra el relativismo es un llamado a establecer algunos límites realistas a la construcción del significado de un texto centrado en la lectura que había defendido antes (Eco, 1979). El problema que tiene la idea de los límites objetivos de las interpretaciones de los textos, o de las descripciones de los eventos físicos, es que resulta imposible decir, antes de la discusión, exactamente cuáles son estos, sin caer en la circularidad de simplemente confiar en la palabra del autor, o apelar, como hace Eco, a aquello que a otros lectores y lectoras les parecería "absurdo" (Eco, 1992, p. 24). Pero esto también es desafortunado, pues aquello que a la gente le parece absurdo es, claramente, un asunto de juicio social y consenso, y ofrece la misma garantía de ser real o verdadero que cuando juicios posteriores declaran que todo el mundo estaba equivocado14. Sugerimos que no hay más salida que interactuar con el consenso y con los argumentos, y que no tiene sentido más allá de eso, salvo que sea como una parte familiar de tales argumentos, situar al objeto de ese consenso en el mundo o en el texto objetivo. Incluso las relativistas pueden argumentar y ponerse de acuerdo sobre cosas, como en breve argumentaremos en busca de que ustedes se pongan de acuerdo con nosotros en esto.

La muerte

Junto al Mobiliario, otro "caso difícil" para el relativismo es el de la Muerte, nuestro emblema para invocar los valores importantes y la moralidad que, aunque podríamos argumentar que son variables a través del tiempo y el espacio cultural, a menudo son compartidos por realistas y relativistas, como cointegrantes de la "tribu de intelectuales occidentales" (1987, p. 73) de que habla Feyerabend. Es cierto que parte de la fuerza de los argumentos de Muerte y Mobiliario es su habilidad para apelar a todos los participantes de las disputas epistemológicas, como integrantes de una cultura común, para quienes estos operan como íconos de una verdad trascendente más allá de la (de)construcción. Una forma en la que los argumentos que apelan a la Muerte se diferencian tiene que ver con las realidades político-morales que invocan: las cosas obvias y buenas que los relativistas no tienen derecho de menoscabar, o las cosas obvias y malas a las que no tienen derecho de hacerles espacio moral (Smith, 1988, p. 218). Entre los muchos ejemplos de estos últimos encontramos a "los abusadores de mujeres, la quema de novias, la clitoridectomía... La gravedad adicional de los ejemplos en los que las víctimas son mujeres no puede pasarse por alto" (Smith, 1988, p. 218.). Pero no solo se emplea como víctimas a mujeres: también se recluta a los pobres y los oprimidos, a los muertos y moribundos, a las víctimas de asesinatos, masacres y genocidios.

Es interesante notar que no hemos encontrado muchos ejemplos del primer tipo, del buen tipo, de realidad invocada. Quizás esto se deba a que la mayoría de nuestras interacciones —y de nuestras preocupaciones y valores compartidos— han sido con "realistas críticos" de izquierda. Como razón alternativa podríamos proponer que quizás el realismo, o la realidad —o al menos algunos pedazos concretos de ella—, tienen ellos mismos el papel de "el Bien que no debe ser menoscabado" en los argumentos de Muerte y de Mobiliario. Así pues, aunque el hecho de que "el Holocausto haya ocurrido" es, históricamente, un obvio, incluso icónico, mal-que-no-debe-ser-justificado, la afirmación "el Holocausto ocurrió" es, retóricamente, un bien-que-no-debe-ser-negado.

Hay dos formas relacionadas del argumento de la Muerte y cada una señala la supuesta bancarrota moral del relativismo. Una de estas señala que la muerte, la miseria y los desastres son innegables, a menos que se trate de una persona sinvergüenza o tonta. Esta es la versión ontológica, la más estrechamente vinculada con el Mobiliario. La otra, la versión sirena, adopta la forma de la funesta advertencia de que el relativismo de hecho produce muerte y miseria; por ese camino yace el Holocausto. Las dos versiones están conectadas por una historia causal: la negación ontológica lleva a bajar la guardia y al camino al infierno que está empedrado con las buenas intenciones de las relativistas —que son como avestruces—. Esta segunda forma, la de sirena, del argumento de la Muerte, se asienta sobre el supuesto de que solo el pensamiento objetivista puede "ponerle la tranca a la puerta de la polis y mantener a raya a la noche, a la jungla, y a los chacales" (Smith, 1988, p. 154). Smith responde a esto que estas cosas suceden de todas formas, algo bastante aparente, a pesar del dominio del objetivismo, y que las afirmaciones de haber capturado la realidad a secas —gracias a tener a Dios de su lado— las hacen ambos bandos de la gran mayoría de las disputas político-morales del mundo que conducen exclusivamente los realistas.

He aquí dos ejemplos de argumentos de la Muerte tomados de reseñas de trabajos relativistas que muestran las conexiones sutiles entre la forma ontológica y la forma sirena14:

Creamos significados, apropiados para la ocasión, como dramaturgos, novelistas y hablantes ordinarios. (Mulkay 1985, p. 167)

En un plano, puedo aceptar esto sin problemas; en otro, parece totalmente irresponsable. Mientras escribo esto, un sector de Tripoli ha sido arrasado por un grupo de aviones que en este momento están (espero) estacionados a unas pocas millas de mi Torre de Marfil. Unas 100 personas (no muchas para los estándares modernos) murieron. No las mataron las palabras ni están muertas porque el resto del mundo decidió declarar que lo están. Su muerte fue el resultado del uso de una cantidad inmensa y desproporcionada de conocimiento técnico y científico. Si solo podemos ver este conocimiento como otra historia, entonces nosotros también mereceremos ser víctimas de él. (Craib, 1986)

Mientras las bombas estallaban y la carne era separada de los huesos, me pareció difícil soportar este tipo frío e impasible de análisis sociológico de los sistemas de misiles.... El constructivismo se rehúsa a tomar una posición [...]. [Muestra] indiferencia frente a las características (técnicamente corpóreas) de la condición humana —en este caso, del sufrimiento humano—. (Winner, 1992)

El efecto retórico buscado en estos pasajes es la producción de culpa. Los escritores reseñados (Mulkay, 1985; MacKenzie, 1991) son acusados de exhibir una despreocupación irresponsable por las realidades de la muerte y la destrucción causadas por el mismo "conocimiento científico y técnico" del que se ocupan. Claramente, les ha fallado su epistemología relativista: su terca resistencia a reconocer alguna realidad no interpretada los ha llevado a una indiferencia burda y ofensiva. Su bancarrota moral al elegir hablar sobre el habla de una forma fría e impasible, en vez de tomar una posición, no solo es personalmente reprochable, sino también públicamente dañina. Si nosotras —las lectoras de los reseñados y de las reseñas— somos suficientemente tontas como para ser persuadidas por estos desencaminados relativistas, "entonces nosotras también mereceremos caer como víctimas": una maldición brutal, hay que decirlo, que unos escritores de textos puedan desearle a otros15. La realidad que negamos —y a la que al negarla no nos oponemos— se reafirmará con una terrible justicia poética; nos matará. Y este apocalipsis será un castigo adecuado para nuestra carencia de fe; y, sin embargo, mientras nos quitan la vida, ¡mirad como se restaura nuestra fe en la realidad! ¡Alabado sea lo Real (y distribuyan las municiones)!

Es reconfortante notar que rara vez se acusa a los relativistas de promover el mal. Su crimen es de omisión, no de perpetración. A ellos —a nosotros— se les acusa de quietismo moral y político, de estar congelados en movimiento, incapaces de hablar, de moverse o de elegir, de carecer de todo fundamento para comprometerse con metas o valores. Pero esta acusación explota el supuesto objetivista (Smith, 1988) de que rechazar el realismo es la misma cosa que rechazar todas las cosas que los realistas piensan que son reales. Según un análisis relativista, como hemos argumentado, son los realistas los que yacen congelados en movimiento, porque tan pronto como se mueven, representan.

Voltear la moneda moral*

En cualquier caso, el congelamiento no es solo un asunto de epistemología. La realidad puede servir como retórica para la inacción "—sé realista [...] afronta los hechos [...] olvídate de eso [...] no puedes caminar a través de las piedras [...] no puedes cambiar la realidad, la naturaleza humana, las fuerzas del mercado [...] así son las cosas [...] la vida no es justa"16. Es una forma familiar de argumento contra el cambio, contra la acción, contra las potencialidades abiertas de cualquier tipo. La realidad está dada, percibida, ahí afuera y es restrictiva. Podríamos argumentar que la vida buena solo es vivida y confeccionada para los relativistas y las construccionistas, como en la acción social responsable incluyendo la del análisis social; y no solo algo que debe considerarse como prestablecido, descartado como imposible o —como hacen los desconectados analistas objetivos— observado pasivamente y registrado. Cuando menos, el realismo no tiene jurisdicción exclusiva sobre la pragmática de hacer un mundo mejor.

De hecho, la moneda puede voltearse fácilmente. Es difícil ver cómo pueden los realistas estar tan seguros sobre los asuntos morales y políticos. ¿Cómo encaja el realismo ontológico, aliado con el empirismo, con las convicciones morales? ¿Qué hacen las realistas acompañadas de algo tan irracional como las convicciones? ¿No son estas las mismas personas que deberían descubrir los hechos, investigar si alguna raza o género de hecho es inferior de acuerdo con alguna medida, poner a prueba la hipótesis, revisar si el Holocausto sí ocurrió realmente, etcétera? No obstante, cuando este tipo de cuestionamiento menoscaba, o amenaza con menoscabar, una visión específica consensuada del mundo, de repente se lo considera como ilegítimamente relativista. Como señaló Bloor al discernir el carácter sagrado de la ciencia, cuando se resiste al cuestionamiento científico —también conocido como relativista— de sí misma, "se ha tocado algún nervio" (1976, p. IX).

Más comúnmente, sin embargo, en las disputas académicas igual que en las de otro tipo, se trata de un grupo de realistas debatiendo con otro. O ya conocen el mundo de forma no empírica, o lo tienen que descubrir. Pero, entonces, ¿cómo manejan los desacuerdos?

Yo tengo razón y usted está equivocado". "No, yo tengo razón y usted está equivocado". "No, no, yo tengo razón y usted está equivocado.

Un método más útil y sofisticado empieza por cuestionar el método, los supuestos, o la retórica de la contraparte; es decir, emplea las herramientas del análisis relativista-construccionista. De hecho, es difícil imaginar lo que sería el trabajo académico moderno sin estos métodos. Pero los realistas los utilizan de forma selectiva: solo contra oponentes; y solo en contra de. Cuando se concibe como un método exclusivamente crítico, el análisis —ya sea en forma de sociología del conocimiento, psicoanálisis, crítica ideológica o retórica— es empleado para menoscabar aquello sobre lo cual se emplea. Los relativistas insisten que el Análisis puede ser empleado de manera general. En concreto, insisten en que no pueden hacerse excepciones convenientes en beneficio propio: también tiene que aplicarse reflexivamente a la posición que se sostiene17.

La ventaja de la concepción relativista de la realidad como retórica es que podemos tomar posiciones y discutir. Las afirmaciones de la irrealidad del Holocausto pueden ser, como todas las afirmaciones absurdas, como todas las afirmaciones de cualquier tipo, examinadas para establecer cómo fueron construidas y empleadas. El realismo no es una posición mejor que el relativismo para garantizar que los buenos ganen, ni siquiera para determinar quiénes son los buenos —a menos de que utilicemos algunos supuestos realistas específicos que sitúen algunos asuntos fuera del alcance de los argumentos—. El realismo es la retórica de la no retórica, movilizada a favor de alguna afirmación concreta en contra de otra. Los realistas no pueden darse ínfulas de superioridad moral o política, o epistémica, pues pululan sus desacuerdos en cuanto a los detalles.

Los relativistas se enfocan analíticamente en la variabilidad y en la contingencia. Pero también pueden (podemos) hacer parte de esa variabilidad de forma al menos tan cómoda como los realistas. No hay contradicción alguna en ser un relativista y ser alguien, un integrante de una cultura determinada, con sus compromisos, creencias y noción del sentido común de la realidad18. Estas son las cosas mismas que deben sustentarse, cuestionarse, defenderse, decidirse, sin la comodidad de ser ya reales y verdaderas, antes del pensamiento. La idea según la cual abandonar el realismo conlleva a la caída de estos compromisos, es igual de poco convincente que la idea de que la vida sin Dios carece de significado y valor. De hecho, el argumento es sorprendentemente parecido (cf. Smith, 1988, p. 162), al igual que la refutación: la muerte de Dios no ha hecho que el resto del mundo desaparezca, más bien, nos lo ha legado para que lo construyamos. No nos quedamos con un mundo carente de significado y de valor —o un mundo de amoralidad absoluta en el cual "todo vale", como la conclusión nietzscheana y dostoyevskiana—, sino que sucede precisamente lo opuesto. Los significados y los valores pasan al primer plano, para que los sustentemos, alteremos, defendamos e inventemos; inclusive, el meta-valor de que puede ser provechoso declarar algunos de estos significados y valores como universales y evidentes —"Sostenemos como evidentes estas verdades [...]"—. La obviedad aquí es el resultado de la argumentación, no su negación (cf. Latour, 1987).

Smith (1988, p. 150) señala la siguiente objeción al relativismo: sin importar cuán justificable epistemológicamente, es imposible vivir según él. Esto es irónico, pues las relativistas son precisamente famosas por tratar la Verdad —y a otros Absolutos en mayúsculas— como un asunto práctico; con respecto a esto, son las realistas quienes idealizan. Las relativistas no tienen ningún problema con la realidad como el fundamento ordinario de la vida cotidiana; ese es precisamente el punto y, precisamente, el lugar para comenzar a analizarla. De hecho, algunos de nosotros hemos sostenido en otros escritos que la utilidad práctica de las definiciones de realidad suele menoscabar, y no fortalecer, el realismo, pues introduce una motivación para, o interés en, cualquier versión concreta de la realidad que, en alguna ocasión concreta, pueda ofrecerse19.

La muerte muerte

Cuando observamos con mayor detenimiento la concepción del sentido común de la Muerte, esta, como la de la mesa, empieza a desvanecerse: la resurrección, la vida después de la muerte, la supervivencia del espíritu, los criterios no-simultáneos de la muerte cerebral, el punto en el que se podría apagar el soporte vital, la suspensión criogénica, el momento preciso —¿qué tan preciso?— de la muerte. Hay una muerte "natural", que viene acompañada de imágenes de paz, realización y avanzada edad —"una pequeña vida, culminada con un sueño"— y una muerte "innatural" —la Muerte muerte—, con sus connotaciones de violencia, dolor, desperdicio y pérdida. Hay asesinatos —y sus grados—, homicidios involuntarios, la pena de muerte, asesinatos en medio de la guerra, homicidios justificados, crimes passionnels, accidentes, suicidios: como todo el mundo sabe, estas categorías son tan construidas como pueden serlo. Profesiones enteras —abogados, asesinos, fabricantes de armas, detectives, novelistas, criminólogos— se dedican a la vinculación de eventos con una u otra categoría y a la delineación y ramificación del sistema de categorías en su conjunto. La muerte nunca es sencilla. Nos interesa demasiado como para serlo20.

Consideremos un caso —que parece ser— simple, por cortesía de Keith Grint y Steve Woolgar (1992, pp. 374-378). Ellos plantean la pregunta del carácter construido de un "hecho evidente" de la forma más escueta posible. El texto que consideran es la siguiente afirmación, innegable, de su oponente, Rob Kling21: "Es mucho más difícil matar a un pelotón de soldados con una docena de rosas que con balas de alta velocidad bien apuntadas" (Kling, 1992, p. 362). Considerando que esta afirmación está construida sobre una cierta versión definitiva de las capacidades técnicas diferenciales (y asociales) de las pistolas y las rosas, Grint y Woolgar se ponen en la tarea de deconstruir este argumento último, de carácter técnico. Proponen que cada intento sucesivo por alcanzar un "efecto" final, no interpretable —hueco en la cabeza, cuerpo desplomado, herida, dolor, muerte—, a partir de una "causa" determinada —pistola apuntada, bala cargada, gatillo apretado—, puede, con ayuda de la suficiente terquedad, contra-intuición y esfuerzo, ser entendido como (otra) construcción social. Pero, dado que nadie está negando aquí que matan a la gente, ¿por qué molestarse con este tipo de deconstrucción? ¿Cuál es el punto? "El punto es que.... Lo que cuenta como técnico es precisamente un reflejo del esfuerzo que se necesita para mostrar que es social" (Grint y Woolgar, 1992, pp. 376, 378).

El punto es académico. En el lenguaje cotidiano, "académico" implica inútil, vacío, intrascendente. Pero somos académicos, para quienes es adecuado, incluso esencial, preocuparse por el estatus epistémico y ontológico de las afirmaciones de conocimiento. Y es todo menos intrascendente. Si se puede demostrar que hasta las instancias últimas de la bruta realidad son logros sociales, entonces los académicos se encuentran frente a una maquinaria poderosa: la posibilidad de criticar, negar, deconstruir, argumentar, en pro de cualquier verdad, hecho, supuesto, régimen o filosofía: en pro de cualquier cosa. El relativismo es la posición académica por antonomasia, donde todas las verdades todavía están por ser establecidas.

Es una especie de magia*

La idea de la Muerte y el Mobiliario como cosas per se no resiste el escrutinio. No hay un per se. Las objetivistas, por lo tanto, necesitan un artefacto para introducir la realidad, para que ella haga per se el papel de una refutación del relativismo. Necesitan invisibilizar los actos de construcción, categorización, y retórica. Necesitan colocar esas cosas en su lugar y, después, con rapidez y sin ser vistos, llevarse —o distraernos de advertir— la utilería y los soportes representacionales. Necesitan improvisar una versión sucia del sentido común del repertorio empirista de la ciencia22, para producir una realidad que simplemente esté ahí afuera, sin soportes a la vista; lo significado sin el significante.

El dominio clásico para esta clase de artefacto es el de las exhibiciones de magia, aunque debemos señalar que las demostraciones científicas también son, de manera menos obvia, un buen ejemplo de esto23. Argumentar que el realismo es una especie de magia invierte el supuesto usual, pues la magia es la antítesis de la ciencia y del sentido común objetivista que, a su vez, hacen parte del reclamo de validez del realista. Normalmente se piensa que son las relativistas las que necesitan de la magia. Alguien golpea el mobiliario, o cita algún pedazo de la bruta realidad, el martillar de una puntilla en la pared, o lo que sea. ¿Cómo respondemos?

¡Qué daríamos por un poco de magia! Si tan solo pudiera chasquear los dedos y hacerlo desaparecer, la puntilla se hunde en la pared sin martillar, la mesa desaparece, la asistente fue cortada por la mitad y ahora está entera otra vez. Eso les enseñaría.

Pero espera, quizás se puede hacer. Hago lo siguiente: me llevo la mesa, la alzo y la llevo al cuarto de al lado, vuelvo a entrar, y digo "¿cuál mesa?", triunfante. Y ellas dicen: "¡Déjate de patrañas, solo te la llevaste!". Pero, ¿y si me la pudiera llevar más rápido, o cuando ellas no estén mirando, o si las pudiera distraer mientras lo hago, o si lo hago habilidosamente, o con una asistente escondida, de modo que ellas no puedan ver cómo lo hice? Ahora soy un mago, un James Randi, o incluso un Uri Geller. Pero, ¿he ganado el argumento?

Ellas responden: "Déjate de patrañas, ¿qué hiciste? ¿Dónde está la mesa? ¿Cómo hiciste eso? Esto es un truco.... Hazlo otra vez mientras estamos mirando. Hazlo bajo condiciones controladas". La realidad queda restaurada y es irrefutable. Las excepciones se desestiman y se consideran irreales; como trucos, casos irrelevantes, no como genuinas excepciones24.

El mago James Randi descalificó las cucharas dobladas por Uri Geller como un simple truco, mera prestidigitación. Las cucharas son cucharas. Las cucharas son como el mobiliario, de hecho, son una clase de Mobiliario para nuestro propósito, pues desempeñan el papel de la bruta, obvia, realidad doméstica. La demostración de Geller depende de esta simple realidad de las cucharas; precisamente, porque sabemos que las cucharas no se doblan así, pensamos que está haciendo algo extraordinario. Tanto Randi como Geller requieren de esta concepción de las cucharas. Lo mismo sucede con la ciencia y con lo sobrenatural. La ciencia necesita procedimientos —y argumentos contingentes construccionistas— para descartar la irrealidad. Lo sobrenatural necesita a lo natural; los espíritus burlones cambian el mobiliario de lugar y los zombis son no-muertos que caminan. Si no fuera por la realidad del sentido común de la muerte y el mobiliario, nada sería extraordinario.

Pero el realismo no solo depende de una categoría de lo irreal para definir la realidad. También depende de los procedimientos que establecen las cosas como reales en sí mismas. Este es el método, una parte tanto de las demostraciones de Mobiliario como de los experimentos científicos, que funciona como las exhibiciones de magia. El método se presenta como transparente, como no constructivo, como algo que solo revela —en los reportes experimentales su lugar es la sección del método, no la sección de los resultados—. Si examinamos cómo el método produce de modo substantivo los resultados, los estamos criticando por ser artificiosos. Es como afirmar que un relativista movió la mesa o que Geller hace trampa. En la ciencia y en la magia, los procedimientos son distanciados de sus efectos, y se diseñan para ser transparentes, inadvertidos, mientras que los resultados tienen el papel de revelar el mundo.

Ahora, debería verse que el argumento del Mobiliario opera de manera parecida. Golpea la mesa y se acaba la actuación, desaparece la mano y la mesa simplemente está ahí: "¡Miren, sin manos!"; la bruta realidad. Está diseñado para dejar a la realidad simplemente flotando ahí, como la asistente del mago que levita, sin soportes visibles. Y, de la misma manera que preguntamos cómo se hizo la magia, debemos preguntar lo mismo del argumento del Mobiliario. De hecho, este es el punto crucial. El relativismo afirma que no existe un acto que produce la realidad, incluyendo las demostraciones de Mobiliario, que no pueda examinarse para determinar cómo fue producido, que no dependa del método, que no pueda ser deconstruido y que no se encargue retóricamente de otra verdad posible. Se requiere una demostración convincente, como golpear una mesa, para cumplir esa función esencialmente persuasiva —convincente, demostración—, para que no se considere que la mesa es una ilusión —¿Estoy realmente ante una mesa?—, un holograma, o lo que sea.

Las verdades son ilusiones que hemos olvidado como tales, metáforas que son tan habituales que han perdido su fuerza sensorial [...] precisamente en virtud de esta inconsciencia y de este olvido, [el ser humano] alcanza esta sensación de verdad. (Nietzsche, 1873, p. 182, citado en Forrester, 1989, p. 145)

Ética, teología y quietismo

Una objeción común que se le hace al relativismo es que debe tratar a las opiniones de todo el mundo como igualmente válidas; que no ofrece fundamento alguno para que nos importen los asuntos morales, políticos o factuales. El argumento de que el relativismo se contradice (cf. Billig, 1991, pp. 22-26) está vinculado a esta objeción, al quedar atrapado en el dilema relativista que es igual y opuesto a lo que hemos llamado el dilema realista. Mientras que los realistas se disparan a sí mismos en cuanto representan, los relativistas lo hacen tan pronto argumentan. Argumentar a favor de algo es mostrar que algo es importante, tener una posición, algo que inmediatamente deja de ser relativista.

Pero si renunciamos a la verdad y validez objetiva, y en su lugar acogemos los procesos sociales y el razonamiento práctico, entonces también debe desaparecer toda noción de estar comprometidos con una "validez igual". Lejos de descartar la posibilidad de justificar un punto de vista concreto, el relativismo insiste en ello. Como lo expresa Smith: "La idea de que el relativismo le hace la vida más fácil a quien lo sostiene en cuanto respecta a la vida política o moral es una fantasía absurda del pensamiento objetivista" (Smith, 1988, p. 166).

En vez de simplemente defender al relativismo de las acusaciones de disolución moral presentadas contra él, reivindicamos su fuerza política y moral. El relativismo ofrece un constante mecanismo de resistencia25. Tiene el potencial de ser liberador, peligroso, inquietante, y posee un atractivo duradero radical: nada tiene que asumirse como simplemente, obviamente, objetivamente y sin construcciones, verdadero. La realidad solo puede ser la realidad-como-la-conocemos y, por lo tanto, sin importar qué tan contraintuitivo parezca, producida por, y no previa a, la indagación. Pues lo que vale como realidad es, para cualquier objeto concreto, al menos en potencia, un asunto de disputa y consenso. No es claro dónde exactamente trazar la línea entre lo objetivamente real y lo que es real, en virtud de ser construido, entre las rocas y los quarks, entre el mobiliario y el fascismo. Un cuestionamiento fundamentado de todas las verdades en tanto que afirmaciones es la única garantía; las cosas que simplemente sean reales, si acaso esto significa algo, sobrevivirán al escrutinio. Y quienes están principalmente interesados en cuestionar abrigadas verdades como la ontología del Holocausto26 se exponen, como todos los que describen el mundo, a la producción de contra-construcciones de sus motivaciones e intereses; algo que, en este caso, no es difícil de hacer.

Quienes sostienen que sus verdades pueden preservarse mejor si son protegidas de la indagación, siguen una ética religiosa, no científica. Las verdades se convierten en objetos sagrados, no aptas para ser profanadas por la naturaleza corrosiva de la indagación, verdades que deben celebrarse mediante ensalmos y propagarse a través de la conversión a la fe. Los argumentos últimos de los realistas son tipos de encantamiento e intentos de conversión. Se presentan como los puntos más allá de los cuales no se permitirá la indagación. Nosotros, los "amorales" relativistas, somos quienes reclamamos el derecho a indagar y somos, por lo tanto —y esto también es debatible, por supuesto—, los verdaderos guardianes de la llama de la ética de la ciencia. Los realistas, igual que los conservadores religiosos, quieren que la indagación, las disputas, la argumentación, y las controversias... finalmente... SE ACABEN

[...] paz [...] qué apacible [...] qué silencioso. Ahora que hemos ganado. Mucho mejor. Todas esas voces [...] silenciadas. ¿Sobre qué eran todos esos interminables debates? Casi ni nos acordamos. Ahora todo el mundo está de acuerdo; todo el mundo conoce la verdad. Y esta es [...] ya casi ni nos acordamos. No importa ya. Nada parece importar ya. Tanto silencio. Nadie habla; ¿de qué se puede hablar? Nadie escribe; ¿para quién?, ¿para qué? Todos estamos de acuerdo, lo vemos. Solo vivimos nuestras vidas, dormitamos y morimos. Y eso al menos, todos estamos de acuerdo, es REAL.

Callejones sin salida: negación, argumentos

Hemos señalado que mientras a los realistas los pone en peligro, supuestamente, su necesidad de representar, a los relativistas los pone en peligro igualmente y esto es discutible, su necesidad de argumentar. Cada bando deja al otro fuera del campo desde el comienzo, y el debate llega a un callejón sin salida. Sin embargo —¡estamos de buenas!—, mostrar que el debate realismo/relativismo es un tipo de callejón sin salida tautológico es mucho más cómodo para el —a menudo negativista— relativista que para el —siempre positivista— realista. El relativismo puede defenderse como una crítica fundacional, un tipo de escepticismo, una negación del realismo y no necesariamente como una teoría positiva que pretende establecer una realidad alternativa27. Llegar a un callejón sin salida puede verse como una especie de victoria. Aunque quizás el realista también puede sostener que ha conseguido aquí una "victoria" de similar apariencia pírrica; si la crítica no logra conquistar, ¿para qué molestarnos con ella? Podemos construir un caso a favor de molestarnos si argumentamos a favor del valor positivo de la negatividad del relativismo.

Así pues, una movida relativista "para salir" del callejón sin salida es considerar nuestro propio "ismo" como una (no)posición puramente negativa. Los relativistas tienen varias formas de lidiar con la idea de que lo que ofrecemos es espurio: o una forma de realismo disfrazado (la realidad del texto, o la objetividad de lo social) o una posición que se auto-refuta (el tu quoque: Ashmore (1989)). La salida de Rorty es declararse un "pragmatista" y resistirse al epíteto de "relativista" que los objetivistas le colocan. El pragmatismo se ofrece no como una explicación positiva alternativa, sino como un "punto puramente negativo" (Rorty, 1985, p. 6). La movida de Rorty puede entenderse como un esfuerzo retórico por escapar de la crítica de la auto-refutación, al negar que está haciendo una afirmación positiva en absoluto. De manera semejante, los pronunciamientos relativistas de Feyerabend son presentados como retóricos

[...] enunciados que yo, como miembro de la tribu de intelectuales de Occidente, presento al resto de la tribu (junto con los argumentos adecuados) para hacerlos dudar de la objetividad y, bajo ciertas formas, de la viabilidad de la verdad objetiva. (Feyerabend, 1987, p. 73)

Feyerabend no es nada tímido al respecto:

Puede que use los principios equivocados; puede que obtenga las conclusiones equivocadas de ellos; pero pretendo emplearlos como herramientas retóricas, no como fundamentos objetivos para el conocimiento y la argumentación. (Feyerabend, 1987, p. 79; las cursivas son nuestras)

Smith (1988, p.150) propone una salida semántica del callejón basada en la sugerencia de que para los realistas y para los relativistas, los mismos términos básicos —por ejemplo, la realidad— significan cosas distintas. Ella señala que, con frecuencia, el "relativismo" que se discute no fue definido por ella, sino que es un invento de los objetivistas. Los objetivistas tratan todas las afirmaciones relativistas como inversiones de su propia posición; como negaciones de la realidad que conducen al tipo de anarquía moral y ontológica que solo sus propios supuestos sobre la realidad y orden podrían augurar. En otras palabras, las críticas antirelativistas suelen ser circulares. Versiones falsas del relativismo incluyen el relativismo del "todo vale" —supuestamente una lectura maliciosa de Feyerabend (1975)— y el "subjetivismo total" —que Smith denomina una versión "de estudiante de segundo año" del relativismo—. Otras versiones incluyen, como hemos ruidosamente recalcado, el "quietismo" moral y político: como si analizar cómo está hecho el pastel significara que no lo podemos comer: o, volviendo a las exhibiciones de magia, como si "revelar cómo se hace la cosa es lo mismo que sugerir que, igual que la mujer cortada por la mitad, esta no se hizo en absoluto" (Geertz, 1988, p. 2).

La salida de Latour del callejón involucra disolver la distinción entre los actuantes humanos y los no-humanos. Las cosas pueden hablar por sí mismas, o ser reconocidas haciéndolo, mientras que las personas pueden hablar a nombre de otras, u otros pueden hablar a nombre de ellas. Noten que la jugada de Latour coquetea con otra especie de magia, el animismo, al disolver las categorías básicas de la existencia y al permitir que las cosas hablen y hagan parte de la sociedad28. El callejón sin salida que considera Latour no es estrictamente el que opone a relativistas y realistas —él defiende el relativismo con la misma fiereza que defiende el realismo— sino uno que involucra a realistas y "relativistas sociales" como Collins —en realidad, realistas sociales— para quienes casi todas las cosas se construyen socialmente menos los procesos de construcción social y, ocasionalmente, algunas categorías de línea de fondo como las piedras.

Analistas como Rorty, Feyerabend, Smith, Latour (y Edwards, Ashmore y Potter (1995)) prefieren presentar el relativismo como una no-posición, como una crítica o un escepticismo, no como una afirmación positiva que se opone al realismo. El relativismo se ofrece como una meta-epistemología (o un paso más atrás) que puede incluir y analizar tanto al relativismo como al realismo, como prácticas retóricas.

La idea de que el relativismo no es una afirmación positiva puede atarse a la primacía de la negación y de la argumentación. Todas las afirmaciones positivas se orientan hacia la naturaleza de las cosas de poder haber sido de otra manera. Las aseveraciones y las negaciones y viceversa. La negación no vuelca la realidad, ni presenta una amenaza "de que las cosas se desarmen" a cualquier posibilidad de orden, más bien, es una característica esencial del carácter ordenado del conocimiento. La gente no se la pasa afirmando cosas que no están, o podrían estar, en duda; excepto cuando lo hacen retóricamente, como en el caso de las apelaciones provocadas a lo innegable, como en los argumentos de Muerte y Mobiliario. Gran parte de la efectividad retórica de estos gestos de afirmación de la realidad proviene de la implicación de que el relativismo, la oposición retórica, los niega. El relativista queda en la situación absurda que ocupa quien niega lo obvio, quien se rehúsa a condenar la maldad, o quien se tropieza con el mobiliario. Nos ubican teatralmente como los incautos engañados por el truco de magia y nos refutan así, con su comedia circense —con golpes de mesa—, sin que podamos recurrir a los argumentos. Pero insistimos que siempre hay, o puede haber, un argumento (cf. Billig, 1987; Feyerabend, 1987). Este texto es nuestro argumento, dejado caer, como respuesta, por así decirlo, sobre la mesa.

Conclusión: taquigrafía, ignorancia, retórica

Golpear las mesas e invocar a la muerte son en el mejor de los casos, taquigrafía; en el peor, ignorancia; por lo menos, retórica. Taquigrafía porque subsumen la retórica y semiosis de las acciones situadas. Ignorancia porque la forma en que son empleadas contra el relativismo niega el proceso subsumido mientras dependen directamente de él. Retórica porque no solo se construyen y emplean retóricamente, sino porque mantienen su utilidad incluso tras ser deconstruidas, como artefactos que representan de forma emblemática toda la gama de apelaciones "oh, mira, vamos" a la obviedad y a la sencilla y pura verdad y necesidad que todos los retóricos, o al menos eso nos dicen, disfrutan. Aunque el realismo es una excelente retórica, quizás la mejor, en un sentido puramente instrumental o técnico, eso no puede ser una razón adecuada para aceptarlo como una posición intelectual seria. Al emplear la Muerte y el Mobiliario como tropos vemos una retórica que se rehúsa a admitir su propia existencia; una política que solo puede aspirar a tener algún grado de credibilidad crítica-radical mediante el empleo selectivo de las herramientas analíticas de su oponente; y una teología profundamente conservadora que busca nada menos que la muerte de las indagaciones perturbadoras y rebeldes. Aunque el tedio, el buen gusto y las sensibilidades políticas y morales determinarán los tipos de realidad sobre los que se considera que vale la pena indagar, estas consideraciones no ofrecen razones ni para promover una ontología realista para las ciencias sociales ni para cualquier otra ciencia, ni para rechazar el relativismo. Por el contrario, el relativismo es la ciencia social por excelencia. Su búsqueda es una contribución plenamente edificante para la sociedad que la ha engendrado.

Loughborough University


Notas

* Queremos agradecerle a Michael Billig, David Middleton, Alan Radley, Margaret Wetherell y a los participantes del Taller número 15 en Reflexividad y Discurso (Sheffield, septiembre, 1992) por sus oportunos comentarios a una versión temprana de este artículo.
** NT: Intercalaremos algunos cambios de género a lo largo de este texto, siempre con el fin de referirnos a "los y las".
1 "Relativistas" es nuestro término general para una variedad de rótulos, algunos de ellos autoimpuestos, aunque no la mayoría, que comprenden a construccionistas (sociales) y a constructivistas, deconstruccionistas, pragmatistas, posmodernistas, relativistas epistemológicos (cognitivos, epistémicos), subjetivistas, escépticos, interpretivistas, reflexivistas y, sobre todo, cualquier versión radical o extrema de cualquiera de los anteriores. El parecido de familia consiste en un antirealismo determinado (o terco).
2 El "realista" incluye a los actores del sentido común, al igual que a quienes sostengan una amplia gama de realismos académicos desde los ingenuos hasta los sofisticados, de Derecha o de Izquierda; desde Eysenck hasta Bhaskar para resumir. El objetivista y el racionalista —este último es el blanco favorito de la sociología del conocimiento científico— también son miembros. De vez en cuando, algunas relativistas (ver nota 3) también pueden llegar a ocupar esta posición.
3 Así pues, estamos lidiando con lo que Collins y Cox llaman la objeción del sentido común (OSC) al relativismo: "No es tanto un 'argumento' cuanto un 'obstáculo psicológico' [...] Sostener el punto de vista relativista es extremadamente difícil de cara a la experiencia que tenemos en el día a día de que algunas cosas funcionan y otras no, y que hay observaciones brutas sobre las cuales no parece posible equivocarse [...] La OSC se emplea para prohibir todo intento de extender las fronteras del constructivismo social más allá de unos límites muy estrechos. Ridiculiza cualquier trabajo sociológico que sugiera que algunos hechos científicos o del sentido común podrían ser diferentes, sin importar el escenario social" (1976, p. 431).
4 Para un análisis de algunos de los otros tropos empleados en la construcción retórica del realismo, ver Potter (1992).
5 Dado que se apoyan en la obviedad y niegan la necesidad de discutir, ¿deberíamos llamar a estos eventos "argumentos"? Sí, si la efectividad retórica es el criterio. Igual que la retórica de la no retórica (Gusfield, 1976) que se usa tan efectivamente en la escritura científica, el argumento del no argumento también es altamente persuasivo.
6 Ver, para versiones del argumento del caso duro en la sociología del conocimiento científico, Ashmore (1989, p. 217), Chubin (1982), Collins (1982) y Woolgar (1991).
7 La "Alternación" es la habilidad de alternar las creencias propias dependiendo del contexto; una habilidad que, según Collins y Yearley (1992), se desarrolla mejor con la ayuda de una educación sociológica y es una habilidad particularmente importante para las sociólogas del conocimiento científico.
8 Las relativistas pueden detenerse aquí un momento para saborear la ironía de que se reclute a la física —la elevada ciencia de la materia— a su causa. El momento pasa, por supuesto, y la física vuelve a su lugar apropiado como tema de examen —o deconstrucción, si se quiere—, a través de la exploración de sus procesos sociales y logros retóricos.
9 Estamos usando la noción de voz (footing) en el sentido de Goffman (1981), según el cual los reportes exhiben la orientación de los participantes: mostrando si son el "compositor" de las palabras o meramente su "animador", y también de quién es el punto de vista que proporciona el origen de las palabras. Esta es una práctica de participantes; no hay obligación alguna. La gente puede optar por confundir estas opciones y esta exhibición no implica ninguna garantía epistemológica.
10 Ver, para esta nueva ambición, Collins (1990, 1993).
11 "¿Por qué lo hizo, Sir Edmund?" "Porque estaba ahí". Esta forma de "estar ahí" es algo bastante diferente del "estar ahí" acultural del realismo. La respuesta del escalador (Edmund Hillary) le carga a la montaña escalada un enorme significado cultural; su estar "ahí" depende de su diferencia con respecto a otras montañas, el grado particular de desafío que ofrece, su importancia en la cultura de los escaladores, etcétera. El Monte Everest no es un pedazo de roca anónimo.
12 Algunos han incluso afirmado que el construccionismo se ha convertido en una especie de conductismo lingüístico. El argumento de las lecturas definitivas parece tener la forma de un tu quoque (Ashmore, 1989); ¿cómo se puede criticar al realismo cuando uno tiene un punto de vista realista frente a los textos? Aunque hemos negado enérgicamente esta versión del construccionismo aquí y en otras partes, esta encuentra aliados en algunas afirmaciones de Gilbert y Mulkay (1984; Potter y McKinlay, 1989); y algunos construccionistas convencidos han construido un caso positivo para entender el discurso como una realidad última (Muhlhausler y Harré, 1990).
13 De manera irónica, usualmente no han sido los relativistas, los construccionistas o los analistas del discurso los que inventan descripciones imposibles y fantásticas, sino los realistas, para los que el miedo del relativismo engendra todo tipo de horrores descriptivos arbitrarios —que no suceden o no sucedieron, o que fueron manejados en caso de que sí hayan sucedido—, con el fin de plantearlos como desafíos al relativismo. Los analistas relativistas no tienen que meterse con inventos como por qué una masacre no es llamada una fábrica de helados, o con la interpretación de San Lucas que haría Jack el destripador —una elección de Eco—, o con los muy citados delirios de un esquizofrénico paranoico, más allá de que se pueda encontrar a alguien que afirme tales cosas, y en ese momento simplemente se emplean los criterios cotidianos que la gente —incluyendo a los psiquiatras— tiene para lidiar con afirmaciones absurdas. Las descripciones fantásticas de los realistas son inventos, y/o retiradas de cualquier contexto de ocurrencia en el cual ordinariamente se las trataría.
14 Hemos elegido concentrarnos en los ejemplos de la sociología del conocimiento científico para seguir con una temática fuerte en el texto. Sin embargo, esta clase de debates son prevalentes en las ciencias humanas en general. Aquí, por ejemplo, encontramos a Norris quejándose de los tontos posmodernistas y teóricos literarios que han "derivado" en el pensamiento "ultra-relativista": "Su 'radicalismo' se ha convertido ahora en una especie de apología disfrazada para el estatus quo socio-político, una posición según la cual la 'realidad' se constituye completamente a través de significados, valores o discursos que hacen parte de ella en este momento, de manera que nada pueda valer como un contra-argumento efectivo.... [Es] una forma de escepticismo epistemológico extremo que reduce todo...a un nivel muerto de persuasión y efecto retórico" (Norris, 1990, pp. 3-4). En un ejemplo de Muerte bastante parecido en la psicología social, podemos encontrar aquí una advertencia de Parker sobre los peligros reaccionarios del relativismo: "Debemos mantener en mente [...] que para analizar las instituciones, el poder y la ideología, debemos detener la caída en el relativismo [...]. Necesitamos un sentido de lo real para anclar nuestro entendimiento de las dinámicas del discurso. [Quienes] están fascinados por el poder del discurso se desprenden de toda conexión con una realidad fuera de los textos y se están convirtiendo en los nuevos vehículos de la expresión 'radical' de un 'nuevo realismo' puramente pragmático que ha perdido todo deseo de tomar en serio a las estructuras subyacentes de la opresión" (Parker, 1992, pp. 22, 40-1). Para encontrar una discusión refrescante que expone algunas de las posibilidades políticas positivas y también ambivalentes del posmodernismo, ver Hutcheon (1989).
15 Podríamos, respetuosamente, denominar este impulso vengativo "el efecto Rushdie".
* NT: Turning the moral tables, en el original —se pierde la broma—.
16 Para ver un análisis del realismo como retórica en el contexto del discurso racial ver Wetherell y Potter (1992, cap. 7). "La vida no es justa" es una cita de Joan Ashmore (la mamá de Malcolm - comunicación personal).
17 Para ver un examen y ejemplificación de las posiciones reflexivas en las ciencias sociales y, sobre todo, en la sociología del conocimiento científico, ver Ashmore (1989) y Woolgar (1988b).
18 Ver Wetherell y Potter (1992, cap. 4).
19 Esta es una de las características principales del enfoque de la "acción discursiva" frente a los temas psicológicos como la memoria y el razonamiento de atribución causal: ver Edwards y Potter (1992, 1993).
20 Existe una amplia y variada bibliografía etnometodológica y construccionista sobre este tema. Algunos ejemplares notables de esto son Atkinson (1978), Sudnow (1967), Harré (1993) y la Biblia.
21 Kling es un autodenominado "interpretivista reconstructivo" cuyo valiente esfuerzo por ir tan lejos como sea decente por el camino relativista es conmovedor (Kling, 1992). A Grint y a Woolgar, duros de corazón como son, les parece más adecuado desdeñar su noble esfuerzo de reconciliación; y, con la espada al cuello, no tienen más salida que probar un argumento de línea de fondo (bottom line) que combina la Muerte y el Mobiliario. ¿Responderán Grint y Woolgar? Siga leyendo...
22 NT: It's a kind of magic.
22 Ver Gilbert y Mulkay (1984); Potter y Wetherell (1987).
23 Para ver un conjunto de análisis de las prácticas experimentales en la ciencia, ver Gooding, Pinch, y Schaffer (1989; cf. Pickering, 1992). Para ver un estudio del carácter de exhibición de magia de los experimentos para desacreditar —es decir, diseñados para mostrar la ausencia o inexistencia de fenómenos—, ver el examen que hace Ashmore (1993b) de la destrucción social de R.W. Wood de los rayos-N de Blondlot. La versión de Wood (1904; Seabrook, 1941, pp. 237-239) de lo que hizo Blondlot al demostrar los rayos-N es que fue un pequeño show de magia, una ilusión producida con utilería; la inversión que hace Ashmore de lo que hizo Wood es igual: un pedazo teatral de magia, colocando y quitando la utilería para engañar al inocente despistado, mientras la audiencia aplaude, pues esta solo dispone en ambos casos de las afirmaciones del protagonista/autor.
24 Melvin Pollner, en su análisis de las disyunciones de la realidad (1987), ofrece un ejemplo adecuado sacado de The Three Christs of Ypsilanti (1964) de Milton Rokeach: "Leon [...] supuestamente capaz de hacer milagros. Una vez le ordenó a una mesa que se levantara del piso; y esta le obedeció. Cuando expresé mi incredulidad, se ofreció a repetir el milagro. Él...escogió una mesa gigantesca... le dio la espalda, y... le ordenó que se levantara. 'No veo la mesa elevarse'. 'Señor, eso se debe a que usted no ve la realidad cósmica'" (Rokeach, 1964, p. 75, citado en Pollner, 1987, p. 76). Melvin señala que la respuesta de Leon a Milton dispone dos formas posibles de disyunción de la realidad. La primera, y la más "disyuntiva" es la de inconmensurabilidad epistemológica en la que cada una de las partes es un razonador mundano (o realista) que le sugiere a la otra, a la que afirma ver las cosas de forma diferente, que en ese caso tiene que ser un observador incompetente. La segunda, y menos problemática, es un tipo de versión schutziana de las realidades múltiples: "[Si] Leon propone la existencia de un dominio extraordinario [de realidad cósmica] al que Rokeach no puede acceder, también reconoce que la mesa del mundo mundano está en el piso" (Pollner, 1987, p. 162).
25 Cf. Billig (1987); Billig et ál. (1988).
26 Como argumentó Latour, "Si la idea de que "el Holocausto ocurrió" está en peligro de ser desmantelada, ¿quién la defenderá mejor? ¿Quiénes golpean la mesa y repiten incansablemente que puesto que sucedió realmente no puede ser negado racionalmente por alguien cuerdo? ¿O quienes buscan qué recursos emplear, qué poderes convocar, o qué sociedad reconstruir para que esta afirmación siga siendo indisputable por algún tiempo más? [...] No se puede tener la verdad por un lado y un grupo mixto de aliados por el otro [...]. Anhelar la verdad desnuda es como anhelar lo puramente espiritual: ambos están peligrosamente cerca de la nada. Prefiero la verdad bien abrigada, encarnada y fuerte" (1989, pp. 114-115).
27 Ver, por ejemplo, el tipo de "reflexividad Socrática" propuesta por Gouldner: "Sin predicar alguna doctrina positiva, el socrático no va a cambiar una vida sin examinar por otra, y por lo tanto subvierte tanto el presente como el antipresente. Al permanecer siendo crítico frente a todas las doctrinas positivas, buscando sus límites, el socrático es necesariamente sospechoso para todos los que predican (y añoran) una doctrina positiva. A fin de cuentas, tanto el establecimiento como los que aspiran a sucederlo —en otras palabras, los viejos y los jóvenes— lo acusarán de "envenenar la mente de la juventud". Así pues, los socráticos son y quedan convertidos en forajidos" (1976, p. XVI.
28 Cf. Woolgar (1985) sobre la posibilidad de una sociología de las máquinas; John-son (1988) sobre el trabajo que hacen las puertas y los mecanismos automáticos para cerrar puertas; Latour (1992) sobre algo sorprendentemente parecido; Ashmore (1993a) sobre la modificación del comportamiento de la portezuela para gatos. También ver Ashmore et ál. (1994) para encontrar una colección de exposiciones empíricas y teóricas de la agencia y su adscripción que incluye a Edwards (1994). Para ver críticas del "panagentismo", ver Collins y Yearley (1992) y Schaffer (1991).


Referencias

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Postscriptum

"Death and Furniture" (D&F) se publicó originalmente en 1995. Veintiún años después ha sido finalmente traducido al español y publicado (nuevamente) aquí. Aunque pueda parecer una pregunta extraña formulada por un coautor, las y los lectores de esta revista quizás se pregunten, ¿por qué esto ahora? ¿Por qué traducir y volver a publicar D&F, en cambio de cualquiera de los muchos otros textos relevantes en Estudios de la Ciencia y la Tecnología (STS, por sus siglas en inglés) que se publicaron en lengua inglesa en el año de 1995? Si bien veintiún años puede parecer mucho tiempo en la vida de un texto, más que suficiente para que este haya muerto, para los humanos culturales este lapso de tiempo marca el comienzo de nuestra madurez, la edad en la que dejamos atrás nuestros "años de formación", como se los llama. Podemos aquí aprovechar la ocasión para familiarizarnos con una presentación breve y selectiva de lo que ha ocurrido con D&F en su niñez; si bien, como frecuentemente ocurre con el ciclo de vida de los escritos, la mayoría de los eventos registrados, por ejemplo, otros escritos (respuestas, comentarios y citaciones), ocurrieron en su infancia.

La primera respuesta (D&F tiene 5 meses).

O'Neill, J. (1995). "I gotta use words when I talk to you": a response to Death and Furniture. History of the Human Sciences, 8(4), 99-106.

Un intento entretenido, aunque completamente errado, de explotar D&F con su propio petardo, de trincharlo con el tu quoque, de culparlo de auto refutación; y, lo más cruel, de no entender su física [...]

El debate con Ian Parker (D&F tiene 4 años y medio).

Parker, I. (1999a). Against relativism in psychology, on balance. History of the Human Sciences, 12(4), 61-78.

Potter, J., Edwards, D. y Ashmore, M. (1999). Regulating criticism: some comments on an argumentative complex. History of the Human Sciences, 12(4), 79-88.

Parker, I. (1999b). The quintessentially academic position. History of the Human Sciences, 12(4), 89-91.

La carga de este debate es el quietismo politico de D&F, de acuerdo con Parker, una posición que se niega en D&F. Así, sus autores son criticados por ser "quinta esencialmente académicos"; es decir, por el papel que en efecto tienen, al ser empleados en una universidad para hacer investigación y enseñanza -al igual que Parker-.

Tres comentarios en el mismo número de History of the Human Sciences (D&F tiene 6 años).

McLennan, G. (2001). "Thus": Reflections on Loughborough relativism. History of the Human Sciences, 14(3), 87-103.

Hibberd, F. J. (2001). Relativism versus realism - all but a specious dichotomy. History of the Human, Sciences, 14(3), 102-107.

Still, A. (2001). Reflections on Loughborough realism. History of the Human Sciences, 14(3), 108-113.

Si bien estos artículos son muy diferentes, especialmente en su tono -el de Fiona Hibberd es bastante desagradable-, son quizás más memorables porque introducen la concepción halagadora de que D&F constituye un manifiesto de un movimiento social llamado "relativismo de Loughborough", a pesar de la traviesa atribución de Arthur Still de "realismo de Loughborough".

Las tres contribuciones al debate de Parker se reimprimen en un libro de Parker (D&F tiene 7 años).

Parker, I. (2002). Critical discursive psychology. Londres: Palgrave.

Se publica en la Psychology Wiki sobre el relativismo (D&F es posiblemente adolescente) http://psychology.wikia.com/wiki/Relativism (sin fecha).

"Una posición muy distinta explica la producción retórica de los supuestos argumentos 'últimos' contra el relativismo. El influyente y controversial artículo 'Death and Furniture' de Edwards et ál. toma este camino en su defensa incondicional del relativismo".

Lejos de History of the Human Sciences y en el ámbito de los estudios sobre las organizaciones (D&F tiene 14 años).

Maréchal, G. (2009). "Flat-pack" philosophy: relativism, realism and the persistence of rhetoric in organization studies. Ephemera, 9(3), 201-218. Consultado en http://www.ephemeraweb.org.

"Un hito y una intervención dramática en este enfrentamiento [entre relativismo y realismo en las ciencias sociales], [D&F] produjo un argumento que ha alcanzado el estatus de un clásico menor en la filosofía de las ciencias sociales: una discusión del estilo de argumentación de 'Death and Furniture'" (201).

D&F se usa como arma para atacar la psicología evolutiva (D&F tiene 15 años)

Derksen, M. (2010). Realism, relativism and evolutionary psychology. Theory & Psychology 20(4), 467-487.

"Me opongo a una forma de psicología particularmente opuesta al construccionismo social, la psicología evolutiva, con una versión particularmente inmodesta del relativismo, la que se expone en [D&F][...]" (468-469).

D&F se considera fundacional del canon de la psicología discursiva (de Loughborough) (D&F tiene 21 años).

Iversen, C. (2016). Hitting ontological rock bottom: Discursive psychology's respecification of the realism/relativism debate. En C. Tileaga y E. Stokoe (eds.), Discursive Psychology: Classic and Contemporary Issues (pp. 29-42). Londres: Routledge.

"Con el despliegue de una orientación reflexiva sistemática de la retórica realista [...] [D&F] [...] ofrece una comprensión radicalmente nueva de los puntos de vista que se dan por sentados en las discusiones científicas [...] Ha contribuido a desarrollar debates y trabajo empírico en las ciencias sociales [...] El artículo es todavía central para comprender el compromiso con el relativismo [...]" (29).

De acuerdo con Google, D&F ha obtenido 430 citas (mayo de 2016); no es un número enorme, pero de todos modos indica una existencia continuada, aun después de su infancia. Como alguien que tiene un interés obvio en su fortuna y en su futuro, espero que la presente re-presentación contribuirá a la salud continuada de D&F y a su supervivencia, por qué no, en la cómoda edad madura.

¡Salud!
MALCOLM ASHMORE

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Cómo citar

APA

Restrepo Forero, O. y Becerra, D. (2016). Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo. Revista Colombiana de Sociología, 39(2), 305–337. https://doi.org/10.15446/rcs.v39n2.58978

ACM

[1]
Restrepo Forero, O. y Becerra, D. 2016. Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo. Revista Colombiana de Sociología. 39, 2 (jul. 2016), 305–337. DOI:https://doi.org/10.15446/rcs.v39n2.58978.

ACS

(1)
Restrepo Forero, O.; Becerra, D. Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo. Rev. colomb. soc. 2016, 39, 305-337.

ABNT

RESTREPO FORERO, O.; BECERRA, D. Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo. Revista Colombiana de Sociología, [S. l.], v. 39, n. 2, p. 305–337, 2016. DOI: 10.15446/rcs.v39n2.58978. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/58978. Acesso em: 19 abr. 2024.

Chicago

Restrepo Forero, Olga, y Daniel Becerra. 2016. «Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo». Revista Colombiana De Sociología 39 (2):305-37. https://doi.org/10.15446/rcs.v39n2.58978.

Harvard

Restrepo Forero, O. y Becerra, D. (2016) «Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo», Revista Colombiana de Sociología, 39(2), pp. 305–337. doi: 10.15446/rcs.v39n2.58978.

IEEE

[1]
O. Restrepo Forero y D. Becerra, «Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo», Rev. colomb. soc., vol. 39, n.º 2, pp. 305–337, jul. 2016.

MLA

Restrepo Forero, O., y D. Becerra. «Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo». Revista Colombiana de Sociología, vol. 39, n.º 2, julio de 2016, pp. 305-37, doi:10.15446/rcs.v39n2.58978.

Turabian

Restrepo Forero, Olga, y Daniel Becerra. «Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo». Revista Colombiana de Sociología 39, no. 2 (julio 1, 2016): 305–337. Accedido abril 19, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/58978.

Vancouver

1.
Restrepo Forero O, Becerra D. Muerte y mobiliario: retórica, política y teología de los argumentos últimos contra el relativismo. Rev. colomb. soc. [Internet]. 1 de julio de 2016 [citado 19 de abril de 2024];39(2):305-37. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/58978

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1. César GUZMÁN TOVAR. (2019). De vicisitudes, itinerarios y otros designios. Trayectorias científicas en México. ArtefaCToS. Revista de estudios sobre la ciencia y la tecnología, 8(2), p.73. https://doi.org/10.14201/art20198273101.

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