El rebusque como categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la pandemia del COVID-19
The "Rebusque" as a Category of Analysis: A Case Study of Bogota’s Neighborhood Stores during the COVID-19 Pandemic
O “rebusque” como categoria de análise: estudo de caso das lojas de bairro de Bogotá na pandemia de COVID-19
DOI:
https://doi.org/10.15446/rcep.v10n2.104043Palavras-chave:
rebusque, tiendas de barrio, Neoliberalismo urbano, relaciones sociales (es)rebusque, neighborhood stores, neoliberalism, social relations (en)
rebusque, lojas de bairro, neoliberalismo, relações sociais (pt)
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En Bogotá, durante la coyuntura del COVID-19, las dinámicas del rebusque se transformaron como resultado de las medidas promulgadas por la alcaldía y el gobierno nacional. Las relaciones entre Estado, mercado y ciudadanía se extendieron en medio del recrudecimiento de la precarización y la vulnerabilidad de los cuerpos. En este contexto, este artículo teoriza la categoría del rebusque dentro del cosmos relacional de las tiendas de barrio de Bogotá y de las transformaciones que estas enfrentaron en los primeros meses de la pandemia (mayo-julio de 2020) para acoplarse a la coyuntura y garantizar su supervivencia económica. Nuestro análisis se despliega a partir de tres ejes: las dificultades económicas específicas afrontadas por los tenderos y tenderas de barrio, la tensión introducida por el rebusque para la dicotomía formal/informal y, por último, las formas como los tenderos y tenderas de barrio teorizan la política, el estado y las instituciones. En cuanto a la metodología, empleamos la etnografía como aliada teórico-práctica y nos valimos de los métodos de la observación participante y entrevistas abiertas para construir nuestras reflexiones. Concluimos que las tiendas de barrio de Bogotá se vieron afectadas negativamente por las medidas institucionales adoptadas, viéndose empujadas a transformar sus dinámicas de interacción con la clientela para poder sobrevivir económicamente. El rebusque se constituye relacionalmente como una expresión de la precarización económica y, en nuestro caso de estudio, muestra la decadencia de la fantasía neoliberal resaltando su cara violenta e insegura.
In Bogotá, during the COVID-19 context, the dynamics of rebusque* transformed as a result of measures implemented by the mayor’s office and the national government. The relations between State, market, and citizens expanded amidst an exacerbation of precarization and vulnerability. In this context, this article theorizes the category of rebusque within the relational cosmos of neighborhood stores in Bogota and the transformations they faced in the early months of the pandemic (May-July 2020) to adapt to the situation and ensure their economic survival. Our analysis unfolds along three axes: the specific economic difficulties faced by neighborhood shopkeepers, the tension introduced by rebusque to the formal/informal dichotomy, and finally, the ways in which neighborhood shopkeepers theorize politics, the state, and institutions. In terms of methodology, we employed ethnography as a theoretical-practical ally, and used methods of participant observation and open interviews to construct our reflections. We conclude that neighborhood stores in Bogota were negatively affected by the institutional measures adopted, being forced to transform their dynamics of interaction with costumers to survive economically. The rebusque is constituted relationally as an expression of economic precariousness and, in our case study, it unveils the decay of the neoliberal fantasy, highlighting its violent and insecure aspect.
* The act of finding ways to make a living or earn money through informal or unconventional means. It often involves taking on odd jobs, engaging in small-scale entrepreneurial activities, or using resourcefulness to overcome economic challenges.
Em Bogotá, durante a situação da COVID-19, a dinâmica do “rebusque” foi transformada como resultado das medidas promulgadas pela prefeitura e pelo governo nacional. As relações entre o Estado, o mercado e a cidadania foram ampliadas em meio à intensificação da precariedade e da vulnerabilidade dos corpos. Neste contexto, este artigo teoriza a categoria do “rebusque” dentro do cosmos relacional das lojas de bairro de Bogotá e das transformações que enfrentaram nos primeiros meses da pandemia (maio-julho de 2020) para se adaptarem à situação e garantirem sua sobrevivência econômica. Nossa análise se desdobra a partir de três eixos: as dificuldades econômicas específicas enfrentadas pelos e pelas lojistas de bairro, a tensão introduzida pelo “rebusque” para a dicotomia formal/informal e, por fim, as formas como os e as lojistas de bairro teorizam a política, o Estado e as instituições. Quanto à metodologia, utilizamos a etnografia como aliada teórico-prática e utilizamos os métodos de observação participante e entrevistas abertas para construir nossas reflexões. Nós concluímos que as lojas de bairro de Bogotá foram afetadas negativamente pelas medidas institucionais adotadas, vendo-se pressionadas a transformar sua dinâmica de interação com os clientes para sobreviver economicamente. O “rebusque” constitui-se relacionalmente como expressão da precariedade econômica e, em nosso estudo de caso, mostra o declínio da fantasia neoliberal, destacando sua face violenta e insegura.
El rebusque como
categoría de análisis: caso de estudio de las tiendas de barrio bogotanas en la
pandemia del COVID-19
Sofía Calderón Campos. Candidata a magíster en estudios literarios. Antropóloga.
Docente ocasional en la Universidad Nacional de Colombia. ORCID:
0000-0002-1262-2910. Correo electrónico: sa.calderonc@uniandes.edu.co
Dahian Dimaté Zamudio. Antropóloga, asistente de investigación en la Universidad
del Rosario. ORCID: 0000-0002-9556-3978. Correo electrónico:
dc.dimate@uniandes.edu.co
Iván Marino Valenzuela Orozco. Antropólogo, asistente de investigación afiliado a la
Universidad del Rosario. ORCID: 0000-0002-2821-4436. Correo electrónico: im.valenzuela10@uniandes.edu.co
Recibido: 31 de julio de
2022 |
Aceptado: 5 de febrero de 2023 |
Publicado: 13 de diciembre de 2023 |
Resumen
En Bogotá, durante la coyuntura del COVID-19, las dinámicas
del rebusque se transformaron como resultado de las medidas promulgadas
por la alcaldía y el gobierno nacional. Las relaciones entre Estado,
mercado y ciudadanía se extendieron en medio del recrudecimiento de la
precarización y la vulnerabilidad de los cuerpos. En este contexto, este
artículo teoriza la categoría del rebusque dentro del cosmos relacional
de las tiendas de barrio de Bogotá y de las transformaciones que estas
enfrentaron en los primeros meses de la pandemia (mayo-julio de 2020)
para acoplarse a la coyuntura y garantizar su supervivencia económica. Nuestro
análisis se despliega a partir de tres ejes: las dificultades económicas
específicas afrontadas por los tenderos y tenderas de
barrio, la tensión introducida por el rebusque para la dicotomía
formal/informal y, por último, las formas como los tenderos y tenderas
de barrio teorizan la política, el estado y las instituciones. En cuanto a la
metodología, empleamos la etnografía como aliada teórico-práctica y nos
valimos de los métodos de la observación participante y entrevistas
abiertas para construir nuestras reflexiones. Concluimos que las tiendas
de barrio de Bogotá se vieron afectadas negativamente por las medidas
institucionales adoptadas, viéndose empujadas a transformar sus dinámicas
de interacción con la clientela para poder sobrevivir económicamente. El
rebusque se constituye relacionalmente como una expresión de la
precarización económica y, en nuestro caso de estudio, muestra la
decadencia de la fantasía neoliberal resaltando su cara violenta e
insegura.
Palabras clave:
rebusque, tiendas de barrio, neoliberalismo, relaciones sociales.
The Rebusque as a Category of Analysis: A Case
Study of Bogota’s Neighborhood Stores during the COVID-19 Pandemic
Abstract
In Bogotá, during the COVID-19
context, the dynamics of rebusque*
transformed as a result o measures implemented by the
mayor’s office and the national government. The relations between State,
market, and citizens expanded amidst an exacerbation of precarization
and vulnerability. In this context, this article theorizes the category of rebusque within the relational cosmos of neighborhood
stores in Bogota and the transformations they faced in the early months of the
pandemic (May-July 2020) to adapt to the situation and ensure their economic
survival. Our analysis unfolds along three axes: the specific economic
difficulties faced by neighborhood shopkeepers, the tension introduced by rebusque to the formal/informal dichotomy, and finally, the
ways in which neighborhood shop- keepers theorize politics, the state, and
institutions. In terms of methodology, we employe ethnography as a
theoretical-practical ally, and used methods of participant observation and
open interviews to construct our reflections. We conclude that neighborhood
stores in Bogota were negatively affected by the institutional measures
adopted, being forced to transform their dynamics of interaction with costumers
to survive economically. The rebusque is constituted
relationally as an expression of economic precariousness and, in our case
study, it unveils the decay of the neoliberal fantasy, highlighting its violent
and insecure aspect.
Keywords: rebusque,
neighborhood stores, neoliberalism, social relations.
O “rebusque” como categoria de análise: estudo de caso das lojas de
bairro de Bogotá na pandemia de COVID-19
Resumo
Em Bogotá, durante a situação da
COVID-19, a dinâmica do “rebusque” foi transformada como resultado das medidas
promulgadas pela prefeitura e pelo governo nacional. As relações entre o
Estado, o mercado e a cidadania foram ampliadas em
meio à intensificação da precariedade e da vulnerabilidade dos corpos. Neste
contexto, este artigo teoriza a categoria do “rebusque” dentro do cosmos
relacional das lojas de bairro de Bogotá e das transformações que enfrentaram
nos primeiros meses da pandemia (maio-julho de 2020) para se adaptarem à
situação e garantirem sua sobrevivência econômica. Nossa análise se desdobra a
partir de três eixos: as dificuldades econômicas específicas enfrentadas pelos
e pelas lojistas de bairro, a tensão introduzida pelo “rebusque” para a
dicotomia formal/informal e, por fim, as formas como os e as lojistas de bairro
teorizam a política, o Estado e as instituições. Quanto à metodologia,
utilizamos a etnografia como aliada teórico-prática e utilizamos os métodos de
observação participante e entrevistas aberta para construir nossas reflexões.
Nós concluímos que as lojas de bairro de Bogotá foram afetadas negativamente
pelas medidas institucionais adotadas, vendo-se pressionadas a transformar sua
dinâmica de interação com os clientes para sobreviver economicamente. O
“rebusque” constituise relacionalmente
como expressão da precariedade econômica e, em nosso estudo de caso, mostra o
declínio da fantasia neoliberal, destacando sua face violenta e insegura.
Palavras-chave: rebusque, lojas de bairro,
neoliberalismo, relações sociais.
Introducción: viajes teóricos por los paisajes del rebusque
Dentro del contexto
económico del rebusque en Bogotá, el problema no radica exclusivamente en la
manera en la que el capitalismo opera como productor de subjetividades, sino en
que este no ofrece las condiciones materiales suficientes para que cada individuo
pueda sostenerse dentro del conjunto de imaginarios de subjetividades que
privilegia. No solo se trata de reconocer la especificidad histórica de la
producción de subjetividades particulares que, al mismo tiempo, terminan por
ocupar un espacio hegemónico que despliega efectos —imprevistos y disímiles— en
las prácticas de los cuerpos. Se trata también de comprender que la máquina
deseante capitalista opera de maneras múltiples y que, dentro de los deseos que
despliega, la precarización —con todos sus ornamentos— está en la base de la
producción deseante. Si seguimos a Taussig y Station (2008) y aceptamos que la forma de la economía
mundial del capitalismo contemporáneo está revestida por la dupla
atracción/destrucción, debemos también admitir el matrimonio entre la belleza
de la fantasía y la violencia de la persecución del deseo. En medio de los dos,
el rebusque aparece como el hijo bastardo que nadie quiere reconocer, pero que
figura en todas las reuniones familiares, incomodando a los presentes. En su constitución,
el cuerpo del rebusque hereda la belleza del deseo y del imaginario que lo
parió, mientras mantiene los genes violentos de la semilla de donde emergió.
Violencia y belleza
tiñen el aura sadomasoquista de la cotidianidad del rebusque. En consecuencia, reconocer que son las necesidades las que emanan del deseo
—y no al revés— (De- leuze y Guattari, 1985) no
constituye la meta de llegada, sino el punto de partida; en tanto que, si el
deseo se mantiene cerca de las condiciones de existencia objetiva, esto implica
que abriga las múltiples formas en las que el rebusque se gesta. En efecto, el
rebusque no es una forma alternativa al capitalismo, sino que es producto del
encarnizamiento de las desigualdades estructurales e históricas que acompañan
tal modo de producción. El rebusque no solo engloba las diferentes acciones en
las que los sujetos se embarcan para poder sobrevivir, sino que, a su vez,
tiene el potencial de operar como una categoría analítica capaz de iluminar las
relaciones heterogéneas que hacen posible la existencia misma del capitalismo.
En este sentido,
entendemos por capitalismo una red diversa e íntima de relaciones humanas y no humanas
que están en constante recreación (Bear et al., 2015) y dentro de la cual, el
rebusque se convierte en la piragua que permite navegar por esas mareas
relacionales. Tal y como en las canoas que atravesaban el río Magdalena en el
siglo XIX, el rebusque, actualmente, ocupa el lugar del boga. Si ellos eran los
cuerpos racializados y textualizados por los viajeros liberales, como
interruptores del comercio y como cuerpos amenazantes de la fantasía del
mestizaje blanqueador (Martínez, 2012), el rebusque es decodificado como la
amenaza de la fantasía de la modernidad y el obstáculo para el desarrollo. Contra
el proyecto de controlar las relaciones económicas y de organizarlas bajo la
dicotomía formal/informal, el rebusque estalla estos intentos y los discursos
que buscan delimitar asépticamente las fronteras de las prácticas. En
consecuencia, con su existencia misma se reconoce la convulsión y
heterogeneidad de la forma como el capitalismo se construye en la cotidianidad.
En medio de la
coyuntura del COVID-19 y del fenómeno de recesión que con ella se desplegó, las
formas de rebusque se diversificaron y aumentaron como respuesta ante la
crisis. Bogotá empezó a teñirse de rojo desértico: las ventanas comenzaron a
izar trapos rojos en señal de auxilio por la escasez de alimentos y como forma
de protesta ante la carestía. En el fondo, no cesaban de sonar las trompetas,
los bajos, acordeones y voces que cabalgaban las calles capitalinas al ritmo de
vallenato, mariachi o cumbia, a quienes se les unían el coro de las voces que
transgredían las restricciones por la necesidad: decidían salir, exponerse a un
virus desconocido y tocar de puerta en puerta para rebuscarse lo del diario.
Las tiendas de barrio, en particular, pasaron de ser los nodos de relaciones
sociales y de consumo cotidianas a ser lugares restringidos y distantes, sus
entradas acostumbradas a dar la bienvenida a los caminantes de turno tuvieron
que ser reemplazadas por funestos enrejados que impedían la entrada. En aquellas
tiendas donde aún se podía llegar a ingresar, las visitas eran fugaces, los
cuerpos, con diferentes ropajes, se cubrían de pies a cabeza, dejando a la
vista una ínfima parte de su figura, largas y zigzagueantes filas de personas
se desplegaban sobre las aceras, cada una aguardaba el turno para poder entrar
a tomar aquellos productos necesarios para su supervivencia y volver a casa
para de nuevo sentirse a salvo.
Cada salida se
sentía como un riesgo y entre más constantes fueran, aumentaba la probabilidad
de contagiarse de un virus que acechaba frente a las puertas de cada casa. Las
visitas donde la “vecina” o el “vecino” tuvieron que ser reemplazadas por las
visitas a los grandes supermercados, que ofrecían, al parecer, mejores
garantías tanto de cuidado, como alternativas de abastecimiento. Las tiendas de
barrio, entonces, fueron abandonadas poco a poco. Así lo sentían sus
propietarios, no solamente por la poca concurrencia en sus establecimientos,
también porque las personas que llegaban iban y venían como fantasmas; era
posible identificar su presencia, pero con la transitoriedad y fugacidad que
llegaban, así mismo salían.
En este contexto,
pretendemos analizar los cambios que afrontó el rebusque durante la pandemia,
en tanto que estos constituyen una de las maneras para adentrarse en los modos
dentro de los cuales se trenzan las relaciones dialécticas entre estado[1],
sujetos y mercado. En este documento, procuramos problematizar el rebusque y
proponerlo como categoría analítica para indagar, desde las prácticas, cómo se
construye el capitalismo en la época pandémica.
Decidimos
ampararnos metodológicamente en la investigación etnográfica para ahondar en
las relaciones cotidianas que ocurren en las tiendas de barrio. Consideramos
que la etnografía permite identificar los rasgos, matices y cambios que han
hecho parte de la experiencia de este gremio durante la pandemia. Los relatos
de los actores han sido el material etnográfico central para la investigación,
sus narraciones no solamente están cargadas de implicaciones directas sobre
cómo la coyuntura sanitaria ha afectado la rentabilidad de sus
negocios. Además, entre las líneas de estos relatos, se revelan las tensiones
familiares, personales y emocionales que la coyuntura ha desatado y, también,
quedan expuestas las diversas formas en las que las tiendas son valoradas desde
los múltiples horizontes simbólicos dentro de los que se sitúan sus
propietarios.
La investigación
tomó lugar en 3 barrios distintos de la ciudad de Bogotá: Bosa Laureles, Villa
del Río y Pontevedra. Los dos primeros están ubicados en la localidad de Bosa y
el último hace parte de la localidad de Suba. El criterio principal para esta selección
se basó en aprovechar la experiencia de primera mano, pues estos 3 barrios
fueron los lugares de vivienda de cada uno de los investigadores durante las
restricciones de movilidad impuestas durante la emergencia sanitaria.
Ahora bien,
abordaremos 3 frentes para cuestionar el rebusque. En primer lugar, ahondaremos
en torno a las dificultades económicas desatadas por la ruptura relacional
entre los tenderos y tenderas y su clientela, para afirmar que el rebusque está
aparejado con la inseguridad económica. En segunda medida, analizaremos la
dicotomía formal/informal para reconocer que las prácticas del rebusque no solo
no son exclusivas del campo de lo informal, sino que, al estar inmersas en el
pantano de la precarización, reclaman un espacio liminal que franquea los
límites trazados por los imaginarios del estado que configuran lo informal y lo
formal, como esferas contrapuestas. Por último, ahondaremos en las maneras como
los sujetos conceptualizan la política, el estado y las instituciones para
sustentar que la deuda se convierte en un instrumento de gobierno que permea
las formas en las que se ejerce el rebusque.
Preámbulo metodológico
En este artículo de reflexión empleamos la etnografía como
metodología de investigación. Como parte de esta decisión metodológica hemos
explorado diferentes formatos que permitan desdibujar los límites de la
academia, en tanto, mediante esta aproximación etnográfica hemos comprendido
que,
en Colombia nos
ufanamos de nuestra actitud optimista ante los embates que representan las
adversidades de la vida. Consideramos que al enfrentar estas situaciones con un
espíritu aguerrido y valiente se moldeará nuestro carácter; necesario, eso sí,
para que el arquetipo de individuo autosuficiente que todo lo puede si se lo
propone, emerja como el camino privilegiado en la carrera al éxito. Sin
embargo, esta apuesta del yo que todo lo puede ha devenido en un agotamiento
crónico, y ¡cómo no! si al cerrar a nuestras espaldas la puerta de nuestros
hogares nos subimos de nuevo al ring a recibir los ensordecedores golpes altos
de las desigualdades sociales y los sigilosos golpes bajos de las decisiones
gubernamentales, embestidas que nos dejan desairados sobre la lona, pidiendo
tiempo y ayuda para respirar, pero al no encontrar nadie que nos auxilie, con
los rezagos de voluntad nos levantamos y alcanzamos a devolver dos o tres
golpes hasta que el sonido de la campana, temporalmente, nos salva. (Lxs de A Pie, 2021)
La decisión de elegir la etnografía como camino metodológico
irradia no solo las relaciones de creación de conocimiento que construimos con
los actores con quienes nos vinculamos para la exploración de la categoría del
rebusque, sino también afecta las decisiones estéticas con implicaciones
fuertemente políticas, como lo es la escritura en primera persona. A lo largo
de esta reflexión, decidimos —abrigados por una amplia tradición epistemológica
en la antropología contemporánea— cuestionar la escritura en tercera persona
para, desde su problematización, poner en duda valores como la pretensión de
objetividad decimonónica. En efecto, si asumimos —como Daston
y Galison (2007)— que la objetividad es un valor
situado histórica y geográficamente tendríamos que aceptar que sus
significados, pretensiones y métodos también lo son. La objetividad científica
tiene una historia y un conjunto de virtudes epistémicas contingentes. Para ser
objetivo, en términos decimonónicos, hay que aspirar a la creación de
conocimiento que no cargue con las marcas de quien conoce, es decir, un
conocimiento que sea independiente de las habilidades, prejuicios, ideales,
juicios, deseos o intenciones de su artífice (Daston
y Galison, 2007): un conocimiento ciego.
En este sentido,
buscamos abandonar la posición de sujeto/narrador omnisciente y hacer explícita
nuestra posición como un sujeto en situación (Matus, 2021) que, al momento de
realizar una investigación o entrar en el campo, no deja o no se deshace de los
atributos sociales e históricos ni mucho menos las identidades de género, raza
o etnia que lo configuran (Stoeltje et al., 1999). De
esta manera, nos distanciamos de una descripción pulcra e impoluta de la
realidad social y apelamos, mediante los argumentos del giro de la reflexividad
en antropología, a reconocer las relaciones sociales que se tejen entre
distintos actores, en las que también participan las investigadoras y el
investigador de este artículo, como materia tangible y situacional de lo que
llamamos la vida social.
Considerando que la
escritura es un proceso cuyas decisiones estilísticas están arraigadas a una
forma particular de concebir el mundo, pero también —y, sobre todo— de
construirlo, es necesario reconocer las implicaciones políticas y
epistemológicas de dichas decisiones. La escritura en tercera persona
fácilmente puede ser un recurso que propicie la reificación del conocimiento.
En lugar de situarlo en una voz particularizada, aterrizada a un conjunto de
relaciones discernibles y dentro de horizontes de sentido caracterizables,
traza el camino para elaborar la fantasía de un conocimiento flotante que
emerge desde el no lugar; logrando oscurecer las relaciones que lo producen y
fortaleciendo una noción decimonónica de la objetividad y eurocéntrica del
conocimiento. Particularmente, aquella que asume que para que este sea válido
debe nacer de la separación entre sujeto y objeto de conocimiento, procurando
borrar lo que más se pueda las huellas del sujeto cognoscente. La escritura en
tercera persona es uno de los recursos que facilita este borramiento y que
participa en la reproducción de estos compromisos onto-epistémicos.
Ahora bien, en
oposición a esta forma de modelar la objetividad, consideramos que para
comprender el rebusque en tanto fenómeno contingente, heterogéneo y convulso,
es necesario renunciar a la pretensión de la vista ciega. No renunciamos, sin
embargo, a la objetividad. Rechazamos su formulación decimonónica y a partir de
ella aspiramos, como Haraway (1988), a su comprensión
desde una perspectiva relacional: nuestro conocimiento del mundo será más
robusto si procuramos reunir y congregar la mayor cantidad de perspectivas
sobre el mismo; no si nos esforzamos en borrar e invisibilizar estos lugares de
enunciación. Hablamos entonces de una perspectiva que nace del reconocimiento
de las realidades diversas y de la necesidad de atender a su fractalidad, explicitando los sujetos que participan en la
formulación de discursos y aspirando a exaltar las huellas que dejan en el
conocimiento que producen. En lo sucesivo, el lector puede asumir la escritura
en primera persona como una estrategia estética que pretende poner en duda el
modelo de la objetividad decimonónica y las pretensiones que acarrea.
De esta manera, la
aparición del “yo” o de la primera persona en nuestra etnografía está asociada
a las reflexiones que surgen de la crisis de la representación de la
antropología en los años 80 (Clifford y Marcus, 1986). Reconocemos el “yo” como
elemento crucial en la construcción del sujeto/objeto de estudio, debido a que,
en múltiples niveles estamos atravesados histórica y personalmente por las
situaciones, contextos y fenómenos que pretendemos estudiar (Sánchez, 2003).
Por lo tanto, la búsqueda y el desarrollo de la categoría del rebusque a través
del caso de estudio de las tiendas de barrio no puede ignorar los lugares desde
donde enunciamos y desplegamos nuestros argumentos. La pandemia atravesó
nuestros contextos relacionales y transformó nuestra cotidianidad: como sujetos
inmersos en la red relacional de las tiendas de barrio presenciamos y
compartimos las dificultades de dichos campos. Nuestras reflexiones emergen de
este lugar de enunciación y se vinculan con este tejido social.
Valdría la pena
volver a resaltar que el quehacer etnográfico se encuentra ligado al caminar,
indagar e interpretar desde el punto de vista del investigador porque es desde
ese contexto que puede analizar lo que ocurre a su alrededor. Si bien es
conflictivo considerar que la producción escrita recae únicamente en el
ejercicio reflexivo y analítico de una persona, esto no es lo que pretendemos
plantear en este texto. Por el contrario, la intención es exponer que la
etnografía se ha distanciado de esa posición “presuntamente objetiva,
impersonal, de lo aprendido en el campo, como un ejercicio de poder retórico”
(Guber, 2011, p. 128). En este sentido, la etnografía ha presentado una apuesta
teórica y metódica por descolonizar la construcción de conocimiento y en su
intento ha pretendido constituir una ciencia de la interpretación (Marcus y
Cushman, 1998).
Por tanto, hacer
etnografía implica una intención política que no pretende presentar los
resultados en una investigación como absolutos y únicos, escritos bajo un
lenguaje que reproduce el ejercicio de poder del investigador hacia el “objeto”
de estudio; como si esta fuera un proceso que termina por cosificar a aquellos
agentes activos que intervienen, aportan y co-construyen
el conocimiento. Las etnografías ocurren gracias a la relación que emerge al
interactuar y compartir las experiencias y la rutina en un contexto específico
en ambos sentidos; es en este encuentro y en el diálogo entre pares donde se
materializa el conocimiento. Luego, esto se presenta como eje articulador para
plantear las narrativas y el análisis (Marcus y Cushman, 1998). Decidir desligarse
de esta relación a la hora de escribir no solo implicaría una ruptura con el
ejercicio etnográfico, sino que desconocería, de forma arbitraria, que las
bases del conocimiento son las experiencias vividas y compartidas en un lugar y
momento específico; cayendo en el vicio de definir y teorizar desde el poder
que otorga la academia.
En síntesis,
nuestra apuesta por presentar una etnografía es resaltar que las vivencias de los tenderos y tenderas en Bogotá no se encuentran aisladas
de los debates conceptuales sobre la deuda, la precarización, la formalidad y
la informalidad, sino que a partir de dichas experiencias es posible ampliar
estas categorías.
Rupturas relacionales
Henri Lefebvre
(1974, citado por Molotch, 1993) define la ciudad
como espacio social y simbólico, vivido y apropiado por diferentes individuos
que cumplen un papel activo dentro de las actividades sociales, económicas,
políticas y culturales. Considerar el rol de las personas en la construcción
del espacio quiere decir que las relaciones o interacciones cotidianas son
fundamentales para que el espacio y su estructura se mantengan. Sin embargo, en
el año 2020 atenderíamos una crisis sanitaria mundial que nos evitaría habitar
y transitar el espacio abierto, desafiándonos a vivir y apropiarnos de manera
distinta la ciudad.
El traslado de los
trabajadores a sus hogares alteró las interacciones cotidianas y se subestimó
el efecto negativo que esta decisión tendría sobre algunos eslabones de la
cadena productiva, aquellos que mantenían en marcha la economía y la
distribución del dinero, dado que, así como se afirma que hay una potencia
afectiva y corporal de la presencia que es difícil reemplazar (Vommaro, 2020. p. 163), existe una potencia en la
interacción social en favor de los intercambios económicos que es difícil
reemplazar. Por lo tanto, todo lo construido en las calles quedó desconectado
del flujo de relaciones que lo mantenían con vida y se quebró una parte del
sentido y del valor de las interacciones; en pocas palabras, presenciamos una
ruptura relacional de las prácticas sociales cotidianas.
Esta situación ubicó a las formas y estructuras de
producción y reproducción de la sociedad en un lugar de vulnerabilidad y afectó
los intercambios económicos que dependían del encuentro corporal para
mantenerse en funcionamiento. Así lo manifiesta Alberto, uno de los múltiples tenderos y tenderas que experimentaron cómo las
restricciones de sociabilidad presencial en las ciudades interrumpieron los
ciclos de sus actividades económicas:
Antes de que pasara
esto pues se vendía más porque no es lo mismo uno tener esto a dos metros de
ustedes, que venga un solo cliente a que yo tenga abierta esta vitrina de acá
para que la gente entre y mire, ¿si?
No es lo mismo. Entonces de la pandemia para acá que yo he trabajado
sinceramente se nos ha bajado casi el 50 % de las ventas porque hay productos
que no, vea desde la pandemia tengo todo esto quieto, no se vende. (Alberto,
comunicación personal, 2020)
La disminución en las ventas, la reducción en la demanda de
ciertos productos y el aumento de los precios, que afectó tanto a los tenderos y tenderas como a los consumidores, condujeron
a las tiendas de barrio hacía una
condición de inseguridad y vulnerabilidad económica. Los
testimonios de Ramón y Victoria ilustran esta situación:
La forma de
transporte ha sido igual, pero a la hora de conseguir la materia prima es más
complicado porque no se consigue en la misma cantidad el animal. Siempre, antes
de una situación de contingencia van a haber extremos y excesos. Ahora no,
porque el dueño del animal no puede perder plata y el que tiene el negocio
tampoco puede perder. Entonces van por su economía y se ven más escasas las
cosas. (Ramón, comunicación personal, 2020)
No llegaba el abastecimiento completo por cuestiones de
restricción. Por lo menos para los productos que venían de fuera de Colombia se
quedaron. Por ejemplo, en la comida para mascotas hay cosas que se quedaron
quietas, por una parte, porque no todo el personal podía trabajar, y no había
transporte tampoco. (Victoria, comunicación personal, 2020)ƒΩ
Con las restricciones para interactuar, cada individuo se
vio forzado a reorganizar su vida cotidiana. Los encuentros virtuales se
fortalecieron como dispositivos de seguridad frente a la situación sanitaria y
recurrimos a ellos para restablecer parte de los procesos socioeconómicos de
las ciudades, lo cual provocó el surgimiento de nuevas demandas de consumo que
debían ser atendidas por los comerciantes. Sin embargo, para las tiendas de
barrio estos desafíos del mercado quedaron por fuera de su infraestructura
material. Tenderos y tenderas quedaron en desventaja frente a grandes
superficies, como Éxito, Jumbo o Carulla, para satisfacer las necesidades de
consumo que el mercado en el marco de la pandemia y la cuarentena estricta
necesitaba para mantenerse.
Este no es un
fenómeno nuevo, en el siglo XXI hemos presenciado un proceso social e histórico
de modernización motivado por los complejos cambios económicos, tecnológicos,
sociales y políticos que han devenido en la movilidad mundial de bienes,
servicios, trabajadores y capital, privilegiando el desarrollo de la economía y
las prácticas sociales que hacen posible estos intercambios. Las grandes
superficies se han consolidado como una especie de modernización del comercio,
son espacios privilegiados de los planes de desarrollo urbano por cuanto
grandes extensiones de terreno se transforman en centros de consumo masivo.
Además, han funcionado como vehículo para las políticas económicas neoliberales
de libre comercio, ya que son financiadas por capital extranjero, incluso
Latinoamérica se ha convertido en un campo fértil de oportunidades económicas
para los inversionistas (Dávila, 2016).
Durante la
cuarentena, satisfacer las nuevas necesidades de los consumidores sujetas al
cuidado y protección de los cuerpos requería disponer del capital financiero
para la respectiva renovación para poder responder a esas demandas. Ante este
panorama, fueron las grandes superficies las que durante la cuarentena pudieron
lograrlo. La experiencia de Raúl ilustra lo difícil que ha sido para las
tiendas de barrio adaptarse a los cambios exigidos por el mercado:
Pero nosotros nunca
pensamos en trabajar con plataformas de domicilios ni nada de esas cosas. A
parte de eso ¿por qué? porque son muy costosas. Es un 30 % de lo que hay que
pagar. Imagínese subirle a un producto el 30 %. No va a dar el margen que tiene
que dar [...] Mejor tratamos de repartir volantes, tratamos de hacer unas
cosas, imprimimos volantes caseros porque no había nada abierto. Lo hicimos,
porque hicimos la tarea, pero no funcionó. (Raúl, comunicación personal, 2020)
Al ser susceptibles a la transformación, los espacios dejan
de ser simples escenarios neutros desprovistos de todo significado simbólico.
Debemos tener en cuenta que en su construcción intervienen fuerzas políticas,
sociales, económicas y culturales que entran en disputa por lo que el espacio
debería ser (Molotch, 1993. p. 888); esto quiere
decir que los espacios encapsulan prácticas y significados específicos y en
ellos se puede detallar las visiones que participan en la producción de la
materialidad, en la organización y en el funcionamiento de la sociedad. En un
sistema neoliberal, los impactos del mercado se distinguen en múltiples campos;
tal es el caso, que el mercado adquirió la función de coordinar la producción
del espacio urbano (Abramo, 2011), influyendo
explícitamente en el ordenamiento de la ciudad. Esta nueva disposición ha dado
paso a nuevas materialidades que permiten la producción y reproducción del
sistema socioeconómico, en el cual los centros de consumo masivo se establecen
como enclaves importantes para la transformación de la ciudad, para nuestra
relación con la misma y la generación de nuevos hábitos de consumo.
El dinamismo en la
economía que marca el funcionamiento del mercado excluye a aquellos agentes que
encuentran difícil seguir el paso y los deja relegados a una especie de
condición obsoleta y anacrónica dentro de la actividad económica. Esta vibrante
dinámica en el comercio está compuesta por multiplicidad de productos, una
oferta masiva, distintos métodos de pago y captación copiosa de consumidores.
Este escenario sitúa a los supermercados de grandes superficies al frente de la
redistribución del dinero, mientras que las tiendas de barrio quedan marginadas
de este proceso. Por lo tanto, la crisis de estos establecimientos se agudiza
en tanto que el proyecto neoliberal genera desigualdades en la producción y
reproducción de la economía, ya que favorece a los espacios que crecen en sus
entrañas y se rinden a los pies de la lógica, al parecer ubicua, del mercado
competitivo. Mario nos clarifica cómo su tienda se ha visto en desventaja
dentro de este contexto:
Y pues la gente
ahorita está prefiriendo comprar en los sitios donde le sale mejor, como lo que
es justo y bueno, donde ya es por cantidades y le sale más económico que
comprar en un negocio normal. Entonces por eso también se redujo la venta.
(Mario, comunicación personal, 2020)
A finales de la década de los noventa, en Colombia se
consolidaron las grandes cadenas de supermercados e hipermercados como efecto
de la reconversión productiva y de consumo que el flujo global de mercancías y
capitales demandaba (Ramírez-Plazas, 2008, p. 37). Este acontecimiento se
consideró como el fin de las tiendas de barrio y los minimercados, ya que se
creía que las grandes superficies abarcarían las demandas de todos los
consumidores. No obstante, cerca de 20 años después, los
tenderos y tenderas y sus establecimientos continúan formando parte de
la economía comercial; se han logrado mantener activos dentro de la cadena
económica global. Para lograrlo, han apelado al encuentro e interacción
cotidiana con sus clientes; a través de la atención personalizada que estos
negocios ofrecen, se configuran relaciones de vecindad y amistad que los
convierten en centros sociales familiares para los consumidores (Goldman, 1976,
p. 46).
Desde la primera
acometida de exclusión por parte del mercado, tenderos y tenderas se han
defendido y han persistido en el terreno de las condiciones neoliberales
apelando a la propiedad social de las personas. Ahora bien, teniendo en cuenta
el contexto de cuarentena y confinamiento, se hace razonable la estruendosa
crisis económica que estos establecimientos están experimentando. La reducción
del tránsito peatonal es directamente proporcional a la reducción de las ventas
de las tiendas de barrio. El que había sido su recurso de competencia frente a
las grandes superficies y su estrategia de conservación dentro de la economía y
el mercado ahora se encuentra limitado.
A esta situación se
suma que, dentro de este sistema, los tenderos y tenderas
son trabajadores precarizados y altamente reemplazables (Fjeld
y Quintana, 2019), el neoliberalismo los convierte en mano de obra y en formas
de producción desechable, excluyéndolos de la escena económica y social del
mundo (Ibisate, 1998). A pesar de ello, estos
establecimientos se aferran a la importancia del relacionamiento e interacción
que sus espacios proponen, se aferran a esta simbiosis entre lo social y lo
económico, al arraigo para construir una comunidad a través del encuentro y
desmarcarse del individualismo al que aluden los hábitos de consumo de
autoservicio que proponen los supermercados de grandes superficies. Las tiendas
de barrio se niegan a ser devoradas por los campos de desigualdad que generan
los proyectos neoliberales y durante este tiempo han intentado contrarrestar
los efectos causados por la crisis.
Las tiendas de
barrio se han movido dentro de un contradictorio espacio, si bien se han
establecido como alternativa para el consumo e interacción social, no se
configuran por fuera del neoliberalismo. Estos establecimientos hacen parte de
un sin número de proyectos que se integran como minoritarios y adaptables de
manera progresiva a los proyectos económicos imperantes (Fjeld
y Quintana, 2019). Más que establecer un desacuerdo con el capitalismo
neoliberal, las tiendas de barrio se mueven de nuevo hacia los márgenes que el
sistema les había otorgado. Por lo tanto, las estrategias que tenderos y
tenderas han desplegado para sobrevivir durante esta coyuntura son consecuencia
de la inseguridad e inestabilidad económica que forma la base del capitalismo.
Los esfuerzos físicos, las reestructuraciones materiales y su acoplamiento con
dispositivos tecnológicos, más que una suerte de figuras románticas de
superación y resiliencia, son la inevitable re-inmersión
al único sistema autorizado y disponible para la realización de la vida de las
personas. La presión que se desata por el despojo y desaparición logra afectar
la mente y las emocionalidades de las comunidades, obligándolas a tomar la
única salida posible: la precarización en favor de la reestructuración productiva
y de consumo que el neoliberalismo sugiere.
El rebusque frente a la dicotomía formal/informal
La desigualdad, el
bienestar y los modos de vida han sido opacados por la naturalización del
programa neoliberal. En su práctica, estos no han hecho más que propagar y
acentuar tensiones sociales que dificultan alcanzar su ideal, uno que impone
aspectos frente a la calidad de vida. El accionar neoliberal a niveles
sociales, culturales, económicos y políticos que deviene de la masificación de
las “imágenes de mundo y políticas públicas que se han vuelto socialmente
dominantes, pese a que sólo terminan beneficiando a una élite que, mediante
ellas, arraiga su poder o lo establece” (Fjeld y
Quintana, 2019, p. 4), reproducen y naturalizan un estilo de vida bajo sus
criterios. Así pues, la relación entre el neoliberalismo y el estado interviene
de forma activa en la cotidianidad, mediante decisiones político-económicas que
terminan alterando la responsabilidad económica a la población.
El programa
neoliberal, que sigue el estado colombiano, se desentiende de crear condiciones
de bienestar y plantea —de forma errónea— acciones que intentan mitigar los
efectos del desborde económico, acciones que pueden ser clasificadas como
asistencialistas y que acentúan formas de desigualdad (De la Vega y Ciuffolini, 2020). En este sentido, estas decisiones
político-económicas han causado preocupación en sectores de la población ante
el futuro y la incertidumbre que genera la inestabilidad.
En un contexto
donde la inseguridad económica se encuentra en auge, solo es posible pensar en
cómo alcanzar los niveles ideales de bienestar, o al menos cómo garantizar
algunas condiciones mínimas (salud, vivienda, alimento) como mínimo para sí
mismo. De esta manera, el programa neoliberal, lejos de intentar garantizar
algún tipo de estabilidad, ha buscado responsabilizar a cada individuo de su
propia condición. Por tanto, “en el marco neoliberal, la pobreza es considerada
el resultado de las ‘dificultades’ que enfrentan algunos grupos para acumular,
en sí mismos, diversas formas de capital” (De la Vega y Ciuffolini,
2020, p. 780).
De esta manera,
cada individuo asume la responsabilidad de elaborar estrategias para
sobrevivir. Para ello, en general, pueden considerarse dos caminos: el empleo o
el emprendimiento. Sin embargo, en ambos casos podemos enlistar una serie de
condiciones que empujan estas posibilidades a la precarización. Con las
transformaciones sujetas a las decisiones estatales, ser empleado no garantiza
ningún tipo de estabilidad; el incremento de los contratos por prestación de
servicios o por obra labor ha obligado a cada trabajador a costear —casi como
independientes— salud y seguridad social aun cuando deberían estar acompañados
de aportes realizados por las empresas y el estado. De tal forma, “se normaliza
el trabajo precario y flexible con el fin de poder usar más libremente a los
trabajadores y desecharlos cuando se decida” (Lutz, 2013, p. 179).
El casi mitológico
contrato a término indefinido se convierte, entonces, para un trabajador, en un
personaje de ficción que solo se ve en la lejanía de la imaginación, como un
sueño que podría garantizar tan añorada estabilidad. El panorama como
independiente no tiene grandes cambios, el estado sigue sin hacer algún tipo de
contribución; más bien pasa por alto las posibles necesidades que pueden tener
los emprendimientos y reafirma las dificultades que las personas deben afrontar
en su trabajo al hacerlos transitar de lo informal a lo formal para contar con
legitimidad, sin ofrecer garantías frente a derechos laborales o financiación.
Wilson, quien tenía un negocio en el Gran San de Bogotá, tuvo que aventurarse
en otro tipo de emprendimiento para sostener a su familia.
Entonces estamos
jodidos. ¿Cuántas personas? Por lo menos yo que estaba en el Gran San, ese
centro comercial no lo han abierto; muchas personas ya se están quebrando por
eso, porque son 3 meses. Llevamos 3 meses sin recibir ningún sueldo, ninguna
ayuda. Entonces, ¿qué está haciendo el gobierno? (Wilson, comunicación
personal, 2020)
La dicotomía entre
la formalidad y la informalidad se ha planteado como dos caras opuestas de la
misma moneda. Lo formal está asociado con un empleo asalariado y la expectativa
de la estabilidad, mientras que en lo informal emerge el autoempleo, con rostros
de emprendimientos e iniciativas locales —en principio—. Sin embargo, esta
contraposición es más compleja que la fuente de ingresos, la informalidad se
caracteriza por no estar regulada por las instituciones (Porter y Haller, 2004,
citado por Izquierdo, 2020). Por lo tanto, podría considerarse que la
categorización sólo responde a un aspecto burocrático, pero esto también se
aleja de la realidad. La emergencia sanitaria del COVID-19 lejos de impulsar al
estado a pensar en políticas de bienestar eficientes, puso en evidencia la
desigualdad socioeconómica que afrontamos. El conflicto entre la formalidad y
la informalidad ha dejado al descubierto una serie de tensiones con la institucionalidad,
donde surge una categoría adicional, una que no puede ser clasificada, sino que
se encuentra a la deriva. Esta es la situación de aquellas personas cuyas
actividades económicas no encajan en las definiciones impuestas, actividades
que se encuentran en un estado liminal entre lo formal y lo informal. Para
Elkin, dueño de un guanabanazo en el barrio Santa
Rosa, la emergencia sanitaria del COVID-19 dificultó su forma de supervivencia.
¿Por qué nos afecta
tanto? Porque esto son negocios que son negocios […], formales, pero se vuelven
informales. ¿Por qué? porque nosotros pagamos cámara de comercio, RUT,
bomberos, sanidad. Todos los permisos se tienen y todo lo que le exigen se va
teniendo; pero no somos empresas ni microempresas que tenemos 3 empleados para
beneficiarnos de algo, de alguna ayuda. No. Lastimosamente lo único que hacemos
es aportar. (Elkin, comunicación personal, 2020)
Aun así, cumplir
con los requisitos que exige la legislación para ser considerado como formal no
tiene ninguna garantía. Las iniciativas que surgen constantemente desde la
informalidad “pareciera[n] constituirse en una estrategia más para el logro del
progreso individual o familiar” (Izquierdo 2020. p. 1589) y para suplir sus
necesidades básicas. En este sentido, las intervenciones neoliberales han
transformado la visión estatal frente al bienestar de la población a través de
“la privatización de servicios públicos” y la promoción de “políticas públicas
de autorresponsabilización personal que regulan las
obligaciones sociales como obligaciones personales” (Fjeld
y Quintana, 2019, p. 4). Como consecuencia, el sector informal recoge aquellas
realidades, de manera que “la inserción en los espacios de informalidad se
traduce en la práctica en un significado de perdurabilidad y manutención de sus
necesidades básicas en el tiempo, al representar su futuro desde la estabilidad
de sus estrategias actuales” (Izquierdo, 2020, p. 1590). Ahora bien, en el
contexto de pandemia, la privatización en los servicios y la ausencia de
aportes estatales hacia el comercio perjudicó diferentes negocios que se
enmarcan en la formalidad. Para Alberto, propietario de una tienda en el barrio
Santa Rosa, es clara la ausencia de ayuda desde el estado.
A nosotros los
comerciantes no nos han dado nada. Ni siquiera el bajón de la luz. La luz, el
agua todo eso llegó más caro. Hubiera llegado más bajito, pero se nos subió
antes más. Lo único que el gobierno nos dijo fue que lo de la cámara y el
comercio tengo que pagarlo ya ahorita en julio. No debería cobrarnos cámara y
comercio por este año. (Alberto, comunicación personal, 2020)
Aunque estos
problemas han florecido en tiempos de pandemia, responden a un problema de
larga duración que afecta a la sociedad en diferentes niveles. Aspectos como la
privatización de la salud y la educación complejizan los modos de vida al
comercializar con el bienestar de la población.
Entonces, tengo dos
niñas estudiando en un colegio privado. A parte de eso no recibo ayudas del
gobierno porque no tengo ni Sisbén[2],
o sea, pago mi seguridad y mi salud por aparte, privada, y pago el estudio de
las niñas, tampoco lo recibo por parte del gobierno. […] No ha habido ni como
pagar los colegios de las niñas, ni como pagar las cuotas de la casa.
Administración de la casa. No ha habido nada de esas cosas. (Alberto,
comunicación personal, 2020)
Las constantes variaciones en la economía obstaculizan el
trabajo de los dueños de negocios, quienes además de luchar contra las
dificultades que ha traído la pandemia, deben responder a las exigencias de la
formalidad. Por otra parte, “la informalidad ha llegado a ser representada como
una estrategia de progreso más que de subsistencia, a partir de apoyarse en
lógicas de inserción en los espacios formales de la economía” (Izquierdo, 2020,
p. 1597). La concepción de progreso se anida en los principios de un sistema
neoliberal que reproduce imaginarios donde el trabajo informal representa un
medio para “la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales
individuales y colectivas” (Izquierdo, 2020, p. 1598) y, a su vez, contrarresta
el efecto que la insatisfacción social de estas necesidades podría tener en el
panorama socioeconómico.
Sin embargo, esta
imagen ilusoria de la informalidad-formal, como modo de progreso mediante el
trabajo duro, en Colombia es asociada con la resiliencia de la población para
superar dificultades económicas a través del rebusque. Un término que
socialmente es acogido casi como identidad, porque gracias al rebusque de
ingresos económicos en diferentes sectores, las personas logran suplir sus
propias necesidades. Esta posición frente al rebusque da cuenta de cómo se
siguen justificando las decisiones políticas de abandono, a tal punto que
suelen considerarse como formas de emprendimiento o autosuperación.
En este sentido, el
despojo se construye de forma desigual y afecta brutalmente a todos los que
carecen de una posición privilegiada que garantice seguridad y confianza
económica. La brecha de desigualdad, como si se tratara de una feroz
competencia, romperá su propio récord y alcanzará índices tan altos que para
enfrentarlos necesitaremos mucho más que intenciones caritativas o
filantrópicas de parte de públicos o privados. En estas condiciones
estructurales, el rebusque se convierte en una experiencia relacional creativa
que nace de la inseguridad e inestabilidad económica que forma la base del
capitalismo. El rebusque es la apuesta por la supervivencia: el presente cada
vez se vuelve más corto y la ansiedad por el futuro, más insistente. Cada
ciudadano rebusca la manera de sobrevivir dentro del mar de desigualdad que es
Colombia: algunos cuentan, por mera suerte, con herramientas que permiten
sofisticar el rebusque, pero que no aseguran la estabilidad ni tampoco espantan
las calamidades que en cualquier momento pueden aparecer para acecharnos.
Viaje por las conceptualizaciones populares de la
estatalidad
Al recorrer las
panaderías, salsamentarias, locales de guanabanazo y
demás tiendas de barrio, se evidenció que sus dueños y el correspondiente
equipo de trabajo compartían una visión específica del gobierno y del estado;
visión construida por sus quehaceres y experiencias cotidianas, los efectos de
la pandemia en sus vidas y las medidas gubernamentales adoptadas en torno a
esta. En este sentido, la visión del estado, más que ser una mera
representación, constituye una forma de ordenar, producir e intervenir lo
institucional. Así, en sus prácticas cotidianas, los cuerpos del rebusque
configuran y conceptualizan las instituciones estatales; proceso a través del
cual moldean los criterios de verdad que emplean para producir y, al mismo
tiempo, juzgar el entorno político en el que se encuentran incrustados. El
presente de la pandemia constituye no solo el resultado de un conjunto de
disposiciones gubernamentales con correlatos materiales, sino también aparece
como la plataforma desde la cual se imaginan agentes como el estado o el
gobierno a partir de sus prácticas y efectos en la realidad de quienes los
conceptualizan.
Al escudriñar en
torno a cómo los sujetos que establecen sus negocios para rebuscarse el
sustento familiar se piensan con relación al gobierno y sus políticas, se
iluminan las maneras como el Estado es pensado y creado desde las prácticas
cotidianas de cada individuo. En efecto, el ejercicio de conceptualización e imaginación
política no es uno de un talante puramente abstracto ni oscuramente idealista,
sino que emerge de los efectos de las relaciones tensionantes
y conflictivas entre agentes con intereses disímiles. La forma como el gobierno
es imaginado por quienes encuentran en las tiendas de barrio un sustento
económico gravita en torno a dos polos: la faceta antigarantista
y la faceta de leviatán. A partir de estas dos caras, los agentes componen un
tejido que, si bien es cierto es diverso —y en ocasiones discordante—,
construye una imagen en un telar donde la urdimbre se compone de la
interrelación entre gobierno, mercado y “sociedad civil”.
Por lo tanto, las
conceptualizaciones de las prácticas de las instituciones gubernamentales de
estos cuerpos del rebusque apuntan a teorizar al estado como un conjunto de
prácticas y actores que potencian la unión entre sociedad y mercado.
Definitivamente, el punto no es que la sociedad o el mercado estén alejados ni
tampoco que constituyan esferas relacionales lo suficientemente lejanas como
para necesitar de un puente que una la distancia inconmensurable; el punto es
que el estado se vale de sus aparatos y de sus recursos institucionales para
soldar ese vínculo. Además, el tinte particular de este punto es que son los
cuerpos del rebusque quienes, a partir de su experiencia y de las
transformaciones que han afrontado en el curso de la pandemia, teorizan de este
modo al estado y sus decisiones de gobierno.
De una parte, los
relatos de los tenderos y tenderas apuntan a evaluar
el rol del gobierno de Iván Duque (2018-2022) en los primeros seis meses de la
pandemia (marzo-julio de 2020) desde el criterio de la falta de cumplimiento
con el rol garantista del estado de bienestar. Ante esta valoración, se teoriza
al gobierno como un agente que narrativamente se construye a sí mismo como uno
que ofrece ayudas y auxilia económicamente a la población; pero en la práctica,
esta imagen colapsa por las condiciones de inseguridad económica y por la falta
de intervención del gobierno dirigida a garantizar los mínimos vitales para la
población. En sintonía con ello, Alberto y Elkin afirman lo siguiente:
No. Nosotros en los
negocios no nos han ayudado. Por ejemplo, a mi negocio, a mí no. Nunca nos ha
llegado ningún … que el gobierno “tome les ayudo esto”. No. A nosotros los
comerciantes no nos han dado nada. Ni siquiera el bajón de la luz. La luz, el
agua, todo eso llegó más caro. Hubiera llegado más bajito, pero se nos subió
antes más. (Alberto, comunicación personal, 2020)
Bueno, uno
principalmente desde que inició esto nos tocó obligados confinarnos, a entrar a
una cuarentena. ¿Qué pasó? Que de pronto nosotros no estamos acostumbrados a
esas situaciones o no estábamos preparados para esas emergencias, entonces no
había de pronto un ahorro. Se cerraron 20 días y uno de los primeros
inconvenientes que tuve después de que volví fue que en ese tiempo llegó el
recibo de la luz y nosotros que somos los negocios comerciales que somos los
que aportamos para los estratos 1 y 2, eh, llegó el recibo de la luz y en esos
20 días pasó la fecha de vencimiento, se venció el recibo y vinieron y cortaron
la luz y dañaron los helados. Entonces eso fue parte, o sea, cobraron
reconexión, aparte de eso no respondieron por los helados, se hicieron muchos
reclamos y eso es una de las primeras afectaciones que hubo. Eh, otra de las
cosas: no hubo ayudas. ¿Por qué? Porque esto es un negocio familiar, acá no
tenemos empleados. Los empleados es que mi señora despulpa la fruta, yo la
comercializo o se hacen los productos. Entonces ayudas no hubo. (Elkin,
comunicación personal, 2020)
Tanto Alberto como Elkin coinciden en enfatizar no solo la
falta de ayudas del gobierno, sino también el encarecimiento de los servicios
públicos. En cuanto al primer punto, el relato de Elkin conceptualiza el
mecanismo de las ayudas como uno de carácter excluyente y altamente limitado en
su alcance. A pesar de que Alberto y Elkin han sufrido los estragos económicos
por las medidas gubernamentales ejecutadas en respuesta al COVID-19, ninguno de
los dos recibió algún tipo de ayuda económica estatal porque, entre otras
razones, o no cumplían con los requisitos para ser candidatos de los programas
promocionados por el gobierno o el proceso para acceder a tales plataformas
estaba mediado por un conjunto de prácticas burocráticas que dificultaban el
acceso a los posibles beneficios.
En estos términos,
la promoción de ayudas y auxilios económicos por parte del gobierno desempeña
un papel estratégico: se convierte en una actividad necesaria para construir
una imagen de un estado garantista, capaz de responder ante las contingencias y
necesidades de la población. Los programas de ayudas a los comerciantes
aparecen como un conjunto de prácticas y narrativas que se conjugan conforme a
una gubernamentalidad neoliberal para producir
activamente la imagen de un estado soberano y, ante todo, legítimo. De este
modo, el gobierno construye el mito donde él aparece como un ente capaz de
suplir las carencias; mito que está intrínsecamente aparejado con las
pretensiones de conversión al pater familias: el
padre que todo lo puede, que todo lo suple y que todo lo invade. Los programas
asistencialistas se convierten en los ritos a través de los cuales el mito
adquiere vivacidad; sin que esto signifique que el mito deja de ser tal. Sigue
siendo mito porque las ayudas no llegan, la precarización se multiplica y la
inequidad conserva su carácter estructural:
Yo pienso que el
gobierno promete y promete y no cumple nada porque ellos dicen que van a hacer
préstamos que uno puede solicitar y eso es puro… Usted va a los bancos y le
piden cantidad de papeles y eso es puro cuento todo. Uno no va a los bancos
porque eso es puro cuento lo del gobierno. Entonces es como una estrategia que
no se sabe que es la verdad, entonces a uno le toca defenderse con lo que uno
pueda porque el gobierno no cumple. Promete y promete y no cumple. Fuera de eso
exigen una cantidad de papeleos o algo así y la gente nunca tiene eso. Entonces
eso es puro cuento. (Francisco, comunicación personal, 2020)
La noción de Estado creada está sujeta a la relación
conflictiva con la institucionalidad, la cual gravita en torno al concepto de
estado de fábula: un estado de puro cuento y puro papel
en el que la retórica del gobierno está articulada para dar la apariencia de
efectividad, pero las prácticas están atiborradas de burocracia. En
consecuencia, la burocracia aparece como un elemento clave que media entre el
mito y el rito: es la que permite que el mito permanezca en su esfera ficcional
y la que acompaña los ritos.
En estos términos,
el segundo punto de los testimonios de Elkin y Alberto exalta uno de los ritos
a través de los cuales el estado emerge con su faceta neoliberal: el
aprovechamiento de la construcción de la emergencia sanitaria para redistribuir
el capital hacia sectores como los prestadores de servicios públicos, los
bancos privados, entre otros. La situación del encarecimiento de los servicios
públicos constituye un factor que, en estos relatos, despliega una función que
muestra la ambivalencia de la emergencia sanitaria y, de paso, devela su
carácter artificial. Por un lado, a pesar de haber declarado a través de varios
decretos la situación de alarma sanitaria —bajo el amparo de la cual,
diferentes sectores económicos tuvieron que cesar actividades— no se
interrumpió el cobro de los servicios, sino que se incrementó su costo.
Simultáneamente, a pesar de la agudeza del fenómeno del asesinato de líderes
sociales, de la pauperización de las condiciones de vida de quienes se vieron
afectados por el cese de actividades laborales, de la cantidad de episodios de
corrupción y desfalco del erario, la situación declarada emergencia fue la
proliferación de los contagios por COVID-19[3].
El rótulo de
“emergencia” constituye, entonces, una construcción histórica atravesada por
diferentes intereses que brotan cuando se enfrentan valores distintos y
conforme a los que se estructuran formas particulares de intervenir la
realidad. En efecto, las conceptualizaciones del estado que estos sujetos
fabrican se sustentan en la concepción de que la inseguridad y violencia
económica son activamente producidas por los dispositivos estatales; dinámica
que se articula con lo que Taussig (1997) denomina
“fetichismo de estado”. En este sentido, el estado invierte una cantidad de
esfuerzos considerable para investir sus prácticas violentas de racionalidad y
legitimarlas.
Conclusiones
La inestabilidad de
la pandemia recrudeció las bases de la estructura económica nacional,
trastocando la reproducción del programa político y económico neoliberal. La
bruma que este programa desplegaba para cautivarnos se despejó a medida que las
interacciones cotidianas se suspendían. Encapsular las múltiples relaciones que
sostenemos diariamente en nuestros hogares evidenció que la producción y
reproducción del modo de vida neoliberal descansaba sobre la relacionalidad autocrática que el ser humano debería
extender sobre todo aquello que lo rodeaba. Las restricciones de sociabilidad
presencial impuestas por el gobierno interrumpieron los ciclos de múltiples
actividades económicas, creando un ambiente de inestabilidad e inseguridad
económica. Esto afectó principalmente a las tiendas de barrio, muchas de las
cuales se vieron forzadas a cerrar sus puertas o a recurrir a los espacios de
asistencia que ofrecía la economía neoliberal para salvar su estructura
económica.
Se apostó por los
encuentros virtuales para restablecer parte de los procesos socioeconómicos de
las ciudades; no obstante, esta apuesta por la innovación en las actividades
económicas derivó en nuevas demandas de consumo que beneficiaron a unos
comerciantes y desfavorecieron a otros. Para asegurar su supervivencia, el
neoliberalismo se apoyó en aquello que podía subsistir en las condiciones
actuales, por lo que privilegió la participación de espacios que aseguraban
económica y físicamente la dinámica del mercado y los hábitos de consumo de las
personas. Así, los centros de consumo masivo se convirtieron en enclaves
importantes para mantener y reproducir el sistema socioeconómico neoliberal,
mientras que el gremio de tenderos y tenderas se vio
relegado una vez más a los márgenes de la economía y obligado a encontrar, a
través de un esfuerzo arduo, las condiciones mínimas para sobrevivir. En este
contexto, las tiendas de barrio, además de enfrentar las dificultades
económicas propias de la pandemia, se vieron afectadas por un programa
económico que restringió su participación y amenazó su permanencia al
privilegiar el consumo masivo en grandes superficies en detrimento del servicio
personal, diario y comunitario que caracteriza a las tiendas de barrio. Sin embargo,
tenderos y tenderas se han defendido de las condiciones neoliberales apelando a
las cualidades relacionales de las personas. A través de estrategias muy
particulares, este gremio intentó sostener los atributos vecinales y
comunitarios que tanto los caracteriza, con el fin de hacerse un espacio en los
márgenes de la economía nacional.
Por otro lado, es
importante considerar que la retórica institucional se ha apoyado, en buena
medida, en la dicotomía formal/informal, creando un lente bifocal para definir
una realidad material que excede tal dualismo. El rebusque aparece como el hijo
bastardo que disputa la herencia prístina de sus padres que sí cuentan con un
pleno reconocimiento institucional. Tanto lo formal como lo informal se
encuentran rodeados de condiciones desiguales y precarias que han obligado a
los sujetos a buscar otras fuentes de ingreso, como mencionan las personas
entrevistadas, para costear salud, educación y suplir las necesidades básicas
propias y de sus familias. El rebusque es, entonces, la salida que ha emergido
de la precarización y la desvalorización del trabajo, del trabajo en general
sin la polarización de la categorización burocrática.
Rebusque y
precariedad son una cara de la misma moneda, donde la formalidad emerge como
una categoría vertical que juega como una escalera en el ascenso de las
condiciones de la sociedad neoliberal, una sociedad que normaliza la búsqueda
de diferentes entradas económicas para la supervivencia. Estas categorías
convergen en las tiendas de barrio, complejizando la forma de vida de quienes
dependen de ellas. Estas personas a menudo se encuentran en la encrucijada
entre cumplir los requerimientos legales, como el pago de impuestos, y
enfrentar la inseguridad económica que traen consigo las convulsiones de ser
independiente, tener un negocio propio o ser un empleado con un sueldo soez,
pero con una jornada extenuante. En resumidas cuentas, viven en Colombia al amparo
de un estado neoliberal que ha sido intervenido, con frecuencia, por el
narcotráfico.
Perseguir la
supervivencia en el clima de la inseguridad económica requiere astucia y
creatividad. Escapar de la guadaña de los bancos, de las cuentas por pagar y
del engranaje que domina el deseo y atiborra cada rincón de nuevas necesidades
no es una aventura romántica, sino una que obedece al reparto disímil de la
vulnerabilidad y que responde al circuito diferenciado de relaciones de poder
dentro del cual se ubica cada cuerpo. Buscar ingresos adicionales, hacer
domicilios, reestructurar espacios, pedir préstamos, renovar hipotecas o
refinanciar deudas son algunos de los malabares que exige la época de la
precarización y que fueron ejecutados por las tenderas y tenderos de barrio.
Esta es una época en la que las ocho horas diarias de jornada laboral no alcanzan
para cumplir con las obligaciones; una época en la que el trabajo se convierte
en el fin de la vida, en la que los sujetos viven para el capital y no al
revés; una época en la que la explotación ha mutado y toma formas como la del
emprendimiento o la de los socios.
Dentro de este
conjunto de prácticas, el modo en que diferentes actores construyen y
conceptualizan el estado resulta relevante en la medida en que dichos
imaginarios repercuten en las formas de intervenir la realidad y configurar las
relaciones que los ciudadanos construyen con la institucionalidad. Durante el
ejercicio etnográfico en el que nos embarcamos, identificamos dos facetas que
territorializaron la conceptualización del estado construida por los tenderos:
la faceta antigarantista y la faceta de leviatán.
La primera faceta
se opone a la noción del estado de bienestar, en el que la percepción del
estado se basa en función de su valoración en relación con dicha noción. De ahí
que sus falencias en el cumplimiento de esta imagen son tomadas por los tenderos y tenderas como elementos centrales para
caracterizar el Estado colombiano como uno antigarantista.
Sin embargo, no se puede olvidar que esta construcción discursiva juega
directamente con las imágenes estatales que procuran mostrar a sus
instituciones como eficaces y protectoras de los ciudadanos en tiempos de
crisis. En efecto, estas ficciones institucionales poseen un matiz heroico
necesario para crear el efecto de legitimidad gubernamental.
Por otro lado, la
faceta de leviatán se evidencia en los testimonios de las personas
entrevistadas. En estas declaraciones es recurrente la idea de que las acciones
gubernamentales están orientadas a favorecer a los dueños de los grandes medios
de producción en detrimento de quienes no cuentan con mayores privilegios
económicos. Ambas facetas confluyen en la conceptualización del estado como un
ente que no garantiza los medios para que los ciudadanos puedan solventar sus
necesidades económicas, omisión deliberada y necesaria para distribuir el
capital a las cúspides de la pirámide económica.
Al mismo tiempo, el
estado es imaginado como uno que invierte esfuerzos para crear un mito en el
que legitima su soberanía a través de prácticas rituales marcadas por la
burocracia. El estado de fábula se compone de dos facetas interconectadas: una
simbólica, que trabaja a partir de la infraestructura con la que cuenta la
institución, y otra, material, que se encuentra embadurnada por las condiciones
de racionalidad de la violencia económica. El fetichismo del estado es
desenmascarado desde los paisajes teóricos construidos por quienes, ante la
inseguridad económica, ven en el rebusque una forma de afrontar tales
condiciones materiales.
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* The act of finding ways to make a living or earn
money through informal or unconventional means. It often involves taking on odd
jobs, engaging in small-scale entrepreneurial activities, or using resourcefulness
to overcome economic challenges.
[1] En este artículo se decidió
escribir “estado” con su primera letra en minúscula y no en mayúscula. Esta
decisión obedece a una posición política y epistemológica bien dilucidada desde
campos como el de la antropología del esta-do: contra los esfuerzos pragmáticos
orientados a la construcción de la ficción del estado como un ente abarcador,
superior a la “sociedad civil” y vertical (Gupta y Mitchell, 2015) —donde la
escritura del término con mayúscula, entre otras cosas, favorece la ficción
ideológica de la coherencia estatal—, se vuelve fundamental aterrizar el estado
y situarlo como objeto de análisis sin tomar como base los mismos efectos
discursivos que se pretenden estudiar. Escoger la “e” minúscula constituye un
gesto para desestabilizar los efectos narrativos que producen al estado como
una realidad dada con un conjunto de atributos bastante particulares; sobre
todo, el movimiento desestabilizador descansa en la desnaturalización de tales
efectos y en resaltar su naturaleza discursiva.
[2] Sistema de Identificación de
Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales.
[3] Para Rancière (1996), la policía
es una forma de organizar los cuerpos que, a su vez, delimita las divisiones
entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir; es,
entonces, un orden de lo visible y lo decible capaz de definir lo que pertenece
al discurso y lo que hace parte de la esfera del ruido.
Referências
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