De la naturaleza del bien: contra los maniqueos
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El sumo bien, al cual no hay nada superior, es Dios; y por esto es un bien inmutable, realmente eterno e inmortal. Todos los otros bienes no son sino por él ; pero no de él. En efecto, lo que es de él, es lo que él mismo es; pero las cosas hechas por él, no son lo que es él mismo. Y por esto, si solo el es inmutable, todas las cosas que hizo, ya que las hizo de la nada, son mudables. En efecto, tan omnipotente es, que puede aún de la nada, es decir, de lo que absolutamente no es, hacer cosas buenas, grandes y pequeñas, celestiales y terrenales, espirituales y corporales. Pero, porque es también justo, no igualo las cosas que hizo de la nada a lo que engendró de sí mismo. Puesto que todos los bienes, sean grandes o pequeños, en cualquier grado de las cosas, no pueden ser sino por Dios, y además toda natura, en cuanto natura, es un bien, toda natura no puede ser sino por el sumo y verdadero Dios. En efecto, todos los bienes, aunque no sumos, pero que están próximos al sumo bien, y por otra parte
todos los bienes, aun los mínimos, que están muy lejos del sumo bien, no pueden ser sino por él mismo sumo bien. Así todo espíritu, aunque mudable, y todo cuerpo es por Dios; y esto es toda la natura creada. Pues toda natura es o espíritu o cuerpo. El espíritu inmutable es Dios. El espíritu mudable es natura creada, pero es mejor que el cuerpo. El cuerpo no es espíritu, a no ser que, como en el caso del viento se le llame en cierto modo espíritu porque sentimos su fuerza, y no poca, aunque es invisible a nosotros.