Después del Informe de la Comisión de la Verdad: reflexiones para la formación odontológica y de la salud en general
El pasado 28 de junio del presente año, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, en adelante CEV, presentó su informe final titulado: “Hay Futuro si hay Verdad”. La CEV es un ente autónomo, vinculado al Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, resultante del Acuerdo de Paz (AF) suscrito por el Estado colombiano y la antigua guerrilla de las FARC-EP en 2016.
El mencionado informe es el resultado de un trabajo sostenido, de más de cuatro años, y es el más sistemático y exhaustivo esfuerzo colectivo por comprender en profundidad las complejidades del conflicto armado en el país, un conflicto que se ha prolongado por cerca de seis décadas y que ha dejado, según cálculos de la misma CEV, cerca de 450.000 muertes en el periodo comprendido entre 1985 y 2018.
A esa macabra contabilidad, se suman las graves afectaciones a la existencia, a la salud física y mental, a los DDHH, los cientos de familias destrozadas, los desaparecidos y sus parientes demandantes de verdad, los niños y niñas inexcusablemente damnificados, los daños al ambiente, las discapacidades permanentes y las huellas del sufrimiento y desconfianza que nos han perturbado como sociedad generación tras generación, modelando nuestra manera de ser y de estar sobre este territorio.
El presidente de la CEV, el padre Francisco de Roux, ha señalado que lo acontecido en Colombia en el marco del conflicto armado, no fue una guerra civil, sino una “guerra contra los civiles” (1). La instrumentalización de las poblaciones, la subordinación de sus proyectos de vida, la gestión militar del territorio, el desplazamiento forzado, etc., han generado impactos diferenciales, intergeneracionales y diferidos en el tiempo.
Sin embargo, con las voces de las víctimas que llegan a 9 millones (2), con las organizaciones de la sociedad civil y el movimiento social, con los pueblos indígenas, afrodescendientes, las mujeres, los campesinos, los niños, niñas y jóvenes, con las comunidades de orientación sexual diversa, con los históricamente excluidos etc., se han tejido también las resistencias y con ellas las enseñanzas de vida que deja la guerra. La capacidad de resistir re - existiendo en medio del conflicto, de fortalecer las solidaridades y los compromisos vitales con los otros congéneres y con los territorios, son también parte del legado que queda documentado en el Informe y que debe interpelarnos a cada uno de nosotros y nosotras.
De otra parte, el reconocimiento de las víctimas, su reparación integral, las políticas de memoria y verdad, el replanteamiento en la gestión del problema del narcotráfico, una nueva visión de la seguridad centrada en la protección de la persona y no en el enemigo interno, la exclusión de las armas de la política, fortalecer la justicia, garantizar el ejercicio de los derechos de extensas capas de la población históricamente excluida, y cumplir a cabalidad con los Acuerdos de la Habana (AF), son entre otras, las recomendaciones encaminadas a afectar los mecanismos de persistencia y degradación del conflicto armado. Se trata de transformaciones estructurales del Estado y la sociedad en varios aspectos, que deben ser el resultado de un diálogo social y democrático, pero también de la pedagogía y la movilización de la sociedad.
El Informe no es vinculante, en el sentido que de él no se desprenden acciones judiciales, pero es evidente que se constituye en un referente moral y ético ineludible, en el camino de la construcción de una paz duradera, necesariamente basada en una nueva convivencia posible, en la reconciliación y la afectación profunda no sólo de las causas que llevaron a esta sociedad a tramitar sus diferencias a través de las lógicas de la guerra, sino a la degradación de la misma. Comprender lo innombrable de la guerra para construir una paz “grande” es la tarea que tenemos por delante.
El hecho fundamental es que el Informe está inspirado en la necesidad de estimular una praxis social volcada hacia una nueva convivencia; no invita a la retaliación, pero tampoco al olvido, dilucida y señala a los determinadores de la guerra, los mensura, los proporciona en términos de sus impactos deletéreos y criminales, pero llama a la reconciliación. Las cerca de 13.000 entrevistas, entre individuales y grupales, los cientos de encuentros colectivos, los rituales de perdón necesarios para exorcizar y sanar las heridas de la guerra, la producción artística y creativa que convocó esta travesía por las huellas mudas que deja la guerra, permitieron que esta empresa cultural, política y pedagógica por la paz se pudiera materializar. En sí mismo, el proceso desencadenado por la CEV debe ser reconocido como un ejercicio de sanación, que por supuesto no termina con el Informe del 28 de junio.
Por el contrario, la pregunta queda instalada en nosotros. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacer ahora? Esas preguntas nos inquietan y deben potenciarnos al mismo tiempo, primero como ciudadanos y ciudadanas, y luego como profesionales del cuidado de la salud y la vida, horizonte que da sentido a nuestra práctica educativa y profesional, como odontólogos. Ante el imperativo moral y ético de impedir que se repita la barbarie, es necesario interpelar el lugar que ocupamos en la sociedad y la forma como lo ocupamos.
A la manera de Adorno, en tiempos del Informe de la CEV, urge a las profesiones de la salud y del cuidado de la vida, reconstruirnos bajo una nueva sensibilidad, que solo es posible en el encuentro y el reconocimiento de la corporeidad del otro/otra/otre, de su dolor, de su sufrimiento, pero también, de su capacidad de existir y re - existir en medio de las dificultades y adversidades; de afirmar su existencia, su salud y la vida, a pesar de los tiempos. Se trata de un encuentro capaz de vislumbrar al otro “viviente” (usando el término usado por George Canguilhem), bajo un valor contrario a los principios heredados de la Ilustración, que se propone armonizar sensibilidad y entendimiento (senti-pensante, sería el término preciso de Orlando Fals Borda), potente unidad dialéctica que, desde luego, nos debe transformar en agentes de paz, del cuidado de la salud y de la vida. Es este el desafío de los tiempos presentes, después del Informe de la CEV.
Después del Informe de la Comisión de la Verdad: reflexiones para la formación odontológica y de la salud en general
El pasado 28 de junio del presente año, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, en adelante CEV, presentó su informe final titulado: “Hay Futuro si hay Verdad”. La CEV es un ente autónomo, vinculado al Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, resultante del Acuerdo de Paz (AF) suscrito por el Estado colombiano y la antigua guerrilla de las FARC-EP en 2016.
El mencionado informe es el resultado de un trabajo sostenido, de más de cuatro años, y es el más sistemático y exhaustivo esfuerzo colectivo por comprender en profundidad las complejidades del conflicto armado en el país, un conflicto que se ha prolongado por cerca de seis décadas y que ha dejado, según cálculos de la misma CEV, cerca de 450.000 muertes en el periodo comprendido entre 1985 y 2018.
A esa macabra contabilidad, se suman las graves afectaciones a la existencia, a la salud física y mental, a los DDHH, los cientos de familias destrozadas, los desaparecidos y sus parientes demandantes de verdad, los niños y niñas inexcusablemente damnificados, los daños al ambiente, las discapacidades permanentes y las huellas del sufrimiento y desconfianza que nos han perturbado como sociedad generación tras generación, modelando nuestra manera de ser y de estar sobre este territorio.
El presidente de la CEV, el padre Francisco de Roux, ha señalado que lo acontecido en Colombia en el marco del conflicto armado, no fue una guerra civil, sino una “guerra contra los civiles” (1). La instrumentalización de las poblaciones, la subordinación de sus proyectos de vida, la gestión militar del territorio, el desplazamiento forzado, etc., han generado impactos diferenciales, intergeneracionales y diferidos en el tiempo.
Sin embargo, con las voces de las víctimas que llegan a 9 millones (2), con las organizaciones de la sociedad civil y el movimiento social, con los pueblos indígenas, afrodescendientes, las mujeres, los campesinos, los niños, niñas y jóvenes, con las comunidades de orientación sexual diversa, con los históricamente excluidos etc., se han tejido también las resistencias y con ellas las enseñanzas de vida que deja la guerra. La capacidad de resistir re - existiendo en medio del conflicto, de fortalecer las solidaridades y los compromisos vitales con los otros congéneres y con los territorios, son también parte del legado que queda documentado en el Informe y que debe interpelarnos a cada uno de nosotros y nosotras.
De otra parte, el reconocimiento de las víctimas, su reparación integral, las políticas de memoria y verdad, el replanteamiento en la gestión del problema del narcotráfico, una nueva visión de la seguridad centrada en la protección de la persona y no en el enemigo interno, la exclusión de las armas de la política, fortalecer la justicia, garantizar el ejercicio de los derechos de extensas capas de la población históricamente excluida, y cumplir a cabalidad con los Acuerdos de la Habana (AF), son entre otras, las recomendaciones encaminadas a afectar los mecanismos de persistencia y degradación del conflicto armado. Se trata de transformaciones estructurales del Estado y la sociedad en varios aspectos, que deben ser el resultado de un diálogo social y democrático, pero también de la pedagogía y la movilización de la sociedad.
El Informe no es vinculante, en el sentido que de él no se desprenden acciones judiciales, pero es evidente que se constituye en un referente moral y ético ineludible, en el camino de la construcción de una paz duradera, necesariamente basada en una nueva convivencia posible, en la reconciliación y la afectación profunda no sólo de las causas que llevaron a esta sociedad a tramitar sus diferencias a través de las lógicas de la guerra, sino a la degradación de la misma. Comprender lo innombrable de la guerra para construir una paz “grande” es la tarea que tenemos por delante.
El hecho fundamental es que el Informe está inspirado en la necesidad de estimular una praxis social volcada hacia una nueva convivencia; no invita a la retaliación, pero tampoco al olvido, dilucida y señala a los determinadores de la guerra, los mensura, los proporciona en términos de sus impactos deletéreos y criminales, pero llama a la reconciliación. Las cerca de 13.000 entrevistas, entre individuales y grupales, los cientos de encuentros colectivos, los rituales de perdón necesarios para exorcizar y sanar las heridas de la guerra, la producción artística y creativa que convocó esta travesía por las huellas mudas que deja la guerra, permitieron que esta empresa cultural, política y pedagógica por la paz se pudiera materializar. En sí mismo, el proceso desencadenado por la CEV debe ser reconocido como un ejercicio de sanación, que por supuesto no termina con el Informe del 28 de junio.
Por el contrario, la pregunta queda instalada en nosotros. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacer ahora? Esas preguntas nos inquietan y deben potenciarnos al mismo tiempo, primero como ciudadanos y ciudadanas, y luego como profesionales del cuidado de la salud y la vida, horizonte que da sentido a nuestra práctica educativa y profesional, como odontólogos. Ante el imperativo moral y ético de impedir que se repita la barbarie, es necesario interpelar el lugar que ocupamos en la sociedad y la forma como lo ocupamos.
A la manera de Adorno, en tiempos del Informe de la CEV, urge a las profesiones de la salud y del cuidado de la vida, reconstruirnos bajo una nueva sensibilidad, que solo es posible en el encuentro y el reconocimiento de la corporeidad del otro/otra/otre, de su dolor, de su sufrimiento, pero también, de su capacidad de existir y re - existir en medio de las dificultades y adversidades; de afirmar su existencia, su salud y la vida, a pesar de los tiempos. Se trata de un encuentro capaz de vislumbrar al otro “viviente” (usando el término usado por George Canguilhem), bajo un valor contrario a los principios heredados de la Ilustración, que se propone armonizar sensibilidad y entendimiento (senti-pensante, sería el término preciso de Orlando Fals Borda), potente unidad dialéctica que, desde luego, nos debe transformar en agentes de paz, del cuidado de la salud y de la vida. Es este el desafío de los tiempos presentes, después del Informe de la CEV.
Referencias
Referencias
Semana. En Colombia han muerto cuatro veces más personas que en la guerra de Ucrania”: De Roux ante la Corte Suprema. [fecha de consulta: 12 de julio de 2022]. Disponible en: https://www.semana.com/confidenciales/articulo/en-colombia-han-muerto-cuatro-veces-mas-personas-que-en-la-guerra-de-ucrania-de-roux-ante-la-corte-suprema/202224/
CEV. Informe final “Hay Futuro si hay Verdad”. Bogotá: CEV; 2022: 774. Disponible en: https://www.comisiondelaverdad.co/sites/default/files/descargables/2022-07/Informe%20final%20Sufrir%20la%20guerra%20impactos.pdf
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