Publicado

2017-06-25

Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia)

Social and Cultural Practices of Coffee Farmers in Four Municipalities of Caldas (Colombia)

Prática social e cultural do campesinato cafeeiro em quatro municípios de Caldas (Colombia)

DOI:

https://doi.org/10.15446/rcs.v40n1Supl.65913

Palabras clave:

campesinos cafeteros, cultura del trabajo, identidad social, prácticas sociales, recolectores. (es)
coffee farmers, work culture, social identity, social practices, coffee pickers. (en)
camponeses cafeeiros, coletores, cultura do trabalho, identidade social, práticas sociais. (pt)

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Autores/as

Este artículo, producto de una investigación realizada en el Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Caldas, analiza las variables de índole sociocultural en los recolectores del café de la zona centro de Caldas, donde se encuentra la caficultura más tecnificada, y en pequeños productores cultivadores del grano de la zona norte y de la zona occidental, es decir, en cuatro municipios del departamento de Caldas. El estudio incluye las variables relaciones de familia, asociacionismo y sociabilidad, que conforman elementos significativos de la práctica social de estos dos grupos sociales, siguiendo la referencia metodológica de la identidad sociocultural propuesta por antropólogos de la Universidad de Sevilla. Se aplica esta metodología a los colectivos sociales de la caficultura caldense mencionados y se destaca la práctica social por fuera del ámbito productivo para diferenciar la descripción y el análisis de lo exclusivamente económico, tan predominante en este tipo de estudios, lo cual no significa que no se tome en cuenta este aspecto. Este artículo es fruto de un trabajo de campo que se hizo especialmente mediante la observación de los procesos de trabajo y de comportamiento en sitios distintos a los laborales durante periodos de cosecha y de tiempo “frío”. También se utilizaron entrevistas semiestructuradas y en profundidad a recolectores, pequeños productores, líderes de dos resguardos indígenas y a empleadores en veredas, fincas y sitios públicos de los
municipios considerados representativos de ambos grupos sociales: Chinchiná y Palestina para los recolectores del café en épocas de cosecha y Riosucio y Salamina para el caso de los campesinos.

This article, which is the result of a research project carried out in the Department of Anthropology and Sociology of the Universidad de Caldas, analyzes socio-cultural variables among coffee pickers in central Caldas, a zone where coffee growing is technologically
advanced, and small coffee growers in the northern and western parts of the department of Caldas, covering four municipalities. Following the socio-cultural identity methodology developed by professors of the Universidad de Sevilla, the study includes
the following variables: family relations, associationism, and sociability, which are significant elements in the social practice of these two social groups. Said methodology is applied to the abovementioned social collectives of coffee growers in Caldas, highlighting social practice outside the field of production, in order to differentiate it from the description and analysis of purely economic factors, as is usually done in this type of study. This,
however, does not mean that this aspect is left out. The article is the result of field work that focused particularly on the observation
of work processes and behavior in places other than work environments during harvest and inactive periods. Semi-structured and in-depth interviews were also carried out with coffee pickers, small farmers, leaders of two indigenous reservations, and employers in villages, farms, and public places in the municipalities considered to be representative of the two social groups: Chinchiná and Palestina, in the case of coffee pickers during harvest
season, and Riosucio and Salamina, in the case of farmers.

Este artigo, produto de uma pesquisa realizada no departamento de antropologia e sociologia da Universidad de Caldas (Colômbia), analisa as variáveis de índole sociocultural nos coletores de café da área central de Caldas, onde se encontra a cafeicultura mais
tecnificada, e em pequenos produtores cultivadores do grão da área norte e da ocidental, isto é, em quatro municípios do estado de Caldas. Este estudo inclui as variáveis relações de família, associacionismo e sociabilidade, que conformam elementos significativos da prática social desses grupos sociais seguindo a referência metodológica da identidade sociocultural proposta por antropólogos da Universidad de Sevilla (Espanha). Aplica-se
essa metodologia aos coletivos sociais da cafeicultura caldense mencionados e destaca-se a prática social fora do âmbito produtivo para diferenciar a descrição e a análise do exclusivamente
econômico, tão predominante nesse tipo de estudos, o que não significa que esse aspecto não seja considerado. Este artigo é fruto de um trabalho de campo que foi feito especialmente mediante a observação dos processos de trabalho e de comportamento
em lugares diferentes dos de trabalho durantes períodos de colheita e de tempo “frio”. Também foram utilizadas entrevistas semiestruturas e em profundidade com coletores, pequenos produtores, líderes de duas reservas indígenas e com empregados de veredas, chácaras e lugares públicos dos municípios considerados representativos de ambos os grupos sociais: Chinchiná e Palestina para os coletores de café em épocas de colheita, e Riosucio e Salamina para o caso dos camponeses.

Recibido: 21 de julio de 2015; Aceptado: 19 de julio de 2016

Resumen

Este artículo, producto de una investigación realizada en el Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Caldas, analiza las variables de índole sociocultural en los recolectores del café de la zona centro de Caldas, donde se encuentra la caficultura más tecnificada, y en pequeños productores cultivadores del grano de la zona norte y de la zona occidental, es decir, en cuatro municipios del departamento de Caldas. El estudio incluye las variables relaciones de familia, asociacionismo y sociabilidad, que conforman elementos significativos de la práctica social de estos dos grupos sociales, siguiendo la referencia metodológica de la identidad sociocultural propuesta por antropólogos de la Universidad de Sevilla. Se aplica esta metodología a los colectivos sociales de la caficultura caldense mencionados y se destaca la práctica social por fuera del ámbito productivo para diferenciar la descripción y el análisis de lo exclusivamente económico, tan predominante en este tipo de estudios, lo cual no significa que no se tome en cuenta este aspecto.

Este artículo es fruto de un trabajo de campo que se hizo especialmente mediante la observación de los procesos de trabajo y de comportamiento en sitios distintos a los laborales durante periodos de cosecha y de tiempo "frío". También se utilizaron entrevistas semiestructuradas y en profundidad a recolectores, pequeños productores, líderes de dos resguardos indígenas y a empleadores en veredas, fincas y sitios públicos de los municipios considerados representativos de ambos grupos sociales: Chinchiná y Palestina para los recolectores del café en épocas de cosecha y Riosucio y Salamina para el caso de los campesinos.

Palabras clave:

campesinos cafeteros, cultura del trabajo, identidad social, prácticas sociales, recolectores.

Abstract

This article, which is the result of a research project carried out in the Department of Anthropology and Sociology of the Universidad de Caldas, analyzes socio-cultural variables among coffee pickers in central Caldas, a zone where coffee growing is technologically advanced, and small coffee growers in the northern and western parts of the department of Caldas, covering four municipalities. Following the socio-cultural identity methodology developed by professors of the Universidad de Sevilla, the study includes the following variables: family relations, associationism, and sociability, which are significant elements in the social practice of these two social groups. Said methodology is applied to the abovementioned social collectives of coffee growers in Caldas, highlighting social practice outside the field of production, in order to differentiate it from the description and analysis of purely economic factors, as is usually done in this type of study. This, however, does not mean that this aspect is left out.

The article is the result of field work that focused particularly on the observation of work processes and behavior in places other than work environments during harvest and inactive periods. Semi-structured and in-depth interviews were also carried out with coffee pickers, small farmers, leaders of two indigenous reservations, and employers in villages, farms, and public places in the municipalities considered to be representative of the two social groups: Chinchiná and Palestina, in the case of coffee pickers during harvest season, and Riosucio and Salamina, in the case of farmers.

Keywords:

coffee farmers, work culture, social identity, social practices, coffee pickers.

Resumo

Este artigo, produto de uma pesquisa realizada no departamento de antropologia e sociologia da Universidad de Caldas (Colômbia), analisa as variáveis de índole sociocultural nos coletores de café da área central de Caldas, onde se encontra a cafeicultura mais tecnificada, e em pequenos produtores cultivadores do grão da área norte e da ocidental, isto é, em quatro municípios do estado de Caldas. Este estudo inclui as variáveis relações de família, associacionismo e sociabilidade, que conformam elementos significativos da prática social desses grupos sociais seguindo a referência metodológica da identidade sociocultural proposta por antropólogos da Universidad de Sevilla (Espanha). Aplica-se essa metodologia aos coletivos sociais da cafeicultura caldense mencionados e destaca-se a prática social fora do âmbito produtivo para diferenciar a descrição e a análise do exclusivamente econômico, tão predominante nesse tipo de estudos, o que não significa que esse aspecto não seja considerado. Este artigo é fruto de um trabalho de campo que foi feito especialmente mediante a observação dos processos de trabalho e de comportamento em lugares diferentes dos de trabalho durantes períodos de colheita e de tempo "frio". Também foram utilizadas entrevistas semiestruturas e em profundidade com coletores, pequenos produtores, líderes de duas reservas indígenas e com empregados de veredas, chácaras e lugares públicos dos municípios considerados representativos de ambos os grupos sociais: Chinchiná e Palestina para os coletores de café em épocas de colheita, e Riosucio e Salamina para o caso dos camponeses.

Palavras-chave:

camponeses cafeeiros, coletores, cultura do trabalho, identidade social, práticas sociais.

Introducción

Este artículo presenta algunos elementos de la práctica social del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas que se consideran representativos de la caficultura de este departamento. Estudia los recolectores o trabajadores temporales de la zona centro de Caldas y los pequeños productores del grano de un sector del norte (Salamina) y del sector de minifundio del occidente caldense (Riosucio).

En la zona centro de Caldas, como se sabe, se encuentran las unidades de producción tecnificadas con los índices de mayor productividad y donde hay mayor movilidad de mano de obra durante la época de la cosecha grande, en octubre y noviembre de cada año. Los recolectores son una fuerza laboral muy heterogénea, con diversas procedencias laborales, espaciales y sociales; en su mayoría, son de origen campesino y contratados para esa época, por un salario a destajo1; son trabajadores con una alta rotación en las diferentes haciendas y localidades de los municipios estudiados. Se consideran pequeños productores aquellos cultivadores que trabajan su parcela aún con la cooperación de miembros de su familia a tiempo parcial o completo y que son poseedores de fincas menores a cinco hectáreas en Salamina. La caficultura de Riosucio se distingue no solo por su diversidad étnica, sino por ser demasiado pequeña, ya que las parcelas son inferiores a una hectárea.

Aspectos metodológicos

Este trabajo se deriva de un proyecto de investigación sobre la identidad social de los campesinos cafeteros, financiado por la Vicerrectoría de Investigaciones y Posgrados de la Universidad de Caldas, en el 2013. De acuerdo con la referencia metodológica, o sea la propuesta de análisis social del grupo de estudios de la Universidad de Sevilla, la identidad social de un determinado grupo social se explica por tres formas de cultura: las del trabajo o la inserción de los sujetos en un específico proceso de trabajo, las relaciones de sexo-género y la identidad étnica. Estos tres factores, actuando de forma conjunta, se constituyen en moduladores de la acción por fuera del ámbito productivo, en cuanto proyección sobre los otros. En este artículo, se denomina a este enfoque perspectiva sociocultural (Moreno, 1991, 1998).

El objetivo de la investigación consiste en situar la descripción de la práctica social por fuera del ámbito productivo. Los parámetros que funcionan como hipótesis de trabajo son la familia, el asociacionismo y la sociabilidad; mejor aún se busca ilustrar los cambios que ha tenido la familia de los caficultores, analizando comparativamente las dos categorías sociales: cómo se organizan los caficultores en las comunidades locales y las formas de interacción social distintas del oficio pero relacionadas con este.

El soporte empírico es resultado del trabajo de campo realizado entre el 2013 y el 2014. Este consistió en el levantamiento de la información mediante entrevistas semiestructuradas y en profundidad a recolectores de haciendas de Chinchiná y Palestina; para este trabajo, los municipios operaban como unidades de observación. También se les hizo entrevistas a pequeños productores de los resguardos indígenas de la Montaña, Cañamomo y San Lorenzo en Riosucio. Esta observación fue realizada en fincas de Salamina y Riosucio durante los dos últimos años.

La perspectiva sociocultural

Relaciones familiares en recolectores y campesinos

La familia rural caldense en la actualidad ha sufrido cambios significativos que la distancian del prototipo de la familia antioqueña (Gutiérrez, 1975). Hoy, en los albores del siglo XXI, es una familia nuclear similar a la familia urbana, debilitada por la socialización de las nuevas generaciones. La tendencia observada es que los jóvenes abandonan las labores agrícolas y optan por otras ocupaciones diferentes a la caficultura. Esto tiene resultados inciertos para esta actividad, pues la parcela ha venido quedando en manos de los viejos productores, sin que haya un recambio generacional en la mano de obra de los campesinos cafeteros. En el corto plazo, las unidades productivas campesinas han quedado en desventaja comparativa frente a las empresariales, por la disposición de la mano de obra familiar de menor costo.

La escolarización, mayor en las nuevas generaciones de caficultores caldenses, es un canal de movilidad social de tipo espacial hacia otras actividades: los jóvenes terminan expulsados de la parcela familiar y empleados en los campos de la minería o de actividades urbanas informales del sector de servicios, en los cuales supuestamente logran ingresos superiores a los de la parcela familiar. Otro sector de jóvenes emigra de la localidad hacia centros urbanos más dinámicos, aún dentro del mismo Caldas. En todo caso, los jóvenes buscan estilos de vida urbana, en los que predomina el consumo, la música y un uso del tiempo libre similar al de la ciudad.

Esta realidad marca un contraste y una paradoja. Esta forma de vida no es idéntica para hombres y mujeres, ya que para la joven mujer campesina significa muy probablemente ser madre soltera a temprana edad y vincularse al sector de servicios personales. Para esto, deben dejar la crianza de los hijos a los padres, quienes continúan la reproducción social, además de su sempiterno papel en la producción. En algunos casos, la vida social y la economía familiar se renuevan por la vinculación de nuevos parientes políticos. Por otra parte, la paradoja consiste en que no hay una ruptura entre la residencia y el nuevo estilo de vida, dado que se mantiene un estrecho vínculo con los padres y la tradición, reflejada en usos y costumbres y una mayor influencia de los medios de comunicación, la cual podría parcialmente explicar los cambios en la familia campesina caficultora y su nueva forma de socialización. Cabe aclarar que el mayor nivel educativo en la región no se traduce en una movilidad social ascendente, como lo plantea la literatura del cambio social funcionalista (Davis et ál., 1970; Inkeles, 1968): pocos niños o jóvenes se mantienen en el sistema educativo.

Al mismo tiempo que reclaman contra la desvinculación de la actividad productiva de los jóvenes, los recolectores o campesinos mayores se oponen a que sus hijos se dediquen profesionalmente a la caficultura, en razón de las condiciones de vida de los primeros o de las perspectivas del negocio en el caso de los segundos. La inercia de la forma de vida campesina, que no supone la planeación sino la acción contingente, exige la mano de obra familiar en las tareas del cultivo en cualquier fase, especialmente en la temporada de cosecha, que incluso ya cuenta con el aporte incondicional de la mujer en labores concretas. La desvinculación de los jóvenes es gradual, pues el proceso de aculturación mantiene una tensión con la tradición, al conservar continuidades en las nuevas generaciones de campesinos: durante la formación escolar, recolectan el grano o hacen otras tareas de forma esporádica, guiadas por la persuasión y no la imposición, como en épocas pasadas. Dicha participación en la actividad productiva está motivada por recibir un salario normal, como cualquier jornalero diferente a la familia. Esta realidad analizada en los recolectores adquiere una mayor complejidad, en virtud de la heterogeneidad de estos sujetos sociales. La realidad familiar y afectiva es distinta, ya se trate de los recolectores andariegos (Parada, 2015), de urbanos, de los jornaleros o de los caucanos.

Los recolectores andariegos son aquellos cuyo trabajo de recolección del grano se hace de forma transitoria. Se realiza en distintas unidades productivas de zonas geográficas diferentes a la zona cafetera de Caldas. Lo importante para el análisis de la familia es que ser andariego se ha convertido, para ellos, en una forma de vida, de la cual incluso se precian y que los define como individuos desarraigados de las relaciones familiares o sentimentales; es común oír decir a los que afirman tenerlos que no ven a los padres hace años ni a hijos ni a compañeras o a esposas; son relaciones diluidas en el tiempo. Además, parecen individuos desterritorializados, porque no sienten pertenencia por ningún lugar, ocupan varios territorios (sociales) sin echar raíces en ninguno. Su territorio social coincide con el productivo; el mejor es aquel donde encuentran mejor alimentación, mejor dormida y mejor trato, pero su estancia allí también es pasajera. Su identidad se construye a partir de su oficio, pues estiman el ser andariego como una profesión. Su vida se desarrolla de forma contingente: lo ganado se consume los fines de semana fácilmente. Su umbral de sociabilidad, si se entiende como nivel de interacción social, es alto, por la trashumancia, pero su espacio de socialización se reduce al trabajo. Algunas veces, los andariegos suelen ir acompañados de un par y en ocasiones de un pequeño grupo de recolectores. En estas redes laborales radica su asociacionismo, pues a través de estas seleccionan los sitios de trabajo. Este tipo de trabajador es el más rechazado y el más estigmatizado como ladrón en los pueblos, aunque algunos de ellos suelen tener cierto decoro en su presentación cuando acuden a los poblados, en los días del pago.

Las relaciones de familia en los recolectores urbanos tienden a ser normales, porque guardan idénticas características a las de la familia urbana del municipio de Chinchiná, que tiene una estructura estable bien sea nuclear o de mujeres jefes de hogar. La forma del vínculo no es la tradicional, ya que la tendencia predominante es la unión libre. En los recolectores urbanos, la trayectoria laboral es distinta, pues, antes de la recolección, han trabajado en varios oficios informales -llamados "rebusque" en Colombia- o han sido obreros; por tanto, coger café es una alternativa al desempleo urbano.

Para las mujeres que se emplean en la recolección, es una opción al desempleo o a otros trabajos que ellas consideran más exigentes, al ser permanentes, mientras que la recolección les resulta flexible y mejor retribuida. La recolección para los urbanos se realiza en haciendas cercanas a la ciudad, lo que implica condiciones diferentes de los andariegos. Ni se alojan en las fincas, ni se someten al patrón de corte como clientes cautivos de su tienda, salvo para los fines del control del trabajo en los lotes. Lo anterior lo toman como una ventaja, pues llevan sus alimentos y al atardecer regresan a sus viviendas, generalmente ubicadas en barrios marginales de Chinchiná. Esto les permite acudir en grupos de vecinos o con el grupo familiar. Los recolectores urbanos asumen el proceso de trabajo con una actitud menos dramática que la de los andariegos, posiblemente porque es complementario a sus actividades y aspiraciones de habitante urbano. También se distinguen de los jornaleros o de los andariegos porque en el tiempo libre se sienten más apropiados de los espacios urbanos en el pueblo.

Este análisis se hace extensivo a los recolectores jornaleros. En contraste con los andariegos, su trabajo durante la cosecha en las haciendas empresariales tiene un carácter instrumental, pues el salario se destina al sostenimiento de la familia. Los recolectores jornaleros tienen un vínculo orgánico con la caficultura, en cuanto son propietarios de pequeñas parcelas y, con las vicisitudes de la pequeña producción, trabajan en ellas con la familia, por fuera de la temporada de cosecha.

Los recolectores caucanos, es decir, los procedentes de departamentos del sur del país son también agricultores en labranzas del café o de otros cultivos. Son parte de la oferta del mercado laboral cafetero de la temporada de cosecha, son apreciados por los patrones de corte por su rendimiento en la recolección y por su docilidad o disciplina en la hacienda o en el pueblo. Su familia es, al parecer, una estructura consolidada, que se desarrolla en el marco de comunidades étnicas. Son poco conocidos en su contexto cultural2 por un pasado indígena y una tradición de luchas relacionadas que contrasta con la sumisión en el proceso de la recolección. Las estancias en la zona cafetera de Caldas son calculadas como estrategia de ahorro para las inversiones en sus pequeñas fincas del Cauca.

Es importante concluir que en la cultura caldense la familia conserva su papel de regulador del comportamiento individual, por encima de relaciones de compadrazgo o de valores culturales de los resguardos indígenas. No obstante, es la institución social más afectada por el proceso de aculturación, que se traduce en la migración de los jóvenes.

Asociacionismo en la zona cafetera caldense

En la sociedad moderna, resulta normal la proliferación de asociaciones de distinto tipo, diferentes a las formas tradicionales de la estructura social, como las clases o las formas de gobierno (Maynzt, 1990). Lo problemático para nuestro análisis consiste en determinar si este es un planteamiento válido para el examen de sociedades rurales y, por tanto, si los niveles de asociacionismo pueden resultar débiles. Esto parece acontecer en el proceso productivo de la recolección, en la zona cafetera de Caldas, cuyos referentes son las relaciones de lealtad y hacendatarias que asumen formas autoritarias o paternalistas. En una cultura como la caldense, con un temperamento abierto y parte del mito del espíritu antioqueño, existen expresiones de asociacionismo que permiten, analíticamente, medir ciertos elementos de la práctica social de recolectores y campesinos que están en tensión con la tradición.

Por asociacionismo (Hernández, 1996, p. 242) se entiende el grado de cooperación o la tendencia a la solidaridad de los individuos en una cultura. Este se da mediante formas colaborativas de distinta índole, como redes sociales u otros esquemas. Esta práctica social funcionaría más como un orden informal, es decir, no tiene un objetivo instrumental. La práctica social asociacionista de recolectores y campesinos pobres, en esta zona de Caldas, es escasa en los campesinos, salvo en Riosucio por el papel de los resguardos y la existencia del carnaval. En los recolectores es prácticamente nula. Este hecho ameritaría una explicación más profunda, de la que este proyecto adolece. Tan solo se muestran unos elementos que apunten a ella.

Los campesinos cafeteros examinados desarrollan su vida social dentro de la familia y del vecindario. A pesar del temperamento abierto y sociable del campesino caldense, no se articula con otros en campos que no sean absolutamente necesarios, por ejemplo, en casi todas las veredas se organizan convites para arreglar los caminos interveredales o se dan expresiones coyunturales de solidaridad:

Por acá todos somos caficultores y [nos ayudamos]. Hay junta de acción comunal, hay convites. Esa junta, si hay necesidades, lo invita a uno. Por acá todos se prestan ayuda. Si hay un enfermo o se mueren, todos van y se ayudan. Si se daña la carretera o se va un pedazo, se hace un convite. (Campesina de Salamina, 2014, 14 de febrero)

Quiere decir que no siempre se reúnen; solo lo hacen para resolver necesidades puntuales. Respuesta semejante se recibió respecto a la asociatividad en las parroquias de los pueblos. Los campesinos acuden a la iglesia del pueblo al rito dominical o a las de las veredas cuando las hay, especialmente las mujeres; pero no pertenecen a círculos parroquiales o de jóvenes, como es frecuente en las ciudades.

El asociacionismo en Caldas existe en relación con la actividad productiva. En esa dirección, descuellan dos asociaciones: los comités de cafeteros y las cooperativas de caficultores, ambas presentes en toda la zona cafetera de Colombia; en el departamento de Caldas en todos los poblados existen comités municipales de cafeteros, en los cuales hay representación formal, a través de elección democrática3 de los productores del conjunto del territorio cafetero. Las cooperativas de caficultores son el mejor vehículo para la comercialización del grano: son las compradoras mayoritarias en todos los municipios cafeteros. A diferencia de los comités de cafeteros, los campesinos son socios4, es decir, no son un gremio, sino una estructura de negocio. Los caficultores les otorgan mayor legitimidad que a los comités municipales, pues ven a las cooperativas como una ayuda. Un pequeño productor afirma al respecto: "ahí tiene uno un ahorro, sobre el cual les prestan plata" (Pequeño productor, 2014, 14 de febrero), o sea, los aportes (el 1 % de lo vendido) y las ganancias de estos. Los socios asumen los aportes como un ahorro; además, valoran que les compren el café, incluso a menor precio si no cumple con la calidad exigida. Hay una relación clientelar dada la connotación de favor.

Los comités de cafeteros, en los municipios productores del grano, son la expresión orgánica de base del gremio cafetero. A esta instancia pertenecen todos los productores, que mínimo siembren una hectárea de café o que tengan 1500 árboles en producción; con esta condición obtienen la cédula cafetera, con la cual acceden al voto. Los doce miembros de los comités municipales son elegidos mediante el sufragio universal por el sistema de listas. Por encima de los comités municipales, están los comités departamentales de cafeteros. Estos manejan un presupuesto propio derivado de activos del mismo orden, que les permite financiar los proyectos locales, los cuales deben ser avalados por los comités municipales. Los comités departamentales son una instancia con gran poder, ya que de allí salen los delegados al Congreso Nacional de Cafeteros, que es la máxima autoridad porque designa el Comité Nacional de Cafeteros y el presidente de la Federación Nacional de Cafeteros (FEDECAFE). El Comité Nacional es la cúpula dominante conformada paritariamente por miembros del gremio y del gobierno. Ese organismo traza la política cafetera de Colombia. FEDECAFE, como gremio privado, administra el Fondo Nacional del Café, con activos superiores a un billón de pesos, aunque esto no es ni la sombra del pasado. Además, es el propietario de la fábrica de café liofilizado de Chinchiná y de muchísimos almacenes de depósito del grano. El Fondo Nacional del Café constituye la garantía de la compra de la cosecha, según el precio que se regula externamente.

Si bien los comités de cafeteros permiten la participación de los productores en ese nivel básico, no lo admiten cuando se asciende en la estructura de poder del gremio; entonces, se imponen de arriba abajo sobre los productores de base. Con razón decía un pequeño productor elegido, en dos oportunidades, al comité de un municipio del estudio: "reconocimiento no tenemos, somos iguales todos. Solo nos reunimos sagradamente una vez al mes, para revisar las solicitudes de las comunidades. Con decir que solo nos dan el almuerzo" (Pequeño productor, 2014, 14 de febrero).

En el campo privado, son los productores los que se asocian: por ejemplo, en Riosucio, hay dos asociaciones de campesinos y la mayoría de caficultores indígenas, que por su bajísima producción no encontraron el alero del comité de cafeteros. Estas son la Asociación de Pequeños Productores de Café (ASPROCAFE) y la Asociación de Productores de Café del Resguardo de Cañamomo y Loma Prieta (ACICAFE), ambas localizadas en resguardos indígenas, pero con alcances diferentes. ASPROCAFE tiene un alcance territorial más amplio, pues, inspirada en la filosofía del comercio justo, cubre a 1450 pequeños productores; mientras que ACICAFE aglutina 57 pequeños productores con sus familias del resguardo indígena de Cañamomo. La forma de gobierno es similar, pero la primera de ellas, por el tamaño, debe elegir su organismo directivo mediante la asamblea de delegados.

ASPROCAFE persigue comercializar el café orgánico de sus asociados mediante el comercio justo y redistribuir la prima recibida por ese concepto -un sobreprecio de cinco centavos de dólar por kilo exportado- a sus afiliados. Les da una proporción en efectivo y otra en servicios, pese a que de los 2,4 millones de kilos producidos por los asociados solo seiscientos mil kilos reúnen los requisitos del comercio justo. El restante volumen lo comercializan las cooperativas, que también mercadean el café con comercio justo. Esto significa que su marca -Café Ingrumá- es certificada (Piedrahita, 2011) por una ONG latinoamericana: equivale a café producido en forma limpia con adecuado manejo de las aguas y de la tierra.

ACICAFE pretende a largo plazo posicionar su café, que estiman tiene un sabor especial, "en mercados de fuera que es donde está el precio", dice su presidente; pero en el presente, la asociación está comercializando el producto en el mercado local, hace la gestión y tiene la ventaja de tostarlo por su cuenta, usando una pequeña tostadora que les facilita una serie de actividades a cincuenta y siete familias del resguardo de Cañamomo. El tamaño del grupo de asociados le da un carácter comunitario, que resalta el sentido de pertenencia al resguardo. El presidente de ACICAFE lo expresa así: "somos cafeteros y somos resguardo; somos indígenas y somos cafeteros por eso somos asociación" (2014, 15 de junio).

El perfil de las asociaciones es semejante: indígenas de origen embera que coexisten con grupos de origen afro o mestizos, descendientes de antioqueños. Los indígenas dominan el grupo: los responsables de la unidad parcelaria son mayores de cincuenta años con poca o ninguna escolaridad. "Ser campesino e indígena es lo mismo, la diferencia es solo en el físico", dice la secretaria de ASPROCAFE, con lo que quiere decir "que las formas de pensar y de actuar son iguales" (2014, 15 de junio). La mujer indígena actúa solidariamente en la caficultura, como también en la organización, esto muestra que su papel ha cambiado. Del tema en estudio resaltan varios problemas:

  1. Que el asociacionismo de Riosucio es una forma de resistencia a la exclusión del sistema productivo cafetero de Colombia. El modo como se ha desarrollado la caficultura en el país ha generado un centro y una periferia, que no reciben las mismas ganancias5. Un territorio interétnico por excelencia, en el que convergen los procesos de explotación del oro y del café, y la Constitución de 1991, que protege a los resguardos indígenas, explican la gran capacidad de reciclaje cultural y económico de las comunidades para sortear la exclusión de estos sectores sociales agrarios y étnicos.

  2. Los elementos socioculturales de los caficultores les han permitido aprovechar las paradojas del mercado global de los cafés especiales u orgánicos para apoderarse de esos nichos de mercado, merced a la ventaja que ofrece el rico territorio del occidente caldense, ventaja que las comunidades del municipio reconocen mejor que nadie. Esta sería la explicación del sentir asociacionista en Riosucio, el cual es aún embrionario y reducido a la actividad productiva. En suma, es una forma de resistencia articulada a la caficultura, pero que guarda características culturales: el significado del territorio y de las aguas que las asociativas saben articular a la producción del grano. De nuevo, el presidente de ACICAFE lo expresa así:

Somos productores de café en las tierras altas, porque en las bajas del resguardo trabajamos la caña. Nuestra oferta de café es variada. Los sabores dependen de la topografía y el clima que nosotros [conocemos]. [...] Por eso manejamos un mapa de sabores. (2014, 15 de junio)

3. Los resguardos indígenas, desde la Constitución de 1991, se convirtieron en una importante estructura de poder en los territorios indígenas, a cuya cabeza están los gobernadores que, nombrados por los cabildantes de las comunidades, tienen como principal misión el control del territorio. Los resguardos tienen presupuesto propio, asignado como parte del de los municipios. Aquel se destina a programas de salud y educación especial de las comunidades, compatibles con su medicina tradicional. Pese a los roces con los políticos tradicionales, los resguardos tienen una jurisdicción especial de justicia, que administran con su derecho indígena. El control del territorio étnico de Riosucio, complejo por el área que cobija 101 comunidades y la densidad poblacional, es responsabilidad de los resguardos. En Riosucio no hay veredas. Los resguardos son la autoridad de los asociacionistas productores de café y de los pobladores no indígenas de estos territorios. Los indígenas les dan legitimidad en razón del discurso naturalista y de la tradición que buscan rescatar, mediante programas educativos, pese a ciertas tensiones con otros valores étnicos en el interior de las comunidades. Estas comunidades están compuestas por caficultores que valoran la plantación por la simbiosis espiritual entre tierra-hombre: "el árbol de café es una planta viva; si se entra a la planta con mala energía, se muere; si la siembra de mala gana, no se levanta; si la siembra con amor, se levanta viva" (Productor en BONAFONT, 2014, 15 de febrero).

En la legitimidad, también es importante el beneficio de los pequeños productores, que en alguna medida explica la afiliación simultánea a varias asociaciones, para ver por "dónde revienta una ayuda". Es un comportamiento comprensible en la situación de un minifundista mayor en edad que, así como recurre a diversos sembrados en su parcela o incluso al jornaleo con los vecinos, está atento a los recursos que fluyen desde los resguardos indígenas o desde fondos de los políticos tradicionales.

Los indígenas caficultores articulan lo moderno con la tradición del producto:

con ese producto tenemos comercio seguro. Que se lo compren barato o caro, ahí [uno] tiene su plática [...]. El café es sustento y con que nos hemos levantado. Es [con] lo que podemos comprar lo que no tenemos en las fincas [...]. Queremos volver a lo tradicional, sembrar pajarito y borbón, porque nos dan muy buena taza [.], sembrar con palo de escoba y tostar como las abuelas, recuperar las tierras, porque si no se hace nada, la tierra no hace nada. (Directivo asociativo, 2014, 15 de febrero)

El asociacionismo cafetero coexiste con un asociacionismo abierto de tipo sociopolítico. Este es el caso del Movimiento de la Dignidad Cafetera (DC), que surgió en el 2013 con el paro agrario que estremeció al actual gobierno y se hizo extensivo a cultivadores de papa y de arroz. La movilización campesina planteaba el tema de los altos costos de la producción y los bajos precios. En el caso del café, la crisis se manifestaba no solo en la pérdida del renglón en el conjunto de la economía -con su incidencia en el empleo rural, en el valor agregado y la baja en las exportaciones-, sino en los efectos sociales en las zonas de producción, que perjudican a cerca de ochocientos mil pequeños, medianos y grandes productores, para los que esta actividad ya no resulta rentable. Un movimiento de esa magnitud era insólito en un sector que se caracterizaba por su estabilidad social y por el desafío al poderoso gremio de la Federación de Cafeteros. El café es un negocio con altibajos, que ha guardado una relativa estabilidad, comparado con el conjunto de la actividad agrícola del país. Asunto bien distinto es la inequidad y los desarrollos desiguales, que históricamente han sufrido los disímiles tipos de productores. Las crisis repercuten de forma variable sobre aquellos, afectando más a las capas medias y bajas de los caficultores. El Movimiento de la Dignidad Cafetera logró, con la movilización del 2013, que el Gobierno compensara la baja del precio interno del grano con el subsidio de protección del ingreso cafetero (PIC), que nivela el ingreso por carga de 125 kg en 700 000 pesos, cuando las oscilaciones del mercado no lo permitían. Al parecer, en el último año, la situación es incierta por la inconsistencia en la entrega oportuna del mencionado subsidio. Este movimiento, que surgió en Caldas, hunde sus raíces en la Unión Cafetera, creada en 1984, por iniciativa del entonces profesor y actual senador Jorge Robledo y el dirigente gremial de los cafeteros caldenses Fabio Trujillo, con el propósito de solucionar las dificultades de los caficultores en general. La Unión Cafetera publicaba un periódico con el mismo nombre, en el cual se divulgaban los análisis de coyuntura y la actividad asociativa. Este se pretendía convertir en instrumento aglutinante de los productores. A la postre, la Unión Cafetera confluyó en un movimiento más amplio denominado Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria, cuyos objetivos atendían a los efectos adversos de la apertura económica en la agricultura colombiana. Este movimiento realizó el primer paro cafetero nacional en 1995, cuyo hito fueron las llamadas "tomas de los cafeteros" en las ciudades de Manizales, Pereira, Ibagué y Bogotá. En estas, se movilizaron miles de productores del café, con toda la simbología del grano, procedentes de los sitios más remotos de la zona cafetera, sustentadas en el problema de la coyuntura: la condonación de las deudas de los productores. Con sus argumentos ganaron incluso la solidaridad de algún sector de la Iglesia católica.

Tanto la Unidad Cafetera como Salvación Agropecuaria y Dignidad Cafetera se erigen como tres respuestas asociacionistas de los caficultores a tres estrategias del Estado y de centros de poder mundial cafetero. A la primera llamémosla la crisis de las deudas y el despotismo de la burocracia gremial; la segunda tiene que ver con los efectos de la apertura económica; y la tercera, con los efectos de los tratados del libre comercio. Lo pertinente para nuestro análisis, según la referencia adoptada, es mostrar cómo se da la respuesta de los productores del café. De este tipo de asociacionismo sociopolítico se plantean tres observaciones analíticas y evaluativas, presentadas a continuación:

Comparado con los otros dos tipos asociacionistas, este sobresale por la interlocución que le ha permitido tener al campesinado caficultor con el Estado. Esto puede contribuir a la identificación social de este colectivo, cuyo balance está por hacerse. Este asociacionismo es inusitado por el significado de su desarrollo en la región, donde se suponía que estaba la base social de la modernización económica de Colombia en el siglo XX. Al contrario de la experiencia de otros países con tensión social estructural, se creía en el país que esta región había sido integrada al modelo de desarrollo en razón de la mediana propiedad y la relativa estabilidad durante casi un siglo, estabilidad que se rompió por los cambios globales e internos del café. Entonces, cabe preguntarse hasta qué punto ese asociacionismo está ayudando a que los campesinos caficultores rechacen el discurso hegemónico.

En el movimiento se observa que, organizativamente, el sector líder es el de los grandes productores, porque son los voceros del movimiento, mientras los estratos medios y pequeños, que se suponen son los más vulnerables, parecen constituir una fuerza de arrastre6. Esto se explicaría por lo incipiente del proceso o porque el movimiento está surgiendo fragmentado. Por tanto, se necesita construir un consenso en su interior, que corroboraría lo dicho por un pequeño productor en Chinchiná: "Los grandes están en Dignidad Cafetera porque les conviene. Los Restrepo, pero todos se necesitan porque todos son afectados" (2014, 14 de febrero). También está lo opuesto expresado por un pequeño productor de Rio-sucio: "ahí en Dignidad Cafetera están metidos los grandes que son los exportadores del 50 % por fuera de la Federación" (2014, 15 de febrero).

Si el asociacionismo sociopolítico entra en un proceso de cambio del conjunto del sistema político, la identificación social puede terminar confundiéndose con la conciencia de clase. En ese caso, puede ocurrir que el asociacionismo se independice de la tutela de las fuerzas que le imprimen ese carácter, que se fragmente o que se desvirtúe totalmente y termine convertido en aparato de partido.

La sociabilidad en recolectores y campesinos del café

La sociabilidad y el asociacionismo tienden a confundirse en la reflexión. En la literatura (Loaiza, 2011, p. 31), se hace referencia sin distinción a eventos asociativos o a la expresión ideológica o la aculturación. La sociabilidad es interacción social en el sentido más admitido; por tanto, supera la mera costumbre, dado que la interacción social toma una determinada dirección y permite la caracterización de un colectivo social, a partir de la descripción de la cotidianidad o más precisamente de la vida pública cotidiana. En el caso de los recolectores y los pequeños productores de la caficultura caldense, la descripción está relacionada con la actividad productiva. Entonces, se ha optado por presentar los espacios considerados de sociabilidad.

En los recolectores, la vida pública cotidiana expresa la rutina laboral. En ese sentido, los espacios de mayor recurrencia son los tajos o el cafetal. Se denominará a estos espacios "tajo", porque el lote hace referencia al control del proceso de trabajo mediante la presencia del patrón de corte, que, en este caso, es símbolo de dominio y conflicto. En cambio, el tajo simboliza la interacción con los otros recolectores. En el oficio de la recolección7, se impone la conversación y los comentarios graciosos, las canciones o el sonido de las transmisiones radiales en el caso de los recolectores que escuchan noticias y que las comentan con los colegas. En un tajo no hay silencio, así haya recolectores silenciosos. Un observador detecta en la topografía de las haciendas cafeteras en qué sitio se realiza la recolección por el murmullo de los recolectores: gritos, llamados, silbidos. Es un espacio de sociabilidad, porque estos comparten lo realizado los fines de semana: los del tajo se enteran de los chismes de los que repiten cuartel. Esta interacción puede dar lugar a roces si la divulgación de lo dicho compromete la vida íntima. El tajo se extiende a los momentos del almuerzo en las fincas cercanas y a los pueblos porque no hay cuarteles, algunos son vecinos y conocidos de antes de la recolección. No todos los integrantes de una "cuadrilla"8 están integrados en este espacio, lo predominante son grupos de pares, lo cual no borra la atmósfera humana del tajo.

El otro espacio de sociabilidad son los cuarteles9, típicos de las haciendas grandes que concentran la mayoría de recolectores. Es la cara opuesta del tajo, puesto que allí tiende a predominar lo personal o la relación con la familia, los que la tienen. Los andariegos actúan en sus pequeños grupos o con un par con el que siempre andan, a veces fumando "la hierba" (marihuana) a escondidas. Ellos son del "parche" y manejan una jerga muy particular10.

Los momentos del pesaje del grano recogido, al terminar las jornadas diarias, permiten la confluencia de las cuadrillas completas. Es el momento de hacer cuentas, al contabilizar el número de kilos recogidos durante el día. Ahí se define el salario y los recogedores se informan del rendimiento de los otros colegas de cuadrilla. Es un momento muy celebrado cuando uno del "parche" obtiene una cifra superior al resto -se le dice "bomba" al que más cosecha y algunas veces se le atribuyen estrategias truculentas-. Puede ser decepcionante si estiman que el pesaje no es fiel al cálculo personal del rendimiento; en ocasiones es el momento de tomar la decisión de seguir o abandonar la hacienda, dependiendo del dato de los descuentos por la alimentación.

El pueblo o ir al pueblo es una cita obligada los fines de semana, dado que son los días del pago, en sitios conocidos como los "pagaderos" que funcionan en bodegas o en oficinas abiertas al público. Allí, los mismos patrones de corte realizan la entrega del dinero. Desde muy temprano, los sábados, es usual encontrar grupos de recolectores con sus mejores galas y con mejor disposición que en la semana, haciendo corrillos en numerosos puntos de la población. Se les ve a muchos acompañados de sus esposas, novias o hijos con su mejor atuendo. Ese día reaparece la familia, que probablemente efectúa un control social sobre la remuneración de la brega semanal. También se podría suponer que es el día de mayor consumo, lo cual genera gran expectativa en los comerciantes locales. Tras los recolectores anda una "nube" de vendedores de una miríada de artículos, incluida la droga en pequeñas dosis; tampoco falta la asistencia después del pago a los bares y cantinas de las localidades y la prostitución. El inicio de la semana siguiente sorprende a algunos de los recolectores sin dinero para regresar a las fincas ("quedan pelados"), por lo que deben pedir prestada plata a los mismos patrones de corte. Gran número de los recolectores de las fincas de este municipio permanecen casi todo el sábado en el pueblo, especialmente los de origen caucano. En general, quienes no son del pueblo de Chinchiná y algunos de la localidad se quedan conversando o viendo a niños del pueblo jugar al futbol. En las tardes, se ve a grupos de recolectores deambular, primero por calles cercanas a las galerías -entorno de las plazas de mercado- y luego en el parque principal. En estos días, los pueblos tienen un aire festivo, por la densidad de visitantes y la dinámica comercial que adquieren.

En el caso específico de Chinchiná y Riosucio, tienen de por sí una vida cotidiana intensa por razones distintas. Por el peso de la caficultura empresarial y por ser ciudad-dormitorio de Manizales, en Chinchiná vive un subproletariado distribuido en barrios marginales. Estos son un espacio crítico por la descomposición social que se acentúa en la época de cosecha, lo que obliga a las autoridades, en coordinación del comité de cafeteros, a realizar planes preventivos. En Riosucio, la dinámica obedece al colorido de los resguardos indígenas y a que se ha convertido en una suerte de polo de desarrollo del noroccidente caldense, pero en especial porque tiene una vida cultural intensa. Este municipio es la sede del Carnaval del Diablo, que se realiza cada dos años, y también organiza eventos culturales regulares a los que acuden intelectuales y artistas de la región y aún del país, como las jornadas de poesía, el encuentro de la palabra y los juegos florales. Riosucio es una plaza de relaciones interétnicas, por la interacción de colectivos sociales de mestizos, negros e indígenas.

El pueblo es significativo en la economía del café como centro de comercialización que satisface o no a los productores y porque se socializa con la familia. El pueblo significa para los campesinos el día de mercado; por el ingreso logrado, significa reconocimiento al productor; aunque también es expresión de jerarquización de los productores, es símbolo de dominio y, al mismo tiempo, de festividad cada vez más secularizada en las nuevas generaciones de caficultores. Para los recolectores, el pueblo implica el ingreso acompañado de discriminación. La sociedad del pueblo, históricamente, relaciona al recolector con "lo sucio", "lo plástico"; debido a su indumentaria de trabajo, lo asocia con el robo y el consumo de psicotrópicos. Se le estima como cliente en la mañana, pero al caer la tarde se le mira como una persona indeseable, bajo sospecha de vicio y mal comportamiento, relegado a las galerías. Evidentemente, los recolectores se observan segregados cuando toman los "jipaos"11 de regreso a las haciendas.

En los campesinos pobres, el espacio de sociabilidad más importante es el pueblo, porque es el centro del mercado para la venta del café.

Además, les permite vender otros productos asociados al café, con los cuales completan sus ingresos para poder comprar los artículos que no producen en su finca. El pueblo es referencia central en la zona rural: tiene mayor trascendencia que la vereda por la relación jurídica y administrativa de pertenencia ciudadana. Ir al pueblo es la oportunidad para reclamar las ayudas oficiales y para hacer las diligencias con el poder político. Allí los campesinos votan y allí está la Alcaldía, que resuelve, o pretenden que solucione, sus carencias de infraestructura, principalmente los caminos. Están los centros educativos que ahora sus hijos prefieren por encima de los de las veredas, no obstante el incrementado de estos. Al pueblo también se va a participar en los ritos religiosos: los bautizos de los hijos, las primeras comuniones, los matrimonios, las ceremonias de la Semana Santa, especialmente en las procesiones del Jueves y Viernes. Para los adolescentes, el pueblo ha alcanzado una gran significación, en cuanto fuente de todas las manifestaciones de vida urbana, pues encuentran mayor cercanía con los servicios de las nuevas tecnologías y espacios de rumba.

Las veredas son el espacio de sociabilidad secundario al pueblo. Cada uno de estos territorios tienen su centro, donde generalmente hay una escuela que en los días ordinarios suple la acción lúdica de los festivos y sustituye las instalaciones deportivas que no son de buenas condiciones. Los habitantes acuden a la escuela porque también es el punto de llegada y salida del transporte entre veredas. La escuela reemplaza, en las veredas, a la plaza pública del pueblo. Además, allí se realizan las reuniones públicas de carácter asociativo de los pobladores: asambleas de acción comunal o de otro tipo.

Otro espacio de sociabilidad en las veredas es la tienda, que se localiza cerca del llamado centro, o sea de la escuela, o en sitios de intersección de carreteras; es un centro emergente de abastecimiento de elementos comestibles o de objetos para las fincas, de bebidas o un sitio para tomar un café. En las tiendas, casi siempre hay un juego de billar, ocupado por jóvenes habitantes de fincas aledañas, es usualmente el paradero de los transportes de los jeeps o de las chivas que hacen rutas largas y se detienen allí para dejar la carga o los pasajeros. Las chivas combinan el transporte de pasajeros y de carga, cuando las distancias son remotas y los caminos están bastante quebrados. Las tiendas han reemplazado a las fondas, que eran esos paraderos o sitios de descanso en los cruces de caminos, a los que llegaban las recuas de mulas en el siglo XIX. A diferencia de las tiendas, las fondas eran espacios muy intensos de sociabilidad, pues los que allí se detenían lo hacían por largas horas. Allí, se pernoctaba y, por ende, interactuaban muchos arrieros, con el atuendo típico: sombrero, poncho y carriel, que simboliza al campesino paisa todavía (Hoyos, 1999).

Finalmente, los "jipaos" son la forma más expedita de comunicación entre las veredas y el pueblo. Por la topografía, son estos pequeños vehículos tipo campero los que pueden sortear los caminos con carga y pasajeros. Comunican una serie de veredas en una ruta hecha dos veces al día: una en la mañana y otra en la tarde, por lo general. Cada municipio está organizado administrativamente en corregimientos, pero socialmente la gente se reconoce por las veredas, que se enlazan con el transporte de "jipaos", como si fueran una red. Nadie mejor para conocer a la población de las veredas que el conductor de un "jipao" y nada más fácil para conocerse en las veredas de toda la zona cafetera que en estos vehículos. En la actualidad los "jipaos" recogen la carga y la gente en determinada finca, que los conductores identifican por el nombre o hasta por el apodo de los habitantes, porque se lo han hecho saber por los teléfonos celulares, que los caficultores usan masivamente igual que los citadinos ("llame al Mono, que lo recoja donde don Herney"). El "jipao" -junto con la "chiva"12 - es un símbolo emblemático de la zona cafetera. En años recientes, se ha convertido en recuerdo turístico.

Conclusión

Mientras en otros contextos culturales los niveles de sociabilidad y asociacionismo muestran desarrollos en campos distintos a los procesos de trabajo, en Caldas esta práctica social permanece ligada a la actividad productiva. De los tres tipos de asociacionismo analizados solo uno tiene un carácter diferente al productivista, pues pertenece al plano de la política. Esto implica que la sociedad civil es precaria, por la estructura de la caficultura colombiana, que tiene una economía frágil dependiente de la volatilidad de los precios y de las estrategias de los sectores dominantes en el mercado internacional. Si bien es cierto que la caficultura coadyuvó a la construcción de la modernización económica de Colombia en el siglo XX, paradójicamente ha generado un proceso de trabajo neocolonial y unos sujetos sociales que presentan dificultades en la integración a la sociedad y al Estado colombiano. Difícilmente pueden mostrar formas asociativas en lo festivo o en la religiosidad, por ejemplo, y menos en campos cívicos o puramente societarios. Por eso, los mejores esfuerzos en este sentido están en los sectores más vulnerables de la caficultura caldense: las comunidades de Riosucio, con el asociacionismo productivista alternativo, y en los resguardos indígenas, que por el impulso de la Constitución de 1991 han recobrado su vigor.

La familia, con su transformación, es la única institución que guarda una expresión más clásica de práctica social, aunque también relativamente determinada por las relaciones de producción. Así mismo, hay en ella una dinámica distinta, en especial en los campesinos pobres, por la incidencia de la aculturación urbana, con resultados poco plausibles desde una perspectiva política. Por último, siendo consistentes con nuestra referencia metodológica, se ha constatado que, con la particularidad economicista de nuestra realidad social de la caficultura de Caldas, existe un plano analítico de corte socioantropológico que contribuye a la comprensión de los sujetos sociales artífices de la historia del café en Colombia.

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Productor en BONAFONT. (2014, 15 de febrero). Entrevista por P. J. Parada. Caldas.

Secretaria de ASPROCAFE. (2014, 15 de junio). Entrevista por P. J. Parada. Caldas.

En el segundo periodo académico del 2013 y en el primero del 2014, la Vicerrectoría de Investigaciones y Posgrados de la Universidad de Caldas financió, con recursos propios, el proyecto “La identidad social del campesinado cafetero caldense”, que se presentó por fuera de la convocatoria regular de investigación en julio del 2013, dentro de la política de financiación de proyectos menores a veinte salarios mínimos.
Cómo citar este artículo: Parada, P. J. (2017). Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas. Rev. Colomb. Soc., 40(Suplemento 1), 193-212.
El salario se paga de acuerdo con la cantidad de kilos de café en cereza recogidos por día y cancelados al final de la semana. Del salario se descuenta la alimenta ción dada en las fincas contratantes.
No obstante, los trabajos sobre el café en el Cauca del antropólogo Jairo Tocancipá (2006) muestran avances en el tema.
La elección democrática de los representantes de los comités municipales de cafeteros se hace de esta manera por decisión de la Corte constitucional emitida según la Sentencia n.° 41 de mayo de 1996 (Rodríguez, 1998).
Para ser socio de una cooperativa, un productor de café debe venderle al año por lo menos 500 kg de café pergamino seco.
Véanse dos textos que tratan los temas anotados al comienzo de esta nota: Ocampo (1972) y Rodríguez (1998).
Algo similar expresaba un pequeño productor ligado al paro del 2013 en las mar chas a Bogotá: "En Chinchiná no existe junta directiva como tal. Las órdenes llegan de Bogotá o nos convoca, por ser el líder, el que nos representa y salimos a las marchas, los que simpatizan, pero la mayoría dice que no salen porque les da temor o vergüenza" (2014, 14 de febrero).
Que se realiza en varios tajos en una jornada de trabajo.
Grupos de recolectores conformados por el patrón de corte para trabajar en los lotes.
Sitios donde pernoctan los recolectores. Pueden llamarse también campamentos.
Entre los términos y expresiones más usuales de los recolectores hay algunos muy propios de ellos: marras (árboles de café ricos en grano maduro. También significa que cogieron buena cantidad de grano en un día), chirrete (persona sucia, indigente que llega a los cuarteles), pulgosa (cobija), coger la raya amarilla (ir por la carretera), parce (amigo, compañero), dar gallina (regaño).
Vehículos camperos de marca Jeep aptos para el transporte del café y de personas por los caminos de las veredas, muy famosos en los pueblos cafeteros del occidente de Colombia.
La "chiva" es un vehículo pesado de transporte de servicio mixto de carga y pasajeros en el área rural de la zona cafetera; su carrocería, construida de fuerte madera, es pintada de forma multicolor, con figuras y paisajes populares que llaman la atención de los visitantes por lo exóticas.

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Secretaria de Asprocafe. (2015, 15 de junio). Entrevista por P. J. Parada. Caldas.

Cómo citar

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Parada Sanabria, P. (2017). Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia). Revista Colombiana de Sociología, 40(1Supl), 193–212. https://doi.org/10.15446/rcs.v40n1Supl.65913

ACM

[1]
Parada Sanabria, P. 2017. Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia). Revista Colombiana de Sociología. 40, 1Supl (jun. 2017), 193–212. DOI:https://doi.org/10.15446/rcs.v40n1Supl.65913.

ACS

(1)
Parada Sanabria, P. Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia). Rev. colomb. soc. 2017, 40, 193-212.

ABNT

PARADA SANABRIA, P. Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia). Revista Colombiana de Sociología, [S. l.], v. 40, n. 1Supl, p. 193–212, 2017. DOI: 10.15446/rcs.v40n1Supl.65913. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/65913. Acesso em: 19 abr. 2024.

Chicago

Parada Sanabria, Pompeyo. 2017. «Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia)». Revista Colombiana De Sociología 40 (1Supl):193-212. https://doi.org/10.15446/rcs.v40n1Supl.65913.

Harvard

Parada Sanabria, P. (2017) «Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia)», Revista Colombiana de Sociología, 40(1Supl), pp. 193–212. doi: 10.15446/rcs.v40n1Supl.65913.

IEEE

[1]
P. Parada Sanabria, «Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia)», Rev. colomb. soc., vol. 40, n.º 1Supl, pp. 193–212, jun. 2017.

MLA

Parada Sanabria, P. «Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia)». Revista Colombiana de Sociología, vol. 40, n.º 1Supl, junio de 2017, pp. 193-12, doi:10.15446/rcs.v40n1Supl.65913.

Turabian

Parada Sanabria, Pompeyo. «Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia)». Revista Colombiana de Sociología 40, no. 1Supl (junio 25, 2017): 193–212. Accedido abril 19, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/65913.

Vancouver

1.
Parada Sanabria P. Práctica social y cultural del campesinado cafetero en cuatro municipios de Caldas (Colombia). Rev. colomb. soc. [Internet]. 25 de junio de 2017 [citado 19 de abril de 2024];40(1Supl):193-212. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/65913

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