Revista Colombiana de Sociología
0120-159X
Universidad Nacional de Colombia; Facultad de Ciencias Humanas; Departamento de Sociología
https://doi.org/10.15446/rcs.v40n2.66403

Homenaje a cuatro pioneros de la sociología del trabajo en Colombia

E. Valero Julio, *

Sociólogo y Doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Docente en el área de sociología industrial y del trabajo del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. Integrante del Grupo de investigación Trabajo, riesgo y desigualdad. Ha realizado estudios y publicaciones en temas de historia comparada y sociología del empresariado; relaciones laborales; organización productiva y tecnología. Colombia Universidad Nacional de Colombia Universidad Nacional de Colombia Colombia

Los escritos que componen esta compilación biográfica fueron leídos por sus autores el 1. ° de septiembre del 2015 en el evento preparatorio del VIII Congreso Latinoamericano de Estudios del Trabajo, que se realizó en agosto del 2015 en Buenos Aires. Se trataba de hacer un reconocimiento a Alberto Mayor Mora, Anita Weiss, Julio Puig y Fernando Urrea, exponentes de nuestra disciplina, quienes mediante una variada gama de actividades intelectuales -entre las que se encuentran en diferente medida la docencia, la investigación, la consultoria y el activismo social- realizaron tempranas contribuciones y mantuvieron un aplicado esfuerzo que permitió deslindar un campo de estudios dentro de la sociología.

Estas actividades empezaron en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, en la década de los sesenta, por la misma época en que Ralf Dahrendorf, en su manual Sociología de la industria y de la empresa, definía la manera en que el tratamiento de ciertos temas llegaba a configurar una sociología especial. Sea que las temáticas relativas al trabajo y las relaciones laborales, se entiendan como especialidad, linea de profundización o subcampo de estudio, lo destacable es que los estudiosos aquí exaltados, con sus esfuerzos, y a través de diferentes caminos, búsquedas, experiencias y prácticas, ayudaron a establecer en el país un área de estudios que en la actualidad tiene plena vigencia y expresión en manuales, revistas, eventos y redes de estudiosos a nivel latinoamericano.

Alberto Mayor: su camino como pionero de la sociología del trabajo

Edgar Augusto Valero Julio

Me ha correspondido la honrosa pero difícil tarea de presentar a un destacado exponente de la docencia e investigación en nuestra profesión, a quien reconocemos como uno de los iniciadores en Colombia de los estudios en el área de profundización o sociología especial de la industria y el trabajo, que desde comienzos de los años ochenta se enseña en la Universidad Nacional de Colombia y en otras carreras de sociología.

Desde luego que en este corto espacio no se pretende hacer un análisis sistemático y riguroso de su trabajo académico, al modo de una sociología de la obra y trayectoria de un intelectual, que bien podría resultar factible e interesante en este caso; más bien intentaré destacar un conjunto de contribuciones que considero significativas y valiosas, a lo largo de sus casi cuatro décadas de trabajo académico en el Departamento de Sociología y fuera de él. En buena parte de este periodo tuve la satisfacción de conocer de cerca su forma de trabajar y sus obras, primero como estudiante, luego como tesista, después como colega y amigo.

Su actividad docente e investigativa representa una forma de hacer sociología que se estructuró en la carrera de la Universidad Nacional de Colombia, y que para un buen número de docentes fue el camino intelectual en que se partía del estudio de la teoría sociológica clásica, cuya comprensión y discernimiento llevaría junto con instrumentos metodológicos adecuados, teorías de alcance medio y una apropiada fundamentación histórica, a la interpretación de problemas fundamentales de la nación colombiana.

Como lo reconoce Alberto Mayor, la orientación y ejemplo del profesor Darío Mesa dentro de esta concepción de la disciplina fueron determinantes tanto para la formación de la mencionada Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, como para constituir su propio estilo de trabajo. El punto de partida era el conocimiento crítico y riguroso de los conceptos en sus fuentes y contextos filosóficos, al que se incorporaba una aproximación genético-histórica a los procesos fundamentales de la vida nacional más relacionados con el tema específico a explorar. Así, las enseñanzas de Darío Mesa se convirtieron en la práctica compartida del grupo de colegas y fueron la base de los logros académicos que aquí serán reseñados.

Panorama general de la obra

Coherencia y continuidad

A partir del primer estudio con orientación marxista sobre el desarrollo de la productividad en sus dimensiones económicas de ahorro de trabajo vivo y búsqueda de tiempo libre, realizado hacia a finales de los años setenta, el autor halló la relevancia de un interrogante sociológico sobre el papel de los actores sociales apropiados y las determinantes no económicas de la productividad. El hallazgo sociohistórico de la alta correlación entre ser egresado de la Escuela Nacional de Minas (ENM) y tener una buena posición en el mundo empresarial, motivó un análisis cuyos resultados quedaron plasmados en el texto Etica, trabajo y productividad en Antioquia, publicado en 1984, que a la fecha ha tenido diez reimpresiones y cuatro ediciones.

La contribución de este análisis puede valorarse, por una parte, en relación con el gran número de estudios sobre la región antioqueña y sus procesos específicos desde la colonia, y, por otra, con respecto a estudios posteriores que partieron de sus aportes y aceptaron lo esencial de sus tesis. La cuestión de la dinámica productiva había sido planteada por muchos autores, pero fue Mayor quien examinó con más profundidad y rigor investigativo uno de los más importantes factores causales de este notable avance productivo e industrial de la primera mitad del siglo xx en Colombia.

El trasfondo teórico que orientó esta investigación explica sus logros y contiene aspectos innovadores destacables. El desarrollo del planteamiento combinó aportes de Marx y de Weber y puede verse como un diálogo entre las dos perspectivas, complementado con otras categorías y conceptos relativos a industria y empresa. Como se menciona en la introducción de la obra, se había partido de tópicos muy pertinentes dentro del contexto del enfoque de El Capital, como el balance de las fuerzas productivas, la génesis de la productividad capitalista y la conformación de la clase obrera como proceso vinculado a estos cambios.

Al encontrarse con el decisivo papel de un grupo de ingenieros tecnócratas, que eran al mismo tiempo productivistas y católicos, surgió la posibilidad de introducir el enfoque weberiano, que concentraba la atención en el análisis de los aspectos sociológicos de la productividad y el papel de los hombres claves en los momentos oportunos. Los aspectos del crecimiento económico y la innovación industrial pudieron ser relacionados con la ENM, el papel directivo de los ingenieros, los valores, la ética y las tradiciones, así como con las interacciones de empresarios, profesionales y obreros.

Dentro de este marco de reflexión, la indagación detalló el despliegue de racionalidad formal en diferentes ámbitos. En el espacio de la economía privada, las acciones que conducen a la productividad, tanto como la gestión del trabajo, los departamentos de organización y métodos y el manejo de las relaciones con los trabajadores. Igualmente, el esfuerzo por emplear elementos de planeación, estadística y contabilidad, en contextos públicos y privados, evidencia un cambio racionalizador.

La perspectiva de investigación adoptada supuso, en principio, alguna confrontación con las orientaciones teóricas predominantes del marxismo ortodoxo, estructural o economicista que valoraba poco el estudio de las interacciones entre patronos y trabajadores, más allá de la visión del antagonismo y la lucha abierta, y consideraba apologético cualquier análisis del empresariado y los sectores profesionales de las organizaciones.

Es destacable que el examen de Mayor sobre el avance productivo y capitalista -que resulta un punto de llegada de un largo proceso histórico ocurrido en una región de geografía desafiante, pero también rica en estímulos a la iniciativa empresarial-se convirtiera en una explicación cultural.

La especificidad de la región -basada en su predominante élite orientada a la construcción de estabilidad económica en el siglo xix, su conservadurismo político, su catolicismo y su pragmatismo para emprender negocios- desembocaba en una acumulación, no solo de capitales, sino de experiencias y conocimientos técnicos. Lo anterior impactó claramente la esfera cultural y generó una disposición favorable al trabajo, los hábitos de disciplina y la dedicación que se cultivaban y trasmitían como ética de trabajo y de negocios.

En general, el estudio de fenómenos culturales tropezó con la amplitud y diversidad de tópicos posibles de abordar; pero en este estudio tal dificultad se sorteó concretando la reflexión en los valores y la ética implícita en el trabajo. La reconstrucción de procesos que presenta el libro discurrió por temas diversos de la empresa, historia, economía, ética de los negocios o psicoanálisis, los cuales se vinculan en la sustentación de la tesis central. Esta se refiere no solo a los ingenieros y la industria, sino también a los obreros, la influencia religiosa y el control moral, así mismo se enlaza la incorporación de ideas racionalizadoras en el ideario de los dirigentes políticos, los partidos y las instituciones públicas.

A partir de este primer logro investigativo, en el que son hallados numerosos interrogantes, fuentes de información y estimulantes temas de estudio, se emprendió un trabajo de notable continuidad y disciplina. Se puede decir que se estructuró un programa de investigación del que se desprendió un buen número de tópicos, que fueron desarrollados de diferente forma en las últimas tres décadas de continuo trabajo investigativo y docente, y que derivaron en variados y apreciables productos académicos. Entre estos sobresalen siete libros, de los cuales tres fueron escritos en compañía de equipos de investigación liderados por Mayor, numerosas ponencias, capítulos en libros, artículos académicos y divulgativos.

En el desarrollo de su obra el autor abordó diversas temáticas interrelacionadas y ligadas a la cuestión central de las determinaciones cultura-trabajo. A riesgo de simplificar el rico y complejo campo de estudios creado, sugiero cuatro temáticas amplias dentro de las cuales es posible ubicar la mayoría de sus investigaciones:

  • Génesis y avance industrial: políticas públicas, actividad fabril, racionalización de trabajo y autoridad, obrerismo y élites empresariales; teorías administrativas y organización.

  • Sociohistoria de la técnica: difusión de saberes productivos, patentes, innovación, adaptación e inventiva.

  • Cultura y educación para el trabajo: artesanado, profesiones, escuelas de artes y oficios.

  • Biografías: Alejandro López, Julián Cook, Javier Cisneros, José Ignacio Barraquer.

En los vagos linderos de varias disciplinas y temáticas

Uno de los aspectos que le da interés y proyección a la producción investigativa de Alberto Mayor es la amplitud de su perspectiva y la forma de su abordaje. Sus temas de investigación surgieron de interrogantes derivados del avance de la industria, la técnica y las interacciones sociales en el mundo del trabajo, pero en su exploración vinculó elementos de variados campos de estudio, como historia, sociología, profesiones, organizaciones, empresa, tecnología.

Esta perspectiva interdisciplinar es pertinente y adecuada, por ejemplo, en el estudio sobre la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia, en la que se propuso un análisis del desarrollo de la cultura técnica, la industrialización y la profesión ingenieril que tomó en cuenta los tipos sociales predominantes en cada época y contexto, así como el análisis de los dilemas entre lo tradicional y lo moderno; la teoría y la práctica como aplicación inmediata; la dimensión nacional y la global; la relación universidad-sector privado.

Valoración de aportes y proyección fuera del campo de la sociología

En una época de comunidades académicas, tal vez encapsuladas en una alta y artificiosa especialización y también aquejadas de fragmentación y restringida comunicación, para un investigador puede considerarse un gran logro ser apreciado y leído en contextos diferentes al de su círculo profesional y la subespecialidad a la que se dedica. En el caso de la obra del profesor Mayor, por ejemplo, el texto Ética, trabajo y productividad en Antioquia ha sido empleado en docencia, no solo de sociología, sino también de administración, ingeniería, economía, historia e incluso ética y valores; al mismo tiempo ha sido continuamente referenciado en diferentes áreas de investigación y también conocido en medios empresariales.

Es interesante señalar, como curiosidad anecdótica, que a partir de los hallazgos del autor acerca de las formas de organización del trabajo y mecanismos de control que originaron la industrialización antioqueña, un docente de administración propuso un modelo de gestión que denominó "Teoría A", por A de Antioquía. Esta perspectiva planteaba una gestión empresarial con mayor efectividad y adaptación al medio colombiano, que las celebradas y conocidas teoría Ζ de W. Ouchi y teoría X de F. Taylor (Ramírez Sicard, 1989).

Casi como consecuencia imprevista, las contribuciones de Alberto Mayor al estudio de las empresas, sus gestores y protagonistas hicieron que se lo considerara en sectores relacionados con las facultades de administración como un destacado investigador del pensamiento administrativo nacional. Por otra parte, en este mismo medio, fueron valorados y publicados sus aportes relativos al fenómeno de las modas administrativas y el impacto de los bestsellers gerenciales en Colombia.

Igualmente, substanciales aportes de Mayor y otras contribuciones de la sociología especial por él impulsada se han impartido como parte de la asignatura Sociología industrial a estudiantes de ingenierías y diseño industrial, entre otras disciplinas.

Este variado público interesado se explica por los diversos ámbitos que abordó e interrelacionó el autor: ingeniería y empresa; obreros y patronos; lo político y estatal; historia económica y empresarial; cultura y valores.

Orientación práctica y aplicada en la docencia

En lo que respecta a la docencia cabe destacar que, al igual que en la actividad investigativa, se pretendieron ejercitar la aplicación de conceptos claros y meditados sobre las realidades inmediatas y procesos significativos. La pedagogía aplicada lograba una asimilación de las categorías por medio de la confrontación de la realidad en diferentes ejercicios y experiencias prácticas que facilitaban la comprensión de los temas.

Puedo recordar una de mis primeras clases de Sociología industrial en las que el profesor Mayor llegó con una gran maleta llena de variados utensilios de trabajo y entregó uno a cada estudiante, como parte de una ejercicio destinado a comprender las nociones elementales de herramienta, aparato y máquina; la forma como podían definirse y diferenciarse desde la lógica de la manipulación humana; del mismo modo que desde los paradigmas de Marx y Weber.

Se pretendía una aproximación lo más práctica y directa posible, a partir del examen de documentos generados en los procesos empresariales e ilustrativas visitas de observación a diferentes firmas y medios productivos.

En una ocasión visitamos una pequeña empresa llamada Siderúrgica Corradine, en el municipio de Pacho, fábrica que había sido administrada por tres generaciones de descendientes de un técnico inglés llegado al país para laborar en los primeros años de esa antigua ferrería. Hallamos un horno eléctrico rodeado de trabajadores campesinos que laboraban junto con sus hijos, menores de edad, un lugar donde las infaltables garrafas de chicha completaban un proceso productivo que, a pesar de su rudimentario atraso, abastecía a la capital de tapas de hierro para los medidores de la Empresa Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y cuyos dueños se ufanaban de exportar los excedentes. Similar experiencia vivimos al visitar la antigua planta de Textiles Samacá, en una localidad boyacense.

Aprendíamos que se trataba de realidades solo posibles en el ocaso de nuestra etapa de industrialización sustitutiva de fines de los años ochenta; concluíamos también que, salvo por el elemental horno eléctrico de aquella pretendida siderúrgica y algunos dispositivos de generación de la textilera, todo lo demás reflejaba muy bien los procesos productivos usuales de las fábricas de fines del siglo xix.

Otro tanto podíamos concluir observando la tecnología de convertidores de arrabio en la siderúrgica Paz de Río, con respecto a los sistemas dominantes al final del siglo xx. Aunque también podíamos identificar procesos más avanzados y eficientes, la abigarrada mezcla de tecnologías y equipos de varias épocas nos colocaban frente a nuestra inevitable superposición de etapas de desarrollo de la técnica, y nos inspiraba algunas ideas sobre la construcción de un museo de la técnica y el trabajo, porque algunas de aquellas fábricas parecían museos vivos.

Si se observan contextos empresariales más avanzados, las categorías -ahora trivializadas y convertidas en definiciones sucintas- podían asimilarse en su complejidad e impacto humano. Sobre este aspecto, recuerdo haber comprendido plenamente lo que significaba el trabajo taylorizado gracias a la observación de los movimientos sincronizados para el ensamblaje de llantas, y al prestar atención a las explicaciones de un ingeniero frente a uno de los puestos de ensamblaje en crudo en la planta de Icollantas, ya cerrada. Del mismo modo, los procesos organizados bajo cadena de ensamble de firmas automotrices, con sus limitaciones de fordismo periférico y pobre productividad, frente a las plantas de las mismas casas fabricantes en otros países.

Sin embargo, tal vez las más importantes lecciones sobre exploración y estudio de los fenómenos del trabajo, la técnica y la organización se generaron en el persistente trabajo investigativo del profesor Mayor, quien se entregó a un seguimiento entusiasta de pistas, genealogías, relatos familiares, libros incunables, fotos antiguas, entre otros recursos, y que en sus estudios acudió a variadas e imaginativas formas de aproximación a temas susceptibles de combinarse y potenciarse, por ejemplo, la Arqueología Industrial, de especial interés para escudriñar los vestigios de nuestro maquinismo y vida fabril.

El método biográfico genera narraciones fascinantes

Dentro de su variada producción académica, sus ejercicios biográficos compendian todo su conocimiento y experiencia. En los textos sobre Alejandro López y Julián Cook emprendió una ardua y ambiciosa tarea con el fin de comprender, más allá de los obvios y conocidos datos, las inclinaciones y búsquedas de los personajes en el marco de una época. Se deben sopesar determinantes que pueden ser identificadas por el biógrafo, así como el contexto complejo y oscuro de opciones y alternativas que también estuvieron presentes y tuvieron un significado y valor dentro de las realizaciones vitales del protagonista.

En el caso de López, el elemento honorífico estamental trasmitido por una familia artesana se proyecta de modo sorprendente tanto en sus escritos y polémicas como en sus diversos roles y acciones en el sector privado empresarial, público y político. Así ocurre, por ejemplo, en una discusión enmarcada en los efectos de la crisis del 192g, allí opone el valor del trabajo industrial en la empresa frente a la esterilidad de la renta financiera y sus perjuicios sobre la sociedad. El autor reconstruye el contexto del debate teórico del keynesianismo en Inglaterra y sopesa cómo López construye sus posturas con algún nivel de originalidad y esboza ideas destacadas para la época, como la de la necesidad de intervención del Estado.

Sin duda, a pesar de todas las reservas metodológicas que se tengan sobre la biografía como recurso analítico, este es un caso muy ilustrativo en el cual se logra definir las tensiones entre determinantes del entorno y la estructura social, por una parte, así como las aspiraciones y opciones del individuo, por otra. El análisis de la vida de Alejandro López muestra su esfuerzo por sobreponerse a esos condicionamientos y ser fiel a sus convicciones; y logra una excelente aproximación desde su enfoque so-ciohistórico a la forma en que las élites de la época controlaban el poder y concretaban proyectos políticos excluyentes.

Una narrativa sobria, precisa y cautivadora

Un mérito indiscutible de los estudios de Mayor es la construcción de una aproximación sensible en cuanto la recreación de las vidas de los actores sociales relacionados con el trabajo, sean ellos empresarios, ingenieros, inventores, adaptadores, artesanos, trabajadores calificados, etc. Pues logra que se perciban como algo más que estructuras, sectores de clase o datos de una estadística que siempre será incompleta y fragmentada. La comprensión de sus aspiraciones alrededor del trabajo, el sentido que dan a sus acciones, sus afiliaciones e identidades, sus logros y derrotas se abordaron desde la teoría de la acción social de Weber, combinada con elementos de la psicología y la ubicación sociohistórica de cada entorno y época.

La buena narrativa se percibe en sus diferentes textos. Es justamente esta la que permite comprender más fácilmente varios de los componentes de la cultura laboral: el influjo de las tradiciones de trabajo compartido, la proximidad entre patronos y trabajadores antioqueños y los mecanismos católico-tayloristas empleados por las élites empresariales para asegurarse el compromiso y la disciplina de trabajo.

Sus textos definen con precisión el heterogéneo mundo de los artesanos en Colombia durante los siglos xix y xx, y muestran sus orientaciones estamentales y expectativas por construir una imagen de respetabilidad y honor, en una lucha contra sus inclinaciones proclives a la indisciplina y la molicie, en un entorno en el que ya despuntaba la industria. En el mismo sentido, el trabajo sobre escuelas de artes y oficios rescata y valora las vidas, casi olvidadas, de sus instructores y maestros, al describir sus ideas sobre la dignidad del saber práctico y los frutos del trabajo aplicado.

A pesar de la complejidad de los artesanos como objeto de estudio, en ese espacio en el que se confunden sociología e historia, la reconstrucción del contexto y los elementos del sentido de la acción social hacen inteligible lo singular y lo subjetivo de una categoría social en la que tienen cabida tanto sastres como tipógrafos -con una ilustración sobresaliente- como seres derrotados y sin horizontes, como los dos artesanos que asesinaron a Rafael Uribe Uribe.

En la biografía del ingeniero Alejandro López se recrea la sociedad de la primera mitad del siglo xx, a través de la vida de un protagonista con ascendencia artesana liberal, facciones indígenas, elaboradas percepciones sobre los problemas nacionales así como soterradas y abiertas confrontaciones bipartidistas. En la reconstrucción de las diferentes etapas de la vida del protagonista se desenvuelve una trama y se pone en escena una historia atrayente.

Los resultados de investigación aquí examinados -por su manera de abordar el objeto, estudiarlo, contrastarlo con procesos de otras latitudes, narrarlo con precisión y calidez en volúmenes acompañados de fotos, ilustraciones y extractos de los documentos más ilustrativos- no se inscriben en los típicos parámetros del parco y frío escrito de journal. Es por ello que el autor logra un impacto y alcance más amplio, porque va más allá del estrecho espacio de los especialistas y conocedores del tema, con lo que consigue atraer a lectores e interesados de otras disciplinas, así como a otros que se encuentran fuera del medio académico.

Un artesano intelectual

En síntesis, con estos párrafos he pretendido reconocer la labor de un académico que no solo inició los estudios en sociología del trabajo y nos alentó a continuar, sino que ha producido libros que inspiran y pueden ser disfrutados. Alguien que puede ser el artesano intelectual del que habló Wright Mills, por no separar el trabajo de su vida y vivir con pasión la exigente y paciente labor que para sí ha escogido.

Se encuentra aquí el impulso y el disfrute de roer un asunto, seguir una pista, pensar un problema fundamental por sus repercusiones en el presente, en cuyo tratamiento, como decía George Duby, importa más la caza que la presa; una labor que no corresponde al imperativo trivial de "publicar o perecer", sino más bien a la incierta fórmula salvadora del protagonista de la Náusea de Sartre: "escribir una historia bella y dura como el acero".

Referencias

Dahrendorf, R. (1965). Sociología de la industria y de la empresa. México D.F.: Unión Tipográfica y Editorial Hispano Americana.

Mayor, A. (1984). Ética, trabajo y productividad en Antioquia. Bogotá: Tercer Mundo.

Ramírez Sicard, R. (1989). Teoría A: concepción para el hombre colombiano. Dirección ejecutiva: técnicas de gerencia en acción, (238), 161-188.

Homenaje a Julio Puig Farras: un pionero de la sociología del trabajo en Colombia **

Ricardo Aricapa Ardila ***

** Texto publicado originalmente por la Agencia de Información Laboral de la Escuela Nacional Sindical, en http://ail.ens.org.co/cronicas/julio-puig-farras-pionero-la-sociologia-del-trabajo-colombia-homenaje/

*** Investigador y periodista vinculado a la Escuela Nacional Sindical. Periodista egresado de la Universidad de Antioquia. Trabajó en Caracol Radio y los periódicos El Mundo y El Colombiano. Premio Nacional de Periodismo "Antonio Nariño" 1986. Algunos libros publicados son: Historias de mi estación, metro de Medellín; Medellín es así, crónicas y reportajes; La persistencia de las ideas, 70 años de la Biblioteca de la U. de A.; Comuna 13, crónica de una guerra urbana.

Julio Puig Farras, ciudadano español radicado en Colombia desde 1968, es reconocido como uno de los primeros intelectuales que en el país, que desde la disciplina de la sociología abordó los temas referidos del mundo del trabajo.

Junto con Fernando Urrea, Anita Weiss y Alberto Mayor Mora, todos pioneros de la sociología del trabajo en el país, Julio Puig ha sido merecedor de varios homenajes, entre estos el que se entregó en el marco del congreso previo de la Asociación Latinoamericana de Estudios del Trabajo, que se realizó en el 2015, en la Universidad Javeriana de Bogotá.

Con sus investigaciones y escritos, Puig amplió el horizonte del conocimiento en diversos temas relacionados con el mundo laboral y sindical, de la mano de los principales teóricos en la sociología del trabajo, en especial de la escuela francesa, pues en su formación en la Universidad de París fue alumno de Alain Touraine y asistió a cursos de otros influyentes sociólogos de fama mundial, como Manuel Castells y Michel Crozier.

Ya en Colombia, y a lo largo de cuarenta años, su aporte lo hizo en principio como profesor de las universidades Nacional y de Antioquia, en esta última fue tres años decano en la Facultad de Educación. Después, una vez pensionado y como socio de la Escuela Nacional Sindical, se dedicó de lleno desde finales de la década de los ochenta a investigaciones sobre el mundo del trabajo en el país.

El siguiente es un corto perfil de su vida y obra:

Refugiado de guerra

De una u otra manera, a Julio Puig le tocó vivir en carne propia varios de los grandes acontecimientos del siglo xx, empezando por la guerra civil española, que estalló el año en que él nació en Coll de Nargo, provincia de Lérida, en Cataluña, en un hogar de origen campesino, en una familia en la que los hombres (su padre y sus tíos) eran activistas de la Federación Anarquista Ibérica y tenían vínculos con el movimiento obrero anarquista.

Cuando la guerra civil entró en su etapa final y las fuerzas nacionalistas ocuparon Barcelona y subieron por el valle del Segre, su familia tuvo que huir a Francia por la frontera, que estaba cerca. Ya en Francia su padre fue confinado en un campo cercano a la frontera, mientras que a las mujeres y los niños los llevaron a un albergue de refugiados en una localidad cercana a París.

En ese albergue estaba él cuando se inició la Segunda Guerra Mundial y Alemania invadió a Francia. Entonces el Gobierno necesitó mano de obra y dispuso de los extranjeros confinados en las fronteras, entre ellos su padre, quien una vez libre se dirigió a una aldea al sur de París, en la que la familia, que estaba dispersa, se volvió a reunir. En 1948, tres años después de terminada la guerra mundial y con la esperanza de que pronto cayera el régimen del General Franco y todos pudieran regresar a España, la familia se trasladó a Lavit, pueblo del suroeste de Francia, no lejos de la frontera catalana.

Pero no resultó como lo esperaban, su exilio en Francia fue bastante y su familia vivió años de pobreza. Estudió gracias a una beca que le dio el Gobierno en un instituto de formación profesional -similar al Servicio Nacional de Aprendizaje (sena), en Colombia- en el que se inició en el aprendizaje de la carpintería. Hasta que la suerte quiso, porque a los diecisiete años tuvo una grave lesión jugando fútbol, que derivó en la amputación de una de sus piernas. Fue un evento que, mirado por el lado positivo, hizo que el Gobierno francés se ocupara de él y le otorgara una pensión vitalicia, que aún sigue cobrando.

Además, a raíz del accidente, le otorgaron becas para reiniciar nuevos estudios. Es así como pudo estudiar una carrera de administración y comercio en Toulouse de la cual se graduó en 1961 en el Institut d'Etudes Politiques de la Universidad de París. Después regresó a Madrid, donde pasó una larga temporada vinculado a los grupos antifranquistas y al movimiento estudiantil y obrero. Pero antes de este regreso se le presentó la oportunidad de viajar a la Yugoslavia del Mariscal Tito, invitado por la liga socialista de ese país. Allí, en la Universidad de Belgrado, hizo un curso de especialización en sistemas de autogestión.

Su siguiente puerto académico fue de nuevo París, donde hizo estudios de doctorado en Sociología del Trabajo entre enero del 1966 y mayo de 1968. Fue en ese momento que conoció a Alain Touraine, un destacado exponente de la intelectualidad francesa, conocido en particular por sus investigaciones sobre la sociedad posindustrial y la sociología del trabajo. Asistió a su seminario sobre movimientos sociales de La Ecole Pratique des Hautes Etudes, y se inscribió en el doctorado que Touraine dirigía en la Faculté des Lettres et Sciences Humaines de Nanterre. Allí también recibió clases del Michel Crozier, figura mundial de la sociología, y de Manuel Castells, el teórico de la sociología en la era del Internet; también por azar conoció a Fernando Henrique Cardoso, profesor externo de esa facultad, quien después fue presidente de Brasil.

En esas estaba cuando estalló el terremoto de Mayo del 68, el movimiento estudiantil y obrero que paralizó a Francia durante dos meses completos, y que a él le tocó vivir y padecer de cerca, porque una de sus consecuencias fue la reestructuración del sistema educativo francés que ordenó el presidente De Gaulle, que mantuvo las universidades cerradas hasta nueva orden. Eso le planteó un dilema: esperar la reapertura de la universidad y terminar el doctorado, o anticipar su viaje a América, un proyecto que venía acariciando de tiempo atrás. Quería probar suerte en esta parte del mundo.

Llegada a Colombia

Colombia era un país que conocía de oídas, por una estudiante colombiana con la que sostuvo una amistad en París. Con esa sola referencia y una carta de recomendación escrita por Alain Touraine, en la que elogiaba su trabajo como investigador, llegó a Bogotá en octubre de 1968, a la edad de treinta y dos años. Se encontró con una ciudad fría, enmarcada por verdes praderas en las que pastaban vacas holandesas, más parecidas al ambiente francés que al paisaje tropical que esperaba encontrar.

No le fue difícil encontrar una plaza como profesor en el recién reestructurado Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, que en ese momento necesitaba profesores tras el debate interno que determinó la salida del decano, Orlando Fals Borda, y un grupo de profesores. El debate tenía que ver, en parte, con los cuestionamientos acerca del modelo teórico de la sociología que se impartía, inspirada en las escuelas funcionalista y empirista norteamericanas.

Su primer acercamiento profesional a la sociología del trabajo fue un curso de sociología industrial que dictó en aquel departamento, basado en la escuela creada por Georges P. Friedmann, teórico francés que estudió las relaciones entre el ser humano y la máquina en las sociedades industriales en la primera mitad del siglo xx, considerado por ello uno de los padres de la sociología del trabajo.

Fue profesor del programa de sociología de la Universidad Nacional de Colombia todo el año de 1969, durante el cual conoció a Beatrice Hartz, su futura esposa, egresada de ese programa. Ella acababa de vincularse como profesora en la sección de sociología de la Universidad de Antioquia. Por esa razón, a principios de 1970, se trasladó a Medellín, donde también obtuvo una plaza como profesor en esa misma universidad. Al año siguiente se casaron.

En la Universidad de Antioquia dictó clases en sociología durante dos semestres. Luego pasó a dirigir, en la Facultad de Educación, el primer departamento de investigación creado en esta universidad.

Para ese momento (comienzos de los años setenta) las universidades públicas del país estaban convulsionadas, y la de Antioquia en grado casi anárquico. Los paros y las pedreas estaban al orden del día, tanto que la mayoría del tiempo la universidad permanecía cerrada. Las autoridades reaccionaron, suspendieron el estatuto de la Universidad de Antioquia y de la Nacional e implantaron regímenes internos autoritarios.

Esa situación lo aburrió y volvió a Bogotá a trabajar por dos años en un Instituto de Investigación Pedagógica (Icolpe) que se creó en el gobierno Lleras, pero que el gobierno Pastrana decidió eliminar, y volvió a quedar en el aire. Para entonces ya tenía dos hijos con Beatrice: Felipe e Isabel, hoy arquitecto el primero y comunicadora del medio televisivo la segunda.

Una vez cerrado Icolpe decidió regresar a la Universidad de Antioquia, ya recompuesta en su situación interna. Llegó a la Facultad de Educación, de la cual fue su decano entre 1976 y 1979. Montó dos programas de posgrado en investigación social y pedagógica, con una estructura curricular original.

Vinculación a la Escuela Nacional Sindical (ENS)

A mitad de los años ochenta Puig hizo parte del grupo que inició la Escuela Nacional Sindical en Medellín. Este grupo, del cual participó también Beatrice Hartz, su esposa, lo integraron profesores universitarios, profesionales y algunos sindicalistas, en su mayoría militantes de izquierda y muchos de la corriente del Partido Firmes de entonces.

Esa vinculación con la ENS, ya en uso de su pensión de jubilación en 1989, marcó un cambio cualitativo en su trabajo de investigador, porque pudo dedicarle más tiempo a temas del mundo del trabajo. Por otra parte, la postura democrática y pluralista de la ENS le dio total libertad en el abordaje y enfoque de los temas, así fueran políticamente incorrectos en el agitado medio sindical. Muchas de estas investigaciones las hizo con Beatrice, su esposa, quien lo llevó a interesarse por el estudio de los nuevos modelos de organización del trabajo.

En aquellos años, junto con Beatrice Hartz y Ernesto Ramírez, hizo una investigación para Colciencias sobre relaciones industriales y calidad total, concepto este que estaba de moda en el sector empresarial, y otros tres estudios sobre un modelo de currículo para educación básica basado en competencias laborales generales, el mercado laboral del sector financiero y la venta directa, así como la confección informal en el Hueco de Medellín.

En este mismo periodo, realizó un estudio sobre negociación de la flexibilidad del trabajo para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y coordinó una investigación en Colombia sobre la evolución de la negociación colectiva, que era parte de un proyecto que cubría los países andinos. Para el Ministerio de Educación, a través de Corpoeducación, adelantó dos estudios sobre los modelos de competencias en las empresas y los sistemas nacionales de formación para el trabajo.

Hasta el día de hoy se ha mantenido muy activo, siempre participando en nuevas investigaciones sobre temas laborales y sindicales. Pero con pocas de ellas, dice, quedó completamente satisfecho, ya que no tuvieron el desarrollo esperado y quedaron a medias, casi siempre porque se acababan los recursos. No pocas quedaban en el informe estadístico, faltándoles la parte analítica. Afirma Puig:

En Colombia es difícil la continuidad en una línea única de investigación, la que es importante para avanzar porque en la investigación cuentan tanto los resultados que produce como los problemas nuevos que plantea, que son los que permiten profundizar en el conocimiento. (2015, 28 de julio)

Sus palabras permiten inferir que comparte el pensamiento de Juan Carlos Celis, profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, y socio de la ENS, quien recientemente presentó un estudio que pinta el panorama de la sociología del trabajo en Colombia, el cual, pese a algunos avances importantes, no ha tenido la relevancia que tiene en países como México, Argentina o Brasil. Según Celis, la sociología del trabajo en nuestro medio no ha logrado producir una visión integral, totalizante, de los procesos generados en el mundo del trabajo. "No ha superado el umbral de una dinámica más fértil, que produzca sinergias", afirma. Entre otras cosas porque hay poca comunicación profesional, lo que se produce no tiene buena circulación y es poco leído.

Lo otro es que escasean los medios que facilitan la comunicación interprofesional, como son los congresos, las redes, la financiación, entre otros factores. Puig reconoce que, en su caso, su trabajo ha sido insular, aislado, y ello, ante todo, por inclinación personal. No es pues un sociólogo que se deje ver mucho en los congresos, simposios o seminarios de sociología.

En su concepto, los aportes de los sociólogos del trabajo deberían tener inluencia en el momento de trazar planes y políticas públicas en materia laboral y social. Anota

Las reformas laborales tienen que apoyarse en las investigadones y el conocimiento de las realidades del trabajo. Pero eso no se da. Primero se revisan sistemas y legislaciones de otros países de Europa o Estados Unidos y las trasplantan a Colombia, antes que apoyarse en el conocimiento local. (2015,28 de julio)

Su obra

Para finalizar, a continuación se presentan las publicaciones más destacadas en la vida académica de Julio Puig.

Libros

Puigj J. (1994). La tendencia a la descentralización de la negociación colectiva. Alternativas sindicales para el nuevo milenio. Medellín: ENS.

Puig, J. (2007). El mercado de trabajo del sector financiero y una comparación con el mercado de trabajo de la venta directa. Medellín: ENS.

Puigj J. (2009). Capital social reticular: empleo, auto empleo y emprendimiento en recién egresados de la educación superior. Medellín: ENS.

Puig, J. (2012). La estructura de la producción tercerizada en el distrito industrial de la confección informal de El Hueco de Medellín. Medellín: ENS.

Puig, J., Ballesteros, C, Hartz, B. y Vasquez, H. (1999). T endencias y contenidos de la negociación colectiva en Colombia 1990-1997. Bogotá: ΟΙΤ, Ministerio del Trabajo, PNUD.

Puigj J., Hartz, B. y Vásquez, H. (1993). Apertura económica. Casos de Fabricatoy Coltejer en el sector textil. Medellín: ENS.

Puig, J. y Hartz, B. (1999). Negociación de la flexibilidad del trabajo. Medellín: ENS/OIT. Artículos en revistas especializadas

Puigj J. (2006). El actor sindical en la transformación del sistema financiero. Revista Controversia, (187). Consultado el 15 de junio del 2017 en https://www.revistacontroversia.com/index.php?joumal=controversia&page=article&op=view&path%5B%5D=166

Puig, J. (2010). Los riesgos de la subcontratado!! laboral y la contratación laboral atípica. Revista Cultura y Trabajo, (81), 25-32.

Capítulos de libros Puig, J. (1990). La organización del sindicalismo colombiano. En M. E. Cárdenas (comp.), El sindicalismo en Colombia: situación y perspectivas (pp. 232-258). Medellín: ENS.

Puig, J. (1999). Principios del derecho del trabajo: aproximación histórica y filosófica. En J. C. Soruco (ed.), Impacto de la globalización en los derechos del trabajo (pp. 7-22). La Paz: CEDÍA, Proyecto Control Ciudadano.

Puig, J. y Hartz, B. (1999). La revolución de la contratación colectiva en Colombia, 1990-1996. En Globalización, apertura económica y relaciones laborales en América Latina y el Caribe (pp. 339-365). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Fuentes primarias

Puig, J. (2015,28 de julio). Entrevista por R. Aricapa Árdila. Medellín.

Fernando Urrea Giraldo: un esbozo de biografía intelectual

Carlos Mejím ****

**** Sociólogo y Magíster en Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. Investigador del Cidse, profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle. En este departamento fue director y coordinador de la Maestría en Sociología. Miembro de la Red de Estudios del Trabajo de Colombia, la Asociación Latinoamericana de Estudios del Trabajo y del grupo de Estudios Etnico Raciales y del Trabajo, (Colciencias A). Autor de publicaciones nacionales e internacionales sobre trabajo, tecnología e historia empresarial, sobre la historia de Cali y sobre Pierre Bourdieu. Compilador del libro So ciedad, intervención social y sociología publicado por la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle en el 2012.

El texto que presento es apenas un breve esbozo de biografía intelectual, dada la dificultad de resumir en unas cuantas páginas tan dilatada experiencia vital, intelectual y académica. Entretejida en esa experiencia marcha una obra que se remonta a finales de los años sesenta del siglo xx y que hoy, bien entrado el siglo xxi, crece con aportes sustantivos al desarrollo de diversas temáticas. Predominan en ellas los estudios del trabajo, articulados a los de raza, género y sexualidad, aunque la premura del tiempo solo nos permite mencionar algunas de esas investigaciones, centrándonos en las referidas al mundo laboral moderno.

Anthony Giddens elaboró, quizá por vez primera, una breve y rica síntesis que combinaba tanto la vida política como intelectual de Max Weber. Con ello nos alejó de una sociología, académica en exceso, que tendía a separar la obra teórica del gran sociólogo de su circunstancia vital en el complejo entorno social y político que le tocó en suerte. Intentaremos aquí mantener ese enfoque.

Fernando nació en Bogotá en el seno de una familia influyente, por el lado paterno, con raíces en el Oriente antioqueño próximo a Medellín y vinculada al comercio por el río Magdalena debido a la importación de vehículos Ford y de paños ingleses. Una orientación política de carácter democrático de algunos miembros de la familia Urrea ligaba su entorno familiar con el ala progresista del Partido Liberal que comandaron, en su momento, Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo. En alguna temporada de su niñez en una región de Cundinamarca debió presenciar graves episodios de la violencia que aquejaba al país.

Hizo sus primeros estudios en el colegio San Luis, institución ligada a la memoria de la élite caleña y vallecaucana, cursó su bachillerato en Bogotá, en el Instituto del Carmen (hoy día Colegio Champagnat), institución de los Hermanos Maristas, de estilo conservador pero ligada a tradiciones pedagógicas francesas, rigurosa en la enseñanza de las ciencias naturales y sociales, las matemáticas y los idiomas inglés y francés. Al parecer de allí proviene su entusiasmo por las cifras, los datos y, en general, las estrategias cuantitativas y cualitativas en la investigación.

En aquel colegio, guardián de la defensa de la tradición, el joven Fernando se acercó a los círculos cristianos de izquierda, en el año de 1965, bajo la inspiración del Concilio Vaticano II. Una de las figuras que participaba en estos círculos era la socióloga María Cristina Salazar, profesora de la Universidad Nacional de Colombia. Por ese camino terminó por vincularse a la difusión del periódico Frente Unido, órgano del movimiento fundado por Camilo Torres, el denominado "cura revolucionario". Otra figura importante que tuvo influencia en la adolescencia de Fernando fue el sacerdote Gustavo Pérez Ramírez -amigo y compañero de estudios de sociología de Camilo Torres en la Universidad de Lovaina- quien nunca quiso asumir una posición política de izquierda. Gustavo, quien era primo hermano de la madre de Fernando, muy cercano al entorno familiar, le facilitó las primeras lecturas sociológicas a lo largo de sus estudios durante el bachillerato.

Más tarde, en sus años universitarios, en medio de los intensos debates que acompañaron la aparición de una izquierda nacional más o menos moderna, Fernando se comprometió con el Bloque Socialista, corriente política revolucionaria que orientaba sus acciones según postulados teóricos, y pudo acercarse a la lectura de pensadores como Jean Paul Sartre, Antonio Gramsci y Louis Althusser.

En ese entorno conoció ajóvenes intelectuales y políticos que entonces comenzaban a destacarse, como Humberto Molina, Bernardo García, Camilo González y Salomón Kalmanovitz, grupo en el que también merecen ser mencionados Alberto Corchuelo y Antonio Hernández Gamarra.

Una vida dedicada a la ciencia social

Fernando ingresó al Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia en 1966. Ya no estaba allí Orlando Fais Borda, pero permanecían profesores como Darío Mesa, Eduardo Umaña Luna, María Cristina Salazar, Magdalena León, Jorge Graciarena, Guillermo Briones, Milcíades Chaves, Enrique Valencia y Ernesto Guhl.

Apesar de las reconocidas figuras intelectuales en ese departamento, en su caso, la inluencia intelectual más notable vino de Ramón Pérez Mantilla, un connotado profesor de filosofia, muy cercano a Rafael Gutiérrez Girardot. Este profesor representaba una alternativa más refrescante que las rígidas lecturas de Weber o de Marx, dado que fue pionero en la difusión de las obras de Adorno, Horkheimer, Marcuse y Husserl, Althusser (con sus escritos sobre el joven Marx) y Foucault (con Las palabras y las cosas).

Al parecer, el examen de textos de sociología de la religión de Weber durante el primer semestre de sus estudios, notables por su materialismo, acompañó su ruptura con la fe católica, proceso que venía ya de sus lecturas de los textos evolucionistas de Theilard de Chardin, que conoció en el colegio por medio de los teólogos más progresistas que animaron el Concilio Vaticano II.

También en 1966 participó del primer estudio clásico sobre la clase obrera colombiana realizado por Daniel Pecaut, en el que hizo encuestas y entrevistas a trabajadores, dirigentes sindicales y gerentes en quince empresas de Bogotá, además de Acerías Paz del Río en Boyacá.

Colaboró luego en el procesamiento de los datos de la encuesta, trabajo que significó una importante contribución al libro Política y sindicalismo en Colombia, de Daniel Pecaut, que publicó la editorial La Carreta en 1973. Durante ese procesamiento como estudiante monitor conoció en el centro de investigación adjunto al Departamento de Sociología en esa época a la antropóloga Virginia Gutiérrez y al geógrafo catalán Miguel Fornaguera.

A través de su militancia en la juventud de la democracia cristiana de la época viajó a Chile, en 1967, y en este país se inscribió como estudiante de sociología en la Pontificia Universidad Católica de Santiago, en un entorno intelectual muy diferente al colombiano y mucho más conectado con las corrientes teóricas de Europa y Estados Unidos. En Santiago entró en estrecho contacto con exiliados brasileños, como Paulo Freire y Ernani María Fiori, al tiempo que asistió a varios seminarios llevados a cabo por los sociólogos Francisco Weffort y Fernando Henrique Cardoso, ambos vinculados como investigadores de la Cepal. Además asistió al seminario sobre historia colombiana que Antonio García Nossa, uno de los más brillantes intelectuales colombianos de todos los tiempos, llevó a cabo para Fernando y otros colombianos, en su oficina del Instituto de Capacitación e Investigación en Reforma Agraria (ICIRA) en Santiago de Chile.

Participó activamente en el movimiento estudiantil chileno, en los debates sobre el socialismo en ese país y sobre la revolución cubana, sorprendiéndolo allí la muerte de Ernesto Guevara. Su regreso a Colombia vino acompañado de importante literatura marxista producida por autores de Brasil, Argentina y Chile.

Retornó al Departamento de Sociología de la Universidad Nacional en donde fue monitor del profesor Mesa en la materia de Max Weber. Se graduó del pregrado en Sociología con una monografía sobre la compañía minera Chocó Pacífico en Andagoya. Años más tarde cursó una Maestría en Ciencia Política en la Universidad de los Andes, casa de estudios de la que Fernando destacó su apertura intelectual.

Desde el año 1969 visitó frecuentemente el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (dane), que por entonces fungía como banco de prueba de los noveles egresados de Economía y Sociología. En ese periodo se llevaba a cabo el famoso Seminario de Problemas Colombianos (Seprocol) en esta entidad, en el cual participaban jóvenes economistas y sociólogos vinculados a esta institución que habían hecho estudios en el exterior -Salomón Kalmanovitz, Soledad Ruíz, Bernardo García, Gabriel Misas, Alberto Corchuelo-. En ese año trabajó durante un mes en la Universidad del Tolima, entonces bajo la rectoría de Rafael Parga Cortés, para dictar un curso de Sociología rural, acompañado de trabajo de campo en fincas productoras de arroz.

En el año de 1971 se vinculó como profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia hasta que fue declarado insubsistente durante la rectoría de Luis Duque Gómez, debido a su participación política como asesor de la dirección sindical de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) y la Asociación Distrital de Educadores (ADE) en Bogotá. Su refugio, como el de muchos sociólogos de la Nacional, fue la Universidad Cooperativa de Colombia, entonces conocida como Indesco, institución en la que junto con José María Rojas, otro destacado sociólogo, apoyó el fortalecimiento del programa de Sociología de ese centro.

Entre 1972 y 1974 junto con Rojas, desarrolló las primeras investigaciones sistemáticas que conoce el país sobre el movimiento sindical en grandes empresas como Ecopetrol, Telecom, Colpuertos, Avianca, Bavaria, Fabricato y Coltejer, así como sobre cooperativas en Bogotá. El carácter rudimentario de las revistas académicas de la época llevó a que ese material, que mostraba de primera mano un creciente poder sindical en un periodo de intensa agitación sindical y política en Colombia, haya desaparecido.

En 1974 bajo la rectoría de Luis Carlos Pérez, el denominado rector marxista, Fernando regresó a la Universidad Nacional, invitado por Antonio García Nossa, quien era el nuevo vicerrector académico bajo la nueva rectoría, pero esta vez al Departamento de Economía, para dictar cursos de Economía latinoamericana, Historia económica y social de Colombia e Introducción a la economía, como profesor alterno del mencionado Antonio García. El protagonista de esta historia recuerda esa experiencia como exigente y formadora, gracias a la discusión y al trabajo conjunto con ese notable pensador. Durante un año fue profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), en Tunja.

Entre 1976 y 1977 Fernando llevó a cabo otro estudio pionero denominado Mercados de trabajo y migraciones en la explotación cafetera, con recursos de la Fundación Ford, del cual salió más adelante un libro publicado por la OIT y el Ministerio del Trabajo. Este estudio analiza las transformaciones en la estructura productiva del sector cafetero en el periodo transcurrido entre los años sesenta y mediados de los años setenta del siglo xx y la conformación de mercados de trabajo, locales y regionales.

El libro, publicado en 1976, es notable por el ejercicio cuantitativo, pues muestra la evolución de la fuerza de trabajo cafetera en explotaciones tradicionales y tecnificadas, a partir de la aplicación de una encuesta a los trabajadores del sector, además registra desde entonces el problema aún no resuelto de la mecanización de la recolección del café, cuya productividad hoy intenta elevarse con base en la aplicación de variantes del taylorismo asociadas con la medición de tiempos y movimientos. El estudio concluye, paradójicamente, que esa fase de tecnificación sin mecanización del cultivo, marcha paralela con la intensificación de la demanda de fuerza de trabajo.

Entre 1978 y 1980, desde la OIT y el Ministerio de Trabajo, coordinó un programa de investigaciones laborales centrado en las características de la fuerza de trabajo en cultivos estacionales como café, algodón, banano, arroz, papa y caña panelera, en el que participaron por vez primera, de modo conjunto, investigadores de las universidades del Valle, de Antioquia y de los Andes. En este programa colaboraron sociólogos y economistas de las tres universidades.

Se trata del primer gran estudio nacional sobre mercados de trabajos rurales y urbanos que se realizó en Colombia. Este trabajo dio lugar a la publicación de varios libros y al nacimiento del Centro de Investigación y Documentación Socioeconómica (Cidse), al cual se encuentra adscrito el grupo de investigación al que pertenecemos.

Entre 1981 y 1982 una beca como investigador junior en la Universidad de Nueva York le permitió realizar un estudio en esa ciudad sobre estrategias de vida e inserción laboral de los migrantes colombianos en el mercado de trabajo de los Estados Unidos, investigación en la que pudo contar con acceso a bases de datos de la primera encuesta sobre colombianos y dominicanos en la ciudad de Nueva York, a cargo del renombrado investigador en migraciones Douglas Gurak, sociólogo de la Universidad de Fordham. A partir de ese estudio empírico se produjo una publicación en inglés sobre estrategias migratorias de los colombianos en Nueva York y su inserción en el mercado de trabajo.

En 1982 Alvaro Guzmán, profesor de la Universidad del Valle, egresado de Sociología de la Universidad Javeriana y compañero de los tiempos de militancia en el Bloque Socialista, lo invitó a vincularse a la Universidad del Valle. Allí trabajó en distintos proyectos con Carlos Alfredo Cabal, vástago de una familia de la rancia burguesía terrateniente vallecaucana, de orientación marxista y vinculado a la investigación y a las luchas de los obreros azucareros del Valle del Cauca desde los tiempos de la huelga del Ingenio Riopaila de 1976.

En 1984 Fernando investigó sobre mercados internos de trabajo en la región vallecaucana, con el auspicio del SENA. El resultado de sus investigaciones, basadas en encuestas a 98 grandes empresas en un espacio que se extiende por las ciudades de Cali, Yumbo, Buga, Tuluá y Buenaventura, apareció en diversas publicaciones. Una de ellas explora los efectos del cambio técnico sobre la fuerza laboral a nivel de la estructura ocupacional y de la organización del trabajo en el Valle del Cauca. Lo novedoso del trabajo de Fernando reside en que logró anticipar fenómenos como los de subcontratación laboral entre el proletariado vallecaucano, años antes de que la temática de la flexibilidad se erigiera como la clave del advenimiento de un régimen de acumulación posfordista y de su correspondiente modo de regulación, del que, según escribió David Harvey en su trabajo clásico, abundan signos.

En ese orden de ideas, si la teoría de la regulación conserva alguna utilidad, y si, de acuerdo con Braudel y Lipietz, América Latina vivió un fordismo periférico y un taylorismo primitivo, quizá la región también viva un posfordismo de cuño periférico y primitivo.

Ello implica hoy, más que la desaparición, el refinamiento de cadenas de montaje que se extienden por el territorio, que han superado el espacio de las fábricas, además de la universalización de diversas variantes de medición de tiempos y movimientos. Así que Fernando combinó esta labor con asesorías a sindicatos de grandes empresas en Yumbo y otras localidades de la región vallecaucana.

En un estudio de 1987, Urrea presentó evidencia de las modificaciones en la estructura social interna de los ingenios azucareros vallecaucanos, en la que se combinan innovaciones técnicas y organizacionales y se difunde una amplia gama de controles de base microelectrónica, que racionalizan distintas fases del proceso de flujo continuo de fabricación del azúcar y exhiben su forma más acabada en la aparición de salas de control de procesos en tiempo real.

En 1988 Colciencias publicó un artículo de Fernando acerca del impacto de la microelectrónica y la informática sobre la organización del trabajo, el empleo y los niveles de calificación, en diversas actividades del sector moderno en Colombia. Aunque él declare hoy que entonces se sobredimensionó tal impacto, dado el atraso de la industria y la empresa nacionales, su lectura temprana de esa realidad repercutió en nuestras preocupaciones teóricas y empíricas, porque mostraba interrelaciones clave en los campos de la ciencia, la tecnología y la sociedad.

En 1993 elaboró para varias empresas del sector moderno del Valle del Cauca una tipología que combinaba diversos estilos de gestión empresarial con innovaciones técnicas y sociales y que, en la línea de la investigación desarrollada por Anita Weiss, exploraba la idea de que las empresas colombianas, antes que invertir en maquinaria y equipo, preferían promover estrategias como el control total de calidad, toda vez que implicaban menor desembolso monetario.

Hacia 1997 se dedicó a explorar dinámicas sociodemográficas, el mercado laboral y la pobreza urbana en Cali durante las décadas de los años ochenta y noventa, valiéndose de teorías de autores como Benjamin Coriat, Luc Boltanski, Eve Chiapello o Michel Freyssenet, aunque Fernando resaltó la duradera influencia que ha ejercido sobre sus investigaciones el libro clásico de Harry Braverman sobre trabajo y capital monopolista.

Fernando ha sido un hábil inspirador intelectual, capaz de entusiasmar e impulsar las carreras de jóvenes investigadores y ha tenido la virtud, rara en nuestro medio, de invitar a trabajar con él a investigadores de distintas trayectorias, campos y vertientes ideológicas.

Participé de una de aquellas experiencias, indagando sobre culturas empresariales en el Valle del Cauca, en una investigación auspiciada por Colciencias y la Corporación Calidad. Allí abordamos temáticas relativas a cambios técnicos, formas de gestión empresarial y de la fuerza de trabajo, tendencias a la innovación y a la reconfiguración de espacios sociales y geográficos, impulsadas por fenómenos como la globalización, o sobre el creciente peso del sector de los servicios frente a las manufacturas, dentro de una perspectiva teórica que privilegiaba los trabajos de Pierre Bourdieu y Joseph Schumpeter.

Fernando destaca fructíferos intercambios teóricos con la profesora Anita Weiss, el investigador alemán Rainer Dombois, Luz Gabriela Arango, Enrique de la Garza, Julio Cesar Neffa y Juan José Castillo. En otros campos, con Peter Wade, dentro de proyectos como el del antiguo Office De La Recherche Scientifique Et Technique Outre-Me (Orstom), ahora IRD, que incluía trabajos en Brasil, Francia y Colombia, o el proyecto Perla con Edward Téllez desde la Universidad de Princeton.

Son notables sus investigaciones sobre Cooperativas de Trabajo Asociado (CTA), que aparecieron durante las recientes victorias del proletariado azucarero ligado al corte manual de caña.

En tiempos de neoliberalismo, la teoría de las clases sociales retrocedió hasta casi desaparecer, pero como escribiera John Roemer, no se arroja una herramienta porque no sirva para todo. La complejidad del mundo que vivimos ha traído de vuelta tal teoría, crecientemente renovada a partir de los estudios de Pierre Bourdieu en su libro clásico sobre La Distinción.

Fernando ha encontrado que la teoría de las clases resulta imprescindible, no solo para explicar los fenómenos sociales relativos al trabajo, sino también los relacionados con la sexualidad, el género o la etnia. Más allá de esto, formula que para captar la naturaleza de estos fenómenos no basta con el reconocimiento de la teoría de las clases sociales si este no se hace extensivo a la lucha de clases como categoría analítica. La contundencia de esa afirmación recuerda espacios de vasta experimentación social, política y económica que acompañaron a la humanidad de comienzos del siglo xx.

Pero quizá las tempranas muestras de compromiso social de Fernando terminaron por decantarse en la recomendación de Bourdieu acerca de dotar de armas teóricas a los dominados. De este modo, su quehacer científico ha contribuido en Colombia y en América Latina a develar los mecanismos que informan tanto la dominación que sufren las poblaciones negras e indígenas, los colectivos de mujeres y las minorías sexuales, como las querellas que buscan trascender esa dominación. Estas temáticas han sido finamente tejidas dentro de su análisis de los avatares del mundo laboral moderno.

El legado de la profesora Anita Weiss en el surgimiento de la sociología industrial y del trabajo en Colombia

Wigberto Castañeda Hernández *****

***** Sociólogo y magíster en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Candidato a doctor en Geografía. Tiene una amplia experiencia en actividades como consultor privado y asesor en diagnósticos y proyectos sociales.

La consideración de esta trayectoria académica gira en torno a la mujer y su tiempo, a las circunstancias que la llevaron a la sociología, pero también a cómo su trabajo y sus preocupaciones dieron cuerpo junto con la obra del profesor Alberto Mayor, a la disciplina de la sociología industrial y del trabajo en los años ochenta en la Universidad Nacional de Colombia.

Sus padres eran austriacos, llegados a Colombia con los primeros estrépitos de la guerra europea, siempre vivieron agradecidos con el país que los recibió, pero no se integraron totalmente a la cultura y la manera de ser colombianas. Les dieron a sus hijos la libertad y el apoyo para escoger su estilo de vida y construirse su lugar en el mundo. "Yo decía que tenía pasaporte austriaco, pero siempre me sentí colombiana, yo nací en Colombia y quise integrarme al país", enfatiza Anita Weiss con la sencillez que siempre ha mostrado.

Educada en un colegio con formación universal, conectada con Europa y con sus lenguas, al terminar su educación secundaria optó por la Arquitectura, su primera inclinación. Pero todo esto era un mundo aislado, era como estar en Colombia pero vivir en Europa. Sentía un mayor interés por lo que podía vagamente describir en un principio como "lo social", integrarse al país pasaba por conocerlo mejor, por romper esa burbuja. Por lo demás, ser mujer y estudiar arquitectura era enfrentar el riesgo de terminar como dibujante en una firma dirigida por hombres.

Lo "social" la llevó a la Universidad Nacional de Colombia a estudiar sociología, una carrera de reciente aparición, cuyo principal promotor, el profesor Orlando Fals Borda, en ese entonces ponía pasacalles en las etapas de la vuelta a Colombia para seducir a los jóvenes con una nueva profesión. En 1963, cuando inició sus estudios, eran pocos los que se inscribían en la nueva carrera. La formación impartida se basaba en conceptos tomados del Manual de Armand Cuvillier. Los alumnos hacían prácticas metodológicas en el Barrio Las Colinas, vestidos de manera sencilla para no resaltar entre los habitantes del barrio, la mayoría migrantes de origen rural, como si eso fuera posible. Todo esto me lo cuenta riéndose. No había un pénsum como tal, cada profesor dictaba lo que le parecía más adecuado. Eran conceptos desligados, sin ninguna teoría, sin una orientación. Ser sociólogo al final era contar con una información abundante, pero sin una clara idea de para qué servía todo ello y menos aún cómo se aplicaba a la realidad colombiana. Realizó entonces sus estudios de posgrado en desarrollo, pero aún bajo esta misma orientación académica que ella consideraba insuficiente.

En 1969 se generó una reforma en el Departamento de Sociología que buscaba darle un mayor fundamento teórico a la carrera, que pretendía fortalecer los vínculos con las grandes tendencias de la sociedad contemporánea y alcanzar una mayor conexión y aumentar el compromiso con las exigencias de la realidad nacional, en una propuesta que se autodefinió como científica, nacional y política.

Con el cambio de orientación del departamento y el desarrollo del nuevo pénsum, Anita, junto con otros de sus compañeros de estudio, enfrentó la doble tarea de completar su formación y asumir labores de docencia. El reto fue todavía más apremiante por la renuncia de los antiguos maestros y por el clima de agitación política del cual la trágica muerte de Camilo Torres fue la cara más amarga para la profesión.

Los años setenta y la mitad de los ochenta encontraron a Anita concentrada en el departamento y luego en la Decanatura de Ciencias Humanas, en uno de los periodos más difíciles para ese departamento, y cuya descripción y análisis, por fortuna para mí, escapan a estas cortas líneas. Fue al final de este periodo cuando se produjo un giro que la condujo de una manera más decidida a los estudios de la industria, la técnica y el trabajo.

Viajó a Austria, como ella misma lo recuerda, "en busca de sus raíces". La idea, además, era especializarse, pero no a la manera de un estudio de posgrado formal, sino de conocer lo que se hacía en Austria y Alemania en materia de sociología, en especial de sociología industrial. Lo que buscaba era concentrarse en una sociología especial que permitiera realizar de manera concreta y práctica una propuesta lo más parecida posible a un programa de investigación, en el que confluyera una fundamentación teórica clásica, sustentada en Weber y Marx, la especificación de un conjunto de problemas, de unos interrogantes fundamentales relevantes para el país y para su desarrollo. Son, naturalmente, los mismos fundamentos de la propuesta nacional, científica y política que de joven la habían seducido. La sociología especial fue, obviamente, la industrial y del trabajo, que ya había empezado a consolidar al lado del profesor Alberto Mayor.

Desde un instituto de ciencias sociales austriaco generó contactos, abrió puertas, conoció al entonces presidente de la Asociación Alemana de Sociología, quien le puso al tanto del apoyo que la fundación Volkswagen-werk ofrecía para estudios sobre la técnica y el trabajo en América Latina. Dentro de ese programa de apoyo había un criterio que con el tiempo resultó de gran importancia: la selección de un investigador alemán para que forme parte del equipo.

La propuesta de investigación presentada sobre condiciones de trabajo en la industria colombiana era de clara orientación weberiana. Se trataba de estudiar empíricamente, a través de trabajo de campo en un conjunto de empresas de diferentes niveles de complejidad técnica, la influencia que ejercía la industria en las características personales, el destino profesional y el estilo de vida de los trabajadores, y de explicar cómo el desarrollo de la industria depende y se ve moldeado por las cualidades adquiridas por los trabajadores en virtud de su origen étnico, social o cultural y su género. Esta base teórica había sido fruto de la traducción al español que Anita había hecho y publicado del texto de Max Weber Influencia de la gran industria en el comportamiento de los trabajadores.

La vinculación al equipo de Rainer Dombois, investigador alemán, dinamizó, no sin tensiones, la relación (y en cierta medida la transformación) de este punto de partida desde la teoría clásica, con desarrollos contemporáneos en Alemania, Francia, Estados Unidos, España y México, país con el cual el profesor Dombois ya tenía relaciones.

Las dos construcciones conceptuales que emergieron de esta relación son de trayectorias ocupacionales y estrategias empresariales, que dieron sentido no solo a la investigación, sino que centraron gran parte de los esfuerzos de investigación durante varios años y siguieron evolucionando en formas más complejas y sutiles.

La investigación puso de presente las mutaciones que se estaban operando en Colombia tanto en la composición y las características de los trabajadores colombianos, como en la organización del trabajo y las estrategias empresariales. Al análisis de estos cambios, la profesora Anita dedicó su texto La empresa colombiana entre la tecnocraciay la participación: del taylorismo a la calidad total.

La importancia de esta investigación para el desarrollo de la sociología industrial y del trabajo en la Universidad Nacional de Colombia se puede examinar desde varios puntos de vista. Permitió el acceso a varias de las empresas más importantes del país, con trabajo de campo y entrevistas a trabajadores y directivos en situaciones reales de trabajo, al tomar la empresa como unidad de observación y análisis. Este acceso tenía una significación especial dentro del contexto de una débil institucionalización de la sociología. Por otro lado, se inscribía en una corriente metodológica, ya aplicada en varias investigaciones y tesis de la sociología industrial sobre historia empresarial y estudios de caso, que tomará fuerza con la confluencia del trabajo de varias universidades e investigadores colombianos.

La investigación permitió, con el apoyo de la Universidad de Bremen y del Departamento de Estadística de la Universidad Nacional, la aplicación y el desarrollo de metodologías cuantitativas, el uso de programas estadísticos como el sas y el SPSS, además del enfoque de Event History Analysys y análisis de sobrevivencia, cuyo desarrollo apenas se iniciaba a nivel mundial y que hoy está vinculado a los principales paquetes estadísticos comerciales. La presencia del profesor Dombois fue un catalizador que permitió la conexión con investigadores de México y, por esa vía, estimuló la vinculación de varios investigadores formados en el departamento, como la profesora Carmen Marina López y Edgar Valero, a estudios comparativos con América Latina.

A finales de los años ochenta la sociología industrial y del trabajo ya era un área establecida y consolidada en el departamento, y a ello habían contribuido los esfuerzos de la profesora Anita Weiss, como lo reseñan Olga y Gabriel Restrepo en su balance sobre la sociología. Luego de terminada la investigación sobre condiciones de trabajo, coordinó dos nuevos proyectos: uno dedicado al análisis de la subcontratación y otro, con el apoyo de Colciencias, orientado a una periodización de la historia de la técnica y el trabajo en la industria colombiana.

Entre los años 2006 y 2008, con el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad Nacional de Colombia, la financiación de Colciencias y el apoyo del dane, coordinó un nuevo estudio sobre la influencia de las tecnologías de información y comunicación (TIC) en el surgimiento de una nueva estructura organizativa: la organización sistémica con gestión "participativa", un análisis ya iniciado en su anterior libro sobre el taylorismo y la calidad total. Su interés se centró en al análisis de las nuevas formas del trabajo originadas en el uso de las tic, de las cuales el trabajo a distancia es apenas una de estas dentro de la indagación sobre qué tan extendido estaba el proceso de outsourcing y hasta qué punto el país se posicionaba como proveedor de servicios o funciones relocalizadas desde los países desarrollados. Se interesó también en la relación e imbricación de estas nuevas formas de organización con las tradicionales formas tayloristas y en la incidencia de las TIC en las tendencias del mercado laboral y las relaciones industriales en Colombia.

Entre investigación e investigación hubo dos preocupaciones que compartió con su colega y cómplice, el profesor Alberto Mayor: el posgrado de Sociología industrial y su aventura nunca materializada de un museo de la técnica y el trabajo, al estilo de los museos de Europa y Estados Unidos. Luego de una vida efímera el posgrado languideció, al menos en su versión soñada de ser un espacio de investigación sobre los problemas centrales del país y un centro de formación de nuevos investigadores. A este languidecimiento contribuyeron muchos factores, entre ellos las dificultades de contar con estudiantes de tiempo completo y las estrecheces de la financiación de proyectos que por su naturaleza no fueron realizables solo en gabinete, sino en los espacios reales de trabajo, lo que los hacía más complejos y más costosos.

Recientemente me habló con entusiasmo sobre las cooperativas italianas agroindustriales y sobre su idea de estudiar casos exitosos de empresas asociativas del campo colombiano, un tema promisorio, especialmente ahora cuando el futuro de la producción campesina y del desarrollo rural colombiano están indisolublemente ligados al fortalecimiento de la agricultura familiar y al éxito de las empresas asociativas. Me confesó que durante su vida como docente y como investigadora siempre estuvo, y aún está, convencida de la necesidad fundamental de las teorías clásicas para la comprensión de los problemas nacionales; señaló, sin embargo, que posiblemente faltó también una mayor apertura hacia los nuevos enfoques, un proceso nada fácil que aún sigue estando en el orden del día.

No creo haber hecho una presentación completa ni justa de la profesora Anita Weiss, tampoco era esa la intención. Lo más importante hoy es decirle que ocupa, junto con sus otros colegas homenajeados, un lugar privilegiado en el inicio y desarrollo actual de la sociología de la industria y del trabajo. Muchas gracias, Anita.

Cómo citar este artículo: Valero, Ε. Α., Aricapa, R., Mejía, C. y Castañeda, W. (2017). Homenaje a cuatro pioneros de la sociología del trabajo en Colombia. Rev. Colomb. Soc, 40(3),335-360.