Publicado

2023-12-21

El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19

The "Rebusque" as a Category of Analysis: A Case Study of Bogota’s Neighborhood Stores during the COVID-19 Pandemic

O “rebusque” como categoria de análise: estudo de caso das lojas de bairro de Bogotá na pandemia de COVID-19

DOI:

https://doi.org/10.15446/rcep.v10n2.104043

Palabras clave:

rebusque, tiendas de barrio, Neoliberalismo urbano, relaciones sociales (es)
rebusque, neighborhood stores, neoliberalism, social relations (en)
rebusque, lojas de bairro, neoliberalismo, relações sociais (pt)

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Autores/as

  • Sofía Calderón Campos Universidad Nacional de Colombia
  • Dahian Dimaté Zamudio Universidad de los Andes
  • Iván Valenzuela Orozco Universidad de los Andes

En Bogotá, durante la coyuntura del COVID-19, las dinámicas del rebusque se transformaron como resultado de las medidas promulgadas por la alcaldía y el gobierno nacional. Las relaciones entre Estado, mercado y ciudadanía se extendieron en medio del recrudecimiento de la precarización y la vulnerabilidad de los cuerpos. En este contexto, este artículo teoriza la categoría del rebusque dentro del cosmos relacional de las tiendas de barrio de Bogotá y de las transformaciones que estas enfrentaron en los primeros meses de la pandemia (mayo-julio de 2020) para acoplarse a la coyuntura y garantizar su supervivencia económica. Nuestro análisis se despliega a partir de tres ejes: las dificultades económicas específicas afrontadas por los tenderos y tenderas de barrio, la tensión introducida por el rebusque para la dicotomía formal/informal y, por último, las formas como los tenderos y tenderas de barrio teorizan la política, el estado y las insti­tuciones. En cuanto a la metodología, empleamos la etnografía como aliada teórico-práctica y nos valimos de los métodos de la observación participante y entrevistas abiertas para construir nuestras reflexiones. Concluimos que las tiendas de barrio de Bogotá se vieron afectadas negativamente por las medidas institucionales adoptadas, viéndose empujadas a transformar sus dinámicas de interacción con la clientela para poder sobrevivir económicamente. El rebusque se constituye relacionalmente como una expresión de la precarización económica y, en nuestro caso de estudio, muestra la decadencia de la fantasía neoliberal resaltando su cara violenta e insegura.

In Bogotá, during the COVID-19 context, the dynamics of rebusque* transformed as a result of measures implemented by the mayor’s office and the national government. The relations between State, market, and citizens expanded amidst an exacerbation of precarization and vulnerability. In this context, this article theorizes the category of rebusque within the relational cosmos of neighborhood stores in Bogota and the transformations they faced in the early months of the pandemic (May-July 2020) to adapt to the situation and ensure their economic survival. Our analysis unfolds along three axes: the specific economic difficulties faced by neighborhood shopkeepers, the tension introduced by rebusque to the formal/informal dichotomy, and finally, the ways in which neighborhood shop­keepers theorize politics, the state, and institutions. In terms of methodology, we employed ethnography as a theoretical-practical ally, and used methods of participant observation and open interviews to construct our reflections. We conclude that neighborhood stores in Bogota were negatively affected by the institutional measures adopted, being forced to transform their dynamics of interaction with costumers to survive economically. The rebusque is constituted relationally as an expression of economic precariousness and, in our case study, it unveils the decay of the neoliberal fantasy, highlighting its violent and insecure aspect.

 

* The act of finding ways to make a living or earn money through informal or unconventional means. It often involves taking on odd jobs, engaging in small-scale entrepreneurial activities, or using resourcefulness to overcome economic challenges.

Em Bogotá, durante a situação da COVID-19, a dinâmica do “rebusque” foi transformada como resultado das medidas promulgadas pela prefeitura e pelo governo nacional. As relações entre o Estado, o mercado e a cidadania foram ampliadas em meio à intensificação da precariedade e da vulnerabilidade dos corpos. Neste contexto, este artigo teoriza a categoria do “rebusque” dentro do cosmos relacional das lojas de bairro de Bogotá e das transformações que enfrentaram nos primeiros meses da pandemia (maio-julho de 2020) para se adaptarem à situação e garantirem sua sobrevivência econômica. Nossa análise se desdobra a partir de três eixos: as dificuldades econômicas específicas enfrentadas pelos e pelas lojistas de bairro, a tensão introduzida pelo “rebusque” para a dicotomia formal/informal e, por fim, as formas como os e as lojistas de bairro teorizam a política, o Estado e as instituições. Quanto à metodologia, utilizamos a etnografia como aliada teórico-prática e utilizamos os métodos de observação participante e entrevistas abertas para construir nossas reflexões. Nós concluímos que as lojas de bairro de Bogotá foram afetadas negativamente pelas medidas institucionais adotadas, vendo-se pressionadas a transformar sua dinâmica de interação com os clientes para sobreviver economicamente. O “rebusque” constitui-se relacionalmente como expressão da precariedade econômica e, em nosso estudo de caso, mostra o declínio da fantasia neoliberal, destacando sua face violenta e insegura.

 

 

El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19

 

Sofía Calderón Campos. Candidata a magíster en estudios literarios. Antropóloga. Docente ocasional en la Universidad Nacional de Colombia. ORCID: 0000-0002-1262-2910. Correo electrónico: sa.calderonc@uniandes.edu.co

Dahian Dimaté Zamudio. Antropóloga, asistente de investigación en la Universidad del Rosario. ORCID: 0000-0002-9556-3978. Correo electrónico: dc.dimate@uniandes.edu.co

Iván Marino Valenzuela Orozco. Antropólogo, asistente de investigación afiliado a la Universidad del Rosario. ORCID: 0000-0002-2821-4436. Correo electrónico: im.valenzuela10@uniandes.edu.co

 

Recibido: 31 de julio de 2022

Aceptado: 5 de febrero de 2023

Publicado: 13 de diciembre de 2023

 

Resumen

En Bogotá, durante la coyuntura del COVID-19, las dinámicas del rebusque se transformaron como resultado de las medidas promulgadas por la alcaldía y el gobierno nacional. Las relaciones entre Estado, mercado y ciudadanía se extendieron en medio del recrudecimiento de la precarización y la vulnerabilidad de los cuerpos. En este contexto, este artículo teoriza la categoría del rebusque dentro del cosmos relacional de las tiendas de barrio de Bogotá y de las transformaciones que estas enfrentaron en los primeros meses de la pandemia (mayo-julio de 2020) para acoplarse a la coyuntura y garantizar su supervivencia económica. Nuestro análisis se despliega a partir de tres ejes: las dificultades económicas específicas afrontadas por los tenderos y tenderas de barrio, la tensión introducida por el rebusque para la dicotomía formal/informal y, por último, las formas como los tenderos y tenderas de barrio teorizan la política, el estado y las instituciones. En cuanto a la metodología, empleamos la etnografía como aliada teórico-práctica y nos valimos de los métodos de la observación participante y entrevistas abiertas para construir nuestras reflexiones. Concluimos que las tiendas de barrio de Bogotá se vieron afectadas negativamente por las medidas institucionales adoptadas, viéndose empujadas a transformar sus dinámicas de interacción con la clientela para poder sobrevivir económicamente. El rebusque se constituye relacionalmente como una expresión de la precarización económica y, en nuestro caso de estudio, muestra la decadencia de la fantasía neoliberal resaltando su cara violenta e insegura.

Palabras clave: rebusque, tiendas de barrio, neoliberalismo, relaciones sociales.

 

The Rebusque as a Category of Analysis: A Case Study of Bogota’s Neighborhood Stores during the COVID-19 Pandemic

 

Abstract

In Bogotá, during the COVID-19 context, the dynamics of rebusque* transformed as a result o measures implemented by the mayor’s office and the national government. The relations between State, market, and citizens expanded amidst an exacerbation of precarization and vulnerability. In this context, this article theorizes the category of rebusque within the relational cosmos of neighborhood stores in Bogota and the transformations they faced in the early months of the pandemic (May-July 2020) to adapt to the situation and ensure their economic survival. Our analysis unfolds along three axes: the specific economic difficulties faced by neighborhood shopkeepers, the tension introduced by rebusque to the formal/informal dichotomy, and finally, the ways in which neighborhood shop- keepers theorize politics, the state, and institutions. In terms of methodology, we employe ethnography as a theoretical-practical ally, and used methods of participant observation and open interviews to construct our reflections. We conclude that neighborhood stores in Bogota were negatively affected by the institutional measures adopted, being forced to transform their dynamics of interaction with costumers to survive economically. The rebusque is constituted relationally as an expression of economic precariousness and, in our case study, it unveils the decay of the neoliberal fantasy, highlighting its violent and insecure aspect.

Keywords: rebusque, neighborhood stores, neoliberalism, social relations.

 

O “rebusque” como categoria de análise: estudo de caso das lojas de bairro de Bogotá na pandemia de COVID-19

 

Resumo

Em Bogotá, durante a situação da COVID-19, a dinâmica do “rebusque” foi transformada como resultado das medidas promulgadas pela prefeitura e pelo governo nacional. As relações entre o Estado, o mercado e a cidadania foram ampliadas em meio à intensificação da precariedade e da vulnerabilidade dos corpos. Neste contexto, este artigo teoriza a categoria do “rebusque” dentro do cosmos relacional das lojas de bairro de Bogotá e das transformações que enfrentaram nos primeiros meses da pandemia (maio-julho de 2020) para se adaptarem à situação e garantirem sua sobrevivência econômica. Nossa análise se desdobra a partir de três eixos: as dificuldades econômicas específicas enfrentadas pelos e pelas lojistas de bairro, a tensão introduzida pelo “rebusque” para a dicotomia formal/informal e, por fim, as formas como os e as lojistas de bairro teorizam a política, o Estado e as instituições. Quanto à metodologia, utilizamos a etnografia como aliada teórico-prática e utilizamos os métodos de observação participante e entrevistas aberta para construir nossas reflexões. Nós concluímos que as lojas de bairro de Bogotá foram afetadas negativamente pelas medidas institucionais adotadas, vendo-se pressionadas a transformar sua dinâmica de interação com os clientes para sobreviver economicamente. O “rebusque” constituise relacionalmente como expressão da precariedade econômica e, em nosso estudo de caso, mostra o declínio da fantasia neoliberal, destacando sua face violenta e insegura.

Palavras-chave: rebusque, lojas de bairro, neoliberalismo, relações sociais.

 

Introducción: viajes teóricos por los paisajes del rebusque

Dentro del contexto económico del rebusque en Bogotá, el problema no radica exclusivamente en la manera en la que el capitalismo opera como productor de subjetividades, sino en que este no ofrece las condiciones materiales suficientes para que cada individuo pueda sostenerse dentro del conjunto de imaginarios de subjetividades que privilegia. No solo se trata de reconocer la especificidad histórica de la producción de subjetividades particulares que, al mismo tiempo, terminan por ocupar un espacio hegemónico que despliega efectos —imprevistos y disímiles— en las prácticas de los cuerpos. Se trata también de comprender que la máquina deseante capitalista opera de maneras múltiples y que, dentro de los deseos que despliega, la precarización —con todos sus ornamentos— está en la base de la producción deseante. Si seguimos a Taussig y Station (2008) y aceptamos que la forma de la economía mundial del capitalismo contemporáneo está revestida por la dupla atracción/destrucción, debemos también admitir el matrimonio entre la belleza de la fantasía y la violencia de la persecución del deseo. En medio de los dos, el rebusque aparece como el hijo bastardo que nadie quiere reconocer, pero que figura en todas las reuniones familiares, incomodando a los presentes. En su constitución, el cuerpo del rebusque hereda la belleza del deseo y del imaginario que lo parió, mientras mantiene los genes violentos de la semilla de donde emergió.

Violencia y belleza tiñen el aura sadomasoquista de la cotidianidad del rebusque. En consecuencia, reconocer que son las necesidades las que emanan del deseo —y no al revés— (De- leuze y Guattari, 1985) no constituye la meta de llegada, sino el punto de partida; en tanto que, si el deseo se mantiene cerca de las condiciones de existencia objetiva, esto implica que abriga las múltiples formas en las que el rebusque se gesta. En efecto, el rebusque no es una forma alternativa al capitalismo, sino que es producto del encarnizamiento de las desigualdades estructurales e históricas que acompañan tal modo de producción. El rebusque no solo engloba las diferentes acciones en las que los sujetos se embarcan para poder sobrevivir, sino que, a su vez, tiene el potencial de operar como una categoría analítica capaz de iluminar las relaciones heterogéneas que hacen posible la existencia misma del capitalismo.

En este sentido, entendemos por capitalismo una red diversa e íntima de relaciones humanas y no humanas que están en constante recreación (Bear et al., 2015) y dentro de la cual, el rebusque se convierte en la piragua que permite navegar por esas mareas relacionales. Tal y como en las canoas que atravesaban el río Magdalena en el siglo XIX, el rebusque, actualmente, ocupa el lugar del boga. Si ellos eran los cuerpos racializados y textualizados por los viajeros liberales, como interruptores del comercio y como cuerpos amenazantes de la fantasía del mestizaje blanqueador (Martínez, 2012), el rebusque es decodificado como la amenaza de la fantasía de la modernidad y el obstáculo para el desarrollo. Contra el proyecto de controlar las relaciones económicas y de organizarlas bajo la dicotomía formal/informal, el rebusque estalla estos intentos y los discursos que buscan delimitar asépticamente las fronteras de las prácticas. En consecuencia, con su existencia misma se reconoce la convulsión y heterogeneidad de la forma como el capitalismo se construye en la cotidianidad.

En medio de la coyuntura del COVID-19 y del fenómeno de recesión que con ella se desplegó, las formas de rebusque se diversificaron y aumentaron como respuesta ante la crisis. Bogotá empezó a teñirse de rojo desértico: las ventanas comenzaron a izar trapos rojos en señal de auxilio por la escasez de alimentos y como forma de protesta ante la carestía. En el fondo, no cesaban de sonar las trompetas, los bajos, acordeones y voces que cabalgaban las calles capitalinas al ritmo de vallenato, mariachi o cumbia, a quienes se les unían el coro de las voces que transgredían las restricciones por la necesidad: decidían salir, exponerse a un virus desconocido y tocar de puerta en puerta para rebuscarse lo del diario. Las tiendas de barrio, en particular, pasaron de ser los nodos de relaciones sociales y de consumo cotidianas a ser lugares restringidos y distantes, sus entradas acostumbradas a dar la bienvenida a los caminantes de turno tuvieron que ser reemplazadas por funestos enrejados que impedían la entrada. En aquellas tiendas donde aún se podía llegar a ingresar, las visitas eran fugaces, los cuerpos, con diferentes ropajes, se cubrían de pies a cabeza, dejando a la vista una ínfima parte de su figura, largas y zigzagueantes filas de personas se desplegaban sobre las aceras, cada una aguardaba el turno para poder entrar a tomar aquellos productos necesarios para su supervivencia y volver a casa para de nuevo sentirse a salvo.

Cada salida se sentía como un riesgo y entre más constantes fueran, aumentaba la probabilidad de contagiarse de un virus que acechaba frente a las puertas de cada casa. Las visitas donde la “vecina” o el “vecino” tuvieron que ser reemplazadas por las visitas a los grandes supermercados, que ofrecían, al parecer, mejores garantías tanto de cuidado, como alternativas de abastecimiento. Las tiendas de barrio, entonces, fueron abandonadas poco a poco. Así lo sentían sus propietarios, no solamente por la poca concurrencia en sus establecimientos, también porque las personas que llegaban iban y venían como fantasmas; era posible identificar su presencia, pero con la transitoriedad y fugacidad que llegaban, así mismo salían.

En este contexto, pretendemos analizar los cambios que afrontó el rebusque durante la pandemia, en tanto que estos constituyen una de las maneras para adentrarse en los modos dentro de los cuales se trenzan las relaciones dialécticas entre estado[1], sujetos y mercado. En este documento, procuramos problematizar el rebusque y proponerlo como categoría analítica para indagar, desde las prácticas, cómo se construye el capitalismo en la época pandémica.

Decidimos ampararnos metodológicamente en la investigación etnográfica para ahondar en las relaciones cotidianas que ocurren en las tiendas de barrio. Consideramos que la etnografía permite identificar los rasgos, matices y cambios que han hecho parte de la experiencia de este gremio durante la pandemia. Los relatos de los actores han sido el material etnográfico central para la investigación, sus narraciones no solamente están cargadas de implicaciones directas sobre cómo la   coyuntura   sanitaria ha afectado la rentabilidad de sus negocios. Además, entre las líneas de estos relatos, se revelan las tensiones familiares, personales y emocionales que la coyuntura ha desatado y, también, quedan expuestas las diversas formas en las que las tiendas son valoradas desde los múltiples horizontes simbólicos dentro de los que se sitúan sus propietarios.

La investigación tomó lugar en 3 barrios distintos de la ciudad de Bogotá: Bosa Laureles, Villa del Río y Pontevedra. Los dos primeros están ubicados en la localidad de Bosa y el último hace parte de la localidad de Suba. El criterio principal para esta selección se basó en aprovechar la experiencia de primera mano, pues estos 3 barrios fueron los lugares de vivienda de cada uno de los investigadores durante las restricciones de movilidad impuestas durante la emergencia sanitaria.

Ahora bien, abordaremos 3 frentes para cuestionar el rebusque. En primer lugar, ahondaremos en torno a las dificultades económicas desatadas por la ruptura relacional entre los tenderos y tenderas y su clientela, para afirmar que el rebusque está aparejado con la inseguridad económica. En segunda medida, analizaremos la dicotomía formal/informal para reconocer que las prácticas del rebusque no solo no son exclusivas del campo de lo informal, sino que, al estar inmersas en el pantano de la precarización, reclaman un espacio liminal que franquea los límites trazados por los imaginarios del estado que configuran lo informal y lo formal, como esferas contrapuestas. Por último, ahondaremos en las maneras como los sujetos conceptualizan la política, el estado y las instituciones para sustentar que la deuda se convierte en un instrumento de gobierno que permea las formas en las que se ejerce el rebusque.

 

Preámbulo metodológico

En este artículo de reflexión empleamos la etnografía como metodología de investigación. Como parte de esta decisión metodológica hemos explorado diferentes formatos que permitan desdibujar los límites de la academia, en tanto, mediante esta aproximación etnográfica hemos comprendido que,

en Colombia nos ufanamos de nuestra actitud optimista ante los embates que representan las adversidades de la vida. Consideramos que al enfrentar estas situaciones con un espíritu aguerrido y valiente se moldeará nuestro carácter; necesario, eso sí, para que el arquetipo de individuo autosuficiente que todo lo puede si se lo propone, emerja como el camino privilegiado en la carrera al éxito. Sin embargo, esta apuesta del yo que todo lo puede ha devenido en un agotamiento crónico, y ¡cómo no! si al cerrar a nuestras espaldas la puerta de nuestros hogares nos subimos de nuevo al ring a recibir los ensordecedores golpes altos de las desigualdades sociales y los sigilosos golpes bajos de las decisiones gubernamentales, embestidas que nos dejan desairados sobre la lona, pidiendo tiempo y ayuda para respirar, pero al no encontrar nadie que nos auxilie, con los rezagos de voluntad nos levantamos y alcanzamos a devolver dos o tres golpes hasta que el sonido de la campana, temporalmente, nos salva. (Lxs de A Pie, 2021)

La decisión de elegir la etnografía como camino metodológico irradia no solo las relaciones de creación de conocimiento que construimos con los actores con quienes nos vinculamos para la exploración de la categoría del rebusque, sino también afecta las decisiones estéticas con implicaciones fuertemente políticas, como lo es la escritura en primera persona. A lo largo de esta reflexión, decidimos —abrigados por una amplia tradición epistemológica en la antropología contemporánea— cuestionar la escritura en tercera persona para, desde su problematización, poner en duda valores como la pretensión de objetividad decimonónica. En efecto, si asumimos —como Daston y Galison (2007)— que la objetividad es un valor situado histórica y geográficamente tendríamos que aceptar que sus significados, pretensiones y métodos también lo son. La objetividad científica tiene una historia y un conjunto de virtudes epistémicas contingentes. Para ser objetivo, en términos decimonónicos, hay que aspirar a la creación de conocimiento que no cargue con las marcas de quien conoce, es decir, un conocimiento que sea independiente de las habilidades, prejuicios, ideales, juicios, deseos o intenciones de su artífice (Daston y Galison, 2007): un conocimiento ciego.

En este sentido, buscamos abandonar la posición de sujeto/narrador omnisciente y hacer explícita nuestra posición como un sujeto en situación (Matus, 2021) que, al momento de realizar una investigación o entrar en el campo, no deja o no se deshace de los atributos sociales e históricos ni mucho menos las identidades de género, raza o etnia que lo configuran (Stoeltje et al., 1999). De esta manera, nos distanciamos de una descripción pulcra e impoluta de la realidad social y apelamos, mediante los argumentos del giro de la reflexividad en antropología, a reconocer las relaciones sociales que se tejen entre distintos actores, en las que también participan las investigadoras y el investigador de este artículo, como materia tangible y situacional de lo que llamamos la vida social.

Considerando que la escritura es un proceso cuyas decisiones estilísticas están arraigadas a una forma particular de concebir el mundo, pero también —y, sobre todo— de construirlo, es necesario reconocer las implicaciones políticas y epistemológicas de dichas decisiones. La escritura en tercera persona fácilmente puede ser un recurso que propicie la reificación del conocimiento. En lugar de situarlo en una voz particularizada, aterrizada a un conjunto de relaciones discernibles y dentro de horizontes de sentido caracterizables, traza el camino para elaborar la fantasía de un conocimiento flotante que emerge desde el no lugar; logrando oscurecer las relaciones que lo producen y fortaleciendo una noción decimonónica de la objetividad y eurocéntrica del conocimiento. Particularmente, aquella que asume que para que este sea válido debe nacer de la separación entre sujeto y objeto de conocimiento, procurando borrar lo que más se pueda las huellas del sujeto cognoscente. La escritura en tercera persona es uno de los recursos que facilita este borramiento y que participa en la reproducción de estos compromisos onto-epistémicos.

Ahora bien, en oposición a esta forma de modelar la objetividad, consideramos que para comprender el rebusque en tanto fenómeno contingente, heterogéneo y convulso, es necesario renunciar a la pretensión de la vista ciega. No renunciamos, sin embargo, a la objetividad. Rechazamos su formulación decimonónica y a partir de ella aspiramos, como Haraway (1988), a su comprensión desde una perspectiva relacional: nuestro conocimiento del mundo será más robusto si procuramos reunir y congregar la mayor cantidad de perspectivas sobre el mismo; no si nos esforzamos en borrar e invisibilizar estos lugares de enunciación. Hablamos entonces de una perspectiva que nace del reconocimiento de las realidades diversas y de la necesidad de atender a su fractalidad, explicitando los sujetos que participan en la formulación de discursos y aspirando a exaltar las huellas que dejan en el conocimiento que producen. En lo sucesivo, el lector puede asumir la escritura en primera persona como una estrategia estética que pretende poner en duda el modelo de la objetividad decimonónica y las pretensiones que acarrea.

De esta manera, la aparición del “yo” o de la primera persona en nuestra etnografía está asociada a las reflexiones que surgen de la crisis de la representación de la antropología en los años 80 (Clifford y Marcus, 1986). Reconocemos el “yo” como elemento crucial en la construcción del sujeto/objeto de estudio, debido a que, en múltiples niveles estamos atravesados histórica y personalmente por las situaciones, contextos y fenómenos que pretendemos estudiar (Sánchez, 2003). Por lo tanto, la búsqueda y el desarrollo de la categoría del rebusque a través del caso de estudio de las tiendas de barrio no puede ignorar los lugares desde donde enunciamos y desplegamos nuestros argumentos. La pandemia atravesó nuestros contextos relacionales y transformó nuestra cotidianidad: como sujetos inmersos en la red relacional de las tiendas de barrio presenciamos y compartimos las dificultades de dichos campos. Nuestras reflexiones emergen de este lugar de enunciación y se vinculan con este tejido social.

Valdría la pena volver a resaltar que el quehacer etnográfico se encuentra ligado al caminar, indagar e interpretar desde el punto de vista del investigador porque es desde ese contexto que puede analizar lo que ocurre a su alrededor. Si bien es conflictivo considerar que la producción escrita recae únicamente en el ejercicio reflexivo y analítico de una persona, esto no es lo que pretendemos plantear en este texto. Por el contrario, la intención es exponer que la etnografía se ha distanciado de esa posición “presuntamente objetiva, impersonal, de lo aprendido en el campo, como un ejercicio de poder retórico” (Guber, 2011, p. 128). En este sentido, la etnografía ha presentado una apuesta teórica y metódica por descolonizar la construcción de conocimiento y en su intento ha pretendido constituir una ciencia de la interpretación (Marcus y Cushman, 1998).

Por tanto, hacer etnografía implica una intención política que no pretende presentar los resultados en una investigación como absolutos y únicos, escritos bajo un lenguaje que reproduce el ejercicio de poder del investigador hacia el “objeto” de estudio; como si esta fuera un proceso que termina por cosificar a aquellos agentes activos que intervienen, aportan y co-construyen el conocimiento. Las etnografías ocurren gracias a la relación que emerge al interactuar y compartir las experiencias y la rutina en un contexto específico en ambos sentidos; es en este encuentro y en el diálogo entre pares donde se materializa el conocimiento. Luego, esto se presenta como eje articulador para plantear las narrativas y el análisis (Marcus y Cushman, 1998). Decidir desligarse de esta relación a la hora de escribir no solo implicaría una ruptura con el ejercicio etnográfico, sino que desconocería, de forma arbitraria, que las bases del conocimiento son las experiencias vividas y compartidas en un lugar y momento específico; cayendo en el vicio de definir y teorizar desde el poder que otorga la academia.

En síntesis, nuestra apuesta por presentar una etnografía es resaltar que las vivencias de los tenderos y tenderas en Bogotá no se encuentran aisladas de los debates conceptuales sobre la deuda, la precarización, la formalidad y la informalidad, sino que a partir de dichas experiencias es posible ampliar estas categorías.

 

Rupturas relacionales

Henri Lefebvre (1974, citado por Molotch, 1993) define la ciudad como espacio social y simbólico, vivido y apropiado por diferentes individuos que cumplen un papel activo dentro de las actividades sociales, económicas, políticas y culturales. Considerar el rol de las personas en la construcción del espacio quiere decir que las relaciones o interacciones cotidianas son fundamentales para que el espacio y su estructura se mantengan. Sin embargo, en el año 2020 atenderíamos una crisis sanitaria mundial que nos evitaría habitar y transitar el espacio abierto, desafiándonos a vivir y apropiarnos de manera distinta la ciudad.

El traslado de los trabajadores a sus hogares alteró las interacciones cotidianas y se subestimó el efecto negativo que esta decisión tendría sobre algunos eslabones de la cadena productiva, aquellos que mantenían en marcha la economía y la distribución del dinero, dado que, así como se afirma que hay una potencia afectiva y corporal de la presencia que es difícil reemplazar (Vommaro, 2020. p. 163), existe una potencia en la interacción social en favor de los intercambios económicos que es difícil reemplazar. Por lo tanto, todo lo construido en las calles quedó desconectado del flujo de relaciones que lo mantenían con vida y se quebró una parte del sentido y del valor de las interacciones; en pocas palabras, presenciamos una ruptura relacional de las prácticas sociales cotidianas.

Esta situación ubicó a las formas y estructuras de producción y reproducción de la sociedad en un lugar de vulnerabilidad y afectó los intercambios económicos que dependían del encuentro corporal para mantenerse en funcionamiento. Así lo manifiesta Alberto, uno de los múltiples tenderos y tenderas que experimentaron cómo las restricciones de sociabilidad presencial en las ciudades interrumpieron los ciclos de sus actividades económicas:

Antes de que pasara esto pues se vendía más porque no es lo mismo uno tener esto a dos metros de ustedes, que venga un solo cliente a que yo tenga abierta esta vitrina de acá para que la gente entre y mire, ¿si? No es lo mismo. Entonces de la pandemia para acá que yo he trabajado sinceramente se nos ha bajado casi el 50 % de las ventas porque hay productos que no, vea desde la pandemia tengo todo esto quieto, no se vende. (Alberto, comunicación personal, 2020)

La disminución en las ventas, la reducción en la demanda de ciertos productos y el aumento de los precios, que afectó tanto a los tenderos y tenderas como a los consumidores, condujeron a las tiendas de barrio hacía una

condición de inseguridad y vulnerabilidad económica. Los testimonios de Ramón y Victoria ilustran esta situación:

La forma de transporte ha sido igual, pero a la hora de conseguir la materia prima es más complicado porque no se consigue en la misma cantidad el animal. Siempre, antes de una situación de contingencia van a haber extremos y excesos. Ahora no, porque el dueño del animal no puede perder plata y el que tiene el negocio tampoco puede perder. Entonces van por su economía y se ven más escasas las cosas. (Ramón, comunicación personal, 2020)

No llegaba el abastecimiento completo por cuestiones de restricción. Por lo menos para los productos que venían de fuera de Colombia se quedaron. Por ejemplo, en la comida para mascotas hay cosas que se quedaron quietas, por una parte, porque no todo el personal podía trabajar, y no había transporte tampoco. (Victoria, comunicación personal, 2020)ƒΩ

Con las restricciones para interactuar, cada individuo se vio forzado a reorganizar su vida cotidiana. Los encuentros virtuales se fortalecieron como dispositivos de seguridad frente a la situación sanitaria y recurrimos a ellos para restablecer parte de los procesos socioeconómicos de las ciudades, lo cual provocó el surgimiento de nuevas demandas de consumo que debían ser atendidas por los comerciantes. Sin embargo, para las tiendas de barrio estos desafíos del mercado quedaron por fuera de su infraestructura material. Tenderos y tenderas quedaron en desventaja frente a grandes superficies, como Éxito, Jumbo o Carulla, para satisfacer las necesidades de consumo que el mercado en el marco de la pandemia y la cuarentena estricta necesitaba para mantenerse.

Este no es un fenómeno nuevo, en el siglo XXI hemos presenciado un proceso social e histórico de modernización motivado por los complejos cambios económicos, tecnológicos, sociales y políticos que han devenido en la movilidad mundial de bienes, servicios, trabajadores y capital, privilegiando el desarrollo de la economía y las prácticas sociales que hacen posible estos intercambios. Las grandes superficies se han consolidado como una especie de modernización del comercio, son espacios privilegiados de los planes de desarrollo urbano por cuanto grandes extensiones de terreno se transforman en centros de consumo masivo. Además, han funcionado como vehículo para las políticas económicas neoliberales de libre comercio, ya que son financiadas por capital extranjero, incluso Latinoamérica se ha convertido en un campo fértil de oportunidades económicas para los inversionistas (Dávila, 2016).

Durante la cuarentena, satisfacer las nuevas necesidades de los consumidores sujetas al cuidado y protección de los cuerpos requería disponer del capital financiero para la respectiva renovación para poder responder a esas demandas. Ante este panorama, fueron las grandes superficies las que durante la cuarentena pudieron lograrlo. La experiencia de Raúl ilustra lo difícil que ha sido para las tiendas de barrio adaptarse a los cambios exigidos por el mercado:

Pero nosotros nunca pensamos en trabajar con plataformas de domicilios ni nada de esas cosas. A parte de eso ¿por qué? porque son muy costosas. Es un 30 % de lo que hay que pagar. Imagínese subirle a un producto el 30 %. No va a dar el margen que tiene que dar [...] Mejor tratamos de repartir volantes, tratamos de hacer unas cosas, imprimimos volantes caseros porque no había nada abierto. Lo hicimos, porque hicimos la tarea, pero no funcionó. (Raúl, comunicación personal, 2020)

Al ser susceptibles a la transformación, los espacios dejan de ser simples escenarios neutros desprovistos de todo significado simbólico. Debemos tener en cuenta que en su construcción intervienen fuerzas políticas, sociales, económicas y culturales que entran en disputa por lo que el espacio debería ser (Molotch, 1993. p. 888); esto quiere decir que los espacios encapsulan prácticas y significados específicos y en ellos se puede detallar las visiones que participan en la producción de la materialidad, en la organización y en el funcionamiento de la sociedad. En un sistema neoliberal, los impactos del mercado se distinguen en múltiples campos; tal es el caso, que el mercado adquirió la función de coordinar la producción del espacio urbano (Abramo, 2011), influyendo explícitamente en el ordenamiento de la ciudad. Esta nueva disposición ha dado paso a nuevas materialidades que permiten la producción y reproducción del sistema socioeconómico, en el cual los centros de consumo masivo se establecen como enclaves importantes para la transformación de la ciudad, para nuestra relación con la misma y la generación de nuevos hábitos de consumo.

El dinamismo en la economía que marca el funcionamiento del mercado excluye a aquellos agentes que encuentran difícil seguir el paso y los deja relegados a una especie de condición obsoleta y anacrónica dentro de la actividad económica. Esta vibrante dinámica en el comercio está compuesta por multiplicidad de productos, una oferta masiva, distintos métodos de pago y captación copiosa de consumidores. Este escenario sitúa a los supermercados de grandes superficies al frente de la redistribución del dinero, mientras que las tiendas de barrio quedan marginadas de este proceso. Por lo tanto, la crisis de estos establecimientos se agudiza en tanto que el proyecto neoliberal genera desigualdades en la producción y reproducción de la economía, ya que favorece a los espacios que crecen en sus entrañas y se rinden a los pies de la lógica, al parecer ubicua, del mercado competitivo. Mario nos clarifica cómo su tienda se ha visto en desventaja dentro de este contexto:

Y pues la gente ahorita está prefiriendo comprar en los sitios donde le sale mejor, como lo que es justo y bueno, donde ya es por cantidades y le sale más económico que comprar en un negocio normal. Entonces por eso también se redujo la venta. (Mario, comunicación personal, 2020)

A finales de la década de los noventa, en Colombia se consolidaron las grandes cadenas de supermercados e hipermercados como efecto de la reconversión productiva y de consumo que el flujo global de mercancías y capitales demandaba (Ramírez-Plazas, 2008, p. 37). Este acontecimiento se consideró como el fin de las tiendas de barrio y los minimercados, ya que se creía que las grandes superficies abarcarían las demandas de todos los consumidores. No obstante, cerca de 20 años después, los tenderos y tenderas y sus establecimientos continúan formando parte de la economía comercial; se han logrado mantener activos dentro de la cadena económica global. Para lograrlo, han apelado al encuentro e interacción cotidiana con sus clientes; a través de la atención personalizada que estos negocios ofrecen, se configuran relaciones de vecindad y amistad que los convierten en centros sociales familiares para los consumidores (Goldman, 1976, p. 46).

Desde la primera acometida de exclusión por parte del mercado, tenderos y tenderas se han defendido y han persistido en el terreno de las condiciones neoliberales apelando a la propiedad social de las personas. Ahora bien, teniendo en cuenta el contexto de cuarentena y confinamiento, se hace razonable la estruendosa crisis económica que estos establecimientos están experimentando. La reducción del tránsito peatonal es directamente proporcional a la reducción de las ventas de las tiendas de barrio. El que había sido su recurso de competencia frente a las grandes superficies y su estrategia de conservación dentro de la economía y el mercado ahora se encuentra limitado.

A esta situación se suma que, dentro de este sistema, los tenderos y tenderas son trabajadores precarizados y altamente reemplazables (Fjeld y Quintana, 2019), el neoliberalismo los convierte en mano de obra y en formas de producción desechable, excluyéndolos de la escena económica y social del mundo (Ibisate, 1998). A pesar de ello, estos establecimientos se aferran a la importancia del relacionamiento e interacción que sus espacios proponen, se aferran a esta simbiosis entre lo social y lo económico, al arraigo para construir una comunidad a través del encuentro y desmarcarse del individualismo al que aluden los hábitos de consumo de autoservicio que proponen los supermercados de grandes superficies. Las tiendas de barrio se niegan a ser devoradas por los campos de desigualdad que generan los proyectos neoliberales y durante este tiempo han intentado contrarrestar los efectos causados por la crisis.

Las tiendas de barrio se han movido dentro de un contradictorio espacio, si bien se han establecido como alternativa para el consumo e interacción social, no se configuran por fuera del neoliberalismo. Estos establecimientos hacen parte de un sin número de proyectos que se integran como minoritarios y adaptables de manera progresiva a los proyectos económicos imperantes (Fjeld y Quintana, 2019). Más que establecer un desacuerdo con el capitalismo neoliberal, las tiendas de barrio se mueven de nuevo hacia los márgenes que el sistema les había otorgado. Por lo tanto, las estrategias que tenderos y tenderas han desplegado para sobrevivir durante esta coyuntura son consecuencia de la inseguridad e inestabilidad económica que forma la base del capitalismo. Los esfuerzos físicos, las reestructuraciones materiales y su acoplamiento con dispositivos tecnológicos, más que una suerte de figuras románticas de superación y resiliencia, son la inevitable re-inmersión al único sistema autorizado y disponible para la realización de la vida de las personas. La presión que se desata por el despojo y desaparición logra afectar la mente y las emocionalidades de las comunidades, obligándolas a tomar la única salida posible: la precarización en favor de la reestructuración productiva y de consumo que el neoliberalismo sugiere.

 

El rebusque frente a la dicotomía formal/informal

La desigualdad, el bienestar y los modos de vida han sido opacados por la naturalización del programa neoliberal. En su práctica, estos no han hecho más que propagar y acentuar tensiones sociales que dificultan alcanzar su ideal, uno que impone aspectos frente a la calidad de vida. El accionar neoliberal a niveles sociales, culturales, económicos y políticos que deviene de la masificación de las “imágenes de mundo y políticas públicas que se han vuelto socialmente dominantes, pese a que sólo terminan beneficiando a una élite que, mediante ellas, arraiga su poder o lo establece” (Fjeld y Quintana, 2019, p. 4), reproducen y naturalizan un estilo de vida bajo sus criterios. Así pues, la relación entre el neoliberalismo y el estado interviene de forma activa en la cotidianidad, mediante decisiones político-económicas que terminan alterando la responsabilidad económica a la población.

El programa neoliberal, que sigue el estado colombiano, se desentiende de crear condiciones de bienestar y plantea —de forma errónea— acciones que intentan mitigar los efectos del desborde económico, acciones que pueden ser clasificadas como asistencialistas y que acentúan formas de desigualdad (De la Vega y Ciuffolini, 2020). En este sentido, estas decisiones político-económicas han causado preocupación en sectores de la población ante el futuro y la incertidumbre que genera la inestabilidad.

En un contexto donde la inseguridad económica se encuentra en auge, solo es posible pensar en cómo alcanzar los niveles ideales de bienestar, o al menos cómo garantizar algunas condiciones mínimas (salud, vivienda, alimento) como mínimo para sí mismo. De esta manera, el programa neoliberal, lejos de intentar garantizar algún tipo de estabilidad, ha buscado responsabilizar a cada individuo de su propia condición. Por tanto, “en el marco neoliberal, la pobreza es considerada el resultado de las ‘dificultades’ que enfrentan algunos grupos para acumular, en sí mismos, diversas formas de capital” (De la Vega y Ciuffolini, 2020, p. 780).

De esta manera, cada individuo asume la responsabilidad de elaborar estrategias para sobrevivir. Para ello, en general, pueden considerarse dos caminos: el empleo o el emprendimiento. Sin embargo, en ambos casos podemos enlistar una serie de condiciones que empujan estas posibilidades a la precarización. Con las transformaciones sujetas a las decisiones estatales, ser empleado no garantiza ningún tipo de estabilidad; el incremento de los contratos por prestación de servicios o por obra labor ha obligado a cada trabajador a costear —casi como independientes— salud y seguridad social aun cuando deberían estar acompañados de aportes realizados por las empresas y el estado. De tal forma, “se normaliza el trabajo precario y flexible con el fin de poder usar más libremente a los trabajadores y desecharlos cuando se decida” (Lutz, 2013, p. 179).

El casi mitológico contrato a término indefinido se convierte, entonces, para un trabajador, en un personaje de ficción que solo se ve en la lejanía de la imaginación, como un sueño que podría garantizar tan añorada estabilidad. El panorama como independiente no tiene grandes cambios, el estado sigue sin hacer algún tipo de contribución; más bien pasa por alto las posibles necesidades que pueden tener los emprendimientos y reafirma las dificultades que las personas deben afrontar en su trabajo al hacerlos transitar de lo informal a lo formal para contar con legitimidad, sin ofrecer garantías frente a derechos laborales o financiación. Wilson, quien tenía un negocio en el Gran San de Bogotá, tuvo que aventurarse en otro tipo de emprendimiento para sostener a su familia.

Entonces estamos jodidos. ¿Cuántas personas? Por lo menos yo que estaba en el Gran San, ese centro comercial no lo han abierto; muchas personas ya se están quebrando por eso, porque son 3 meses. Llevamos 3 meses sin recibir ningún sueldo, ninguna ayuda. Entonces, ¿qué está haciendo el gobierno? (Wilson, comunicación personal, 2020)

La dicotomía entre la formalidad y la informalidad se ha planteado como dos caras opuestas de la misma moneda. Lo formal está asociado con un empleo asalariado y la expectativa de la estabilidad, mientras que en lo informal emerge el autoempleo, con rostros de emprendimientos e iniciativas locales —en principio—. Sin embargo, esta contraposición es más compleja que la fuente de ingresos, la informalidad se caracteriza por no estar regulada por las instituciones (Porter y Haller, 2004, citado por Izquierdo, 2020). Por lo tanto, podría considerarse que la categorización sólo responde a un aspecto burocrático, pero esto también se aleja de la realidad. La emergencia sanitaria del COVID-19 lejos de impulsar al estado a pensar en políticas de bienestar eficientes, puso en evidencia la desigualdad socioeconómica que afrontamos. El conflicto entre la formalidad y la informalidad ha dejado al descubierto una serie de tensiones con la institucionalidad, donde surge una categoría adicional, una que no puede ser clasificada, sino que se encuentra a la deriva. Esta es la situación de aquellas personas cuyas actividades económicas no encajan en las definiciones impuestas, actividades que se encuentran en un estado liminal entre lo formal y lo informal. Para Elkin, dueño de un guanabanazo en el barrio Santa Rosa, la emergencia sanitaria del COVID-19 dificultó su forma de supervivencia.

¿Por qué nos afecta tanto? Porque esto son negocios que son negocios […], formales, pero se vuelven informales. ¿Por qué? porque nosotros pagamos cámara de comercio, RUT, bomberos, sanidad. Todos los permisos se tienen y todo lo que le exigen se va teniendo; pero no somos empresas ni microempresas que tenemos 3 empleados para beneficiarnos de algo, de alguna ayuda. No. Lastimosamente lo único que hacemos es aportar. (Elkin, comunicación personal, 2020)

Aun así, cumplir con los requisitos que exige la legislación para ser considerado como formal no tiene ninguna garantía. Las iniciativas que surgen constantemente desde la informalidad “pareciera[n] constituirse en una estrategia más para el logro del progreso individual o familiar” (Izquierdo 2020. p. 1589) y para suplir sus necesidades básicas. En este sentido, las intervenciones neoliberales han transformado la visión estatal frente al bienestar de la población a través de “la privatización de servicios públicos” y la promoción de “políticas públicas de autorresponsabilización personal que regulan las obligaciones sociales como obligaciones personales” (Fjeld y Quintana, 2019, p. 4). Como consecuencia, el sector informal recoge aquellas realidades, de manera que “la inserción en los espacios de informalidad se traduce en la práctica en un significado de perdurabilidad y manutención de sus necesidades básicas en el tiempo, al representar su futuro desde la estabilidad de sus estrategias actuales” (Izquierdo, 2020, p. 1590). Ahora bien, en el contexto de pandemia, la privatización en los servicios y la ausencia de aportes estatales hacia el comercio perjudicó diferentes negocios que se enmarcan en la formalidad. Para Alberto, propietario de una tienda en el barrio Santa Rosa, es clara la ausencia de ayuda desde el estado.

A nosotros los comerciantes no nos han dado nada. Ni siquiera el bajón de la luz. La luz, el agua todo eso llegó más caro. Hubiera llegado más bajito, pero se nos subió antes más. Lo único que el gobierno nos dijo fue que lo de la cámara y el comercio tengo que pagarlo ya ahorita en julio. No debería cobrarnos cámara y comercio por este año. (Alberto, comunicación personal, 2020)

Aunque estos problemas han florecido en tiempos de pandemia, responden a un problema de larga duración que afecta a la sociedad en diferentes niveles. Aspectos como la privatización de la salud y la educación complejizan los modos de vida al comercializar con el bienestar de la población.

Entonces, tengo dos niñas estudiando en un colegio privado. A parte de eso no recibo ayudas del gobierno porque no tengo ni Sisbén[2], o sea, pago mi seguridad y mi salud por aparte, privada, y pago el estudio de las niñas, tampoco lo recibo por parte del gobierno. […] No ha habido ni como pagar los colegios de las niñas, ni como pagar las cuotas de la casa. Administración de la casa. No ha habido nada de esas cosas. (Alberto, comunicación personal, 2020)

Las constantes variaciones en la economía obstaculizan el trabajo de los dueños de negocios, quienes además de luchar contra las dificultades que ha traído la pandemia, deben responder a las exigencias de la formalidad. Por otra parte, “la informalidad ha llegado a ser representada como una estrategia de progreso más que de subsistencia, a partir de apoyarse en lógicas de inserción en los espacios formales de la economía” (Izquierdo, 2020, p. 1597). La concepción de progreso se anida en los principios de un sistema neoliberal que reproduce imaginarios donde el trabajo informal representa un medio para “la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales individuales y colectivas” (Izquierdo, 2020, p. 1598) y, a su vez, contrarresta el efecto que la insatisfacción social de estas necesidades podría tener en el panorama socioeconómico.

Sin embargo, esta imagen ilusoria de la informalidad-formal, como modo de progreso mediante el trabajo duro, en Colombia es asociada con la resiliencia de la población para superar dificultades económicas a través del rebusque. Un término que socialmente es acogido casi como identidad, porque gracias al rebusque de ingresos económicos en diferentes sectores, las personas logran suplir sus propias necesidades. Esta posición frente al rebusque da cuenta de cómo se siguen justificando las decisiones políticas de abandono, a tal punto que suelen considerarse como formas de emprendimiento o autosuperación.

En este sentido, el despojo se construye de forma desigual y afecta brutalmente a todos los que carecen de una posición privilegiada que garantice seguridad y confianza económica. La brecha de desigualdad, como si se tratara de una feroz competencia, romperá su propio récord y alcanzará índices tan altos que para enfrentarlos necesitaremos mucho más que intenciones caritativas o filantrópicas de parte de públicos o privados. En estas condiciones estructurales, el rebusque se convierte en una experiencia relacional creativa que nace de la inseguridad e inestabilidad económica que forma la base del capitalismo. El rebusque es la apuesta por la supervivencia: el presente cada vez se vuelve más corto y la ansiedad por el futuro, más insistente. Cada ciudadano rebusca la manera de sobrevivir dentro del mar de desigualdad que es Colombia: algunos cuentan, por mera suerte, con herramientas que permiten sofisticar el rebusque, pero que no aseguran la estabilidad ni tampoco espantan las calamidades que en cualquier momento pueden aparecer para acecharnos.

 

Viaje por las conceptualizaciones populares de la estatalidad

Al recorrer las panaderías, salsamentarias, locales de guanabanazo y demás tiendas de barrio, se evidenció que sus dueños y el correspondiente equipo de trabajo compartían una visión específica del gobierno y del estado; visión construida por sus quehaceres y experiencias cotidianas, los efectos de la pandemia en sus vidas y las medidas gubernamentales adoptadas en torno a esta. En este sentido, la visión del estado, más que ser una mera representación, constituye una forma de ordenar, producir e intervenir lo institucional. Así, en sus prácticas cotidianas, los cuerpos del rebusque configuran y conceptualizan las instituciones estatales; proceso a través del cual moldean los criterios de verdad que emplean para producir y, al mismo tiempo, juzgar el entorno político en el que se encuentran incrustados. El presente de la pandemia constituye no solo el resultado de un conjunto de disposiciones gubernamentales con correlatos materiales, sino también aparece como la plataforma desde la cual se imaginan agentes como el estado o el gobierno a partir de sus prácticas y efectos en la realidad de quienes los conceptualizan.

Al escudriñar en torno a cómo los sujetos que establecen sus negocios para rebuscarse el sustento familiar se piensan con relación al gobierno y sus políticas, se iluminan las maneras como el Estado es pensado y creado desde las prácticas cotidianas de cada individuo. En efecto, el ejercicio de conceptualización e imaginación política no es uno de un talante puramente abstracto ni oscuramente idealista, sino que emerge de los efectos de las relaciones tensionantes y conflictivas entre agentes con intereses disímiles. La forma como el gobierno es imaginado por quienes encuentran en las tiendas de barrio un sustento económico gravita en torno a dos polos: la faceta antigarantista y la faceta de leviatán. A partir de estas dos caras, los agentes componen un tejido que, si bien es cierto es diverso —y en ocasiones discordante—, construye una imagen en un telar donde la urdimbre se compone de la interrelación entre gobierno, mercado y “sociedad civil”.

Por lo tanto, las conceptualizaciones de las prácticas de las instituciones gubernamentales de estos cuerpos del rebusque apuntan a teorizar al estado como un conjunto de prácticas y actores que potencian la unión entre sociedad y mercado. Definitivamente, el punto no es que la sociedad o el mercado estén alejados ni tampoco que constituyan esferas relacionales lo suficientemente lejanas como para necesitar de un puente que una la distancia inconmensurable; el punto es que el estado se vale de sus aparatos y de sus recursos institucionales para soldar ese vínculo. Además, el tinte particular de este punto es que son los cuerpos del rebusque quienes, a partir de su experiencia y de las transformaciones que han afrontado en el curso de la pandemia, teorizan de este modo al estado y sus decisiones de gobierno.

De una parte, los relatos de los tenderos y tenderas apuntan a evaluar el rol del gobierno de Iván Duque (2018-2022) en los primeros seis meses de la pandemia (marzo-julio de 2020) desde el criterio de la falta de cumplimiento con el rol garantista del estado de bienestar. Ante esta valoración, se teoriza al gobierno como un agente que narrativamente se construye a sí mismo como uno que ofrece ayudas y auxilia económicamente a la población; pero en la práctica, esta imagen colapsa por las condiciones de inseguridad económica y por la falta de intervención del gobierno dirigida a garantizar los mínimos vitales para la población. En sintonía con ello, Alberto y Elkin afirman lo siguiente:

No. Nosotros en los negocios no nos han ayudado. Por ejemplo, a mi negocio, a mí no. Nunca nos ha llegado ningún … que el gobierno “tome les ayudo esto”. No. A nosotros los comerciantes no nos han dado nada. Ni siquiera el bajón de la luz. La luz, el agua, todo eso llegó más caro. Hubiera llegado más bajito, pero se nos subió antes más. (Alberto, comunicación personal, 2020)

Bueno, uno principalmente desde que inició esto nos tocó obligados confinarnos, a entrar a una cuarentena. ¿Qué pasó? Que de pronto nosotros no estamos acostumbrados a esas situaciones o no estábamos preparados para esas emergencias, entonces no había de pronto un ahorro. Se cerraron 20 días y uno de los primeros inconvenientes que tuve después de que volví fue que en ese tiempo llegó el recibo de la luz y nosotros que somos los negocios comerciales que somos los que aportamos para los estratos 1 y 2, eh, llegó el recibo de la luz y en esos 20 días pasó la fecha de vencimiento, se venció el recibo y vinieron y cortaron la luz y dañaron los helados. Entonces eso fue parte, o sea, cobraron reconexión, aparte de eso no respondieron por los helados, se hicieron muchos reclamos y eso es una de las primeras afectaciones que hubo. Eh, otra de las cosas: no hubo ayudas. ¿Por qué? Porque esto es un negocio familiar, acá no tenemos empleados. Los empleados es que mi señora despulpa la fruta, yo la comercializo o se hacen los productos. Entonces ayudas no hubo. (Elkin, comunicación personal, 2020)

Tanto Alberto como Elkin coinciden en enfatizar no solo la falta de ayudas del gobierno, sino también el encarecimiento de los servicios públicos. En cuanto al primer punto, el relato de Elkin conceptualiza el mecanismo de las ayudas como uno de carácter excluyente y altamente limitado en su alcance. A pesar de que Alberto y Elkin han sufrido los estragos económicos por las medidas gubernamentales ejecutadas en respuesta al COVID-19, ninguno de los dos recibió algún tipo de ayuda económica estatal porque, entre otras razones, o no cumplían con los requisitos para ser candidatos de los programas promocionados por el gobierno o el proceso para acceder a tales plataformas estaba mediado por un conjunto de prácticas burocráticas que dificultaban el acceso a los posibles beneficios.

En estos términos, la promoción de ayudas y auxilios económicos por parte del gobierno desempeña un papel estratégico: se convierte en una actividad necesaria para construir una imagen de un estado garantista, capaz de responder ante las contingencias y necesidades de la población. Los programas de ayudas a los comerciantes aparecen como un conjunto de prácticas y narrativas que se conjugan conforme a una gubernamentalidad neoliberal para producir activamente la imagen de un estado soberano y, ante todo, legítimo. De este modo, el gobierno construye el mito donde él aparece como un ente capaz de suplir las carencias; mito que está intrínsecamente aparejado con las pretensiones de conversión al pater familias: el padre que todo lo puede, que todo lo suple y que todo lo invade. Los programas asistencialistas se convierten en los ritos a través de los cuales el mito adquiere vivacidad; sin que esto signifique que el mito deja de ser tal. Sigue siendo mito porque las ayudas no llegan, la precarización se multiplica y la inequidad conserva su carácter estructural:

Yo pienso que el gobierno promete y promete y no cumple nada porque ellos dicen que van a hacer préstamos que uno puede solicitar y eso es puro… Usted va a los bancos y le piden cantidad de papeles y eso es puro cuento todo. Uno no va a los bancos porque eso es puro cuento lo del gobierno. Entonces es como una estrategia que no se sabe que es la verdad, entonces a uno le toca defenderse con lo que uno pueda porque el gobierno no cumple. Promete y promete y no cumple. Fuera de eso exigen una cantidad de papeleos o algo así y la gente nunca tiene eso. Entonces eso es puro cuento. (Francisco, comunicación personal, 2020)

La noción de Estado creada está sujeta a la relación conflictiva con la institucionalidad, la cual gravita en torno al concepto de estado de fábula: un estado de puro cuento y puro papel en el que la retórica del gobierno está articulada para dar la apariencia de efectividad, pero las prácticas están atiborradas de burocracia. En consecuencia, la burocracia aparece como un elemento clave que media entre el mito y el rito: es la que permite que el mito permanezca en su esfera ficcional y la que acompaña los ritos.

En estos términos, el segundo punto de los testimonios de Elkin y Alberto exalta uno de los ritos a través de los cuales el estado emerge con su faceta neoliberal: el aprovechamiento de la construcción de la emergencia sanitaria para redistribuir el capital hacia sectores como los prestadores de servicios públicos, los bancos privados, entre otros. La situación del encarecimiento de los servicios públicos constituye un factor que, en estos relatos, despliega una función que muestra la ambivalencia de la emergencia sanitaria y, de paso, devela su carácter artificial. Por un lado, a pesar de haber declarado a través de varios decretos la situación de alarma sanitaria —bajo el amparo de la cual, diferentes sectores económicos tuvieron que cesar actividades— no se interrumpió el cobro de los servicios, sino que se incrementó su costo. Simultáneamente, a pesar de la agudeza del fenómeno del asesinato de líderes sociales, de la pauperización de las condiciones de vida de quienes se vieron afectados por el cese de actividades laborales, de la cantidad de episodios de corrupción y desfalco del erario, la situación declarada emergencia fue la proliferación de los contagios por COVID-19[3].

El rótulo de “emergencia” constituye, entonces, una construcción histórica atravesada por diferentes intereses que brotan cuando se enfrentan valores distintos y conforme a los que se estructuran formas particulares de intervenir la realidad. En efecto, las conceptualizaciones del estado que estos sujetos fabrican se sustentan en la concepción de que la inseguridad y violencia económica son activamente producidas por los dispositivos estatales; dinámica que se articula con lo que Taussig (1997) denomina “fetichismo de estado”. En este sentido, el estado invierte una cantidad de esfuerzos considerable para investir sus prácticas violentas de racionalidad y legitimarlas.

 

Conclusiones

La inestabilidad de la pandemia recrudeció las bases de la estructura económica nacional, trastocando la reproducción del programa político y económico neoliberal. La bruma que este programa desplegaba para cautivarnos se despejó a medida que las interacciones cotidianas se suspendían. Encapsular las múltiples relaciones que sostenemos diariamente en nuestros hogares evidenció que la producción y reproducción del modo de vida neoliberal descansaba sobre la relacionalidad autocrática que el ser humano debería extender sobre todo aquello que lo rodeaba. Las restricciones de sociabilidad presencial impuestas por el gobierno interrumpieron los ciclos de múltiples actividades económicas, creando un ambiente de inestabilidad e inseguridad económica. Esto afectó principalmente a las tiendas de barrio, muchas de las cuales se vieron forzadas a cerrar sus puertas o a recurrir a los espacios de asistencia que ofrecía la economía neoliberal para salvar su estructura económica.

Se apostó por los encuentros virtuales para restablecer parte de los procesos socioeconómicos de las ciudades; no obstante, esta apuesta por la innovación en las actividades económicas derivó en nuevas demandas de consumo que beneficiaron a unos comerciantes y desfavorecieron a otros. Para asegurar su supervivencia, el neoliberalismo se apoyó en aquello que podía subsistir en las condiciones actuales, por lo que privilegió la participación de espacios que aseguraban económica y físicamente la dinámica del mercado y los hábitos de consumo de las personas. Así, los centros de consumo masivo se convirtieron en enclaves importantes para mantener y reproducir el sistema socioeconómico neoliberal, mientras que el gremio de tenderos y tenderas se vio relegado una vez más a los márgenes de la economía y obligado a encontrar, a través de un esfuerzo arduo, las condiciones mínimas para sobrevivir. En este contexto, las tiendas de barrio, además de enfrentar las dificultades económicas propias de la pandemia, se vieron afectadas por un programa económico que restringió su participación y amenazó su permanencia al privilegiar el consumo masivo en grandes superficies en detrimento del servicio personal, diario y comunitario que caracteriza a las tiendas de barrio. Sin embargo, tenderos y tenderas se han defendido de las condiciones neoliberales apelando a las cualidades relacionales de las personas. A través de estrategias muy particulares, este gremio intentó sostener los atributos vecinales y comunitarios que tanto los caracteriza, con el fin de hacerse un espacio en los márgenes de la economía nacional.

Por otro lado, es importante considerar que la retórica institucional se ha apoyado, en buena medida, en la dicotomía formal/informal, creando un lente bifocal para definir una realidad material que excede tal dualismo. El rebusque aparece como el hijo bastardo que disputa la herencia prístina de sus padres que sí cuentan con un pleno reconocimiento institucional. Tanto lo formal como lo informal se encuentran rodeados de condiciones desiguales y precarias que han obligado a los sujetos a buscar otras fuentes de ingreso, como mencionan las personas entrevistadas, para costear salud, educación y suplir las necesidades básicas propias y de sus familias. El rebusque es, entonces, la salida que ha emergido de la precarización y la desvalorización del trabajo, del trabajo en general sin la polarización de la categorización burocrática.

Rebusque y precariedad son una cara de la misma moneda, donde la formalidad emerge como una categoría vertical que juega como una escalera en el ascenso de las condiciones de la sociedad neoliberal, una sociedad que normaliza la búsqueda de diferentes entradas económicas para la supervivencia. Estas categorías convergen en las tiendas de barrio, complejizando la forma de vida de quienes dependen de ellas. Estas personas a menudo se encuentran en la encrucijada entre cumplir los requerimientos legales, como el pago de impuestos, y enfrentar la inseguridad económica que traen consigo las convulsiones de ser independiente, tener un negocio propio o ser un empleado con un sueldo soez, pero con una jornada extenuante. En resumidas cuentas, viven en Colombia al amparo de un estado neoliberal que ha sido intervenido, con frecuencia, por el narcotráfico.

Perseguir la supervivencia en el clima de la inseguridad económica requiere astucia y creatividad. Escapar de la guadaña de los bancos, de las cuentas por pagar y del engranaje que domina el deseo y atiborra cada rincón de nuevas necesidades no es una aventura romántica, sino una que obedece al reparto disímil de la vulnerabilidad y que responde al circuito diferenciado de relaciones de poder dentro del cual se ubica cada cuerpo. Buscar ingresos adicionales, hacer domicilios, reestructurar espacios, pedir préstamos, renovar hipotecas o refinanciar deudas son algunos de los malabares que exige la época de la precarización y que fueron ejecutados por las tenderas y tenderos de barrio. Esta es una época en la que las ocho horas diarias de jornada laboral no alcanzan para cumplir con las obligaciones; una época en la que el trabajo se convierte en el fin de la vida, en la que los sujetos viven para el capital y no al revés; una época en la que la explotación ha mutado y toma formas como la del emprendimiento o la de los socios.

Dentro de este conjunto de prácticas, el modo en que diferentes actores construyen y conceptualizan el estado resulta relevante en la medida en que dichos imaginarios repercuten en las formas de intervenir la realidad y configurar las relaciones que los ciudadanos construyen con la institucionalidad. Durante el ejercicio etnográfico en el que nos embarcamos, identificamos dos facetas que territorializaron la conceptualización del estado construida por los tenderos: la faceta antigarantista y la faceta de leviatán.

La primera faceta se opone a la noción del estado de bienestar, en el que la percepción del estado se basa en función de su valoración en relación con dicha noción. De ahí que sus falencias en el cumplimiento de esta imagen son tomadas por los tenderos y tenderas como elementos centrales para caracterizar el Estado colombiano como uno antigarantista. Sin embargo, no se puede olvidar que esta construcción discursiva juega directamente con las imágenes estatales que procuran mostrar a sus instituciones como eficaces y protectoras de los ciudadanos en tiempos de crisis. En efecto, estas ficciones institucionales poseen un matiz heroico necesario para crear el efecto de legitimidad gubernamental.

Por otro lado, la faceta de leviatán se evidencia en los testimonios de las personas entrevistadas. En estas declaraciones es recurrente la idea de que las acciones gubernamentales están orientadas a favorecer a los dueños de los grandes medios de producción en detrimento de quienes no cuentan con mayores privilegios económicos. Ambas facetas confluyen en la conceptualización del estado como un ente que no garantiza los medios para que los ciudadanos puedan solventar sus necesidades económicas, omisión deliberada y necesaria para distribuir el capital a las cúspides de la pirámide económica.

Al mismo tiempo, el estado es imaginado como uno que invierte esfuerzos para crear un mito en el que legitima su soberanía a través de prácticas rituales marcadas por la burocracia. El estado de fábula se compone de dos facetas interconectadas: una simbólica, que trabaja a partir de la infraestructura con la que cuenta la institución, y otra, material, que se encuentra embadurnada por las condiciones de racionalidad de la violencia económica. El fetichismo del estado es desenmascarado desde los paisajes teóricos construidos por quienes, ante la inseguridad económica, ven en el rebusque una forma de afrontar tales condiciones materiales.

 

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* The act of finding ways to make a living or earn money through informal or unconventional means. It often involves taking on odd jobs, engaging in small-scale entrepreneurial activities, or using resourcefulness to overcome economic challenges.

[1] En este artículo se decidió escribir “estado” con su primera letra en minúscula y no en mayúscula. Esta decisión obedece a una posición política y epistemológica bien dilucidada desde campos como el de la antropología del esta-do: contra los esfuerzos pragmáticos orientados a la construcción de la ficción del estado como un ente abarcador, superior a la “sociedad civil” y vertical (Gupta y Mitchell, 2015) —donde la escritura del término con mayúscula, entre otras cosas, favorece la ficción ideológica de la coherencia estatal—, se vuelve fundamental aterrizar el estado y situarlo como objeto de análisis sin tomar como base los mismos efectos discursivos que se pretenden estudiar. Escoger la “e” minúscula constituye un gesto para desestabilizar los efectos narrativos que producen al estado como una realidad dada con un conjunto de atributos bastante particulares; sobre todo, el movimiento desestabilizador descansa en la desnaturalización de tales efectos y en resaltar su naturaleza discursiva.

[2] Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales.

[3] Para Rancière (1996), la policía es una forma de organizar los cuerpos que, a su vez, delimita las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir; es, entonces, un orden de lo visible y lo decible capaz de definir lo que pertenece al discurso y lo que hace parte de la esfera del ruido.

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Calderón Campos, S. ., Dimaté Zamudio, D. y Valenzuela Orozco, I. . (2023). El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19. Revista ciudades, estados y política, 10(2), 107–124. https://doi.org/10.15446/rcep.v10n2.104043

ACM

[1]
Calderón Campos, S. , Dimaté Zamudio, D. y Valenzuela Orozco, I. 2023. El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19. Revista ciudades, estados y política. 10, 2 (dic. 2023), 107–124. DOI:https://doi.org/10.15446/rcep.v10n2.104043.

ACS

(1)
Calderón Campos, S. .; Dimaté Zamudio, D.; Valenzuela Orozco, I. . El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19. Rev. Ciudades Estados Política 2023, 10, 107-124.

ABNT

CALDERÓN CAMPOS, S. .; DIMATÉ ZAMUDIO, D.; VALENZUELA OROZCO, I. . El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19. Revista ciudades, estados y política, [S. l.], v. 10, n. 2, p. 107–124, 2023. DOI: 10.15446/rcep.v10n2.104043. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/104043. Acesso em: 12 jul. 2024.

Chicago

Calderón Campos, Sofía, Dahian Dimaté Zamudio, y Iván Valenzuela Orozco. 2023. «El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19». Revista Ciudades, Estados Y política 10 (2):107-24. https://doi.org/10.15446/rcep.v10n2.104043.

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Calderón Campos, S. ., Dimaté Zamudio, D. y Valenzuela Orozco, I. . (2023) «El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19», Revista ciudades, estados y política, 10(2), pp. 107–124. doi: 10.15446/rcep.v10n2.104043.

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[1]
S. . Calderón Campos, D. Dimaté Zamudio, y I. . Valenzuela Orozco, «El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19», Rev. Ciudades Estados Política, vol. 10, n.º 2, pp. 107–124, dic. 2023.

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Calderón Campos, S. ., D. Dimaté Zamudio, y I. . Valenzuela Orozco. «El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19». Revista ciudades, estados y política, vol. 10, n.º 2, diciembre de 2023, pp. 107-24, doi:10.15446/rcep.v10n2.104043.

Turabian

Calderón Campos, Sofía, Dahian Dimaté Zamudio, y Iván Valenzuela Orozco. «El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19». Revista ciudades, estados y política 10, no. 2 (diciembre 13, 2023): 107–124. Accedido julio 12, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/104043.

Vancouver

1.
Calderón Campos S, Dimaté Zamudio D, Valenzuela Orozco I. El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19. Rev. Ciudades Estados Política [Internet]. 13 de diciembre de 2023 [citado 12 de julio de 2024];10(2):107-24. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/revcep/article/view/104043

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