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2011-07-01

Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]

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  • Alvaro Delgado Guzmán CINEP

Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero* 1

(Recuerdo de juan de la Cruz)
Memory of Juan de la Cruz

Bogotá D. C.: Universidad Nacional de Colombia, 2011, 742 páginas.

Álvaro Delgado guzmán.Historiador, periodista e investigador del Centro de Estudio y Educación Popular (Cinep).

* Londoño Botero, R. (2010). Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región del Sumapaz (1902-1984). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep)


La publicación del libro de Rocío Londoño, Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), recibida con merecidos elogios por reconocidos investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (Absalón Machado, Darío Fajardo, Fernando Cubides, entre otros), ofrece la oportunidad de comentar uno de los momentos más tensos de la militancia de Varela en el Partido Comunista Colombiano.

Varela descubrió que el universal conservadurismo campesino era también una fuerza de organización y de cambio. Aferrarse a la tierra era una forma de adquirir poder y organizar la vida social. En segundo lugar, descubrió que el sendero para alcanzar poder campesino era la palabra. La gente empezó a considerarlo persona superior y líder, no por su estatura —que no le ayudaba— ni por las dotes de su estampa —que tampoco—, sino porque sabía leer. El joven campesino boyacense podía leer de corrido los papeles que venían de la ciudad, las leyes y decretos de las autoridades, y explicar su sentido. La gran ventaja de Juan de la Cruz como líder agrario consistió en que su cariño por las letras no lo debilitó físicamente ni le torció su pasión por las labores del campo, lo cual mantuvo en alto su autoridad.

En la época dura de la batalla por impedir que la guerra volviera a Sumapaz hacía raras, y siempre cortas, visitas a Bogotá, y mientras permanecía en ella no veía la hora de regresar a su hogar. Ni siquiera en las solemnes sesiones del comité central había descanso en ese hombre que recibía informes rápidos de sus lugartenientes y daba instrucciones con la misma celeridad. Creo que la vida de la ciudad le fastidiaba. La dirección nacional del partido mantenía absoluta reserva sobre su próxima aparición en la ciudad; para referirse a él utilizaba sólo su nombre reservado y sólo un estrecho número de personas sabía de su arribo y de su alojamiento ocasional. Entraba y salía de las sesiones del comité con el mismo sigilo empleado para hacerlo de la ciudad. Efectivamente, la guerra no había terminado y sus enemigos seguían buscándolo para matarlo.

Ahora bien, la tensión de las fuerzas políticas contrapuestas seguía siendo muy alta en Sumapaz, y el problema de la autoridad personal del líder no dejaba de atravesarse en el camino. Todo lo que ocurriera en su entorno debía ser comunicado al jefe de la región, so pena de recibir la con-digna reprensión: “¿Y usted por qué no me lo había dicho antes? ¿Ahora qué quiere que haga yo?”. Los compañeros que lo acompañaban en la dirección política regional debían ser bien precavidos para no ir a herirlo, “no vayamos a disgustar al viejo y que se pegue una embejucada […]”.

Con el paso del tiempo, cuando el movimiento agrario de Sumapaz comenzó a ser mirado por los habitantes de esa vasta región como un suceso pacífico, que no buscaba la violencia ni la guerra, las diferentes zonas en que estaba dividido empezaron a reclamar mayor atención del centro político, instalado en San Juan, donde Varela tenía su estancia preferida. El equipo dirigente escuchó esos reclamos e intentó convencer a Varela de que la dirección ejecutiva del movimiento debía trasladarse a las zonas de mayor desarrollo económico y social, donde había aparecido un desarrollo económico sostenido y la comunidad reclamaba asistencia en asuntos de educación y salud públicas, desarrollo del comercio local y empleo. Estamos hablando de Pasca, Tibacuy, Arbeláez, Sibaté y, sobre todo, Fusagasugá, la capital de la provincia.

Pero Juan de la Cruz creía que todo seguía girando en torno del antiguo núcleo del movimiento agrario y nunca quiso ceder en ese sentido. Rechazaba la idea de exponer las fuerzas partidarias al juego del adversario liberal o conservador, allí donde éste era más fuerte. En verdad, temía perder el puesto máximo en la jerarquía, que había conquistado con su esfuerzo propio, sin padrinos ni palancas. Sus compañeros de dirección plantearon el asunto al comité ejecutivo central del partido y éste, como era natural, se declaró imposibilitado de zanjar en un asunto que competía resolver a la organización regional. Los avezados dirigentes campesinos, que desde su niñez y primera juventud habían acompañado a Juan de la Cruz en la guerra de Sumapaz, se limitaban entonces a remover el asunto en privado con quienes estábamos más cercanos y que tampoco podíamos hacer nada. Creo que cuando la organización pudo hacer ese despliegue hacia Fusa y demás centros urbanos, una vez desaparecido Juan de la Cruz, la determinación llegó un tanto tarde, en pleno desarrollo del exterminio de la Unión Patriótica.

Esa pasión campesina por la propiedad del entorno geográfico me lleva a recordar a Manuel Marulanda Vélez, el histórico dirigente guerrillero. Marulanda no ingresa en la lucha revolucionaria como lo hizo Varela, vestido de harapos, hambriento y maltratado por su padre y solo, dueño de ojos que leían las palabras dibujadas en el papel, un milagro que no estaba en condiciones de ejecutar el resto de sus compañeros de tra bajo. Cuando Manuel decide crear un grupo armado con la intención de volverlo un ejército revolucionario, hace rato que se gana la vida, sabe leer y escribir y tiene puesto con el Estado. No lo obliga la miseria. Para entonces Marulanda ya se inspiraba en una sociedad sin propiedad privada explotadora de fuerza de trabajo, ya no creía en el mundo del liberalismo y el conservatismo. También Varela buscaba un mundo donde desapareciera la explotación del capital, pero donde cupieran también sus dos o tres haciendas; es decir, el exterminio del latifundio y la conquista de una sociedad de propietarios pequeños y medianos de la tierra. Varela nunca excedió la concepción democrática liberal de la sociedad.

A partir de la agresión armada a Marquetalia en la primera mitad de los años 60, las dos situaciones —y dos concepciones de la lucha— entraron por fuerza en conflicto. La tendencia a la expansión de la lucha armada chocaba frontalmente con la concepción justa de mantener en paz una vasta región que había ganado la batalla contra el latifundio, y había creado las condiciones políticas indispensables para sostener un desarrollo social independiente de la coyunda liberal-conservadora. En el decenio de 1980, en pleno desarrollo de la expansión de las FARC, Sumapaz temió, permanentemente, ser envuelto en la contienda armada. El rostro pálido, contraído de Juan de la Cruz en sus intervenciones ante al comité central comunista no deja de perseguirme.

Varela expresaba la disposición de la región a suministrar ayuda solidaria a la causa de la liberación nacional sobre la base de que la paz, que se había logrado después de tantas penurias, no fuera echada a pique por la presencia guerrillera en esa comarca. Lo pedía encarecidamente a los presentes, quienes escuchaban en silencio sus ruegos y en silencio expresaban su incompetencia para ejercer otra función, distinta del traslado de una preocupación de una a otra parte amiga. En cada ocasión Varela volvía a insistir en su pedido y siempre encontraba la misma respuesta: la organización política revolucionaria orienta a las organizaciones sociales pero no puede darles instrucciones sobre lo que deben hacer y, menos aun, órdenes.

Conservo el recuerdo de la última vez que vi a Juan de la Cruz: es la imagen de su figura con el sombrero puesto, que se perdió, estrechamente cercada por sus compañeros sumapaceños, por entre una puerta que daba al salón de sesiones. Sabía que él seguiría portando las mismas convicciones que la vida había impreso en su conciencia, y trataba de entender su angustia por la paz de la población que él había ayudado a deshacerse de sus peores enemigos.

Lo que enardeció a los gobiernos conservadores y liberales de los años 20 y 30 y de la Violencia de los años 50 no fue el pretendido caos violento del Sumapaz, sino el proceso hacia la organización independiente del campesinado, que allí se puso en marcha con el movimiento de parcelación y legalización de tierras en poder de los grandes latifundios. Ese es el legado de Varela.

La destrucción del latifundio ha mantenido la unión del campesinado de Sumapaz por encima de las diferencias partidistas. Pero el Estado, en vez de ayudar al campesinado de la rica región, continuó la política aisladora y destructora de sus organizaciones y, una vez desaparecido Varela, las FARC se metieron en el páramo. Los Gobiernos colombianos han preferido tener al frente un movimiento guerrillero —al que combaten sin medir las consecuencias— que lidiar con un movimiento agrario progresista, democrático, comprometido en la transformación económica y social del país, ligado al mercado nacional y al juego democrático de las ideas y los partidos.

Bibliografía

Londoño, R. (2011). Juan de la Cruz Varela: Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

 

Cómo citar

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Delgado Guzmán, A. (2011). Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]. Revista Colombiana de Sociología, 34(2), 203–206. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27827

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[1]
Delgado Guzmán, A. 2011. Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]. Revista Colombiana de Sociología. 34, 2 (jul. 2011), 203–206.

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Delgado Guzmán, A. Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]. Rev. colomb. soc. 2011, 34, 203-206.

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DELGADO GUZMÁN, A. Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]. Revista Colombiana de Sociología, [S. l.], v. 34, n. 2, p. 203–206, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27827. Acesso em: 24 ene. 2025.

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Delgado Guzmán, Alvaro. 2011. «Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]». Revista Colombiana De Sociología 34 (2):203-6. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27827.

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Delgado Guzmán, A. (2011) «Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]», Revista Colombiana de Sociología, 34(2), pp. 203–206. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27827 (Accedido: 24 enero 2025).

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A. Delgado Guzmán, «Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]», Rev. colomb. soc., vol. 34, n.º 2, pp. 203–206, jul. 2011.

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Delgado Guzmán, A. «Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]». Revista Colombiana de Sociología, vol. 34, n.º 2, julio de 2011, pp. 203-6, https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27827.

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Delgado Guzmán, Alvaro. «Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]». Revista Colombiana de Sociología 34, no. 2 (julio 1, 2011): 203–206. Accedido enero 24, 2025. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27827.

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Delgado Guzmán A. Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), de Rocío Londoño Botero [Recuerdo de Juan de la Cruz]. Rev. colomb. soc. [Internet]. 1 de julio de 2011 [citado 24 de enero de 2025];34(2):203-6. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/27827

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