Presentación al Dossier: El espacio informal como problema
Es probable que estemos viviendo un tiempo en el que el espacio no es realmente importante para las decisiones humanas. O por lo menos vivimos el momento histórico en que son más evidentes las contradicciones sociales, el irrespeto por la naturaleza, la acción impactante de grandes organizaciones empresariales, la pobreza de las políticas públicas, la debilidad del Estado y las comunidades como actores de la transformación del espacio. En un mundo con tan diversas interacciones, la transformación del espacio no depende de la necesidad, el deseo o el gusto de quien lo transforma, sino, de las condiciones en que esa necesidad, ese deseo y ese gusto interactúan con los recursos y los medios de diverso orden que se encuentran disponibles. La función transformadora del espacio no es, por tanto, una condición del sujeto o agente transformador, como del grupo social en que se desenvuelve, el cual, a su vez, está condicionado para esta labor por macro políticas de orden económico y ambiental, principalmente.
Mejoramiento barrial y urbano
Dossier central
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David Millán-Orozco
Arquitecto. Master en Política Territorial y Urbanística de la Universidad Carlos III de Madrid. Estudios de maestría en Investigación, gestión y desarrollo local en la Universidad Complutense de Madrid. Diploma de Estudios Avanzados en Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia. Coordinador de Operación estratégica y Anillo de Innovación de la Secretaría de Desarrollo económico de Bogotá, Ex - Gerente de la Empresa Municipal de Renovación Urbana -EMRU- de Cali. Docente de las universidades del Valle y Javeriana.
El espacio informal como problema
The informal space as a problem
O espaço informal como problema
David Millán-Orozco
Editor Invitado
Arquitecto. Máster en Política Territorial y Urbanística de la Universidad Carlos III de Madrid. Estudiante de Doctorado en Estudios territoriales Universidad Politécnica de Valencia. davidmillanorozco@gmail.com
“El espacio es una dimensión de significación fundamental en cualquier cultura. Pero, en las diferentes épocas de nuestra historia, no siempre ha ocupado el mismo lugar en cuanto a su importancia”
Nelly Schnaidt, 1989
Es probable que estemos viviendo un tiempo en el que el espacio no es realmente importante para las decisiones humanas. O por lo menos vivimos el momento histórico en que son más evidentes las contradicciones sociales, el irrespeto por la naturaleza, la acción impactante de grandes organizaciones empresariales, la pobreza de las políticas públicas, la debilidad del Estado y las comunidades como actores de la transformación del espacio. En un mundo con tan diversas interacciones, la transformación del espacio no depende de la necesidad, el deseo o el gusto de quien lo transforma, sino, de las condiciones en que esa necesidad, ese deseo y ese gusto interactúan con los recursos y los medios de diverso orden que se encuentran disponibles. La función transformadora del espacio no es, por tanto, una condición del sujeto o agente transformador, como del grupo social en que se desenvuelve, el cual, a su vez, está condicionado para esta labor por macro políticas de orden económico y ambiental, principalmente.
Una de esas condicionantes es la crisis económica que ha afectado y afecta las naciones desde principios de la década de 1980 y cuya manifestación más propagada es la disminución del empleo formal. El desempleo no sólo es un indicador de imposibilidad de acceso a los medios de subsistencia para una familia, sino, de manera consecuente, un indicador de precariedad en las relaciones de esta con la sociedad y el medio en que vive. Dado que la informalidad constituye una respuesta popular a las carencias sociales por la inexistencia del empleo formal, la transformación del espacio como medio de vida de la población desempleada se da en condiciones de precariedad. Existe por lo tanto una relación entre las precarias condiciones económicas de la familia y el grupo social, y la precariedad en la transformación del espacio. Una sociedad con altos indicadores de desempleo es una sociedad en que los procesos de transformación del espacio tienden a la informalidad, la irregularidad, la precariedad y, en buena parte, la ausencia de calidad.
No obstante, no se puede afirmar como regla general que la existencia de indicadores de empleo óptimos garanticen la calidad del espacio socialmente construido, dada la participación de otra cantidad importante de factores profesionales, políticos y normativos que allí concurren. De la misma manera, debe destacarse que algunos procesos informales de producción del espacio han dado lugar a entornos apacibles, agradables y cómodos que, además, se consolidan como espacios óptimos para la convivencia gracias al significado que el proceso de autoproducción tiene para las comunidades.
No siendo entonces una regla general, es evidente, como lo demuestran los trabajos e investigaciones presentados en el II Seminario internacional Procesos urbanos informales: Mejoramiento barrial como respuesta a una ciudad para todos, organizado por el Grupo de investigación “Procesos urbanos en hábitat, vivienda e informalidad” de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, que las condiciones de exclusión de grandes grupos urbanos a lo ancho y largo del planeta han dado lugar a una considerable cantidad de espacios habitacionales incómodos, inseguros, deleznables e insalubres. Espacios habitacionales construidos y ocupados muchas veces por un grupo familiar que va creciendo y va ampliando y transformando gradualmente su hábitat.
Ese hábitat es una de las realizaciones humanas más concretas. Ahí se percibe la contundencia con la que el sistema socio-económico en que se desenvuelven nuestras naciones impacta la naturaleza y los grupos humanos menos favorecidos. Su principal problema hoy es precisamente el sistema que refleja que, la brecha entre las poblaciones urbanas y las rurales no es sólo social, económica y política, sino también ambiental y espacial. El espacio y la naturaleza son, al igual que los grupos sociales, excluidos de sus beneficios y víctimas del capitalismo extremo, de tal manera que el espacio asume las mismas formas y riesgos que la exclusión social y la sobreexplotación de sus recursos, creando un entorno insostenible a través del tiempo.
Ejemplo de ello es el paisaje de la ciudad informal en cada uno de los países de origen de las ponencias recogidas en esta edición o en cada lugar del planeta donde se manifiesta este fenómeno: la ciudad informal es el producto de unos grupos urbanos que transforman el espacio con sus propios medios y bajo sus propias condiciones. No podremos pedir, por lo tanto, que el espacio y el ambiente sean de óptima calidad si la sociedad que los produce está en desequilibrio económico, social y político.
De otro lado, la manera como el espacio se transforma sigue regularmente un paradigma estético y normativo formal para el que están reservadas las mejores condiciones que la sociedad ha construido colectivamente, no obstante, esa dinámica reserva para la informalidad las condiciones políticas, institucionales y ambientales más precarias. Desde luego, los productos de los dos procesos no podrán ser similares, pero el juicio de los resultados que se hace desde la formalidad es implacable. A la victimización que se hace del grupo social que transforma precariamente el espacio, se suma otra que la sociedad ha realizado acentuando su exclusión política y social.
La diferenciación entre procesos de producción formal e informal del espacio tiene como base las condiciones dadas para cada caso, condiciones que actúan de una manera drástica en los entornos menos favorecidos que contribuyen a crear rupturas morfológicas, estéticas y ambientales que dan lugar a maneras disímiles de vivir el espacio urbano, que aquello que en un principio consideramos que nos unía como cultura (el espacio), estalla en mil pedazos. La cultura entonces no son las necesidades, los deseos o las ideas que como sociedad perseguimos para una óptima transformación del espacio y una sana convivencia, sino el orden social excluyente, fragmentado y anti-democrático que, en buena parte, determina ese proceso.
¿De qué estamos hablando cuando nos referimos a las condiciones en que nuestras necesidades se satisfacen o se desprecian si no es de democracia?
Así las cosas, la escala de las realizaciones humanas –fuertemente concentradas en las ciudades– y la complejidad de sus interacciones, han planteado conjeturas que es necesario resolver de manera colectiva y con la consideración de diversos enfoques sobre la cuestión. El espacio de la ciudad informal intenta recomponerse mediante intervenciones de diverso tipo orientadas, la mayoría de ellas, al Mejoramiento Barrial y Urbano –MBU-. Interesantes y hermosas realizaciones dan cuenta de la posibilidad de transformar partes del territorio auto-producido informalmente a partir del trabajo de las comunidades, de las organizaciones no gubernamentales y de los esfuerzos más o menos sistemáticos de los gobiernos locales y nacionales para hacer frente a un complejo problema que no se resuelve de manera definitiva dado que, como se señala, las condiciones en que el espacio informal se produce no varían aun de manera significativa en lo estructural.
El urbanismo social, los planes de regularización urbanística, entre otros, son programas y políticas que enfrentan con diversos enfoques y métodos el problema de la precariedad del espacio urbano producido y/o transformado en condiciones de informalidad. De paso, algunas de las intervenciones durante el Seminario ratificaron la consideración ya planteada en otros momentos que debe ponerse el urbanismo y la arquitectura al servicio de la gente (que no dispuso de sus técnicas formales para auto-producir ciudad) y, por esta vía, saldar la deuda social que los Estados tienen con sus miembros menos favorecidos por sus propias dinámicas.
No obstante, como se evidencio en algunos trabajos e investigaciones, esa búsqueda de justicia social se acompaña en buena parte de políticas que no fueron diseñadas para reconciliar al Estado con los excluidos, si no para ajustar las ciudades a las demandas globales asociadas a la calidad de vida urbana y a la competitividad económica. La paradoja radica en que un revisionismo reciente de los métodos mediante los cuales las agencias transnacionales inducen el desarrollo urbano en los países periféricos, favorecería indirectamente a los excluidos como producto de sus propias dinámicas económicas. El mejoramiento del espacio informal se utiliza en algunos casos como medio para el logro de mínimos indicadores de justicia social.
Sólo los gobiernos que comprenden la importancia de adelantar iniciativas de renovación, revitalización, recomposición y mejoramiento integral del espacio y, por tanto, del hábitat están dando pasos significativos en contra de la tendencia de la precarización del espacio, más aun, cuando abundan (verbigracia en Colombia) los proyectos de vivienda de cuestionable calidad como producto de la demagogia gubernamental, que tiene en la vivienda uno de sus medios predilectos para la obtención de beneficios electorales.
Ahora que nuevos paradigmas están entre nosotros y otros se insinúan en el horizonte, lo único que podemos dar por sentado es que aquellos, como los de antes, vigentes o caducos, contribuirán a transformar el espacio y que nuestra labor como académicos, investigadores, funcionarios públicos o hacedores de ciudad habrá de ser la de insistir para que los procesos de producción del espacio sean comprendidos en su complejidad y como parte de procesos sociales que buscan el equilibrio social, económico y político. El espacio informal es uno de los más importantes problemas del desarrollo urbano contemporáneo que reclama toda la atención posible.
Referencias bibliográficas
SCHNAIDT, N. (1989). “Espacio pensado, espacio figurado, espacio vivido”. Temes de Disseny, 3 (La cultura arquitectónica. El discurso del diseño. el diseño y su historia). Consultado en: http://tdd.elisava.net/coleccion/la-cultura-arquitectonica-el-discurs-del-disseny-el-disseny-i-la-seva-historia/schnaidt-es
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