Posibilidades de Acción
Politíca no Violenta en Sociedades Fragmentadas por Múltiples Conflictos:
A Propósito del Caso Colombiano
Likelyhood of non-violent political action in societies
fragmented by multiple conflicts: on the colombian case
Freddy Cante
Doctor en Ciencias Económicas
de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor principal de la Facultad
de Ciencia Política y de Gobierno de la Universidad del Rosario, e
integrante del Observatorio de Redes y Acción Colectiva del CEPI de
la misma universidad.
RESUMEN
Existen sociedades
fragmentadas por múltiples conflictos, cercanas a la guerra de todos
contra todos, marcadas por relaciones sociales autoritarias y violentas,
con un débil Estado nación y una propensión de algunos gobernantes
a la criminalidad y al autoritarismo, y la presencia de tiranías fragmentarias
(señores de la guerra, guerrillas, y mafias). Semejante ambiente hace
en extremo difícil la opción de la noviolencia. Este tema se analiza
en seis secciones: 1) planteamiento del problema; 2)
discusión sobre la fragmentación y el disenso en la democracia y en
la acción colectiva; 3) relación entre acción política noviolenta
y democracia; 4) síntesis de la situación en Colombia; 5) algunas
posibilidades para la acción noviolenta en el país, que resulten apropiadas
para luchar contra actores violentos y autoritarios estatales y no estatales.
Palabras clave: no violencia, democracia, sociedad, Colombia.
SUMMARY
There are societies fragmented by multiple conflicts, close to war of all against all, characterized by authoritative
and violent social relations, with a weak State nation and the propensity of some rulers to criminality and
authoritarianism, and the presence of fragmentary tyrannies (warlords, guerrilla groups, and mafia). Such environment
makes extremely difficult the adoption of nonviolent ways. This topic is analyzed in six sections: 1) proposal of the
problem; 2) discussion on fragmentation and dissent in democracy and collective action; 3) relationship between
non-violent political action and democracy; 4) synthesis of the Colombian situation; 5) some possibilities for the
non-violent action in the country, ones proving to be adequate for fighting against violent and authoritatian state
and non-state actors.
Key words: No violence, democracy, society, Colombia.
"…
¡Hijo de dieciséis años, despoja al viejo cojitranco de tu padre
de su muleta aforrada y sírvete de ella para saltarle los sesos!
¡Que la piedad, el temor, la religión hacia los dioses, la paz, la
justicia, la verdad, el respeto de la familia, el descanso de las noches,
las relaciones de vecindad, la instrucción y los modales, los cultos,
los oficios, las jerarquías, las tradiciones, las costumbres y las
leyes, se desvíen en las contrarias anarquías, y reine la confusión!
…! ¡Que el aliento infecte al aliento, para que su sociedad, como
su amistad, no sea más que veneno!"
William Shakespeare,
Timón de Atenas
De la misma manera que
es un déspota en su hogar y descarga sobre su hijo todo el terror que
él experimenta desde la más tierna infancia ante su propio padres;
del mismo modo que en su fábrica trata a gritos a sus obreros y aprueba
el que un soldado de la guardia apostado a la puerta de la casa del
gobernador dispare sobre un proletario adolescente que no ha querido
"circular", Diederich se inclina ante quien aparece ante sus ojos
como superior, bien sea por el poder de sus riquezas, por su
"sabiduría" … obedecer e inclinarse ante los poderosos, humillar
a los humildes y desvalidos: los proletos, los enfermos, las mujeres,
he ahí el programa reactivo del autoritario.
Rubén Jaramillo Vélez.
(1984)(1)
"Una de las cosas
que algunos aprendimos fue que para entender el poder autoritario no
bastaba… concentrarse en los grandes procesos políticos. Sobre todo
en situaciones represivas tan agudas, en las que los miedos se alimentaban
de una constante incertidumbre acerca de quién y por qué
sería la próxima víctima, uno aprende, con rabia impotente, que se
sueltan los lobos: los pequeños déspotas que hay entre nosotros, los
que en contextos sociales menos brutales tienen que reprimir su voluntad
de reprimir a otros, obtienen desde el Estado apoyo ideológico y amplio
permiso para ejercer sus microdespotismos. Esto se vio en lugares de
trabajo, en escuelas, en la cotidianidad de la calle y en muchos otros
espacios donde, según los gobernantes y los microdéspotas, había
tantos "infectados por la subversión" que debían ser eliminados
o, al menos, "puestos en su lugar"."
Guillermo O'Donnell,
Contrapuntos
INTRODUCCIÓN
En algunos lugares del
mundo, las relaciones sociales - aún las más íntimas y personales -
tienen un carácter marcadamente autoritario y violento. Estos
conflictos al interior de la sociedad se retroalimentan con la débil
presencia del Estado y la peligrosa propensión de algunos gobernantes
al autoritarismo y al crimen, y con la proliferación de gobiernos ilegales
locales (mafias, señores de la guerra, guerrillas que venden servicios
de justicia como si este fuese un bien posicional). Como Albert Hirschman
(1995) lo había sugerido, estos conflictos podrían catalogarse como
explosivos y desintegradores pues fragmentan a la sociedad, y como lo
advertiría Jon Elster (1989), hacen en extremo difícil la cooperación
social. Aunque en semejante escenario la vida continúa en gran parte
siendo breve, brutal, sucia y desagradable, persisten algunos resquicios
de cohesión social y algunas posibilidades para generar acciones noviolentas.
- ¿Durmiendo con el enemigo?
- La mayor parte de las experiencias
(y también de los estudios empíricos y exploraciones teóricas) en
materia de acción política noviolenta, ha estado enfocada en tres
tipos de acciones colectivas contenciosas que, además, no son conjuntos
mutuamente excluyentes. Estas, según el énfasis de la lucha, han estado
enfocadas principalmente: contra actores estatales nacionales (en particular
contra dictadores), como los casos de Irán (1978-79), Filipinas
(1983-86), Yugoslavia (2000); contra actores estatales internacionales
(en particular imperios expansionistas), como los casos de India (1919-1947)
y Polonia (1980-1989); y contra actores estatales que actúan en coalición
con algún sector privilegiado de la sociedad, como los casos de la
lucha por los derechos de los negros liderados por M. L. King en los
años sesenta, y la lucha contra el Apartheid en Sudáfrica (1983-1990)
liderada por N. Mandela y D. Tutu.
- En la medida en que no existen
bienes públicos puros (caracterizados por ínfimos o inexistentes niveles
de rivalidad y exclusión), no hay acciones colectivas exentas de conflictos
y que beneficien a toda la sociedad. Por lo general, los bienes colectivos
se ubican en una zona gris e intermedia entre los bienes públicos y
los bienes privados (estos últimos con elevados niveles de exclusión
y rivalidad que, sin embargo, están propensos a externalidades negativas
y positivas). En nuestro mundo hay bienes públicos impuros (con ínfimos
niveles de exclusión y gran rivalidad), bienes club (con altos niveles
de exclusión y poca rivalidad), y recursos comunes locales y globales
(propensos a la tragedia de la escasez) (Cárdenas, 2009; Cornes &
Sandler, 1986; Schelling, 1978). Las acciones colectivas tienden a ser
más contenciosas debido a los mayores grados de impurezas, de congestión
y de tragedia de los bienes colectivos (Cante, 2006). Una acción colectiva
contenciosa existe porque un grupo social tiene rivalidad con otra colectividad,
a tal punto que lo que para unos constituye un "bien" para otros
equivale a un "mal". Al referirse a la lógica del conflicto entre
grupos, R. Hardin (1997) mostró que hay exitosas acciones colectivas
(contenciosas) donde la prosperidad de un grupo social se produce gracias
a la desgracia de su antagonista: por ejemplo el éxito de la acción
colectiva de una raza, religión o nación, se logra muchas veces destruyendo
a colectividades antagonistas (minorías raciales o religiosas, inmigrantes,
naciones enemigas, etc.).
- Las acciones colectivas mencionadas
en el punto (1.1.) son populares (contrarias a las elites gobernantes);
contenciosas (suelen ocurrir por fuera de los canales institucionalizados
de política pública y afectan intereses importantes de otros grupos
de presión); y son generalizadas (con masiva participación social),
y por tanto se ajustan a las movilizaciones sociales explicadas por
Tarrow (1998). Algunas de sus principales características son: a)
han estado enfocadas contra actores estatales (nacionales o extranjeros)
y sectores privilegiados de la sociedad, los cuales constituyen minorías
organizadas a quienes se atribuye la responsabilidad por el malestar
que sufre la sociedad; b) los males sufridos por la sociedad son de
extrema gravedad (alcanzan niveles inusuales de violencia, explotación
y corrupción) y son de carácter extraordinario (contrastan con una
historia de relativa normalidad); c) toda la sociedad o gran parte de
ella resulta afectada significativamente por tales males y, además,
se puede diferenciar nítidamente de sus agresores. Esto se esboza en
el gráfico 1. Existen otros casos de sociedades polarizadas, por ejemplo
sectores opulentos versus sectores pobres, como suele ocurrir en las
complejas situaciones que viven países como Venezuela, Bolivia y Ecuador,
esto se esboza en el gráfico 2.
- Resulta sintomático que sociedades
como la hindú y la sudafricana hayan reaccionado ante graves agresiones
de minorías fácilmente identificables, y que hoy persistan a su interior
realidades como: el hambre, la desigualdad, la participación en la
carrera nuclear, la discriminación racial, y otras formas de colaboración
con la violencia y la ilegalidad (e incluso la inmoralidad).
- La acción colectiva contenciosa
contra actores estatales supone que estos están enfrentados a una sociedad
que actúa (o que potencialmente puede actuar) como un todo. Se asume
que una inmensa mayoría de la sociedad tiene motivaciones suficientes
para luchar decididamente en contra de una cúpula de minorías organizadas
(de origen nacional o foráneo), quienes a veces actúan en complicidad
con ínfimas minorías sociales. En tales situaciones el conflicto es
simple y binario (se está a favor o en contra de los agresores), y
los temas de disputa se pueden acotar o concentrar en unas pocas reivindicaciones
concretas: cambio de régimen político, derrocamiento de un dictador,
expulsión de invasores foráneos, conquista de derechos para un amplio
sector excluido de la sociedad, etc.
- Por el contrario, la presencia
de actores no estatales (mafias, señores de la guerra, guerrillas,
etc.) supone que la sociedad está profundamente fragmentada, y que
hay diversos conflictos entre diferentes sectores sociales (los cuales
se causan daño mutuamente). Tal fragmentación social es evidente por
la existencia de situaciones cercanas, o al menos evocadoras de la hipotética
jungla hobessiana (la anárquica guerra de todos contra todos). En parte
del mundo (principalmente en países subdesarrollados) existen formas
predemocráticas, autoritarias y zonas grises entre la criminalidad
y el Estado como lo han sugerido Olson (2000) y Tilly (1985).
- El autoritarismo, de acuerdo
con Dahl (1988), consiste en que un sector de la sociedad (mayoritario
o minoritario) carece de controles externos, es decir, cuando no hay
poder de contrapeso por parte de la gente afectada. Aún en sociedades
con algún grado de democracia, existen diversas situaciones de tiranía
fragmentada (Tilly, 2004); estructuras mafiosas (Gambetta, 1988);
señores de la guerra (Duffield, 1998); autoritarismos subnacionales
(Gibson, 2006) y situaciones de guerra civil (Kalyvas, 2006 y 1999).
Los estados nación pueden ser autoritarios cuando estos tienen alta
capacidad de gobierno pero hay nulo poder de contrapeso por parte de
la ciudadanía (Tilly, 2004 y 2007).
- Cuando la guerra civil abarca
la totalidad o al menos parte de un país (como el caso colombiano),
la sociedad (o parte de ella) está dividida en fragmentos (poblaciones
asentadas en territorios), los cuales son controlados y apoyan (aún
voluntariamente) a violentos actores paraestatales que luchan entre
sí, y contra el gobierno. La fragmentación social puede afectar a
los grupos más pequeños (familias, empresas, barrios y comunidades).
Esto ocurre, en parte, debido a unas arraigadas estructuras sociales
de autoritarismo, lo cual produce una violencia intragrupal que se ejerce
contra la gente más marginada y vulnerable de cada colectividad. Se
trata, literalmente, de una sociedad despedazada por conflictos intergrupales
e intragrupales, donde la violencia se ejerce simétricamente (entre
grupos aproximadamente iguales) y asimétricamente (desde grupos e individuos
más poderosos en contra de los más débiles y excluidos). Kalyvas
(1999 y 2006) ofrece argumentos para entender conflictos como el colombiano,
tales como: a) La vida en comunidades se acerca al dicho "pueblo chiquito,
infierno grande", pues aún en los grupos supuestamente más integrados
y fraternos (familias, barrios, pueblos) persisten serios conflictos
intragrupales; b) en las guerras civiles tales querellas son resueltas
violentamente, pues ciertas personas "utilizan" a los grupos violentos
para que eliminen a sus enemigos personales (y esto aparece a la luz
pública como un crimen político); c) en las guerras civiles son borrosas
las fronteras entre combatientes y civiles, y también son tenues entre
víctimas y victimarios; d) cuando los civiles se involucran en la guerra
y colaboran con grupos violentos, muchas veces lo hacen movidos por
causas personales y aún oscuras emociones (lejanas de la política);
y f) los grupos violentos usan la más cruda estrategia negociadora
(en el sentido de Schelling, 1960), recurren a sobornos (premios) para
preservar lealtades y a violencia (masacres, terror, amenazas) para
reprender a la gente que no es leal. Es de tal intensidad el grado de
acoso que ejercen los actores armados sobre la población civil, que
en las zonas donde es más persistente la guerra civil estos últimos
no tienen siquiera la opción de no cooperar con sus verdugos (Kalyvas,
2008). Esto se puede ver simplificadamente en la gráfica 3.
- Autores como Duncan (2006)
insisten que en Colombia existen señores de la guerra (o paramilitares),
los cuales tendrían cinco características, a saber: a) hegemonía
político-militar pues son ejércitos privados fieles a un líder que
hace las veces de gobernador local; b) toma del Estado local y respeto
por el Estado Nación (las guerrillas como las FARC y el ELN no son
señores de la guerra puesto que buscan la toma del poder nacional);
c) administración privatizada de la justicia, la cual viola los más
elementales derechos humanos; d) explotación de una economía particular
(impuestos a las empresas legales, y apropiación mayoritaria de empresas
ilegales como el narcotráfico y el saqueo del presupuesto público
local); e) coerción y control violento a la ciudadanía. Por su parte
Gibson (2006) muestra contundentes hallazgos como los siguientes: 1)
la política nacional de casi cualquier democracia revelaría que la
distribución territorial de las prácticas e instituciones democráticas
al interior del Estado Nación son desiguales; 2) quienes controlan
el poder local suelen implementar estrategias de alcance nacional, y
así acceder a cargos estratégicos en el gobierno nacional (a nivel
legislativo, ejecutivo o judicial) o hacer coaliciones con las elites
gobernantes; 3) las elites autoritarias locales buscan que la oposición
quede atrapada en luchas locales y fragmentadas (sin alcance nacional,
aislada y sin aliados estratégicos). En consecuencia, pueden existir
importantes sinergias entre autoritarismos locales y autoritarismo nacional
y, por si fuera poco, generación de relaciones sociales autoritarias.
- Cuando existen situaciones
de fragmentación social es imposible o extremadamente difícil coordinar
una acción colectiva masiva y persistente contra actores estatales.
También lo es cuando la represión es muy fuerte, o la habilidad de
cooptación de los gobernantes es extremadamente inteligente. Una sociedad
fragmentada expresa la ausencia de un proyecto colectivo incluyente,
y la proliferación de grupos que persiguen bienes privados y bienes
club. La privatización y venta de la justicia como un bien posicional
(sólo al alcance de los muy pocos que puedan pagar por acceso privilegiado
y, por tanto, con grandes externalidades negativas que perjudican al
resto de la sociedad) incrementa la exclusión y la rivalidad. Los
diversos fragmentos e individuos de la sociedad están enfrentados entre
sí, y no se movilizarán contra algún actor estatal a menos que, previamente,
se resuelvan los diversos conflictos y violencias sociales. Una prolongada
lucha contra tiranías locales, regionales y subnacionales, y en contra
de arraigadas estructuras autoritarias son requeridas para la movilización
social contra actores estatales y para el avance hacia la democracia.
Esto significa que hay que generar relaciones sociales y estructuras
organizativas democráticas (abiertas al pluralismo, a la crítica,
a la participación, a la oposición), en todos los ámbitos locales
y subnacionales, lo cual exige una coordinación de acciones colectivas
y el empleo de estrategias noviolentas creativas. Una vez se alcance
una sociedad civil democrática (una eliminación de las tiranías locales
y de las relaciones sociales autoritarias), esta colectividad se podrá
enfrentar al autoritarismo de actores estatales.
- Semejante proceso -como
lo veremos- implica una profunda y prolongada formación prioritariamente
en los valores de la acción noviolenta y en la cultura democrática
y, secundariamente, en las estrategias y métodos del conflicto noviolento
estratégico. Puesto en breve: sin valores colectivos y sin propuesta
política, poco o nada valen las estrategias. Esto último implica
que más que una profunda dicotomía, podría existir una gran complementariedad
entre acción noviolenta basada en principios y acción noviolenta estratégica.
Autores como Schelling (1978), Elster (1989), y Dixit and Nalebuff (1991)
muestran que los cooperadores incondicionales son imprescindibles para
el éxito de una acción colectiva, y suelen estar motivados por razones
y principios de orden moral y profundamente altruista. Por cierto, en
Colombia son importantes algunos valores del cristianismo y otras creencias
religiosas compatibles con la noviolencia.
- Acción colectiva y democracia:
¿es inevitable la fragmentación?
- Una de las más grandes dificultades
empíricas y teóricas de la acción colectiva (y por tanto de la acción
política noviolenta) es que los individuos logren algún consenso sobre
objetivos colectivos y, además, se decidan a actuar en pro de sus finalidades
colectivas. Autores como Arrow (1951) y Olson (1965) han dejado planteado
un problema aún no resuelto por los investigadores sociales, a saber:
puede existir una brecha a veces insalvable entre decisiones (y acciones)
individuales, y decisiones (y acciones) sociales. Las colectividades,
con frecuencia, distan de ser unificadas, coherentes y racionales. Por
su parte, otros estudiosos como Elster (1989, 1999) y Tilly (1985, 2003),
han hecho énfasis en que las colectividades (y las sociedades) están
integradas por individuos heterogéneos, que tienen diferentes motivaciones
(interés, pasión o razón), que poseen diferentes preferencias y estas
varían en grado de intensidad. Ellos subrayan que antes de cualquier
movilización colectiva hay que construir una colectividad, lo cual
implica activación de estructuras colectivas previamente existentes
y construcción de redes y coaliciones (tarea no exenta de negociaciones
al interior del colectivo).
- Quizás todas las sociedades
son propensas al disenso. J. K. Arrow (1950, 1951) demostró que la
noción de "bien común" es profundamente falaz. En un escenario
hipotético de suma pobreza informativa (ausencia de comparaciones interpersonales
y un enfoque ordinal de las preferencias), mostró que tres individuos
enfrentados a la escogencia de tres estados sociales distintos no podían
alcanzar un consenso (era imposible agregar de una manera coherente
sus preferencias individuales). Si se insiste en evitar los juicios
de valor inherentes a las comparaciones interpersonales, el consenso
sería producto de una dictadura: un individuo o minoría de individuos
deberían imponer un estado social determinado al resto de la sociedad.
Décadas más tarde, J. Barrow (1999), mostró que la imposibilidad
de consensos arrowianos se elevaba por encima del 8% cuando se incrementaba
el número de electores, y se disparaba al 100% al incrementar el número
de opciones o estados sociales a escoger.
- Previamente J. Schumpeter
(1947), había mostrado que la democracia directa resulta inviable,
y que la noción de "bien común" no es siquiera realizable. Tal
economista argumentó que los individuos que hacen parte del pueblo
no pueden conocer todos y cada uno de los temas políticos, que no son
el mejor juez en materia de asuntos públicos y que no pueden tomar
decisiones completamente racionales sobre tan complejos asuntos. También
hizo énfasis en que grandes diferencias (particularmente los desacuerdos
en materia de principios) no se podrían resolver por la democracia
sino más bien por prolongados cambios culturales. Hoy la razón está
aún más del lado de Schumpeter, a juzgar por evidentes realidades
como: la creciente división social del trabajo y del conocimiento (cada
individuo sabe más de menos, y es ignorante de más asuntos); las asimetrías
de información; y la opinión pública manipulada por parte de partidos
políticos y empresas publicitarias. En la democracia invertida sugerida
en el poema "la solución" de Bertold Brecht, los gobernantes ordenan
disolver al pueblo inconforme y elegir otro; hoy al menos es posible
que la clase dirigente y empresarial modifique o al menos influencie
las preferencias electorales de la ciudadanía rasa. En un trabajo reciente,
R. Dahl (1999), ofrece contundentes argumentos para mostrar que la democracia
directa (y la argumentación) sólo son viables en pequeñas colectividades,
en tanto que la democracia a gran escala se limitaría a la escogencia
de representantes por parte del pueblo. Los asuntos más complejos y
las decisiones más complicadas, por razones de tiempo y rigor analítico,
sólo podrían ser tratados por grupos minoritarios.
- El legado teórico conservadurista
y elitista de Schumpeter fue enriquecido por autores como M. Olson
(1965), J. Buchanan y G. Tullock (1965) y A. Downs (1973). De sus aportes
se puede destacar que: la esencia de la política es la comparación
interpersonal de ganancias y esto exige un tratamiento cardinal de las
preferencias electorales para saber cual es el peso relativo de los
votos (Downs, 1973); en una democracia indirecta o representativa las
minorías organizadas dominan a las mayorías dispersas, en razón de
los astronómicos costos de organización, información y de comunicación
inherentes a los grandes grupos (Olson, 1965); los votos o preferencias
de las minorías tienen más peso (son más intensas y decisivas) que
los de las mayorías, dado que las primeras poseen más conocimiento
político, más información y más recursos económicos (a lo que se
agregan sus poderes de coerción y publicidad) (Downs, 1973); las minorías
organizadas son coaliciones de políticos (buscadores de reelección),
imponentes grupos y gremios económicos (buscadores de rentas) y tecnócratas
(mercenarios del conocimiento); y las mayorías dispersas se limitan
a escoger gobernantes y, raras veces, a decidir sobre temas públicos
muy delimitados y de alta sensibilidad (por ejemplo mediante referendos).
- Aún las sociedades democráticas
están divididas en clases sociales: la desigual distribución de la
riqueza y de los ingresos, junto con la proliferación de valores individualistas
(el denominado individualismo posesivo), generan profundas grietas en
la sociedad. Autores como Kaleki (1977), C. B. MacPherson (1962, 1981,
1991, 1997) y Tilly (2003) muestran, respectivamente, que: a) las democracias
capitalistas están divididas entre consumidores (gastan lo que ganan)
e inversionistas (ganan lo que gastan); b) la propiedad privada y el
individualismo posesivo hacen de la política un mercado de compra y
venta de votos al servicio de los poseedores de capital; c) aún en
las democracias existe explotación, aunque una sociedad más igualitaria
y unos individuos menos egoístas podrían generar una auténtica democracia
que permita el libre desarrollo de todas las personas.
- Dahl (2002) ha mostrado que
la otrora paradigmática democracia estadounidense (y su constitución)
serían viables en un ámbito de pequeños propietarios agrícolas como
el que conoció Alexis de Tocqueville. En el mundo actual, caracterizado
por monstruosos imperios empresariales (y donde las empresas son jerárquicas
y pueden llegar a ser comparables en su poder a los Estados), no es
factible la democracia a menos que se implemente el autogobierno del
pueblo no sólo en los Estados sino también en las empresas. Un mayor
igualitarismo (en cuanto a la propiedad) y un control democrático de
las empresas (y presumiblemente de otras organizaciones sociales) podrían
ayudar a generar una auténtica democracia. Esto significa que aún
en las denominadas "democracias avanzadas" existen tiranías ejercidas
por empresas y gigantescas corporaciones y que, por tanto, para generar
una auténtica democracia es importante que los trabajadores y empleados
luchen por generar relaciones democráticas al interior de tales organizaciones.
Además, dado que los votos más intensos (con mayor peso electoral)
son los de la gente rica, hay que reducir la desigualdad en materia
de distribución de riqueza y de ingreso.
- Las naciones y las democracias
constituyen bienes club imperfectos y excluyentes (con altas barreras
étnicas, culturales, económicas y sociales a la entrada) que reducen
en algún grado la rivalidad a su interior. No hay sociedades completamente
abiertas y plurales. La nación es una especie de comunidad o tribu
imaginada, y el territorio del estado nación es más excluyente y finito
que la posesión de recursos como el capital o el trabajo. No
sin razón Adolfo Hitler dijo que él simplemente estaba siguiendo los
pasos de la civilizada democracia estadounidense, al exterminar a razas
inferiores y bárbaras. La democracia significa el gobierno del pueblo,
pero este tiene dos connotaciones: demos (población) y ethnos (grupo étnico que comparte una cultura
común). En consecuencia, existe una tiranía de la mayoría étnica
contra minorías étnicas, las cuales son objeto de exterminio, o de
humillante asimilación y cruel explotación y discriminación. A esto
se suma que la mayor parte de las guerras civiles son de naturaleza
étnica, y se estima que el 80% de las víctimas de estas son civiles.
Ver Mann (2005).
- Acción política noviolenta
y democracia:
- La lógica de la acción política
noviolenta nos permite entender que el poder (en sus modalidades económicas,
políticas, militares, sociales y aún afectivas) es una relación de
interdependencia estratégica: el poder de quien supuestamente "manda"
depende del consentimiento (aceptación o aquiescencia de carácter
voluntario o involuntario) de quien se supone que "obedece". A esto
se agrega que quienes mandan dependen de fuentes de poder, las cuales
con frecuencia dependen de la colaboración (directa o indirecta) de
quienes obedecen. Tal enseñanza es el legado ya clásico de autores
como E. de la Boetiè, H. D. Thoreau, M. Gandhi y G. Sharp (1973). El
clásico juego del ultimátum ayuda a representar, aunque de manera
algo simplista, al poder político como una relación social de interdependencia:
la estrategia de quien hace una oferta puede ser validada gracias a
la estrategia de aceptación de quien recibe la oferta, o invalidada
debido a su estrategia de rechazo.
- Una colectividad (desde una
minoría hasta toda una sociedad) puede ejercer su poder de contrapeso
(negar u otorgar consentimiento a los gobernantes), si previamente se
ha liberado cognitivamente. Infortunadamente la acción política noviolenta
dista de una elección completamente libre y voluntaria, debido a importantes
obstrucciones de orden cultural, psicológico y aún organizativo (Schock,
2005). Una liberación cognitiva supone la existencia de un poder de
coordinación (Hardin, 1995): para cada individuo agraviado (o al menos
para una gran mayoría) es más viable participar en una acción colectiva
que abstenerse de hacerlo. Así las cosas, una colectividad no se rebelará
contra una tiranía, a menos que tenga una opción (un orden social
mejor, una propuesta política o al menos un liderazgo nuevo y alternativo
a los líderes de la clase política tradicional). Tal poder de coordinación
significa que existe algún consenso en torno a unos valores alternativos
(cultura, metapreferencias y visiones del mundo diferentes a los dominantes
y hegemónicos) (Cante, 2007).
- Si se examinan otras formas
más sutiles y arraigadas de poder político, entonces la lógica del
poder como un ejercicio de consentimiento (voluntario) presente en los
desarrollos de autores como La Boetié y H. Arendt pierden validez.
Una de las grandes dificultades para la liberación cognitiva y, por
tanto, para los ejercicios de acción colectiva y acción política
noviolenta, radica en que las personas explotadas y oprimidas suelen
profesar las ideologías y valores de sus dominadores. El problema de
las dimensiones invisibles del poder (manipulación de la agenda e influencias
ideológicas y psicológicas) y de la obediencia involuntaria ha sido
examinado por Lukes (2005).
- Si existen la liberación
cognitiva, las opciones ideológicas adecuadas y, además, suficientes
oportunidades políticas y organización, entonces es posible que los
sectores populares puedan ejercer su poder de contrapeso. La acción
política noviolenta estratégica abarca un conjunto de estrategias
y tácticas, y aproximadamente 200 métodos de acción noviolenta, estudiados
por autores como G. Sharp (1973), Ackerman y Kruegler (1994) y Helvey
(2004), los cuales se agrupan en tres conjuntos, a saber: publicidad
y denuncia; no colaboración económica, social, política y aún afectiva
con el adversario político; y acciones directas de carácter coercitivo
y creativo (opciones económicas solidarias e incluyentes, modalidades
de justicia restaurativa, formas de desarrollo sostenible ecológicamente).
- La democracia es en sí misma
un ejercicio institucionalizado de algunas acciones noviolentas. El
legado de Popper (1945) se resume así: a) la pregunta pertinente no
es quien es el mejor gobernante (el representante de Dios, el representante
de la mayoría, la clase o raza elegidas y sabias), sino más bien,
cómo liberarse de la potencial tiranía de los gobernantes; b) la democracia
(el menos peor de los regímenes políticos conocidos) permite que los
gobernados puedan cuestionar y aún derrocar a sus gobernantes sin derramamiento
de sangre. En una democracia, a diferencia de regímenes tiránicos
y mafiosos, es más factible que el poder de las minorías gobernantes
(la clase política en el sentido de Mosca (2004)), dependa del consentimiento
de las mayorías gobernadas y de la división de poderes (Olson, 2000;
Dahl, 1999). Si los gobernantes tuviesen acaparado todo el poder (y
no tuviesen controles externos) serían tiranos. La mayor división
del poder permite que las minorías organizadas (la clase política)
sean más fácilmente controladas y reguladas por las masas gobernadas.
Una democracia ayuda a generar más poder de contrapeso a favor de las
mayorías, gracias a: la descentralización de las decisiones, el pluralismo
(libertades de prensa y de pensamiento), y la división y competencia
de poderes políticos (ejecutivo, legislativo y judicial), al igual
que los sistemas de frenos y contrapesos. En una democracia los gobernantes
(la elite que maneja al Estado y que supuestamente manda) depende del
consentimiento y de la competencia con otros poderes, incluido el del
pueblo que es gobernado (Ver Dahl 1988, 1999).
- Dahl (1988) muestra que el
poder de la mayoría aún es una ilusión. Las preferencias electorales
(políticas) de las mayorías son menos intensas que las de las minorías
gobernantes y su participación política es marginal. Las modernas
democracias, en gran parte, tienden a ser madisonianas(2):
gracias a la división de poderes y al pluralismo, permiten que unas
minorías organizadas (y rara vez algunos movimientos sociales masivos),
ejerzan algún control (o al menos alguna influencia) sobre las elites
gobernantes. En modernas democracias constitucionales gran parte del
poder de contrapeso es ejercido por minorías organizadas (e independientes
del gobierno) con valores y fines contrapuestos a los de los gobernantes.
Tal oposición, con frecuencia, es fiel a la constitución (valores
e instituciones estatales), pero puede divergir de las políticas de
los gobernantes (más aún si estas se desvían de la constitución,
y son injustas y diseñadas para servir a intereses de privilegiados).
A esto se agrega que los gobernantes no son un bloque monolítico, a
su interior existen diferencias importantes y grados significativos
de pluralismo. Se destacan el poder judicial de las cortes que vigilan
la constitución, el imperio de la ley, y suelen propender por la justicia
social. También se resalta el papel del poder legislativo representado
en el congreso. Además existen otras instituciones independientes y
controladoras del gobierno (banco central, universidades, centros de
estadística, procuraduría, contraloría, etc.). Y, al interior del
heterogéneo y extenso conjunto de la denominada sociedad civil, existen
grupos organizados e independientes (de los partidos políticos y de
los gobiernos), se trata de los periodistas y artistas; los intelectuales
independientes; las ONG's independientes y, ocasionalmente, los movimientos
sociales.
- A pesar de su pesimismo,
Dahl (1988, 1999) ha insistido en el importante rol que, quizás en
un futuro, podrían ostentar las mayorías en las democracias. Este
autor ha sugerido que la poliarquía (moderna democracia) depende de:
1) funcionarios electos, 2) elecciones libres e imparciales, 3) sufragio
inclusivo, 4) derecho a ocupar cargos públicos, 5) libertad de expresión,
6) variedad de fuentes de información, 7) autonomía asociativa. Por
su parte Tilly (2003) ha hecho énfasis en que una democracia supone
que la ciudadanía (la sociedad) puede controlar a sus gobernantes no
sólo mediante las elecciones periódicas, sino también mediante otros
mecanismos institucionales como: rendición de cuentas, acciones populares
en contra de leyes y políticas, y aún objeción de conciencia. No
obstante, siguiendo a Rawls y Dworkin, cuando hay injusticias y algunas
leyes están en cuestión se precisan otros procesos más radicales
como la desobediencia civil. Más aún, cuando hay personas en situaciones
de carencia extrema (que ni tan siquiera ostentan el estatus de ciudadanía),
entonces está en cuestión la totalidad del contrato social y es oportuna
la resistencia civil (Gargarella, 2006).
- En América Latina, particularmente
en los últimos años, existen notables déficits en la democracia.
Un estudioso de los regímenes políticos latinoamericanos, G. O'Donnell
(1997), afirma que las democracias de tales países no son representativas
sino delegativas, y define así sus rasgos principales: a) los presidentes
electos se comportan como seres todopoderosos que encarnan la nación
y pueden definir los intereses de esta, además actúan por encima de
los partidos políticos y de los intereses organizados; b) no existe
rendición de cuentas (accountability) pues los gobernantes no están
sujetos a la obligación de rendir cuentas de su gestión ni a responsabilizarse
legal y políticamente por ella.
- Una interpretación de
la situación colombiana:
- Pocos hechos contundentes
indican la existencia de alguna tradición democrática en el país,
se destacan: las elecciones periódicas de gobernantes; el derrocamiento
de un dictador a fines de los cincuentas; la presión social exitosa
en pro de la nueva Constitución política de 1991; y la elección popular
de alcaldes y gobernadores(3) (y algún ascenso de pocos líderes
progresistas) desde fines de los ochentas. También se subraya que el
pueblo colombiano ha aportado al repertorio de la acción noviolenta
modalidades como los paros cívicos nacionales (Parkman, 1997) y últimamente
formas de resistencia comunitaria (asambleas constituyentes y comunidades
de paz). A esto se agrega la existencia de cierta democracia (en el
sentido madisoniano), gracias al comportamiento (a veces discontinuo,
algo tímido y todavía muy reactivo) de las Cortes (Corte Suprema de
Justicia y Corte Constitucional), la Fiscalía, la Defensoría del pueblo,
algunos intelectuales, periodistas y artistas, y algunos movimientos
ciudadanos exitosos (principalmente indígenas).
- Gran parte de las acciones
colectivas populares (y contenciosas) en Colombia, son efímeras (con
frecuencia duran sólo un día), fragmentadas (se circunscriben a un
municipio, barrio o poblado). Las movilizaciones nacionales son superficiales
(más intensivas en típicas protestas como marchas masivas o votaciones
por la paz, que en acciones colectivas sostenidas que usan amplios repertorios
de la acción política noviolenta). Se destaca que muchas de estas
acciones son reactivas y van dirigidas contra violentos grupos ilegales
(guerrillas y paramilitares). Muchas de estas dicen promover la paz,
la cual, en una sociedad fragmentada, se presta a muchos significados
(muchas veces derivados de intereses opuestos). Se pueden subrayar
los siguientes hechos: 1) las acciones más duraderas y con algún repertorio
en métodos de acción noviolenta (creativa y de no colaboración),
son minoritarias (comunitarias) y aún circunscritas a lo local; 2)
las acciones más masivas y de alcance nacional son efímeras y se reducen
a marchas o superficiales protestas simbólicas (comparables a un inofensivo
pasatiempo); 3) la sociedad colombiana está profundamente dividida
y es excluyente, no todas las víctimas son igualmente importantes;
4) a juzgar por la magnitud y publicidad de las movilizaciones
nacionales, pesan más las víctimas ricas y las de grandes centros
urbanos (secuestro, extorsión y atentados a la infraestructura) que
los pobres del campo (masacres, desplazamiento forzado, reclutamiento
forzado de infantes, minas antipersonales) y de la izquierda y el sindicalismo
(desaparición forzada y destrucción de partidos políticos) como la
Unión Patriótica); y 4) hay sectores que por oponerse a unos actores
no estatales violentos se alían a otros grupos autoritarios ilegales
y nocivos y, además, legitiman el autoritarismo de los actuales gobernantes
(los paramilitares y el Presidente Uribe han gozado y gozan de amplio
apoyo social).
- La sociedad colombiana ha
sido y es profundamente fragmentada, autoritaria y violenta. La fragmentación
de Colombia ha sido facilitada por una complicada geografía (selvas,
montañas, etc.) y una desconexión entre muchos municipios y regiones
del país. Gran parte de las personas se identifican más con su región
que con una noción de país. En novelas como Cien años de soledad de G. G. Márquez, se advierte cuan provinciano y aislado es el pueblo
colombiano. En cuanto a la fragmentación social aún siguen siendo
válidos algunos planteamientos centrales del informe de la Comisión
de Estudios sobre la violencia (1987). Se destacan tres de sus afirmaciones
categóricas: a) El principal conflicto es la desigualdad socioeconómica,
y el conflicto armado es, en parte, derivado de este (y, por tanto,
resulta urgente e imperativo mostrar el alcance beneficioso del conflicto
noviolento estratégico y la cultura democrática); b) la violencia
no es meramente política, es también social y económica, y llega
a las familias y las vecindades; c) la gente se agrede aquí más por
razones de la calidad de sus vidas y de sus relaciones sociales que
por lograr el acceso al control del Estado.
- Los últimos veinte años
han estado marcados por una más profunda fragmentación social y el
imperio de tiranías de guerrillas y paramilitares. Tal enfrentamiento
tiene algunos tintes de guerra civil, y se evidencian hallazgos como
los indicados por Kalyvas (2006): la excesiva muerte de civiles ocurre,
en parte, porque los enfrentamientos entre grupos armados (y el enrolamiento
de combatientes) se nutren de algunas disputas y fragmentaciones sociales
locales. De izquierda a derecha, la clase política y algunos sectores
de la oposición han implementado la combinación de todas las formas
de lucha, y han privilegiado la violencia, el crimen y la corrupción
(hoy emergen escándalos como la parapolítica y la farpolítica). Los
últimos ocho años de una política de Seguridad Democrática, liderada
por el popular presidente Uribe, marcan nítidas tendencias hacia un
autoritarismo (excesiva concentración y manipulación de todos los
poderes por parte del presidente), y hacia una política neoliberal
que genera aun más desigualdad. Los grupos paramilitares han sido útiles
para el caudal electoral que ha propiciado dos elecciones consecutivas
de Uribe (escándalo de la parapolítica), y son sus aliados (implícitamente)
en cuanto a su preservación del status quo (desigualdad) y su lucha
contra la insurgencia, aunque sean inconvenientes por sus profundos
vínculos con el narcotráfico. Las torpes guerrillas izquierdistas
(¡si no existieran habría que inventarlas!), han justificado el gasto
armamentista de la seguridad democrática y el "mal necesario" del
paramilitarismo, e involuntariamente han ayudado al favoritismo por
Uribe. La torpeza y demencia estratégica de las FARC y el ELN podrían
llegar a tal punto que, no obstante su discurso izquierdista, han motivado
a miles de personas para que militen en filas de la extrema derecha.
Un electorado maleable, y una historia de fracasos del pacifismo hoy
favorecen a uno de los presidentes más autoritarios de la historia
colombiana.
- No se pueden ocultar algunos
avances en materia de seguridad de la administración Uribe como sus
triunfos sobre las FARC, la desmovilización parcial de algunos frentes
de paramilitares, y una demasiado tímida comisión de reparación y
reconciliación que opera aún en medio del conflicto. Por cierto, la
clase política (y obviamente los grandes propietarios) han sido los
grandes beneficiarios del conflicto. Guerrillas y paramilitares, debido
a sus limitaciones estratégicas, y a su falta de cohesión y coherencia
(con frecuencia muchos guerrilleros y ex-guerrilleros se han pasado
a las filas del paramilitarismo), han sido más perpetradores de violencia
que, directa o indirectamente, acrecienta el poder de los beneficiarios.
Y muchos sectores de la sociedad colombiana (y aún del resto del mundo)
han sido y son colaboradores (patrocinadores) voluntarios o involuntarios,
o sirven de mano de obra, a las organizaciones perpetradoras de violencia.
La complejidad del conflicto que no se reduce a simplistas esquemas
binarios de víctimas y victimarios, apenas queda esbozada en la gráfica
#4.
- El narcotráfico ha sido y
aún es una fuente de poder económico de los grupos violentos ilegales
(guerrillas y paramilitares) e, incluso, de un sector de la clase política.
Como lo plantea Thoumi (2005), sólo sociedades fragmentadas, con escaso
control estatal e ínfimo imperio de la ley, como Colombia y Afganistán,
han sido ambientes privilegiados para los mercados negros de cocaína
y heroína. Hoy existe un círculo vicioso, una retroalimentación entre
grupos ilegales violentos (guerrillas y paramilitares), políticos corruptos
y sanguinarios carteles de la droga: a mayor criminalidad más narcotráfico,
y a mayor prosperidad de tal mercado negro más proliferación de empresas
violentas y criminales. La economía del narcotráfico (con laboratorios
clandestinos y cultivos ilícitos de coca y amapola), tan esencial para
las maquinarias ilegales de guerra, es factible por la misma geografía,
y por una mentalidad (una cultura) de la servidumbre y el feudo. El
narcotráfico es una forma de vida (de subsistencia y aún de enriquecimiento)
para mucha gente, es compatible con una arraigada cultura del atajo
(todo vale, el fin justifica los medios), y lejos de haberse mermado
es un sector próspero de la economía.
- Existen fuertes y arraigados
intereses y pasiones que, al menos en el corto y mediano plazo, hacen
risible cualquier quijotada como "postconflicto" y "reconciliación",
y aún hacen difícil la generación de acciones políticas noviolentas(4).
Los sectores más opulentos (grandes grupos económicos, empresarios
de megaproyectos, firmas multinacionales, y grandes terratenientes)
no han sido ni son permeables a reformas que tiendan a democratizar
la propiedad. Una historia de guerra prolongada y de exterminio silencioso
(comparable en crueldad a las dictaduras de Centro América y del cono
sur), mantiene vivas las heridas que alimentan emociones como el odio,
la rabia, el resentimiento y la venganza. Quizás la totalidad de combatientes
y gran parte de sus bases de apoyo social ostentan el doble rol de víctimas
y victimarios. Pasiones como las mencionadas, de acuerdo con Petersen
(2006), pueden propiciar acciones violentas, aunque, quizás, si existen
adecuadas políticas de justicia penal (castigo para los perpetradores
y beneficiarios de la violencia), se puede neutralizar la potencial
agresión. Por cierto, uno de los retos para los teóricos de la acción
noviolenta es, justamente, el de diseñar acciones que pudiesen servir
para enfrentar intereses y pasiones como los mencionados.
- ¿Qué hacer?
Algunas posibilidades de acción noviolenta
- En términos generales se
requiere avanzar significativamente hacia la construcción de Estado
y de sociedad civil. En Colombia el régimen político está más en
las zonas de autoritarismo que de democracia (ver la figura roja e irregular
en la gráfica #5). En el país se debe avanzar hacia un escenario de
democracia (con alta capacidad de gobierno, y alta capacidad democrática
que se origina en una sociedad civil cohesionada y movilizada). La novedad
de la administración Uribe es su avance hacia la capacidad de gobierno,
con una alta intensidad de represión y autoritarismo que, por cierto,
convive con cierto autoritarismo fragmentado (guerrillas y paramilitares
aún no han desparecido del mapa)(5).
- El aporte significativo de
una acción política noviolenta, en cuanto a la capacidad de gobierno,
estaría representado en mayores niveles de justicia social (más igualdad
socioeconómica, más pluralismo político) y mejor administración
de la justicia (menos impunidad, más reconciliación). Obviamente es
urgente promover una rigurosa investigación en materia de estrategias
de seguridad noviolentas y en un modelo de seguridad que no dañe la
democracia. Además hay que fomentar investigaciones para, en un futuro,
generar políticas estatales noviolentas y brindar oportunidades políticas
para movimientos noviolentos.
- La acción política noviolenta
es pertinente no sólo para acabar la guerra (e implementar estrategias
del conflicto noviolento estratégico) sino, fundamentalmente, para
implementar relaciones sociales más justas y propender por una mayor
cultura democrática. Es imperativo entonces trabajar en la promoción
de los valores de la noviolencia y en la formación en la cultura de
la democracia. En cuanto a la mayor capacidad democrática, se requiere
un conjunto de acciones noviolentas para suprimir los autoritarismos
y las violencias locales, mejorar la convivencia social, y promover
formas organizativas democráticas al interior de empresas y otras organizaciones
sociales. A esto le sigue la ardua tarea de generar acciones colectivas
nacionales, mediante la estructuración de redes y proyectos colectivos
más incluyentes. Esto último supone un trabajo en materia de acciones
noviolentas creativas, en particular en el tema de la economía de la
noviolencia (empresas solidarias, empresas con objetivos sociales).
Esto último se insinúa en el gráfico 6. La tarea es gigantesca: en
términos de tiempo no es una campaña de unos meses o años, sino una
labor intergeneracional de décadas; en términos espaciales es descentralizada,
pues debe llegar a los ámbitos más micro (la familia, la comunidad,
etc.)
- Una de las batallas más prioritarias,
en lo académico y en lo mediático, es la de posicionar el tema de
la acción política noviolenta como una alternativa factible y diferente
(y superior) al tortuoso vaivén del país entre pacifismo laxo (negociación
y diálogo) y mano dura (seguridad democrática). Esto último implica
una ardua tarea en materia de educación y traducción a un lenguaje
popular de algunos de los principios, conceptos, e instrumentos más
importantes de la acción política noviolenta y del conflicto noviolento
estratégico.
Gráfica 1: acción coletctiva contra actores estatales
Gráfica 2: acción colectiva en sociedades fragmentadas
Gráfica 3: acción colectiva contra actores no estatales (y estatales)
Gráfica 4: los beneficiarios de la violencia y la sociedad fragmentada
Gráfica 5: Tipos de régimen (tomado y adaptado de Tilly (2003)).
Gráfico 6: de la fragmentación hacia la cohesión social
AGRADECIMIENTOS
Agradezco las sugerencias de Roddy Brett,
y el apoyo financiero otorgado por la ONG estadounidense International
Center on Nonviolent Conflict, los que fueron decisivos para una versión
menos acabada de este trabajo. Las fallas que puedan persistir son de
mi completa responsabilidad.
COMENTARIOS
1.Ver su ensayo Los orígenes del autoritarismo, publicado en Argumentos, Sociología, Universidad Nacional de Colombia, 1984. La cita es un comentario a propósito de la célebre novela El súbdito, del escritor alemán Luiz Heinrich Mann.
2.En el sentido del constitucionalista norteamericano James Madison.
3.No obstante Gutiérrez y Barón (2007) muestran que la descentralización y la elección popular de alcaldes y gobernadores han facilitado la toma del poder político y económico en las regiones por parte de guerrillas y paramilitares.
4.Shock (2005) ha mostrado algunas de las dificultades institucionales y de las restricciones históricas para la implementación de la acción política noviolenta. Si las personas fueran completamente racionales (sin emociones, sin historias turbias y sin valores violentos) muy seguramente sería fácil implementar acciones noviolentas.
5.Quizás la Seguridad Democrática es mero ruido y furia (como en Macbeth), a lo sumo puede encerrar a algunos cabecillas y cómplices de guerrillas y paramilitares, pero no pone fin ni al fenómeno de la justicia privada ilegal ni mucho menos a sus causas sociales y culturales.
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