Publicado

2011-07-01

Caracas, ciudad histórica diversa: Aproximación a la valoración espaciotemporal de los tejidos urbanos

Caracas, diverse historic city. Spatio-temporal approach for the assessment of Urban Tissues

Caracas, cidade histórica diversa. Aproximação ao espaço-tempo de avaliação do tecido urbano

Palabras clave:

Caracas, diversidad histórica, valoración espacio-temporal, tejidos urbanos. (es)
Caracas, historic diverse, spatio-temporal assessment, urban tissues. (en)
Caracas, diversidade histórica, valoração espaço-temporal, tecidos urbanos. (pt)

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Autores/as

  • Carola Herrera Napoleón Universidad Central de Venezuela
Ante la fragmentación del espacio urbano de Caracas y la confluencia de nuevas formas de crecimiento, se re-crea un modo de intervención basado en la valoración espaciotemporal de las partes de la ciudad. La hipótesis que se maneja es que cada fragmento urbano tiene características espacio-temporales que le confieren un valor histórico propio y da lugar a reinterpretar a Caracas como una ciudad histórica diversa en toda su extensión. Tomando en cuenta que la base de su existencia parte de las nociones de espacio y tiempo, se plantea como objetivo comprender la fijación del tiempo en las formas que construyen el espacio para establecer relaciones que permitan un acercamiento a la diversidad de formas de intervención. Finalmente, se valida la hipótesis de que la ciudad es un continuo espacio-tiempo en constante transformación, en la cual cada fragmento contiene una carga de historia en diferentes grados, por lo que es viable considerar intervenciones diferenciales mediante políticas urbanas de reciclaje, renovación, habilitación en cada tejido del territorio urbano.
Faced with the fragmentation of Caracas’ urban space and the confluence of new forms of urban growth, a way of intervention based on the spatio-temporal assessment of the city’s parts is recreated. The hypothesis proposed considers that each urban fragment has spatio-temporal characteristics with its own historic value, in essence giving rise that Caracas is represented as a diverse historic city in all its extension. Taking into account that, the base of its existence, partial knowledge of space and time, it raises the question of how to aim at understanding the fixing of time in forms that are building the space to build relationships, that allow an insight to diversity in forms of intervention. Finally, validating the hypothesis considering that the city is a continuous space under constant transformation, in which each fragment contains history in different degrees making it viable to consider differential interventions through urban policies of recycling, renovation, empowering each tissue of the urban territory.
Em face à fragmentação do espaço urbano de Caracas e à confluência de novas formas de crescimento, recrea-se um modo de intervenção baseado na valoração espaço-temporal das partes de cidade. A hipótese apresentada é que cada fragmento urbano tem características espaço-temporais que lhe dá um valor histórico próprio e deixa reinterpretar Caracas como uma cidade histórica diversa em toda sua extensão. Levando em conta que a base da sua existência parte das noções do espaço e de tempo formula-se o objetivo de compreender a fixação do tempo nas formas que constroem o espaço para estabelecer relações que permitam uma aproximação à diversidade de formas de intervenção. Finalmente, se valida à hipótese que a cidade é uma continuidade espaço-tempo em transformação constante, na qual cada fragmento tem uma carga histórica em diferente nível, pelo qual é possível considerar intervenções diferenciais por meio de políticas urbanas de reciclagem, renovação, habilitação em cada tecido de território urbano.

Caracas, ciudad histórica diversa*
Aproximación a la valoración espaciotemporal de los tejidos urbanos

Caracas, diverse historic city.
Spatio-temporal approach for the assessment of Urban Tissues

Carola Herrera Napoleón
Docente e investigadora asistente del Instituto de Urbanismo,
Universidad Central de Venezuela, Venezuela.
arq_carolahn@yahoo.es

* Artículo derivado del proyecto de tesis titulado “La unidad en la diversidad de formas de crecimiento urbano. ¿Caracas, ciudad híbrida?” para optar al grado de doctora en Urbanismo, en el Instituto de Urbanismo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela.
Recibido: 25 de febrero de 2011 Aprobado: 3 de noviembre de 2011


Resumen

Ante la fragmentación del espacio urbano de Caracas y la confluencia de nuevas formas de crecimiento, se re-crea un modo de intervención basado en la valoración espaciotemporal de las partes de la ciudad. La hipótesis que se maneja es que cada fragmento urbano tiene características espacio-temporales que le confieren un valor histórico propio y da lugar a reinterpretar a Caracas como una ciudad histórica diversa en toda su extensión. Tomando en cuenta que la base de su existencia parte de las nociones de espacio y tiempo, se plantea como objetivo comprender la fijación del tiempo en las formas que construyen el espacio para establecer relaciones que permitan un acercamiento a la diversidad de formas de intervención. Finalmente, se valida la hipótesis de que la ciudad es un continuo espacio-tiempo en constante transformación, en la cual cada fragmento contiene una carga de historia en diferentes grados, por lo que es viable considerar intervenciones diferenciales mediante políticas urbanas de reciclaje, renovación, habilitación en cada tejido del territorio urbano.

Palabras clave: Caracas, diversidad histórica, valoración espacio-temporal, tejidos urbanos.

Abstract

Faced with the fragmentation of Caracas’ urban space and the confluence of new forms of urban growth, a way of intervention based on the spatio-temporal assessment of the city’s parts is recreated. The hypothesis proposed considers that each urban fragment has spatio-temporal characteristics with its own historic value, in essence giving rise that Caracas is represented as a diverse historic city in all its extension. Taking into account that, the base of its existence, partial knowledge of space and time, it raises the question of how to aim at understanding the fixing of time in forms that are building the space to build relationships, that allow an insight to diversity in forms of intervention. Finally, validating the hypothesis considering that the city is a continuous space under constant transformation, in which each fragment contains history in different degrees making it viable to consider differential interventions through urban policies of recycling, renovation, empowering each tissue of the urban territory.

Keywords: Caracas, historic diverse, spatio-temporal assessment, urban tissues.

Resumo

Em face à fragmentação do espaço urbano de Caracas e à confluência de novas formas de crescimento, recrea-se um modo de intervenção baseado na valoração espaçotemporal das partes de cidade. A hipótese apresentada é que cada fragmento urbano tem características espaço-temporais que lhe dá um valor histórico próprio e deixa reinterpretar Caracas como uma cidade histórica diversa em toda sua extensão. Levando em conta que a base da sua existência parte das noções do espaço e de tempo formula-se o objetivo de compreender a fixação do tempo nas formas que constroem o espaço para estabelecer relações que permitam uma aproximação à diversidade de formas de intervenção. Finalmente, se valida à hipótese que a cidade é uma continuidade espaço-tempo em transformação constante, na qual cada fragmento tem uma carga histórica em diferente nível, pelo qual é possível considerar intervenções diferenciais por meio de políticas urbanas de reciclagem, renovação, habilitação em cada tecido de território urbano.

Palavras-chave: Caracas, diversidade histórica, valoração espaço-temporal, tecidos urbanos.


Introducción

El presente artículo forma parte de una investigación en curso, en la cual se estudian las nuevas formas de crecimiento urbano de la ciudad de Caracas dentro de la dinámica contemporánea. A partir de algunos avances obtenidos, se establecen relaciones que permiten un acercamiento a la diversidad de formas de intervención que han sido implantadas en los centros históricos en la ciudad de Caracas, basadas en las nociones de espacio y tiempo y que han construido puentes de diálogo entre pasado y presente, centro y periferia.

Los llamados “centros históricos” presentan un patrimonio fundacional que da origen al proceso de urbanización de la ciudad y un patrimonio edilicio muy variado, cuyas características constructivas y espacio-temporales suelen tomarse como punto de partida para definir sucesivos procesos de construcción. Su formación es producto de muchos años de historia, por lo que resultan muy complejos y difíciles de transformar en función de su dureza –valor inmobiliario y/o de uso–. De esta definición se deriva que el centro histórico posee una cualidad simbiótica de espacialidad (centralidad) y temporalidad (historia).

Por su cualidad espacial, el centro histórico tiene que ver con el reconocimiento del lugar que ocupa su forma física en el espacio como centro fundacional de la ciudad. Constituye un punto focal de la ciudad que concentra información, formas de representación y mercados, además de organizar la vida colectiva. El centro es el espacio inicial de la urbe, lugar desde donde se parte, donde se llega y desde donde se estructura la ciudad.

Por su cualidad temporal, el centro histórico se remite a la suma de tiempo pasado, lo que le permite adquirir un significado “auténtico”. De ello se deriva su lógica y su devenir, como un principio ordenador que abre la posibilidad de preservar y potenciar la memoria, de generar sentidos de identidad por función y pertenencia, y de convertirse en plataforma de innovación del conjunto de la ciudad.

En este contexto, en el que se valoran las cualidades espacio-temporales de los “centros históricos”, la investigación amplía la visión del patrimonio al considerarlo desde la mirada urbanística en la metrópoli caraqueña. Esto ha provocado el desplazamiento de la atención a otros sectores de la ciudad para valorar no solo el denominado “centro histórico”, sino también otros espacios, lugares y épocas no considerados antes en la ciudad. De esta manera queda entendido que las actividades de conservación urbana no se terminan en las áreas centrales, ni tampoco en las heredadas del período colonial (áreas tradicionales), sino que atienden tanto el propio inventario de la modernidad (áreas de expansión y áreas de polígono), el cual ha empezado a envejecer, o poblados enteros, como los barrios de ranchos (desarrollos no controlados). En tal sentido, se amplía el tiempo que reconocemos como histórico, donde no solamente se consideran épocas remotas, sino que se incluye también tiempos recientes, refiriéndonos a los años cincuenta y sesenta del siglo XX en la misma composición urbana de Caracas.

La hipótesis que se maneja es que cada fragmento es entendido como una centralidad con características espacio-temporales, que le confieren un valor histórico propio, lo que da lugar a que Caracas sea interpretada como una ciudad histórica diversa en toda su extensión. Ello implica la lectura y la valoración de la historia urbana con base en las relaciones espacio-temporales de los diferentes tejidos que conforman la ciudad. A tal fin, este artículo se estructura en dos partes, que desenlazan en una reflexión final.

En la primera parte, titulada “Una aproximación para la valoración espacio-temporal de los tejidos urbanos”, se estudian las nociones de espacio y tiempo bajo el enfoque clásico y el enfoque relativista para comprender la relación espacio-tiempo de las formas que hacen ciudad. La segunda parte, titulada “Caracas, ciudad histórica diversa”, se enfoca en la estructura morfotipológica y espacio-temporal de la ciudad de Caracas, tomando como base los fragmentos que convergen en los tejidos urbanos.

Finalmente, se reflexiona sobre las nuevas formas de intervención en los fragmentos de ciudad, asumidos como centros históricos de la metrópoli caraqueña, a partir de la valoración espacio-temporal. En estas circunstancias, se considera que la ciudad es un continuo espacio-temporal en constante transformación, en la cual cada parte contiene una carga de historia en diferentes grados, que le confiere dureza y potencial de cambio diferente y, por lo tanto, es viable considerar intervenciones diferenciales mediante políticas urbanas de reciclaje, renovación o habilitación en cada tejido del territorio urbano.

1. Primera parte: una aproximación para la valoración espacio-temporal de los tejidos urbanos

Para aproximarse a la diversidad de formas de intervención de las que han sido objeto los centros históricos en la ciudad, se recurre a unos sistemas de referencia que constituyen el fondo lógico que permite relacionar los diferentes elementos urbanos. Al respecto, Rossi (1982: 240) expresa que “la ciudad sólo puede ser definida refiriéndola al espacio y al tiempo”. Estas nociones conceptuales constituyen la base sobre la cual se asienta el estudio de los tejidos de la ciudad de Caracas.

Dependiendo del enfoque bajo el cual se estudien las nociones de espacio y tiempo, y acorde con las particularidades de éstas, se formulan las metodologías, técnicas de análisis y teorías que permiten comprender las diversas formas de intervención sobre el hecho urbano. Éstas son:

  • A partir del enfoque clásico, se razona que el espacio y el tiempo son independientes, de manera tal que pueden definirse, por un lado, ejes de coordenadas espaciales y, por otro, escalas de tiempo. Bajo este enfoque, las nociones de espacio y tiempo develan por su forma aislada la simplicidad de los conceptos en los análisis urbanos. Los fenómenos urbanos se reducen a sus unidades elementales y se concibe el conjunto de la ciudad como una suma del carácter de las unidades.
  • A partir del enfoque relativista, se entiende que el espacio y el tiempo son considerados en una relación espacio-temporal única, de cuatro dimensiones, por cuanto las tres dimensiones del espacio se complementan con el tiempo, que asume el rol de una cuarta dimensión. Éstas se encuentran entrelazadas y Caracas, ciudad histórica diversa se mueven en el mismo sentido, compartiendo continuidades, rupturas e irreversibilidades. En este enfoque, las nociones de espacio y tiempo develan, por su condición conjunta, la complejidad de los conceptos en los análisis urbanos. Se vinculan fuertemente, se influencian entre sí y adquieren fuerza cuando se analizan cada una de las partes de la ciudad.

Tomando en cuenta la incidencia de las nociones de espacio y tiempo como sistemas de referencia en los análisis urbanos, interesa comprender la fijación del tiempo en las formas que construyen el espacio. Para ello, el espacio y el tiempo se estudian, primero, bajo el enfoque clásico de forma aislada, y luego, bajo el enfoque relativista, en conjunto, como una unidad espacio-temporal.

Las explicaciones y descripciones expuestas provienen de diferentes campos disciplinares. A través de la ciencia se dimensiona el alcance de las nociones conceptuales de espacio y tiempo, mientras que a través de los discursos literarios se intenta comprender la forma que adquieren las ciudades cuando se les otorga un significado o un sentido a las nociones de espacio y tiempo como sistemas de referencia.

Aunque se pudiera pensar que se manejan explicaciones y supuestos aparentemente incompatibles, por cuanto las ideas provienen tanto de las ciencias como de los discursos literarios, se justifican para comprender desde diversas disciplinas la esencia de la hipótesis planteada. La idea es vincular, complementar y concertar en cada una de estas nociones conceptuales las explicaciones sugeridas por distintas disciplinas y diversos autores, para abordar el tema con mayor precisión y con un sentido más amplio y reflexivo.

1.1 Enfoque clásico: espacio-tiempo

Bajo el enfoque clásico las nociones conceptuales de espacio y tiempo se amparan en los axiomas de la física clásica propuestos por Newton. Este científico concebía al espacio absoluto como “un continuo vacío, una extensión absoluta, inmóvil, inmaterial e independiente, en la que están y se mueven los objetos y a su vez, pensaba que la naturaleza del espacio consiste en la posición relativa de unos cuerpos respecto a otros”(Vives, 2006: 134). A tal efecto, los cuerpos tienen, necesariamente, dos tipos de posiciones espaciales, una posición absoluta respecto al espacio absoluto, y una posición relativa respecto a los demás cuerpos del universo.

El espacio newtoniano proporciona un marco de referencia absoluto, dentro del cual los elementos pueden moverse. Newton presupone la existencia del espacio como un vacío infinito y homogéneo, en el que no hay distinción alguna entre las diferentes partes o regiones del espacio, por lo que cada objeto ocupará una posición perfectamente determinada.

De este enfoque se desprende que el espacio urbano existe como marco de referencia, independientemente de los elementos que lo conforman. Su forma es el resultado de la acumulación de datos urbanos y depende de la relación entre los mismos. En estas circunstancias, los fragmentos urbanos asientan su forma en la ciudad mediante la interacción de sus elementos compositivos.

Esta visión del espacio posibilita que la interacción entre los distintos componentes pueda suscitar una infinita diversidad de tejidos urbanos. Al variar y/o combinar las posiciones relativas de sus elementos compositivos, y su posición absoluta con respecto al espacio urbano, logra proyectar nuevas partes de ciudad con un significado propio.

En relación con el tiempo, se hace uso del flujo incesante y unidireccional del mismo, que consiste en pasar de un pasado que ya no existe, a un presente cuyo ser consiste en pasar al futuro que todavía no es. El tiempo absoluto, concebido por Newton, “fluye homogénea y uniformemente con independencia de los cuerpos materiales del universo” (Vives, 2006: 138). De esta manera, se ordenan los acontecimientos con arreglo a su pertinencia con el pasado, presente o futuro y uno con respecto al otro.

El tiempo como sistema de referencia es considerado una línea recta, infinita en ambas direcciones y eterna en el sentido de que siempre había existido y seguirá existiendo. El modo en el que el tiempo es interpretado forma parte de las distintas estrategias de intervención urbana, en las que se reduce a un único significado dominante en la ciudad, que eclipsa los otros posibles significados que en ella se pueden suscitar.

Ahora bien, en la obra El jardín de los senderos que se bifurcan, de Borges (1941: 114-115), se considera la temporalidad como algo atrapado en el infinito. El autor presenta “una trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarcando todas las posibilidades”. En el análisis de esta obra, Calvino (1994) propone la idea de contener el tiempo infinito que describía Borges. Para ello identifica, entre todas las posibilidades de tiempos descritos por Borges, unas ramificaciones temporales que a veces se topan y otras no. Con este enfoque, y tomando en cuenta lo que predicaba Newton, atesora el tiempo puntual y el tiempo de la voluntad, con lo cual impone un orden y un límite para darle un sentido y significado a un tiempo que se presenta como eterno.

El tiempo puntual, “compuesto por un presente subjetivo y absoluto” (Calvino, 1994: 247), es voluble y caprichoso al tratar de perpetuar los hechos consumados; el presente absoluto es el mismo para todos en cada momento. En la interpretación del tiempo puntual, las características del presente y del futuro urbano se desvanecen a favor de un patrimonio en el que permanecen las ideas que expresa, forzando su presencia como categoría extratemporal que recorre la línea del tiempo.

La consideración de este tiempo propone un efecto en el cual “el tiempo y el espacio se anulan en un eterno estar aquí y ahora” (Bordes, 1996: 32). Este esfuerzo de inmovilizar el tiempo y el espacio es congruente con las políticas de renovación de los centros históricos, con las limitaciones de los enfoques conservacionistas, donde se privilegia lo antiguo, bajo denominaciones historicistas. Bajo este enfoque, la conservación es entendida como la perpetuación de una sola versión de los hechos consumados. En tal sentido, se asocia con la idea del purismo en restauración, la cual propone liberar al monumento de alteraciones y adiciones posteriores.

En esta conceptualización del tiempo, el patrimonio, como entidad histórico-artística, se conserva en forma individualizada, es decir, de edificio a edificio y no en términos de ciudad. Esta política de la individualización fue propuesta inicialmente por Quatremère de Quincy (1796) y seguida en la restauración de edificaciones como la iglesia de Notre Dame de París, realizada por J. B. Lassus y Viollet-Le-Duc (1842). En esta propuesta, las piezas patrimoniales son consideradas expresiones de la cultura urbana, lo que les confiere un rol fundamental a la hora de preservar su supervivencia. La necesidad de preservar el patrimonio forzando su presencia se manifiesta como categoría extratemporal que recorre la línea del tiempo.

En la actualidad, la manera más evidente y difundida del uso del tiempo puntual es en las ciudades históricas, presionadas por los efectos del turismo, donde las características del presente y del futuro urbano se desvanecen a favor de un patrimonio que recrea el pasado en escenografías urbanas en las que permanecen las ideas que expresa.

De este modo, el tiempo puntual tiene su correspondencia con el “espacio histórico” retratado por Schlögel (2007: 72), en el cual, los efectos de una época o un Estado, constituidos por grandes colectivos, en un tiempo medido en siglos o milenios, deja permanentemente su huella en el espacio.

Por su parte, el tiempo de la voluntad “es el tiempo de una acción decidida de una vez por todas en la que el futuro se presenta irrevocable como el pasado” (Calvino, 1994: 247). Con la voluntad, en imperativo, se apunta a un tiempo inapelable, definitivo, inexorable, decidido, resuelto e instantáneo, en el cual se elige una posibilidad entre otras. Es el tiempo que se proyecta en un futuro lineal y unidireccional.

De esta actitud de orientación hacia el futuro, se deduce un interés por la actuación en el presente para cambiar el pasado y la tradición. De hecho, el presente es interpretado a la luz del futuro deseado como transición y como oportunidad para hacer cambios radicales. En tal sentido, el presente resulta un instrumento para alcanzar el futuro.

El tiempo de la voluntad se relaciona con los enfoques desarrollistas, en los que se practica la transformación real de la ciudad heredada, mediante la cual se instrumentalizan los procesos de destrucción que la afectan, en su calidad de operaciones que se constituyen como un paso imprescindible para proceder a la reconversión funcional de la ciudad. Estas transformaciones se fundamentan en motivos económicos, y se encuentran sustentadas por una modernidad triunfante, en la que la tecnología asume un valor conmemorativo que va más allá del valor funcional.

Bajo este enfoque se plantea la negación de lo antiguo por lo nuevo fundamentada en el “fin de la historia”, porque la renovación se vacía de referentes históricos. A esta narrativa se asocia el pensamiento moderno, en el cual la idea de progreso promueve una fuerte reacción contra el pasado y la tradición, y una visión del mundo que privilegia la perspectiva del futuro.

“El futuro es la categoría fundamental que introduce la modernidad, todo por llegar se considera mejor que lo acontecido, supuesto que se deduce de la idea de progreso. Con esta certeza, el futuro lo es todo, importa poco sea cual fuere, siempre será mejor que el presente” (Sotelo, en González, 2002: 147).

El futuro acontece en otro lado, mientras que el presente es pasado. De este modo, se habita un tiempo perdido, que transcurre en una época que no hace historia en la perspectiva del progreso. En tal sentido, la modernidad es, a la vez, desintegración y proyección de un espacio en el cual se eliminan las huellas del pasado.

La percepción característica del tiempo de la voluntad es coherente con la concepción del “espacio de la naturaleza” descrito por Schlögel (2007: 72), espacio en cierto modo suprahistórico, que para construirse ha necesitado millones o miríadas de años, y apenas deja huella.

Bajo este enfoque, las nociones conceptuales de espacio y tiempo se presentan en unas condiciones absolutas, homogéneas e infinitas. Aunque son manejadas de modo aislado, se establecen vínculos entre ambas nociones para que funcionen como sistemas de referencia para la comprensión de los centros históricos de la ciudad. El espacio es un gran contenedor donde se mueven los cuerpos materiales, y el tiempo es un flujo universal que se mueve en una dirección, independientemente de la existencia de objetos externos. El significado o el sentido que adquieren el espacio y el tiempo están sujetos a la incorporación de elementos exógenos, con lo cual se establecen límites o fronteras formales. Así, se reconoce que la forma que adopta la ciudad resulta ajena a las nociones del espacio y el tiempo por cuanto se le atribuye a la incorporación de elementos con un valor propio.

1.2 Enfoque relativista: espacio-tiempo

La concepción de la noción de espacio-tiempo se enmarca en la teoría de la relatividad de Einstein (1905), por cuanto alude a la necesidad de considerar unificadamente la localización geométrica en el espacio y el tiempo, atendiendo que la diferencia entre componentes espaciales y temporales es relativa, según el estado de movimiento del observador. Esta teoría plantea el hecho fundamental de que “el espacio es inseparable del tiempo, de manera que el universo existe en la cuarta dimensión del espacio-tiempo, y no en las condiciones absolutas que aportaba Newton” (Vives, 2006: 265).

Visto desde este enfoque, en las ciudades “el espacio integra todos esos tiempos proporcionándoles una base concreta […] su originalidad nace exactamente de que las combinaciones de tiempos particulares, están marcadas fuertemente por el elemento donde esos tiempos teóricos, se integran para dar lugar a una especie de tiempo real” (Santos, 1990: 63). Así, cada elemento en el espacio urbano puede contener una determinada red de acontecimientos que componen su actual momento, por lo tanto, no existe nada equivalente a un estado presente absoluto.

Al respecto, Ratzel (en Schlögel, 2007: 16), expresa que “en el espacio leemos el tiempo” por cuanto cada espacio tiene un tiempo contenido. Esta idea invita a descifrar e interpretar cada fragmento urbano para su valoración y reconocimiento. Asimismo, al considerar las huellas del pasado y lo que es característico de cada tiempo, queda expresada la idea según la cual “la forma de la ciudad es la forma de un tiempo de la ciudad” (De Las Rivas, 1992: 134). En tal sentido, se reconoce que la manifiesta singularidad de los elementos urbanos dimana de su concepción histórica. En todo caso, para comprender la forma urbana resultante lo importante es tener claro el significado que asumen los distintos elementos compositivos de los tejidos urbanos y su actuación dentro de las estructuras urbanas desde los momentos en que se concibe su planeamiento.

En las ciudades se registra el “tiempo plural y ramificado”, que expone Calvino en el análisis de El jardín de los senderos que se bifurcan (1994: 247), en el cual cada presente se bifurca en dos futuros, formando una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. En el tiempo de la composición se integran posiciones disímiles, y en él todos los sucesos tienen la misma probabilidad, sin ambigüedades ni contradicciones. Precisamente, esta idea de infinitos universos en los que todas las posibilidades se realizan en todas las combinaciones posibles es la concepción del tiempo plural, que reina en la literatura de Borges.

Desde esta perspectiva se impulsa al ensamblaje en el cual el pasado, el presente y el futuro coinciden en el territorio urbano y se entretejen en una misma composición, concediéndole un carácter diferente. Ello implica la creación de un nuevo orden, que surge de la necesidad de lograr un consenso colectivo que respete los múltiples órdenes que coexisten y no la hegemonía de uno de ellos.

“Todo lo que existe articula el presente y el pasado, por el hecho de su propia existencia. Por esta misma razón, articula igualmente el presente y el futuro” (Santos, 1990: 22). Es un tiempo que propone la relación de lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno. Por lo tanto, la novedad no es absoluta; lo nuevo se nutre de lo antiguo como fuente, pero no lo niega, tan es así que lo antiguo debe ser reconocido.

En este sentido, el tiempo realiza una función integradora, reconciliadora entre lo anterior y lo reciente, permitiendo la inserción de piezas nuevas en contextos existentes, asignándoles significados diferentes. Este planteamiento del tiempo hace posible que alguno de los elementos esté presente para testimoniar una continuidad, mientras que otros se pierden o transforman notablemente. Las huellas o trazas del pasado son las que mejor se ajustan en la continuidad urbana, porque es la suma de valor y tiempo la que asigna la posibilidad de identificar varias lecturas superpuestas, cada una de las cuales corresponde a una fase del proceso.

Por su parte, Bloch (1965) expresa que la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Esta idea proporciona un argumento que evidencia la continuidad del pasado en el presente y en el futuro. Asimismo, plantea la familiaridad y parecido con un ayer, que se veía distante y diferente.

Proust emprendió, hace más de cien años, en À la recherche du temps perdu (escrita y publicada entre 1908 y 1927), la búsqueda del tiempo perdido. En esta tarea Proust reconoce que los diversos aspectos de la historia están meticulosamente entretejidos, como pasado y presente, como recuerdos y observaciones, los cuales son posibles de fusionar dentro de una misma composición. Específicamente, en el último volumen, el capítulo titulado “El triunfo sobre el tiempo” narra cómo el artista puede preservar el tiempo con su mismo frescor a través del arte (Proust, 1972: 215). Según Proust, el pasado reaparece constantemente como los recuerdos llamados por la memoria. Plantea que es posible recuperar el tiempo y el espacio, reuniendo distintas impresiones en una composición diferente.

El espacio-tiempo involucrado en la memoria reviste una especial importancia para la comprensión de la forma urbana. A través de la memoria es posible visibilizar rasgos del pasado, de manera que aquellas ausencias reaparecen tácitamente en la composición urbana que se va a intervenir para transformarla en otra composición significativa. El papel activo de la memoria se subraya con la ideación, por cuanto la memoria no se limita a registrar o producir mecánicamente el pasado, sino que a través de los recuerdos se realiza un verdadero trabajo de selección, de reconstrucción y, en ocasiones de transfiguración o idealización de lo urbano en un espacio-tiempo presente.

Los recuerdos llamados por la memoria se sedimentan en lo urbano, lo cual hace que se establezca una realimentación del pasado en el presente en un mismo espacio. Así, se producen desequilibrios potenciales entre la conciencia patrimonial y la renovación urbana, por cuanto se acumulan experiencias y se retoman las proyecciones de algo que ya no está con miras al futuro más inmediato.

Con la aplicación teórica de la relación espacio-tiempo sobre el hecho urbano, renace la ciudad como el espacio que contiene la suma de diversas épocas y cuantiosas transformaciones físicas y sociales, y de diferentes procesos históricos. De ahí se reafirma el planteamiento de Bohigas (1969: 73), quien expresa que todas las ciudades son históricas y que además toda la ciudad es histórica, aunque sus partes lo pueden ser en diferentes grados y valoraciones.

Bajo este enfoque, el tiempo refiere al espacio y el espacio refiere al tiempo, por lo que son considerados de forma unificada en la noción de espacio-tiempo. Ésta se presenta como relativa, por cuanto depende del estado de movimiento del observador, es finita, plural y compleja. Las diversas alternativas de relaciones espacio-temporales del pasado, del presente y del futuro se entretejen, se combinan y se solapan sobre la ciudad y se materializan en los tejidos urbanos (García, 2004). En estas condiciones, los recuerdos llamados por la memoria se mantienen vivos en las composiciones urbanas.

2. Segunda parte: Caracas, ciudad histórica diversa

La conformación de la estructura urbana de las ciudades venezolanas ha estado acentuada por la diversidad, la heterogeneidad y la complejidad de su territorio urbano. Las formas de configuración de las ciudades han dado origen a una acumulación de fragmentos heterogéneos, poco articulados, constituidos como periferias internas o nuevas centralidades, que obedecen a distintas lógicas de organización. A este escenario se le asocia la heterogeneidad multitemporal, en la cual coexisten distintas etapas históricas, que se proyectan en los modos de organización del espacio.

Gómez Álvarez (2001) se refiere a la fragmentación como una tendencia creciente a la autosuficiencia cada vez mayor de las partes que conforman la ciudad, suprimiéndolas de su mutua interrelación, hasta el extremo de cuestionar el concepto mismo de ciudad como un sistema total. Cada uno de estos fragmentos tiene características espaciales y temporales propias, constituyendo un sistema urbano específico dentro de la ciudad. Su configuración impulsa a la dispersión y al aislamiento en la ciudad hasta el punto de dificultar la percepción de la misma como un todo unificado. Esta ruptura espacial se manifiesta en una serie de problemáticas urbanas, tales como desigualdad en la distribución de los servicios y la imposibilidad de hacer un uso efectivo y plural del espacio público urbano.

Espacialmente, la estructura urbana caraqueña evidencia su fragmentación a través de las claras diferencias entre los tejidos que la conforman (figura 1). Marcano (1998) categoriza morfológicamente cuatro ámbitos que corresponden a los tipos de tejidos identificados en la metrópoli caraqueña: áreas tradicionales, áreas de ensanche o crecimiento por expansión, áreas de polígono y áreas de desarrollo no controlado.

- Áreas tradicionales: conforman el núcleo original de fundación y su estructura urbana se organiza mediante la utilización de la retícula como un trazado geométrico que obedece al modelo colonial, dispuesto en las Leyes de Indias de Felipe II. En esta tipología urbana está presente la alineación de edificaciones sin retiros hacia las calles, creando paredes urbanas continuas y constituyendo formalmente la “calle corredor”. Con esta característica, en Caracas se identifican las áreas de cascos, cuya estructura tradicional se configura por la prolongación de las calles, teniendo a la plaza original como centro y la construcción de manzanas cerradas con vacíos y patios internos. Estas áreas son visualizadas bajo la condición de centralidad, en la cual la plaza se convierte en el centro geométrico donde confluye la vida de la comunidad. Asimismo, este tipo de tejidos evidencia una amplia capacidad de crecimiento, por la simple extensión de sus calles en todas sus direcciones, independientemente de las condiciones del terreno (figura 2).

- Áreas de crecimiento por expansión: en esta categoría se cia al desarrollo de la vialidad, se separa el peatón del vehículo, se encuentran todas las “áreas de ensanche” que en el proceso de ocu-incorpora el concepto de unidades autosuficientes como elemenpación del territorio han aumentado el perímetro de la ciudad, ya tos clave de la nueva estructura urbana moderna y se segregan las sea por la prolongación de la cuadrícula urbana o por la incorpora-funciones (fragmentos monofuncionales). Dentro de las áreas de ción del esquema de urbanización aislada. Este patrón de crecimien-expansión o ensanche se suscitan dos tipologías de tejidos urbanos to resulta de la aplicación del Plan Regulador de 1951, enmarcado como respuestas privadas para diseñar la ciudad: “las urbanizacioen la teoría urbana del Movimiento Moderno, que se caracteriza por nes” como variantes del esquema de la ciudad jardín y “los conjuntos el concepto de zoning (zonificación) orientado hacia la aplicación multifamiliares” construidos a gran escala, siguiendo los conceptos de controles cuantitativos, a partir del cual se le asigna importan-que se integran en el Plan Voisin de Le Corbusier (figura 3).

- Áreas de polígono: se refieren a macroparcelas con predominio del vacío sobre el lleno, rodeadas por sectores de ciudad con nuevos usos, nuevas densidades y dinámicas urbanas que ejercen presión sobre estos terrenos que, por sus dimensiones, permiten grandes desarrollos inmobiliarios, los cuales son construidos como piezas únicas centradas sobre ellas mismas, asignándoles cierta singularidad a estos tejidos dentro de la estructura urbana caraqueña. Ahora bien, considerando la importante participación del vacío, estas áreas resultan idóneas para implantar el segundo discurso moderno que parte, necesariamente, del vacío como único camino para el desarrollo de una nueva ciudad. La red de espacios públicos se configura de forma fluida, no está cartesianamente definida por los bordes, sino que se delimita de manera compleja, no simétrica, no perceptible desde el espacio de la calle. Dentro de esta tipología resalta la separación de la movilidad vehicular de la peatonal. Las redes de transporte, como nuevo símbolo de la modernidad, se independizan de la trama con la cual aparecen los espacios residuales (figura 4).

- Áreas de desarrollo no controlado: también conocidas como los barrios de ranchos en Venezuela1, llegan a ocupar en algunos casos más del 50% de las ciudades. Estas áreas son producto del oportunismo, por el que la sociedad marginada se aprovecha de los intersticios que deja la ciudad organizada para dar paso a formas de crecimiento espontáneo y al margen de la normativa urbana. Su estructura urbana es compacta y la trama es orgánica, adaptada a las condiciones geográficas que ocupan, parecida a la de las ciudades medievales, pero sin sus iglesias, castillos, plazas y mercados. Se caracteriza por su discontinuidad con respecto al tejido tradicional o regulado, por la carencia de espacio público y su difícil incorporación a la red de servicios, signada en muchos casos por su accidentada topografía. Su localización no atiende a patrones con estructuras urbanas reconocibles. Sin embargo, a pesar del aspecto caótico, ellas presentan un orden intrínseco muy poco perceptible y una trama social significativa y relevante para sus residentes que sirve para delimitar condominios2 y otras unidades socio-territoriales. Se distinguen dos grandes tipos, las áreas de rancho consolidadas, que se encuentran formadas desde hace mucho tiempo y que en mayor o menor grado cuentan con los servicios básicos y con comunidades socialmente estables, y las de reciente formación, con niveles precarios de servicios y grupos sociales disgregados. En cuanto al espacio público, éste carece de un diseño geométrico definido y se reduce a las redes peatonales (escaleras y pequeños vacíos intersticiales) como estructuradoras de la ciudad, con lo cual delimita condominios, reconoce la topografía y demarca lo privado. A pesar de lo intrincado de su expresión morfológica, en este tipo de tejidos se valora con mucho ímpetu el escaso espacio público como un lugar de múltiples instancias, donde se desarrolla la vida comunitaria (figura 5).

De este modo, Caracas evidencia en su constitución, un conjunto de tejidos heterogéneos y desarticulados entre sí, que reflejan la fragmentación de la ciudad. Aunada a esta situación, se percibe poca legibilidad urbana como consecuencia de la aparente incompatibilidad de los fragmentos liderados por la discontinuidad espacial.

Ahora bien, dentro del mosaico urbano de la ciudad, cada tejido implica un pensamiento y la expresión espacio-temporal de una forma de pensar y hacer la ciudad. La particularidad que asumen los elementos compositivos de cada tejido representa, dentro del proceso de configuración urbana de la metrópoli caraqueña, la manifestación de un momento, de una forma de apropiarse del territorio en unas coordenadas espacio-temporales específicas.

De acuerdo con Febres-Cordero (2003), se identifican cuatro períodos de crecimiento de la ciudad de Caracas durante el lapso entre 1830 y 1975, en los cuales la gestión de desarrollo urbano, aunada al extraordinario apoyo económico proveniente de los ingresos petroleros, actuó como un factor determinante en la conformación morfotipológica de la ciudad. Febres-Cordero define las etapas del proceso de crecimiento de la ciudad a partir de los parámetros establecidos por la modernidad arquitectónica caraqueña, al asumir la tesis de lo construido como elemento de configuración de la ciudad.

Al valorar el enfoque de la arquitectura como lenguaje, se traslada el significado de lo construido a las formas de hacer ciudad y ocupar el territorio, cuya lectura se basa en la dialéctica entre el lleno y el vacío de los tejidos urbanos descritos. De este modo, se adopta la siguiente periodización: 1) etapa de anticipación (1830-1935); 2) etapa de surgimiento correspondiente a la primera modernidad (1936- 1948); 3) etapa de consolidación o segunda modernidad (1948-1960); y 4) etapa de continuidad persistente (hasta, aproximadamente 1975). Sin embargo, siendo el interés los tejidos urbanos, se hace la salvedad en el cuarto período definido por Febres-Cordero, el cual se amplía, ya que el proceso de configuración de la ciudad no se ha detenido, dejando la posibilidad de mantener abierto este último período. A continuación se presenta una relación entre las etapas de crecimiento de la ciudad y la expresión morfotipológica de los cuatro tejidos urbanos descritos hasta el momento:

Años 1830-1935

El primer período se inicia con la consolidación de la República y se extiende hasta 1935. Durante esta época, la economía venezolana se caracterizaba por la práctica de actividades agropecuarias poco desarrolladas y de baja rentabilidad, tanto de la agricultura como de la ganadería y la incipiente trasformación de su economía en petrolera.

Previo al hallazgo del petróleo, Venezuela participaba de modo marginal en el mercado mundial como exportador de café, cacao y otros productos agrícolas con una fuerte dependencia de las fluctuaciones de los mercados locales y externos. El desarrollo del sector agrícola estaba siempre amenazado por la precariedad del sistema interno de comunicaciones, así como por la debilidad del mercado local. La caída del precio internacional del café en 1889, unida al incremento de la producción y exportación de este producto en Colombia y Brasil, ocasionó una profunda crisis económica en el principal sector productivo venezolano. Con el hallazgo del petróleo en los años de 1920, se inició la transición crucial de la economía agrícola de exportación a la economía petrolera. No obstante, la crisis económica mundial de 1929 y las guerras mundiales retrasaron la participación de Venezuela en la economía mundial.

En este contexto económico se fueron consolidando fragmentos de ciudad con un lento crecimiento urbano, cuyas características morfotipológicas refieren a las áreas tradicionales, bien sean de tiempos de la Colonia o tiempos republicanos con la persistencia del modelo colonial. Al respecto, Gasparini (en Perna, 1981: 78) señala que “desde la época colonial hasta 1848, […], se tiene como norma la perfección absoluta del trazado ortogonal, el paralelismo perfecto de las calles longitudinales y de las trasversales, y la demarcación en cuadrado perfecto de todas las manzanas”. De este modo, durante este período se consolidó el casco histórico de Caracas (1567), así como las áreas tradicionales fundadas antes de la época republicana, tales como Baruta (1620), Petare (1621), Chacao (1769) y El Hatillo (1781).

Posteriormente, la primera remodelación de Caracas a gran escala se produjo durante los gobiernos del general Guzmán Blanco. En el marco de un ambicioso proyecto político, Guzmán Blanco promovió la transformación del casco histórico de la ciudad de Caracas con una pauta neogótica afrancesada (figura 6).

Durante las prolongadas dictaduras de Cipriano Castro (1899-1908) y Juan Vicente Gómez (1908-1935), la ciudad permaneció “dormida” hasta el advenimiento de la democracia moderna. Las dificultades económicas incidieron en la escasa capacidad de capitalización y en el irrisorio desarrollo urbanístico, por lo que se tuvo que esperar hasta bien entrada la década de los treinta del siglo XX para promover proyectos urbanos en Caracas. En estas circunstancias se construyeron las urbanizaciones de El Paraíso (1891-1904), La Pastora (erigida como parroquia en 1889, y consolidada entre 1920 y 1930), San Agustín (construida en dos fases, la primera, en 1876, por iniciativa del Estado, y la segunda, en 1920, por iniciativa privada), Santa Teresa y Quinta Crespo (parte este), El Conde, Prado de María (1928), el ensanchamiento de La Candelaria (1924), Nueva Caracas (1928), entre otras, cuyas estructuras urbanas responden a este patrón de crecimiento (figura 7).

Años 1936-1948

El segundo período se inicia con el despertar de un proceso democrático en el país, a raíz de la muerte del general Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935. Durante los gobiernos siguientes de López Contreras (1936-1941) y Medina Angarita (1941-1945), Venezuela se inserta de forma sólida en el mercado mundial, ávido de petróleo y sus derivados, después de varios siglos de permanecer marginada por su condición de país netamente agrícola. Con el desarrollo y fortalecimiento de la economía petrolera devino un proceso de “capitalismo acelerado”, a partir del cual se percibió de forma masiva capital que fue utilizado para hacer importantes transformaciones a nivel nacional.

Precisamente, con el colapso de la economía agrícola y la concentración de inversiones infraestructurales, sobre todo en la ciudad de Caracas, impulsadas por el desarrollo de la industria petrolera, se produjo una primera ola migratoria del campo a la ciudad. Se vaciaron los ámbitos rurales y se extendió el ámbito urbano caraqueño, por lo que la configuración urbana de Caracas comenzó a cambiar radicalmente.

Ante la bonanza económica y una voluntad dirigida hacia el progreso, empezaron a surgir otras formas de hacer ciudad, las cuales aportaron una nueva imagen urbana. En estas circunstancias, López Contreras encargó al urbanista francés Maurice Rotival la elaboración del “Plan Monumental de Caracas” con el diseño urbanístico global de la ciudad. Este plan debía proyectar “una visión ambiciosa y generosa de una ciudad moderna, para imponerse sobre lo que no era en aquellos días sino un pueblo extenso” (Negrón, 1991: 146). Por su eclecticismo arquitectónico y morfológico, el plan fue improbado por las autoridades competentes tras su presentación en 1939. Sin embargo, algunas de las remodelaciones posteriores de la infraestructura viaria de la ciudad se basaron en la planificación espacial original planteada por Rotival (Vallmitjana, 1991: 14) (figura 8).

Este período se caracterizó por una rápida expansión de la ciudad, en la cual la vialidad se constituía como símbolo de crecimiento urbano. Considerando lo que sucedía en otras latitudes, se asumió la modernidad sustentada por la utilización de novedosas técnicas y materiales para la construcción de viviendas aisladas, diferentes a las viejas casas del centro, entre medianeras y retiradas de la calle, con su inmediatez a los servicios básicos y con el transporte colectivo como el principal medio de comunicación de la población. Los patrones urbanos que se construyeron corresponden a las áreas de ensanche, adyacentes a la ciudad tradicional, los cuales redefinieron los bordes urbanos (figura 9).

De este modo, se construyeron diversas urbanizaciones, principalmente hacia el este de la ciudad como iniciativas del sector privado, que desarrollaba conjuntos ideados bajos los parámetros de la modernidad tales como las urbanizaciones El Silencio (1942- 1945), Los Jardines del Valle (1945), Pedro Camejo (1947), entre otros tantos fragmentos de la ciudad.

Años 1948-1960

El tercer período coincide con el acelerado incremento económico propiciado por los ingresos petroleros que entran en los años cincuenta del siglo XX. Si bien el proceso de modernización se inicia en el periodo anterior, la verdadera modernidad visual y urbana de Caracas se plantea, bajo el gobierno de Pérez Jiménez (1948-1958), cuando la metrópoli abarca la extensión total de su territorio.

Durante este período, la economía venezolana se hizo cada vez más dependiente de la renta petrolera, y el Estado, cada vez más centralizado y con una gran solvencia fiscal, se convirtió en el principal agente del desarrollo urbano de la nación. El conglomerado de intervenciones urbanísticas proyectadas durante el gobierno de Pérez Jiménez, constituyen la visualización fehaciente de su ambicioso proyecto político modernizador, de alcance nacional, pero centrada en la ciudad de Caracas.

Ante estas circunstancias se produce la segunda gran ola de emigración del campo a la ciudad, impulsada por el proceso de industrialización subsidiado por el Estado y por la potenciación de las construcciones en la ciudad de Caracas. También se promovió la inmigración desde Europa de mano de obra especializada para sus proyectos de infraestructuras, por lo que llegaron numerosos italianos, portugueses y españoles, entre otras colonias europeas, que migraron devastados por la hambruna y la guerra, en la búsqueda de estabilidad económica que prometía la Venezuela petrolera.

En esta etapa de consolidación de la modernidad en lo urbano se comenzaron a generar extensos fragmentos de ciudad inconexos y sin un plan integral que los vinculase a la ciudad como totalidad. Aparecen grandes desarrollos con espacios vacíos difíciles de aprehender, delimitados por líneas poligonales, que constituyeron las áreas de polígonos.

Con esta tipología se construyeron en Caracas, a través del Banco Obrero, los llamados superbloques policromos como modelo arquitectónico de Venezuela, basados en las unités d’habitation multifamiliares de Le Corbusier, entre los cuales se destacan las unidades residenciales de Francisco de Miranda y Coronel Delgado Chalbaud (1948), San Martín (1949), El Paraíso (1952-1954), 2 de Diciembre, hoy conocido como Urbanización 23 de Enero (1955-1957), Simón Rodríguez (1956-1957), entre otros. Igualmente, con este patrón de crecimiento urbano se construyeron la Ciudad Universitaria de Caracas (1944-1960), un buen número de hospitales y muchas de las avenidas y autopistas que todavía hoy soportan el denso tráfico caraqueño, entre ellas la ruta fundamental Caracas -La Guaira (1950- 1953), avenidas Sucre y Nueva Granada (1950) y Bolívar (1953), la ampliación de la avenida Urdaneta (1953-1954), la carretera Panamericana (1954), que vincula casi a todos los países del continente americano con un tramo unido de carretera, y la avenida Fuerzas Armadas (1951-1956), entre otras tantas (figura 10).

Desde el año 1960

En el cuarto período de crecimiento se inicia un lapso de ciertas libertades, donde Caracas es objeto de un sinnúmero de intervenciones en los barrios de ranchos. Cabe destacar que durante el gobierno de Pérez Jiménez había sido contenido el crecimiento de los barrios de ranchos en Caracas, ya que se instrumentaron una serie de medidas para evitar invasiones. No obstante, tras la solución fallida de los superbloques, Rómulo Betancourt (1959-1964) decidió no intentar ninguna política que incluyera el desalojo de las tierras ocupadas. En estas circunstancias, en los últimos años de la década de los cincuenta y en la década de los sesenta se produjo el desarrollo y expansión de este patrón de crecimiento urbano y se intensificó tras el boom petrolero de los setenta.

Por su parte, el gobierno de Rafael Caldera (1969-1974) dirigió sus esfuerzos al apoyo de la autoconstrucción mediante la introducción de un nuevo programa para consolidar y mejorar los servicios de los barrios. Durante el primer mandato de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), las intervenciones se dirigieron a la mejora de ciertos barrios de ranchos, al tiempo que se intentaban desalojar los barrios más inestables (figura 11).

Para 1975 se empezó a percibir una situación de pobreza, luego de los inmensos ingresos generados por el petróleo. Esta situación es definida por Briceño-León (1990) como la teoría sobre “los efectos perversos del petróleo”. En ella se alude al elemento sociológico para explicar la situación social que se produce en los países exportadores de petróleo como resultante de las acciones de un conjunto de actores que buscan metas particulares, generando un efecto social no deseado. Se refiere a aquellas sociedades con inmensos recursos financieros, con metas de autonomía, independencia, fortalecimiento de la economía propia y bienestar social, que terminan estando más endeudadas que antes que les llegase la riqueza, y siendo más dependientes, más sometidas y más frágiles. Desde entonces, la estructura física de la ciudad se ve fuertemente invadida por los barrios de ranchos, categorizados dentro de la tipología de los desarrollos no controlados (figuras 12, 13 y 14).

A partir de la interrelación de los análisis realizados, se conceptualiza a la ciudad de Caracas como la suma e integración de fragmentos heterogéneos y multitemporales, donde coexisten distintas etapas históricas que se proyectan en los modos de organización del espacio. La forma de la ciudad, la trama y sus edificios, perduran como testigos en el tiempo o huellas de la historia.

Esta periodicidad permite determinar el lapso en que comienzan a darse los cambios radicales en el lenguaje arquitectónico y urbano. Con ello se enfatiza que el período 1935-1960 evidencia un considerable proceso de transformación y modernización del país. En este sentido, el crecimiento de la ciudad de Caracas manifiesta una amplia esencia moderna, ya que su crecimiento más importante se realiza bajo esos preceptos.

Bajo el discurso de la modernidad surgen una multitud de fragmentos que, contradictoriamente, fueron leídos y entendidos como una totalidad. Con la planificación moderna se recurre a la rigurosidad de las ordenanzas de zonificación, con un enfoque cuantitativo de lo urbano, para dar respuestas precisas y supuestamente organizadas de la disposición de las diferentes funciones que engloba la ciudad. En su afán por ordenar, separa las funciones básicas de la ciudad (habitar, trabajar, recrear y circular), administrando precariamente una totalidad basada en fragmentos. Irónicamente, la planificación moderna intenta ocultar esta fragmentación a favor de una nueva totalidad (absolutamente utópica), de un orden sublime (jamás alcanzado). En consecuencia, su espacio urbano carece de unidad total y despierta la sensación de la proliferación de un desorden continuo.

Ante estas circunstancias, la metrópoli caraqueña debe ser estudiada desde el pluralismo urbano, es decir, conteniendo distintas ideas y múltiples realidades espaciales y temporales, en un análisis urbano donde el tiempo aparece vinculado al espacio. Dentro de este panorama, los fragmentos urbanos constituyen un componente fundamental del repertorio urbanístico, sin los cuales sería imposible configurar la imagen de la ciudad de Caracas. No constituyen una excepción, sino que por el contrario aparecen como una constante dentro de la realidad urbana.

Cada fragmento conforma un sistema urbano específico, diferenciado dentro de la ciudad. La individualidad compositiva del fragmento urbano se fortalece, por cuanto tiene su peso histórico contenido y una caracterización espacial que responde a los momentos en que fue configurado.

Esta situación ha dado como resultado una forma de ciudad, supeditada a una diversidad de fragmentos urbanos con una calidad intrínseca. Desde esta perspectiva, cada fragmento es entendido como una centralidad sustentada en un valor histórico que le es propio, lo que da lugar a que Caracas sea interpretada como una ciudad histórica diversa en toda su extensión.

3. Conclusiones y reflexiones finales

En la dinámica urbana de la Caracas contemporánea, la ciudad deja de expandirse para crecer sobre sí misma. En su construcción permanecen los motivos originales, pero con el tiempo concreta y modifica los motivos de su desarrollo, reciclando, renovando y habilitando los espacios originales en el presente. Las formas urbanas, tomadas aisladamente, representan una acumulación de tiempo. Desde este punto de vista, su comprensión depende del entendimiento del tiempo en las formas que constituyen el espacio.

Se propone la re-creación de modos de intervención urbana basada en la recuperación y renovación de las partes de la ciudad. En este contexto, se califica la idea de aceptar la ciudad existente y las diferentes partes que la conforman con el fin de mejorar las condiciones físico-espaciales de las ciudades de hoy. Así, se avanza hacia la estructuración de un nuevo tipo de ciudad que establece diferencias sustantivas con las que se había consolidado anteriormente.

En consecuencia, Caracas es entendida como “un sistema de fragmentos, donde ya no hay presente ni pasado, sino una serie de presentes, de edades diferentes, todos autónomos pero interrelacionados, en tanto están dirigidos a una misma audiencia fraccionada y cambiante” (Amendola, 2000: 78). Por lo que se recupera para el análisis urbano el pensamiento de Einstein, para quien el espacio y el tiempo eran simultáneos a la vez que equivalentes. Esta idea adquiere fuerza cuando se analiza cada una de las partes de la ciudad.

A partir de esta idea-fuerza, la individualidad compositiva del fragmento urbano se fortalece. Cada uno de los diversos fragmentos de la ciudad contiene el patrimonio heredado del pasado; acepta, en medio de la susceptibilidad de escenarios cambiantes, las nuevas ideas que sugiere el marco del tiempo, por lo que se piensa en el pasado como una alternativa de actualización del presente.

En este sentido, los fragmentos urbanos son receptores y contenedores de recuerdos e idearios para la reconstrucción de lo urbano en el presente. Actúan como depositarios de múltiples relaciones espacio-temporales que se integran y se solapan de manera espontánea con los procesos de configuración de la ciudad. Esto conlleva ver las intervenciones sobre los tejidos urbanos con un sentido más amplio, por cuanto sobre ellos se suscitan múltiples relaciones espacio-temporales y socioculturales de lo sucedido, de lo que sucede y de lo que puede suceder.

De este modo, los proyectos urbanos que encaran el diseño de los fragmentos, deben inscribirse en una política urbana para la recualificación o reestructuración de la ciudad consolidada o como generadores de nuevas centralidades, reconociendo la pluralización de relaciones espacio-temporales sobre los tejidos urbanos. El carácter de las intervenciones reconoce el valor de la relación espacio- tiempo en cada uno de los tejidos urbanos, de manera tal que precise en la ciudad una unidad temática inscrita en una tendencia general, que se revierte en la sincronía de los asincrónicos.


1 Esta categoría también es conocida como favelas en Brasil, villas de miseria en Argentina, bidonvilles en Francia, ciudades perdidas o colonias de paracaidistas en México, arrabales en Puerto Rico, chabolas en España, cantegril en Uruguay o simplemente tugurios.

2 Los condominios se refieren a unas formas de organización socio-espacial configurada por un conjunto de personas de un barrio, una calle o callejón, que definen su territorio, delimitan su área de influencia, demarcan sus áreas comunes y la entrada al sector para proteger sus bienes del resto de la barriada.


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HERRERA NAPOLEÓN, C. Caracas, ciudad histórica diversa: Aproximación a la valoración espaciotemporal de los tejidos urbanos. Bitácora Urbano Territorial, [S. l.], v. 19, n. 2, p. 21–37, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/27973. Acesso em: 19 ene. 2025.

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Herrera Napoleón, Carola. 2011. «Caracas, ciudad histórica diversa: Aproximación a la valoración espaciotemporal de los tejidos urbanos». Bitácora Urbano Territorial 19 (2):21-37. https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/27973.

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Herrera Napoleón, C. (2011) «Caracas, ciudad histórica diversa: Aproximación a la valoración espaciotemporal de los tejidos urbanos», Bitácora Urbano Territorial, 19(2), pp. 21–37. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/27973 (Accedido: 19 enero 2025).

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Herrera Napoleón, Carola. «Caracas, ciudad histórica diversa: Aproximación a la valoración espaciotemporal de los tejidos urbanos». Bitácora Urbano Territorial 19, no. 2 (julio 1, 2011): 21–37. Accedido enero 19, 2025. https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/27973.

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Herrera Napoleón C. Caracas, ciudad histórica diversa: Aproximación a la valoración espaciotemporal de los tejidos urbanos. Bitácora Urbano Territorial [Internet]. 1 de julio de 2011 [citado 19 de enero de 2025];19(2):21-37. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/27973

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