Publicado

2021-10-05

Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México

In Between Frustration and Hope: Emotions in Climate Activism in Mexico

DOI:

https://doi.org/10.15446/cp.v16n31.97635

Palabras clave:

COVID-19, emociones, Fridays for Future , manejo emocional, movimiento climático (es)
COVID-19, Climate Movement, Emotions, Emotion Work, Fridays for Future (en)

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Autores/as

Este artículo muestra el papel de las emociones en la nueva ola del movimiento climático en México. Basándose en el enfoque sociocultural de las emociones y en la literatura sobre emociones y protestas, en primer término, se analiza el papel de las emociones generadas por el cambio climático y aquellas que permiten sobrellevarlas; en segundo lugar, se centra en aquellas emociones vinculadas con los efectos de la pandemia en el activismo climático. La discusión de los datos destacará cómo los activistas climáticos logran canalizar el miedo, el dolor, la tristeza y hasta la impotencia, a través de emociones de resistencia como la esperanza de poder revertir la realidad y el orgullo de ser la generación que lo pueda lograr. Los datos analizados han sido recolectados siguiendo el pluralismo metodológico con encuestas y entrevistas, los cuales se recopilaron entre marzo de 2019 y octubre de 2020.

The article aims to show the role of emotions in the new wave of the climate movement in Mexico. Based on the sociocultural approach to emotions and the literature on emotions and protests, first of all, we will analyze the role of emotions generated by climate change and those that allow us to cope with them; and second of all, we will show which emotions are related to the pandemic’s effects on climate activism. The discussion of the data will highlight how climate activists manage to channel fear, pain, sadness, and even impotence, through emotions of resistance such as the hope of being able to reverse reality and the pride of being the generation that can achieve this. Using the methodological pluralism, the data have been collected through surveys and interviews. The data were collected between March 2019 and October 2020.

Recibido: 9 de diciembre de 2020; Aceptado: 20 de junio de 2021

Resumen

Este artículo muestra el papel de las emociones en la nueva ola del movimiento climático en México. Basándose en el enfoque sociocultural de las emociones y en la literatura sobre emociones y protestas, en primer término, se analiza el papel de las emociones generadas por el cambio climático y aquellas que permiten sobrellevarlas; en segundo lugar, se centra en aquellas emociones vinculadas con los efectos de la pandemia en el activismo climático. La discusión de los datos destacará cómo los activistas climáticos logran canalizar el miedo, el dolor, la tristeza y hasta la impotencia, a través de emociones de resistencia como la esperanza de poder revertir la realidad y el orgullo de ser la generación que lo pueda lograr. Los datos analizados han sido recolectados siguiendo el pluralismo metodológico con encuestas y entrevistas, los cuales se recopilaron entre marzo de 2019 y octubre de 2020.

Palabras clave: COVID-19, emociones, Fridays for Future, manejo emocional, movimiento climático.

Abstract

The article aims to show the role of emotions in the new wave of the climate movement in Mexico. Based on the sociocultural approach to emotions and the literature on emotions and protests, first of all, we will analyze the role of emotions generated by climate change and those that allow us to cope with them; and second of all, we will show which emotions are related to the pandemic’s effects on climate activism. The discussion of the data will highlight how climate activists manage to channel fear, pain, sadness, and even impotence, through emotions of resistance such as the hope of being able to reverse reality and the pride of being the generation that can achieve this. Using the methodological pluralism, the data have been collected through surveys and interviews. The data were collected between March 2019 and October 2020.

Palabras clave: Climate Movement, COVID-19, Emotions, Emotion Work, Fridays for Future.

Introducción

Después de la profunda crisis del movimiento por la justicia climática a partir del fracaso de la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, que se celebró en Copenhague en 2009, y gracias a una labor subterránea de restructuración de los objetivos y las estrategias, documentada en el libro This is not a drill (Extinction Rebellion, 2019), a partir de octubre de 2018 emergió una nueva ola del movimiento climático (Wahlström, et al., 2019). Aquí se destacaron nuevas organizaciones transnacionales como Fridays For Future (FFF) y Extinction Rebellion (XR).

Esta nueva ola del movimiento climático se visibilizó en México en la primavera de 2019 cuando algunos jóvenes organizaron la primera huelga por el clima que FFF convocó para el 15 de marzo. En los meses sucesivos se organizaron varias acciones por parte de FFF y XR, así como de otros actores nacionales del movimiento climático, como el grupo Cambiemos el Sistema No el Clima (CSNC). Además, se sumaron actores internacionales como Greenpeace y Climate Reality Project (CRP), y algunos colectivos y movimientos socioambientales, cuya acción no está dedicada exclusivamente a la acción climática, pero cuyo aporte es crucial a nivel local (Gravante y Poma, 2020a).

El objetivo de este artículo es aplicar el marco teórico de emociones y protesta (Jasper, 2018), para comprender esta nueva ola del movimiento climático, porque “es probablemente el movimiento transnacional más extensivo de la historia” (Almeida, 2020, p. 24) y porque aún “existen sorprendentemente escasas investigaciones sobre las emociones y el cambio climático” (Kleres y Wettergren, 2017, p. 509).

Las emociones en la protesta se están analizando empíricamente desde los años noventa y se convirtieron en una teoría de la acción consolidada (Jasper, 2018). En la región latinoamericana se ha mostrado cómo el análisis de la dimensión emocional ofrece elementos para comprender distintos movimientos sociales, desde los conflictos socioambientales (Poma, 2017, 2019a, 2019b; Poma y Gravante, 2015, 2017, 2018a), hasta los colectivos feministas (Poma y Gravante, 2019a) y las insurrecciones populares (Gravante, 2016).

Los datos discutidos en este artículo han sido recolectados siguiendo la lógica del pluralismo metodológico (della Porta, 2013): se cuenta con datos cuantitativos conseguidos tras la aplicación de una encuesta cara a cara en la Ciudad de México, con ocasión de la tercera huelga por el clima del 20 de septiembre de 2019. Luego, se cruzaron con datos cualitativos obtenidos a través de entrevistas con los activistas climáticos de FFF México entre marzo de 2019 y octubre de 2020. Con la emergencia de la pandemia, en verano de 2020 se aplicó una encuesta en línea para explorar los efectos de la pandemia en el activismo de base en México, con particular atención al activismo socioambiental y climático. Por último, para corroborar las emociones que caracterizan los activistas climáticos, se confrontaron estos datos con los datos de una encuesta cara a cara aplicada a un grupo de contraste de jóvenes estudiantes, que sí percibían el cambio climático como un problema, pero que no eran activistas. El análisis de estos datos está dividido en dos apartados. En la primera parte se analizan las emociones incómodas y los estados de ánimo desagradables que genera el cambio climático (Jasper, 2018), así como las emociones que se generan en la práctica del activismo.

La hipótesis que se quiere corroborar en este primer apartado del análisis es que, aunque los activistas climáticos sí sienten emociones que pueden desmotivar y desmovilizar, estos logran manejarlas gracias a las emociones de la resistencia y a algunas estrategias que han desarrollado espontáneamente. En la segunda parte se analizará cómo la pandemia ha afectado al activismo socioambiental y climático. En particular se indaga qué emociones se han generado al suspender las actividades políticas presenciales y cómo la pandemia ha influido en la percepción de la actual crisis socioambiental.

La aplicación del marco teórico sobre emociones y protesta permitirá abarcar la complejidad ocasionada por la interacción, entre las emociones que caracterizan la acción colectiva contenciosa y aquellas que son generadas por el cambio climático y la pandemia.

El conocimiento en profundidad del movimiento climático que ofrece el enfoque de emociones y protesta (con especial atención a los actores emergentes que representan un cambio generacional en el activismo ecologista), puede ofrecer una lectura original y necesaria para comprender lo que pasará en los próximos años en términos de movilización proambiental.

Marco teórico

La incorporación de la dimensión emocional para comprender los movimientos sociales ocurrió a partir del giro cultural de este campo de estudio en los años noventa (Johnston y Klandermans, 1995). Desde entonces, se demostró que el análisis del papel de las emociones contribuye a complementar las teorías clásicas de los movimientos sociales (Jasper, 1997), hasta convertirse en una nueva teoría de la acción (Jasper, 2018).

La teoría de la acción se basa en el entendimiento de las emociones como construcciones socioculturales (Hochschild 1979; Feldman, 2017), en el diálogo interdisciplinario sobre las emociones y en la aplicación de distintas categorías para trabajar analíticamente con las diferentes emociones que componen la experiencia de la acción colectiva contenciosa.

Entre las tipologías que se encuentran en este trabajo, se destacan las emociones morales, que incluyen el ultraje, la indignación o la rabia moral; los compromisos afectivos y los estados de ánimo. Los compromisos afectivos (amor, respeto, confianza, admiración y sus equivalentes negativos) pueden dirigirse hacia otros seres humanos (aliados o enemigos), pero también hacia ideas, lugares y otras especies (Jasper, 2018). Aunque en este trabajo destacaremos el papel de estas emociones entre diferentes actores, este último aspecto es muy importante en el activismo proambiental (Poma, 2019a, 2019b).

Otras categorías analíticas que se consideran útiles para esta investigación son “las emociones de trauma que incluyen dolor, miedo, vergüenza y rabia impotente, y las emociones de resistencia que incluyen orgullo, felicidad, amor, seguridad o confianza, y justa rabia (es decir, rabia no asociada con vergüenza)” (Whittier, 2001, p. 238). Las emociones de resistencia son aquellas que se generan al participar en la protesta (Gravante, 2020) e incluyen, según la categorización de Jasper (1997, 2012, 2014, 2018), las emociones recíprocas entre personas que comparten la lucha y los que aportan solidaridad; las emociones morales que los participantes comparten en la protesta; la energía emocional y el placer que genera la protesta.

Una de las hipótesis que se corroborará en la investigación es que las emociones de resistencia son centrales en el proceso del manejo de las emociones incómodas que el cambio climático genera (Norgaard, 2011), tal y como lo son para manejar las emociones del trauma (Whittier, 2001; Poma y Gravante, 2019a, 2019b; Poma, 2019c).

En cuanto a las emociones que influyen en el activismo climático, el miedo es seguramente una de las más relevantes, si bien hay que especificar de qué miedo se trata y cómo lo interpretan los sujetos. En la literatura se ha destacado que el miedo asociado al cambio climático es principalmente el miedo al futuro generado por la incertidumbre y la inseguridad de los efectos del cambio climático. Este “miedo climático” (climate fear), alimentado por las narrativas catastrofistas de los medios de comunicación, ha sido explotado políticamente y se ha convertido en una emoción incómoda (Norgaard, 2011) que influye en la negación del problema (Smith y Leiserowitz, 2014).

El miedo puede tener un efecto paralizador cuando se le asocia a la resignación e impotencia generadas por no vislumbrar soluciones y alternativas. Sin embargo, el miedo puede movilizar cuando es manejado por los activistas, como comprobaron Kleres y Wettergren (2017), Poma (2017 y 2019c) y Poma y Gravante (2018b). Esto se ampliará a continuación.

El concepto de trabajo y manejo emocional,1 es decir, la capacidad de los sujetos para manejar sus emociones, fue propuesto por Hochschild (1979, 1983). La autora indica dos tipologías de manejo emocional: la evocación y la supresión, las cuales se pueden conseguir a través de la actuación superficial y en profundidad, a través de técnicas cognitivas, corporales y expresivas. A estas se suma el concepto de “canalización de las emociones”, que emplean autores del campo de estudio de los movimientos sociales como Taylor y Whittier (1995), Jasper (1998), Reger (2004) y Gould (2009).

En el estudio de los movimientos sociales las técnicas de manejo emocional que prevalecen son las cognitivas y pueden emplearse tanto para evocar ciertas emociones como para canalizarlas. De hecho, si uno de los objetivos principales en los movimientos sociales es evocar determinadas emociones, que puedan facilitar la acción colectiva o el reclutamiento de miembros, gran parte del trabajo emocional realizado por las organizaciones y activistas yace en convertir las emociones sentidas por los sujetos en otras que puedan movilizar. Por ejemplo, la vergüenza en orgullo o el miedo y el dolor en rabia. En términos muy generales se puede decir que se evocan aquellas emociones que en cada contexto pueden alentar la movilización, al tiempo que se suprimen o canalizan las que desmovilizan. Es importante evidenciar que, como destaca Whittier (2001), los niveles individuales y colectivos de trabajo emocional no son netamente separables, ya que los dos niveles se alimentan mutuamente gracias al papel que juegan las parejas, los amigos y otros activistas en el manejo de las emociones (Lively y Weed, 2014).

Además del manejo de las emociones del trauma, otra estrategia de manejo emocional que resulta ser prioritaria en la acción climática es la generación de la esperanza del éxito de esta acción. Como pasa con el miedo, cuando se habla de esperanza también es necesario determinar qué la genera. Hay esperanzas que pueden alimentar la inacción (Ojala, 2012, 2015), como la esperanza de que otros resuelvan el problema o que lo hagan las tecnologías (tecno-optimismo). Además, como se evidencia en el informe de la Asociación Americana de Psicología (APA), el optimismo excesivo puede generar decepción o sorpresa (emociones centrales en el shock moral), y la esperanza deja impasibles las estructuras sociales, políticas y económicas existentes (Clayton, et al. 2017, p. 42). Sin embargo, la esperanza es una emoción necesaria cuando las posibilidades de éxito son limitadas (McGeer, 2004), también es necesaria para manejar el miedo e inspira la acción. Como evidencian Kleres y Wettergren (2017) en un contexto de miedo climático, los activistas climáticos se convierten en brokers of hope (mediadores de esperanza).

Otra estrategia emocional que destaca en el activismo climático es la evocación de la rabia. En el caso de los activistas climáticos, Kleres y Wettergren (2017) muestran que los activistas europeos transforman la rabia en cuanto es una emoción “sospechosa” por las democracias neoliberales del norte. Los autores, incluso basándose solo en dos entrevistas, afirman que la rabia es una emoción expresada más por los activistas del “sur global” (en su caso, de África) que del norte (principalmente europeos). Aquí se verá lo que se comprobó en México sobre ese aspecto.

Por último, Norgaard (2011) muestra que el manejo emocional para evitar las emociones incómodas puede conducir a la negación del problema por parte de sujetos informados. Estos sujetos confían en sus instituciones y están afectados por los impactos locales del cambio climático, además de estar organizados y ser sensibles con respecto a los problemas ambientales. Este proceso puede ser un elemento central en la comprensión de la dimensión emocional del activismo climático, tanto en los casos donde los activistas canalizan las emociones incómodas hacia otras emociones –como la esperanza o la rabia–, como cuando se entiende el limitado involucramiento de ciertos participantes que, a pesar de estar preocupados, no están dispuestos a comprometerse.

Método

El diseño metodológico ha seguido la lógica del pluralismo metodológico (della Porta, 2013), en cuanto permite recolectar datos con diferentes actores, en diferentes contextos y responder a diferentes objetivos específicos.

Los datos acerca de las emociones que genera el cambio climático en las y los activistas climáticos se consiguieron al aplicar encuestas y entrevistas. Las encuestas tienen la ventaja de llegar a más personas en un menor tiempo y poder identificar patrones, sobre todo en ciertas emociones que ya se asocian a ciertos procesos. Las entrevistas permiten explorar qué genera estas emociones y cómo interactúan entre ellas (Poma y Gravante, 2017; Poma, 2019c).

El trabajo de campo empezó cuando un grupo de jóvenes estaba organizando en México la primera acción climática de FFF (el 15 de marzo de 2019). La iniciativa la tomaron tres jóvenes mujeres que, inspiradas por los videos de Greta Thunberg y de los jóvenes de otros países, sintieron la necesidad de organizar algo en su país.2 Estas jóvenes –que no se conocían– entraron en contacto a través de las redes sociales y crearon un grupo en Facebook llamado “Comité Organizador. Huelga Mundial Estudiantil por el Cambio Climático”, desde donde se creó un evento para la huelga mundial del 15 de marzo.

A partir de marzo se empezaron a seguir las diferentes acciones organizadas, participando como observadores, esto permitió conocer la interacción entre los sujetos en los eventos de protesta y en el proceso organizativo; identificar las emociones expresadas públicamente (de manera verbal y no verbal); triangular la información obtenida a través de otras fuentes y técnicas; e identificar informantes y momentos con fuerte carga emocional.

Aunque Fridays For Future (FFF) no es la única organización de la nueva ola del movimiento climático ni la única en organizar acciones climáticas en México (Gravante y Poma, 2020a), la investigación se centra en esta organización para realizar una serie de entrevistas entre marzo de 2019 y octubre de 2020. La motivación principal en este tipo de elección fue que FFF representa el surgimiento de una nueva generación de jóvenes activistas climáticos. La respuesta a nivel mundial de las huelgas por el clima convierte a esta organización en un caso de estudio relevante.

Los datos cualitativos que se discuten a continuación se recabaron a través de dos entrevistas colectivas con jóvenes activistas de FFF: una el 22 de marzo de 2019 (EC1) y la otra el 22 de agosto de 2019 (EC2).3 Además, se llevaron a cabo veintiséis preguntas abiertas a las que respondieron activistas de FFF que participaron en un curso impartido en línea en octubre de 2020 sobre emociones y activismo climático. Las preguntas se destinaron a hacer reflexionar sobre el contenido del curso y, a su vez, conocer las emociones sentidas por los jóvenes activistas, incluyendo el manejo emocional de estas emociones.4 A esto se añaden dos extractos de entrevistas a activistas mexicanos que participan en el movimiento climático en México, sin ser jóvenes de FFF, que son identificadas con EA_1m5 y EA_2h.

Los datos cuantitativos se obtuvieron al realizar una encuesta caraa-cara (face-to-face, F2F) a 450 participantes en la marcha de la Ciudad de México, durante la tercera huelga por el clima el 20 de septiembre de 2019. La encuesta F2F fue parte de un proyecto internacional (de Moor, et al., 2020) que aplica el método Caught in the Act of Protest: Contextualizing Contestation (también conocido como el método CCC, por sus siglas en inglés).6 La encuesta F2F que aplicamos en México fue ampliada con cinco preguntas dirigidas a explorar la dimensión emocional.

Para la aplicación de la encuesta se sigue el método elegido por el equipo internacional, sobre el cual nos instruyeron en línea y sucesivamente capacitamos a las y los voluntarios que nos acompañaron. Este método permite seleccionar un muestreo representativo de los participantes y contempla la selección de encuestados antes y durante la marcha, tal como está presentado en la Figura 1.

Método de encuesta

Figura 1.: Método de encuesta

Nota. Tomado de Protest Survey (2009).

La creación de equipos de encuestadores (interviewers) guiados por un líder (pointer), que sigue el esquema de aplicación e indica a los encuestadores en dónde y a quién encuestar, permitió cubrir toda la marcha además de recoger los cuestionarios. En abril de 2020 estaba previsto repetir la encuesta en la quinta huelga, que fue suspendida por la pandemia.

Sin embargo, se ha mantenido el contacto con los activistas y en el verano de 2020 se aplicó una encuesta nacional para conocer el impacto de la pandemia en el activismo de base en México, a la que contestaron más de cien personas. La segunda parte del análisis se basa en los datos de las respuestas de los activistas climáticos (más del 90 %) a esta encuesta.

Por último, se compararon los datos de la encuesta F2F con otra aplicada a un grupo de contraste (ver Tabla 2), con el objetivo de conocer si las emociones expresadas por los activistas climáticos son las mismas que sienten otros jóvenes que no participan en el movimiento. Esta última encuesta fue aplicada a 18 estudiantes de 18 años no activistas de la Ciudad de México.

Discusión de los resultados

1. De la impotencia a la esperanza: las emociones vinculadas al proceso de movilización

El proceso de movilización para enfrentar un problema como la emergencia climática implica tener que enfrentarse y manejar emociones incómodas (Norgaard, 2011) que no son comunes en otros movimientos sociales.

Por esta razón, el primer apartado de este artículo está dedicado a comprender qué emociones genera el cambio climático en los activistas; qué sienten al participar en la acción colectiva; y finalmente el proceso de manejo emocional (Hochschild, 1979) de las emociones que pueden desmovilizar (ver Tabla 1):

Tabla 1.: Las emociones que influyen en el activismo climático

Emociones y cambio climático Emoción y acción colectiva
Emociones incómodas, del trauma y estados de ánimos desagradables Emociones de la resistencia Emociones recíprocas
Preocupación Alegría y entusiasmo Admiración
Impotencia Esperanza Cariño
Miedo y angustia Orgullo Confianza
Dolor Satisfacción
Decepción Rabia “moral”
Tristeza Indignación
Frustración
Desesperanza
Desconfianza hacia el gobierno
Decepción y enojo

Nota. Elaboración propia.

1.1 Emociones, movilización y cambio climático

Los datos proporcionados por psicólogos que estudian el impacto del cambio climático en la salud mental indican que las emociones que las personas experimentan dependen de su experiencia y percepción del problema (Clayton et al., 2017). En particular se identifican diferentes emociones si las personas son víctimas de un desastre atribuido al cambio climático, experimentan cambios en su territorio debido al cambio climático o perciben los cambios graduales de este (Poma, 2019d, p. 183). En el último caso, como afirman Searle y Gow: “mirar el despliegue de los lentos y aparentemente irrevocables impactos del cambio climático, y preocuparse por el futuro de uno mismo, de los hijos, y de las futuras generaciones, puede ser una fuente de estrés adicional” (Searle y Gow, como se citó en Clayton et al., 2017, p. 27). El impacto emocional que puede generar el cambio climático en todas las personas que perciban el problema se refleja en expresiones siempre más comunes como “depresión climática” (Thomas, 2014); “ecofatiga” (Huerta y Corraliza, 2017); “dolor climático” (Running, 2007); y “ecoansiedad” (Albrecht, 2011). Norgaard (2011) muestra además cómo el cambio climático puede generar en las personas que perciben el problema emociones incómodas como el miedo, la culpa o la impotencia, las cuales pueden llevar a la inacción o a la negación. El proceso de negación, según la autora, sería el resultado de un manejo emocional para evitar las emociones incómodas (Hochschild, 1979).

Los activistas climáticos son personas que perciben el problema y que además se han movilizado para enfrentarlo. Un primer objetivo de la investigación fue conocer si estos sujetos sienten las emociones incómodas y los estados de ánimo desagradables que genera el cambio climático (Jasper, 2018), cómo estas afectan el activismo y cómo las logran manejar.

En cuanto a las emociones generadas por el cambio climático, en la encuesta F2F aplicada a activistas climáticos (ver Gráfico 1), destaca la preocupación, seguida por la impotencia, la cual es una de las emociones incómodas identificadas por Norgaard (2011).

Emociones movilizadoras en la marcha del 20S

Gráfico 1.: Emociones movilizadoras en la marcha del 20S

Nota. Elaboración propia.

Si se cruzan los datos con otras encuestas7 se puede comprobar que mientras la preocupación está presente en la totalidad de los ciudadanos que perciben el problema, no es la que más moviliza a los activistas, aunque es expresada por un porcentaje significativo. Este es entonces un indicador de la percepción del problema, pero no es por sí sola una explicación de la movilización. Por un lado, las entrevistas muestran que los activistas están preocupados por los efectos del cambio climático, por su futuro, el de las nuevas generaciones y el de las demás especies; por otro lado, están preocupados por “la incompetencia e inutilidad de los líderes políticos e intelectuales para realizar acciones por la protección de la vida en el planeta” (E1_S1CEA).

Si analizamos las emociones incómodas (Norgaard, 2011), la encuesta muestra que la culpa no es identificada como una emoción que ha movilizado a los activistas (ver Gráfico 1). Sin embargo, el 88 % de los encuestados afirmó sentirse culpable cuando hace algo que va en contra del medioambiente. Este dato muestra que los activistas conviven con la culpa en su vida cotidiana, pero intentan manejarla y las evitan como estrategia. Como afirmó un entrevistado: “cuando culpamos a las personas, al individuo del día a día por esta crisis climática, le estamos haciendo un tremendo favorzote a los verdaderos culpables” (EC2_E2m).

Otra emoción incómoda que identifica Norgaard (2011) y que sienten los activistas es la impotencia. Las entrevistas a los jóvenes de FFF muestran que la impotencia se siente al recibir información sobre el cambio climático y frente a la falta de respuesta de autoridades, amigos y familiares. La impotencia también se genera por “no poder hacer algo más grande” (E4_S1CEA), y no lograr involucrar a más personas en el movimiento.

La tercera emoción incómoda que ha identificado Norgaard (2011), junto con la impotencia y la culpa, es el miedo. El miedo generado por los efectos del cambio climático, como muestra Norgaard (2011), puede ser una emoción incómoda que lleva a las personas a crear estrategias de manejo emocional que las aleja del problema, generando negación. Esta negación no se basa en la desconfianza hacia la información científica o en la polarización política, que hace vincular el cambio climático con un discurso liberal (Dunlap, et al., 2016), sino en evitar emociones que nos quitan la serenidad y que no sabemos cómo enfrentar.

El miedo no es una emoción que comúnmente movilice, de hecho, puede paralizar si no es manejada, por eso los activistas no la identifican como una emoción que los haya movilizado, aunque es sentida por los activistas a causa de las consecuencias del cambio climático. En las entrevistas todos afirmaron sentir miedo por las consecuencias del cambio climático, como confirma la experiencia de esta mujer de 19 años: “Siiii, [sic] me he paniqueado [sic] mucho, creo que a veces me dan como ataques de ansiedad, pero igual trato de ver otro tipo de cosas que me distraigan” (E6_S3CEA). La distracción que menciona esta joven, como se verá más adelante, es una estrategia para manejar el miedo y evitar que desmovilice.

Otra emoción que la emergencia climática genera en los activistas es el dolor. Como mostró Poma (2019c) el dolor que se genera al asistir al degrado y la destrucción de los ecosistemas es un indicador de amor por el planeta. Además, es una emoción que puede movilizar si es canalizada por la rabia, como demostró Gould (2009) cuando analizó la experiencia de los activistas de ACT UP en los Estados Unidos.

El dolor que genera el cambio climático en estos activistas está asociado al concepto de injusticia climática, ya que se siente a causa de los impactos en los seres más vulnerables. Como ejemplo de lo que se acaba de mencionar está la respuesta de una joven de 20 años a la pregunta sobre qué es lo que más le duele al pensar en la emergencia climática: “El sufrimiento que han experimentado durante mucho tiempo, se encuentran experimentando y probablemente experimenten de forma creciente, muchos seres, humanos y no humanos, que no han tenido la culpa de nada” (E9_S1CEA).

Las palabras de esta joven, que reflejan muchos otros testimonios de jóvenes activistas climáticos, evidencian que la empatía es una capacidad muy importante para este activismo, así como lo es para el activismo por el derecho de los animales (Groves, 1997). Si estos jóvenes no fueran capaces de sentir compasión por otras personas o especies que están siendo afectados por la emergencia climática, no se hubieran movilizado en un movimiento transnacional convirtiéndose en activistas.

Sin embargo, la sensibilidad y la empatía pueden hacer sentir de manera más intensa las emociones incómodas y los estados de ánimo desagradables. Esto hace que el impacto emocional del cambio climático pueda ser abrumador. Por esta razón, es central comprender cómo los activistas climáticos están manejando estas emociones, así como lo hacen otros activistas en defensa del medioambiente (Poma y Gravante, 2018b).

Un último elemento que queremos destacar en este apartado son las emociones que se generan en la interacción con otros actores que no actúan para enfrentar el problema. Entre estas emociones destacan la decepción, la tristeza y la frustración. Como afirmó un joven activista: “Me pone un poco triste el ver cómo todas las generaciones pasadas han dicho ‘el planeta es eterno’” (EC1_E1h). Otra entrevistada también dijo:

¿Por qué la gente no actúa? ¿Por qué no estamos teniendo esta conciencia climática? Y tuve una gran preocupación por eso y fue como… no quise ya dejar el tema, pero, o sea, para mí es lo fundamental, es lo prioritario, estamos hablando del planeta entero, o sea, no estamos hablando de algo específico, de algo particular, o sea, es algo que nos incumbe a todos y algo de lo que todos hemos sido responsables. (EC1_E2m)

Estas emociones que sienten las y los activistas climáticos hacia las personas que no actúan para enfrentar el cambio climático se han construido a lo largo de su experiencia: muchas veces se caracteriza por sole-dad y por frustración, y a su vez pueden generar emociones morales como la indignación o la rabia, como muestra este extracto:

En mis conversaciones cotidianas luego mencionaba como “Oye, ¿sabías tal y tal cosa sobre cambio climático?” y pues sí se me quedaban viendo como “Ay, eso qué” o “no empieces a decirme cosas de la escuela”. O sea, lo ven como un tema que no es prioritario, prefieren hablar de otras cosas y pues sí me sentí más que sola, indignada y no sé, sentía que… como que quería… sentía que tenían una venda [en los ojos] y quería arrancársela así a todos y decirles “¡No! Lean algo sobre cambio climático”. (EC1_E2m)

Profundizando estas emociones con los jóvenes activistas de FFF pudimos corroborar que la no participación de amigos, conocidos, familiares y personas en general genera tristeza, desesperanza, frustración y hasta enojo. La frustración y desesperanza son generadas por la sensación de no estar haciendo lo suficiente para involucrar a más personas. El enojo está vinculado con el hecho de saber que las personas tienen información sobre el cambio climático, pero a pesar de esto no actúan. Como afirmó una joven de 17 años: “Siento mucha tristeza, porque su indiferencia es parte de lo que condena al mundo a seguir viviendo en esta crisis. Siento que algo nos desconecta porque la lucha climática es algo muy importante en mi vida” (E7_S1CEA).

A estas emociones se suma la desconfianza hacia el gobierno y las empresas para resolver el problema (Poma y Gravante, 2021). También la desconfianza es hacia los líderes políticos, cuya respuesta genera preocupación, como afirmó una entrevistada: “Yo siento preocupación porque incluso, Greta Thunberg lo dijo en alguno de sus discursos, que los líderes… dijo ‘Los líderes nos han fallado’”. (EC1_E2m)

En algunos casos, los activistas afirmaron sentirse decepcionados por los que no actúan, pero en otros casos mostraron interés por comprender las razones de la falta de respuesta. Como afirma Hochschild (2016), es necesario intentar superar el muro de empatía que nos aleja de los que no piensan, sienten y actúan como nosotros para superar la polarización social y política. Como indicó una joven de 20 años:

En un principio me frustraba mucho, pero conforme me fui informando y analizando las situaciones me di cuenta de que muchas veces no era porque fueran indiferentes por iniciativa propia, sino que había muchas cosas que les condicionaban a ser así. Con esto no quiero decir que la frustración haya desaparecido, pero creo que pude generar un tipo de empatía al identificarme con elles [sic], porque yo también era así, y a partir de ahí busco formas de tratar de transmitirles mi mensaje de forma tranquila. (E9_S1CEA, énfasis añadido)

Las emociones que estos jóvenes han sentido a lo largo de su vida, por no tener personas con quienes compartir las emociones generadas por los efectos del cambio climático, traen dos consecuencias: la primera es que cuando encuentran a otros jóvenes que sienten y piensan los mismo se generan de manera muy rápida vínculos afectivos entre ellos, como muestra el siguiente extracto:

Cuando yo me encuentro con personas, compañeros, que les interesa el cambio climático es como cuando te encuentras a alguien que le gusta la misma música que a ti, o sea, le empiezas a preguntar “Ah, ¿por qué te gusta?” Empieza a haber una conexión y creo que no hay conexión más bonita que la de alguien que tiene el interés por salvar el planeta y es lo que ocurrió con ellos [los demás participantes en la entrevista]. (EC1_E2m)

La segunda consecuencia que generan las expectativas que tienen estos jóvenes sobre la respuesta de la mayor parte de la población hacia el cambio climático son emociones recíprocas hacia los demás activistas. Además, emociones de resistencia como la sorpresa, la esperanza, la alegría y la satisfacción, que abordaremos en el siguiente apartado.

1.2. Las emociones de resistencia y las emociones recíprocas

Si podemos considerar las emociones que genera el cambio climático como emociones del trauma (Whittier, 2001), podemos entonces corroborar la hipótesis de Whittier de que estas emociones pueden ser sobrellevadas por emociones de resistencia, que se generan al organizarse y participar en el movimiento climático. Como se muestra en la Gráfico 1, los activistas que participaron en la marcha sintieron emociones morales como la rabia y la indignación. Como muestra Jasper (2018) estas emociones tienen una fuerte capacidad movilizadora, así como la esperanza.

Las emociones de la resistencia son las que se generan al participar en una acción colectiva y están vinculadas con los conceptos de placer de la protesta y energía emocional (Jasper, 1997, 2012), así como las emociones recíprocas que los activistas sienten entre ellos (Jasper, 1997).

El entusiasmo se debe al hecho de encontrarse con otras personas que comparten la misma inquietud, más cuando las expectativas de las personas son rebasadas. Como dijo uno de los organizadores de la primera huelga: “al voltear a ver la cantidad de gente fue algo hermoso” (EC1_E1h).

También se pueden observar estas emociones en la tercera huelga por el clima, durante la cual la participación en la marcha de la Ciudad de México se sextuplicó. En este caso, el entusiasmo, la alegría y la euforia de los participantes y organizadores se resumen en las palabras de esta joven activista: “Me enchinó [sic] la piel, fue grandioso ver cómo algunas personas nos aplaudían, nos gritaban apoyando […] Después de eso fue satisfacción, un poco cansada, pero fue una satisfacción que me duró toda la semana” (E4_S1CEA).

En cuanto a los activistas que sintieron tristeza en la marcha, es muy común observar emociones encontradas en las personas que participan en acciones colectivas (Gravante, 2020), ya que la alegría por el éxito de la acción suele estar acompañada por la tristeza que genera, entre otras cosas, la idea de que hubiera podido llegar aún más gente; el problema que une a las personas que están participando; o la falta de cobertura mediática o visibilidad política, como pasó en México.

En cuanto a la rabia, como ya se ha visto, es una emoción que no está ausente en el activismo climático en México y que se genera por la falta de respuesta al problema. La rabia y la indignación, que destacan en los datos de la encuesta F2F (ver Gráfico 1), son emociones morales que pueden movilizar y pueden ser evocadas en los movimientos sociales para canalizar otras emociones desmovilizadoras como el dolor o el miedo (Jasper, 2018). En las entrevistas con los activistas de FFF se destacó que la rabia se siente al percibir la injusticia y se dirige principalmente hacia las autoridades. Por ejemplo, una joven de 19 años afirmó: “me da rabia que personas que tienen la influencia para mover personas no la utilicen para ayudar. Me da rabia que los gobernantes no hagan nada y odio a las personas que maltratan animales” (E4_S1CEA). Otra activista de 17 años afirmó: “Siento tristeza y rabia porque [los gobernantes] no ven la gravedad de la crisis climática y tampoco ven cómo su inacción afecta a otrxs [sic]” (E7_S1CEA).

Otro activista de 27 años afirmó que siente rabia “ante los enormes desequilibrios provocados por el modelo económico de acumulación material que somete al poder político y al poder social, abusando de la ciencia y manipulando/distrayendo al colectivo a través de los medios de comunicación” (E1_S1CEA). Con respeto a otros movimientos sociales donde la rabia es una emoción expresada públicamente y reivindicada, como, por ejemplo, el movimiento anarquista o la nueva ola del movimiento feminista, en el movimiento climático no es una emoción expresada públicamente, aunque está presente. Esto se debe a la composición del movimiento, principalmente de clase media, sin una identidad o una ideología compartida (Poma y Gravante, 2021). Esto también hace referencia a lo que Jasper (2006, p. 106) definió como el dilema malos-buenos, ya que la expresión de la rabia se asocia con la violencia.

Como se puede ver en el Gráfico 1, aunque pocas, algunas personas afirmaron sentir ansiedad al estar en la marcha, esto se entiende al considerar que la mayoría de los participantes marchaba por primera vez (Poma y Gravante, 2021). Sin embargo, el clima festivo y relajado de la marcha, con música, niños, adultos mayores, etc., hizo que la mayoría se sintiera a gusto.

Si el placer de la protesta que “reside en estar con la gente con quienes compartes visiones del mundo, experiencias, etc., y la euforia relacionada con la actividad colectiva” (Jasper, 1997, p. 188), influye en que las personas vuelvan a participar y aumenten su compromiso, la esperanza en que se pueda revertir el problema es necesaria para sobrellevar las emociones del trauma.

En la literatura sobre activismo climático, la esperanza se ha analizado desde esta perspectiva, ya que, como mostramos en el apartado teórico, Kleres y Wettergren (2017) hablan de los activistas climáticos como agentes de esperanza, pero también como pretexto para no actuar, sobre todo cuando se refiere al tecno-optimismo o a la esperanza de que alguien más resuelva el problema.

Los datos de la investigación muestran que la esperanza es la emoción que más los ha movilizado (ver Gráfico 1). En las entrevistas se comprobó que los jóvenes activistas sienten esperanza “de poder mitigar el cambio climático y limitar sus efectos” y de “poder hacer un gran trabajo”. Esta esperanza está vinculada con sentimientos de empoderamiento. A esto se suma el orgullo que sienten como generación, por tener la oportunidad de revertir el rumbo hacia el colapso climático. Ambas emociones se encuentran tanto en los datos de la encuesta como en las entrevistas.

El orgullo y la satisfacción son generados por el éxito de las acciones climáticas y por pertenecer a la nueva generación de activistas. Como afirmó una entrevistada: “me emociona que tenemos la oportunidad, todavía nosotros, nuestra generación, de hacer algo por revertir las cosas […] creo que pues al final es como una misión muy bonita tratar de salvar el planeta” (EC1_E3m).

La esperanza y el entusiasmo de poder generar un cambio junto con el orgullo de que sea su generación la que puede lograr el cambio son poderosos motivadores de la nueva ola del activismo climático, y en particular de los jóvenes activistas recién incorporados.

Al preguntar a los jóvenes activistas qué o quién les genera más esperanza, las respuestas se centran en el movimiento, los jóvenes, y otras personas que participan, sean familiares, conocidos o desconocidos. En un caso, una joven activista que ya es mamá mencionó a su hija, este elemento comprueba la esperanza a futuro en la lucha por la defensa del medioambiente (Poma y Gravante, 2018a).

Al preguntar qué les genera esperanza, los activistas de FFF respondieron sobre los actores, los demás activistas de la organización, “un grupo de maestros campesinos que buscan alternativas como la agroecología y se las enseñan a sus alumnos” (E8_S1CEA); “las juventudes que protestan y los proyectos que se lanzan para combatir este problema” (E2_S1CEA); “el creciente número de personas conscientes de la situación, quienes experimentan las injusticias de primera mano” (E9_S1CEA); o “las alternativas existentes y las que siguen surgiendo, en cuanto a tecnologías y formas de organización” (E1_S1CEA). Más que el tecnooptimismo, los datos muestran que la esperanza yace en la capacidad de diversos actores de la sociedad de enfrentar el problema.

Asimismo, al entrevistar activistas adultos, se pudo comprobar que los jóvenes activistas de FFF generan esperanza en las personas que llevan más tiempo en esta lucha:

Para los que estamos en el activismo ambiental desde hace muchos años, resulta una frescura y hasta un bálsamo a todo lo que hemos hecho y con todos los obstáculos que nos enfrentamos a diario ver que los jóvenes salen y deciden tomar su futuro en sus manos y todo lo que están haciendo y todo lo que están logrando pues nos resulta bastante inspirador. (EA_2h)

El entusiasmo de los jóvenes se contagia y proporciona esperanza a los activistas más experimentados, aunque por supuesto no faltan las fricciones. También se ha podido observar que el éxito de las huelgas por el clima ha generado envidia entre algunas personas. Esto se refleja en el descrédito a través de afirmaciones como “ahora el activismo climático está de moda”. Las emociones que se sienten hacia diferentes actores pueden influir en la construcción de una identidad colectiva, fortaleciéndola cuando son positivas; pero también debilitándola si son negativas, como la desconfianza, el deprecio o el rencor.

Por último, la esperanza está vinculada a las emociones recíprocas que los jóvenes activistas sienten frente a otros (Jasper, 1997). Como ya resaltamos en el apartado anterior, muchos de estos jóvenes han sufrido la soledad y se sienten decepcionados por quienes no se involucran. Esto los lleva a sentirse aún más unidos a aquellos quienes comparten su lucha. Entre las emociones que más han sido identificadas por los compañeros de FFF se destacan la admiración, el respeto y la confianza. Como afirmó una entrevistada:

En cuanto a las compañeras con las que simpatizo más, podría decir que siento respeto, confianza, solidaridad, optimismo. Lo que creo que me lleva a sentir esto por ellas es que el acercamiento que hemos tenido me ha demostrado que compartimos visiones y valores, y esto nos lleva a unir fuerzas y apoyarnos mutuamente. (E1_S2CEA)

Otras emociones recíprocas que se destacan en las entrevistas son el agradecimiento y el cariño: “porque me da esperanzas ver que les preocupa el medioambiente” (E3_S1CEA). Estas emociones son particularmente relevantes en la acción colectiva contenciosa, no solo porque alimentan el compromiso, sino también porque permiten evitar los efectos desmovilizadores de emociones como la desconfianza, la frustración, la decepción o la tristeza, generadas por la inacción frente a la emergencia climática de autoridades y conocidos.

Los activistas también pueden llegar a sentir emociones negativas hacia otros miembros de la organización con quienes hubo conflictos. Por ejemplo, una activista afirmó sentir preocupación porque “algunos [compañeros] no sean antiespecistas” (E4_S1CEA). Otra dijo: “Creo que las emociones que se experimentan dentro del movimiento varían mucho de tiempo en tiempo. Muchas veces me sentí emocionada, en confianza con les demás; y otras sentí decepción, tristeza, desesperación, etc.” (E9_S1CEA). Estas emociones generan estrés y cansancio, y también deben manejarse para que no conduzcan al agotamiento.

La presencia de diferentes emociones que son generadas en la experiencia del activismo es un elemento presente en toda interacción humana, incluidos los movimientos sociales. Además, esto puede verse agravado por el hecho de participar en un movimiento transnacional heterogéneo, con una identidad colectiva aún en construcción y objetivos que no siempre coinciden. Lo anterior no quita que podamos incluir las emociones recíprocas entre las emociones de resistencia que ayudan a sobrellevar las emociones del trauma. Como afirmó una joven de 16 años sobre sus compañeros de FFF: “La verdad creo que son personas increíbles, con mucho entusiasmo y pasión por el activismo, me transmiten esperanza, motivación y cada vez más pasión por el activismo” (E8_S2CEA).

En este apartado se ha discutido el papel de las emociones de la resistencia y cómo estas influyen en la movilización climática. Sin embargo, no podemos comprender la dimensión emocional del movimiento climático actual sin prestar atención al manejo emocional que hacen los activistas.

1.3. El manejo emocional

Como mostramos en otras investigaciones (Poma y Gravante 2018b; Poma 2019a) el manejo emocional es un proceso que es parte de la acción política contenciosa y que los activistas pueden hacer de manera espontanea o estratégica. Apoyándonos en la propuesta teórica de Hochschild (1979), aplicada en los movimientos sociales por autoras como Gould (2009), podemos identificar técnicas de manejo emocional cognitivas como la canalización o la evocación de ciertas emociones. El manejo emocional es particularmente relevante para poder manejar las emociones del trauma, que en nuestro caso son las que genera el cambio climático, a través de las emociones de la resistencia y las emociones recíprocas analizadas en el apartado anterior. Vemos a continuación algunos ejemplos de manejo emocional que hemos podido conocer gracias a las entrevistas con activistas de FFF.

Como vimos anteriormente el miedo es una de las emociones incómodas que los activistas sienten, y que algunos afirman no haber superado aún. Como pudimos comprobar con activistas en defensa del medioambiente en México (Poma y Gravante, 2018b), el miedo –que en los movimientos sociales es comúnmente sentido por la represión– no se supera, pero se puede sobrellevar para que no paralice el movimiento mismo. Al igual que para superar la impotencia, la distracción es una estrategia empleada para no convivir con este miedo, como ya vimos en el testimonio de una joven de 19 años quien afirmó: “creo que a veces me dan como ataques de ansiedad, pero igual trato de ver otro tipo de cosas que me distraigan” (E6_S3CEA). Como pasa por otros activistas que intentan superar el miedo (Poma y Gravante, 2018a), también los de FFF recurren a estrategias de capacitación. Un joven de 27 años de FFF, por ejemplo, afirmó que el miedo: “lo he superado en parte. Estudiando y preparándome para organizar y emprender acciones que contribuyan a la mitigación del cambio climático” (E4_S3CEA). Por su parte, otro activista de 30 años señaló: “lo he superado al tomarme capacitación para gestión del riesgo, especialmente climático” (E1_S3CEA).

Si por un lado los activistas tienen que manejar el miedo que sienten frente a las consecuencias del cambio climático, el miedo puede ser empleado también estratégicamente para que más personas se sumen. La discusión entre la necesidad de evocar miedo-preocupación y no miedo-pánico por el cambio climático se observa tanto en la literatura científica (Smith y Leiserowitz, 2014) como en el movimiento climático.

Por ejemplo, como afirmó Greta Thunberg: “No quiero que tengas esperanza, quiero que entres en pánico” (Thunberg, 2019). La esperanza a la que se refiere la joven activista sueca es la que se ha depositado en las nuevas generaciones, y que puede llevar a ser el pretexto para los adultos de hoy para no enfrentar la emergencia climática. Al debatir esta frase en una entrevista colectiva con jóvenes de FFF, una activista afirmó: “el miedo y la esperanza no están peleados, el pánico, si te quedas solamente con el pánico, eso te paraliza, tenemos que juntar de cierto modo el miedo y la esperanza y convertirlo en valentía” (EC2_E1m).

Desde las entrevistas resalta la idea que tienen los activistas de la necesidad de evocar esperanza en la acción colectiva, preocupación por las consecuencias del cambio climático, pero sin llegar al pánico.

Otra emoción incómoda que tienen que manejar los activistas es la impotencia, que genera el cambio climático. Entre las estrategias desarrolladas por los activistas en este sentido destacan el distraerse y el descansar, aunque también indican que es importante llevar a cabo acciones y pensar en lo que hacen como activistas. Como afirmó una joven de 17 años: “la superé intentando cambiar mis hábitos e influenciando a mi familia para que también los cambien” (E8_S3CEA).

Otra estrategia que también identificamos en otros casos de estudio (Poma y Gravante, 2018a) es realizar “actividades recreativas como salir, andar en bicicleta, escuchar música, ver series o películas, tener contacto con la naturaleza o con amigos para hablar de diferentes temas” (E4_S3CEA).

Otro elemento que destaca en las reflexiones de los jóvenes activistas es la importancia de cuidarse y descansar para evitar el agotamiento, como muestra este extracto:

Sí, sentía mucha frustración cuando no lograba hacerle entender a mí familia las implicaciones del cambio climático, y, por ende, cambiar sus acciones. Esas experiencias me hicieron darme cuenta de varias cosas muy importantes que ahora me ayudan a seguir adelante cada vez que me encuentro con personas que piensan muy diferente a mí: es muy difícil cambiar a una persona, así como tampoco es mi responsabilidad, y que el dejar que me afectaran mucho estos fracasos hacía que retrocediera en mi meta. De esta forma, puse como una de mis prioridades mi bienestar, porque, después de todo, solo estando bien puedes ayudar realmente a lxs [sic] demás, y parte de lograr esto es lo que platicamos en la sesión (encontrar grupos de afinidad, saber decir que no, etc.). (E3_S3CEA)

Esta sensibilidad que las nuevas generaciones de activistas expresan sin vergüenza es una de las razones del porqué se les acusa de ser una “generación de cristal”, un término despectivo que ya ha generado algunas tensiones con personas y activistas de mayor edad.

En el activismo de la izquierda clásica o “guevarista”, donde es común aceptar que el militante tenga que sacrificarse por la causa, es normalizada la práctica de suprimir las emociones en lugar de compartirlas y enfrentarlas de manera colectiva. Esta práctica es reconocida por algunos activistas adultos, como muestra el testimonio de esta mujer: “He estado trabajando, haciendo, difundiendo, armando talleres, cursos, trabajando y no me he dado el espacio suficiente del duelo, no me lo he dado, no me lo he concedido” (EA_1m).

La diferencia en la expresión y el manejo de las emociones entre generaciones diferentes es un indicador de que las reglas del sentir en los activistas de diferentes generaciones están cambiando. Suprimir las emociones, en particular el miedo y el dolor, es una práctica que se basa en la idea de que las emociones hacen a los seres humanos más vulnerables e irracionales. Esta visión de las emociones, asociada a la irracionalidad, se sigue reproduciendo en muchas culturas, sobre todo las patriarcales, aunque tanto en el campo científico (Hochschild, 1979, 1983; Feldman, 2017; Jasper, 2018) como en el movimiento feminista se han tomado pasos agigantados para superarla.

En el activismo climático la supresión del dolor, así como de otras emociones que genera el cambio climático, puede tener consecuencias indeseadas, como el abandono de muchas personas que quieren contribuir a enfrentar el problema y la mitificación de los que están dispuestos a sacrificar su salud física y mental, así como su vida privada. Esto resalta la importancia de prestar atención a las emociones como un elemento clave del activismo, que en muchos casos no se toma en cuenta porque, como afirmó una activista de 19 años, “no había pensado en el activismo de esa manera” (E4_S1CEA).

Para concluir, lo que se puede destacar es que las emociones que genera el cambio climático pueden movilizar, siempre y cuando sean manejadas para que no generen resignación. También resulta determinante lograr compartir las emociones que los activistas sienten, lo que puede contribuir a fortalecer la identidad colectiva y evitar que las emociones incómodas y desagradables generen agotamiento o el abandono de la lucha.

2. Emociones y el impacto de la pandemia en el activismo climático

Desde marzo del 2020 las medidas de emergencias sanitarias y sociales, promulgadas a causa de la pandemia de COVID-19, obligaron a un repliegue de las acciones de protesta y a una suspensión de todas las actividades promovidas por los movimientos sociales, entre ellos la nueva ola de activismo climático caracterizada por la alta participación de jóvenes. Por un lado, este confinamiento ha conllevado a un periodo de latencia de las manifestaciones y los actos públicos de protesta; y, por otro lado, ha hecho emerger distintas formas de activismo político centrado principalmente en las exigencias de la vida cotidiana. Esto ha promovido la construcción de solidaridad entre comunidades y grupos sociales, por lo general urbanos, afectados por la pandemia y olvidados por el Estado. Desde marzo del 2020, también se ha podido apreciar a nivel global la actividad de centenares de grupos y redes de apoyo mutuo (Gravante y Poma, 2021 y 2020b). Algunos de ellos son la prolongación de experiencias anteriores, las cuales a causa de la crisis social provocada por la pandemia han reconvertido su agenda de actividades. Otros grupos se han formado a lo largo de estos meses.

A pesar de estas respuestas sociales, sin duda alguna el miedo a enfermarse o enfermar a los seres queridos; la agudización de la vulnerabilidad económica y social; el paro de todas las actividades colectivas que caracterizan el activismo de base, entre otros, han sido aspectos que han tenido un impacto en la vida de los activistas y, consecuentemente, en sus colectivos. Para comprender estos impactos, de junio a agosto de 2020 se realizó una encuesta dirigida a los activistas de base en México. El objetivo de la encuesta fue comprender cómo los activistas estaban viviendo e interpretando la pandemia y sus consecuencias, y, por supuesto, el papel de las emociones en estos procesos. De los más de cien activistas encuestados, un primer dato de índole cuantitativa es que casi el 90 % de los activistas mexicanos se ha involucrado con su grupo en la nueva ola del movimiento climático que emergió en el país. A pesar de la débil presencia del movimiento ecologista en México, ese dato es el resultado del trabajo realizado por los activistas climáticos mexicanos y del involucramiento de activistas de otros movimientos sociales (Gravante y Poma, 2020a). En este apartado solo se presentan los resultados de los actores que en la encuesta se han definido como activistas climáticos y de aquellos actores que han declarado haberse involucrado en los últimos dos años en protestas, acciones o actividades vinculadas con la emergencia climática.

Como perfil del activista se confirman los datos de las investigaciones anteriores sobre la actual ola del movimiento climático. La composición demográfica tanto en la presente encuesta (ver Gráfico 2), como las encuestas realizadas en los eventos de protesta a nivel nacional (Poma y Gravante, 2021) y en otras ciudades del mundo (Wahlström et al., 2019; de Moore et al., 2020), destacan que el movimiento climático está compuesto por jóvenes mujeres, la mayoría con edad menor de 30 años en México y menores de 19 años en los otros países occidentales, muchas de ellas líderes en la organización del movimiento. Primero, podemos observar cómo estos perfiles son similares a la conocida activista climática Greta Thunberg. Segundo, en general los conflictos socioambientales han visto una fuerte presencia de las mujeres. Por último, hay que observar que la actual ola del movimiento climático se encuentra con un alto repunte del movimiento feminista, esta interrelación no hay que descartarla, aunque habría que profundizarla en otro lugar.

Estructura de género y edad de todos los participantes en la marcha del 20S

Gráfico 2.: Estructura de género y edad de todos los participantes en la marcha del 20S

Nota. Elaboración propia.

El impacto de la pandemia en el activismo se ha manifestado, más que nada, en la suspensión de todas las manifestaciones públicas. La mayoría de los grupos siguieron manteniendo sus reuniones (ver Gráfico 3); algunos en línea o en actividades urgentes; otros de manera presencial, pero de forma puntual o discontinua. Solamente un encuestado entre diez declaró haber dejado de participar en las actividades del colectivo. Resulta interesante ver como más de un cuarto de los encuestados admite haberse involucrado en otro proyecto social a lo largo de esta pandemia. Muchos de ellos, probablemente están vinculados con las redes de apoyo mutuo, que tuvieron un papel central en el activismo de estos meses (Gravante y Poma, 2021).

Impacto de la pandemia en la actividad política cotidiana

Gráfico 3.: Impacto de la pandemia en la actividad política cotidiana

Nota. Elaboración propia.

Los datos de la encuesta coinciden con los de las entrevistas realizadas a los jóvenes activistas climáticos de FFF. Estos declararon, con dificultad, que lograron seguir con una agenda de actividades vinculadas estrechamente con el cambio climático, realizando ya sea reuniones y eventos en línea, como el día de la Tierra el 22 de abril o la Huelga Climática del 25 de septiembre de 2020, realizada a nivel internacional en el marco de la “nueva normalidad”. A pesar de la importancia de poder seguir con las actividades en modalidad virtual, no poder realizar las acciones presenciales durante el 2020 generó impotencia, frustración, enojo y nostalgia. En las entrevistas muchos afirmaron sentirse desmotivados; no obstante, también han aprovechado las actividades virtuales para reflexionar y conocer gente nueva, así como muestran estos testimonios de dos mujeres de 31 y 20 años de FFF:

Hice acciones con mucha gente, solo no presencial. Creo que este año nos brindó la oportunidad de reunirnos más de manera virtual y conocernos más […] No ha sido una razón para desesperanzarme; ya que he visto cómo se han acrecentado los eventos encaminados a generar conciencia, dialogar y discutir lo que nos ha llevado a esta situación. En parte lo veo como una oportunidad para formarme, esparcir el mensaje y organizarnos para generar acción de forma presencial apenas se pueda. (E9_S1CEA)

Finalmente, entre otros impactos de la pandemia a nivel organizativo hay que destacar que solamente un poco más de la mitad de los encuestados desarrollaron discusiones sobre nuevas estrategias de luchas para los próximos meses en los que seguirá habiendo contagios (ver Gráfico 4). Los resultados de estas discusiones se podrán ver en la manera como el movimiento climático intentará recuperar protagonismo.

Nuevas estrategias de lucha

Gráfico 4.: Nuevas estrategias de lucha

Nota. Elaboración propia.

En vista de que la mayoría de los encuestados estaba involucrada en actividades relacionadas con el medioambiente, se eligió sondear si la experiencia de la pandemia también había sido ocasión para replantear las problemáticas socioambientales. En este aspecto, casi la totalidad de los encuestados destaca una profunda relación entre el deterioro de los ecosistemas, la emergencia del virus SARS-CoV-2 y la pandemia (ver Gráfico 5).

Relación deterioro de los ecosistemas y la pandemia

Gráfico 5.: Relación deterioro de los ecosistemas y la pandemia

Nota. Elaboración propia.

Esto permite ver cómo esta nueva ola del activismo climático se caracteriza también por un acercamiento más holístico a las problemáticas ambientales. Se ha superado en parte el sectarismo de algunas visiones ambientalistas, particularmente aquellas vinculadas con la modernización ecológica y el capitalismo verde, donde la distancia se crea “por limitaciones que sobresalen cuando son militantes de algún partido político o defienden ideologías, así como al modelo de desarrollo hegemónico. Por incoherencias en sus discursos y acciones” (E4_S3CEA), como afirmó en una entrevista un joven activista de 27 años de FFF.

La conexión entre medioambiente y salud es otro punto que resalta en la encuesta. En efecto, la totalidad de los activistas consideran, por un lado, que el deterioro del medioambiente tiene un efecto directo sobre la salud humana. Por otro lado, consideran que los efectos del cambio climático y la contaminación de agua, aire y suelo pueden afectar su salud. Incluso más del 70 % se siente más vulnerable frente al COVID-19 al vivir en una ciudad con altos niveles de contaminación. Esto es importante en la percepción y construcción de los problemas, puesto que la preocupación y el miedo hacen que el cambio climático no sea visto como algo lejano, sino como un problema cercano por el cual hay que actuar tanto a nivel internacional como local.

Los activistas reconocen que, además de los efectos sociales, la pandemia tiene también un alto costo ambiental si consideramos el uso de mascarillas desechables, caretas, guantes de un solo uso y desinfectantes (ver Gráfico 6). La mayoría afirmó sentir preocupación por los efectos ambientales de la pandemia, aseguran que habrá un empeoramiento de la crisis socioambiental y climática como consecuencia (ver Gráfico 7).

Preocupación contaminación generada por la pandemia

Gráfico 6.: Preocupación contaminación generada por la pandemia

Nota. Elaboración propia.
Empeoramiento de la crisis socioambiental

Gráfico 7.: Empeoramiento de la crisis socioambiental

Nota. Elaboración propia.

Casi la totalidad de los activistas climáticos encuestados (99 %) afirmó la necesidad de seguir actuando para enfrentar la emergencia climática, a pesar de la incertidumbre que crea la pandemia. Sin embargo, el 89 % considera que la pandemia puede perjudicar las acciones colectivas necesarias para enfrentar la emergencia climática. Esto se debe a que los activistas son conscientes de que la pandemia ha afectado a millones de personas, así como comenta un entrevistado a través de la encuesta: “La pandemia ha sido un gran desequilibrio en la vida de las personas; muchos han per-dido empleos o tienen familiares enfermos, lo que hace que el poner como prioridad la lucha climática sea difícil”. Además, también consideran que la prioridad de los gobiernos será la reactivación de la economía.

Estas respuestas de los activistas destacan dos emociones desmovilizadoras como la frustración y la impotencia, las cuales alimentan un estado de ánimo de pesimismo y desánimo, así como resaltan algunas respuestas: “porque estamos yendo a peor” o “porque estamos incapacitados dentro de las casas”.

Estas emociones, al igual que las emociones del trauma presentadas al principio de la discusión, tendrán que ser manejadas para no generar inmovilidad. Como dice un activista: “Se están desactivando las luchas y la participación”.

Las emociones que emergen como impacto de la pandemia en el activismo climático son el resultado de las expectativas que los activistas tenían por el éxito del movimiento climático en 2019, así como reconoce un activista: “[la pandemia] ha detenido también los movimientos climáticos que estaban creciendo en muchos países”.

A las emociones vinculadas con el desánimo por el efecto del encierro en las acciones climáticas se suma la desconfianza en las instituciones. Como se pudo comprobar en la encuesta aplicada en septiembre de 2019, el desánimo es una emoción sentida por la mayoría de los activistas (Poma y Gravante, 2021). Esta desconfianza, resultado del fracaso de la diplomacia climática internacional y de la propia experiencia de los activistas en las políticas medioambientales de México, se caracteriza siempre por favorecer los intereses privados a costa de los ecosistemas naturales y sociales. Además, se ha fortalecido en el contexto de la pandemia, como comenta este activista:

Los recursos y las políticas públicas están en función de la superación de la pandemia, a como dé lugar, sin importar el costo ambiental, por un lado; por otro, el oportunismo político para aprobar proyectos y ventas de espacios que podrían terminar de destruir algunos ecosistemas y generar más contaminación, sin contar el despojo y otras tantas injusticias sociales, esclavismo corporativista para las personas de comunidades indígenas y demás.

La desconfianza hacia las instituciones tiene un papel importante en agravar la preocupación. Más de la mitad expresa que habrá más represión en México para los movimientos sociales cuando vuelvan a las calles (ver Gráfico 8). Como plantea un entrevistado: “los gobiernos se sentirán con las manos libres y no hay organizaciones fuertes como para pararlos”.

Represión y pandemia

Gráfico 8.: Represión y pandemia

Nota. Elaboración propia.

La preocupación se debe también al hecho de que los activistas consideran autoritaria las respuestas de algunos gobiernos frente a la pandemia. Como comentó un encuestado: “creo que, en particular en México, el estado se ha aprovechado de la crisis sanitaria para poner en acción sus planes más polémicos y destructores”. A esta preocupación hay que sumarle el miedo que tienen los mismos activistas a contagiarse. Más de la mitad ha afirmado tener una alta preocupación sobre la posibilidad del contagio y solamente uno entre diez reconoce no experimentar este tipo de miedo (ver Gráfico 9).

Activismo y miedo al contagio

Gráfico 9.: Activismo y miedo al contagio

Nota. Elaboración propia.

El último aspecto que queremos destacar es el proceso de ampliación de la empatía. Si en algunas respuestas sociales a la pandemia se ha observado una erosión de la empatía que se ha manifestado en el cinismo, el individualismo y el desprecio de la vida de los más vulnerables (Gravante y Poma, 2021), en los activistas encuestados se ha podido apreciar una ampliación de esta capacidad, muy importante para el desarrollo de emociones como la compasión. Esto se confirma por la amplia participación de activistas en acciones o proyectos de solidaridad con la población vulnerable, a través del apoyo comunitario de redes de mujeres, el apoyo vecinal y creando espacios para “el desahogo emocional colectivo, escucha activa y colaboración para que las personas más vulnerables no salgan de sus casas”.

La ampliación de la empatía, además de extender el círculo de cuidado del “nosotros” a personas externas, también tiene un impacto en difundir y normalizar las prácticas de autocuidado y cuidado colectivo. Como se ha visto, al presentar las emociones del trauma, el cuidado está ausente en el activismo de la izquierda clásica y se ha difundido principalmente en una parte del movimiento feminista, más recientemente en las nuevas generaciones de activistas climáticos y ecologistas.

Conclusiones

Si bien es aún escasa la literatura que analiza la dimensión emocional del movimiento climático y en particular de los jóvenes activistas recién incorporados, los resultados compartidos aquí son un punto de partida para conocer con mayor profundidad este movimiento social. Además, muestra, una vez más, que las emociones son factores explicativos para comprender el activismo (ver Tabla 2).

Tabla 2.: Resultados de una encuesta sobre emociones y cambio climático con 18 estudiantes de 18 años no activistas de la Ciudad de México

Emociones Mujeres Hombres Tota
Preocupación 5 13 18
Miedo 3 2 5
Impotencia 2 3 5
Esperanza 0 3 3
Angustia 3 4 7
Indignación 2 4 6
Tristeza 1 4 5
Culpa 0 6 6
Rabia 0 0 0

Nota. Elaboración propia.

En línea con Norgaard (2011), lo que destaca la discusión de los datos es que los efectos de la emergencia climática generan emociones que, si no son manejadas, pueden conducir a la inactividad o a formas de negación. Pese a esto, los activistas climáticos, a diferencia de otros sujetos preocupados por el cambio climático –no activistas–, logran canalizar el miedo, el dolor, la tristeza y hasta la impotencia, a través de emociones de resistencia como la esperanza de poder revertir la realidad, y el orgullo de ser la generación que lo pueda lograr. Las estrategias de manejo emocional son principalmente espontáneas y falta explorar la dimensión emocional que caracteriza la estrategia del movimiento. No obstante, en un contexto cultural en el que las emociones todavía son suprimidas en muchos movimientos sociales, el análisis de la dimensión emocional del activismo de los jóvenes de FFF adquiere una relevancia especial, al mostrar un posible cambio de actitud.

Otra emoción que hemos destacado es la esperanza “en lo que se hace” y “en el ser humano”, que se ve fortalecida por los compromisos afectivos hacia las y los demás activistas, simpatizantes y participantes de las acciones climáticas. Lo anterior no excluye que los activistas sientan otras emociones como la decepción, la rabia, la indignación, la tristeza y la desconfianza hacia quienes no se involucran. La complejidad de la dimensión emocional reside en que los activistas sienten emociones encontradas a través de las cuales construyen su propia experiencia, así como emociones opuestas hacia diferentes actores, que como se ha evidenciado influyen en la construcción de la identidad colectiva.

Con respecto a los impactos de la pandemia en el activismo climático, desde los datos analizados se puede afirmar que, pese a que la pandemia ha impactado la agenda de los grupos, también ha sido una oportunidad para profundizar reflexiones como el vínculo entre la pandemia y la destrucción de los ecosistemas. Además, el encierro sirvió para reflexionar sobre las dinámicas organizativas y mejores estrategias para poder enfrentar la “nueva normalidad”.

Aunque se ha mantenido un interés por la cuestión socioambiental se destaca que una cuarta parte de los activistas encuestados también afirmó haber ampliado su agenda: se han formado redes de solidaridad y apoyo mutuo para apoyar a las personas vulnerables. Este apoyo se ha manifestado principalmente en la recolección y distribución gratuita de alimentos y bienes de primera necesidad.

Queda mucho por comprender sobre el activismo climático, incluso si solo nos concentramos en su dimensión emocional o en el impacto de la pandemia. Si el 2019 fue el año de la nueva ola del activismo climático y el surgimiento de una nueva generación de activistas, el 2020 fue y será recordado como el año de la pandemia. Este año, entre otras cosas, ha obligado a millones de personas a encerrarse y a no poder seguir con sus actividades, incluidas las políticas.

No se puede prever cómo resurgirá el activismo climático en los próximos años. Se sabe que la pandemia, por un lado, ha generado emociones que desaniman y un estado de ánimo pesimista; pero, por otro lado, también se ha observado que el distanciamiento físico no ha sido un distanciamiento político. Finalmente, cabe esperar que la generación que se ha levantado para encarar la emergencia climática no se haya dejado desanimar por la pandemia.

Reconocimientos

Investigación realizada gracias al programa: UNAM-PAPIIT IA300419.

Alice Poma

Doctora en Ciencias Sociales, Investigadora del IIS-UNAM.

Tommaso Gravante

Doctor en Ciencias Políticas, Investigador del CEIICH-UNAM.

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Para una historia completa del movimiento FFF México ver Poma (2021).
Se emplearon los extractos de 4 participantes a estas entrevistas: EC1_E1h; EC1_E2m; EC1_E3m; EC2_E1m. Solo el primer entrevistado es hombre, las demás son mujeres; todos son estudiantes de licenciatura de universidades públicas.
En este caso, la sigla empleada para identificar a los entrevistados es Ex_SzCEA, don-de x es el número del entrevistado, que fueron en las tres sesiones del curso 8, 12 y 9, y z el número de la sesión, que fueron tres.
La sigla está por: Entrevista Activista, número y género (m = mujer; h = hombre).
Para mayores detalles sobre el método CCC, ver Protest Survey (2009).
Véase la Tabla 2 y los resultados de la investigación de Rodríguez (2021).

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Poma, A. . y Gravante, T. (2021). Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México. Ciencia Política, 16(31), 117–156. https://doi.org/10.15446/cp.v16n31.97635

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[1]
Poma, A. y Gravante, T. 2021. Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México. Ciencia Política. 16, 31 (ene. 2021), 117–156. DOI:https://doi.org/10.15446/cp.v16n31.97635.

ACS

(1)
Poma, A. .; Gravante, T. Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México. Cienc. politi. 2021, 16, 117-156.

ABNT

POMA, A. .; GRAVANTE, T. Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México. Ciencia Política, [S. l.], v. 16, n. 31, p. 117–156, 2021. DOI: 10.15446/cp.v16n31.97635. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/97635. Acesso em: 24 abr. 2024.

Chicago

Poma, Alice, y Tommaso Gravante. 2021. «Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México». Ciencia Política 16 (31):117-56. https://doi.org/10.15446/cp.v16n31.97635.

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Poma, A. . y Gravante, T. (2021) «Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México», Ciencia Política, 16(31), pp. 117–156. doi: 10.15446/cp.v16n31.97635.

IEEE

[1]
A. . Poma y T. Gravante, «Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México», Cienc. politi., vol. 16, n.º 31, pp. 117–156, ene. 2021.

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Poma, A. ., y T. Gravante. «Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México». Ciencia Política, vol. 16, n.º 31, enero de 2021, pp. 117-56, doi:10.15446/cp.v16n31.97635.

Turabian

Poma, Alice, y Tommaso Gravante. «Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México». Ciencia Política 16, no. 31 (enero 1, 2021): 117–156. Accedido abril 24, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/97635.

Vancouver

1.
Poma A, Gravante T. Entre frustración y esperanza: emociones en el activismo climático en México. Cienc. politi. [Internet]. 1 de enero de 2021 [citado 24 de abril de 2024];16(31):117-56. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/97635

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1. Alexa S. Ramírez-López, Marcos F. Rosetti, Alice Poma. (2023). Gender, Exposure to News, Knowledge About Climate Change, and Prosociality Predict Climate Anxiety Scores in Mexican Students. Ecopsychology, 15(2), p.184. https://doi.org/10.1089/eco.2022.0049.

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