Extremo
Occidente. Ensayos sobre la ciudad hispana en la primera globalización.
Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá). Instituto de Estudios Urbanos
(IEU): Planeta Colombia. Lucena, M. (2016)
María
Elvira Cárdenas Sánchez. Magíster en Seguridad y Defensa Nacionales
de la Escuela Superior de Guerra y candidata a magíster en Trabajo Social de la
Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile. Correo
electrónico: mariaelvira.cardenas@gmail.com,
https://orcid.org/0000-0002-7972-3409
Manuel
Lucena Giraldo presenta en su libro un conjunto de ensayos sobre la ciudad
hispana, abordando la realidad urbana desde una perspectiva histórica, política
y sociológica. El texto, a pesar de estar compuesto por diferentes ensayos,
guarda un cuidadoso orden cronológico que contempla un periodo comprendido
desde el siglo XV, con el descubrimiento de América, hasta el siglo XIX, con
los movimientos revolucionarios que se dieron en el continente. El libro,
dividido en cinco ensayos y un epílogo, busca profundizar sobre las ideas
expuestas previamente en algunos libros, publicaciones o ponencias, tomando a
la ciudad desde una triple acepción: comunidad política, instituciones y
fábrica material.
Comienza
mostrando un prólogo en el que hace alusión, por un lado, a situaciones
irreconciliables que se presentan en la realidad urbana y, por otro, a dos
movimientos primordiales que guardan relación con la ciudad. Un movimiento que
hace referencia a la humanización de la progresiva construcción del ámbito
urbano; y otro que se refiere a la negación de la ciudad, que disimula la
incapacidad de dominar la naturaleza. Este prólogo en el que manifiesta haber
escrito con libertad sobre la ciudad da paso a sus ensayos que hacen un amplio
recorrido histórico y dan cuenta de la importancia del territorio, de la
población y de muchos aspectos culturales en la formación de las ciudades americanas.
El
primer ensayo, titulado “La conquista americana como hecho urbano”, se refiere
a la conquista del continente a partir de una mirada a la fundación de las
ciudades a lo largo de América del Sur, Centroamérica y el Caribe. Llama la
atención el contraste que se presenta entre los lugares donde se logró arraigar
el tejido urbano y aquellos donde esto no fue posible, pues estos segundos no
tendieron a prosperar, mientras que las ciudades como La Habana, San Juan de
Puerto Rico y Santafé de Bogotá, entre otras, sí lo hicieron.
Las
ciudades en el Caribe sirvieron, entre otras cosas, como lugares de
aprovisionamiento y repliegue: “el avance de la conquista dependió, más que de
la posibilidad de encontrar metales preciosos o perlas, de la logística. Sin
abastecimiento regular, las huestes no podían avanzar. Las urbes antillanas les
facilitaron bases de partida, avituallamiento y repliegue” (Lucena, 2016, p.
21). Sin embargo, las ciudades a lo largo del continente fueron convirtiéndose
cada vez más en lugares de estabilización de la colonización de España.
Este
ensayo aporta una mirada no solo histórica, sino relativa a la morfología de
las ciudades, mostrando cómo se presentaron diferentes modelos de ciudad:
modelos ortogonales, con forma de trapecio, ciudades con manzanas
rectangulares, entre muchos otros modelos que surgieron a lo largo de América
del Sur, Centroamérica y el Caribe, y que fueron variando de lugar a lugar y
dependiendo en parte de quienes fundaban las ciudades y de algunos expertos.
En el
segundo ensayo, “Vista y no vista. La efímera ciudad de los conquistadores”,
Lucena se refiere al breve, casi inexistente, periodo de poder que tuvieron los
conquistadores en América, pues la Corona española dispuso mecanismos para
asegurar que controlaría el continente: “Lejos de producirse una transferencia
de autoridad hacia ellos, aparecieron nuevos espacios políticos mediante la
fundación de pueblos y ciudades, en los que reinaron en sentido estricto, la
corona y sus directos representantes” (Lucena, 2016, p. 35). De tal manera, se
creó un protocolo para ordenar las fundaciones, se trató de las Nuevas
ordenanzas de descubrimiento y población de 1573, que ordenaban una serie
de normas urbanísticas, acompañadas por aspectos relativos al clima, la
localización, la salubridad, el papel del suelo en la ciudad, entre otros: “El
suelo concedido era de propiedad libre y enajenable. Pero los pobladores
adquirían el compromiso de construir y cultivar en un plazo que oscilaba entre
uno y cuatro años, bajo pena de perderlo todo si no lo hacían” (Lucena, 2016,
p. 39).
Las
ciudades (ciudades metropolitanas, ciudades diocesanas y villas) fueron
gobernadas por cabildos, que para cada clase de ciudad se componían de distinta
forma. Sin embargo, por norma debían tener dos alcaldes ordinarios y un número
de regidores que podía variar; la elección de estas dos figuras fue cambiando
en cada región y época. El ensayo hace alusión a distintos actores como los
mencionados anteriormente, junto al escribano, el procurador, el mayordomo, el
depositario, el obrero mayor, el cobrador o el examinador de caballos, que
jugaron papeles determinantes en el funcionamiento, el tejido institucional y
la organización de las ciudades en América.
Quedan
por mencionar dos aspectos que cobran relevancia en este segundo ensayo, y son,
en primer lugar, la intención de crear en el continente ciudades
autosuficientes y donde pudieran encontrarse alimentos a buen precio, por lo
que los senderos, pueblos, aldeas y redes urbanas intermedias fueron relevantes.
Por otra parte, la mezcla cultural y racial que surgió de la conquista, pues
según el autor en las ciudades desde el primer momento hubo lo que él denomina
“mestizaje urbano”, y este fue un patrón constante en las distintas ciudades y
que Lucena ejemplifica con los casos de Panamá, Santiago de Chile, México y
Lima.
“Metrópoli
criolla”, como nombra su tercer ensayo, hace un recorrido por aspectos propios
de las ciudades americanas durante los años 1600, cuando en aquellos lugares se
conformó una idiosincrasia propia, donde había una especie de competencia por
mostrar fidelidad al monarca y expresar su “criollismo”, lo que indicaba que se
vinculaban aspectos de identidad local con lo global.
México
y Lima, capitales virreinales, resultan ser un ejemplo claro de esa mezcla de
identidades que reflejaba la metrópoli criolla. Las fiestas y los asuntos
religiosos eran muestra de esto, la devoción a la Virgen de Guadalupe en México
o la fiesta urbana del Corpus Cristi resultan ser ejemplos de ello. La
combinación de identidades expresada por Lucena en su ensayo puede reforzarse a
partir de sus propias palabras:
Aunque las metrópolis americanas fueron gobernadas desde
una corte itinerante (…), durante el siglo XVII se generó un proceso que las
reforzó como entidades culturales y simbólicas. Sus vecinos las situaron en la
primera globalización como emporios de una cultura construida con elementos de
todas las procedencias. (Lucena, 2016, p. 59)
Los
ejemplos de México y Lima como metrópolis criollas son abordados también desde
obras de infraestructura que contribuyeron a impulsar sus identidades locales.
Por un lado, se hace referencia al desagüe de México y, por otro, la muralla de
Lima, dos obras que aparecieron en la representación cartográfica y
planimetrías de aquellas urbes.
El
cuarto ensayo que Lucena presenta en este libro y que aborda los años 1700 es
titulado “Imperio reformado, ciudad ilustrada”. Según este texto, cuando la
dinastía de los Asturias fue reemplazada por los Borbones se inició un camino
de modernización política, lo que incluyó un proceso de centralización de la
autoridad en América. Esta actitud reformista buscaba deconstruir los poderes
locales y las ciudades y por tanto los cabildos:
Las primeras medidas derivadas del reformismo ya habían
dejado sentir en América sus efectos. La ejecución del Tratado de límites hispano-portugués de 1750 afectó territorios tan vitales
como Nueva Granada, Venezuela y el Río de la Plata, y mostró con claridad la
voluntad real de someter los poderes intermedios y corporativos que habían dado
sentido y estabilidad a la constitución atlántica tradicional. (Lucena, 2016,
p. 72)
Se
buscó refundar la ciudad y dotarla del equilibrio perdido en el pasado,
pretendiendo desmontar el núcleo político criticando la labor de los cabildos y
sus regidores. De tal forma, se generalizó la pérdida de poder político de los
cabildos y se establecieron intendencias que buscaban limitar la autonomía
municipal, abriendo así un nuevo escenario que favoreció el establecimiento de
nuevas urbes y redujo el control que se ejercía desde las más antiguas. Estos
cambios en la administración urbana, considerado como mejora en la misma, se
dio también como respuesta al aumento de la población (que obedeció al
crecimiento vegetativo como a la emigración), que iba acompañado de
complejidades étnicas y sociales. Llama la atención que México era la metrópoli
más poblada de América y aún hoy en día lo sigue siendo.
Dentro
de las reformas, ocupó también un lugar importante la reordenación del espacio
urbano, algunos de los cambios que se vieron fue la división de las urbes en
barrios y cuarteles, imponiendo una geometrización de la ciudad e implicando
una fuerte influencia del dominio castrense, ejemplo de ello fueron las
fortificaciones que hacían ver a la ciudad como máquina de guerra, la ciudad de
Cartagena reflejaba esa realidad.
En el
último de los ensayos que se presenta en el libro Una lengua de fuego.
Ciudades e independencia, Lucena califica de impredecible, complejo y
dramático el proceso de ruptura del imperio español. Pues luego de la invasión
napoleónica en 1808 a la península ibérica, la reacción defensiva se hizo
presente en América.
En ese
año se proclamó como monarca Fernando VII y en América se produjo de manera
general una proclamación de lealtad hacia él desde las instituciones.
Comenzaron a darse entonces diferentes revoluciones en las ciudades americanas
y las Juntas que fueron estableciéndose invocaban el nombre de aquel monarca y
actuaron en nombre suyo para cubrir la independencia. Ejemplo de ello sucedió
en lugares como Venezuela, el Río de la Plata, Chile y Quito; al respecto y
ejemplificando, Lucena menciona:
el 11
de mayo la recién establecida Junta de Caracas informó con meridiana claridad
que la nación española, tras dos años de guerra, estaba próxima a caer en manos
francesas, en alusión a la esperable caída de Cádiz, por lo cual “Venezuela se
ha declarado independiente, no de la madre patria, no del soberano sino de la
Regencia, cuya legitimidad está en cuestión”. (Lucena, 2016, p. 94)
Se
relaciona en este último ensayo lo sucedido en Venezuela y la Junta Caraqueña;
lo que sucedió en Bogotá, Cartagena y Quito; en Buenos Aires; en Santiago de
Chile; y México. Para 1815 fue evidente que aquellas revoluciones habían
fracasado, excepto la de Buenos Aires y Paraguay, y que lo que luego se denominó
patrias bobas y viejas fueron destruidas por la reacción de otras urbes
contra ellas.
Concluye
su último ensayo con una afirmación contundente: “El escenario último de las
independencias no fueron las ciudades sino los territorios” (Lucena, 2016, p.
108), pues reconoce que en los años siguientes las ciudades fueron abandonadas
y dejaron de estar en el centro estratégico, y en cambio fueron utilizadas por
ejércitos profesionales para ser convertidas en cuarteles y hospitales.
Dando
fin a su recopilación de ensayos, Manuel Lucena cierra con un epílogo,
“Epílogo. La modernidad urbana latinoamericana”. En él se refiere a la
percepción fundacional de las repúblicas de Iberoamérica, pues, aunque se
piense que su fundación partió del carácter urbano, suponiendo que lo que
sucedió fue una batalla entre americanos y españoles, buenos o malos, esto solo
constituye, según sus palabras, “una saludable ficción patriótica”, sin
explicar en su totalidad lo ocurrido.
Un
punto que vale la pena mencionar es que pasado ya 1820 estaba cerca de culminar
la desconexión entre América y Europa, en términos políticos y
constitucionales, y fue esta fragmentación la que dio a América el paso a la
articulación de naciones-Estado.
El
autor asegura que actualmente no funcionan las comparaciones de siglos pasados
y que en un futuro las redes urbanas y globales podrán vincular ciudades
inteligentes a nivel superior, pero, aunque esto funcione y por buena que sea
la tecnología, si las urbes no tienen un sentido de comunidad e
institucionalidad, llegarán a ser invivibles.
El
texto que nos presenta este amplio recorrido histórico puede ser apreciado
desde diferentes disciplinas. La sociología, la antropología, la historia, la
arquitectura, entre otras, pueden encontrar reflejado en cada uno de aquellos
ensayos una mirada desde su perspectiva. Lo que Lucena nos muestra es, por un
lado, que la percepción que se tiene sobre las independencias de los distintos
países en América Latina va mucho más allá de lo que suele decirse; y, por otro
lado, logra mostrar de manera detallada cómo fue el cambio que se fue
presentando desde la conquista de América (considerando allí a la monarquía
española como la primera entidad política global) y la influencia española en
el continente, pasando por una mezcla de costumbres en las urbes denominadas
como “metrópolis criollas”, hasta la ruptura política y constitucional con
Europa y la formación de Estados en América.
Cada
uno de los ensayos contenidos en este libro van llevando al lector por un
recorrido que permite analizar aspectos que hoy vemos en las ciudades
latinoamericanas y que están directamente ligados con la historia que en el
texto se nos narra, ciudades con murallas como Cartagena, el culto a la Virgen
de Guadalupe en México, entre otros, son ejemplos de aquella historia que este
texto permite comprender. Conocer el pasado de las ciudades y cuál fue su
origen es un paso clave para conocer hoy los aspectos que ofrecen aquellas
urbes y entender en mejor medida cómo abordarlas. No solo el espacio físico y
la historia son relevantes allí, el papel de diferentes actores e instituciones
(Monarquía, cabildo, habitantes de las ciudades, etc.), el papel del suelo y
las leyes que han ido cambiando con el paso del tiempo reflejan factores
importantes en este análisis.
Para
concluir, cabe recordar que el autor al finalizar su epílogo asegura que, por
más tecnología que se tenga, si las urbes no tienen sentido de
institucionalidad y comunidad, podrían ser invivibles. Estas últimas palabras de
Lucena para cerrar su compilado de ensayos muestran que, aunque a través del
tiempo muchos factores se han ido modificando y la ciudad de hoy no es
comparable con las urbes del pasado, un factor que ha jugado un papel
trascendental es el de la comunidad y la institucionalidad, que en su libro se
refleja a través del cabildo, las Juntas, los intendentes y todo un tejido de
instituciones y el sentido de comunidad que aparecía en las urbes.
Referencias
Lucena,
M. (2016). Extremo Occidente. Ensayos sobre la ciudad hispana en la primera
globalización. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá).
Instituto de Estudios Urbanos, IEU: Planeta Colombia