Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”
State of the art on urbanization on the edges of cities. “A review from the history of the popular habitat of southern Bogotá”
Estado da arte sobre urbanização nas periferias das cidades. Uma revisão da história do habitat popular do sul de Bogotá
DOI:
https://doi.org/10.15446/cep.v8n3.91754Palabras clave:
bordes, expansión urbana, Bogotá, urbanización, uso del suelo (es)fronteiras, expansão urbana, Bogotá, urbanização, uso do solo (pt)
borders, urban sprawl, Bogotá, urbanization, land use (en)
Esta revisión se centra en el fenómeno de expansión urbana en los bordes de las ciudades. Busca entender la dinámica territorial que allí se presenta a partir de revisión bibliográfica que abarca la escala planetaria y la región latinoamericana, más se centra en la realidad colombiana, específicamente en la localidad de Usme al sur de Bogotá. En estos espacios se presenta una mezcla de uso del suelo, impacto sobre los ecosistemas y la yuxtaposición de aspectos sociales, políticos, culturales, económicos y ambientales.
This review focuses on the phenomenon of urban sprawl on the edges of cities. It seeks to understand the territorial dynamics presented there from a bibliographical review covering the planetary scale and the Latin American region; it focuses on the Colombian reality, specifically in the town of Usme, south of Bogotá. There is a mixture of land use, impact on ecosystems, and the juxtaposition of social, political, cultural, economic, and environmental aspects in these spaces.
Esta revisão enfoca o fenômeno da expansão urbana nas periferias das cidades. Busca compreender a dinâmica territorial que se apresenta nesses locais com base em uma revisão bibliográfica que abrange a escala planetária e a região latino-americana, mais enfocada na realidade colombiana, especificamente na cidade de Usme, no sul de Bogotá. Nesses espaços há uma mistura de uso do solo, impacto nos ecossistemas e a justaposição de aspectos sociais, políticos, culturais, econômicos e ambientais.
Estado del arte sobre la urbanización en los bordes de las
ciudades. “Una revisión desde la historia del hábitat popular del sur de Bogotá”
Martha Isabel Bernal
Mora. Geógrafa
y magister en Geografía de la Universidad Nacional de Colombia. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3741-3330
Correo electrónico: mibernalm@unal.edu.co
Recibido: 22
de noviembre de 2020 |
Aceptado:
26 de abril de 2021 |
Publicado: 16
de septiembre de 2021 |
Resumen
Esta revisión se centra en el fenómeno de expansión urbana
en los bordes de las ciudades. Busca entender la dinámica territorial que allí
se presenta a partir de revisión bibliográfica que abarca la escala planetaria
y la región latinoamericana, más se centra en la realidad colombiana, específicamente
en la localidad de Usme al sur de Bogotá. En estos espacios se presenta una
mezcla de uso del suelo, impacto sobre los ecosistemas y la yuxtaposición de
aspectos sociales, políticos, culturales, económicos y ambientales.
Palabras clave: bordes, expansión urbana, Bogotá, urbanización, uso del suelo.
State of the art on urbanization on
the edges of cities. “A review from the history of the popular habitat of
southern Bogota”
Abstract
This review focuses on the
phenomenon of urban sprawl on the edges of cities. It seeks to understand the
territorial dynamics presented there from a bibliographical review covering the
planetary scale and the Latin American region; it focuses on the Colombian reality,
specifically in the town of Usme, south of Bogota. There is a mixture of land
use, impact on ecosystems, and the juxtaposition of social, political, cultural,
economic, and environmental aspects in these spaces.
Keywords:
borders,
urban sprawl, Bogotá, urbanization, land use.
Estado da arte sobre urbanização nas
periferias das cidades. Uma revisão da história do habitat popular do sul de Bogotá
Resumo
Esta revisão enfoca o fenômeno da expansão
urbana nas periferias das cidades. Busca compreender a dinâmica territorial que
se apresenta nesses locais com base em uma revisão bibliográfica que abrange a
escala planetária e a região latino-americana, mais enfocada na realidade colombiana,
especificamente na cidade de Usme, no sul de Bogotá. Nesses espaços há uma
mistura de uso do solo, impacto nos ecossistemas e a justaposição de aspectos
sociais, políticos, culturais, econômicos e ambientais.
Palavras-chave:
fronteiras,
expansão urbana, Bogotá, urbanização, uso do solo.
Introducción
El siguiente es un estado del arte que
se centra en el fenómeno de la expansión urbana en los bordes de las ciudades
desde la escala planetaria, la realidad latinoamericana, para enfocarse en la
realidad de las periferias colombianas, con énfasis en la historia del hábitat
popular del sur de Bogotá. Esto, a partir de los debates teóricos de los últimos
cincuenta años. Busca entender las dinámicas territoriales que allí se presentan
partiendo de una revisión bibliográfica cuya temática es relevante en la
academia, en la investigación científica, en los procesos de planificación
estatal y en la gestión e implementación de políticas públicas. La comprensión teórica
sobre la dinámica espacial de los bordes de las ciudades es fundamental, por lo
cual se hace énfasis en la geografía urbana para reconocer la dinámica de integración
de nuevos espacios, mas allá de las tradicionales fronteras, como resultado de
la expansión de la mancha urbana con funciones residenciales, industriales o de
servicios. Por esta razón, la pregunta que acompaña esta revisión es: .cuales son
los aspectos destacados para entender las dinámicas territoriales de las
ciudades? Es por esto que la selección de autores y
sus aportes conceptuales se enfocan en la ordenación de los territorios de
borde como instrumentos de planeación en busca del desarrollo y una mejor
calidad de vida de los habitantes de estos espacios. La metodología usada se basó
en una revisión bibliográfica de fuentes secundarias, documentos técnicos, diagnósticos
locales, artículos científicos referenciados en tesis, libros o revistas científicas
encontrados en bibliotecas públicas o sitios web cuya temática se basa en la expansión
urbana. Se consideraron tres fases: formulación, en la cual se avanzó en la indagación
del estado del arte; sistematización, donde se relacionaron los tipos de
fuentes, la calidad, la temporalidad y la fiabilidad; y análisis, por medio del
cual se relacionó de manera critica la información encontrada y se estructuro el
artículo. Se tuvo en cuenta el método deductivo, lo que permitió organizar la temática
de manera escalar y temporal. El documento se estructura a partir de la introducción,
en la que se esboza el enfoque teórico, la metodología y el abordaje del
proceso de urbanización, en el que son notables las transformaciones del
espacio, el impacto sobre los ecosistemas, la yuxtaposición de aspectos
sociales, políticos, culturales, económicos, ambientales y de múltiples territorialidades
(Camacho, 2020). Para finalizar, se presentan las conclusiones.
Urbanización mundial
La consolidación de grandes centros urbanos tuvo su máximo
auge hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, con una concentración de
personas en edad reproductiva y rápida expansión espacial de la mancha urbana
(Daniels, Bradshaw y Shaw, 2008). Este fenómeno se disparó en países de bajos
ingresos con relación a los masivos medios de transporte, provisión de
condiciones sanitarias y acceso a servicios. El paso hacia lo urbano es
progresivo; en 1950 había dos mil millones y medio de personas en el mundo, de
las cuales el 30 % vivía en ciudades, y para el 2000, de seis mil millones, el
46 % habitaba en ciudades. En el 2017, de siete mil millones, el 50 % fue
urbano. La distribución espacial de esta tendencia indica que el crecimiento se
concentra primero en África, Asia, Norteamérica, América Latina y Europa. En la
actualidad, la tasa de urbanización es más lenta que en otros tiempos, siendo
probable que decrezca en un 1.5 % entre el 2025 y el 2050 (Beuf y Duque, 2012; ONU,
2019).
Desde principios del
siglo XX, la ciencia regional planteada por Thunen, Weber, Isard, Losch y
Christaller se basó en la teoría económica del lugar central con fundamentos
espaciales, según la cual el centro representa la mejor ubicación de
actividades (Delgado M., 2003). En 1925, Burguess planteo el crecimiento urbano
basado en círculos concéntricos como representación de la expansión urbana, su
diversidad sociocultural y la competencia por la mejor ubicación, seguido de áreas
comerciales, industriales y residenciales (Ejea, 2014). Posteriormente, Sorokin
y Zimmerman estudiaron las diferencias urbanas y rurales e introdujeron el
concepto del continuum para indicar las relaciones de reciprocidad (Ávila, 2005;
Romero, 2012).
Park fundo la Escuela
Chicago en 1930 como una corriente de pensamiento basada en la ecología urbana
que estudiaba los asentamientos humanos en las ciudades industrializadas y los cambios
que produce la urbanización; profundizo en la heterogeneidad de los habitantes,
las centralidades urbanas con relación a las periferias y en sus procesos de concentración,
difusión o dispersión. Se plantearon las relaciones campo-ciudad como dos polos
que forman parte de un único proceso en el que lo urbano controla lo rural
(Wirth, 1938). Por su parte, Mc- Kenzie se centró en las transformaciones de
las ciudades como lugar de hábitat a mecanismo de control social y, junto con
Geddes, estudiaron la conurbación como un fenómeno por el que dos núcleos
urbanos con intereses comunes se expanden hasta encontrarse y formar uno solo (Moreno,
2008). Teorías de tradición culturalista con descripciones sobre la ciudad
resaltaron la capacidad de adaptación de los grupos sociales en el medio
urbano, enfocándose en la morfología social y en la relación cultura-ciudad (Azpurua,
2005).
Durante la segunda mitad
del siglo XX, los aportes teóricos se basaron en la continuidad cultural, dada
por la migración y el manejo de datos estadísticos como aporte al análisis urbano
regional. Sin embargo, fue Gottman quien planteo ampliar la escala de análisis;
sus estudios se basaron en la morfología de la expansión urbana a escala
regional y la definición de las megalópolis como una realidad urbana emergente,
a partir de la cual se configura una corona de ciudades con crecimiento espacial
descentralizado diverso. Transformo la mirada sobre el estudio de las ciudades
al conjugar factores económicos, políticos, sociales, demográficos, culturales,
espaciales y de telecomunicaciones; sentó las bases para entender los procesos
de integración de nuevos espacios a la dinámica urbana de orden metropolitano1
y megalopolitano2 como una realidad emergente (Olcina, 2011; Pawson,
2008).
La ecología factorial emergió
en los años sesenta. Analizaba la distribución espacial de los grupos sociales,
las actividades citadinas o la influencia en la renta del suelo urbano en función
de la oferta y la demanda. La planeación urbana se basaba en la accesibilidad
al centro teniendo en cuenta la utilidad que produce cierto uso del suelo y la diferenciación
social de los espacios (Linares, 2016). Kevin Lynch (1960) exploro las preferencias
de los habitantes de Boston, Jersey City y Los Ángeles, y propuso que en el análisis
de la ciudad se consideraran cinco elementos: sendas, bordes, nodos, barrios y
mojones. Desde esta época, las corrientes marxistas cobraron relevancia
reconociendo diversas relaciones de poder, enfocándose en la dimensión
socioespacial del fenómeno urbano. Gino Germani comenzó a examinar los procesos
de migración en relación con el crecimiento acelerado de las ciudades, y sus
estudios se basaron en la visión funcionalista que proponía la organización del
espacio urbano para reproducir la económica capitalista (Ramírez, 2005; Trovero,
2017).
Hacia la segunda mitad
del siglo XX, la teoría de la marginalidad busco entender las dinámicas de los
grupos sociales que habitan en asentamientos urbanos alejados del centro, reconociéndolos
como comunidades atrasadas que deben insertarse por completo a la vida urbana y
al sistema político-económico dominante para superar condiciones desfavorables.
Desde esta mirada, las periferias dependen de su centro, el cual concentra las
funciones urbanas, lo que explica las desigualdades socioespaciales, ya que allí
habitan personas excluidas que no hacen parte de un grupo social o económico privilegiado,
siendo desempleados, migrantes o desplazados que trabajan en la informalidad en
condiciones precarias (Delfino, 2012; Montoya, 2006). Adicionalmente, con los
portes de las escuelas feministas de la Escuela de Los Ángeles se entendieron,
de manera progresiva, las ciudades como un producto social resultado de las
interacciones entre grupos sociales y las políticas de desarrollo económico.
Las investigaciones sobre
las periferias han cobrado gran relevancia en las últimas décadas desde
disciplinas tales como la geografía, la antropología, la economía, la agronomía,
la sociología o la arquitectura, en las cuales se han promovido debates teóricos
y aportes metodológicos en torno a la producción social del espacio, la
incidencia de los actores, la convergencia de diversas posturas y profundas transformaciones
socioespaciales producto de la expansión urbana (Ávila, 2005). Sus dinámicas espaciales
están relacionadas de manera paralela con el crecimiento demográfico y la expansión
espacial. El primero está asociado con factores demográficos como, por ejemplo,
el envejecimiento de la población y el aporte de población de las migraciones
del campo a la ciudad; la segunda se define como un fenómeno espacial
desconectado de los procesos demográficos, asociado con la producción de nuevas
formas urbanas desconcentradas, resultado de las reconfiguraciones de los
lugares productivos y el incremento de la capacidad adquisitiva de los hogares
(ONU y Universidad Externado de Colombia, 2007).
Si las periferias urbanas
se analizan con relación a su centro, pueden relacionarse con la idea de
limite, representado por una línea que expresa la competencia y el ejercicio
del poder institucional, que marcan una separación visible en el paisaje urbano
(Lynch, 1980). También se abordan diferencialmente del contexto geográfico en
el que se desarrollan como un producto del crecimiento urbano descontrolado con
múltiples empalmes e interacciones (Ávila, 2005). Conceptos como interfase, rururbano, periurbano, conurbación, suburbanización, periferia, contraurbanización, franja rural-urbana y ciudad difusa son usados para describir
estos espacios.
Por otra parte, expertos nacionales e
internacionales exponen la necesidad de frenar la expansión urbana en zonas
rurales productivas o de conservación con políticas de control de terrenos baldíos,
recuperación del valor del suelo, implementación de políticas de incentivo a la
redensificación e inversión de plusvalías en equipamiento social. Los
cinturones verdes son espacios donde se conserva la cobertura vegetal alrededor
de las ciudades, a fin de mejorar las condiciones de habitabilidad de familias rurales;
son, en fin, una herramienta de orden jurídico para generar una ciudad compacta
y dinámica. En ciudades como Ámsterdam, Rotterdam, Londres, Ontario, Sao Paulo
o Madrid son una práctica del planeamiento urbano por la oferta de servicios
ambientales con producción de alimentos a las ciudades (Cohen, 2011).
La realidad
latinoamericana
En el caso de Latinoamérica, el modelo de industrialización para
la sustitución de importaciones privilegio la producción de bienes importados por
encima de los producidos localmente con explotación salarial de mano de obra
barata, lo cual permitió el auge de actividades manufactureras en los países de
la región. Como consecuencia, se presenta un crecimiento económico lento, en contraste
con un acelerado crecimiento de la población, y las tasas de mortalidad
descienden mientras que las de natalidad aumentan debido a la implementación de
sistemas de atención en salud, saneamiento básico y suministro de agua potable
(Jaramillo, 2008).
Esta urbanización está
marcada por una transición urbana exponencial. Entre 1950 y 1970 se dio la
primera transición, cuando el porcentaje de urbanización se incrementó del 40 %
al 60 % con relación a las tasas de crecimiento natural y la expulsión de población
rural, quienes fueron paulatinamente absorbidos por los grandes centros
urbanos. Entre 1980 y 1990 fue la segunda transición, el porcentaje ascendió al
70 % en una intensa urbanización que trajo cambios en las estructuras
familiares (Torres, 2009). En el transcurso de la segunda mitad del siglo XX se
transformó el modelo de producción de las ciudades con una visible disminución
del crecimiento demográfico en las grandes metrópolis, explicado por la
centralidad de las capitales.
La tercera transición demográfica
se presentó en el siglo XXI, con un aumento de mas del 80 % de población latina
residiendo en las principales ciudades, con escasez de viviendas, desarrollos
urbanos en pobreza, precariedad y hacinamiento (P. da Cunha y Rodríguez, 2019).
Esto implica que haya una demanda del espacio construido, lo cual genera
grandes tensiones por la demanda de viviendas en las que es evidente la débil
capacidad reguladora del Estado para proveer bienes y servicios (Jaramillo, 2008).
Con esto, se fueron configurando aglomeraciones urbanas a partir de la cuales
se transformaron las tradicionales relaciones de dualidad en las que el centro
dominaba a la periferia en una relación de dependencia y donde las familias de
bajos ingresos se ven avocadas a condiciones de marginalidad.
Las formas de interpretar
los procesos territoriales en las periferias urbanas fueron cambiando hacia
espacios con autonomía propios de ciudades policéntricas conectadas a escala global.
Beuf y Duque (2012) han señalado tres enfoques actuales de investigación de las
periferias urbanas. El primero se centra en los procesos de privatización de
espacios y segregación espacial, el segundo en el acceso a viviendas para
familias de bajos ingresos y el tercero en la temática de los riesgos en las
periferias. Además, se encuentran las experiencias en Argentina, Bolivia,
Chile, México y Colombia, las cuales contienen novedosas argumentaciones y
aportes teóricos que involucran los puntos de vista de los actores locales.
En la región
metropolitana de Buenos Aires, en Argentina, se presentan procesos de fragmentación
del área urbana y una distribución espacial entre la ciudad rica y la ciudad
pobre. A partir de los años noventa las urbanizaciones privadas se convirtieron
en un factor fundamental para la expansión espacial de la ciudad, con un cambio
significativo impulsado por el sector privado con barrios cerrados y un alto grado
de segregación socioespacial y menor gobernabilidad estatal, espacios
fragmentados y configurados por una yuxtaposición espacial que conforma el
tejido urbano (Janoschka, 2002).
En México se ha
profundizado en los efectos de la urbanización en zonas de importancia ecológica,
lo que ha aportado al rompimiento de la dicotomía urbano-rural, planteando las
periferias como espacios con múltiples empalmes donde se articulan procesos
complejos, marcados por fenómenos sociales cambiantes que no dependen únicamente
de su localización. Han producido una gran cantidad de publicaciones, cartografías,
seminarios, simposios y congresos que analizan las transformaciones espaciales con
investigaciones empíricas que reconocen la importancia de los sistemas
agroalimentarios en áreas periurbanas para la sustentabilidad de las ciudades,
las formas de vida de los migrantes rurales, las políticas de planeación
territorial o el papel de la mujer en la producción de bordes (Ramírez, 2005).
En Santiago de Chile, la planeación
urbana presento un modelo de desarrollo implementado por la política de los años
ochenta, en el cual los suelos de vocación agrícola se urbanizaron con
viviendas populares y una red de transporte subterráneo que la comunica con el
centro de la ciudad. Las normas que regulan el uso del suelo han favorecido al
sector de la construcción, de modo que han generado desequilibrios que influyen
en los altos costos del suelo, la segregación poblacional y la inequidad en el
acceso a los recursos (Torres, 2018). Por su parte, las periferias en los
barrios el Alto y Solidaridad en Bolivia evidencian un acelerado proceso de expansión
urbana con un bajo o nulo acceso a servicios sociales y migración dentro de la misma
ciudad (Poupeau, 2012). Las miradas aquí expuestas muestran los rasgos propios
de cada país, plantean una particular producción del espacio como un producto
social que expresa desigualdades y conflictos entre actores a manera de nuevos
retos para el ordenamiento territorial.
Periferias en Colombia
A principios del siglo XX las formulaciones de políticas de
ordenamiento territorial promovieron la urbanización en las periferias
colombianas para obtener un crecimiento económico interno, pero manteniendo la
tradicional economía agroexportadora de bienes primarios (Giraldo, 2017). En
1938 existían 2.5 millones de personas viviendo en las principales ciudades colombianas,
y en 1951 y 1964 el país alcanzo el mayor ritmo de crecimiento con un 5.4 %
(Murad, 2003). Esto estuvo relacionado con un mayor desarrollo económico en el ámbito
urbano, mientras el campo se fue despoblando paulatinamente. A partir de 1980
el crecimiento demográfico fue rápido, creció la expectativa de vida, cambio el
modelo de desarrollo económico y aumento la mancha urbana hacia las periferias
(ONU y Universidad Externado de Colombia, 2007; Torres, 2009).
Las ciudades crecieron
aceleradamente y el fenómeno demográfico rebaso la capacidad habitacional, con
lo cual las familias construyeron sus propias viviendas, de modo que la expansión
se fue dando por fuera de los marcos normativos. Una vez construidos los
barrios, se procedió a su legalización con el consentimiento del Estado, que
tolera la urbanización informal, pues se resuelve en parte el problema de la
escasez de viviendas y, con el tiempo, se aprovechan las actuaciones de los
primeros pobladores; esta manera de producir la ciudad fue progresiva, pero con
significativos problemas en cuestión de salubridad y de servicios (Delgadillo, 2016;
Torres, 2009).
Para el siglo XXI,
Colombia ha presentado cambios en la modernización de su economía. Paso del
sector agropecuario a ser urbano, con una prevalencia de actividades
industriales y la prestación de servicios. Según Bonet (2007), estos últimos
registran una participación del 56 %, lo cual es una tendencia de la globalización
tanto en países desarrollados como en aquellos en vía de desarrollo. Como
efecto en la población hay una distribución desigual de los ingresos, con
escasos recursos y una pequeña proporción con mayor capacidad adquisitiva y
mejor calidad de vida.
El proceso de urbanización
se concentra en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, ciudades que han
experimentado un descenso poblacional en los últimos anos, mientras que sus procesos
de expansión espacial se han acelerado. Si bien es cierto que la dinámica de
desplazamiento poblacional rural a las principales ciudades ha sido un factor
relevante del crecimiento urbano, el crecimiento vegetativo y la migración
entre ciudades es la explicación a tal incremento (ONU y Universidad Externado
de Colombia, 2007; Ruiz, 2008; Villamizar y Luna, 2012). Según el Departamento
Administrativo Nacional de Estadística (DANE, 2021a; 2021b), en la última década
los índices de pobreza han disminuido progresivamente. La pobreza monetaria paso
de 36 % en 2012 a 32.3 % en 2019. En sintonía, la pobreza multidimensional era un
22.9 % en 2010 y paso a 12.3 % en 2019. Sin embargo, desde el 2020 se empezaron
a incrementar los índices y, con ello, el desempleo, la informalidad laboral y
el bajo acceso a la educación superior; situaciones que son prevalentes para la
mayoría de los habitantes citadinos.
A esta escala se
referencian dos estudios relevantes. El primero, de Zuluaga (2005), denominado “Dinámicas
urbano-rurales en los bordes de la ciudad de Medellín”, en el que se destaca la
urbanización dispersa en el área metropolitana presionando zonas rurales
productoras de alimentos. Esta autora reconoce las dinámicas territoriales en
los bordes de esta ciudad a partir de intereses económicos de firmas constructoras
o familias de altos ingresos que buscan espacios con alta calidad ambiental, lo
que da como resultado una expansión mixta caracterizada por conflictos de reglamentación
de uso del suelo. Si bien estas acciones generan empleo, promueven actividades
culturales o comercio local, también aportan a la inestabilidad geológica y al
deterioro ecosistémico, de modo que ponen en riesgo a la población.
El siguiente estudio denominado “Bordes
urbanos y complejidad, estudio de caso rio Otún, conurbación Pereira
Dosquebradas”, de Marín y Acebedo (2018), asume el borde como una membrana por
donde se mueve la expansión urbana para absorber zonas rurales. Se apoya en la
trialectica del espacio y la justicia espacial a fin de entender el borde desde
su complejidad, reconociendo sus relaciones, intercambios y procesos de transformación
socioespacial. Se evidencian tensiones debido a las acciones político-administrativas
de dos jurisdicciones diferentes, la territorialidad de los pobladores que la
reconocen como una sola unidad, así como la inadecuada o inexistente planeación
urbana que pone en evidencia problemáticas ambientales, sociales y de
ordenamiento territorial.
Bogotá y sus bordes, el
caso de Usme
Se aborda el fenómeno de producción de periferias en Bogotá
a partir de una mirada sobre la historia del hábitat popular, ya que la capital
del país representa una primacía urbana que concentra actividades económicas, políticas,
sociales, culturales y comerciales. El desplazamiento poblacional se incrementó
hacia 1950, lo que puso de manifiesto el déficit habitacional para acoger la
gran cantidad de personas que llego de manera progresiva a la ciudad, y que por
sus complejas condiciones socioeconómicas poblaron los bordes con escaza prestación
de servicios, diferencias socioespaciales e inequidades urbanas (Dureau, Gouëset,
Le Roux y Lulle 2012; Ruiz, 2008).
Bogotá es la principal
receptora del fenómeno migratorio debido a que, diariamente, recibe población
proveniente de zonas rurales. De un promedio de 700 000 personas a mediados del
siglo XX, paso a casi siete millones a principios del siglo XXI, con un
desplazamiento de familias campesinas que poco a poco fueron llegando a
habitar, primero, la zona central, pero de ahí se desplazaron a las periferias,
sobre todo al sur; es necesario decir que toda esta fuerza de trabajo aporto a
la construcción y a la consolidación de la ciudad (Alcaldía Mayor de Bogotá,
2018). Para el desarrollo territorial, el Gobierno aprobó la Ley 388 en 1997,
por la cual se promovió un modelo regional sostenible en integración con la
ruralidad orientado hacia el interés general. Hubo una gran demanda de suelo
urbano con rápida redensificación del espacio ya urbanizado y la expansión
espacial hacia los municipios vecinos. A partir de esto, se han presentado
importantes cambios de uso del suelo por vía jurídica y política, sumados a la planificación
territorial que posibilita financiamiento con recursos público-privados para la
consolidación de proyectos urbanos y la incorporación de nuevas áreas a la
ciudad.
Mediante la modalidad de
alquiler se fueron ocupando las periferias bogotanas. Además, los urbanizadores
piratas, en un negocio mercantil, fueron loteando y vendiendo predios cuyos
clientes adquirieron para ser pagados a plazos. Fueron las propias familias
quienes consolidaron los barrios, en muchas ocasiones por encargo, por medio de
lo cual contrataron obreros para edificar sus propias viviendas;
progresivamente se organizaron las juntas de acción comunal para gestionar
recursos, adecuar vías, construir parques y disponer redes de servicios públicos.
Gran parte de la ciudad informal se dio bajo esta modalidad de producción, sin
una política de urbanización clara que se preocupara por las condiciones
habitacionales de las viviendas, la normatividad o los aspectos sociales; fueron
los favores políticos y el mercado los que regularon su intervención (Torres,
2009).
La urbanización informal
en Bogotá mantuvo un ritmo de crecimiento: paso de 84 hectáreas en la década de
los sesenta a 128.5 hectáreas en los noventa, de tener 36 825 edificaciones en
1938, a 71 449 en 1951. Estos elementos muestran que la capital presenta una configuración
tentacular de rápida expansión que ha incorporado los municipios de Usme, Bosa,
Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén (Jiménez, 2009).
Ahora bien, el
crecimiento acelerado y espontaneo de Bogotá se dio, en gran medida, debido a
la creación de la unidad de poder adquisitivo constante (UPAC), creada en 1972
como una estrategia financiera de concentración de capital a través de la asignación
de créditos a largo plazo para obtener rendimientos sustanciales, con el fin de
que las familias colombianas compraran vivienda nueva. Sin embargo, las metas
propuestas por este programa como estrategia de desarrollo no se cumplieron a
cabalidad, lo cual incentivo el aumento del área urbana a 13 985 hectáreas y,
en ultimas, favoreció al sector de la construcción (Ramírez, 2020). Otro hito
importante fue la creación del Instituto Colombiano de Ahorro y Vivienda en 1975,
y de las corporaciones de ahorro y vivienda como entidades encargadas de
financiar los proyectos, con lo cual se fomentó el boom de la construcción para
viviendas de lujo a precios altos; en sí, se consolidaron recursos para el sector
inmobiliario centrado en la construcción de edificios de altura (Cuervo y
Jaramillo, 2009).
En los años ochenta el área
urbana aumento a 22 775 hectáreas, ya que el esfuerzo del Gobierno se centró en
proyectos de vivienda popular. En este propósito implemento un plan para que
las familias más pobres adquirieran casa nueva sin cuota inicial, como un
esquema de planeación dirigido a normatizar las actuaciones urbanísticas de los
actores públicos y privados (Torres, 2009). En los años noventa, los barrios periféricos
comenzaron a ser ocupados rápidamente bajo la modalidad de vivienda compartida,
decretándose 28 153 hectáreas para el perímetro urbano de la ciudad.
En 1991 desapareció el
Instituto de Crédito Territorial como ente público encargado de la producción
de viviendas con una experiencia de más de cincuenta años. A su vez, se creó el
Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana, asumiendo funciones
de coordinación de proyectos de las constructoras, asignando subsidios a
familias y pactos internacionales para el mejoramiento del hábitat. En 1998 se creó
Metrovivienda con el fin de urbanizar y controlar los precios del suelo por
medio de la regulación estatal de las plusvalías que resultan del cambio de
usos del suelo, especialmente cuando este pasa de rural a urbano. El Gobierno
nacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y el Banco Alemán
financiaron programas de cooperación para el mejoramiento integral de barrios, erradicar
la pobreza, fortalecer la democracia e incorporar la ciudad informal a la
ciudad formal (Torres, Atanasia y Rincón, 2009). Este modelo elimino la financiación
especial para concentrarse en los más pobres, dando paso a la creación de las
cajas de compensación como empresas privadas encargadas de administrar parte
del salario de los trabajadores a través de actividades comerciales, de
servicios educativos, de salud, turísticos y recreativos. Hubo un alza
desmesurada en los intereses de los créditos, lo que produjo una insolvencia económica
que impacto a los deudores y muchas familias entregaron sus casas a los bancos
a cambio de pagar la deuda (Cuervo y Jaramillo, 2009).
En el 2000, la administración
distrital adopto el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá como una
herramienta para regular el uso del suelo. Se establecieron 36 232 hectáreas de
perímetro urbano, se pasó de tener un suelo productivamente agropecuario para
ser incorporado a lo urbano, se implementó la unidad de valor real constante
para la adquisición de vivienda de acuerdo con el incremento de la capacidad de
pago de las familias y políticas públicas que impulsaron la producción de
nuevas periferias. El Fondo Nacional de Vivienda, adscrito al Ministerio de
Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, y la Caja de Vivienda Popular en
el nivel distrital, fueron las entidades públicas encargadas de administrar la inversión
de recursos: promovieron cuatro ciudadelas3 para la expansión de la
ciudad en suelos de vocación rural.
La demanda de viviendas
tuvo un aumento constante entre el 2000 y el 2013, al igual que la adjudicación
de subsidios por parte de las cajas de compensación familiar que aumentaron. Esto
significo el desmonte de la producción y la financiación de viviendas por parte
del Estado (Roa, 2015). La tasa de urbanización para la ciudad en 1993 correspondía
a 46.5 %, luego en el 2005 descendió al 42.3 %, en contraste con la dinámica
municipal para el mismo periodo de tiempo, la cual muestra que Soacha subió de
6.73 % a 7.13 %, Mosquera paso de 2.80 % a 3.40 %, Sopo subió de 2.08 % a 2.53
% y Cota paso de 2.08 % a 2.29 % (Pena, 2010). Con todo ello, la primacía
urbana de Bogotá sigue siendo considerable, debido a que el grado de urbanización
se basa en el crecimiento natural de la población y la expansión de la mancha
urbana hacia los municipios contiguos y las zonas rurales cercanas, un proceso dinámico
de metropolización.
En la actualidad, la producción
de periferias en Bogotá presenta fuertes desequilibrios territoriales en dos
formas prevalentes que operan bajo una lógica de mercado (Torres, 2009). La primera,
en la que los promotores privados actúan en una relación cercana con entidades estatales
para promover la urbanización formal. En la segunda, motivada por promotores
informales, a su vez forjada por los habitantes de los barrios populares,
quienes han construido la ciudad a partir de sus experiencias cotidianas y sus
procesos de movilización social. Ahora bien, más que promover aquí un discurso
dualista entre la ciudad formal-informal, se plantea una reflexión sobre el
acelerado crecimiento urbano y las relaciones que comprenden hoy en día el
universo urbano-rural.
Para ilustrar lo
anterior, se retoma el texto “Nuevas centralidades y acceso a la ciudad en las
periferias bogotanas” de Beuf (2012), en el que se explica el nuevo modelo de
urbanidad a partir de la consolidación de centralidades donde convergen
antiguos y nuevos residentes urbanos, acciones institucionales y empresas que son
resultado de la yuxtaposición de espacios. Es un estudio de la expansión de
Patio Bonito y Suba pueblo, en el que se muestran articulaciones territoriales
entre procesos de producción del espacio con la dotación de infraestructura, redes
de acueducto, alcantarillado, espacio público, movilidad y centros comerciales.
Considera una multiplicidad de espacios
diferenciados por antigüedad, funcionalidad o grado de incidencia de los
actores económicos que caracterizan las ciudades policéntricas con concentración
de servicios que no dependen de un único centro.
Ciertamente, la discusión
sobre los bordes se fue introduciendo en lo teórico y el ordenamiento territorial.
Su incorporación se dio frente a la crisis del modelo de urbanización tradicional,
ya que el crecimiento urbano se dirigió a zonas de importancia ecológica
causando profundos danos ambientales. En Bogotá este concepto es ampliamente
utilizado desde la planeación urbana como un mecanismo para mantener la soberanía,
controlar la urbanización ilegal y formalizar grandes proyectos. Desde el
discurso oficial se reconocen cuatro bordes4 para la expansión de la
ciudad que contienen actividades comerciales y residenciales altamente
densificadas con mezcla social: zonas de amortiguamiento, áreas montañosas, humedales
y madre viejas. Son franjas territoriales de 50 a 100 metros contiguas al perímetro
urbano, donde se desarrollan políticas de ocupación, control de la población, economía
y finanzas (Alcaldía Mayor de Bogotá, Secretaria Distrital de Planeación,
Secretaria Distrital de Ambiente, Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos
[UAESP], Secretaria Distrital de Hábitat y Universidad Distrital Francisco José
de Caldas, 2010). Esta mirada se matiza con la desarrollada por Ramírez (2009),
quien reconoce ocho áreas periurbanas5 en las que prevalece un
tejido complejo de interacciones con diferencias o tensiones entre los actores por
la apropiación del espacio o el uso de los recursos naturales; Ramírez se
enfoca en la importancia de los sistemas socio ecológicos, los conflictos
ambientales, los movimientos sociales en la construcción de políticas públicas y
el ordenamiento territorial.
Se destaca otra
perspectiva, relacionada con el desplazamiento de los pueblos indígenas desde
sus lugares de origen para asentarse en la ciudad, con el estudio titulado
“Entre territorios admitidos y territorios blindados”. En este Acosta (2016)
analiza las relaciones campo-ciudad del pueblo misak que habitan en el barrio Kassandra
de Fontibón, al borde del rio Bogotá, como un espacio de relaciones y
conflictos producido desde las prácticas tradicionales, elegido por los bajos
costos del suelo, las oportunidades laborales que ofrece y las redes familiares
que encuentran cuando arriban de sus lugares de origen. El texto “Fuentes vivas
en el borde. Investigación y experiencias colaborativas para la gobernanza de
un sur sostenible en Bogotá” (Van der Hammen, Palacio y de Urbina, 2018) surge
como un referente importante que se centró en las redes colaborativas de
territorios del agua en los bordes del sur de la ciudad, con una red tripartita
conformada por la academia, la empresa privada y las organizaciones sociales
para llevar a cabo acciones dirigidas a la defensa del territorio campesino y
del agua.
La categoría de borde
urbano rural permite comprender la realidad espacial en la localidad de Usme de
manera integral, entendiendo que en este contexto convergen diferentes maneras de
ocupación, así como aspectos políticos, sociales, económicos, productivos o
culturales que se dan como efecto de la expansión urbana. Si bien se presenta
un uso tradicional con actividades agroecológicas, pecuarias o de conservación,
esta visión ha venido cambiado como efecto de la planeación urbana con
actividades residenciales y comerciales la única zona para la expansión urbana
al sur de la ciudad, una nueva centralidad proveedora de servicios urbanos en conexión
con los Llanos Orientales. Para ampliar esta descripción, se esbozan seis
investigaciones académicas que se enfocan en la producción social del espacio,
las cuales se consideran relevantes para entender la dinámica espacial en torno
a la producción de los bordes urbanos.
En primer lugar, la tesis
“La categoría de borde, reflexiones desde la experiencia bogotana”, elaborada
por Ballen (2014), quien basa su análisis en las disputas por la apropiación del
espacio alrededor de la operación estratégica Nuevo Usme, reconociendo al borde
como un espacio hibrido producto del conflicto y la negociación. El autor pone
de manifiesto su reconocimiento como mecanismo para frenar la urbanización en
corredores ecológicos y áreas rurales evitando poner en riesgo la alimentación de
la población. En segundo lugar, Camacho (2016), en su artículo “La expansión
urbana como reveladora de territorialidades: conflicto de proximidad en Usme”,
destaca las estrategias de movilización y participación, así como las
oposiciones que los habitantes desarrollan para incidir sobre las dinámicas de expansión
urbana descontrolada; se centra en el hallazgo arqueológico como oposición a la
expansión urbana reivindicando la identidad territorial, con énfasis en los
conflictos como una manera de crear nuevas territorialidades. En tercer lugar, la
tesis “Transformaciones del paisaje en el espacio urbano-rural sur de la localidad
de Usme, perspectivas de los habitantes locales”, de Villamil (2016) (Villamil
y Pérez, 2018), analiza las transformaciones del paisaje en la zona urbana de
Ciudad Usme y la vereda La Requilina en los años 1985, 2000 y 2016. Su enfoque
fue la ecología del paisaje con análisis territorial a partir de coberturas de
uso del suelo, entrevistas, recorridos, cartografía social e histórica, lo que develo
una transición de un patrón inicial de pastos y cultivos a un aumento del área
urbanizada conectada por la red vial en los últimos quince años.
La cuarta investigación,
“El paisaje periurbano: transformaciones, complejidad, percepciones e
imaginarios en la localidad de Usme”, desarrollada por Cano (2017), conjuga dos
metodologías para el análisis del paisaje y los territorios de borde. Por medio
de cartografía social y entrevistas se representaron las resistencias de las
organizaciones sociales frente a las políticas de desarrollo territorial que no
tienen en cuenta sus demandas. Presenta un perfil transversal para mostrar la composición
del paisaje periurbano con aspectos biofísicos tales como el rio Tunjuelito,
los cerros surorientales y el relleno sanitario Dona Juana. En quinto lugar, la
investigación de Páez (2017), “Una aproximación a la pedagogía de borde entre
lo urbano y lo rural”, realizada con estudiantes, profesores y familias de las
escuelas rurales de Usme, en el marco de un proyecto educativo con enfoque
territorial para afrontar el rápido acercamiento de la ciudad donde los bordes
se fortalecen fuera del aula, trasciende el enfoque tradicional en la transformación
de problemas. Para finalizar, la tesis “Construcción del borde urbano-rural en
Usme, proceso de participación y dialogo entre comunidad y Distrito”, de Sánchez
(2011), se centra en el proceso de concertación de un pacto de borde mediante
el dialogo entre la ciudadanía, sus organizaciones sociales y las entidades públicas.
Esta descripción será incompleta si no
se consideran las reflexiones de un concepto reciente en construcción, el Des Borde Urbano-Rural (DBUR), que define
espacios con complejas relaciones territoriales producidos en el contexto de la
expansión urbana acelerada. El concepto plantea una mirada sobre las
transformaciones del hábitat remitiendo a la precariedad, la exclusión de los
derechos sociales e involucrando el factor temporal y las relaciones de poder. Desde
esta mirada se entiende el límite de manera multidimensional y multiescalar,
que no es controlado por el centro, con nuevas formas de gobernanza territorial
que conjugan la participación ciudadana y el análisis territorial para la concertación
de los diversos intereses (López, 2015).
Conclusiones
De acuerdo con la revisión realizada, se encuentra que el
proceso de urbanización a escala mundial ha evidenciado profundos cambios en los
estilos de vida y las formas de habitar. Poco a poco las relaciones entre el
campo y las ciudades se fueron develando como un único proceso en el que lo
urbano controla lo rural. Los autores señalan que se hace necesario frenar la expansión
urbana en zonas rurales productivas o de conservación, así como la implementación
de políticas publicas dirigidas a atender familias en condición de pobreza. Por
otra parte, un aspecto que parece abandonado a la luz de estos análisis son los
efectos en términos ambientales que se acrecientan a medida que aumenta la densificación
de las grandes ciudades: hay escasez de propuestas para la gestión de energías limpias
y renovables que aporten a mejorar la calidad de los habitantes urbanos.
Frente al proceso de urbanización
en Latinoamérica los autores señalan que es necesario involucrar mecanismos
efectivos para la gestión del suelo que permitan disminuir las brechas sociales
de los habitantes de las zonas rurales y urbanas. Explican que la expansión urbana
requiere inversión en infraestructura, programas para garantizar vivienda,
servicios sociales, educación y salud que permitan, a su vez, reducir las brechas
sociales, el costo del suelo, así como procesos de gestión y planeación territorial.
A esta escala se plantea que todas estas recomendaciones conlleven a la reducción
de las inequidades entre las diferentes ciudades con distinto grado de desarrollo;
de igual manera, a promover procesos productivos y ambientales que mejoren la
calidad de vida de los habitantes urbana (ONU y Universidad Externado de
Colombia, 2007).
En cuanto a las ciudades
colombianas, el proceso de urbanización es bastante dinámico, se relaciona con
la dinámica poblacional y se basa en el crecimiento natural de la población y
la expansión de la mancha urbana hacia los municipios contiguos y las zonas
rurales cercanas. Ahora bien, desde la segunda mitad del siglo XX y con mayor
incidencia en la ciudad capital fue notable la progresiva desfinanciación estatal
y la consecuente privatización de las entidades encargadas de garantizar el
derecho a la vivienda, lo que trajo como consecuencia la motivación de
proyectos inmobiliarios bajo un modelo de urbanización formal neoliberal (Cuervo
y Jaramillo, 2009).
Para el caso, la localidad de Usme,
ubicada en una zona de bordes, es un espacio estratégico por la localización de
numerosos proyectos residenciales, grandes áreas comerciales e infraestructura
dotacional; se destaca por tener una importante zona productora de alimentos y áreas
de conservación ambiental o patrimonial que se ven amenazadas como efecto del fenómeno
de expansión urbana (Camacho, 2020; Cano, 2017). Los trabajos presentados
coinciden en conjugar teoría y practica para entender la esencia del espacio,
reconocen los procesos sociales que se resisten o que encuentran sinergias con
el fenómeno de la expansión urbana. Contienen una mirada espacial, propuestas, nuevos
retos académicos y, en la planeación urbana, su lectura permite distinguir los
bordes en plural, ampliar la escala de análisis, entender su producción a
partir de múltiples relaciones, por lo cual es probable analizarlos desde su doble
condición, es decir, como espacios de intensas relaciones donde se llevan a
cabo estrategias gubernamentales, de entidades privadas y como objeto de reivindicación
de los procesos sociales. Por esto, es necesario replantear las formas de
actuar sobre estos espacios para que sean vistos no solo desde la gobernanza o el
control jurisdiccional del Estado, sino que también sean entendidos como una construcción
social que se da a partir de las acciones y las posturas de los diferentes actores
que plantean el mejoramiento y la defensa de sus territorios.
Notas
1. Núcleo urbano denso con poblados circundantes que comparten
funciones.
2. Áreas metropolitanas cuyo
crecimiento acelerado lleva al contacto de las áreas de influencia.
3. Recreo, Porvenir, Ciudad
Verde y Ciudad Usme.
4. Borde norte, borde sur,
borde occidental y borde oriental.
5. Cerros Orientales, cuenca
del río Tunjuelito, humedales, valle del río Bogotá, área rural, borde norte,
cuenca del río Fucha y cuenca del río Salitre.
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