Convergencias y divergencias entre la sociedad industrial y la sociedad postindustrial
Convergences and divergences between the industrial and the post-industrial societies
Fecha de recibido: 28 / 02 / 2020 - Fecha de aceptación: 16 / 04 / 2020
Luis Alberto Carmona Sánchez. Magíster en Filosofía de la Universidad de Caldas, sociólogo de la Universidad de Caldas. Profesor de la Facultad de Administración de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales. Colombia. Correo electrónico: luacarmonasa@unal.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5319-9645
Cómo citar este artículo
Carmona Sánchez, L.A. (2020). Convergencias y divergencias entre la sociedad industrial y la sociedad postindustrial. NOVUM, 2(10), 150 - 164.
Resumen
Objetivo: con este artículo se busca hacer una exposición comparativa entre la sociedad industrial y la problemáticamente llamada sociedad postindustrial. La comparación se logra con las convergencias y las divergencias entre ambas dinámicas económicas de cada sociedad caracterizada. Metodología: se aborda la exposición comparativa en cuatro componentes: I-existencia material de la sociedad, II- hombres del proceso de producción, III- medios de trabajo, IV- el sentido de la producción; en los dos últimos componentes se trabajan (V) las consecuencias de la sociedad postindustrial y, (VI) a manera de conclusiones se examinan las lecciones que se pueden tener de esta. Hallazgo: se sugiere una perspectiva crítica frente a las dinámicas económicas y sus consecuencias sociales, tratando de develar, con ello, la continuidad alienante en ambos momentos de la sociedad: industrial y postindustrial. Conclusión: la amplitud de variables económicas, antropológicas, culturales, tecnológicas, políticas, etc., a las que se ven enfrentados el sociólogo, administrador, ingeniero, economista entre otros, son un constante reto; su aprehensión y comprensión deberán conducir a una lectura de la realidad que no es única e invariable. Palabras clave: Industria; Desigualdad social; Trabajador especializado; Industrialización.
Abstract
Object: The purpose of this article is to make a comparative presentation between the industrial and post-industrial societies, the last being known for its problematic naming structure. The comparison is achieved throughout the convergences and divergences between each of these economical dynamics, as well as from each characterized society. Methodology: Comparative exposition is afforded from 4 different components: I) material existence of the society, II) men in the production process, III) means of work and IV) the sense of production. For the two last components, the following topics have been covered: V) the consequences derived from the post-industrial society and VI) lessons to be considered from the post-industrial society. Finding: It is suggested that a critical perspective must be considered to face the economic dynamics, as well as their social consequences, in aims of unveiling the alienated continuity in both industrial and post-industrial moments of the society. Conclusion: Wideness of the economic, anthropologic, cultural, technologic, and politic variables, which are faced by sociologists, managers, engineers, economists and others, represent a permanent challenge. Their apprehension and comprehension must lead to read a reality that is not unique, neither invariable. Keywords: Industry, Social inequality; Skilled workers; Industrialization.
El problema no es la injusta distribución de la riqueza, sino la generosa repartición de la pobreza. Fontanarrosa.
Introducción
Puede llamar la atención de especialistas sociólogos, historiadores, economistas, ingenieros y hasta administradores, que en pleno siglo XXI, en la era de la informática, de la cibersociedad o como más la suelan llamar, según se advertirá al final del texto, que aparezca un esfuerzo de continuar hablando de la revolución industrial inglesa, todo trabajo de arqueología industrial, o que se siga hablando de clases sociales y hasta de lucha de clases, a lo sumo neolengua marxista que, según ellos, no corresponde a la realidad virtual, inteligencia artificial y del Internet de las cosas que dominan nuestros mercados inmateriales y de no-lugares de producción.
Por concepciones intelectuales y políticas como las anteriores, con justicia, radica el mayor interés de presentar una mirada histórica comparativa entre la sociedad industrial y la sociedad tentativamente denominada postindustrial. Como se tratará de presentar, lejos de una lógica lineal y binaria de la historia, el ejercicio comparativo entre sus convergencias y divergencias pretende dar cuenta de un devenir de la historia que constantemente supera formas políticas, culturales, etc., así como las recupera para la posteridad.
Es así como los privilegios del estamento de la nobleza, por ejemplo, es superado por el ensayo jurídico de asemejar en la igualdad de los derechos del hombre y del ciudadano también a campesinos; no obstante, se continúa con los privilegios de clase precisamente al hacerse derecho de libertad, seguridad y principalmente de propiedad. Esto tan solo para ilustrar la idea de devenir de la historia y anticipando a lo mejor la tentativa de inculpar el presente ejercicio expositivo de lineal. Menos aceptable sería reconocer que hay en él una intención de presentar un principio de perfectibilidad de la historia, pero tampoco que todo pasado fue mejor. Hacia el porvenir hay perspectivas que ilusionan mejores formas de vida humana y natural en su totalidad, como del pasado hay proyectos inacabados que aún sugieren ser tenidos en cuenta como el de la autonomía kantiana y la emancipación marxiana, por ejemplo.
Por lo anterior, el presente escrito se ve motivado a dar cuenta ante los lectores no pretenciosos de culto y con interés más que ser expertos en forjarse una idea fundamentada y crítica respecto a lo que no es pasado (Revolución industrial inglesa siglo XVIII) sino que formas de vida allí consolidadas siguen teniendo su lugar en la actualidad, solo que bajo otras formas sutiles para su no detección, nos referimos, por supuesto a las formas alienantes de los trabajadores y de la destrucción de la naturaleza en pro de una producción material de riqueza que no ha logrado darle un significado humano a la vida, al contrario lo niega.
El lector encontrará más indicaciones históricas que profundidades de experto, más sugerencias de interpretación que un discurso ya hecho y cerrado a su madurez y, sobre todo, encontrará que los gurús especialistas en nuevas formas de economía tipo artificial, robótica, blockchain, etc., nos alejan, adrede estamos por creerlo, de la vida misma de los trabajadores que aún en tugurios como los londinenses, muriendo de hambre como en Manchester y hechos una cosa (cosificación) más para producir riqueza material a costa de sus vidas como humanos, y de la naturaleza toda como formas de vida respetables; los expertos no conseguirán hablar del hambre, de la explotación, de trabajo infantil, de la precarización laboral porque solo ven robots, inteligencia artificial y cadenas de mercado por Internet, ver eso, solo eso, sí es una vida artificial negacionista del mundo que exige formas humanas de vida. No se propone más este artículo que llamar la atención sobre esto.
1. Existencia material de la sociedad
A) La sociedad industrial, producto de la Revolución Industrial clásica inglesa de los siglos XVIII y XIX, se caracterizó por la producción masiva de bienes materiales de consumo. Bienes que eran comercializados y puestos en mercados extranjeros, en colonias y protectorados británicos (India, South África, Canadá, colonias holandesas en Norteamérica, Sudáfrica, Egipto), lo que a su turno garantizaba una concentración geográfica de los bienes o mercancías. Los ingleses obtenían de la India y África, por ejemplo, materias primas y mano de obra barata, en el mejor de los casos, por lo regular esclava, en Inglaterra la transformaban en bienes materiales de consumo que llevaban a estos mismos lugares para ser vendidas, una vez han creado el mercado.
Gradualmente, las levitas inglesas tuvieron que compartir los mercados libres con las nuevas mercancías que traía consigo cada revolución tecnológica: autos, telégrafo, teléfono y dispositivos electrónicos.
B) Por su parte, la sociedad postindustrial, denominación amorfa en lo teórico y esquiva en lo político, recibe su partida de bautizo a finales de la década de los años 60´s del siglo XX. Mientras la sociedad industrial producía bienes materiales, esta nueva forma de sociedad producirá bienes inmateriales. Su naturaleza, la de la sociedad postindustrial, será producir servicios. Si se sigue la clásica taxonomía productiva encontramos que, mientras la sociedad industrial se caracterizaba por fundar su economía en el sector primario, la postindustrial lo hace desde el terciario.
El sector terciario representa una importante participación, pero no mayoritaria tampoco, a la base económica de la sociedad postindustrial, sobre la que apoya su existencia material, sector que comprende: servicios personales, negocios, transporte, comunicación y servicios públicos; sanidad, educación, investigación y gobierno. Los servicios de educación, investigación y gobierno, y su correspondiente crecimiento, son los más decisivos en la economía de la sociedad postindustrial.
La economía de servicios se constituye en la nueva economía relevante de mercado. Se caracteriza por la inmaterialidad de lo que produce, la disposición geográfica y transnacional de sus productos y, sobre todo, porque el costo de producción no es tan alto como lo supone la elaboración de mercancías en la sociedad industrial, en cuanto el costo ahora radica en el diseño de la mercancía, no en su fabricación. Un ejemplo de esto es que el costo para producir un medicamento es mucho menor que la misma “amortización de los gastos de investigación y desarrollo” (Cohen, 2007, p. 17). Igual sucede con los filmes o Software.
2. Hombres del proceso de producción
A) De la desintegración de la economía autárquica medieval, la superación de la jerarquía de los gremios artesanales y, por supuesto, del proceso de acumulación originaria de capital que tuvo como base la expropiación de las tierras a los campesinos para ser cercadas y darles el uso de pastizales, surgió el obrero de la sociedad industrial. Esto último contiene las dos condiciones que hicieron posible el desarrollo de la industria: los obreros asalariados (trabajo) y la concentración de riquezas (capital).
Desde el auge de la Revolución Industrial en Inglaterra hasta su madurez y, por tanto, desaparición a partir de la segunda mitad del siglo XX, el perfil de los hombres que participaban del proceso de producción industrial fue heterogéneo. Los siguientes rasgos lo muestran: al principio encontramos campesinos forzados a exiliarse en las grandes ciudades de Londres y Manchester, por ejemplo. Campesinos que estaban acostumbrados a relacionarse con determinadas herramientas con las que solían transformar las materias primas, y no así a accionar enormes máquinas, para lo que al principio su fuerza física era suficiente.
A su turno, mujeres y niños fueron incorporados como otros tantos engranajes al sistema de producción. Vigilar y controlar las máquinas ya no exigía fuerza física, por lo que los obreros hombres serían desplazados de sus puestos de trabajo, además a causa de la incorporación constante de nueva maquinaria. Cabe señalar que, ante la falta de formación del obrero para desempeñar sus tareas, igual ocurría con los inventores de las máquinas. Fue más su intrepidez empírica que la guía teórica el mayor incentivo que estos hombres encontraron para aportar mejoras e incorporaciones técnicas.
Durante los primeros decenios del siglo XX, los perfiles obreros tendrían nuevos rasgos. Se solicitaba de ellos capacidad para trabajar en espacios estables y definidos; que contaran con suficiente fuerza física y resignación moral para soportar la repetición de una misma tarea asignada, y que pudiera trabajar bajo la supervisión constante de alguien contratado exclusivamente para ello. Respecto a su formación, aún era irrelevante que el obrero tuviera bajo nivel de cualificación para desempeñar sus tareas, además del nulo interés por parte del propietario-administrador de la fábrica para contrarrestarlo. Cuando se requería cierta formación para ejecutar una tarea, esta, la formación, era validada en cualquier momento dado, incluso esto no llegaba a darse. En otros términos, el trabajador lograba una habilidad para desempeñar sus funciones producto de su experiencia, la que a su vez, era evaluada en cualquier momento de la ejecución de sus tareas.
Los hombres del proceso de producción en la sociedad industrial (campesinos expropiados, mujeres, niños) tenían en común que ninguno de ellos participaba de la dirección administrativa de la fábrica y menos de la distribución de la riqueza generada, potencial mano de obra para luego aparecer discriminatoriamente como trabajadores de cuello azul.
B) Marx ironizaba con el hecho que el obrero haya sido liberado por la industria de una vida servil, así como de los medios de trabajo con que contaba en dicha vida.
En la sociedad postindustrial la ironía se hace clara revelación, pues la división del trabajo llega en esta sociedad a un punto extremo: el obrero ya no tiene que asumir responsabilidades frente a las herramientas ni máquinas. A lo sumo, los obreros asumen cada vez más labores de manipulación y reparación ante la auto operatividad de aquellas.
Es característica de la sociedad postindustrial la preeminencia de empleados pertenecientes a una denominada clase profesional y técnica. Para Bell (1991), el personal científico es “el principal recurso de la sociedad postindustrial” (p. 261). Este nuevo tipo de personal se va a caracterizar por tener la capacidad, en tanto que ya es requisito que la posean, para tomar decisiones técnicas que sean obra de cálculos numéricos y no de interpretaciones intuitivas, decisiones que tendrán que revestir un carácter netamente instrumental. En este sentido, el empleado tiene la capacidad para prever y organizar su trabajo y, para contribuir a planificar el de toda la organización.
Las capacidades exigidas encuentran su sustento en la formación profesional con que cuentan los empleados, debido a que la formación pasa a ser un requisito, además de demandárseles capacidad para trabajar en entornos no definidos físicamente, abstracción extensible a las tareas que se les encarga realizar; capacidad para interactuar y trabajar en equipo; asumir decisiones y aceptar responsabilidades casi de codirección de la organización con los ejecutivos.
El requisito de la formación del empleado se ve acosada por la necesidad de continua actualización de los conocimientos, pues su caducidad es tan rápida como la aparición de nuevos servicios.
En los Estados Unidos en el año de 1956, por primera vez en la historia del desarrollo industrial, los obreros de cuello blanco superaron a los de cuello azul. Los hombres del proceso de producción en la sociedad postindustrial, para darle sentido a la discriminación clasista y, por tanto, diferenciarse de los de azul, se hacen llamar de cuello blanco.
3. Medios de trabajo
A) Recordemos que mientras el período anterior a la gran industria denominado manufactura, se caracterizaba por el empleo de la fuerza de trabajo, el periodo industrial lo hará por el uso de instrumentos de trabajo.
El instrumento de trabajo propio de la sociedad industrial es la máquina, la que se constituye en el “medio para la producción de plusvalía” y en la causa de hacer “inútil la fuerza del músculo” (Marx, 1976, p. 323), razón por la cual al poco tiempo de inicio de la Revolución industrial se incorporó mano de obra infantil y de mujeres. La finalidad de las máquinas, expresa Marx (1976), es la de “acortar la parte de la jornada en que el obrero necesita trabajar para sí, y, de ese modo, alargar la parte de la jornada que entrega gratis al capitalista” (p. 302).
Este medio de trabajo en la sociedad industrial era insertado en el proceso productivo de dos maneras: 1) bajo la cooperación de muchas máquinas, donde “todo el trabajo se ejecuta por la misma máquina” (Marx, 1976, p. 308), y, 2) en el sistema de maquinaria que se destacaba por la “combinación de diferentes máquinas” (Marx, 1976, p. 309). En ambos casos, la máquina pierde su valor al transferirlo al producto que elaboraba.
En un marco más general de producción, la maquinaria participaba de manera activa y directa de lo que se dio en llamar Factory System. Este sistema para organizar el trabajo y la producción partía del uso de la máquina de vapor, la que era puesta “en el centro de la fábrica para que proporcionara la energía necesaria para el trabajo de los obreros” (Cohen, 2007, p. 27).
El devenir de la sociedad industrial traería consigo la superación del Factory System por una organización científica del trabajo a finales del siglo XX. Taylor (teoría científica) y Fayol (teoría funcional) inauguraron esta nueva organización, la cual se diferenciaba por la cooperación entre los obreros y la dirección de la organización, la reducción al máximo de tiempos muertos y por la instauración de una dirección jerárquica llamada sistema de trabajo Top-Down (de arriba hacia abajo).
La madurez de la organización científica del trabajo o taylorismo fue marcada por la aparición del toyotismo. Con este sistema se pretendía superar la rigidez jerárquica administrativa del Top-Down por medio de la instauración de una organización flexible. El toyotismo partía de los clientes para llegar a la administración de la organización, situación que incentivaba la toma de decisiones de los obreros y, por consiguiente, la reducción de puestos de trabajo correspondientes a puestos directivos.
Tanto los obreros de principios del siglo XX como sus antecesores del XIX, ya no destruían máquinas al estilo luditas, tampoco trabajaban 16 horas como los niños y mujeres en el subsuelo; no obstante, estos obreros heredaron la consecuencia de aumentar la velocidad creciente de las máquinas: la intensificación de su trabajo.
B) El motor de la economía en la sociedad postindustrial pasa por las telecomunicaciones y por convertir “la mente humana” en “una fuerza productiva directa” (Mattelart, 2002, p. 58). Telecomunicaciones y mente humana arrojan el panorama vital productivo en esta sociedad: la aplicación suprema del conocimiento científico en todos los órdenes de la existencia humana.
La intangibilidad de lo que se produce en la sociedad postindustrial es un rasgo también de aquello con lo que esta sociedad produce sus bienes inmateriales. Por esto es que se identifica al conocimiento científico como el factor productivo central en la sociedad postindustrial sobre la fuerza física y las máquinas decimonónicas.
Recuérdese el carácter material del capital en la sociedad industrial para anotar el carácter inmaterial del capital en la postindustrial. Las patentes y la investigación científica son a la sociedad postindustrial lo que las mercancías materiales a la industrial. Los productos de esta nueva forma de sociedad se caracterizan,
en efecto, por una estructura de costo atípica: es la primera unidad del bien fabricado lo que cuesta caro, y no las siguientes. Una vez concebido el programa Windows, se lo puede vender tanto a una aldea como a toda la Tierra y su costo total de fabricación sólo será modificado marginalmente. (Bell, 1991, pp. 91-92)
Son los altos costos de investigación y desarrollo lo atípico[1], por lo cual, al decir de Bell (1991), “las fuentes de innovación derivan cada vez más de la investigación y del desarrollo”, a su vez condición y resultado de la importancia mayúscula en las organizaciones de sus Departamentos I+D (Innovación + Desarrollo).
Lo anterior sigue su curso en cuanto la racionalidad, cuantificación y operacionalización del sistema productivo en su totalidad se fundamenta en la planificación de la tecnología misma, con lo cual se busca la reproducción de lo producido en tanto resultado de la utilización del conocimiento científico.
A todo esto, viene ligado un concepto esclarecedor de la lógica de la nueva economía: el de inteligencia artificial. La racionalidad y planificación que puede llevar a cabo un empleado, es decir, un ser humano, lejos está de ser suficiente si se compara con el que ofrece un dispositivo u operador informático. Tareas de cálculo numérico, almacenamiento de información y ejecución de tareas que se repiten y que son medidas en nanosegundos, no están al alcance de las capacidades cognitivas y físicas del creador de los robots que los suplen. Incluso, el lenguaje comunicacional que se puede tener con estos ordenadores: el lenguaje del ser humano, también tiene que ser operacional para poder hacerse entender del ordenador o robot, el que, de todas formas, está lejos de tomar decisiones morales como sí lo hace su creador.
La inteligencia artificial, el uso de la informática y la robotización de las tareas humanas crea un cuadro diferente de la organización del trabajo, caracterizado por la “adaptabilidad a la demanda, la calidad y, sobre todo, la utilización de todas las competencias humanas” (Cohen, 2007, 29). En la medida que el empleado esté facultado para poner su cognición, capacidad organizativa, planificadora y resolutiva de problemas a la orden de la ejecución de múltiples tareas, los tiempos muertos tienden a disminuir. Esto último que se señala es la clave para comprender la reorganización del trabajo en la sociedad postindustrial: lograr que los empleados siempre tengan algo por hacer, así no sean sus funciones asignadas ni corresponda a su competencia profesional.
En un plano más general de los medios de trabajo en la sociedad postindustrial se evidencia, a raíz de la nueva organización del trabajo, el modelo de especialización flexible diferente al modelo de producción masiva de la sociedad industrial. Este modelo, único posible para una sociedad como la postindustrial, consiste en la “producción de bienes especializados con recursos generales (obreros con amplias competencias profesionales y máquinas universales, justamente programables)” (Echeverría, 1994, p. 10). Este modelo se inserta en las cadenas productivas, es decir, en las redes de “procesos de trabajo y producción cuyo resultado final es un producto terminado” (Gereffi, 1994, p. 107). En otros términos, las cadenas productivas consisten en la elaboración de un solo producto en la que participan diferentes países, donde cada uno de ellos lleva a cabo una función particular según las ventajas de costo que represente la elaboración del producto.
Respecto a las relaciones entre empleados y patronos que la nueva economía engendra, fundada en sus medios de trabajo, pueden ser tipificados por tres formas básicas de estrategias patronales. Estas son: I) estrategia que puede ser denominada neoliberal a ultranza en tanto su máxima es cero sindicatos en las relaciones industriales; II) una “gestión pactada” entre el sindicato y los órganos administrativos referentes a los “procesos de reorganización de la producción”; por último, III) la estrategia que emerge de la “combinación de diferentes respuestas patronales” en la expansión del dualismo, lo que “significa, por una parte, que flexibilidad y desregulación se consiguen a través de la expansión de la economía informal, en la cual el sindicato está normalmente ausente” (Regini, 1994, p. 167).
Independiente de estas nuevas estrategias patronales en la sociedad postindustrial, persiste una constante compartida con la sociedad industrial, es el principio de acumulación infinita de capital al que se refería Marx en el siglo XIX. Lo que indica este principio es que hay una “inevitable tendencia del capital a acumularse y a concentrarse en proporciones infinitas, sin límite natural” (Piketty, 2014, p. 23).
Tal vez este principio contenga la clave para comprender para qué la producción material e inmaterial en la sociedad industrial y postindustrial respectivamente; pero, sobre todo, para develar las consecuencias reales del funcionamiento económico de la segunda forma de sociedad.
4. El sentido de la producción
A) Ante la pregunta ¿cuál es el sentido de la producción masiva en la sociedad industrial? la respuesta puede resultar sencilla. Considerando la consolidación del mercado interno que logró Inglaterra y, por tanto, los consumidores que creó; su producción estuvo dirigida hacia la satisfacción de la demanda de mercancías que realizaba el mercado. Pero hay un segundo componente de la respuesta, y es responder al mercado creado también por los ingleses industriales en las colonias. Básicamente se producía para satisfacer las necesidades materiales de existencia de los mercados creados.
B) Del 1° al 22 de julio de 1944 se celebró una reunión en Breton Woods, Estados Unidos. Lo que allí se trató y resolvió en términos económicos para el mundo se constituye en una parte esencial de la respuesta frente a la pregunta ¿cuál es el sentido de la producción de bienes inmateriales en la sociedad postindustrial?
A esta reunión acudieron eminentes economistas y políticos de 44 países, destacándose la presencia del inglés John M. Keynes y el estadounidense Harry D. White, dos posiciones antagónicas en la reunión; en últimas se adoptó el planteamiento de White. En consecuencia, con el orden político y económico mundial para el momento, el dominio de las ideas del economista estadounidense, terminarían por fijar un nuevo orden económico mundial que condujera a la estabilización de las transacciones comerciales por medio de un sistema monetario internacional, que a partir de entonces sería el dólar.
El control económico de lo político a partir de la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) en aquel encuentro, por tanto, el desmonte gradual del keynesianismo del estado de bienestar, se apuntalaría como uno de los principales retos de la sociedad postindustrial. A partir del control económico se extendería el control al plano social y, de manera especial, a la dirección de la innovación y el cambio.
Esto último nos pone en el segundo sentido fundamental de la producción: la previsión científica. Cómo será la sociedad en el futuro, sobre todo, cómo queremos desde ahora que sea, es el interés más recurrente de la sociedad postindustrial. Recordemos que la idea de planificar el mundo en cada aspecto de la vida es la idea rectora de esta sociedad, como se ha evidenciado, por ejemplo, con la planificación del mundo del trabajo. En este sentido, se torna relevante tener que conocer el futuro científicamente para poder ser planificado y controlado desde ahora. Muestra extrema, pero real de esto, son las medidas adoptadas por Patrick Charton en la dirección de la Agencia Nacional de Gestión de Desechos Radiactivos en Francia (ANDRA). Sobre el Depósito de Desechos Radiactivos del Canal de la Mancha, Charton ha manifestado: “queremos informar a las siguientes 15 o 20 generaciones” (De Régules, 2011, p. 50) del cuidado y adopción de medidas que hay que tener con el contenido radiactivo de este depósito.
Este caso puesto en marcha cuenta con sus antecesores en el boom de la previsión: Francia, 1957, se funda la Escuela Prospectives; Estados Unidos, 1966, se fundó el World Future Society; 1968, el Institute for the future; Francia, 1975, la Revista Futuribles. Este boom engendró un nuevo tipo de profesional no perceptible antes: el prognosticator, actualmente más frecuente en las bolsas de valores del mundo.
El control del presente se hace posible igual que la planificación y previsión del futuro, en tanto las facultades de raciocinio y cognición del hombre no sean el fundamento de estos retos de cambio, control y resolución de problemas presentes y futuros, sino en cuanto esto sea obra de la inteligencia artificial, al parecer infalible, que sea obra de los algoritmos y no de los juicios intuitivos. El conocimiento humano solo podrá representar el medio para la creación del conocimiento artificial.
A todo esto, falta la garantía para que el control sea efectivo: la guerra. El conocimiento y la guerra comulgan desde la década del 30 para lograr el control y la planificación de la sociedad en el presente y el futuro. Evidencia de esto es el reclutamiento de Alan Turing por parte de la Intelligence Service para desencriptar la máquina enigma de los alemanes. Después de esto la comunión fue con frecuencia confirmada por Claude Elwood Shannon y Norbert Wiene, por ejemplo. Ahora, los prognosticator comienzan a habitar la ciudad donde el conocimiento sirve al control de los habitantes de computópolis, como se evidencia a continuación:
· 1946, Estados Unidos. Se funda la Research And Development Corporation (RAND), con la que aparece el military intelectual.
· 1955, Estados Unidos. Inaugura el sistema de defensa Semi-Automatic Ground Environment System (SAGE).
· 1958, Estados Unidos. El Pentágono creó el Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA).
· 1960-1965, Estados Unidos. El Pentágono fundó Office of System Analysis.
· 1970, Estados Unidos. El presidente Nixon creó Office of Telecommunications Policy (OTP).
· 1976-1980, Estados Unidos. El presidente Carter suprime la OTP por la National Telecommunication and Information Administratiion (NTIA).
· 1993, Estados Unidos. Lanzó el programa National Information Infrastructure. (Mattelart, 2002).
A Parménides se le atribuye la frase “pensar está hecho para ser”, mientras la sociedad postindustrial da cuenta que conocer está hecho para controlar, herencia del espíritu positivo de la ciencia al servicio del mercado.
5. Algunas consecuencias de la sociedad postindustrial
Dos consecuencias básicas surgen de la lógica económica de la sociedad postindustrial:
A) Flexibilidad laboral
En octubre de 2005, el diario The Economics reportó que “la sección de los empleados industriales en los Estados Unidos había descendido a menos del 10%” (Cohen, 2007, p. 14). Disminución favorable para el posicionamiento del sector servicios sobre el sector agrícola e industrial, como puede notarse en la Tabla 1.
Tabla 1. Distribución porcentual por sectores
Región |
Agricultura |
Industria |
Servicios |
África |
77 |
09 |
14 |
América del Norte |
08 |
39 |
53 |
América Latina |
48 |
20 |
32 |
Asia |
71 |
12 |
17 |
Europa |
28 |
38 |
34 |
Oceanía |
23 |
34 |
43 |
Fuente: Bell (1991).
En términos comparativos y comprendiendo más decenios, la tendencia se sigue (ver Tabla 2):
Tabla 2. El empleo por sector de actividad en Francia y los Estados Unidos, 1800-2012 (en porcentaje del empleo total).
Francia |
Estados Unidos |
|||||
Año |
Agricultura |
Industria |
Servicios |
Agricultura |
Industria |
Servicios |
1800 |
64 |
22 |
14 |
68 |
18 |
13 |
1900 |
43 |
29 |
28 |
41 |
28 |
31 |
1950 |
32 |
33 |
35 |
14 |
33 |
50 |
2012 |
3 |
21 |
76 |
2 |
18 |
80 |
Fuente: Piketty (2013).
Lo que resulta relevante de esto es el componente reorganizativo del trabajo, producto del cambio de sector económico, y que para el caso del sector terciario la nueva organización del trabajo se soporta sobre la precarización del trabajo, llamada con apolitismo flexibilidad laboral. En términos de Echeverría (1994), la flexibilidad es la “desregulación, cuya efectivización recorre una gama de posiciones que van desde aquellas que apuntan a la eliminación de la representación sindical, hasta aquellas que favorecen un tipo de sindicalismo corporativo “basado en incentivos que favorecen la identificación de los contratos con la empresa antes que con el resto de la clase obrera” (p. 13).
El énfasis que se pone en el sindicalismo es justificado, por ser el receptor perjudicado de la inestabilidad laboral, la supremacía de empleos parciales sobre los permanentes y por el aumento cada vez mayor de la subcontratación de la fuerza de trabajo.
El análisis de Regini (1994) al respecto indica que:
los procesos de reorganización de la producción activamente en curso influyen en las relaciones industriales de dos maneras principalmente: a) por una parte, incidiendo sobre la relación de la fuerza-trabajo, cambian los límites de la representación sindical, así como las características y las posturas de los representantes; b) por otro lado, contribuyen a cambiar las prioridades de la empresa y, por tanto, las estrategias patronales referentes a las relaciones industriales (p. 166).
Este análisis recoge con claridad el espíritu postindustrial: descentralización y desmasificación de los obreros y, por tanto, multiplicidad de intereses obreros y mayor flexibilidad (precarización) laboral.
Algunas expresiones pretenden aprehender con precisión la esencia de la primera consecuencia tratada, algunas de ellas son: “disolvente del poder sindical” o sociedad que “rompe los colectivos obreros”.
B) Desigualdad económica
Tres hechos tomados del análisis de Piketty (2014) capturan con nitidez la segunda consecuencia de la sociedad postindustrial. Los salarios de los obreros del siglo XIX no aumentaron, incluso estuvieron más cerca de los salarios percibidos en el siglo XVIII. Previo a la Primera Guerra Mundial, la desigualdad no sufrió modificación positiva alguna. Y el tercer hecho:
desde la década de 1970 la desigualdad creció significativamente en los países ricos, sobre todo en los Estados Unidos, donde en la década de 2000-2010 la concentración de los ingresos recuperó -incluso rebasó ligeramente- el nivel récord de la década de 1910-1920 (Piketty, 2014, pp. 29-30).
Gráfica 1. La desigualdad en los ingresos de los Estados Unidos, 1990-2010.
Fuente: Piketty (2013).
El principio de acumulación infinita de capital expuesto por Marx sigue tan vigente como su redistribución desigual. Y a falta de una solución para este problema, uno nuevo suele surgir con la convicción, al parecer de tampoco poder ser resuelto, o por lo menos no en la sociedad postindustrial. El problema que se inaugura, advertido por Piketty (2014), es que “la distribución mundial del ingreso es más desigual que la de la producción”, quiere esto decir que “los países ricos lo son doblemente, tanto en producción interna como en capital invertido en el exterior, lo que les permite disponer de un ingreso nacional superior a su producción -lo contrario ocurre para los países pobres-” (p. 84).
En términos de Caparrós (2018), las cifras, estériles por sí mismas, pero que sugieren la complejidad de la vida de los con hambre, dan cuenta de lo siguiente:
Un informe reciente de Oxfam dice que casi la mitad –el 46 por ciento- de la riqueza del mundo está en manos del 1 por ciento de sus habitantes. El resto queda para el resto.
O, dicho de otra manera: 70 millones de personas acumulan la misma riqueza que los otros 7.000 millones.
O, también, según el mismo informe: los 85 ricos más ricos del mundo -78 hombres, siete mujeres- tienen más plata que los 3.500 millones más pobres.
Eso es, digamos, lo que llaman desigualdad.
Y a veces les preocupa. (pp. 349, 50)
Y de todo esto, ¿qué aprender?
6. Lecciones de la sociedad postindustrial (o conclusiones)
La exposición precedente nos arroja dos lecciones, una práctica y otra conceptual.
Referente a las lecciones prácticas, y con base en la segunda consecuencia señalada al final del numeral anterior, corresponde aprender que la mayor generación de riqueza no trae consigo una sociedad en su conjunto rica, simplemente esto es indicio que personas particulares se han enriquecido. De igual manera, queda claro que producir no implica necesariamente ser el consumista, situación expuesta por Marx (1974) como una de las formas de la alienación.
La relación económica entre los países desarrollados y los denominados tercermundistas, se funda en la misma relación entre quien trabaja y quien acumula el dinero obtenido por la venta de los productos resultantes del trabajo, pues queda claro desde los Manuscritos de economía y filosofía de 1844 escrito por Marx a sus 26 años de edad, que no son la misma persona. La relación es de desigualdad. Cohen (2007), afirma que “el comercio mundial no es un factor de enriquecimientos de las naciones pobres” (p. 62), y menos cuando estos países no producen lo que la sociedad postindustrial consume: bienes inmateriales. Este es un reto para los países tercermundistas o en vías de desarrollo, producir, diseñar, investigar y patentar, no solo vender bienes materiales mientras tienen que comprar los inmateriales. Situación presentada por Caparrós (2018), al mostrar cómo los africanos tienen que comprar la comida que ellos producen a las multinacionales de alimentos.
La nueva organización postindustrial del trabajo enseña que cada persona es un gestor, planificador y ejecutor de la economía, para lo que los freelances cumplen con el requisito. El espíritu emprendedor del hombre que autogestiona su tiempo, sus recursos y fija sus metas se hace extensivo a la autogestión que deben tener las sociedades mismas. Lección de esto, concluyen los apologetas postindustriales, es que los países en vías de desarrollo acuden a una posibilidad sin igual para insertarse en la economía internacional y ser directos rivales de las sociedades consolidadas como primer mundo, solo necesita autogestionar su economía.
Tal vez el rostro amable de la sociedad postindustrial se logre con los beneplácitos de un concepto más desprevenido de carga política y ética como el de la globalización. Esta, impulsada por las tecnologías de la comunicación, irradian una imagen “amigable” de esta sociedad, donde se logra hacer creer que los países del tercer mundo asuman, al escuchar tal canto de sirena, que las brechas económicas, políticas, científicas entre ellas y los primermundistas pueden ser salvadas con la sola reducción de otra brecha: la digital. Demasiado optimismo político o desbordante ingenuidad interpretativa esta como para ser asumido cierto, el caso es que suele funcionar como mecanismo apaciguador de las notables y extensibles brechas entre primer y tercer mundo.
El rostro amable de la sociedad postindustrial tiene un claro tinte político, y es el de volver ambigua la posición política de los trabajadores: cooperar o enfrentar son dos opciones con una misma solución. Cabe tomar como lección que las estrategias patronales frente a la alternativa de cooperación logran que los raquíticos sindicatos modernos confundan sus intereses con los de la organización, y no porque tengan que ser diferentes, pero tampoco asumir como propios los intereses patronales a costa de los del trabajador, los verdaderamente propios; frente a la segunda alternativa, logra que estos mueran con mayor rapidez. Aun así, el hecho que desaparezcan las organizaciones obreras a raíz de la pérdida del sentimiento obrero hacia estas, no implica que no hallan obreros, que las formas de alienación estén extintas y menos que no existan como clase social.
En cuanto a las lecciones conceptuales, el compromiso político no es menor que el de los sindicatos y sus alternativas. El intelectual suele nombrar los hechos sociales que estudia acorde a los lentes-motivaciones que tenga, y de acuerdo a una u otra forma de nombrarlo emite una u otra idea, sensación y forma de ser entendido diferente. Es el poder y peligro del lenguaje, como G. Orwell lo destacó en el caso inglés, o como lo vio Bourdieu frente a las nuevas vulgatas planetarias.
Mattelart (2002), sostiene frente a lo anterior que “una nueva ideología que no dice su nombre se ha naturalizado y se ha visto propulsada al rango de paradigma dominante del cambio” (p. 12). ¿A qué se refiere el sociólogo belga con esto? ¿A la sociedad postindustrial, a la sociedad del conocimiento, a la sociedad de la información, a la sociedad programada, a la aldea global, a la era tecnotrónica o a la sociedad del saber? Esta misma multiplicidad de términos para referirse a un mismo hecho es lo que justifica la interpelación de Mattelart. La diferencia radica en las implicaciones políticas que trae acuestas una u otra forma de llamar el hecho; piénsese por ejemplo por qué hablar de capitalismo ha entrado en desuso y se ha reemplazado por globalización; o como advierte Piketty, no es lo mismo la lucha de clases que la lucha de edades, como se pretende mostrar en la sociedad postindustrial.
La lección es clara, el compromiso político y ético del intelectual con la sociedad “objeto” de estudio, su sociedad misma, no es aséptico, por mucho que se haga el esfuerzo que así sea, como no lo fue para Daniel Bell, Raymond Aron y Hayek cuando presidieron en 1955 el Congreso para la libertad de la cultura, donde decretaron ellos el fin de la ideología, de lo político, de las clases sociales y su antagonismo y del compromiso intelectual con lo anterior, y todo a pesar que lo decretaron justamente desde una posición política y la pertenencia a una clase social que, a nombre de una ideología, claramente los compromete intelectualmente con la sociedad postindustrial.
Es el mismo compromiso asumido por Kuznets, por ejemplo, cuando defendía la idea de que la “desigualdad del ingreso se ve destinada a disminuir en las fases avanzadas del desarrollo capitalista” (Piketty, 2014, p. 25), o el que asumió Marx con el principio de acumulación infinita de capital.
De todas formas, el sociólogo, administrador, ingeniero, economista, etc., tomará como lección que sigue al frente y dentro de una realidad social que no termina de forjar su fisonomía con claridad, y que cuando esto suceda es porque está anunciando su ocaso. La amplitud de variables económicas, antropológicas, culturales, tecnológicas, políticas, etc., a las que se ve enfrentado son un constante reto, cuya aprehensión y comprensión deberán conducir a una lectura de la realidad, no a pretender ser su único intérprete.
Finalmente, las dos lecciones se tornan en una misma preocupación: ¿qué hacer en la práctica con la orientación conceptual? O ¿qué hacer como ser humano cuando desde los orígenes de la sociedad industrial hasta la que ahora caracterizamos como sociedad postindustrial, las profesiones que hemos elegido suelen contribuir a que perdure y se naturalice la situación de la clase obrera y se agudice cada vez más la vida de los miserables hombres de Víctor Hugo, los niños Olivert Twist de Dickens, las mujeres Grandet de Balzac o los oficinistas de Kafka?
Referencias
Bell, D. (1991). El advenimiento de la sociedad postindustrial. Madrid: Alianza.
Caparrós, M. (2018). El hambre. Planeta.
Cohen, D. (2007). Tres lecciones sobre la sociedad postindustrial. Katz.
De Régule, S. (2011). La mamá de Kepler y otros asuntos científicos igual de apremiantes. Ediciones B.
Gereffi, G. (1994). Repensando la teoría del desarrollo: visión desde el Asia Oriental y Latinoamérica. En: Echeverría, J. (Editor). Flexibilidad y nuevos modelos productivos. Editores Unidos.
Mattelart, A. (2002). Historia de la sociedad de la información. Paidós.
Marx, C. (1976). El Capital. Tomo I. ed. Fondo Económico de Cultura.
Marx, C. (1974). Manuscritos economía y filosofía 1844. Alianza.
Echeverría, J. (Editor). (1994). Flexibilidad y nuevos modelos productivos. Editores Unidos.
Piketty, T. (2013). Le capital au 21e siècle. Editions du Seuil. Recuperado de http://piketty.pse.ens.fr/fr/capital21c
Piketty, T. (2014). El capital en el siglo XXI. Ed. Fondo Económico de Cultura.
Regini, M. (1994). Las relaciones industriales en la fase de flexibilidad. En Echeverría, J. (Editor). Flexibilidad y nuevos modelos productivos. Editores Unidos.
[1] “Lo más difícil es descubrir la molécula. El costo de fabricación del propio medicamento (…) es mucho menor que la amortización de los gastos de investigación y desarrollo”. (Cohen, 2007, 17)