Ciencia Política
1909-230X
Universidad Nacional de Colombia
https://doi.org/10.15446/cp.v13n25.70797

Peña, C. (Comp.). (2017). Venezuela y su tradición rentista: visiones, enfoques y evidencias. Buenos Aires: CLACSO; Universidad Central de Venezuela; Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, 235 pp.

E. Gómez, 1

Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales. Magíster en Administración de Negocios (MBA). Correo electrónico: egomez2aca@gmail.com

Este libro analiza el rentismo petrolero desde una perspectiva multidisciplinaria con el fin de entender este fenómeno, sus raíces y sus implicaciones en la vida económica, política, social, institucional y cultural de Venezuela. Este análisis se presenta más de ochenta años después de la publicación del artículo “Sembrar el petróleo” del venezolano Arturo Uslar Pietri, cuya propuesta de “utilizar el petróleo no para pagar más importaciones, sino para buscar nuevas fuentes de ingreso para el país y crear fuentes de producción que contribuyesen a un desarrollo sostenido” (p. 9) es mencionada por los diferentes autores del libro. Sin embargo, sucesivos gobiernos venezolanos decidieron ignorar dicha propuesta tomando el camino del Estado rentista, lo cual explica en gran medida la compleja situación económica, política y social que atraviesa el país.

Según algunos de los autores, uno de los aspectos fundamentales de la cultura política venezolana es la representación social basada en la “mentalidad rentista” o el “reclamo de renta” y la orientación paternalista de los ciudadanos. Esta mentalidad ha desencadenado una relación ciudadano-Estado invertida, donde los ciudadanos dependen del manejo discrecional de la renta petrolera por el Estado y no donde el Estado depende de los aportes de los ciudadanos.

Autores como Ramírez y Mata argumentan que las bases del reclamo de la renta petrolera en Venezuela son principalmente culturales y que se remontan a la época de la colonia y la creencia en la gran riqueza del territorio y de todos. Otros elementos que han impactado la cultura política de los ciudadanos y han contribuido a consolidar una orientación peticionaria y paternalista son: altos niveles de desconfianza interpersonal; la percepción de que los cambios son resultado de la acción de agentes externos y no de la capacidad de los individuos; y la percepción del Estado como encargado de solucionar los problemas colectivos y los problemas personales que son principalmente económicos. Otro rasgo de la población, según Mata, es la inclinación por gobernantes con personalidad fuerte y la valorización del igualitarismo vinculado al reparto equitativo de la renta petrolera.

Los autores analizan las implicaciones que la tradición rentista ha tenido en la política, la economía y la sociedad venezolana. La profundidad de estas implicaciones sumado al comportamiento de los últimos años de los precios del petróleo a la baja, han desencadenado un proceso de desintegración o lo que Seoane llama una Venezuela invertebrada.

Por una parte, la orientación rentista ha conllevado una modernidad truncada según Serrano, de ahí que aun se observen en Venezuela fenómenos como el caudillismo militarista, el personalismo político o la ausencia de la autonomía de poderes. La orientación rentista de los ciudadanos también ha motivado a los gobernantes a decidir sobre la conveniencia, casi personal, de enfocar el uso del ingreso proveniente del petróleo en gasto social en lugar de inversión, fomentado una actitud clientelista y el deterioro institucional. La renta petrolera ayudó a la consolidación del poder centralizado y al crecimiento de la burocracia que no cumple los requerimientos técnicos del Estado moderno pero es leal al gobernante.

Por otra parte, desde una perspectiva económica, Santeliz argumenta que la crisis económica que experimenta Venezuela resulta de no haber hecho un aprovechamiento eficiente de la explotación del petróleo para fuentes diversificadas de producción económica. Más aún, Banko menciona que en el caso de Venezuela la disponibilidad de recursos para mantener el gasto público alentó el sostenimiento de la intervención del Estado a largo plazo. Mientras que para Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), el Estado rentista ha significado un importante deterioro de su situación financiera al ser utilizada como un instrumento de distribución de la renta a nivel nacional e internacional, ejerciendo funciones que no son propias de una empresa.

Grisanti por su lado establece que Venezuela es uno de los países exportadores de recursos naturales que ha agudizado su condición de mono-productor, pues su mentalidad rentística ha prevenido que aproveche los beneficios de la globalización, la sociedad del conocimiento y la Revolución Tecnológica para armonizar el crecimiento de la economía petrolera con la no petrolera. Su trabajo concluye que, ante el nuevo paradigma energético y la creciente concientización sobre las repercusiones del cambio climático, es necesario repensar la estrategia de desarrollo. Este trabajo se destaca por incluir explícitamente dentro del análisis las tendencias que afectan el precio internacional del petróleo. Esto transmite un mensaje de urgencia pues como argumenta el conjunto de autores del capítulo “Venezuela: Estado rentista, reparto y desigualdad 1999-2014” (pp. 165-204), el modelo rentista funciona mientras los precios del petróleo crecen; de lo contrario, es inviable a menos que vaya de la mano con una dictadura militar clásica.

Adicionalmente, para ahondar en las contradicciones, y destacando los esfuerzos por diferenciar el modelo de rentismo de la Revolución Bolivariana frente a los anteriores, los autores argumentan que el modelo de reparto de la renta petrolera del Estado rentista de la Revolución Bolivariana o Socialismo del siglo XXI ha agudizado la desigualdad, en contradicción con el discurso que pregona un modelo inclusivo e igualitario pues ha privilegiado a ciertos actores.

Para concluir la discusión sobre las implicaciones que ha tenido la mentalidad rentista en Venezuela, cabe resaltar la mención que hace Ramírez en cuanto a la búsqueda por parte del actual gobierno de sustituir el rentismo petrolero por el rentismo minero, como parte de su respuesta a la crisis. Esto evidencia la peligrosa negación de los problemas estructurales del país por parte del gobierno.

Cabe mencionar que los autores plantean algunas sugerencias generales para cambiar la situación del país a partir del análisis que hacen de las consecuencias que la tradición rentista de los ciudadanos ha tenido en Venezuela. Mata sugiere soñar un país mediante el ejercicio de la ciudadanía, mediante la educación y la constitución de nuevos espacios públicos que contribuyan a un ejercicio de la política más tolerante y a una reinvención del manejo tradicional de la renta petrolera. Seoane además habla de la necesidad de repensar la riqueza como capital social y no como riqueza natural no amarrada al trabajo productivo.

Por otra parte, Grisanti sugiere métodos para romper la maldición de los recursos y la enfermedad holandesa tales como: crear un fondo de inversión para represar ingresos petroleros, implementar políticas de formación de talento humano y productividad en las industrias agropecuarias y manufactureras. Además, Santeliz propone la formulación de una política que incentive emprendimientos para la producción de bienes y servicios competitivos internacionalmente.

El libro es una propuesta interesante del estudio de un mismo fenómeno desde diferentes campos del conocimiento con trabajos académicos estructurados que incluyen argumentos y soportes cualitativos y cuantitativos para sustentar sus conclusiones. Dada la crítica situación en Venezuela, es urgente repensar el modelo rentista en la búsqueda de una alternativa sostenible. Este texto es relevante ya que al hacer un diagnóstico de los elementos que históricamente han facilitado el mantenimiento del Estado rentista en Venezuela, ofrece un valioso punto de partida para la discusión sobre un futuro posible para el país. Sin embargo, si bien algunos autores plantean propuestas generales para replantear el modelo rentista venezolano, el libro no las desarrolla en medidas más concretas que potencialicen el cambio político, institucional y económico. Surge la pregunta de si el modelo de Socialismo del siglo XXI está condenado al fracaso ante precios bajos de petróleo y hasta dónde y de qué forma será aprovechado este punto de inflexión en Venezuela para superar la crisis y buscar alternativas sostenibles alejadas del modelo rentista.

Si bien Venezuela es en América Latina el país con las características más marcadas de economía rentista y paternalismo estatal, hay otros países en la región y en el mundo, para quienes este estudio es pertinente, que también enfrentan el reto de replantear su estrategia de desarrollo para diversificar sus economías y que pueden aprender de las enseñanzas del caso venezolano. Vale la pena preguntarse ¿por qué otros países con condiciones similares a Venezuela no han vivido un destino similar? Y ¿hasta qué punto estos resultados son explicados por diferencias culturales? Por otra parte, ¿qué están haciendo Venezuela y otros países exportadores de petróleo para preparase para el nuevo paradigma energético? Las respuestas a estas preguntas pueden arrojar inspiración para la discusión sobre los pasos a seguir en Venezuela.