Editorial
Diego Isaías Peña Porras. Profesor del Instituto de Estudios
Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.
El panorama urbano del mundo
contemporáneo es producto de al menos dos fenómenos predominantes en las
últimas décadas. Por una parte, la prevalencia de lógicas de mercado en la
producción de bienes y servicios y la construcción capitalista del espacio en la
ciudad; y por otra, el acelerado desarrollo de medios de comunicación y
transporte impulsados por las revoluciones industriales.
Desde el surgimiento de los primeros
pilares de la ciudad moderna, se han dado ingentes debates y problemáticas
relacionadas con el impacto del desarrollo económico en la producción y
transformación del espacio urbano. Los fenómenos antes indicados, contrario a
implicar una atenuación de dichos debates, han conducido a su profundización,
transformación y extensión.
Entre aquellas áreas de permanente
revisión y discusión se encuentra, sin lugar a duda, la cuestión de la
construcción del territorio, visto como un proceso tanto de transformación
física del soporte espacial de la vida humana y, en general, de la naturaleza,
como una forma de transformación social y simbólica relacionada con ese
espacio.
Las reflexiones que surgen en torno a
la construcción del territorio urbano pasan necesariamente por la comprensión
de la existencia de diferentes escalas geográficas y sociales que tienen
impacto en la forma como se debe comprender hoy la ciudad. Entre ellas existen
por lo menos tres: la escala propiamente local donde se produce de manera más
intensa la aglomeración; la escala metropolitana, efecto de las fuerzas
centrífugas y centrípetas que caracterizan la concentración urbana; y de manera
importante en la actualidad la escala global, la que día a día parece influir
de manera más acentuada en la construcción del espacio urbano local. En esta
línea de sentido, la presente edición de la Revista Ciudades, Estados y
Política tiene la virtud de ofrecer una aproximación conceptual a algunos de
los tópicos del problema de la construcción del territorio en contextos urbanos
en cada una de las escalas mencionadas.
El primer documento es el ensayo
denominado “Paisaje, lugar y territorio: conceptualizaciones para recuperar el genius-loci”, de Juan José García García, quien hace una aproximación conceptual a una
terminología que suele ser utilizada de manera indistinta y ciertamente
imprecisa en la literatura. El autor, sin embargo, no se limita a ofrecer
mayores claridades sobre la diferencia en los conceptos planteados en el título
de su artículo, sino que busca hacer un llamado a la necesidad de romper el
espíritu homogeneizante en la construcción del
territorio al que ha conducido el mundo moderno. Para tales efectos, se plantea
la necesidad de revivir el "espíritu de lugar” (genius
loci), vinculado a las nociones de paisaje y lugar como elementos
representativos de la expresión cultural, histórica, ecológica y subjetiva del
territorio urbano.
Para desarrollar su planteamiento, el
autor parte de una reflexión en torno a la diferencia entre los conceptos de territorio,
paisaje y lugar, realiza especial énfasis en el segundo. El paisaje es
concebido, así, como concepto constitutivo del territorio, dotado de un
poderoso simbolismo revelador del espíritu del hombre, su cultura, su historia
y su dinámica social. A partir de aquella connotación, este concepto aparece
tan diverso como la cultura y la propia historia, y genera unas extraordinarias
señales a los seres humanos que lo dotan de identidad.
Aquí aparece la noción de lugar
como elemento opuesto a la tendencia homogeneizante
de un mundo en el que las diferencias culturales en el territorio amenazan con
desaparecer como consecuencia, entre otras cosas, del predominio en las
pretensiones funcionalistas y universalistas de la arquitectura del movimiento
moderno de postguerra. La recuperación de estas nociones permitiría, en
consideración del autor, encontrar el “espíritu de lugar” en buena parte
perdido y brindar al territorio la condición de espacio geográfico humanizado y
de representación del paisaje y el lugar.
El segundo de los documentos de este
número parece hacer eco al clamor expresado en el texto recién reseñado, aunque
desde una perspectiva menos conceptual y más pragmática. El artículo escrito
por Juan Camilo Álvarez Naranjo se titula “De la renovación urbana a los
conflictos por el espacio urbano en la ‘Estación Central’ de Bogotá”, en el cual
se plantea como objetivo analizar la producción social del espacio en el centro
de la ciudad de Bogotá, con especial referencia a las pretensiones de
renovación urbana presentes en el Plan Parcial de Renovación Urbana ‘Estación
Central’.
Para tales efectos, el autor parte de
una breve descripción de las condiciones en que se ha desarrollado la
ocupación, desocupación y reocupación de los centros urbanos en ciudades como
Bogotá, al ritmo de las condiciones impuestas por el mercado y los procesos de
desregulación. En su concepto, después de una época en que se propició el
abandono y el deterioro de los centros urbanos, ha llegado la hora de retornar
a ellos a partir de la formulación de planes de renovación urbana orientados a
la reurbanización, la redensificación y la rehabilitación del centro. Dichos
planes, sin embargo, reflejan serios inconvenientes derivados de la
contradicción entre lo socialmente demandado y lo funcionalmente proyectado a
partir de la mediación del capital. La planificación urbana plasmada en la
formulación de aquel tipo de planes termina, a partir de los expresado por el
autor, sirviendo a un patrón homogéneo, como el denunciado por García en el
primer artículo, dominado por intereses particulares que, contrario a promover
cambios sociales progresistas, implican prácticas de dominación generadoras de
contradicciones sociales en el territorio.
Para el autor, un buen ejemplo de estos
giros se encuentra en la formulación el Plan Parcial de Renovación Urbana
‘Estación Central’ en Bogotá. Los argumentos que dieron lugar a su surgimiento
son los mismos que han sido utilizados en la renovación de centros en otras
ciudades del mundo. Verificada la condición de deterioro y obsolescencia en que
se encuentran varias partes del centro de la ciudad se promueve la
recuperación, reedificación, renovación del área. Sin embargo, ello se realiza
en un espacio de socialización limitada y sin contar con la participación de
sus habitantes, constructores del actual paisaje urbano del centro de la
ciudad.
Las reflexiones anteriores llevan a
Álvarez Naranjo a una conclusión similar a la planteada por García García en el primer texto. La forma de construcción de la
ciudad moderna, a través de procesos de planificación como los de ‘Estación
Central’, permite racionalizar la ocupación de espacio urbano que formula
esquemas homogeneizantes en función de las
condiciones del mercado, pero que desconocen un factor social determinante para
la construcción democrática del espacio en detrimento de las condiciones de los
más débiles.
La aproximación a la escala local, al
menos en uno de sus aspectos, queda planteada en esta revista en el texto de
Álvarez Naranjo. Corresponde a Sabina Gómez Puentes el tratamiento de otra de
las escalas de construcción del territorio: el metropolitano. En su texto
“Heterogeneidad y escisión política: algunos aspectos claves a considerar en un
Gobierno metropolitano de Bogotá-Sabana”, la autora aborda dicha dimensión ya
no como un efecto sustancial de fenómenos predominantemente económicos, sino
como expresión del juego político de intereses diversos.
El supuesto esencial de Gómez Puentes
no resulta ajeno a las afirmaciones de los dos artículos ya mencionados. Aunque
su aproximación sea distinta, el fondo es esencialmente el mismo. Este consiste
en afirmar que el territorio es un hecho político, una representación de la
lucha política de diversos sectores dentro de los cuales existe un desbalance
entre los intereses privados y públicos en favor de los primeros. Al hablar del
fenómeno metropolitano, la heterogeneidad implica no solo la presencia de
diferentes sectores sociales y políticos, sino también distintos niveles
jurisdiccionales en los cuales los límites resultan difusos y discontinuos.
Esta condición hace imposible pensar en la existencia de un Gobierno con
capacidad de decidir sobre aspectos esenciales del territorio, tales como la
intensidad de ocupación, la densidad o la dispersión de usos. A duras penas,
existe cierta posibilidad de regular algunos procesos relativos a su
apropiación y control.
Esta condición lleva a la autora a
preguntarse: ¿de qué manera se gobierna la heterogeneidad en un proceso de
metropolización? Ante la dificultad de encontrar una respuesta definitiva,
Gómez Puentes atina a señalar que en un espacio donde existen problemas serios
de representación política e imposición de intereses privados sobre públicos,
el Gobierno de la heterogeneidad, evidente en el contexto metropolitano, debe
encontrar formas para garantizar la presencia de la diversidad en espacios de
decisión colectiva.
En ese contexto, se mencionan varias
tendencias de la discusión sobre el Gobierno metropolitano que resultan
aplicables a la situación que vive Bogotá-Sabana. En primer lugar, la falta de
efectividad de los Gobiernos metropolitanos cuando ellos han podido ser
constituidos. En segundo término, el exceso de centralismo en el contexto
nacional que da preeminencia a grandes ciudades que en las últimas décadas han
reclamado más autonomía. En tercer lugar, el gran peso que tienen los intereses
privados en la definición del desarrollo urbano. Y, finalmente, una
espacialidad del poder que genera diversos niveles de poder a nivel macro, pero
más segregación en el nivel micro.
Los retos que tiene el Gobierno
metropolitano de Bogotá-Sabana implican, al tenor de lo indicado por la autora,
encontrar formas de distribución del poder y las competencias que eviten la
ineficiencia del Gobierno, la acción pública y también la aplicación de
instrumentos para corregir el peso de los intereses privados. Para el caso de
Bogotá, estas alternativas implican enfrentar fuertes desafíos, tales como la
cuestión de las competencias interjurisdiccionales y la autonomía; la
composición y las interrelaciones entre los municipios que harían parte de un
Gobierno metropolitano; la dimensión del control y la disciplina urbanística y
los temas de financiamiento de las zonas suburbanas.
Del espacio metropolitano, Estefanía
Quijano Gómez nos conduce a otra escala de análisis territorial: la del
fenómeno global. El artículo “Barrios chinos: cultura, economía y turismo.
Reflexiones sobre transnacionalidad y etnicidad en la
era de la globalización” nos introduce a un fascinante mundo de reflexión
relacionado con el impacto de fenómenos socioeconómicos en el ámbito
internacional, más concretamente la migración en el paisaje urbano. En
concreto, Quijano Gómez realiza un análisis de la incidencia cultural y
económica de los barrios chinos, entendidos en la actualidad como centros
turísticos objeto de atracción en el contexto de ciudades globales. Para tales
efectos, la autora empieza por aclarar el significado de estas como centros
estratégicos atractores de capital en el mundo global, en los que se concentran
mercados, comunidades e identidades trasnacionales. Por sus condiciones
especiales, estas aglomeraciones se convierten en centros de atracción de
población migrante.
Una de las expresiones más llamativas
de la espacialización o construcción de nuevos
paisajes urbanos lo ofrece justamente la migración china y la consolidación en
muchas de las ciudades globales de barrios dominados por la población de dicha
nacionalidad. Para entender este fenómeno, la autora brinda una descripción del
proceso de migración de China, el cual inicia a mediados del siglo XIX con las
fuertes crisis económicas vividas en su territorio y se prolonga a lo largo de
todo el siglo XX hacia diferentes ciudades de países industrializa.
Desde entonces, la experiencia muestra
un proceso de adaptación extraordinario que partió de fenómenos de
discriminación y tratamiento inhumano a las poblaciones migrantes por parte de
las comunidades receptoras y que ha culminado, al menos en algunos casos, en la
negociación e intercambio de identidades, que permiten la creación de
locaciones espacializadas de atractivo turístico como
los chinatowns de Nueva York, Los Ángeles, San
Francisco, París, San José de Costa Rica e incluso Lima y Buenos Aires.
Esta condición ha llevado a establecer
diversas expresiones de un tipo especial de economía étnica no solo no
rechazada por los territorios receptores, sino promovida como centros de
concentración geográfica, de comercio, desarrollo cultural y patrimonial
dominadas por migrantes y objeto de gran atractivo trasnacional. Una especie de
antídoto contra las tendencias homogeneizantes del
urbanismo contemporáneo denunciadas en los otros artículos de esta revista.
El resultado de este proceso, aun
cuando no está desprovisto de problemas, es notable. Nos encontramos ante
contextos ideológicos y sociales que, en términos de la autora, celebran la
diversidad y la asocian fluidamente al sentido cosmopolita de la ciudad global.
El enclave étnico, de constituirse como foco de segregación y discriminación ha
pasado en esos casos a convertirse en un paisaje deseable con importante
significado turístico y en un medio de conciliación social.
Lejos de constituirse como una temática
ajena a la realidad urbana latinoamericana, las reflexiones de Estefanía
Quijano Gómez nos sitúan en un escenario de tremenda actualidad si se tiene en
cuenta el crecimiento de los flujos migratorios en todas las ciudades
latinoamericanas, particularmente procedentes de Venezuela. Sus datos e ideas
reflejan una forma alternativa al rechazo y a la xenofobia frente a la
población migrante y la necesidad de entender esta situación como un proceso de
armonización cultural que puede tener fenomenales efectos en la construcción de
nuevos paisajes urbanos.
Esperamos que la variedad de
perspectivas y los interesantes contenidos de este número de la Revista Ciudades,
Estados y Política resulte del mayor agrado y utilidad para sus lectores.
Como es costumbre, agradecemos profundamente a sus autores y pares por la
participación en este número y deseamos en lo sucesivo seguir brindando los
mejores contenidos de reflexión en el marco de la actividad editorial del
Instituto de Estudios Urbanos.
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