¿Qué territorio queremos? El reto de los nuevos planes de
ordenamiento territorial en Colombia
Recibido: septiembre
05, 2017. Aprobado: septiembre 28, 2017. Publicado: octubre 27,
2017.
Ernesto
Guhl Nannetti.
Ingeniero Civil de la Universidad de los Andes de Colombia. Profesor
universitario, ex viceministro del Medio Ambiente, miembro de la Academia
Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, exdirector e investigador
del instituto Quinaxi, Bogotá, Colombia. Correo
electrónico: eguhl@quinaxi.org
Resumen
El
ensayo presenta, en su inicio, las tendencias a la urbanización que existen en
la población del mundo, a partir de la revolución industrial y frente a la
continuidad de este proceso. Plantea la falsedad de la dicotomía entre lo rural
y lo urbano, generalmente aceptada, pues ambos espacios son constituyentes del
territorio, entendido como una unidad integral en la que los dos sectores son
interdependientes e intercambian servicios ecosistémicos e impactos
socioambientales. Propone la idea de que la tradicional separación de lo urbano
y lo rural ha generado territorios insostenibles, derivados principalmente de
las grandes concentraciones urbanas y explica el paradigma surgido para superar
esta situación, que es el de los territorios sostenibles, entendidos como una
creación social, basada en el principio de que para que el desarrollo sea
sostenible, es necesario que el territorio en que éste se asienta también lo
sea. Se afirma que es necesario cambiar las formas vigentes de gestión del
territorio, pues llevan hacia la insostenibilidad, y propone que los nuevos
planes de ordenamiento territorial se enmarquen en una visión integral y
regional del territorio, y asuman el reto de lograr la sostenibilidad
territorial. Por último, se refiere a los logros y a las dificultades
encontradas en los planes de ordenamiento que se han formulado y, finalmente,
hace una serie de sugerencias para utilizarlos como un instrumento que oriente
la construcción de territorios sostenibles en Colombia, como condición
necesaria para lograr la paz.
Palabras
clave: urbanización, territorio, integralidad, región, sostenibilidad,
gobernanza.
What territory do we want?
The challenge of new territorial planning plans in Colombia
Abstract
The essay the urbanization trends that
exist in the world population, starting with the industrial revolution and the
continuity of this process. As both spaces constitute the territory, understood
as an integral unit in which sectors are interdependent and exchange ecosystem
services and social and environmental impacts. It also proposes the idea that
the traditional separation the urban and the rural generated unsustainable
territories, derived mainly from large urban and explains the paradigm that
emerged to overcome this situation, which is of sustainable territories,
understood as a based the principle that to be sustainable, that it is
necessary to change the existing forms of land management, as they lead to
unsustainability, and proposes that the be framed in an integral and regional
vision of the territory, and assume the challenge of. It refers to the achievements
and difficulties encountered in the that have been formulated. Finally, he
makes suggestions to use them as Colombia, as a necessary condition to achieve
peace.
Keywords: urbanization, territory, integrality, region,
sustainability, governance
Em que território
queremos? O desafio de novos planos de planejamento territorial na Colômbia
Resumo
O ensaio apresenta, no início, as
tendências de urbanização que existem na população mundial, começando pela
revolução industrial e a continuidade desse processo. Ele postula a falsidade
da dicotomia entre o rural e o urbano, geralmente aceito, uma vez que ambos os
espaços são constituintes do território, entendi[1]dos como uma unidade
integral em que os dois setores são interdependentes e trocam serviços
ecossistêmicos e impactos sociais e ambientais. Propõe a ideia de que a
separação tradicional do urbano e rural gerou territórios insustentáveis,
derivada principalmente de grandes concentrações urbanas e explica o paradigma
que emergiu para superar esta situação, que é a de territórios sustentáveis,
entendidos como uma criação social, com base no princípio de que, para que o
desenvolvimento seja sustentável, é necessário que o território em que se
baseie também seja sustentável. Afirma-se que é necessário mudar as formas
existentes de gestão de terras, na medida em que conduzem à insustentabilidade
e propõe que os novos planos de planejamento territorial sejam enquadrados em
uma visão integral e regional do território e assumam o desafio de alcançar a
sustentabilidade territorial. Finalmente, refere-se às conquistas e
dificuldades encontradas nos planos de gestão que foram formulados e,
finalmente, faz uma série de sugestões para usá-los como um instrumento para
orientar a construção de territórios sustentáveis na Colômbia, como condição
necessária para alcançar a paz.
Palavras-chave: urbanização, território, integralidade, região,
sustentabilidade, governança
La
tendencia de urbanización
Durante
milenios, el planeta fue un mundo rural; la población rural superaba ampliamente
a la urbana que, a principios del siglo XIX, apenas representaba alrededor del
3% del total. A partir de la Revolución Industrial, y con la paulatina
consolidación del modelo económico capitalista de consumo, esto ha cambiado radicalmente.
Para los años 50 del siglo pasado, un tercio de la población del planeta
habitaba en las ciudades; esta cantidad, en la actualidad, alcanza casi al 60%
y se espera que, para 2050, dos tercios de la población global sean habitantes
urbanos. Es decir que, en apenas un siglo, se invertirá la distribución global
de la población entre urbana y rural. América Latina y el Caribe es el
continente más urbanizado, con una población urbana cercana al 80%,
sobrepasando ampliamente a los más desarrollados (United
Nations, 2015). En Colombia la población urbana
ascendía en 2015 al 77% del total (Grupo Banco Mundial, 2017).
La
masiva migración hacia las ciudades presente en Asia, África y América Latina, ha superado la capacidad de los gobiernos para
resolver las necesidades básicas de los migrantes, generando marginalización en
los cinturones de pobreza, proliferación de barrios subnormales y asentamientos
en zonas de alto riesgo, donde se ubican los habitantes más pobres.
Los
escenarios desarrollados por las Naciones Unidas prevén la continuidad de la
concentración espacial de la población y de sus impactos ambientales, que se
manifiestan en el deterioro de los ecosistemas y de sus servicios, así como en
la contaminación generalizada del planeta.
La
continuidad de esta tendencia proviene de múltiples causas, que se resumen en
la búsqueda de mejor calidad de vida y de oportunidades para superar la pobreza
y el atraso, ambos característicos del entorno rural. En Colombia, se agrega la
necesidad de escapar de la violencia, que condujo a que, en las décadas de los
años 50, 60 y 70 del siglo pasado, las grandes ciudades colombianas presentaran
tasas de crecimiento extraordinariamente elevadas.
El
número de ciudades con más de 10 millones de habitantes, en el planeta, pasó de
10, en 1990, a 28, en 2014; y de acuerdo con las proyecciones de las Naciones
Unidas, se prevé que, en 2050, las ciudades alojarán 2.500 millones de
habitantes adicionales (Naciones Unidas, 2014). Este aumento masivo implica el
enorme reto de proveer vivienda, servicios públicos, empleo, recreación y demás
componentes indispensables para llevar una vida digna y productiva a los nuevos
urbanitas, lo cual implica, además, cambiar las formas de gobierno y de
convivencia tradicionales, que han probado ser insuficientes para garantizarla.
El
área urbanizada de la tierra, en donde vive casi el 60% de la población, ocupa
actualmente apenas el 3% de la superficie seca del planeta, haciendo que el
empaquetamiento incontrolado de la población, en megaciudades, cree una demanda
concentrada por los servicios ecosistémicos necesarios para que éstas puedan
vivir y funcionar, y la generación de impactos ambientales muy concentrados y
fuertes, como vertimientos y emisiones puntuales con alta contaminación al agua
y al aire, y muchos otros que resultan menos evidentes, sobre el suelo, la
biodiversidad y las formas de vida, haciendo que las grandes ciudades sean
algunos de los principales focos de insostenibilidad territorial. Se estima que
las ciudades consumen entre el 60% y 80% del total de la energía y generan
alrededor del 75% de las emisiones de carbono (ONU, s. f.).
El
proceso descrito responde, principalmente, a la implantación de la sociedad
industrial, que asume que la sociedad funciona en un sistema abierto, cuyo
centro es la economía y que los flujos de recursos primarios que requiere son
infinitos, al igual que la capacidad de la naturaleza para absorber y recuperar
los impactos sobre los ecosistemas y procesar la contaminación y los residuos
generados por las actividades humanas. Los patrones de vida de la sociedad de
consumo son, además, motivo de profunda preocupación por sus implicaciones
sobre la salud del medio ambiente, la calidad de vida, los valores y el
distanciamiento y desprecio por el mundo natural. Otras concepciones, más
cercanas a la complejidad y a la interdependencia, propias de la ecología, como
la economía ecológica y la denominada “economía circular”, consideran la ecosfera como un sistema cerrado, en el cual los residuos
entran en ciclos naturales aprovechables en buena medida. En ellas, la economía
deja de ser el centro del sistema, para ser apenas uno de sus múltiples
componentes (Figura 1).
Figura 1. Comparación de las visiones sobre
sostenibilidad
Nota: Adaptado de “Nuestra Agua ¿De dónde viene y para dónde
va?”, por Guhl, 2015, Empresa de Acueducto y
Alcantarillado de Bogotá.
Dado
que el territorio y sus recursos son limitados, es necesario administrarlos
como bienes escasos y vitales, cuya gestión debe basarse en la idea de que sean
sostenibles, si se quiere evitar entrar en una espiral de deterioro de sus
servicios, de los que dependen la calidad de vida y las posibilidades de un
desarrollo equitativo y de largo plazo. Ésta última visión corresponde, de
manera mucho más clara, a la cercanía con el mundo natural que posee la
ruralidad y que plantea la necesidad de adoptar una nueva definición para ella.
De
todas maneras, independientemente de las formas y de las densidades de
ocupación y de uso del territorio, éste constituye una unidad espacial,
definida por la interacción entre la base natural y los procesos
socioeconómicos, las formas de ocupación y el uso del suelo, las demandas por
servicios ecosistémicos necesarios para la vida y las actividades urbanas y
rurales, así como la mitigación de sus impactos socioambientales.
Desde
esta visión, la separación tajante entre lo urbano y lo rural desaparece, ya
que el territorio se entiende como un continuo urbano-rural, en el que estos
dos componentes, que son interdependientes y complementarios, comparten el
espacio. Aclarando, eso sí, que el componente urbano tiene una dependencia más
fuerte del rural, que a la inversa.
Tradicionalmente,
se ha mantenido una falsa dicotomía entre lo urbano y lo rural, al punto de
considerarlos como extremos opuestos, caracterizados por diferencias marcadas
en la calidad de vida, las oportunidades laborales, las formas de vida y
educación, y la relación con la naturaleza. Lo urbano se asocia con el
progreso, el bienestar y el futuro, con el mundo del siglo XXI. En cambio, la
ruralidad se asocia con la pobreza, la baja calidad de vida y el atraso. El
espacio rural se considera centrado en las actividades agropecuarias, habitado
por los campesinos, como algo folclórico y anclado en el pasado.
Sin
embargo, superando la anterior generalización, el concepto de ruralidad ha
evolucionado, haciéndose más incluyente y complejo. El territorio se entiende
como un espacio conformado por la interacción de procesos y de razones
históricas y culturales con los ecosistemas, cuyos habitantes, además de los
campesinos, pertenecen a diversos grupos como los indígenas, los pescadores,
los mineros y otros que responden a formas de vida y actividades muy variadas.
La nueva concepción de la ruralidad busca mejorar la calidad de la vida rural,
mediante un aumento en la inclusión social, en la inclusión productiva y en la
provisión de bienes públicos que faciliten la actividad económica y el
desarrollo humano, además de un sistema de gobernanza participativo y
democrático.
Los
territorios sostenibles, reto de los nuevos planes de ordenamiento territorial
Ignorar
la relación de interdependencia entre lo urbano y lo rural ha hecho que las
ciudades no mitiguen adecuadamente sus impactos sobre el agua, el suelo, el
aire y la biodiversidad y que, impulsadas por el interés urbanizador y fiscalista,
se hayan extendido sin tener en cuenta la vocación del suelo que han ocupado,
incluyendo zonas con los mejores suelos agrícolas y valiosos ecosistemas, como
otras de alto riesgo, en las que se asientan los habitantes más pobres y
desprotegidos. El reciente caso de Mocoa, Putumayo, es un triste ejemplo de
esta falta de visión y de descuido en la planeación territorial.
Lamentablemente, esta falencia se repite en muchísimas ciudades y poblaciones
del país.
Los
planes de ordenamiento territorial han tenido un sabor marcadamente urbano y
municipal. Al tener un ámbito tan restringido, ignoran en la práctica los elementos
estructurales y fundamentales del territorio, aquellos que posee una mayor
amplitud espacial, los denominados determinantes ambientales, como la
Estructura Eco[1]lógica
Principal, la morfología, las cuencas y las relaciones con municipios vecinos,
que son indispensables para la generación de servicios ecosistémicos
esenciales, como el suministro de agua y de alimentos, y la práctica concertada
y eficaz de las actividades socioeconómicas, lo que impide la conformación y el
funcionamiento armónico de territorios sostenibles.
Esta
preocupación, compartida en diversos países (Verburg
et al., 2015), ha hecho que surja, como nuevo paradigma, el de los sistemas
territoriales sostenibles, que parte del principio de que la condición previa y
necesaria para que una actividad sea sostenible, es que el territorio donde se
asiente también debe serlo.
Su
propósito es generar territorios sostenibles que, desde esta perspectiva
integradora de lo urbano y lo rural, se entiendan como una creación social en
la que se identifican y acuerdan visiones y opciones para el manejo y el
ordenamiento del territorio, con el propósito de lograr y mantener el bienestar
y la seguridad de la población. Las metas regionales para lograrlo,
resultan de la interacción de las múltiples variables y procesos sociales y
naturales que se dan en ella. Uno de esos procesos es el desarrollo económico,
el cual debe ubicarse dentro de los límites y las capacidades de los
ecosistemas que lo soportan.
Este
principio se aplica, con toda claridad, al caso de las ciudades, como una de
las creaciones humanas más importantes, si no la más, las cuales alojan la
mayoría de la población y sus actividades, lo que implica que para que sean
sostenibles, las regiones en que se asientan y les proveen los servicios
ecosistémicos esenciales para el funcionamiento, también deben serlo. La
concepción del territorio, como una unidad, presupone la planificación
participativa y la gestión conjunta de lo rural y lo urbano, basadas en la
existencia de una interrelación simbiótica y funcional entre los dos. No es
posible concebir la existencia de ciudades sostenibles, sin considerar el
territorio del cual dependen (Figura. 2).
Figura 2. ¿Qué es un territorio sostenible?
Nota. Adaptado de “Los territorios sostenibles y
la ingeniería. Un reto por abordar”, por Guhl, 2016,
Seminario La Ingeniería y las políticas ambientales en Colombia y América
Latina.
En
este momento, la crítica realidad social y ambiental del país exige un cambio
en la gestión del territorio, que implica no seguir haciendo más de lo mismo.
Se hace indispensable encontrar nuevas formas de aprovecharlo y gobernarlo que
nos permitan vivir de forma sostenible, dejando atrás las visiones
cortoplacistas, la insularidad institucional y los enfoques espacialmente restringidos
que ignoran el bien común y que no consideran la sostenibilidad territorial,
para dar paso a formas de gobernanza con enfoque regional, participativas,
solidarias, cooperativas y articuladoras, que sí la hagan posible.
El
proyecto más grande y urgente para la consolidación de la paz, en Colombia, es
el ordenamiento y el uso equitativo y racional del territorio, mediante la
formulación y la aplicación de una política de tierras y asentamientos que
articule lo ético con lo social, lo económico y lo ecológico, construyendo
territorios sostenibles en los que todos podamos vivir y progresar de manera
armoniosa.
Logros,
dificultades y sugerencias
Para
ir más allá del discurso y buscar caminos que apoyen, desde la perspectiva de
la planificación, la generación de territorios sostenibles,
es conveniente identificar y evaluar los principales logros y las dificultades
de los instrumentos de ordenamiento territorial, a partir de su creación, por
la Ley 388 de 1994, y hacer algunas sugerencias para lograr el propósito
buscado.
Logros
·
La obligación legal de formular los POT ha
conllevado la generación, recopilación y sistematización de conocimiento e
información de todo tipo, sobre las jurisdicciones municipales, especialmente
en los campos cartográfico, biogeográfico, socioeconómico y de desarrollo,
contribuyendo así al mejor conocimiento y comprensión del territorio y de los
efectos de las acciones antrópicas.
·
Se ha creado una conciencia pública más amplia
sobre la necesidad de planificar el futuro del territorio, con base en
conocimiento e información, para progresar conservando la salud y los servicios
de los ecosistemas.
·
Se ha motivado el interés de la sociedad para
participar en la gestión sostenible del territorio y en su reconocimiento como
un “bien común”, de cuyo funcionamiento depende la calidad de vida y el
progreso.
·
Se ha generado una capacidad institucional y
humana para construir los instrumentos de planificación territorial.
·
Se ha evidenciado la necesidad de la planificación,
a nivel regional.
Dificultades
•
Los POT han tenido un énfasis marcadamente aislado
y urbano, rompiendo la concepción unitaria del territorio, que es indispensable
para generar territorios sostenibles.
•
Se han centrado en maximizar los aspectos
económicos y fiscales de los municipios, definiendo los usos del suelo con base
en ellos, pero han ignorado las funciones ecológica y social de la propiedad.
•
Al estar limitados a la jurisdicción municipal,
carecen de visión regional, lo que los hace poco útiles para crear territorios
sostenibles.
•
No tienen en cuenta lo suficiente los Determinantes
ambientales que mantienen, a nivel regional, la generación de servicios
ecosistémicos indispensables para la vida y el desarrollo.
•
Carecen de instrumentos adecuados de seguimiento y
evaluación, por lo que sus resultados no son medibles ni fácilmente
verificables.
•
Son bastante inestables y la visión de largo plazo
que deberían mantener, se puede modificar “legalmente”, de acuerdo con los
planteamientos e intereses de las sucesivas administraciones municipales.
•
No incorporan adecuadamente los riesgos
ambientales ni su prevención, al permitir, por ejemplo, asentamientos urbanos
en zonas peligrosas y susceptibles de deslizamientos e inundaciones. El
Departamento Nacional de Planeación (DNP) encontró que el 97% de los POT no
tiene estudios de amenazas de riesgo. De acuerdo con los expertos de esa
entidad, el 86% de la población del país está ubicada en zonas de amenaza
sísmica alta y media; el 28% en zonas con un alto potencial de inundación, y el
31%, en zonas con amenaza alta y media por movimientos en masa (El Tiempo,
2016).
•
A pesar de que el 82% de los POT están vencidos,
los municipios que quieren actualizarlos no lo hacen. Según Diana Muñoz Neira,
gerente del Programa de Planes de Ordenamiento Modernos del DNP, “en algunos
casos no tienen la plata, o no asignan los recursos necesarios para hacer
estudios serios que incluyan evidencias, o no saben cómo, y cuando ven que el
proceso es complejo, desisten” (El Tiempo, 2017).
•
Cómo pueden cambiar radicalmente el valor del
suelo y, por tanto, generar cuantiosos recursos fiscales para los municipios,
han impulsado la urbanización incontrolada y han facilitado la corrupción,
haciendo uso de argucias como el llamado “volteo de tierras”.
•
Evaden frecuentemente las limitaciones sobre áreas
no incorporables a los perímetros urbanos por pertenecer a las clases
agrológicas I, II y III y aquellas correspondientes a otras diferentes, pero
que son necesarias para conservación de los recursos de aguas, control de
procesos erosivos y zonas de protección forestal (Decreto 1333, 1986, art. 54).
•
No se articulan adecuadamente con los instrumentos
de planificación de jerarquía superior, como los de los niveles regional,
departamental y nacional, lo cual crea tensiones y conflictos entre los
diversos niveles del Estado. La proliferación de las consultas populares sobre
el uso del suelo hace evidente este problema.
•
Presentan problemas de vecindad y conflictividad
con los usos del suelo y con los municipios limítrofes, que bien pueden derivarse
de diferentes visiones municipales de un territorio común.
•
La inexistencia de un Sistema de Planificación
Territorial de alcance nacional que le dé coherencia y articulación a los
planes nacionales, departamentales y municipales, hace que el POT sea apenas un
instrumento dentro de un sistema incompleto.
•
Presentan colisiones de competencia y de jerarquía
con otros instrumentos de planificación, como los Planes de Manejo y Ordenamiento
de Cuencas (POMCA) y con planes sectoriales.
•
Carecen de espacios y mecanismos adecuados de
participación social para su formulación y seguimiento.
Sugerencias
•
Desarrollar normativamente los esquemas
asociativos y los instrumentos de coordinación interinstitucional, creados por
la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, para ampliar la cobertura espacial
de la planificación y permitir que se compartan recursos de los entes territoriales,
para desarrollar proyectos de interés común.
•
Aumentar la participación social, creando, reglamentando
y poniendo en marcha espacios y mecanismos efectivos para la formulación,
seguimiento y evaluación de los instrumentos de planificación territorial.
•
Hacer una reingeniería de los instrumentos de la
planificación territorial que, en la actualidad, son excesivos, contradictorios
y confusos, para reducir su número, rediseñarlos y simplificar el proceso de
formulación de los instrumentos de planificación territorial.
•
Que el Instituto Geográfico Agustín Codazzi
(IGAC), las Corporaciones Autónomas Regionales, los departamentos, el
Departamento Nacional de Estadística (DANE) y otras instituciones, suministren
a los municipios in[1]formación
cartográfica y temática coherente, que pueda ser incluida en la elaboración de
los POT, considerando los determinantes ambientales y la inclusión, en ellos,
de las funciones ecológica y social de la propiedad.
•
Formular instrumentos de planificación territorial,
a nivel nacional e intermedio, que orienten y articulen los distintos niveles
de planificación, debe ser una prioridad nacional.
•
Es evidente que el país está viviendo una crisis
en la planificación territorial. Estamos generando una Colombia insostenible,
que debemos transformar para bien de todos, construyendo colectivamente
territorios sostenibles, reconociendo la heterogeneidad cultural y natural de
las diversas regiones del país.
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