Ciencia Política
2389-7481
Universidad Nacional de Colombia
Colombia
https://doi.org/10.15446/cp.v17n34.100658

Recibido: 24 de enero de 2022; Aceptado: 10 de febrero de 2023

Arqueofuturismo: el proyecto posmoderno de la Derecha Alternativa Internacional

Archeofuturism: the Postmodern Project of the International Alt-Right

P. Gayozzo, https://orcid.org/0000-0002-5112-5431

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Resumen

El presente texto plantea la tesis de que el arqueofuturismo es un proyecto posmoderno de la derecha alternativa internacional (DAI). Por proyecto posmoderno se refiere a que: i) es una propuesta para después de la modernidad y ii) es una propuesta, que por su contenido puede ser emparentada con el conglomerado de ideas críticas de la modernidad denominado posmodernismo. Al ser parte de la DAI, el arqueofuturismo también es un proyecto de naturaleza fascista o de extrema derecha. Para probar la tesis, primero se analizará el arquefouturismo planteado por el politólogo francés Guillaume Faye, miembro de la DAI. Luego se definirá qué es la DAI y se evidenciará su relación con el posmodernismo. Finalmente, en función de aquella vinculación llamada posmodernismo reaccionario, se propondrá la existencia de otras tesis arqueofuturistas que conjugan la retórica fascista con la posmoderna.

Palabras clave: arqueofuturismo, extrema derecha, fascismo, Guillaume Faye, postmodernismo.

Abstract

This article proposes the thesis that archeofuturism is a postmodern project of the International Alt-Right (IAR). By postmodern project we mean that: i) it is a project for a time after modernity; and ii) it is a project that, due to its content, can be classified as related to the ideas against modernity called postmodernism. As it is part of the IAR, archeofuturism is also a project of a fascist or far-right nature. To prove our thesis, we will first analyze the Archefouturism developed by the French political scientist Guillaume Faye, a member of the IAR. Then what is IAR will be defined and its relationship with postmodernism will be evidenced. Finally, based on that connection called reactionary postmodernism, the existence of other archeofuturists theses that combine fascist rhetoric with postmodernism will be proposed.

Palabras clave: Archeofuturism, far-right, fascism, Guillaume Faye, postmodernism.

Introducción

A finales del siglo XX Francis Fukuyama (2015) popularizó la idea de que habíamos llegado al fin de la historia, es decir que, una vez derrotado el bloque soviético, el liberalismo social y el libre mercado se abrirían paso en la sociedad global y replicarían los milagros asiáticos de Corea del Sur y de Japón en el mundo. Sin embargo, lejos de concretarse esta idea, en los últimos años el discurso liberal y progresista se ha visto amenazado por grupos de internet, movimientos sociales alternativos y partidos políticos populistas alrededor del mundo que sostienen una narración supremacista blanca y de extrema derecha (Nagle, 2017). Estos han aparecido como consecuencia de crisis económicas, tensiones culturales y desigualdades sociales (Kahhat, 2019) y su crítica y auge nos invitan a pensar que el progreso no puede darse por asegurado (Harari, 2017; Pinker, 2018).

En lo que respecta a Europa y Norteamérica, se discute sobre el retorno del fascismo ideológico, como cosmovisión, y político, como organización social, que incluyen actitudes violentas, racistas, ultranacionalistas, xenófobas y militaristas (Peters, 2018). Muchos de estos movimientos comparten un núcleo ideológico y reivindican autores e intelectuales similares. De entre los académicos de extrema derecha de renombre, Alain de Benoist (2020; 2010) y Alexander Dugin (2013) han cuestionado e incluso rechazado la tesis de Fukuyama al augurar la llegada de una nueva teoría política que se define como antimoderna, antiigualitaria y antiglobalización.

En efecto, sin necesidad de considerar la etiqueta de cuarta teoría política, esta constelación de grupos posfascistas, o movimientos con una matriz fascista en desarrollo y de predominancia de derecha radical (El-Ojeili, 2020), se ha erigido como una reacción antiilustrada que amenaza las virtudes de la democracia liberal (Tamás, 2000) y cuya narrativa y composición ha sido integrada dentro de lo que se ha denominado derecha alternativa internacional (DAI) (Mulhall, Lawrence y Murdoch, 2017).

Este movmiento está ideológicamente influenciado por Alain de Benoist y Guillaume Faye, ambos pensadores y miembros de la nouvelle droite francesa y cuyos trabajos se caracterizan por esgrimir críticas de la modernidad, pero a partir de narraciones con notorias divergencias entre ellas mismas. Por esta razón, sus aportes han sido clasificados como versiones ortodoxa y heterodoxa del pensamiento de la nouvelle droite, respectivamente (Antón-Mellón, 2011). A continuación, centraremos nuestra atención en la obra de Guillaume Faye, quien, tras un tiempo de inactividad, retornó a la escena política con la publicación del libro Arqueofuturismo. En dicho trabajo, popularizó una reivindicación del arcaísmo y del nativismo en términos futuristas, tesis que aumentó su popularidad entre círculos supremacistas blancos de Europa y Estados Unidos (François, 2019).

El presente texto plantea la hipótesis de que el arqueofuturismo no solo es un proyecto vinculado al fascismo moderno, sino que se trata de una tesis posmoderna de la derecha alternativa internacional (DAI) y que, por su naturaleza, puede ser incluido en el ideario de grupos o movimientos que no son ni europeos ni supremacistas blancos.

Por proyecto posmoderno nos referiremos a que: i) es una propuesta para después de la modernidad y ii) es una propuesta que por su contenido puede ser emparentada con el conglomerado de ideas críticas de la modernidad denominado posmodernismo. En efecto, el catalogar al arqueofuturismo de esta manera nos invita a identificar coincidencias entre la DAI y las narraciones de grupos y movimientos políticos que no podrían ser incluidos en dicha denominación, lo cual abre las puertas hacia el estudio del fenómeno fascista o posfascista en otras realidades.

Para sostener nuestra hipótesis, en la segunda sección nos enfocaremos en evaluar el arqueofuturismo de Guillaume Faye. En la tercera sección identificaremos que su pensamiento pertenece a una tradición de filosofías contrarias a la Ilustración, las cuales incluyen al fascismo, a la revolución conservadora alemana y al posmodernismo. Esto nos servirá para reconocer las similitudes que tienen la DAI y el posmodernismo, principalmente a través de la evidencia de un origen común entre ambas y el hecho de que sostienen ideas similares.

Las similitudes del discurso contrailustrado con el posmodernismo nos brindan una mayor comprensión de la DAI, mientras que visibilizan cómo su discurso puede extenderse a sociedades no europeas en forma de posmodernismos reaccionarios. Una vez definido el posmodernismo reaccionario, en la cuarta sección, en función de las similitudes con el arqueofuturismo, describiremos algunos proyectos arqueofuturistas como prueba de nuestra hipótesis.

Arqueofuturismo

El arqueofuturismo es un proyecto desarrollado por Guillaume Faye, activista y teórico político francés y miembro representativo de la nouvelle droite o nueva derecha francesa, un colectivo identitario que ha buscado enfrentar la modernidad y proponer una alternativa metapolítica a la clásica división izquierda-derecha para rescatar la herencia cultural y étnica europea. Descrito por el autor como un proyecto constructivista-vitalista, es decir, una preocupación por los problemas de los bloques étnicos y su deseo de manifestación y supervivencia, el arqueofuturismo está conformado por tres tesis (Faye, 2010):

Tesis 1. La modernidad es responsable del origen de catástrofes que, al converger, desatarán un problema mundial. En dicha tesis, Faye expone su crítica de la modernidad y propone la tesis de la convergencia de catástrofes como pronóstico de un ocaso mundial.

Tesis 2. La necesidad de volver a una mentalidad premoderna o arcaica que restaure los valores ancestrales de las sociedades, a la vez que dichos valores guíen el uso de los nuevos adelantos tecnológicos para enfrentar la crisis desatada por la modernidad. Esta segunda tesis es la descripción del proyecto arqueofuturista, específicamente describe qué es, cuál es la lógica de su construcción (conciliación de la ética pagana con el futurismo) y qué representación de la realidad propone, así como la presenta como solución a la tesis 1.

Tesis 3. Pensar el mundo de manera arqueofuturista. Es un llamado a adoptar la cosmovisión arqueofuturista para proyectar un futuro tras la crisis mundial.

Evaluemos cada una con mayor detenimiento.

Tesis 1.: La modernidad es responsable de la convergencia de catástrofes

Para Faye (2010), la modernidad es un proyecto de alcance planetario que tiene como objetivo la difusión e implementación mundial de lo que llama ideología occidental. Es una narrativa nacida de la Ilustración y que, para el autor, está cargada de antivalores, como el igualitarismo, el individualismo y la creencia en el progreso y los derechos humanos, los cuaes nos conducirán irremediablemente a la debacle mundial o convergencia de catástrofes.

Esta última es una tesis que se desarrolla a partir del diagnóstico occidental de Spengler (Faye, 2017a) y de la teoría matemática de René Thom. Consiste en la identificación de ocho catástrofes de carácter económico, ecológico y sociopolítico que la modernidad desatará y convergerán propiciando el caos total, marcando así el fin de la modernidad. Revisemos cómo Faye relaciona dichos antivalores con la potencial crisis mundial.

El igualitarismo, según el autor, es el principal antivalor porque incita el rechazo de la naturaleza desigual del hombre, incentiva el mestizaje, la inmigración, el reemplazo etnoantropológico y la colonización de Europa por otras etnias.

Este antivalor es indesligable del etnomasoquismo y la xenofilia, los cuales define como una tendencia a celebrar el mestizaje, desmerecer y sentir culpa por pertenecer a una etnia, y como una tergiversación de la caridad producida por la ausencia de consciencia étnica asociada a una consecuente revaloración de los extranjeros y de los inmigrantes, respectivamente (Faye, 2011, p. 136). Como consecuencia, la población de europeos originarios disminuirá y se destruirá la identidad blanca, a la par que las herencias ancestrales, espirituales y tradicionales de los pueblos europeos (Faye, 2011, p. 169).

Otro antivalor es el individualismo originado por el capitalismo y sus diferentes mecanismos de domesticación de las personas (Faye, 2011, p. 176). Promovido por el sistema occidental —una maquinaria socioeconómica fundada en empresas, instituciones y autoridades gubernamentales con epicentro en Estados Unidos que, simulando un nuevo colonialismo, enaltece la industrialización y la actividad económica “librecambista” como los criterios de mayor importancia en la vida social—, el individualismo afecta negativamente las nociones de patria, etnia y los valores espirituales de las sociedades (Faye, 2014a; 2014c).

La mentalidad individualista genera tanto una confianza ciega en el desarrollo económico, al mostrarlo como ilimitado, como una concepción errada de la tecnología, pues la “santifica” y propone como panacea para todos los problemas sociales, a la vez que la rechaza como instrumento de poder y soberanía (Faye, 2011, p. 174). Es decir, como consecuencia del capitalismo aparece el mito del progreso indefinido, una idea falsa a la que la modernidad le rinde culto y que se da por contada gracias a la democracia y a la ciencia (Faye, 2011; 2012, p. 15).

Lo que vuelve más peligrosa a la modernidad es que sus antivalores son exportados de manera forzosa a otras sociedades a través de la globalización económica. Si bien esto ha generado cierto auge económico en algunas comunidades, lo ha hecho a costa de la persistencia de la pobreza, la desigualdad y la contaminación en los países tercermundistas, a la vez que mediante la imposición de una misma forma de vida a todas las sociedades del mundo (Faye, 2012, p. 167). El desenlace de este choque civilizatorio será la aparición de movimientos y grupos étnicos que reivindiquen su identidad y se vuelvan contra sus antiguos colonizadores.

Por otro lado, la convivencia entre sistemas morales, costumbres y cosmovisiones distintas agravará esta situación en las sociedades multiculturales, pudiendo escalar en guerras civiles de carácter racial. En el caso europeo, Francia sería uno de los primeros escenarios en que los principales actores de contiendas bélicas étnicas serían el salafismo islámico y los nacionalistas blancos (Faye, 2019; 2017b; 2016, p. 19). Internacionalmente, las tensiones actuales entre bloques como India y Pakistán, China y Estados Unidos, Europa y el islam, en algún momento podrían desatar una tercera guerra mundial (Faye, 2014b).

Finalmente, el capitalismo provocará una crisis ecológica descontrolada que desatará pandemias, escasez de recursos y desastres naturales que pondrán en peligro a la especie humana (Faye, 2012, p. 23; 2010, p. 65).

Estas son las razones por las que, para Faye (2010, p. 45), la modernidad nacida de la Ilustración debe ser destruida.

Tesis 2.: El arqueofuturismo

La solución que Faye ofrece a las catástrofes de la modernidad es el arqueofuturismo. Una confluencia del arcaísmo y del futurismo que es posible desde una concepción esférica de la historia. Inspirado por Giorgio Locchi, para Faye el modelo de desarrollo de la historia no es ni lineal (consecutiva e irrepetible) ni cíclico (idéntica y repetible), sino esférico, es decir, una serie de situaciones y contextos completamente nuevos que son comparables y similares en algún aspecto a otros anteriores. El pasado no se repite, pero sí hay eventos similares a algunos del pasado. Gracias a esta “esfericidad” del devenir, las tradiciones y órdenes arcaicos pueden florecer como soluciones para enfrentar nuevas exigencias sociales sin apelar a una regresión histórica.

Implícitamente, Faye nos ofrece una línea temporal del pensamiento, que tiene la siguiente estructura:

arcaísmo > pasado > modernidad

Según esta, lo arcaico o fundamental dio origen al pasado, el cual en algún momento se corrompió y no continuó la tradición arcaica, por el contrario, dio fruto a la modernidad. A diferencia del pasadismo, lo arcaico no apuesta por una regresión hacia otras etapas de la historia, sino una revaloración de lo fundamental, motivo por el cual termina oponiéndose a la modernidad. Con respecto al futuro, este no ha sido establecido, es dinámico, por ello el futurismo es una manera de pensar un proyecto social en movimiento incluyendo los adelantos tecno-científicos como herramientas y elementos estéticos.

Entonces, la mentalidad arqueofuturista es una conciliación de lo arcaico con el futuro, una superación de la oposición existente entre tradicionalistas y futuristas, que se traduce en la capacidad de proyectar el futuro de una comunidad en función y bajo la guía de los valores arcaicos que se hallan profundamente entramados en su cultura.

Este proyecto implica que la humanidad abandone la ética moderna y adopte una mentalidad premoderna, pagana o ancestral, es decir, una vuelta a valores arcaicos. La ética a la que se adhiere el arqueofuturismo está fundada en los criterios apolíneo-dionisíacos de Nietzsche y su inversión de los valores modernos. A diferencia de las metanarrativas religiosas, a las que rotula como idealistas, la ética arcaica se inspira en la voluntad de poder y concilia lo que la modernidad ve como contrario, lo efímero con lo duradero, la estética con las ciencias, las cualidades biológicas con las culturales, con lo real, el culto a la naturaleza, el vitalismo y la desigualdad.

Por lo anterior, sus valores son opuestos al “dogma de la dignidad humana”, aniquilan el humanitarismo moderno y glorifican la “virilidad” en oposición a la debilidad, reivindican el orgullo y el honor, el pragmatismo y la exaltación del militarismo. A diferencia de los valores modernos, las tradiciones arcaicas incluyen valores antropológicos (biológicos) que promueven el etnismo, es decir la preferencia por la pertenencia y salvaguarda de comunidades “antropoculturales” (identitarismo), la separación sexual de roles, la dominación por la fuerza, valores que se oponen al individualismo como la definición del pueblo, el tribalismo, la jerarquización social, valores antiigualitarios como la animalización del enemigo, la organización sacerdotal, la exaltación de la clase guerrera, la legitimidad de la conquista y el culto a los jefes y a los órdenes jerárquicos en general (Faye, 2014d; 2011; 2010; 2001).

Tesis 3.: Un proyecto para sentar las bases de la sociedad poscatástrofe

Una vez desatada la convergencia de catástrofes, Faye (2012) pronostica tres escenarios: uno leve, en el que se resolvieron algunos problemas, pero a costa de muchas vidas; uno intermedio, en el que la Unión Europea desapareció, existen conflictos étnicos y aumenta dramáticamente la pobreza; y finalmente uno extremo, en el que la población mundial se ha reducido considerablemente, más de tres cuartas partes fallecieron producto de las catástrofes, existen nuevos tipos de sociedades de estilo neolítico y medieval, se viven tiempos de organización tribal y los cultos religioso-espirituales han vuelto a predominar y gobernar la vida social.

Este último escenario es el que Faye contempla como más probable y deseable (Faye, 2012, p. 214), pues de concretarse, la modernidad habría llegado a su fin y sus promesas serán vistas por los sobrevivientes como propias de una edad oscura. Como se indicó, el resultado de este escenario sería un retorno forzoso a sociedades arcaicas, lo cual significaría el surgimiento de una nueva Edad Media en donde se exaltarán y santificarán los estilos de vida rurales y los valores arcaicos serán la fuente de una nueva economía global y de una coexistencia entre el adelanto tecnológico y científico con las creencias en lo mágico o alquímico (Faye, 2012, p. 164).

Un requisito de organización social para el mundo poscatástrofes será la acción genopolítica, es decir, la acción política basada en la protección de razas y culturas. Esto será posible gracias a que los pueblos o bloques étnicos se consolidarán mediante sistemas sociopolíticos supranacionales (una suerte de imperios) que derivarán los derechos y deberes de criterios étnicos (antropoculturales) —dejando de lado los derechos humanos y dando cabida a la tradición— y fomentarán la eugenesia, la homogeneidad poblacional (etnocracia) y el ecologismo (Faye, 2011, p. 135).

Estas sociedades deberán adoptar un modelo económico semiautárquico de “dos velocidades”. Por un lado, una economía parcialmente globalizada que intercambie materiales, mercancías y adelantos tecno-científicos mundialmente, pero en una proporción menor que antaño y reservando sus beneficios para las élites. Por otro lado, ya que las sociedades poscatástrofes adoptarán y enaltecerán órdenes arcaicos, mágicos, místicos y tribales, tendrán un modus vivendi premoderno dedicado a la depredación y contaminación limitados, al uso de los recursos necesarios únicamente para la subsistencia, a una economía rural, así como a limitados niveles de acceso energéticos. Aquellas son las sociedades neotradicionales de Faye, grupos motivados por la necesidad antes que por la creencia en el progreso científico, económico o industrial.

Una consecuencia inmediata de la economía a doble ritmo es que solo una pequeña porción de la población mundial gozará de los beneficios tecnológicos. Esto sucederá no solo por ser más sostenible en términos ecológicos, sino que, para mantener la nueva armonía, los habitantes de las sociedades neofeudales deberán percibir las tecnologías como productos esotéricos, mágicos o alquímicos. De esta forma, se destierra la idea del progreso ilimitado y se oculta el potencial tecnológico de las masas.

A su vez, el superhumanismo nietszcheano-lockeano (Faye, 2014d, p. 13) del arcaísmo superará las objeciones cristianas a la modificación biotecnológica del ser humano y reinsertará la visión divinizadora del hombre propia de las antiguas tradiciones. Por ello, el arqueofuturismo acepta la ingeniería genética, la creación de híbridos interespecies, “manipulatos” o quimeras humanas, híbridos humano-animales, seres vivos semiartificiales, clones humanos, la ectogénesis (formación de fetos en incubadoras artificiales), computación biológica o por ADN, el desarrollo de cyborgs inteligentes, los hombres transgénicos y los órganos artificiales (Faye, 2010), que servirán de medios eugenésicos para la recuperación del número de pobladores étnicos europeos (Faye, 2011, p. 138).

Para Faye (2017b) solo las élites accederán al aumento de sus capacidades biológicas y tiempo de vida mediante biotecnologías. Producto de esa permisibilidad, el arqueofuturismo se torna una variante del pensamiento transhumanista de orientación fascista de extrema derecha (Manzocco, 2019), nazi (Ratcliffe, 2016) y conservadora (Gayozzo, 2019).

Otras aplicaciones del proyecto arqueofuturista incluyen una comprensión estética de la tecnociencia; una actividad sexual separada del matrimonio y de la vida amorosa, lo cual incluye regulación y aceptación de la prostitución; una concepción biocultural del matrimonio como estrategia para la recomposición de los modelos familiares estables, la promoción del natalismo étnico y una condena abierta del mestizaje; así como una estratificación de la sociedad en aristocracias y clases inferiores (Faye, 2014d; 2011, p. 80).

En vista de que este escenario neomedieval es inevitable, Faye plantea la necesidad de abandonar el progresismo y superar la idea de que la vida premoderna es subdesarrollada por no ser industrializada, pues solo así se podrá iniciar el tránsito de una cosmovisión ilustrada hacia una mentalidad arqueofuturista que pueda adaptarse a aquel estilo de vida radicalmente diferente al actual.

Hemos analizado las tres tesis que configuran al arqueofuturismo de Guillaume Faye y nos es posible reconocer un manifiesto rechazo a la modernidad, motivo por el cual se perfila y autodenomina como un proyecto posmoderno, es decir, a ser ejecutado para después del fin de la modernidad.

DAI y posmodernismo

A continuación nos centraremos en sostener que el arqueofuturismo también comparte un origen común con las ideas críticas de la modernidad, englobadas dentro de la corriente filosófica posmoderna. Este emparentamiento ideológico sirve para identificar las variables por las que el arqueofuturismo, como proyecto de la DAI, puede ser extrapolado a otras realidades y proyectos sociopolíticos.

El pensamiento fayeiano forma parte de la nueva derecha europea (NDE) y está considerado como propio de la extrema derecha (François, 2019), del neofascismo (Griffin, 2000) y del fascismo genérico (Antón-Mellón, 2011). En este trabajo seguiremos a Mullhal et al. (2017) y Hermansson, Lawrence, Mulhall y Murdoch (2020) e incluiremos sus postulados dentro de la derecha alternativa internacional (DAI), pues tal cual la definen, la DAI es una reunión de individuos y organizaciones, entre ellas la NDE, la alt-right estadounidense, las comunidades de trolls y contraculturales de internet y la cuarta teoría política, que poseen como narrativa común la creencia de que la identidad blanca está siendo amenazada por el multicultarlismo, el liberalismo, la izquierda, el discurso políticamente correcto, la globalización, la democracia, el igualitarismo, la defensa de las minorías, los derechos LGBT y el feminismo.

Para construir su narrativa, la DAI parte de la obra de Nietzsche, de la revolución conservadora y del tardío Martin Heidegger (Antón-Mellón, 2011; Mulhall, Lawrence y Murdoch, 2017). Este factor es importante, pues nos invita a comprender que la DAI es heredera de una sucesión de corrientes de pensamiento reaccionarias y opuestas en gran medida a la confianza en los valores ilustrados, aquellos que centran su atención en la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo (Pinker, 2018).

La tradición de sistemas de pensamiento a la que hacemos referencia inicia con la contra-Ilustración e incluye al Romanticismo, al irracionalismo de Nietzsche, al fascismo, a la revolución conservadora alemana y al posmodernismo (Bunge, 1994; Kurtz, 1994).

En primer lugar, veremos brevemente la relación y puntos comunes entre la contra-Ilustración, el Romanticismo, el irracionalismo de Nietzsche, la revolución conservadora, el fascismo y la obra de Heidegger.

Isaiah Berlin (2001; 2013) rastreó hábilmente los orígenes del fascismo en el Romanticismo alemán y el movimiento contrailustrado. La aparición de fuertes tendencias religiosas en el seno de una Alemania debilitada y humillada por Francia en la Guerra de los Treinta Años marcó una rivalidad y un rechazo abierto a la intelectualidad francesa y su estilo de vida.

En ese contexto aparecen autores como Hamman y Herder, que enarbolaron ideas opuestas a las de la Ilustración y exaltaron las instituciones sociales del antiguo orden. Años después, sus ideas impulsarían el Romanticismo alemán, principalmente de autores como Schelling y Fichte, los cuales exacerbaron el vitalismo místico popular (Volk), las pasiones y las emociones, la estética, el nacionalismo fervoroso y un fuerte simbolismo en detrimento de los valores ilustrados.

La reacción contrailustrada influenciaría en los años siguientes al irracionalismo de Nietzsche, una obra peculiar que inicialmente se mostró a favor de la Ilustración, por ser un proyecto aristocrático, pero que luego la condenó por propiciar la revolución popular de 1789 (Garrard, 2008). En efecto, la obra de Nietzsche comparte algunos valores románticos, como su fijación en lo dionisíaco y mitológico, pero también es crítico de otros, como el Volk y la vida inmaterial (Del Caro, 2013).

Su obra explora la decadencia de la civilización occidental, el ethos del guerrero, la voluntad de poder, la imposición del fuerte sobre el débil, la reivindicación de lo aristocrático y la vida como una obra de arte, la necesidad del superhombre y la vigencia del heroísmo, así como un rechazo profundo por la moral del esclavo, por la compasión, la negación de los valores naturales y su desvirtuación en manos de los débiles, del pensamiento cristiano y de la democracia; el irracionalismo de Nietzsche es catalogado como una nueva manifestación de la contra-Ilustración romántica (Bunge, 1994). Desde entonces, estos “valores” se tornarían fundamentales para los movimientos reaccionarios que le sucedieron a inicios del siglo XX: el fascismo y la revolución conservadora.

En el caso del fascismo, fue el poeta Gabriele D’Annunzio quien introdujo a Nietzsche en la literatura y sociedad italianas. Su apego al superhombre queda expresado en Il trionfo della norte, donde lo adaptaría al nuevo clima político de masas, convirtiéndolo en un artista político y salvador de la sociedad encarnado en Mussolini (Sznajder, 2002, p. 240). De esta manera se exportan los antivalores nietzscheanos al naciente movimiento fascista, siendo cruciales en la construcción de sus principios antimodernistas, antidemocráticos, jerárquicos, tradicionalistas, violentistas, bélicos y estéticos, los cuales se combinaron con una retórica nacionalista (Sznajder, 2002).

Acerca de la revolución conservadora, se trató de un movimiento que se originó a partir de la necesidad de una Alemania que se recompusiera de la Primera Guerra Mundial mediante los adelantos de la modernidad, a la vez que salvaguardara su tradición y cultura. Esta característica se tornó una opción viable y marcó la distinción entre los antiguos conservadores y los conservadores revolucionarios, quienes desde la derecha emprendieron un proyecto antirrepublicano que, guiado por la violencia, reivindicaba un gran imperio (Herf, 2003, p. 21).

Dentro de este movimiento se gestaría el modernismo reaccionario, una visión que conjugaría el romanticismo nietzscheano (Semenyaka, 2019) con el adelanto tecnológico, y que se evidenciaría en el escrito a favor de la tecnología de Spengler, Man and Technic, y la idea de movilización total de Ernst Jünger (Herf, 2003).

En efecto, la influencia de Nietzsche en la revolución conservadora es innegable. Por ejemplo, en la obra de Oswald Spengler la decadencia de Occidente toma un rol protagónico; en Ernst Jünger, la voluntad de poder sería el motor necesario para concretar la futura movilización total de la industria bélica en la modernidad, contexto en el que los trabajadores cumplirían un rol dentro del work-state (Ohana, 2002); mientras que en Schmitt, el vitalismo que opone las fuerzas de la vida, el afecto y la pasión a las de la razón, estaría presente en sus postulados políticos y la descripción del Estado de emergencia como la manifestación del heroísmo sobre la mediocridad (Wolin, 1992).

Por otro lado, la influencia del antimodernismo contrailustrado, el antirracionalismo romanticista y las similitudes con el trabajo de conservadores revolucionarios como Jünger o Spengler también está presente en la obra del filósofo del Tercer Reich, Martin Heidegger (Herf, 2003, p. 112). Tras la publicación de Ser y tiempo, Heidegger nutriría su trabajo de la Lebenphilosophie de algunos representantes de la revolución conservadora, adoptando así la idea de que la civilización europea se hallaba en crisis.

No obstante, aquella visión le resultaría poco profunda y la enriquecería con el diagnóstico nihilista de Nietzsche y la contradicción de estilos de vida apolíneos y dionisíacos que metafóricamente desarrolla. A partir de entonces, la influencia de Nietzsche se vuelve decisiva y con ella su filosofía encuentra la justificación para involucrarse con el nacionalsocialismo (Wolin, 1990, p. 141).

La ideología de la DAI es una recomposición de los mismos valores contrailustrados descritos: exaltación de la violencia, condena de la razón, rechazo de la Ilustración, vitalismo y tradicionalismo (Mulhall et al., 2017). Dichos valores han sido ampliados por generaciones de autores en distintos momentos de la historia y han tenido al fascismo como su mayor manifestación sociopolítica. En efecto, son estos componentes los que invitan a catalogar a la derecha alternativa internacional como una forma de fascismo contemporáneo (Hermansson et al., 2020).

De acuerdo a la definición de Griffin (1993, pp. 26-55), el fascismo genérico puede definirse como una ideología palingenética de ultranacionalismo populista, es decir un sistema de pensamiento que busca el retorno de un pasado mítico de la nación y que intenta construir una modernidad alternativa. De ahí que la DAI y sus integrantes puedan ser catalogados como fascismos de identidad no idéntica (Antón-Mellón, 2011), en otras palabras, que pese a ser críticos de este, comparten ideas nucleares al punto en que pueden identificárseles como fascismos camuflados y adaptados a nuevas exigencias, una suerte de movimiento neofascista (Gregor, 2006).

Descrita la naturaleza filosófica de la DAI e identificada la tradición a la que pertenece, procederemos a evidenciar los vínculos y similitudes con el posmodernismo a fin de sostener la hipótesis planteada.

Sobre el posmodernismo, esta no es una escuela filosófica en sí, sino un conjunto de ideas que comparten un núcleo común y en algunos casos disconformidad y críticas internas. Los autores rotulados como posmodernos parten de una lógica que incluye el relativismo radical, el rechazo de la existencia de verdades universales y la liberación del hombre del sistema, y terminan criticando a la modernidad, la Ilustración, la ciencia, los derechos humanos, la democracia y el progreso. Para ellos, se trata de narrativas creadas por los países europeos para justificar el sometimiento de otras sociedades y la retención del poder (Andrade, 2013; Kurtz, 1994).

Como veremos, el posmodernismo se vincula a la herencia contrailustrada por dos medios: indirectamente, a través de los paralelismos de la obra de Georges Bataille con sus pares alemanes; y de manera directa, mediante la adopción de la crítica de Nietzsche a la Ilustración y del antihumanismo de Heidegger.

El pensador francés Georges Bataille es el eslabón entre la revolución conservadora alemana y el posmodernismo francés, ya que comparte con sus pares alemanes el rechazo a la razón por reprimir la fuerza vital, oponerse a la vida, al instinto y a la lucha, así como la exaltación de la violencia (Wolin, 2004). En su obra, Bataille reivindica las sociedades y órdenes premodernos, fusiona el vitalismo de Nietzsche con una antropología romántica que considera estas sociedades como mejores por estar cargadas de valores necesarios para revertir la crisis social. Es aquella posición la que le vale el rótulo de ser un intelectual pre-posmoderno, un antecesor de los posmodernos franceses (Hegarty, 2000).

Con respecto a la influencia de Nietzsche en el posmodernismo francés, Wolin (2004) demuestra que la relación que Foucault hace del poder con la razón, al extremo de volver la diferencia indistinta y someter la validez de la razón a la mera voluntad de un grupo, es una clara influencia de la búsqueda de legitimación del poder en términos de moral o justicia nietzscheana. La misma analogía podemos obtener de la corrupción de la razón de Lyotard (1984), para quien el saber en las sociedades posindustriales se configura en forma de metarrelatos que responden al favor de los principios regentes en las instituciones gubernamentales del momento.

De la misma forma, el posmodernismo abraza el paradigma genealógico irracionalista de Nietzsche en Foucault y Lacan, la deconstrucción heideggeriana en este último y Derrida, además del antihumanismo heideggeriano evidente en la filosofía francesa del 68 (Ferry y Renaut, 1990).

Si comprendemos los paralelismos entre el sistema de pensamiento de la DAI y el posmodernismo, comúnmente asociado a la política izquierdista o nueva izquierda, podremos evidenciar las razones por las cuales es posible aplicar y “compatibilizar” la retórica fayeiana con otras sociedades y culturas. Por un lado, la idea de civilizaciones como actores de la historia, propia de la contra-Ilustración, la revolución conservadora y el neofascismo moderado o alt-light, también está presente en el pensamiento posmoderno. Específicamente, se visibiliza en las narrativas poscolonialistas (Quayson, 2005), en la exaltación y mitificación de lo arcaico o premoderno (Andrade, 2013) y en los argumentos relativistas a favor de la moral subjetiva y de las otras formas de conocimiento distintas a la ciencia (Feyerabend, 1986).

Digamos que el posmodernismo es un incentivo adicional para el auge de nuevos nacionalismos, los cuales podrían fácilmente ser influenciados por el identitarismo de la DAI y agruparse en un único y nuevo eje que trasciende el supremacismo blanco a favor del nativismo regionalista. Particularmente, esa es la intención del filósofo ruso de extrema derecha Aleksandr Dugin (2013), quien intenta despertar los Daseins o espíritus nacionales de las comunidades y dotarlos de la retórica de la nueva derecha para agruparlos dentro de un proyecto por crear una cuarta teoría política.

Otro punto común es la crítica a la Ilustración y a la modernidad. Culpar al humanismo secular e ilustrado de pervertir y destruir las tradiciones, la espiritualidad, así como las experiencias religiosas, el orden social y destruir las culturas a favor del materialismo, la igualdad y la libertad, es una narrativa incluida dentro de la DAI, a la vez que es comprendida por las críticas hechas al colonialismo europeo y el rechazo de la civilización occidental de la retórica posmoderna.

Es por todo lo anterior que para Bar-On (2016) es preciso al catalogar a la NDE como una síntesis del pensamiento revolucionario conservador aunado al posmodernismo y a la nueva izquierda francesa, rótulo visibilizado en sus comunes críticas al capitalismo, al colonialismo, a la desespiritualización de la modernidad y a la hegemonía liberal.

Esta relación también reside en la similitud de sus argumentos y propuestas, tales como el etnopluralismo, la atención en la subjetividad cultural y la “desterritorialización” como razón para sustentar la necesidad de sociedades étnica y culturalmente homogéneas, la adopción que la “metapolítica” de la alt-right hace del relativismo y el rechazo a los relatos universales propios del posmodernismo (Fitz, 2018).

Posmodernismo y DAI son dos ramas con un mismo origen y, aunque pueda existir cierto rechazo interno y contradicción entre sus autores, comparten un núcleo de ideas común que fácilmente podrían atraer a simpatizantes de un sector hacia el otro. En esta fusión, el conservadurismo religioso podría toparse con el nacionalismo tradicionalista y posmoderno, con una exaltación desmedida por lo primitivo o arcaico, y no debería sorprender que incluya alguna forma de racismo.

Aquellas ideas marginales podrían adoptar juntas un discurso aparentemente más inclusivo, pues apuesta por la defensa de civilizaciones en lugar de razas, igual de romántico que el de antaño, pues glorifica las ideas de naciones, imperios y héroes, igual de antidemocrático que el fascismo y con los mismos tintes violentistas que el irracionalismo nietzscheano.

Es debido a aquella difusa y complementaria retórica que busca una modernidad alternativa que fusione lo premoderno con la ciencia moderna y la crítica posmoderna (Bar-On, 2012), que podríamos catalogar a la DAI como un posmodernismo de derecha (Antonio, 2000) o, como lo nombraremos aquí, un posmodernismo reaccionario.

Expuesto lo anterior, describimos el arqueofuturismo como una tesis sociopolítica paneuropeísta de la DAI con evidentes tintes posmodernos, es decir, como un posmodernismo reaccionario que se caracteriza por:

  1. Criticar a la modernidad, a la Ilustración y esgrimir una consecuente occidentofobia (rechazo de Occidente y sus instituciones) en pos de sus instituciones y tradiciones locales.

  2. Identitarismo mítico. Exaltar el nativismo, el etnonacionalismo, el primitivismo (arcaísmo/tradicionalismo premoderno) y la heroicidad.

  3. Poseer una concepción de las civilizaciones como actores históricos y una consecuente búsqueda de que el mundo sea dirigido por grupos étnicos homogéneos.

  4. Tener una visión futurista que contempla el adelanto tecnológico como un factor de cambio, una expresión cultural y un abanico de nuevas oportunidades para su etnonacionalismo.

Arqueofuturismos

Por su naturaleza ideológica, si se cambiara el actor europeo por cualquier otra etnia estaríamos frente a la posibilidad de un abanico de arqueofuturismos, hecho que el mismo Faye (2017c, p. 44) anuncia. Lo curioso de la retórica fayeiana es que la vuelta al arcaísmo no solo es un imperativo ideológico, sino también un cambio de mentalidad que desde hace algunos años se habría desatado (Faye, 2012, p. 48). El islamismo y el nuevo imperialismo norteamericano serían dos ejemplos de este viraje.

El primero habría retornado a sus valores arcaicos y resurgido como fuerza conquistadora en el mundo entero (Faye, 2017c); el segundo, guiado por una cúpula neoconservadora, al adoptar las estrategias militares arcaicas de Europa para intentar desarrollar una doctrina de vigilancia y cuidado policial del mundo, habría emprendido un imperialismo al estilo arqueofuturista (Faye, 2017a).

Por ello, a continuación brindaremos una lista de movimientos que ideológicamente podrían ser considerados como arqueofuturistas, pues recurren a una narrativa idealizada del pasado, buscan incesantemente la consolidación de una identidad, la recuperación de las tradiciones, la reivindicación de traumas históricos, el cumplimiento de un rol protagónico que ellos mismos han construido para sí mediante el uso de nuevas tecnologías y el rechazo de la que consideran una perjudicial modernidad. Es importante aclarar que, si bien no todos pertenecen a la DAI, sí son posmodernos y poseen algún tinte reaccionario, hecho que los incluye dentro del rótulo de posmodernismos reaccionarios.

Debido a que sus aspiraciones son planteadas en concordancia intencional o coincidente con el arqueofuturismo fayeiano, presentamos en esta sección al afro-arqueofuturismo, al afrofuturismo, al leviatán iraní, al futurismo ario, a la hindutva, al futurismo ISIS, al nacionalismo dharma, al nuevo futurismo italiano, al superhumanismo y al pancriollismo como evidencia de que la comunión posmoderna y fascista es posible, así como de que existen otros arqueofuturismos o posmodernismos reaccionarios que forman parte del ideario de movimientos de extrema derecha o alternativos en el mundo.

Afro-arqueofuturismo

Desarrollado por el guineano Alpha Mamadou Baldé (2019), el afro-arqueofuturismo se inspira en la obra fayeiana para desarrollar un proyecto africano que combine las herencias culturales locales con la tecnociencia a fin de proponer un nuevo modelo de ciudadano africano.

Como era de esperarse, Baldé responsabiliza a la modernidad de reiniciar el proceso de esclavización africana anteriormente ejecutado por los árabes. Así, la Revolución Industrial significó la explotación del continente y la colonización de millones negros, que fueron sometidos a una situación de pobreza que hoy ha desatado un natalismo desbordante.

Para revertirlo, el afro-arqueofuturismo propone sacralizar la naturaleza, mejorar el cultivo ancestral biotecnológicamente y desarrollar una mentalidad de conquista que recupere los valores tribales y el espíritu de lucha de la antigua dinastía Nubia de Egipto. Solo así podrá posicionarse al africano en el nuevo “espacio vital” infotecnológico y reclamar el rol de África como cuna del Homo sapiens.

Considera el progreso tecnocientífico como una oportunidad para revertir los problemas sociales, hecho que se logrará mediante la integración de la inteligencia artificial, la BigData y las biotecnologías, teniendo como modelo la ficticia Wakanda.

Afrofuturismo

El concepto afrofuturismo tuvo sus orígenes a finales del siglo XX en la obra de Mark Dery, pero sus ideas se remontan a las primeras décadas de dicho siglo. Su objetivo es reparar el trauma histórico experimentado por el hombre negro en la modernidad mediante el sincretismo de tradiciones culturales y religiosas con el adelanto tecnológico.

Como parte de la estrategia de revisión histórica, el afrofuturismo promueve un rechazo a la modernidad por haber esclavizado a África y haber convertido a los esclavos negros en los primeros “modernos”. También adopta un afrocentrismo que enaltece la raza negra y cree que el apogeo civilizatorio europeo es consecuencia del robo que los griegos hicieron del conocimiento filosófico y científico producido por los linajes faraónicos negros (nubios).

Inspirado en el futurismo italiano, el afrofuturismo es una conjunción de estrategias que revisten sus ideas de ciencia ficción y tecnología (Gipson, 2016) para eliminar el trauma histórico de la esclavitud, la diáspora y la alienación, sobre todo a partir de una combinación paradójica del tradicionalismo y del futuro, lo estático y lo dinámico, lo conservador y lo progresista.

En la actualidad, esta tendencia ha desarrollado un Astro-Blackness o afrofuturismo 2.0, que se enriquece a propósito del adelanto tecnológico y crea la necesidad de construir un “estado mental de la negritud (blackness)” completamente libre de los traumas del pasado para tiempos poshumanos en donde reinan la informática, los algoritmos y los espacios virtuales.

El leviatán iraní

Jason Reza Jorjani es miembro de la DAI y su obra, aunque no cita a Faye, posee similitudes con la tesis arqueofuturista. Según Jorjani, en las próximas décadas se avecina un apocalipsis tecnológico, es decir, un cambio social dramático que Occidente no podrá resolver y que será provocado por las bio-info-cogno-tecnologías.

Este escenario será un estado de emergencia mundial que demandará un gobierno que unifique al mundo en torno a criterios sociopolíticos tradicionales. Para Jorjani (2017), aquel nuevo orden deberá ser emprendido por la tradición iraní, aria o indoeuropea que alguna vez dio origen a la civilización humana.

Para dar sentido a su narrativa, Jorjani describe la historia del leviatán iraní. Enfocado en el grupo indoeuropeo como protagonista de la historia, Jorjani explica los orígenes mitraístas de la “primera civilización de hombres blancos”, y narra cómo los sasánidas, el islam y las invasiones turcas y mongolas afectaron su desarrollo y su etnia al punto de alejarlo del protagonismo geopolítico moderno.

Como un relato centrado en la importancia de los bloques culturales, el nativismo y el uso de los últimos avances tecnológicos guiado por valores premodernos, el leviatán iraní (Jorjani, 2019), al igual que el arquefouturismo fayeiano, recurre a las biotecnologías para devolverle la plenitud primigenia y la pureza étnica al pueblo iraní. No obstante, a diferencia del último, Jorjani no solo expone la búsqueda y recuperación de una identidad, sino que aspira a un sentimiento mesiánico según el cual el bloque etnoantropológico indoeuropeo posee una misión que cumplir en el próximo desarrollo de los acontecimientos mundiales: guiar al mundo para evitar la debacle.

Futurismo ario

Desarrollado por Alisdair Clarke (2007) en un blog de extrema derecha, el futurismo ario es una respuesta a la crisis internacional del capitalismo, a la multiculturalidad y a los planes globalistas de reemplazar la raza europea y crear una élite mundial, que apela a la construcción de un imperio europeo que retorne a sus orígenes indoarios.

El futurismo idílico que propone recoge las figuras míticas de los dioses nórdicos, germánicos y romanos para recuperar el “espíritu emprendedor de la cultura fáustica” (admiración por la velocidad, el movimiento y la tecnología). Es por ello que el imperio aceptaría la idea de progreso, pero la orientaría hacia la evolución tecnológica de la raza aria, el uso de la carne bioimpresa, la arquitectura ecológica, la energía nuclear, la nanotecnología y la ingeniería genética para su proyecto (Clarke, 2006), así como la adopción de la automatización como medio para lograr un estilo de vida similar a la del Paleolítico: con mayor tiempo de ocio y trabajos voluntarios.

Hindutva o hinduidad

La hindutva o nacionalismo indio es un fenómeno considerado de extrema derecha por su etnonacionalismo, autoritarismo y chauvinismo manifiestos, ingredientes que usan para aportar una visión mítico-religiosa de la identidad hindú (Leidig, 2020), enaltecer la identidad nacional y fusionar el uso de la violencia con un mensaje democrático que insta a la modernización (Bnaji, 2018).

Su ideología nace del posmodernismo y de la literatura poscolonial hindú que rechazó la influencia inglesa en el país y la “violencia de la ciencia europea” (Sokal, 2006). Como indica Geraci (2018, p. 76), aquel nacionalismo pretende crear un falso orgullo en un pasado imaginario en el que la India sobresalió mundialmente en ciencia, tecnología y filosofía. Esto da origen a la creencia de que los antiguos textos sagrados indios albergan pruebas de que los hindúes tuvieron conocimiento de armamento nuclear, internet, biotecnologías y naves espaciales hace miles de años (Kumar, 2019). Son todas estas características que, aunadas al proyecto de futuro viendo al pasado y promoción de la hinduidad, nos invitan a catalogar el hindutva como un arqueofuturismo hindú.

Futurismo ISIS

Para Faye, el islam es una ideología supersticiosa que disuelve las diferencias entre fe y legislación, temporalidad, espiritualidad, religión y política. Una combinación de totalitarismo y yihad que exalta dogmas, somete a sus creyentes a la Umma y a Allah y se expone como víctima a la vez que declara una guerra sin cuartel a la modernidad (Faye, 2017c). Estos rasgos empujarían al islam hacia el radicalismo, sus orígenes arcaicos y el expansionismo.

Lo que vuelve arqueofuturista al islam son cuatro factores: i) su comprensión estática de la temporalidad —volver a una vida regida por la Sharia y las tradiciones—, ii) su constitución como civilización vinculada a bloques étnicos no europeos (árabes, turcos y africanos), iii) su contenido ideológico —lucha contra la decadencia— y iv) el uso de nuevas tecnologías para sus propósitos.

El Estado Islámico (ISIS) es un ejemplo del arqueofuturismo islámico. Por un lado, sus combatientes, a pesar de añorar un estilo de vida feudal, no dudan en utilizar tecnologías modernas como armas químicas, hackactivismo (Cyber Caliphate) y drones bombas (Hallberg Tonnessen, 2017). De ahí que pueda describírsele como un “fenómeno tanto militar como de internet” (Botz-Bornstein, 2019). Por ello, el futurismo de ISIS se diferencia de las distopías cyberpunk porque busca una “vuelta al futuro”, es decir un retorno a la realidad palpable y una condena del futuro virtual. Un fenómeno similar puede apreciarse en el desarrollo del talibán afgano, el cual en los últimos años ha virado de una mentalidad arcaica hacia una arqueofuturista (Gayozzo, 2021).

Nacionalismo dharma

El nacionalismo dharma es un sistema filosófico arqueofuturista desarrollado por el guía espiritual Sri Dharma Pravartaka Acharya (2015). Al igual que otros arqueofuturismos, se concibe como una alternativa global a la decadencia que vivimos; sin embargo, se presenta principalmente como un movimiento espiritual global.

Usa el término dharma como sinónimo de ley natural, es decir, principios que brindan orden al universo y que fueron representados en todas las civilizaciones antiguas con distintos nombres (dhamma, physis, tao, ma’at, asha, etc.). He aquí el ingrediente arcaísta del nacionalismo dharma, pues apela a una revigorización de la ley natural como guía para la constitución sociopolítica de un orden natural global.

Este nacionalismo espiritual defiende los valores familiares, el honor y el civismo, y propone una antropología multidimensional (espíritu y biología) que se manifiesta genéticamente en etnias capaces de formar naciones, es decir, pueblos cultural y étnicamente homogéneos. Condena todo proyecto universalista, igualitario, materialista y ateo, ya que atentan contra la ley natural, a la vez que condena la profanación que las tendencias abrahamánicas (incluido el marxismo) han hecho de lo sagrado. Su proyecto busca un futuro guiado por los valores universales de la ley natural espiritual.

Nuevo futurismo italiano

El nuevo futurismo es una corriente italiana que incluye la obra de Stefano Vaj, Roberto Guerra y Riccardo Campa (Guerra, 2011) y que intenta extender la influencia histórica del quehacer científico italiano tradicional, como el de Da Vinci o Galileo, con el futurismo fascista de Marinetti, y actualizarlo de manera que incluya al transhumanismo y a las nuevas tecnologías disponibles (hibridación humana, mind uploading y mejoramiento humano) (Botz-Bornstein, 2019). De esta forma, el nuevo futurismo es tradicionalista, lo cual evita que se torne tecnófilo, pero critica la tecnofobia promovida por el radicalismo religioso y el rechazo a la industria, la velocidad y las máquinas. Naturalmente, este nuevo enfoque futurista incluye el ímpetu vitalista de Nietzsche con claras diferencias de género y de raza.

Superhumanismo

Otra teoría arqueofuturista explícita es el superhumanismo de Daniel Forrest (2014). Siguiendo la línea ideológica de la DAI, Forrest desarrolla su trabajo en torno a la clásica crítica de la modernidad que hacen Oswald Spengler, Giorgio Locchi y Friedrich Nietzsche.

Al igual que el Faye, adopta la tesis de las catástrofes e identifica que atravesamos un momento de la historia en el que se enfrentan el igualitarismo, que atenta contra la diversidad cultural, con las fuerzas antiigualitarias, que desean reorientar el curso de la historia. Esta contienda es amplificada por los retos sociopolíticos que la reciente revolución nano-bio-info-cogno-tecnológica (NBIC) trae consigo. La solución: regenerar el mito del superhombre.

El superhumanismo es un discurso mítico que rechaza los derechos humanos y abraza el culto al líder, el individualismo heroico y la exaltación de las tradiciones. Gracias a esta visión arcaica, Europa podrá utilizar la tecnología como fuente de poder y generar un cambio de pensamiento con el que desate una eugenesia al estilo Espartano y dirija la evolución consciente del hombre hacia el superhombre.

Pancriollismo

América Latina también posee su propio arqueofuturismo: se trata del pancriollismo del poeta argentino Juan Pablo Vitali. Influenciado por la DAI, Vitali (2019) presta atención a la heterogeneidad racial de los países sudamericanos y concluye que el nacionalismo de estos se constituye de narrativas creadas por los intereses de fuerzas globalistas para cohesionar pueblos que son excluyentes entre sí.

Una de las minorías sudamericanas son los criollos o blancos del sur (descendientes europeos en América) (Vitali, 2016). Para evitar que este pueblo desaparezca, se propone superar el nacionalismo y adoptar el pancriollismo, el cual no es sinónimo ni de pureza étnica ni afiliación a la hispanidad como motor identitario (Vitali, 2013), sino la unión de criollos mediante una confederación pancriollista y arqueofuturista. Esto último permitirá usar los valores arcaicos para superar el monoteísmo, el progresismo ilustrado y las identidades e historias regionales con la meta de proyectar la identidad blanca hacia el futuro (Vitali, 2018).

Conclusiones

El arqueofuturismo es un proyecto teórico del politólogo francés Guillaume Faye que reivindica el arcaísmo y el nativismo en términos futuristas. Forma parte de las propuestas de lo que se ha denominado derecha alternativa internacional, una reunión de diferentes agrupaciones y movimientos de extrema derecha que en los últimos años ha revivido un discurso contrario a la modernidad que intenta presentar como una nueva alternativa política.

Debido a las ideas desarrolladas en el arqueofuturismo, este proyecto puede compatibilizarse con otras narrativas nacionalistas y etnocéntricas posmodernas con las que comparte similitud retórica. Por esta razón propusimos que se le evalúe como una propuesta teórica posmoderna de la DAI, específicamente como un posmodernismo reaccionario.

Para sustentar nuestra hipótesis, primero analizamos la naturaleza del arqueofuturismo y con él parte de la obra de Guillaume Faye. En efecto, este proyecto fue diseñado como una alternativa a la sociedad moderna progresista, a la vez que como una solución para que Europa se sobreponga a la convergencia de catástrofes que la modernidad desatará a nivel mundial.

La razón por la que Faye desarrolla una postura antimoderna es que su sistema de pensamiento, y por ende el de la DAI, forman parte de una tradición intelectual que tiene sus orígenes en la contra-Ilustración. Desde las primeras críticas al proyecto ilustrado hasta las formas más recientes de fascismo se han expuesto en diferentes formas las mismas ideas que fomentan un rechazo a la razón, buscan una exaltación de la violencia y del vitalismo, así como la reivindicación de las naciones y de las tradiciones.

Al evidenciar la evolución del pensamiento contrailustrado podemos notar que, entre sus herederos, el posmodernismo comparte en algún grado su narrativa, mas no lo suficiente como para incluirlo dentro de la DAI. Principalmente porque la academia ha descrito a la DAI como una forma de fascismo genérico, mientras que el posmodernismo tiene sus orígenes en la nueva izquierda. Sin embargo, existe entre ambos una comunión que, aunque no es tan evidente, se concreta en lo que ha sido nombrado como posmodernismo de derecha y que, en el presente artículo, denominamos como posmodernismo reaccionario.

El posmodernismo reaccionario es todo aquel sistema de pensamiento que busca una modernidad alternativa que fusione lo arcaico con la ciencia moderna desde una retórica crítica de naturaleza posmoderna, a la vez que reivindique el identitarismo étnico del fascismo genérico de la DAI usando argumentos relativistas del posmodernismo. En este sentido, el arqueofuturismo no solo se torna un proyecto de la DAI, sino una tesis posmoderna y reaccionaria a la vez.

Como se evidenció, la proliferación de arqueofuturismos y de nuevas alternativas que proponen el retorno de identidades míticas de manera similar al arqueofuturismo fayeiano sirven para pensar en una renovación del fascismo genérico y una extensión de sus ideas hacia poblaciones no europeas a través de la obra posmoderna. Se espera que esta contribución teórica sirva para profundizar en la relación existente en la aparente contradicción entre la derecha alternativa internacional, la ideología posfascista y el posmodernismo.

Acknowledgements

Reconocimientos

Agradezco a los evaluadores externos y a los editores de la revista por las observaciones de contenido y las recomendaciones de estilo que han ayudado en el proceso de revisión del artículo.

Piero Gayozzo

Estudiante de Ciencia Política en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, director de la Sociedad Secular Humanista del Perú y del Instituto de Estudios Transhumanistas. Ha publicado en temas de cuarta revolución industrial, derecha extrema, fascismo y mejoramiento humano (transhumanismo). Autor en la revista de divulgación científica N+1; en la revista de filosofía del Center For Inquiry (Nueva York) para Latinoamérica, Pensar; autor sobre política en el diario Lucidez (Perú); miembro de la Young Humanists de la Humanists International (UK), de la Asociación Peruana de Periodistas y Comunicadores de la Ciencia (Apciencia) y de la Asociación Peruana de Ateos (Aperat).

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