Puerto Madero entendido como ícono de la Buenos Aires
contemporánea (1991-2012)
Recibido: mayo 02,
2016. Aprobado: septiembre 30, 2017. Publicado: octubre 27, 2017.
Jimena
Ramírez Casas. Antropóloga de la Universidad de los Andes de
Colombia y candidata a doctora en Ciencias Sociales, de la Universidad de
Buenos Aires. Secretaria Cátedra Libre, Espacio Público y Sociedad, Universidad
Nacional de La Plata. Argentina. Correo electrónico:
jimenaramirezcasas@gmail.com, orcid.org/0000- 0003-2079-2124
Resumen
El
presente trabajo reconstruye la configuración urbana del barrio Puerto Madero
(Buenos Aires), bajo el proyecto de renovación y rehabilitación, haciendo
especial énfasis en la retórica del patrimonio, asociada a la recuperación del
espacio público. El propósito es dar cuenta del proceso de transformación
urbana que se convirtió en emblema del urbanismo neoliberal, en Buenos Aires y
en su área metropolitana, señalando los cambios en las políticas de
planificación, de gestión del suelo urbano y de sus evidentes efectos en el
territorio. Con el objetivo de reflexionar sobre la construcción social del
espacio público en la capital argentina, se planteó una investigación de corte
cualitativo, partiendo del caso particular del barrio porteño.
Palabras
clave: renovación urbana, especulación del suelo, espacio público,
grandes proyectos urbanos, patrimonio inmobiliario, Buenos Aires – Argentina
Puerto Madero understood
as an icon of the contemporary Buenos Aires (1991 – 2012)
Abstract
The present work reconstructs the
urban configuration of the neighborhood of Puerto Madero (Buenos Aires), under
the project of renovation and rehabilitation, with special emphasis on the
rhetoric of the heritage, associated with the recovery of public space. The
purpose is to account for the process of urban transformation that became an
emblem of neoliberal urbanism in Buenos Aires and its metropolitan area,
pointing to changes in planning policies, urban land management and their
evident effects on the territory. With the objective of reflecting on the
social construction of public space in the Argentine capital, a qualitative research was proposed, with the objective of
reflecting on the social construction of the public space, starting from the
particular case of the Buenos Aires neighborhood.
Keywords: urban renewal, soil speculation, public space, large
urban projects, real estate assets, Buenos Aires – Argentina.
Puerto Madero entendeu
como ícone do Buenos Aires contemporâneo (1991 – 2012)
Resumo
O presente trabalho reconstrói a
configuração urbana do bairro de Puerto Madero (Buenos Aires), sob o projeto de
renovação e reabilitação, com ênfase especial na retórica do patrimônio,
associada à recuperação do espaço público. O objetivo é explicar o processo de
transformação urbana que se tornou um emblema do urbanismo neoliberal em Buenos
Aires e sua região metropolitana, apontando mudanças nas políticas de
planejamento, manejo da terra urbana e seus efeitos evidentes no território.
Com o objetivo de refletir sobre a construção social do espaço público na
capital argentina, foi proposta uma pesquisa qualitativa, a partir do caso
particular do bairro de Buenos Aires.
Palavras chave: renovação
urbana, especulação de solo, espaço público, grandes projetos urbanos, ativos
imobiliários, Buenos Aires – Argentina
Transformaciones
urbanas recientes en Buenos Aires
En
la mitología argentina, Puerto Madero siempre será un símbolo del menemismo
ostentoso que le dio vida cuando hasta los yuyales coste[1]ros
se podían convertir en materia privatizable. Lo llamaban Puerto Cavallo, la
sede oficial de la frivolidad y el derroche (Daiha,
2014, p. 11).
Puerto
Madero ha sido considerado insignia de las transformaciones ocurridas en el
Área Metropolitana de Buenos Aires, durante la última década del siglo XX.
Desde las Ciencias Sociales y el Urbanismo, cuando se puntualizan los efectos
espaciales de las medidas económicas neoliberales, tanto en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires (CABA), como en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA),
la intervención urbanística Puerto Madero rápidamente aparece como el prototipo
de la nueva urbanización, junto con el surgimiento en las periferias de los
barrios cerrados –suburbanización–, las torres jardín
y la gentrificación de algunas zonas de la ciudad (El Abasto, San Telmo, entre
otras). Autores disímiles, desde diferentes perspectivas disciplinarias, han
explorado esta cuestión (Novoa, 2005; Gutman y Hardoy,
2007; Abba, 2008; Svampa, 2008; Garay, 2011; Cuenya, Novais y Vainer, 2012; Garay, Wainer,
Henderson y Rotbart, 2013).
En
un reciente ensayo sobre el proceso de especulación inmobiliaria, Massuh toma como punto de partida de su análisis la
especulación, entendida como el eje de la urbanización reciente del AMBA; la
renovación/revitalización del antiguo Puerto de Buenos Aires es definida como
la operación fundante de lo que llama “El robo de Buenos Aires”. Para la
ensayista, Puerto Madero simboliza el principio del fin del espacio público de
la ciudad, al estar originado en un proyecto que busca la obtención de rentas
extraordinarias, usurpando suelos públicos. “Se interpretó que Puerto Madero
era el emblema de un nuevo tipo de urbanización: la ciudad de enclaves, es
decir, no de barrios integrados como tradicionalmente era Buenos Aires” (2014,
p. 34). A lo largo de su exposición, Massuh afirma
que la única finalidad de la operación inmobiliaria fue estimular inversiones
para mantener el valor del dinero. Sus críticas pretenden no dejar fisuras
argumentativas. Entrevistada por Pertot, afirma:
[La
gestión privatizadora de la ciudad] empezó con Puerto Madero, que fue la bomba
atómica que signó lo que se iba a construir después. Por decreto, privatizaron 170
hectáreas de la ciudad, que nos pertenecían a todos. No tenemos acceso al río,
no hay escuelas, no vamos a comer ahí porque es muy caro. Empezó con Puerto
Madero y eso legitimó lo que vino después: los countries
(2014, s.p) [Letra cursiva sugerida por el autor del
artículo].
En
su análisis, recuerda que la gestión (comercialización y urbanización) de los
terrenos portuarios no generó ganancias para las arcas de la ciudad y señala,
de forma crítica, las decisiones políticas que llevaron a priorizar este
proyecto de renovación urbana por encima de otras necesidades:
Ahora
bien, cabría preguntarse si en una ciudad como la de Buenos Aires, necesitada
de vivienda social y espacios verdes más que ninguna otra en el país, es lícito
sacrificar 170 hectáreas urbanas solo para que unos cuantos inversores puedan
mantener el valor de su dinero. Porque otro beneficio no le genera Puerto
Madero a la ciudad. Ni siquiera la calidad arquitectónica de sus construcciones
por más estrella que sea el arquitecto contratado (Massuh,
2014, p. 39).
Concuerdo
con el punto inicial de su argumentación; la especulación inmobiliaria ha sido
el motor que impulsó la urbanización del AMBA, durante buena parte de los
últimos cuarenta años. Considero que, al menos en lo que respecta a Puerto
Madero, los argumentos están teñidos de prejuicios y, ante el afán de comprobar
sus hipó[1]tesis,
la autora deja de lado algunos datos y, para confirmar sus prejuicios, confiere
entidad como herramientas analíticas a los imaginarios y estigmas (que forman
parte del discurso nativo y están lejos de ser categorías analíticas) sobre los
que se cimienta la configuración urbana de Puerto Madero.
En
las páginas de su obra, Massuh duda de la “existencia
del barrio como tal”, en tanto que se apoya y repite la idea arraigada en el
lugar común, de que allí no vive nadie, en virtud de que su concepción fue más
una inversión en abstracto: hace referencia a que los dueños de las propiedades
son, en su mayoría, extranjeros que ni siquiera están radicados en el país y
que participan del giro internacional de capitales, que buscan inversiones
rentables, en lugares donde no se hagan demasiadas preguntas, ni se cuestione
el origen de los fondos. De allí, a afirmar que Puerto Madero funciona como un
“lavadero de finanzas” existe un trecho muy corto.
En
sintonía con las tendencias que critican a la ciudad postmoderna, Massuh cuestiona esta forma de crecimiento de la ciudad,
pues en su criterio no representa ni respeta la “esencia” de la identidad
porteña, afirma que el alma de la ciudad de Buenos Aires se está perdiendo: “El
resultado es que nuestra ciudad es «el marketing de lo que alguna vez fue»”
(Kiernan, 2014).
Puerto
Madero y el valor de cambio del suelo urbano
Durante
la reestructuración capitalista de los años 90, en el “proceso radical de
desposesión/ acumulación”, en virtud de los cambios de usos del suelo, grandes
extensiones de tierra fueron incorporadas al desarrollo urbano. Este suelo,
antes industrial, portuario y/o de servicios, se destinó a usos comerciales o
residenciales, sin considerar siquiera la posibilidad de que estos Grandes
Proyectos Urbanos (GPU) formaran parte de una alternativa redistributiva. Es
revelador que, si bien algunos de estos GPU son financiados con dineros de
origen privado, no se ejecutan sin una gran intervención pública:
[…]
como lo es la reducción de las exigencias de las ordenanzas urbanas, de todo
tipo, la implementación de las normativas ad hoc, exenciones tributarias, etc.,
etc. Son opciones del aparato público –esto es, normas que impone un sector de
la sociedad, no leyes de la Naturaleza- […] (Rodríguez, 2012, p. 9).
En
Buenos Aires, el proyecto de renovación urbana encarado en las 170 hectáreas
del antiguo puerto, constituye un GPU representativo.
En el Plan de Desarrollo Urbanístico de Puerto Madero se exalta, no sólo la
creación de más espacio público, sino también la escala de su transformación:
esta operación implica una metamorfosis de revitalización/rehabilitación de un
espacio público degradado. Se reivindica así, la gestión privatizadora del
Estado neoliberal sin dejar de subrayar la tendencia al deterioro generalizado
que significan los desplazamientos de centralidades: “la pérdida de valor de
las localizaciones y la sustitución de las actividades […], la transformación
de los antiguos edificios en viviendas precarias, y la disminución de control
social sobre el espacio público” (Garay, 2011, p. 97). Así, el Proyecto de
Puerto Madero buscó reciclar áreas y edificios, para adecuarlos a funciones
distintas, y planificar proyectos que conjugaran edificios patrimoniales y
modernos.
El
discurso sobre la recuperación del espacio público se articula con las
retóricas historicistas en las que, según Muñoz, se inscribe la renovación del
área portuaria de Buenos Aires:
Desde
el punto de vista del proyecto, la retórica historicista ocupa un papel
importante en el planteamiento de la intervención […] La recuperación del puerto
como escenario urbano se vestía así con elementos histórico-identitarios que
asimilaban la operación a una solución de continuidad entre un pasado
idealizado y un presente que empezaba ya a verse agitado por la maquinaria
urbana especulativa (2008, p. 141).
En
1991, el Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires aprobó una
norma de protección patrimonial que estableció pautas de preservación para el
ámbito de los dieciséis edificios de ladrillo rojo, construidos entre 1900 y
1905, y que constituyen un prototípico conjunto de arquitectura utilitaria
inglesa. La refuncionalización edilicia se atuvo a
las condiciones normativas, respetando los materiales y las fachadas
originales. De igual manera, en el diseño de los paseos peatonales y en las
cabeceras de los diques, se emplearon materiales y artefactos del viejo puerto.
Estas acciones, junto con la iluminación y la pintura de las grúas,
configuraron una estrategia evocadora del espíritu portuario. El propósito de
la reconversión, explicitado en el Plan Maestro sino ya incorporado a la
historiografía oficial de la ciudad; cuyos objetivos buscaron entre otros,
desarrollar una nueva relación de la ciudad con el río por medio del puerto,
hacer definitivamente de la costanera sur un espacio verde recreativo, crear un
nuevo centro comercial, social y cultural en la ciudad (Ramírez, 2014).
Algunas
posturas sobre la intervención en Puerto Madero sostienen que su beneficio para
el conjunto de la sociedad es más que evidente, al considerar que su ejecución
aportó a la comunidad mejoras en la calidad del espacio público, revalorizó el
patrimonio construido y renovó el paisaje urbano:
El
barrio de Puerto Madero tiene una particular historia porque se integra a la
trama urbana a partir del proyecto de rehabilitación de las zonas portuarias en
la década de 1990. Hasta entonces silos abandonados formaban parte del paisaje
habitual de los porteños que no tenían acceso a ese sector de la costa (Condoleo, 2012, p. 17).
En
la ejecución del Plan Maestro, destaca la protección de la imagen de los
espejos de agua, la preservación estructural de los galpones, la puesta en
valor –e integración paisajística– de las grúas y silos. “La idea de legado,
que apare[1]ce
en esta formulación propone como criterio de evaluación de los beneficios
sociales de un proyecto de este tipo, el valor de preservar, de poner en valor
o incluso resignificar un espacio” (Garay, 2011, p. 101). Pero, sobre todo, se
remarca la recuperación del acceso al río y la vista a la costa, y la
generación de un polo de atracción turística sostiene que una de las más
apreciables consecuencias de la rehabilitación portuaria radica en la exitosa
reinserción del territorio en el mercado y en el aumento de valor, reflejados
en el incremento de los precios inmobiliarios. Asimismo, Garay considera que la
no utilización de terrenos urbanos centrales abandonados, implica un pasivo
equivalente a la renta mensual. “Demostrada la existencia de una renta
potencial que se desperdicia, el eje de la discusión se traslada, y el problema
pasa a ser el diseño del instrumento más adecuado para capturarla” (2011, p.
101).
Por
otro lado, existen opiniones en contra y resistencia que se hacen evidentes, a
medida que se ponen en práctica las intervenciones urbanísticas. En 2007, el
especialista en cascos históricos, Goycoolea-Prado, manifestó su oposición, en
algunas reflexiones específicas, frente a la intervención urbana en Puerto
Madero; opiniones que, dicho sea de paso, comparto absolutamente, como la
desvinculación de Puerto Madero con el resto de la ciudad “a Puerto Madero no
se llega, hay que ir”, y la ruptura con el paisaje tradicional de la ciudad, el
horizonte y el río, que supone la aparición de las torres frente a la Reserva
Ecológica:
[…]
lo que me parece un disparate, es la aparición de las torres frente a la
Reserva Ecológica, que rompen el paisaje tradicional de la ciudad, el horizonte
y el río. Han roto la imagen histórica. En definitiva, es una privatización del
paisaje, que es un bien público (Videla, 2007).
Esta
mirada crítica va en consonancia con el análisis de Svampa,
quien, al considerar a Puerto Madero como metáfora del progresismo, resalta su
carácter excluyente:
La
evolución y actual fisonomía de Puerto Madero constituye efectivamente una
metáfora del progresismo que, lejos de apuntar a un futuro de “inclusión”, […]
el barrio expresa la contundente concentración de la riqueza, amplificada en
los 90 y consolidada en estos últimos años, al tiempo que ofrece una cierta
flexibilización de las fronteras [...] (2008, p. 284).
En
efecto, a la lista de críticas que acumula Puerto Madero, se agrega el riesgo
ambiental, representado no solo por la cercanía del cementerio de automóviles
en el obrador que limita la Reserva Ecológica de la Costanera Sur, con el
barrio Rodrigo Bueno; también es importante recalcar que el barrio está ubicado
en el área de influencia, no solo del polo petroquímico Dock Sud, la
desembocadura del Riachuelo y, a pocos kilómetros de la Central Costanera
(central termoeléctrica de gran tamaño). Tampoco sobra recordar la
inestabilidad del terreno, fruto de haber sido ganado al Río de La Plata y la
latente amenaza de inundación.
Puesta
en valor del antiguo puerto: la refuncionalización
Lorenza
llevó a Mateo a pasear por Puerto Madero, a la orilla del río, un lugar de
moda, iluminado y resplandeciente, lleno de gente, de cafés y restaurantes. Le
contó que antes aquello había sido el puerto, el puerto de Buenos Aires, y que
ahí había tenido ella reuniones clandestinas con los estibadores. Laura Restrepo
(2009).
La
renovación de Puerto Madero buscó alta rentabilidad económica. El paso del
valor de uso al valor de cambio del patrimonio, ha
permitido que sea presentado –el patrimonio– como un recurso para el desarrollo
económico, unido al inevitable turismo. “El proceso de patrimonialización
que ha sido devorador de recursos económicos y simbólicos ha encontrado un
nuevo vademécum en la supuesta rentabilidad que se podría obtener de él
mediante la «puesta en valor»” (González, 2012, p. 12). En este contexto de
producción y de valoración del suelo, la Operación Puerto Madero preserva las
grúas del antiguo puerto “como memoria de la actividad portuaria [reforzando]
la función simbólica de la operación con un elemento de infraestructura, que
deviene en ícono de la reactivación económica que propugna el proyecto” (Nuñez y Ruiz de Gopegui, 2013, p. 109).
Buenos
Aires es una ciudad vinculada con el agua, a través de su puerto sobre el Río
de la Plata, en cuya costa nació, creció y se desarrolló, aun cuando
paradójicamente suele ser descrita como una ciudad de espaldas al río. Su
primer puerto estuvo ubicado en La Boca del Riachuelo y se mantuvo durante
décadas. Recién a finales del S. XIX se construyó el Puerto completo –di[1]señado
por E. Madero– cuya obra se llevó a cabo entre 1887 y 1898.
Puerto
Madero no sólo ocultó la visión del río, sino que trazó una frontera entre la
ciudad y el río. El esfuerzo para la construcción de Puerto Madero no sirvió de
mucho. En poco más de una década, el tamaño de los barcos hizo que las
instalaciones se quedaran chicas. Entonces, en 1914, se empezó otra ampliación
hacia el Norte, con el esquema de dársenas abiertas que había propuesto en su
momento L.A. Huergo1 .
Hacia
1916, se trazó la avenida Costanera, uno de los paseos predilectos de los
porteños y se creó el Balneario Municipal. Inaugurado en 1925, el nuevo puerto,
que aún sigue en uso, empujó al antiguo a un destino de desidia y abandono.
Desde entonces, se sucedieron planes para reinsertar Puerto Madero al tejido
urbano, considerando su ubicación estratégica, su extensión y su nexo con el
borde costero.
A
finales de los años ochenta del S.XX, el sur de la ciudad acusaba un inexorable
deterioro y sufría un acelerado proceso de desvalorización. Ya recuperada la
democracia, se promovieron debates y proyectos, como los realizados en ocasión
del Concurso Ideas Urbano-Arquitectónicas para Buenos Aires, conocido como “20
ideas”, con el propósito de idear intervenciones significativas, en términos
arquitectónicos, no sólo en Puerto Madero sino en otros vacíos urbanos. El
ejercicio para el “vacío” Puerto Madero se identificó en el caso del puerto
como “Ensanche Área Central y Costanera”, en clara continuidad con el proyecto
urbano ejecutado durante la dictadura.
Algunas
de las principales intervenciones urbanas de este período estuvieron
encaminadas a ejecutar obras de “mejoramiento” en la movilidad urbana,
autopistas, ensanches y estacionamientos. En cuanto procesos urbanos, estas
intervenciones significaron incentivar la utilización del automóvil individual;
su ejecución implicó la demolición de miles de viviendas y, por consiguiente,
una aguda ruptura de la trama urbana de los barrios, consolidando, además,
nodos de contaminación ambiental (del aire, visual y sonora) en zonas
residenciales.
Para
Gorelik (2011), la decisión de intervenir no
interviniendo en el puerto cuestionaba, no sólo el diagnóstico desarrollista,
sino resaltaba el hecho de que las 20 ideas se realizaran sin disponer de un
nuevo diagnóstico general sobre la ciudad. De esta manera, el área se convirtió
en escenario privilegiado para desplegar las estrategias que se expandían en el
mundo: la revalorización, la recuperación y el reciclaje del patrimonio histórico
urbano, y simultáneamente, el ecologismo. Puerto Madero fue, entre 1985 y los
primeros años 90, uno de los temas privilegiados, como ejercicio académico arquitectónico.
Cuando
en el año 1989, los Estados nacional y municipal tomaron las decisiones
políticas, en el marco de las políticas neoliberales, para ejecutar el plan de
renovación urbana –que en la práctica fue un negocio inmobiliario millonario– a
través de un decreto presidencial, se suscribió el convenio de creación de la
Corporación Antiguo Puerto Madero S.A., cuyo propósito estuvo encaminado a la
planificación y ejecución del proyecto urbano, que afectaría las 170 hectáreas
de suelo urbano, que por obra y gracia de estas decisiones, a la postre se
convirtió en el barrio 47, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Si
bien el proyecto de renovación urbana buscó resaltar, simbólicamente, la
memoria e historia portuarias, estuvo signado por una suerte de descontextualización
y, en algunos casos puntuales, por un “vaciamiento de contenido” o
banalización. Así, el patrimonio industrial –eminentemente utilitario– se refuncionalizó para ser un mero decorado, despojando los
elementos portuarios de su función: las grúas ya no cumplen con su cometido y
actúan como elemento estético, evocador del puerto. De la misma manera, los
edificios que, en tiempos pretéritos eran estampas de la economía productiva
pujante identificada en la metáfora “el granero del Mundo”, pasados por el
tamiz de la renovación urbana y la inversión inmobiliaria, terminan convertidos
en hoteles y distritos turísticos, testigos del cambio de matriz económica:
donde antes había granos, ahora hay consumidores:
En
las ocho cuadras que tenemos están los dos oficios más emblemáticos de la
Argentina Potencia: eran los silos graneros que le daban de comer al mundo. De
alguna manera me pertenecen y forman parte de este barrio que estamos haciendo.
La idea sobre estos edificios es la de recuperar el valor que existía como
actitud en la ciudad en el momento en que esto crecía. Todo se hacía con una
visión de mucha grandeza. De alguna manera, yo tomando este mismo valor y esa
misma actitud y esa visión de conexión con el futuro y teniendo la suerte de
tener en mis manos estas ocho cuadras para desarrollar estos edificios, tengo
la misión de hacer las cosas como se hacían entonces, pensando en reescribir la
historia y, de alguna manera generando otro ritmo que pueda ser inspirador del
despertar general (Becerra, 2007, p. 115)
La
operación Puerto Madero, precisamente, hace referencia al pasado y al futuro,
en su paisaje urbano revitalizado. Por un lado, como símbolo de la antigua
actividad portuaria y por otro, como signo de reactivación de la zona, en su
oferta de espacios públicos, equipamientos e infraestructuras destinadas al
consumo cultural. En línea con el contrapunto entre lo local y lo global, que
señala González (2012), respecto al patrimonio y a la polémica que incluye la
deconstrucción de las autenticidades.
La
intervención inmobiliaria de Puerto Madero no concluye en la obra construida;
el propósito claro de reactivación económica y producción de espacio público se
condensa en una nueva imagen de la ciudad. Así, el barrio más nuevo de la
ciudad ya dejó de ser novedoso y está incorporado a la dinámica urbana porteña.
El proceso de consolidación urbana no ha estado libre de polémicas y
discusiones, aún por parte de sus gestores: “Puerto Madero, el barrio más nuevo
de la ciudad, ya es antiguo”. Es el veredicto de Roberto Converti,
arquitecto y urbanista a cargo del planeamiento porteño, en el marco del
proceso de autonomía de la ciudad, allá por 1996, y quien también presidió la
Corporación Puerto Madero, entre 2000 y 2002.
Con
más de 25 años, ya no forma parte de la modernidad de Buenos Aires. Las normas
urbanas se aprobaron entre 1993 y 1997. En sus distintas fases, el plan maestro
se pensó en 1991 y se fue concretando con el paso del tiempo. El problema es
que se le exige más, cuando en realidad se trata de un proyecto que cumplió con
los objetivos de una época y que hoy ya no tiene más cosas que aportar. Eso es
lo paradójico del barrio: todo el frente costero sur está muy maltratado, se
crearon asentamientos, hay plazas de estacionamiento de camiones en la vía
pública, la zona portuaria sin uso está tugurizada, los bordes de la dársena
sur no tienen calidad alguna, en Retiro se consolidó la Villa 31 y la autopista
no se hizo. En términos de proyecto en sí mismo, Puerto Madero cumplió. Pero,
en términos de valor urbano, el saldo es negativo (Obiol,
2013).
De
todas maneras, no sobra insistir en que esta transformación urbana está
destinada a asegurar un tipo de circulación y a dar una imagen acogedora y
prestigiosa, una imagen fundamentalmente concebida para atraer el capital, las
inversiones y los turistas. Los señalamientos del carácter excluyente de Puerto
Madero y la segregación espacial generada por la intervención urbana, se ven
reforzados en el debate suscitado por la cercanía de un asentamiento informal.
Estados
empresarios: La Corporación Puerto Madero
Una
de las cuestiones destacadas de la operación de renovación urbana de Puerto
Madero es que su ejecución supuso la asociación público-privada, en el seno del
Estado. En el marco del “nuevo paradigma empresarial” o la culminación del
entrepreneurialism2 , esto tiene nombre propio: la Corporación
Antiguo Puerto Madero SA (CAPMSA), forjada como una empresa urbanizadora
estatal, bajo la forma de una sociedad anónima, que se rige por las leyes del
derecho privado:
Eso
significa que las actividades de la Corporación están reguladas por una ley
nacional que controla a las sociedades comerciales privadas. No le corresponden
de manera automática a la Corporación las normas sobre gestión ni los sistemas
de control de la administración pública. Es decir, que la Corporación no está
obligada a informar sobre el manejo de sus recursos (Cuenya
y Corral, 2011, p. 34).
Con
el objetivo de promover el desarrollo urbano del antiguo puerto de Buenos
Aires, sin superposición de competencias y unificar las distintas
intervenciones. El 12 de noviembre de 1989 se formó la Corporación Antiguo
Puerto Madero (CAPM), integrada en partes iguales por el Estado nacional y la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires –hoy Gobierno de la Ciudad–. El
dominio de las 170 hectáreas estatales fue transferido a la Corporación,
mientras que desde la Municipalidad se generó el proyecto para urbanizarlas.
La
CAPM quedó bajo la responsabilidad de un directorio de seis miembros, cuatro en
representación del Gobierno Nacional y dos en representación del Gobierno de la
Ciudad. Creada para administrar las condiciones de planificación y de
urbanización del suelo, el propósito de la CAPM se basó en reconvertir el área,
para rescatarla de la desidia y el deterioro, recuperar la relación con el río,
incorporando áreas verdes de carácter público para el esparcimiento, estimular
la función residencial y alojar actividades terciarias que requieren ubicación
central.
Así
mismo, la CAPM planificó una reinversión de los beneficios económicos en la
construcción de infraestructura: redes de servicio, nuevos espacios públicos,
como una de las condiciones de realización del proyecto y la consecuente
rentabilidad global del emprendimiento, donde se equilibrarán los fragmentos
“rentables” y “no rentables” (Ramírez, 2011).
Como
la mayoría de proyectos de revitalización/renovación,
la operación Puerto Madero se pensó como una oportunidad de optimización de
ganancias inmobiliarias, poniendo en valor un área de la ciudad que se
encontraba fuera del mercado, generando un proceso de interacción inédito entre
los sectores público y privado. La Corporación subvencionó, con dineros
públicos, a inversores privados y consumidores de ingresos altos, incluyendo en
este universo un abanico de empresas y agentes que obtuvieron enormes
beneficios, mediante prácticas especulativas de suelo urbano. Aun cuando no hay
que olvidar que “la aplicación de los dividendos públicos para usos sociales,
con fines redistributivos, tal como estaba originalmente previsto, no se
concretó” (Cuenya y Corral, 2011, p. 44).
Desde
la perspectiva financiera, el proyecto urbano fue claramente exitoso para el
sector privado, aun cuando el sector público no obtuvo retorno de la inversión
realizada en el terreno. Algunos analistas afirman que la operación Puerto
Madero incluyó transferencias de ganancias para mejorar la infraestructura de
la zona sur: “puntualmente se operó con el proyecto de intervención en San
Telmo, preservando fachadas y mejorando aceras, con la intención de mejorar su
imagen como centro de atracción de turismo internacional” (Murillo, 2004, p.
19).
En
este sentido, no parece un disparate afirmar que el éxito de la operación está
en duda, merced a la falta de participación ciudadana, a la nula generación de
soluciones habitacionales y al escaso nivel de equipamientos públicos; lo
anterior, sumado a la no recuperación de plusvalías urbanas, amén de la
generación de un fragmento urbano aislado de la ciudad.
Reflexiones
finales
Este
trabajo alude a uno de los grandes proyectos urbanos que se propagan en las
ciudades contemporáneas, gracias al influjo de la globalización. Describe las
operaciones de renovación urbana de iniciativa pública, mediante las que
espacios relegados de la ciudad se transforman en nuevas centralidades. El
análisis se apoya en la experiencia argentina de la renovación urbana de Puerto
Madero, en la ciudad de Buenos Aires, planificada y ejecutada durante las dos
últimas décadas (1991-2012). Con base en el análisis que se llevó a cabo, para
enriquecer, la tesis doctoral, se da cuenta del proceso mediante el que Puerto
Madero se convirtió en emblema de las transformaciones urbanas del área
metropolitana de Buenos Aires. Teniendo siempre en cuenta que dichas
transformaciones están signadas por el neoliberalismo, en la economía, con sus
consecuentes cambios en las políticas de planificación, en la gestión del suelo
urbano y en los evidentes efectos que tienen en el territorio.
La
configuración urbana de Puerto Madero forma parte de un proceso complejo, cuyas
pistas hemos tratado de reconstruir. En esta instancia, hemos dado cuenta del
surgimiento de Puerto Madero como barrio, bajo la perspectiva que enmarca el
proceso de renovación urbana del antiguo puerto de Buenos Aires, en la
tendencia global de refuncionalización de espacios
relegados, en clave de rehabilitación urbana, apoyada en las consideraciones
conceptuales desarrolladas en torno a los Grandes Proyectos Urbanos (GPU).
El
proyecto de renovación urbana de Puerto Madero está sustentado en la
rehabilitación del área portuaria, con un propósito de reactivación económica,
al incorporar suelo urbano –con su respectiva renta–, generar plusvalía y
justificar el proceso con argumentos anclados en la retórica patrimonial.
En
este sentido, considerando el carácter de nueva centralidad atribuido a Puerto
Madero y el modelo de refuncionalización de barrios
que ilustra y que se pretende replicar en diversos suelos del AMBA, es
importante señalar las especificidades del caso y, de esta manera, marcar las
diferencias y la relación de continuidad que existe con el resto de la ciudad.
Es
importante señalar que este acercamiento analítico se complementa con la fase
empírica de la investigación, que estará apoyada en los datos construidos a
partir del trabajo de campo etnográfico. De esta manera, se aspira a tener una
perspectiva más amplia de las implicaciones del proyecto de renovación urbana
del antiguo puerto de la capital argentina en el territorio, así como las
diferentes formas de apropiación y uso del espacio en el nuevo barrio porteño.
Por
último, no sobra recordar que esta investigación aspira a inscribirse en las
líneas de trabajos que consideran al capitalismo transnacional como elemento
estructurador dentro de la lógica de desarrollo urbano y, como tal, alude a un
proceso radicalizado de segregación. En el aspecto espacial, sugiere la
desconexión física de las ciudades actuales, una discontinuidad que es producto
del establecimiento de barreras o bordes materiales, cuyo propósito es tanto
limitar la libre circulación, como distanciar territorios y grupos urbanos.
Notas
1.
Luis A. Huergo fue el primer ingeniero
argentino graduado en el país. Tuvo a su cargo numerosos proyectos, se destaca
su polémica con E. Madero por el diseño del puerto de la ciudad de Buenos
Aires.
2.
Entrepreneurialism: voz
inglesa que hace referencia a la gestión de negocios. En este caso de análisis,
el uso se refiere a los negocios inmobiliarios.
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