Publicado

2016-09-01

Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015)

Food for the city. History of Colombian agriculture

Alimento para a cidade. História da agricultura colombiana

Palabras clave:

Estudios urbanos, Historia urbana, Agricultura (es)
Estudos urbanos, História urbana, Agricultura (pt)
Urban studies, Urban history, Farming (en)

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Autores/as

  • Daniela García Mora Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Instituto de Estudios Urbanos, IEU.
El presente libro de investigación, cuyo autor es Fabio Zambrano Pantoja, representa entre sus obras en este caso, un acucioso estudio sobre historia, esta vez, de la agricultura colombiana, donde analiza las transformaciones que han experimentado los alimentos en el país, desde la influencia ejercida por la dominación española hasta la actualidad. Es así como introduce el texto, explicando el control que Europa impuso en el intercambio colombino y el impacto que este tuvo en el aumento de la producción de alimentos, dado el incremento de la oferta que devino por la creación de nuevas fronteras agrícolas, generando un imperialismo gastronómico que, a futuro, determinaría el desarrollo de la agricultura colombiana, marcado por avances agrícolas notorios, así como por la dislocación entre el campo y la ciudad, y el crecimiento urbano.

 

Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015). Fabio Zambrano Pantoja. Bogotá. Editorial Planeta. p. 256. ISBN 9789587752021

 

Daniela García Mora Abogada y candidata a Magíster en Seguridad y Defensa Nacionales, de la Escuela Superior de Guerra. Investigadora de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Instituto de Estudios Urbanos, IEU, Colombia. Correo electrónico: dangarciamor@unal.edu.co

El presente libro de investigación, cuyo autor es Fabio Zambrano Pantoja, representa entre sus obras en este caso, un acucioso estudio sobre historia, esta vez, de la agricultura colombiana, donde analiza las transformaciones que han experimentado los alimentos en el país, desde la influencia ejercida por la dominación española hasta la actualidad.

Es así como introduce el texto, explicando el control que Europa impuso en el intercambio colombino y el impacto que este tuvo en el aumento de la producción de alimentos, dado el incremento de la oferta que devino por la creación de nuevas fronteras agrícolas, generando un imperialismo gastronómico que, a futuro, determinaría el desarrollo de la agricultura colombiana, marcado por avances agrícolas notorios, así como por la dislocación entre el campo y la ciudad, y el crecimiento urbano.

En el primer capítulo, que enfatiza en la herencia colonial, el autor analiza el impacto de las sociedades sedentarias establecidas en los altiplanos andinos que, dadas las discontinuidades cordilleranas, dificultaban el intercambio de alimentos, situación que impulsó el desarrollo de diferentes sistemas agrícolas fundamentales para el establecimiento de la sociedad. Tal desarrollo estuvo determinado por los avances del sector industrial y por el conocimiento de la agricultura europea que marcaría la pauta de la evolución de la agricultura en Colombia.

En este sentido, para Zambrano Pantoja “estas transformaciones en la producción y distribución de los alimentos posibilitaron el crecimiento de la población urbana, y, a su vez, este proceso de urbanización hizo posible la revolución agraria” (Zambrano, 2015, p. 31), la cual ofreció nuevos espacios para la difusión de las ideas modernas y para el desarrollo de la agricultura destinada a la exportación.

Refiriéndose entonces a la modernización de la agricultura, se mencionan los efectos negativos de la guerra de independencia, por el fallecimiento de los grandes pensadores ilustrados, quienes proponían cambios en las condiciones de producción, en la leva de 66 la mano de obra, en la destrucción de la riqueza acumulada y en el repoblamiento de los centros urbanos, como efecto de la guerra. Estas fueron situaciones que postraron al sector agrario y que llevaron al Estado a buscar alternativas como la exención en el pago de los impuestos de las plantaciones, el fomento de la agricultura y los préstamos para salir de la crisis. Tales medidas no fueron del todo efectivas, por cuanto solo se lograría un cambio de panorama con la agroexportación, a partir de 1850.

Por lo anterior, son las exportaciones y los mercados mundiales los que imponen las transformaciones agrarias. Dicho esto, en el camino de la modernización que ha recorrido Colombia, con tránsito lento durante el siglo XIX y en aceleración constante durante el siglo XX, para el autor la agricultura ha respondido a las exigencias que las transformaciones le han impuesto, generando cambios positivos y un nexo cada vez más fuerte entre esta y la industria. Finalmente, Zambrano reconoce en este capítulo que el eje del desarrollo continúa siendo andino, como lo fue durante el periodo colonial, alejado cada vez más de las economías agrarias exportadoras que se ubican en los puertos marítimos; afirma también que los diferentes esfuerzos por modernizar la agricultura se han estrellado con la realidad de un mercado interno fragmentado, en donde cada centro urbano tiene un estrecho contacto con su propio entorno rural.

En el segundo capítulo, el autor relata cómo las crisis del mercado mundial se convierten en motor del desarrollo económico, generando impactos positivos en la Nueva Granada a partir de 1850, anunciando el cambio en una economía exportadora que se inicia con el tabaco, pero muy pronto entra en una profunda crisis, dadas las recurrentes guerras civiles que conllevan a una crisis económica, social y del modelo de Estado, generando inestabilidad en todos los sectores de la sociedad.

Lo anterior impulsó la creación de la Sociedad de los Agricultores Colombianos, en 1871, que emergió ante el lento progreso de la agricultura de mercado, un aspecto que estaba muy diferenciado en el espacio nacional. Para 1887, la modernización agraria empezaba a generar dos brechas tecnológicas: La primera, por los avances de la agricultura en Europa, Estados Unidos y algunos países de América Latina, en donde los efectos de la mecanización del campo, la especialización de los cultivos, la aplicación de los abonos y el desarrollo de innovaciones tecnológicas transformaban radicalmente la agricultura y las relaciones campo-ciudad; y la segunda, entre la agricultura de la Sabana y la del resto del campo colombiano.

Ante esta situación se dan en Colombia significativos cambios institucionales que demuestran el apoyo del Estado frente a una agricultura contemporánea que daba paso a la asociación, la comunicación de las nuevas tecnologías y la enseñanza de la agronomía en las instituciones pedagógicas, las cuales, de manera visionaria, trazan el camino para el posterior desarrollo de la política estatal.

El autor aborda, en el tercer capítulo, las innovaciones de la agricultura, explicando cómo, si bien con el tabaco se inició la agricultura de exportación, este no introdujo cambios tecnológicos. Ante este hecho, fue el cultivo de café el responsable de las mayores transformaciones económicas y sociales del país, gracias a que sus exportaciones trajeron como resultado un sostenido proceso de modernización nacional que, aunque no impulsó directamente el desarrollo de técnicas modernas en el cultivo, sí exigió procesos industriales en su beneficio. Así, se logró que esta primera expansión cafetera, que abarcó de 1864 a 1900, estuviera acompañada de una expansión de la ganadería, la ceba, los cultivos de caña, el maíz, la yuca, el plátano y el levante de mulas. También se dio la evolución de los caminos empedrados, la consolidación de la navegación y la construcción de algunos ferrocarriles.

En consecuencia, ante la crisis que produce la guerra de los Mil Días, se da en 1904 la creación de la Sociedad de Productores de Café, con el propósito de tratar los problemas relacionados con el cultivo, el beneficio y la exportación del grano. Dicha creación ayuda al país a sobreponerse frente a la crisis y a iniciar, rápidamente, una etapa de transformación en donde Colombia se consolida como uno de los mayores exportadores mundiales de café suave. Y aunque para ese entonces se había producido un traslado del cultivo de café de Cundinamarca a la región antioqueña, lo cierto es que, según Zambrano, el peso de Cundinamarca como centro de la agricultura nacional se remonta a la Colonia y constituye una de las grandes continuidades históricas de Colombia.

En este sentido, el autor es claro en mencionar que:

El proceso de urbanización que vivió el país en ningún momento se detuvo por causa de las ineficiencias del sector agrario: si bien hubo tropiezos en algunos sectores, y destiempo entre los ritmos de este fenómeno de urbanización y de las demandas de la industria, fueron más los encuentros que los desencuentros en las relaciones entre lo rural y lo urbano (Zambrano, 2015, p.93).

De otro lado, se realiza un análisis de las dinámicas de los diferentes productos agrícolas; se menciona cómo, durante los siglos XIX y XX, el banano se convirtió en el éxito exportador del Caribe, pero fue la Segunda Guerra Mundial y la plaga de la sigatoka la que hizo que las exportaciones cayeran, que este entrara en una profunda crisis y no alcanzara los niveles de producción obtenidos en décadas anteriores.

Respecto a la caña de azúcar, el autor indica cómo, a finales del siglo XIX, esta era liderada por dos focos dulceros, ubicados en Zapatoca, Santander y Chaguaní, Cundinamarca. Para esta época aún no se refinaba el azúcar, lo cual cambió con la fundación de los ingenios azucareros en Palmira y Cartagena, los cuales empezaron a surtir parte de los mercados internos, compitiendo con los pequeños productores.

La producción de arroz, por otra parte, no era suficiente dado que recurría a las importaciones. Sin embargo, a partir de 1916, la oferta interna se incrementa y se inicia la sustitución del arroz importado. El cacao no tuvo la misma suerte, puesto que desde mediados del siglo XIX empezó a mostrar síntomas de agotamiento, hasta desaparecer en varios lugares, al igual que el trigo, que no logró abastecer la creciente demanda, razón por la cual las importaciones de harina norteamericanas se convirtieron en una práctica común para la época. No obstante, la crisis de los años treinta –y con ella la Ley de emergencia, que incentivaba la producción– salvó a los cultivadores de trigo, como a toda la agricultura.

Finalmente, respecto al tabaco, el autor reconoce que, si bien este inauguró la agricultura de exportación colombiana en 1850, no logró resistir la competencia de las plantaciones del sudeste asiático y nunca más se recuperó. Una situación diferente a la ocurrida con el algodón, que también bajó su producción por la instalación de nuevos telares y el impulso de la industrialización, pero que con la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el cierre de las importaciones, obligó a las textileras a consumir el algodón nacional, y en general, abrió la puerta al abastecimiento interno, tanto de alimentos como de productos industriales.

En el cuarto capítulo, Zambrano enlista los cultivos permanentes como base de la nueva agricultura, los cuales tomaron fuerza en los primeros años de la postguerra y mostraron resultados notables hasta los años ochenta, cuando la existencia de un mercado nacional unificado incrementó la variedad de la oferta de productos alimenticios. Esto, dado el aumento de la vida urbana, impactó positivamente el campo.

Por esto, se afirma en el libro que “en la segunda mitad del siglo XX en Colombia lo que se encuentra es una mayor oferta de alimentos de mejor calidad, acompañada de cambios tecnológicos tanto para su producción como para su comercialización y cuya consecuencia directa fue la reducción de los precios” (Zambrano, 2015, p. 120). Es así como se establece una política tecnológica dirigida a la importación y distribución de semillas, al suministro de insumos y maquinarias, y a la educación e investigación agrícola, para acelerar el proceso de modernización de la agricultura en algunas partes del territorio nacional. Lo anterior se evidencia, particularmente, en la agricultura comercial, la cual logra importantes transformaciones en cuanto a producción y productividad.

Dicho esto, el autor resalta una vez más el impacto del café como cultivo de mayor importancia estructural, que pasó por un buen momento en las décadas del sesenta y del setenta, y que si bien experimentó decaimiento, como la mayoría de alimentos, por el sorpresivo exceso en la oferta que saturó el mercado mundial y que produjo la caída brusca de los precios internacionales del grano, logró sobreponerse, tras poner a prueba la industria cafetera.

Frente a la evolución del cultivo de la palma de aceite, de otro lado, se reconoce que el uso industrial de esta es relativamente tardío en Colombia, pues solo hasta 1945 la demanda de grasas comestibles aumenta y, aún en la década de los ochenta, la producción crece lentamente frente a las dinámicas del mercado, tomando impulso en el siglo XXI, cuando surgen nuevos elementos que dinamizan promisoriamente esta industria.

Después de la crisis derivada de la Segunda Guerra Mundial, el banano, por su parte, se convirtió en el motor de despegue del desarrollo del Urabá, durante los años setenta, y nuevamente se vio afectado, en la década de los ochenta, por el fenómeno de la violencia. Así mismo el azúcar, intervenido por una lucha de precios entre los diferentes ingenios del país, logró la fundación de su organización gremial, que para el siglo XXI se convertiría en la columna vertebral de toda una región colombiana. En la actualidad, el sector azucarero es un área industrial que produce mucho más que ese importante producto básico.

Para Zambrano Pantoja, la panela constituye la segunda agroindustria más importante que soporta el desarrollo, después del café, aunque sufre la crisis de 1938, por el creciente consumo de azúcar y su no industrialización, puesto que se basa en la producción artesanal, lo cual le abre espacio en nuevos mercados.

Bajo la misma metodología del apartado cuatro, en el quinto capítulo del libro se presentan los cultivos transitorios que han acompañado a la agricultura colombiana, como sucede con el arroz que, entre 1964 y 1977, alcanzó niveles de productividad similares a los de países avanzados en este cultivo, gracias a los avances de la tecnificación. Algo similar ocurre con el algodón, que para esa misma época presenta uno de los éxitos más espectaculares en la historia de la agricultura colombiana, los cuales finalmente se ven truncados por las acciones gubernamentales que los gravan, reducen los ingresos y dificultan el crecimiento industrial.

De igual forma, el autor explica la manera en que la floricultura tuvo sus inicios y cómo hoy en día se encuentra en una etapa de profundo reacomodo; y también habla del trigo, y de la forma como este ha triunfado en la agricultura del país al igual que la cebada, la cual dado el proceso de industrialización, asociado a la urbanización, tuvo impactos positivos para la agricultura comercial y la tecnificación del cultivo.

Por último, en el sexto capítulo del texto se aborda la modernización de los sectores lácteo y porcícola, reconociendo que la ganadería inició lentamente su transformación, pero poco a poco logró introducir nuevas culturas materiales urbanas, con tecnologías modernas como la refrigeración de los alimentos. Así, ha logrado un desarrollo notable en los últimos treinta años, merced a la modernización que ha mejorado la calidad de los productos, como sucede en el sector porcícola.

Finalmente, el autor concluye afirmando que “en Colombia, la producción de alimentos ha estado afectada por la distribución de la tierra” (Zambrano, 2015, p.227). A actualmente persisten dos tipos de agriculturas: por una parte, la agricultura comercial moderna y, por otra, la agricultura campesina. La agricultura comercial, de hecho, se vio impulsada por el cierre de los mercados externos, durante la guerra, y por el incremento de las exportaciones, dado que contó con una política proteccionista por parte del Estado. Esto hizo que la brecha entre la agricultura campesina y la comercial se haya mantenido hasta estos tiempos, en un país donde el consumo es la medida de la producción.

Para el autor, sin embargo, es discutible adelantar que los cambios mundiales presionen transformaciones importantes en la agricultura colombiana, producto del cambio de la ecuación mundial de los alimentos, la acelerada globalización, el cambio climático y la urbanización.

En definitiva, Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana explica, de fondo, cómo se ha dado el crecimiento de las ciudades y la influencia de los alimentos en la determinación del uso del suelo, por cuanto se hace evidente cómo, desde hace algunos años, la agricultura definía patrones demográficos de habitabilidad y, ante su sustitución por la importación de alimentos, hoy día es el factor lo que impulsa la migración de las personas del campo hacia la ciudad. En tal sentido, el autor plantea a lo 70 largo de su estudio una reflexión profunda, que ha sido poco analizada y considerada hasta el momento, dentro de los estudios urbanos.

 

Referencias

Zambrano Pantoja, F. (2015). Alimentos para la ciudad: historia de la agricultura colombiana. Bogotá D.C.: Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; Instituto de Estudios Urbanos, IEU.

 

 

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Zambrano Pantoja, F. (2015). Alimentos para la ciudad: historia de la agricultura colombiana. Bogotá D.C.: Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; Instituto de Estudios Urbanos, IEU.

Cómo citar

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García Mora, D. (2016). Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015). Revista ciudades, estados y política, 3(3), 65–70. https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/63941

ACM

[1]
García Mora, D. 2016. Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015). Revista ciudades, estados y política. 3, 3 (sep. 2016), 65–70.

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(1)
García Mora, D. Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015). Rev. Ciudades Estados Política 2016, 3, 65-70.

ABNT

GARCÍA MORA, D. Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015). Revista ciudades, estados y política, [S. l.], v. 3, n. 3, p. 65–70, 2016. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/63941. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

García Mora, Daniela. 2016. «Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015)». Revista Ciudades, Estados Y política 3 (3):65-70. https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/63941.

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García Mora, D. (2016) «Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015)», Revista ciudades, estados y política, 3(3), pp. 65–70. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/63941 (Accedido: 29 marzo 2024).

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[1]
D. García Mora, «Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015)», Rev. Ciudades Estados Política, vol. 3, n.º 3, pp. 65–70, sep. 2016.

MLA

García Mora, D. «Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015)». Revista ciudades, estados y política, vol. 3, n.º 3, septiembre de 2016, pp. 65-70, https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/63941.

Turabian

García Mora, Daniela. «Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015)». Revista ciudades, estados y política 3, no. 3 (septiembre 1, 2016): 65–70. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/63941.

Vancouver

1.
García Mora D. Alimentos para la ciudad. Historia de la agricultura colombiana. (2015). Rev. Ciudades Estados Política [Internet]. 1 de septiembre de 2016 [citado 29 de marzo de 2024];3(3):65-70. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/63941

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