Publicado

2021-09-26

Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”

State of the art on urbanization on the edges of cities. “A review from the history of the popular habitat of southern Bogotá”

Estado da arte sobre urbanização nas periferias das cidades. Uma revisão da história do habitat popular do sul de Bogotá

DOI:

https://doi.org/10.15446/cep.v8n3.91754

Palabras clave:

bordes, expansión urbana, Bogotá, urbanización, uso del suelo (es)
fronteiras, expansão urbana, Bogotá, urbanização, uso do solo (pt)
borders, urban sprawl, Bogotá, urbanization, land use (en)

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Autores/as

Esta revisión se centra en el fenómeno de expansión urbana en los bordes de las ciudades. Busca entender la dinámica territorial que allí se presenta a partir de revisión bibliográfica que abarca la escala planetaria y la región latinoamericana, más se centra en la realidad colombiana, específicamente en la localidad de Usme al sur de Bogotá. En estos espacios se presenta una mezcla de uso del suelo, impacto sobre los ecosistemas y la yuxtaposición de aspectos sociales, políticos, culturales, económicos y ambientales.

This review focuses on the phenomenon of urban sprawl on the edges of cities. It seeks to understand the territorial dynamics presented there from a bibliographical review covering the planetary scale and the Latin American region; it focuses on the Colombian reality, specifically in the town of Usme, south of Bogotá. There is a mixture of land use, impact on ecosystems, and the juxtaposition of social, political, cultural, economic, and environmental aspects in these spaces.

Esta revisão enfoca o fenômeno da expansão urbana nas periferias das cidades. Busca compreender a dinâmica territorial que se apresenta nesses locais com base em uma revisão bibliográfica que abrange a escala planetária e a região latino-americana, mais enfocada na realidade colombiana, especificamente na cidade de Usme, no sul de Bogotá. Nesses espaços há uma mistura de uso do solo, impacto nos ecossistemas e a justaposição de aspectos sociais, políticos, culturais, econômicos e ambientais.

 

 

Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”

 

Martha Isabel Bernal Mora. Geógrafa y magister en Geografía de la Universidad Nacional de Colombia. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3741-3330 Correo electrónico: mibernalm@unal.edu.co

 

Recibido: 22 de noviembre de 2020

Aceptado: 26 de abril de 2021

Publicado: 16 de septiembre de 2021

 

Resumen

Esta revisión se centra en el fenómeno de expansión urbana en los bordes de las ciudades. Busca entender la dinámica territorial que allí se presenta a partir de revisión bibliográfica que abarca la escala planetaria y la región latinoamericana, más se centra en la realidad colombiana, específicamente en la localidad de Usme al sur de Bogotá. En estos espacios se presenta una mezcla de uso del suelo, impacto sobre los ecosistemas y la yuxtaposición de aspectos sociales, políticos, culturales, económicos y ambientales.

Palabras clave: bordes, expansión urbana, Bogotá, urbanización, uso del suelo.

State of the art on urbanization on the edges of cities. “A review from the history of the popular habitat of southern Bogota”

Abstract

This review focuses on the phenomenon of urban sprawl on the edges of cities. It seeks to understand the territorial dynamics presented there from a bibliographical review covering the planetary scale and the Latin American region; it focuses on the Colombian reality, specifically in the town of Usme, south of Bogota. There is a mixture of land use, impact on ecosystems, and the juxtaposition of social, political, cultural, economic, and environmental aspects in these spaces.

Keywords: borders, urban sprawl, Bogotá, urbanization, land use.

Estado da arte sobre urbanização nas periferias das cidades. Uma revisão da história do habitat popular do sul de Bogotá

Resumo

Esta revisão enfoca o fenômeno da expansão urbana nas periferias das cidades. Busca compreender a dinâmica territorial que se apresenta nesses locais com base em uma revisão bibliográfica que abrange a escala planetária e a região latino-americana, mais enfocada na realidade colombiana, especificamente na cidade de Usme, no sul de Bogotá. Nesses espaços há uma mistura de uso do solo, impacto nos ecossistemas e a justaposição de aspectos sociais, políticos, culturais, econômicos e ambientais.

Palavras-chave: fronteiras, expansão urbana, Bogotá, urbanização, uso do solo.

Introducción

El siguiente es un estado del arte que se centra en el fenómeno de la expansión urbana en los bordes de las ciudades desde la escala planetaria, la realidad latinoamericana, para enfocarse en la realidad de las periferias colombianas, con énfasis en la historia del hábitat popular del sur de Bogotá. Esto, a partir de los debates teóricos de los últimos cincuenta años. Busca entender las dinámicas territoriales que allí se presentan partiendo de una revisión bibliográfica cuya temática es relevante en la academia, en la investigación científica, en los procesos de planificación estatal y en la gestión e implementación de políticas públicas. La comprensión teórica sobre la dinámica espacial de los bordes de las ciudades es fundamental, por lo cual se hace énfasis en la geografía urbana para reconocer la dinámica de integración de nuevos espacios, mas allá de las tradicionales fronteras, como resultado de la expansión de la mancha urbana con funciones residenciales, industriales o de servicios. Por esta razón, la pregunta que acompaña esta revisión es: .cuales son los aspectos destacados para entender las dinámicas territoriales de las ciudades? Es por esto que la selección de autores y sus aportes conceptuales se enfocan en la ordenación de los territorios de borde como instrumentos de planeación en busca del desarrollo y una mejor calidad de vida de los habitantes de estos espacios. La metodología usada se basó en una revisión bibliográfica de fuentes secundarias, documentos técnicos, diagnósticos locales, artículos científicos referenciados en tesis, libros o revistas científicas encontrados en bibliotecas públicas o sitios web cuya temática se basa en la expansión urbana. Se consideraron tres fases: formulación, en la cual se avanzó en la indagación del estado del arte; sistematización, donde se relacionaron los tipos de fuentes, la calidad, la temporalidad y la fiabilidad; y análisis, por medio del cual se relacionó de manera critica la información encontrada y se estructuro el artículo. Se tuvo en cuenta el método deductivo, lo que permitió organizar la temática de manera escalar y temporal. El documento se estructura a partir de la introducción, en la que se esboza el enfoque teórico, la metodología y el abordaje del proceso de urbanización, en el que son notables las transformaciones del espacio, el impacto sobre los ecosistemas, la yuxtaposición de aspectos sociales, políticos, culturales, económicos, ambientales y de múltiples territorialidades (Camacho, 2020). Para finalizar, se presentan las conclusiones.

Urbanización mundial

La consolidación de grandes centros urbanos tuvo su máximo auge hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, con una concentración de personas en edad reproductiva y rápida expansión espacial de la mancha urbana (Daniels, Bradshaw y Shaw, 2008). Este fenómeno se disparó en países de bajos ingresos con relación a los masivos medios de transporte, provisión de condiciones sanitarias y acceso a servicios. El paso hacia lo urbano es progresivo; en 1950 había dos mil millones y medio de personas en el mundo, de las cuales el 30 % vivía en ciudades, y para el 2000, de seis mil millones, el 46 % habitaba en ciudades. En el 2017, de siete mil millones, el 50 % fue urbano. La distribución espacial de esta tendencia indica que el crecimiento se concentra primero en África, Asia, Norteamérica, América Latina y Europa. En la actualidad, la tasa de urbanización es más lenta que en otros tiempos, siendo probable que decrezca en un 1.5 % entre el 2025 y el 2050 (Beuf y Duque, 2012; ONU, 2019).

Desde principios del siglo XX, la ciencia regional planteada por Thunen, Weber, Isard, Losch y Christaller se basó en la teoría económica del lugar central con fundamentos espaciales, según la cual el centro representa la mejor ubicación de actividades (Delgado M., 2003). En 1925, Burguess planteo el crecimiento urbano basado en círculos concéntricos como representación de la expansión urbana, su diversidad sociocultural y la competencia por la mejor ubicación, seguido de áreas comerciales, industriales y residenciales (Ejea, 2014). Posteriormente, Sorokin y Zimmerman estudiaron las diferencias urbanas y rurales e introdujeron el concepto del continuum para indicar las relaciones de reciprocidad (Ávila, 2005; Romero, 2012).

Park fundo la Escuela Chicago en 1930 como una corriente de pensamiento basada en la ecología urbana que estudiaba los asentamientos humanos en las ciudades industrializadas y los cambios que produce la urbanización; profundizo en la heterogeneidad de los habitantes, las centralidades urbanas con relación a las periferias y en sus procesos de concentración, difusión o dispersión. Se plantearon las relaciones campo-ciudad como dos polos que forman parte de un único proceso en el que lo urbano controla lo rural (Wirth, 1938). Por su parte, Mc- Kenzie se centró en las transformaciones de las ciudades como lugar de hábitat a mecanismo de control social y, junto con Geddes, estudiaron la conurbación como un fenómeno por el que dos núcleos urbanos con intereses comunes se expanden hasta encontrarse y formar uno solo (Moreno, 2008). Teorías de tradición culturalista con descripciones sobre la ciudad resaltaron la capacidad de adaptación de los grupos sociales en el medio urbano, enfocándose en la morfología social y en la relación cultura-ciudad (Azpurua, 2005).

Durante la segunda mitad del siglo XX, los aportes teóricos se basaron en la continuidad cultural, dada por la migración y el manejo de datos estadísticos como aporte al análisis urbano regional. Sin embargo, fue Gottman quien planteo ampliar la escala de análisis; sus estudios se basaron en la morfología de la expansión urbana a escala regional y la definición de las megalópolis como una realidad urbana emergente, a partir de la cual se configura una corona de ciudades con crecimiento espacial descentralizado diverso. Transformo la mirada sobre el estudio de las ciudades al conjugar factores económicos, políticos, sociales, demográficos, culturales, espaciales y de telecomunicaciones; sentó las bases para entender los procesos de integración de nuevos espacios a la dinámica urbana de orden metropolitano1 y megalopolitano2 como una realidad emergente (Olcina, 2011; Pawson, 2008).

La ecología factorial emergió en los años sesenta. Analizaba la distribución espacial de los grupos sociales, las actividades citadinas o la influencia en la renta del suelo urbano en función de la oferta y la demanda. La planeación urbana se basaba en la accesibilidad al centro teniendo en cuenta la utilidad que produce cierto uso del suelo y la diferenciación social de los espacios (Linares, 2016). Kevin Lynch (1960) exploro las preferencias de los habitantes de Boston, Jersey City y Los Ángeles, y propuso que en el análisis de la ciudad se consideraran cinco elementos: sendas, bordes, nodos, barrios y mojones. Desde esta época, las corrientes marxistas cobraron relevancia reconociendo diversas relaciones de poder, enfocándose en la dimensión socioespacial del fenómeno urbano. Gino Germani comenzó a examinar los procesos de migración en relación con el crecimiento acelerado de las ciudades, y sus estudios se basaron en la visión funcionalista que proponía la organización del espacio urbano para reproducir la económica capitalista (Ramírez, 2005; Trovero, 2017).

Hacia la segunda mitad del siglo XX, la teoría de la marginalidad busco entender las dinámicas de los grupos sociales que habitan en asentamientos urbanos alejados del centro, reconociéndolos como comunidades atrasadas que deben insertarse por completo a la vida urbana y al sistema político-económico dominante para superar condiciones desfavorables. Desde esta mirada, las periferias dependen de su centro, el cual concentra las funciones urbanas, lo que explica las desigualdades socioespaciales, ya que allí habitan personas excluidas que no hacen parte de un grupo social o económico privilegiado, siendo desempleados, migrantes o desplazados que trabajan en la informalidad en condiciones precarias (Delfino, 2012; Montoya, 2006). Adicionalmente, con los portes de las escuelas feministas de la Escuela de Los Ángeles se entendieron, de manera progresiva, las ciudades como un producto social resultado de las interacciones entre grupos sociales y las políticas de desarrollo económico.

Las investigaciones sobre las periferias han cobrado gran relevancia en las últimas décadas desde disciplinas tales como la geografía, la antropología, la economía, la agronomía, la sociología o la arquitectura, en las cuales se han promovido debates teóricos y aportes metodológicos en torno a la producción social del espacio, la incidencia de los actores, la convergencia de diversas posturas y profundas transformaciones socioespaciales producto de la expansión urbana (Ávila, 2005). Sus dinámicas espaciales están relacionadas de manera paralela con el crecimiento demográfico y la expansión espacial. El primero está asociado con factores demográficos como, por ejemplo, el envejecimiento de la población y el aporte de población de las migraciones del campo a la ciudad; la segunda se define como un fenómeno espacial desconectado de los procesos demográficos, asociado con la producción de nuevas formas urbanas desconcentradas, resultado de las reconfiguraciones de los lugares productivos y el incremento de la capacidad adquisitiva de los hogares (ONU y Universidad Externado de Colombia, 2007).

Si las periferias urbanas se analizan con relación a su centro, pueden relacionarse con la idea de limite, representado por una línea que expresa la competencia y el ejercicio del poder institucional, que marcan una separación visible en el paisaje urbano (Lynch, 1980). También se abordan diferencialmente del contexto geográfico en el que se desarrollan como un producto del crecimiento urbano descontrolado con múltiples empalmes e interacciones (Ávila, 2005). Conceptos como interfase, rururbano, periurbano, conurbación, suburbanización, periferia, contraurbanización, franja rural-urbana y ciudad difusa son usados para describir estos espacios.

Por otra parte, expertos nacionales e internacionales exponen la necesidad de frenar la expansión urbana en zonas rurales productivas o de conservación con políticas de control de terrenos baldíos, recuperación del valor del suelo, implementación de políticas de incentivo a la redensificación e inversión de plusvalías en equipamiento social. Los cinturones verdes son espacios donde se conserva la cobertura vegetal alrededor de las ciudades, a fin de mejorar las condiciones de habitabilidad de familias rurales; son, en fin, una herramienta de orden jurídico para generar una ciudad compacta y dinámica. En ciudades como Ámsterdam, Rotterdam, Londres, Ontario, Sao Paulo o Madrid son una práctica del planeamiento urbano por la oferta de servicios ambientales con producción de alimentos a las ciudades (Cohen, 2011).

La realidad latinoamericana

En el caso de Latinoamérica, el modelo de industrialización para la sustitución de importaciones privilegio la producción de bienes importados por encima de los producidos localmente con explotación salarial de mano de obra barata, lo cual permitió el auge de actividades manufactureras en los países de la región. Como consecuencia, se presenta un crecimiento económico lento, en contraste con un acelerado crecimiento de la población, y las tasas de mortalidad descienden mientras que las de natalidad aumentan debido a la implementación de sistemas de atención en salud, saneamiento básico y suministro de agua potable (Jaramillo, 2008).

Esta urbanización está marcada por una transición urbana exponencial. Entre 1950 y 1970 se dio la primera transición, cuando el porcentaje de urbanización se incrementó del 40 % al 60 % con relación a las tasas de crecimiento natural y la expulsión de población rural, quienes fueron paulatinamente absorbidos por los grandes centros urbanos. Entre 1980 y 1990 fue la segunda transición, el porcentaje ascendió al 70 % en una intensa urbanización que trajo cambios en las estructuras familiares (Torres, 2009). En el transcurso de la segunda mitad del siglo XX se transformó el modelo de producción de las ciudades con una visible disminución del crecimiento demográfico en las grandes metrópolis, explicado por la centralidad de las capitales.

La tercera transición demográfica se presentó en el siglo XXI, con un aumento de mas del 80 % de población latina residiendo en las principales ciudades, con escasez de viviendas, desarrollos urbanos en pobreza, precariedad y hacinamiento (P. da Cunha y Rodríguez, 2019). Esto implica que haya una demanda del espacio construido, lo cual genera grandes tensiones por la demanda de viviendas en las que es evidente la débil capacidad reguladora del Estado para proveer bienes y servicios (Jaramillo, 2008). Con esto, se fueron configurando aglomeraciones urbanas a partir de la cuales se transformaron las tradicionales relaciones de dualidad en las que el centro dominaba a la periferia en una relación de dependencia y donde las familias de bajos ingresos se ven avocadas a condiciones de marginalidad.

Las formas de interpretar los procesos territoriales en las periferias urbanas fueron cambiando hacia espacios con autonomía propios de ciudades policéntricas conectadas a escala global. Beuf y Duque (2012) han señalado tres enfoques actuales de investigación de las periferias urbanas. El primero se centra en los procesos de privatización de espacios y segregación espacial, el segundo en el acceso a viviendas para familias de bajos ingresos y el tercero en la temática de los riesgos en las periferias. Además, se encuentran las experiencias en Argentina, Bolivia, Chile, México y Colombia, las cuales contienen novedosas argumentaciones y aportes teóricos que involucran los puntos de vista de los actores locales.

En la región metropolitana de Buenos Aires, en Argentina, se presentan procesos de fragmentación del área urbana y una distribución espacial entre la ciudad rica y la ciudad pobre. A partir de los años noventa las urbanizaciones privadas se convirtieron en un factor fundamental para la expansión espacial de la ciudad, con un cambio significativo impulsado por el sector privado con barrios cerrados y un alto grado de segregación socioespacial y menor gobernabilidad estatal, espacios fragmentados y configurados por una yuxtaposición espacial que conforma el tejido urbano (Janoschka, 2002).

En México se ha profundizado en los efectos de la urbanización en zonas de importancia ecológica, lo que ha aportado al rompimiento de la dicotomía urbano-rural, planteando las periferias como espacios con múltiples empalmes donde se articulan procesos complejos, marcados por fenómenos sociales cambiantes que no dependen únicamente de su localización. Han producido una gran cantidad de publicaciones, cartografías, seminarios, simposios y congresos que analizan las transformaciones espaciales con investigaciones empíricas que reconocen la importancia de los sistemas agroalimentarios en áreas periurbanas para la sustentabilidad de las ciudades, las formas de vida de los migrantes rurales, las políticas de planeación territorial o el papel de la mujer en la producción de bordes (Ramírez, 2005).

En Santiago de Chile, la planeación urbana presento un modelo de desarrollo implementado por la política de los años ochenta, en el cual los suelos de vocación agrícola se urbanizaron con viviendas populares y una red de transporte subterráneo que la comunica con el centro de la ciudad. Las normas que regulan el uso del suelo han favorecido al sector de la construcción, de modo que han generado desequilibrios que influyen en los altos costos del suelo, la segregación poblacional y la inequidad en el acceso a los recursos (Torres, 2018). Por su parte, las periferias en los barrios el Alto y Solidaridad en Bolivia evidencian un acelerado proceso de expansión urbana con un bajo o nulo acceso a servicios sociales y migración dentro de la misma ciudad (Poupeau, 2012). Las miradas aquí expuestas muestran los rasgos propios de cada país, plantean una particular producción del espacio como un producto social que expresa desigualdades y conflictos entre actores a manera de nuevos retos para el ordenamiento territorial.

Periferias en Colombia

A principios del siglo XX las formulaciones de políticas de ordenamiento territorial promovieron la urbanización en las periferias colombianas para obtener un crecimiento económico interno, pero manteniendo la tradicional economía agroexportadora de bienes primarios (Giraldo, 2017). En 1938 existían 2.5 millones de personas viviendo en las principales ciudades colombianas, y en 1951 y 1964 el país alcanzo el mayor ritmo de crecimiento con un 5.4 % (Murad, 2003). Esto estuvo relacionado con un mayor desarrollo económico en el ámbito urbano, mientras el campo se fue despoblando paulatinamente. A partir de 1980 el crecimiento demográfico fue rápido, creció la expectativa de vida, cambio el modelo de desarrollo económico y aumento la mancha urbana hacia las periferias (ONU y Universidad Externado de Colombia, 2007; Torres, 2009).

Las ciudades crecieron aceleradamente y el fenómeno demográfico rebaso la capacidad habitacional, con lo cual las familias construyeron sus propias viviendas, de modo que la expansión se fue dando por fuera de los marcos normativos. Una vez construidos los barrios, se procedió a su legalización con el consentimiento del Estado, que tolera la urbanización informal, pues se resuelve en parte el problema de la escasez de viviendas y, con el tiempo, se aprovechan las actuaciones de los primeros pobladores; esta manera de producir la ciudad fue progresiva, pero con significativos problemas en cuestión de salubridad y de servicios (Delgadillo, 2016; Torres, 2009).

Para el siglo XXI, Colombia ha presentado cambios en la modernización de su economía. Paso del sector agropecuario a ser urbano, con una prevalencia de actividades industriales y la prestación de servicios. Según Bonet (2007), estos últimos registran una participación del 56 %, lo cual es una tendencia de la globalización tanto en países desarrollados como en aquellos en vía de desarrollo. Como efecto en la población hay una distribución desigual de los ingresos, con escasos recursos y una pequeña proporción con mayor capacidad adquisitiva y mejor calidad de vida.

El proceso de urbanización se concentra en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, ciudades que han experimentado un descenso poblacional en los últimos anos, mientras que sus procesos de expansión espacial se han acelerado. Si bien es cierto que la dinámica de desplazamiento poblacional rural a las principales ciudades ha sido un factor relevante del crecimiento urbano, el crecimiento vegetativo y la migración entre ciudades es la explicación a tal incremento (ONU y Universidad Externado de Colombia, 2007; Ruiz, 2008; Villamizar y Luna, 2012). Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE, 2021a; 2021b), en la última década los índices de pobreza han disminuido progresivamente. La pobreza monetaria paso de 36 % en 2012 a 32.3 % en 2019. En sintonía, la pobreza multidimensional era un 22.9 % en 2010 y paso a 12.3 % en 2019. Sin embargo, desde el 2020 se empezaron a incrementar los índices y, con ello, el desempleo, la informalidad laboral y el bajo acceso a la educación superior; situaciones que son prevalentes para la mayoría de los habitantes citadinos.

A esta escala se referencian dos estudios relevantes. El primero, de Zuluaga (2005), denominado “Dinámicas urbano-rurales en los bordes de la ciudad de Medellín”, en el que se destaca la urbanización dispersa en el área metropolitana presionando zonas rurales productoras de alimentos. Esta autora reconoce las dinámicas territoriales en los bordes de esta ciudad a partir de intereses económicos de firmas constructoras o familias de altos ingresos que buscan espacios con alta calidad ambiental, lo que da como resultado una expansión mixta caracterizada por conflictos de reglamentación de uso del suelo. Si bien estas acciones generan empleo, promueven actividades culturales o comercio local, también aportan a la inestabilidad geológica y al deterioro ecosistémico, de modo que ponen en riesgo a la población.

El siguiente estudio denominado “Bordes urbanos y complejidad, estudio de caso rio Otún, conurbación Pereira Dosquebradas”, de Marín y Acebedo (2018), asume el borde como una membrana por donde se mueve la expansión urbana para absorber zonas rurales. Se apoya en la trialectica del espacio y la justicia espacial a fin de entender el borde desde su complejidad, reconociendo sus relaciones, intercambios y procesos de transformación socioespacial. Se evidencian tensiones debido a las acciones político-administrativas de dos jurisdicciones diferentes, la territorialidad de los pobladores que la reconocen como una sola unidad, así como la inadecuada o inexistente planeación urbana que pone en evidencia problemáticas ambientales, sociales y de ordenamiento territorial.

Bogotá y sus bordes, el caso de Usme

Se aborda el fenómeno de producción de periferias en Bogotá a partir de una mirada sobre la historia del hábitat popular, ya que la capital del país representa una primacía urbana que concentra actividades económicas, políticas, sociales, culturales y comerciales. El desplazamiento poblacional se incrementó hacia 1950, lo que puso de manifiesto el déficit habitacional para acoger la gran cantidad de personas que llego de manera progresiva a la ciudad, y que por sus complejas condiciones socioeconómicas poblaron los bordes con escaza prestación de servicios, diferencias socioespaciales e inequidades urbanas (Dureau, Gouëset, Le Roux y Lulle 2012; Ruiz, 2008).

Bogotá es la principal receptora del fenómeno migratorio debido a que, diariamente, recibe población proveniente de zonas rurales. De un promedio de 700 000 personas a mediados del siglo XX, paso a casi siete millones a principios del siglo XXI, con un desplazamiento de familias campesinas que poco a poco fueron llegando a habitar, primero, la zona central, pero de ahí se desplazaron a las periferias, sobre todo al sur; es necesario decir que toda esta fuerza de trabajo aporto a la construcción y a la consolidación de la ciudad (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2018). Para el desarrollo territorial, el Gobierno aprobó la Ley 388 en 1997, por la cual se promovió un modelo regional sostenible en integración con la ruralidad orientado hacia el interés general. Hubo una gran demanda de suelo urbano con rápida redensificación del espacio ya urbanizado y la expansión espacial hacia los municipios vecinos. A partir de esto, se han presentado importantes cambios de uso del suelo por vía jurídica y política, sumados a la planificación territorial que posibilita financiamiento con recursos público-privados para la consolidación de proyectos urbanos y la incorporación de nuevas áreas a la ciudad.

Mediante la modalidad de alquiler se fueron ocupando las periferias bogotanas. Además, los urbanizadores piratas, en un negocio mercantil, fueron loteando y vendiendo predios cuyos clientes adquirieron para ser pagados a plazos. Fueron las propias familias quienes consolidaron los barrios, en muchas ocasiones por encargo, por medio de lo cual contrataron obreros para edificar sus propias viviendas; progresivamente se organizaron las juntas de acción comunal para gestionar recursos, adecuar vías, construir parques y disponer redes de servicios públicos. Gran parte de la ciudad informal se dio bajo esta modalidad de producción, sin una política de urbanización clara que se preocupara por las condiciones habitacionales de las viviendas, la normatividad o los aspectos sociales; fueron los favores políticos y el mercado los que regularon su intervención (Torres, 2009).

La urbanización informal en Bogotá mantuvo un ritmo de crecimiento: paso de 84 hectáreas en la década de los sesenta a 128.5 hectáreas en los noventa, de tener 36 825 edificaciones en 1938, a 71 449 en 1951. Estos elementos muestran que la capital presenta una configuración tentacular de rápida expansión que ha incorporado los municipios de Usme, Bosa, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén (Jiménez, 2009).

Ahora bien, el crecimiento acelerado y espontaneo de Bogotá se dio, en gran medida, debido a la creación de la unidad de poder adquisitivo constante (UPAC), creada en 1972 como una estrategia financiera de concentración de capital a través de la asignación de créditos a largo plazo para obtener rendimientos sustanciales, con el fin de que las familias colombianas compraran vivienda nueva. Sin embargo, las metas propuestas por este programa como estrategia de desarrollo no se cumplieron a cabalidad, lo cual incentivo el aumento del área urbana a 13 985 hectáreas y, en ultimas, favoreció al sector de la construcción (Ramírez, 2020). Otro hito importante fue la creación del Instituto Colombiano de Ahorro y Vivienda en 1975, y de las corporaciones de ahorro y vivienda como entidades encargadas de financiar los proyectos, con lo cual se fomentó el boom de la construcción para viviendas de lujo a precios altos; en sí, se consolidaron recursos para el sector inmobiliario centrado en la construcción de edificios de altura (Cuervo y Jaramillo, 2009).

En los años ochenta el área urbana aumento a 22 775 hectáreas, ya que el esfuerzo del Gobierno se centró en proyectos de vivienda popular. En este propósito implemento un plan para que las familias más pobres adquirieran casa nueva sin cuota inicial, como un esquema de planeación dirigido a normatizar las actuaciones urbanísticas de los actores públicos y privados (Torres, 2009). En los años noventa, los barrios periféricos comenzaron a ser ocupados rápidamente bajo la modalidad de vivienda compartida, decretándose 28 153 hectáreas para el perímetro urbano de la ciudad.

En 1991 desapareció el Instituto de Crédito Territorial como ente público encargado de la producción de viviendas con una experiencia de más de cincuenta años. A su vez, se creó el Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana, asumiendo funciones de coordinación de proyectos de las constructoras, asignando subsidios a familias y pactos internacionales para el mejoramiento del hábitat. En 1998 se creó Metrovivienda con el fin de urbanizar y controlar los precios del suelo por medio de la regulación estatal de las plusvalías que resultan del cambio de usos del suelo, especialmente cuando este pasa de rural a urbano. El Gobierno nacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y el Banco Alemán financiaron programas de cooperación para el mejoramiento integral de barrios, erradicar la pobreza, fortalecer la democracia e incorporar la ciudad informal a la ciudad formal (Torres, Atanasia y Rincón, 2009). Este modelo elimino la financiación especial para concentrarse en los más pobres, dando paso a la creación de las cajas de compensación como empresas privadas encargadas de administrar parte del salario de los trabajadores a través de actividades comerciales, de servicios educativos, de salud, turísticos y recreativos. Hubo un alza desmesurada en los intereses de los créditos, lo que produjo una insolvencia económica que impacto a los deudores y muchas familias entregaron sus casas a los bancos a cambio de pagar la deuda (Cuervo y Jaramillo, 2009).

En el 2000, la administración distrital adopto el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá como una herramienta para regular el uso del suelo. Se establecieron 36 232 hectáreas de perímetro urbano, se pasó de tener un suelo productivamente agropecuario para ser incorporado a lo urbano, se implementó la unidad de valor real constante para la adquisición de vivienda de acuerdo con el incremento de la capacidad de pago de las familias y políticas públicas que impulsaron la producción de nuevas periferias. El Fondo Nacional de Vivienda, adscrito al Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, y la Caja de Vivienda Popular en el nivel distrital, fueron las entidades públicas encargadas de administrar la inversión de recursos: promovieron cuatro ciudadelas3 para la expansión de la ciudad en suelos de vocación rural.

La demanda de viviendas tuvo un aumento constante entre el 2000 y el 2013, al igual que la adjudicación de subsidios por parte de las cajas de compensación familiar que aumentaron. Esto significo el desmonte de la producción y la financiación de viviendas por parte del Estado (Roa, 2015). La tasa de urbanización para la ciudad en 1993 correspondía a 46.5 %, luego en el 2005 descendió al 42.3 %, en contraste con la dinámica municipal para el mismo periodo de tiempo, la cual muestra que Soacha subió de 6.73 % a 7.13 %, Mosquera paso de 2.80 % a 3.40 %, Sopo subió de 2.08 % a 2.53 % y Cota paso de 2.08 % a 2.29 % (Pena, 2010). Con todo ello, la primacía urbana de Bogotá sigue siendo considerable, debido a que el grado de urbanización se basa en el crecimiento natural de la población y la expansión de la mancha urbana hacia los municipios contiguos y las zonas rurales cercanas, un proceso dinámico de metropolización.

En la actualidad, la producción de periferias en Bogotá presenta fuertes desequilibrios territoriales en dos formas prevalentes que operan bajo una lógica de mercado (Torres, 2009). La primera, en la que los promotores privados actúan en una relación cercana con entidades estatales para promover la urbanización formal. En la segunda, motivada por promotores informales, a su vez forjada por los habitantes de los barrios populares, quienes han construido la ciudad a partir de sus experiencias cotidianas y sus procesos de movilización social. Ahora bien, más que promover aquí un discurso dualista entre la ciudad formal-informal, se plantea una reflexión sobre el acelerado crecimiento urbano y las relaciones que comprenden hoy en día el universo urbano-rural.

Para ilustrar lo anterior, se retoma el texto “Nuevas centralidades y acceso a la ciudad en las periferias bogotanas” de Beuf (2012), en el que se explica el nuevo modelo de urbanidad a partir de la consolidación de centralidades donde convergen antiguos y nuevos residentes urbanos, acciones institucionales y empresas que son resultado de la yuxtaposición de espacios. Es un estudio de la expansión de Patio Bonito y Suba pueblo, en el que se muestran articulaciones territoriales entre procesos de producción del espacio con la dotación de infraestructura, redes de acueducto, alcantarillado, espacio público, movilidad y centros comerciales.

Considera una multiplicidad de espacios diferenciados por antigüedad, funcionalidad o grado de incidencia de los actores económicos que caracterizan las ciudades policéntricas con concentración de servicios que no dependen de un único centro.

Ciertamente, la discusión sobre los bordes se fue introduciendo en lo teórico y el ordenamiento territorial. Su incorporación se dio frente a la crisis del modelo de urbanización tradicional, ya que el crecimiento urbano se dirigió a zonas de importancia ecológica causando profundos danos ambientales. En Bogotá este concepto es ampliamente utilizado desde la planeación urbana como un mecanismo para mantener la soberanía, controlar la urbanización ilegal y formalizar grandes proyectos. Desde el discurso oficial se reconocen cuatro bordes4 para la expansión de la ciudad que contienen actividades comerciales y residenciales altamente densificadas con mezcla social: zonas de amortiguamiento, áreas montañosas, humedales y madre viejas. Son franjas territoriales de 50 a 100 metros contiguas al perímetro urbano, donde se desarrollan políticas de ocupación, control de la población, economía y finanzas (Alcaldía Mayor de Bogotá, Secretaria Distrital de Planeación, Secretaria Distrital de Ambiente, Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos [UAESP], Secretaria Distrital de Hábitat y Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2010). Esta mirada se matiza con la desarrollada por Ramírez (2009), quien reconoce ocho áreas periurbanas5 en las que prevalece un tejido complejo de interacciones con diferencias o tensiones entre los actores por la apropiación del espacio o el uso de los recursos naturales; Ramírez se enfoca en la importancia de los sistemas socio ecológicos, los conflictos ambientales, los movimientos sociales en la construcción de políticas públicas y el ordenamiento territorial.

Se destaca otra perspectiva, relacionada con el desplazamiento de los pueblos indígenas desde sus lugares de origen para asentarse en la ciudad, con el estudio titulado “Entre territorios admitidos y territorios blindados”. En este Acosta (2016) analiza las relaciones campo-ciudad del pueblo misak que habitan en el barrio Kassandra de Fontibón, al borde del rio Bogotá, como un espacio de relaciones y conflictos producido desde las prácticas tradicionales, elegido por los bajos costos del suelo, las oportunidades laborales que ofrece y las redes familiares que encuentran cuando arriban de sus lugares de origen. El texto “Fuentes vivas en el borde. Investigación y experiencias colaborativas para la gobernanza de un sur sostenible en Bogotá” (Van der Hammen, Palacio y de Urbina, 2018) surge como un referente importante que se centró en las redes colaborativas de territorios del agua en los bordes del sur de la ciudad, con una red tripartita conformada por la academia, la empresa privada y las organizaciones sociales para llevar a cabo acciones dirigidas a la defensa del territorio campesino y del agua.

La categoría de borde urbano rural permite comprender la realidad espacial en la localidad de Usme de manera integral, entendiendo que en este contexto convergen diferentes maneras de ocupación, así como aspectos políticos, sociales, económicos, productivos o culturales que se dan como efecto de la expansión urbana. Si bien se presenta un uso tradicional con actividades agroecológicas, pecuarias o de conservación, esta visión ha venido cambiado como efecto de la planeación urbana con actividades residenciales y comerciales la única zona para la expansión urbana al sur de la ciudad, una nueva centralidad proveedora de servicios urbanos en conexión con los Llanos Orientales. Para ampliar esta descripción, se esbozan seis investigaciones académicas que se enfocan en la producción social del espacio, las cuales se consideran relevantes para entender la dinámica espacial en torno a la producción de los bordes urbanos.

En primer lugar, la tesis “La categoría de borde, reflexiones desde la experiencia bogotana”, elaborada por Ballen (2014), quien basa su análisis en las disputas por la apropiación del espacio alrededor de la operación estratégica Nuevo Usme, reconociendo al borde como un espacio hibrido producto del conflicto y la negociación. El autor pone de manifiesto su reconocimiento como mecanismo para frenar la urbanización en corredores ecológicos y áreas rurales evitando poner en riesgo la alimentación de la población. En segundo lugar, Camacho (2016), en su artículo “La expansión urbana como reveladora de territorialidades: conflicto de proximidad en Usme”, destaca las estrategias de movilización y participación, así como las oposiciones que los habitantes desarrollan para incidir sobre las dinámicas de expansión urbana descontrolada; se centra en el hallazgo arqueológico como oposición a la expansión urbana reivindicando la identidad territorial, con énfasis en los conflictos como una manera de crear nuevas territorialidades. En tercer lugar, la tesis “Transformaciones del paisaje en el espacio urbano-rural sur de la localidad de Usme, perspectivas de los habitantes locales”, de Villamil (2016) (Villamil y Pérez, 2018), analiza las transformaciones del paisaje en la zona urbana de Ciudad Usme y la vereda La Requilina en los años 1985, 2000 y 2016. Su enfoque fue la ecología del paisaje con análisis territorial a partir de coberturas de uso del suelo, entrevistas, recorridos, cartografía social e histórica, lo que develo una transición de un patrón inicial de pastos y cultivos a un aumento del área urbanizada conectada por la red vial en los últimos quince años.

La cuarta investigación, “El paisaje periurbano: transformaciones, complejidad, percepciones e imaginarios en la localidad de Usme”, desarrollada por Cano (2017), conjuga dos metodologías para el análisis del paisaje y los territorios de borde. Por medio de cartografía social y entrevistas se representaron las resistencias de las organizaciones sociales frente a las políticas de desarrollo territorial que no tienen en cuenta sus demandas. Presenta un perfil transversal para mostrar la composición del paisaje periurbano con aspectos biofísicos tales como el rio Tunjuelito, los cerros surorientales y el relleno sanitario Dona Juana. En quinto lugar, la investigación de Páez (2017), “Una aproximación a la pedagogía de borde entre lo urbano y lo rural”, realizada con estudiantes, profesores y familias de las escuelas rurales de Usme, en el marco de un proyecto educativo con enfoque territorial para afrontar el rápido acercamiento de la ciudad donde los bordes se fortalecen fuera del aula, trasciende el enfoque tradicional en la transformación de problemas. Para finalizar, la tesis “Construcción del borde urbano-rural en Usme, proceso de participación y dialogo entre comunidad y Distrito”, de Sánchez (2011), se centra en el proceso de concertación de un pacto de borde mediante el dialogo entre la ciudadanía, sus organizaciones sociales y las entidades públicas.

Esta descripción será incompleta si no se consideran las reflexiones de un concepto reciente en construcción, el Des Borde Urbano-Rural (DBUR), que define espacios con complejas relaciones territoriales producidos en el contexto de la expansión urbana acelerada. El concepto plantea una mirada sobre las transformaciones del hábitat remitiendo a la precariedad, la exclusión de los derechos sociales e involucrando el factor temporal y las relaciones de poder. Desde esta mirada se entiende el límite de manera multidimensional y multiescalar, que no es controlado por el centro, con nuevas formas de gobernanza territorial que conjugan la participación ciudadana y el análisis territorial para la concertación de los diversos intereses (López, 2015).

Conclusiones

De acuerdo con la revisión realizada, se encuentra que el proceso de urbanización a escala mundial ha evidenciado profundos cambios en los estilos de vida y las formas de habitar. Poco a poco las relaciones entre el campo y las ciudades se fueron develando como un único proceso en el que lo urbano controla lo rural. Los autores señalan que se hace necesario frenar la expansión urbana en zonas rurales productivas o de conservación, así como la implementación de políticas publicas dirigidas a atender familias en condición de pobreza. Por otra parte, un aspecto que parece abandonado a la luz de estos análisis son los efectos en términos ambientales que se acrecientan a medida que aumenta la densificación de las grandes ciudades: hay escasez de propuestas para la gestión de energías limpias y renovables que aporten a mejorar la calidad de los habitantes urbanos.

Frente al proceso de urbanización en Latinoamérica los autores señalan que es necesario involucrar mecanismos efectivos para la gestión del suelo que permitan disminuir las brechas sociales de los habitantes de las zonas rurales y urbanas. Explican que la expansión urbana requiere inversión en infraestructura, programas para garantizar vivienda, servicios sociales, educación y salud que permitan, a su vez, reducir las brechas sociales, el costo del suelo, así como procesos de gestión y planeación territorial. A esta escala se plantea que todas estas recomendaciones conlleven a la reducción de las inequidades entre las diferentes ciudades con distinto grado de desarrollo; de igual manera, a promover procesos productivos y ambientales que mejoren la calidad de vida de los habitantes urbana (ONU y Universidad Externado de Colombia, 2007).

En cuanto a las ciudades colombianas, el proceso de urbanización es bastante dinámico, se relaciona con la dinámica poblacional y se basa en el crecimiento natural de la población y la expansión de la mancha urbana hacia los municipios contiguos y las zonas rurales cercanas. Ahora bien, desde la segunda mitad del siglo XX y con mayor incidencia en la ciudad capital fue notable la progresiva desfinanciación estatal y la consecuente privatización de las entidades encargadas de garantizar el derecho a la vivienda, lo que trajo como consecuencia la motivación de proyectos inmobiliarios bajo un modelo de urbanización formal neoliberal (Cuervo y Jaramillo, 2009).

Para el caso, la localidad de Usme, ubicada en una zona de bordes, es un espacio estratégico por la localización de numerosos proyectos residenciales, grandes áreas comerciales e infraestructura dotacional; se destaca por tener una importante zona productora de alimentos y áreas de conservación ambiental o patrimonial que se ven amenazadas como efecto del fenómeno de expansión urbana (Camacho, 2020; Cano, 2017). Los trabajos presentados coinciden en conjugar teoría y practica para entender la esencia del espacio, reconocen los procesos sociales que se resisten o que encuentran sinergias con el fenómeno de la expansión urbana. Contienen una mirada espacial, propuestas, nuevos retos académicos y, en la planeación urbana, su lectura permite distinguir los bordes en plural, ampliar la escala de análisis, entender su producción a partir de múltiples relaciones, por lo cual es probable analizarlos desde su doble condición, es decir, como espacios de intensas relaciones donde se llevan a cabo estrategias gubernamentales, de entidades privadas y como objeto de reivindicación de los procesos sociales. Por esto, es necesario replantear las formas de actuar sobre estos espacios para que sean vistos no solo desde la gobernanza o el control jurisdiccional del Estado, sino que también sean entendidos como una construcción social que se da a partir de las acciones y las posturas de los diferentes actores que plantean el mejoramiento y la defensa de sus territorios.

Notas

1. Núcleo urbano denso con poblados circundantes que comparten funciones.

2. Áreas metropolitanas cuyo crecimiento acelerado lleva al contacto de las áreas de influencia.

3. Recreo, Porvenir, Ciudad Verde y Ciudad Usme.

4. Borde norte, borde sur, borde occidental y borde oriental.

5. Cerros Orientales, cuenca del río Tunjuelito, humedales, valle del río Bogotá, área rural, borde norte, cuenca del río Fucha y cuenca del río Salitre.

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Cómo citar

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Bernal Mora, M. I. (2021). Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”. Revista ciudades, estados y política, 8(3), 131–146. https://doi.org/10.15446/cep.v8n3.91754

ACM

[1]
Bernal Mora, M.I. 2021. Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”. Revista ciudades, estados y política. 8, 3 (sep. 2021), 131–146. DOI:https://doi.org/10.15446/cep.v8n3.91754.

ACS

(1)
Bernal Mora, M. I. Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”. Rev. Ciudades Estados Política 2021, 8, 131-146.

ABNT

BERNAL MORA, M. I. Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”. Revista ciudades, estados y política, [S. l.], v. 8, n. 3, p. 131–146, 2021. DOI: 10.15446/cep.v8n3.91754. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/91754. Acesso em: 20 abr. 2024.

Chicago

Bernal Mora, Martha Isabel. 2021. «Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”». Revista Ciudades, Estados Y política 8 (3):131-46. https://doi.org/10.15446/cep.v8n3.91754.

Harvard

Bernal Mora, M. I. (2021) «Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”», Revista ciudades, estados y política, 8(3), pp. 131–146. doi: 10.15446/cep.v8n3.91754.

IEEE

[1]
M. I. Bernal Mora, «Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”», Rev. Ciudades Estados Política, vol. 8, n.º 3, pp. 131–146, sep. 2021.

MLA

Bernal Mora, M. I. «Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”». Revista ciudades, estados y política, vol. 8, n.º 3, septiembre de 2021, pp. 131-46, doi:10.15446/cep.v8n3.91754.

Turabian

Bernal Mora, Martha Isabel. «Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”». Revista ciudades, estados y política 8, no. 3 (septiembre 26, 2021): 131–146. Accedido abril 20, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/91754.

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1.
Bernal Mora MI. Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”. Rev. Ciudades Estados Política [Internet]. 26 de septiembre de 2021 [citado 20 de abril de 2024];8(3):131-46. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/91754

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2. Mauricio Salamanca-Fonseca, Ana M. Aldana, Valeria Vargas-Martinez, Sam Acero-Gomez, Juliana Fonseca-Tellez, Stivenn Gutierrez, Yessica D. Hoyos, Katherin M. León, Camilo Márquez, Laura Molina-R, Angelica Moreno-Abdelnur, Sara Pineda, Juan José Pinzón, Mariana Trespalacios, Liz Velasco, Juan David Sanchez-Tello, Carolina Alvarez-Garzón, Juan M. Posada, Adriana Sanchez. (2024). Effects of urban, peri-urban and rural land covers on plant functional traits around Bogotá, Colombia. Urban Ecosystems, 27(1), p.251. https://doi.org/10.1007/s11252-023-01429-6.

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