Ciencia Política
1909-230X
2389-7481
Universidad Nacional de Colombia
https://doi.org/10.15446/cp.v12n24.63408

Recibido: 21 de marzo de 2017; Aceptado: 12 de mayo de 2017

Efecto del postmaterialismo y nivel socioeconómico en el comportamiento de voto chileno

Postmaterialism and Socioeconomic Status Impact in the Chilean Voting Behavior

T. Dodds, 1

Leiden University, Leiden, Holanda t.dodds.rojas@fsw.leidenuniv.nl Leiden University Leiden Holanda

Tomás Dodds

Candidato a doctor en el Departamento de Antropología Cultural y Sociología del Desarrollo de la Universidad de Leiden. Es Magíster en Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Licenciado en Comunicación Social y Periodista de la Universidad de Chile.

Resumen

En este trabajo se investiga el proceso y el desarrollo del comportamiento de voto en Chile, particularmente la relación entre la teoría del voto por clase y la teoría del voto cultural postmaterialista. Esta investigación ocupa a Chile como caso de estudio, un país en vías de desarrollo y con una democracia relativamente estable desde 1990 y que si bien ha sido mencionado en diversas investigaciones, no se le ha dado la profundidad y perspectiva necesaria para entender el escenario político en el que se desarrollan sus procesos electorales. Buscamos probar la relación entre el nivel socioeconómico de los votantes, sus valores postmaterialistas y los resultados de las elecciones en las que estos participan.

Palabras clave

Chile, clase votante, comportamiento electoral, democracia, post-materialismo.

Abstract

This paper describes the development process of voting behavior in Chile; particularly the relationship between the class voting theory and the theory of cultural post-materialist vote is investigated. This research deals with Chile as a case study, a developing country with a relatively stable democracy since 1990 and although it has been mentioned in various investigations, has not been given the depth and perspective necessary to understand the political scene in which their electoral processes are developed. We seek to test the relationship between socioeconomic status of voters, their post-materialist values and the results of the elections in which they participate.

Keywords

Chile, class voting, democracy, electoral behavior, post-materialism.

Introducción

Contraria a una tradición profundamente arraigada en la cultura política de un país que considera a Chile como una excepción republicana dentro de su contexto geográfico, sobre todo basada en los buenos resultados económicos de los chilenos (entre los que se cuenta una reducción acelerada de la pobreza en dos décadas), Huneeus (2014) sostiene que desde la vuelta a la democracia en 1990 el comportamiento del voto a nivel nacional se vio afectado por las reiteradas fallas políticas en las instituciones y gobiernos que han gobernado el país, sean de izquierda o derecha.

Sobre este punto y siendo un poco más gráfico, Waissbluth asegura que:

aunque los chilenos a veces presumimos que somos la cabeza de este grupo [América Latina], ‘la élite del tercer mundo’, los eventos recientes se encargaron de demostrarnos que estamos más cerca de lo que creemos del basural instalado en el medio del patio, por mucho que las cifras [económicas] sean aun comparativamente mejores. (2015, p. 28)

El estudio del voto en el Chile contemporáneo necesariamente está marcado por la baja participación electoral que caracteriza al país, la cual se verá reflejada en una tendencia a la baja por parte de la ciudadanía chilena, por lo menos hasta las movilizaciones medioambientales y estudiantiles del año 2011, lo que se suma a una migración partidaria (ejemplificada en el año 2010 con el triunfo de Sebastián Piñera, pero que ya se había advertido con las candidaturas de Marco Enríquez-Ominami y Jorge Arrate) y a un bajo interés en la política. De hecho, según el Latinobarómetro del año 2013, solamente el 17% de los chilenos declara tener algún tipo de interés en la política, muy por debajo del 25% que promediaba ese año para América Latina en general.

La caída en la participación electoral a la que nos referimos se expresa en la tendencia a la baja electoral que se mantuvo hasta llegar a fines de los años noventa en Chile, alcanzando niveles similares a los observados antes del quiebre democrático del año 1973 (Navia, 2004). Históricamente:

En las últimas elecciones parlamentarias antes del golpe militar de 1973, dicha tasa llegó al 70%, siendo superior a la de Brasil, levemente me-nor a la de Argentina y comparable a la de entonces en Francia. Después de la interrupción dictatorial, la tasa de participación alcanzó un récord en 1988 y desde entonces ha presentado una tendencia a la baja que, no obstante, no ha sido uniforme. (Navia, 2006, pp. 85-86)

Chile es también un caso interesante dado el rol que han jugados los partidos políticos en la transición democrática que se dio en el país una vez terminada la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990). Los años noventa, una década marcada por los gobiernos consecutivos de centro-izquierda, se caracterizaron por una constante política de los consensos. Esta política se enfocaba en mantener una buena relación entre la dictadura saliente y los gobiernos entrantes, destacando la presencia del general Pinochet en la arena política y de sus ministros en distintos escaños del Senado y municipios a lo largo del país. Este será uno de los argumentos principales que Huneeus (2014) usará para catalogar a Chile como una democracia semisoberana.

Con lo anterior no se niega que los gobiernos de centro-izquierda que dirigieron Chile durante esta década implementaron distintas políticas de reparación para subsanar las violaciones a los derechos humanos cometidas en la dictadura. Algunas de estas políticas se tradujeron luego en informes de la verdad como lo fueron los producidos por la Comisión Valech y el Informe Rettig, así como la posterior creación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago. Aun así, aparte de las diferencias entre los temas de reparación y derechos humanos, “las diferencias programáticas serían considerablemente menores, de forma especial en temas económicos y sociales, los que marcaron pronunciadas diferencias entre los distintos tercios de la política chilena” (Gamboa, et al., 2013, p. 444). Esto necesariamente viene a apoyar una de las preguntas más importantes que se esperan contestar en esta investigación, a saber, ¿cuáles son las consecuencias de la política de los acuerdos y de la similitud programática entre la izquierda y la derecha para el voto postmaterialista en Chile? Y más aún, si los ejes programáticos entre la izquierda y la derecha son cada vez más parecidos ¿qué efectos puede traer esto para el voto según el nivel socioeconómico de los chilenos?

Sin embargo, el debilitamiento a la democracia chilena sucedió en otro frente. Para Huneeus los “gobiernos de centro-izquierda implementaban políticas de centro-derecha, sin haber tomado medidas para neutralizar las consecuencias electorales negativas de ese cambio” (2014, pp. 470-471), una diferencia con otros gobiernos latinoamericanos que sí presentaron reformas radicales una vez recuperada la democracia, marcando necesariamente una diferencia entre Chile y sus países vecinos. Lo anterior resulta particularmente interesante para esta investigación porque aquí buscamos entender las variables que determinan el voto para los sectores políticos analizados. Es decir, en este contexto tenemos la oportunidad de estudiar varios periodos de un país que, no siguiendo con los lineamientos típicos en el eje izquierda-derecha (Barone, et al., 2007), nos permite identificar las variaciones en el tiempo tanto de los votantes postmaterialistas como del voto por nivel socioeconómico.

Dichas prácticas de los gobiernos de centro izquierda se mantuvieron hasta ya entrado el siglo XXI donde los partidos de la Concertación por la Democracia desestimaron el comienzo de las movilizaciones ciudadanas que empezaban a tomar fuerza, primero en el año 2006 con las marchas de los estudiantes secundarios (conocida como la Revolución de los Pingüinos, en referencia a los uniformes blancos y negros) y luego las masivas movilizaciones del año 2011 por temas ambientalistas y en contra del lucro en la educación universitaria.

Marco Teórico

Durante la mayor parte del siglo XX la comunidad científica dedicó sus esfuerzos a medir la relación entre la preferencia política de los votantes y las clases sociales a las que éstos pertenecían (Lipset, 1981; Clark y Lipset, 1991; Nieuwbeerta, 1995). Tanto es así que la tradición académica adoptó el término “comportamiento natural de clase” a lo largo de la mayoría de sus investigaciones. El comportamiento natural que se le atribuía a la sociedad suponía que los ciudadanos votarían de acuerdo a su posición económica, es decir, que la clase trabajadora preferiría partidos de izquierda, mientras la clase media alta apoyaría a los grupos de derecha, privilegiando sus intereses materiales y su posición socioeconómica por sobre la del resto de la sociedad (Achterberg y Houtman, 2006).

A pesar de la fuerte tendencia en el mundo académico que marcaba el estudio sobre el comportamiento de voto a partir de variables económicas, en el año 1977 aparece la Teoría de la Revolución Silenciosa de Inglehart, que se centró en el estudio de la relación entre el postmaterialismo, sus respectivos valores, y la prosperidad social que se comenzaba a observar en algunos países de Europa Occidental. Inglehart (1977) propone que a raíz de la Segunda Guerra Mundial y los efectos en la economía global que resultaron como consecuencia, los intereses de la gente se han desplazado desde la lucha de clases a una política de valores culturales postmaterialistas. En otras palabras, el surgimiento de nuevas generaciones en una clase media pujante, con cierta capacidad de producción y posibilidades de movilidad social, supone que las prioridades de la gente ya no están en las luchas redistributivas de clases. En cambio, dentro del marco de esta nueva prosperidad económica y social, el foco de la discusión se desplaza a tópicos postmaterialistas como promover la participación de los ciudadanos en su trabajo, proteger la libertad de expresión, aumentar la participación de los ciudadanos en las decisiones importantes del Gobierno, avanzar hacia una sociedad más humana y menos impersonal (Torcal, 1989), o dicho de otra manera, a todas aquellas necesidades no materialistas relacionadas a la satisfacción de necesidades primarias y secundarias.

A pesar de eso, el propio Inglehart (1977) reconoce que aún quedan algunos vestigios de las políticas marxistas en el mundo contemporáneo, pero que estas se encontrarían mayormente en los partidos políticos tradicionales que todavía funcionan alineados con la dicotomía de clases que se describió en un principio. Pero habría aquí una diferencia importante, dado que Inglehart sostiene que es natural que los postmaterialistas se asumieran a sí mismos como marxistas. Pero en realidad hay una diferencia profunda y fundamental entre los objetivos de los postmaterialistas y la izquierda marxista, tal como los postmaterialistas han ido descubriendo poco a poco (1977).

Sobre lo mismo, Torcal señala que “al irse transformando el peso de los valores materialistas en la sociedad a favor de postmaterialistas, los clivajes sobre los que se fundamenta el sistema han variado” (1989, p. 234), transformándose en uno donde, si bien la escisión de izquierda y derecha se mantiene vigente, las izquierdas occidentales han logrado capitalizar muchos de los valores postmaterialistas, lo que entre otras cosas explicaría el por qué se las entiende hoy como un sinónimo.

La idea de Inglehart dio pie para que se asumiera como cierto el fenómeno en donde la importancia de la clase social al momento de votar iba decayendo (Manza, et al., 1995) y al mismo tiempo se abriera el campo de las variables que buscaban, de una forma exploratoria, explicar el comportamiento de voto. De ahí en adelante comenzaron a surgir estudios sobre el rol de la psicología en el voto (Visser, 1998), la cultura y el medioambiente (Achterberg, 2006), la religión y el nivel de sindicalismo en los países (Nieuwbeerta y Ultee, 1999) y el sector de empleo en relación al género (Knusten, 2001), entre muchos otros.

Para el desarrollo de la investigación que se presenta a continuación se tomará como punto de partida el trabajo de Van der Waal, Achterberg y Houtman (2007) quienes afirman que en realidad el voto por clase “no ha muerto”, sino que más bien ha sido enterrado bajo una montaña de artículos académicos e investigaciones sobre la teoría del voto postmaterialista. Lo importante de las investigaciones de Van der Waal, Achterberg y Houtman (2007) es entender la idea de que al momento de diseñar sus planes de campaña y la propaganda que lo acompaña, los partidos políticos toman en cuenta y sostienen una posición en temas culturales y económicos, básicamente porque el cambio cultural contemporáneo en las sociedades occidentales afecta tanto a las izquierdas como a las derechas, y por ende, ambas se han visto obligadas a transitar a una nueva forma de hacer política y diseñar sus campañas electorales frente al reajuste de los valores en la sociedad. Bajo este supuesto, los autores sostienen que no es del todo correcto que sólo las intenciones económicas o culturales de los votantes son las que determinan el resultado de las elecciones, sino que habría que dejar abierta la puerta para asumir una conjunción entre las variables de quienes votan por un partido político determinado en desmedro de otro.

Sin embargo, por cierto, la teoría postmaterialista de Inglehart (1977) no ha estado exenta de críticas. Duch y Taylor (1993) discuten la idea desarrollada al comienzo de la teoría postmaterialista que supondría que las condiciones económicas y políticas (refiriéndose a la investigación de Fukuyama en 1989) condicionarían de forma permanente las preferencias políticas y los valores postmaterialistas y por tanto de voto de los ciudadanos. En una muestra de 1.590 personas a lo largo de nueve países relacionados con la antigua Unión Soviética, los autores reportan que simplemente no existe evidencia para respaldar la teoría de Inglehart. Así, los factores y fluctuaciones económicas al momento de la encuesta podrían explicar mejor el comportamiento de los votantes que las condiciones económicas que ocurrieron durante el proceso de maduración y crecimiento de los ciudadanos. Por último, Duch y Taylor (1993) también destacan que la educación sigue siendo una variable predictiva en la importancia que la gente le da a las variables postmaterialistas de Inglehart, pero rechazan rotundamente la idea de que la educación es un proxy para la seguridad económica durante la etapa de crecimiento.

Sin embargo, esta investigación toma como objeto de estudio el caso chileno, en el que desde la vuelta a la democracia luego de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y hasta hoy, han gobernado el país tanto partidos políticos de izquierda como de derecha. Esta investigación se centra en descubrir si existe o no el voto por clase socioeconómica y el voto de cultura postmaterialista, y si la relación entre las variables que componen cada una de estas teorías pueden explicar el comportamiento de los chilenos durante las elecciones.

Las investigaciones sobre comportamiento de voto en Chile

Bargsted y Somma (2013) describen el sistema de partidos nacionales como dos coaliciones de multipartidos, a saber, una de centro izquierda y otra de centro derecha. Desde el retorno de la democracia en el año 1990, Chile fue gobernado por el conglomerado de centro izquierda llamado entonces la Concertación de Partidos por la Democracia, hoy Nueva Mayoría, a través de los gobiernos consecutivos de Patricio Aylwin (Partido Demócrata Cristiano), Eduardo Frei Ruiz-Tagle (Partido Demócrata Cristiano), Ricardo Lagos (Partido Por la Democracia) y Michelle Bachelet (Partido Socialista), la primera mujer en la historia del país en dominar la presidencia. Recién en 2010 la derecha llegó a ocupar las oficinas del Palacio de La Moneda cuando Sebastián Piñera (Renovación Nacional), apoyado por los partidos políticos de derecha reunidos en la Alianza por Chile, venció en segunda vuelta al ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle que buscaba la reelección. Por lo tanto, asumimos que desde la vuelta a la democracia “el sistema de partidos chileno ha estado caracterizado por una competencia bastante estable” (Sulmont, 2015, pp. 17-18) entre ambas coaliciones. Como veremos más adelante, esta estabilidad entre las coaliciones no necesariamente es motivo de celebración.

En su investigación, Bargsted y Somma (2013) identifican un aparente proceso de moderación y convergencia entre las élites políticas en Chile. Si bien reconocen que este efecto puede estar dado por el incremento de la secularización en el país, el pluralismo religioso y el aumento significativo en la economía, atribuyen una mayor importancia al legado político y económico que la dictadura de Pinochet sentó en el país durante los 17 años que estuvo en el poder, siendo el sistema binominal uno de los más importantes legados. Dicho sistema habría empujado a los partidos a este aparente camino de moderación y convergencia que caracteriza a la política chilena, disminuyendo al mismo tiempo la variación de los clivajes políticos presentes en Chile. Sobre lo mismo, Guzmán (1993) sostiene que:

Uno de los rasgos característicos del sistema binominal es que hace que los bloques en disputa se orienten hacia posiciones medianas del electorado. Es decir, cada bloque se mueve hacia su oponente ideológico, de manera que los bloques en disputa tienden a converger. Tal convergencia se debe a que cada partido sabe que las posiciones extremas de su propio espectro, por definición, lo prefieren a él por sobre su oponente, ya que están más próximas a ellos que del partido opositor. (Guzmán, 1993, p. 307)

Sobre lo mismo, Sulmont (2015) sostiene que:

en varios países (especialmente Chile, Brasil y Perú más recientemente con Humala), el acceso al gobierno de líderes identificados electoralmente como de izquierda no ha implicado un cambio radical en el manejo político y económico del gobierno, sino más bien una importante moderación de los planteamientos ideológicos y programáticos de estos liderazgos a la hora de gobernar. (Sulmont, 2015, p. 12)

En una de las investigaciones más relevante respecto a la teoría del voto económico en Chile, Altman (2004) asegura que los votos de derecha se relacionan con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en forma de U, vale decir, la Alianza por Chile tiene mejores resultados en “las comunas ricas y en las comunas pobres, mientras que la Concertación tiene el comportamiento opuesto con mejor rendimiento en comunas de IDH medio” (Morales 2010, p. 27). Esto se vio comprobado durante las elecciones del año 2009 dado que “mientras Frei obtiene mayor porcentaje de votación en las comunas de menor IDH, Enríquez-Ominami lo hace en las de IDH medio. En tanto, Piñera captura votación de los extremos. Es decir, de las comunas ricas y pobres” (Morales, 2010, p. 37).

A pesar de lo tradicional y reiterativo que puede parecer el votante chileno, se destacan algunas particularidades. Por ejemplo, para Navia (2006), a diferencia del resto de las izquierdas latinoamericanas, la chilena tiene la peculiaridad de favorecer la globalización y la economía de libre mercado, la que reconocen como “una herramienta para la asignación de recursos” (Navia, 2006, p. 215).

Pero esta no es la única característica notable de la izquierda chilena. Para explicar la extraña relación de la izquierda con el sector económico y el desapego de algunos lineamientos típicos de las izquierdas latinoamericanas, Rojas escribió que este problema:

[…] se origina cuando la centroizquierda chilena, aquella que decidió con coraje político enfrentar a la dictadura y recuperar la democracia y consolidar una transición, resolvió -bajo términos que aún desconocemos en su integridad- que el financiamiento de sus campañas corriera por cuenta de quienes, de una u otra forma, apoyaron o se enriquecieron bajo una dictadura […] un sector no menor de la Concertación perdió simplemente su esencia, es decir, una serie de características imprescindibles para que, como dice su definición, algo o alguien sea lo que es. (Rojas, como se citó en Waissbluth, 2015, p. 55).

En relación al voto postmaterialista, Scherman y Arriagada (2011) sostienen que:

mientras para los votantes de menor edad una alta valoración de la libertad de expresión y de la participación aumenta la posibilidad de ir a las urnas, entre los adultos es la creencia en la importancia del orden y de la estabilidad de los precios lo que incrementa la posibilidad de que ocurra esa misma acción. Es, por lejos, la diferencia más significativa que se observa entre ambos grupos en términos de participación política. (Scherman y Arriagada, 2011, p. 15)

Los autores además concluyen que “la sociedad chilena parece lentamente empezar a girar hacia el postmaterialismo. Los jóvenes encuestados -en comparación con los adultos- están transitando hacia la incorporación de valores postmaterialistas en su vida cotidiana” (Scherman y Arriagada, 2011, p. 16).

Además de esto se destaca que a comienzos de la década de los noventa empiezan a surgir los primeros estudios electorales posteriores a la dictadura que ocupó por 17 años el poder del país y que se empiezan a relacionar necesariamente con variables de corte postmaterialistas. En 1996, Scully aseguraba que “la política de partidos dentro de la arena política posterior a Pinochet mantienen sorprendentes continuidades con el sistema de partidos antecedente” (Scully, 1996, p. 84), concluyendo que “los esquemas y tendencias subyacentes dentro del panorama político chileno son bastante resistentes a un cambio fundamental” (Scully, 1996, p. 112).

Asimismo, Valenzuela y Scully sostienen en 1997 que todavía existía una obvia y significativa continuidad entre las decisiones electorales en Chile pre y post-autoritarias, es decir, votaban por la Unión Demócrata Independiente (UDI) y por Renovación Nacional (RN), continuidad del derechista Partido Nacional, aquellos que apoyaban el régimen militar, y que en cambio votaban por los partidos de centro izquierda aquellos que se oponían. La tendencia en el voto se mantuvo post-dictadura aunque el electorado disminuyó en cantidad en comparación con los plebiscitos que se sucedieron hacia final del régimen. Las preferencias electorales se manifestaban claramente en dos niveles, a saber, la percepción que se tenía de Salvador Allende y de Augusto Pinochet, entendiendo que ambos funcionan como la personificación de los polos del conflicto, y la importancia relativa que se le daba a temas como los derechos humanos, la democracia, la igualdad, el crecimiento económico, entre otros.

Al mismo tiempo, López, Dockendorff y Figueroa (2011) evalúan la estabilidad y el cambio del voto por la derecha en Chile en relación al resultado de las elecciones presidenciales del año 2009. La conclusión más importante de este estudio, y que ya viene marcando una tendencia, es que no existe algún tipo de realineamiento general del votante chileno. Al igual que Bargsted y Somma (2013), los autores agregan que la característica más sobresaliente de las elecciones chilenas posteriores a la dictadura de Pinochet es la estabilidad de las preferencias de los votantes, lo que ellos atribuyen al estancamiento del padrón electoral. Otro punto de interés, y que vale tener presente a lo largo de esta investigación, es que los autores recalcan que la elección de 2009 en la que triunfa Sebastián Piñera y la derecha ocupa la presidencia después de 20 años, no se habría tratado de un castigo electoral, sino todo lo contrario, habría sido una elección “normal” (López et al., 2011). Esto nos lleva a pensar de antemano que la gente (no necesariamente la misma y no necesariamente todos) que votaba tradicionalmente por la izquierda, decidió el 2009 votar por un candidato de derecha.

Metodología

El objetivo general de esta investigación es demostrar si existe un comportamiento de voto relacionado a las clases sociales por ocupación y el voto cultural postmaterialista en Chile. Teniendo presente lo anterior, la unidad de análisis tienen que ser necesariamente personas que hayan tenido la edad suficiente para votar durante las últimas elecciones presidenciales en el país.

Para desarrollar este objetivo, así como para testear las hipótesis relacionadas, se usa la base de datos del World Value Survey (WVS). Para el caso chileno se cuenta con cuatro olas correspondientes a las encuestas de 1996, 2000, 2006 y 2011. Todas las encuestas se aplicaron para miembros del hogar que tuvieran entre 18 y 85 años de edad. En todos los casos la implementación de la encuesta estuvo a cargo del Market Opinion Research International (MORI Chile). Los tamaños de las muestras no se mantienen constantes. En la ola de 2006 se cuenta con un n igual a 2000. En todas las olas restantes la muestra tuvo un n equivalente a 1000. Asimismo, las entrevistas se desarrollaron de forma aleatoria, representativa geográficamente (en el centro, norte y sur del país), en español, cara a cara y a personas con edad suficiente para votar (ocupando el sistema de último cumpleaños para determinar esta última).

Variables

La variable dependiente en esta investigación es la intención de voto presidencial que reportan los entrevistados en WVS (2015), es decir, una variable categórica. La pregunta sobre el comportamiento de voto está presente en todas las olas de WVS desde 1996 hasta 2011. En este sentido, las entrevistas realizadas preguntan explícitamente: “Si mañana fueran las elecciones, por cuál partido en esta lista votaría? Simplemente indique el número en esta tarjeta. Si está inseguro ¿Qué partido le atrae más?” (WVS, 2015). Las posibilidades de respuesta para esta pregunta son: Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN), Partido Radical Social Demócrata, Partido por la Democracia (PPD), Partido Socialista (PS), Partido Humanista Verde (PHV), Partido Comunista (PC), Partido Demócrata Cristiano (DC), Independientes, Partido Regionalista de los Independientes, Partido de MEO. Luego se agregaban más posibilidades para que los entrevistados pudieran contestar: Partidos de derecha, partidos de izquierda, Alianza por el Cambio y Concertación. Asimismo, los entrevistados tenían la posibilidad de responder “voto por personas, no partidos”, “se rehúsa a contestar”, “no sé”, “no voy a votar”, “voy a votar en blanco”, “ninguno”, “otros”, “voto nulo”.

Las opciones antes mencionadas fueron recodificadas en las siguientes categorías de respuestas, en base a la clasificación propuesta por Torres (2009) y Scully (1996).

Tabla 1: Recodificación orientaciones políticas

Nota: Elaboración propia. Metodológicamente se eligió a la izquierda como categoría de referencia porque es la que reporta más casos en las olas de la Encuesta Mundial de Valores. Para la recodificación de las variables se ocupó: derecha=1, izquierda=2, centro=3 y ninguno=4, acompañado del comando base(2) para utilizar a la izquierda como categoría de referencia.

Nivel socioeconómico

Esta investigación tiene dos variables independientes importantes, a saber, nivel socioeconómico y cultura postmaterialista. Como ya se adelantaba, para medir el nivel socioeconómico de los votantes se utilizarán las preguntas de ingreso reportado de las entrevistas, así como el último nivel educacional alcanzado por éstos.

A pesar de que ingreso y educación son elementos de medición tradicionalmente usados como proxy para clase social, vale aclarar algunos puntos. Barozet y Latina (2010) advierten sobre los peligros de medir clase social sobre la base de los ingresos reportados por los entrevistados. A partir de los datos recolectados por la Encuesta Nacional de Estratificación Social 2009, se ve que un 68,3% de los chilenos entrevistados se considera a sí mismo como clase media. Esto si se suman los tramos media-baja, media y media-alta. Sin embargo, esta clasificación no se condice con los tramos de ingresos recogidos en la misma encuesta. Para Barozet y Latina, este efecto se puede deber a que:

es más cómodo para el rico decir que es de clase media (y no parecer ostentar) y la pobreza es considerada muchas veces como una situación vergonzosa, por lo cual es común no declararse como pobre o perteneciente a los sectores populares. (2010, p. 4)

Por lo mismo, más que hacer una tipología de las clases chilenas, esta investigación se limita a proponer una relación entre el ingreso y la educación en relación a la intención de voto que tienen los chilenos.

En este sentido, los datos obtenidos de la Encuesta Mundial de Valores (WVS) indican una variación en las categorías de respuesta respecto al ingreso por los chilenos. La autoubicación de decil de ingresos según el año de encuesta indica que hay una disminución en las personas que se ubican a sí mismas dentro de los deciles más altos de ingreso. Además, muestra un aumento en la media y una disminución en los que creen que están en los deciles más bajos de la sociedad.

La pregunta de ingresos en la Encuesta Mundial de Valores es:

En esta tarjeta está una escala de ingresos en la cual 1 indica el “decil más bajo de ingresos” y 10 el “decil más alto de ingresos” de su país. Quisiéramos saber en cuál grupo está su hogar. Por favor, especifique el número apropiado, contando todos los salarios, los sueldos, las pensiones y otros ingresos que tengan. (WVS, 2015)

Educación

Por otra parte, el máximo nivel educacional alcanzado también muestra una tendencia al alza. Para el año 2011 hay menos personas que solo obtuvieron una educación básica. En cambio, hay un aumento importante en quienes terminaron la educación media y la educación superior

o universitaria. Ambos resultados se volverán a abordar en la sección de discusión de esta investigación.

La educación se obtiene por medio de la pregunta: ¿Cuál fue el último año de educación que usted completó o aprobó? Los entrevistados podían responder entre: ninguno, primaria, secundaria, universitaria y superior no universitaria (además de NS/NR que se tomarán como casos perdidos).

Postmaterialismo

La segunda variable independiente importante en este trabajo se refiere a la de cultura postmaterialista. La Encuesta Mundial de Valores (WVS, 2015) contempla dentro de sus bases de datos el Inglehart’s Postmaterialist Index. Este índice cuenta con dos versiones: una creada sobre la base de cuatro preguntas y otra que se arma a partir de doce preguntas. Esta investigación ocupa el índice de doce elementos, en vista de que el mismo Inglehart criticó la extrema sensibilidad que presentaba el índice de cuatro componentes entre los que se incluyen preguntas materialistas y postmaterialistas. Dependiendo de la cantidad de respuestas en relación a los valores postmaterialistas y materialistas que el entrevistado reporte, el índice ordena a los entrevistados en una escala de postmaterialismo. Es decir, la suma de las respuestas en la categoría de postmaterialismo reporta un puntaje acumulativo para ubicar a las personas en la escala de postmaterialismo.

Recordemos que la guerra cultural en relación a temas como los presentados aquí aparentemente tiende a intensificar el ambiente partidario en determinadas democracias (Lindaman y Haider-Markel, 2002). En este sentido, los distintos candidatos, mediados por sus partidos y coaliciones, tenderían a tratar de distinguirse unos de otros dependiendo de sus posturas éticas y morales respecto a estos temas.

Investigaciones realizadas en Estados Unidos (Layman y Carmines, 1997) demuestran que el porcentaje de postmaterialistas se ha incrementado considerablemente durante las dos últimas décadas a medida que se debilitan los clivajes políticos basados en la clase y los temas no materiales se comienzan a apoderar de las agendas políticas de los distintos partidos.

Asimismo, los resultados reportados por la Encuesta Mundial de Valores para Chile durante todas las olas indican que, según el Índice de Inglehart de 12 puntos luego de una tendencia a la baja desde 1990, los valores postmaterialistas tuvieron un alza en el año 2011. Recordemos que este año es el periodo de mayor movilización en Chile a partir del despertar social de la ciudadanía que se mantenía aletargada desde la vuelta a la democracia bajo el manto de las políticas de consenso de la Concertación (Huneeus, 2014). Tales movilizaciones giraron en tor-no a las protestas ambientalistas contra la construcción de la central hidroeléctrica HidroAysén en el sur del país y las masivas marchas de los estudiantes encabezadas por distintas federaciones universitarias a lo largo del país, y que llegó a contar con el 89% del respaldo de los chilenos.

Variables de control

Por último, las variables de control se definieron como edad (continua) y sexo (dummy) de los entrevistados, todos son datos que se pueden obtener de las entrevistas recopiladas en la Encuesta Mundial de Valores. La recodificación para la variable de sexo queda en hombre=0 y mujer=1, teniendo a hombre como categoría de referencia. Mientras edad se toma como una variable continua.

Interacciones

A continuación se presentan los modelos de interacción, en los que se incluye un efecto fijo por año. Esto significa que agregamos al mode-lo la variable año como una variable categórica, lo que permite que los coeficientes de las variables de interés obtenidos en los modelos se puedan interpretar independiente del año u ola en la Encuesta Mundial de Valores. En la Tabla 2 se muestra el efecto fijo por año para la derecha, el centro y la izquierda.

Tabla 2: Efecto fijo por año para cada una de las tendencias políticas

Nota: Elaboración propia. (Errores de standard en paréntesis, *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1).

Los resultados obtenidos de la inclusión de la variable año indican que el aumento en una unidad en la escala de ingreso aumenta en 0.13 la probabilidad de ser de derecha en relación a ser de izquierda, independientemente del año. Eso quiere decir que controlando por todas las características no observadas de los años, el ingreso tiene un efecto positivo sobre la probabilidad de ser de derecha en relación a ser de izquierda. Sorpresivamente los tramos más altos de los niveles de educación muestran que esta tiene un efecto negativo sobre la probabilidad de ser de centro en relación a ser de izquierda.

La Tabla 2 además arroja que para los años 2000, 2006 y 2011, en relación al año 1996, la probabilidad de ser de centro disminuyó, siendo centro la única tendencia política que muestra resultados significativos cuando se interpreta la variable de año. Por su parte la Tabla 3 muestra la interacción entre el ingreso y el año.

Tabla 3: Interacción entre el ingreso y el año de la encuesta

Nota: Elaboración propia.

Los resultados obtenidos de esta interacción indican que el efecto del ingreso para la derecha en el año 2006 con relación al año 1996 es positiva y lo mismo sucede para el año 2011. De hecho, los resultados indican que este efecto es cada vez estadísticamente más significativo. Por su parte, la interacción entre año y el Índice de Postmaterialismo, expresada en la Tabla 4, indica que tomando todos los datos, durante los años 2006 y 2011 el efecto del postmaterialismo sobre la probabilidad de ser de derecha en relación a ser de izquierda es mayor (o es menos negativa, si se quiere). Para el año 1996, que es el año base, a medida que aumenta el postmaterialismo aumenta la probabilidad de votar por la izquierda que votar por la derecha. El año 2000 no tiene diferencias con el año 1996. Pero para el año 2006 y 2011 es menos negativo, lo que quiere decir que los postmaterialistas dejan de diferenciarse entre la izquierda y la derecha.

Para el centro, el postmaterialismo siempre tuvo el mismo poder explicativo dado que desde el año 1996 hasta el año 2011 no varía. Mientras que con la categoría de ninguno sabemos que el postmaterialismo tiene un efecto negativo para el año 1996 y para el año 2006 y 2011 es menos negativo. Incluso, para el año 2011 casi se transforma en cero, lo que significa que casi no tiene poder explicativo en relación a 1996.

Tabla 4: Interacción entre el postmaterialismo y el año de la encuesta

Nota: Elaboración propia. (Errores de standard en paréntesis, *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1).

Otra forma de probar lo anterior es tomar el año de la encuesta como una variable continua. Esto permite una tendencia lineal de disminución o aumento del efecto. Los resultados de estos modelos están presentes en las Tablas 5 y 6.

Tabla 5: Interacción entre el postmaterialismo y el año como variable continua

Nota: Elaboración propia. (Errores de standard en paréntesis, *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1).

Los resultados obtenidos en esta interacción explican de qué manera cambia el efecto del postmaterialismo a medida que aumentan los años. En este sentido, la Tabla 5 arroja que el aumento de los años hace que aumente en un 0.02 el efecto del postmaterialismo sobre la derecha, lo mismo que sucedería para quienes contestaron que no votan o votan en blanco.

Por su parte, en la Tabla 6 la interacción entre ingreso y año como variable continua reporta que el aumento de los años hace que aumente en un 0.01 el efecto del ingreso sobre la derecha, con un nivel de significancia del 99%.

Tabla 6: Interacción entre el ingreso y el año como variable continua

Nota: Elaboración propia. (Errores de standard en paréntesis, *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1).

A continuación se presenta la interacción entre las variables de interés, postmaterialismo e ingresos, con efecto fijo por año. Eso quiere decir, la interacción promedio independiente del año en el que están las personas. Esta interacción se justifica dado que puede resultar interesante conocer de qué manera varía el efecto del postmaterialismo según el nivel de ingreso de las personas. Para hipotetizar, podría no ser lo mismo una persona con altos niveles de postmaterialismo pero de bajos ingresos, que una de altos ingresos. Los resultados de esta interacción se presentan en la Tabla 7.

Tabla 7: Interacción entre el postmaterialismo y el ingreso, con efecto fijo por año

Nota: Elaboración propia. (Errores de standard en paréntesis, *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1).

La Tabla 7 demuestra que independientemente del año en el que están las personas, a medida que aumenta el ingreso, disminuye el efecto de ser postmaterialista sobre la probabilidad de votar por la derecha en relación a votar por la izquierda. En otras palabras, a mayor ingreso, me-nor es el efecto del postmaterialismo para las personas de derecha en relación a ser de izquierda. Lo mismo sucede en el centro: a mayor ingreso, menor es el efecto del postmaterialismo, independientemente del año. Para los que votan nulo o ninguno no tiene efecto significativo, lo cual quiere decir que independientemente del ingreso el efecto del postmaterialismo es siempre el mismo.

Discusión final

Los resultados obtenidos por esta investigación indican, en primer lugar, que el aumento del ingreso predice con mayor fuerza y cada vez con mayores niveles de confianza estadística que una persona elija votar por la derecha frente a votar por la izquierda. De hecho, la interacción entre año e ingreso indica que a medida que aumenta el ingreso, disminuye el efecto de los valores postmaterialistas sobre la probabilidad de votar por la derecha frente a partidos de izquierda. Por lo demás, podríamos concluir que tanto a mayor ingreso y educación, mayor es la probabilidad de votar por la derecha en vez de votar por coaliciones de izquierda, por lo cual podríamos asumir que mientras más alto el nivel socioeconómico de una persona, mayor es la probabilidad de votar por partidos de derecha. Al mismo tiempo, podemos concluir que el efecto del nivel socioeconómico de un votante y su preferencia electoral en Chile ha aumentado desde el año 1996.

Mientras tanto, el efecto de los valores postmaterialistas en Chile parece haber declinado para los indecisos y quienes no votarían. La única tendencia que se mantiene estadísticamente significativa es el efecto que tienen los valores postmaterialistas en relación al voto por coaliciones de derecha, que si bien tiene un coeficiente que va disminuyendo, mantiene una alta significancia estadística. A pesar de lo anterior y, contrario a la teoría de Inglehart, podemos asumir que el efecto entre los valores postmaterialistas de un votante y su preferencia electoral en Chile ha ido disminuyendo desde 1996. Esto también queda demostrado en la interacción entre año y postmaterialismo, la que demuestra que los postmaterialistas dejan de diferenciarse entre la izquierda y la derecha en el tiempo.

Son particularmente interesantes los resultados obtenidos de la interacción entre ingreso y postmaterialismo pues demuestran que a medida que aumenta el ingreso, disminuye el efecto de postmaterialismo. Lo excluyente de esta relación es sin duda uno de los hallazgos más relevantes. Para Schweisguth (1998), esta correspondencia negativa entre ingreso y postmaterialismo “puede ser leída como una confirmación, tal como Inglehart sostiene, de que los postmaterialistas son económicamente desinteresados, genuinamente indiferentes a adquirir bienes materiales” (Schweisguth, 1998, p. 351). Pero para Schweisguth (1998), otra posibilidad de explicación se da en la forma en que el materialismo y postmaterialismo están medidos en el Índice de Inglehart. Así, muchas de las frases presentes en la Encuesta Mundial de Valores, tales como: “dar mayor oportunidad a la gente de participar en decisiones gubernamentales importantes” o “asegurar que las personas tengan mayor participación en cómo se hacen las cosas en sus trabajos y comunidades” en realidad tienen un carácter de igualitarismo (egalitarianism), y sería esto lo que se está midiendo en profundidad.

Una discusión sobre el problema

Contra toda la expectativa de Inglehart, que los valores postmaterialistas en Chile vayan perdiendo significancia y que, por el contrario, el nivel socioeconómico funcione cada vez mejor como un predictor del voto de derecha y del centro, no parece ser algo que extrañe a los académicos chilenos.

Para Huneeus (2014), por ejemplo, la transición chilena hacia la democracia tuvo efectos negativos en las competencias políticas y los partidos. Una de las consecuencias más graves en el ámbito de la competencia electoral se dio porque no hubo decidability. El concepto supone que “el elector debe tener la posibilidad de elegir entre distintas propuestas políticas, que no se dio en el caso de Chile porque muchas de ellas fueron excluidas de la agenda de las campañas electorales” (Huneeus, 2014, p. 50). En otras palabras, la transición mermó la posibilidad de que surgieran nuevos actores políticos en el escenario de los partidos, en parte a través del apoyo transversal con el que contó el sistema binominal hasta muy entrada la segunda década del siglo XXI. Eso podría explicar, entre otras cosas, por qué en Chile no podemos hablar de los “nuevos partidos de izquierda” y “nuevos partidos de derecha” a los que se referían Inglehart, Lipset y Offe.

Más importante aún, la transición democrática en Chile estuvo marcada por la política de los consensos, que no es otra cosa más que “un acuerdo producido por consentimiento, aunque con algunos grupos, especialmente con los empresarios” (Huneeus, 2014, p. 48). Esta política de los acuerdos o consensos impulsada por los sucesivos gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos, con el fin de mantener buenas relaciones con la derecha que acababa de abandonar el poder, se transformó en la continuidad de la élite política del régimen autoritario. De esta manera, esta prolongación del consenso “perjudicó a los partidos, que no pudieron explicitar sus singularidades programáticas e históricas, que fueron dejadas fuera del debate público y se restringió la competencia política electoral” (Huneeus, 2014, p. 49).

La pregunta de rigor, por tanto, guarda relación con saber si el contexto de los partidos políticos ha diezmado la posibilidad de fomentar dichos valores en la sociedad. Recordando lo que se había discutido en el comienzo de esta investigación, es decir, que el aumento del postmaterialismo no sólo está basado en las variables contextuales (económicas y sociales) sino también en la cabida que se les da en el espectro de los partidos políticos, por ahora podríamos hipotetizar que la democracia semisoberana en la que se mantuvieron los partidos políticos desde la vuelta a la democracia sin duda puede haber afectado la promoción y desarrollo de dichos valores en la sociedad chilena. Lo anterior tiene como consecuencia que aquellos que están más altos en la escala de postmaterialismo dejen de diferenciarse entre izquierda y derecha, afirmación respaldada en el resultado de las interacciones. Por ejemplo, Ortega (2003) concluye en otro estudio sobre comportamiento de voto en Chile que:

la insatisfacción con la democracia no sólo abarca a los que señalan intención de voto con los partidos UDI y RN, entre el resto de los sectores se aprecia también una creciente insatisfacción con el funcionamiento de la democracia, que tiene su origen en la creciente desafección con las instituciones democráticas. (Ortega, 2003, p. 144)

A esto se suma una de las principales características del votante chile-no: la caída de la identificación partidaria. En un estudio sobre conducta electoral y estratos económicos, López (2004) concluye que:

[en] los últimos comicios no sólo mostraron un aumento en la popularidad de la centro-derecha entre los sectores populares; ellos también mostraron ese mismo incremento de popularidad entre la clase media; con todo y por el contrario, los mismos comicios evidenciaron un aumento en el voto de los sectores altos por el conglomerado de gobierno. (López, 2004, p. 296)

En relación con los resultados de esta investigación (a excepción del ingreso), López sostiene que el desalineamiento entre el voto de los distintos grupos socioeconómicos sumado a la poca identificación partidaria “nos lleva a dudar del poder predictivo de la variable (nivel socioeconómico) a largo plazo” (López, 2004, p. 296).

Esto además nos lleva a la última parte de esta discusión. Recordemos que en la Teoría de la Revolución Silenciosa de Inglehart (1977) la hipótesis central se resume en que dentro del marco de una nueva prosperidad económica y social, el foco de la discusión ciudadana se desplaza a tópicos postmaterialistas. En otras palabras, cuando las necesidades básicas ya han sido satisfechas es cuando los ciudadanos pueden empezar a cuestionarse sobre materias como promover la participación de los ciudadanos en su trabajo, proteger la libertad de expresión, aumentar la participación de los ciudadanos en las decisiones importantes del Gobierno, entre otros. Sin embargo, cabe preguntarse si en Chile se ha alcanzado dicho estado de satisfacción de las necesidades.

Con lo anterior no niego el crecimiento económico del país. De hecho, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) el país exhibe una trayectoria sostenida y constante de crecimiento en su Producto Interno Bruto (PIB). Pero estas cifras deberían ser vistas con cautela. Por ejemplo, para Waissbluth:

La temible desigualdad de ingresos, madre de nuestros problemas, se expresa en el coeficiente de Gini […] Nuestro indicador de inequidad, por mucho crecimiento que hayamos tenido, sigue siendo de los peores del mundo, al igual que en el resto de América Latina. A pesar del crecimiento, la desigualdad se ha mantenido porfiadamente estable por décadas. En 1987 el Gini chileno era 0.58; en 1998 era 0.58, y en 2011, mejoró de manera poco significativa, a 0.54. (Waissbluth, 2015, p. 55)

Si revisamos las hipótesis históricas que rondan los estudios sobre el interés material de los votantes, nos encontramos con la clásica teoría de voto material que supone que mientras mayor es la diferencia de ingresos entre las clases sociales en un país, mayor será el nivel de voto de clase en dicho país (Nieuwbeerta y Ultee, 1999). Si bien la brecha de ingresos no es el tema principal de esta investigación, los datos del Gini chileno y los obtenidos a través de la Encuesta Mundial de Valores, ayudan a explicar entre otras cosas el aumento en el efecto del ingreso entre los votantes chilenos para los partidos de derecha. Esto se debe a que en la literatura clásica sobre el comportamiento de voto se asume que mientras los partidos de izquierda prometen una mejor calidad de vida para los trabajadores manuales, las coaliciones de derecha buscan mantener o mejorar las condiciones materiales de los trabajadores no manuales (López, 2004).

Por otra parte, la caída en la relación entre postmaterialismo y voto podría explicarse a través del contexto de los partidos políticos chile-nos que han producido un quiebre asociativo entre estos dos, sumado a brecha de desigualdad económica que rige al país. En otras palabras, ser postmaterialista o no serlo ya no tiene un efecto significativo en el comportamiento de voto porque las opciones que se presentan como candidaturas no logran identificarse a través de sus discursos con esos valores.

El rol de los partidos políticos chilenos

Pero más allá de los elementos económicos, ¿cómo se explica que el aumento en los niveles de valores postmaterialistas en el país no esté asociado a un mayor efecto de dichos valores en el comportamiento de voto de los chilenos? En este sentido, ya habíamos adelantado que la política del consenso impulsada por los consecutivos gobiernos de la Concertación podría haber afectado la identidad propia de los partidos de centro izquierda en Chile.

En un intento para comprobar lo anterior, Gamboa (et al., 2013) calculan el Índice Rile (del inglés right-left) de cada uno de los programas presentados por los candidatos a la presidencia en seis elecciones chilenas (1970, 1989, 1993, 1999, 2005 y 2009). Se asume en esta investigación que el estudio de los documentos programático con los que los políticos se presentan a elecciones representan tanto un mensaje al electorado como la posición del candidato y los partidos que lo apoyan frente a distintos problemas relacionados a la política pública. Dentro de las conclusiones más relevantes, Gamboa (2005) sostiene que desde la vuelta a la democracia y con la excepción de la Izquierda Extraparlamentaria (PC) y la candidatura de Joaquín Lavín en 2005, “la percepción generalizada es que las diferencias ideológicas entre los candidatos, al menos de las coaliciones principales, son menores y no juegan un rol muy sustantivo en las campañas” (Gamboa, 2005, p. 455). Además, Gamboa agrega que:

La situación a partir de 1989 es la inversa a la vista para 1970, donde la mayoría de los electores se pronunciaron por programas con un marcado contenido ‘de izquierda’. Ahora, en cambio, sucede que muy mayoritariamente los electores prefieren candidaturas cuyos promedios Rile van entre -5,9 (Concertación) y 14,7 o 18,3 puntos (dependiendo si consideramos a Lavín o Piñera para 2005 en la Alianza). A su vez, esto hace menos relevante el que exista una opción más a la izquierda, que si bien tiene fuerza electoral y que ha sido relevante en algunas elecciones, hasta el momento no ha recibido un caudal de votos relevante. (2005, p. 460)

Sin embargo, la reducción considerable entre la distancia programática de las candidaturas de la derecha y la centroizquierda se “explica por una mayor moderación de la centroizquierda” (Gamboa, 2005, p. 458) que se aleja varios puntos del programa presentado en 1970 por el Comité Coordinador de la Unidad Popular (UP) durante la campaña de Allende, que lo llevo a la victoria frente a Jorge Alessandri Rodríguez (candidato del Partido Nacional) y Radomiro Tomic Romero (DC). Lo mismo sucede con la derecha, que a excepción de Lavín (quien presenta un programa más parecido al de Alessandri en 1970), los demás candidatos se ubican sorprendentemente “más hacia la izquierda”. Es interesante ver cómo en la Tabla 2, en donde se analiza el efecto de los valores postmaterialistas, el voto para la derecha en relación a la izquierda no parece presentar ninguna reacción frente a la candidatura de Lavín (la más conservadora desde la vuelta a la democracia). En cambio, el Índice de Inglehart mantiene su constante tendencia a la baja.

Esta reducción programática también se puede explicar por:

[una] conversión ideológica de académicos y políticos de la Concertación que, después de la inauguración de la democracia, abandonaron las crítica que habían formulado cuando estaban en la oposición al régimen de Pinochet, a la gestión económica de los Chicago Boys y al sistema económico establecido por estos. (Huneeus, 2014, pp. 213-214)

De hecho, el apoyo al sistema económico neoliberal fue una de las razones más importantes para que miembros de la izquierda chilena celebraran la “modernización” de Chile (que se había producido durante la dictadura) y continuaran apoyando políticas económicas de libre mercado que no hacían otra cosa más que profundizar el modelo.

Conclusión

Esta investigación responde a la necesidad de analizar la relación que existe entre las variables de clase y de valores postmaterialistas en dependencia al comportamiento de voto en Chile y tiene como objetivo describir de qué manera ambas teorías se comportan desde 1996 hasta 2011. En ese sentido, esta investigación propone un acercamiento innovador en la medida en que pretende comprobar la conducta de ambas teorías respecto a la realidad política y contextual del país. Elegir a Chile como caso de estudio para esta investigación se justifica por la necesidad de analizar a un país que cuenta con una historia y contexto particulares incluso entre sus vecinos de la región latinoamericana.

Los resultados más relevantes indican que, a diferencia de lo que se podría suponer, el ingreso y la educación se vuelven cada vez más significativos para las coaliciones de derecha. A medida que pasan los años, hay un mayor alineamiento entre las personas que reportan mayor ingreso y los partidos de derecha. Resulta necesario explicar lo anterior, Gamboa (et al., 2013) reconoce que los mensajes que los partidos políticos muestran durante el tiempo de campaña poseen un alto grado de similitud entre la izquierda y la derecha, sin duda una cercanía mucho mayor a la que existía antes del Golpe Militar de 1973. Sin embargo, sobre lo anterior se podría hipotetizar que la entrada en escena de candidaturas como las de Marco Enríquez-Ominami y Jorge Arrate (ambos ex militantes del Partido Socialista), sumado a un clima político de movilizaciones ciudadanas como las que tomaron lugar en el año 2011 y 2012 con demostraciones masivas a lo largo del país, hicieron necesario polarizar y politizar una discusión sobre temas que desde la vuelta a la democracia no se habían hablado públicamente, y sobre los cuales los partidos no habían intervenido con éxito (Huneeus, 2014).

En definitiva, los resultados de esta investigación muestran que, distinto a lo que algunas investigaciones sociológicas mostraban, al menos en el caso chileno y dentro de los años estudiados el voto por cultura postmaterialismo y el nivel socioeconómico de los votantes resultan ser mutuamente excluyentes. Esta investigación indica que el incremento de una de estas dos variables en el tiempo en relación al voto en el eje izquierda-derecha, va acompañada necesariamente del decaimiento de la otra.

En este sentido, el estudio del caso chileno podría servir para que futuras investigaciones sobre la sociología del voto intenten comprobar si sucede lo mismo en países que comparten características sociales y culturales con la chilena. De no ser así, resultaría necesario hacerse la pregunta sobre las variables contextuales y políticas que hacen que lo antes descrito suceda en Chile y no en otros países del mundo.

Metodológicamente esta investigación cuenta con dos limitaciones: la primera guarda relación con la medición del postmaterialismo en general y particularmente en Chile; el Índice de Inglehart cuenta con múltiples críticas que hacen cuestionar si las respuestas de los entrevistados se refieren al postmaterialismo y no a otros fenómenos sociales como el progresismo o el liberalismo social. Segundo, habría resultado más conveniente contar tanto con más años en las encuestas (así también con encuestas más recientes) como con más variables de control, que permitieran hacer un recorrido más detallado de los procesos que se describen en esta investigación.

Esta investigación es un intento por aportar una nueva perspectiva al campo de estudio que investiga el comportamiento de los votantes chilenos desde 1990 hasta 2011. Sobre la base de estos hallazgos, futuras investigaciones deben, necesariamente, abordar este problema desde el nuevo escenario político que ocurre en Chile a partir de las movilizaciones ciudadanas de 2011, 2012 y 2013, así como el surgimiento de nuevos movimientos y agrupaciones políticas que de alguna manera amenazan con irrumpir en las próximas boletas electorales.

Acknowledgements

Reconocimientos

El autor de este artículo es becario del programa Doctorado en el Extranjero-Becas Chile (72170033/2016). Programa de Formación de Capital Humano Avanzado de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT).

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Cómo citar este artículo: APA: Dodds, T. (2017). Efecto del postmaterialismo y nivel socioeconómico en el comportamiento de voto chileno. Ciencia Política, 12(24), 205-235. MLA: Dodds, T. “Efecto del postmaterialismo y nivel socioeconómico en el comportamiento de voto chileno”. Ciencia Política, 12.24 (2017): 205-235.