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2011-01-01

Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla

Palabras clave:

anomia, carnaval, división del trabajo social, tiempo anómico. (es)

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Autores/as

  • Victor Reyes Morris Universidad Nacional de Colombia
En este artículo, al retomar el viejo concepto de Anomia, el autor pretende hacer un aporte a su desarrollo teórico a través de la introducción de los conceptos sucedáneos de “espacio anómico” y “tiempo anómico”. Los ilustra, a la manera de Émile Durkheim en La División del Trabajo Social, con tres ejemplos para cada uno de estos conceptos. Precisamente en este artículo se hacen algunas nuevas reflexiones acerca de esa “ilustración” del tiempo anómico con respecto al Carnaval de Barranquilla, fiesta emblemática de la Costa Caribe colombiana.

Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla

Anomic Time: The Barranquilla Carnival

Víctor Reyes morris*

Universidad Nacional de Colombia, Bogotá

* Doctor en Sociología Jurídica e instituciones Políticas. Profesor asociado del departamento de Sociología. Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá ∙ vareyesm@unal.edu.co

Artículo de investigación científica. Recibido: abril 15 de 2011. Aceptado: abril 25 de 2011.


Resumen

En este artículo, al retomar el viejo concepto de Anomia, el autor pretende hacer un aporte a su desarrollo teórico a través de la introducción de los conceptos sucedáneos de “espacio anómico” y “tiempo anómico”. Los ilustra, a la manera de Émile Durkheim en La División del Trabajo Social, con tres ejemplos para cada uno de estos conceptos. Precisamente en este artículo se hacen algunas nuevas reflexiones acerca de esa “ilustración” del tiempo anómico con respecto al Carnaval de Barranquilla, fiesta emblemática de la Costa Caribe colombiana.

Palabras clave: anomia, carnaval, división del trabajo social, tiempo anómico.

Abstract

In this article, the author takes up the old topic of Anomie in order to make a theoretical contribution to its development through the introduction of the related concepts of “anomic space” and “anomic time”. Following Emile Durkheim’s procedure in The Division of Labor in Society, the author illustrates each one of these concepts with three examples. Specifically, it provides some new reflections on this “illustration” of anomic time in reference to the Barranquilla carnival, the signature celebration of the Colombian Caribbean coast.

Key words: anomic time, anomie, carnival, division of labor in society.


1. El tiempo anómico

Hay “tiempos anómicos1” y “espacios anómicos2. Esta intersección de las categorías tiempo y espacio con la situación de anomia permite delimitar tanto de manera cronológica como tópica las situaciones de anomia como hipótesis. Para ilustrar esta idea hablaremos de un ejemplo de “tiempo anómico”: el carnaval y, específicamente, el carnaval de Barranquilla.

El tiempo anómico es un transcurso temporal en el cual se admite el incumplimiento de ciertas normas; es un período de tiempo sin normas, usualmente transitorio. Es un tiempo social “invertido”, donde la trasgresión (alusión a la violación de las normas sociales) es permitida.

Fue Durkheim, quizás, quien introdujo el concepto de tiempo social. Especialmente, en su obra Las formas elementales de la vida religiosa (1912) desarrolla la idea de la categoría tiempo social: “lo que está en la base de la categoría tiempo es el ritmo de la vida social” (Durkheim, 1968, p. 25). Durkheim reconoce la multiplicidad de tiempos e incluye el tiempo social como la manera de periodizar, significar y acotar la vida social.

Al esquematizar este concepto de tiempo durkheimiano con el de anomia resulta lo siguiente:

El tiempo social normal es el tiempo colectivo donde la solidaridad impuesta por la conciencia colectiva fortalece los referentes comunes en la vida social. El tiempo anómico es la alteración de esa solidaridad por la pérdida de los referentes comunes o de la fuerza constreñidora de éstos.

Si bien el tiempo como categoría sociológica no ha estado suficientemente presente en la reflexión de esta disciplina, sí ha producido reflexiones interesantes, algunas de las cuales están recogidas en el libro ya citado de Ramón Ramos Torre. Además de las reflexiones clásicas de Durkheim (y de algunos de sus discípulos como Hubert y Halbwachs), vale la pena destacar las siguientes palabras de Sorokin y Merton:

Tanto las expresiones temporales de duración como las de indicación se refieren a actividades sociales o realizaciones de un grupo. Los períodos carentes de cualquier actividad social significativa se pasan por alto, sin ningún término que las denote. El tiempo aquí no es continuo —aparece un hiato siempre que un específico período carece de interés o importancia social—. La vida social del grupo se refleja en las expresiones temporales. (Sorokin y Merton 1992, p. 77).

En la misma recopilación de Ramos Torres aparece incluido un artículo de J. D. Lewis y A. J. Weigert (publicado en la revista Social Forces en 1981). En él los autores trabajan sobre el concepto de tiempo social, avanzando en su conceptualización y teorizando sobre sus rasgos estructurales y estructurantes:

La consideración esencial es que el tiempo social sea interpretado como otra modalidad de sentido humana elaborada en los procesos de interacción, limitada por las realidades físicas del organismo y la naturaleza y estructurada en las instituciones y organizaciones de cada sociedad. Insistíamos en tres rasgos del tiempo social que constituyen el núcleo de la tipología que construimos: el encaje, la estratificación y la sincronización. El encaje es el reconocimiento de que la vida humana y las acciones sociales que la componen forman un complejo solapamiento de acciones y sentidos en diversas etapas de su realización […]. En su calidad de rasgo central estructurador de la vida humana, la estratificación de los tiempos sociales opera como un mecanismo que hace plausible la experiencia del autocontrol y del control social como realidad única […]. En su calidad de tercer rasgo estructural de la vida humana la sincronicidad es una derivación del encaje temporal [106] y la estratificación y opera como un mecanismo para hacer plausible la racionalidad de la acción y la planificación humanas. (Lewis y Weigert, 1992, pp. 116, 118)

Esos tres conceptos o categorías de Lewis y Weigert permiten organizar los tiempos sociales (el personal, el interpersonal — es decir, la interacción—, el institucional y el cultural) a través de lo que los autores llaman precisamente “encaje de los tiempos”: su sincronización como rasgo estructural, y la coetanización del tiempo social en la percepción y en el sentido, y la estratificación que determina la importancia de los tiempos y que los autores remiten al autocontrol y control social.

El sociólogo alemán Norbert Elias nos dice que “la palabra tiempo es el símbolo de una relación que un grupo humano (esto es, un grupo de seres vivos con la facultad biológica de acordarse y sintetizar) establece entre dos o más procesos, de entre los cuales toma uno como cuadro de referencia o medida de los demás. (2010, 67). Aquí igualmente aparece una concepción del tiempo social en donde se señala que los grupos humanos construyen relacionalmente (por eso es un símbolo de esa relación) con referentes propios y su propia manera de acotar el tiempo que se da en una relación social. Para Elias los seres humanos construyen el tiempo y al mismo tiempo hacen parte de él.

En ese tiempo social se fija tiempo de normas y tiempo de permisión y una actividad humana específica, significativa en algunas sociedades como el carnaval puede considerarse como la típica expresión del “tiempo sin normas” o de la permisión de la violación, olvido u omisión transitoria de algunas de ellas. Surge, de alguna manera, como una vía de escape, especialmente permitido a los sectores que podrían considerarse oprimidos dentro de una sociedad, lo que comúnmente se conoce con el imaginario del populacho, la gleba, el estado llano o el pueblo. El carnaval —la carne vale, el tiempo que antecede en el año litúrgico cristiano a la cuaresma o tiempo de penitencia— es una permisión de la trasgresión sin consecuencias, siempre y cuando se respete el tiempo para ello. Es una válvula de escape que, como tradición de la Edad Media, se mantiene en algunos sitios, y que a su vez recogía algunas fiestas romanas.

El concepto de anomia es ante todo un síntoma y, por lo tanto, no funciona solo. ¿Síntoma de qué? Para Durkheim es una condición crítica (crisis social) en la que existen normas morales (sociales) inadecuadas para guiar y controlar las acciones de los individuos3. Para Merton, es una tensión entre los objetivos que impone la estructura cultural y los medios legítimos para conseguirlos individualmente, lo que origina di-[107] versas conductas sociales individuales (o tipos de adaptación). Para otros (Duvignaud y Maffesoli) es una señal de resistencia y cambio.

En general, el concepto de anomia podría considerarse un concepto más de tipo sintomático, es decir, que expresa o manifiesta una situación, más que suministrar una explicación suficiente de la misma per se. Es decir que no responde tanto a por qué se produce esa violación de las normas, sino que su valor es más descriptivo que explicativo y algo comprensivo. Sin embargo, no se debe entender que la anomia sea la simple violación de normas, es más que eso: es un estado permanente o relativamente duradero de incumplimiento de las normas. Si utilizáramos el lenguaje médico, diríamos que la anomia es un estado crónico de violación o incumplimiento normativo, aun cuando también puede ser agudo cuando la sociedad pierde, quizás por la vía de la crisis de sus instituciones, su estabilidad y da pie a la pérdida de cohesión (solidaridad) y referentes normativos. Por ello, la anomia no puede asimilarse simplemente al concepto de delito o crimen. Es un término que alude a una situación o estado duradero de no aceptación e incumplimiento de las normas, ya sean jurídicas o sociales y que, en el sentido durkheimiano, implica una forma de desregulación societaria. Es decir, la sociedad en su conjunto pierde la capacidad de ejercer la coerción a través de las normas sobre algunos espacios sociales o incluso sobre todo el conjunto cuando una sociedad colapsa (como, por ejemplo, durante la caída de la Unión Soviética o la desintegración bélica de la antigua Yugoeslavia).

El concepto de anomia es muy pertinente para analizar fenómenos actuales, y que da tanto para utilizarlo en el sentido que le dan autores como Jean Duvignaud (1990) o Michel Maffesoli, o en el que Anthony Giddens propone cuando brevemente indica los alcances y limitaciones de su uso analítico para entender sociológicamente la sociedad contemporánea (Giddens, 1985, pp. 147-149), y en el sentido mertoniano para analizar conductas individuales o grupales que corresponden al comportamiento “desviado”.

El concepto de anomia ha estado ligado en sus formulaciones, como toda teoría social, a la época de su formulación. Pero ha logrado trascender las circunstancias referidas y a las que se aplica, para ir más allá y tener vigencia, desproveyéndola, desde luego, de sus determinaciones inmediatas. Esto no sólo pasa con este concepto si no con otros tantos de la teoría social, lo que ha llevado a teóricos como Jeffrey Alexander a resaltar la vigencia de los clásicos en cuanto a que los problemas que demarcaron siguen siendo vigentes aunque no siempre sus respuestas:

Las teorías sociológicas no son sólo intentos de explicar el mundo sino esfuerzos para evaluarlo, para comprender más amplias cuestiones de sentido. Como son formulaciones existenciales y no sólo científicas, invariablemente tienen enormes implicaciones políticas. Por esta razón, siempre se las debe comparar con la política de su tiempo. (Jeffrey, 1986)

2. El carnaval

El carnaval es la típica figuración del tiempo anómico. Es la fiesta transgresora por excelencia4. El carnaval es una fiesta que antecede a la cuaresma católica5, aun cuando no todas las fiestas colectivas con esta denominación, corresponden a esta época6. Así, esta fiesta no siempre se celebra en esa fecha y en la práctica cada sitio (municipio o región) tiene su propia celebración con los ingredientes de carnaval, asociado a diversas circunstancias (fiestas patronales, de un producto emblemático, feria agrícola o ganadera o simplemente una tradición festiva). Las más destacadas por los medios de comunicación, y que de alguna manera obedecen al tipo clásico de lo que parece significar la palabra carnaval (carne vale), son precisamente las que recurren a ese nombre: carnaval y que se celebran los días previos al miércoles de ceniza de la tradición católica, día que marca la iniciación de la cuaresma7 o tiempo de penitencia, como ya se señalaba. Son famosos los carnavales de Río de Janeiro, Barranquilla, Oruro8, Venecia, Niza, Düsseldorf, Nüremberg, Elzach, Québec, Cádiz, Tenerife y las Palmas (Canarias, España), etc. Nuestro carnaval de Barranquilla tiene una tradición de más de 100 años.

¿Qué ocurre en el Carnaval?9 En el carnaval se admiten muchas cosas. La gente se transforma con el disfraz y la pintura (maquillaje) y éstos se convierten en un factor de identidad propia de la actividad, en cuanto es algo así como “el vestido o uniforme de la transgresión”10. Ignacio Abello señala que el carnaval es el mundo al revés o el mundo invertido; pero es una especie de subversión controlada en términos de espacio y del tiempo. Las calles de la ciudad se convierten en un espacio lúdico total: la vida cotidiana, de alguna manera, se vuelca a las calles. El baile [109] (coreografía simbólica de la seducción) es generalizado. El baile es emblemático y la música que le sirve de guión se impone en el caso del carnaval de Barranquilla y de “testeo”, (por las casas disqueras) para el consumo musical del año del público colombiano. La calle “invierte” a la casa y se convierte en el escenario sustituto. El cuerpo se libera, se extrovierte y se admite su exhibición, ya no restringida a las áreas privadas (la casa).

Se han hecho muchos aportes analíticos acerca del carnaval como suceso; de ellos, quizás los más clásicos son losdel lingüista ruso Mijail Bakhtin, o Bajtin (1895-1975), y los del antropólogo español Julio Caro Baroja (1914-1995). Estos dos autores son citados con mucha frecuencia en las bibliografías analíticas, especialmente en las del campo de las cien cias sociales. La tesis principal de Bakhtin apunta al papel transgresor o subversor del carnaval: al estudiar el carnaval en la Edad Media, Bakhtin constata que con el rigor del autoritarismo eclesial, la fiesta venía a ser la necesaria válvula de escape social y aun político. Al contrastar el carnaval medieval contrastándolo con las fiestas oficiales de esa época, en su mayoría solemnidades religiosas, Bahktin afirma lo siguiente:

A diferencia de la fiesta oficial, el carnaval era el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. Se oponía a toda perpetuación, a todo perfeccionamiento y reglamentación, apuntaba a un porvenir aún incompleto.

La abolición de las relaciones jerárquicas poseía una significación muy especial. En las fiestas oficiales las distinciones jerárquicas se destacaban a propósito, cada personaje se presentaba con las insignias de sus títulos, grados y funciones y ocupaba el lugar reservado a su rango. Esta fiesta tenía por finalidad la consagración de la desigualdad, a diferencia del carnaval en el que todos eran iguales y donde reinaba una forma especial de contacto libre y familiar entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo, su edad y su situación familiar.

A diferencia de la excepcional jerarquización del régimen feudal, con su extremo encasillamiento en estados y corporaciones, este contacto libre y familiar era vivido intensamente y constituía una parte esencial de la visión carnavalesca del mundo. El individuo parecía dotado de una segunda vida que le permitía establecer nuevas relaciones, verdaderamente humanas, con sus semejantes. La alienación desaparecía provisionalmente. El hombre volvía a sí mismo y se sentía un ser humano entre sus semejantes. El auténtico humanismo que caracterizaba estas relaciones no era en absoluto fruto de la imaginación o el pensamiento abstracto, sino que se experimentaba concretamente en ese contacto vivo, material y sensible. El ideal utópico y el real se basaban provisionalmente en la visión carnavalesca, única en su tipo. (2001)

Quizás la rigidez medieval y fuertemente jerarquizada de la Iglesia Católica en Europa hizo que el carnaval fuera la fiesta (actividad) transgresora por excelencia y quizás la única sin consecuencias punitivas. Pero obviamente los tiempos han cambiado y la modernidad ha introducido una mayor libertad, y la relativa consagración de los Estados de derecho han llevado a que el carnaval no juegue el papel que jugó en la Edad Media. Sin embargo, y aún en el contexto hodierno, no pierde su carácter trasgresor.

Julio Caro Baroja produjo, como ya se señaló, uno de los estudios clásicos sobre el carnaval. Basado en las tradiciones españolas de esta fiesta, creó un relato etnográfico muy bien documentado:

Con más razón ciertas formas de buscar el equilibrio social a base de fijar un período o unos períodos de aparente desequilibrio, en los que la sociedad se lanza primero a un extremo y luego al extremo contrario, aunque parece ser que siempre las abstinencias y rigores cuaresmales han sido mucho menos observados que los excesos carnavalescos. (2006, p. 32)

Al investigar sobre el carnaval hemos tomado aquí otros textos que nos permiten entender el sentido de esta temporalidad anómica, en cuanto permisión temporal transgresora.

La pregunta por el origen de la palabra carnaval parece tener varias hipótesis plausibles: así nos dice un estudioso del tema, el español Emilio Martín Serna, profesor de historia y geografía de Ciudad Rodrigo, España:

La palabra carnaval se tomaría del concepto cristiano (validez de la carne ante la cuaresma) de la fiesta. Ya que partiendo de una idea semejante se forman dos grupos: el de las Carnestolendas, tiempo de privación de carne (tollere) en latín, y obligación de ayuno; y el de Entroido (entrada) como tiempo previo a la cuaresma y por lo tanto de permitido consumo carnal. (véase bibliografía)

Junto a la conocida palabra carnaval se usa, para efectos de narración literaria y comunicativa, el término “carnestolendas”. Al respecto nuestra fuente dice:

Carnestolendas se menciona como palabra usada por los mozárabes11 y por los cortesanos castellanos ya en el siglo xiii con pequeñas variantes. Posteriormente en el siglo xiv se usa el término “carnal” para designar a estas celebraciones, derivando a lo largo del xvi hacia el término carnaval de clara procedencia italia-[111] na “carnevale”, que a su vez proviene de “carnevalere” (quitar la carne). Esta forma más expresiva, convivió años con la de carnestolendas. Se justificaría la implantación de la forma carnaval más por su origen urbano, frente al de carnestolendas, más arcaica y con orígenes rurales. (2006, p. 28)

2.1. El origen de estas fiestas

Caro Baroja también asegura que “el carnaval quiérase o no es un hijo, (aunque sea hijo pródigo) del cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la cuaresma no existiría en la forma concreta en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad Media europea” (Caro Baroja, 2006, p. 31).

Sin embargo, el origen de estas fiestas sigue sin ser muy claro12. Existe una conexión con antiguas celebraciones romanas que la cristianización del Imperio romano convirtió en tradiciones festivas de mucho arraigo, como una forma de matizar la excesiva rigidez religiosa o como una válvula de escape social que terminó por reconocerse e imponerse. Este proceso se produjo a despecho de las autoridades religiosas cristianas, quizás más allá de lo deseado y bajo cierta forma de sincretismo religioso, como ocurrió con la conquista de América13. Así dice una de nuestras fuentes:

No se ha precisado aún con certeza el origen de las fiestas de carnaval. A pesar de haber encontrado grandes semejanzas con algunas fiestas paganas protohistóricas y con otras que se celebran en la Roma antigua, y en épocas oscuras de la Edad Media cuando aparece con más fuerza formando parte del ciclo litúrgico cristiano. Parece que sin la existencia de la cuaresma, el carnaval no habría perdurado ni en las manifestaciones, ni en la forma en que mayoritariamente se nos presenta. La existencia de un carácter cristiano no quita para que dentro del ciclo carnavalesco convivan distintas manifestaciones y fiestas de origen pagano. Abundan las teorías propuestas para buscar el origen de estas fiestas donde al final todo vuelve a su cauce y el Orden (es decir el bien) vence al Caos (es decir, al Mal). (Martín, 2006, p. 28)

Aun cuando pueden encontrarse antecedentes remotos en la medida en que, especialmente en lo religioso, las sucesiones de civilizaciones recogen elementos pervivientes de la civilización anterior, trataremos de remontarnos sólo a los antecedentes más inteligibles y próximos (en un sentido figurado) y recurrimos de nuevo a nuestra fuente que nos dice lo siguiente:

Pero sin ningún género de dudas, hay que hablar de las Lupercales y de las Saturnales romanas, dentro de su ciclo festivo de invierno, para poder ver algunos antecedentes remotos a estas fiestas del carnaval y otras similares. Se considera a todas ellas como fechas de introducción a la primavera, fechas del paso del solsticio de invierno, al equinoccio de primavera, donde el sol iba ganando terreno poco a poco a la oscuridad, el calor al frío y la fertilidad de los campos a la sequía y la esterilidad. Las Lupercales eran fiestas romanas de la purificación y se celebraban el 15 de febrero en honor de Lupercio, una divinidad relacionada con el lobo (lupus) y con el dios Fauno. [...] Luego se iniciaba un período de purificación que daba nombre al mes de febrero (derivado de febraure, purificar). Estas fiestas se mantendrían hasta fines del siglo v siendo sustituidas por una fiesta dedicada a la purificación de la virgen lo que conocemos hoy como La Candelaria. (Martín, 2006, p. 29)

A partir de la fuente citada podemos identificar otro antecedente, también remoto, que se conecta con la trasmutación medieval de las fiestas de carnaval. Esta transmutación nos llega de alguna manera por la vía colonial hispánica y que con el encuentro con la ominosa esclavitud traída a América, la cual vierte en trance de amalgama cultural el ancestro africano, a través de los llamados “cabildos de nación” o “cabildos de negros” (al menos en el caso colombiano), que reivindicaban ciertas celebraciones y danzas que se constituirán en prolegómenos de otras fiestas de mucho arraigo, como el carnaval de Barranquilla:

Otro precedente que os puedo señalar brevemente sería el de las Saturnalias más por sus efectos que por su época, ya que se celebraban en diciembre. Durante estas fechas no se permitía ejercer ningún arte ni oficio salvo el de la cocina. Además, se hacía una comida comunal en recuerdo de cuando en la Tierra todos los hombres eran iguales y felices. [...] Se elegía así mismo un rey (normalmente al más tonto) que sólo tendría autoridad durante aquellos días14. En el transcurso de su corto reinado se le consentía todo cuanto deseara. Pero cuando pasaban las fiestas era sacrificado (al principio de forma literal y más tarde de una manera simbólica), [113] pues se le hacía culpable de los males sufridos por el abandono de los valores morales establecidos. También podemos encontrar ciertos precedentes en la Matronalia y en las Calendas de enero, en la Brumalia y en las fiestas dedicadas al dios griego Dionisos y en otras, como contribuyentes al carnaval, sobre la base de ciertas semejanzas. Incluso la propia palabra carnaval llevó según algunos estudiosos a derivarla de “carrus navalis”15 o representación que en las Calendas de marzo celebraban los romanos en honor de la diosa Isis, con procesiones, disfraces y exhibiciones de barcos arrastrados por la tierra. (Martín, 2006, p. 29)

Martín también menciona el llamado en lengua portuguesa o en Gallego, el entrudo o entrada a la época de cuaresma, que tiene que ver claramente con antecedentes del carnaval brasilero, como bien lo señala el antropólogo brasileño Roberto Da Matta. Dice Martín:

Pero podemos definitivamente afirmar que el carnaval también conocido en el noroeste como Entroido o entrudo es una fiesta en la que los ritos y manifestaciones de origen arcaico se mezclan en la época romana con otros de tipo social que perviven hasta la Edad Media durante la cual se introduce un sentido cristiano. La convivencia de ambas manifestaciones, la pagana y la cristiana llevaría a la fijación de los rasgos que aún en la actualidad podemos detectar en las fiestas rurales de carnaval. Los textos medievales, las diatribas de los santos y las prohibiciones eclesiásticas hacen referencia a numerosas costumbres romanas que aún persistían en el Medioevo. Estas tradiciones de las fiestas romanas mantenían a los dioses de la mitología degradados a demonios por el cristianismo y gozaban de gran fama y vitalidad en la Edad Media. La cultura popular era poderosa, mientras la oficial y las religiosas eran más débiles, por eso con fines casi propagandísticos la iglesia hacia coincidir sus fiestas con las paganas, con la finalidad de cristianizarlas (perfectamente se puede comprobar en la táctica llevada por la iglesia en la América hispana en tiempos posteriores16). Las fiestas populares en las que la risa, la burla o la pantomima eran elementos esenciales, fueron consideradas como cosa demoníaca, proveniente del infierno; mientras que el rezo, el recogimiento y la oración eran considerados como provenientes de Dios. (Martín, 2006, p. 29)

Un importante recurso comprensivo del origen y consolidación de la fiesta de carnaval es la llamada teoría de la segunda naturaleza humana. De alguna manera, la iglesia medieval se vio obligada a justificar la conducta que podría ser impropia según los propios cánones religiosos, y por eso limitó el período de desenfreno, atribuyéndolo a una segunda naturaleza humana que necesitaba esas pausas. Así existieron las “fiestas de locos” que se celebraban al pie de las catedrales. Siguiendo a Bakhtin (1987), el carnaval en la Edad Media17, lejos de ser no más que una manifestación folklórica, era una de las expresiones más fuertes de la cultura popular en su dimensión subversiva. Era la oportunidad para la gente de invertir, de modo simbólico y durante un tiempo limitado, todas las jerarquías instituidas entre poderosos y dominados, entre lo noble y lo trivial, entre lo alto y lo bajo, entre lo refinado y lo grosero, entre lo sagrado y lo profano. Esta inversión general de valores culminaba en la elección de un rey del carnaval que reemplazaba simbólicamente y temporalmente la autoridad del lugar. Al respecto señala el profesor Emilio Martín que:

Estas premisas marcaron la concepción filosófica de los primeros tiempos de la iglesia medieval, en cuanto se comenzó a considerarlas como una segunda naturaleza humana, como manifestaciones de desahogo, lo que supuso que el estamento religioso lo asumiera en el entorno de su propio ritual. Se permitían estos excesos en determinadas fechas del año con el fin de erradicarlo poco a poco. De esta forma la iglesia, consciente de su papel transformador, contribuyó a su expansión bajo nuevas formas. Así se recrearon versiones jocosas de pasajes bíblicos y de libros religiosos, siempre justificándolo bajo la premisa de la segunda naturaleza humana. En la liturgia, en los funerales, en los bautizos y otras ceremonias comienzan a aparecer manifestaciones divertidas y lúdicas: la Risa Paschalis, con comentarios jocosos en los púlpitos; las Coena Cypriani o los Charitas Vini, cantares ceremoniales de consagración; las fiestas de S. Juan o S. Blas, la Liturgia de los Borrachos o el Testamento del asno nos remiten a los Testamentos y entierros de la sardina de nuestros actuales carnavales aunque en muchos sitios se hayan perdido. A partir del Renacimiento con [115] la nueva concepción filosófica del mundo y de la vida la fiesta del Carnaval fue más un recuerdo, un adiós a otra época que finaliza. En muchos casos fue así pero en otros la concepción vital medievalista perduró, por diversas razones socioeconómicas hasta nuestros días. En el rural a través de las gentes y en las ciudades a través de los gremios que mostraban sus espectáculos, invenciones, danzas y mascaradas hasta su conversión en cofradías y en las actuales comparsas o “escuelas”. (2006, p. 30)

Para Bajtin el carnaval medieval es la pervivencia de las saturnales romanas. Así lo establece en su estudio sobre Rabelais:

La idea del carnaval ha sido observada y se ha manifestado de forma muy sensible en las saturnales romanas, que eran experimentadas como un retorno efectivo y completo (aunque provisorio) al país de la edad de oro. Las tradiciones de las saturnales sobrevivieron en el carnaval de la Edad Media, que representó, con más plenitud y pureza que otras fiestas de la misma época, la idea de la renovación universal. (1987)

3. el significado del carnaval

El carnaval ha sido, pues, una importante fuente de análisis en cuanto convergencia cultural de profundo significado social, y precisamente el concepto de anomia nos permite una comprensión de éste que no se aparta de otros intentos interpretativos que se conectan, como ya hemos visto, con lo lingüístico (M. Bakhtin), con lo psíquico (Freud), con lo etnográfico (Caro Baroja) o con lo sociológico (Duvignaud, Da Matta y Maffesoli).

Al comparar el carnaval de Río de Janeiro y el Carnaval de Mardi Gras de Nueva Orleans (EE. UU.), el antropólogo y sociólogo brasileño Roberto Da Matta dice lo siguiente:

Todo indica que, en el caso brasileño, el carnaval produce un momento igualitario; o mejor dicho, la orientación del ritual es opuesta a la que se puede observar en el caso estadinense. Así, en un medio social en el que todo está muy bien marcado por medio de leyes, reglamentos, decretos, reglas de etiqueta, etc., el carnaval subvierte. (Da Matta, 2002, p. 157)

En su brillante y clásico análisis del Carnaval de Río, el autor nos insiste en que éste subvierte e invierte el mundo, confunde las reglas de jerarquía y desinhibe. Es el tiempo anómico en otras palabras.

Sobre el significado del carnaval en cuanto tiempo anómico el profesor Martín nos dice lo siguiente: En estos días está permitido hacer cosas que no lo están el resto del año e incluso parecerían de mal gusto. El carnaval es en definitiva el mundo al revés, la contradicción de la vida cotidiana y la búsqueda de la inversión total de valores. Inconscientemente en estas fechas el pueblo busca un equilibrio en el exceso, frente al desequilibrio que supone el respeto a la penitencia cuaresmal.

Todos los preceptos normas y usos legales del tiempo ordinario son cambiados por las leyes que rigen este tiempo extraordinario [la cursiva es nuestra]. Vecinos e incluso autoridades deben plegarse ante faltas y desordenes que en otros días tendrían que castigar, cediendo ante este derecho extraordinario propiciado por los rituales de origen primitivo. La crítica social muchas veces, la parodia, lo grotesco y lo burlesco, son modos de ridiculizar inconscientemente los hechos de la vida cotidiana, los oficios, los cargos públicos, la vida de los vecinos y otras manifestaciones de tipos social o profesional. La literatura también se ve representada en las coplas y canciones populares de este tiempo. Se distingue también en el carnaval una tendencia natural al igualitarismo, al verse suprimidas las diferencias sociales, de edad, estado civil, clase o sexo. Es importante que en esta fiesta todo el mundo se sumerja olvidando las distancias y los pesares que la vida cotidiana. (Martín, 2006, p. 31)

3.1. Los antecedentes: la Saturnalia romana18

Las Saturnales (en latín Saturnalia) eran una importante festividad del Imperio romano, específicamente de la capital del mundo antiguo, Roma. Se las denomina así en honor del dios Saturno, el dios de las cosechas. Se las llegó a denominar “fiesta de los esclavos” ya que en las ellas los esclavos recibían raciones extra, tiempo libre y otras prebendas; eran, si se permite la comparación, Navidad y carnaval a un tiempo, y el cristianismo de la antigüedad tardía tuvo fuertes problemas para acabar con esta fiesta pagana al intentar sustituirla.

Las Saturnales se celebraban por dos motivos:

1. En las fechas a comienzos de año en honor al dios Saturno.

2. Al triunfo de un general victorioso (fiesta del triunfo).

Las primeras saturnales se celebraban del 19 al 25 de diciembre en honor a Saturno, dios de la agricultura, a la luz de velas y antorchas. Se conmemoraba el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus, coincidiendo con la entrada del Sol al solsticio de invierno. Probablemente las Saturnales eran la fiesta de la finalización de los trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar del esfuerzo cotidiano.

Eran siete días de bulliciosas diversiones, banquetes e intercambio de regalos. Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno (en principio el dios más importante para los romanos hasta Júpiter), al pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, seguido de un banquete público al que estaba invitado todo el mundo. Los romanos asociaban a Saturno con el dios prehelénico Crono, que estuvo activo durante la edad de oro de la tierra. Durante las Saturnales, los esclavos eran frecuentemente liberados de sus obligaciones y sus papeles cambiados con los de sus dueños, claramente una inversión de roles.

Posteriormente, el nacimiento del Sol y su nuevo período de luz fueron sustituidos por la Iglesia, que hizo coincidir en esas fechas el nacimiento de Jesús de Nazaret con el objetivo de acabar con las antiguas celebraciones. Gradualmente las costumbres paganas pasaron al Día de Año Nuevo, y luego fueron finalmente asimiladas por la fiesta cristiana que hoy en día se conoce universalmente como el Día de Navidad.

3.2. Celebración

Oficialmente se celebraba el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 19 de diciembre, con sacrificios y un banquete público festivo. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 19 al 25 de diciembre. Las autoridades estatales se vieron obligadas a atender a la costumbre popular, visto el fracaso que supuso intentar reducirla a 3 o 5 días de celebraciones. A finales del siglo i, las vacaciones judiciales se prolongaron definitivamente a cinco días.

En las fiestas Saturnales, los romanos amigos y familiares se hacían regalos como los que se hacen en la fiesta de la Navidad; es decir, la Navidad está basada en las fiestas Saturnales (es la misma fiesta pero cristianizada). Estas fiestas estaban dirigidas por un sacerdote, que cambiaba según el dios al que se le daba culto; el sacerdote se elegía dentro de un colegio de sacerdotes.

4. El carnaval de Barranquilla

La mención del antecedente de la Saturnalia Romana se hace porque el origen del Carnaval de Barranquilla también está, en buena parte, en una fiesta de origen esclavista: una licencia de corto tiempo dada a los esclavos negros desde la época colonial en la Costa Caribe. De ahí la tradición de los “congos”, “toritos y “cumbiambas” de los cabildos de negros, que como se verá más adelante fueron y son la columna vertebral de la fiesta a través de la música y la danza de origen africano. Pero también el hecho de llamarse carnaval (y de ahí la referencia a las fiestas de Carnaval en general) nos remonta al carnaval medieval, antecedente de la Semana Santa, como especie de “desfogue libertario”, antes de la práctica de la penitencia y de lo que esta significa e implica en el mundo católico.

El carnaval de Barranquilla19 es una de las fiestas de mayor referencia e importancia de Colombia y uno de los carnavales más festivos y coloridos del mundo. Más de un millón y medio de personas, entre visitantes y barranquilleros, participan en la fiesta, la cual se comparte con muchos pueblos de la costa caribe colombiana. Se celebra desde el sábado hasta el martes previo al miércoles de ceniza, generalmente en el mes de febrero, y en algunas ocasiones a principios de marzo. Tiene una tradición de más de 140 años. La temporada de carnaval comienza el segundo sábado de enero, cuando comienzan las fiestas públicas o verbenas; sin embargo, otras actividades directamente relacionadas con el carnaval se suceden durante gran parte del año, razón por la cual existe una entidad que se encarga de la organización anual de la festividad.

El carnaval es un acontecimiento cultural en el que se expresan y representan todas las variedades culturales de la costa caribe colombiana. Allí se da rienda suelta al folclor de la región, a las más variadas manifestaciones culturales locales, a la música y al baile. Es, sin lugar a dudas, el aspecto más representativo de la ciudad, un espacio lúdico que convoca tanto a barranquilleros como a gentes de otras latitudes. El disfraz ocupa un lugar preponderante y proporciona identidad al carnaval. El disfraz tiene formas de origen popular; las más conocidas son el de marimonda, el garabato (la muerte), el congo, el torito y el monocuco, muchos de ellos de origen africano. Pero no se limita a estos disfraces emblemáticos; se recurre a todo tipo de especies animales, nativas y extrañas: negros africanos, cabezones, dementes, muñecotas, superhéroes, seres mitológicos, mariapalitos, travestismo y la Muerte, y muchos otros más, que la imaginación desbordada crea como la representación burlesca de personajes de la vida nacional e internacional. Se usan máscaras que se han vuelto emblemáticas como la de torito, la del tigrillo, entre muchas otras. Los disfraces satíricos y alusivos a sucesos de actualidad que convocan a la risa y a la burla son característicos, así como las letanías o responsos, forma graciosa de divulgar “chismes” de vecinos o personalidades públicas, que involucran igualmente acontecimientos del mundo del país o locales de manera humorística.

Esta fiesta, por su variedad y riqueza cultural, ha obtenido dos importantes reconocimientos: “Patrimonio Cultural de la Nación”, otorgado por el Congreso Nacional de Colombia en 2001, y “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”, concedida por la Unesco en París en 2003.

En el carnaval de Barranquilla, uno de los actos iniciales es la llamada “Batalla de flores”, una tradición que celebra el fin de la Guerra de los Mil Días en Colombia (1889-1902). El hecho de que las flores reemplacen las balas de una guerra civil tiene un alto contenido simbólico. Esta celebración tiene un arraigo en la conciencia barranquillera que explica hasta cierto punto el exorcismo a la violencia que de alguna manera implica el carnaval. La batalla consiste en un desfile de carrozas y comparsas, por [119] la llamada vía 40 de la ciudad de Barranquilla, conocida (a la manera de Río de Janeiro) como cumbiódromo. En ella se realiza la Gran parada de tradición (un desfile musical) muy concurrido con grandes orquestas tropicales. Otro elemento de mucho interés en este Carnaval es el concepto de guacherna, término que además tiene un cierto uso “aristocrático” extendido para referirse al pueblo o populacho, de la “gente bien” de Barranquilla. Sin embargo cabe anotar que la guacherna es uno de los elementos característicos del carnaval y su origen como término. tiene dos referencias. Una señala que la Guacherna como actividad carnavalesca nació a comienzos del siglo xx en el tradicional Barrio Abajo (Barrio popular). En la pretemporada de carnavales, los vecinos llamaban con el guache (un instrumento de percusión que produce un sonido similar al de la maraca) a los demás para que comenzaran a preparar las danzas al son de tamboras y flauta de millo, siempre acompañados de los mechones y velones para alumbrar la noche. De allí parece venir la palabra guacherna. La segunda apunta a que palabra puede estar originada en el término de origen quechua “huache”, que significa persona pobre o humilde (rae, 2009). De alguna manera el carnaval borra momentáneamente las barreras sociales (sin embargo se mantiene la diferencia: los ricos bailan en sus clubes y los demás en la calle20). Sin embargo la guacherna se impone y el verdadero carnaval ocurre en las calles. El desenfreno es total, evidenciado en el altísimo consumo de licor y en alta actividad sexual (lo que irónicamente se traduce en los “hijos del carnaval”), situaciones que la sociedad en general restringe pero que en la época admite o tolera.

El un recorrido de todo lo que ocurre en esta festividad y en su preparación, que arranca usualmente desde el diciembre anterior (el carnaval transcurre usualmente en febrero o marzo, en todo caso hasta el miércoles de ceniza), es sintetizado por la Fundación Carnaval de Barranquilla de la siguiente manera: Durante esta época, el barranquillero y un buen número de foráneos que llegan a la ciudad se abandonan al goce colectivo, al trago y el baile. Las festividades, que son presididas por la reina del carnaval y el Rey Momo, se prenden desde los precarnavales, que empiezan “oficialmente” con los pitos que anuncian la llegada del nuevo año. Los eventos de los precarnavales comienzan con la Lectura del Bando, siguen con la Toma de la Ciudad, la Coronación de la Reina, el Carnaval de los Niños, el Desfile Gay y la celebración más importante de los Precarnavales, La Guacherna, fantástico desfile nocturno dos viernes antes del Sábado de Carnaval, instaurado en 1974 gracias a la iniciativa de la compositora Esthercita Forero.

El carnaval empieza en firme el Sábado de Carnaval con la Batalla de Flores, su acto central y más importante. Es un gran desfile de carrozas, que encabeza la reina del carnaval, seguida de grupos folclóricos, cumbiambas y comparsas. [Fue] Organizado por primera vez en 1903 por el general Heriberto Arturo Vengoechea para celebrar el fin de la Guerra de los Mil Días. Desde 1991 se realiza en la Vía 40, luego de haberse realizado por años en la avenida Olaya Herrera (carrera 46), los callejones Cuartel (carrera 44) y 20 de julio (carrera 43), y en el paseo de Bolívar. Paralelamente se llevan a cabo otros actos como el desfile de la calle 17 o desfile del rey Momo y la Batalla de Flores del Recuerdo en el callejón del Cuartel (carrera 44).

El domingo de carnaval, también en la Vía 40, se escenifica la Gran parada de tradición, desfile instituido en 1967, donde sólo se presentan grupos folclóricos tradicionales, cumbiambas y comparsas. En la Gran parada no desfilan carrozas.

El Lunes de Carnaval se celebra el Festival de orquestas (creado en 1969), desde las primeras horas de la tarde hasta la madrugada del martes. En el Festival participan en las distintas categorías musicales las orquestas y agrupaciones que se presentan en los numerosos bailes del carnaval. Los ganadores en cada categoría reciben el codiciado Congo de Oro. Ese mismo día se celebra en la Vía 40 la Gran parada de fantasía.

A manera de cierre, el Martes de Carnaval se lleva a cabo el entierro de Joselito Carnaval, el cual simboliza el fin de las festividades. En este día en muchos barrios de la ciudad se realizan jocosos “entierros” de Joselito, personaje que simboliza la alegría de las fiestas, quien había “resucitado” el sábado de carnaval y “muere” el último día cansado y “enguayabado”, para “resucitar” el año siguiente en el próximo carnaval. En la noche se celebra en el barrio Abajo o en la plaza de la Paz un jocoso encuentro de letanías, con las que, en sencillos versos y con su característica entonación, se ventilan, critican y comentan los temas de la actualidad local, nacional e internacional. Al día siguiente, Miércoles de Ceniza, empieza la Cuaresma, período de recogimiento religioso y de abstención que precede a la Semana Santa. (2009)

Al carnaval de Barranquilla podría acomodársele —y en general a todas estas fiestas— el concepto de Cronotopo, concepto elaborado por el lingüista Mijail Bakhtin. Se conoce como cronotopo (del griego: kronos=tiempo y topos=espacio, lugar) a la conexión de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. Es la conjunción en un tiempo muy definido (previo a la cuaresma) y en un lugar específico: la ciudad. Son los dos elementos que entran en una especie de mágica fusión y producen un hecho distintivo y significativo de mucho valor cultural referencial. La pregunta es, pues, ¿por qué el carnaval “anida” con tanto arraigo en Barranquilla? Para la investigadora [121] Mirtha Buelvas, Barranquilla es una ciudad libertaria hija de la República y los “cabildos de nación”, organizaciones sociales étnicas de los esclavos negros de Cartagena y alrededores que encontraron en el carnaval una ruta para su expresión. Así, las danzas más tradicionales de estos cabildos (Congos, Torito, Cumbiambas) se afincaron en esta fiesta y conformaron una fuerte tradición identitaria. Recoge fiestas (que aún se celebran) como la de la Candelaria (2 de febrero), en donde los esclavos tenían ciertas licencias.

El cronotopo es a la unidad espacio-tiempo indisoluble y de carácter formal expresivo. Es un discurrir del tiempo —cuarta dimensión—, densificado en el espacio, y de éste en aquel, donde ambos se interceptan y se vuelven visibles al espectador y apreciables desde el punto de vista estético. En un mismo relato pueden coexistir distintos cronotopos que se articulan y relacionan en la trama textual creando una atmósfera especial y un determinado efecto. Aquí lo pretendemos como la posibilidad de que la conjunción del tiempo anómico con un espacio determinado de circunstancias favorables permite la conjunción del tiempo y el espacio en una alegórica transitoriedad transgresiva.

5. Barranquilla y su carnaval

Barranquilla, la ciudad donde ocurre el carnaval es la urbe más importante del Caribe colombiano, en razón de su número de habitantes, que se calcula en un millón doscientos mil habitantes para el área municipal y dos millones para el area metropolitana21; de su producción industrial y comercial y de servicios; y por ser un importante centro universitario de la región. De alguna manera, se la ha considerado la “capital” de la costa caribe colombiana.

La historia de Barranquilla es relativamente sorprendente, pues otras ciudades con quizás mayor raigambre histórica, como Cartagena y Santa Marta, fueron superadas por el empuje de esta advenediza urbe. De todas maneras, la ciudad se fue conformando en buena parte por migración de gentes de las distintas regiones de la costa caribe y aun del interior, como también por cierta inmigración extranjera. No en vano es llamada la Puerta de oro de Colombia. En síntesis su historia es esta:

El establecimiento de la ciudad data de la tercera década del siglo xvii, cuando los sectores aledaños al río Magdalena se empezaron a poblar alrededor de mercedes otorgadas por la Corona Española. Durante la época de la Independencia, Barranquilla se distinguió por el apoyo de sus habitantes a la causa libertadora, lo que le valió ser erigida en villa en 1813. Sólo hasta la segunda mitad del siglo xix adquiere importancia estratégica y económica al iniciarse la navegación a vapor por el río Magdalena, lo que le permitió convertirse en el principal puerto exportador del país hasta la primera mitad del siglo xx. Desde fines del siglo xix hasta los años treinta del siglo xx, Barranquilla fue el principal punto de entrada a Colombia de miles de inmigrantes y de adelantos como la aviación, la radio y el teléfono, así como de varios deportes. (Alcaldía distrital de Barranquilla, en línea)

Lo que más llama la atención es la fuerte identidad de los barranquilleros con su ciudad. Un indicador de ello son los nombres cariñosos (muy de la cultura costeña) que le han colocado: La Arenosa, Curramba, Curramba la Bella, etc. El Carnaval ha jugado indudablemente, como ya lo señalábamos, un fuerte papel identitario. Al respecto. una de las más importantes investigadores del tema, la ya citada antropóloga barranquillera Mirtha Buelvas, nos dice que:

Legado de saberes y de prácticas de los antepasados traducido en danzas, música y otras manifestaciones singulares, y patrimonio cultural con más de un siglo de tradición, el carnaval de Barranquilla es una fiesta de la diversidad en la que se expresa la manera de ser y la visión del mundo que las generaciones actuales construyen para entregar a las futuras. Bajo su manto se crean lazos y se dan intercambios simbólicos y culturales entre los distintos sectores de la sociedad, se ejercita la solidaridad, se estimula el reconocimiento recíproco de los actores sociales y se genera convivencia democrática. Con la celebración del carnaval, Barranquilla y la región caribe colombiana reafirman una identidad representada en el gusto por la intensidad vital, la sensibilidad para el disfrute y el sentido lúdico del divertimento. (Buelvas, 2008)

Interpretando el sentido social del carnaval, no solamente en cuanto a su rol identitario que juega, sino en cuanto a significar una especie de “tregua social” que borra transitoriamente las diferencias sociales. La autora nos dice que: “Además de ser una fiesta, se convirtieron en una forma de expulsar tensiones sociales e individuales, aun cuando cada vez más, por las presiones de la Modernidad, se incline a formalizarse y perder el encanto libertario de épocas pasadas” (Buelvas, 2000, p. 97)

El carnaval recupera a través de las “danzas sociales” (en cuanto conjuntos organizados danzísticos) las tradiciones comunitarias de los cabildos de nación o Cabildos de Negros (ya mencionados), pero en una fusión tri-cultural (indígena, africana e hispánica). Así, las danzas o comparsas como la del Paloteo, los Congos (El Torito, creada por Elías Fontalvo en 1878, Congo Reformado, El Toro Grande y el Congo Grande, creada por Joaquín Brache en 1876) y las Cumbiambas agrupan a la gente de determinados barrios de la ciudad, especialmente de los más tradicionales y populares como el barrio Abajo y el de Arriba (del río), creando una fuerza solidaria que va más allá de las celebraciones mismas y que tiene un fuerte sentido identitario de pertenencia y reconocimiento.

En otro texto, Buelvas confirma la idea de tiempo anómico, sin usar el término literal pero sí su sentido, el cual hemos venido planteando como aporte teórico derivado del concepto principal de anomia. Dice en su [123] análisis que:

La libertad carnavalesca de Barranquilla sólo existe como trasgresión autorizada y no real, con símbolos propios, permitida sólo por un tiempo limitado, el del carnaval que sirve de catalizador, de recolector de frustraciones diarias, para hacerlas explotar y liberarse, permitiendo de esta manera a la ciudad una relativa tranquilidad emocional durante el resto del año. El humor del carnaval es la forma de lograrlo, es un ejercicio de libertad más no la libertad plena.

En el carnaval, todo lo perfecto, lo predecible, se derrumba, se afina la agudeza para percibir lo relativo del mundo circundante, lo imperfecto de las autoridades que puede convertirse por ese tiempo en motivo de burla. Es el desquite contra actos que se saben defectuosos, pero consagrados por un orden establecido que hay que obedecer. La fiesta permite de forma transitoria, buscarlo, para después regresar a la normalidad y esperar los próximos carnavales cuando, entonces de nuevo, algunos individuos realizarán en un disfraz los deseos colectivos de la comunidad, o las críticas populares hechas a autoridades nacionales o locales, a través de un ataque emocional y festivo”. (Buelvas, 2000, p. 97)22.

¿En qué sentido es transgresora esta actividad del carnaval para que podamos considerarla tiempo anómico? Hay indicadores reveladores: 1) la exacerbación del humor (la picaresca graciosa y la burla que se impone en el carnaval); 2) el disfraz, que se escoge libremente y es una especie de uniforme licenciatario de la transgresión. Hay uniformes individuales y colectivos (comparsas); 3) los juegos de roles (roles femeninos burlescamente asumidos por hombres); 4) la desinhibición frente al recato; 5) la desjerarquización o confusión de las reglas de jerarquía, aludiendo a la manera como se asumen estos “rituales carnavalescos”, interpretando caricaturescamente personajes o sucesos destacados de la crónica de ciudad, región o nación o aun extranjeros.

Un típico caso, que recoge varios de estos indicadores, es el de los hombres que se visten de mujer, acto que refleja cierto machismo que ridiculiza al rol femenino, pero que se toma en broma. Expresiones también de estas formas transgresoras son los teatros populares23 (representaciones de comedias ligeras que implican crítica social o política), pero quizás las más famosas son las ya mencionadas “letanías”, que, siguiendo el modelo de los rezos fúnebres o remedo de los responsos católicos, narran muchas situaciones de la vida social, hechos de personajes o burla política, especialmente de las autoridades. El imaginario de la gente es que todas esas “licencias burlescas” son la expresión de la libertad que se da en el carnaval.

El carnaval permite también, a pesar de ciertas oposiciones, la expresión de lo que podríamos llamar la “sub-cultura gay”. Hay una especie de “carnaval paralelo” en donde personas de diferentes opciones sexuales organizan su desfile en una especie de “salida del closet” colectiva. Este espacio parece estar ganado definitivamente. Ésta ha sido una batalla “dura” porque con todo lo gracioso y abierto que se le reconoce (quizás a manera arquetípica) al costeño no deja de manifestar cierta cultura “machista”, que se expresa en el rechazo, la burla o de manera menos frecuente, la agresión hacia la diversidad sexual.

¡Qué se iba a imaginar Durkheim que el concepto que él introdujera para el análisis sociológico nos permitiría interpretar cabalmente el papel social de una fiesta como el carnaval! Pero precisamente ese paréntesis a la “normalidad” que implica el carnaval tiene además de todo lo que significa cultural, económica y aún políticamente, una función social que es benéfica (por decirlo de algún modo) para lidiar con las tensiones sociales y producir una válvula de escape, como diría Dahrendorf, al ritmo que impone la Modernidad y la convivencia tumultuosa, especialmente en las grandes urbes24.

Desde luego no pretendemos reducir el significado del carnaval a esta mirada anómica, pues además de todo lo que implica un “patrimonio cultural vivo”, el carnaval tiene esa función de liberación temporal, aun cuando también algunos analistas (Buelvas, De la Espriella, Fiorillo25, Gutiérrez de Piñeres, Abello y otros) han advertido sobre el contradictorio intento de “reglar” o “reglamentar” el carnaval. Ello conllevaría a la pérdida del gran aliento social que tiene para convertirlo simplemente en un espectáculo o producto turístico o mediático. La contradicción mayor que vive esta fiesta es ésa: ser simplemente un gran espectáculo de gracia y baile o ser una gran fiesta participativa y liberadora (de desahogo). El Carnaval vive también su propio conflicto quizás larvado.


1. La categoría tiempo ha sido objeto de reflexiones a lo largo de la historia del pensamiento tanto por filósofos como por sociólogos. Para nuestro propósito nos interesa la reflexión de los sociólogos en particular. Podemos citar al mismo Émile Durkheim, que ha sido estudiado en esta perspectiva por el sociólogo español Ramón Ramos Torre (véase La Sociología de Émile Durkheim, parte ii); a Norbert Elias; y a otros sociólogos contemporáneos como el argentino Sergio Bagú, quien llama la atención sobre la necesidad de comprender el tiempo y sus dimensiones para actuar efectivamente sobre el sistema social. En su obra Tiempo, realidad social y conocimiento que “[...] la posibilidad y la necesidad de optar se multiplican en esa dimensión del tiempo que llamamos intensidad. [...] Optar es un modo de crear. No es la creación absoluta. Es una decisión entre posibilidades restringidas; pero no es pasiva [...]. La velocidad de los cambios está tejida con decisiones, con opciones entre posibilidades [...]. La experiencia histórica es importante [...] siempre que pensemos en una historia de posibilidades y no de fatalidades. La historia dirigida por estructuras omnipotentes no supera en mucho a aquella gobernada por los dioses precristianos. Esa historia no enseña nada. Abruma como una maldición divina; aletarga la capacidad de decidir y actuar” (1970, p. 116).

2. “El espacio como forma social clasificatoria fue uno de los grandes descubrimientos de Durkheim a partir de su sociología del conocimiento. Nuestras clasificaciones del mundo están determinadas socialmente, el orden de las cosas no es intrínseco: “es como consecuencia de que los hombres estaban organizados que fueron capaces de organizar a las cosas, porque para clasificar a estas últimas se limitaron a darles lugares en los grupos de los que ellos eran miembros”. (Durkheim, 1993, 255)”. “De este modo, construir, ordenar, clasificar el espacio es una forma de construir lo social y, al mismo tiempo, construir, ordenar, clasificar lo social es una forma de construir el espacio” (Sabido-Ramos, 2006).

3. Lidia Girola plantea que en Durkheim existe una diferencia entre reglamentación y regulación social. La primera se refiere a la existencia de una normatividad explícita que pretende orientar y sancionar determinadas actividades en esferas específicas. La segunda se refiere al control ejercido solamente sobre las actividades y actitudes de la gente y que por diversas vías (coacción, reprobación, sanción positiva, etc.) pretende influir en la vida social.

4. Según el diccionario de la Real Academia Española, el verbo “trasgredir” significa “quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto”.

5. “El Carnaval —nuestro carnaval— quiérase o no, es un hijo —aunque sea pródigo— del Cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la cuaresma, no existiría en la forma concreta en que ha existido desde las fechas oscuras de la Edad Media europea”. (Baroja, 2006).

6. El carnaval de negros y blancos en la ciudad de Pasto se celebra en la primera semana de enero de cada año.

7. Cuaresma significa cuarenta días de penitencia, ayuno y oración. Cuarenta días antes de la Semana Santa.

8. En realidad el de Oruro es el carnaval mas difundido, pero el xarnaval se celebra en toda Bolivia. Este carnaval es famoso por la fiesta de la “Diablada”, a la cual hace referencia Maffesoli en La tajada del diablo.

9. Utilizaremos como referente el carnaval de Barranquilla.

10. Un estudioso y cronista del carnaval de Barranquilla, Alfredo de la Espriella, señala que a finales de siglo xix y en las primeras décadas del siglo xx, era obligatorio disfrazarse durante los cuatro días del carnaval, y se designaba una “guardia” para “conducir” a todos aquellos desprovistos de disfraz y quienes debían pagar una multa, el producto de la cual servía para sufragar gastos de las fiestas o de los premios. Los “indios de trenza” y los “negros pintados” eran las denominaciones de los guardias ad-hoc, cazadores de infractores “no disfrazados”. (De la Espriella, 2003).

11. Mozárabe: nombre con que se conocía a los cristianos residentes en el reino musulmán —árabe del Al-Andalus (España)—. En algunos misales mozárabes se encuentra la palabra “carnestollenda”.

12. Mijail Bakhtin nos dice al respecto que “la idea del carnaval ha sido observada y se ha manifestado de forma muy sensible en las saturnales romanas, que eran experimentadas como un retorno efectivo y completo (aunque provisorio) al país de la edad de oro. Las tradiciones de las saturnales sobrevivieron en el carnaval de la Edad Media, que representó, con más plenitud y pureza que otras fiestas de la misma época, la idea de la renovación universal. Los demás regocijos de tipo carnavalesco eran limitados y encarnaban la idea del carnaval en una forma menos plena y menos pura; sin embargo, la idea subsistía y se la concebía como una huida provisional de los moldes de la vida ordinaria (es decir, oficial)” (1987).

13. Sincretismo religioso: fusión o asimilación de elementos religiosos de diferente origen. Cultos caracterizados por la convergencia de componentes provenientes de diferentes credos. Sincretismo observamos por ejemplo, en el Candomblé (Culto de los Orixás: Brasil-Uruguay), en la Macumba (Brasil), en el Vuduismo (Haití) y en la Santería cubana.

14. En el carnaval de Barranquilla se elige también un rey Momo. El rey Momo es una deidad de origen griego, dios de la burla y de la locura. [N. del autor]

15. Caro Baroja menciona “Currus Navalis” y hace alusión a la fiesta del barco de Isis, deidad egipcia cuyo nombre original era Ast (el trono) paseando pomposamente por las calles de Roma en el mes de marzo (Caro Baroja, 2006, p. 37).

16. Nos dice Maffesoli: “ya desde la época de la Colonia, la célebre Ciudad de Dios de San Agustín regía la política cristiana en el Nuevo mundo y servía de parámetro para condenar, aniquilar y sojuzgar a las culturas paganas demonizadas en su haber y hacer, en su manera de percibir e interpretar el mundo en suma, en su forma de vivir cotidianamente el mundo social” (2005, pp. 14-15). [N. del autor]

17. “A diferencia de la fiesta oficial, el carnaval era el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes. Se oponía a toda perpetuación, a todo perfeccionamiento y reglamentación, apuntaba a un porvenir aún incompleto. La abolición de las relaciones jerárquicas poseía una significación muy especial. En las fiestas oficiales las distinciones jerárquicas se destacaban a propósito, cada personaje se presentaba con las insignias de sus títulos, grados y funciones y ocupaba el lugar reservado a su rango. Esta fiesta tenía por finalidad la consagración de la desigualdad, a diferencia del carnaval en el que todos eran iguales y donde reinaba una forma especial de contacto libre y familiar entre y su situación familiar. individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo, su edad y su situación familiar” (Bakhtin, 1987).

18. Basado en consulta a textos de historia antigua, la Enciclopedia Británica y la Wikipedia.

19. Basado en información de la página oficial del carnaval.

20. El investigador y director del Museo Romántico de Barranquilla, Alfredo de la Espriella menciona los “Salones Burreros” para referirse a los sitios populares de baile, que terminaron imponiéndose. Se llamaban burreros porque sus clientes, se dice, llegaban montados en burro (Entrevista).

21. El dane calcula en 2010 una población para Barranquilla de 1.186.690 habitantes.

22. La cursiva es nuestra.

23. Típicamente, por ejemplo, la representación de la muerte de Joselito Carnaval y sus viudas.

24. Estadísticas de la Ciudad de Barranquilla muestran que, ni la mortalidad ni la accidentalidad es mayor en época de Carnaval, parecen más bien disminuir. En febrero de 2010, p.ej. (tiempo de carnaval) las muertes por accidentalidad fueron menores en comparación con otros meses del año. (El Heraldo de Barranquilla).

25. Heriberto Fiorillo, comunicador social y escritor, nos dice: “El carnaval es como un poema. Y cada poema —decía Novalis— interrumpe el estado habitual, la cotidianidad de la vida, con una finalidad similar a la del sueño: renovarnos y mantener siempre vivo en nosotros el sentido mismo de la vida. Quizás la lógica del carnaval sea la misma lógica de la poesía, ya lo aventuraba Nietszche.

Digamos con la investigadora local Marieta Quintero que “el carnaval hace parte de la vida cotidiana de los barranquilleros y no se instala exclusivamente en los cuatro días convencionales de fiesta”. El carnaval en efecto no comienza ni termina. Está siempre en nosotros, en nuestro tiempo libre, en los recreos, en el acto del amor un lunes, en las charlas inacabables con los amigos de la esquina.

Más que un eterno retorno, como dicen algunos, el carnaval es una permanente y múltiple posibilidad, así como es también la demostración pública de que, al aire libre y en secreto, el mundo constantemente se renueva. [...] Ahora, como fiesta colectiva, lo que propone el carnaval es una suspensión de la realidad. Que lo que es norma en ella deje, durante las fiestas, de serlo. El nombre realidad podría venir, especulo yo, por herencia, del mundo aquel en que nos instalaba a vivir el rey. Y ficción sería, por contraste, eso que siempre hemos soñado vivir nosotros”.


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Fuentes

Visitamos la ciudad de Barranquilla (desafortunadamente no fue posible en tiempo de carnaval, pero sí había observado el evento hace algunos años). También se visitaron museos emblemáticos (Museo del Caribe y Museo Romántico) y se entrevistaron a estudiosos del Carnaval: Mirtha Buelvas (psicóloga social y antropóloga); Alfredo de la Espriella, Comunicador social; Heriberto Fiorillo, comunicador Social; y Vilma Gutiérrez de Piñeres, profesora de la Universidad del Norte. De igual manera realizamos entrevistas informales a gente de la ciudad. En ellas encontramos tres tipos de actitudes frente al carnaval. aquellos que participan intensamente en él, aquellos que participan de manera muy moderada —básicamente en actividades familiares y barriales—, y que son espectadores, y aquellos que participan solamente como espectadores o no participan de ninguna manera (entre ellos algunos miembros de grupos religiosos cristianos).

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Reyes Morris, V. (2011). Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla. Revista Colombiana de Sociología, 34(1), 103–126. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/22490

ACM

[1]
Reyes Morris, V. 2011. Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla. Revista Colombiana de Sociología. 34, 1 (ene. 2011), 103–126.

ACS

(1)
Reyes Morris, V. Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla. Rev. colomb. soc. 2011, 34, 103-126.

ABNT

REYES MORRIS, V. Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla. Revista Colombiana de Sociología, [S. l.], v. 34, n. 1, p. 103–126, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/22490. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

Reyes Morris, Victor. 2011. «Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla». Revista Colombiana De Sociología 34 (1):103-26. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/22490.

Harvard

Reyes Morris, V. (2011) «Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla», Revista Colombiana de Sociología, 34(1), pp. 103–126. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/22490 (Accedido: 29 marzo 2024).

IEEE

[1]
V. Reyes Morris, «Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla», Rev. colomb. soc., vol. 34, n.º 1, pp. 103–126, ene. 2011.

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Reyes Morris, V. «Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla». Revista Colombiana de Sociología, vol. 34, n.º 1, enero de 2011, pp. 103-26, https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/22490.

Turabian

Reyes Morris, Victor. «Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla». Revista Colombiana de Sociología 34, no. 1 (enero 1, 2011): 103–126. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/22490.

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1.
Reyes Morris V. Tiempo anómico: el carnaval de Barranquilla. Rev. colomb. soc. [Internet]. 1 de enero de 2011 [citado 29 de marzo de 2024];34(1):103-26. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/22490

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