Publicado

2017-05-01

Fabiani, J.-L. Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque. Paris: Seuil, 2016. 310 pp.

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https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v66n164.64979

Palabras clave:

P. Bourdieu, estructuralismo. (es)

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  • Eguzki Urteaga Universidad del País Vasco

Fabiani, J.-L. Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque. Paris: Seuil, 2016. 310 pp.

Eguzki Urteaga* 

* Universidad del País Vasco Vitoria - España.

Correo electrónico: eguzki.urteaga@ehu.eus

Jean-Louis Fabiani acaba de publicar su último libro titulado Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque, en la colección La couleur des idées de la editorial Seuil. Es preciso recordar que este sociólogo galo fue alumno de la prestigiosa Escuela Normal Superior (ENS), y ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS), primero como maestro de investigación y posteriormente como director de estudios. Igualmente, es investigador asociado en el Centro de Estudios Sociológicos y Políticos Raymond Aron (Cespra) que depende del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS). En el extranjero, ha sido profesor invitado en varias ocasiones en las Universidades de Chicago y Michigan, así como catedrático asociado en la Universidad de Montreal. Desde el 2011 es catedrático sénior de la Universidad Europa Central de Budapest, en el seno del departamento de sociología y antropología.

Sus trabajos giran en torno a la sociologia histórica de las "configuraciones del saber", es decir, a las maneras según las cuales los conceptos, las disciplinas y las instituciones científicas se construyen y transforman (cf.Fabiani 1988), y a los públicos de la cultura (cf. Fabiani 2007,2008; Ethis, Fabiani y Malinas 2008). A su vez, ha prestado una atención particular a la historia de las ideas y a la teoría sociológica, delo que dan cuenta tanto Qu est-ce qu'un philosophe français? La vie sociale des concepts (1880-1980) (Fabiani 2010) como el libro que aquí se reseña.

Precisamente, Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque es fruto de una colaboración inicial con esta figura esencial de la sociología gala y mundial, así como de las discusiones mantenidas por el autor con compañeros de trabajo, tales como Randall Collins o Michel de Certeau. Así mismo, emana de los intercambios mantenidos en el Seminario Bourdieu de la EHESS con Francesco Callegaro, Bruno Karsenti y Cyril Lemieux (cf. 2016 9).

En la amplia y detallada introducción de su última obra, Fabiani subraya que Bourdieu concibió su obra "como una amplia empresa de objetivación del trabajo intelectual, tal como lo muestra con fuerza su último gran libro Méditations pascaliennes" (2016 13). A lo largo de su trayectoria investigadora, Bourdieu propuso una teoría general que pretendía abarcar la totalidad de lo social a partir de tres conceptos básicos estrechamente vinculados entre sí: campo, habitus y capital. No en vano, a medida que se convertía en un clásico de las ciencias sociales, "su trabajo fue [reformulado] en las categorías dominantes de la comprensión docente" (id.14) y, especialmente en las universidades norteamericanas, Bourdieu fue objeto de una incesante recualificación, que no pasó necesariamente por una lectura atenta de los textos originales y, menos aún, por una reflexión sosegada sobre la génesis social del aparato conceptual elaborado por él.

En ese contexto, el objetivo del presente libro consiste en asociar, por un lado, un análisis preciso de los conceptos centrales de la teoría bourdiana y, por otro, una inscripción de las trayectorias nocionales en un campo de luchas (cf. 2016 14). En otros términos, trata de reubicar al sociólogo galo en el marco analítico que construyó él mismo, no tanto para aplicarlo mecánicamente, sino para ponerlo a prueba y medir sus eventuales límites (cf. ibd.). Esto significa que Fabiani quiere apartarse de la confrontación estéril entre amigos y enemigos de Bourdieu, y desea inscribir el comentario de su obra en una sociología de la vida intelectual (cf. id. 299). En ese sentido, el enfoque privilegiado por el autor es próximo a la perspectiva desarrollada por la antropóloga Deborah Reed-Danahay (2004), que consiste en centrar la atención en las sinuosidades de la trayectoria biográfica, para poner de manifiesto unas nociones que la sistematicidad del pensamiento tiende a descuidar, tales como las emociones (cf. Fabiani 2016 14-15).

En sus primeros textos, Bourdieu hizo gala de cierta ironía, y no dudó en criticar las debilidades científicas de los intelectuales cuya posición dominante en el campo académico escondía insuficiencias en cuanto al razonamiento y a la administración de la prueba. En este sentido, en solitario o en grupo, Bourdieu jamás se preocupó por la cortesía académica, ya que siempre le gustó mantener una actitud de bad boy (cf. 2016 16). Como lo subraya el autor: "en sus observaciones autobiográficas, el sociólogo [galo] manifestó su profunda sensación de alejamiento e incluso de repugnancia hacia ciertos rasgos característicos de la vanguardia intelectual parisina" (ibd.). Lejos de sentirse atraído por las modas intelectuales, Bourdieu estuvo a contracorriente y se situó a contratiempo de la mayor parte de las transformaciones que afectaron a las ciencias sociales durante los últimos veinte años del siglo XX (cf. ibd.). Esta tendencia a posicionarse a contracorriente de su época, añadida a su actitud resistente y a la fortaleza de su construcción teórica, contribuyó a la originalidad de su figura intelectual (cf. id. 17).

Aunque Bourdieu construyó un sistema complejo, ocultando de manera paulatina los argumentos que podían cuestionar su teorización desde el interior, intentó integrar las objeciones que surgieron contra el estructuralismo genético (cf. 2016 17-18). Según Fabiani,

hay dos maneras de situarse ante la propuesta de una teoría general de lo social tal y como lo propuso Pierre Bourdieu: intentar mostrar que la sociología así contemplada [no comprendió] su época &·091;..]o, más generosamente, afirmar que Bourdieu supo resistir al debilitamiento que hacía indiscernible el espacio epistemológico propio de la sociología. (id.18)

Más allá, para comprender la originalidad de Bourdieu, es preciso recordar que él, como buena parte de sus predecesores y homólogos franceses, fue un intelectual de formación filosófica, autodidacta de la sociología y la antropología (cf. Fabiani 2016 19).

"Se formó [por su cuenta] en unas condiciones excepcionales, las de la guerra de Argelia [...]. Los inicios como investigador fueron menos por vocación, o el efecto de una conversión al saber empírico, que la respuesta dada a una situación de urgencias" (ibd.).

En este sentido, como lo indica justamente el autor, el joven Bourdieu fue ante todo "un aspirante a filósofo" (ibd.), y, a lo largo de su trayectoria intelectual, nunca abandonó su ambición filosófica, ya que continuó practicando esta disciplina por otros medios (cf. id. 20).

En suma, Bourdieu se inscribe en una larga filiación compuesta por filósofos que se involucraron en las ciencias sociales y se inscribieron en el espacio institucional, teórico y epistemológico de su disciplina originaria (cf. Fabiani 2016 20-21). Ese posicionamiento resultaba parcialmente de la institucionalización tardía de la sociología en Francia (cf. id. 21). Fabiani estima que esta escasa cristalización de la disciplina sociológica fue una suerte para Bourdieu, dado que "las instituciones en las cuales realizó la parte esencial de su carrera [académica] [...] le permitieron cultivar una posición de exterioridad relativa" (id. 22). En ese sentido, Bourdieu prefirió permanecer en los márgenes de la carrera universitaria, "evitando las seducciones del poder temporal y las obligaciones [inherentes a] la reproducción del cuerpo profesoral" (id. 21).

En cuanto a su actividad investigadora, "los años argelinos fueron extraordinariamente productivos, y constituyeron el momento de construcción, a la vez rápido e intenso, del estilo Bourdieu, de la definición de su práctica de encuesta y de su ambición de [crear] una economía general" (Fabiani 2016 22). Durante esa época, el sociólogo galo construyó la mayor parte de sus conceptos, que conformaban un sistema teórico coherente, y que no evolucionó radicalmente a lo largo de su trayectoria intelectual (id. 23).

En el ámbito político, si el joven Bourdieu fue un sociólogo discreto, favorable a un reformismo de izquierdas y defensor de la modernización del país, el Bourdieu de la madurez criticó al Partido Socialista, apoyó el movimiento social de 1995 y se convirtió en un intelectual público. Esto pone de manifiesto su ambivalencia política y el carácter evolutivo de su relación con la política. No en vano, siempre defendió la autonomía de la ciencia y desconnó de la figura del intelectual generalista encarnado por Sartre (cf. Fabiani 2016 24). Privilegió la figura del intelectual colectivo, lo que desembocó en el desempeño de una intensa actividad editorial como promotor y director de colecciones, e incluso de editoriales, cuya finalidad era acceder al mayor número de personas.

Al término de su introducción, el autor precisa que su libro se divide en tres partes: la primera sección procede de un análisis de los tres conceptos básicos del pensamiento bourdiano, así como de su reordenación y de las dificultades que su uso sincronizado provoca; el segundo apartado da cuenta de las innovaciones metodológicas y narrativas introducidas por Bourdieu, generando ciertas ambigüedades interpretativas; y la tercera parte contempla la figura del sociólogo a través de la política y de las emociones, dibujando el rostro de un intelectual heroico (cf. Fabiani 2016 25).

Precisamente, Fabiani dedica el primer capítulo de su obra a la noción de campo, que fue objeto de una elaboración más tardía que los conceptos de habitus y capital, y cuya definición conoció variaciones en el tiempo (cf. 2016 30). Como lo subraya Bernard Lahire (1999), Bourdieu elaboró ese concepto asociando múltiples esquemas teóricos pertenecientes a tradiciones intelectuales diferentes (cf. Fabiani 2016 23). En este sentido, "recicló, reelaboró y reconfiguró unos esquemas conceptuales que precedieron la construcción que propuso a sus [iguales] y al público" (id. 30). No obstante, existe una incertidumbre en cuanto al ámbito de validez del concepto de campo (cf. id. 32). A su vez, está incompletamente historizada, ya que no puede estar completamente desindexada de un uso histórico concreto, al tiempo que puede ser transpuesta a otras situaciones históricas (cf. id. 33-34). En realidad, para Bourdieu, el campo fue un principio de construcción de objetos, de modo que solo era útil en la medida en que se aplicaba a un objeto empírico determinado (cf. Fabiani 2016 37).

El campo es ante todo una serie de relaciones estructurales que modula las formas variables de disposiciones adquiridas y el nivel desigual de los recursos susceptibles de ser movilizados (cf. Fabiani 2016 37). Dos tipos de fenómenos constituyen el campo: por una parte, las diferentes posiciones están estructuradas en un espacio que les confiere propiedades susceptibles de ser analizadas y, por otra, el modelo general de las interacciones que pueden tomar diferentes formas en sus concreciones históricas particulares es el de la lucha entre dominantes y dominados (cf. id. 39-40). En ese sentido, la estructura del campo es siempre el producto de una relación de fuerzas entre agentes e instituciones que puede ser constantemente cuestionada (cf. id. 40). Al estar concebido como un sistema de transformaciones, lo que está en juego en el campo es simultáneamente la conservación y el cambio en su estructura (cf. ibd.). Tal y como lo recuerda Fabiani, "el campo es una estructura de poder en la cual los agentes detienen recursos desiguales que comprometen para defender o cuestionar una autoridad legítima" (id. 2016 42).

Así mismo, como lo indica Andrew Abbott (2005), la conceptualización de Bourdieu recurre a la metáfora económica en general y a la metáfora del juego en particular (cf. Fabiani 2016 42). Utiliza frecuentemente esta última para ilustrar el funcionamiento del campo (cf. id. 48). Así, el término "derecho de entrada" al campo alude a la adhesión a las reglas del juego (cf. id. 51). Los protagonistas se adhieren, más o menos completamente en función del campo, a la creencia en el valor de lo que está en juego. De ese modo, el campo se convierte en el concepto central de la teoría social, dado que todos los modelos de acción pueden comprenderse a partir de la noción de espacio posicional. A su vez, la noción de campo permite dar cuenta de la naturaleza de las lógicas prácticas a las que Bourdieu prestó una atención particular (cf. id. 49).

No en vano, "la inscripción de la lógica de los campos en la historia constituye uno de los puntos débiles de la argumentación de Pierre Bourdieu" (Fabiani 2016 62). De hecho,

existe una [contradicción] entre la ambición de una teoría general de los campos que permitiría dar cuenta de todas las formas de interacción social, y los usos restrictivos que el sociólogo [galo] hace de ellas cuando pretende analizar unas formas históricas determinadas. (id. 63)

Más allá de esto, Fabiani considera que la teoría general de los campos jamás existió, porque la distancia que separa la ambición nomológica y la capacidad analítica es demasiado grande (cf. 2016 65).

En el capítulo siguiente, dedicado al concepto de habitus, el autor recuerda que Bourdieu no lo inventó, sino que lo heredó de una larga tradición que hallaba su origen en la filosofía antigua (cf. Fabiani 2016 65). No obstante, renovó su uso y lo complejizó con el transcurso del tiempo, por ejemplo, creando la noción de "habitus clivado", que expresa el desfase, a menudo considerable, entre la relación primitiva con el mundo social y la trayectoria completa de los individuos. Básicamente, el habitus es lo social incorporado durante el proceso de socialización a través del aprendizaje y la inculcación (cf. ibd.). Para alejarse de una visión excesivamente determinista, Bourdieu creó el concepto de "espacio de posibilidades", inspirándose en el pensamiento fenomenológico que marcó su juventud. Más precisamente, Bourdieu se inspiró en las obras de Cassirer (1983) y Panofsky (1967). De hecho, transpuso el razonamiento de este último al marco ofrecido por la antropología clásica francesa, intentando pensar la génesis social de los esquemas clasificatorios (Bourdieu 1967151-152).

Bourdieu, a través de la noción de habitus, buscó un principio universal cuyos fundamentos fueran los siguientes: a) el carácter homogéneo y constante del poder de inculcación que se aplica a los individuos, b) que los agentes no perciben el proceso de inculcación como tal y c) la capacidad generadora de los esquemas interiorizados (cf. Fabiani 2016 78). En efecto, el habitus es un esquema generador que permite engendrar, a partir de un patrón único, una infinidad de trajes. No en vano, por una parte, puede cuestionarse la regularidad del poder de inculcación, ya que es susceptible de variar en función de la coyuntura histórica, y, por otra, el carácter inconsciente del proceso prohíbe cualquier forma de reflexividad (cf. ibd.). En ese sentido, aunque Bourdieu concedió cierta plasticidad a la noción de habitus, al afirmar que podía generar una infinidad de prácticas, lo cierto es que el habitus es relativamente rígido (cf. id. 78-79).

Como lo indica Fabiani, la teoría del habitus elaborada por Bourdieu constituye, hasta el día de hoy, "la síntesis más poderosa de una teoría de la acción centrada en la interiorización precoz de un sistema de disposiciones, y su eficacia es duradera para dar cuenta de todo tipo de prácticas sociales" (2016 79). Prevalece una visión circular, donde el habitus es a la vez producido y productor, ya que es producto de condiciones históricas de existencia y, a su vez, es productor de historia (cf. id. 79-80). En realidad, prevalece una visión holística, donde el agente es más producido que productor, en la medida en que "el habitus es un sistema, es decir, que se expresa en la coherencia de una serie de disposiciones que aluden todas a su sede originaria" (id. 8). A su vez, la historicidad de las condiciones de existencia está interiorizada una vez para siempre, lo que supone la fortaleza del condicionamiento y la homogeneidad y coherencia de sus contenidos.

Fundamentalmente, el habitus tiene dos características: la durabilidad y la transponibilidad (cf. Fabiani 2016 80), que presuponen la afirmación del carácter prerreflexivo e incluso inconsciente de la acción. Para dar cuenta de ello, Bourdieu se fundamentó ampliamente en las estadísticas, ya que "las regularidades observadas en el seno de actividades colectivas permiten concluir la existencia de estas disposiciones, mientras que el proceso de interiorización sigue estando constantemente fuera del análisis" (id. 81). De hecho, el habitus, como todas las teorías de la socialización, sigue siendo una "caja negra" (cf. id. 83), cuyo contenido y funcionamiento se desconocen. No en vano, dos elementos permiten introducir cierta complejidad en esta concepción del habitus: la persistencia del uso del término estrategia en toda su obra y la realidad diferencial del juego individual (cf. id. 89-91).

En el capítulo siguiente, el autor se adentra en la teorización del capital, sabiendo que Bourdieu distinguió diferentes tipos (capital económico, social, cultural y simbólico), aunque sean complementarios entre sí al prevalecer cierta homología estructural. De hecho, Fabiani subraya la existencia de una ley de equivalencia y convertibilidad del capital (cf. Fabiani 2016 105), a pesar de que la convertibilidad de los diferentes tipos de capital sea desigual (cf. id. 114). Adentrémonos en cada uno de estos capitales:

  1. El capital económico alude al conjunto de bienes materiales y riquezas económicas acumulado por una persona, bien sea bajo la forma de rentas del capital o del trabajo, o bien de patrimonios inmuebles, terrenales o financieros. Se trata del tipo de capital más identificable y cuantificable, aunque pueda ser ocultado a través de transferencias financieras a paraísos fiscales.
  2. "El capital simbólico es a la vez desconocido y reconocido" o, dicho de otra forma, "es un capital denegado que se basa en la transformación de otros tipos de capitales" (Fabiani 2016 110). En este sentido, el capital simbólico goza de un estatus particular, ya que es una suerte de acelerador de acumulación y es más frágil que otros tipos de capital, en la medida en que puede ser menoscabado por el uso realizado (cf. id. 105).
  3. El concepto de capital cultural, concebido inicialmente para romper con la visión económica de la inversión educativa, es analizado a través de sus tres modalidades de existencia:

"en el estado incorporado, el capital [cultural] se manifiesta a través de las disposiciones duraderas del organismo; en el estado objetivado, se presenta como un conjunto de bienes culturales [...]; [y] en el estado institucionalizado, aparece bajo la forma de títulos académicos" (Fabiani 2016 109).

Ese capital exige tiempo, ya que se constituye progresivamente, al ser apropiado por cada individuo a lo largo de un proceso acumulativo.

  1. El capital social designa la capacidad diferencial a la hora de movilizar el capital de un grupo, ya se trate de una familia, de un club deportivo o de una asociación de antiguos alumnos o de cualquier otro tipo de red social. En este sentido, el capital social alude a la pertenencia a un colectivo, siempre y cuando pueda ser activado y sea reconocido en el seno de un sistema de relaciones (cf. Fabiani 2016 113). Como lo indica Fabiani, el capital social es una manera de activar y mantener los capitales económico y cultural, y su acumulación exige poseer competencias específicas (cf. id. 113-114). De manera general, "todos los [tipos de] capital, heredados o adquiridos, están basados en un trabajo acumulativo y una inversión temporal" (Fabiani 2016 114).

En el siguiente capítulo, dedicado a la creatividad metodológica de Bourdieu, el autor subraya que su proyecto intelectual consistió en transformar la sociología en un oficio, dado que, cuando dio sus primeros pasos en las ciencias sociales, la disciplina estaba en una fase de institucionalización incipiente. Además, al inscribirse en la continuidad de Émile Durkheim (1978), Bourdieu deseó transformar la sociología en una ciencia, asociando rigor teórico y construcción de un protocolo de investigación empírico (cf. Fabiani 2016 133-134). El hecho de que carecía de una formación inicial en materia de trabajo de campo y de que se formó por su cuenta, tanto en observación etnográfica como en tratamiento de datos estadísticos, se tradujo en una ausencia de prejuicios y una búsqueda de nuevas vías. Así, consideró que "los determinantes sociales no podían ser tratados por separado, [sino que] el análisis debía interesarse por la estructura de la constelación de factores que se reflejaba en un grupo social dado (id. 142). En ese sentido, Bourdieu desarrolló muy precozmente una crítica de la sociología de las variables y especialmente de las técnicas de regresión (cf. id. 141). De hecho, al conceder una importancia primordial a la especialización de la vida social, desarrolló un análisis geométrico de los datos. Esa técnica le permitió representar la noción de espacio social, en una suerte de acuerdo entre el concepto de campo y el instrumento destinado a figurarlo (cf. id. 145).

De la misma forma, "uno de los aspectos más significativos de su aportación metodológica estriba […] en la historización de las categorías analíticas y el análisis de la génesis histórica del aparato estadístico público" (cf. Fabiani 2016 143). De hecho, debido a que inscribió su trabajo en el registro de la génesis social de las categorías, Bourdieu llevó a cabo una labor de historización de las formas de clasificación del mundo social. Además, concedió un lugar no desdeñable al cambio social en su teorización, especialmente gracias a la noción de histéresis (cf. id. 159). Ese intento por reconciliar historia y sociología, dentro de una propuesta unificada que se inscribía en su proclamación de unidad de las ciencias sociales, fue reconocido y valorado sobre todo en Estados Unidos, donde varios renovadores de la sociología histórica, tales como Philip Gorski (2013), consideraron a Bourdieu como un precursor (cf. Fabiani 2016 160).

Los trabajos de Bourdieu que abordan la materia histórica se sitúan, a menudo, en los ámbitos del arte, la literatura, la intelectualidad y la educación, con un interés particular por el siglo XIX (cf. Fabiani 2016 163). Libro tras libro, elaboró una sociología de las revoluciones culturales en términos de lógica estructural. De hecho, el sociólogo galo consideraba que "la explicación histórica podía ser completamente contenida en una explicación estructuralista" (id. 165). En efecto, la sociología histórica de Bourdieu se fundamentó en dos principios diferentes: por una parte, solo podía comprenderse una situación histórica si se le aplicaba un modelo analítico, lo que denominó "análisis de las condiciones estructurales de crisis" y, por otra, las cuestiones teóricas debían ser pensadas como cuestiones históricas (cf. id. 167).

Si Bourdieu fue perfectamente consciente del hecho de que los elementos estructurales eran insuficientes para explicar acontecimientos disruptivos, consideraba que estos difícilmente podían escapar a las rejas de la homología estructural (cf. 2016 171). En ese sentido, para él, conceder un lugar a la dinámica procesual que vinculaba unas cadenas de acontecimientos no significaba que el análisis se limitara a constatar la sucesión de eventos sin ningún vínculo entre sí (cf. id. 180-181). En otros términos, "el rechazo de considerar la historia como un proceso, le permitió […] afirmar [...] los méritos de una teoría de los invariantes frente a las limitaciones de la crónica o de la necesidad frente a la contingencia" (id. 181).

No en vano, aunque Bourdieu entendió precozmente que el anclaje histórico de las ciencias sociales era una necesidad (cf. Fabiani 2016 161), manifestó la voluntad de historizar las categorías analíticas y gozó de un profundo conocimiento de la historiografía de su época (cf. id. 184). No en vano, según Dewerpe (1996), la teorización bourdiana se caracteriza por una escasa historicidad, fundamentalmente por tres razones: a) los campos son concebidos como planos factoriales y las reglas de transformación de un plano a otro no son claras, b) el sistema se reproduce porque es objeto de un desconocimiento y su reproducción acentúa el desconocimiento, y c) la historia es improbable (cf. Fabiani 2016 185-186). En ese sentido, "la relación del sistema de

Bourdieu con la historia concentra todas las dificultades de su teoría" (id. 162).

En el capítulo siguiente, relativo a la difusión del pensamiento bourdiano, Fabiani recuerda que, al considerarse como un fundador de ciencia y contemplar su trabajo como una teoría universal de lo social, su obra suscitó el interés tanto de la academia como del público, de lo que da cuenta el éxito social de sus libros (cf. 2016 187). Básicamente, puede decirse que el sociólogo galo recurrió a dos regímenes de producción de bienes culturales: por una parte, a la producción restringida, dirigida a un público elegido y socialmente connivente que generó beneficios materiales limitados, pero fueron fuentes de un fuerte reconocimiento de tipo simbólico, y, por otra, la producción de masas, cuya duración fue limitada y no generó recompensa simbólica alguna, pero que permitió generar beneficios materiales inmediatos y, sobre todo, dirigirse a un público mucho más amplio (cf. id. 188).

Al convertirse en un intelectual público, sobre todo a raíz de las movilizaciones de 1995, Bourdieu se dirigió a un público heterogéneo. "Se benefició ampliamente de la expansión del sistema educativo y del desarrollo de las profesiones intermedias [...] que formaron buena parte de su audiencia ampliada (2016 188). Estos sectores vieron en Bourdieu el portavoz de su sufrimiento y de su ansiedad, ambos vinculados a la incertidumbre de su posición. Pero la obra del sociólogo galo suscitó igualmente el interés de la burguesía cultivada, que lo reconoció como un pensador perteneciente a la gran tradición intelectual francesa, a pesar de su carácter crítico y transgresor (cf. ibd.). El hecho de que Bourdieu haya constituido un nuevo léxico, a partir de nociones heredadas en gran medida de la filosofía antigua, propició dicho interés, así como la rapidez de su ascenso profesional, que lo llevó de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales al Colegio de Francia (cf. id. 189).

En el capítulo ulterior, el autor se adentra en el compromiso público de Bourdieu, sabiendo que su universo fue el del servicio público en general y del sistema educativo en particular (cf. Fabiani 2016 218). De hecho, "la sensibilidad que Bourdieu manifestó hacia el servicio público permite explicar su relación con el Estado (id. 220), como garante y promotor del interés general (cf. id. 239). A su vez, además de ser un europeo convencido, Bourdieu reivindicó la autonomía del campo científico y criticó duramente la influencia que los medios de comunicación ejercían en la vida intelectual (cf. id. 234). En ese sentido, se opuso constantemente a las figuras del intelectual mundano y del intelectual generalista. No en vano, si durante los años iniciales de su carrera académica Bourdieu cultivó cierta discreción, en los últimos años de su vida se convirtió en el intelectual de izquierda por excelencia, que es posible insertar "en una genealogía del intelectual francés de servicio público" (Fabiani 2016 237).

Simultáneamente, Bourdieu se interesó por las emociones, el sufrimiento y la "dificultad de existir" (Fabiani 2016 253), especialmente en su obra colectiva La miseria del mundo (1999). Este estudio sociológico revelaba un estado de miseria generalizada, que explicó principalmente por el auge de la ideología neoliberal, la crisis del Estado de bienestar y las renuncias del Gobierno socialista en el que las clases populares habían depositado sus esperanzas. En realidad, Bourdieu estimaba que el sufrimiento había dejado de ser el monopolio de los desposeídos, para convertirse en una característica esencial de la relación de los agentes con el mundo social (cf. 2016 253-254). Para el sociólogo galo, todo el mundo sufre, que se trate de una miseria de condición, que alude clásicamente a la escasez de recursos materiales, o de una miseria de posición, que es relativa al lugar que ocupan unos agentes en un espacio social particular. (id. 254)

En este sentido, La miseria del mundo contribuyó a redefinir la labor sociológica en torno a la puesta de manifiesto de los malestares y sufrimientos ocultos (cf. Fabiani 2016 256).

A través de esta obra colectiva, Bourdieu intentó realizar un mapa del estado emocional de la sociedad (cf. Fabiani 2016 256). El sufrimiento patente resultaba del desempleo y de la desindustrialización, del desasosiego y de la radicalización de la clase obrera, del temor de las clases medias y de la frustración de los ciudadanos de origen inmigrante. Ese interés por el sufrimiento le permitió plantear la cuestión de la articulación entre sociedad y psicología, cuestión a la que respondió a través de la noción de habitus.

Denota igualmente la influencia que ejerció el psicoanálisis en la reflexión bourdiana. Como lo recuerda Fabiani, "como todos los filósofos de su generación, Bourdieu estuvo impregnado de psicoanálisis: le tomó préstamo de algunos de sus términos y convirtió su propia vida en una forma de socioanálisis, que fue una forma sociologizada del autoanálisis" (2016 265). No en vano, Fabiani reconoce que la comprensión de "la relación con el psicoanálisis es uno de los puntos más [complejos] del estructuralismo genétic0 [teorizado por Bourdieu]" (id. 271).

Finalmente, en el último capítulo del libro, donde aborda la dimensión autobiográfica de su obra, Fabiani insiste sobre el vínculo que une la trayectoria vital de Bourdieu, su carrera profesional y su producción científica. En su caso, "la agudeza de la mirada sociológica estuvo condicionada por la amplitud de [su] trayectoria social, de la pequeña burguesía rural del Bearn a la consagración parisina, donde acabó encarnando al gran intelectual" (Fabiani 2016 273). Así, la labor antropológica de Bourdieu fue inseparable de su estancia prolongada en Argelia. De la misma forma, la rapidez de su ascenso profesional se debió a su pertenencia a una generación que, durante los primeros años de la posguerra, manifestó una ambición desmesurada que le permitió escapar de su condición social (cf. id. 274). En este sentido, si la trayectoria de Bourdieu fue poco común, no fue excepcional, ya que varios de sus condiscípulos compartieron una trayectoria social análoga (cf. ibd.). Por consiguiente, "la referencia obsesiva a su trayectoria social fue una forma para Bourdieu de incrementar sus méritos" (id. 284).

"Bourdieu construyó inicialmente su obra en torno a un heroísmo metodológico [ya que] la disciplina en la que se involucró era especialmente difícil y la manera de practicarla lo fue aún más" (Fabiani 2016 250). En este sentido, el sociólogo galo estaba íntimamente convencido de la extrema dificultad de su labor y el carácter complejo de su escritura traducía las precauciones tomadas y su voluntad de responder a todas las criticas eventuales que podían surgir (cf. id. 280). Pero, con el transcurso del tiempo, el Bourdieu de la madurez cayó en una visión trágica de la vida social, de modo que "si los primeros trabajos [de Bourdieu] tenían una dimensión de epistemología conquistadora, los últimos se desplegaron bajo la apariencia de una filosofía negativa (id. 282). En ese contexto, la labor sociológica se convirtió en una actividad heroica, sabiendo que el heroísmo estriba en la contradicción existente entre el proyecto crítico de la sociología, que aspira a poner de manifiesto, por un lado, los secretos de la institución y los efectos de dominación que están disimulados bajo la pretensión a la justicia o a la objetividad y, por otro lado, la inseguridad epistemológica y a veces social [...] del investigador. (ibd.)

En suma, Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque es uno de los mejores libros escritos sobre la vida y obra de uno de los principales sociólogos del siglo xx en el ámbito mundial. Su perfecto dominio tanto de la obra de Pierre Bourdieu como de la producción contemporánea en ciencias sociales, permiten al autor, además de presentar y discutir los conceptos básicos del pensamiento bourdiano, subrayar su creatividad metodológica, la difusión de su obra y su implicación en el debate público. Con erudición, finura y elegancia, Fabiani nos propone unlibro de plena madurez, que está llamado a convertirse en un clásico del pensamiento sociológico especializado en el estructuralismo genético. En ese sentido, lejos de aplicar mecánicamente y sin matices la teoría bourdiana, muestra su complejidad y ambivalencia, utilizando su teoría contra su propio autor. Se trata, sin lugar a dudas, del mejor homenaje que pueda rendirse a una de las grandes figuras de la sociología contemporánea mundial. La única crítica que suscita esta obra maestra es, quizá, la escasa atención prestada por el autor a las discusiones y controversias intelectuales que mantuvo tanto en Francia como en el resto del mundo con sus principales rivales.

En cualquier caso, la lectura de este libro resulta indispensable para cualquier persona interesada por el pensamiento sociológico en general y el estructuralismo genético en particular.

Bibliografía

Abbott, A. Ecologies and Fields. Chicago: The University of Chicago, 2005.

Bourdieu, P. Postface. Architecture gothique et pensée scholastique. Par Erwin Panofsky. Paris: Minuit, 1967.

Bourdieu, P. La miseria del mundo. Madrid: Akal, 1999.

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Urteaga, E. « 310 pp». Ideas y Valores, vol. 66, n.º 164, mayo de 2017, pp. 369-7, doi:10.15446/ideasyvalores.v66n164.64979.

ACM

[1]
Urteaga, E. 2017. Fabiani, J.-L. Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque. Paris: Seuil, 2016. 310 pp. Ideas y Valores. 66, 164 (may 2017), 369–379. DOI:https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v66n164.64979.

ACS

(1)
Urteaga, E. Fabiani, J.-L. Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque. Paris: Seuil, 2016. 310 pp. Ideas Valores 2017, 66, 369-379.

APA

Urteaga, E. (2017). Fabiani, J.-L. Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque. Paris: Seuil, 2016. 310 pp. Ideas y Valores, 66(164), 369–379. https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v66n164.64979

ABNT

URTEAGA, E. Fabiani, J.-L. Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque. Paris: Seuil, 2016. 310 pp. Ideas y Valores, [S. l.], v. 66, n. 164, p. 369–379, 2017. DOI: 10.15446/ideasyvalores.v66n164.64979. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/64979. Acesso em: 20 abr. 2024.

Chicago

Urteaga, Eguzki. 2017. « 310 pp». Ideas Y Valores 66 (164):369-79. https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v66n164.64979.

Harvard

Urteaga, E. (2017) « 310 pp»., Ideas y Valores, 66(164), pp. 369–379. doi: 10.15446/ideasyvalores.v66n164.64979.

IEEE

[1]
E. Urteaga, « 310 pp»., Ideas Valores, vol. 66, n.º 164, pp. 369–379, may 2017.

Turabian

Urteaga, Eguzki. « 310 pp». Ideas y Valores 66, no. 164 (mayo 1, 2017): 369–379. Accedido abril 20, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/64979.

Vancouver

1.
Urteaga E. Fabiani, J.-L. Pierre Bourdieu. Un structuralisme héroïque. Paris: Seuil, 2016. 310 pp. Ideas Valores [Internet]. 1 de mayo de 2017 [citado 20 de abril de 2024];66(164):369-7. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/64979

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