Ciencia Política
2389-7481
Universidad Nacional de Colombia
Colombia
https://doi.org/10.15446/cp.v17n33.100804

Recibido: 26 de septiembre de 2021; Aceptado: 26 de mayo de 2022

Movimiento estudiantil de 1971 y surgimiento del maoísmo en Colombia: una lectura en perspectiva global

Student Movement of 1971 and Rise of Maoism in Colombia. A global Perspective Reading

M. Urrego,

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Morelia México https://orcid.org/0000-0001-8562-4629

Resumen

El mundo vivió a finales de los años sesenta una gran movilización de universitarios, y Colombia no fue la excepción. En 1971 se presentó la más importante protesta de estudiantes de la historia del país, tanto por sus propuestas como por su duración. Su principal logro fue plantear que era posible el cambio de la universidad y de la cultura sin que fuese necesario hacer primero una revolución. La segunda experiencia de la década a nivel mundial fueron las protestas estudiantiles que sirvieron de base para la creación de partidos maoístas. Colombia tampoco fue la excepción: uno de los principales actores de ese momento fue la Juventud Patriótica (JUPA). El artículo se propone explicar, en primer lugar, la relación entre maoísmo y protestas estudiantiles tomando como ejemplo lo sucedido en países como Estados Unidos, Francia, México y Perú; y en segundo lugar, estudiar los primeros años de vida de la JUPA y su papel en la movilización de 1971. Como conclusión se argumenta que el desarrollo del maoísmo en Colombia está ligado a los debates, las realizaciones y las limitaciones de la protesta estudiantil.

Palabras clave: co-gobierno, Juventud Patriótica, Movimiento estudiantil 1971, Maoísmo.

Abstract

At the end of the 1960s, the world experienced a great mobilization of university students, and Colombia was no exception. In 1971, the most important student protest in the country’s history was presented, both for its proposals and for its duration. The main achievement was establishing that it was possible to change the university and the culture without first having to make a revolution. The second worldwide experience of the decade was that student protests served as the basis for the creation of Maoist parties. Colombia was not the exception either and one of the main actors at that time was the Juventud Patriótica [The Patriotic Youth] (JUPA). The article propose an explanation, firstly, about the relationship between Maoism and student protests, taking as an example what happened in countries such as the United States, France, Mexico and Peru, and, secondly, the article studies the first years of life of the JUPA and its role in the mobilization of 1971. In conclusion, it is argued that the development of Maoism in Colombia is linked to the debates, achievements and limitations of the student protest.

Palabras clave: co-government, Maoism, Juventud Patriotica, Student Movement 1971.

Introducción

Algo característico de los movimientos estudiantiles de finales de los años sesenta fue que sirvieron de base para la creación de organizaciones de izquierda y, en particular, de partidos maoístas. Entender este proceso requiere revelar inicialmente los elementos que permiten la conformación de corrientes maoístas, como también los aspectos que explican el auge del movimiento estudiantil en la segunda mitad de la década de los sesenta. Veamos inicialmente el tema del maoísmo.

Luego de la posguerra, los partidos comunistas se estancaron, pues algunas organizaciones se mantuvieron en el pacto con las burguesías nacionales, que se había promovido a través de la política de Frente Popular diseñada para combatir el fascismo o como resultado de la adopción de las conclusiones del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en 1956, que instituyó la coexistencia pacífica con el imperialismo. Por su parte, los partidos comunistas europeos comenzaron el tránsito a la socialdemocracia—o como se denominaría al eurocomunismo—, y ello los llevó a renunciar en la práctica a muchos postulados que les habían dado la iniciativa política en el periodo de la guerra. Al mismo tiempo se presentó una ruptura de muchos intelectuales con la Unión Soviética a raíz del conocimiento de la experiencia de los Gulags, los juicios de la década del treinta en la URSS, las invasiones soviéticas y el respaldo a la búsqueda de autonomía por parte de gobernantes, como Tito en la antigua Yugoslavia. Finalmente, los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo y la lucha anticolonial acapararon la atención de los debates políticos y alentaron la búsqueda de nuevos referentes ideológicos, tal como sucedió en Francia con las luchas por la independencia en Indochina (Vietnam) y Argelia.

En segundo lugar, la ruptura chino-soviética alimentó nuevos imaginarios políticos en la mayor parte del mundo. Los debates entre las dos naciones se manifestaron en una fuerte crítica a los partidos comunistas, los cuales comenzaron a ser catalogados como revisionistas, como traidores a la revolución. En la mayor parte de los países esta experiencia alentó a los jóvenes a identificarse con otras opciones no tradicionales de la izquierda y a buscar la realización de congresos de “rectificación” o directamente a pugnar por la creación de nuevos partidos.

En tercer lugar, el maoísmo fue impulsado por la popularidad alcanzada por Mao Tse Tung como gran líder del Tercer Mundo, y acontecimientos como la Revolución Cultural Proletaria y sus símbolos (Guardias Rojos, Libro Rojo) acercaron a una generación al modelo chino y a promover proyectos dotados de una ética radical, especialmente debido a la aplicación de consignas como “servir al pueblo”, que llevó a una generación de jóvenes activistas a renunciar a sus comodidades, a transformarse en obreros o jornaleros agrícolas, a vivir como lo hacía el pueblo.1

Finalmente, la existencia de una generación agotada ante las promesas del progreso capitalista y una vida cotidiana marcada por el conservadurismo y la violencia estimuló el auge de movimientos contestatarios como los hippies, la generación Beat, el existencialismo, Black Panthers, etc.

En cuanto al auge del movimiento estudiantil a finales de los sesenta, podemos señalar que hubo un cambio generacional importante a nivel mundial: las sociedades se hicieron más jóvenes; los nuevos segmentos de la población estaban agotados con la Guerra Fría, el colonialismo y la amenaza de la guerra nuclear; surgieron amplios movimientos contraculturales que se manifiestan en la literatura, el cine y la acción cotidiana; en la mayor parte del mundo la urbanización e industrialización afectaron significativamente la vida de las personas; los procesos de migración comenzaron a ser importantes para América Latina; se formó en Europa y Estados Unidos una nueva generación de académicos latinoamericanos que no solamente tenían acceso a la literatura y las ciencias sociales en otros idiomas, sino que hacían parte de redes políticas y académicas internacionales (Zuleta Pardo, 2012); hubo agotamiento con los modelos políticos y económicos de la región; el impacto de la revolución cubana y la búsqueda de nuevos referentes políticos se expresó en el respaldo de los jóvenes al foquismo o a la teología de la liberación, y a partidos como el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) y la Alianza Nacional Popular (ANAPO) en Colombia.

Conjuntamente, el crecimiento de las universidades de provincia generó un enorme impacto político y social, circunstancia que, como lo veremos, fue determinante en el fortalecimiento del senderismo en los años setenta a raíz de su control de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, base de su expansión por Perú (Degregori, 1990; Granados, 2019); igualmente encontramos la creación de un campo cultural autónomo, que en Colombia se inició a finales de los años cincuenta con la revista Mito, la pintura de Débora Arango y que se consolidó en los años sesenta con la Nueva Historia, y la creación de facultades de sociología.

El impacto del Libro Rojo a nivel mundial ha sido materia de congresos y publicaciones (Cook, 2016).

Finalmente, se produjo la consolidación del mercado editorial y de las librerías que permitieron la rápida circulación de las nuevas ideas.

La confluencia de los factores mencionados durante las protestas estudiantiles de finales de los sesenta explica que, como antecedente o resultado de las movilizaciones, surgieran organizaciones y partidos maoístas, y Colombia no fue la excepción. En el presente artículo hablaremos del vínculo entre maoístas y movimientos estudiantiles tomando los ejemplos de Estados Unidos, Francia, Perú y México, y en el caso colombiano privilegiaremos el surgimiento y actuación de la Juventud Patriótica (JUPA), organización juvenil del Partido del Trabajo de Colombia y el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR), organización que es reconocida por los historiadores más objetivos como la más importante fuerza política del movimiento estudiantil de 1971.2

Nuestro punto de partida reconoce el aporte de la Historia Global a la interpretación de este tipo de experiencias políticas. En particular, el hecho de que a pesar de las diferencias nacionales compartieron símbolos, consignas, procesos y formas organizativas (Cook, 2016; Lovell, 2019; Galway, 2022).

Maoísmo y movimientos estudiantiles: Francia, Estados Unidos, Perú y México

A finales de los años sesenta las organizaciones maoístas en Francia emergieron como resultado de un proceso de búsqueda de nuevos paradigmas en la izquierda por parte de jóvenes y estudiantes. En efecto, los jóvenes y estudiantes que participaron en los movimientos de masas o en las protestas estudiantiles, y que veían de manera crítica el actuar del Partido Comunista, buscaron la creación de nuevas organizaciones. En particular, la Union des Étudiants Communistes (UEC) vivió entre 1963 y 1967 un proceso de alejamiento del Partido Comunista de Francia (PCF) y alentó decididamente la formación de corrientes maoístas, por lo que de allí surgió, en febrero de 1966, la Union des Jeunesses Communistes (Marxiste-Léniniste) (UJCML), y en el IX Congreso de la UEC (abril de 1966) se presentó una ruptura con la dirección comunista (Calsapeu Losfeld, 2019, pp. 97-146; Urrego, 2019, 147-179). La respuesta de la nomenclatura del partido fue la expulsión de quienes alentaban la creación de las UJCML.

No obstante, este origen generó en ocasiones contradicciones y paradojas, pues, por ejemplo, la UJCML no participó de la noche de las barricadas (10 de mayo de 1968) por su pretensión de ir a los barrios obreros antes que a las manifestaciones estudiantiles. Este grupo maoísta no fue la única organización de izquierda que se marginó de dicha jornada, pues los comunistas también lo hicieron y los trotskistas lambertistas del Partido Comunista Internacionalista (PCI) siguieron el mismo camino (Johnson, 1972). Por el contrario, el Partido Comunista de los Obreros de Francia (PCMLF), que había sido más crítico con las posibilidades políticas de los estudiantes, emitió declaraciones de apoyo y participó activamente en las movilizaciones de mayo.

Dos organizaciones adicionales requieren mencionarse debido a la presencia masiva de estudiantes. En el campus de Nanterre de la Universidad de París surgió a comienzos de 1969 el Mouvement du 22 Mars, un frente que congregó a maoístas y trotskistas, y que engrosaría la reciente creada Gauche Prolétarienne (GP). De igual forma, en Nanterre se creó Vive la Revolution (VLR), que, aunque de corta vida—se desintegró en 1971—, animó decididamente la popularidad de los maoístas. Las dos organizaciones se volcaron abiertamente a trabajar con obreros, entre ellos los de la planta de automóviles Citroën.

La postura política de este tipo de organizaciones les brindó mucha autonomía, iniciativa a los militantes, poco peso del centralismo, dirección flexible y producción de su propia teoría. El defecto que se les señalaba era su “espontaneísmo”, su poca experiencia con el movimiento obrero y sus limitaciones para orientar la lucha social (Urrego, 2019, pp. 152-158).

La preocupación por la organización de estudiantes fue más allá de los universitarios, pues en algunos casos los partidos pusieron especial atención a los estudiantes de secundaria, tal como lo hizo la GP en Francia o la JUPA en Colombia. Este es uno de los capítulos menos conocidos en el caso colombiano y fue de mucha importancia en ciudades como Cali, Barranquilla y Bogotá.

En Estados Unidos existió una organización estudiantil y juvenil con una inusitada influencia en los años sesenta: Students for a Democratic Society (SDS). Aunque se había creado sobre la experiencia de otra organización estudiantil fundada en 1905, la nueva etapa se inició con una convención en Míchigan en 1962 y animó las luchas de la década, llegando a tener cerca de cien mil miembros en todo el país (Sale, 1973; Swanson, 2017). La SDS sirvió de fuente a la Nueva Izquierda y dentro de ella al maoísmo; fue una de las fuerzas más activas contra la guerra en Vietnam y realizó varias manifestaciones contra la intervención estadounidense en el sudoeste asiático, como la marcha en Washington del 27 de noviembre de 1965, y difundió un famoso discurso del presidente de la SDS Carl Oglesby. Para mediados de los años sesenta la organización se inclinó por posturas más radicales, lo que permitió que en 1966 activistas del Progressive Labour Party (PLP) participaran en su congreso y en su dirección nacional, razón por la cual en 1968 el PLP alentó el surgimiento de Worker Student Alliance (WSA), que dio paso a una corriente identificada por la sigla SDS-WSA, la cual extendió sus actividades hasta mediados de los setenta. La WSA se enfocó en la lucha contra el racismo y en el apoyo a las huelgas de los obreros, como la de la General Electric (1969) y la de los trabajadores del correo en 1970; publicó el periódico New Left Notes y en 1974 acordó integrarse a International Committee Against Racism (InCAR).

Para finales de los años setenta, estudiantes de origen chino y japonés, muchos de ellos graduados en medicina, dieron paso a la conformación de Communist Worker Party (CWP) (1979), que años más tarde (1985) se cambió de nombre a New Democratic Movement (NDM) y posteriormente se integraron en el Partido Demócrata en un intento por realizar sus actividades desde el interior de esta organización. Este partido fue muy conocido por sus acciones de lucha contra el racismo, que explicaremos más adelante.

En América Latina la mayoría de los jóvenes y estudiantes que buscaban la vinculación con proyectos revolucionarios maoístas tuvieron una dificultad: la supremacía del foquismo, lo cual impidió en la mayoría de los casos la maduración de los proyectos políticos y, por ello, muchos optaron por la salida rápida de la lucha armada, con lo cual la aproximación al maoísmo fue contradictoria. En México, por ejemplo, existió un sector que se inclinó por una “línea de masas”, es decir, un trabajo de largo aliento con pobres de la ciudad y el campo. Tal fue el caso de “Política Popular-Línea Proletaria”, proyecto que se originó a partir de fusión de activistas universitarios de la escuela de Economía de la UNAM y de la Escuela de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) del Instituto Politécnico Nacional (Puma, 2016; Urrego, 2017). Pero no fue el único grupo destacado de activistas universitarios que incursionaron en la política, pues en las universidades de provincia se crearon grupos radicales de estudiantes, como “Los Enfermos” en Sinaloa; abiertamente inclinados a la lucha armada, como los estudiantes de la Universidad Michoacán vinculados al Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) (Velázquez Villa y Carrasco Gutiérrez, 2010); o que difundían las ideas de la teología de la liberación y que, tras el encuentro con el maoísmo, darían origen al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

En Perú, la historia del Partido Comunista-Sendero Luminoso está ligada estrechamente a las acciones desarrolladas en las universidades de Ayacucho y, en particular, en la de Huamanga. Allí lograron controlar gran parte de las actividades académicas y administrativas, gracias a lo cual obtuvieron influencia en los estudiantes que masivamente se incorporaron al Partido y a la guerrilla (Degregori, 1990).

Nuevas banderas, consignas y objetivos de los maoístas

Algo característico de las organizaciones maoístas del periodo de estudio fue la consideración de nuevas consignas, métodos de lucha y formas organizativas. La lucha contra el racismo fue una de las banderas más importantes del maoísmo estadounidense. Prácticamente todas las organizaciones maoístas se preocuparon por crear un frente de lucha contra este flagelo y por incluir en sus actividades la reivindicación del derecho de las minorías, como negros, latinos, orientales, indígenas, etc. Dada la existencia de una extrema derecha fascista y racista en Estados Unidos, los maoístas desarrollaron, como en pocos lugares del mundo, una política para unificar las diferentes luchas de las minorías, así como la forma de enfrentar las acciones criminales del Ku Klus Klan (KKK) y los grupos neofascistas. Se destaca el PLP con las tareas emprendidas a través de la SDS-WSA y luego con InCAR; la creación de organizaciones y periódicos en diferentes lenguas, entre ellos Challenge, Challenge-Desafío (español), Le Defi (francés) y Al Tahadd (árabe).

CWP inició la defensa de las minorías creando en 1973 el Asian Studies Group y vinculándose con grupos radicales negros. En el mismo momento de la fundación del partido (1979) inició la resistencia a las organizaciones racistas y fascistas de Carolina del Norte; por tal motivo organizó las movilizaciones del 3 de noviembre—denominadas “rally”—contra la extrema derecha y en las que, resultado de los choques, fueron asesinados cinco militantes de CWP (tres médicos, uno de ellos miembro del Comité Central; una mujer negra; y un cubano americano), acontecimiento conocido como la masacre de Greensboro. Esto dio lugar a una larga lucha en los estrados judiciales, pues al comienzo no hubo acusados y posteriormente en el juicio, con un jurado compuesto de blancos, no se levantaron cargos criminales. En respuesta, los maoístas organizaron en 1980 actos contra el gobernador Jim Hunt.

El PLP desarrolló igualmente fuertes demostraciones de resistencia contra las manifestaciones del KKK y las organizaciones neonazis, especialmente con acciones de saboteo a las manifestaciones de los grupos de extrema derecha; con la publicación de periódicos y revistas en diferentes idiomas; y con la creación del Committe Against Racism (CAR), que luego en 1973 adoptó el nombre de InCAR, una organización dedicada a la lucha contra el racismo y que agrupaba activistas de diferentes minorías; asimismo publicó la revista bilingüe (inglés-español) Arrow (Flecha). Además del saboteo y la formación política de latinos y otras minorías, esta organización fue muy conocida por sus acciones en 1978 contra la denominada sociobiología, una doctrina supuestamente científica que sustentaba el racismo desde la biología.

Un punto aparte en la lucha de los maoístas estadounidenses contra el racismo fue su vinculación a la lucha racial de los negros y latinos, siendo la más conocida la relación establecida con Black Panthers. Fue igualmente frecuente la publicación de periódicos y revistas dirigidas a los latinos, como Unity, editada en inglés y español.

En Francia, Gauche Prolétarienne y UCFML hicieron llamados a sus militantes para apoyar la lucha de los trabajadores inmigrantes; de hecho, estos últimos se hicieron presentes en los barrios donde vivían los indocumentados para apoyarlos.

Los encuentros y desencuentros con el feminismo y los homosexuales

No siempre los maoístas, especialmente de los países capitalistas, encontraron una salida adecuada a la demanda de las minorías sexuales y las reivindicaciones del feminismo. Existieron organizaciones como Revolutionary Union de Estados Unidos, especialmente en los tempranos años setenta, que se manifestaron en contra de las demandas específicas de los negros y se manifestaron contra los homosexuales, pues pensaban que toda reivindicación sectorial debía someterse a los intereses de la clase obrera.

En Francia, por el contrario, existieron pequeñas organizaciones que se inclinaron por ampliar las posibilidades de la lucha política y fueron pioneras en la inclusión de las reivindicaciones de feministas y homosexuales, tal como aconteció con Vive la Révolution, que dedicó varios números de su periódico Tout a abordar problemas del estrés en el sexo, la liberación femenina y los derechos de los gais; fue además altamente influenciada por las posturas teóricas del psicólogo Wilhelm Reich, quien, como se sabe, insistió mucho en la importancia de la identificación con el trabajo que cada individuo desempeñaba y con una grata sexualidad, palancas de afirmación de lo humano y fundamentales en la lucha contra la sociedad burguesa. Además, los maoístas enfrentaron la actitud puritana de algunas instituciones del Estado; por ejemplo, el periódico Cause du Peuple y Jean-Paul Sartre, su editor, sufrieron presiones del gobierno, que los acusó de obscenidad. Recuérdese que la relación “abierta” de Sartre con Simone de Beauvoir ya había sido duramente cuestionada.

De igual forma, el PCMLF se acercó a las reivindicaciones de las mujeres, y por ello creó un pequeño periódico, que circuló entre 1974-1975, y una comisión dentro del Partido; su Comité Central llegó a tener el 10 % de representación de las mujeres y la organización estuvo conformada entre el 35 % y 40 % por mujeres.

Espontaneidad versus centralismo, y los intelectuales y el partido

El maoísmo del periodo se movió entre dos extremos: por un lado, una férrea organización, generalmente en casos en que los partidos contaron con frentes armados o guerrillas, como el senderismo peruano, donde imperaron severos castigos a las consideradas “desviaciones políticas” o conductas morales inapropiadas; por otro, igualmente existieron organizaciones dotadas de una enorme flexibilidad, razón por la cual han sido llamadas antijerárquicas o fundadas en el “espontaneísmo”. Uno de los casos más representativos fue Gauche Prolétarienne, que pretendió la igualdad de sus militantes desconociendo la existencia de líderes, funcionando en torno a asambleas generales y buscando la creación de un movimiento de aspiraciones antiautoritarias, de trabajadores autónomos y con formas antidespóticas de lucha de la clase obrera.

La relación entre los intelectuales y el partido fue altamente privilegiada por los maoístas. En la mayor parte de los casos hubo un frente de intelectuales de particular resonancia a nivel local e incluso internacional. Igualmente, los profesionales y los intelectuales se destacaron como fundadores, miembros de la dirección o militantes. Al comenzar los años setenta, Alain Badiou lideró la fundación del Gruope pour la Fondation de l´Union des Communistes de France Marxistes Léninistes (UCFML). Igualmente, en Francia existieron reconocidos directores de cine y revistas de crítica especializadas ligadas al maoísmo (Calsapeu Losfeld, 2019).

De los directores más reconocidos hay que mencionar a Jea-Luc Godard, pionero de la Nueva Ola francesa, quien dirigió Le Petit Soldat, película de 1960 sobre la guerra de independencia de Argelia; La Chinoise, película de 1967, de 95 minutos y filmada en 35 mm, en la que, a partir de una adaptación de la novela El poseído de Dostoievski, se toma como protagonistas a cinco jóvenes estudiantes que adoptan el maoísmo y polemizan en torno a la violencia revolucionaria; en Pierrot le Fou de 1965 aborda el tema de la guerra de Vietnam, concluye la película con una referencia al Gran Timonel, cuando sus protagonistas dicen: “Vive Mao”; y en colaboración con Jean Pierre Gorin, Tout va bien de 1972, de 95 minutos y filmada en 35 mm en color (Witt, 2013; MacCabe, 2005).

La mayor parte de los intelectuales contestatarios europeos viajaron a Cuba (Sartre y Simone de Beauvoir, por ejemplo) e igualmente un número significativo de estadounidenses se vincularon a los intelectuales del mundo que brindaban soporte a la izquierda latinoamericana y, en particular, a la Revolución Cubana (Rojas, 2016).3

El movimiento estudiantil de 1971 en Colombia y el inicio de un ciclo maoísta

El movimiento estudiantil colombiano de 1971 tiene estrecha relación con movilizaciones similares que se sucedieron en diversas partes del mundo a finales de los años sesenta, aunque, como es obvio, tiene sus propias particularidades. Para ese entonces sucedieron varias cosas que facilitaron la vinculación de las protestas colombianas, europeas y estadounidenses. En primer lugar, hay una tendencia antiimperialista y contestataria en los jóvenes a nivel mundial; la lucha anticolonial es un referente obligado en la mayor parte de las protestas y, por ello, fue normal ver las banderas de Vietnam en las manifestaciones estudiantiles en Estados Unidos y Francia.4 De igual forma, se vivía un tercermundismo radicalizado debido a una serie de eventos, entre los que se encontraban: la Revolución Cubana, los encuentros de la Tricontinental en La Habana, la formación de guerrillas en la mayor parte de los países de América Latina y, por supuesto, la creación de organizaciones como la OSSPAL.

De manera que no resulta extraño que durante las movilizaciones de 1971 y las que se sucedieron como eco de este movimiento estuvieran presentes consignas antiimperialistas. De hecho, un aspecto central de las protestas de ese año en Colombia es que estuvieron dirigidas contra la presencia de fundaciones estadounidenses y contra las limitaciones o controles a la actividad de investigación que estos organismos imponían a las universidades (Espinosa Escobar, 2017).5

El segundo rasgo que comparte el movimiento colombiano con sus similares de otros lugares fue la presencia de corrientes contraculturales. En efecto, el Nadaísmo ya había hecho aparición en Colombia (1958), y en la Universidad Nacional (UN) surgió una agrupación denominada La Plaga que cumpliría un papel importante en las movilizaciones. De hecho, la JUPA hizo alianzas con La Plaga, gracias a lo cual ganó por amplio margen las elecciones de los representantes estudiantiles al cogobierno en la Universidad Nacional, al igual que en la Universidad de Antioquia. Pero había muchos otros contestatarios, por ejemplo, un grupo de activistas de la UN publicaban una hoja volante que se identificaba con el título de El Rayo. Marcelo Torres, principal dirigente del movimiento estudiantil de 1971, confirma la importancia de estas corrientes señalando que, por una parte, una de las vías de acceso al pensamiento crítico fueron los nadaístas y las lecturas de Jean-Paul Sartre (Torres, 2021).6 Recordemos que para finales de los sesenta ya existía una importante tradición existencialista debido a la acción de intelectuales como Estanislao Zuleta y Mario Arrubla desde revistas como Estrategia (Jaramillo, 2019); ya se había hecho la traducción de Problemas de método por parte de Jorge Orlando Melo (Sartre, 1963) y, por otra parte, se asignaban nombres muy particulares a sectores de la ciudad en la que vivían estudiantes o era frecuentada por intelectuales.

Marcelo Torres nos confirma el uso de referencias y nombres de otros lugares del mundo; él por ejemplo vivió en Santa Fe, y en ese momento era conocido como el “Barrio Latino”, pero igualmente pasó varios años en las denominadas “Torres de Pekín” (Torres “Gonzalo Jiménez de Quesada”). También hay que señalar que la carrera 5, en la actual zona de las Torres del Parque, era conocida como el Greenwich Village bogotano. Esta circunstancia también fue característica de ciudades como Cali o Medellín. De manera que los referentes culturales fueron los mismos que en ciudades como París o Nueva York: el rock, la música protesta, el hipismo, el existencialismo francés, la nueva ola, el marxismo, Freud, etc. (Moreno Durán, 1989). En otras palabras, había una conciencia cosmopolita.

El tercer rasgo fue la efervescencia intelectual del momento. Marcelo Torres recuerda que al llegar a Bogotá en 1964 para estudiar Derecho en la Universidad Externado encontró un ambiente de mucha agitación cultural y política en la ciudad, y que los estudiantes de las universidades públicas y privadas compartían las tertulias, la bohemia y las movilizaciones. En su descripción de estos espacios destaca la existencia de cafés y restaurantes que eran lugar de encuentro, como el café-restaurante El Cisne, ubicado en la carrera 7 con 24; La Sixtina; El Automático; y La Romana (Jursih Durán, 2015). Igualmente había varias librerías ubicadas en el centro de Bogotá que eran sitio de reunión; las más representativas eran la Librería Buchholz (fundada en 1949 y ubicada en la avenida Jiménez con carrera 8), que tenía un edificio completo con una gran cafetería y una galería, y que desde 1960 publicaba Eco, una de las revistas más importantes en la historia del país, creada con la intensión de difundir el pensamiento alemán y europeo de vanguardia. Esta publicación contó con la colaboración de reconocidos intelectuales de la época, como Danilo Cruz Vélez, Rafael Carrillo, Carlos Patiño, Hans Herkrath, Hasso Freiherr, Von Maltzahn y Antonio de Zubiaurre (Buchholz, s.f.). Por supuesto, no era la única librería: Marcelo Torres recuerda La Gran Colombia, propiedad del emigrado ruso Andonof, y la librería del Partido Comunista, donde se vendían los libros de Editorial Progreso.

Las mujeres jugaron un papel protagónico en esta coyuntura, tal como ocurrió en la mayor parte del mundo. Varias razones permiten entender este ciclo de auge del feminismo. En primer lugar, el crecimiento de los sectores medios de la sociedad colombiana. Ello se reflejó en una mayor participación de las mujeres en la vida universitaria del país. En segundo lugar, la izquierda y los movimientos contraculturales abrieron espació a la presencia de las mujeres, quienes establecieron su propia agenda y sus propias reivindicaciones. Las noticias del momento dan cuenta de que las mujeres asumieron cierto liberalismo sexual, especialmente por la introducción de métodos de control natal y por el impacto del hipismo y las corrientes contraculturales. Igualmente comenzó a llegar al país una literatura feminista, que pronto se hizo referencia obligada, especialmente de intelectuales como Simone de Beauvoir. Por ello vemos en las imágenes de los periódicos y las fotografías de la época a mujeres en las primeras líneas de las protestas estudiantiles. En Cali, por ejemplo, se destacó una estudiante que fue conocida como “La vietnamita”.

Es frecuente encontrar en 1971 las mismas estrategias de comunicación y acción empleadas en otros lugares del mundo: la hoja volante, la consigna en las paredes, los periódicos y revistas, etc. Los referentes políticos del momento fueron el Che y Fidel y, por otro lado, Mao Tse Tung. La JUPA en particular creó en 1970 la hoja volante Nueva Democracia, que se convertiría en su medio de comunicación en todas las universidades del país.

La Nueva Izquierda en Colombia

Ahora bien, ¿qué explica el auge del maoísmo en Colombia? Lo primero que hay que señalar es que el desarrollo del maoísmo comparte las mismas dinámicas que se presentaron en otros lugares del mundo. En particular la crisis de los PC, que se venía gestando en Colombia desde comienzos de La Violencia y que se agravó con la disputa chino-soviética y la revolución cubana. En efecto, desde ese momento diversos sectores demandaron a la dirección del Partido asumir la vía armada. Para los disidentes el anquilosamiento de los comunistas era interpretado como claudicación ante los sectores dominantes o, por lo menos, se les criticaba que no estaban interesados en radicalizar la agenda política. Por ello, la mayor parte de los reclamos de los jóvenes militantes de los sesenta coincidió con el llamado al inicio de la lucha armada. Hecho que se acentuó por el impulso cubano a la creación de grupos foquistas en América Latina (Castañeda, 1994).

Una rápida mirada a esta circunstancia evidencia que en diversos países de la región los PC se encontraban en crisis y la revolución cubana había trastocado la hegemonía de los comunistas. En Brasil, por ejemplo, la visita de Fidel Castro y luego del Che Guevara se sumó a los ecos de la caída de Batista y pronto los jóvenes buscaron emular a los guerrilleros cubanos. La visita de Fidel en 1959 había tenido un enorme impacto debido a que habló por la televisión y fue recibido por el presidente Juscelino Kubitschek de Oliveira (1956-1961). En 1961 el Che visitó Uruguay para asistir a una reunión (5 a 17 de agosto), citada por el Consejo Interamericano de Desarrollo Económico y Social (CIES), con el propósito de evaluar el proyecto de la Alianza para el Progreso, recientemente propuesto por el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy. El representante cubano pasó a Brasil y fue recibido por Jânio da Silva Quadros (31 de enero a 25 agosto de 1961) y también viajó a Argentina, con muy poca publicidad, donde se entrevistó el 18 de agosto con el presidente Arturo Frondizi. Como resultado de estas actividades, en 1961 varios dirigentes populares visitaron La Habana y adoptan el foquismo como modelo. Algo similar ocurrió con otros dirigentes de diversos países de América Latina. Este ambiente se radicalizó aún más con la Segunda Declaración de La Habana (4 de febrero de 1962) y con la realización en 1964, en Cuba, de una conferencia de los partidos comunistas de la región en la que se debatieron dos temas: la urgencia de la lucha armada y la división del movimiento comunista internacional.

En Colombia, el tema de la lucha armada subyace a la fractura que daría origen al Partido Comunista de Colombia marxista leninista [PCC (ML)], a las purgas desatadas por la dirección del PCC y a los proyectos de creación de nuevos partidos y organizaciones. Hay que recordar que había sido el propio Partido Comunista el que había hecho una gran difusión del maoísmo hasta que su acatamiento a las orientaciones cubanas y de la URSS lo llevaron a denunciar a los chinos y a condenar a Mao (Hernández Ortiz, 2016). Por otra parte, La Violencia, la guerra civil entre liberales y conservadores, y especialmente la cruenta represión desatada por el gobierno y la policía contra dirigentes populares, campesinos e indígenas liberales, llevó a la organización de autodefensas y a promover procesos de colonización armada. Por ello al interior del PCC se comenzaron a escuchar desde los años cincuenta las posturas en favor de la lucha armada, particularmente por dirigentes como Pedro León Arboleda y Pedro Vázquez Castaño, y la actitud crítica de regionales como Valle del Cauca, especialmente de miembros de la Juventud Comunista (JUCO). De manera que con este cúmulo de circunstancias se citó en 1965 al X Congreso del PCC, el denominado de “Rectificación”; se expulsó a la dirección encabezada por Gilberto Vieira; se produjo la adopción del maoísmo; y se adicionó la sigla Marxista Leninista (ML) al final del tradicional nombre del Partido (Villarraga y Plazas, 1994).

El PCC (ML) no tuvo una participación significativa en el movimiento estudiantil de 1971. Dos razones explican esta circunstancia. En primer lugar, esta organización desechó por reformista las propuestas de corrientes como la JUPA y la JUCO y privilegió el traslado de estudiantes a la guerrilla, tal como aconteció con Gilberto Herrera Estela, quien en 1968 había ganado las elecciones para representante al Consejo Superior Estudiantil a nombre del Frente de Estudios Sociales (FES), pero que de inmediato anunció, en la “Carta a los estudiantes colombianos”, su ingreso al Ejército Popular de Liberación (EPL) y el rechazo a toda reforma educativa (Villarraga y Plazas, 1994 pp. 60-64). En segundo lugar, los ML se encontraban en medio de enconadas disputas, hubo un proceso de fraccionamiento intenso e incluso apareció un sector nuevo, la Liga Marxista-Leninista, creada en 1971 (Molano Camargo, 2017), que disputaba al PCC (ML) sus áreas de influencia. Además, a este partido le hicieron acusaciones de dogmatismo, campesinismo y foquismo, especialmente por parte de la Línea Proletaria y la Tendencia Marxista Leninista (De la Torre, 1976, p. 135-231). Tras la incursión del MOIR en elecciones en 1972, el debilitamiento de la influencia de la JUPA y la desaparición de organizaciones gremiales, los ML tuvieron un breve momento de auge en el movimiento estudiantil que Villarraga y Plazas (1994) ubican entre 1974 y 1977.

La influencia cubana también se hizo sentir en el Movimiento Obrero, Estudiantil y Campesino (MOEC), organización creada por Antonio Larrota el 7 de enero de 1959, y que pronto asumió el foquismo y se puso a las órdenes de La Habana. Sin embargo, sus intentos de crear focos armados fracasaron y la organización degeneró muy rápidamente. A pesar de los nulos avances, esta orientación política se fortaleció debido al impacto de la Conferencia Tricontinental en La Habana y la fundación de Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) y la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), dos instancias claves en la consolidación del foquismo como modelo. El documento que surgió de este encuentro tiene veinte declaraciones, de las cuales la quinta es a favor de la lucha armada y la décima establece que este recurso es el método más eficaz para la acción política.

Completan el cuadro político el Ejército de Liberación Nacional (ELN), creado directamente en La Habana gracias al viaje de un grupo de colombianos pertenecientes a las Juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal (JMRL) y a un grupo de estudiantes decididos a transformarse en guerrilleros. Esta organización no tendría mayor influencia en el movimiento estudiantil, pues su propuesta era que los jóvenes abandonaran la universidad y se vincularan a la lucha armada. De hecho, hay dos anécdotas ligadas al MOEC que permiten entender lo que sucedió en ese momento. La primera fue que Francisco Mosquera le dijo a Camilo Torres que era un error su decisión de irse a la guerrilla.7 La segunda la relata Marcelo Torres, quien tras participar en una asamblea universitaria conoce en la puerta de la cafetería de la Universidad Nacional a Camilo Torres y a Julio César Cortés, presidente de la Federación Universitaria Nacional (FUN). No fueron los únicos “elenos” que conoció, pues sus condiscípulos en el Externado, Benjamín Gamboa y José Antonio Niño, también se vincularon a la guerrilla; el primero fue capturado y enviado a prisión y el segundo resultó muerto en combate. Estos dos hechos explican la existencia temprana de un rechazo al foquismo en los presupuestos políticos de Mosquera y Marcelo Torres.

Por supuesto también existieron otras corrientes de la izquierda, como la JUCO, con poca iniciativa debido a las permanentes acusaciones del resto de la izquierda como fuerza revisionista y “mamerta”, pero con dirigentes destacados como Eduardo Posada (Cote, 2009). Por el contrario, el trotskismo alcanzó notable influencia, especialmente en el Valle del Cauca, con el liderazgo de Camilo González y Ricardo Sánchez. El auge de este sector de la izquierda llegaría hasta mediados de la década cuando coinciden muchas dinámicas políticas en su interior. Por una parte, procesos de división y reagrupamiento, especialmente debidos al impacto del IX Congreso Mundial de la IV Internacional (abril de 1969), cuya Resolución sobre Latinoamérica, que determinó el impulso a la lucha guerrillera, generó reacciones opuestas.

En Colombia, en mayo de 1970 se organizó el grupo Espartaco que aparece como el precursor del trotskismo (García Velandia, 2009, p. 150). Al año siguiente otros núcleos trostkistas comenzaron el proceso de gestación del Bloque Socialista que realizó su Primera Conferencia Nacional en 1976, pero como el resto de la izquierda atravesaría procesos de fraccionamiento que darían origen, por ejemplo, a la Unión Revolucionaria Socialista en 1974. Finalmente, se produjo la debacle tras su participación en la Brigada Simón Bolívar que combatió en Nicaragua, pues las diferencias con el sandinismo terminaron con la entrega de los colombianos a la Interpol.

El auge del maoísmo en Colombia

Cuando Francisco Mosquera tuvo acceso al maoísmo durante su estadía en La Habana, a comienzos de los sesenta, ya había antecedentes importantes en Colombia del uso de esta perspectiva teórica y política. Lo particular en el caso de Mosquera fue que al retornar al país se distanció de Cuba y su modelo foquista, planteó una reconstitución del MOEC y se inclinó por la adopción del maoísmo. Dos principios orientaron las posturas de Mosquera en aquel entonces: en primer lugar y como prioridad estaba la creación de un partido marxista leninista y, en segundo lugar, el rechazo al modelo foquista y a la vía armada en la Colombia de aquel entonces. Además, se opuso al secuestro, la financiación internacional y a vicios de todo tipo que imperaban en el MOEC. Estos dos principios fueron los que guiaron su acción a partir de 1965 y los que permiten el acercamiento con el grupo Combate de Marcelo Torres.

En el momento en que Mosquera inició su debate interno en el MOEC y buscaba el acercamiento con otros grupos políticos y dirigentes populares, la izquierda existente en aquel entonces se propuso la creación de una nueva central sindical independiente de los partidos tradicionales y del Partido Comunista que orientaba la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC). Como producto de esos acuerdos se realizó un encuentro en Ibagué y luego otro en Medellín en 1969, del cual surgió el frente sindical MOIR. La nueva central sindical se trazó entonces como tarea inmediata la realización del Paro Nacional Patriótico en 1970, pero paradójicamente fue la razón de su fracaso, por cuanto el sector del MOEC insistió en hacerlo después de las elecciones, pues Mosquera presagiaba un fraude contra la ANAPO, mientras el resto de la izquierda, abstencionista, lo quería antes. Al final quedó solo el MOEC impulsando un Paro, pero no tenía la suficiente fuerza y la petición a Gustavo Rojas Pinilla de que se pusiera al frente de las luchas contra el fraude electoral fracasó y, por ello, sufrió las consecuencias de la represión. En adelante la izquierda y el gobierno se refirieron al MOIR como el partido que orientaba Francisco Mosquera.

De manera que desde finales de 1969 encontramos al MOEC promoviendo la formación del MOIR, pero al mismo tiempo pensando en realizar una reunión para impulsar la creación de un nuevo partido marxista leninista. Esta reunión se llevó a cabo el 1 de octubre de 1970 en Cachipay (Cundinamarca) como XI Pleno del MOEC y a ella asisten, entre otros, Combate, Sol Rojo y Fusil, la Organización Revolucionaria de Colombia (ORC) de los hermanos Otto y Omar Ñáñez, Carlos Valverde de Cali, Felipe Mora y Gildardo Giménez de Medellín y Daniel Paternina. Allí se acordaron el programa, los estatutos y el nombre oficial de la nueva organización: Partido del Trabajo de Colombia (PTC) y se definió que para 1973 se debía programar el congreso de fundación. Como lo hemos explicado en otro lugar, esta circunstancia determinó que en 1970 y 1971 existiera confusión con el nombre de la organización que dirigía Francisco Mosquera, pues aun cuando la denominación oficial desde el inicio fue PTC, se actuó como MOIR, que como lo hemos dicho dejó de ser una central sindical y se transformó en partido ante el retiro de la mayor parte de la izquierda (Urrego, 2016, p. 78).

El maoísmo colombiano entonces encuentra dos fuentes en el periodo de estudio: el campo ML y el MOEC-PTC. Los primeros ya llevaban cinco años de fundados cuando estalló el movimiento estudiantil. Los segundos, por el contrario, tendrán estrecha relación con la gesta universitaria debido a que fue el protagonista más destacado; recién se habían constituido como fuerza política y el movimiento estudiantil permitió la consolidación del proyecto de Mosquera y luego la expansión de la organización por el país con los cuadros surgidos de la protesta universitaria. El hecho más significativo para nuestro relato fue la constitución de la JUPA.

El MOEC en 1969 atrajo la atención del grupo Combate, que se había formado en 1968, en el que actuaba Marcelo Torres. Este era una pequeña organización de activistas estudiantiles de ultraizquierda, de tipo conspirativo, y con Mosquera discutieron largamente sobre la situación del país y, en particular, sobre la necesidad de abandonar todo proyecto foquista y de lucha armada, para concentrarse en la construcción de un verdadero partido marxista leninista. Mosquera les entregó a los miembros de Combate un documento que guiaba su acción desde 1965: “Hagamos del MOEC un auténtico partido marxista leninista” (Mosquera, 1965), para propiciar los debates internos y su acercamiento.

En 1970 Mosquera invitó a los miembros de Combate, con los que se había conocido durante la movilización en torno a la expulsión de la Fundación Ford y de la Kellogg’s de la Universidad Nacional, y a otro pequeño grupo denominado Sol Rojo y Fusil, creado por Ricardo Samper Carrizosa, un miembro de los sectores acomodados del país que se había destacado en el movimiento estudiantil de la Universidad del Rosario contra la dictadura de Rojas Pinilla. Samper fue secretario del presidente Alberto Lleras Camargo y posteriormente tuvo la oportunidad de vivir en China, y según nos cuenta Marcelo Torres, fue testigo de la Revolución Cultural. Al llegar al país creó con estudiantes de la Universidad de los Andes el mencionado grupo. Mosquera invitó a Marcelo Torres y a Ricardo Samper al XI Pleno del MOEC en Cachipay y allí les propuso fusionarse y crear una organización juvenil para el naciente PTC. Al proyecto de creación de la JUPA se sumaron además otros dirigentes estudiantiles del momento como Libardo Botero, de la Universidad de Antioquia, y Heraldo Romero de Nariño, proveniente de la ORC, quien fue uno de los más importantes dirigentes estudiantiles en 1971 y luego llegaría a ser secretario regional del MOIR y miembro de su Comité Central.

La JUPA y el movimiento estudiantil de 1971

Mosquera concebía en aquel entonces que uno de los grandes problemas para la recepción de las nuevas ideas y para la consolidación del proyecto de construcción de un partido marxista leninista era la cultura, limitada por concepciones conservadoras, autoritarias, y como se decía por aquel entonces, neocoloniales y semifeudales. Por ello una de sus grandes apuestas fue la constitución de un frente cultural y la democratización y renovación de las universidades, para lo cual instituyó la consigna: “Por una cultura nacional, científica y de masas”, con la cual la JUPA agitó a los estudiantes en 1971. Esta consigna fue la materialización de una idea básica pero fundamental desde aquel entonces: la universidad y la cultura se pueden transformar aunque no se haya realizado la revolución. Marcelo Torres recuerda la postura dominante en la izquierda de aquel entonces cuando señala:

La generalidad de posiciones y de organizaciones de izquierda señalaron y señalan que no es posible, y hubo una que caracterizó de manera más aguda esa apreciación diciendo que la educación forma parte de los aparatos ideológicos de la clase dominante, del régimen y que en esa condición la institución como tal y quienes en ella participan, sus directivos y docentes, no pueden sino hacer de agentes reproductores de la ideología de la clase dominante. Es decir, las instituciones solamente se transformarán cuando triunfe la revolución. Esta es una posición que de hecho hace una especie de apología de las instituciones existentes, las cuales son entonces consideradas como intocables e inmutables. (Torres, 1997, p. 1)

Más adelante el mismo Marcelo Torres recuerda la reflexión que junto a Francisco Mosquera realizaron en torno a la relación entre infraestructura y superestructura. Menciona que evidentemente Marx y Engels señalaron, en un primer momento, que la economía era el factor determinante. No obstante, esto era un planteamiento inicial, pues a continuación Marx y Engels señalaron que era solo un aspecto del problema y que era necesario considerar el camino inverso, el de la cultura hacía la economía:

De allí a deducir que el marxismo señale que el único factor determinante es el económico, hay un abismo. El factor principal es el económico, pero no el único, los demás, o sea, la política, las instituciones, el Estado, las concepciones ideológicas, la cultura, también representan un papel muy activo. Es el papel del efecto sobre su propia causa, hay una reacción y en esa reacción y en la reproducción del movimiento de causa-efecto y de efecto-causa, se contiene el movimiento real de la sociedad. Es decir, la cultura no es un sombrero, la cultura es un elemento activo, actuante, influyente, es una potencia de la sociedad, es una fuerza vital, no es un reflejo pasivo, inerte, sino por el contrario es un reflejo vivo, actuante, que se vuelve sobre la causa que la ha generado y actúa sobre esa causa, la modifica en mayor o menor grado.

Es conclusión, la economía genera las ideas que tiene la gente en una determinada sociedad—políticas, religiosas, morales, el nivel del conocimiento científico—pero a su vez estas ideas actúan, influyen sobre la base económica que las ha originado. Más aun, hay una cierta libertad de movimiento de estas esferas de la ideología con relación a la base material que les dio origen. […] Esto es lo que puede explicar que países de desigual desarrollo económico tengan una cultura diferente y es más, que el país más atrasado pueda estar más avanzado en determinadas esferas de la cultura que el país más desarrollado. (Torres, 1997, p. 4)

No sobra decir que esta idea en torno a la universidad, la ciencia y la cultura también fue compartida por diversos sectores políticos y sociales que de manera general podríamos denominar democráticos, no vinculados a las izquierdas, lo que facilitó el acercamiento de la JUPA a estudiantes de universidades privadas, a artistas y a intelectuales. Por ejemplo, en la Universidad Javeriana circuló desde 1971 la hoja volante Tribuna Estudiantil que se autodefinía como “juventud antiimperialista y antifeudal” y cuya hoja volante n.º 4, de marzo de 1972, anunció la adhesión al Frente Popular-MOIR. Por su parte, la Universidad de los Andes aportó una gran cantidad de cuadros políticos y sobre esa experiencia se creó el Teatro Libre de Bogotá (TLB).

Sobre la experiencia del trabajo de Combate se impulsaron los Comités de Base como una forma de organización de los estudiantes, como lo señalan Juan Arango y Uriel Ramírez, dirigentes del cogobierno de la Universidad Nacional: “Inicialmente en Sociología, cuya fuerza derivó de la lucha por la reforma del currículo y del plan de estudios en 1968, en esa carrera. Luego los Comités de Base se extendieron a 5 fuertes como Ingeniería, Mecánica y Agronomía”. Esta forma de organización fue impulsada durante 1970 para tratar de crear una agremiación que reemplazara a la disuelta FUN. Recuerdan los miembros del Comité Ejecutivo de la JUPA de 1971 que se realizó un encuentro impulsado por la Federación de Estudiantes de la Universidad del Valle (FEUV) con diversas fuerzas políticas y gremiales para potenciar la organización de los estudiantes:

En septiembre de 1970 se realiza un Encuentro Nacional de Consulta, al cual asisten: los trotskistas, con fuerte presencia en la Universidad del Valle, dirigidos por Ricardo (“el Flaco”) Sánchez y Camilo González; la Juventud Patriótica, dirigida por Marcelo Torres, y los Camilistas, liderados por Sergio Pulgarín. El objetivo es insistir en la Organización Estudiantil. (Ramírez et al, 1991, p. 2)

Al año siguiente se realizó otro encuentro en Cali, en el mes de febrero, del cual surgieron tres hechos importantes: la creación de una dirección nacional, la tarea de fortalecer los Comités de Base y la consolidación de la JUPA como fuerza orientadora del naciente movimiento. Sobre lo primero anotan Ramírez et al, (1991): “Del Encuentro Nacional de Solidaridad, realizado en Cali, sale la dirección: Pulgarín, Hackerman, Marcelo Torres y Posada. La plataforma principal de esa dirección es la FEUV y los Comités de Base” (p. 2). En cuanto al avance de los Comités de Base, cuyos delegados oficiales por la Universidad Nacional fueron Uriel Ramírez y Samuel Camargo, se indicó:

En el Encuentro de la FEUV, se realiza un Pleno de los Comités de Base que evidencia nuestra fuerza y extensión nacional. Las Universidades que asisten y sus delegados, lo hacen apoyados en las organizaciones de base que tienen arraigo. Van Antioquia con el Consejo Superior Estudiantil, la Audesa (UIS), la Universidad de Nariño, la Universidad del Cauca, etcétera. Por supuesto que lo decisivo era la influencia en la UN, la mitad de ella estaba representada en los Comités de Base. Es más, se regresó de Cali y en 15 días se organiza el resto de la Universidad, llegando a 40 Comités de Base. (Ramírez et al, 1991, p. 3)

Esta es una diferencia sustancial con otras movilizaciones estudiantiles en la historia de Colombia, especialmente la de 2011, pues aunque existió compromiso de algunas fuerzas políticas para respaldar el Programa Mínimo y las movilizaciones, hubo un fuerte proceso organizativo que se sostuvo sobre los Comités de Base, la selección de dirigentes que contaban con amplio respaldo y la realización de los Encuentros Nacionales Estudiantiles en los que se discutía la táctica y la estrategia del movimiento.

En este sentido, el movimiento de 1971 no estuvo determinado por la existencia de reivindicaciones políticas que se contraponen a las sociales y muchos menos, como algunos autores lo señalan, por la presencia de la violencia. El rasgo más importante del 1971 fue la reivindicación de una concepción de la universidad, de la democracia y de la cultura, en la que la financiación estatal y adecuada fue una consideración central. Por esta misma razón, hay que entender que la consigna del 2011 en torno a la financiación también es un hecho político fundamental: es la lucha contra las concepciones neoliberales en la educación superior.

Es importante destacar que Uriel Ramírez, Juan Arango Londoño, Hernán Rodríguez y el médico Álvaro Morales también llegaron a la JUPA provenientes de Combate. Lamentablemente los tres primeros fallecieron. Estos jóvenes desempeñaron un papel destacado en el movimiento estudiantil de 1971, particularmente Uriel Ramírez y Juan Arango, pues fueron miembros del cogobierno de la Universidad Nacional de 1971.

Las elecciones del cogobierno fueron realizadas en el mes de noviembre; recuerdan los miembros de la JUPA del 71 que no fue fácil que se aceptara la opción:

La discusión en los Comités de Base duró 10 horas; observan que la fórmula es aceptable. La decisión es apoyada fundamentalmente por la JUPA y “La Plaga”. Las elecciones al Cogobierno se acuerdan para el 18 de noviembre. Los Comités de Base aprobaron una lista en la que estamos nosotros (la JUPA, Uriel Ramírez y Juan Arango), Simancas (Carlos) y Rodas (José) que pertenecen a “La Plaga”, ellos eran independientes pero los M-L los veían con muy buenos ojos. La votación por la lista de los Comités es abrumadora. (Ramírez et al, 1991, p. 7)

En la Universidad de Antioquia los dirigentes de la JUPA Amylkar Acosta y Carlos Payares Gómez también ganaron las elecciones del 8 de febrero de 1972 con más de 2300 votos. Además de registrar este logro, Tribuna Roja informó:

Igualmente, con el apoyo de las bases estudiantiles y la JUPA, fueron elegidos un profesor, un director de departamento y un decano democráticos y progresistas. Cuenta así el gobierno provisional con cinco representantes de los intereses del pueblo, de un total de 8 que fueron elegidos. El Gobierno Provisional está formado por nueve miembros: dos estudiantes, dos profesores, dos decanos, dos directores de departamento y un exalumno que será elegido por los ocho anteriores. (Tribuna Roja, 1972)

El cogobierno se extendió hasta mediados de 1972 (Acevedo Tarazona y Gonázlez Rey, 2011; Acevedo Tarazona y Villabona Árdila, 2015). Hay que señalar que la mayor parte de los dirigentes estudiantiles de las principales universidades del país que participaron en el movimiento del 1971 dieron un salto a la política partidista gracias a la campaña electoral de 1972 y a la constitución de una alianza con el prestigioso intelectual Jorge Zalamea, que se conoció como Frente Popular-MOIR. En otras palabras, el movimiento estudiantil fue la principal fuente de cuadros políticos en la primera mitad de la década del setenta. En el acto de lanzamiento del Frente Popular-MOIR a nombre de la JUPA estuvieron César Pardo Villalba, Heraldo Romero, Ricardo Camacho (uno de los fundadores del Teatro Libre de Bogotá) y Bruno Díaz (actor). Marcelo Torres no llegó al evento pues había sido detenido en Barranquilla junto a Álvaro Rodríguez, Germán Patiño y Alejandro Manzoli.

Posteriormente, Marcelo Torres fue candidato al Concejo de Bogotá por la lista por el Frente Popular-MOIR. Fue esta la primera experiencia electoral del MOIR a los pocos meses de decretar el fin del abstencionismo. Es necesario señalar que en 1972 no se tenía experiencia en dichas lides; era casi inexistente la base electoral; y el rechazo de la izquierda a la participación en elecciones (en aquel entonces solo el Partido Comunista participaba en ellas) generó un escaso apoyo que no sobrepasó los 3000 votos.

César Pardo Villalba se destacó en las actividades políticas en el centro del país, especialmente en los departamentos de Cundinamarca y Bogotá; fue concejal de Facatativá y diputado; luego se retiró del MOIR y se vinculó a diversos cargos, entre ellos, embajador en Rumania durante el gobierno de Ernesto Samper, cargo al cual renunció tras el escándalo del proceso 8000 y luego asumió la dirección de diversas entidades del sector agrario. Igualmente ligado al sector agrario se destacó en los primeros años de vida del MOIR Santiago Perry Rubio, quien, luego de escribir obras como La crisis agraria en Colombia, 1950-1980 (Perry Rubio, 1985), se retiró de la organización para hacer parte de la burocracia oficial como gerente del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), asesor en comercio exterior del Ministerio de Agricultura y consultor de diferentes organismos nacionales e internacionales. Ricardo Samper Carrizosa se destacó por ser el primer representante a la Cámara elegido por el MOIR en la campaña electoral de 1974, a nombre de la Unión Nacional de Oposición, luego se marginaría de la organización e ingresaría al cuerpo diplomático.

Existe una razón de peso en la fuerte presencia de jóvenes de las facultades de ingeniería o aquellas ligadas de una manera u otra al mundo agrario. El PTC desde aquel entonces definió que Colombia tenía un problema nacional: la dominación imperialista, y un problema agrario. De ahí la enorme atención que le puso a todo lo que sucedía en el campo y la prioridad que le otorgó a la reorientación de la Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos (ACIA). Desde mediados de los sesenta, esta organización venía viviendo una fuerte disputa interna por su ubicación en la política nacional. Como parte de esa lucha se realizó en Ibagué en 1969 su V Congreso. Luego se efectuó una Asamblea General en abril de 1971, en la que el MOIR asumió la dirección a través de Carlos Naranjo, luego editor responsable de Tribuna Roja. Lo particular de esta agremiación fue que reorientó la actividad de su publicación Agricultura Tropical, editó dos libros que sintetizaban la lectura sobre la situación nacional: La tierra para el que la trabaja (dos volúmenes), y manifestó su apoyo de las movilizaciones estudiantiles de 1971.

Los jóvenes que participaron en el movimiento estudiantil de 1971, además de vincularse a la campaña electoral de 1972, fueron los que engrosaron las filas de los descalzos.8 Cuadros que abandonaron todo por hacerse militantes profesionales y que se desplazaron a zonas estratégicas para hacer trabajo campesino, especialmente a través de la organización de los jornaleros agrícolas, y base sobre la cual el MOIR alcanzó en pocos años una presencia nacional.

Otro impacto del movimiento estudiantil de 1971 en el MOIR fue la constitución de un frente cultural. Este se caracterizó por la reunión de un importante número de intelectuales y artistas que crearon revistas culturales (Deslinde), grupos de teatro (TLB), incursionaron en la pintura (Clemencia Lucena), la música (Son del Pueblo), la literatura (Jairo Aníbal Niño) y la dramaturgia (Esteban Navajas); todos ellos muy conocidos en Colombia.

Conclusiones

La conformación de partidos maoístas a partir de organizaciones de activistas universitarios o de las entrañas del movimiento estudiantil fue una tendencia planetaria. En la mayor parte de los países los jóvenes asumieron la tarea de superar las viejas direcciones comunistas y replantear los procesos de conformación de la Nueva Izquierda. En ese proceso aportaron su entrega y dinamismo y las preocupaciones de las nuevas generaciones planteadas en problemas alrededor de la sexualidad, el género y el internacionalismo. Igualmente promovieron acciones desde la intención de romper con el burocratismo. De singular importancia fue su entrega por la causa del proletariado al abandonar sus comodidades para transformarse en obreros o jornaleros agrícolas y correr la misma suerte de los pobres de la ciudad y el campo.

En Colombia, el maoísmo tuvo tres momentos importantes de gestación de organizaciones. El primero ligado a la rectificación del PCC y a la creación del PCC (ML) en 1965. De dicho proceso surgió una gran variedad de organizaciones que genéricamente identificamos como en campo ML, que se dividiría, entre otras cosas, por su actitud ante el pensamiento Mao Tse Tung, pues el PCC (ML) renunció a él en 1980 durante su XI Congreso, mientras que gran parte de los grupúsculos se mantendrían fieles al maoísmo. La segunda gran corriente del maoísmo colombiano fue la que giró en torno a la transformación del MOEC en PTC/MOIR, y en el caso que estudiamos, la creación de la JUPA fue uno de sus grandes aciertos, pues la organización pudo orientar a nivel nacional las acciones del movimiento universitario de 1971. De allí surgieron los principales cuadros políticos que se destacarían en los diferentes frentes del partido, especialmente en el campo cultural y en la lucha electoral, aportando así una generación de descalzos. El proyecto de creación del PTC fue aplazado indefinidamente y por ello nunca se realizó el congreso de fundación y se siguió actuando como MOIR. En 1998 este partido se fracciona y a un lado quedó el MOIR y al otro lado un sector que retomó el nombre histórico de la organización, el PTC, aunque en los primeros años adicionó la sigla (M) para resaltar su origen en el moirismo. El último periodo de la historia del maoísmo en Colombia es más reciente y se basa, de una manera u otra, en el impacto del senderismo en la región, especialmente en los años ochenta del siglo pasado, y el debate al interior del Movimiento Revolucionario Internacional.

El movimiento estudiantil de 1971 representa la mayor movilización de la historia de Colombia. El haber entendido que la universidad y la cultura debían ser renovadas como condición para la transformación del país fue la clave para plantear los problemas de la democracia, la orientación de las instituciones y, en general, poder elaborar una nueva concepción sobre la universidad. La experiencia del Programa Mínimo y del cogobierno expresan los dos más importantes logros del movimiento estudiantil de 1971. Por lo mismo, la JUPA y lo que hizo durante el breve periodo en que representó a los estudiantes en los Consejos Universitarios de la Universidad Nacional y de la Universidad de Antioquia debe ser rescatado y reconocidos sus logros.

Acknowledgements

Reconocimientos

Agradezco a los evaluadores externos y a los editores de la revista por las recomendaciones para hacer más sólido el artículo. Igualmente agradezco a Miguel Ángel Pardo, con quien en el pasado hemos trabajado sobre el Movimiento estudiantil de 1971, el compartir algunas fuentes, especialmente las notas sobre las reuniones en las que participó con miembro del comité Ejecutivo de la JUPA e igualmente a Marcelo Torres Benavides por haberme concedido la entrevista.

Miguel Ángel Urrego Ardila

Doctor en Historia por la Universidad de Puerto Rico y El Colegio de México. Especialista en historia política y cultural de América Latina; miembro del Institituo de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT (nivel II). Coordinador de la Red para el Estudio de las izquierdas en América Latina (REIAL). Sus trabajos más recientes están dirigidos al estudio del maoísmo y al ascenso de los movimientos fascistas en América Latina.

Referencias

  1. Acevedo Tarazona, Á. (2016). Ideología revolucionaria y sociabilidad política en los grupos universitarios maoístas de los años 60 y 70 en Colombia. Historia Caribe, 11(28), 149-175. https://doi.org/10.15648/hc.28.2016.6 [URL] 🠔
  2. Acevedo Tarazona, Á. y González Rey, D. C. (2011). Movilización y protesta estudiantil en Colombia (1971). Una lectura desde la organización gremial por el cogobierno universitario y la memoria de protagonistas y testigos. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 16(1), 221-242. 🠔
  3. Acevedo Tarazona, Á. y Villabona Ardila, J. (2015). El cogobierno en la universidad de Antioquia, 1970-1973. Una victoria del movimiento estudiantil y profesoral. Historia y Espacio, 11(44), 145-169. 🠔
  4. Benicke, J. (2010). Von Adorno zu Mao. Über die schlechte Aufhebung der antiautoritären Bewegun. Freiburg: Ca Ira. 🠔
  5. Buchholz, K. (s. f.). Karl Buchholz. Una vida entre libros/Entrevista con Luz Ángela Fandillo. Esquina Tomada ediciones [Blog]. https://esquinatomada.com/blog/karl-buchholz-una-vida-entre-libro/ 🠔
  6. Calsapeu Losfeld, B. (2019). Un panorama del maoísmo en Francia durante la década roja y de su influencia en el campo intelectual (1965-1975). En B. Calsapeu Losfeld y M. Á. Urrego (eds.), La década roja: ¿Clímax o fracaso revolucionarios. De los mayos 68 a la Revolución Cultural, 1966-1976 (pp. 97-146). Morelia: Morevalldolid; Red para el Estudio de las Izquierdas en América Latina (REIAL). 🠔
  7. Castañeda, J. (1994). La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesas de la izquierda en América Latina. Bogotá: Tercer Mundo Editores. 🠔
  8. Cook, A. (Ed.) (2016). Mao’s Little Red Book. A Global History. Cambridge: Cambridge University Press. 🠔
  9. Cote, J. (2009). El Movimiento Estudiantil de 1971: entre la homogeneidad y la heterogeneidad. En M. Archila (Comp.), Una historia inconclusa, izquierdas políticas y sociales en Colombia. Bogotá: Colciencias; CINEP; Programa por la Paz. 🠔
  10. De la Torre, C. (1976). En la crisis liberal-conservadora: Colombia camino al socialismo. [Cuadernos de Alternativa 3]. Madrid: Akal. 🠔
  11. Degregori, C. I. (2010). El surgimiento de Sendero Luminoso: Ayacucho 1969-1979. Del movimiento por la gratuidad de la enseñanza al inicio de la lucha armada (3.a ed., original de 1990). Lima: Instituto de Estudios Peruanos. 🠔
  12. Espinosa Escobar, H. (2017). Los proyectos de intervención estadounidense y la reestructuración de la educación superior en Colombia en la década del sesenta. [Tesis Doctorado en Historia]. Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México. http://bibliotecavirtual.dgb.umich. mx:8083/xmlui/handle/DGB_UMICH/2146 🠔
  13. Fels, G. (1998). Der Aufruhr der 68er. Zu den geistigen Grundlagen der Studenten bewegung und der RAF. Bonn: Bouvier Verlag. 🠔
  14. Frei, N. (2017). 1968. Jungendrevolte und globaler Protest. Köln: DtV. 🠔
  15. Galway, M. (2022). The Emergence of Global Maoism. China’s Red Evangelism and the Cambodian Communist Movement. New York: Cornell University Press. 🠔
  16. García Velandia, M. C. (2009). El presente es de lucha, el futuro socialista. En Una historia inconclusa. Izquierdas políticas y sociales en Colombia (pp. 141-178). Bogotá: Colciencias; CINEP; Programa por la Paz. 🠔
  17. Gilcher-Holtey, Gilcher-Holtey, I. (2001). Die 68er Bewegung. Deutchland, Westeurope, USA. München: Verlag C.H. Beck. 🠔
  18. Granados, M. J. (2019). La Universidad de Huamanga y el PCP Sendero Luminoso. Lima: Autor. 🠔
  19. Hernández Ortiz, R. A. (2016). Los orígenes del maoísmo en Colombia: La Recepción de la Revolución de Nueva Democracia, 1949-1963. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Historia. 🠔
  20. Jaramillo Restrepo, S. (2019). Itinerarios intelectuales en las tramas de la Nueva Izquierda colombiana (1957-1978): Mario Arrubla y Estanislao Zuleta Velázquez, dos marxistas heterodozos. [Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales]. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina. http://repositorio. sociales.uba.ar/items/show/2447 🠔
  21. Johnson, R. (1972). The French Communist Party Versus the Students. New Haven: Yale University Press. 🠔
  22. Jursih Durán, M. (Ed.) (2015). El impúdico brebaje. Los cafés de Bogotá, 1966- 2015. Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. https://issuu.com/patrimoniobogota/docs/impudico_brebaje_2017_v3. 🠔
  23. Lovell, J. (2019). Maoism: A Global History. New York: Knopf. 🠔
  24. MacCabe, C. (2005). Godard: A Portrait of the Artist at Seventy. New York: Faber and Faber. 🠔
  25. Molano Camargo, F. (2017). El campo es leña seca lista para arder. La Liga Marxista Leninista de Colombia, 1971-1982. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 44(2), 137-170. https://doi.org/10.15446/achsc.v44n2.64018 [URL] 🠔
  26. Morales, E. (2014). El MOIR y sus políticas de los “pies descalzos” como materialización de la ideología maoísta en Colombia, 1964-1990. [Trabajo de grado]. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. https:// bibliotecadigital.udea.edu.co/bitstream/10495/14815/2/MoralesEsteban_2014_ MOIRPoliticaMaterializacion.pdf 🠔
  27. Moreno Durán, R. H. (1989). La memoria irreconciliable de los justos. La Universidad Nacional en la década de los sesenta. Análisis Político, 7, 77-87. https://revistas.unal.edu.co/index.php/anpol/article/view/74228 🠔
  28. Mosquera, F. (1965). Hagamos del MOEC un auténtico partido marxista leninista. Bogotá [mimeo]. 🠔
  29. Perry Rubio, S. (1985). La crisis agraria en Colombia, 1950-1980. Bogotá: El Ancora Editores. 🠔
  30. Puma, J. I. (2016). Los maoístas del norte de México: breve historia de Política Popular-Línea Proletaria (1969-1979). Revista Izquierdas, 44(2), 200-229. https://doi.org/10.15446/ achsc.v44n2.64017 [URL] 🠔
  31. Ramírez, U., Arango, J. y Torres, M. (1991). Veinte años del movimiento estudiantil/Entrevista de Miguel Ángel Pardo Romero. 🠔
  32. Rojas, R. (2016). Traductores de la utopía. La revolución cubana y la nueva izquierda de Nueva York. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. 🠔
  33. Sale, K. (1973). SDS. Nueva York: Vintage Books. 🠔
  34. Sartre, J.-P. (1955). La Chine que j'ai vue. En M. Contat y M. Rybalka, Les écrits de Sartre. Paris: Gallimard. 🠔
  35. Sartre, J.-P. (1961). Huracán sobre el azúcar. Montevideo: Montevideo. 🠔
  36. Sartre, J. P. (1963). Problemas de método [Trad. J. O. Melo]. Bogotá: Estrategia. 🠔
  37. Swanson, M. (2017, enero 21). The Students for a Democratic Society Goals and the Vietnam War in the 1960's. WallStreetWindow. https://wallstreetwindow.com/ students-for-a-democratic-society-and-the-vietnam-war?q=history [URL] 🠔
  38. Torres, M. (1997). El aporte del movimiento estudiantil de 1971 a la comprensión del problema de la educación y la cultura. Intervención en la Conferencia Nacional de la Juventud Patriótica, 29 de junio de 1997, Bogotá, Colombia. 🠔
  39. Torres, M. (2021, agosto 29). Entrevista realizada por Miguel Ángel Urrego. [Archivo personal]. 🠔
  40. Tribuna Roja. (1972, febrero 23). Arrollador triunfo de la jupa en la universidad de Antioquia: cada pupitre una barricada en la revolución cultural antiimperialista. Tribuna Roja 5. https://issuu.com/hernando_medina/docs/tribunaroja-5 [URL] 🠔
  41. Urrego, M. Á. (2017). Historia del maoísmo en América Latina: entre la lucha armada y servir al pueblo. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 44(2), 111-135. https://doi.org/10.15446/achsc.v44n2.64017 [URL] 🠔
  42. Urrego, M. Á. (2019). Sartre, Mayo del 68, los Maos y América Latina. En B. Calsapeu Losfeld y M. Á. Urrego (eds.), La década roja: ¿Climax o fracaso revolucionarios. De los mayos 68 a la Revolución Cultural, 1966-1976 (pp. 147-179). Morelia: Editorial Morevalldolid, Red para el Estudio de las Izquierdas en América Latina (REIAL). 🠔
  43. Velázquez Villa, H. y Carrasco Gutiérrez, L. (2010). Breve historia del MAR. La guerrilla imaginaria del Movimiento de Acción Revolucionaria. Guadalajara: Universidad de Guadalajara; CUCSH. 🠔
  44. Villarraga, Á. y Plazas, N. (1994). Para reconstruir los sueños (una historia del EPL). Bogotá: Fondo Editorial para la Paz; Fundación Cultura Democrática. 🠔
  45. Witt, M. (2013). Jean–Luc Godard. Cinema Historian. Bloomington: Indiana University Press. 🠔
  46. Zuleta Pardo, M. (2012). La voluntad de verdad en Colombia: una genealogía de las ciencias sociales profesionales. Bogotá: Universidad Central-IESCO. 🠔
El impacto del Libro Rojo a nivel mundial ha sido materia de congresos y publicaciones (Cook, 2016).
El sectarismo político domina las interpretaciones sobre los dirigentes estudiantiles y las fuerzas políticas que orientaron las movilizaciones de 1971. En particular, los historiadores que estuvieron ligados al Partido Comunista tienden a despreciar el pa-pel desempeñado por la JUPA y su dirigente Marcelo Torres. En los trabajos de Álvaro Acevedo Tarazona se puede apreciar un punto de vista más objetivo sobre el particular, especialmente por reconocer el vínculo entre el maoísmo y la movilización de estudiantes (Acevedo Tarazona, 2016) y sobre el tema del cogobierno (Acevedo Tarazona y Villabona Árdila, 2015).
Sartre ya había escrito sobre China a raíz de su visita a dicho país (Sartre, 1955) y a comienzos de los sesenta hizo lo mismo sobre Cuba en el texto Huracán sobre el azúcar (Sartre, 1961).
Aunque en este artículo no se menciona el caso alemán, hay que considerar que la historiografía sobre las movilizaciones estudiantiles realiza comparaciones con protestas de Estados Unidos, Francia, Europa Oriental y Japón. De igual forma se menciona la relación entre las movilizaciones y la presencia de organizaciones maoístas (Benicke, 2010; Fels, 1998; Frei, 2017; Gilcher-Holtey, 2001).
Heidy Espinosa Escobar (2017) en su tesis de doctorado hace una reconstrucción minuciosa de la forma como actuaron las fundaciones y universidades estadounidenses en América latina y en Colombia.
Todas las referencias a las opiniones de Marcelo Torres que aparecen en el texto se originan de la entrevista que le realicé el 29 de agosto de 2021 (Torres, 2021). Más adelante cito la intervención de Torres en la Conferencia Nacional de la Juventud Patriotica (Torres, 1997).
Camilo había facilitado la realización de reuniones del MOEC, de allí la relación entre los dos dirigentes.
Cuando estas notas se escriben, el conocido editor Leonel Giraldo culmina la más importante recopilación de memorias de los descalzos y su trabajo incluye entrevistas, literatura, fotografías, etcétera. Esperemos este libro sea publicado lo más pronto, pues será un aporte invaluable a la historia reciente del país. Considérese además la tesis de Esteban Morales (2014).