Publicado

2017-09-01

El cuerpo como territorio

The body as territory

O corpo como território

DOI:

https://doi.org/10.15446/bitacora.v27n3.66907

Palabras clave:

territorio, territorialización, cuerpo, cartografía. (es)
territory, territorialization, body, cartography. (en)
território, territorialização, corpo, cartografia. (pt)

Autores/as

  • Melissa Milán Universidad Santo Tomás

El presente ensayo da cuenta de un ejercicio de cartografía de la proximidad referente al tema del cuerpo como territorio. Con base en la historia de vida de una mujer salvadoreña, se pretende identi car la percepción que ella tiene sobre su cuerpo a la luz de seis categorías: trabajo, familia, actividades domésticas, actividades de cuidado, vulnerabilidad y autocuidado. Además, se contrastará esta percepción con relación a dos categorías más: el municipio de vivienda (Ahuachapán y San Salvador) y la época de la historia (conflicto armado y posguerra). 

This essay gives an account of a mapping exercise of proximity, referring to the body as territory. Based on the life story of a Salvadoran woman, it seeks to identify the perception she has about her body in the light of six categories: work, family, domestic activities, care activities, vulnerability and selfcare. In addition, this perception will be contrasted in relation of two other categories: the housing municipality (Ahuachapán and San Salvador) and the time of history (armed and postwar con ict). 

Este ensaio fornece uma descrição do exercício de mapeamento da proximidade, referente ao assunto do corpo como território. Com base na história da vida de uma mulher salvadorenha, procura identi car a percepção que ela tem sobre o seu corpo à luz de seis categorias: trabalho, família, atividades domésticas, atividades de cuidados, vulnerabilidade e autocuidado. Além disso, esta percepção será contrastada em relação a outras duas categorias: o município habitacional (Ahuachapán e San Salvador) e o tempo da história (con ito armado e pósguerra). 

Bit27_3_66907

El cuerpo como territorio

The body as territory

O corpo como território

Melissa Milán

Psicóloga

Universidad Santo Tomás, Bogotá

anamilan@usantotomas.edu.co

Resumen

El presente ensayo da cuenta de un ejercicio de cartografía de la proximidad referente al tema del cuerpo como territorio. Con base en la historia de vida de una mujer salvadoreña, se pretende identificar la percepción que ella tiene sobre su cuerpo a la luz de seis categorías: trabajo, familia, actividades domésticas, actividades de cuidado, vulnerabilidad y autocuidado. Además, se contrastará esta percepción con relación a dos categorías más: el municipio de vivienda (Ahuachapán y San Salvador) y la época de la historia (conflicto armado y posguerra).

Palabras clave: territorio, territorialización, cuerpo, cartografía.

Abstract

This essay gives an account of a mapping exercise of proximity, referring to the body as territory. Based on the life story of a Salvadoran woman, it seeks to identify the perception she has about her body in the light of six categories: work, family, domestic activities, care activities, vulnerability and self-care. In addition, this perception will be contrasted in relation of two other categories: the housing municipality (Ahuachapán and San Salvador) and the time of history (armed and postwar conflict).


Key words:
territory, territorialization, body, cartography.

Resumo

Este ensaio fornece uma descrição do exercício de mapeamento da proximidade, referente ao assunto do corpo como território. Com base na história da vida de uma mulher salvadorenha, procura identificar a percepção que ela tem sobre o seu corpo à luz de seis categorias: trabalho, família, atividades domésticas, atividades de cuidados, vulnerabilidade e autocuidado. Além disso, esta percepção será contrastada em relação a outras duas categorias: o município habitacional (Ahuachapán e San Salvador) e o tempo da história (conflito armado e pós-guerra).

Palavras-chave: território, territorialização, corpo, cartografia.

Melissa Milán

Psicóloga con experiencia en el área social, comunitaria y educativa. Actualmente s estudiante de la Maestría en Planeación para el Desarrollo de la Universidad Santo Tomás.

A mi mamá, cuya historia de vida inspira mis propias luchas, aparentemente alejadas de las suyas, pero conectadas por y para nuestro linaje femenino.

Hablar de cuerpo y territorio desde una perspectiva de género resulta relevante a nivel académico e investigativo y, con el fin de contribuir a ello, realizo este ensayo. El mismo, primero hace una breve biografía de Norma, cuya historia de vida será el centro del análisis. Luego expone la metodología utilizada y presenta los hallazgos del estudio de la cartografía de la proximidad. Finaliza con un diálogo entre dichos resultados y los aspectos teóricos que permiten sustentar el análisis.

Breve reseña biográfica

Norma Esmeralda Angulo Hernández es la segunda de cinco hermanas, nace el 12 de agosto de 1957 en el municipio de Ahuachapán al occidente de El Salvador, limitando al norte con el país vecino de Guatemala. Mientras vive en Ahuachapán, su abuela materna (Mamá Tanchito) se encarga de los cuidados y crianza de ella, sus hermanas, primas y primos. A la edad de nueve años Norma y sus hermanas se mudan a San Salvador (la capital) donde viven con su madre Lidia Hernández y su padre Carlos Angulo. Lidia se desempeña como enfermera (profesión que aprendió empíricamente en Ahuachapán) en el hospital público más importante de la capital y Carlos trabaja en el Ministerio de Obras Públicas en la Dirección General de Caminos como ingeniero civil, a pesar de no haber terminado sus estudios en esa área. Sus obligaciones laborales, caracterizadas por las extensas jornadas, les exige permanecer fuera del hogar por largos períodos de tiempo.

Es entonces cuando a Norma le empiezan a delegar el cuidado de sus hermanas y las actividades domésticas en el hogar, a pesar de ser la segunda hija de la familia. Su carácter fuerte y su actitud de servicio la llevan a dirigir y organizar el hogar desde muy temprana edad, pero esto no impide que asista a la escuela y se gradúe. A la edad de 19 años inicia sus estudios en Administración de empresas y un año más tarde contrae matrimonio. Ese mismo año nace su primer hijo. A pesar de eso, ella continúa sus estudios y empieza su vida laboral para aportar económicamente a su nueva familia. En medio de dichos acontecimientos estalla el conflicto armado en el país (1980). Tres años más tarde queda embarazada de su segundo hijo y antes de que él nazca decide separarse de su primer esposo.

Para este entonces, pese a las dificultades económicas y el cuidado de dos hijos, Norma había logrado graduarse del pregrado y en 1985, tras la obtención de su título universitario, comienza a trabajar en el Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria (ISTA) con cooperativas agrícolas en diversas comunidades del país. En esta institución conoce a un ingeniero agrónomo llamado Elmer Antonio Milán Barrera (mejor conocido como Tony), con quien contrae matrimonio, y en 1987 nace su tercer hijo. Tony sigue trabajando en el ISTA y Norma se desempeña como ejecutiva de ventas en diversas empresas. A finales de 1989 nace su cuarta y única hija. Paralelo a esto surge una idea de negocio y emprende la tarea de montar una floristería, la cual recibe el mismo nombre de su hija recién nacida: Melissa.

En el año 1992 finaliza el conflicto armado y su negocio empieza a prosperar hasta convertirse en uno muy reconocido en el ámbito de la decoración y los eventos. Es así como ella se convierte en la principal proveedora de la familia. Con el paso del tiempo, los tres hijos hombres dejan el hogar materno para formar su propia familia y, para 2008, Norma tiene dos nietas y un nieto. Para esta misma fecha sólo quedan viviendo en casa Tony, ella y su última hija. La vida transcurre con sus altos y bajos, sin mayores novedades para Norma y su familia, hasta que en 2015 enviuda del que ella aun llama “el amor de su vida”. Actualmente vive sola en las afueras de la capital, está jubilada y se dedica a iniciar proyectos personales que le hagan sentirse feliz, productiva y al servicio de las personas que tiene cerca.

Teniendo en cuenta el panorama general de la vida de Norma, a continuación presentaré el proceso metodológico y las seis categorías de análisis: trabajo, familia, actividades domésticas, actividades de cuidado, vulnerabilidad y autocuidado, seleccionadas debido a que están relacionadas tradicionalmente al quehacer femenino y se pretende indagar en qué medida se cumplen o no en la historia de vida tomada de base para realizar este ejercicio.

Proceso de cartografía

Le muestro a Norma seis imágenes, cada una correspondiente a una categoría y le entrego una hoja con una silueta femenina. Le solicito que identifique la parte del cuerpo que para ella representara el tema en cuestión, que coloque la imagen en la silueta y que explique por qué ha escogido esa parte. Además, le presento un mapa del municipio de Ahuachapán y otro de San Salvador para que señale en cuál de los dos lugares se ha desempeñado mejor en cada tema. Finalmente, le pido que contraste la época del conflicto armado y de la posguerra en función de las categorías.

Trabajo

Esta categoría hace referencia a su ejercicio profesional.

Lugar del cuerpo: cabeza/cerebro y manos.

Norma considera que el trabajo que ha desempeñado la mayor parte de su vida profesional ha requerido de mucha creatividad y conocimientos, por ello lo ubica en la cabeza, específicamente haciendo referencia al cerebro. También escoge las manos porque ha sido un trabajo manual: “yo he sido el motor de mi trabajo, mi empresa, y ha requerido 70% cerebro y 30% manos. […] Me siento muy a gusto cuando pienso sobre mi trabajo, idear, crear”.

Municipio: San Salvador, ya que toda su vida laboral la desempeña allí.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: Norma no identifica una diferencia en términos laborales entre ambas épocas y considera que esto se debe a que desempeña su trabajo en la capital. Ahí el conflicto no se manifesta como en las zonas rurales.

Familia

Esta categoría se refiere tanto a su familia de origen como a su núcleo familiar.

Lugar del cuerpo: cabeza/cerebro y corazón para su núcleo familiar, y corazón para su familia de origen.

Sobre el ámbito familiar, Norma comenta que escogió esas partes del cuerpo para hablar de su núcleo familiar “porque los quiero, y porque he tenido que pensar cómo mantenerlos, y equilibrarme entre el trabajo y el tiempo que les dedicaba”. Por su parte, al referirse a su familia de origen menciona que los ubica únicamente en el corazón “porque nunca cuestioné por qué era mi familia o qué iba a hacer con ellos, y además porque los quiero”.

Municipio: Ahuachapán, debido a que ella considera que de allí vienen sus raíces: “de ahí salimos todos. De ahí es la familia. Ahí me sentía más cómoda. Tengo el concepto de familia en Ahuachapán porque crecí con mis tías, primos y abuelos”.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: durante los años del conflicto armado Norma identifica que, debido a que su esposo se movilizaba a zonas rurales por razones laborales, vive con la preocupación constante de que algo le pudiera pasar, sobre todo, si se encuentra con el ejército o la guardia nacional. Caso contrario si el encuentro es con la guerrilla, porque, según ella, este grupo no se mete comúnmente con la población civil. Por otro lado, en esta época muchas de sus amistades mueren a causa del conflicto, principalmente, por estar vinculadas a la guerrilla.

Es interesante resaltar que para finales del año 1989 se vive en el país la ofensiva final de la guerrilla para desestabilizar al Estado. Dicho operativo se lleva a cabo en el área metropolitana de la capital, por lo que la ciudad es declarada en estado de emergencia y se evacua a gran cantidad de personas. Esto obliga a Norma a trasladarse con toda su familia a la casa de Lidia, su madre, donde se reúne con los primos y tías con los que creció en su pueblo. “Cuando llegaron todos a la casa me volví a sentir como que estaba en Ahuachapán”, escenario de sus mejores momentos de infancia. Este encuentro es un buen recuerdo en medio de la guerra.

Actividades domésticas

Esta categoría da cuenta de las tareas domésticas que ha desempeñado.

Lugar del cuerpo: Norma hace una distinción entre su núcleo familiar, al cual ubica en el corazón y las manos, y su familia de origen, que coloca únicamente en las manos.

La diferencia radica en que, en su casa de origen, el trabajo es manual y tanto ella como sus hermanas tienen que hacerlo por obligación. En cambio, con su núcleo familiar agrega el corazón porque las hace con todo su cariño y añade que, “como esa era la dinámica que traía de mi casa de origen, nunca se me ocurrió que se podían dividir las actividades domésticas entre Tony [su pareja] y yo”.

Municipio: San Salvador, ya que cuando vive en Ahuachapán quien se encarga de estas actividades era su abuela y ella no les exigía involucrase en eso.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: no encontró datos relevantes.

Actividades de cuidado

Esta categoría se refiere al servicio a los demás y los cuidados en el ambiente familiar.

Lugar del cuerpo: en esta categoría también hace la distinción entre su núcleo familiar, que identifica en el corazón, manos y pies, y su familia de origen, a la que coloca sólo en el corazón.

Norma comenta que para su núcleo familiar ubica las actividades de cuidado en estas tres partes del cuerpo “porque lo hacía con cariño. Con el más noble de los sentimientos, porque son actividades manuales. Y con los pies, porque he movilizado a mi familia”. Ha cuidado constantemente de sus hijos y de su esposo, especialmente en los últimos años de vida de él.

Por otro lado, con referencia a su familia de origen, ella ubica esta categoría en el corazón, ya que expresa que es el afecto la que la ha motivado a cuidar de ella, especialmente de cuidar a su mamá y hermanas, pues al percibirlas frágiles, en ocasiones, ha intentado protegerlas y defenderlas.

Municipio: San Salvador, debido a que es en su etapa adulta cuando ha desempeñado con regularidad estas tareas de cuidado y ha vivido todo este período en dicho municipio.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: no encontró datos relevantes.

Vulnerabilidad

Esta categoría da cuenta de las situaciones que han representado una amenaza para ella, su cuerpo y/o su vida.

Lugar del cuerpo: el estómago.

Norma identifica esta parte de su cuerpo como la primera en reaccionar cuando se ha sentido vulnerable. Cabe resaltar que esta fue la categoría que más le costó identificar: por un lado, las situaciones que le hacen sentir vulnerable y, por otro, la parte de su cuerpo donde la ubicaría. Al respecto menciona: “me siento vulnerable cuando califican mal mi trabajo, cuando estoy haciendo, por ejemplo, un arreglo floral estoy pensando que no le va a gustar a la gente y cuando la gente no dice nada me desborono”.

Municipio: San Salvador ha sido el municipio donde más vulnerable se ha sentido. En Ahuachapán sólo identifica momentos buenos y agradables.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: durante la época del conflicto armado comenta que “siempre se vivía con la psicosis. Siempre me sentí vulnerable de encontrarme en un fuego cruzado entre guerrilleros y soldados”, a diferencia de la posguerra pues deja de sentirse vulnerable en ese sentido.

Autocuidado

Las actividades que lleva a cabo en beneficio de sí misma y con el objetivo de cuidar de sí.

Lugar del cuerpo: corazón identificado por ella en este caso como el alma y el cerebro.

Norma hizo énfasis en el cerebro porque considera que es una persona que razona mucho y, por eso, se cuida de sus pensamientos: “a veces pienso: tengo derechos, me lo merezco, no debo dejar que esto me hunda. Para cuidarme he leído muchos libros, que me dan luces para cuidarme y protegerme de las tristezas y enojos, porque lo que más me ha afectado es el enojo y la tristeza. He cultivado mis amistados, salido de viaje, al cine, he comprado maquillaje… cosas que han aportado en mi calidad de vida”, sobre todo, en los últimos años. Además, menciona como un eje central el autocuidado de su espiritualidad a través de la oración y la lectura de libros religiosos.

Municipio: San Salvador debido a que es aquí donde ella ha vivido la mayor parte de su vida.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: no encontró datos relevantes.

Conclusiones teóricas

Inicialmente pondré a dialogar el concepto de territorialidad planteado por Beatriz Nates (2010) con el de género, basado en los aportes de Natalia Czytajlo (2005). Seguido de un contraste de la teoría de Santiago Castro-Gómez (2014) sobre los cuerpos racializados y su relación con los argumentos de Linda Mcdowell (1999) y Paula Soto (2003). Finalmente, analizaré, desde una perspectiva de género, cuáles de los “mitos de la mujer” planteados por Ignacio Martín-Baró (1984) se cumplen en este ejercicio, para cerrar con el tema del cuidado en las mujeres a la luz de las contribuciones que Marcela Lagarde (2000; 2003) hace al respecto.

Como se vio en el apartado anterior, Norma identificó y delimitó partes concretas de su cuerpo para cada una de las categorías de análisis, partes que conllevan un significado simbólico, intelectual y espiritual para ella (véase Figura 1). Allí, se destaca el sentido de territorialidad que le da a su cuerpo, la cual, “es la producción práctica o discursiva de territorio […] [que] propicia [un] sentido de posesión y pertenencia territorial. Este sentimiento se construye tanto desde la representación física propiamente dicha, como desde una representación más intelectual y espiritual” (Nates, 2010: 214).

Es interesante anotar que hay órganos del cuerpo que no fueron nombrados por Norma, lo que quizás sugiere que otorga mayor relevancia a aquellas partes que le hacen sentir que su cuerpo produce (cabeza/cerebro, manos) e invisibiliza aquellas que no cumplen una función de producción clara. Podemos observar que este tema es central en su vida cuando afirma lo siguiente: “me siento muy a gusto cuando pienso sobre mi trabajo, idear, crear. […] Porque he tenido que pensar cómo mantenerlos [económicamente] y equilibrarme entre el trabajo y el tiempo que les dedicaba”.

Natalia Czytajlo (2005: 67) considera el territorio como una construcción social y una “expresión de la espacialización del poder”, donde el género es una construcción social, histórica, cultural y simbólica. Por su parte, Santiago Castro-Gómez (2014: 91) afirma que

la colonialidad del poder codifica los cuerpos conforme a su linaje y les asigna un lugar en la división social del trabajo. Se trata, por tanto, de un poder que hace de los cuerpos la superficie de inscripción de la “raza” como marcador del estatus económico y social de una persona.

Si bien es cierto que el argumento de Castro-Gómez gira en torno a la razalización de los cuerpos, este planteamiento resulta de utilidad para destacar otras clasificaciones que se basan en criterios como la nacionalidad, la cultura, las actividades productivas, el sexo, el género, entre otras.

Linda Mcdowell (1999) asegura que a partir de los cuerpos se definen relaciones de poder que determinan los espacios a utilizar, las normas y los límites. Paula Soto (2003: 88) complementa lo anterior asegurando que “el género entonces se erigirá como elemento relevante en la producción de imaginarios geográficos imbuidos de simbolismos, poder y significados que dividen esferas, dominios y ámbitos diferenciados donde es posible localizar a uno y otro género”. Norma categoriza su cuerpo como femenino y lo hace basándose en criterios, imaginarios y simbolismos que tienen que ver con la producción, con los beneficiarios de esa producción, la noción de servicio a otras y otros, y la capacidad de amar. Todas estas son actitudes delegadas tradicionalmente a las mujeres y responden a los roles estereotipados según el género.

Clasificar nuestros cuerpos de forma binaria ha asignado roles y expectativas a hombres y mujeres. Ignacio Martín-Baró (1984) destaca que la sociedad salvadoreña de la década de 1980 le asigna ciertos roles a las mujeres que él denomina como “mitos sobre la mujer”:1 el mito de la esposa amante, el mito de la madre y el mito del “eterno femenino”. El primero de ellos hace referencia a la subordinación del proyecto de vida de una mujer al del hombre y, en consecuencia, la mujer se realiza dedicándose a su pareja. En el segundo mito ser mujer es sinónimo de ser madre, lo cual trae consigo una serie de características y atributos idealizados como: una madre siempre es buena, santa, abnegada, bella, acogedora, fiel, lo más sagrado e intocable. Finalmente, el “eterno femenino” es el mito mediante el cual se instrumentaliza el cuerpo de la mujer por medio de los rituales de belleza, la comercialización del erotismo y la institucionalización de la virginidad. En este sentido, la mujer entra en el mundo de la competencia con otras mujeres no por sus capacidades intelectuales, morales o laborales, sino por la belleza de su cuerpo, la cual le asegure obtener un buen marido y, por consiguiente, la maternidad.

Norma desafió los mitos de la sociedad salvadoreña rompiendo dos de los planteados por Martín-Baró (1984), ya que, según se puede destacar en su narrativa, no supeditó su proyecto de vida al de sus parejas, es más, logró sus aspiraciones laborales al punto de convertirse en la principal proveedora de su hogar. Por otro lado, en su discurso no se percibe que haya cumplido con el mito del “eterno femenino” precisamente porque ella valora su cuerpo no por su atractivo o belleza física, sino por su inteligencia, su capacidad para crear, trabajar y producir. Por el contrario, el “mito de la madre” está muy presente en su relato, ya que la valoración que hace de su cuerpo como trabajador y productivo se relaciona con su preocupación por el cuidado de su familia no solo en términos económicos, sino afectivos.

Para dar explicación a este hallazgo, expongo lo planteado por Flores Ángeles y Tena Guerrero (2014: 34) basado en el concepto de sincretismo de género introducido por Marcela Lagarde.

La relación de cuidados en las sociedades latinoamericanas se vuelve especialmente conflictiva y fuente de tensión en las mujeres, puesto que por un lado está el mandato de cuidar a través del descuido y por el otro la configuración cada vez más fuerte y generalizada de ser mujeres que participan de los procesos educativos, laborales y políticos (Lagarde, 2004: 157). Esta expectativa doble que tienen las propias mujeres representa para Lagarde un sincretismo de género, o lo que en 1978 Laura Balbo llamó “doble presencia” en la vida de las mujeres, en la que de manera sincrónica se vinculan el tiempo laboral y el tiempo de cuidar. En este sentido podemos hablar de una ética del trabajo y una ética del cuidado hacia los otros, esta última omnipresente en todos los campos de acción de las mujeres.

Para las mujeres, este sincretismo de género implica movernos entre espacios los públicos (mediante el aumento de nuestra presencia en el ámbito laboral remunerado) y los privados (actividades de cuidado y servicio en el ámbito familiar), es decir, entre realizar actividades tradicionales (ámbito privado) y modernas (ámbito público). Este concepto resulta de interés para explicar por qué Norma se apegó al mito de la madre a pesar de ser un agente activo en el espacio público.

De acuerdo con Marcela Lagarde (2003: 2), “la cultura patriarcal que construye el sincretismo de género fomenta en las mujeres la satisfacción del deber de cuidar, convertido en deber ser ahistórico natural de las mujeres y, por tanto, deseo propio”. Esto se puede constatar en el discurso de Norma cuando asegura que se hacía cargo de las actividades domésticas porque en su hogar de origen aprendió que las mujeres debían hacerlo y no lo cuestionaba, mientras que las actividades de cuidado no solo las lleva a cabo, sino que destaca el fuerte componente afectivo que la motiva a hacerlas.

Resulta interesante identificar que Norma no reproduce ciertos patrones, que para esa época, eran tradicionales femeninos, pero, a su vez, hay otros en los que aún se detona una fuerte interiorización del deber ser de la mujer en la sociedad, como por ejemplo, el no cuestionarse la distribución inequitativa de las tareas domésticas y de cuidado como lo podemos observar en la siguiente frase extraída de su discurso refiriéndose a la realización de tareas domésticas en su hogar: “como esa era la dinámica que traía de mi casa de origen, nunca se me ocurrió que se podían dividir las actividades domésticas entre Tony y yo”. Además de no cuestionar esto, ella expresa asumir este rol de servicio como un medio de satisfacción para sí misma, al ser el afecto lo que la motivaba a llevarlo a cabo: “lo hacía con cariño, con el más noble de los sentimientos”.

Finalmente, al comparar las temporalidades de la historia entre el conflicto armado y la posguerra en el discurso de Norma no identifiqué diferencias significativas entre las dos épocas y esto puede explicarse, en parte, a que según el informe De la locura a la esperanza de la Comisión de la Verdad de El Salvador (1993), en el cual se realiza un balance de los doce años de conflicto armado en El Salvador, los enfrentamientos armados se desarrollaron especialmente en las zonas rurales, y para esta época de guerra y años posteriores Norma residió en la zona urbana de la capital. Al mismo tiempo, las categorías seleccionadas estaban relacionadas con aspectos “del mundo doméstico y de la familia” (Soto, 2003, p. 89), por lo que puede significar, en este caso, que estos dos factores en conjunto posibilitaron que las consecuencias de la guerra y de la posguerra, sin negar que ambos fenómenos tienen incidencia en todos los ámbitos, no hayan sido un elemento que interfiriera o afectara significativamente en las esferas indagadas en este ejercicio de cartografía.

Bibliografía

CASTRO-GÓMEZ, S. (2014). “Cuerpos racializados. Para una genealogía de la colonialidad del poder en Colombia”. En: H. Cardona y Z. Pedraza (comps.), Al otro lado del cuerpo. Estudios biopolíticos en América Latina. Bogotá: Universidad de los Andes, pp. 53-78.

CZYTAJLO, N. P. (2005). “Dimensiones de género y territorialización en la vida cotidiana: entre lo local y lo global”. Revista LIDER, 14 (10): 61-91. Consultado en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=7915

COMISIÓN DE LA VERDAD DE EL SALVADOR. (1993). De la locura a la esperanza: la guerra de 12 años en El Salvador. San José: DEI.

FLORES ÁNGELES, R. L. y TENA GUERRERO, O. (2014). “Maternalismo y discursos feministas latinoamericanos sobre el trabajo de cuidados: un tejido en tensión”. Íconos, 50: 27-42. Consultado en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50931716002

LAGARDE, M. (2000). Claves feministas para la autoestima de las mujeres. Madrid: Horas y horas.

LAGARDE, M. (2003). Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción. Consultado en: http://pmayobre.webs.uvigo.es/textos/marcela_lagarde_y_de_los_rios/mujeres_cuidadoras_entre_la_obligacion_y_la_satisfaccion_lagarde.pdf

MARTÍN-BARÓ, I. (1984). Acción e ideología. San Salvador: UCA.

MCDOWELL, L. (1999). Género, identidad y lugar. Madrid: Cátedra.

NATES. C. B. (2010). “Soportes teóricos y etnográficos sobre conceptos de territorio”. Revista Co-herencia, 8 (14): 209-229.

SOTO, P. (2003). “Sobre género y espacio: una aproximación teórica”. Géneros, 11 (31): 88-93. Consultado en: http://revistasacademicas.ucol.mx/index.php/generos/article/view/1036/pdf


1 Los aportes de Martín-Baró (1984) cobran especial relevancia para este ejercicio de cartografía debido a que sus planteamientos se centran en la sociedad salvadoreña de la década de 1980, de la cual Norma forma parte.

Recibido: 8 de agosto 2017

Aprobado: 31 de agosto 2017

https://doi.org/10.15446/bitacora.v27n3.66907

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Desde el posgrado

Figura 1. Mapeo del cuerpo con relación a las categorías de análisis

Fuente: elaboración propia

Trabajo

Familia

Actividades domésticas

Actividades de cuidado

Vulnerabilidad

Autocuidado

Recibido: 8 de agosto de 2017; Aceptado: 31 de agosto de 2017

Resumen

El presente ensayo da cuenta de un ejercicio de cartografía de la proximidad referente al tema del cuerpo como territorio. Con base en la historia de vida de una mujer salvadoreña, se pretende identificar la percepción que ella tiene sobre su cuerpo a la luz de seis categorías: trabajo, familia, actividades domésticas, actividades de cuidado, vulnerabilidad y autocuidado. Además, se contrastará esta percepción con relación a dos categorías más: el municipio de vivienda (Ahuachapán y San Salvador) y la época de la historia (conflicto armado y posguerra).

Palabras clave

territorio, territorialización, cuerpo, cartografía.

Abstract

This essay gives an account of a mapping exercise of proximity, referring to the body as territory. Based on the life story of a Salvadoran woman, it seeks to identify the perception she has about her body in the light of six categories: work, family, domestic activities, care activities, vulnerability and self-care. In addition, this perception will be contrasted in relation of two other categories: the housing municipality (Ahuachapán and San Salvador) and the time of history (armed and postwar conflict).

Keywords

territory, territorialization, body, cartography.

Resumo

Este ensaio fornece uma descrição do exercício de mapeamento da proximidade, referente ao assunto do corpo como território. Com base na história da vida de uma mulher salvadorenha, procura identificar a percepção que ela tem sobre o seu corpo à luz de seis categorias: trabalho, família, atividades domésticas, atividades de cuidados, vulnerabilidade e autocuidado. Além disso, esta percepção será contrastada em relação a outras duas categorias: o município habitacional (Ahuachapán e San Salvador) e o tempo da história (conflito armado e pós-guerra).

Palavras-chave

território, territorialização, corpo, cartografia.

Introducción

Hablar de cuerpo y territorio desde una perspectiva de género resulta relevante a nivel académico e investigativo y, con el fin de contribuir a ello, realizo este ensayo. El mismo, primero hace una breve biografía de Norma, cuya historia de vida será el centro del análisis. Luego expone la metodología utilizada y presenta los hallazgos del estudio de la cartografía de la proximidad. Finaliza con un diálogo entre dichos resultados y los aspectos teóricos que permiten sustentar el análisis.

Breve reseña biográfica

Norma Esmeralda Angulo Hernández es la segunda de cinco hermanas, nace el 12 de agosto de 1957 en el municipio de Ahuachapán al occidente de El Salvador, limitando al norte con el país vecino de Guatemala. Mientras vive en Ahuachapán, su abuela materna (Mamá Tanchito) se encarga de los cuidados y crianza de ella, sus hermanas, primas y primos. A la edad de nueve años Norma y sus hermanas se mudan a San Salvador (la capital) donde viven con su madre Lidia Hernández y su padre Carlos Angulo. Lidia se desempeña como enfermera (profesión que aprendió empíricamente en Ahuachapán) en el hospital público más importante de la capital y Carlos trabaja en el Ministerio de Obras Públicas en la Dirección General de Caminos como ingeniero civil, a pesar de no haber terminado sus estudios en esa área. Sus obligaciones laborales, caracterizadas por las extensas jornadas, les exige permanecer fuera del hogar por largos períodos de tiempo.

Es entonces cuando a Norma le empiezan a delegar el cuidado de sus hermanas y las actividades domésticas en el hogar, a pesar de ser la segunda hija de la familia. Su carácter fuerte y su actitud de servicio la llevan a dirigir y organizar el hogar desde muy temprana edad, pero esto no impide que asista a la escuela y se gradúe. A la edad de 19 años inicia sus estudios en Administración de empresas y un año más tarde contrae matrimonio. Ese mismo año nace su primer hijo. A pesar de eso, ella continúa sus estudios y empieza su vida laboral para aportar económicamente a su nueva familia. En medio de dichos acontecimientos estalla el conflicto armado en el país (1980). Tres años más tarde queda embarazada de su segundo hijo y antes de que él nazca decide separarse de su primer esposo.

Para este entonces, pese a las dificultades económicas y el cuidado de dos hijos, Norma había logrado graduarse del pregrado y en 1985, tras la obtención de su título universitario, comienza a trabajar en el Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria (ISTA) con cooperativas agrícolas en diversas comunidades del país. En esta institución conoce a un ingeniero agrónomo llamado Elmer Antonio Milán Barrera (mejor conocido como Tony), con quien contrae matrimonio, y en 1987 nace su tercer hijo. Tony sigue trabajando en el ISTA y Norma se desempeña como ejecutiva de ventas en diversas empresas. A finales de 1989 nace su cuarta y única hija. Paralelo a esto surge una idea de negocio y emprende la tarea de montar una floristería, la cual recibe el mismo nombre de su hija recién nacida: Melissa.

En el año 1992 finaliza el conflicto armado y su negocio empieza a prosperar hasta convertirse en uno muy reconocido en el ámbito de la decoración y los eventos. Es así como ella se convierte en la principal proveedora de la familia. Con el paso del tiempo, los tres hijos hombres dejan el hogar materno para formar su propia familia y, para 2008, Norma tiene dos nietas y un nieto. Para esta misma fecha sólo quedan viviendo en casa Tony, ella y su última hija. La vida transcurre con sus altos y bajos, sin mayores novedades para Norma y su familia, hasta que en 2015 enviuda del que ella aun llama “el amor de su vida”. Actualmente vive sola en las afueras de la capital, está jubilada y se dedica a iniciar proyectos personales que le hagan sentirse feliz, productiva y al servicio de las personas que tiene cerca.

Teniendo en cuenta el panorama general de la vida de Norma, a continuación presentaré el proceso metodológico y las seis categorías de análisis: trabajo, familia, actividades domésticas, actividades de cuidado, vulnerabilidad y autocuidado, seleccionadas debido a que están relacionadas tradicionalmente al quehacer femenino y se pretende indagar en qué medida se cumplen o no en la historia de vida tomada de base para realizar este ejercicio.

Proceso de cartografía

Le muestro a Norma seis imágenes, cada una correspondiente a una categoría y le entrego una hoja con una silueta femenina. Le solicito que identifique la parte del cuerpo que para ella representara el tema en cuestión, que coloque la imagen en la silueta y que explique por qué ha escogido esa parte. Además, le presento un mapa del municipio de Ahuachapán y otro de San Salvador para que señale en cuál de los dos lugares se ha desempeñado mejor en cada tema. Finalmente, le pido que contraste la época del conflicto armado y de la posguerra en función de las categorías.

Trabajo

Esta categoría hace referencia a su ejercicio profesional.

Lugar del cuerpo: cabeza/cerebro y manos.

Norma considera que el trabajo que ha desempeñado la mayor parte de su vida profesional ha requerido de mucha creatividad y conocimientos, por ello lo ubica en la cabeza, específicamente haciendo referencia al cerebro. También escoge las manos porque ha sido un trabajo manual: “yo he sido el motor de mi trabajo, mi empresa, y ha requerido 70% cerebro y 30% manos. […] Me siento muy a gusto cuando pienso sobre mi trabajo, idear, crear”.

Municipio: San Salvador, ya que toda su vida laboral la desempeña allí.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: Norma no identifica una diferencia en términos laborales entre ambas épocas y considera que esto se debe a que desempeña su trabajo en la capital. Ahí el conflicto no se manifesta como en las zonas rurales.

Familia

Esta categoría se refiere tanto a su familia de origen como a su núcleo familiar.

Lugar del cuerpo: cabeza/cerebro y corazón para su núcleo familiar, y corazón para su familia de origen.

Sobre el ámbito familiar, Norma comenta que escogió esas partes del cuerpo para hablar de su núcleo familiar “porque los quiero, y porque he tenido que pensar cómo mantenerlos, y equilibrarme entre el trabajo y el tiempo que les dedicaba”. Por su parte, al referirse a su familia de origen menciona que los ubica únicamente en el corazón “porque nunca cuestioné por qué era mi familia o qué iba a hacer con ellos, y además porque los quiero”.

Municipio: Ahuachapán, debido a que ella considera que de allí vienen sus raíces: “de ahí salimos todos. De ahí es la familia. Ahí me sentía más cómoda. Tengo el concepto de familia en Ahuachapán porque crecí con mis tías, primos y abuelos”.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: durante los años del conflicto armado Norma identifica que, debido a que su esposo se movilizaba a zonas rurales por razones laborales, vive con la preocupación constante de que algo le pudiera pasar, sobre todo, si se encuentra con el ejército o la guardia nacional. Caso contrario si el encuentro es con la guerrilla, porque, según ella, este grupo no se mete comúnmente con la población civil. Por otro lado, en esta época muchas de sus amistades mueren a causa del conflicto, principalmente, por estar vinculadas a la guerrilla.

Es interesante resaltar que para finales del año 1989 se vive en el país la ofensiva final de la guerrilla para desestabilizar al Estado. Dicho operativo se lleva a cabo en el área metropolitana de la capital, por lo que la ciudad es declarada en estado de emergencia y se evacua a gran cantidad de personas. Esto obliga a Norma a trasladarse con toda su familia a la casa de Lidia, su madre, donde se reúne con los primos y tías con los que creció en su pueblo. “Cuando llegaron todos a la casa me volví a sentir como que estaba en Ahuachapán”, escenario de sus mejores momentos de infancia. Este encuentro es un buen recuerdo en medio de la guerra.

Actividades domésticas

Esta categoría da cuenta de las tareas domésticas que ha desempeñado.

Lugar del cuerpo: Norma hace una distinción entre su núcleo familiar, al cual ubica en el corazón y las manos, y su familia de origen, que coloca únicamente en las manos.

La diferencia radica en que, en su casa de origen, el trabajo es manual y tanto ella como sus hermanas tienen que hacerlo por obligación. En cambio, con su núcleo familiar agrega el corazón porque las hace con todo su cariño y añade que, “como esa era la dinámica que traía de mi casa de origen, nunca se me ocurrió que se podían dividir las actividades domésticas entre Tony [su pareja] y yo”.

Municipio: San Salvador, ya que cuando vive en Ahuachapán quien se encarga de estas actividades era su abuela y ella no les exigía involucrase en eso.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: no encontró datos relevantes.

Actividades de cuidado

Esta categoría se refiere al servicio a los demás y los cuidados en el ambiente familiar.

Lugar del cuerpo: en esta categoría también hace la distinción entre su núcleo familiar, que identifica en el corazón, manos y pies, y su familia de origen, a la que coloca sólo en el corazón.

Norma comenta que para su núcleo familiar ubica las actividades de cuidado en estas tres partes del cuerpo “porque lo hacía con cariño. Con el más noble de los sentimientos, porque son actividades manuales. Y con los pies, porque he movilizado a mi familia”. Ha cuidado constantemente de sus hijos y de su esposo, especialmente en los últimos años de vida de él.

Por otro lado, con referencia a su familia de origen, ella ubica esta categoría en el corazón, ya que expresa que es el afecto la que la ha motivado a cuidar de ella, especialmente de cuidar a su mamá y hermanas, pues al percibirlas frágiles, en ocasiones, ha intentado protegerlas y defenderlas.

Municipio: San Salvador, debido a que es en su etapa adulta cuando ha desempeñado con regularidad estas tareas de cuidado y ha vivido todo este período en dicho municipio.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: no encontró datos relevantes.

Vulnerabilidad

Esta categoría da cuenta de las situaciones que han representado una amenaza para ella, su cuerpo y/o su vida.

Lugar del cuerpo: el estómago.

Norma identifica esta parte de su cuerpo como la primera en reaccionar cuando se ha sentido vulnerable. Cabe resaltar que esta fue la categoría que más le costó identificar: por un lado, las situaciones que le hacen sentir vulnerable y, por otro, la parte de su cuerpo donde la ubicaría. Al respecto menciona: “me siento vulnerable cuando califican mal mi trabajo, cuando estoy haciendo, por ejemplo, un arreglo floral estoy pensando que no le va a gustar a la gente y cuando la gente no dice nada me desborono”.

Municipio: San Salvador ha sido el municipio donde más vulnerable se ha sentido. En Ahuachapán sólo identifica momentos buenos y agradables.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: durante la época del conflicto armado comenta que “siempre se vivía con la psicosis. Siempre me sentí vulnerable de encontrarme en un fuego cruzado entre guerrilleros y soldados”, a diferencia de la posguerra pues deja de sentirse vulnerable en ese sentido.

Autocuidado

Las actividades que lleva a cabo en beneficio de sí misma y con el objetivo de cuidar de sí.

Lugar del cuerpo: corazón identificado por ella en este caso como el alma y el cerebro.

Norma hizo énfasis en el cerebro porque considera que es una persona que razona mucho y, por eso, se cuida de sus pensamientos: “a veces pienso: tengo derechos, me lo merezco, no debo dejar que esto me hunda. Para cuidarme he leído muchos libros, que me dan luces para cuidarme y protegerme de las tristezas y enojos, porque lo que más me ha afectado es el enojo y la tristeza. He cultivado mis amistados, salido de viaje, al cine, he comprado maquillaje… cosas que han aportado en mi calidad de vida”, sobre todo, en los últimos años. Además, menciona como un eje central el autocuidado de su espiritualidad a través de la oración y la lectura de libros religiosos.

Municipio: San Salvador debido a que es aquí donde ella ha vivido la mayor parte de su vida.

Diferencias entre la época del conflicto y de la posguerra: no encontró datos relevantes.

Conclusiones teóricas

Inicialmente pondré a dialogar el concepto de territorialidad planteado por Beatriz Nates (2010) con el de género, basado en los aportes de Natalia Czytajlo (2005). Seguido de un contraste de la teoría de Santiago Castro-Gómez (2014) sobre los cuerpos racializados y su relación con los argumentos de Linda Mcdowell (1999) y Paula Soto (2003). Finalmente, analizaré, desde una perspectiva de género, cuáles de los “mitos de la mujer” planteados por Ignacio Martín-Baró (1984) se cumplen en este ejercicio, para cerrar con el tema del cuidado en las mujeres a la luz de las contribuciones que Marcela Lagarde (2000; 2003) hace al respecto.

Como se vio en el apartado anterior, Norma identificó y delimitó partes concretas de su cuerpo para cada una de las categorías de análisis, partes que conllevan un significado simbólico, intelectual y espiritual para ella (véase Figura 1). Allí, se destaca el sentido de territorialidad que le da a su cuerpo, la cual, “es la producción práctica o discursiva de territorio […] [que] propicia [un] sentido de posesión y pertenencia territorial. Este sentimiento se construye tanto desde la representación física propiamente dicha, como desde una representación más intelectual y espiritual” (Nates, 2010: 214).

Es interesante anotar que hay órganos del cuerpo que no fueron nombrados por Norma, lo que quizás sugiere que otorga mayor relevancia a aquellas partes que le hacen sentir que su cuerpo produce (cabeza/cerebro, manos) e invisibiliza aquellas que no cumplen una función de producción clara. Podemos observar que este tema es central en su vida cuando afirma lo siguiente: “me siento muy a gusto cuando pienso sobre mi trabajo, idear, crear. […] Porque he tenido que pensar cómo mantenerlos [económicamente] y equilibrarme entre el trabajo y el tiempo que les dedicaba”.

Natalia Czytajlo (2005: 67) considera el territorio como una construcción social y una “expresión de la espacialización del poder”, donde el género es una construcción social, histórica, cultural y simbólica. Por su parte, Santiago Castro-Gómez (2014: 91) afirma que

la colonialidad del poder codifica los cuerpos conforme a su linaje y les asigna un lugar en la división social del trabajo. Se trata, por tanto, de un poder que hace de los cuerpos la superficie de inscripción de la “raza” como marcador del estatus económico y social de una persona.

Si bien es cierto que el argumento de Castro-Gómez gira en torno a la razalización de los cuerpos, este planteamiento resulta de utilidad para destacar otras clasificaciones que se basan en criterios como la nacionalidad, la cultura, las actividades productivas, el sexo, el género, entre otras.

Linda Mcdowell (1999) asegura que a partir de los cuerpos se definen relaciones de poder que determinan los espacios a utilizar, las normas y los límites. Paula Soto (2003: 88) complementa lo anterior asegurando que “el género entonces se erigirá como elemento relevante en la producción de imaginarios geográficos imbuidos de simbolismos, poder y significados que dividen esferas, dominios y ámbitos diferenciados donde es posible localizar a uno y otro género”. Norma categoriza su cuerpo como femenino y lo hace basándose en criterios, imaginarios y simbolismos que tienen que ver con la producción, con los beneficiarios de esa producción, la noción de servicio a otras y otros, y la capacidad de amar. Todas estas son actitudes delegadas tradicionalmente a las mujeres y responden a los roles estereotipados según el género.

Clasificar nuestros cuerpos de forma binaria ha asignado roles y expectativas a hombres y mujeres. Ignacio Martín-Baró (1984) destaca que la sociedad salvadoreña de la década de 1980 le asigna ciertos roles a las mujeres que él denomina como “mitos sobre la mujer”:1 el mito de la esposa amante, el mito de la madre y el mito del “eterno femenino”. El primero de ellos hace referencia a la subordinación del proyecto de vida de una mujer al del hombre y, en consecuencia, la mujer se realiza dedicándose a su pareja. En el segundo mito ser mujer es sinónimo de ser madre, lo cual trae consigo una serie de características y atributos idealizados como: una madre siempre es buena, santa, abnegada, bella, acogedora, fiel, lo más sagrado e intocable. Finalmente, el “eterno femenino” es el mito mediante el cual se instrumentaliza el cuerpo de la mujer por medio de los rituales de belleza, la comercialización del erotismo y la institucionalización de la virginidad. En este sentido, la mujer entra en el mundo de la competencia con otras mujeres no por sus capacidades intelectuales, morales o laborales, sino por la belleza de su cuerpo, la cual le asegure obtener un buen marido y, por consiguiente, la maternidad.

Norma desafió los mitos de la sociedad salvadoreña rompiendo dos de los planteados por Martín-Baró (1984), ya que, según se puede destacar en su narrativa, no supeditó su proyecto de vida al de sus parejas, es más, logró sus aspiraciones laborales al punto de convertirse en la principal proveedora de su hogar. Por otro lado, en su discurso no se percibe que haya cumplido con el mito del “eterno femenino” precisamente porque ella valora su cuerpo no por su atractivo o belleza física, sino por su inteligencia, su capacidad para crear, trabajar y producir. Por el contrario, el “mito de la madre” está muy presente en su relato, ya que la valoración que hace de su cuerpo como trabajador y productivo se relaciona con su preocupación por el cuidado de su familia no solo en términos económicos, sino afectivos.

Para dar explicación a este hallazgo, expongo lo planteado por Flores Ángeles y Tena Guerrero (2014: 34) basado en el concepto de sincretismo de género introducido por Marcela Lagarde.

La relación de cuidados en las sociedades latinoamericanas se vuelve especialmente conflictiva y fuente de tensión en las mujeres, puesto que por un lado está el mandato de cuidar a través del descuido y por el otro la configuración cada vez más fuerte y generalizada de ser mujeres que participan de los procesos educativos, laborales y políticos (Lagarde, 2004: 157). Esta expectativa doble que tienen las propias mujeres representa para Lagarde un sincretismo de género, o lo que en 1978 Laura Balbo llamó “doble presencia” en la vida de las mujeres, en la que de manera sincrónica se vinculan el tiempo laboral y el tiempo de cuidar. En este sentido podemos hablar de una ética del trabajo y una ética del cuidado hacia los otros, esta última omnipresente en todos los campos de acción de las mujeres.

Para las mujeres, este sincretismo de género implica movernos entre espacios los públicos (mediante el aumento de nuestra presencia en el ámbito laboral remunerado) y los privados (actividades de cuidado y servicio en el ámbito familiar), es decir, entre realizar actividades tradicionales (ámbito privado) y modernas (ámbito público). Este concepto resulta de interés para explicar por qué Norma se apegó al mito de la madre a pesar de ser un agente activo en el espacio público.

De acuerdo con Marcela Lagarde (2003: 2), “la cultura patriarcal que construye el sincretismo de género fomenta en las mujeres la satisfacción del deber de cuidar, convertido en deber ser ahistórico natural de las mujeres y, por tanto, deseo propio”. Esto se puede constatar en el discurso de Norma cuando asegura que se hacía cargo de las actividades domésticas porque en su hogar de origen aprendió que las mujeres debían hacerlo y no lo cuestionaba, mientras que las actividades de cuidado no solo las lleva a cabo, sino que destaca el fuerte componente afectivo que la motiva a hacerlas.

Resulta interesante identificar que Norma no reproduce ciertos patrones, que para esa época, eran tradicionales femeninos, pero, a su vez, hay otros en los que aún se detona una fuerte interiorización del deber ser de la mujer en la sociedad, como por ejemplo, el no cuestionarse la distribución inequitativa de las tareas domésticas y de cuidado como lo podemos observar en la siguiente frase extraída de su discurso refiriéndose a la realización de tareas domésticas en su hogar: “como esa era la dinámica que traía de mi casa de origen, nunca se me ocurrió que se podían dividir las actividades domésticas entre Tony y yo”. Además de no cuestionar esto, ella expresa asumir este rol de servicio como un medio de satisfacción para sí misma, al ser el afecto lo que la motivaba a llevarlo a cabo: “lo hacía con cariño, con el más noble de los sentimientos”.

Finalmente, al comparar las temporalidades de la historia entre el conflicto armado y la posguerra en el discurso de Norma no identifiqué diferencias significativas entre las dos épocas y esto puede explicarse, en parte, a que según el informe De la locura a la esperanza de la Comisión de la Verdad de El Salvador (1993), en el cual se realiza un balance de los doce años de conflicto armado en El Salvador, los enfrentamientos armados se desarrollaron especialmente en las zonas rurales, y para esta época de guerra y años posteriores Norma residió en la zona urbana de la capital. Al mismo tiempo, las categorías seleccionadas estaban relacionadas con aspectos “del mundo doméstico y de la familia” (Soto, 2003, p. 89), por lo que puede significar, en este caso, que estos dos factores en conjunto posibilitaron que las consecuencias de la guerra y de la posguerra, sin negar que ambos fenómenos tienen incidencia en todos los ámbitos, no hayan sido un elemento que interfiriera o afectara significativamente en las esferas indagadas en este ejercicio de cartografía.

Figura 1: Mapeo del cuerpo con relación a las categorías de análisis

Figura 1 Mapeo del cuerpo con relación a las categorías de análisis
elaboración propia

Referencias

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FLORES ÁNGELES, R. L. y TENA GUERRERO, O. (2014). “Maternalismo y discursos feministas latinoamericanos sobre el trabajo de cuidados: un tejido en tensión”. Íconos, 50: 27-42. Consultado en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50931716002

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Notas

Los aportes de Martín-Baró (1984) cobran especial relevancia para este ejercicio de cartografía debido a que sus planteamientos se centran en la sociedad salvadoreña de la década de 1980, de la cual Norma forma parte.

Referencias

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Milán, M. (2017). El cuerpo como territorio. Bitácora Urbano Territorial, 27(3), 155–160. https://doi.org/10.15446/bitacora.v27n3.66907

ACM

[1]
Milán, M. 2017. El cuerpo como territorio. Bitácora Urbano Territorial. 27, 3 (sep. 2017), 155–160. DOI:https://doi.org/10.15446/bitacora.v27n3.66907.

ACS

(1)
Milán, M. El cuerpo como territorio. Bitácora Urbano Territorial 2017, 27, 155-160.

ABNT

MILÁN, M. El cuerpo como territorio. Bitácora Urbano Territorial, [S. l.], v. 27, n. 3, p. 155–160, 2017. DOI: 10.15446/bitacora.v27n3.66907. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/66907. Acesso em: 24 abr. 2024.

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Milán, Melissa. 2017. «El cuerpo como territorio». Bitácora Urbano Territorial 27 (3):155-60. https://doi.org/10.15446/bitacora.v27n3.66907.

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Milán, M. (2017) «El cuerpo como territorio», Bitácora Urbano Territorial, 27(3), pp. 155–160. doi: 10.15446/bitacora.v27n3.66907.

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[1]
M. Milán, «El cuerpo como territorio», Bitácora Urbano Territorial, vol. 27, n.º 3, pp. 155–160, sep. 2017.

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Milán, M. «El cuerpo como territorio». Bitácora Urbano Territorial, vol. 27, n.º 3, septiembre de 2017, pp. 155-60, doi:10.15446/bitacora.v27n3.66907.

Turabian

Milán, Melissa. «El cuerpo como territorio». Bitácora Urbano Territorial 27, no. 3 (septiembre 1, 2017): 155–160. Accedido abril 24, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/66907.

Vancouver

1.
Milán M. El cuerpo como territorio. Bitácora Urbano Territorial [Internet]. 1 de septiembre de 2017 [citado 24 de abril de 2024];27(3):155-60. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/66907

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