Publicado

2012-07-01

Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua

Palabras clave:

antropología (es)

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Autores/as

  • María Emilia Montes Rodríguez Universidad Nacional de Colombia
[...] El diccionario es un diccionario bilingüe, achagua-español, español-achagua, proveniente de los textos y materiales compilados por el lingüista a lo largo de varias estadías durante los años en los que le fue posible hacer los trabajos de campo,
desde la década de los ochenta. [...]

MIGUEL ÁNGEL MELÉNDEZ
Diccionario achagua-español, español-achagua

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Bogotá: Universidad de los Andes, 2011. 158 páginas.

 

Las lenguas arawak constituyen una gran 'familia' o 'tronco' lingüístico, el de mayor expansión en América: hoy, en el eje norte-sur abarca desde el terena, en el suroccidente boliviano, hasta el 'caribe' negro o garífuna, de Belice; y en el eje oriente-occidente, desde el palikur, de la costa nororiental, y el waura, del Matto Grosso, ambos en el Brasil, hasta las lenguas arawak de Colombia (curripaco, baniwa, piapoco, achagua de la Orinoquía y wayúnaiki o guajiro). El sentido y la cronología de esa expansión son objeto de hipótesis en las que confluyen lo arqueológico, lo genético y lo lingüístico. Las relaciones internas de este conjunto, en el cual hay ya muchas lenguas extintas, distan de estar plenamente establecidas a pesar de la numerosa bibliografía y de los especialistas que, desde Gilij, en el siglo XVIII, se han dedicado a ello. La demografía asociada a estas lenguas es hoy débil en general. De acuerdo con los especialistas, el subgrupo maipure, también llamado Nu-Sprache (por el marcador de primera persona), es el más certeramente considerado como arawak. Lenguas arawak extintas recientemente, o muy cercanas a la extinción, habladas en Colombia son el cabiyarí, el tariana y el resígaro. Otras amazónicas, registradas por Martius, quizá extintas después del siglo XIX, son el yumaná, el mariaté y el passé, entre otras, que pudieron haber permeado otras lenguas vecinas no arawak (el tikuna y el yurí, por ejemplo) a través del contacto prolongado, como ocurre hoy en el contexto tukano-arawak del Vaupés, donde estructuras gramaticales profundas permean, de forma no fácilmente perceptible, una familia desde otra tipológicamente divergente.

La presencia arawak está ligada a la historia de la Conquista. De acuerdo con los datos etnohistóricos, cuando los españoles llegaron, arawak y caribes se disputaban el mismo espacio en las Antillas y en otros territorios. Arawak era el nombre de una lengua. Lenguas emparentadas, encontradas posteriormente, fueron designadas con el nombre de esa lengua guyanesa. Con esos grupos tuvieron los conquistadores sus primeros contactos. Taínos, de lengua arawak, eran los habitantes de la isla de La Española, a la que llegó Colón, y sobre quienes escribió Fray Ramón Pané su Relación acerca de las antigüedades de los indios, a partir de su estancia entre ellos en la primera fase del Descubrimiento. El sustrato arawak en el español es numeroso y corresponde a algunos de los "americanismos" más extendidos y tempranos (yuca, canoa, bohío, cacique, guayaba, caníbal, cazabe, hamaca, entre otros); es casi tan importante como los sustratos quechua y nahuatl, a pesar de que no había imperio unificado asociado a lo arawak.

El achagua fue una lengua hablada por numerosas personas en los Llanos Orientales y, como otras lenguas de gran expansión, fue utilizada como lengua vehícula, gracias a lo cual tenemos gramáticas y vocabularios del siglo XVI, elaborados por los padres jesuítas Neira y Ribeiro. Miguel Meléndez, antropólogo y etnolingüista, hoy profesor de la Universidad del Valle, ha estudiado recientemente esta lengua, y con esta obra completa la trilogía del especialista en lenguas amerindias: la gramática, publicada en 1998; la compilación de textos de la tradición oral, en el 2004 (Mateo Kabarte es la fuente principal), y el diccionario, en el 2011.

El diccionario es un diccionario bilingüe, achagua-español, español-achagua, proveniente de los textos y materiales compilados por el lingüista a lo largo de varias estadías durante los años en los que le fue posible hacer los trabajos de campo, desde la década de los ochenta. El autor señala que las condiciones del pueblo y la precariedad de miras de la educación regional no permitieron que este diccionario fuese un proyecto colectivo educativo con participación de equipos de maestros bilingües y hablantes especializados en diversas áreas del conocimiento, como ha ocurrido en otros casos en Colombia (con el sikuani, por ejemplo), lo cual enriquece notablemente el número de palabras disponibles, así como la calidad y profundidad de las interpretaciones semánticas.

En la obra hay una introducción en la que se explican las convenciones y forma de consulta del diccionario, la grafía utilizada y la correspondencia con la forma fonológica de la lengua, los criterios morfosintácticos que subyacen a la presentación, y que sustentan la elección de la forma escogida para la entrada. Un apartado interesante en lo tipológico lo constituyen los nombres (p. XIX de la "Introducción"), que en achagua, como en muchas otras lenguas amerindias, se dividen en dos grandes clases: absolutos (como áuli 'perro') y relativos (-wíta 'cabeza de', -núma 'boca, pico de'), o independientes y dependientes; para estos últimos, el autor opta por la palabra que contiene la forma absolutizadora, wítaſi, compartida por varias lenguas arawak, en vez de acudir a la palabra con alguno de los prefijos de persona (nu-, por ejemplo, de la primera persona). De manera análoga, para el verbo se explica que la opción tomada de elegir una palabra que contenga además de la raíz verbal, sufijos de género y de número, permite al hablante achagua reconocer de manera natural la noción. Este tipo de explicaciones, de gran utilidad metodológica para otras lenguas amerindias con rasgos tipológicos similares, se hace para todas las clases de palabras. Se incluyen prefijos como li-, de 3.ª persona singular masculina, y sufijos como -mi, que indica principalmente caducidad (y que es también un elemento que el achagua comparte con otras lenguas arawak). Nombres propios de lugares de importancia, integrados ya a la fonología del achagua, están también en el diccionario: Lóopi '(Puerto) López'.

La consulta rápida al diccionario incluye neologismos, como 'gafas' túihulaſi, construida a partir de 'ojo', lo que permite evidenciar algunos mecanismos de creación léxica y de derivación. También incluye préstamos del español ya integrados, como fíinca 'finca'. Aunque el léxico botánico y zoológico no es extenso, podemos consultar allí palabras clave para hacer comparaciones entre familias y lenguas, buscando establecer posibles nombres compartidos o difundidos: tabaco (tſéma), maíz (káana), yopo (júuba), yuca (kéeniru, áaliri), tigre (tſáawi), danta (éema). No hay nombres de palmas en las entradas (moriche o mirití, milpeso, chontaduro), apenas aparecen en la entrada palmas algunos nombres en achagua, sin especificar qué tipo de palma es o cuál es su uso. Hay también algunos nombres de árboles, peces y mamíferos; en algunos casos se da el nombre en español regional (no siempre conocido por lectores foráneos, aunque sí por los achaguas que hablan una variante del español llanero), en algunos casos se hace una aclaración sobre a qué se refiere (p. e., para guabina se aclara que se trata de un pez, y para güire se aclara que es un pato), pero en otros casos no se hace ni lo uno ni lo otro (p. e., para gaván y para güío se da simplemente el nombre en achagua). Esto nos sugiere que para casos similares valdría la pena tener un glosario de español regional. Hay diferencias notables entre subregiones de la Orinoquía y subregiones de la Amazonia, que a su vez corresponden a variaciones importantes en zonas de piedemonte, andinas o costeras. Un buen ejemplo de esto es la palabra para el marsupial conocido como zarigüeya o chucha, runcho, rabipelada, fara o raposa, que es un mamífero silvestre muy común en toda Colombia.

Las dos últimas obras sobre la lengua achagua (tradiciones orales y diccionario) aparecen en momentos especialmente críticos para este pueblo, que habita hoy un reducido territorio en el Meta. Como lo recuerda el autor, el achagua fue declarado, por parte de la Unesco en febrero del 2009, como lengua en "serio peligro de extinción". Esto ocurre no tanto por las dinámicas naturales de decadencia asociadas a la sustitución por lenguas de más expansión, sino por las realidades del conflicto armado, los megaproyectos y el cambio ecológico. Juan Arrepiche, principal ayuda en el trabajo lingüístico, fue asesinado en fecha cercana a la publicación del diccionario, como nos cuentan en la introducción. No son esas situaciones ajenas al lingüista. Es claro que el léxico especializado desaparece cuando desaparecen los saberes que se asocian al uso tradicional de los recursos del territorio (la pesca, las palmas y otras especies vegetales silvestres, la fauna silvestre, la cultura material y todo lo inmaterial simbólico que se asocia a la naturaleza humanizada y a los objetos elaborados ancestralmente). Igualmente ocurre con la tradición oral recopilada por Meléndez, que el mismo autor, en el 2004, postulaba como "fragmentos de un sistema ideológico (mítico, cósmico, ecológico, social, cultural) seguramente amplio, activo, coherente".

La presente obra ilustra adecuadamente un método de trabajo lexicográfico y se basa en un estudio gramatical exhaustivo, así como en un largo trabajo etnográfico de campo que apoya una adecuada interpretación del sentido. La obra se suma a los pocos antecedentes con que contamos de diccionarios recientemente elaborados en el país con criterio lingüístico (el de sikuani, de Francisco Queixalós, y el de piapoco, de Andrés Reinoso). El interés intrínseco de este diccionario se deriva, además, del hecho de ser una muestra de vocabulario muy confiable de una lengua arawak-maipure, útil para la comparación y la reconstrucción que aún logre hacerse sobre el gran tronco arawak. Completa el ciclo de una documentación lingüística indispensable para una lengua minoritaria en serio peligro de desaparecer. La obra atestigua la urgencia y la preocupación ética por las lenguas como entidades ABSTRACTas diversas e irrepetibles, pero, fundamentalmente, por los pueblos que las habla(ba)n, en el contexto de destrucción y amenaza a su hábitat y a sus formas de vida, asunto especialmente álgido en la Orinoquía colombiana de las últimas décadas. Ojalá que la etapa siguiente fuese la recuperación territorial y ecológica junto con la revitalización de esta lengua, que cuenta ya con una base documental, incluída la documentación histórica. También es un llamado a los pocos lingüistas que trabajamos sobre lenguas minoritarias a acelerar la culminación y la difusión de los estudios sobre gramática, léxico y tradición oral, en una perspectiva que pueda apoyar la recuperación, si los pueblos y los hablantes así lo deciden, ahora o dentro de unos cuantos años.


MARÍA EMILIA MONTES RODRÍGUEZ
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá

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Montes Rodríguez, M. E. (2012). Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua. Maguaré, 26(2), 277–280. https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/39155

ACM

[1]
Montes Rodríguez, M.E. 2012. Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua. Maguaré. 26, 2 (jul. 2012), 277–280.

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(1)
Montes Rodríguez, M. E. Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua. Maguaré 2012, 26, 277-280.

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MONTES RODRÍGUEZ, M. E. Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua. Maguaré, [S. l.], v. 26, n. 2, p. 277–280, 2012. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/39155. Acesso em: 24 ago. 2024.

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Montes Rodríguez, María Emilia. 2012. «Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua». Maguaré 26 (2):277-80. https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/39155.

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Montes Rodríguez, M. E. (2012) «Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua», Maguaré, 26(2), pp. 277–280. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/39155 (Accedido: 24 agosto 2024).

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[1]
M. E. Montes Rodríguez, «Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua», Maguaré, vol. 26, n.º 2, pp. 277–280, jul. 2012.

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Montes Rodríguez, M. E. «Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua». Maguaré, vol. 26, n.º 2, julio de 2012, pp. 277-80, https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/39155.

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Montes Rodríguez, María Emilia. «Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua». Maguaré 26, no. 2 (julio 1, 2012): 277–280. Accedido agosto 24, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/39155.

Vancouver

1.
Montes Rodríguez ME. Miguel Ángel Meléndez. Diccionario achagua-español, español-achagua. Maguaré [Internet]. 1 de julio de 2012 [citado 24 de agosto de 2024];26(2):277-80. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/39155

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