Segregación digital en Bogotá:
una revisión a la infraestructura de las TIC para el acceso a internet
Daniel Felipe Duarte Hernández. Estudiante de la Maestría en
Gobierno Urbano de la Universidad Nacional de Colombia y geógrafo de la misma universidad.
Vinculación laboral con la Secretaría Distrital de Planeación. ORCID:
https://orcid.org/0009-0003-4935-9276 Correo electrónico: dfduarteh@unal.edu.co
Edward Camilo Garnica Bermúdez. Estudiante de la Maestría en
Gobierno Urbano de la Universidad Nacional de Colombia y geógrafo de la misma
universidad. Vinculación laboral con Esri Colombia.
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2539-2090 Correo electrónico:
ecgarnicab@unal.edu.co
Recibido: 17 de marzo de 2023 |
Aceptado: 26 de mayo de 2023 |
Publicado: 19 de abril de 2024 |
La segregación digital
territorial, una dimensión emergente de la segregación socioespacial, es un
campo de estudio ampliamente abordado en la literatura internacional al
respecto de los estudios sobre la difusión de las tecnologías de la
información. Sin embargo, salvo algunas excepciones, poco se ha explorado su
manifestación en la ciudad de Bogotá. El objetivo del presente artículo es
presentar evidencias sobre las condiciones de segregación digital territorial
en la capital colombiana y determinar que este es un fenómeno asociado a unas
condiciones de segregación preexistentes. La base del estudio se desarrolla
siguiendo la metodología de análisis cartográfico usada por Jeffer Chaparro
(2010) acerca del mismo fenómeno. El estudio se centra en la dimensión de los
estadios de segregación en la ciudad e identifica los elementos constitutivos
de la infraestructura de las tecnologías de la información y las comunicaciones
(TIC). En segundo plano, se abordan las actividades para las cuales los
ciudadanos usan internet; considerando estas como un factor determinante en el
uso real de esta tecnología. En este sentido, se observa que la concentración
de esta infraestructura se presenta de forma inversa a los hogares con mayores
privaciones socioeconómicas, distribuidos principalmente en las zonas de
periferia de la ciudad, en las franjas del suroriente y suroccidente. Aunque no
es el único factor explicativo, esta distribución desigual está directamente
relacionada con la segregación socioespacial.
Palabras clave: segregación espacial; segregación digital; tecnologías de la
información y la comunicación (TIC); infraestructura, Bogotá.
Digital
Segregation in Bogotá: A Review of ICT Infrastructure for Internet Access
Abstract
Territorial
digital segregation, an emerging dimension of socio-spatial segregation, is a
field that is widely addressed in the international literature concerning
studies about the diffusion of information technologies. However, with few
exceptions, there has been little research into its manifestation in the city
of Bogotá. The objective of this work is to present evidence on the conditions
of territorial digital segregation in the Colombian capital and to determine
that this is a phenomenon associated with pre-existing segregation conditions.
The study was developed following the cartographic analysis methodology used by
Jeffer Chaparro regarding the same phenomenon. The research focuses on
segregation stages in the city and identifies the constituent elements of
Information and Communication Technologies (ICT) infrastructure. Secondly, the
study addresses the activities for which citizens use the internet, considering
these activities as a determining factor in the actual use of this technology.
In this sense, it is observed that the concentration of this infrastructure
occurs inversely in households with greater socio-economic depravation,
primarily distributed in the peripheral areas of the city, the southeastern and
southwestern fringes. Although it is not the only explanatory factor, this
unequal distribution of infrastructure is directly related to socio-spatial
segregation.
Keywords: spatial segregation, digital segregation,
information and
communication technologies (ICT), infrastructure,
Bogotá.
Segregação
digital em Bogotá: uma revisão da infraestrutura de TIC para acesso à Internet
Resumo
A
segregação digital territorial, uma dimensão emergente da segregação
socioespacial, é um campo de estudo amplamente abordado na literatura
internacional no que diz respeito aos estudos sobre a difusão das tecnologias
de informação. Porém, com algumas exceções, pouco se tem explorado sobre sua
manifestação na cidade de Bogotá. O objetivo deste trabalho é apresentar
evidências sobre as condições de segregação digital territorial na capital
colombiana e determinar que este é um fenômeno associado a condições de
segregação pré-existentes. A base do estudo é desenvolvida seguindo a
metodologia de análise cartográfica utilizada por Jeffer
Chaparro sobre o mesmo fenômeno. O estudo centra-se na dimensão dos estágios de
segregação na cidade e identifica os elementos constituintes da infraestrutura
de Tecnologias de Informação e Comunicação (TIC). Em segundo plano, são
abordadas as atividades para as quais os cidadãos utilizam a Internet;
considerando estes como um fator determinante na utilização real desta tecnologia.
Nesse sentido, observa-se que a concentração dessa infraestrutura ocorre de
forma inversa aos domicílios com maior carência socioeconômica, distribuídos
principalmente nas áreas periféricas da cidade, nas franjas sudeste e sudoeste.
Embora não seja o único fator explicativo, esta distribuição desigual desta
infraestrutura está diretamente relacionada com a segregação socioespacial.
Palavras-chave: segregação
espacial, segregação digital, tecnologias de informação e comunicação (TIC),
infraestrutura, Bogotá.
Introducción
La segregación
socioespacial es un fenómeno que, en los estudios urbanos, generalmente se
expresa mediante la diferenciación en la concentración de grupos de individuos
que cohabitan en sectores específicos de la ciudad, dado que comparten
distintivos particulares: económicos, políticos, étnicos, etc. (Sabatini et
al., 2003). Sabatini (2006) indica que las ciudades latinoamericanas siguen
un patrón tradicional en el que los grupos de mayor capacidad adquisitiva se
establecen sobre centros históricos de aglomeración, que a menudo están en
proceso de abandono, en una dinámica de autoexclusión. Estos asentamientos son
complementados por una periferia lejana, o por núcleos visiblemente
deteriorados en inmediaciones del centro histórico, donde se asienta el resto
de la población, lo que evidencia patrones de diferenciación social. Este
fenómeno ha sido ampliamente estudiado en las ciudades de Colombia por
distintos autores, como lo demuestra la revisión bibliométrica de Mayorga
(2019). Esta revisión indica, entre otros aspectos, que este fenómeno implica
dificultades para que los ciudadanos accedan a bienes y servicios, así como a
los flujos de información que provee la ciudad.
El presente estudio
se centra en esta última característica, es decir, en el acceso a la
información, en contraste con los estudios sobre segregación socioespacial. Se
observa que es menor la proporción de referencias en la literatura sobre Bogotá
en lo que respecta a las formas en las que se inscribe una sociedad cuyo libre
acceso a la información se da de forma diferenciada al vincularse con las
tecnologías digitales.
La divisoria
digital[1], el tipo de
segregación del que se encargará este trabajo, se ha
explorado ampliamente en la literatura anglosajona desde finales del siglo XX.
Este término, que explora con atención la brecha de acceso a estas tecnologías,
fue abordado en la primera edición de la obra de Castells (1996), y en los
albores del nuevo milenio en las investigaciones de Bolt y Crawford (2002),
Chen y Wellman (2003), Compaine (2001), Hoffman et
al. (2000), Murelli (2002), Norris (2003) y Servon (2008), entre otros.
La tradición de los estudios sobre segregación
digital en Iberoamérica ha sido desarrollada de forma más reciente por
Chaparro (2007a; 2008a; 2008b) en Colombia y España, Toudert
(2013) en México, Escuder (2019) en Uruguay, Anderete (2022) en Argentina, entre otros. Para el caso de
Bogotá, Pinilla (2017) presenta un estudio que contextualiza la situación en el
nivel educativo medio de la ciudad, y un estudio similar en la Sabana de Bogotá
es desarrollado por Márquez y Chaparro (2014) en el municipio de Sesquilé.
A través de un análisis cartográfico descriptivo
y con base en la Encuesta multipropósito Bogotá-Región 2021 del
Departamento Nacional de Estadística (DANE) (2021), el presente estudio busca
visibilizar cómo la disposición espacial desigual de la infraestructura de las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha acentuado las
condiciones de segregación digital en Bogotá. De esta forma, el acceso a
internet en la ciudad se ha dado de manera diferencial, evidenciando que la
mayor concentración de hogares con privaciones de acceso a la red se ubica
principalmente en una franja general al suroriente y suroccidente,
identificadas como zonas de periferia urbana, y en correspondencia con la
localización de los hogares con condiciones socioeconómicas más vulnerables de
la ciudad. Esto visibiliza una forma de acentuación de unas condiciones de
diferenciación territorial preexistentes en la ciudad. El análisis es
alimentado con la visibilización del uso diferenciado
de internet para propósitos especializados diferentes al ocio, que dan nociones
sobre el grado de relacionamiento de la ciudadanía con una realidad urbana que
hace del uso de la red un vehículo de acceso a los servicios que provee la
ciudad.
La segregación digital
A modo de
introducción, para entender cómo el acceso a la información a través de
tecnologías digitales es evidencia de una nueva dimensión en la segregación
socioespacial, Castells (1996) explica, a través de un recorrido histórico,
cómo la divisoria digital es producto del acceso diferenciado a las TIC. La
trayectoria histórica de esta divisoria presenta los hitos que derivaron en la
creación de los microprocesadores. Estos circuitos dieron paso a los
dispositivos electrónicos y la creación de la red de comunicación que
eventualmente se convertiría en internet. Si bien la divisoria digital puede
ser rastreada hasta hitos de la tecnología en la historia de la humanidad
relacionados con la invención de la imprenta, el telégrafo, la radio y la
televisión, entre otros, el presente trabajo, se basará en lo que Castells
(1996) identifica como las brechas surgidas durante la Revolución de la tecnología
de la información[2],
un fenómeno internacional que se difundió ampliamente en Estados Unidos en la
década de 1970. Al respecto, Castells reconoce que, en el caso del acceso a
internet, se pueden identificar desigualdades que varían de un individuo a otro
debido a condiciones distintivas, como su lugar de residencia (rural o urbano),
origen étnico, nivel educativo, género, edad, capacidad adquisitiva, entre
otros. Estas desigualdades tendían a acentuarse más cuando dichas condiciones
se combinaban para el caso de un individuo en particular.
Rodríguez (2006)
coincide con Castells (1996) en que el fenómeno de la brecha digital se deriva
de la popularización de los ordenadores (dispositivos de acceso a la
información) y de internet, así como de su uso para introducir la comunicación
de las sociedades en un marco de globalización. La brecha es explicada a través
de la visibilización de que el acceso a los
dispositivos y a internet ha sido diferencial. De manera similar a otras
coyunturas históricas y con otros elementos, ya hay quienes tienen los recursos
para acceder a las TIC y quienes no. El autor identifica que la brecha digital
se corresponde con el reconocimiento de unos determinantes intrínsecos a
cada contexto geográfico en cuanto al acceso y uso de las TIC. Estos
determinantes pueden resumirse en tres categorías. En primer lugar, los
económicos: ingresos de los individuos/hogares, los costos de los dispositivos
electrónicos (un ordenador) y la suscripción a internet. En segundo lugar, los
demográficos: género, edad, origen étnico y su nivel de relacionamiento con las
tecnologías. Finalmente, los culturales: el idioma en que debe ser consultada
la información, el nivel educativo y la alfabetización, las condiciones de
marginación y la participación ciudadana.
De forma más reciente, Chaparro (2008a)
desarrolla un corpus teórico al respecto de la difusión de las que denomina Tecnologías
digitales de la información y la comunicación (TDIC), para explicar cómo la
segregación digital territorial es producto de un sistema económico y
político que permite la diferenciación socioterritorial
(Chaparro, 2007b). El fenómeno se desarrolla en el marco de las tres dimensiones
de análisis que explican la difusión de las TIDC a inicios del siglo XXI.
El trabajo de Chaparro (2008a) no se limita a analizar las posibilidades
tangibles del acceso y uso de las tecnologías, sino que presenta una
configuración multidimensional útil para rastrear la segregación digital:
1.
Una dimensión
multiescalar que permite indagar en los distintos niveles geográficos de
análisis (planetario, continental, estatal, regional, local) en donde las TDIC se
difunden masivamente. El objetivo es determinar la dinámica de la reproducción
diferenciada de segregación digital entre una escala y otra.
2.
Una dimensión multisectorial que no necesariamente
implica la incorporación exclusiva de los sectores productivos clásicos
(primario, secundario y terciario), sino que abarca una amplia gama de
actividades humanas que incluye, además de los anteriormente mencionados,
aquellas relacionadas con la innovación, cuya valoración se mide como resultado
productivo intrínseco del alto desarrollo y relacionamiento con las TIC.
3.
Una dimensión estadial que describe las capacidades de uso y
aplicación de conocimiento de un individuo: 1) motivación de acceso, vinculada
con el deseo de acceder a la tecnología; 2) acceso material, vinculada con la
factibilidad de recursos y acceso a la tecnología; 3) acceso a las habilidades,
vinculada a las habilidades intelectuales o experticia para el uso de la
tecnología; 4) uso real, vinculado con las formas de uso de la tecnología, dado
un contexto personal intrínseco a las condiciones sociales, culturales, de
estructura familiar, etc. de un individuo; 5) innovación, que implica la
transformación y retroalimentación.
El análisis sobre el acceso diferenciado a la
información adquiere una condición relevante en la medida que su limitación,
sumada a otras privaciones de las que puede ser objeto un individuo, agudiza
las dificultades para encontrar soluciones a las condiciones de marginalización;
como lo explica Norris (2001), siguiendo la intervención del exsecretario
general de Naciones Unidas, Kofi Annan. Sin embargo, la difusión de las TIC y
el internet no deben ser entendidas desde una postura superficial que implica
la resolución definitiva a problemáticas estructurales que enfrenta la
sociedad, sino como un camino hacia la masificación y democratización del
conocimiento para ayudar a reconocer dichas problemáticas, apropiarse de ellas
y superarlas.
Siguiendo esta línea de reflexión, van Dijk
(2006) indica que un sesgo de determinismo tecnológico suele asociarse con el
término de la divisoria digital al referir la falta de acceso a las
tecnologías digitales como la fuente de las desigualdades expresadas en el
territorio. Se asume equívocamente que la provisión generalizada de dicho
acceso resolvería las problemáticas de una comunidad ubicada en un tiempo y
espacio determinados, lo cual denota el desconocimiento de las problemáticas
estructurales que caracterizan a las sociedades.
Castells (1996)
advierte sobre el papel de las tecnologías en la evolución histórica de las
sociedades cuando argumenta que existe la probabilidad de determinismo
tecnológico cuando se analiza la relación histórica entre la sociedad y el
acceso a las tecnologías de la información. Para el autor, sería un error
asumir de manera simplista que la sociedad debe tener el papel de modelador del
curso de los cambios tecnológicos. Además, señala que la revolución tecnológica
no debe necesariamente dictar cómo se configuran las sociedades ni los procesos
sociales. Su devenir debería ser producto de una compleja dinámica de
interrelaciones que responden a los momentos históricos de cada sociedad y los
usos que adquieren las tecnologías en cada coyuntura. Debe ser un proceso
contextualizado y no un ejercicio descontextualizado, sistemático y replicable.
Esta noción es correspondida por Rodríguez
(2006), quien indica que los desarrolladores de las tecnologías han acudido de
forma optimista a la masificación de las TIC e internet, asignándoles un rol
resolutivo y definitivo para atender problemáticas afincadas en las raíces de
las sociedades. No obstante, este autor sostiene que esto no es posible dado
que las soluciones deben adaptarse a las características intrínsecas de cada
contexto, incluyendo su entorno, sus individuos y grupos sociales, y no deben
ser asumidas como axiomas aplicables a cualquier situación. A modo de ejemplo,
Rodríguez considera relevante indicar los desajustes que siempre han
existido en los grupos humanos, que no son consecuencia del uso de las TIC,
sino factores transversales al ejercicio de convivir en comunidad, como los
niveles educativos, la capacidad adquisitiva, los contrastes generacionales,
los roles y contrastes en la política de género, en la disponibilidad de
recursos, en el tipo de asentamiento, entre otros.
Pese a la
advertencia sobre un posible determinismo tecnológico en el que pueden derivar
las hipótesis de los estudios sobre segregación digital, es pertinente
contemplar la consideración de que el acceso a la información a través de las
TIC e internet se vuelve beneficioso para las comunidades siempre y cuando se
hagan esfuerzos por fortalecer la educación ofimática enfocada al manejo de
dicha información para acceder a fuentes veraces y sustentadas. De esta forma,
se abre la puerta a un tránsito que supone una necesidad para identificar y
transformar las brechas digitales: el paso de la sociedad de la información—sociedad
informacional, según Castells—, inmersa en una dinámica de consumo
(Chaparro, 2007b) donde la generación, procesamiento y transmisión de la
información se convierten en las fuentes fundamentales de productividad y poder
(Castells, 1996), hacia una sociedad del conocimiento, inmersa en una
dinámica que dota a los individuos de capacidades transformadoras (Chaparro,
2007a).
Si bien se ha destacado que la infraestructura para el acceso a las TIC y
a internet no son el único eje de análisis para describir la segregación
digital, sí se puede decir que su presencia o ausencia visibilizan un punto
de partida para entender las bases de la diferenciación socioespacial en lo que
refiere al acceso a la información. El acceso diferencial a internet y la
utilización de la red —elementos de la tercera dimensión que conceptualiza
Chaparro (2008a)— son los factores que el presente trabajo se propone analizar
a escala local en la Ciudad de Bogotá. Esto implica que las formas de
segregación emergentes, como la propuesta hasta ahora, se ven acentuadas por
formas preexistentes de diferenciación socioespacial. El presente estudio
aborda el concepto desde la premisa de que la implantación de la
infraestructura disponible para el acceso a internet se ha dado de forma
diferenciada en la ciudad. Esta dimensión emergente de la segregación
socioespacial, la digital, comprende una trayectoria que para la ciudad de
Bogotá identifica unas zonas que permiten visibilizar la presencia del
fenómeno, dadas unas condiciones de infraestructura para las TIC, como se
presenta a continuación.
Elementos de la infraestructura de las TIC en Bogotá
Actualmente,
Colombia cuenta con varios puertos y cables submarinos que dotan de internet al
mercado colombiano. Entre estos se encuentra el cable submarino AMX-1 de la
empresa Claro que conecta a Suramérica, el Caribe y Norteamérica. Además,
existen cinco puertos de tráfico de internet que dotan de fibra óptica al
interior del país, los cuales brindan cobertura a departamentos como Norte de
Santander, Cundinamarca y Meta, además del Distrito Capital (Neira, 2021). En
lo referente a la red de internet móvil en el país, para el año 2018, se
contaba con aproximadamente 50 % de penetración, convirtiéndose en el sector
más dinámico de las TIC en Colombia. La mayoría de cobertura y tipos de red
corresponden a la tecnología 4G, con una tendencia gradual a la incorporación
de las nuevas redes 5G.
Pese a los avances del país en materia de
infraestructura, persisten retos en lo referente a una política de acceso
integral de internet para la población colombiana. El Gobierno nacional ha
formulado proyectos encaminados al cierre de las brechas digitales y al
fortalecimiento de un territorio conectado en su totalidad. Estas iniciativas
están direccionadas a la modernización de redes, al tránsito a las 5G y a la
priorización del despliegue de infraestructura TIC, según lo contemplado en el
Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022.
Como producto de la vocación económica hacia el
sector de los servicios en ciudades como Bogotá y Medellín, la inversión en la
infraestructura de las TIC derivó en un crecimiento sin precedentes, en lo
relacionado a las telecomunicaciones y al fortalecimiento de la banda ancha de
internet, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el año
2012. Estas dos ciudades han sido las que más han fortalecido los esfuerzos en
política pública y planes de desarrollo para la consolidación de las
tecnologías y la democratización del acceso a telecomunicaciones y la cobertura
de telefonía celular e infraestructura física (IEU, 2017).
Neira (2021), en su tesis titulada Bogotá inteligente,
reconoce en la creación del Ministerio de Tecnologías de la Información y las
Comunicaciones (MinTIC) en 2009, un instrumento político y gubernamental para
la masificación y uso eficiente de la infraestructura dispuesta para dichas
tecnologías. El papel del Ministerio en el ámbito de la innovación y la
tecnología ha permitido que Bogotá haya construido un mercado fuerte en
distritos de innovación, tercerización de la economía y digitalización de
trámites. La infraestructura identificada indica la presencia de antenas
radioeléctricas, cableado de internet de la ciudad y zonas wifi
gratuitas; elementos sin los cuales no se podría entender que la ciudad
estuviera conectada de forma eficiente.
Las antenas radioeléctricas son estaciones que
cuentan con la infraestructura necesaria, como transmisores o receptores de
datos, para soportar la telefonía celular y los datos móviles de la ciudad.
Dichas estaciones pueden ser postes de alumbrado, mástiles o microceldas ubicadas en espacio público o en terrazas de
bienes privados. Esta infraestructura modifica el paisaje de la ciudad y se
convierten en una necesidad cada vez mayor para el acceso de cobertura y de
conectividad de dispositivos móviles. Según datos de la Secretaría Distrital de
Planeación (2022), a la fecha existen en la ciudad aproximadamente 4808
antenas, número que comprende las que han sido aprobadas por esta misma entidad
y las que no se han sometido a ningún trámite o fueron instaladas de forma
irregular.
De acuerdo con la
figura 1, se observa que territorialmente existe una mayor concentración de
infraestructura de estaciones radioeléctricas en las localidades donde se
estima que los ciudadanos tienen un mayor ingreso per cápita (Chapinero,
Engativá, Suba, Usaquén, Teusaquillo y Fontibón). En este sentido, los estratos
socioeconómicos[3] 3, 4, 5 y 6 son los que cuentan con mayor
cantidad de antenas y, por lo tanto, los que mejor conectividad a internet
móvil tienen. Al ser el internet móvil un servicio en manos de agentes privados
y de operadores de telefonía, la distribución espacial de dichas antenas tiende
a corresponderse con patrones de mercado basados en la oferta del servicio y la
capacidad de pago de un plan de datos que asume el ciudadano. Esta dinámica
económica determina la capacidad de conectividad y acceso a la información a través
de red móvil. A su vez, los patrones de localización de las antenas responderán
a factores económicos que acentúan brechas digitales y fortalecen las
desigualdades sociales preexistentes.
El servicio de fibra óptica y el cableado de
internet, según datos del 2019, de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá
(ETB), pareciera estar distribuido de manera más homogénea en la ciudad, en
comparación con las antenas radioeléctricas. Sin embargo, como se puede
evidenciar en la figura 2, sigue existiendo un entramado mucho más fuerte y
consistente en el norte de la ciudad, especialmente en las localidades de Suba,
Engativá y Usaquén. En contraposición, la zona del sur de la ciudad es la más
desprovista del servicio de fibra óptica con porcentajes no mayores al 3 % del
total de su territorio, se destaca la localidad de Usme que, por su condición
urbano-rural, ha sido históricamente la que menor acceso a servicios esenciales
ha tenido, junto a la localidad rural de Sumapaz.
Por último, las
Zonas Wifi Gratis para la Gente[4] en la ciudad se puede interpretar como un
intento del distrito por cerrar las brechas digitales y romper el paradigma
espacial entre norte y sur, y la ubicación socioespacial sectorizada. La figura
3 evidencia que existe gran cantidad de zonas wifi gratuitas
en localidades como Teusaquillo y Usaquén. En comparación con los anteriores
dos elementos de la infraestructura, el panorama muestra una distribución más
equilibrada en términos espaciales que favorece a localidades como Ciudad
Bolívar con 15 zonas de wifi, Kennedy con 16 o Tunjuelito con 8. Este tipo de
infraestructura posibilita el acceso sin costo para la población a través de
bandas de libre utilización de 2.4 y 5 GHz; además, permite el acceso de hasta
200 personas simultáneamente, con una velocidad de descarga de 40Mbps en un
lapso de hasta 60 minutos, antes de que el sistema requiera una autenticación
periódica. Sin embargo, esta infraestructura se encuentra mayormente en lugares
públicos y abiertos en condiciones de intemperie y su óptimo funcionamiento se
da con dispositivos receptores a 2 metros de distancia desde el dispositivo de
origen de la señal (MinTIC, 2017).
La distribución de
la infraestructura disponible para el acceso a las TIC se ha dado de forma
desigual, siendo las zonas periféricas, especialmente las ubicadas al sur y
occidente de la ciudad, las que enfrentan mayor dificultad para acceder no solo
a internet como herramienta, sino también a los nuevos retos urbanos que demanda
una ciudad cada vez más cercana a la tecnología, las comunicaciones y los
flujos de información. A pesar de que en 2021 se declaró que internet es un
servicio público esencial en Colombia, según sanción presidencial, el acceso y
la cobertura siguen estando limitados a las demandas del mercado de
consumidores que pueden costear una suscripción.
Estos patrones espaciales no son temas aislados
y corresponden a desigualdades preexistentes en la ciudad. La razón de esto es
que las zonas con mayor infraestructura disponible para el acceso a internet se
encuentran principalmente en zonas urbanas consolidadas, con un buen acceso a
servicios públicos, una vocación económica orientada a los servicios y al
sector de la innovación y una mayor oferta de espacio público, así como de
lugares de esparcimiento y recreación.
Figura 1. Estaciones radioeléctricas por localidad
Fuente: elaboración propia con datos de Secretaría Distrital de
Planeación (2022).
Figura 2. Cableado de internet fibra óptica
Fuente: elaboración propia con datos de Secretaría Distrital de
Planeación (2022).
Figura 3. Zonas wifi gratuitas por localidad
Fuente: elaboración propia con datos Datos
Abiertos Bogotá (2022).
Segregación digital
en Bogotá
La ciudad de Bogotá
sufre de una polarización urbana que ha permitido que se favorezca una
segregación espacial a través de la clasificación de los territorios por
estratos y clases sociales. “Esta estratificación se ha realizado con el fin de
brindar precios diferenciales según los estratos y la capacidad de pago de los
servicios públicos” (Fuentes, 2010, p. 116). Esta clasificación ha servido como
escenario propicio para acentuar las brechas urbanas y la inequidad en la
ciudad.
Sobre la dinámica
de la segregación residencial en Bogotá a finales del siglo XX, Salas (2008)
indica algunos de los factores que ayudan a identificar tendencias de la
diferenciación socioespacial desde una noción de núcleos de segregación en los
puntos cardinales de la ciudad. La comparativa multitemporal se apoya en tres
indicadores[5] que visualizan las zonas que
concentran la mayor cantidad de hogares vulnerables. Estos se ubican en el
suroriente y suroccidente de la ciudad, marcando una tendencia en la que los
nuevos asentamientos se localizan en los bordes occidentales, en las zonas de
expansión emergentes de la ciudad y en algunos sectores centrales en las
localidades de Barrios Unidos, Santa Fe, Teusaquillo, Puente Aranda y Fontibón.
En contraste, las localidades de Chapinero, Usaquén y Teusaquillo muestran una
tendencia de disminución (con algunas excepciones) del porcentaje de hogares
más vulnerables. Bogotá, al igual que otras ciudades latinoamericanas, como
Ciudad de México, Lima y Santiago de Chile, sigue un patrón segregador a gran
escala en el que cohabitan grupos que comparten características socioeconómicas
similares.
Para Fuentes
(2010), la política pública en Bogotá referente a la vivienda y el suelo urbano
relegó el papel de la gestión del desarrollo urbanístico al sector privado
entre 1997 y 2004. El mercado priorizó proyectos de vivienda destinados a
grupos sociales de capacidad adquisitiva media y alta, que contribuyeron a la
fragmentación física del espacio, la aparición de barreras que limitan la
interacción en las comunidades y la construcción de un imaginario social de
auto segregación socioespacial.
Sobre la segmentación del mercado inmobiliario y
de arrendamiento, Parias (2006), al igual que Salas (2008), profundiza en la
dinámica de establecimiento habitacional de los grupos diferenciados por
capacidad adquisitiva localizados en zonas geográficas igualmente
diferenciadas. Las tendencias identificadas demuestran que estos grupos se
distancian en los sectores sur y norte, albergando a la población de menos
recursos en el primero, y a los de mayor capacidad económica en el segundo. En
este sentido, el fenómeno se corresponde con el mercado del suelo en la ciudad
y su correspondiente establecimiento de precios.
En 2020, la ciudad de Bogotá presentó
incrementos considerables en cuanto a los índices de pobreza multidimensional,
pasando de 7.1 % en el 2018 a 7.5 % en 2020, principalmente en las privaciones
básicas habitacionales en la ciudad, donde se destaca el incremento del trabajo
informal (59.7 %), analfabetismo (2.3 %) y la deserción escolar, que pasó de 1
% a 6 %. A este análisis es importante agregar que, según datos de la
Secretaría de Salud (2022), la localidad con mayor índice de pobreza monetaria
extrema es la localidad de Usme con 33.85 % y la de menor índice es la
localidad de Teusaquillo con 3.06 %. Estos datos evidencian las profundas
desigualdades intraurbanas de la ciudad de Bogotá.
Con la llegada del internet como un servicio proporcionado
principalmente por operadores privados, la estratificación y la clasificación
de clases sociales desempeñaron un papel determinante en la calidad del
servicio y la capacidad de conexión en determinados segmentos de la ciudad. Las
variables socioeconómicas de Bogotá han sido las determinantes para entender
cómo el acceso a las TIC se ha configurado de manera desigual y en concordancia
con la capacidad de pago de la población.
A partir de un mapa de calor realizado con la
herramienta Kernel Density
de ArcGIS, en la figura 4 se puede evidenciar que los mejores índices de
conectividad[6],
en lo concerniente al servicio de internet móvil en la ciudad, corresponden a
los estratos 4, 5 y 6; mientras que aquellos más desprovistos de un sistema
eficiente de internet se encuentran en las periferias que históricamente han
correspondido a los estratos 1, 2 y 3.
Hasta ahora se ha podido determinar que la ciudad presenta unos patrones
claros de segregación residencial que describe una dinámica de diferenciación
socioespacial basada en dos aspectos de interés: los ingresos socioeconómicos y
la oferta de infraestructura para servicios. Asimismo, el análisis sobre la
infraestructura de las TIC permitió ver que existe una distribución desigual
para el acceso a internet. En este sentido, se puede leer cómo la localización
de dicha infraestructura se convierte en un limitante para el acceso a internet
en los hogares bogotanos que, por tanto, provoca la segregación digital,
un fenómeno acentuado por unas condiciones preexistentes de segregación
socioespacial.
La territorialización de dicho fenómeno puede relacionarse
con los datos presentados en la figura 5 que, apoyada en la Encuesta
multipropósito Bogotá–Región 2021 (DANE, 2021), muestra cómo las
localidades de Teusaquillo, Suba, Chapinero y Usaquén presentan un porcentaje
mayor de hogares con acceso a internet. En contraposición, las localidades de
la periferia sur de la ciudad, como Rafael Uribe Uribe,
San Cristóbal, Ciudad Bolívar y Usme presentan los índices más bajos de hogares
con conexión a internet, con porcentajes menores al 50 % de su población. En
este análisis se observa que los hogares que no cuentan con acceso a internet
en las periferias de la ciudad, según los análisis de Salas (2008) y Fuentes
(2010), presentan, a su vez, menores ingresos económicos y se encuentran en
zonas con degradación ambiental o amenaza por fenómenos naturales como el borde
sur, las zonas cercanas a las rondas del río Bogotá y la cuenca baja de sus
depositarios al occidente, o los asentamientos de origen informal sobre los
cerros orientales.
Figura 4. Índice de conectividad por estrato socioeconómico
Fuente: elaboración propia con datos de Secretaría
Distrital de Planeación (2022).
Figura 5. Hogares sin acceso a internet por unidades de planeación
zonal (UPZ)
Fuente: elaboración propia con datos de DANE (2021).
La representación
de UPZ permite entrever que, al interior de las localidades, generalmente, se
replica el patrón. Los hogares que presentan valores más bajos de acceso a
internet se ubican en las periferias, que regularmente se corresponden con las
zonas de expansión urbana determinadas en los Planes de Ordenamiento
Territorial, y sectores centrales abandonados o con un visible deterioro de la
infraestructura. Esta desagregación del límite administrativo (localidades y
UPZ) indica que la segregación digital se relaciona directamente con algunas
características de la segregación residencial identificadas por Fuentes (2010).
Debido al costo de vida en las zonas consolidadas de la ciudad, de forma
residual en las periferias y sectores centrales abandonados, se configuran los
asentamientos de migrantes de escala nacional (producto del desplazamiento
forzado y la búsqueda de oportunidades), con presencia de vivienda informal y
con una oferta de infraestructura para servicios públicos más limitada en
comparación con el resto de la ciudad.
El acceso sectorizado a internet no es un
fenómeno nuevo en la ciudad, aunque la literatura que estudia sus
manifestaciones es escasa. El estudio que antecede al presente trabajo sobre
segregación digital fue desarrollado por Chaparro (2010) a partir de los datos
de la Encuesta de calidad de vida (ECV) de 2007. El autor relaciona este
tipo de segregación en Bogotá y demuestra que la población de la ciudad
presentaba un acceso limitado a la conexión a internet, niveles bajos de
tenencia de un ordenador y aparatos digitales en el hogar. Asimismo, estas
condiciones encuentran correspondencia con variables sociodemográficas que se
expresan de forma territorial heterogénea en la ciudad y que describen una
dinámica de diferenciación socioeconómica en lo que refiere al acceso y uso de
las TIC.
Chaparro (2007b) indica también que existe una correlación
entre el acceso de la infraestructura disponible para las TIC y el uso cotidiano de estas herramientas en la vida en la
ciudad. En el 2021, de acuerdo con la Encuesta multipropósito
Bogotá–Cundinamarca, aproximadamente el 58 % de la población usa de alguna
manera internet con la ayuda de dispositivos como computadores de escritorio,
tabletas, celulares y otros. El hecho de que solo un poco más de la mitad de la
población bogotana use internet de forma activa, conlleva a cuestionarse sobre
las dificultades y diferencias del uso y apropiación de esta herramienta en una
de las ciudades más importantes del país.
Ahora bien, una vez se espacializa
el uso de los dispositivos digitales, se logra evidenciar cómo los patrones
socioespaciales de localización de infraestructura disponible para las TIC se
correlacionan con el uso y apropiación del internet en la ciudad (figura 6).
Así, se logra determinar que en las zonas consolidadas del norte de la ciudad
existe un uso de dispositivos digitales mayor al
75 %. Aquí mismo, se evidencia una franja espacial altamente tecnificada que se
localiza en todo el corredor de la calle 26 hasta el aeropuerto El Dorado,
sector que ha priorizado la vocación económica a la tercerización de la
economía y la proliferación gradual de la industria de las TIC. En contraposición,
las periferias tienen los valores más bajos de uso de dispositivos móviles y,
por lo tanto, menor uso del internet en la ciudad. Las zonas del Tunjuelo,
Ciudad Bolívar, Bosa, Usme, Tibabuyes, Suba Rincón, Engativá y Fontibón San
Pablo presentan porcentajes entre el 25 % al 40 % aproximadamente; son sectores
que han sido históricamente protagonistas de procesos de segregación económica
y espacial.
Figura 6. Personas que no usan internet y personas que no usan
dispositivos digitales diferentes al teléfono móvil por UPZ
Fuente: elaboración propia datos de DANE (2021).
El uso de los dispositivos, visto desde una
perspectiva netamente estadística parece no decir mucho más de lo evidenciado
en análisis anteriores. Sin embargo, el hecho de que las periferias presenten
menor grado de apropiación de las herramientas digitales corresponde con la
exposición de estas comunidades a desigualdades históricas preexistentes de
acceso a servicios básicos, a problemáticas habitacionales, a patrones de
localización diferenciado y a dificultades en el acceso a la educación y a la
participación ciudadana (Chaparro, 2007b).
Se sostiene la idea de que el acceso a las TIC refuerza
las nociones de segregación urbana que ya existían en la ciudad y profundiza
las brechas de acceso a la misma. La forma como se vive y se habita la ciudad,
según los nuevos retos tecnológicos y los modelos de la sociedad de la
información y el conocimiento (Escobar, 2014), requiere del uso, conocimiento y apropiación de esta herramienta para acceder a la ciudad
de forma más sencilla, menos segregada y más participativa. Al respecto, se
abre un abanico de posibilidades que brinda el internet para los sistemas
financieros (pagos electrónicos, transferencias en línea, aplicaciones de
pago), la educación (teleeducación, acceso a la información), el trabajo
(teletrabajo) y el gobierno (gobierno abierto, big
data, presupuestos participativos). Con datos de la Encuesta
multipropósito Bogotá–Región 2021 (DANE, 2021), la figura 7 permite
identificar el uso que los ciudadanos le dan al internet en la ciudad. Se
establecieron las categorías de educación y aprendizaje, trabajo, trámites
gubernamentales y usos de banca electrónica y servicios financieros, ya que
estas permiten visibilizar un uso especializado en comparación con otras
categorías acerca del uso que los encuestados le daban al internet.
Figura 7. Usos del internet por UPZ
Fuente: elaboración propia datos de DANE(2021).
Los resultados obtenidos muestran un patrón repetitivo de localización,
el cual forma un clúster en torno a aquellas zonas urbanas que no solo usan el internet,
sino que han apropiado esta herramienta de forma más eficiente para las
diferentes labores del día a día. Estas aglomeraciones están ubicadas
principalmente sobre el norte y nororiente de la ciudad que, como se ha venido
mencionando, corresponde a las localidades de Chapinero, Teusaquillo y Usaquén.
Estas zonas, al presentar mejor conectividad, presencia de mayores ingresos
económicos y mayor infraestructura disponible para las TIC, han sabido sacar
provecho de estas herramientas y afrontar con mayor facilidad los nuevos retos
de la ciudad. Este es un panorama urbano en que el acceso a las TIC y el acceso
a la ciudad digital se convierten en un privilegio condicionado principalmente
por el poder adquisitivo y sustentado en las diferencias intraurbanas que han
sido objeto de estudio por muchos años en la ciudad. Estas inequidades
digitales están encerradas en lo que Cairo (2022) define como la
estratificación digital, la cual se entiende como las diferencias de una
sociedad para acceder a la información y el conocimiento, la adquisición de
equipos de cómputo o celulares y la cobertura de la infraestructura de red.
Las posibilidades de acceso a una ciudad que ha apostado por
la tecnificación y la democratización del conocimiento se ven ampliamente
limitadas por agentes mercantiles que determinan en qué grado se es participe
de forma eficiente (en acceso, calidad y conocimiento) de la ciudad digital.
Las brechas digitales que se han territorializado y profundizado a partir de
las preexistentes desigualdades intraurbanas de Bogotá han provocado que la
pobreza digital (Escobar, 2014) no solo sea una variable más de análisis
respecto a las dificultades de acceso a las TIC, sino que, además, se
configuran como limitantes en términos de habitabilidad e interacción social
con los espacios urbanos cada vez más tecnificados. El rezago tecnológico que
implica no tener conexión a internet se vuelve cada vez más significativo en
cuanto a las ventajas que se tienen para acceder a servicios, portales de
información, entre otros.
Conclusiones
El presente análisis evidencia cómo la sola tecnificación de las
ciudades no sirve para contrarrestar y afrontar las desigualdades y profundas
diferencias en los entornos urbanos; por el contrario, pone de manifiesto que
la llegada de las tecnologías de la información a la ciudad solo se ha sumado a
una de las muchas necesidades insatisfechas de gran parte de la población
capitalina.
Estas profundas inequidades históricas en el acceso a la vivienda, a los
servicios o al transporte y la evidente marginalización y segregación en Bogotá
han construido los debates históricos sobre quién tiene derecho a la ciudad, en
términos de espacio público, de calidad de vida, de acceso a la información y a
la toma de decisiones. Sin embargo, estas discusiones solo han evidenciado las
brechas urbanas existentes y han permitido concluir que el derecho a la ciudad
se convierte en un privilegio sobre la ciudad, fundamentado sobre la
diferenciación de clases y el sistema del mercado urbano.
Ahora bien, las
nuevas apuestas hacia consolidar ciudades inteligentes han volcado la mirada
sobre la tecnificación de los centros urbanos y han permeado los territorios
con el uso cada vez más intrusivo de las tecnologías de la información. La
optimización de los trámites gubernamentales, la facilidad de los pagos en
línea, la posibilidad de conocer en tiempo real la hora estimada de un bus de
transporte público y el acceso a teras y teras de información gratuita son solo algunos de los
discursos que abren la puerta a la concepción de la ciudad digital, como una
ciudad interconectada, eficiente y que mejore la calidad de vida del ciudadano.
A pesar de esto, la evidencia demuestra que la infraestructura disponible para
las TIC ha sido vinculada en la ciudad, en su mayoría, a través de empresas
privadas y que su localización responde a intereses económicos particulares en
función de la oferta y demanda del mercado. Esta situación ha resultado en una
localización espacial que responde a las desigualdades urbanas preexistentes y
hace que el discurso del derecho a la ciudad digital siga siendo un privilegio
de pocos.
Esta localización segmentaria de la infraestructura física que soporta
el acceso a la ciudad digital se ha convertido en la piedra angular de otras
formas de segregación digital en la capital, ya que, si no se tiene acceso a un
servicio como el internet, poco se puede hablar sobre la apropiación y buen
manejo de esta herramienta que se ha vuelto tan necesaria para la vida urbana
bogotana. Es por esto por lo que el uso de dispositivos y la localización de la
infraestructura para las TIC se da de forma correlacional, lo cual demuestra
las profundas deficiencias de educación enfocada al uso de este servicio
esencial.
Los datos reflejan que los sectores con mejor conexión a internet e
infraestructura disponible para el acceso a las TIC no solo han sido los más
beneficiados históricamente, sino que también han sido los que mejor han
incorporado el internet en su quehacer diario y han fundamentado en el uso de
esta herramienta su vida laboral, su educación, su vida financiera y cada aspecto
de la vida. Esto sobrepone un reto importante para aquellos sectores segregados
de herramientas que permitan su acercamiento a la digitalización de la
información y a la tecnificación de la vida misma en la ciudad, ya que el
desconocimiento y la poca instrumentalización de las herramientas ofimáticas se
convierte en una nueva barrera para acceder a la ciudad.
Un ejemplo de esta
problemática fue la pandemia del COVID-19, que empujó a gran parte de la
sociedad colombiana a reinventarse con el uso de las herramientas digitales. No
obstante, también reveló las profundas desigualdades en términos de acceso a
las TIC y las consecuencias que eso trajo en cómo se entendía la vida en la ciudad
para ese momento. No es un caso aislado que, al comienzo de la pandemia, la
inasistencia escolar tuviera sus incrementos porcentuales más fuertes en zonas
segregadas. Ante la necesidad de impartir la educación de forma remota, muchos
estudiantes nunca pudieron acceder a clases, ya fuera por la calidad del
internet en sus viviendas, por la inexistencia de este servicio o por la
imposibilidad de acceder a un dispositivo móvil o de cómputo.
Frente a los grandes retos de las TIC en las
ciudades y dada la particular velocidad con la que dichas tecnologías se han
adentrado en cada aspecto de la vida en las ciudades, se hace necesario pensar
el papel que los gobiernos urbanos desempeñarán en la construcción de políticas
públicas y otras herramientas gubernamentales que sirvan para contrarrestar el
impacto de las empresas privadas y privilegien el acceso a internet como un
derecho que rompa los limitantes territoriales y se convierta en una
herramienta para concebir ciudades más equitativas.
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[1] Término tomado del anglicismo Digital Divide, es un concepto
popularizado por el informe Falling Through the Net: A Survey of the ‘Have
nots’ in Rural and Urban America (1995) publicado por The National
Telecommunications and Information Administration (NTIA). En la literatura también es acuñado como divisoria
digital, brecha digital (Rodríguez, 2006) o, según Chaparro (2007a, 2008a),
segregación digital territorial.
[2] Fenómeno que el autor relaciona con la conexión global a
través de las tecnologías de la información, que se dio de forma acelerada en
apenas 20 años, entre las décadas de 1970 y 1990.
[3] Para este estudio, los estratos socioeconómicos son un
factor relevante en la identificación de la segregación, siguiendo a Fuentes
(2010). Se toma en cuenta que, según datos del CODHES y la Contraloría de
Bogotá, los estratos 1, 2 y 3 son los que históricamente han incrementado el
número de población categorizada en estas escalas en la ciudad, y que la
dinámica de incremento poblacional se ha caracterizado por asentarse en las
zonas de periferia. Asimismo, la composición de las familias migrantes promedia
entre 4 y 5 personas con predominancia femenina, edades jóvenes y un nivel
educativo limitado.
[4] Las especificaciones técnicas de este programa se pueden
consultar en MinTIC (2017).
[5] Necesidades básicas insatisfechas (NBI), índice de condición
social (promedio de los años de estudio de los miembros del hogar mayores de 15
años, dividido el número de personas por habitación a la vivienda. El análisis
de la autora indica que este tiene una correspondencia con la tendencia de la
distribución de los estratos socioeconómicos por sector) e índice de
disimilaridad.
[6] Alcance promedio del espectro electromagnético (500 metros)
para cada punto correspondiente a una estación radioeléctrica.