El apoyo de México al triunfo de la revolución sandinista: su interés y uso políticos*

Mexico's Support of the Sandinista Revolution: Its Interests and Political Use

 

FABIÁN HERRERA LEÓN
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Michoacán, México
fherrera@colmex.mx

Artículo de reflexión.
Recepción: 25 de febrero de 2011. Aprobación: 8 de abril de 2011


RESUMEN

En el contexto de Guerra Fría en Centroamérica, el artículo enmarca el apoyo concedido por el gobierno mexicano de José López Portillo a la revolución sandinista en su enfrentamiento con el régimen dictatorial somocista. Su objetivo es establecer las motivaciones e intereses que animaron al régimen posrevolucionario mexicano a articular una política exterior «activa» para la subregión, y que no en poca medida pondría en riesgo su singular, pero cada vez menos satisfactorio, entendimiento con Estados Unidos. Mediante esta política, las autoridades mexicanas buscarían perfilar a México como una potencia de mediano peso en el ámbito internacional, y con ello reducir la asimetría siempre presente en su relación bilateral con esta potencia internacional.

Palabras clave: México, Nicaragua, política exterior, revolución sandinista.


ABSTRACT

In the context of the Cold War in Central America, the article focuses on the support granted by the Mexican government of José López Portillo to the Sandinista Revolution in its confrontation with the Somoza dictatorship. Its objective is to determine the motivations and interests that drove the Mexican post-revolutionary government to design an "active" foreign policy in the sub-region, which would, to a certain extent, jeopardize its unique and ever less satisfactory understanding with the United States. Through this policy, the Mexican authorities sought to shape Mexico as a moderately string world power, thus reducing the ever present asymmetry in its bilateral relations with the United States.

Key words: México, Nicaragua, foreign policy, sandinista revolution.


MÉXICO NO PUDO sustraerse de la pugna de mediana duración entre los bloques capitalista y socialista que supuso la Guerra Fría. Si bien se salvó de ser tocado violenta y directamente, sufrió los efectos globales e indirectos de tal fenómeno en su vida política y cultural. Estos, sin embargo, estuvieron lejos de representar una seria amenaza para la supervivencia del régimen autoritario posrevolucionario mexicano; paradójicamente, contribuyeron a su legitimidad y permanencia. Tal como lo señala Lorenzo Meyer, una "hábil política de equilibrios hacia dentro y hacia fuera" -empleada por los gobiernos priístas1- "les permitió mantener la aceptación y el apoyo de las potencias internacionales tanto del bloque capitalista como -en menor medida- del socialista, de un autoritarismo de fachada democrática".2 Siguiendo a Meyer, la aparente indefinición del nacionalismo revolucionario mexicano3 en la pugna este-oeste -un elemento retórico esencial-, permitió a este régimen presentarse internamente "menos anticomunista, más independiente y nacionalista de lo que en realidad era".4 Estados Unidos, la superpotencia ubicada al norte del río Bravo, estaba dispuesta a ofrecer a los mexicanos "un grado de independencia mayor que al resto de los países latinoamericanos" a cambio de una estabilidad política permanente y de no jugar con su posición equidistante respecto a la disputa global entre los bloques capitalista y socialista.5

Este artículo, que no puede pasar por alto este estado mundial de las cosas, tiene como principal propósito analizar el apoyo concedido por el gobierno de José López Portillo (1976-1982) a la revolución sandinista en su enfrentamiento con el régimen dictatorial somocista, a fin de que se reconozcan las motivaciones que animaron al régimen mexicano en una empresa que no en poca medida puso en riesgo los términos de su singular entendimiento con Estados Unidos. 

Tal como ha sido destacado por algunos autores, el involucramiento de México en el conflicto nicaragüense -iniciado en la década de 1950, pero intensificado a partir de 1978- marcó un punto de inflexión respecto a la que a momentos había sido -y seguiría siendo- su política de acercamiento a Centroamérica.6 En efecto, la atención de México en la subregión no puede considerarse excepcional en el marco histórico de Guerra Fría que nos ocupa,7 pero las motivaciones que explicarían esta incursión política sí lo son.

La presencia de México en Centroamérica no es ajena a las administraciones precedentes y posteriores por motivo de una necesidad de diversificar las relaciones de México en todas las direcciones posibles de la mano de un discurso externo universalista y progresista -con mayor ahínco una vez que la clase política mexicana meditó en las desventajas de una política exterior demasiado confiada en una supuesta relación especial con Estados Unidos8- y de perfil pasivo y juridicista, es decir, aislacionista, y por tanto equidistante de los compromisos internacionales que no robustecieran su carácter autodefensivo ni favorecieran su desarrollo económico.9 Centroamérica había figurado en la agenda económica-comercial del gobierno mexicano de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) "tanto por la necesidad de diversificar los mercados como por el avance en el proceso de integración del Mercado Común Centroamericano, en el que México estaba interesado en participar".10 La subregión fue igualmente una escala importante en las giras tercermundistas del gobierno de Luis Echeverría (1970-1976),11 el cual se planteó presentar a México como una potencia de mediano peso en el escenario internacional, con resultados notables en la esfera multilateral, pero más simbólicos que prácticos, como la "Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados", aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas sin el respaldo de los países más desarrollados.12 La situación de la economía mexicana, que entró en plena crisis en 1976, puso un límite a esta empresa exterior de apuntalamiento que ya por entonces se había propuesto fortalecer -en palabras del embajador de México en Washington, Jorge Castañeda- la "posición negociadora bilateral frente a los Estados Unidos".13La consecución posterior de ambos propósitos quedaría imprevistamente ligada a Centroamérica al final de esta década. En efecto, fue en gran medida el ser "revolucionario" del partido dominante en México el factor que animaría la incursión del gobierno de López Portillo -favorecido temporalmente por una riqueza petrolera que le permitió un elemento negociador de mucho peso- en los asuntos del istmo a partir del último año de lucha de los sandinistas contra la dictadura somocista.14

El distanciamiento de la administración de James Carter (1977-1981) respecto de sus aliados anticomunistas en el continente y la presión que se ejercería sobre ellos en pro de los derechos humanos y el cambio político -que en muy poco contribuirían a la paz en la región- se presentaron como un marco por demás propicio para que México llevara adelante su nueva iniciativa hacia una Centroamérica inestable, lo mismo que para otros actores próximos, tales como Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica y, naturalmente, Cuba, la cual vio "nuevas oportunidades" para, una vez más, intentar exportar la revolución.15

Un renovado activismo regional,16 en paralelo con un reordenamiento y relativización de los principios de política exterior mexicana17 en aras de su compatibilidad con un discurso externo progresista -con precedentes en Guatemala (1954), Cuba (1959-1964) y Chile (1971-1973)-, empezarían a redefinir la actuación de México en Centroamérica, convertida rápidamente en un nuevo escenario de confrontación indirecta típico de la Guerra Fría, una vez que la revolución sandinista triunfante se radicalizara con el respaldo de Cuba y la Unión Soviética y se dirigiera hacia un socialismo autoritario.18 Si bien el gobierno de López Portillo, lo mismo que el de su sucesor Miguel de la Madrid (1982-1988), se resistiría a contemplar la crisis centroamericana de tipo dominó -con la aparición y combate a movimientos insurgentes en Guatemala y El Salvador-, en términos este-oeste, señalando que la inestabilidad regional era una consecuencia clara de la permanencia de sistemas sociales impopulares y en descomposición,19 su transformación "en un teatro de lucha indirecta entre Washington y Moscú" fue un giro claro y contundente.20 Tal como lo refiere Meyer: "Esa política independiente de México, basada en la fuerza que daba el petróleo, se desarrolló en un área que rápidamente se convirtió en algo que los diseñadores de la política exterior mexicana original no habían previsto: uno de los últimos escenarios de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética".21

Para estos diseñadores de la política exterior mexicana, entre quienes destacaría el canciller Jorge Castañeda (1979-1982) -"un diplomático que favorecía una línea de mayor independencia frente al coloso del norte"22 - la crisis en Centroamérica acentuaba la importancia geopolítica de esa región inmediata y se presentaba como la oportunidad "de desempeñar un papel activo en la solución del conflicto, lo que a la larga le daría [a México] una mayor posición de fuerza".23 Como ya ha sido mencionado, las autoridades mexicanas habían advertido desde principios de la década de 1970 las desventajas en su relación con Estados Unidos, "tradicionalmente directa y estrictamente bilateral", insuficiente para perfilar a México como una potencia de mediano peso; de allí que se planteara "introducir elementos ajenos a la relación que ampliaran el marco de negociación y modificaran la correlación de fuerzas".24 En este marco, la pretensión de México de ser reconocido como una potencia media en el medio internacional determinó que el principal objetivo de este país fuera convertirse en un comunicador25reconocido por Estados Unidos para la solución de problemáticas que no figuraban normalmente en su agenda bilateral. Así, con la incorporación de la crisis centroamericana en esta agenda, las autoridades mexicanas buscarían desbilateralizar su principal relación con el exterior.26 Además, tal medida seguramente apuntaría -pues la experiencia así lo indicaba- a relegitimar internamente el sistema político mexicano por medio de una política progresista e independiente27 -de la estadounidense en su zona de influencia por excelencia-, dando así satisfacción a los sectores más progresistas de la sociedad mexicana, y tomando las precauciones respecto a un hipotético contagio de la que se perfilaba como una protesta regional contra el autoritarismo.28 En teoría, como también ha sido adelantado, el descubrimiento de nuevos yacimientos petrolíferos en territorio mexicano con altas reservas computables, así como el increíble incremento del valor por barril,29 garantizaría el costo de esta empresa, caracterizada por una mayor autonomía frente a Estados Unidos, pero con el propósito particular de que esta potencia reconociera el ascendiente mexicano en el medio internacional. 

Un primer balance positivo de esta política puede hacerse en 1980, año en que México es electo miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la onu para el periodo 1981-1982. Este hecho permite observar una nueva dimensión en la relación de México con Estados Unidos, cuya ampliación se refleja igualmente en la agenda bilateral, que incluía ya temas de orden regional y multilateral. Si bien la dinámica de la diplomacia multilateral dio lugar a inevitables desencuentros, como se verá más adelante, estos no fueron considerados actos reprobables por Estados Unidos.

El apoyo mexicano previo al rompimiento con Somoza

Después del asesinato del periodista de oposición Pedro Joaquín Chamorro, director del diario de tinta subversiva La Prensa,30 en enero de 1978, México empezó a manifestar interés por Nicaragua, tomando distancia del gobierno de Anastasio Somoza, pero todavía sin intervenir en ninguna forma y dejando a los nicaragüenses la solución plena del conflicto.31 Poco después, sin manifestar su apoyo abierto al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), empezaron a gestarse en México actividades contra la dictadura, en cuyo marco Plutarco Hernández Sancho, un comandante tercerista, estableció contacto con la Secretaría de Gobernación a cargo de Jesús Reyes Heroles, mientras que Tomás Borge Martínez, líder sandinista de la facción "Guerra Popular Prolongada", entró en contacto con la dirección nacional priísta.32 Este primer acercamiento ofreció a los rebeldes nicaragüenses casi un millón de dólares para "gastos de viaje" y la oportunidad de hacer propaganda de su causa en la capital del país.33 

Así mismo, la embajada de México en Managua, que hasta principios de 1978 tan solo había dado resguardo a no más de diez jóvenes fugitivos combatientes,34 se convertiría en "centro de conspiraciones antisomocistas, refugio de las guerrillas y lugar de reunión para dirigentes de oposición", albergando, en suma, 430 asilados.35 Entre ellos destacaron varios miembros del Grupo de los Doce, representación política de la insurgencia, integrado por miembros distinguidos de la sociedad nicaragüense, cuyo trabajo político en el exterior ganó simpatías para la causa antisomocista.36

El rompimiento de relaciones

Si bien México intentó dilatar al máximo su postura no intervencionista, tras la fallida insurrección sandinista de septiembre de 1978 no pudo ocultar más su simpatía por la facción rebelde. Somoza, por su parte, no tardó en hacer público su enfado por la actitud intervencionista de México en los asuntos de Nicaragua.37 Al año siguiente, cuando las diversas facciones sandinistas eran una sola, López Portillo entabló conversaciones secretas con los rebeldes, ofreciéndoles romper relaciones con el gobierno Somoza cuando mejor les conviniera.38 Ante la vulnerabilidad de la dictadura, México, que hasta el momento había hecho propaganda favorable de la lucha nicaragüense, buscaba identificarse cuanto antes con ella para mayor impacto interno.39

La ruptura, como fue previsto con algunos miembros de la comandancia sandinista, coincidiría con el inicio de la última ofensiva de finales de mayo. El día 20 de ese mes, López Portillo se entrevistó en Cozumel con el presidente de Costa Rica -tal como lo había hecho días antes con Fidel Castro para buscar moderar su actuación-40 e "inquieto por el relato que le hizo Rodrigo Carazo Odio de lo que ocurría en Nicaragua, decidió romper con Somoza de inmediato".41 Esa misma tarde, López Portillo hizo el esperado anuncio: la ruptura tenía como base el genocidio y la violación de los derechos humanos del pueblo nicaragüense.42 Esta violación, como debió subrayar más tarde López Portillo, estaba "ampliamente documentada en el Informe de la Comisión Interamericana".43 Todas las fuerzas políticas mexicanas representadas en la cámara de diputados respaldaron el rompimiento de relaciones con Nicaragua. Si bien este consenso con respecto a la política hacia Centroamérica no sobreviviría al comunicado franco-mexicano sobre El Salvador de agosto de 1981,44 por el momento no existía ningún obstáculo interno para que el gobierno mexicano instrumentara un apoyo material y económico efectivo a la revolución sandinista.45

Los estudiosos del tema coinciden en señalar que el rompimiento mexicano contribuyó en gran medida al aislamiento de la dictadura; en realidad, pronto Costa Rica, Venezuela, Ecuador, Panamá, Brasil y Perú decidirían por sí mismos romper relaciones.46 No obstante, se medita muy poco con respecto a la contradicción, un tanto teórica, que había supuesto el rompimiento mexicano, y a la necesidad que tuvo su gobierno de hacer ciertos ajustes de política exterior que le permitieran expandir su presencia activa en la región centroamericana. En pocas palabras, con el apoyo a la insurgencia nicaragüense se había hecho a un lado el principio de no-intervención y "surgía la controversia de si el gobierno de López Portillo, contraviniendo los postulados básicos de la doctrina Estrada, se pronunciaba sobre el carácter y la forma de un gobierno, si bien no legítimo, si legalmente constituido".47

La cancillería mexicana, dirigida por Jorge Castañeda, zanjó hábilmente la cuestión para evitar que se convirtiera en un obstáculo futuro. Había que apoyarse en los principios, pero sin limitarse a ellos. Así, un elemento de mayor peso que el espíritu de la doctrina Estrada justificaría las medidas de política exterior mexicana en Centroamérica: la violación de los derechos humanos.48 En marzo de 1980, Castañeda se refirió claramente a este ajuste de carácter psicológico: "El país necesita cambiar su tradicional actitud puramente defensiva frente al mundo. El exterior no es ya, inexorablemente, como pensábamos en el pasado, sólo fuente de males sin nombre que no podíamos remediar (...) Claro está que el salir de casa representa riesgos. Pero encerrarnos pasivamente en ella, no sólo nos impediría defenderla adecuadamente, sino que además nos asfixiaríamos".49

Este ajuste se hizo igualmente evidente en el escenario de la diplomacia multilateral, cuando México se decidió fortuitamente a buscar un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la onu.50 Si bien México ya había ocupado este sitio en 1946, posteriormente prevaleció cierta renuencia frente a este órgano, a fin de no involucrar a México en conflictos derivados de la confrontación este-oeste.51 El testimonio del excanciller Luis Padilla Nervo es muy ilustrativo al respecto:

Una vez que terminó el periodo de México en el Consejo [1946], yo tuve alguna influencia para impedir que nuestro país volviera a ser candidato para ocupar esa función. Porque en esa época pensé que no nos convenía, que nos perjudicaba el hecho de tener que tomar una posición en los temas importantes del Consejo de Seguridad, donde seguramente las decisiones adoptadas eran desfavorables a una u otra de las grandes potencias. Yo pensaba que ahí no tendríamos ninguna defensa.52

El cambio de actitud obedeció, en términos generales, a los factores más o menos ilustrados por Castañeda en la cita anterior a esta: que se considerara que el país experimentaba un proceso interno de maduración -propio de una potencia mediana que debía diversificar su escenario internacional-; que el exterior ya no fuera visto como la fuente de todos los males del país, al adquirir confianza y seguridad en sí; y a que se advirtieran los beneficios que podrían obtenerse en el ámbito externo mediante una política exterior más activa.53

"Bueno muchachos, ¿qué necesitan?"

Es bien conocido que la administración de López Portillo confió en que el auge petrolero resolvería de una vez por todas las carencias económicas.54 La percepción de una economía mexicana con un enorme potencial permitía a México saludar al mundo como una potencia media. Tal como lo declararía Castañeda: "México actúa en los foros internacionales como una potencia media debido a los recursos energéticos con que cuenta el país; por esta razón nuestra política exterior ha pasado a ser activa".55 Si bien la economía mexicana creció un 8,2% en el bienio 1978-1979,56 el auge petrolero fue breve y contribuyó a profundizar la crítica situación que el gobierno mexicano debió afrontar a partir de 1982. Mientras tanto, el respaldo diplomático y material a la revolución sandinista se fue ampliando.

Ya identificado plenamente con la lucha sandinista, el gobierno mexicano dio marcha a una campaña de proselitismo interamericano dirigida al bloqueo diplomático de la dictadura; envió armamento por conducto de Costa Rica57 y de alguna manera reconoció al nuevo gobierno nicaragüense en el exilio, pese a la petición del gobierno de Carter de condicionarlo.58 Así mismo, en junio de 1979, en el marco de la XVII Reunión de Consulta de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA), México buscó echar abajo la iniciativa norteamericana de enviar una Fuerza Interamericana de Paz a Nicaragua que pusiera fin a los combates y que garantizara una transferencia pacífica del poder. El sesgo intervencionista de la propuesta estadounidense, así como la falta de títulos de la oea para negociar con Somoza, fueron subrayados por Castañeda: "La oea -sostuvo el canciller mexicano- no puede ni legal, ni política, ni moralmente, intervenir en este asunto puramente interno de Nicaragua".59 Washington se vio obligado a desistir ante la desaprobación mayoritaria de las cancillerías latinoamericanas. De acuerdo con Galván Corona, "la mayoría de los Estados latinoamericanos confiaban por entonces en que la revolución nicaragüense, ante todo nacionalista, respetaría el pluralismo político interno y el no alineamiento externo".60

El 19 de julio de 1979, el Frente Sandinista de Liberación Nacional hizo su entrada triunfal en Managua, poniendo así fin a una rebelión de casi dos décadas. Dos días antes, Somoza había huido a Miami, tras lo cual la Guardia Nacional se desplomó no obstante las garantías estadounidenses de que esto no ocurriría.61 La misma noche del 19 de julio, la nueva Junta de Gobierno del nuevo régimen dejó Costa Rica y voló directo a Managua en el Boeing presidencial que López Portillo puso a su servicio, el Quetzalcóatl I.62 A partir de este momento, y ya para destacar entre los padrinos de la revolución -Costa Rica, Panamá y Venezuela-, México amplió su apoyo material y político,63 ofreciendo a la Junta nicaragüense "toda su capacidad de cooperación" para la reconstrucción del país.64 Alan Riding se refiere a este compromiso en una forma bastante graciosa, pero en lo general cierta: "Los sandinistas gustosamente explotaron el entusiasmo paternalista de López Portillo y viajaron con frecuencia a la ciudad de México con largas listas de peticiones. En algunas ocasiones, el presidente recibía a las delegaciones de comandantes diciendo: 'Bueno muchachos, ¿qué necesitan?' A continuación, giraba órdenes de que sus ministros les ayudaran".65

Se estima que entre 1979 y 1981 el apoyo material y económico a la revolución sandinista llegó a superar los 500 millones de dólares.66 En los meses inmediatos a julio de 1979, el respaldo político mexicano se entendía como la promesa de defender como propia la causa de Nicaragua. López Portillo visitó Nicaragua en tres ocasiones, en tanto que la llegada de comandantes sandinistas a México se hizo más frecuente. En este marco, México intentaría moderar la joven revolución, dado que su carácter plural estaba en riesgo y Cuba estaba cada vez más cerca.67 Así mismo, la diplomacia mexicana se preparó para proteger al nuevo gobierno de las embestidas norteamericanas.68 Cabe tener en cuenta estos gestos, si bien este artículo ha previsto hacer un balance de la empresa mexicana en Centroamérica justo después del triunfo sandinista.

Un importante avance en la consecución de los objetivos que México se venía planteando desde principios de la década de los setenta -introducir nuevos elementos en su agenda con Estados Unidos y robustecer internamente su perfil revolucionario- fue facilitado por su involucramiento en el conflicto nicaragüense. El costo no fue alto: la reacción de Estados Unidos no fue significativa pese a las posiciones encontradas respecto al conflicto nicaragüense; el desapego a los principios de política exterior que supuso el rompimiento con el gobierno de Somoza -previamente convenido con los rebeldes- fue bien visto internamente al apoyarse en la condena a la documentada violación de los derechos humanos en Nicaragua; en la misma línea, por su sentido humanitario, el resguardo de rebeldes fugitivos en su embajada de Managua y el asilo concedido a varios miembros del Grupo de los Doce estuvieron lejos de ser cuestionados; finalmente, el apoyo material y económico, hasta donde se puede tener conocimiento, debió estar todavía muy lejos de las impresionantes estimaciones totales.69

El gobierno de López Portillo había actuado con cierta cautela en la consecución de sus objetivos, cuidando no afectar seriamente su relación con la potencia del norte. Esta no hizo sino alertar a México del riesgo que podría correr al acercarse así "a los gobiernos de izquierda en el Caribe".70 En lo general, para las autoridades mexicanas, la crisis centroamericana fue "el factor desbilaterizador ideal":

(...) Estados Unidos se vio obligado a discutir asuntos de importancia para él y para México, pero relativos a otros países, como el tipo de gobierno en Nicaragua, la situación político-militar en El Salvador, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y de éste con el gobierno sandinista, así como la posibilidad de un tratado de paz para Centroamérica. México era, al fin, un interlocutor válido para asuntos de terceros, gracias a lo cual podría ampliar su margen de independencia política frente a Estados Unidos.71

No obstante, el curso que siguió Nicaragua en cuanto a sus afinidades político-ideológicas arrojaría en poco tiempo un balance negativo para la diplomacia mexicana:

Por carecer de la fuerza militar y económica suficiente para imponer una solución, sólo pusimos en evidencia nuestra debilidad. Nicaragua estaba menos bajo la influencia de México que de Cuba y nosotros nos desgastábamos en América Central sin obtener ningún beneficio. Además, la presencia cubana en Nicaragua nos colocó a la derecha, limitando gravemente nuestro margen de acción. Las pocas concesiones que podríamos haber hecho hubieran significado cambiar de lleno la estructura de nuestra política exterior.72

Así, cuando México se preparaba para dejar su asiento en el Consejo de Seguridad de la onu, su apoyo al gobierno sandinista había disminuido notablemente. La actividad política en la subregión sería sostenida con menor vigor en la etapa final del gobierno de López Portillo y con una creciente distancia por el de Miguel de la Madrid, el cual disolvería la iniciativa mexicana respecto a Centroamérica apoyándose en un mecanismo de diplomacia regional que le permitiría compartir responsabilidades y amortiguar la confrontación de posiciones con Washington en este asunto: el Grupo de Contadora, integrado en 1983 junto con Colombia, Venezuela y Panamá.73 En lo inmediato, Contadora representaría una iniciativa de moderación de la política exterior mexicana en medio del desorden generado por la injerencia de actores ajenos a la subregión.74 Por lo que hace exclusivamente a Nicaragua, Contadora significó, de acuerdo con Ana Covarrubias,

(...) el alejamiento gradual de México del gobierno sandinista cuando éste se radicalizó y se vinculó al bloque soviético (...) De la Madrid llegó a denunciar la dependencia nicaragüense del gobierno soviético; redujo el apoyo económico al gobierno sandinista e incluso suspendió los envíos de petróleo a Nicaragua, en el marco del Acuerdo de San José. La participación del Grupo de Contadora también llevó a México a negociar ciertas posiciones y aceptar condicionamientos como el requerimiento democrático que contenía el "Acta de Contadora para la paz y la cooperación en Centroamérica", por ejemplo, lo cual podía haberse calificado como un acto de intervención, de acuerdo con la tradición mexicana sobre política exterior. México terminó por apoyar la democracia y no el cambio revolucionario en los países del istmo.75

No obstante, a mediano plazo, México generó réditos de prestigio en los niveles regional e internacional a través de Contadora. Así, y con base en la experiencia del Grupo de Contadora y su Grupo de Apoyo (Argentina, Brasil, Perú y Uruguay), sus respectivos miembros conformarían en diciembre de 1986 el Grupo de Río, un "Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política" concebido con este fin así como para la promoción de la integración económica regional. Para un acercamiento amplio, ver Mario Ojeda, Retrospección de Contadora: los esfuerzos de México para la paz en Centroamérica (1983-1985) (México: El Colegio de México, 2007).

Ciertamente, como lo observa Felícitas López, en el transfondo estaba la política estadounidense de endurecimiento hacia el área implementada por el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989),76 administración que enfrentaría la crisis centroamericana como una extensión del conflicto este-oeste -en respuesta a la actividad soviética y cubana en la zona- mediante el apoyo a movimientos contrainsurgentes y a los cuestionables regímenes políticos presentes en Guatemala, Honduras y El Salvador.77 En forma conjunta, apunta Meyer, "se propusieron frustrar los intentos del bloque socialista de establecer otra cabeza de playa en América Latina y, en segundo término, aislar y neutralizar las iniciativas políticas mexicanas".78

Ante este estrecho y explosivo escenario, México -que volvía a enfrentar una nueva crisis económica- buscó sustraerse en la medida de lo posible del mismo para volver al cauce de una política exterior menos activa.79

Conclusiones

En buena medida, la Guerra Fría podría seguir definiéndose como un diferendo prolongado, condicionado por la forma en que concluyó la guerra en Europa, que se manifestó ideológica y geopolíticamente en campos rivales dominados por dos superpotencias, lo que generó un sinnúmero de conflictos armados en los cuales nunca se enfrentaron directamente los poderes hegemónicos. Pero en igual medida se olvida que la expansión irreflexiva del conflicto a otras regiones del mundo exacerbó conflictos geopolíticos y sociales con una lógica distinta, ajena a la seguridad de las superpotencias.

Esta cuestión, menospreciada o mal llevada, puede dar al traste con cualquier versión que aspire a ser definitiva en torno al verdadero significado, objetivos y consecuencias globales de este fenómeno.

A partir de 1978, la situación política y social de Centroamérica se tornó ciertamente revolucionaria. La rigidez de los sistemas políticos, el agravamiento de la polarización económica y social, y la tensa coyuntura internacional dieron lugar a la crisis regional. El asesinato del editor liberal Pedro Joaquín Chamorro en enero de 1978 desencadenó, al menos por un tiempo, un indeclinable proceso de liberación democrática en Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional, apoyado por fuerzas externas, entre ellas la mexicana, avanzó paso a paso en la lucha armada contra la dictadura somocista, la cual sucumbió el 16 de julio de 1979.

Por su parte, la repentina y abundante riqueza petrolera puso en una posición de fuerza en la balanza internacional a un país que aspiraba a convertirse en una potencia media sobre esta base y mediante el despliegue de una política exterior activa. Ciertos ajustes de política exterior mexicana fueron imprescindibles para seguir adelante en la empresa centroamericana y evitar duras críticas, si bien pronto un nuevo balance entre fuerza e intereses determinó un nuevo reajuste respecto a la política hacia la región.


* Agradezco a Daniela Spenser y a Ricardo Valero las críticas y sugerencias realizadas a las primeras versiones de este trabajo, si bien solo yo soy responsable de su contenido.

1 Partido Revolucionario Institucional (PRI).

2 Lorenzo Meyer, "La guerra fría en el mundo periférico: el caso del régimen autoritario mexicano. La utilidad del anticomunismo discreto", Espejos de la guerra fría: México, América Central y el Caribe, coord. Daniela Spenser (México: ser / CIESAS / Editorial Porrúa, 2004) 98.

3 Como una unidad ideológica concreta, el nacionalismo revolucionario mexicano sirvió a los gobiernos priístas para resaltar los cambios benéficos en la realidad mexicana determinados por su proceso revolucionario e identificar permanentemente sus políticas con estos. Ver Francisco Zapata, Ideología y política en América Latina (México: El Colegio de México, 2001) 113-130.

4 Meyer 97-98.

5 Meyer 97. Ver también Humberto Garza Elizondo, "Fondo y forma de la política exterior de México", Una historia contemporánea de México, tomo 4, coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer (México: Océano, 2009) 298-300.

6 Historiadores e internacionalistas coinciden en señalar que el triunfo de la insurrección sandinista en Nicaragua, en julio de 1979, redimensionó a Centroamérica en la política exterior mexicana. Ver Raúl Benítez Manaut y Ricardo Córdova Macías, México en Centroamérica: expediente de documentos fundamentales 1979-1986 (México: UNAM, 1989) 30; Luis M. Herrera-Lasso, "México y la distensión internacional en el periodo 1976-1982: balance y perspectivas", Foro Internacional 24.3 (1984): 364-365; José Alfredo Galván Corona, "México y las revoluciones cubana y sandinista: un estudio comparativo de política exterior", tesis de licenciatura, México: Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México, 1985, 113; Rosario Green y René Herrera, Centroamérica en crisis (México: El Colegio de México, 1980) 2; Juan Monroy García, "La insurrección democrática en Nicaragua: conservadores, liberales y marxistas", Insurrección y democracia en el circuncaribe, ed. Ignacio Sosa (México: ccydel / UNAM, 1997) 137; Carlos Rico, México y el mundo: hacia la globalización (México: Senado de la República, 2000) 93.

7 Respecto a las políticas mexicanas de acercamiento a la región centroamericana implementadas desde la década de 1970, ver Juan José de Olloqui, La diplomacia total (México: FCE, 2001) 192-200; Mónica Toussaint Ribot, Guadalupe Rodríguez de Ita y Mario Vázquez Olivera, Vecindad y diplomacia: Centroamérica en la política exterior mexicana, 1821-1988 (México: SRE, 2001) 175-231; Felícitas López Portillo, Salvador Méndez y Laura Muñoz, Bajo el manto del libertador: relaciones de México con Colombia, Panamá y Venezuela, 18212000 (México: SRE, 2004) 196-204, 211-218.

8 Lorenzo Meyer, "Estados Unidos: de la vecindad distante a la proximidad difícil", Una historia contemporánea de México, tomo 1, coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer (México: Océano, 2003) 115-117.

9 Ver Garza 302-304, René Herrera y Mario Ojeda, La política de México hacia Centroamérica, 1979-1982 (México: El Colegio de México, 1983) 9-11 y Jorge Castañeda, México y el orden internacional (México: El Colegio de México, 1956) 10-20.

10 López, Méndez y Muñoz 196. Ver también Rico 20.

11 Toussaint, Rodríguez y Vázquez 175-180; Rico 51.

12 Ver Rico 33-67.

13 Jorge Castañeda, "En busca de una posición ante Estados Unidos", Foro Internacional 19.2 (1978): 293.

14 Ana Covarrubias Velasco, "La política exterior de México hacia América Latina", Una historia contemporánea de México, tomo 4, coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer (México: Océano, 2009) 361-363.

15 Ver Carlos Sabino, Guatemala: la historia silenciada, tomo 2 (Guatemala: FCE, 2008) 242-243, Gilles Bataillon, Génesis de las guerras intestinas en América Central (México: FCE, 2008) 162-164, Luis Méndez Asensio, Contadora: las cuentas de la diplomacia (México: Plaza y Janés, 1987) 15-149 y Rico 92-93.

16 Ver Mario Ojeda, México: el surgimiento de una política exterior activa (México: Secretaría de Educación Pública, 1986); Olloqui 19 y 193.

17 Estas directrices se reconocen tradicional y retóricamente como principios de trato internacional derivados de la llamada "doctrina Carranza" -resolución pacífica de la controversias, no-intervención y autodeterminación-, un cuerpo doctrinal y discursivo que sería complementado en 1930 con la "doctrina Estrada", contraria a un reconocimiento internacional condicionado, con el que los gobiernos mexicanos han buscado encauzar sus relaciones con las potencias mundiales, particularmente con la estadounidense. Ver Ana Covarrubias Velasco "Revolución, nacionalismo y política exterior", Homenaje a Rafael Segovia, coord. Fernando Serrano Migallón (México: El Colegio de México, 1998) 329-344, Bernardo Sepúlveda Amor, "Objetivos e intereses de la política exterior mexicana", México ante el fin de la guerra fría, comp. Ilán Bizberg (México: El Colegio de México, 1998) 49-76 y Antonio Carrillo Flores, "La política exterior de México", Foro Internacional 6.3 (1966): 233-237.

18 Sabino 246-248.

19 Humberto Garza Elizondo, "La ostpolitik de México: 1977-1982", Foro Internacional 24.3 (1984): 349. Las causas internas que dieron lugar a los diversos conflictos armados centroamericanos son estudiadas por Bataillon.

20 Lorenzo Meyer, "La visión general", Una historia contemporánea de México, tomo 1, coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer (México: Océano, 2003) 19.

21 Meyer, "Estados Unidos..." 126.

22 Meyer, "Estados Unidos..." 127.

23 Toussaint, Rodríguez y Vázquez 12.

24 Toussaint, Rodríguez y Vázquez 12; ver también Rico 92-93.

25 Comunicador fue el término empleado por el presidente López Portillo en una conferencia de prensa que concedió a los columnistas del The New York Times, Flora Lewis y Alan Riding, el 23 de septiembre de 1981. La entrevista en Benítez y Córdova 46-49.

26 Toussaint, Rodríguez y Vázquez 13. Ver también Olga Pellicer, "Mexico in Central America: The Difficult Exercise of Regional Power", The Future of Central America, eds. Richard R. Fagen y Olga Pellicer (Stanford: Stanford University Press, 1983) 119-133.

27 Ver el análisis que hace Ana Covarrubias sobre este entendido carácter progresista de la política exterior de México. Covarrubias "La política..." 363.

28 Mireya Tinoco Villa, "Política exterior de México hacia Nicaragua durante el gobierno de López Portillo, 1976-1982", tesis de maestría, Morelia: Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana, 2009, 107.

29 Como consecuencia de la disminución árabe (opep) en su producción de crudo, en represalia al apoyo concedido por Estados Unidos, Europa Occidental y Japón a Israel en la guerra de Yom Kippur, el barril de petróleo, que en 1970 no superaba el valor de 3 dólares, superó los 40. El alza del precio del crudo en el mercado internacional supuso el aumento de reservas en divisas e ingresos fiscales. En 1976, las exportaciones mexicanas de petróleo y derivados alcanzaron 557 millones de dólares, mientras que en 1980 representaron 9,500 millones de dólares. Meyer, "Estados Unidos..." 122-123. Ver también Tinoco 172-173.

30 "El diario La Prensa -informaba el Encargado de Negocios a. I. de México en Managua- ha llevado a cabo una campaña en contra del Presidente de la República, de su familia y de su gobierno, a través de la cual puede verse no sólo su oposición al régimen sino la saña con que los ataca así como su falta de respeto a la misma opinión pública, ya que tiene por costumbre hacerlo de motu propio y aceptando para su publicación tanto cartas de particulares como de periodistas y escritores extranjeros que del todo serían inaceptables en cualquier diario de otro país. Este periódico podría considerarse casi como una publicación subversiva pues siempre ha tendido a alterar el orden público con sus artículos, editoriales y noticias diarias". Juan Cortés Osnaya al Secretario de Relaciones Exteriores, Managua, 24 de febrero de 1978. Archivo Histórico "Genaro Estrada" de la Secretaría de Relaciones Exteriores, México D. F. (ahsrem), México D. F., exp. III-3340-3, f. 4.

31 Benítez y Córdova 13.

32 A partir de este momento, el PRI actuaría como instrumento adicional para apoyar a la revolución sandinista. Galván 133.

33 La validez de esta información periodística descansa en el hecho de que sigue sin ser contradicha o refutada. Alan Riding, Vecinos distantes: un retrato de los mexicanos (México: Joaquín Mortiz-Planeta, 1985) 417. Ver también Jorge Castañeda, "¿Qué hacemos en Centroamérica?", Nexos 8.94 (1985): 19-25.

34 A principios de marzo de 1978, nueve personas perseguidas estaban asiladas en la embajada de México en Managua. "Telegrama núm. 99", Managua, 9 de marzo de 1978. ahsrem, México, exp. III-3340-3. Igualmente se les concedió asilo en México a algunos miembros de la familia Chamorro. Ver "Telegrama núm. 171", Managua, 12 de mayo de 1978. ahsrem, México, exp. III-3340-3 y "Telegrama núm. 181", Managua, 30 de mayo de 1978. ahsrem, México, exp. iii3340-3.

35 Tinoco 170-172. Ver también Galván 129.

36 Ver Jorge Castañeda, "¿Qué..." 21 y Riding 417.

37 Ver "Correograma núm. 441", Managua, 18 de diciembre de 1978. ahsrem, México, exp. III-3340-3. En este se transcribe parte de una entrevista realizada por el periodista mexicano Pedro Meyer -El Heraldo y Unomásuno- a Somoza Debayle.

38 Riding 417.

39 Los medios de difusión se habían encargado de propagar una imagen positiva de la revolución sandinista. Galván 123. Ver también Toussaint, Rodríguez y Vázquez 200-201.

40 Ver "Covarrubias "La política..." 368 y Méndez 19.

41 Riding 417.

42 El anuncio del rompimiento en Benítez y Córdova 33-34.

43 Un extracto del tercer informe de gobierno del presidente López Portillo (septiembre de 1979) a este propósito en Benítez y Córdova 38.

44 Este comunicado conjunto, hecho en el marco de la guerra civil en El Salvador, subrayaba la importancia política de los frentes Farabundo Martí y Frente Democrático, a fin de que fueran considerados "una fuerza política representativa", con la cual se podía negociar la pacificación de ese país. El comunicado también fue objeto de disgusto regional entre los gobiernos que apoyaban al gobierno salvadoreño de José Napoleón Duarte. La Declaración de Caracas promovida por Venezuela y Colombia, y respaldada por Argentina, Bolivia, Chile, Guatemala, Honduras, Paraguay y República Dominicana, rechazaba la intromisión de México y Francia en los asuntos de El Salvador. Ver Covarrubias "La política..." 367, 370-372 y Rico 94-97.

45 Ver Covarrubias "La política..." 365, Galván 123-127 y Tinoco 176-177.

46 Ver Sabino 244-246 y Bataillon 174.

47 Galván 130.

48 Toussaint, Rodríguez y Vázquez 13.

49 Tomado de Riding 415.

50 México se presentó como un "candidato de compromiso" ante el empate de Cuba y Colombia en las votaciones para designar este asiento. Rico 104.

51 Ver Claude Heller, "México y el Consejo de Seguridad", México en las Naciones Unidas, ed. Secretaría de Relaciones Exteriores (México: SRE, 1986) 245-261.

52 Secretaría de Relaciones Exteriores, Testimonios de 40 años de presencia de México en las Naciones Unidas (México: SRE, 1985) 26.

53 Ver Rico 104-105.

54 Ver Víctor L. Urquidi, Otro siglo perdido: las políticas de desarrollo en América Latina 1930-2005 (México: El Colegio de México / FCE, 2005) 318-319.

55 Citado en Mario Ojeda, Las relaciones de México con los países de América Central (México: El Colegio de México, 1985) 19.

56 Galván 105.

57 A la fecha, esta afirmación no ha llegado a confirmarse, pero está presente en gran parte de la historiografía consultada. Jorge Castañeda apunta al respecto: "según ciertas versiones López Portillo mandó abundantes pertrechos al Frente Sandinista del sur". Castañeda, "¿Qué..." 21.

58 Meyer, "Estados Unidos..." 125-126.

59 La intervención íntegra de Jorge Castañeda en Benítez y Córdova 35-38.

60 Galván 132-133.

61 Sabino 245.

62 Como dato curioso, López Portillo, que había empezado su carrera como profesor universitario, fue autor del nada malo y poco conocido libro Quetzalcóatl. De allí que se le ocurriera bautizar a los Boeing 727 puestos a su servicio como "Quetzalcóatl I" y "Quetzalcóatl II".

63 Ver el informe de Horacio Labastida "Notas de Nicaragua", Managua, 11 de septiembre de 1979. ahsrem, México, exp. III-3379-I (II) y la nota adjunta número dos al "Informe Reservado núm. 178" enviado por el embajador en Nicaragua, Horacio Labastida, al Sub Secretario de Relaciones Exteriores de México, Alfonso Rosenzweig, Managua, 11 de octubre de 1979. ahsrem, México, exp. III-3379-I (II).

64 Citado por Gabriel Rosenzweig Pichardo, "La política hacia Centroamérica entre 1960 y 1982", tesis de licenciatura, México: Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México, 1982, 105.

65 Riding 418.

66 La investigación de Ana Covarrubias es la más precisa al respecto: "el gobierno de López Portillo otorgó ayuda material y económica en grandes cantidades al gobierno sandinista, entre la que destaca el petróleo vendido en el marco del Acuerdo de San José de 1980. El gobierno mexicano también (...) contribuyó con 31.7% del total de líneas de crédito para Nicaragua y proporcionó ayuda por un total de 133,8 millones de dólares durante los primeros treinta meses del sandinismo en el poder. De acuerdo con el Secretariado General de la onu, México hizo donaciones en efectivo y en especie por un total de 39.509.369 dólares, o 21% del total de las donaciones recibidas por Nicaragua entre 1979 y 1981". Cavarrobias "La política..." 365. Por el Acuerdo de San José, firmado en Costa Rica el 3 de agosto de 1980, México y Venezuela, asumieron el compromiso de destinar 80 mil barriles de petróleo diarios a países centroamericanos y del Caribe con facilidades de crédito. Meyer "Estados Unidos..." 128.

67 Ver Richard Gott, Cuba: A New History (New Haven / London: Yale University Press, 2004) 271-272 y Covarrubias "La política..." 368.

68 Toussaint, Rodríguez y Vázquez 206; Tinoco 166-167.

69 Ver la nota 66.

70 Castañeda, "¿Qué..." 20.

71 Toussaint, Rodríguez y Vázquez 198.

72 Olloqui 204-205.

73 Covarrubias "La política..." 366-369.

75 Covarrubias "La política..." 369. Ver la nota 66.

76 López, Méndez y Muñoz 216.

77 Meyer "Estados Unidos..." 127.

78 Meyer "Estados Unidos..." 128.

79 Galván 160.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Archivos

Archivo Histórico "Genaro Estrada" de la Secretaría de Relaciones Exteriores, México D. F.

II. Fuentes secundarias

Libros y artículos

Bataillon, Gilles. Génesis de las guerras intestinas en América Central. México: FCE, 2008.

Benítez Manaut, Raúl y Ricardo Córdova Macías. México en Centroamérica: expediente de documentos fundamentales 1979-1986. México: UNAM, 1989.

Carrillo Flores, Antonio. "La política exterior de México". Foro Internacional 6.3 (1966).

Castañeda, Jorge. "¿Qué hacemos en Centroamérica?". Nexos 8.94 (1985).

Castañeda, Jorge. "En busca de una posición ante Estados Unidos". Foro Internacional 19.2 (1978).

Castañeda, Jorge. México y el orden internacional. México: El Colegio de México, 1956.

Covarrubias Velasco, Ana. "La política exterior de México hacia América Latina". Una historia contemporánea de México. Tomo 4. Coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer. México: Océano, 2009.

Covarrubias Velasco, Ana. "Revolución, nacionalismo y política exterior". Homenaje a Rafael Segovia. Coord. Fernando Serrano Migallón. México: El Colegio de México, 1998.

Galván Corona, José Alfredo. "México y las revoluciones cubana y sandinista: un estudio comparativo de política exterior". Tesis de licenciatura. México: Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México, 1985.

Garza Elizondo, Humberto. "Fondo y forma de la política exterior de México", Una historia contemporánea de México. Tomo 4. Coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer. México: Océano, 2009.

Garza Elizondo, Humberto. "La ostpolitik de México: 1977-1982". Foro Internacional 24.3 (1984).

Gott, Richard. Cuba: A New History. New Haven / London: Yale University Press, 2004.

Green, Rosario y René Herrera. Centroamérica en crisis. México: El Colegio de México, 1980.

Heller, Claude. "México y el Consejo de Seguridad". México en las Naciones Unidas. México: SRE, 1986.

Herrera, René y Mario Ojeda. La política de México hacia Centroamérica, 1979-1982. México: El Colegio de México, 1983.

Herrera-Lasso, Luis M. "México y la distensión internacional en el periodo 1976-1982: balance y perspectivas". Foro Internacional 24.3 (1984).

López Portillo, Felícitas; Salvador Méndez y Laura Muñoz. Bajo el manto del libertador: relaciones de México con Colombia, Panamá y Venezuela, 1821-2000. México: SRE, 2004.

Méndez Asensio, Luis. Contadora: las cuentas de la diplomacia. México: Plaza y Janés, 1987.

Meyer, Lorenzo. "Estados Unidos: de la vecindad distante a la proximidad difícil". Una historia contemporánea de México. Tomo 1. Coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer. México: Océano, 2003.

Meyer, Lorenzo. "La guerra fría en el mundo periférico: el caso del régimen autoritario mexicano. La utilidad del anticomunismo discreto". Espejos de la guerra fría: México, América Central y el Caribe. Coord. Daniela Spenser. México: SER / CIESAS / Editorial Porrúa, 2004.

Meyer, Lorenzo. "La visión general". Una historia contemporánea de México. Tomo 1. Coords. Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer. México: Océano, 2003.

Monroy García, Juan. "La insurrección democrática en Nicaragua: conservadores, liberales y marxistas". Insurrección y democracia en el circuncaribe. Ed. Ignacio Sosa. México: CCYDEL / UNAM, 1997.

Ojeda, Mario. Las relaciones de México con los países de América Central. México: El Colegio de México, 1985.

Ojeda, Mario. México: el surgimiento de una política exterior activa. México: Secretaría de Educación Pública, 1986.

Ojeda, Mario. Retrospección de Contadora: los esfuerzos de México para la paz en Centroamérica (1983-1985). México: El Colegio de México, 2007.

Olloqui, Juan José de. La diplomacia total. México: FCE, 2001.

Pellicer, Olga. "Mexico in Central America: The Difficult Exercise of Regional Power". The Future of Central America. Eds. Richard R. Fagen y Olga Pellicer. Stanford: Stanford University Press, 1983.

Rico, Carlos. México y el mundo: hacia la globalización. México: Senado de la República, 2000.

Riding, Alan. Vecinos distantes: un retrato de los mexicanos. México: Joaquín Mortiz-Planeta, 1985.

Rosenzweig Pichardo, Gabriel. "La política hacia Centroamérica entre 1960 y 1982". Tesis de licenciatura. México: Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México, 1982.

Sabino, Carlos. Guatemala: la historia silenciada. Tomo 2. Guatemala: FCE, 2008.

Secretaría de Relaciones Exteriores. Testimonios de 40 años de presencia de México en las Naciones Unidas. México: SRE, 1985.

Sepúlveda Amor, Bernardo. "Objetivos e intereses de la política exterior mexicana". México ante el fin de la guerra fría. Comp. Ilán Bizberg. México: El Colegio de México, 1998.

Tinoco Villa, Mireya. "Política exterior de México hacia Nicaragua durante el gobierno de López Portillo, 1976-1982". Tesis de maestría. Morelia: Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana, 2009.

Toussaint Ribot, Mónica; Guadalupe Rodríguez de Ita y Mario Vázquez Olivera. Vecindad y diplomacia: Centroamérica en la política exterior mexicana, 1821-1988. México: SRE, 2001.

Urquidi, Víctor L. Otro siglo perdido: las políticas de desarrollo en América Latina 1930-2005. México: El Colegio de México / FCE, 2005.

Zapata, Francisco. Ideología y política en América Latina. México: El Colegio de México, 2001.