Ciencia Política
2389-7481
Universidad Nacional de Colombia
Colombia
https://doi.org/10.15446/cp.v17n33.99116

Recibido: 10 de diciembre de 2021; Aceptado: 15 de junio de 2022

Protesta estudiantil en la crisis universitaria de 1971 en Colombia: la Juventud Patriótica (JUPA) y la Nueva Izquierda

Student Protest in the University Crisis of 1971 in Colombia: the Juventud Patriótica (JUPA) and the New Left

Á. Tarazona, https://orcid.org/0000-0002-3563-9213E. Cortés, https://orcid.org/0000-0001-6568-9388

Universidad Industrial de SantanderBucaramangaColombia

Resumen

Durante el año 1971, en Colombia se vivió un intenso movimiento de protesta estudiantil que paralizó casi la totalidad del sistema universitario, aunque se desarrolló de acuerdo con las lógicas locales de cada institución de educación superior. El propósito de este artículo es analizar los espacios de acción y discusión ideológica de la organización política Juventud Patriótica (JUPA), la cual cuenta con estrategias de difusión y programas políticos que llevarán a legitimar decisiones en favor de la movilización estudiantil y a asumir posiciones ideológicas irreconciliables entre los actores de la izquierda de tendencia socialista. Este periodo de la historia del movimiento estudiantil ha sido analizado, con cierta profundidad, en instituciones como la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Libre, la Universidad Industrial de Santander (UIS), la Universidad del Valle y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC). Para alcanzar el objetivo propuesto se realiza el análisis de folletos y periódicos universitarios como Nueva Democracia y documentos que se encuentran en el Archivo de la Asociación Universitaria de Estudiantes Santandereanos (Audesa). Estos documentos dan cuenta de que fuerzas políticas como la JUPA influyen en estudiantes, profesores y trabajadores para desarrollar su programa político al interior de las universidades colombianas.

Palabras clave: Colombia, movimiento de protesta, movimiento estudiantil, organización política, socialismo, universidad.

Abstract

In Colombia during the year 1971, the strongest student protest movement was experienced, which paralyzed almost the entire university system, although it would develop according to the local logics of each higher education institution. The purpose of this article is to analyze the spaces for action and ideological discussion of the Juventud Patriótica (JUPA) political organization, which has dissemination strategies and political programs, which will lead to legitimize decisions in favor of student mobilization and to assume positions irreconcilable ideological differences between the actors of the left with a socialist tendency. This period in the history of the student movement has been analyzed, in some depth, in institutions such as the National University of Colombia, the Free University, the Industrial University of Santander (UIS), the Universidad del Valle and the Pedagogical and Technological University of Colombia (UPTC). To achieve the proposed objective, the analysis of university brochures and newspapers such as Nueva Democracia, documents that are in the Archive of the University Association of Santanderean Students (AUDESA), is carried out. These documents show that political forces such as JUPA influence students, professors, and workers to develop their political program within Colombian universities.

Palabras clave: Colombia, protest movement, student movement, political organization, socialism, university.

Introducción

La historia de Colombia refleja la historia de una sociedad convulsa que ha sufrido el impacto de diversas tensiones sociales heredadas, tensiones que, aunque siempre parecen estar en su punto crítico, se prolongan en el tiempo y algunas terminan por no estallar (Santos, 2018, p. 12). Tal situación fue evidente durante el desenvolvimiento de la protesta estudiantil universitaria colombiana de los años sesenta y setenta del siglo XX, la cual se caracterizó por su radicalización política, en sintonía con las influencias revolucionarias que llegaban desde Cuba y otras partes del mundo.

Durante los años setenta del siglo XX el movimiento estudiantil universitario de Colombia alcanza el más alto grado de desarrollo en sus movilizaciones y en su radicalización política. Este desarrollo será paralelo a uno que experimenta la izquierda desde los años sesenta, algo que solo puede compararse con su etapa de auge vivida en los años veinte (Múnera, 1988, p. 72). El periodo será de gran intensidad en la movilización en diversas universidades públicas como la Universidad Industrial de Santander (UIS), la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad del Valle y la Universidad de Antioquia, entre otras; y en algunas de carácter privado, como la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Libre. En estas luchas se mezclan aspiraciones políticas de las distintas organizaciones participantes y de los estudiantes, quienes solicitan reivindicaciones económicas—más que académicas—a su favor.

El movimiento estudiantil universitario colombiano de los años setenta experimenta una fuerte influencia de fuerzas políticas de izquierda que establecen fortines de sus organizaciones juveniles en la casi totalidad de las universidades públicas y en algunas instituciones privadas. Estas organizaciones establecen sus estructuras al interior de las universidades y crean células políticas y periódicos estudiantiles para que actúen como medios de distribución de propaganda relativa a sus proyectos políticos. Entre las organizaciones políticas de izquierda presentes en las universidades colombianas en esa época se destacan la Juventud Comunista (JUCO), vinculada al Partido Comunista Colombiano (PCC); la Juventud Patriótica (JUPA), vinculada al Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR); y el Bloque Socialista, organización de simpatías trotskistas.

Junto a las organizaciones estudiantiles de izquierda también existen algunas de derecha, principalmente de orientación conservadora y religiosa, a las cuales la izquierda acusa de saboteadoras de la lucha estudiantil y de llevar a cabo negociaciones para el beneficio personal de quienes fungen como dirigentes estudiantiles. Lo anterior llama la atención por su similitud con la situación descrita al interior del movimiento estudiantil cubano en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista y durante la cual el estudiantado se divide entre organizaciones radicales que defienden la lucha armada y otras más moderadas que buscan pactar con el gobierno, siguiendo una vieja práctica que asegura posiciones en el Estado para los dirigentes estudiantiles moderados, tal como señala Solar Cabrales (2014, p. 132).

La presencia de los estudiantes en la vida política de la sociedad es de vieja data. Germán Arciniegas señala sus orígenes en Europa, entre los siglos XII y XIV, cuando el argumento racional se convierte en elemento para defender la religión, que hasta entonces solo se propaga con el apoyo de las milicias y del milagro (Arciniegas, 1992, pp. 15-16).

El impulso de los estudiantes colombianos a participar en la política del país alcanza un punto de gran efervescencia durante la lucha contra la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, quien gobierna el país entre 1953 y 1957. En muchos colegios del país se estimula a los estudiantes a participar de las marchas que la alianza de los partidos Liberal y Conservador, junto a la burguesía y la prensa, impulsan contra la permanencia del dictador en el gobierno. En la ciudad de Santa Marta se recuerda cómo en 1957 un joven de 17 años, de nombre Jaime Bateman, participa de las manifestaciones contra la dictadura de Rojas Pinilla desde el Liceo Celedón; años después será fundador del Movimiento 19 de Abril (M-19) (Villamizar, 2002, p. 88). En el mismo sentido se expresaría Horacio Serpa Uribe, quien señala que siendo estudiante de tercer año de bachillerato participa de estas manifestaciones en el Colegio de Santander en la ciudad de Bucaramanga; en esas manifestaciones contra la dictadura, señala Serpa, ya destaca como organizador y dirigente estudiantil Jaime Arenas Reyes, futuro miembro de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) (Acevedo Tarazona, 2016a, p. 155).

Como indica Darío Villamizar (2002), los estudiantes de colegios y universidades colombianos tendrán gran protagonismo en la lucha contra Rojas Pinilla, y por ello son ensalzados por la prensa de la época:

Había que ver los titulares y artículos—posteriores a la salida de Rojas—[…] en los que todo era “loor a los estudiantes”, “jóvenes: héroes de las jornadas de mayo”, “juventud: orgullo máximo de la patria”. Los honores iban desde saludos a su valor, gallardía, pundonor y coraje, hasta propuestas de homenajes y monumentos. (p. 89)

De esta manera, se puede afirmar que a partir de la lucha contra la dictadura de Rojas Pinilla se da una mayor participación de los estudiantes en los asuntos políticos del país, estimulados por los partidos políticos tradicionales y por el establecimiento en general, los cuales, posteriormente, les reclamarán el no dedicarse al estudio por empeñarse en discusiones políticas, cuestionando el orden establecido.

Algunos de estos aspectos serán analizados en el presente artículo, que se enfoca en estudiar los espacios de acción y discusión ideológica de la organización política JUPA a través de sus estrategias de difusión tales como periódicos y folletos, documentos que se encuentran en el Archivo de la Asociación Universitaria de Estudiantes Santandereanos (Audesa), el cual se halla resguardado en el Centro de Documentación e Investigación Histórica Regional (CDHIR) de la UIS. La principal inquietud para realizar esta investigación es comprender la influencia de organizaciones políticas como la JUPA en el movimiento de protesta estudiantil, y cómo su ideología y formas de lucha se incorporarán en la cotidianidad de instituciones universitarias como la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Libre, la UIS y la UPTC. En un primer apartado se registra el contexto mundial para entender la efervescencia maoísta de la época, su repercusión en el movimiento estudiantil colombiano y cómo conflictos vividos en países como Cuba y México serán replicados por los universitarios colombianos. Los apartados segundo y tercero hacen énfasis en la situación del movimiento estudiantil colombiano en el siglo XX, especialmente en 1971, año de crisis para la universidad y antesala del divisionismo ideológico estudiantil izquierdista, tema del apartado final de este artículo y que deja planteado el debilitamiento del movimiento estudiantil al perder su norte en la búsqueda de un proyecto político sólido o de una reforma universitaria válida ante las demandas específicas de este sector de la sociedad colombiana, lo cual finalmente propiciará, en algunos casos, la opción por la lucha armada.

1. Un contexto mundial conflictivo

Vera Grabe señala que en los años sesenta—y esto puede extenderse a la década siguiente—los jóvenes, a nivel mundial, cuestionan una serie de situaciones como la guerra, la autoridad, el conformismo, el orden establecido y el consumismo. Simultáneamente se desarrolla una “revolución cultural” expresada en nuevas modas que exaltan la rebeldía, la igualdad de sexos, la revolución, el cambio social y la lucha armada, a la que incluso no se le cuestiona ni su legitimidad ni su validez (Grabe, 2015, p. 169). Durante las décadas de los años sesenta y setenta, en el mundo irradian simultáneamente movimientos de no violencia y contra la guerra y movimientos que reivindican la violencia revolucionaria. A la vez, se dan las luchas por los derechos civiles y contra la Guerra de Vietnam—en las que el reverendo Martin Luther King y el pacifismo serán protagonistas de primer orden—, y en las protestas en las calles de París y otras capitales del mundo se exhiben las imágenes de los líderes que desarrollan las luchas revolucionarias en el tercer mundo: Ho Chi Min o el Che Guevara. Al mismo tiempo se reactivan o se fundan organizaciones armadas como el Irish Republican Army (IRA) en Irlanda del Norte, la Euskadi Ta Askatasuna (ETA) en el País Vasco o la Facción del Ejército Rojo en Alemania, además de diversas expresiones minúsculas de guerrilla urbana en Estados Unidos (Grabe, 2015, p. 170), de manera que en el mundo soplan vientos de transformación de la sociedad tanto por la vía violenta como por la vía pacífica.

Este contexto mundial es estudiado por especialistas en el tema que enfatizan en la imbricación entre los sucesos locales, nacionales e internacionales y las esferas política, económica, cultural y social, quienes observan que eventos como las movilizaciones universitarias están relacionados con un proceso global como fue la revolución cultural planetaria del año 1968 (Acevedo Tarazona, 2017). Tal imbricación se observa en fenómenos como el de la Nueva Izquierda, que en el plano global se expresa en nuevas corrientes marxistas que se sobreponen y entran en oposición al marxismo soviético con experiencias como la china, el rechazo de marxistas europeos a las invasiones soviéticas a Hungría y a Checoslovaquia y la Revolución cubana.

Este periodo de radicalización política orientada hacia la revolución socialista está marcado por la irrupción en todo el mundo de la juventud como actor social y político de primer orden, aspecto puesto de presente principalmente por los sucesos de Mayo del 68 y sus efectos en todo el mundo en años posteriores. Hobsbawm (1998, pp. 308-330) señala cómo, después de la segunda posguerra, comienza a crecer la población estudiantil universitaria en prácticamente todo el mundo y cómo, a partir de ese momento, la juventud comienza a desempeñar un rol destacado en los ámbitos político, cultural y social. En el aspecto político y cultural, las universidades resultan ser el lugar en donde los jóvenes interactúan con ideas y proyectos de muchos lugares del mundo que ahora vienen a impactar en sus países. Un aspecto crucial es el conflicto que surge entre los jóvenes y sus mayores en torno a que el poder y la riqueza siguen en manos de estos últimos, mientras que los primeros luchan por lograr su autonomía y defender una nueva actitud ante la vida. Estas tensiones se manifiestan en aspectos como la reducción de la edad para votar y el surgimiento de la llamada cultura juvenil, expresada en nuevas creaciones musicales y en otros productos de consumo para jóvenes. En suma, afirma Hobsbawm, durante la posguerra, con mayor intensidad en los sesenta y setenta, la juventud deja de considerarse una etapa de preparación para la vida adulta y pasa a verse como la etapa crucial de la existencia, llegándose a considerar que después de los treinta años solo queda lugar para la decadencia.

En esta misma línea de análisis, Juan Carlos Portantiero (1978, p. 116) argumenta que el triunfo de la Revolución cubana, con sus jóvenes dirigentes y la participación de estudiantes en la lucha guerrillera contra la dictadura, permite a intelectuales como Sartre y otros citarla como ejemplo de una revolución que se relaciona estrechamente con una serie de movimientos juveniles que influyen en la vida política cubana desde sus luchas por la independencia. Así pues, en la segunda mitad del siglo XX la juventud se presenta como un actor de primer orden en la lucha revolucionaria y la vida política en Latinoamérica.

Para inicios de los años sesenta, una efervescencia de revolución recorre el continente (Villamizar, 2002, p. 159). De alguna manera, esta euforia de revolución tiene que ver con lo que ocurre en Cuba, que, bajo amenaza de invasión por parte de Estados Unidos y resintiendo la colaboración de los regímenes latinoamericanos con su enemigo norteamericano, ve la necesidad de conseguir aliados entre la juventud, quienes buscan la revolución en los países latinoamericanos; así es como muchos de estos jóvenes terminan fundando organizaciones guerrilleras, jóvenes latinoamericanos entrenados en lucha guerrillera por parte de cubanos bajo la dirección del mítico “Barbarroja”, Manuel Piñeiro Losada, jefe de la inteligencia cubana.

En el plano universitario es de gran incidencia el legado del Manifiesto de Córdoba, movimiento estudiantil argentino que sentará la pauta para las futuras demandas de reforma universitaria en América Latina, reivindicando la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y la participación de los estamentos de la universidad en su dirección. En 1918 surge el Movimiento de Córdoba, el cual apoyará la reforma universitaria que busca derrumbar las viejas estructuras académicas de las universidades existentes. Este movimiento es la suma de críticas realizadas desde la Biblioteca Córdoba, el Colegio Novecentista de Buenos Aires y el Ateneo Universitario de Buenos Aires tras varios años de inconformismo por parte del estudiantado argentino, quienes buscaban cambios de fondo en los programas de estudio, la renuncia de algunos docentes, la modernización del sistema universitario y un gobierno tripartito compuesto por profesores, estudiantes y egresados, más conocido como cogobierno universitario (Acevedo Tarazona, 2016a, p. 116). Algunas de las reivindicaciones solicitadas por los estudiantes de Córdoba que se consolidan tras la reforma universitaria son la asistencia libre a clases, la docencia libre, el reemplazo de la enseñanza escolástica por la investigación viva en los laboratorios y seminarios, la participación de los estudiantes en el gobierno universitario, la extensión universitaria para vincular la institución al pueblo y la autonomía universitaria. De igual manera, Javier Ocampo López (2018) considera que:

El Grito de Córdoba hizo reflexionar a los universitarios latinoameri canos sobre la dependencia cultural de estos países en relación con Euro pa y Estados Unidos y la necesidad de buscar la autonomía y la esencia de la propia identidad. Asimismo, en luchar por la búsqueda de soluciones a los grandes problemas nacionales. (p. 23)

Como testimonio para la posteridad, el Grito de Córdoba dejará plasmada su propuesta en el texto titulado La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América, más conocido como “Manifiesto Liminar”, el cual se proyectará a países como Perú, México y Chile, y cuyos ecos retumbarán con fuerza en 1971 en Colombia.

2. Colombia y la gestación de grupos revolucionarios

Colombia no sería ajena a este proceso revolucionario. El PCC sigue la orientación de la lucha parlamentaria, la mayor parte de la corriente maoísta defiende la vía de la guerra popular prolongada para cercar las ciudades desde el campo, tal como sucede en China, en tanto que los sectores trotskistas se inclinan mayoritariamente por el trabajo sindical y de base y el rechazo a la lucha armada. Grupos afines a organizaciones guerrilleras tales como los Comandos Camilistas (CM), cercanos al ELN, y núcleos cercanos al Ejército Popular de Liberación (EPL) son una muestra de la división del movimiento comunista mundial debido a discusiones sobre las distintas vías a la revolución, en las que se utilizan otros modelos de guerra revolucionaria como son el foquismo, la guerra urbana y la insurrección popular (Narváez, 2012, pp. 35-51):

Como modelo de guerra se comprende una representación conceptual, en donde tienen lugar los métodos utilizados, el tiempo, el terreno y la población, estos son los factores que determinan las condiciones en las que se desarrolla la guerra insurreccional y de acuerdo con sus características, se posibilita o se impide la victoria. Se diferencia de los métodos revolucionarios, ya que estos se comprenden como las tácticas con las que se ha desarrollado la guerra en experiencias particulares. Estas experiencias son retomadas por las organizaciones insurgentes y a partir de ellas se construyen las propuestas procedimentales que contemplarán las for-mas y las fases en las que se debe desarrollar la guerra revolucionaria para lograr la victoria. El método basa su formulación tanto en los presupuestos ideológicos como en la técnica militar que posea la organización guerrillera. (Narváez, 2012, p. 34)

Dentro del modelo insurreccional se adoptan métodos de guerra como la guerra urbana y el foquismo, y en el modelo de guerra popular y prolongada está el método de la guerra de guerrillas, aunque estos métodos tienen cabida en ambos modelos de guerra. La principal diferencia en estos modelos de guerra es la consecución de la victoria, en el caso de la guerra insurreccional se hace a través de un levantamiento popular armado masivo que se manifiesta contra el régimen y busca derrocarlo a través de la revolución, mientras que en el modelo de guerra popular y prolongada se asegura la victoria de la revolución en una guerra de largo plazo con la guía del partido y respaldada por las masas ideologizadas (Narváez, 2012, p. 57). Es decir, que los modelos son los que marcan la ruta para alcanzar la victoria—o el poder—, en tanto que los métodos son las estrategias para lograr ese objetivo.

Esta fiebre de revolución lleva a que jóvenes de países del tercer mundo vayan a Cuba a recibir entrenamiento militar. Dariel Alarcón, uno de los cubanos que combate junto al Che Guevara en Cuba, Congo y Bolivia, participa en el entrenamiento de varios de los colombianos vinculados al ELN, entre los que menciona a Fabio Vásquez y al sacerdote español Domingo Laín, quien dice haber entrenado en 1966. Alarcón (1997) refiere detalles del entrenamiento brindado por los cubanos:

Una escuela de entrenamiento muy importante era el Punto Cero […], donde se recibía todo tipo de extranjeros […]. Les enseñábamos a preparar explosivos, a abrir cualquier tipo de caja fuerte, a poner minas cazabobos, les dábamos clases de espionaje y contraespionaje, así como de tiro anti-personal, de defensa personal, de primeros auxilios y demás. (p. 89)

Entre las influencias externas que contribuyen a la politización y radicalización de los estudiantes universitarios colombianos se cuentan las Revoluciones cubana y china, y aun la Revolución rusa, que a inicios del siglo XX le da un impulso mundial a la lucha por el socialismo. Algunos latinoamericanos buscan entrenamiento guerrillero en la China comunista, entre estos destacan los hermanos Sergio y Marianella Cabrera, vinculados al sector maoísta que fundará el EPL (Cabrera, 1993, p. 78). Con este propósito, Marco Palacios (2012, p. 82) señala que un sector de las Juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal (JMRL)1 se vincula al maoísmo, y entre 1963 y 1964 envía a China a quince de sus miembros para recibir entrenamiento político y militar.

Aunado a esto, la nueva izquierda emerge como una ruptura con los tradicionales partidos comunistas leales a las directrices de Moscú y a su orientación de coexistencia pacífica con el mundo capitalista; se manifiesta en organizaciones políticas de corte maoísta, trotskista o procubanas que se deciden mayoritariamente por la lucha armada como recurso para tomar el poder y hacer la revolución en sus países. Dentro de esas fuerzas políticas de la nueva izquierda destaca el MOIR como organización maoísta que no pregona propiamente la lucha armada en las primeras fases de la revolución sino el trabajo de masas como vía revolucionaria.

La sociedad colombiana de la década de los setenta se encuentra agobiada por diversos conflictos de orden político, económico y social. Su régimen político ha sido determinado en el marco del Frente Nacional, acuerdo político suscrito entre las dos formaciones políticas tradicionales de Colombia, los partidos Liberal y Conservador, para detener los procesos de violencia partidaria que se intensifican y alcanzan su máxima expresión luego del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Si bien este objetivo se logra, tal régimen político se convierte en acicate de nuevas violencias, ya que establece una realidad política en la que el poder y los cargos públicos serán monopolizados por los dos partidos tradicionales, excluyendo del ejercicio de la política a otras fuerzas, particularmente las de la izquierda (Santos, 2018, p. 39). Si bien la esencia del Frente Nacional es la alternación de los dos partidos en la presidencia y la repartición milimétrica de los cargos públicos durante un periodo de dieciséis años—y aunque será exitoso en su objetivo de acabar con la violencia bipartidista—, por su carácter excluyente se convierte en estímulo de nuevas violencias políticas que se encarnan en las guerrillas de tipo socialista. La existencia de guerrillas de índole socialista es otro aspecto característico del periodo en la historia colombiana; guerrillas que en sintonía con lo que ocurre en otros países del continente, experimentan un auge con posterioridad al triunfo de la Revolución cubana y tras el influjo de la Revolución china.

Para los años setenta se presentan conflictos y protestas en varias universidades públicas, en las que se reclama por distintas problemáticas, desde orientación política de la educación y la sociedad hasta la situación crítica de hospitales, financiación y cuestiones académicas (Acevedo Tarazona, 2016a, p. 51). Asimismo, en Colombia existe un amplio espectro de organizaciones de izquierda que se dividen en diversas tendencias y grupos enfrentados entre sí y que expresan la división de la izquierda y el socialismo en el ámbito mundial.

Entre 1968 y 1971 se registra uno de los mayores picos de protestas universitarias en Colombia, manifestaciones que serían un reflejo de lo que se vive en Estados Unidos, Francia y el mundo en general, pues Mayo del 68 permite romper con los esquemas tradicionales de la sociedad colombiana, además de rechazar los autoritarismos de cualquier índole. Este rechazo a la institucionalidad llevará a la creación de grupos que lucharán “contra el imperialismo norteamericano encarnado en el Plan Básico, la Fundación Ford en la Universidad Nacional, los Cuerpos de Paz y la Fundación Rockefeller en ciudades como Cali y Pereira” (Acevedo Tarazona, 2016a, p. 47). 1971, en especial, será un año de protestas, manifestaciones, mítines y otras movilizaciones estudiantiles a nivel nacional, las cuales están atravesadas por acciones y expresiones políticas que terminarán en enfrentamientos entre grupos de izquierda.

3. El movimiento estudiantil en la universidad colombiana de la segunda mitad del siglo XX

Para efectos de su estudio, el movimiento estudiantil en Colombia ha sido periodizado de diferentes maneras. Mauricio Archila propone una periodización con base en el nivel de desenvolvimiento que alcanzan sus luchas. De esa manera, establece seis periodos que se extienden desde el año 1909, en que da sus primeros pasos, hasta el año 2011, fecha en que se lleva a cabo un gran movimiento de protesta contra la propuesta de una nueva ley general de educación superior presentada por el Gobierno Nacional (Archila, 2012, pp. 71-104).

En cuanto a la cronología de la historia del movimiento estudiantil, Álvaro Acevedo propone una periodización alternativa a la tradicional división en épocas de grandes luchas, victorias, derrotas y momentos de apaciguamiento. Plantea una división más comprensiva, teniendo en cuenta el contexto histórico y los intereses particulares de dicho movimiento. De esa manera, señala dos grandes periodos: el primero, que va desde 1910 hasta 1957, tiene por rasgo característico la cooperación de las organizaciones estudiantiles y sus dirigentes con los partidos tradicionales, considerando la lucha estudiantil como una plataforma de preparación para una posterior participación en la vida política al interior del Estado de la mano de los partidos Liberal y Conservador. En este periodo, la bandera política del movimiento estudiantil será la modernización de la universidad, buscando romper el esquema tradicional heredado del régimen del Estado español. En esta lucha, influenciada por el movimiento modernizador de la universidad en Córdoba (Argentina), se busca crear una universidad productiva académicamente, científica y de corte liberal.

El segundo periodo va desde 1958 hasta los años ochenta del siglo XX, y se caracteriza por un giro hacia la izquierda ideológica y política, influenciado en gran medida por la Revolución cubana, los ecos de la Revolución china y el auge de las luchas antiimperialistas en el tercer mundo. En este periodo se evidencia un compromiso con la revolución socialista y simpatías con la lucha armada; la meta es la revolución social, y el decurso de la universidad, en sí mismo, será secundario hasta que no se libere a la sociedad del yugo estatal capitalista (Acevedo Tarazona, 2016b, pp. 49-84).

Al inicio de la segunda mitad del siglo XX Colombia vive una expansión de la cobertura universitaria; así, entre 1950 y 1967 se crean veinticuatro nuevas universidades (Acevedo Tarazona, 2016a, p. 71), y, aunque no se presenta el fenómeno de la universidad de masas, la universidad se convierte en un vehículo de ascenso social para sectores de clase media que pueden brindar este tipo de educación a sus hijos. Desde los años sesenta, y durante los setenta, la política universitaria del Estado colombiano se enfoca en copiar el modelo de universidad existente en Estados Unidos. Esto como resultado de las sugerencias de Rudolph Atcon, consultor norteamericano de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), quien realiza un diagnóstico del estado de la universidad latinoamericana y propone una serie de transformaciones para los centros de educación superior del continente. Aunque inicialmente se trata de establecer la reforma de la universidad mediante una ley de alcance nacional, ello no será posible, y ciertos visos de reforma se implementarán en las universidades en sus planes de desarrollo con base en las sugerencias del informe de Atcon y a través de préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (Acevedo Tarazona, 2016a, pp. 62-63). La propuesta de reforma está contenida en el llamado Plan Básico para la Educación Superior en Colombia, elaborado por la Asociación Colombiana de Universidades. Para la JUPA, el Plan Básico es la forma de aplicación de las tesis de Rudolph Atcon, que asigna a los países subdesarrollados la formación de técnicos y profesionales para invadir el organismo social de científicos y creadores de ciencia, condenándolos a seguir sujetos a la dependencia de los países desarrollados. La propuesta de Atcon para invadir el “organismo social” con profesionales y ayudas asistencialistas es para evitar a toda costa una segunda Cuba en Latinoamérica. Los estudiantes también atacan al Plan Básico por contener otros puntos centrales de la propuesta de Atcon, como son la privatización de la educación y la departamentalización de las carreras y los programas de estudios generales (Editorial, 1971). Una característica de las protestas estudiantiles entre 1968 y 1972 tiene que ver con su oposición al modelo de universidad norteamericano que se propone implementar en Colombia.

Para Atcon, la sociedad latinoamericana es de tipo tradicional, con rasgos feudales, en oposición a la sociedad moderna. La universidad evidencia tal anquilosamiento por su elitismo y solo se le ve como un medio para obtener un título profesional que confiere estatus social, aunque incluso no se ejerza, y sin descontar que los centros universitarios se consideran feudos de poder de fuerzas políticas clientelistas que los controlan. Partiendo de que la universidad es de gran importancia para la sociedad por el papel que debe desempeñar en su desarrollo a través del impulso de la ciencia y la técnica, Atcon (1963) defiende la necesidad de una reforma con base en la masificación de la universidad y su modernización mediante la cualificación del factor humano consagrado a la búsqueda del conocimiento y alejado de la política. Como se puede ver, en principio, el diagnóstico de Atcon sobre la universidad latinoamericana no es del todo desatinado, pero lo que no aceptan los estudiantes es que dicho diagnóstico provenga de Estados Unidos y su política de injerencia sobre los estados latinoamericanos (Acevedo Tarazona, 2008, pp. 61-82).

Como ya se ha expresado, el MOIR actúa al interior de las universidades mediante su rama juvenil, denominada Juventud Patriótica y mejor conocida como JUPA. Esta organización establece sus filiales en distintas universidades y publica periódicos en varias de ellas. Su principal publicación se denominó Nueva Democracia, y contó con ediciones para cada universidad. No se trataba de grandes periódicos, sino de folletos mecanografiados que se copiaban y distribuían en hojas tamaño oficio con texto por ambas caras. Los periódicos presentaban una extensión variable, que en ocasiones alcanzaba hasta las seis páginas. Uno en particular, que ha llamado la atención en la pesquisa sobre el movimiento estudiantil colombiano, es el que se publicó en la UPTC, el ya mencionado Nueva Democracia, que se difundía en esta universidad como el órgano político de la JUPA. El periódico Nueva Democracia, órgano de la JUPA, deriva su nombre de la etapa en que, según su análisis, se encuentra la revolución colombiana, esto es, una etapa de revolución democrática de nuevo tipo que debía sentar las bases del socialismo. Sus objetivos inmediatos debían ser expulsar al imperialismo norteamericano y destruir la base económica de poder de las clases nacionales proimperialistas (terratenientes y gran burguesía intermedia), dar la tierra a los campesinos e imponer la dictadura de las clases revolucionarias bajo la dirección del proletariado (Editorial, 1971).

4. 1971: año de crisis

Si bien detrás de la crisis universitaria de los años setenta en Colombia se encuentran elementos de orden estructural como los mencionados con anterioridad, la coyuntura de 1971 tiene su origen en la Universidad del Valle, en un movimiento de huelga estudiantil contra la política universitaria estatal a la que el estudiantado, en su mayoría inclinado políticamente hacia la izquierda, califica de neocolonial, puesto que las decisiones administrativas en la universidad se toman atendiendo directrices provenientes de los centros del capitalismo mundial que controlan la universidad a partir de su financiación, la injerencia en la designación de directivos y el diseño de los programas educativos (Federación de Estudiantes de la Universidad del Valle, 1972). Medina (2002) retrata al estudiante típico de estas protestas:

[…] dueños de la verdad absoluta de su militancia política, parados sobre su pedestal cargando a sus espaldas pesadas camándulas de sectarismo, predicando con dogmático oscurantismo una verdad que la mayoría de veces no alcanza[n] a entender: con una respuesta para cada pregunta, con una cita en cada página, con una solución teórica para cada problema y un problema para cada solución. (p. 8)

El movimiento estudiantil logra articular su protesta con las de sectores obreros, del Magisterio, del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), de educación media y campesinos. Este movimiento propicia la reunión del Primer Encuentro Nacional de Estudiantes, realizado en la ciudad de Cali en el mes de febrero de 1971, y logra congregar a representantes estudiantiles de la mayoría de universidades públicas del país y de varias instituciones privadas (Ordóñez, 2011). El evento traza los lineamientos de un Programa Mínimo que reúne las principales exigencias de los universitarios al Gobierno Nacional. Cabe señalar que las demandas de los estudiantes no son solo exclusivas de aquellos provenientes de la Universidad del Valle, sino que allí el conflicto se expresa de manera más abierta. Si bien la crisis universitaria de 1971 y los años siguientes tiene por centro inicial esta institución, rápidamente se extenderá a las demás universidades públicas y a algunas privadas, que sienten sobre ellas las mismas tensiones (Puig y Zuluaga, 1974, p. 101). Las protestas en Cali van en alza, chocando con la policía y el ejército hasta terminar en la masacre de estudiantes el día 26 de febrero de 1971 (Ordoñez, 2011), en la que serán asesinados entre quince y treinta estudiantes (Federación de Estudiantes de la Universidad del Valle,1972, p. 74). La masacre del 26 de febrero es un evento que estimula la radicalización del estudiantado colombiano como consecuencia de las medidas represivas de que son víctima (Ordóñez, 2011, p. 121).

En el marco de las protestas estudiantiles que se extenderán a otras universidades, durante 1971 se desarrollan seis encuentros nacionales universitarios. Entre los encuentros nacionales de estudiantes que se realizan este año se destaca el primero, al que asisten representaciones de veinticuatro universidades públicas y privadas. Las universidades que participan en este primer encuentro son las universidades de Antioquia, Santiago de Cali, Tecnológica de Pereira, Externado de Colombia, Jorge Tadeo Lozano, Javeriana, del Cauca, Libre, Pedagógica Nacional, del Atlántico, de Cartagena, del Quindío, de los Andes, del Valle, del Tolima, Distrital, San Buenaventura, de Caldas, del Rosario, Industrial de Santander, Tecnológica y Pedagógica de Tunja, Libre de Barranquilla, Nacional de Colombia, el Instituto Colombiano de Ciencias Administrativas (Universidad INCCA) y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP); probablemente la mayor cantidad de instituciones colombianas de educación superior se unen con un mismo propósito: establecer el Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos (Acevedo Tarazona y González, 2011, p. 230). Este primer encuentro se lleva a cabo en la ciudad de Cali entre el 20 y el 21 de febrero, y de él sale el preámbulo del Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos, documento programático del movimiento estudiantil que propone la supresión de los órganos de gobierno universitario existentes en el momento, los consejos superiores universitarios, y su reemplazo por organismos de gobierno provisional en los que la representación estudiantil y profesoral tendrá primacía. Otras líneas principales del Programa Mínimo serán el aumento del presupuesto público para la universidad pública, el establecimiento de una comisión para el estudio de la Ley Orgánica de Educación, la ruptura de los vínculos de la Universidad del Valle con entidades extranjeras de financiación y la legalización del derecho de los estudiantes para constituir agremiaciones autónomas en las distintas universidades del país (AA.VV., 1971, pp. 85-88). En síntesis, se reivindica el cogobierno universitario, entendido como una administración de la universidad en la cual la representación de estudiantes y profesores, en razón de su mayoría numérica, pueda determinar el curso de la universidad. Este programa es redactado y aprobado durante el Segundo Encuentro Nacional Universitario realizado los días 13 y 14 de marzo de 1971 en Bogotá.

El Manifiesto de Córdoba de 1918 repica con fuerza en 1971, las banderas del cogobierno universitario se izan en Colombia y las instituciones de educación superior se unen para que el gobierno las escuche y sus solicitudes sean aceptadas. La izquierda universitaria lleva la vocería de un creciente número de jóvenes que solicitan financiación estatal para pro-mover un mayor ingreso de estudiantes, una autonomía que permita al país liberarse del intervencionismo estadounidense y propugnar por la libertad de toma de decisiones desde consejos superiores ajenos a la representación estatal o empresarial de las regiones. Para sustituir los consejos superiores se propone crear “organismos provisionales de gobierno compuestos por el rector (sin voto), un representante del Ministerio de Educación, tres estudiantes y tres profesores como representantes de sus respectivos estamentos” (Acevedo Tarazona, 2016a, p. 118). Por consiguiente, figuras como los representantes de la Iglesia católica, del empresariado y algunos alcaldes y gobernadores dejarán de estar en los consejos superiores para dar paso a profesores y estudiantes como partícipes activos de la vida universitaria, los cuales tendrán voz y voto en las reuniones. A la par, estos consejos superiores llevarán la vocería en propuestas de reformas a la ley orgánica de las universidades.

En los años setenta, la JUPA se convierte en una de las fuerzas dirigentes en las universidades, pero más que una fuerza eminentemente estudiantil es el corpus juvenil de una organización política que se propone hacer la revolución en Colombia: el MOIR. El MOIR surge entre fines de 1969 e inicios de 1970 mediante la unificación de distintos grupos de influencia maoísta que se encuentran aislados. Según sus militantes, nace de una alianza de organizaciones obreras y sectores que se oponen a las políticas entreguistas de las centrales obreras existentes a finales de la década de los sesenta. En 1971, dicha organización reclama tener influencia en distintos sectores de la sociedad colombiana, tales como el obrero, el campesino y el estudiantil. En el estudiantado tal influencia la ejerce mediante la JUPA, “[…] siendo esta, por lo tanto, la única organización estudiantil dirigida por la ideología proletaria, la de la clase obrera” (¿Qué es la Juventud Patriótica?, 1971, p. 3). Para el MOIR y la misma JUPA sus propósitos son que el estudiantado cuente con “[…] una organización que cobije los intereses de la masa estudiantil y que dé verdadera participación a todo el estudiantado en el proceso revolucionario colombiano que atravesamos actualmente[…]” (¿Qué es la Juventud Patriótica?, 1971, p. 3).

El periódico Tribuna Roja es el órgano del MOIR desde 1971, año en que comienza a circular. Para el MOIR la guía ideológica para dirigir la revolución es el marxismo-leninismo-maoísmo, y el apego militante a esta ideología le llevará a chocar violentamente con quienes no la comparten. En el estudio realizado con base en los periódicos y volantes elaborados por los estudiantes vinculados a la JUPA, resulta notorio el protagonismo del maoísmo como su principal elemento ideológico. El maoísmo es ensalzado reiteradamente como la guía ideológica para los estudiantes en sus luchas, además de que le señalan como guía para el resto de la sociedad en su lucha contra el capitalismo y la dominación imperialista. Como indicador de lo anterior, vale la pena señalar que los artículos de periódicos, volantes y comunicados casi siempre terminan con la expresión “Viva el marxismo leninismo-pensamiento Mao Tse-Tung”, en ocasiones repetida varias veces. Esto evidencia a un sector estudiantil ideologizado; por demás, un matiz radical de lucha revolucionaria presente en el contexto. Para esta época, gran parte del estudiantado colombiano está ligado a algún grupo de estudio, en los cuales se discuten las ideas de Lenin, Marx y Mao; como consecuencia, los estudiantes se inclinan por el marxismo o el maoísmo (Acevedo Tarazona y González, 2011, p. 236).

Para el MOIR y sus juventudes la causa de los problemas en los países de América Latina y, por tanto, de Colombia, tienen su raíz en la dominación imperialista del capitalismo mundial. El MOIR argumenta que el imperialismo mantiene relaciones económicas y sociales de tipo feudal en el campo y que estrangula al capital nacional, sin descontar que los monopolios explotan los recursos naturales de los países latinoamericanos y luego les venden los productos industriales. Además, el control financiero, el pago de regalías y derechos de patentes y marcas, la asistencia técnica y la facturación fraudulenta sirven al imperialismo para exprimir la industria nacional. Al mismo tiempo, el imperialismo impone los gobernantes nacionales que administran en favor de sus patronos extranjeros y en contra de los intereses nacionales. Las reformas agraria, urbana, estudiantil, que en ocasiones promueven los gobiernos nacionales, serán impuestas desde Washington y estarán orientadas a crear mejores condiciones para el desarrollo de la economía capitalista y a distraer a las masas de la lucha revolucionaria. Simultáneamente, el imperialismo ejerce una opresión cultural sobre los países latinoamericanos mediante el control de los medios de difusión, la investigación y el arte, impidiendo así que se configure una verdadera cultura y ciencia nacionales (Editorial, 1971, pp. 1-5).

En este análisis estructural de la economía de los países latinoamericanos, el MOIR coincide con otros sectores de la izquierda del continente. Para ilustrar tal direccionamiento ideológico es pertinente señalar que el filósofo mexicano Carlos Illades, al estudiar a la intelectualidad de la izquierda mexicana de los años sesenta y setenta, destaca que diversos autores hacen énfasis en que la dependencia de las economías latinoamericanas frente al capital extranjero limita, en gran medida, la iniciativa de los proyectos nacionales. Illades afirma que Ruy Mauro Marini, brasileño exilado en México, formula una teoría radical de la dependencia, en la que afirma que esta solo puede superarse mediante la revolución socialista violenta (Illades, 2012, p. 104). Tal discurso frente al imperialismo no es exclusivo del MOIR. Un elemento característico de las luchas estudiantiles universitarias serán las consignas antiimperialistas. En esto coinciden con el movimiento estudiantil colombiano y con las luchas estudiantiles en otros países del continente en esa época (Acevedo Tarazona, 2017). En Cuba se observa desde las guerras de independencia hasta la amplia participación de sectores estudiantiles en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, la cual desemboca en el triunfo de la Revolución cubana (Lagos, 2017, pp. 90-91). Comparando las luchas estudiantiles en Colombia y Cuba, se puede señalar que el sentimiento imperialista en la isla es una continuidad que se remonta a sus luchas independentistas, en tanto que en Colombia es un elemento nuevo asociado a las influencias revolucionarias de tipo socialista que impactan al país durante la segunda mitad del siglo, y que tienen gran importancia en la politización del movimiento estudiantil (Acevedo Tarazona y Lagos, 2019, pp. 89-101).

Lo específico en el MOIR es su lectura de la revolución colombiana, lo cual determina su estrategia. Afirma la necesidad de una revolución de nuevo tipo. Para aumentar sus fuerzas, el proletariado debe aliarse con las masas campesinas y demás sectores del pueblo tales como la pequeña burguesía, los pequeños propietarios de tierras, los estudiantes y los intelectuales. Solo así será posible una revolución de nueva democracia que culminará en una segunda etapa, que es la revolución socialista. De manera que la realidad les impone a los revolucionarios el desarrollo de una política revolucionaria de liberación nacional que debe unir a los distintos sectores de la sociedad que defienden intereses nacionales para enfrentarse al capital imperialista y a sus cómplices nacionales (Editorial, 1971, pp. 1-5). Según el MOIR, a la revolución de nuevo tipo la justifica el fracaso de la revolución de viejo tipo, como acontece durante los años treinta del siglo XX en Colombia, cuando el presidente liberal Alfonso López Pumarejo y un sector de su partido intentan hacer una revolución democrática de viejo tipo. Esto es, una revolución democrática burguesa, dirigida por la burguesía, que busca implementar ciertas reformas de tipo liberal y que reconoce ciertas libertades a la clase obrera, como la de organizarse políticamente. Sin embargo, la revolución democrática burguesa, sin fuerzas para imponerse en la sociedad colombiana de los años treinta, claudica ante los terratenientes y la burguesía; además, esta revolución burguesa se alía con el imperialismo, alejándose de los intereses nacionales y fundiéndose en la defensa de los intereses del capital foráneo imperialista. Por su parte, los terratenientes crean ejércitos privados para quitarle a los campesinos las tierras que la incipiente reforma agraria les ha entregado, y de esta manera aparece la violencia que reina en los campos colombianos (Sánchez y Meertens, 1983). Por tanto, la burguesía se torna en una clase reaccionaria, opuesta al progreso de la sociedad e incapaz de dirigir la revolución. Ante ello, el liderazgo revolucionario lo tendrá que asumir el proletariado, pero ahora se trata de una revolución de nueva democracia, de nuevo tipo, con camino al socialismo (¿Qué es la Juventud Patriótica?, 1971, pp. 2-3).

5. El divisionismo ideológico estudiantil dentro de la misma izquierda

Así como en la UIS durante los años setenta es notoria la lucha entre la JUCO y la JUPA por obtener el control del movimiento estudiantil organizado en torno a la Audesa, en otras universidades como la UPTC se vive una lucha frontal entre la JUPA y sectores trotskistas. Para la JUPA, la división entre los distintos sectores de la izquierda y el estudiantado se debe a que los oponentes no comprenden la realidad del país ni la política revolucionaria que debía seguirse. Acotan que a tal política revolucionaria se oponen, en primer lugar, el imperialismo y sus agentes locales, pero también los oportunistas de derecha y de izquierda que rechazan la lucha contra el imperialismo, así como los renegados revisionistas del PCC, o los grupos que, predicando como tarea inmediata la construcción del socialismo, niegan la unidad nacional y se enfrentan a las fuerzas que sufren la opresión imperialista. Insisten en la liberación de la dominación extranjera y en realizar transformaciones democráticas como paso previo al socialismo: “[…] quienes se oponen a la lucha contra el imperialismo y las trasformaciones democráticas de la actual etapa revolucionaria son enemigos de la revolución, del socialismo, del proletariado y del pueblo colombiano, así se disfracen de comunistas, socialistas o marxistas” (Editorial, 1971, pp. 1-5). Esta posición de la JUPA—y en esto se limita a reproducir la posición del MOIR—la lleva a tener una actitud de exclusión frente a otros grupos de izquierda en las universidades, al punto de calificarlos de traidores, alimañas y cómplices de la contrarrevolución. Lo anterior contribuye a entender la virulencia de los enfrentamientos entre los distintos grupos de izquierda que actúan en las universidades colombianas en la época en estudio. Debe tenerse presente que la actitud de los otros grupos es similar a la de la JUPA en su relación y valoración de los grupos rivales dentro de la izquierda. García (2019, pp. 114-115) describe la conducta de la JUPA en la lucha estudiantil como cambiante; al inicio se opone a la participación estudiantil en el cogobierno universitario, pero después modifica su posición, pasando del abstencionismo a la participación electoral y a la lucha por la creación de una nueva institucionalidad universitaria que reemplace los consejos superiores universitarios por nuevos mecanismos de gobierno provisional.

La división evidente del movimiento estudiantil colombiano es reflejo de la división al interior del movimiento obrero y socialista colombiano, que, a su vez, es expresión de la división del movimiento obrero y del marxismo en el mundo. Para la JUPA, tal división se explica debido a que diversas tendencias del movimiento obrero han abandonado la defensa de los intereses de la clase obrera y se entregan a la burguesía. En su visión, en la historia del movimiento obrero hay diversas entregas de este movimiento por parte de las centrales obreras tradicionales y partidos y movimientos de izquierda. Su crítica es particularmente ácida hacia el Partido Comunista, del que afirma que “[…] ha engañado y traicionado al pueblo colombiano, aliándose y poniéndose a la cola de los explotadores, la gran burguesía y los grandes terratenientes[…]” (¿Qué es la Juventud Patriótica?, 1971, p. 3). En 1971 para la JUPA el principal problema en la universidad colombiana es la falta de organización de base que aglutine a estudiantes y profesores en las luchas en defensa de la universidad. A ello se suma la falta de profesores y la calidad deficiente de los mismos, las expulsiones de estudiantes y profesores críticos, el despilfarro presupuestal, la insuficiencia de presupuesto para cubrir los gastos necesarios de la universidad y la deficiencia en la cobertura de los servicios de bienestar estudiantil (Organicémonos, 1971, p. 5).

Con respecto a la división del movimiento estudiantil colombiano, Mauricio Archila argumenta que las protestas de 1971 llevan a los líderes estudiantiles a vincularse a organizaciones juveniles de izquierda: reformistas o revolucionarios. Las falencias del sistema universitario colombiano permiten la unificación en la lucha estudiantil, pero no conllevan a su continuidad organizativa; las disputas internas y los debates irreconciliables entre los diferentes grupos de la izquierda hacen que la división del movimiento estudiantil sea inminente. Para hacer frente al problema de deficiencia organizativa que se observa en la universidad, la JUPA se empeña en convencer al estudiantado de la necesidad de establecer una organización estudiantil para la lucha de masas. Su propuesta de organización es defendida en asambleas estudiantiles y se divulga en su periódico Nueva Democracia, así como en volantes y comunicados. Tal propuesta organizativa es expresión de la influencia de las luchas estudiantiles en la mayoría de universidades públicas de Colombia, ya que se replican experiencias de organización que han dado resultados positivos en universidades como la Nacional, la de Antioquia, la del Quindío, la UPTC. En el esquema que se propone para el caso de la UPTC, el máximo organismo estudiantil es el Comité de Base de facultades, integrado por representantes de las facultades existentes en la universidad. Estos representantes debían ser elegidos en cada facultad por los comités de base de las distintas unidades académicas, uno por semestre (Organicémonos, 1971, p. 5). Así, la base organizativa propuesta tendrá su núcleo central en los llamados comités de base, como sucede en universidades públicas del país. En medio de la división estudiantil en la UPTC, los trotskistas se oponen a la propuesta organizativa presentada por la JUPA, argumentando que por ese medio la derecha se tomará la universidad; también la acusan de burocrática y antidemocrática. El sector trotskista plantea su propia propuesta organizativa en un documento titulado “Programa de reivindicaciones inmediatas”, escrito e integrado por catorce puntos en los que se condensa la política trotskista. En asamblea, los estudiantes aprueban la propuesta impulsada por el sector trotskista y le dan vida por encima de la presentada por la JUPA. Los escritos de la JUPA acusan a los trotskistas de querer controlar las asambleas y no dejar hablar a la JUPA en ellas por acusarla de fascista y de derecha (El movimiento estudiantil en la UPTC en 1971, 1971, p. 5).

En la UPTC, como en otras universidades públicas de Colombia, entre ellas las universidades Nacional, de Antioquia y la UIS, el objetivo inmediato del movimiento estudiantil será la abolición del antiguo consejo superior universitario, para reemplazarlo por un organismo de poder provisional con participación democrática de los estamentos vivos de la universidad, como profesores y estudiantes (Acevedo Tarazona, 2016a). Esto en desarrollo del primer punto del Programa Mínimo que orienta la lucha de los estudiantes colombianos a nivel nacional. En Tunja, como en el res-to del país, el gobierno responde a la protesta estudiantil usando el estado de sitio y con decretos autoritarios contra las universidades, como el Decreto 1259 que, en opinión de los estudiantes, convierte a los rectores en verdaderos dictadores en las instituciones que implementan la abolición de la democracia. Usando sus nuevos poderes, el rector Armando Suescún Monroy expulsa a treinta y cinco estudiantes de la UPTC, militariza la universidad y generaliza la represión académica (El movimiento estudiantil en la UPTC en 1971, 1971, p. 5). Durante el primer semestre de 1971, destacan como hechos lamentables la muerte de Carlos Monguín, estudiante normalista, y la toma de la cafetería de la UPTC por el ejército y la policía, el 21 de abril, hecho que termina con varios estudiantes detenidos.

Durante el segundo semestre se lucha por el reintegro de los estudiantes expulsados y por la salida del rector Suescún. En la Facultad de Educación, un reducido grupo de estudiantes vuelve a clases en medio del paro indefinido, aspecto que indica la diferencia de opiniones al interior del estudiantado en relación con la suspensión de clases. La JUPA propone orientar la lucha en torno a derogar el Decreto 1259 y aliarse con el estamento de los profesores para la conformación de un gobierno provisional con base en el Decreto 2070, previo reintegro de los expulsados y previa salida de Suescún de la rectoría. Llegado a un punto de estancamiento, los estudiantes eligen una comisión negociadora para tratar con el ministro de Educación, Luis Carlos Galán Sarmiento. La integración de esta comisión origina otro escenario de lucha entre la JUPA y los trotskistas, en la que estos últimos se imponen; en consecuencia, la JUPA se dedica a atacar el trabajo de la comisión. Las sanciones de suspensión y expulsión se rebajan a penas de tres y cinco meses. Estas condiciones son aceptadas por la comisión de los estudiantes, considerando la relativa debilidad del movimiento estudiantil en relación con el gobierno. Tal resultado es calificado por la JUPA como claudicación y complicidad del trotskismo con el gobierno: “pero es que el trotskismo tiene que cumplir su misión: aplacar el ánimo de los estudiantes, desmoralizarlos, y elogiar las ‘virtudes todopoderosas’ del enemigo” (El movimiento estudiantil en la UPTC en 1971, 1971, p. 5). En esas condiciones, el movimiento estudiantil comienza a perder impulso en la UPTC, golpeado por las medidas represivas del Estado y minado por la división entre los estudiantes.

La represión gubernamental hace presencia junto al descontento de los estudiantes y la ciudadanía en general. Las posiciones encontradas y defendidas por diferentes organizaciones juveniles políticas como la JUPA y la JUCO son una muestra de la división del socialismo en el mundo; estas organizaciones siguen las orientaciones, discursos, ideas y representaciones emitidas desde capitales como Moscú o Pekín, y desde los centros de dirección del trotskismo en el mundo, corrientes que reproducen en sus países los debates que han originado los diversos cis-mas sufridos por el movimiento socialista a nivel global.

Isaac Deutscher, historiador marxista polaco, señala que en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX el movimiento comunista internacional es usado como instrumento al servicio de la diplomacia soviética, de manera que la vida de los partidos comunistas en el mundo no puede explicarse atendiendo solo a sus contextos nacionales; su línea política y sus cambios están condicionados en buena medida por las orientaciones emanadas desde el centro del comunismo internacional, Moscú, en atención a sus intereses. Así, en los años treinta, los partidos comunistas del mundo en un momento llaman a la destrucción del capitalismo y en otro a la colaboración con las democracias burguesas en los llamados frentes populares contra el fascismo (Deutscher, 1949, p. 398). Estos cambios en la línea política obedecen más a instrucción desde el exterior que a decisiones locales de los comunistas. Algo similar sucede con los enfrentamientos de los comunistas contra adversarios de izquierda en sus países, que obedecen más a líneas trazadas desde el exterior que a cuestiones de la realidad política vivida en cada uno de sus países, en donde se llega al absurdo de enfrentarse de manera más virulenta contra otros sectores revolucionarios que contra el sistema capitalista al que se propone destruir.

Si bien el MOIR y su rama juvenil, la JUPA, están vinculados con el maoísmo, es decir, con el comunismo chino, más que con el comunismo soviético, el pensamiento maoísta comparte con el estalinismo la denuncia implacable del trotskismo, al que declara como el peor enemigo de las fuerzas revolucionarias. El antitrotskismo de la JUPA, en sintonía con la tesis de Deutscher, obedece más a orientaciones provenientes del exterior que a necesidades de la realidad colombiana. Para ilustrar lo expuesto, resulta diciente que periódicos como el de la JUPA sustenten sus ataques contra el trotskismo mediante la reproducción de artículos de publicaciones del Partido del Trabajo de Albania, de simpatías declaradas hacia el estalinismo. Tal es el caso del documento titulado “El movimiento revolucionario actual y el trotskismo”, publicado en la revista Albania Hoy y reproducido como folleto por la JUPA en 1973.

La magnitud que alcanza el enfrentamiento entre la JUPA y el sector trotskista amerita detenerse en tal debate. Según León Trotsky, el trotskismo entendido como un sistema de ideas específico dentro del marxismo no existe, solo se trata de un mote que Stalin y sus seguidores usan para atacarlo durante la lucha por el poder en la Unión Soviética tras la muerte de Lenin en 1924, pues las posiciones políticas trotskistas serán las mismas que defiende Lenin (Trotsky, 1977, pp. 399-409). Desde el estalinismo se argumenta que las ideas de Trotsky siempre han sido contrarias a las de Lenin, que se suponen expresión genuina del marxismo. Tras la muerte de Trotsky, en 1940, se denomina como trotskistas a los seguidores organizados en torno a la IV Internacional, que mantienen críticas y oposición a la política de Stalin en la Unión Soviética y en el mundo.

Álvaro Acevedo y Franklin Patiño (2018, pp. 123-149) ubican el origen del trotskismo en Colombia en el año 1971, cuando en las universidades colombianas surge una serie de colectivos que, declarándose seguidores del maoísmo o de la Revolución cubana, rompen la supremacía que en el momento tienen la JUPA y el Partido Liberal dentro del movimiento estudiantil colombiano. Entre estos colectivos se destacan los denominados como Tendencia Socialista, Diario Latino, Gaceta Obrera, Espartaco, Comandos Camilistas y la Liga Obrera Comunista. En relación con el trotskismo en Colombia, no se puede hablar de una tendencia homogénea, sino más bien de una serie de colectivos que muchas veces tienen posiciones diferentes, lo que finalmente impedirá que se consolide un proyecto de unidad entre ellos. Sin embargo, se puede afirmar que, en su mayoría, los sectores trotskistas rechazan la lucha armada, y se opta por la táctica de la insurrección popular para tomar el poder. Lo anterior sin olvidar que dentro del trotskismo en Colombia hay fuertes debates inter-nos que, a su vez, reflejan el debate internacional que lo divide en relación con el apoyo o rechazo a la lucha armada, por entonces en boga en varios países de América Latina; por demás, estas tensiones varias veces terminarán en rupturas (Patiño, 2017, pp. 29-30).

Una característica esencial del trotskismo colombiano consiste en la crítica a los modelos de revolución chino y soviético; también a la táctica guerrillera en Colombia, a la que consideran aislada de las masas y pretexto para el terrorismo de Estado. El origen y desenvolvimiento del trotskismo es casi exclusivo de las universidades, razón por la cual recibe una mayor influencia de eventos como Mayo del 68, las Revoluciones china y cubana y la Guerra de Vietnam. El trotskismo también impulsa la idea de los programas obreros como ejes de los procesos revolucionarios, en oposición al énfasis campesino notorio en otras organizaciones revolucionarias colombianas de la época. Desde el punto de vista organizativo, diversos colectivos afines al trotskismo logran conformar el Bloque Socialista en el año 1971, siendo esta la principal corriente trotskista en las universidades colombianas (Patiño, 2017, pp. 31-33).

Un aspecto interesante de la confrontación ideológica de la propia izquierda colombiana es la asimilación que la JUPA hace de los Círculos Socialistas, como se denomina el sector trotskista en la UPTC, al que la JUPA señala de cambiar su nombre a Comandos Camilistas. Si bien la relación entre los sectores trotskista y camilista es posible (Patiño, 2017, pp. 28-41), puede ser exagerado afirmar que estos son exactamente lo mismo, como argumentan los escritos de la JUPA. Para la JUPA los trotskistas son extremoizquierdistas que piden todo o nada, sin descontar que estos califican peyorativamente las alianzas con los profesores y con los gobiernos provisionales universitarios por considerarlas reaccionarias. La JUPA, además, señala a los trotskistas de “vivir gritando a los cuatro vientos que se van para la guerrilla”, despreciando el trabajo de masas. En la base de las diferencias entre la JUPA y los trotskistas está la forma en la que entienden la revolución. Según la JUPA, la idea de la revolución permanente, defendida por los trotskistas, es la negación de la revolución por fases que defiende el maoísmo. Acusa a los trotskistas de pretender que la revolución debe ser proletaria (asociada al obrero industrial urbano) desde sus inicios, sin fase intermedia alguna, sin atender las distintas realidades de los países, olvidando que existen factores objetivos que determinan el carácter de la revolución, reduciendo así la base social de apoyo a la revolución y dividiendo a las fuerzas sociales. Por lo anterior, la JUPA considera que el trotskismo sabotea la revolución (El movimiento revolucionario actual y el trotskismo, 1971, p. 4).

Un elemento importante para el análisis de la crisis universitaria de 1971 es el juicio que sobre las protestas estudiantiles se hace desde diferentes orillas de la izquierda. Por otra parte, de vieja data es un recurso del gobierno y del establecimiento en general de descalificar a quien pro-testa mediante el señalamiento de ser un agente de intereses de fuerzas políticas nacionales o extranjeras que buscan destruir la nación. Darío Villamizar (2002) muestra cómo en 1957 el régimen de Gustavo Rojas Pinilla señala que los estudiantes que protestan en su contra son partícipes de una conspiración “laureano-comunista” (p. 75). En el movimiento estudiantil de 1971, las directivas universitarias ven la movilización estudiantil como actividad de minorías subversivas; así lo expresan los rectores de varias universidades colombianas en el documento titulado La educación superior en un plan nacional educativo para Colombia, presentado en la Universidad de California en 1966 (Acevedo Tarazona, 2016a, pp. 88-89). En tanto, para los estudiantes la situación es diferente:

Las masas luchan y combaten porque existen condiciones objetivas de opresión y explotación, porque tienen intereses reales por los cuales lanzarse a la pelea, y es esta la única interpretación marxista del origen de la lucha de las masas. Es por el contrario metafísico creer que las revoluciones, los movimientos populares se dan por la influencia de agitadores o por pretendidas “maquinarias” del enemigo de clase. (Consejo Superior Estudiantil de la Universidad de Antioquia, 1971)

Durante 1971 y 1972 las demandas de los estudiantes universitarios serán tanto de tipo gremial, relacionadas con su condición de estudiantes de una universidad pública, como de tipo político, más por su condición de militantes de organizaciones revolucionarias que están empeñadas en cambiar el tipo de sociedad existente en Colombia y reemplazarla por un tipo de sociedad nueva con miras puestas en la construcción del socialismo. De esta manera, los reclamos de las protestas universitarias se orientan en contra de los créditos extranjeros que socavan el control nacional de la universidad; también en contra de los funcionarios partidarios de estos créditos, a quienes llaman “lacayos” del imperialismo y las corporaciones financieras; igualmente las protestas van contra la penetración del imperialismo en la universidad y contra la implementación del Plan Básico de Educación Superior de orientación profesional agenciado por las políticas de Estados Unidos para América Latina (Acevedo Tarazona, 2015, pp. 102-111). Políticas que, en últimas, crearán una caricatura en Colombia del modelo universitario norteamericano (Acevedo Tarazona, 2004).

Conclusiones

El desenvolvimiento del movimiento estudiantil en la denominada crisis universitaria de 1971 en Colombia tiene como bandera la reivindicación del cogobierno universitario y las permanentes denuncias respecto a la injerencia de Estados Unidos en las políticas de la educación superior colombiana. Los estudiantes también denuncian frecuentemente la represión del Estado y el asesinato de estudiantes y líderes universitarios, especialmente en universidades como la Nacional, la de Antioquia, la UIS o la UPTC, donde la lucha por el cogobierno y el control de la universidad por profesores y estudiantes pone en jaque a las propias instituciones educativas y al Estado. El hecho de mayor represión es la masacre del 26 de febrero de 1971, fecha en la que, en hechos aún no aclarados, mueren entre quince y treinta estudiantes de la Universidad del Valle. Si bien para ese momento en Colombia no se puede hablar de una amplia cobertura de la educación superior o de una universidad de masas, estudiantes tanto de universidades públicas como privadas ponen en vilo al gobierno. Influenciados por las corrientes ideológicas de la denominada Nueva Izquierda, sus actuaciones están dirigidas a cambiar la sociedad y a combatir las fuerzas represivas del Estado en la búsqueda de políticas por una mayor justicia e igualdad.

Un rasgo general del movimiento estudiantil colombiano de la segunda mitad del siglo XX es su viraje político hacia la izquierda y hacia la defensa de posiciones y aspiraciones revolucionarias, en buena medida relacionadas con tendencias de la izquierda mundial tales como las Revoluciones rusa, china o cubana, y, por ello, vinculadas a las corrientes maoísta, castrista, guevarista o al Partido Comunista de la Unión Soviética, rasgos que llevan a dar prioridad a aspiraciones políticas en pos de la transformación de la sociedad por encima de reivindicaciones gremiales dirigidas a defender y a fortalecer, en sí misma, a la universidad colombiana. Aunque no hay un pleno consenso sobre la estrategia que deben seguir los estudiantes de izquierda, en general el principio de acción es que está primero la revolución antes que los cambios institucionales propiamente, los cuales pueden caer en un reformismo estéril, en alianzas con sectores conservadores y retardatarios en materia de política social o en proyectos educativos de calidad cuestionable. Empero, la JUPA nunca ha estado de acuerdo con rechazar este tipo de alianzas como fases previas a la revolución.

Las universidades han sido un espacio en el que fuerzas políticas externas a ellas intentan ejercer su influencia sobre sectores estudiantiles, profesorales y de trabajadores para desarrollar sus programas políticos. Ello resulta evidente de la conexión y dirección de las organizaciones estudiantiles por parte de organizaciones políticas de izquierda y de derecha, así como de sectores empresariales, de la Iglesia y del Estado para desarrollar políticas funcionales a sus intereses y visión de la sociedad; a fin de cuentas, la universidad es parte de una sociedad determinada y no una isla separada de ella.

En 1971, el liderazgo del movimiento estudiantil será disputado de manera acérrima entre la JUPA y sectores trotskistas en varias universidades públicas colombianas. La virulencia de esta lucha llega al punto en el que mutuamente se señalan de ser saboteadores de la lucha revolucionaria y cómplices del enemigo capitalista e imperialista, incluso llegando a calificar a la retirada ajena del debate ideológico y la acción revolucionaria como un acto de traición, en tanto que la propia es una retirada táctica.

Los periódicos y las asambleas son espacios de discusión y toma de decisiones de los estudiantes. Diarios de distintas organizaciones políticas de izquierda son la principal estrategia de difusión de sus plataformas y programas políticos; las asambleas son el principal espacio de toma de decisiones del estudiantado, aunque en ocasiones son espacios legitimadores de decisiones tomadas por las organizaciones controladas por un reducido número de estudiantes altamente ideologizados y fuertemente radicalizados sobre la “actuación correcta” que se ha de seguir para cambiar el estado de cosas existentes e instaurar una revolución de corte socialista. No obstante, las estrategias dentro de la propia izquierda para llegar a esta nueva sociedad no son las mismas, al igual que los soportes teóricos e ideológicos en boga en ese momento. Estas diferencias propugnan por divisiones ideológicas irreconciliables entre el estudiantado, que a la postre incluso conducen a dejar en manos del propio Estado las políticas modernizadoras para la educación colombiana.

La división del estudiantado en múltiples agrupaciones enfrentadas entre sí implica un debilitamiento de todo el movimiento estudiantil por emplear gran parte de sus energías en luchas intestinas antes que destinarlas a sus proyectos políticos o de reforma universitaria. Asimismo, la represión estatal al movimiento estudiantil implica la destrucción de gran parte de un movimiento social que tiene la capacidad para tramitar demandas específicas de un sector de la sociedad colombiana, al tiempo que incentiva a algunos sectores de la juventud a abandonar la lucha social y optar por la lucha armada en Colombia. Así, en conjunto, se debilita el espacio para la lucha política, al tiempo que se propicia la opción por la lucha armada.

Álvaro Acevedo Tarazona

Doctor en Historia de la Universidad de Huelva. Historiador de la Universidad Industrial de Santander y Magíster en Historia con especializaciones en docencia y filosofía.

Emilio Lagos Cortés

Abogado, Magíster y estudiante del doctorado en Historia de la Universidad Industrial de Santander.

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El Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) es una disidencia del Partido Liberal dirigida por Alfonso López Michelsen en oposición al Frente Nacional; terminado el Frente Nacional, el MRL se disuelve y López Michelsen y la mayoría de sus seguidores regresarán al Partido Liberal.