Ciencia Política
1909-230X
Universidad Nacional de Colombia
https://doi.org/10.15446/cp.v13n26.73729

Schedler, A. (2016). La política de la incertidumbre en los regímenes electorales autoritarios. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 279 pp.

E. Cruz, 1

Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia Colombia. ecruzr@unal.edu.co Universidad Nacional de Colombia Universidad Nacional de Colombia Colombia

En esta obra el politólogo austriaco Andreas Schedler, actualmente profesor de la División de Estudios Políticos del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) en México, sintetiza buena parte de sus hallazgos después de una década de investigación sobre el autoritarismo electoral. El libro está compuesto por cuatro capítulos: en el capítulo I, el autor desarrolla su concepción de la política de la incertidumbre en los regímenes electorales autoritarios; seguidamente, en el Capítulo II, describe las configuraciones institucionales de los regímenes no democráticos modernos, situando en ese contexto el autoritarismo electoral; en el capítulo III, estudia el menú de la manipulación electoral en estos regímenes; y en el capítulo IV, examina la lógica de las elecciones autoritarias.

De acuerdo con Schedler, los regímenes electorales autoritarios, que han aumentado considerablemente desde el fin de la Guerra Fría, se caracterizan porque sus gobiernos abrazan las instituciones de la democracia representativa, en particular las elecciones multipartidarias, en el plano formal, con la intención de manipularlas de distintas maneras para mantenerse en el poder. Esto los distingue de los autoritarismos a secas, por un lado, y de las democracias electorales, por otro. Mientras en los primeros no existen elecciones, en las democracias electorales existen elecciones competitivas que conservan y respetan, aunque de manera incompleta, principios fundantes de la democracia como la libertad, la integridad o la imparcialidad. Pero además, las elecciones multipartidarias tienen consecuencias nodales en el funcionamiento de los regímenes electorales autoritarios, porque si bien constituyen un juego asimétrico, en donde el gobierno autoritario conserva la soberanía para establecer las reglas institucionales y manipular los resultados, abren distintas oportunidades para los actores de oposición, quienes a su vez se orientan a disputar tanto los arreglos institucionales como los resultados electorales para forzar el cambio de régimen. Así, las elecciones autoritarias pueden ser funcionales a décadas de estabilidad del régimen o abrir oportunidades para su democratización.

De esa manera, las elecciones “cambia[n] la lógica interna de la política autoritaria” (Schedler, 2016, p. 21), puesto que sus resultados no están predeterminados introducen en la dinámica política de estos regímenes lo que Schedler teoriza como una doble incertidumbre: una incertidumbre institucional, pues no hay seguridad sobre las reglas que modelan el comportamiento de los actores, y una incertidumbre informativa, pues no se pueden conocer a ciencia cierta los cursos de la acción y, en el caso de los gobiernos autoritarios, las amenazas reales de aquellas que no lo son, de tal manera que en un contexto de opacidad la interpretación de lo que está pasando implica una lucha sin cuartel (Schedler, 2016). Así, la lucha política se configura como una lucha en y por la incertidumbre, como una disputa teatral en la que por medio de la manipulación -la persecución de candidatos y de periodistas, la falsificación de resultados y la intimidación de votantes, entre otros- el gobierno autoritario busca evitar la incertidumbre de los resultados electorales y la incertidumbre del cambio de régimen, mientras que la oposición intenta introducir más incertidumbre sobre los resultados y, a largo plazo, hacer probable el cambio de régimen.

El autor consigue conceptualizar los regímenes electorales autoritarios como un tipo distinto de los autoritarismos convencionales, que no se apoyan en elecciones, de las democracias electorales y de las democracias liberales. Aunque advierte que existe una línea borrosa entre autoritarismo electoral y democracia electoral que en última instancia es normativa y esencialmente polémica, el autor formula de manera transparente las normas democráticas y las transgresiones autoritarias que definen uno y otro. En todo régimen político que se califique como democrático existirá siempre un bache entre sus instituciones formales y sus prácticas reales, pero no puede ser tan pronunciado como para anular las normas básicas de la democracia, de forma que “no cualquier desviación de los ideales democráticos califica como autoritaria. Los regímenes electorales autoritarios no son imperfectamente democráticos sino manifiestamente no democráticos” (Schedler, 2016, p. 159).

Todos estos argumentos son desarrollados con una coherencia impecable y un gran nivel de detalle, que recurre a diversos casos de diferentes épocas y en distintos lugares. Una de las propuestas más interesantes del libro es el “institucionalismo político”, dado que Schedler plantea la necesidad de tomar la política en serio, es decir, centra sus esfuerzos en la interacción conflictiva entre actores en función del cambio de régimen y no como resultado de clivajes culturales o socioeconómicos preexistentes. Asimismo, la teoría de la política de la incertidumbre le permite formular una sugestiva batería de categorías analíticas prometedoras.

No obstante algunos de sus argumentos son problemáticos. La distinción entre la incertidumbre institucional y la incertidumbre informativa es muy sugerente pero, aunque es cierto que las luchas entre autocracia y oposición se dan en ambos planos, sería importante introducir varios matices y especialmente notar que ambos tipos de incertidumbre tienen dinámicas distintas. Schedler sostiene que:

[…] la inseguridad de los dictadores se alimenta de su ignorancia… las democracias son regímenes de relativa transparencia; las dictaduras, en cambio, regímenes de opacidad estructural. En el autoritarismo, todos los cálculos de incertidumbre institucional se producen en condiciones de incertidumbre informativa. (Schedler, 2016, p. 43)

Según esto, la incertidumbre informativa se produce debido a una mayor opacidad de la arena política y no debido a una mayor transparencia. No obstante, de este planteamiento no se infiere que la introducción de elecciones genere una mayor incertidumbre informativa en el régimen autoritario, como sostiene Schedler. Si un régimen autoritario introduce las elecciones disminuye su opacidad estructural y por lo tanto su incertidumbre informativa aunque, al menos en potencia, aumente su incertidumbre institucional. Así, ambos tipos de incertidumbre, institucional e informativa, marchan por vías y con ritmos distintos. En un régimen autoritario sin elecciones existe poca incertidumbre institucional, puesto que no existe alternancia en el gobierno, pero puede existir una alta incertidumbre informativa debido a su “opacidad estructural” (producida por la represión, la naturaleza oculta de las políticas públicas y la falta de credibilidad en los medios de comunicación), que le impide al autócrata distinguir las amenazas reales de las que no lo son o incluso saber si existen amenazas.

Aún más, contrario a lo que piensa el autor, en el autoritarismo no todos los cálculos sobre la incertidumbre institucional se producen bajo incertidumbre informativa. Incluso se puede presentar el caso de que, para resolver la incertidumbre informativa producida por la opacidad del régimen, el autócrata incurra en mayor incertidumbre institucional. Así, por ejemplo, las elecciones autoritarias pueden ser útiles para visibilizar a la oposición, algo que el gobierno autócrata no puede ver fácilmente en los regímenes autoritarios a secas, debido a su mayor opacidad. De esa manera, los cálculos sobre la incertidumbre institucional no necesariamente se presentarían bajo incertidumbre informativa. Así las cosas, un régimen electoral autoritario es menos opaco, menos incierto y por consiguiente más ventajoso desde la perspectiva del autócrata que una dictadura convencional. Además, el hecho de que enfrente menos incertidumbre informativa pone al gobierno autoritario en una situación de ventaja frente a la oposición y tal vez eso explique el repunte del autoritarismo electoral posterior al fin de la Guerra Fría. Esto llevaría a cuestionar la teoría de la incertidumbre informativa o por lo menos a matizarla, y a preguntarse por las distintas formas de interacción que puede tener con la incertidumbre institucional.

Por otra parte, cabría preguntar si un exceso de información como el que caracteriza a las sociedades contemporáneas, hasta el punto de que hace casi imposible discernir lo relevante de lo accesorio, podría poner en cuestión el vínculo entre opacidad-incertidumbre y transparencia-certidumbre (que sustenta parte del argumento), pues tanto la oscuridad total como el exceso de luz impiden el funcionamiento del ojo humano. En otras palabras, el argumento pasa por alto que un exceso de información, como el que ocurre hoy, también puede generar muchísima opacidad y condenar la ciudadanía a una ignorancia igual o peor que la que caracteriza a los autoritarismos. Aceptar la hipótesis de que las sociedades actuales son tan transparentes que nublan el raciocinio, llevaría a revisar en gran medida las ya de por sí finas distinciones entre el autoritarismo electoral y la democracia electoral, empezando por la “opacidad estructural” que caracterizaría los autoritarismos.

En fin, el análisis de la opacidad y de la incertidumbre informativa está sustentado en un análisis muy formal de las dinámicas comunicativas, particularmente de las relaciones entre medios de comunicación y poder político, pues no tiene en cuenta los distintos vínculos que ambos pueden entablar ni las diversas maneras de manipular a los medios de comunicación pese a su independencia formal. Dichas formas de manipulación van desde el ofrecimiento de distintos tipos de incentivos que aprovechan el carácter de empresas capitalistas de los medios masivos de comunicación hasta el alineamiento ideológico o la articulación hegemónica con el gobierno. Incluso a pesar de que comprende la ideología entre los recursos de dominación de un régimen autoritario, Schedler parece minimizar este fenómeno al asumir que los ciudadanos son racionales y no apoyarán el autoritarismo, lo que llevará al gobierno a manipular necesariamente las elecciones, cuando no necesariamente es así, puesto que existen regímenes autoritarios cuya fortaleza o principal sustento es precisamente el alineamiento ideológico, que muchas veces alcanza para moldear las preferencias electorales.

Con todo, más allá de las discusiones que una obra de estas características puede suscitar, se trata de una contribución inédita a la comprensión de los regímenes políticos contemporáneos y particularmente de una teoría de la política bajo los regímenes electorales autoritarios con sólidos fundamentos empíricos y conceptuales.