Publicado
La medición efectiva de la participación. Instrumento para la gobernanza ambiental
The Effective Measurement of Participation: An Instrument for Environmental Governance
La mesure effective de la participation: un instrument pour la gouvernance environnementale
Medição efetiva da participação: Instrumento para a governança ambiental
DOI:
https://doi.org/10.15446/bitacora.v33n3.109456Palabras clave:
politica ambiental, Democracia, Participación ciudadana, Medición (es)Environmental policy, Social participation, Measurement, Democracy (en)
Politique de l'environnement, Participation sociale, Mesure, Démocratie (fr)
Política ambiental, Participação social, Medição, Democracia (pt)
El presente artículo tiene como objetivo presentar la propuesta del Índice General de Participación Efectiva (IGPE) como estrategia para medir la calidad de la participación en instrumentos de planificación ambiental. El IGPE se deriva de un sistema relacional de variables asociadas a la participación en asuntos ambientales, compuesto por cuatro dimensiones equiponderadas y 22 variables. Estas dimensiones parten del desarrollo conceptual del Modelo de Gobernanza Territorial Ambiental (GOTA), cuyo objetivo es fortalecer la participación en la gestión ambiental. La medición se llevó a cabo mediante un instrumento de recolección de información primaria tipo censo, en el que se recopilaron 343 encuestas efectivas. Como resultado de la medición, se determina que el IGPE en los cuatro planes analizados se encuentra en un nivel medio. Se observa que la participación y las condiciones para su activación son sólidas en las etapas iniciales de la elaboración de los procesos de planificación ambiental, pero requieren ajustes en los procedimientos que permitan llevar a cabo el control y seguimiento. De esta forma la comprensión de la calidad de la participación le permite a la autoridad ambiental hacer ajustes en los procesos de implementación de los planes trazados.
The present article aims to introduce the proposal of the General Effective Participation Index (GEPI) as a strategy for assessing the quality of participation in environmental planning instruments. The GEPI is derived from a relational system of variables associated with participation in environmental matters, composed of four equally weighted dimensions and 22 variables. These dimensions originate from the conceptual development of the Environmental Territorial Governance Model (ETGM), which aims to enhance participation in environmental management. The measurement was conducted using a census-type primary data collection instrument, with 343 effective surveys collected. As a result of the measurement, it is determined that the GEPI in the four analyzed plans is at a medium level. It is observed that participation and the conditions for its activation are robust in the initial stages of the development of environmental planning processes, but adjustments in procedures are required to facilitate control and monitoring. In this way, an understanding of the quality of participation enables the environmental authority to make adjustments in the implementation processes of the outlined plans.
Le présent article a pour objectif de présenter la proposition de l'Indice Général de Participation Efficace (IGPE) en tant que stratégie pour évaluer la qualité de la participation dans les instruments de planification environnementale. L'IGPE découle d'un système relationnel de variables associées à la participation aux questions environnementales, composé de quatre dimensions pondérées de manière égale et de 22 variables. Ces dimensions découlent du développement conceptuel du Modèle de Gouvernance Territoriale Environnementale (MGTE), dont l'objectif est de renforcer la participation dans la gestion environnementale. La mesure a été réalisée à l'aide d'un instrument de collecte de données primaires de type recensement, avec 343 enquêtes effectives recueillies. En résultat de la mesure, il est déterminé que l'IGPE dans les quatre plans analysés se situe à un niveau moyen. On observe que la participation et les conditions pour sa mise en œuvre sont solides dans les premières étapes de l'élaboration des processus de planification environnementale, mais des ajustements dans les procédures sont nécessaires pour faciliter le contrôle et le suivi. De cette manière, la compréhension de la qualité de la participation permet à l'autorité environnementale d'apporter des ajustements dans les processus de mise en œuvre des plans établis.
O presente artigo tem como objetivo apresentar a proposta do Índice Geral de Participação Efetiva (IGPE) como estratégia para avaliar a qualidade da participação em instrumentos de planejamento ambiental. O IGPE é derivado de um sistema relacional de variáveis associadas à participação em questões ambientais, composto por quatro dimensões igualmente ponderadas e 22 variáveis. Essas dimensões originam-se do desenvolvimento conceitual do Modelo de Governança Territorial Ambiental (MGTA), cujo objetivo é promover a participação na gestão ambiental. A medição foi realizada usando um instrumento de coleta de dados primários do tipo censo, com 343 pesquisas eficazes coletadas. Como resultado da medição, determina-se que o IGPE nos quatro planos analisados está em um nível médio. Observa-se que a participação e as condições para sua ativação são robustas nas fases iniciais do desenvolvimento de processos de planejamento ambiental, mas são necessários ajustes nos procedimentos para facilitar o controle e o monitoramento. Dessa forma, a compreensão da qualidade da participação permite à autoridade ambiental fazer ajustes nos processos de implementação dos planos delineados.
La medición efectiva de la participación:
Instrumento para la gobernanza ambiental[1]
The Effective Measurement of Participation:
An Instrument for Environmental Governance
Medição efetiva da participação:
Instrumento para a governança ambiental
La mesure effective de la participation:
un instrument pour la gouvernance environnementale
Lina Fernanda Sánchez Taquiba
Investigadora Centro de Estudios de Opinión - CEO e Instituto de Estudios Regionales-INER, Universidad de Antioquia
https://orcid.org/0009-0005-7203-6429
Guillermo León Moreno Soto
Docente e investigador Facultad de Ciencias Sociales y Humanas e Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia
https://orcid.org/0000-0003-1400-710X
Hernán Darío Pineda Gómez
Docente e investigador el Instituto de Estudios Regionales, Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia
https://orcid.org/0000-0002-5691-7390
Cómo citar este artículo:
Sánchez, L. Moreno, G. y Pineda, H. (2023). La medición efectiva de la participación. Instrumento para la gobernanza ambiental. Bitácora Urbano Territorial, 33(III): https://doi.org/10.15446/bitacora.v33n3.109456
Fuente: Autoría propia
Recibido: 10/06/2023
Aprobado: 02/10/2023
ISSN electrónico 2027-145X. ISSN impreso 0124-7913. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá
(3) 2023: 143-156
[1] El presente artículo se deriva del proceso investigativo desarrollado en el marco del convenio interadministrativo 40-COV2108-62, suscrito entre el Instituto de Estudios Regionales y la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia-Corantioquia. Registrado como proyecto de investigación en el Sistema Integrado de Información Universitaria de la Universidad de Antioquia 2023-600054.
Autores
10_109456
Resumen
El presente artículo tiene como objetivo presentar la propuesta del Índice General de Participación Efectiva (IGPE) como estrategia para medir la calidad de la participación en instrumentos de planificación ambiental. El IGPE se deriva de un sistema relacional de variables asociadas a la participación en asuntos ambientales, compuesto por cuatro dimensiones equiponderadas y 22 variables. Estas dimensiones parten del desarrollo conceptual del Modelo de Gobernanza Territorial Ambiental (GOTA), cuyo objetivo es fortalecer la participación en la gestión ambiental a través de cuatro dimensiones: democracia, gobernabilidad, gobernanza y gobernanza territorial ambiental. La medición se llevó a cabo mediante un instrumento de recolección de información primaria tipo censo, en el que se recopilaron 343 encuestas efectivas. Como resultado de la medición, se determina que el IGPE en los cuatro planes analizados se encuentra en un nivel medio. Se observa que la participación y las condiciones para su activación son sólidas en las etapas iniciales de la elaboración de los procesos de planificación ambiental, pero requieren ajustes en los procedimientos que permitan llevar a cabo el control y seguimiento. De esta forma la comprensión de la calidad de la participación le permite a la autoridad ambiental hacer ajustes en los procesos de implementación de los planes trazados.
Palabras clave: política ambiental, participación ciudadana, medición, democracia
Abstract
The present article aims to introduce the proposal of the General Effective Participation Index (GEPI) as a strategy for assessing the quality of participation in environmental planning instruments. The GEPI is derived from a relational system of variables associated with participation in environmental matters, composed of four equally weighted dimensions and 22 variables. These dimensions originate from the conceptual development of the Environmental Territorial Governance Model (ETGM), which aims to enhance participation in environmental management through four dimensions: democracy, governance, governance, and environmental territorial governance. The measurement was conducted using a census-type primary data collection instrument, with 343 effective surveys collected. As a result of the measurement, it is determined that the GEPI in the four analyzed plans is at a medium level. It is observed that participation and the conditions for its activation are robust in the initial stages of the development of environmental planning processes, but adjustments in procedures are required to facilitate control and monitoring. In this way, an understanding of the quality of participation enables the environmental authority to make adjustments in the implementation processes of the outlined plans.
Keywords: environmental policy, social participation, measurement, democracy
Resumo
O presente artigo tem como objetivo apresentar a proposta do Índice Geral de Participação Efetiva (IGPE) como estratégia para avaliar a qualidade da participação em instrumentos de planejamento ambiental. O IGPE é derivado de um sistema relacional de variáveis associadas à participação em questões ambientais, composto por quatro dimensões igualmente ponderadas e 22 variáveis. Essas dimensões originam-se do desenvolvimento conceitual do Modelo de Governança Territorial Ambiental (MGTA), cujo objetivo é promover a participação na gestão ambiental por meio de quatro dimensões: democracia, governança, governança e governança territorial ambiental. A medição foi realizada usando um instrumento de coleta de dados primários do tipo censo, com 343 pesquisas eficazes coletadas. Como resultado da medição, determina-se que o IGPE nos quatro planos analisados está em um nível médio. Observa-se que a participação e as condições para sua ativação são robustas nas fases iniciais do desenvolvimento de processos de planejamento ambiental, mas são necessários ajustes nos procedimentos para facilitar o controle e o monitoramento. Dessa forma, a compreensão da qualidade da participação permite à autoridade ambiental fazer ajustes nos processos de implementação dos planos delineados
Palavras-chave: política ambiental, participação cidadã, medição, democracia
Résumé
Le présent article a pour objectif de présenter la proposition de l’Indice Général de Participation Efficace (IGPE) en tant que stratégie pour évaluer la qualité de la participation dans les instruments de planification environnementale. L’IGPE découle d’un système relationnel de variables associées à la participation aux questions environnementales, composé de quatre dimensions pondérées de manière égale et de 22 variables. Ces dimensions découlent du développement conceptuel du Modèle de Gouvernance Territoriale Environnementale (MGTE), dont l’objectif est de renforcer la participation dans la gestion environnementale à travers quatre dimensions: démocratie, gouvernance, gouvernance et gouvernance territoriale environnementale. La mesure a été réalisée à l’aide d’un instrument de collecte de données primaires de type recensement, avec 343 enquêtes effectives recueillies. En résultat de la mesure, il est déterminé que l’IGPE dans les quatre plans analysés se situe à un niveau moyen. On observe que la participation et les conditions pour sa mise en œuvre sont solides dans les premières étapes de l’élaboration des processus de planification environnementale, mais des ajustements dans les procédures sont nécessaires pour faciliter le contrôle et le suivi. De cette manière, la compréhension de la qualité de la participation permet à l’autorité environnementale d’apporter des ajustements dans les processus de mise en œuvre des plans établis.
Mots-clés: politique environnementale, participation citoyenne, mesure, démocratie
Hernán Darío Pineda Gómez
Magíster en estudios Urbano Regionales. Doctor en Ciencias Sociales. Investigador del Grupo Estudios del Territorio, Universidad de Antioquia. Docente en la maestría en estudios socioespaciales del Instituto de Estudios Regionales y en el pregrado en Desarrollo Territorial, Universidad de Antioquia. Los trabajos recientes se centran en los procesos de reconfiguración territorial. También ha abordado la relación entre proyectos políticos y reconfiguraciones territoriales, en especial la relación entre dinámicas espaciales de la actividad económicas y procesos metamorfosis urbana y la relación entre campesinado, territorio y ordenamiento territorial.
Lina Fernanda Sánchez Taquiba
Socióloga, candidata a Magíster en Políticas Ambientales y Territoriales de la Universidad de Buenos Aires. Los temas de interés se centran en el acercamiento de al uso de las políticas públicas en la gestión de los recursos naturales y la planeación territorial.
Autores
Guillermo León Moreno Soto
Candidato a Doctor en Ciencias Sociales Integrante del grupo de investigación Recursos Estratégicos, Región y Dinámicas Socioambientales – RERDSA de la Universidad de Antioquia y del Grupo de Investigación - Escuela de Prospectiva y Desarrollo Empresarial de la Institución Universitaria Esumer, Medellín, Colombia. Temáticas de interés: desarrollo, territorio, participación, planeación, conflictos socioambientales, prospectiva, innovación social y territorial; y analítica de datos en ámbitos sociales, empresariales, académicos y entidades públicas.
Instrumento para la gobernanza
La medición efectiva de la participación:
Instrumento para la gobernanza
El modelo GOTA fue diseñado por el Instituto de Estudios Regionales entre los años 2020 y 2021[2] y durante los años 2021 a 2023 se ha avanzado en su implementación, validación y ajuste con actores institucionales y territoriales. Este modelo propone entender los problemas territoriales ambientales desde un enfoque que pone en el centro la deliberación y la negociación, a partir de una perspectiva diferencial; además, busca una mayor vinculación de las organizaciones no estatales en la gestión ambiental (Pimienta, et al., 2022).
Introducción[1]
El presente artículo desarrolla una propuesta de índice como herramienta para monitorear la calidad de la participación en los temas ambientales, su construcción se fundamenta en el Modelo de Gobernanza Territorial Ambiental (GOTA). Este modelo fue diseñado por el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia con el propósito de incidir en la gestión y el fortalecimiento de las acciones y procesos de participación en la gestión y planificación ambiental que favorecen la construcción de la gobernanza territorial ambiental (Pimienta, Valencia y López, 2022).
En este sentido, el presente artículo tiene como objetivo presentar la propuesta de índice para la medir la participación efectiva en instrumentos de planeación ambiental ejecutados en el departamento de Antioquia, dentro de la jurisdicción de Corantioquia, así como los resultados obtenidos en su aplicación en cuatro casos de estudio: Plan de Educación Ambiental Municipal PEAM-Itagüí (2017); Plan de Ordenamiento del Recurso Hídrico 2019-2029 del Río San Andrés; Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica del Río Aburrá (2018), y Distrito de Manejo Integrado Cuchilla Jardín Támesis (2010). Los cuatro planes seleccionados son el resultado de aplicar un análisis multicriterio a 355 instrumentos de planeación inventariados en la jurisdicción de Corantioquia. En estos planes la Corporación interactúa como formuladora, participante, ejerce funciones de control y seguimiento o es orientadora. La priorización es el resultado de la aplicación de 13 variables, detalladas más adelante.
El artículo se estructura en cuatro partes; se presenta, primero, el GOTA como un modelo vivo para activar la participación; segundo, el IGPE como propuesta para la medición de la calidad de la participación; tercero, un análisis de la importancia de monitorear la participación en planes ambientales que buscan la conservación y sostenibilidad de los recursos a partir de los casos de estudio mencionados anteriormente, y, cuarto, los resultados significativos producto de la aplicación del IGPE.
El GOTA como un Modelo Vivo para Activar la Participación

El modelo GOTA fue diseñado por el Instituto de Estudios Regionales entre los años 2020 y 2021[2] y durante los años 2021 a 2023 se ha avanzado en su implementación, validación y ajuste con actores institucionales y territoriales. Este modelo propone entender los problemas territoriales ambientales desde un enfoque que pone en el centro la deliberación y la negociación, a partir de una perspectiva diferencial; además, busca una mayor vinculación de las organizaciones no estatales en la gestión ambiental (Pimienta, et al., 2022).
Su formulación como modelo vivo, es decir, adaptable según el contexto, partió de los principios del Plan de Gestión Regional Ambiental (PGAR) de Corantioquia para el periodo 2020-2031. El GOTA incorpora el enfoque de gobernanza del PGAR, en el cual se comprende la participación de los actores sociales del territorio como una práctica que va más allá de la intervención en fases puntuales de los procesos de planeación ambiental. Es decir, la participación es activa y procesual, y abarca también las fases de implementación, seguimiento y evaluación de los planes adoptados.
Conceptualmente el Modelo está compuesto por cuatro dimensiones: democracia, gobernabilidad, gobernanza y gobernanza territorial ambiental. Por democracia, siguiendo las reflexiones propuestas en el GOTA (INER, 2020) se entiende la generalización del ejercicio de derechos, la apertura de escenarios públicos que ayudan a fortalecer la capacidad de decisión, el reconocimiento de las diferencias del territorio y la comunidad, además de la participación a nivel político. Esto se ve reflejado en variables como frecuencia de participación, acceso a información, trabajo con actores diversos, seguimiento a los procesos de planeación, entre otros, como se observa en la Figura 1.
La Gobernabilidad es entendida como la capacidad de las instituciones de ser legitimadas a partir del desarrollo de sus funciones, habla de la eficacia de estas para responder a las demandas sociales y el impulso que dan para facilitar o impulsar la participación. De ahí que sea importante la percepción de los actores sobre la institucionalidad, la articulación institucional, las condiciones que la institucionalidad genera para la participación, entre otras. La Gobernanza es asumida como la interacción de actores estratégicos que articulados, apuntan a intereses en común desde una mirada de mayor participación ciudadana. Este ítem reconoce como parte de este proceso, la generación de espacios de diálogo institucional e interinstitucional, los mecanismos de control, la confianza entre los actores que se relacionan, así como la comunicación de los procesos de planeación y participación. Finalmente, la última dimensión es la Gobernanza ambiental territorial. El GOTA comprende como parte de la gobernanza territorial la generación de condiciones institucionales para la participación ciudadana, así como la construcción de “una agenda de acción más efectiva, transparente y abierta, ponderando la necesidad de abrir espacios de participación más incidentes y, en consecuencia, un mayor involucramiento y fortalecimiento de la sociedad civil en los espacios decisorios” (INER, 2020, p. 23). A diferencia de la gobernanza, este ítem incorpora como variables el enfoque diferencial, el reconocimiento de los conflictos como parte de la misma gestión ambiental, así como una mirada territorial, que insiste que son las corporaciones autónomas las que se adaptan al territorio y no esté a la vida institucional (INER, 2020). En síntesis, la Gobernanza Territorial Ambiental es asumida como un proceso de “deliberación y negociación entre distintos actores de un territorio dado, en donde confluyen, se relacionan e interactúan no sólo las personas y los elementos ambientales, sino también sus prácticas, costumbres, símbolos, discursos, rituales y usos” (INER, 2020, p. 31).
Siguiendo a Pimienta et al. (2022), el GOTA, más que diseñar la arquitectura de las instancias para la participación ambiental o definir la cantidad de participantes o los sectores que se deben convocar, se estructura desde un enfoque dinámico, que involucra la articulación de siete ejes, a partir de los cuales establecen propósitos, herramientas, objetivos de cambio con rutas y enfoques, desde los cuales se activa la participación en los diferentes momentos de la gestión y la planeación ambiental.
La estructura del modelo GOTA, como instrumento orientador para que las acciones de la participación converjan en gobernanza (Pimienta et al., 2022), parte por la delimitación de una serie de principios, los cuales guían las acciones orientadas a la participación. A renglón seguido, propone unos objetivos, desde los cuales se pretende elevar la calidad de la participación. Como rasgo del modelo, asume que la participación requiere de un enfoque diferencial (género, territorial, etario, cultural), reconociendo una pluralidad de actores e intereses. Las puesta en marcha del modelo está vinculada con una serie de herramientas para la participación, entre las cuales se encuentra el desarrollo de mapas de actores, mapas de instancias en las que participan, mapas de tensiones y conflictos, así como un mapa de movilización. Estos insumos permiten una mayor comprensión de las dinámicas territoriales.
Finalmente, el modelo propone la creación de una serie de espacios, como instancias del modelo: una mesa técnica de participación, encargada de liderar la implementación y evaluación del modelo, donde participan actores corporativos y sectoriales; una mesa de trabajo y participación territorial, y una mesa jurisdiccional, en la cual participan representantes territoriales y sectoriales del modelo. Así como la delimitación de unas rutas de activación, que incluye la gestión del conocimiento producido, la formación de capítulos territoriales, elementos para la regulación ambiental, la creación de un fondo para la participación, así como el seguimiento y la evaluación, entre otros (Pimienta et al.,2022).
De esta forma, el GOTA orienta la participación en la gestión ambiental como un proceso dinámico, territorializado, multiescalar, con la posibilidad de leer y articular diversos intereses, en un contexto de conflictos territoriales que no se conciben como un escenario negativo; por el contrario, se establece que “la deliberación pública y los procesos de gobernanza ambiental deben partir del conflicto como eje estructurador y transformador de la sociedad” (INER, 2020, p. 31). En este sentido, el GOTA asume la participación desde una perspectiva que interpreta las lógicas del territorio.
El GOTA, como respuesta de Corantioquia a la necesidad de entender conceptualmente la participación, significó un primer paso que buscó interpelar un posicionamiento de la acción institucional en consonancia con la realidad del territorio en su jurisdicción (INER, 2020). Sin embargo, la implementación del modelo generó nuevos interrogantes que motivaron ampliar la reflexión en torno a la efectividad de la participación: ¿cómo entender la participación y sus dimensiones a partir de la producción de datos?, ¿cómo se expresa la participación en los planes ambientales?, ¿cuáles son las percepciones de las personas que integran el territorio sobre esa participación?, ¿cómo cuantificar la calidad de esa participación? Estas preguntas, en el proceso de implementación del GOTA, fundamentaron la necesidad de no solo fortalecer la participación, sino de medir su calidad, elemento que fundamenta la construcción del presente índice.
El IGPE como Propuesta para la Gobernanza Territorial Ambiental

Acercamiento a la Delimitación de índices para medir la Participación
El desarrollo del IGPE partió de una revisión de la literatura[3] que permitió afirmar que no es común la construcción de este tipo de mediciones para monitorear la participación, sobre todo en temas ambientales. A nivel general, la literatura explorada se orienta a índices que tienen como objetivo medir la participación, pero lo hacen solo de forma limitada; evalúan principalmente aspectos de los problemas de la participación y el logro de la participación. Falanga (2019) argumenta que, si bien han aumentado los procesos participativos, las reflexiones investigativas sobre su medición no tienen el mismo desarrollo, sobre todo por las dificultades al proporcionar definiciones comunes sobre lo que implica cada concepto y cómo este es apropiado. Independiente de las limitaciones identificadas, Falanga (2019) propone varios elementos de interés para la elaboración de un índice. Primero, se debe partir de la delimitación de dimensiones de interés; segundo, se deben abordar diferentes tipos de datos; tercero, se debe hacer énfasis en la cantidad y calidad de la participación ciudadana, así como la diversidad de los participantes, y, cuarto, se debe explorar la influencia real que estos tienen en las decisiones políticas. Estos elementos son incorporados en las variables de las cuatro dimensiones abordadas en el IGPE.
A una conclusión similar llegan Nita et al., (2017). Si bien no proponen un índice particular, emplean la combinación de diferentes instrumentos como encuestas y análisis de redes sociales para evaluar la percepción pública y determinar la posición de estos actores en una red alrededor de las actividades de gestión de áreas protegidas. Su premisa central es que cuando no se realiza una gestión participativa de las áreas protegidas, esto deriva en conflictos entre los actores territoriales y las instancias públicas. Dentro de las conclusiones, estas autoras resaltan que estos métodos pueden ser útiles para evaluar y mejorar la participación pública en la gestión de áreas protegidas, resaltando la necesidad de involucrar las organizaciones de actores no estatales.
Siguiendo estas reflexiones se encuentra el Índice de Participación Ciudadana del sector ambiental desarrollado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales de los Estados Unidos Mexicanos, el cual consta de dos categorías (participación ciudadana y atención ciudadana), diez subíndices y 23 indicadores, a partir de los cuales se evalúa la participación en temas ambientales. En esta medicación, a cada categoría, subíndice e indicador se le asigna un peso ponderado (SEMARNAT, 2017). Estos indicadores abarcan desde el suministro efectivo de información hasta la participación efectiva en instancias, rendición de cuentas, como cantidad de personas que participan.
Los anteriores elementos permiten afirmar dos asuntos de interés, primero, no son amplios los abordajes sobre la medición de la participación y menos en temas ambientales; lo segundo, estos índices deben partir de las delimitaciones de factores ponderables, y, sobre todo, incluir en ellos, como los actores perciben o viven la participación y las condiciones para su realización. Este vacío temático, sumado a la necesidad de medir la calidad de la participación a partir de la implementación del GOTA, fundamentó la creación del presente Índice General de la Participación Efectiva (IGPE), el cual se centra en las percepciones, actitudes y aptitudes que tienen los actores en torno a lo ambiental en el contexto de su actividad en instrumentos de planeación diseñados por Corantioquia.
El diseño del Índice General de Participación Efectiva
La medición de la participación efectiva en los instrumentos de planeación ambiental es un proceso que requiere de varias etapas, desde la definición del constructo teórico, hasta el cálculo de un índice compuesto que condense e integre un conjunto de información proveniente de subgrupos de variables asociadas al constructo, en el marco de un modelo (Freudenberg, 2003). Para nuestro caso, el principal referente fueron los elementos teóricos desarrollados en el modelo GOTA y sus dimensiones.
El Índice parte de un sistema relacional de variables asociadas a la participación en torno a lo ambiental, como se observa en la Figura 1, compuesto de dimensiones equiponderadas que buscan orientar la comprensión de la participación a partir de cuatro elementos —democracia, gobernabilidad, gobernanza y gobernanza territorial ambiental, — que se estructuran a partir del anidamiento de los factores intervinientes en la participación a su interior.
Para el IGPE interesa medir la participación en términos de percepciones, actitudes y aptitudes que tienen los actores en torno a lo ambiental, en el contexto de su actividad en instrumentos de planeación ambiental, en los cuales Corantioquia cumple un rol de formulador, participante, orientador, control y/o seguimiento. Para lograrlo, se recurre a la escala de tipo Likert, que se caracteriza por ser categórica, los cual y permite capturar intensidades o grados de actitudes, aptitudes, o percepciones de los individuos (Sakhare & Chougule, 2019), a través de lo que Holt (2014) denomina un continuo bipolar.
Para su aplicación, se diseña el formulario de recolección de información que cuenta seis secciones. La primera es la sección ‘plan’, cuenta con siete preguntas y valida la participación del encuestado en una lista de planes ambientales previamente seleccionados para ser medidos. La segunda sección es la ‘sociodemográfica’, cuenta con 11 preguntas y recopila las principales características demográficas y sociales como la edad, el género, nivel de educación entre otros. En tercer lugar, la sección de democracia, tiene seis preguntas y hace referencia a las actitudes y las aptitudes que posibilitan la participación en espacios de decisión. La cuarta sección es ‘gobernabilidad’, tiene seis preguntas e indaga por las condiciones institucionales para la participación. En quinto lugar, la sección de ‘gobernanza’, consta de cinco preguntas que están vinculadas a los procesos que posibilitan ejercer control y seguimiento, además de garantizar la transparencia. Por último, la sección de ‘gobernanza territorial ambiental’, consta de cinco preguntas que están relacionadas a aquellos determinantes territoriales de la participación.
Las dimensiones constan de 22 factores categóricos que surgen de la operacionalización de las dimensiones del GOTA y se traducen en las variables que describen las principales características de las dimensiones, teniendo en cuenta las definiciones conceptuales desarrolladas previamente en el modelo, como se observa en la Figura 1.
Estos 22 factores categóricos ordinales tipo Likert dan cuenta de las cuatro dimensiones para medir la participación, con una escala de cinco niveles, donde 1 es la polaridad negativa más baja y 5 la polaridad positiva más alta. Partiendo de lo anterior, y dado que la escala Likert es una escala autoponderada (Holt, 2014) —es decir, al escalar las categorías en expresiones cuantificadas, el peso () de cada ítem de la escala es el correspondiente a su posición interna —, se evalúa la importancia relativa que tiene cada variable (o factor) en la participación de los actores en los instrumentos de planeación con carácter ambiental. Para ello, se agruparán las variables por dimensión correspondiente, obteniendo el puntaje de cada uno de los factores-variables por medio de la siguiente ecuación:
Donde es el peso de la categoría reescalada, y es la cantidad de observaciones en el i ésimo factor, y n la cantidad total de observaciones, en la ecuación (1).
De la ecuación (1), para cada factor (o variable) se obtendrá un puntaje en términos de razón, el cual contribuirá al puntaje subgrupal por dimensión, y se calculará como la media geométrica de los puntajes de los factores en la dimensión . El uso de la media geométrica contribuye a generar un indicador individual que normaliza la variabilidad entre factores pertenecientes al grupo, y es el primer método de agregación para el cálculo del indicador individual por dimensión (Joint Research Centre-European Commission, 2008), el cual se obtiene de la siguiente manera:
Donde el puntaje para la i ésima dimensión se obtiene de la raíz n-ésima de la productoria[4] del factor 1 hasta el factor m-ésimo, en la ecuación 2.
Como último paso, sigue la agregación de los indicadores individuales para la generación del índice compuesto de importancia relativa de las condiciones para la participación en una suma ponderada de elementos multidimensionales, en una perspectiva de agregación lineal, donde el peso de cada elemento de la suma es el peso de la dimensión en el conjunto total de dimensiones. Es decir, como se tienen cuatro dimensiones que componen el modelo GOTA, y son equiponderadas, cada dimensión tiene un peso de
La suma de los pesos de cada dimensión permite obtener la unidad que compone al modelo GOTA. Y la ecuación para obtener el índice multidimensional es equivalente a la suma de los productos de cada dimensión por su puntaje en el indicador individual por dimensión, lo que es igual a la siguiente expresión:
En la ecuación (3), IGPE significa índice general de la participación efectiva en los instrumentos de planeación de carácter ambiental. Su resultado estará expresado en valores que están en el rango (0, 1], y su interpretación tendrá la siguiente orientación: Nivel de importancia Muy alto: 0.8 < IGPE 1, Alto: 0.6 < IGPE 0.8; Medio: 0.4 < IGPE 0.6; Bajo: 0.2 < IGPE 0.4; Muy bajo: 0.0 < IGPE 0.2.
Dependiendo de la ubicación del puntaje obtenido por el IGPE en los rangos presentados en el nivel de importancia del IGPE, se podrá interpretar que el puntaje X corresponde a un X nivel de participación efectiva de los actores en los instrumentos de planeación de carácter ambiental. Una representación gráfica de lo expuesto anteriormente, puede detallarse en la Figura 1, donde se observan las agrupaciones, sus factores de ponderación y su respectivo procesamiento para finalizar con la generación del resultado del IGPE.
Para la validación de cada uno de los cuatro constructos (democracia, gobernabilidad, gobernanza territorial ambiental, gobernanza), se usó el estadístico alfa de Cronbach () por cada instrumento seleccionado. Este método, usado especialmente para estimar la confiabilidad de las escalas actitudinales y aptitudinales para medir un constructo (Tavakoll & Dennick, 2011), permite valorar si los elementos agrupados en una dimensión o constructo tienen la característica de ser consistentes internamente y homogéneos (Tavakoll & Dennick, 2011); es decir, estima el grado de interrelación existente entre los elementos que componen el constructo y determina si la variabilidad al interior del constructo es consistente o no (Cortina, 1993). Un puntaje de aceptación y validez del alfa () debe ser superior a 0.7 (Taber, 2018). A continuación, se presentan los rangos del alfa y su respectiva significación (tomado de Wikarsa & Angdresey, 2021):
La Aplicación del IGPE en los Instrumentos de Planificación Ambiental de Corantioquia: el Resultado de los Estudios de Caso.
Para seleccionar los instrumentos de planeación ambiental que fueron objeto de medición del IGPE, se partió por la estrategia de revisión documental, allí se definió la búsqueda de información a partir de palabras clave vinculadas a instrumentos de planificación ambiental y relacionadas al contexto de Antioquia y Corantioquia. Se definieron más de 20 palabras claves para guiar el proceso de búsqueda. El proceso arrojó 355 instrumentos que fueron inventariados para todos los municipios de la jurisdicción de Corantioquia.
Posteriormente, se lleva a cabo la priorización de instrumentos de planeación ambiental a través del uso de la técnica del multicriterio, la cual parte de la definición de variables (13)[5] de análisis de tipo geográfico–territorial y técnico. El resultado es la priorización de cuatro instrumentos que se detallan en la Tabla 2.
Cálculo del Índice General de Participación Efectiva
La recolección de información para el cálculo del IGPE implementó una estrategia censal; la base de datos de los actores que habían participado en la formulación de los casos de estudio contaba con las siguientes limitantes: antigüedad superior a los 10 años de los datos dispuestos para la contactabilidad de las personas, baja cantidad de registros por plan, presencia de registros que no tenían el criterio de inclusión e imposibilidad para contar con los suficientes registros para realizar reemplazos, si se tomasen muestreos aleatorios para cada plan. En este sentido, el censo permitió identificar los registros vigentes de los actores que estaban presentes en la base de datos del plan, distinguir y validar aquellos actores que había o han participado en el plan, pues en la base de datos no se contaba con esta información, cosa que representó un reto metodológico en el momento de la recolección. Adicionalmente, por la marcada antigüedad de los datos, era necesario validar los registros y corroborar la identidad de las personas, lo cual se logró a través del censo.
Con base en los patrones de respuesta dados por los actores que estaban registrados en las bases de datos de participación de los respectivos planes, se recolectaron 343 encuestas efectivas. Como resultado, se obtiene en tres de los planes una participación media (0.4 < IGPE ≤ 0.6): DMI (0.538), PEAM (0.551) y POMCA (0.574); en cuanto al PORH el cálculo del índice fue de 0.650, ubicándolo en el nivel de participación alta (0.6 < IGPE ≤ 0.8).
Con respecto al análisis por dimensiones a partir del cálculo el IGPE, como se observa en la Figura 2, la dimensión ‘democracia’ fue la que obtuvo un mayor puntaje en los casos de estudio analizados: DMI (0.750); PEMA (0.796); POMCA (0.775) y PORH (0.799); esta dimensión enfatiza en todas aquellas actitudes que determinan y posibilitan la participación en espacios de decisión y consenso.
La segunda dimensión con mayor puntaje a partir del cálculo el IGPE fue la gobernabilidad en los casos de estudio analizados: DMI (0.597); PEMA (0.630); POMCA (0.636) y PORH (0.711); es decir, las condiciones institucionales que determinan la participación. La tercera dimensión con un puntaje muy cercano a la anterior, fue la gobernanza territorial ambiental en los casos de estudio analizados: DMI (0.556); PEMA (0.563); POMCA (0.593) y PORH (0.647), la cual es asumida como un proceso de deliberación y negociación entre los actores que habitan un territorio en específico.
Finalmente, la gobernanza tuvo un puntaje muy inferior a los expuestos anteriormente a partir del cálculo del IGPE: DMI (02.521); PEMA (0.214); POMCA (0.293) y PORH (0.442); esta categoría relaciona elementos propios de los procedimientos que permiten realizar control, seguimiento, garantizar la transparencia y un diálogo abierto. Al tener un puntaje tan inferior con respecto a las demás dimensiones, la dimensión de gobernanza tuvo gran incidencia en el puntaje del índice general, lo cual indica que, para potenciar y mejorar la participación en los instrumentos de planeación ambiental, se deben fortalecer los elementos propios de la gobernanza.
Sin embargo, sobresalen los resultados expresados en el PORH con un nivel de participación alta (0.65), el cual es impulsado principalmente por la dimensión de gobernanza. Esto indica que la participación articulada de actores territoriales e institucionales se ve reflejada en que estos consideran que la Corporación ha dispuesto recursos suficientes para garantizar condiciones para fomentar la participación. Esta disposición institucional a facilitar la participación como una razón para explicar la diferencia de este indicador en el PORH en relación con los resultados de los otros planes. La población que participa en el PORH es más proclive a desarrollar el ejercicio de veeduría, control y seguimiento del plan, como se observó en el indicador de democracia.
El resultado general de los cálculos del IGPE y del análisis por dimensiones posibilita el análisis de otros elementos de interés relacionados con las variables del modelo de medición y las condiciones para la participación, como se observa en la Figura 3.
Cuando se analizan aspectos relacionados con las principales motivaciones de la población que participó en los instrumentos de planeación ambiental, se encuentra que para el DIM destaca de manera predominante la protección del medio ambiente (43.8%), como también el aprendizaje y desarrollo personal/familiar (19.6%), y las mejoras para el territorio que habitan (18.8%). En una proporción mucho menor, los participantes expresaron como motivaciones acceder a empleo o mejorar ingresos (1,8%) y crear lazos con las personas de su comunidad (1.8%). Estas motivaciones dan cuenta de variables a nivel económico y comunitario que buscan fortalecer dichos aspectos a partir de la participación.
Un asunto importante que debemos resaltar es que el 73.2% de la población que ha participado en el DMI no tiene conocimiento del documento final del plan; solo el 26.8% de los participantes conocen el documento. La apropiación que da el conocimiento del documento final de DMI incide en cómo se ejercen la participación y sus mecanismos para el desarrollo de acciones en torno a la gobernanza ambiental territorial dentro del distrito.
Al consultarle a los participantes del DMI si consideran dejar de participar en el plan o si ya dejaron de participar, el 67.9% de la población manifestó no haber considerado dejar de participar. Este es un dato importante, pues da cuenta de un compromiso de los participantes con la conservación, el territorio y la continuidad de su participación.
Con respecto al PEAM, se encontraron tres principales motivaciones para participar en el siguiente orden: incidir en la protección del medio ambiente (37.3%), aprender y desarrollar las esferas personal y familiar (27.5%) y mejorar el territorio que se habita (25.5%). Un aspecto importante que se presenta en la población que participa en el PEAM, es que solo el 27.5% conoce el documento final del plan; es decir, solamente estos participantes tienen un panorama completo del PEAM y su programa dentro de los próximos diez años. Esto termina traduciéndose en barreras para una participación y un entendimiento más completo de la ruta de acción del plan en el territorio.
Al indagar sobre la participación en el PEAM, el 70.6% de la población participante manifestó que no había considerado dejarla. Lo anterior evidencia el compromiso de los participantes con el PEAM, dado que siguen interesados en participar e incidir en el territorio a través del plan. Por otro lado, quienes dejaron de participar y quienes han considerado dejar de hacerlo, expresaron desconexión con el plan durante su desarrollo o después, lo cual evidencia una brecha para los procesos de participación y seguimiento relativos al PEAM.
En cuanto al POMCA, la principal motivación está en incidir en la protección del medio ambiente (40.2%), aprender y desarrollar las esferas personal y familiar (38.5%) y, en menor proporción, mejorar el territorio que se habita (13.7%). Un aspecto importante para destacar es que sólo el 30.8% conoce el documento final del plan; es decir, solamente estos participantes tienen un contexto completo de la propuesta programática, dándoles más elementos para ejercer el seguimiento al plan, en comparación al 69.2% de los participantes que no conocen el documento final del POMCA. Esto termina representando dificultades para la compresión del plan y para incidir participativamente a través de este en el territorio.
Al indagar a los encuestados si consideran dejar de participar o si ya dejaron de participar en el POMCA, el 64.3% de la población manifestó no haberlo considerado; por otro lado, quienes sí lo han considerado corresponden al 6.1% de la población. El 23.5% de los participantes censados en el POMCA dejaron de participar del plan, el 4.1% de las personas a veces considera terminar su participación en el plan.
Por último, en el caso del PORH, se identifican tres principales motivaciones para participar: incidir en la protección del medio ambiente (49.2%), aprender y desarrollar las esferas personal y familiar (22.2%) y, en menor proporción, mejorar el territorio que se habita (14.9%). Las motivaciones más recurrentes tienen la característica de vincularse con lo ambiental, siendo esta una temática que impulsa la participación; además, de la variable territorio, vinculada como incentivo de los participantes en relación con las mejoras que en sus municipios se pueden generar producto de su participación en el PORH. Es importante señalar que el 65.1% de la población que ha participado en el PORH no tiene conocimiento del documento final del plan. Lo anterior presenta una brecha entre quienes tienen conocimiento sobre el documento final del PORH y quienes no, lo que incide en la apropiación del plan. Dicha apropiación que da el conocimiento del documento final del plan también puede incidir en cómo se ejerce la participación y sus mecanismos para ejercer acciones en torno a la gobernanza ambiental territorial en la zona de influencia del plan.
Al indagar a las personas que participan en el PORH del Río San Andrés si están considerando dejar de participar en el plan, o si ya han dejado de hacerlo, el 65.1% de la población manifestó no haber considerado dejar de participar en el plan. Este es un dato importante, pues da cuenta de un compromiso de los participantes con su territorio y la continuidad de su participación.

Los procesos de planificación ambiental se encuentran divididos en varios momentos: diagnóstico, formulación, aprobación e implementación. La fase I y II, diagnóstico y formulación, contaron con una buena valoración en términos de las condiciones para la participación, pero entre estas dos fases y la adopción se presentó una desconexión entre la autoridad ambiental y los participantes. Esto se desprende de la medición de la participación efectiva en instrumentos de planeación de carácter ambiental, a través de los cuatro casos de estudio. Con relación a lo anterior, es fundamental promover procesos que fortalezcan la gobernanza a través de la generación de escenarios de diálogo entre actores territoriales e institucionales, así como mecanismos de control; generar estrategias de comunicación con medios alternativos, y fortalecer la confianza y la articulación entre actores.
Adicionalmente, el acceso y el conocimiento del documento final de los planes representa un tema de suma importancia para ejercer la participación ciudadana alrededor de estos, para posibilitar el ejercicio de veeduría y de toma de decisiones basadas en la información. Sin embargo, a nivel general, se identificó que predomina el desconocimiento del plan adoptado, lo cual implica grados de participación relativa y no apropiación del plan.
Con ello se hace necesario para la Corporación, en la perspectiva de avanzar en la gobernanza territorial, diseñar estrategias de socialización y adaptación de los instrumentos de gestión en torno a los planes ya adoptados con el fin de otorgar herramientas a los participantes y a la ciudadanía en general, con ello se avanza en el fortalecimiento mismo de los instrumentos de planificación ambiental dentro de la jurisdicción de la Corporación. En los casos priorizados, esto se puede observar en los puntajes por plan: el de gobernanza es bajo en el DMI, en el PEAM, y en el POMCA, siendo el del PORH, el único que está en un nivel medio. Dicha estrategia debe estar enfocada en la garantía de dar continuidad a los procesos que se desarrollan a través del plan, para consolidar el contacto a través del tiempo entre la Corporación y los participantes e incentivar el desarrollo de las instancias de participación propias de cada plan.
Estos elementos permiten afirmar que la aplicación del Índice General de la Participación Efectiva, como estrategia para el monitoreo de la calidad de la participación efectiva, se configura como una propuesta de medición que no solo cuantifica la efectividad de la misma en los instrumentos de planificación ambiental, sino que permite comprender las motivaciones, vínculos y rasgos de quienes participan, y con ello, fortalecer los grados de relacionamiento entre la autoridad ambiental y los actores locales en territorio.
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[2] El Proyecto GOTA- Gobernanza para la participación ciudadana se formalizó mediante el Convenio No. 040-COV2009-113, celebrado entre CORANTIOQUIA y el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia en el año 2020.
[3] La revisión de bases de datos como IEEE Xplore, ISI, Scielo, Redalyc, SCOPUS, Science Direct, DOAJ, ACM Digital Library o Education Resources Information Center permite afirmar que la literatura está orientada a temas relacionados con la participación, como la creación de instancias, políticas, los entornos para crear la participación, pero es escasa la literatura sobre la creación de índices.
[4] Productoria del factorial es una notación matemática utilizada para representar el producto de una secuencia de números factoriales.
[5] 1.Territorialidad; 2. Nombre del municipio; 3. Esquema territorial asociativo; 4. Plan de ordenamiento (POT, EOT y PBOT); 5. Nombre del instrumento; 6. Año de publicación; 7. Periodo de formulación; 8. Estado ejecución (En ejecución, Ejecutado y No identificado); 9. Rol de Corantioquia en el instrumento (Formulador, participante, orientador, control y seguimiento); 10. El instrumento se encuentra en la página de la municipalidad; 11. Fuente; 12. URL 13. Observaciones
Instrumento para la gobernanza
Introducción[1]
La migración internacional (sur-sur) es uno de los fenómenos más importantes para las ciudades latinoamericanas en el presente siglo. Entre estas, es la migración venezolana la que se presenta como la más masiva y significativa de los últimos años. Lima es la ciudad que ha recibido el mayor número de inmigrantes venezolanos, con alrededor de un millón de personas (UNHCR-ACNUR, 2022). Las personas migrantes se incorporaron principalmente al sector informal de su economía, principalmente en servicios (54.82%), comercio (25.02%) y manufactura (13.04%)[2]. En Lima, donde prácticamente no existe vivienda de interés social o pública, las personas migrantes consiguieron alojamiento principalmente a través del mercado informal de alquiler (el 93.5% de estos alquilan vivienda), específicamente en zonas del centro de la ciudad, pero también en zonas periféricas ya consolidadas (más no las súper-periferias urbanas o zonas de reciente ocupación). El ingreso de esta población ha significado un crecimiento explosivo en el mercado de viviendas de alquiler, el cual hasta antes de la migración era un sector de menores dimensiones, incluso en comparación a los otros países de la región[3]. En un contexto donde existen pocas regulaciones sobre el mercado de alquiler, la migración impulsó el crecimiento de un parque viviendas o habitaciones construidas con materiales prefabricados en los pisos superiores o azoteas de viviendas en el centro de la ciudad y en distritos populares periféricos, muchas con conexiones empíricas de agua o electricidad, y con niveles altos de allegamiento y hacinamiento. Llama también la atención el alto nivel de circulación en la vivienda de la población inmigrante: la ENPOVE del 2022 señala que solo en los últimos 6 meses, el 22.6% de las personas migrantes habían cambiado de lugar de residencia. Considerando el tipo de empleos a los que accede esta población, el dato sugiere un problema serio de vulnerabilidad y de dificultad de mantenerse en la vivienda.
Nos enfocamos en las trayectorias residenciales de las personas migrantes en Lima Metropolitana. Más específicamente nos preguntamos por sus lógicas de ubicación en la ciudad y por el efecto de estas trayectorias residenciales en la composición de sus vínculos sociales. El entender su lógica de localización nos da pistas para comprender mejor el proceso por el cual acaban ubicándose en zonas segregadas de la ciudad. El entender sus vínculos nos permite, acercarnos a una dimensión más vivencial de la segregación y de la vulnerabilidad. Nuestra tesis es que las trayectorias migrantes no solo tienden hacia la segregación residencial o espacial, sino a un encapsulamiento o aislamiento social. La combinación de estos elementos es relevante pues significa una forma nueva y preocupante de vulnerabilidad.
Migración, Trayectorias Residenciales y Vínculos Sociales

El concepto de trayectoria residencial se refiere en términos gruesos a los cambios residenciales de las personas u hogares a lo largo del tiempo. Debe entenderse que en estas trayectorias residenciales se entrecruzan, por un lado las necesidades, preferencias, expectativas o estrategias de los actores que realizan estos cambios, y, por otro, las limitaciones estructurales que se expresan tanto a nivel individual (como en su posición en la estructura social o los recursos con los que cuentan) como a nivel metropolitano (como la estructura del parque de viviendas existente y disponible, el funcionamiento del mercado inmobiliario, o las políticas de acceso a la vivienda para grupos específicos) (Di Virgilio, 2011). Junto a otros factores de tipo estructural (como la economía-política de la ciudad o los procesos de reestructuración urbana), las trayectorias residenciales contribuyen a la generación de formas particulares de segregación residencial[4].
Respecto al tema del cambio residencial, Simmons (1968) postula que, a pesar de la divergencia de motivos para cambiar de residencia, el factor más importante es el ciclo de vida. Estos cambios (formar un hogar, tener hijos, la salida de los hijos, el envejecimiento) alteran las preferencias y necesidades de los hogares, llevándolos a iniciar búsquedas y cambios de residencia. Este modelo ha sido criticado desde la investigación en América Latina. En primer lugar, Gilbert y Ward (1982) señalan que, para el caso de migrantes internos, la ubicación y el cambio residencial obedece más a constreñimientos de los mercados de suelo y de vivienda; si bien estos grupos preferirían vivir en zonas centrales, cerca de oportunidades de trabajo y en mejores condiciones de vivienda, sus opciones se restringen al mercado informal que se desarrolla en las periferias. Delaunay y Dureau (2004), por su parte, criticaron el énfasis de lo ‘temporal’ (la centralidad del ciclo de vida) en el análisis de Simmons, restando importancia a la dimensión ‘locacional’: los cambios en el tipo, posesión y ubicación de la vivienda. De modo similar, Cosacov y otros (2018) encuentran que los sectores medios y populares hacen cambios residenciales en ‘corredores distintos’ o ‘geografías diferenciadas’. De este modo, los sectores medios cambian de lugar de residencia muchas veces motivados por los cambios en el curso de vida (formar familia, tener hijos, o por envejecimiento), mientras que los sectores populares cambian de residencia más frecuentemente por distintas crisis (pérdida de empleo, problemas de salud, entre otros) o decisiones políticas (reubicaciones, desalojos, entre otros), lo cual les lleva a veces a reagruparse con la familia nuclear o extensa (Dureau y otros, 2015; Cosacov y otros, 2018). Si bien el estudio de las trayectorias residenciales en América Latina ha abarcado a distintos sectores sociales, el fenómeno de la migración internacional abre nuevas preguntas, tanto por las opciones de vivienda que se les abren o cierran, en comparación a los sectores populares nacionales, como por sus condiciones particulares de vulnerabilidad.
En las ciudades del norte, la antigua Escuela de Chicago proponía que los movimientos residenciales de distintos grupos migrantes mostraban trayectorias de asimilación. Sin embargo, la investigación posterior fue mostrando que, si bien había una tendencia hacia la asimilación espacial de algunos grupos, para otros existen también barreras raciales que los llevan a una trayectoria con tendencia hacia la segregación espacial (Massey, 1984). Asimismo, existen barreras institucionales (políticas de acogida o de rechazo a algunos grupos) que hacen que los distintos grupos migrantes tengan trayectorias de ‘asimilación segmentada’ (Portes y Zhou, 1993).
Al igual que en ciudades del norte, en Buenos Aires (ciudad con una historia larga de migración internacional) se encuentra que tanto el tiempo de permanencia en la ciudad, como las políticas de vivienda existentes en momentos determinados, marcan tasas diferenciadas de propiedad de la vivienda, así como distintos patrones de localización (Mera y Marcos, 2022). De este modo, mientras que los grupos migrantes más antiguos han logrado el acceso a vivienda, para grupos migrantes nuevos es más difícil y sus trayectorias residenciales parecen ser más proclives hacia la segmentación y segregación espacial. Precisamente para el periodo más reciente, las personas migrantes han tendido a ubicarse en lugares centrales, tanto por tener proximidad a las oportunidades de trabajo como por mantenerse cerca de redes de soporte (Marcos y Mera, 2018; Margarit y otros, 2020). Asimismo, el tipo de vivienda al que han accedido ha sido principalmente la de alquiler en el mercado informal, la cual suele ser de malas condiciones, hacinada, y con riesgo alto de abusos y desalojos. Por estas características, más que de un proceso de asimilación, algunos autores señalan un proceso de ‘ingreso segmentado’ (Marcos y Mera, 2018), a los que se agregan ‘procesos de racialización’ que estigmatizan y restringen las oportunidades de las personas migrantes en las sociedades de acogida (Bonhomme, 2021).
Si bien es sabido que existe un vínculo fuerte entre las trayectorias residenciales y los procesos de segregación espacial, un tema menos explorado es el de la relación de las mismas con la formación de redes o vínculos sociales. La importancia del capital social, bajo la forma de redes familiares, vecinales o amicales, es ampliamente reconocida en la literatura, sobre todo en el caso de los sectores populares, tanto para enfrentar problemas cotidianos como para resolver problemas de sobrevivencia (Lomnitz, 1975; González de la Rocha, 1994; Deckard y Auyero, 2022). De modo similar, los estudios sobre grupos migrantes señalan la importancia de los vínculos o el capital social, ya sea para facilitar el proceso de llegada a la sociedad receptora o para conseguir empleos o generar enclaves urbanos (Walldinger y Lichter, 2003). En línea con estos hallazgos, la literatura también señala que elementos explicativos importantes para las decisiones residenciales de personas migrantes son la búsqueda no solo de cercanía a lugares de empleo, sino también a las redes sociales de connacionales. Incluso, se encuentra que el allegamiento y hacinamiento son estrategias migrantes, tanto para compartir costos de alquiler como para mantener vínculos sociales (Marcos y Mera, 2018).
No existe mayor literatura sobre los vínculos de las personas móviles. Al respecto, los sociólogos de Chicago señalaban un vínculo entre movilidad residencial y la pérdida de vínculos y controles sociales. Siguiendo esta perspectiva ecológica, la literatura sobre ‘efectos-barrio’ propone que la mayor movilidad (menor nivel de inquilinato) disminuiría la posibilidad de formación o mantenimiento de vínculos sociales locales y, con ella, la eficacia colectiva del barrio (Sampson y Grooves, 1989). Sin embargo, Desmond (2012) con base en el estudio etnográfico de una población altamente móvil (gente sin casa), no encuentra una desaparición completa de los vínculos sociales, sino la relevancia de un tipo particular de vínculo, al que denomina ‘vínculo desechable’: aquellos que de modo similar a los vínculos fuertes son de alta intensidad y suponen intercambios y soportes importantes; pero a diferencia de estos, son circunstanciales o de corta duración. Precisamente, la información proporcionada de la ENPOVE sugiere que la población migrante venezolana en Lima tiene un nivel alto de movilidad residencial. En ese sentido, nos preguntamos por la lógica de las trayectorias residenciales y el peso del mantenimiento de los vínculos en las mismas, así como por la relación entre las trayectorias residenciales de personas migrantes y la composición de sus vínculos sociales.
Metodología

Dada la novedad de la migración venezolana en Perú, no existen estudios sobre la dimensión urbana de la migración. Optamos así por un modelo de investigación exploratoria a través de entrevistas. Seguimos un modelo de muestreo teórico, es decir, elegimos a personas y formamos grupos a partir de algunas variables básicas de interés, que permitan comparaciones fundamentadas. Restricciones de financiamiento nos llevaron a hacer elecciones para alcanzar el ‘nivel de saturación’ con un número mediano de entrevistas. Los criterios de selección de personas entrevistadas fueron, primero, que se tratara de personas migrantes, hombres o mujeres, que hayan llegado solas (sin familia) a Lima. Hicimos esta elección pues es conocido que las primeras olas migratorias están compuestas por personas jóvenes o adultas-jóvenes solas, las cuales con el tiempo forman familia o traen a sus familias de sus países de origen. Al respecto, quisimos explorar si existían diferencias en la lógica y trayectoria residencial por género. Sin embargo, en esta búsqueda de personas solas, entrevistamos a cuatro mujeres solas con hijos, dos personas que recientemente habían traído a sus padres y dos personas que habían formado familia estando en Perú. Segundo, que alquilaran vivienda actualmente en cinco de los distritos de Lima con mayor presencia migrante, tanto en distritos centrales (Cercado de Lima, San Martín de Porres o Surquillo), como en periféricos (San Juan de Lurigancho, Villa María del Triunfo o Villa El Salvador) en sus manzanas de nivel socio-económico Bajo y Medio-Bajo[5]. Para la determinación de las zonas de interés utilizamos la información de los planos estratificados de Lima Metropolitana a nivel de manzanas, elaborados por el INEI (2020). Excluimos las manzanas de nivel socio-económico Muy Bajo pues estas se encuentran principalmente en las súper-periferias de Lima, lugares de ocupación muy reciente y precaria, donde no se ha detectado mayor desarrollo de la vivienda de alquiler ni presencia venezolana. Al respecto, quisimos explorar si las experiencias y problemas de la vivencia en la vivienda eran distintas en la zona central y en la zona periférica. Tercero, que las personas hayan llegado a Lima antes de la pandemia. Es decir, las personas entrevistadas llegaron a Lima en el período entre el 2018 e inicios del 2022. Vale recordar que la migración de personas venezolana se hizo masiva desde el 2018. Este periodo de tres años (2018 e inicios del 2022) permite cierta homogeneidad en el grupo a entrevistar, además que permitió observar el impacto de algunos eventos (como robos, desempleo, o la pandemia) en sus trayectorias. Finalmente, incluimos también, con fines de comparación, entrevistas a personas peruanas (hombres y mujeres) que alquilan vivienda en las mismas zonas en los mismos distritos, para asegurarnos así que sean personas lo más similares posible a las personas venezolanas seleccionadas. Intuimos también que la lógica residencial es distinta entre personas venezolanas y peruanas, así como los problemas y forma de resolver los mismos.
Bajo estos criterios, se recogió un total de 37 entrevistas, 27 de las cuales eran personas venezolanas y 10 peruanas. Para lograr mayor empatía y apertura de parte de las personas entrevistadas, las entrevistas a personas venezolanas fueron hechas por personas venezolanas, mientras que las entrevistas a personas peruanas fueron conducidas por personas peruanas[6].
El procedimiento para recoger información en las entrevistas fue el siguiente: Primero, se graficó, junto a las personas entrevistadas, una línea de tiempo y un mapa en donde se señalaron los lugares donde han residido desde su llegada a Lima hasta la actualidad. Segundo, Pedimos que nos explicaran los elementos que tomaron en cuenta para elegir un lugar nuevo y los motivos que las llevaron a dejar cada lugar de residencia. Tercero, Para cada lugar de residencia, indagamos sobre los factores o hitos importantes que afectaron su vida y por su forma de resolverlos. Cuarto, Para cuantificar el tamaño, los cambios y la composición en los vínculos sociales pedimos, para el momento de llegada a Lima[7] y para el momento actual (2022), que nos enumeraran de forma libre las personas con quienes formaban su hogar además de las personas a quienes pedirían un favor o ayuda[8]. Es posible que las personas entrevistadas, ante la pregunta señalada, omitan u olviden algunas personas en sus vínculos. Por ello, esta información se cotejó con la información sobre los momentos o hitos que afectaron su vida. En el caso de que apareciera alguna persona a la que se pidió ayuda o ayudó en estas circunstancias, se preguntó por su relación con ella y se incluyó en la lista de vínculos, salvo cuando esta persona no formaba un vínculo significativo sino completamente eventual (i.e., una persona que trabajaba en una tienda al lado, alguien que vendía algo en la zona, etc.). Con esta información se podría reconstruir la composición de sus vínculos en estos dos momentos, detectando qué personas permanecen (vínculo estable) en esta red de contactos desde la llegada a Lima, y quienes desaparecieron a lo largo de sus trayectorias (vínculo desechable).
Trayectorias Segregadas, Vidas Encapsuladas

Las trayectorias residenciales de las personas entrevistadas son muy diversas, incluyendo pocos o varios movimientos[9] o incluso periodos fuera de Lima. Sin embargo, lo que es común a ellas es que se mantienen en zonas segregadas de sectores populares, en viviendas en el mercado de alquiler informal, sea en el centro, en las periferias o alternando entre ambas.
A diferencia de las trayectorias residenciales de las personas peruanas entrevistadas, más concentradas en una zona de la ciudad y buscando cercanía a familiares, las decisiones residenciales de migrantes se hacen principalmente buscando lugares próximos a los empleos. Es decir, las personas migrantes suelen estar abiertas a buscar empleos por distintos lugares de la ciudad y, al encontrar alguno que promete ser relativamente estable, se mudan, en la medida de sus posibilidades, a un lugar cercano al mismo. En este sentido, existen personas que acaban teniendo trayectorias dispersas por toda la ciudad (12 de 27 personas) o dentro del área central de la ciudad (13 de 27 personas)[10].
Para ejemplificar estas trayectorias, presentamos el caso de Walter Otero[11] (ver Mapa 1), de 23 años, quien en Venezuela era estudiante de ingeniería. Su historia empieza en la zona de José Carlos Mariátegui (Momento 1 en el Mapa) donde lo recibió una prima que le ofreció el piso de un ambiente que alquilaba, para ayudarlo mientras se establecía en Lima. Luego de tener varios empleos eventuales, se mudó a un departamento, también en José Carlos Mariátegui, junto a unos amigos que conoció en la zona (Momento 2). Sin embargo, pronto tuvieron problemas con el pago de los servicios pues el costo aumentaba constantemente, así como problemas de convivencia por la distribución de tareas. A la par que estos problemas afloraban, Walter encontró un empleo en una tienda de zapatos en el centro de Lima. Al poco tiempo, Walter juntó sus ahorros y se mudó a un cuarto en una azotea para así estar más cerca de su nuevo empleo (Momento 3). Como sus ingresos eran bajos, de modo paralelo ejerció la venta ambulante de café, chocolate caliente y empanadas. Luego empezó a salir con una chica venezolana, y buscando un lugar mejor para poder salir con su pareja, se mudó al distrito de clase media de San Miguel (Momento 4). Claro está, el alquiler era más alto. Luego, en una de las galerías donde vendía café, conoció a un ingeniero quien lo contrató para supervisar instalaciones telefónicas en distintos lugares de Lima. Sin embargo, el ingeniero migró a España, con lo que Walter quedó sin empleo y volvió a la venta de café en la calle. Al poco tiempo empezó la pandemia, por lo que la venta callejera fue prohibida durante varios meses. Felizmente, su casero fue comprensivo, permitiéndole que se quede ahí hasta que pueda volver a generar ingresos.
Luego de dos meses de cuarentena estricta, Walter salió nuevamente a vender café. Sin embargo, sus ganancias no le permitían cubrir el alquiler, por lo que se vio forzado a mudarse a una casa donde alquilaban cuartos, en el distrito popular de Breña (Momento 5). Luego de algunos meses, Walter consiguió trabajo en la lavandería de una clínica al sureste de Lima. Sin embargo, esta vez la zona de la clínica y los distritos aledaños eran muy caros para pagar un alquiler, por lo que se mantuvo en Breña soportando el viaje largo y el tráfico de Lima. No obstante, lo que más le preocupaba de vivir en Breña era la criminalidad, por lo que tenía que caminar con cuidado. Luego de un tiempo, terminó su contrato en la clínica. Se mantuvo por un tiempo en Breña con sus ahorros y la venta de café, hasta que consiguió un empleo en la ciudad de Chiclayo (norte del Perú) a donde se mudó y tuvo varios empleos eventuales que no le permitieron establecerse (Momento 6). Luego de un tiempo, volvió a Lima, pero esta vez al distrito de San Martín de Porres (Momento 7), donde actualmente alquila una habitación a la par que trabaja en una tienda de venta de ropa en el centro de Lima y vende café y empanadas.
El caso de Walter es atípico en el sentido que tiene muchos más cambios de residencia que otras personas entrevistadas, pero señala con claridad cómo la vulnerabilidad de los empleos lleva a cambios residenciales y, en este caso, la apertura a buscarlos por varios lugares de Lima y luego mudarse cerca de ellos. Muestra también que, a pesar de los intentos de mudarse a lugares de sectores medios (San Miguel) y medios-altos (cerca de la clínica), la vulnerabilidad en el empleo o los ingresos bajos le empujan a permanecer en lugares de menores ingresos, teniendo que cuidarse de la criminalidad o soportar la distancia y el tráfico en sus recorridos diarios.
El caso de Walter muestra un nivel alto de movilidad, pero muestra también, y de modo sucesivo, cómo los problemas principales que tiene que enfrentar en su trayectoria son resueltos por él mismo o con la ayuda de vínculos circunstanciales o de personas que conoce en el camino pero que luego desaparecen. Así, por ejemplo, a su llegada, la persona que le da la mano es su prima, pero esta no vuelve a aparecer; comparte su primera vivienda de alquiler con amigos, quienes no vuelven a aparecer después de que tienen problemas. El problema de la búsqueda de empleo y de vivienda, por lo general es resuelto por su propia cuenta (caminando o por avisos) o con la ayuda de personas que conoce de forma circunstancial y que no vuelve a ver (un ingeniero que conoció); frente a la pérdida de empleo y la posibilidad de generar ingresos por la pandemia, resiste un tiempo con sus ahorros y con la ayuda de su casero y, luego, nuevamente, vuelve a depender de sí mismo. Pero, ¿por qué, a pesar de la importancia del capital social para enfrentar situaciones de vulnerabilidad, los vínculos estables tienen a ser pocos y a veces a desaparecer?
Al respecto, la comparación con personas peruanas nos ayuda a caracterizar mejor el aislamiento de las personas migrantes. El Cuadro 1 muestra que, si bien el tamaño de las redes de las personas venezolanas creció desde su llegada a Lima, siempre son redes más pequeñas que las redes de las personas peruanas (aproximadamente la mitad del tamaño)[12]. Asimismo, las redes de las personas peruanas son más locales (concentradas en el distrito) que las de las personas venezolanas (cuyas redes están distribuidas en el barrio, el distrito y la ciudad). Asimismo, las personas peruanas tenían familia nuclear y extensa establecida en las zonas donde vivían, entonces, al cambiar de residencia tendían a mantenerse en dichas áreas, precisamente para mantener el contacto con sus familiares y amistades. En efecto, ante distintos problemas, contaban más con la ayuda de sus redes sociales locales, fuera para conseguir empleo, para el cuidado de los niños[13] o[14], incluso, para mudarse nuevamente con sus padres en situaciones de desempleo o para cuidarlos durante la pandemia. Las personas venezolanas no solo tienen redes pequeñas, sino que estas están más dispersas por la ciudad (en consecuencia, poco disponibles para ayudar a enfrentar problemas cotidianos) y son principalmente endogámicas (en consecuencia, con poco acceso a recursos u oportunidades que el contacto con personas peruanas les podría ofrecer). Asimismo, si bien las personas migrantes cuentan con pocos ‘vínculos estables’ durante sus trayectorias, los cambios de residencia influyen en que estos tengan un número alto de ‘vínculos desechables’. Precisamente, como vimos, las personas migrantes que entrevistamos no tienen mucho arraigo en sus lugares de residencia. Aun así, con cada cambio residencial y laboral les toca abandonar los vínculos armados y armar otros nuevos en el nuevo lugar de residencia o empleo.
En los testimonios recogidos de los migrantes se señala de forma constante que las rutinas de trabajo son bastante intensas, pues suelen enviar remesas a sus familiares en Venezuela a la vez que buscan establecerse mejor en Lima para lograr traer a sus familiares cercanos (hijos, parejas, padres). Por ello, los migrantes suelen tener un segundo empleo o aceptar empleos adicionales eventuales. Las rutinas de trabajo intensas y la necesidad de ahorrar les lleva a concentrarse en sus propios proyectos, por lo que el esparcimiento y la socialización ocupan un lugar reducido en sus vidas. Por ejemplo, Willy Cruzado explica cómo su ritmo de trabajo no le permitía hacer amistad con otros migrantes en el edificio donde llegó:
No… es muy complicado. No se hace amistad, hasta quién sabe hasta cuándo… porque las actividades de trabajo no te lo permiten. No hay amistad. La gente todo el tiempo está trabajando. Los intereses son producir porque la situación en Venezuela obliga que produzca para enviar dinero. Entonces la interacción en principio fue nula. (Willy Cruzado. Migrante venezolano)
En segundo lugar, la mudanza del lugar de acogida, muchas veces en lugares lejanos al lugar de llegada, también contribuye a alejar a la persona migrante de los conocidos o familiares que encontró en primer lugar. Más aún, cuando la distancia espacial y la rutina de trabajo se combinan, el contacto o encuentro con dicha persona u otros familiares en Lima, se vuelve excepcional. Por ejemplo, Laura Manrique, quien llegó inicialmente a casa de su prima en un distrito céntrico (Barranco) y vive actualmente más al sur de Lima (San Juan de Miraflores), comenta:
Todo es muy lejos y si nos liberamos los domingos… o sea es mentira. La gente quiere descansar, tiene que hacer sus cosas y no da chance para compartir con la familia. Compartimos en Navidad un solo año, el año que yo llegué, y de ahí la he visto una vez después. (Laura Manrique. Migrante venezolana)
Y sobre su relación actual con su prima luego de su mudanza:
No, ya no, ya las cosas cambiaron. Cada quien tiene su vida y … no es lo mismo cuando uno llega que tú estás en nada. Ya cada quien tiene su vida hecha, ya todo está… trabajamos. Yo creo que, no sé, no sería capaz de decirle [a su prima] que me prestara, que necesito, porque a veces la misma familia no te ayuda. […]. Bueno, no me quejo, porque ella [prima] me ayudó a llegar aquí. Ella me aportó parte del dinero para llegar aquí, sin cobro, sin decirme “me lo tienes que pagar”. Duré quince días en su casa y siempre estaré agradecida con ella por eso, pero en esos momentos… Claro, sí me ayudo bastante, no me quejo. Pero yo ahorita, yo creo que ya no. (Laura Manrique. Migrante venezolana)
De este modo, rutina intensa de trabajo y alejamiento espacial de familiares se refuerzan mutuamente para encapsular a la persona migrante en su propia trayectoria. Las personas migrantes tampoco arman muchos vínculos en sus zonas de residencia. Nuevamente sus jornadas de trabajo influyen en restringir la socialización a un nivel mínimo. Sin embargo, otros motivos por los que las personas migrantes socializan poco en sus barrios son la discriminación de que son objeto, la cual recorta la predisposición de los vecinos a socializar con ellos, así como los mismos migrantes que prefieren actuar a la defensiva; la criminalidad en sus barrios, ante la cual las personas migrantes se sienten con menos recursos para enfrentarla que otros vecinos, por lo que limitan su uso de los espacios públicos, y sus mismas trayectorias, las cuales hacen que su paso por la vivienda sea temporal, con lo que los vínculos que logran armar durante su estadía en el barrio se vuelven a diluir con cada nueva mudanza.
El que las personas venezolanas tengan trayectorias más dispersas y con vínculos de menor tamaño que sus pares peruanos les genera desventajas y mayores problemas. Aunque estos efectos ocurran en distintas esferas, para esta investigación nos concentramos en las consecuencias en el mercado de vivienda. Por ejemplo, las personas peruanas alquilaron vivienda con mucha más frecuencia que las personas venezolanas a través de referencias directas de sus familiares o amigos en los mismos barrios. Estas referencias les permitieron mejores tratos en sus acuerdos de alquiler, como alquilar sin la necesidad de pagar un depósito o garantía y obtener fácilmente los arreglos de desperfectos en las conexiones eléctricas o de agua o la reparación de paredes o techos. Las personas venezolanas, en cambio, llegaron a estas viviendas con mucha más frecuencia a través de carteles que encontraron en los mercados o en la calle. Siempre tuvieron que pagar depósitos o garantías. Asimismo, las personas venezolanas reportaron con mucha frecuencia el sufrir abusos en el cobro de los servicios (electricidad, agua), llegando a ser incluso uno de los motivos principales por los cuales acababan abandonando la vivienda y buscando otra. Es decir, las personas venezolanas, al alquilar vivienda lo hacen en un contexto de mayor incertidumbre, con mayores costos y posibilidades de sufrir arbitrariedades.
Sin embargo, el aislamiento de las personas migrantes no significa necesariamente una ruptura de vínculos con sus familias nucleares en Venezuela. Aunque no indagamos directamente sobre las relaciones transnacionales, encontramos casos en que las personas entrevistadas apoyaban con remesas a sus familiares en Venezuela. Asimismo, en aproximadamente la mitad de los casos, las personas entrevistadas incluían en sus proyectos el traer a sus familiares luego de conseguir alguna estabilidad en Lima. Sin embargo, la pandemia y el consiguiente deterioro de las condiciones económicas, afectaron tanto el envío de remesas como las posibilidades de traer a sus familiares.
Finalmente, es importante agregar que, entre las personas entrevistadas, encontramos el caso de cuatro mujeres solas con hijos, dos personas que habían traído recientemente a sus padres de Venezuela, y dos personas que habían formado familia recientemente. Si bien son pocos casos, estos sugieren, al menos como hipótesis, que el ciclo familiar tiene un impacto en las decisiones residenciales. Una situación es el caso de las mujeres solas con hijos, para quienes sus opciones de trabajo se limitaban a aquellos que les permitían llevar a sus hijos (ventas en local o ambulatoria) o que se encontraban cerca del lugar de residencia para poder volver a casa ante alguna eventualidad. En estos casos, la presencia del niño significaba menos opciones de vivienda, mayores costos en el alquiler y mayor rotación residencial por problemas con los vecinos o los caseros. Se trata de este modo de trayectorias que tienden afirmar un círculo vicioso de vulnerabilidad y marginalización. Otra situación es la de hogares que crecieron: quienes contaron con adultos mayores tendieron a considerar las necesidades de estas personas (como habitar pisos menos altos para evitar las escaleras o contar con áreas caminables en los alrededores de la vivienda). Asimismo, las personas que formaron familia y tuvieron hijos empezaron también a buscar espacios más amplios y seguros. Sus niños todavía no estaban en edad escolar, por lo que cercanía al colegio no era una prioridad. En ambas situaciones, el cambio residencial supuso desplazamientos hacia las periferias, donde los espacios son más amplios y los alquileres más baratos, aunque ello significó desplazamientos más largos a los lugares de trabajo. Más entrevistas a personas con familia son empero necesarias para comprender el impacto del ciclo familiar en las trayectorias migrantes.
Conclusiones

Contar con redes sociales amplias y diversas ofrece muchas ventajas, por lo que son un recurso fundamental para los sectores populares y grupos migrantes. Sin embargo, encontramos de modo repetido que las redes sociales de las personas migrantes venezolanas no son solo pequeñas, sino con contactos volátiles. Si bien pueden existir distintas explicaciones para ello, como los altos niveles de confianza interpersonal y criminalidad en barrios populares (Auyero, 2002; Roberts, 2011), o el costo alto de mantener estas relaciones debido a las obligaciones que estas suponen (González de la Rocha, 2020), encontramos que la alta movilidad residencial (junto a las rutinas intensas de trabajo) contribuye sustancialmente a tener redes sociales pequeñas y a que estas sean poco estables.
La preferencia por vivir cerca (o al menos en lugares conectados) a los lugares de empleo, lleva a las personas migrantes a residir en el mercado de vivienda informal en zonas consolidadas de la ciudad, esto es, en lugares segregados junto a los sectores populares locales. Si bien estas ubicaciones podrían facilitar el contacto e integración con estos sectores, no encontramos mayores señales de integración entre peruanos y venezolanos (redes exogámicas). Más aún, las trayectorias residenciales de personas venezolanas muestran no solo una tendencia hacia la segregación residencial, sino además hacia el aislamiento social. Encontramos que las rutinas de trabajo y los movimientos residenciales de las personas migrantes contribuyen de forma palpable a dificultar el establecimiento y mantenimiento de relaciones sociales. Como vimos, este alto aislamiento social tiene consecuencias para este grupo dentro del mercado de vivienda, pues supone desventajas y costos mayores en el mismo. Es probable que este aislamiento o falta de vínculos genere también vulnerabilidad en otras esferas. Precisamente, vimos que las personas migrantes tienden a resolver sus problemas solos, con la ayuda de sus pocos vínculos estables, con la ayuda de sus vínculos desechables o con la ayuda de personas con quienes tienen relaciones circunstanciales. Esta situación supone una forma particular y preocupante de vulnerabilidad social.
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[2] Datos calculados para Lima Metropolitana a partir de la Encuesta Nacional de Población Venezolana –ENPOVE– 2022, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
[3] Cifras del INEI señalaban un crecimiento de la vivienda de alquiler en los años previos a la llegada de la población venezolana, del 16.5% de las viviendas en 1993 al 23.9% en el 2017 (ver García et al. 2022). La llegada de la migración venezolana a Lima supone un aumento de aproximadamente un millón de personas nuevas en el mercado de alquiler.
[4] Se entiende por segregación residencial a la distribución desigual de población de determinadas características (raza, clase, religión, edad, etc.), dando lugar a concentraciones de estos grupos en el espacio urbano (Massey y Denton 1988).
[5] Las definiciones de los estratos o niveles socioeconómicos (Alto, Medio, Medio-Bajo, Bajo y Muy Bajo) son las usadas por INEI. Los estratos se definen a partir de estimaciones de ingreso en el hogar, el cual se calcula a partir de variables calidad de la vivienda, servicios, tasa de dependencia en el hogar y población activa provenientes del censo 2017.
[6] De forma consistente, las personas peruanas rechazaron otorgar entrevistas cuando quien entrevistaba era una persona venezolana.
[7] En el caso de las personas peruanas, el momento llamado “momento de llegada” se refiere al momento en que empezaron su trayectoria en el mercado de vivienda de alquiler, generalmente, el momento en que dejaron el núcleo familiar de sus padres o en algunos casos el momento de llegada a Lima.
[8] Es importante señalar una diferencia entre preguntar a las “personas que conocen” y las “personas a las que pedirían ayuda”. Al preguntar por personas a las que se pediría ayuda nos limitamos a un círculo relativamente cercano de personas con las que la persona puede contar en diversas circunstancias.
[9] Entre las entrevistas recogidas, para el periodo entre 2018 y el 2022, encontramos historias con un mínimo de tres movimientos y un máximo de 12 movimientos.
[10] Dos personas entrevistadas representan casos intermedios de estos dos grandes modelos, siguiendo una lógica u otra en distintos momentos de sus trayectorias.
[11] Todos los nombres han sido cambiados para proteger el anonimato de las personas entrevistadas.
[12] Nótese que la información sobre nivel socioeconómico se encuentra a nivel distrital. La información a nivel manzana solo se encuentra disponible de modo impreso en INEI (2020), más no en formato digital. Se debe entender que las zonas más periféricas concentran mayor porcentaje de hogares de nivel socioeconómico Muy Bajo.
[13] Personas que permanecieron como parte de sus vínculos a lo largo de los años.
[14] Personas que desaparecieron como parte de sus vínculos desde el “momento de llegada” al “momento actual”.
Instrumento para la gobernanza
(ecuación 1)
Figura 1. Estructura del índice de participación efectiva
(ecuación 2)
(ecuación 3)
Instrumento para la gobernanza
|
Alfa de Cronbach |
Consistencia |
|
а ≥ 0.90 |
Excelente |
|
0.70 ≤ a < 0.90 |
Buena |
|
0.60 ≤ a < 0.70 |
Aceptable |
|
0.50 ≤ a < 0.60 |
Pobre |
|
a < 0.50 |
Inaceptable |
Tabla 1. Niveles de Alfa de Cronbach
Fuente: Elaboración propia.
Tabla 2. Características de los planes en los cuales se aplicó del índice
Fuente: Elaboración propia.
|
Territorial |
Objetivo/propósito del plan |
Siglas del plan |
|
Aburrá Sur |
PEAM de Itagüí de 2017, es un instrumento enfocado a la construcción de estrategias y decisiones para lograr una cultura ambiental, ética y sostenible en los municipios donde se implemente. |
PEAM |
|
Támesis |
Plan de Ordenamiento del Recurso Hídrico de 2019 para el periodo 2019-2029 del Río San Andrés, es un plan que realiza el ordenamiento del recurso hídrico, el cual posibilita su intervención, con el fin de estudiar el cuerpo de agua y garantizar a partir de la investigación el sostenimiento del ecosistema a corto, mediano y largo plazo. |
PORH |
|
Aburrá Norte |
Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica del Río Aburrá de 2018. Este plan tiene como objetivo principal la armonización de las distintas herramientas de gestión ambiental de cada municipio que está dentro del área de incidencia de la cuenca, y se incluye en la gestión del riesgo para identificar amenazas y vulnerabilidades que puedan restringir o condicionar el uso o el aprovechamiento del territorio y sus recursos naturales. |
POMCA |
|
Citará |
Distrito de Manejo Integrado Cuchilla Jardín Támesis de 2010. “Es considerado un espacio de alta riqueza natural, que, por razones ambientales o socioeconómicas, se delimitan bajo el principio de desarrollo sostenible” (Corantioquia y Galvis López, 2010, p.1). |
DMI |
Instrumento para la gobernanza
Figura 2. Cálculo de las dimensiones del Índice General de Participación Efectiva de los instrumentos de planeación, priorizados como casos de estudio
Figura 3. Principales motivaciones de la población que participó en los instrumentos de planeación ambiental
Fuente: Elaboración propia.
Instrumento para la gobernanza
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