Publicado

2017-07-01

La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil

The longue durée of Brazilian Expansionism in Latin America: Historical Characterization and Productive Support of Brazil's Internationalized National Expansionism

DOI:

https://doi.org/10.15446/cp.v12n24.65331

Palabras clave:

energía, fuerzas productivas, geopolítica, Michel Temer, subimperialismo (es)
Energy, Geopolitics, Michel Temer, Productive Forces, Sub-imperialism. (en)

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Autores/as

  • Efraín León Universidad Nacional Autónoma de México

Este artículo presenta una evaluación histórica en la longue durée de las condiciones materiales que han soportado el expansionismo brasileño en América Latina. Evalúa las posibilidades de la administración de Michel Temer de mantener rasgos de economía nacional internacionalizada, un tipo de economía que, creemos, ha sido un caso sui generis en América Latina que caracterizó el período subimperial y los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Para ello, presentamos un análisis materialista sobre las condiciones económicas estructurales que permitieron la emergencia de prácticas expansionistas en Brasil. Vinculamos las oscilaciones en el equilibrio interno de fuerzas políticas durante estos periodos. Finalmente, después de nuestro análisis, proponemos que el desarrollo nacional de las “fuerzas productivas”, vinculadas a la energía, es la fuerza económica que ha sostenido el expansionismo productivo de Brasil.

This article presents a historical assessment in the longue durée of the material conditions that have supported Brazilian expansionism in Latin America. It assesses the possibilities of Michel Temer’s administration of maintaining characteristics of the internationalized national economy, a type of economy which, we believe, has been a sui generis case in Latin America which characterized the sub-imperial period and the governments of Lula da Silva and Dilma Rousseff. To that end, we present a tangible analysis on the structural economic conditions that allow for the emergence of expansionist practices in Brazil. We connect the fluctuations in the internal balance of political forces during these periods. Lastly, after our analysis, we put forth that national development of the “productive forces”, linked to the energy, is the economic force that has sustained Brazil’s productive expansionism.

Recibido: 31 de marzo de 2017; Aceptado: 27 de abril de 2017

Resumen

Este artículo presenta una evaluación histórica en la longue durée de las condiciones materiales que han soportado el expansionismo brasileño en América Latina. Evalúa las posibilidades de la administración de Michel Temer de mantener rasgos de economía nacional internacionalizada, un tipo de economía que, creemos, ha sido un caso sui generis en América Latina que caracterizó el período subimperial y los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Para ello, presentamos un análisis materialista sobre las condiciones económicas estructurales que permitieron la emergencia de prácticas expansionistas en Brasil. Vinculamos las oscilaciones en el equilibrio interno de fuerzas políticas durante estos periodos. Finalmente, después de nuestro análisis, proponemos que el desarrollo nacional de las “fuerzas productivas”, vinculadas a la energía, es la fuerza económica que ha sostenido el expansionismo productivo de Brasil.

Palabras clave

energía, fuerzas productivas, geopolítica, Michel Temer, subimperialismo.

Abstract

This article presents a historical assessment in the longue durée of the material conditions that have supported Brazilian expansionism in Latin America. It assesses the possibilities of Michel Temer’s administration of maintaining characteristics of the internationalized national economy, a type of economy which, we believe, has been a sui generis case in Latin America which characterized the sub-imperial period and the governments of Lula da Silva and Dilma Rousseff. To that end, we present a tangible analysis on the structural economic conditions that allow for the emergence of expansionist practices in Brazil. We connect the fluctuations in the internal balance of political forces during these periods. Lastly, after our analysis, we put forth that national development of the “productive forces”, linked to the energy, is the economic force that has sustained Brazil’s productive expansionism.

Keywords

Energy, Geopolitics, Michel Temer, Productive Forces, Sub-imperialism.

Introducción

Este artículo presenta una propuesta de caracterización histórica de la base material de las prácticas geopolíticas expansionistas de Brasil en América Latina y una evaluación puntual del desarrollo técnico nacional de algunos de sus sectores económicos estratégicos ligados a la energía e infraestructuras asociadas en el que pensamos se sostiene materialmente esta fuerza productiva y política. La hipótesis que defiende este trabajo es que con el reciente golpe de Estado “parlamentario” al gobierno de Dilma Rousseff, Brasil muestra ciertas líneas de continuidad en sus prácticas económicas expansionistas, y que su sustento se basa en su capacidad productiva nacional ligada a la energía desde una clara integración productiva y mercantil con el capital internacional. La larga duración de las prácticas económicas expansionistas brasileñas nos muestran que en realidad se trata de un tipo de prácticas geopolíticas que se pueden rastrear desde la emergencia de su periodo subimperial en las décadas de los años sesenta y los años setenta, durante su última dictadura militar, y después de una pausa en la década los años noventa, en el periodo comprendido por los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) del año 2003 al año 2016. Por lo que el principal cambio político en la coyuntura, que se inicia con la caída de los gobiernos del PT, lo colocaremos en su correlación de fuerzas interior y no en sus alianzas externas ni mucho menos en la capacidad material productiva que le ha permitido a Brasil desplegar políticas expansionistas sobre otras regiones de América Latina, como la región Andina.

En el primer apartado de este trabajo, proponemos un balance general sobre las condiciones económicas y políticas que posibilitaron la emergencia histórica en el siglo pasado, de lo que en estudios anteriores denominamos desarrollismo nacional internacionalizado subimperial brasileño (León, 2015), como base de la caracterización de la fuerza productiva nacional que sostiene sus prácticas económicas expansionistas. Seguidamente, en el segundo apartado, después de una breve exposición de su periodo neoliberal como momento que sentó las bases de su peculiaridad histórica actual, ofrecemos un balance comparativo de continuidades y discontinuidades respecto a la emergencia de Brasil durante la primera década del presente siglo como una nueva economía desarrollista nacional internacionalizada. A partir de ahí concluiremos, con la prudencia histórica necesaria, que a un año de gobierno de Michel Temer y su giro neoliberal, se pueden observar líneas de continuidad en el sustento material de sus prácticas expansionistas y en su peculiar forma de vincularse al capital internacional.

En el tercer y último apartado de este trabajo presentamos el análisis puntual de su sector energético y de infraestructuras asociadas, particularmente de la capacidad técnico-productiva nacional ligada a este, además de un resumen cartográfico de nuestra autoría que condensa la estrategia territorial brasileña de intervención en los órdenes productivos en América Latina, con especial atención en su despliegue y configuración en la región Andina. Se trata en esta oportunidad de insistir en que la capacidad material económica y política que permite a Brasil comportarse como una economía expansionista, consiste en el desarrollo nacional de su capacidad productiva ligada a estos sectores. A manera de conclusión, se presenta un diagnóstico prospectivo de las condiciones económicas y políticas de Brasil para evaluar la continuidad potencial de sus prácticas expansionistas en el mediano plazo, más allá de la inflexión actual hacia la derecha marcada por el golpe de estado parlamentario.

Trataremos entonces a Brasil en la antesala de la tercera década del siglo XXI como una economía nacional internacionalizada que lleva a cabo prácticas geopolíticas expansionistas de corte propiamente productivo y mercantil. En este ejercicio se mostrarán no solo las discontinuidades marcadas por el retorno del neoliberalismo pleno a este país durante 2016, sino lo que a nuestro juicio son (y posiblemente serán) las continuidades entre su periodo subimperial, el periodo marcado por las gestiones del Partido de los Trabajadores y el actual gobierno de Temer. Tratamos de establecer una perspectiva que vincule el reciente escenario de derechización en América Latina a los múltiples ritmos que se congregan en la actuación expansionista de Brasil. Nuestra intención es ir más allá de las inflexiones recientes en las alianzas y equilibrios políticos, para poder descifrar con mayor precisión la base material de una fuerza vigente de dominio económico efectivo en el resto de países de América Latina. Se trata de una economía nacional internacionalizada que ejerce prácticas geopolíticas al intervenir los órdenes territoriales de la producción y el comercio de los países donde irradia su dominio.

Nota teórica y conceptual

El marco teórico y conceptual general de esta investigación se sustenta en el discurso crítico de Marx directamente expresado en su Crítica de la Economía Política (Marx, 1975; 2007). Nos servimos de los apartados donde se explica la importancia cualitativa del desarrollo técnico en el metabolismo material histórico y el papel central que tienen las “fuerzas productivas generales” en la reproducción material de la sociedad capitalista. Al respecto, el desarrollo que realiza Ceceña y Barreda en su libro Producción estratégica y hegemonía Mundial (1995) nos permite caracterizar con mayor especificidad histórica la importancia del desarrollo tecnológico ligado al sector energético, puntualmente en los hidrocarburos. La caracterización histórica de la civilización capitalista de las últimas cinco décadas ligada a la familia tecnológica petrolera como “civilización material petrolera” la obtenemos de los trabajos de Barreda (2004; 2005).

Sobre la categoría de “subimperialismo” brasileño y su forma sui generis de expansionismo, de economía nacional internacionalizada, así como en el análisis de la “correlación de fuerzas entre clases sociales” para cada etapa analizada seguimos puntualmente a Marini (1977; 2008). Para complementar la caracterización histórica desde una perspectiva que nos permita captar con mayor riqueza la correlación de fuerzas en Brasil durante los periodos comprendidos en este estudio nos enriquecimos del trabajo de Do Santos Evaluaçao histórica do Brasil (1995) y de Oliver (2009; 2016).

Finalmente, sobre la consideración de los “procesos geopolíticos” como rasgos históricos, así como sobre el estudio puntual de las “fuerzas productivas” para el análisis del expansionismo, seguimos desarrollos propios contenidos en trabajos anteriores (León, 2011; 2016). A partir de las consideraciones teóricas y conceptuales anteriores, proponemos el estudio puntual de la vida política de la materia (técnica y natural) (León, 2010; 2015) en su participación dinámica en las prácticas geopolíticas expansionistas de Brasil, así como en su estrategia de intervención productiva y mercantil en los órdenes territoriales latinoamericanos.

Emergencia subimperial de Brasil en el siglo XX

El desarrollismo nacional internacionalizado subimperial fue la situación histórica que Brasil alcanzaría durante las décadas de los años sesenta y setenta después de un breve periodo de desarrollismo nacionalista que se sostuvo en su interior una alianza política entre su incipiente burguesía nacional y sus clases populares, en claro perjuicio de sus oligarquías exportadoras (León, 2015). Sin duda el subimperialismo brasileño fue una forma histórica sin precedentes para una economía dependiente que, entre otras cosas, se caracterizó por contar con la fuerza económica y política suficiente para expandir su dominio sobre América Latina y sobre algunas economías africanas. Se trató de un tipo peculiar de expansionismo económico y político que lejos de confrontar a las economías industrializadas, sirvió de polo de irradiación del dominio económico del centro industrial y financiero mundial, muy especialmente el que ejercía Estados Unidos en la región (Marini, 1977).

La fuerza política que permitió a Brasil comportarse como una economía expansionista se expresó en un tipo de prácticas geopolíticas, no de confrontación o subordinación al dominio del imperio estadounidense, sino de franca alianza y cooperación. Bajo la dirección de su clase política militar que dirigió una alianza interna de sus dos clases dominantes, las prácticas subimperiales brasileñas consiguieron una clara integración productiva y comercial con los Estados Unidos en beneficio de ambas economías. De esta perspectiva, la pertinencia de llamar a Brasil subimperio durante las décadas de los años sesenta y setenta consistió en categorizar una forma sui generis de desarrollismo latinoamericano dependiente que dio sentido nacional a su internacionalización en una franca integración de su burguesía con la estadounidense. Por otra parte, en la necesidad de identificarse como una forma peculiar de actuación geopolítica en América Latina distinta del Imperio estadounidense, la economía brasileña se sirvió como un vehículo productivo y comercial desde donde desplegó su dominio y hegemonía en la región.

En términos estructurales las prácticas subimperiales surgieron de una economía dependiente con capacidades de acumulación de capital por encima de la media mundial y con la capacidad productiva suficiente para volver rentables enormes volúmenes de inversión extranjera (Marini, 1977). Mientras que en términos geopolíticos, con el desarrollo nacional de sus “fuerzas productivas”, el subimperio logró la capacidad material suficiente para integrar sus sectores productivos nacionales con los del imperio estadounidense, y contó con la destreza política para que desde esta alianza se fundamentaran sus prácticas expansionistas de competencia por mercados y de mejores condiciones para emplazar su producción en clara cooperación y beneficio compartido. Por ello, las prácticas subimperiales permitirían a Brasil constituirse en un centro medio de acumulación de capital que irradió su influencia económico-política sobre otras economías dependientes, caracterizado por fundamentarse al exterior en franca alianza con las potencias centrales, especialmente con los Estados Unidos.

Las condiciones históricas propicias para la emergencia subimperial en la década de los años sesenta comenzaron a definirse tres décadas atrás con la emergencia del desarrollismo nacionalista de Brasil. Desde las décadas de los años treinta y cuarenta nuevas tendencias en el orden territorial mundial de acumulación capitalista resultaron de los intentos por neutralizar la enorme crisis de sobre-acumulación que estalló con el famoso “Crac del 29” y la “Gran depresión”. Un nuevo orden territorial se caracterizó por ampliar la escala espacial de producción y desplazarla de su centro hacia algunas economías, hasta ese momento exclusivamente extractivas y dirigidas al mercado exterior (Harvey, 2007). Entre ellas emergieron importantes centros medios de acumulación media con componentes orgánicos de capital nacional por encima del resto de los estados dependientes. En mayor o menor medida, en estas economías se generaron importantes centros de producción industrial y manufacturera, de innovación técnica y de productividad incrementada del trabajo, que permitió que su acumulación dejara de sustentarse exclusivamente en la sobreexplotación del trabajo y en un extractivismo rentista altamente depredador de la naturaleza. Como sostiene Marini (1977), este proceso sería el detonante estructural e histórico que sentó las bases para la emergencia del subimperialismo brasileño en el año 1964.

Emergencia del subimperio brasileño y comportamiento estructural del mercado mundial

La situación de crisis económica mundial de la primera mitad del siglo XX abrió las puertas a apuestas políticas en materia económica de los estados dependientes que previamente habían logrado aumentar su capacidad productiva y fortalecer su participación en los mercados internacionales (Flamant y Singer-Kerel, 1971). La increíble magnitud de acumulación de capital en las primeras décadas del siglo pasado, que desataría dos guerras mundiales como mecanismo de compensación económica y reorganización territorial del mercado mundial, trajo como consecuencia la necesidad de ampliar la escala espacial de la producción industrial de las economías del centro y de dirigirla hacia la periferia. Los estados centrales industrializados se topaban nuevamente con su recurrente incapacidad para reinsertar el enorme volumen de capital acumulado en procesos productivos al interior de su territorio, por lo que conforme crecía la magnitud del capital productivamente “superfluo” (capital sin posibilidades de insertarse en nuevos procesos productivos), en la misma medida se intensificaba la necesidad de reinsertarlo en procesos productivos en una periferia aun escasamente industrializada. La estrategia más recurrente consistió en seleccionar nuevas economías, principalmente del sureste asiático y de América Latina, donde el capital tuviera condiciones para continuar su realización productiva y con ello contrarrestar algunos efectos de la crisis.1 Mediante préstamos e inversiones productivas directas, el capital internacional (sobre todo estadounidense) buscaba aprovechar el bajo costo de la fuerza de trabajo en las economías dependientes, sus mejores condiciones de sobreexplotación de la naturaleza y sus enormes mercados aún no conquistados (León, 2015).

La reorganización global de la economía capitalista vino acompañada, por supuesto, de un reajuste en el campo de fuerzas geopolítico que generó un orden productivo territorial mundial más complejo. Todo se debe a que el dominio que realizaba Gran Bretaña sobre los estados dependientes a través del control del mercado internacional desde hacía más de un siglo, vino a sumarse el dominio que Estados Unidos implementó sobre sus procesos productivos y mercados internos. Esta tendencia histórica de internacionalización de la producción industrial dirigida por Estados Unidos al término de las guerras mundiales favoreció que la hegemonía económica mundial transitara de Inglaterra a Estados Unidos de América.

A estos intentos por solventar los efectos de la crisis mediante préstamos e inversiones productivas dirigidas a algunas economías dependientes, se sumó la transferencia de tecnología y con ella la de mayor productividad del trabajo (León, 2010; 2015). El sector industrial de bienes de capital (sector industrial encargado de producir infraestructuras, maquinaria y herramientas dirigidas a la producción) de los estados industrializados comenzó la venta de tecnología hacia la periferia para recuperar inversiones que no contaban con tiempo suficiente para amortizarse en procesos productivos internos. Estados Unidos inauguraba así la transferencia tecnológica como novedosa herramienta imperial de acumulación de capital.2 De esta forma, a la necesidad de hacer productivo el capital dinero “superfluo” mediante inversiones productivas y préstamos financieros durante la crisis, se sumaba también la de colocar en la periferia los bienes de capital de obsolescencia prematura (León, 2015). Importantes volúmenes de capital fijo serían transferidos a economías dependientes con el propósito de amortizar inversiones del sector de bienes de capital de los países industrializados y de estimular su productividad.

La historia de la reconfiguración territorial de la producción mundial articulada al comportamiento cíclico de las crisis económicas es fascinante y compleja.3 Lo que nos interesa resaltar aquí es que la tendencia histórica de ampliación territorial de la producción del centro hacia la periferia también sentó las bases para que algunas economías dependientes innovaran y desarrollaran nacionalmente su potencial productivo, comercial y financiero con cierta autonomía, aunque sin romper su estructura dependiente. En América Latina el proceso histórico de fortalecimiento de la fracción industrial del capital y de aumento en la productividad del trabajo de sus economías nacionales, bajo una dirección estratégica nacional de sus clases políticas, fue ampliamente conocido como “desarrollismo”: un periodo de la historia latinoamericana que se caracterizó por la emergencia de apuestas económico-políticas propias de las burguesías nacionales “nativas”, con la capacidad productiva suficiente para optar políticamente por desarrollar su economía de manera relativamente independiente.

A partir de este pequeño grupo de economías latinoamericanas con productividad por encima de la media mundial, emergieron las prácticas expansionistas subimperiales de Brasil, una economía nacional dependiente que, una vez portadora de capacidad productiva industrial nacional, optaría por integrarse a la economía estadounidense en franca cooperación y en beneficio común desde donde desplegó su expansionismo comercial y productivo. La política de “satélite privilegiado”, presente desde la década de los años cincuenta en el pensamiento geopolítico brasileño del General Golbery do Couto e Silva (1967), que además se justificaba como garante de la civilización occidental, defendía la continuidad del desarrollismo nacional como “llave económica” para el dominio del capital estadounidense. Un camino político, productivo y comercial, por el que optó la clase política militar brasileña en un escenario mundial históricamente definido por la crisis de sobreacumulación, el desarrollismo latinoamericano en crisis, la emergencia de Estados Unidos como Imperio mundial, la Guerra Fría y la lucha anticomunista.

Emergencia del subimperio y apuestas nacionales desarrollistas de Brasil

La emergencia del desarrollismo nacional internacionalizado subimperial de Brasil entre las economías desarrollistas latinoamericanas del siglo pasado también se definiría por sus circunstancias productivas y políticas internas, especialmente por la posibilidad nacional de absorber productivamente inversiones extranjeras y (una vez agotada la opción nacionalista del desarrollismo) por la apuesta de su clase política militar de aglutinar a su burguesía nativa y a sus sectores exportadores en un proyecto de industrialización común en franca integración con Estados Unidos.

La opción de los estados dependientes en América Latina respecto a la cooperación económica con el ascendente imperio estadounidense no se limitaba al volumen de los capitales extranjeros que operarían productiva o comercialmente en su interior. Se trataba, sobre todo, de decidir sobre la forma en que los vincularían a sus estructuras productivas nacionales. La emergencia del subimperio brasileño tiene su génesis histórica aquí, en el eslabonamiento histórico de dos apuestas distintas de generación de capacidades productivas nacionales y que, en términos de Marini (2008), terminaron por romper la inicial industrialización brasileña fundada principalmente en enclaves productivos dirigidos al mercado exterior: el desarrollismo nacionalista y el desarrollismo nacional internacionalizado subimperial (León, 2015).

Desarrollismo nacionalista como antesala subimperial

Los enormes flujos de capital productivo que durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta se dirigieron de Estados Unidos a las economías dependientes, abrieron una primera disyuntiva histórica y política para la industrialización de los países receptores que rápidamente se agotó: se asumía una subordinación casi absoluta a los propósitos imperiales o se articulaban a una política económica nacional relativamente independiente. Los estados latinoamericanos favorecidos con importantes montos de inversión de capital extranjero y de transferencia tecnológica como Brasil, México y Argentina, se enfrentaban a la posibilidad histórica de usar estos capitales en beneficio de sus propuestas particulares de acumulación de capital y, por ende, al reto económico y político de insertarlos a procesos productivos y al mercado interno en los que sus burguesías “nativas” participaran desde un proyecto nacional (en cierta medida independiente a las economías industrializadas). Esta opción de desarrollismo nacionalista fue la que optó la clase política brasileña a finales de la década de los años cincuenta al dirigir una franca alianza entre su emergente burguesía nativa y sus sectores populares. Esta alianza caracterizó el orden político del Estado brasileño durante este primer momento de generación de capacidades productivas industriales nacionales.

La medida del capital productivo previamente desarrollada a partir de enclaves productivos en Brasil, generó la posibilidad política a sus clases dominantes de optar por la forma de uso productivo y comercial que darían a los flujos de capital internacional. Se trataba, como dijimos, de aprovechar el flujo exterior de capitales para fortalecer su capacidad productiva interna y de romper, en lo posible, con los enclaves productivos sin ligas orgánicas importantes con las economías nacionales.

El desarrollismo nacionalista brasileño tuvo su génesis, una vez agotado su modelo de industrialización, basado casi exclusivamente en su sector exportador y sustentado políticamente en una alianza más o me-nos duradera de su burguesía con las oligarquías terratenientes exportadoras (Dos Santos, 1995). La industrialización, basada en las exportaciones dependía por completo de un mercado externo estancado en la crisis y, como no se producía localmente los satisfactores necesarios para el consumo urbano e industrial, Brasil siguió dependiendo de bienes de capital y de todo tipo de insumos del exterior. De esta manera crecía la necesidad en la burguesía brasileña de sentar bases para una industria propia de bienes de capital ligada a su sector industrial de “bienes de consumo” (productor de bienes dirigidos al consumo directo) y una mayor integración comercial con su mercado nacional. Estas circunstancias tensaron cada vez más la alianza de la burguesía industrial brasileña con sus oligarquías exportadoras hasta obligar a un cambio en los marcos económicos y políticos nacionales. Después de casi cuatro décadas de impulsar el desarrollo industrial bajo marcos económicos semicoloniales, la crisis mundial de comercio exterior y la crisis del modelo agroexportador brasileño mostró que era inoperante insistir en una industrialización fundamentada en exportaciones sustentadas en grandes monopolios de la tierra (Marini, 2008).

Hasta ese momento la presencia de capitales extranjeros en las economías dependientes se caracterizó, casi exclusivamente, por sostener producción extractiva y de enclaves industriales dirigidos al mercado exterior, debido a que con la expansión territorial de la producción de las décadas de los años treinta y cuarenta, las economías receptoras de flujos de capital productivo tan solo incorporaron manufacturas a sus exportaciones, que no rompieron con el aislamiento del resto de su economía nacional. A la agricultura e industria extractiva de materias primas dirigidas a la exportación, que para ese momento se centraba en productos como el café, azúcar, algodón, cacao, tabaco, caucho natural, cueros y pieles (MDIC, 1997), simplemente se agregaron enclaves industriales muy básicos y algunos procesos maquiladores. La posibilidad política que abrió la disyuntiva, anteriormente descrita en las economías dependientes receptoras de inversión extranjera, implicaba optar por el reto económico de vincular las inversiones y la tecnología transferida a sus capacidades productivas industriales nacionales, desde ahí dirigirlas al mercado interno y de manera paulatina vincularlas a sus exportaciones.

Como ya mencionamos, al igual que otras economías latinoamericanas, Brasil optó por este camino: el desarrollismo nacionalista que modernizaría su sector industrial para intentar paliar los efectos de la profunda crisis interna de su modelo agroexportador y extractivo. Este proyecto económico nacionalista de internacionalización del mercado interno se caracterizó por aplicar una política independiente de desarrollo de su sector productivo industrial, para sustituir los productos que hasta ese momento eran importados. La cual, como ya indicamos, fue sustentada políticamente en la alianza de la burguesía brasileña con sus sectores populares a partir de la redistribución de riqueza. De esta manera, por un corto periodo, y paradójicamente con ayuda del capital extranjero, Brasil rompió las trabas a la industrialización que imponía la vieja alianza de sus oligarquías con los capitales internacionales dirigidos a la exportación, y comenzó el desarrollo de un sector productivo propio de bienes de capital como fórmula económica para impulsar un sector industrial nacional que no llevará a una confrontación definitiva con su oligarquía terrateniente extractiva y agroexportadora.

Pero esta situación duró muy poco tiempo. Con la crisis económica interna de la década de los años sesenta se radicalizaron las posiciones sobre la pertinencia de desarrollar de manera independiente un sector industrial nacional de bienes de capital y, por otra parte, se radicalizaron las dudas sobre la capacidad de dirección de la clase política en el gobierno como conciliadora de la burguesía nacional y los capitales internacionales. Además, en un escenario mundial de Guerra Fría, la industrialización había fortalecido a clases trabajadoras y urbanas desde donde surgieron diversas luchas reivindicativas que profundizaron el antagonismo entre el nacionalismo industrial independiente y las políticas del Imperio estadounidense (Do Santos, 1996; Marini, 2008).

Desarrollismo nacional internacionalizado subimperial

El agotamiento estructural del modelo nacionalista de sustitución de importaciones registrado en los primeros años de la década de los sesenta, que había forjado ya una incipiente fracción industrial nacional en cierta medida independiente y responsable de que 7% de sus exportaciones fueran de manufacturas, generó a su vez una segunda disyuntiva económica para Brasil: o bien la cooperación hasta ese momento antagónica, entre su propuesta industrial nacionalista y el imperio estadounidense, debía romperse, o bien la cooperación debía dirigirse hacia la integración de las economías y aparatos productivos. Esta última fue la opción de la burguesía brasileña en el año 1964 de la mano de su clase política militar. Durante la dictadura militar en Brasil se llevó a cabo un cambio cualitativo en la forma de continuar la industrialización de su economía y se abrió un segundo momento histórico de desarrollo de sus capacidades productivas nacionales. Por la fuerza, el gobierno militar brasileño rompió la alianza que los anteriores gobiernos establecieron con las clases populares, conveniente además en un contexto de lucha contra el comunismo y restauró la vieja alianza con las oligarquías exportadoras, pero no para retornar a un modelo productivo semicolonial dirigido a la exportación, sino para desarrollar su industria y comercio en clara integración con la economía estadounidense (Do Santos, 1995; León, 2015).

Este fue el momento económico y político violento del que Brasil emergería como economía subimperial: por un lado, el alza de los precios de materias primas y la imposibilidad de colocar mayores volúmenes en el mercado internacional por causa de la crisis, crecía el ahorcamiento de los sectores productivos nacionales con cierta autonomía y, con ello, la imposibilidad estructural de mantener el ritmo de crecimiento económico y la alianza política con las masas populares fundada en políticas redistributivas. Por otro lado, los estados centrales dejaban de dirigir inversiones productivas y tecnología a los proyectos nacionales que manifestaran intereses antagónicos o que no garantizaran la recuperación incrementada de sus inversiones. La salida viable por la que optó la clase política militar fue acelerar su integración productiva con el capital internacional para garantizar el crecimiento económico, el desarrollo industrial y la consolidación de su proyecto nacional. Opción que de manera muy conveniente no le obligaba a resolver la contradicción estructural entre su burguesía y su oligarquía terrateniente exportadora.

La industrialización de Brasil continuó de esta manera, ya no como un proyecto industrial nacionalista, sino en franca alianza y cooperación con el capital internacional, en especial con el estadounidense. La apuesta económica de Brasil creó el subimperio suramericano y permitió consolidarlo como una potencia económica expansionista en la región bajo la política del “satélite privilegiado”. Esto le permitió a Brasil que del total de sus exportaciones, las manufacturas pasaran de 7% a 30% en tan sólo una década (MDIC, 1997). Se trata, como explica Marini (1977), del segundo momento de generación de capacidades productivas nacionales para Brasil que se encarnó en la consolidación histórica de una industria brasileña nacional-internacionalizada. Por ello, desde esta perspectiva, el subimperio brasileño fue también un conjunto de prácticas económicas y políticas que dieron sentido nacional a la internacionalización de su sector productivo, con lo que contrarrestaron las contradicciones generadas por la alianza entre su burguesía y los sectores exportadores nacionales e internacionales.

Sin embargo, si bien se trató de una coalición productiva entre Brasil y Estados Unidos en beneficio común, es importante insistir en que nunca dejó de ser una integración en desigualdad de condiciones. El subimperialismo nunca representó la independencia de Brasil respecto de los parámetros técnicos, productivos, financieros y comerciales en los que se sustenta la hegemonía productiva estadounidense y su proyecto material hegemónico fundado en el petróleo (es decir, de la civilización material petrolera) (Barreda, 2004; 2005). En realidad, si observamos este periodo de la historia de Brasil desde la perspectiva de la emergencia mundial de la hegemonía del Imperio estadounidense, encontraríamos que el subimperio brasileño fue también una forma particular en la que Estados Unidos actuó en América Latina a mediados del siglo pasado, desde la que desplegó su dominio político, productivo y comercial. Esta coalición permitió que el imperio extendiera su hegemonía en América Latina durante las décadas de los años sesenta y los setenta bajo la política de Key Countries referida por Spykman (1942): una práctica geopolítica del Imperio que tuvo en Brasil una llave o vehículo comercial y productivo que se desplegó en América Latina (León, 2015). La emergencia del subimperio brasileño culminó su forma histórica con el ejercicio de la política exterior del gobierno militar de Castelo Branco. En la Doctrina de Interdependencia Continental, se reconocía explícitamente que la única forma de desarrollar al país era asumir la interdependencia productiva y comercial con el Imperio estadounidense en beneficio de ambas partes (Marini, 2008).

En el año 1964 la clase política militar se hizo del gobierno aprovechando las consecuencias de la profunda crisis y el vacío de poder que dejó la fractura de la alianza política de la burguesía nacionalista con las masas populares por la radicalización de las protestas sociales. Bajo la dictadura militar se restableció de manera autoritaria la vieja alianza entre la burguesía nacional, la oligarquía terrateniente y los capitales extranjeros exportadores. En un escenario geopolítico mundial de consolidación de la hegemonía mundial del Imperio estadounidense, de franca confrontación contra el comunismo y de agotamiento del proyecto nacionalista de la burguesía brasileña, el nuevo impulso de internacionalización de la economía de Brasil optó por una política que dio lugar a prácticas expansionistas de control de mercados y de búsqueda de mejores condiciones para su producción que, según Marini (1977), había sido hasta ese momento la única experiencia en América Latina con esas características, y por ello, el único centro de acumulación dependiente capaz de irradiar la hegemonía económica del Imperio estadounidense en esta región.

Como dijimos en la introducción, este periodo de la historia de Brasil es fundamental porque pensamos que en él se establecieron aspectos fundamentales que hoy día nos permiten entender la especificidad de las formas vigentes de su ejercicio expansionista, especialmente el que se desplegó en las gestiones del gobierno del PT y lo que hasta ahora se deja ver en el nuevo gobierno.

Resurgimiento del expansionismo nacional internacionalizado brasileño. Diagnóstico a un año del golpe de estado parlamentario

Para nosotros los paralelismos de los gobiernos del PT con el fortalecimiento económico inmediatamente posterior al desarrollismo brasileño del siglo pasado, resultan suficientes para sostener que a inicios de la década pasada asistimos al resurgimiento histórico en América Latina de una economía expansionista nacional-internacionalizada (como lo fue la brasileña de las décadas de los años sesenta y setenta). Un despertar que no es una vuelta al pasado subimperial, sino una lección aprendida en el presente brasileño desde la que se reinventó en las condiciones geopolíticas de la década pasada, enmarcadas por la primera gran crisis del neoliberalismo de finales de la década pasada y a más de una década de la caída del Muro de Berlín. Un resurgimiento histórico de una economía expansionista nacional internacionalizada que a nuestro juicio se ha mantenido con la caída del gobierno del PT en un contexto de franca derechización en los gobiernos de América Latina y de retorno pleno del proyecto neoliberal.

Pensamos que a quince años de la repentina emergencia de Brasil, como la economía más importante de América Latina y una de la más importantes del planeta, siguen haciendo falta esfuerzos para su mejor comprensión. Especialmente porque el modo peculiar de actuación ha acarreado diversas consecuencias para las economías dependientes sobre las que irradia su influencia, en algunos casos incluso inadvertidas, y porque desde finales de la década pasada, pese a importantes problemas internos, se sostuvo en condiciones supuestamente anacrónicas definidas por la contracción económica mundial de la segunda década de este siglo. Es necesario entonces profundizar en su categorización y en la evaluación de las posibilidades históricas de que Brasil continúe con esta peculiar forma de acumulación de capital y de ejercicio de dominio en América Latina, luego del claro cambio de rumbo al neoliberalismo pleno que Michel Temer ha impuesto en su primer año de gobierno, y a sólo un año de nuevas elecciones presidenciales en este país donde sin duda alguna Lula da Silva es el principal candidato.

Lo cierto es que en este siglo en América Latina resurgió un centro medio de acumulación de capital dependiente con la fuerza económica y política para vincularse productiva y comercialmente a las economías centrales industrializadas desde un proyecto de industrialización nacional dirigido por su clase política, soportado en su interior, hasta hace un año, por una alianza entre sus clases industriales y oligarquías terratenientes exportadoras con los sectores populares. Un proyecto económico de internacionalización de su capacidad productiva nacional que parece tener continuidad desde un tipo distinto de alianza política entre sus clases hegemónicas internas, y de ellas con las del capital internacional, que ha dejado fuera a sectores y clases populares.

Las políticas de reajuste económico, político y social durante las administraciones de Lula da Silva (2002-2010) no solo permitieron un increíble crecimiento económico de más del 200% del Producto Interno Bruto, sino que además permitieron restablecer un sector industrial nacional, alcanzar un sorprendente superávit comercial y mantener políticas sociales y redistributivas de índole económica y social. Pero no solo con Lula da Silva, en la primera administración de Dilma Rousseff (20112014), aún con la innegable recesión económica mundial en marcha, fue evidente la clara continuidad con las políticas económicas, gubernamentales y sociales de las dos administraciones anteriores. La recepción de enormes flujos de capital extranjero, el incremento en la productividad del trabajo, la innovación tecnológica nacional, la expansión económica fuera de sus fronteras y la integración productiva con capitales extranjeros en beneficio conjunto, junto con el sostenimiento de políticas redistributivas de la riqueza, fueron rasgos estructurales e indiscutibles del mandato presidencial de quien fuera titular del Ministerio de Minas y Energía en la administración de Lula da Silva. El Mapa 1 muestra la importancia que en América Latina tuvieron las inversiones directas de capital financiero brasileño en la última gestión del gobierno del PT: una herramienta de su expansionismo productivo dirigida principalmente por el Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES), la principal institución financiera de apoyo a proyectos productivos de largo plazo.

El expansionismo financiero de Brasil en América Latina

Mapa 1: El expansionismo financiero de Brasil en América Latina

Nota: Elaboración propia.

Al igual que en el siglo pasado, el expansionismo nacional internacionalizado de Brasil en el siglo XXI vio su génesis estructural en la crisis económica mundial de finales de siglo XX, en la desconfianza de las clases dominantes referente a la clase política neoliberal para reactivar los ciclos de acumulación y en el malestar generado en los sectores populares por las promesas no cumplidas de bienestar social y niveles de consumo. De la mano de la clase política del PT, Brasil retomó políticas nacionales de industrialización y expansión internacional de su economía internacionalizada bajo una clara alianza entre sus clases antagónicas. Esta alianza se consolidaría gracias a los vínculos productivos y comerciales que mantuvo con China, sin poner en cuestión ni mucho menos oponerse a la integración productiva y comercial con los Estados Unidos y sus aliados geopolíticos. Las políticas económicas y sociales que implemente Michel Temer el próximo año de gobierno serán claves para definir el futuro inmediato de la segunda emergencia del expansionismo nacional-internacionalizado de Brasil. Por ahora es difícil afirmar su continuidad en un nuevo escenario político regional, aunque ya resultan claros algunos ejes donde se puede observar la permanencia de su expansionismo y posiblemente su fortalecimiento, una vez resuelta su actual recesión económica con una clara disolución de la alianza con los sectores populares.

Antesala neoliberal del neo-desarrollismo nacional internacionalizado de Brasil

Al igual que la emergencia del desarrollismo nacional internacionalizado subimperial, la emergencia del neo-desarrollismo de los gobiernos del PT fue enmarcada por la primera gran crisis económica y de legitimidad del neoliberalismo. A finales del siglo pasado en Brasil las promesas incumplidas del libre mercado y la crisis terminaron con la paciencia de una enorme masa popular y de un sector impórtate de su oligarquía exportadora y burguesía “nativa”. El primer gobierno del PT encontraría así las condiciones propicias para llegar al poder y establecer una nueva alianza con sus sectores populares y clases dominantes en un nuevo escenario definido por la vuelta a la democracia, el ascenso de China y la consolidación de la Unión Europea como nuevos actores geopolíticos y geoeconómicos en el escenario mundial, una clara competencia por la repartición del mundo en tratados de libre comercio regionales y la derrota histórica de las fuerzas populares de unidad nacional que enmarcó una cada vez más distante Guerra Fría.

Desde finales de 1970, puntualmente en los años comprendidos de 1978 a 1980, comenzó a madurar en la escala mundial el gran proyecto neoliberal que una década más adelante se volvería hegemónico (Harvey, 2007). La desregulación, la privatización, la salida del Estado como prestador de servicios y su espacialización como garante del libre flujo del capital privado (tanto en la adecuación de la institucionalidad como en la función defensiva, militar y policial para defender la propiedad privada y el mercado) llegaría a Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Japón, China y, por supuesto, a los Estados dependientes y subdesarrollados. Después de casi dos décadas de políticas programáticas de los Estados Unidos sobre los países latinoamericanos, como el Consenso de Washington y las Cumbres de Santa Fe I y II, se instalaron patrones nacionales neoliberales neoexportadores de espacialización productiva (Lucio, 2009) que de diversas maneras orillaron a las economías latinoamericanas a depositar su destino a los designios del mercado internacional, y por ello, a ser altamente vulnerables frente a las oscilaciones internacionales en los precios de materias primas. La instalación de un patrón de acumulación neoliberal de espacialización productiva fuertemente cargado a la exportación de materias primas fue el soporte económico interno que heredó el neo-desarrollismo nacional internacionalizado de los gobiernos del PT.

Por su parte, desde la década de los años noventa maduraron tratados de libre comercio y uniones regionales de naciones como la Unión Europea, el Mercado Común del Sur (Mercosur) y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con el propósito de posicionarse de mejor manera en la nueva economía mundial dictada por las nuevas reglas hegemónicas del libre mercado. Estos acuerdos definieron bloques económicos y la nueva configuración de la geoeconomía mundial, que se convertiría en la antesala geopolítica para el expansionismo del neo-desarrollismo nacional internacionalizado de los gobiernos del PT. En la I Reunión de Presidentes Suramericanos, llevada a cabo en el año 2000 en Brasilia con Henrique Cardoso en el gobierno, se estableció un rasgo que aún define la política exterior de Brasil: la integración suramericana (Kern, 2015). Desde esa fecha, la integración del sur del continente, y no de América Latina en clara reacción ante el TLCAN, se convertiría en la prioridad del modelo brasileño como estrategia de inserción intencional.

A finales de la década de los ochenta, y principalmente en la década de los noventa, el patrón neoliberal también se acompañó de la vuelta a la democracia y de la consolidación de un nuevo tipo de fuerza popular. Para la histórica reciente de Brasil es crucial este proceso de efervescencia y afirmación de su sociedad civil pues fue el encargado de frenar la desregulación neoliberal en marcha durante los gobiernos de Collor de Melo, Itamar Franco y Henrique Cardozo (Carvalho y Guerra, 2016), responsables de implementar las políticas neoliberales. Así, con el retorno a la democracia, con la efervescencia de una fuerza política popular (que se fortalecía aún más por la indignación ante las promesas no cumplidas en las gestiones neoliberales) y la pérdida de confianza de sectores exportadores por la crisis económica, el PT aprovechó el vacío de poder que generaron los gobiernos neoliberales para abanderar una nueva alianza entre sus sectores populares y clases neoexportadoras que habían madurado en su patrón neoliberal de especialización productiva.

El 1 de enero de 2003 marcaría el inicio del resurgimiento de una nueva economía nacional internacionalizada, parecida a la subimperial, que heredaba un patrón neo-exportador de especialización productiva, una política exterior definida por la integración suramericana, pero esta vez sustentada en una clara alianza de sus clases neo-exportadoras y clases populares con un capital internacional más complejo que el de tres décadas atrás donde la presencia imperial de Estados Unidos era abrumadora, en un nuevo contexto geopolítico multipolar. Y es que la primera gran crisis económica del neoliberalismo coincidiría con el declive de la hegemonía estadounidense (Saxe-Fernández, 2012), o al menos su debilitamiento con el ascenso de China como nuevo e inesperado referente de la economía mundial (líder indiscutible de los BRIC, que con la incorporación de Sudáfrica en el año 2011 comenzaría a conocerse como BRICS) y con la consolidación de la Unión Europea.

Comparativa histórica del neo-desarrollismo nacional internacionalizado y el subimperio brasileño

Como hemos insistido, el subimperialismo se caracterizó por ser un tipo peculiar de prácticas geopolíticas de competencia por mercados y mejores condiciones para la producción brasileña, donde lo peculiar consistió principalmente en que la capacidad productiva nacional de Brasil se internacionalizó en franca integración con el imperio estadounidense, un tipo sui generis de prácticas geopolíticas expansionistas esencialmente económicas que persiguen beneficios en común, establecidas bajo una correlación de fuerzas con clara ventaja para los Estados Unidos.

A continuación presentamos lo que pensamos son aspectos cruciales en los que podemos evaluar la tendencia a la continuidad de este tipo de expansionismo nacional-internacionalizado en América Latina, así como un conjunto de hipótesis sobre su estado actual en el gobierno de Temer en el actual viraje en el escenario de derechización.

Alianza productiva para la exportación

Un rasgo de continuidad en el retorno de Brasil como economía expansionista nacional internacionalizada con su pasado subimperial es la indudable cooperación de sus oligarquías exportadoras y de su burguesía industrial nativa en los procesos de comercio exterior. Aunque históricamente las exportaciones de Brasil se han caracterizado por concentrarse en el sector extractivo, el principal esfuerzo de Brasil como economía dependiente consistió en agregar valor a sus productos de exportación. Desde el café y el azúcar en la primera mitad del siglo pasado, hasta minerales y productos agropecuarios como la soya y la carne en las últimas tres décadas, su balanza comercial ha estado fuertemente determinada por los precios de las materias primas en el mercado internacional. Sin embargo, desde la industrialización del periodo desarrollista nacional y subimperial de mitad del siglo pasado las manufacturas han ganado cada vez más presencia. En el año 2012 las manufacturas en Brasil representaron 33.8% del total de sus exportaciones, mientras que los productos agropecuarios y provenientes de la minería representaron 35.6% y 27.0% respectivamente. Incluso, un año antes del estallido de la crisis de 2008, es decir, en el año 2007, el porcentaje que cubrieron las manufacturas en el total de la exportaciones brasileñas fue 46.6% (OMC, 2013). No obstante, y pese a la sostenida disminución de sus exportaciones manufactureras desde la crisis de 2008, en el año 2016 Brasil volvió a registrar un alza en sus exportaciones manufactureras y semi-manufactureras de 8% y 9.5% respectivamente en relación al año anterior (“Brasil aumenta exportação”, 2017).

Pero no toda la capacidad productiva emplazada en Brasil está integrada a Estados Unidos o a sus aliados geopolíticos. La oferta brasileña al mercado mundial también se nutre de la presencia directa de capitales productivos con sede en otras economías industrializadas. Desde su periodo subimperial, aún antes del neoliberalismo, Brasil mantuvo la puerta abierta al capital productivo del centro que quisiera instalarse en su territorio, y no solo al estadounidense. Aunque General Motors llegó a Brasil desde el año 1930, las empresas automotrices más importantes del planeta se emplazaron de 1956 a 1969 (Leite, 2000). A partir de una política arancelaria alta y de la obligatoriedad de generar puestos de trabajo para brasileños, estas empresas contribuyeron a mantener una balanza comercial positiva y a elevar los niveles de consumo de su población. Lejos de contraponerse a los intereses subimperiales, la presencia de capitales provenientes de otras economías centrales le otorgaban mayor fuerza política para negociar con Estados Unidos. La República Federal Alemana, por ejemplo, que desde finales de la década de los cincuenta instrumentaba un proceso de relocalización externa de sus industrias de bienes de consumo, había emplazado en el territorio brasileño el mayor número de sus filiales manufactureras que tenía en las economías dependientes y, como tal, empleando el mayor número de trabajadores (Fröbel, et al., 1978). En la primera década de este siglo la industria automotriz sin duda fue uno de los pilares de las exportaciones manufactureras del expansionismo mercantil de Brasil. Y pese a la crisis, sigue concentrando a las principales automotrices del planeta bajo políticas que hasta ahora se han caracterizado por obligar a que dos tercios de sus contrataciones sean de personal brasileño y que el mismo porcentaje del total de su masa salarial les corresponda a ellos. Estas políticas, al menos hasta ahora, no han recibido crítica por el gobierno de Temer (las que hasta ahora se han centrado en la supuesta insolvencia del Estado y la posible venta de la participación estatal en Correios, Caixa Economica Federal, el operador de aeropuertos Infraero y empresas eléctricas como Eletrobras) (“Las primeras medidas económicas que analiza Temer”, 2016), por lo que hasta ahora la misma política referida para el sector automotriz se mantiene para todas las inversiones productivas externas que deseen ingresar a Brasil, en las que además no existe obligatoriedad de actuación con participación de capital brasileño.

Desarrollo tecnológico nacional

Sin embargo, no es la liquidez de la balanza comercial brasileña, sino el desarrollo nacional de “fuerzas productivas” lo que le ha brindado la fuerza política para integrarse productivamente con Estados Unidos y otras economías industriales del planeta. El desarrollo de motores de combustible flexible Flex-Fuel en el sector automotriz; el Programa Brasileño de Alcohol (Proalcool) desarrollado por el Centro Técnico Aeroespacial de la Fuerza Aérea Brasileña para la generación de bioetanol; el desarrollo nacional de tecnología offshore para explorar y producir petróleo en aguas profundas y ultra-profundas presal (que conquistó con sus programas de Desarrollo Tecnológico en Aguas Profundas - PROCAP); junto con el programa de producción nacional de Combustible Nuclear y de generación de nucleoeléctricas con capacidades nacionales, son algunos de los logros de desarrollo técnico productivo nacional que permitieron a Brasil colocarse a la vanguardia en ciertos aspectos tecnológicos fundamentales en la matriz tecnológica mundial, y desde ahí desarrollar la capacidad productiva que lo inserte estratégicamente en procesos productivos más complejos que no controla (León, 2007; 2010; 2015). En realidad estos son algunos ejemplos que hacen parte de una estrategia de desarrollo productivo nacional que para nosotros se establece en un caso sui generis de clara vigencia histórica de un “complejo militar industrial” en una economía dependiente, al menos durante el gobierno del Partido de los Trabajadores: una clara línea de continuidad desde los esfuerzos de autonomía tecnológica de los gobiernos desarrollistas del siglo pasado (Becker y Egler, 1992) y hasta los del PT (León, 2015).

De esta manera el desarrollo productivo nacional de vanguardia, aunado al dominio técnico de construcción, operación y manutención de infraestructuras y maquinarias productivas, se articula a la prohibición de importaciones de maquinarias usadas a territorio brasileño durante las administraciones de Lula da Silva y Dilma Rousseff. De cierta forma, estas medidas ayudaron a contrarrestar el enorme desequilibrio entre la productividad del trabajo de los países industrializados y Brasil. Es claro que en el caso del desarrollo tecnológico se trata de un proceso de larga duración que no fue resuelto por el simple acierto de una administración, sino del desarrollo sostenido de capacidad productiva, que si bien no ha sido trasversal a los gobiernos nacionalistas y neoliberales, para el caso de Brasil no fue desmantelado con las privatizaciones y los ajustes de libre mercado, como sucedió en otras economías latinoamericanas (por ejemplo, la mexicana).

Diversificación de destinos de exportaciones

Otro aspecto de continuidad que se mantendrá en el ejercicio expansionista mercantil de Brasil es la diversificación de los destinos de sus exportaciones y la proporcionalidad que mantienen con todas las regiones económicas del planeta. Este aspecto nos ayudará a no sobrevalorar el lugar primordial que tiene China como su principal socio comercial, que desde el año 2010 desplazó a Estados Unidos, y sobre todo nos ayudará a entender esta estrategia articulada a sus prácticas expansionistas de competencia por mercados y mejores condiciones para su producción, sin confundirla con una necesaria oposición a los intereses del imperio estadounidense. En primer lugar, hay que tener en cuenta que las exportaciones brasileñas a China para el año 2012 fueron apenas de un poco más de la mitad del total de las que dirigió a toda Asia (las cuales representaron en conjunto 31.3% del total de sus exportaciones), y que siguen estando por debajo del 32.6% de las exportaciones que mantuvo con su principal mercado regional, las economías americanas incluyendo Estados Unidos. Esta tendencia comercial además nos ayudará a relativizar la importancia que para Brasil tiene el comercio con Rusia e India, y sobre todo, que su inclusión en el famoso bloque económico de los BRICS no se opone radicalmente a los intereses productivos y comerciales de los Estados Unidos (León, 2015).

Desde el inicio de las administraciones de Lula da Silva la balanza comercial de Brasil, que en el año 2006 alcanzó un superávit histórico de 46.411 millones de dólares, no ha dejado de ser positiva sino hasta el año 2014 que tocó fondo con un déficit de 3.930 millones de dólares. Sin embargo, desde esa fecha no ha dejado de registrar crecimiento positivo. En el año 2016 alcanzó la cifra record de 46.500 millones de dólares, y se espera que en el año 2017 alcance una cifra mayor a los 52.000 millones de dólares. Muy por encima del crecimiento esperado de 38.400 millones de dólares por la AEB, en 2015 (AEB, 2017). Estos datos supuestamente son consecuencia del increíble incremento del comercio con China, el cual sólo del año 2000 al 2010 se había multiplicado más de diez veces. Sin embargo, hay que matizar la importancia del comercio con China para alcanzar este crecimiento, porque incluso frente al 17% que estableció con China para esos años, continuaron siendo más importantes los mercados que Brasil establece con el continente americano (incluso, sin contar Estados Unidos) o con los países de la Unión Europea (21.6% y 20.2% del total de sus exportaciones de manera respectiva para el año 2014) (OMC, 2013).

Destaquemos además que en el comercio en sus dos periodos de expansionismo nacional internacionalizado de Brasil, los destinos comerciales de sus exportaciones se han diversificado e incrementado sin que pase lo mismo con las dirigidas a Estados Unidos. Al observar los destinos comerciales del periodo subimperial se aprecia que una característica básica de su comercio internacional fue mantener políticas de distribución relativamente proporcional a su comercio internacional con las regiones económicas mundiales más importantes. Por ejemplo, a la llegada del gobierno militar en el año 1964, eran proporcionales las exportaciones que Brasil realizaba a Europa y a Estados Unidos, poco más de 30% respectivamente. Diez años después, las exportaciones a Europa se mantenían constantes, las dirigidas a Asia y América del Sur se incrementaron a rangos cercanos al 10% de manera respectiva y, curiosamente, las dirigidas a Estados Unidos disminuyeron a porcentajes menores a 20% (MDIC, 1997).

Observamos que con la integración de la capacidad productiva brasileña y la estadounidense, los mercados que ocupan los productos brasileños son al mismo tiempo mercados que el imperio conquista a través del sector productivo de Brasil, que se encuentra integrado al de Estados Unidos. Por ello, no resulta una curiosidad ni mucho menos una anomalía que durante los gobiernos del PT también las exportaciones brasileñas a Estados Unidos hayan disminuido en el periodo de 2007 a 2012, pasando de representar 15.8% del total a solo 11.1% y 12% de esa fecha al año 2016 (“Exportação: China, o grande líder do ranking”, 2016).

Lo que caracteriza al expansionismo nacional internacionalizado brasileño no es entonces el aumento de relaciones comerciales con el imperio ni una ideología de expansionismo militar, sino la expansión productiva y comercial de su sector productivo nacional internacionalizado en franca alianza con Estados Unidos bajo una política de diversificación de mercados. Una integración productiva con el imperio y sus aliados geopolíticos, posible gracias al desarrollo nacional de “fuerzas productivas” y a la enorme liquidez que le brindó el superávit de su balanza comercial en la década pasada desde donde mantiene una política de competencia internacional por mercados y mejores condiciones para su producción. No es de extrañar entonces que a la par de incrementar su parecencia en Asia y en la Unión Europea, en esta década incrementó también su dominio regional en América Latina, donde mantuvo un lugar director en la ejecución de un proyecto regional respaldado en el Mercosur y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). A un año del giro neoliberal el superávit comercial no solo parece haberse repuesto de su contracción económica, sino que, como mencionamos arriba, en el año 2016 volvió a registrar una cifra histórica con expectativas de volverlo a hacer este año. Por su parte, el destino de sus exportaciones se mantiene estable, 21% para China, 12% para Estados Unidos (mayor comprador de productos manufacturados de Brasil), 7% para Argentina (principal socio comercial en América Latina) y 5.8% para Países Bajos, por citar algunos de sus otros destinos (“Exportação: China, o grande líder do ranking”, 2016).

Así, este tipo sui generis de prácticas geopolíticas expansionistas mantiene vigencia en América Latina, no solo como uno de sus principales destinos comerciales, sino también como la principal región de emplazamiento de su producción fuera de las fronteras Brasileñas.

Política exterior expansionista del desarrollismo nacional internacionalizado

Las políticas expansionistas del periodo desarrollista nacional internacionalizado subimperial, culminaron con la política exterior bajo la Doctrina de Interdependencia Continental, donde se constituyó en un expansionismo comercial y productivo en franca alianza con capital estadounidense. Un aspecto de clara continuidad durante los gobiernos del PT en el que las alianzas con el capital internacional se establecieron de acuerdo a los virajes geopolíticos de las últimas décadas.

Las prácticas geopolíticas expansionistas de Brasil pueden rastrearse desde el siglo XIX cuando reabrió el comercio inglés del Río de la Plata, después de la Guerra de la Triple Alianza. Pero el giro en la hegemonía mundial, posterior a las Guerras Mundiales que dejó a Estados Unidos como indiscutible Imperio mundial, trajo además la complejización del ejercicio de dominio económico imperial fundado en el control de la producción y el mercado a partir de inversiones directas y, con ello, una modificación sustancial en la forma del expansionismo brasileño. La alianza con el imperio estadounidense se trataba ya no sólo de un tipo de beneficio para sus oligarquías exportadoras locales que fueron favorecidas a cambio de la garantía militar para Inglaterra y sus intereses mercantiles en América del Sur, sino esta vez se trataba de dirigir un proceso de industrialización regional que se expandiera en América del Sur en búsqueda de mejores condiciones para su producción y para competir por sus mercados.

La famosa “Operación Panamericana” implicó una asociación entre la burguesía “nativa” brasileña y los capitales internacionales, principalmente estadounidenses, para la explotación productiva y comercial de América del Sur. El ejercido consistió en prolongar desde la economía brasileña el ejercicio de dominio imperial establecido por el emplazamiento de capacidad productiva (infraestructuras, máquinas y herramientas) para beneficio común de ambos, tanto de la extracción de recursos naturales, como de la explotación del trabajo y del acceso a los mercados del resto de los países latinoamericanos. Esta forma peculiar de alianza desde la que se desplegaron prácticas expansionistas propiamente productivas resurgió durante los gobiernos del PT. No se trató solo de desplegar prácticas de competencia por los mercados de América del Sur para beneficio de una industria brasileña internacionalizada emplazada al interior de sus fronteras, objetivo claramente establecido en los esfuerzos de Mercosur y la Unasur, sino además se trató de expandir el dominio productivo fuera de sus fronteras.

La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) fue el principal mecanismo de expansionismo productivo del Brasil del PT. Con la clara intención de llevar la integración suramericana de la infraestructura energética, de trasportes y de comunicaciones, la IIRSA se convirtió en el proyecto general de intervención productiva de Brasil en las economías de Suramérica con el apoyo financiero del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), principal acreedor del proyecto regional (León, 2007; 2010; 2015). La importancia que el gobierno de Temer de a la continuación de esta iniciativa en el próximo año será decisiva para evaluar la continuidad de la presencia productiva de Brasil en América del Sur.

Autosuficiencia energética y soberanía productiva. El corazón del expansionismo productivo de Brasil

El presente artículo, defiende y actualiza la hipótesis, que ya hemos expuesto en otras oportunidades (León, 2015), de que el desarrollo técnico ligado al sector energético e infraestructuras asociadas se constituye en la columna vertebral de la apuesta productiva que soporta materialmente el expansionismo productivo y comercial brasileño sobre América Latina en el presente siglo. En nuestro argumento tratamos de demostrar que este tipo de fortaleza productiva y política hay que captarla en una temporalidad diferente al de las administraciones del PT, para poder evaluar con más elementos la continuidad y potencial permanencia en el futuro inmediato de este tipo prácticas expansionistas y ejercicio de dominio en América Latina.

Si no estamos equivocados en la hipótesis de que la columna vertebral del expansionismo brasileño está en su desarrollo técnico ligado al sector energético, podemos decir entonces que el dominio técnico nacional en producción de hidrocarburos y petroquímica es la médula espinal.

El desarrollo técnico offshore para producción (exploración, extracción, almacenaje y transporte) de hidrocarburos en aguas marinas profundas y ultraprofundas bajo domos salinos (Presal) fue prioridad para Brasil desde su periodo subimperial y la conquista de su autosuficiencia energética. El Centro de Pesquisa e Desenvolvimento (CENPES) de la empresa brasileña Petróleo Brasileiro S.A. (Petrobras), creado en 1966, fue el encargado de dirigir 40 años de investigación e innovación tecnológica que en el año 2011 permitió a Petrobras extraer 89.5% de la producción nacional brasileña de aguas profundas y constituirse en el primer productor de petróleo offshore del planeta, con 22% del total mundial. Para este propósito, fue esencial la entrada en operación en el año 1986 de los Programas de Capacitação Tecnológica em Águas Profundas (PROCAP) y las plataformas offshore, Floating Production Storage Offloading (Moiras, 2013).4

Con la intención de generar capacidades de refinación y de producción de derivados, Petrobras, de la mano del CENPES, desarrolló capacidades de refinamiento nacional y de impulso a la petroquímica. Como ya se mencionó, en el desarrollo de la tecnología offshore brasileña, su participación fue indiscutible para generar nuevos materiales. Pero su valor estratégico para Brasil no termina con esto, con el desarrollo petroquímico nacional se genera también la posibilidad de definir el sentido de la producción de un sinfín de productos intermedios y de bienes productivos para otros sectores industriales de acuerdo a un proyecto nacional (León y Rosas-Landa, 2006; León, 2007; 2010). Sin duda, la innovación nacional brasileña es un factor fundamental en la expansión de su industria petroquímica. En el siglo pasado, el CENPES, por ejemplo, fue el encargado de desarrollar capacidades nacionales de craqueo de petróleo o cracking, proceso productivo fundamental donde se limpian y subdividen las moléculas de los hidrocarburos para su posterior aprovechamiento, además de colocar a Petrobras en el presente siglo como pionero mundial en la búsqueda de material primas alternativas al etanol (Brenner, 2009). El Mapa 2 muestra la riqueza petrolera de Brasil y de la Comunidad Andina de Naciones, las áreas estratégicas para Brasil y la presencia directa en la región de Petrobras.

Exploración y producción de hidrocarburos: áreas estratégicas para Brasil al 2014

Mapa 2: Exploración y producción de hidrocarburos: áreas estratégicas para Brasil al 2014

Nota: Elaboración propia.

Por su parte, de la mano de la producción offshore de hidrocarburos submarinos que permitió a Brasil dejar atrás la dependencia exterior en hidrocarburos y alcanzar su autosuficiencia, la búsqueda de otras fuentes combustibles alternativas al petróleo como los biocarburantes y la adaptación de motores de combustión interna que funcionaran con ellos fue esencial para su fortalecimiento productivo. En el año 1975, durante la emergencia subimperial, se instrumentó el Programa Nacional do Alcool (PROALCOOL) con el objetivo inicial de producir alcohol o bioetanol para mezclarlo con gasolinas y disminuir la necesidad de exportar petróleo. En el año 1980 Brasil también desarrolló capacidades técnicas nacionales para que los motores de combustión interna que ofrecía el mercado mundial pudieran impulsarse por cualquier combinación de gasolina y etanol: la tecnología de uso de combustible flexible Flex Fuel. El interés por esta tecnología tuvo su auge a partir del año 2003 con la adición masiva de esta tecnología en cadenas de montaje y el compromiso del gobierno de Lula da Silva de garantizar el abasto de bioetanol. En Brasil actualmente todas las ensambladoras de automóviles ofrecen Vehículos Flex y vehículos que funcionan solo con bioetanol (León 2015).

Conclusiones: para dónde va el expansionismo brasileño en el giro neoliberal

La fuerza expansionista de Brasil en el siglo XXI trata de un caso sui generis en el neoliberalismo latinoamericano de internacionalización de una economía nacional dependiente. No podemos confundir los rasgos generales de esta economía con los esfuerzos de industrialización nacionalista que surgieron en el resto de las experiencias progresistas porque con la caída del gobierno del Partido de los Trabajadores podríamos suponer implícitamente su fin. Esto a causa de que la forma de internacionalización de su economía, que es la que sostuvo su expansionismo, es la que a nuestro juicio se puede mantener más allá de los gobiernos del PT.

Las contradicciones estructurales que abrieron la puerta al término de la experiencia subimperial del siglo pasado fueron parecidas a las de esta segunda década del tercer milenio. La crisis económica interna del modelo de exportaciones, la reducción de precio de las materias primas, entre ellas las del petróleo, así como la disminución de su superávit comercial y del interés del capital internacional por mantener inversiones productivas en su territorio parece que definieron la crisis de legitimidad del gobierno del PT y su dirección de la segunda emergencia del modelo expansionista nacional internacionalizado de Brasil. Pero las consecuencias de esta crisis, que generaron un vacío de poder que aprovecharon las fuerzas de derecha para retomar el gobierno con artimañas legales, no necesariamente han traído modificaciones sustanciales en su modelo productivo exportador. Más ahora, que los signos de recuperación en la balanza comercial brasileña en los últimos tres años, permiten suponer que su expansionismo en la región continuará con fuerzas renovadas en los próximos años. Recordemos que a dos meses de asumir el poder, Michel Temer manifestó que Brasil gozaba de una economía robusta y saludable.

Los principales cambios de Brasil se dieron en su interior, tanto en la correlación de fuerzas políticas entre clases como en el abandono relativo de su mercado interno como vínculo directo a su propia producción nacional. Después del golpe de Estado parlamentario al gobierno de Russeff, ha sido clara la fractura de la alianza con los sectores populares que establecieron los gobiernos del PT. Temer, fiel a las políticas neoliberales que promulga, ha dado marcha atrás a las políticas redistributivas dirigidas a los sectores populares, pero por el contrario, mantiene la marcha sobre las políticas dirigidas a sus clases exportadoras y las de apoyo de la capacidad productiva nacional que las soporta. La última gran crisis del año 2008 y el periodo de contracción de capital, generó condiciones para el descontento general de los sectores populares, por los reveses que sufrió la política de redistribución de la riqueza además de condiciones para que las clases dominantes perdieran la confianza en la clase política del PT para reestablecer sus márgenes de ganancia y acumulación de riqueza. Por lo que es evidente que al interior de Brasil se reestableció la vieja alianza entre las clases dominantes exportadoras, y de ellas, con el capital internacional, en una clara profundización del modelo neoliberal donde la producción dirigida al mercado interno pier-de importancia, pero, como decíamos, no la de los principales sectores productivos en los que fundamenta sus exportaciones: su patrón neo-exportador de espacialización productiva.

Hasta ahora el potencial productivo y comercial brasileño no ha sido tocado por el gobierno de Temer aunque no podamos saber que sucederá en el futuro. Por un lado, ya para el año 2015, aún con el PT en el gobierno, Brasil comenzó a registrar una clara recuperación en su balanza comercial, superando en el año 2016 su superávit histórico del año 2006 (record alcanzado en el mejor momento económico de los gobiernos de Lula da Silva). Aunque, por otro lado, también se observa que no sucede lo mismo con la recuperación de su sector petrolero, ya que los bajos costos de los hidrocarburos en el mercado internacional y los altos costos productivos del petróleo submarino han mantenido con números rojos a Petrobras durante los últimos tres años.

De esta manera, el expansionismo brasileño no sólo parece continuar en el ámbito comercial, porque su presencia productiva también continua en los territorios nacionales de América Latina. Nos ha interesado resaltar que las capacidades productivas de un sector industrial nacional de bienes de consumo y de bienes de capital son un proceso histórico de largo aliento que implica constantes en apuestas políticas y la continuidad de un tipo peculiar de aprovechamiento de las enormes reservas de recursos naturales que alberga su territorio. Brasil no sólo ha resistido el embate neoliberal a las economías dependientes de destrucción de sus capacidades productivas en estas dos décadas, sino que las ha desarrollado aún más y ha incrementado sus volúmenes de exportación de materias primas en beneficio de un proyecto de sus clases dominantes en integración con sus aliados internacionales. Ha desarrollado a sus sectores industriales y oligarquías exportadoras y ha expandido su capacidad productiva dentro y fuera de sus fronteras.

La tesis principal de este texto consistió en proponer que los pilares productivos que han soportado estratégicamente el expansionismo brasileño son el desarrollo nacional de fuerzas productivas ligadas a sus sectores de energía e infraestructuras asociadas. Por lo que estamos convencidos de que en su fortaleza productiva técnica y natural, se definirán las posibilidades materiales internas que Brasil tiene para continuar las alianzas que han soportado sus prácticas expansionistas. Más aun considerando las enormes posibilidades de que en el año 2018 Lula da Silva vuelva a la presidencia.

Reconocimientos

Artículo realizado en el marco del Proyecto PAPIIT (IN301115) Geopolítica y discurso crítico. Se agradece el apoyo prestado por la Dirección General de Asuntos de Personal Académico de la UNAM.

Referencias

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Cómo citar este artículo: APA: León, E. (2017). La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil. Ciencia Política, 12(24), 137-172. MLA: León, E. “La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil”. Ciencia Política, 12.24 (2017): 137-172.
A esta estrategia de exportación de capitales productivos de los estados centrales a las regiones dependientes es la que décadas más adelante Harvey denominaría de “solución espacial” (Harvey, 2000).
La carrera por innovaciones tecnológicas entre los estados centrales, desatada en su encarnizada competencia por ganancias extraordinarias, había gestado un importante sector industrial de bienes de capital que producía equipamiento, maquinaria y herramientas que rápidamente entraban en desuso.
Harvey en su libro El enigma del capital y la crisis del capitalismo (2012 sintetiza el vínculo existente entre las crisis capitalistas y los procesos de reconfiguración territorial de la producción mundial en el neoliberalismo, como parte del proyecto político de clase.
Aunque con la caída de los precios del petróleo y los altos costos de extracción en aguas ultraprofundas Petrobras ha registrado pérdidas durante tres años consecutivos.

Referencias

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León, E. (2017). La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil. Ciencia Política, 12(24), 137–172. https://doi.org/10.15446/cp.v12n24.65331

ACM

[1]
León, E. 2017. La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil. Ciencia Política. 12, 24 (jul. 2017), 137–172. DOI:https://doi.org/10.15446/cp.v12n24.65331.

ACS

(1)
León, E. La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil. Cienc. politi. 2017, 12, 137-172.

ABNT

LEÓN, E. La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil. Ciencia Política, [S. l.], v. 12, n. 24, p. 137–172, 2017. DOI: 10.15446/cp.v12n24.65331. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/65331. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

León, Efraín. 2017. «La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil». Ciencia Política 12 (24):137-72. https://doi.org/10.15446/cp.v12n24.65331.

Harvard

León, E. (2017) «La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil», Ciencia Política, 12(24), pp. 137–172. doi: 10.15446/cp.v12n24.65331.

IEEE

[1]
E. León, «La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil», Cienc. politi., vol. 12, n.º 24, pp. 137–172, jul. 2017.

MLA

León, E. «La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil». Ciencia Política, vol. 12, n.º 24, julio de 2017, pp. 137-72, doi:10.15446/cp.v12n24.65331.

Turabian

León, Efraín. «La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil». Ciencia Política 12, no. 24 (julio 1, 2017): 137–172. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/65331.

Vancouver

1.
León E. La longue durée del expansionismo brasileño en América Latina: caracterización histórica y soporte productivo del expansionismo nacional internacionalizado de Brasil. Cienc. politi. [Internet]. 1 de julio de 2017 [citado 29 de marzo de 2024];12(24):137-72. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/65331

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