Sistemas de financiación de vivienda en Colombia: aportes para una re-interpretación crítica de la acumulación de capital entre 1972 y 1999
Housing finance systems in Colombia: contributions to a critical re-interpretation of capital accumulation between 1972 and 1999
Sistemas de financiamento habitacional na Colômbia: contribuições para uma reinterpretação crítica da acumulação de capital entre 1972 e 1999
DOI:
https://doi.org/10.15446/rcep.v10n1.103976Palabras clave:
financiación de vivienda, Colombia, acumulación de capital, crisis hipotecaria, subsidio (es)housing finance, Colombia, capital accumulation, mortgage crisis, subsidy (en)
financiamento habitacional, Colômbia, acumulação de capital, crise hipotecária, subsídio (pt)
El objetivo de este artículo es analizar las transformaciones en los sistemas de financiación de vivienda entre la creación de las corporaciones de ahorro y vivienda (CAV) en 1972 y la crisis hipotecaria de 1999, desde la perspectiva de las transformaciones en la forma de acumulación de capital en Colombia. Para ello, en la primera parte del documento se esboza brevemente el papel del Estado en el proceso de acumulación originaria de capital en el sector de la construcción a través de instituciones públicas de fomento y crédito hipotecario. En la segunda parte, se aborda la relación entre el agotamiento prematuro del proceso industrializador en Colombia y la conformación monopólica del sector capitalista de producción de vivienda, sellada por la aparición de las CAV y la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC), a comienzos de los años setenta. En la última sección, se estudia el significado económico del programa de subsidios a la demanda, la liquidación de organismos públicos como el Instituto de Crédito Territorial (ICT) y el Banco Central Hipotecario (BCH) y la crisis hipotecaria de finales de los años noventa.
The objective of this article is to analyze the transformations in housing finance systems between the creation of the savings and housing corporations (CAV) in 1972 and the mortgage crisis of 1999, from the perspective of changes in the form of capital accumulation in Colombia. To this end, the first part of the document briefly outlines the role of the State in the process of original capital accumulation in the construction sector through public development and mortgage credit institutions. In the second part, the relationship between the premature exhaustion of the industrialization process in Colombia and the monopolistic conformation of the capitalist housing production sector is addressed, marked by the emergence of CAV and the Constant Purchasing Power Unit (Unidad de Poder Adquisitivo Constante - UPAC) in the early 1970s. The last section studies the economic significance of the demand subsidy program, the liquidation of public agencies such as the Territorial Credit Institute (Instituto de Crédito Territorial - ICT) and the Mortgage Central Bank (Banco Central Hipotecario - BCH), and the mortgage crisis of the late 1990s.
O objetivo deste artigo é analisar as transformações nos sistemas de financiamento habitacional entre a criação das corporações de poupança e habitação (Corporaciones de Ahorro y Vivienda, CAV) em 1972 e a crise hipotecária de 1999, sob a ótica das transformações na forma de acumulação do capital na Colômbia. Para isso, a primeira parte do documento apresenta brevemente o papel do Estado no processo de acumulação de capital original no setor da construção por meio de instituições públicas de fomento e crédito hipotecário. Na segunda parte, aborda-se a relação entre o esgotamento prematuro do processo de industrialização na Colômbia e a conformação monopolista do setor capitalista de produção habitacional, selada pelo surgimento dos CAV e da Unidade de Poder Aquisitivo Constante (UPAC), no início dos anos setenta. Na última seção, estudou-se o significado econômico do programa de subsídios à demanda, a liquidação de órgãos públicos como o Instituto de Crédito Territorial (ICT) e o Banco Central Hipotecário (BCH) e a crise hipotecária do final dos anos noventa.
Sistemas de financiación
de vivienda en Colombia: aportes para una re-interpretación crítica de la
acumulación de capital entre 1972 y 1999
Oscar Alejandro Guerrero Hurtado. Doctorante en Estudios
Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México y magíster en
Estudios Políticos y Sociales de la misma institución. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5150-3121 Correo electrónico: oaguerreroh1991@gmail.com
Recibido: 23 de febrero de
2022 |
Aceptado: 06 de noviembre de 2022 |
Publicado: 14 de noviembre de 2023 |
Resumen
El objetivo de este
artículo es analizar las transformaciones en los sistemas de financiación de
vivienda entre la creación de las corporaciones de ahorro y vivienda (CAV) en
1972 y la crisis hipotecaria de 1999, desde la perspectiva de las
transformaciones en la forma de acumulación de capital en Colombia. Para ello,
en la primera parte del documento se esboza brevemente el papel del Estado en
el proceso de acumulación originaria de capital en el sector de la construcción
a través de instituciones públicas de fomento y crédito hipotecario. En la
segunda parte, se aborda la relación entre el agotamiento prematuro del proceso
industrializador en Colombia y la conformación monopólica del sector
capitalista de producción de vivienda, sellada por la aparición de las CAV y la
Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC), a comienzos de los años setenta.
En la última sección, se estudia el significado económico del programa de
subsidios a la demanda, la liquidación de organismos públicos como el Instituto
de Crédito Territorial (ICT) y el Banco Central Hipotecario (BCH) y la crisis
hipotecaria de finales de los años noventa.
Palabras clave: financiación de vivienda,
Colombia, acumulación de capital, crisis hipotecaria, subsidio.
Housing
finance systems in Colombia: contributions to a critical re-interpretation of
capital accumulation between 1972 and 1999
Abstract
The
objective of this article is to analyze the transformations in housing finance
systems between the creation of the savings and housing corporations (CAV) in
1972 and the mortgage crisis of 1999, from the perspective of changes in the
form of capital accumulation in Colombia. To this end, the first part of the
document briefly outlines the role of the State in the process of original
capital accumulation in the construction sector through public development and
mortgage credit institutions. In the second part, the relationship between the
premature exhaustion of the industrialization process in Colombia and the
monopolistic conformation of the capitalist housing production sector is
addressed, marked by the emergence of CAV and the Constant Purchasing Power
Unit (Unidad de Poder Adquisitivo Constante - UPAC) in the early 1970s. The
last section studies the economic significance of the demand subsidy program,
the liquidation of public agencies such as the Territorial Credit Institute
(Instituto de Crédito Territorial - ICT) and the Mortgage Central Bank (Banco
Central Hipotecario - BCH), and the mortgage crisis of the late 1990s.
Keywords:
housing finance, Colombia, capital accumulation, mortgage crisis, subsidy.
Sistemas
de financiamento habitacional na Colômbia: contribuições para uma
reinterpretação crítica da acumulação de capital entre 1972 e 1999
Resumo
O
objetivo deste artigo é analisar as transformações nos sistemas de
financiamento habitacional entre a criação das corporações de poupança e habitação
(Corporaciones de Ahorro y Vivienda, CAV) em 1972 e a crise hipotecária de
1999, sob a ótica das transformações na forma de acumulação do capital na
Colômbia. Para isso, a primeira parte do documento apresenta brevemente o papel
do Estado no processo de acumulação de capital original no setor da construção
por meio de instituições públicas de fomento e crédito hipotecário. Na segunda
parte, aborda-se a relação entre o esgotamento prematuro do processo de
industrialização na Colômbia e a conformação monopolista do setor capitalista
de produção habitacional, selada pelo surgimento dos CAV e da Unidade de Poder
Aquisitivo Constante (UPAC), no início dos anos setenta. Na última seção,
estudou-se o significado econômico do programa de subsídios à demanda, a
liquidação de órgãos públicos como o Instituto de Crédito Territorial (ICT) e o
Banco Central Hipotecário (BCH) e a crise hipotecária do final dos anos
noventa.
Palavras-chave:
financiamento habitacional, Colômbia, acumulação de capital, crise hipotecária,
subsídio.
Introducción
El problema de la financiación de la vivienda ha sido
ampliamente abordado. No obstante, a pesar de la diversidad de enfoques, existe
un consenso teórico[1]
que considera la incorporación de los subsidios a la demanda a comienzos de los
años noventa como un cambio paradigmático en la política de vivienda del Estado
colombiano. Según esta perspectiva, la nueva estrategia implicó el tránsito de
un Estado garante del derecho a la vivienda a otro que asumió su papel como
dinamizador del mercado inmobiliario. En otras palabras, se adoptó un esquema
de provisión orientado por la lógica de la ganancia, lo que ha distorsionado el
acceso a la vivienda como un derecho garantizado en los últimos 30 años.
El propósito de este artículo es ofrecer elementos para una
interpretación alternativa de la historia de la financiación habitacional en el
país, basada en una crítica a la economía política de la vivienda. Con este
fin, se busca analizar los cambios en las formas de financiación como
expresiones político–institucionales que reflejan las contradicciones generadas
por la circulación de capital en la industria de la construcción de vivienda.
Esta perspectiva histórica muestra cómo el Estado ha respaldado el proceso de
acumulación de capital inmobiliario privado, incluso en períodos en los que
predominó la financiación pública.
De esta manera, el artículo se aleja de las posturas
teóricas que entienden que la actitud del Estado frente a la vivienda es un
resultado del ambiente ideológico de los formuladores de política pública o de
la tensión entre sistemas públicos de financiación, garantes de derechos, y los
instrumentos hipotecarios privados, controlados por el mercado.
En cambio, el enfoque teórico de esta investigación sostiene
que la forma en que el Estado y las empresas del sector abordan el problema de
la vivienda refleja el punto de vista del capital en un determinado nivel de
desarrollo de sus contradicciones. Por lo tanto, se aproxima al problema de la
financiación ubicando como criterio de periodización los cambios en la lógica
de acumulación de la economía colombiana, que se encarnan en la producción de
vivienda en cada momento histórico.
Dentro del régimen de producción capitalista, para que la
vivienda pueda satisfacer las necesidades inherentes a su valor de uso, debe
contribuir a la valorización de los capitales que participan en su sector,
materializando su forma valor como trabajo realizado y apropiado en forma de
ganancia. Desde este enfoque, la mercantilización de la vivienda corresponde al
nivel de desarrollo material de relaciones capitalistas en su construcción y
promoción, y a la forma específica que adquieren en cada período histórico.
Debido a las particularidades de su proceso de producción y el grado concreto
de subordinación a la lógica capitalista en cada país, la vivienda se convierte
en una mercancía que se incorpora a la creciente masa de valores de uso en los
que se materializa el proceso de valorización de capital (Pradilla, 1987, p.
17).
Sin embargo, a pesar de que la construcción de viviendas se
integra a la esfera del intercambio como cualquier otra mercancía capitalista
presenta particularidades que generan contradicciones en el proceso general de
producción y circulación de capital en la rama (Topalov, 1979). Debido a sus
características, el período de rotación del capital en la producción de
viviendas tiende a ser más prolongado en comparación con la fabricación de
otros bienes duraderos de consumo. Esto implica que el capital constructor
requiere una mayor cantidad de capital circulante para desarrollar la base
técnica del proceso de producción, respecto con otros sectores de producción.
En este sentido, el sistema de crédito juega un papel protagónico en el proceso
(Jaramillo, 1981).
En el caso colombiano, se plantea la hipótesis de que la
privatización gradual del sistema de financiación de viviendas, como parte de
la dinámica de concentración y centralización de capitales[2] en
el sector de la construcción civil, se inició en el contexto de la crisis
mundial de acumulación que comenzó en 1968. Este proceso se desarrolla en
condiciones de monopolio ya consolidadas dentro de la formación
económico-social colombiana, utilizando el sistema de crédito, estructuras de
ahorro público previamente privatizadas e instrumentos de inversión de capital
ficticio[3]
.
Este proceso de conformación monopólica se refiere al
proceso técnico-social que aumenta la escala de producción de viviendas y
acelera la concentración de valor en los capitales que ya están articulados a
esquemas corporativos. Estos capitales adquieren una capacidad creciente para
controlar gran parte de la cadena de valor de la vivienda, desde la
financiación hasta la gestión del suelo, la producción y la promoción
inmobiliaria. Sin embargo, este proceso es tendencial y no elimina los
obstáculos derivados de las relaciones antagónicas entre facciones de capital
en su lucha por la apropiación de plusvalía. Estas facciones incluyen la
ganancia productiva (las empresas de la construcción), la tasa de interés
(bancos y otros vehículos de inversión) y la renta del suelo urbano
(terratenientes urbanos).
De esta manera, alrededor de la producción capitalista de
vivienda se desarrolla una trama de conflictos que el Estado colombiano debe
articular y conciliar. Para ello, subordina la construcción a los intereses de
la facción dominante y a su concepción del problema de la vivienda. El análisis
de la función del Estado con respecto a la producción de viviendas parte del
contenido de su política habitacional, la cual refleja relaciones concretas de
clase. La modalidad de intervención depende del grado de acumulación de capital
en cada formación económico-social. En el período actual, el propio proceso de
acumulación en el sector tiende hacia a la concentración monopólica bajo el
dominio del capital financiero, el cual agrupa a las facciones productivas,
comerciales y bancarias en un bloque de poder con articulaciones cada vez más
contradictorias (Harvey, 1990).
Desde este enfoque teórico, el artículo analiza los cambios
en el sistema de financiación de vivienda entre 1972 y 1999, con el propósito
de aportar elementos para una interpretación histórico-crítica del problema.
Para ello, se apoya en evidencia empírica proveniente de otros autores. En la
primera parte del documento, se presenta brevemente el papel del Estado en el
proceso de acumulación “originaria” de capital en el sector de la construcción,
a través de instituciones públicas de fomento y crédito hipotecario. En la
segunda parte, se aborda la relación entre el agotamiento prematuro del proceso
de industrialización en Colombia y la conformación monopólica del sector
capitalista de producción de vivienda, que se consolidó a partir de la
aparición de las corporaciones de ahorro y vivienda (CAV) y la Unidad de Poder
Adquisitivo Constante (UPAC) a comienzos de los años setenta. Por último, se
examina el significado económico del programa de subsidios a la demanda y la
liquidación de organismos públicos como el Instituto de Crédito Territorial
(ICT), y el Banco Central Hipotecario (BCH). Esto permite desenlazar el
argumento y realizar un análisis conciso de la crisis hipotecaria de finales de
los años noventa.
Financiación pública y
acumulación “originaria” de capital para la construcción de vivienda
Con la expansión del proceso industrializador y la rápida
urbanización de la sociedad colombiana entre las décadas de 1930 y 1950,
acelerada por la violencia política en zonas rurales, la escasez de viviendas
se convirtió en un grave problema social para las clases populares y un
obstáculo para la reproducción de capital en su conjunto. En esta etapa
temprana, del capital industrial, se dio la necesidad de reducir los costos de
reproducción de la fuerza laboral a través de la provisión de vivienda[4].
Al tener el control sobre el proceso general de acumulación, las facciones
industriales pudieron orientar la política económica y de vivienda del Estado
para que asumiera las tareas propias de formas funcionales del capital
encargadas de impulsar el desarrollo de la construcción civil, poco maduras en
ese período. Por lo tanto, el Estado colombiano promovió la financiación de
viviendas en las primeras etapas del proceso industrializador a través de
instituciones como el ICT, a partir de 1939, y el BCH, desde 1931.
El ICT y el BCH, debido a sus características, propiciaron
transformaciones en el proceso inmediato de producción con técnicas
constructivas más avanzadas. Los proyectos del ICT fueron los primeros en
incorporar conjuntos habitacionales en serie, ubicados en áreas periféricas de
Bogotá, mientras que el BCH, en calidad de financiador y promotor indirecto,
impulsó la construcción en altura a través de proyectos inmobiliarios en áreas
pericentrales de Bogotá (Martínez-Toro, 2016). De esta manera, el aparato estatal
de financiación de viviendas se convirtió en un catalizador para formas más
desarrolladas de producción capitalista de vivienda, consolidando la
concentración de capital en el sector (Jaramillo, 1981, p. 59).
Efectivamente, el Estado impulsó la acumulación inicial de
capital en la industria de la construcción civil con dineros públicos que en
realidad representaban capital estatal desvalorizado[5], ya
sea como promotor productivo o como capital a interés. En el primer caso, el
ICT podía asumir directamente la construcción de viviendas populares para
ofrecerlas a precios inferiores a los del mercado, es decir, la oferta de
viviendas no estaba directamente sujeta a la lógica de acumulación. En el otro
caso, cuando el BCH y el ICT actuaban como promotores inmobiliarios,
subcontrataban empresas de construcción cuyos precios de producción remuneraban
de manera normal la tasa media de ganancia en la industria.
A pesar de los esfuerzos del Estado por canalizar recursos
hacia la construcción de viviendas, después de un último intento del gobierno
para fortalecer al ICT y el BCH mediante inversiones forzosas del sector
privado, el sector público perdió protagonismo en la financiación de vivienda a
partir de 1968. Además del presupuesto público, instituciones como el BCH
estaban diseñadas para captar ahorros privados y, principalmente, excedente de
liquidez proveniente de otros sectores económicos. Debido a esto, su capacidad
de financiación estaba sujeta a las determinaciones propias de la
centralización de capital a nivel de toda la economía (Kalecki, 1954, p. 381),
específicamente, a la capacidad de la industria de la construcción civil para
generar una tasa de ganancia igual o superior a la de otros sectores.
Para evitar la bancarrota, el ICT fue respaldado con
presupuesto público, pero su participación proporcional en la financiación de
viviendas experimentó un declive imparable, agravado por los efectos que la
devaluación del peso tuvo sobre el crédito externo que recibió de la Alianza
para el Progreso a comienzos de los años sesenta (Instituto Colombiano de
Ahorro y Vivienda [ICAV], 1997). Por su parte, el BCH superó al ICT como
financiador de vivienda gracias al flujo de recursos provenientes de la emisión
de Bonos de Valor Constante, adquiridos por el Instituto Colombiano de Seguros
Sociales (ICSS). Para que el esquema fuera sostenible, el BCH emitió cédulas de
mayor rentabilidad, incrementando la tasa de captación por encima de la
inflación, lo que implicaba elevar las tasas de interés de los créditos
hipotecarios y restringir aún más la demanda solvente de vivienda.
En consecuencia, al aumentar la tasa de interés para
robustecer su capacidad de captación, surgieron formas de inversión propiamente
capitalistas dentro del sistema público de financiamiento, lo que desnaturalizó
el propósito de la vivienda como valor de uso destinado a satisfacer las
necesidades habitacionales de la porción de la clase trabajadora funcional al
capital industrial, que era dominante hasta ese momento. Además, también se
vieron afectadas las burocracias oficiales, respaldadas por el ICT y el BCH,
respectivamente.
Este proceso coincidió con las primeras señales de
agotamiento del proceso industrializador en el país. A partir de la caída de
los precios del café en 1958, se ralentizó el flujo de divisas necesario para
financiar la transferencia tecnológica, lo que afectó el ritmo industrializador
(Pradilla, 1973, p. 28). El alto grado de concentración de capital, que ya se
observaba en las ramas industriales más avanzadas, generó excedentes de
liquidez con dificultades para reincorporarse al proceso de acumulación.
En este contexto, uno de los primeros signos de la crisis de
los años sesenta fue la sobreacumulación de capital circulante, junto con la
subutilización de capital fijo en ramas de bienes de consumo por el tamaño
relativo del mercado interno. Esto estimuló la expansión del capital bancario a
partir de esa década (Misas, 1993). De esa forma, la crisis del sistema público
de financiación de vivienda y el agotamiento prematuro del período de
industrialización a finales de los años sesenta, que son dos aspectos del mismo
proceso, sentaron las bases para el surgimiento de nuevos mecanismos de fomento
y crédito hipotecario.
Deterioro del proceso
industrializador y conformación monopólica del sector de la construcción
Por tanto, es necesario ubicar la privatización del sistema
de financiación de vivienda en el contexto del creciente entrelazamiento de
facciones productivas y comerciales del capital en los años setenta, impulsado
por la progresiva penetración del gran capital trasnacional[6].
Este entrelazamiento se dio en torno a empresas que movilizaban capital-dinero
o capital ficticio, como bancos, compañías de seguros, sociedades de
capitalización y corporaciones financieras. Estos instrumentos permitían captar
fondos para utilizarlos como capital productivo o coordinar distintas fuentes
de inversión dentro de un mismo grupo empresarial (Silva-Colmenares, 1977, p.
154).
Para enfrentar el agotamiento prematuro del proceso de
industrialización, el Estado colombiano incorporó las recomendaciones
formuladas por Lauchlin Currie y, a través de él, el Banco Mundial. En
síntesis, este programa buscaba impulsar un modelo de industrialización de baja
tecnificación en el país, capaz de generar nuevos empleos en las ciudades y
acelerar la descomposición de la pequeña propiedad campesina (Pradilla, 1987).
A partir de 1972, el gobierno conservador que asumió el poder oficializó esta
iniciativa en el plan de gobierno de las ‘cuatro estrategias”, dentro del cual
el sector de la construcción civil se convirtió en el “sector líder” debido a
los encadenamientos productivos que articulaba y el crecimiento de fuerza de
trabajo no calificada empleada (ICAV, 1997).
En realidad, se trata de una esfera emergente de
reproducción de capital que contrarresta la caída generalizada de la tasa de
ganancia mediante formas manufactureras de producción de baja participación
tecnológica, propias de la actividad de la construcción. En este sentido, el
período comprendido entre 1972 y 1999 representa una transición hacia formas
contemporáneas de inversión inmobiliaria que, a pesar de avanzar en la
desbancarización de los medios de financiación, continúan profundizando los
rasgos monopólicos del modelo en la actualidad (Santana Rivas et al., 2021).
Por supuesto, la estructura de financiamiento de vivienda
vigente a comienzos de los setenta constituía un límite para la centralización
de capital que requería la industria. Hasta ese momento, el principal obstáculo
seguía siendo la depreciación de la tasa efectiva de interés debido a los
prolongados períodos del crédito hipotecario y de fomento productivo (Pizano,
2005). Siguiendo las recomendaciones de Currie y el Banco Mundial, el gobierno
colombiano estableció la UPAC, un mecanismo de corrección monetaria que
permitía sumar la variación de la inflación a la tasa fija de interés del
crédito hipotecario. Este esquema incrementaba la tasa de colocación, lo que
implicaba que el UPAC excluyera de su alcance la financiación a la vivienda
popular, que seguía siendo responsabilidad del ICT y el BCH. Para administrar
este mecanismo se crearon las CAV, encargadas de captar ahorros y excedentes de
capital circulante para canalizarlos hacia la industria de la construcción.
Así se creó un mecanismo de articulación entre facciones
bancarias y productivas del capital, con la participación creciente de
terratenientes urbanos y el gran capital trasnacional. En concreto, las CAV se
establecieron en los años setenta a partir de los grandes entramados
empresariales que ya controlaban buena parte de la economía colombiana.
El Grupo Bolívar, que incluía empresas como Seguros Bolívar
y el Banco de Bogotá, fundó la CAV Davivienda en 1973, al unir empresas
urbanizadoras como Cuellar Serrano Gómez y antiguos especuladores urbanos como
Fernando Mazuera, con participación de la Corporación Financiera Mundial, del
Banco Mundial. El Grupo Grancolombiano, propietario en ese momento del Banco de
Colombia, creó la CAV Granahorrar, con participación minoritaria del grupo
Santodomingo, que controlaba la producción cervecera del país. El Grupo
Suramericana, actualmente conocido como el Grupo Empresarial Antioqueño,
estableció la CAV Conavi, fortaleciendo un entramado bancario conformado por el
Banco Comercial Antioqueño y Suramericana de Seguros, además de Cementos Argos,
que en esa década ya estaba a la cabeza del monopolio cementero del país. Por
su parte, la CAV Las Villas se convirtió en el epicentro de lo que
posteriormente se convertiría en el conglomerado bancario más importante del
país, el grupo aval, propiedad del constructor Luis Carlos Sarmiento
(Silva-Colmenares, 1977).
De esa forma, la acelerada centralización de capital
profundizó la integración vertical en la industria, conectando las CAV,
empresas productoras de materiales de construcción, los agentes constructores y
ciertas facciones de terratenientes urbanos. Todos ellos estaban articulados a
través de organismos gremiales como la Cámara Colombiana de la Construcción
(Camacol) y la Lonja de Propiedad Raíz.
Sin embargo, debido al aumento de la rentabilidad de los
créditos hipotecarios a largo plazo por la corrección monetaria, el UPAC tuvo
un impacto en la estructura de precios de la vivienda, compensando la estrechez
del mercado inmobiliario con tarifas más altas. Como resultado, durante el
período comprendido entre 1973 y 1994, las CAV superaron al sector público de
crédito en la financiación de viviendas, pero respaldaron un número
relativamente menor de unidades residenciales. En 1993, las CAV representaron
el 93% de total financiado, pero solo equivalían al 54% de las viviendas
construidas (figura 1).
Figura 1. Financiación de
vivienda por las CAV (1972-1993)
Fuente: elaboración propia con
datos de ICAV (1997).
Debido al tipo de relaciones de producción y circulación que
fomentaba, las formas más avanzadas de producción de viviendas altos ingresos.
Simultáneamente, las CAV contribuyeron a la descapitalización masiva de las
cédulas hipotecarias del BCH, lo que llevó a que este último tuviera que
enfocar sus operaciones a ciudades intermedias. A partir de ese momento, la
construcción de viviendas experimentó crisis recurrentes, ocasionadas por la
saturación del mercado inmobiliario de alto ingreso en 1982, 1988 y 1999, año
en el que se desató la crisis inmobiliaria más profunda en la historia del
país.
La consolidación del mecanismo CAV–UPAC tuvo implicaciones
económicas en dos dimensiones. En primer lugar, como mecanismo de financiación
de vivienda, las CAV sentaron las bases de formas contemporáneas más
desarrolladas encargadas de canalizar capital circulante a través del crédito,
dinamizar la colecta y asignación de fondos o la gestión indirecta del proceso
inmediato de producción[7].
En segundo lugar, el mecanismo de desvalorización del capital estatal a través
del BCH y el ICT es reemplazado paulatinamente por el CAV–UPAC (figura 2), que
ajustó la tasa de interés a las condiciones medias de ganancia (Jaramillo,
1981, p. 104).
Figura 2. Participación en la
financiación de vivienda por institución (%) y total de unidades de viviendas
formales construidas (1972-1994)
Fuente: elaboración propia con
datos de ICAV (1997).
En segundo lugar, las CAV
se consolidaron como uno de los principales vehículos de centralización de
capital durante las décadas de los setenta y ochenta[8].
Estas corporaciones financieras generalizaron una forma de ganancia bancaria
basada en la captación de la diferencia entre la tasa de interés de captación y
la tasa de colocación del crédito hipotecario. En ese sentido, es importante
analizar los cambios en la forma de acumulación de capital en la economía
nacional en su conjunto. Un informe preparado por Gabriel Misas (1993) para la
Comisión Económica para América Latina documenta este proceso y ofrece
resultados significativos que muestran dos tendencias principales:
- El crecimiento de la compra de
activos financieros por parte de empresas industriales, que pasó de
representar el 19 % de su ahorro bruto en 1970 al 41 % en 1988. Este
aumento relativo del capital sin acumulación de capital se debe a la
creciente sobreacumulación de capital fijo subutilizado.
- En consecuencia, las empresas de
ramas industriales experimentaron una disminución en la tasa de
autofinanciación entre 1970 y 1988. En 1988, solo el 26% de los ingresos
fueron destinados a modernización tecnológica. Al mismo tiempo, Misas
(1993) constató el crecimiento proporcional de los ingresos destinados al
pago de intereses, lo que indica que las empresas industriales tendieron a
adoptar un esquema de financiamiento externo que les permitió operar con
instrumentos financieros y adquirir otras empresas (p. 34).
Según Misas (1993), “el proceso de circulación financiera no
solo es el resultado de las decisiones de maximizar beneficios a niveles de
unidades de producción, sino la vía objetiva para superar las restricciones
económicas, estructurales, que limitan la acumulación de capital” (p. 36). Es
importante destacar que esta forma de ganancia bancaria no se originó en
Colombia con las CAV, pero se volvió dominante entre las diversas formas de
rentabilidad y apropiación de riqueza social en el país desde los años ochenta[9].
En este sentido, el grado de concentración de capital impulsó la producción de
vivienda (figura 2), la cual experimentó un aumento acelerado a finales de los
años setenta debido a factores coyunturales como el incremento de los precios
del café, y factores estructurales como el auge del narcotráfico en Colombia
(Pizano, 2005). No obstante, este proceso se subordinó a la lógica de
acumulación general impuesta por el capital bancario, representado en grupos
monopólicos cada vez más centralizados.
Dominio bancario y crisis
del UPAC: transformaciones en las formas de intervención del Estado colombiano
El aspecto que sobresale desde finales de la década de los
años ochenta es la reforma estructural del mecanismo de financiación de
vivienda, que implicó la desaparición del ICT, la eliminación de las facultades
del BCH como promotor de vivienda, la transformación del monopolio crediticio
de las CAV y la implementación de los programas estatales de subsidio a la
demanda.
Las reformas al sistema de financiación de vivienda en 1988
y al sistema financiero en general, establecidas por la Ley 45 de 1990 (Pizano,
2005), reflejaron el ascenso de una burguesía bancaria que requería nuevas
condiciones de circulación de capital. Estas reformas desvincularon el flujo de
crédito del esquema de banca especializada (hipotecaria, de fomento, de
inversión, etc.) y permitieron que la banca comercial otorgara créditos
hipotecarios con tasas de interés desreguladas.
En ese contexto, el mecanismo de corrección monetaria del
UPAC se convirtió en un obstáculo para las CAV, ya que aparentemente perdieron
terreno frente a la banca comercial, que podía ofrecer tasas de captación más
bajas. Además, dejaron de acceder de forma exclusiva al Fondo de Ahorro y
Vivienda (FAVI) del Banco de la República, que respaldaba las operaciones de
crédito de alto riesgo. El BCH y el Fondo Nacional del Ahorro, que aún existían
como mecanismos de financiación para la capa mejor remunerada de trabajadores y
la burocracia oficial, se incorporaron a formas especulativas de captación al
emitir Bonos de Fomento Urbano, que se negociaban como títulos públicos de
deuda y tenían tasas efectivas de 4% más la corrección monetaria del UPAC.
Sin embargo, se debe señalar que la supuesta desventaja de
las CAV era solo aparente, ya que formaba parte de conglomerados monopólicos
que requerían ámbitos de circulación de capital más amplios para incrementar
dicha escala, estos conglomerados depredaron los activos bancarios del Estado y
los grandes fondos de ahorro pensional durante los noventa. Tras las reformas
introducidas por la Ley 100 de 1993, que incorporó el modelo chileno de
administración privada de fondos pensionales, se crearon las AFP Porvenir del
grupo aval, Protección del Grupo Empresarial Antioqueño (antiguo Grupo
Suramericana) y Colfondos, propiedad del grupo Colpatria, pero subordinado a
capital bancario canadiense de Scotiabank.
De esa forma, la porción de los salarios de los trabajadores
depositada en fondos de ahorro fue captada a través de vehículos de
centralización de capital de nueva generación, con montos que superan los 350
billones de pesos[10].
Debido la lógica capitalista que implica, el proceso de
centralización de capital eleva la escala de producción de viviendas formales
al tiempo que impone restricciones a la demanda inmobiliaria solvente[11].
Su forma de desarrollo tiende hacia la sobreproducción y la saturación del
mercado. La forma emergente de acumulación en el país aceleró la
desindustrialización de la economía, desmontando conquistas sindicales y
creando una masa de desempleados sin capacidad de endeudamiento hipotecario,
que se ven empujados al ámbito de la ciudad informal y formas de acceso basadas
en la autoconstrucción o el alquiler[12].
Ciertamente, la expansión de operaciones inmobiliarias especulativas y la
exclusión del segmento de bajos ingresos de la oferta formal de vivienda son
aspectos del mismo proceso.
Con el fin de mitigar los efectos de esta contradicción,
propia de esta forma de acumulación y no solo de los cambios en la orientación
ideológica de los formuladores de la política de vivienda, el Gobierno
colombiano desarrolló en 1992 un esquema de financiación a través de subsidios
a familias con ingresos de entre 2 y 4 salarios mínimos mensuales. Estos
subsidios representaban aproximadamente el 24% del precio final de la vivienda
o el 80% de la cuota inicial. Simultáneamente, se adoptó una política de desregulación
de la tasa de interés para vis, derogando la prohibición impuesta por la Ley 9
de 1989, que impedía al UPAC financiar este tipo de viviendas.
Este mecanismo de financiación combina subsidios estatales y
créditos hipotecarios, transformando la lógica de acumulación que se encuentra
en esa mercancía y convirtiendo a la vis en la nueva frontera de la circulación
financiera (Rolnik, 2017). Por esta razón, desde la Ley 9 de 1989, se definió
jurídicamente a la vis en términos de intervalos de precios, en relación con el
financiamiento crediticio y acceso a subsidios estatales, y no en función de
las condiciones de habitabilidad socialmente necesarias (Torres, 2012).
Sin duda, la implementación del programa de subsidios a la
demanda ha contribuido a expandir el mercado inmobiliario. Sin embargo, el
significado económico del subsidio difiere por su grado, aunque no por su
naturaleza, del capital estatal desvalorizado que anteriormente ponían en
marcha el ICT o el BCH, con el fin de financiar la construcción de viviendas o
créditos hipotecarios con tasas de interés por debajo de la media.
A través del subsidio, el Estado ayuda a aumentar el nivel
de acumulación de capital en la industria de dos formas: 1) acelerando el ritmo
de rotación del capital invertido en la construcción, contrarrestando así los
efectos de la subutilización de medios de producción y materias primas sobre la
tasa de ganancia; de esta manera, 2) se crea el medio material necesario, la
mercancía-vivienda, para que se incorpore capital circulante en forma de
créditos hipotecarios de largo plazo bajo el esquema de subsidios-crédito.
Lo realmente novedoso es que, al asignar subsidios que se
incorporaban al proceso de circulación, el Estado facilita que la inversión de
capital, sin recibir ninguna contraprestación en la forma de intereses de
crédito o participación en la distribución de la ganancia productiva[13].
En un momento histórico en el que el sector privado había
alcanzado un nivel de acumulación que le permitía asumir por completo el
proceso constructivo, el Estado centró su atención en la financiación del
crédito hipotecario. Para lograr esto, se eliminó el ICT y se creó el Instituto
Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana (Inurbe) en 1991, el
cual se encargaba de gestionar los programas de subsidios a la demanda
dirigidos a trabajadores asalariados con cierta capacidad de endeudamiento hipotecario.
Basado en el crecimiento del crédito a compradores
insolventes, entre 1989 y 1994 se incrementó considerablemente el ritmo de
producción de vivienda en el país. A lo largo de esa década, la cartera
hipotecaria pasó de 300 mil millones de pesos, en 1990, a 1.2 billones de
pesos, en 1991, hasta alcanzar los 5 billones de pesos, en 1994 y, cuando
colapsó la burbuja inmobiliaria en 1998, había ascendido a 15 billones de
pesos, lo que representaba un tercio de la cartera total de crédito del sistema
bancario (Pizano, 2005).
En 1994 se combinaron los factores que, en las condiciones
coyunturales y estructurales ya descritas, aceleraron la formación de la
burbuja inmobiliaria. En ese año, el Banco de la República desvinculó la UPAC
de la corrección monetaria y comenzó a calcularla utilizando los Depósitos a
Término Fijo (DTF), que representaban el promedio ponderado de las tasas de
interés de todos los bancos. Esto desencadenó una dinámica autosostenida de
crecimiento de los porcentajes de intermediación bancaria y las tasas de colocación
de crédito. El efecto inmediato fue el incremento de las tasas de interés
reales, que en 1996 ya alcanzaban el 11% (Pizano, 2005), lo cual encareció el
crédito para constructores y ahorradores, elevando el precio promedio de la
vivienda y, con ello, la masa de capital de crédito necesaria para mantener la
demanda. Mario Calderón, expresidente del BCH, describe lo que sucedió en los
siguientes términos:
Desde comienzos de los noventa, emergió
un UPAC desfigurado, en manos de alianzas punibles entre grandes firmas
constructoras y bancos. Porque si algo preservó la esencia original del UPAC
fueron las barreras que se establecieron para no permitir que tanto
constructores como bancos pudieran manipular el sistema en su beneficio. La
reforma del noventa simplemente colocó al sistema UPAC, ya desnaturalizado, en
la misma tabla de los intereses usurarios del resto del sector financiero, a
veces por encima del 60 por ciento anual.
La verdad es que bancos y
corporaciones sí supieron aprovechar semejante plato, hasta que después de los
primeros años en que sus utilidades crecieron por encima de lo soñado, los
deudores comenzaron a despertar a la aterradora realidad de que el saldo de su
deuda se había multiplicado varias veces, en un escenario económico que perdió
su dinamismo y en el cual las garantías hipotecarias rápidamente comenzaron a
perder valor frente al crecimiento desorbitado de las obligaciones. Fue
posiblemente el momento en que comenzó tristemente La canción de los ahorcados.
(Castro Caycedo, 2003, p. 120)
De esa forma, se
acentuaron los rasgos excluyentes de la producción capitalista de vivienda. Con
el aumento de los precios, la proporción de financiación a través de subsidios
se redujo. El crecimiento de la burbuja inmobiliaria, la sobreproducción de vivienda
y la expulsión de los trabajadores de los segmentos de demanda solvente
profundizaron la heterogeneidad estructural de las formas de producción de
vivienda y del espacio construido. En 1995, el 61% de los hogares con déficit
cuantitativo eran pobres y, según Carlos Torres (2009), la participación
porcentual de suelos destinados a vivienda informal alcanzó un máximo del 44%
en 1996.
A partir de 1996, se comenzaron a evidenciar las señales de
la crisis, cuando la actividad edificadora de vivienda comenzó a perder
dinamismo. No obstante, debido a las particularidades del proceso de
construcción, con un período de rotación promedio de alrededor de 2 años, solo
hasta 1999 colapsó el sistema. Este año, la sobreproducción de viviendas dejó
en inventario 12000 unidades residenciales, equivalentes a 1.5 billones de
pesos, exacerbado por la disminución de la capacidad de pago de los deudores en
medio del deterioro general de las condiciones económicas del país. Como
consecuencia, los precios inmobiliarios cayeron, ubicándose en la mayoría de
los casos por debajo de la deuda hipotecaria, lo que evitó que las viviendas se
utilizaran como garantía de crédito y activo financiero. Esto desencadenó el
colapso de la burbuja inmobiliaria y la estructura de financiación de vivienda
que la rodeaba.
La primera institución en caer en esta estructura fue,
naturalmente, la banca hipotecaria estatal. En 1998, el Gobierno liquidó el
Banco Central Hipotecario y lo fusionó con el Fondo de Garantías Financieras de
Instituciones Financieras (Fogafin), creado para respaldar operaciones
crediticias de alto riesgo. Cuando estalló la crisis, el Fogafin se utilizó
para contrarrestar la desvalorización de capital ficticio involucrado en
actividades hipotecarias, financiando la diferencia entre el valor de la deuda
y el precio de las viviendas sometidas a ejecuciones hipotecarias.
En mayo de 1999, la Corte Constitucional de Colombia
intervino y declaró inconstitucional el sistema UPAC, ordenando la creación de
un nuevo mecanismo de corrección monetaria, llamado la Unidad de Valor
Constante (UVR). Sin embargo, al estar en una posición dominante en el proceso
de toma de decisiones dentro del Estado, el capital bancario procedió en contra
de los deudores morosos en un intento por convertir las viviendas en activos
líquidos y mitigar las perdidas. Las ejecuciones hipotecarias aumentaron masivamente,
pasando de 1724 desalojos en 1999 a 41 000 entre el 2000 y 2003 (Pizano, 2005).
En muchos casos, por la depreciación de las viviendas, la ejecución hipotecaria
no alcanzó a cubrir el valor del crédito, dejando a los usuarios del UPAC
endeudados y sin vivienda.
De esta forma, el Estado contribuyó a contener la
destrucción de capitales y sentó las bases del ciclo inmobiliario que
actualmente se vive en el país (2021), socializando los efectos de la crisis.
Esto se logró a través del Fogafin, la implementación de impuestos como el
2x1000, creado para fortalecer la liquidez del sistema bancario, y las
ejecuciones hipotecarias, que ciertamente representan medidas coercitivas de
expropiación masiva de viviendas por parte del capital bancario.
Conclusiones
Se espera que este artículo haya proporcionado elementos
para una interpretación crítica de la financiación de vivienda en Colombia, que
explique el contenido de las estrategias de fomento y crédito hipotecario a la
luz del desarrollo histórico de relaciones capitalistas en el sector. Se ha
propuesto que la historia del sistema de financiación en Colombia atraviesa un
período de transición en 1972, que acelera la concentración de los medios de
financiación y producción inmobiliaria luego de la crisis de 1999.
Con este fin, el artículo presentó un breve antecedente del
proceso “originario” de acumulación de capital en el sector, que inició en los
años cincuenta. A través de organismos públicos como el ICT y el BCH el Estado
promovió la modernización técnica del sector y puso en circulación capital
público remunerado por debajo de la tasa media de ganancia, lo que facilitó el
desarrollo de formas incipientes de capital. No obstante, el sistema público de
financiación aún era rudimentario y se enfrentaba a contradicciones
insuperables, como tratar de apoyar un sistema crédito hipotecario de largo
plazo y tasa fija, expuesto a la inflación, mediante mecanismos de captación a
corto plazo y bajas tasas de interés, que difícilmente podían atraer
ahorradores o excedentes de liquidez de otros sectores económicos.
El “pecado original” de la financiación de vivienda en
Colombia tiene sus raíces en las particularidades del desarrollo capitalista
dependiente. Al enfocar el análisis en las reformas al sistema introducidos a
través del UPAC y las CAV, el artículo intentó mostrar la relación entre el
proceso de centralización monopólica que experimentaba toda la economía y el
desarrollo de instrumentos privados de financiación inmobiliaria. Aunque no
impulsó la modernización tecnológica de la construcción civil, el mecanismo
UPAC-CAV aumentó la escala absoluta de producción de vivienda durante los años
setenta y ochenta. Sin embargo, al elevar el costo de financiación, la
corrección monetaria respaldada por el UPAC orientó la producción hacia los
sectores de altos ingresos, lo que generó problemas de sobreproducción y
saturación del mercado inmobiliario.
En su epilogo, el artículo argumentó que las reformas a la
estructura de financiación de vivienda de inicios de los noventa, incluida la
liquidación de organismos como el ICT, fueron resultado de la crisis y
recomposición del proceso general de acumulación de capital en Colombia. Esto
marcó el fin del proceso industrializador y favoreció la expansión del capital
bancario y ficticio, que aprovechó a su favor el mecanismo de corrección
monetaria del UPAC hasta que finalmente colapsó en una burbuja inmobiliaria en
1999. En síntesis, la tensión fundamental desde la perspectiva del capital
reside en la lógica de acumulación que implica la producción de viviendas, ya
sea para reducir los costos de manutención de la fuerza laboral en las décadas
de los cincuenta y sesenta, o como medio de circulación de capital bancario.
Ambas situaciones requieren la intervención decisiva del Estado. La propuesta
teórica presentada aquí sostiene que el nivel de mercantilización de la
vivienda está determinado por el grado de acumulación de capital en el sector
de la construcción. En este sentido, los programas públicos con orientación
neoliberal, como los subsidios a la demanda, profundizan y reproducen la lógica
de capitales cada vez más centralizados y especulativos. Estas facciones del
capital se han vuelto dominantes en la formulación de políticas públicas de
vivienda. Por ejemplo, hasta 2022, los funcionarios del Ministerio de Vivienda
como intermediarios entre los gremios bancarios y de la construcción.
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[1] En su análisis sobre la
financiación de vivienda, Gilberto Arango (2001) identifica un período de
transición entre 1973 y 1988. Durante este período, hubo un cambio del modelo
de subsidio a la oferta liderado por el Estado entre 1945 y 1972, que consideraba
la vivienda como un problema de interés público, hacia el esquema de subsidio a
la demanda implementado en los años noventa. En este nuevo esquema, el Estado
actúa como facilitador de la producción habitacional privada. Por otro lado, en
el estudio sobre la producción formal e informal de vivienda para población de
bajos ingresos en el contexto de la política neoliberal, Carlos Torres (2012)
señala el deterioro de la producción formal de vivienda entre 1990 y 2010. Esta
producción formal se ha ido desarticulando cada vez más de la estructura urbana
y presenta deficiencias en términos de calidad. Paradójicamente, este deterioro
ha desencadenado nuevos procesos informales de construcción de viviendas. Con
un enfoque crítico similar, Oscar Alfonso (2012) demostró la relación entre los
subsidios de vivienda y el aumento de los costos de producción. Esto ha tenido
al menos dos consecuencias, por un lado, el deterioro de la calidad de la
vivienda de interés social (VIS) en Bogotá y, por otro, el surgimiento de formas
de microsegregación residencial relacionadas con la brecha entre subsidios para
vis y vivienda de interés prioritario (VIP).
[2] En los términos de Marx
(1982), la concentración es un proceso social y técnico de reproducción
ampliada de capitales individuales, que resulta en el incremento de la escala
de producción y proporción de medio de producción respecto a la mano de obra; el
incremento de la productividad del trabajo y la ganancia extraordinaria que
resulta del proceso atrae capitales de otras ramas, que buscan condiciones de
acumulación superiores a la tasa media de ganancia, propiciando la centralización de capital.
[3] El capital ficticio
surge de la autonomización relativa del dinero respecto a la producción de
plusvalía, por tanto, es capaz de acumular medios de circulación en la forma de
dinero fiduciario, como bonos de Estado o acciones, sin incorporar valor al proceso
general de circulación capitalista, de allí su carácter ficticio.
[4] Es importante tener en
cuenta que la vivienda, en su calidad de valor de uso, es un bien de consumo
duradero fundamental para la subsistencia humana. De esa forma, puede reducir
la cantidad de trabajo social necesario para la reproducción de la fuerza de
trabajo, aumentando por esta vía la masa de plusvalía disponible para la
acumulación.
[5] La noción de “capital
desvalorizado” fue propuesta por Topalov (1979). El aspecto fundamental de esta
forma de capital es que su reproducción individual no está directamente
regulada por el efecto nivelador de la tasa media de ganancia. Por tanto, la provisión
de bienes no está subordinada al criterio de acumulación y asume mayores
riesgos en el desarrollo de la base técnica.
[6] Julio Silva-Colmenares
(1977) señala que, durante los años setenta, el 44.3 % de la IED en Colombia se
concentraba en la industria manufacturera, ejerciendo control directo sobre el
36 % de la producción (p. 302). Estas formas de inversión provenían de grupos
financieros ya consolidados en Estados Unidos, como Rockefeller, Morgan y el
First National Bank.
[7] Se hace referencia a
mecanismos como fondos de inversión, fondos inmobiliarios, administradoras de
fondos pensionales y fiducias inmobiliarias.
[8] Los datos muestran una
fuerte asociación entre las coyunturas de auge inmobiliario y la proporción de
captación de dinero de las CAV respecto al PIB nominal: entre 1971 y 1977, las
CAV captaron el equivalente al 0.1 y el 3.8 % del PIB; en 1983, año en el que
la rama experimenta la saturación del mercado inmobiliario de alto ingreso, las
CAV captaron el equivalente al 8% del PIB nominal; a partir de 1985 (8.8%)
entra en un período de crecimiento acelerado de la capacidad de captación, que
toca el 9.6% en 1992 y llega a representar el equivalente al 40.5% del PIB en
1993, época en la que inicia la desregulación bancaria del país, reduciendo la
proporción de captación de la CAV respecto al PIB a un 11.7 y un 13.3 % en 1994
y 1995, respectivamente (ICAV, 1997).
[9] Este aspecto es central
en el debate sobre el dominio estructural de las finanzas sobre las esferas de
la producción. En un cierto nivel de abstracción, Marx considera el capital a
interés como una forma funcional del capital, capaz de acelerar el ritmo de
circulación, por lo que apropia una porción de plusvalía en la forma de
intereses, es decir, el interés es una forma transfigurada de la plusvalía,
junto a la ganancia y la renta, y su proporción relativa corresponde al ámbito
de la distribución (Marx, 1982b, p. 344).
[10] Para detallar las formas
de articulación de las AFP con conglomerados monopólicos y el gran capital,
consultar Kalmanovitz (2021).
[11] Se hace referencia al
carácter solvente de la demanda, toda vez que la producción capitalista está
orientada a la realización de ganancias a través de mercancías, por tanto, no
produce para atender las necesidades de la demanda efectiva.
[12] 2 En el año 2003, el
60.7% de la población no tenía capacidad de ahorro de la cuota inicial (Pizano,
2005).
[13] Es necesario indagar el
origen de los fondos destinados a los programas de subsidios en el presupuesto
público, los cuales pueden provenir de diversas fuentes. Estas incluyen fondos
privatizados de ahorro de los propios trabajadores, como las cajas de compensación
familiar (Historia y Fovis); el crecimiento de la deuda pública a través de
líneas de crédito del gran capital bancario, como el Banco Mundial o el Banco
Interamericano de Desarrollo, que implementan mecanismos de transferencia de
valor; o en períodos de crecimiento del fondo de divisas, debido a incrementos
coyunturales de los precios del petróleo.
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