Participación comunitaria en la Junta de Acción Comunal de La Macarena, barrio bohemio de Bogotá
Community participation in the Community Action Board of La Macarena, bohemian neighborhood of Bogotá
Participação comunitária na Junta de Ação Comunitária de La Macarena, bairro boêmio de Bogotá
Palabras clave:
comunidad urbana, participación comunitaria, desarrollo comunitario, prácticas culturales, asociacionismo (es)comunidade urbana, participação comunitária, desenvolvimento comunitário, práticas culturais, associacionismo (pt)
urban community, community participation, community development, cultural practices, associationism (en)
The Community Action Board is an organism of community participation that persists in Colombia since the second half of the 20th century in the small urban and rural territories such as neighborhoods and rural districts. Its importance is that it is recognized as the first interlocutor of the State with citizenship in the areas where it lives. Some studies have identified that these organizations have worked mainly to solve basic needs of the population such as home public services and social facilities in areas that lack them, but its functioning is unknown in urban neighborhoods that already have basic infrastructure and whose residents have a medium or high level of purchasing power and are connected to economic circuits of globalized culture. The objective of this article is to understand the population, territorial, organizational and institutional factors that restrict the community participation of the inhabitants of La Macarena, the Bohemian neighborhood of Bogotá, in the Community Action Board.
Through a triangulation between information compiled with quantitative and qualitative research techniques in an applied social research exercise, it was found that the relationship between the privatized cultural consumption, the increasingly individualized lifestyle of the inhabitants of the neighborhood, and the Urban dynamics of the Latin American city, together with the growing delegitimization of community action organizations in the country and, in general, the exercise of traditional politics, explain the reduced participation in local collective action organizations of middle class citizens.
Participación comunitaria en la Junta de Acción Comunal de La
Macarena, barrio bohemio de Bogotá
Karen
Lorena Romero Leal. Estudiante de la Maestría en Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Leiden, Países Bajos. Correo electrónico:
klromerol@unal.edu.co. https://orcid.org/0000- 0002-2761-9554
Recibido: octubre
22, 2017. Aprobado: febrero 08, 2018. Publicado: marzo 01, 2018.
Resumen
La
Junta de Acción Comunal es un organismo de participación comunitaria que
persiste en Colombia desde la segunda mitad del siglo XX en los pequeños
territorios urbanos y rurales como son los barrios y las veredas. Su
importancia radica en que es reconocido como el primer interlocutor del Estado
con la ciudadanía en los territorios donde habita. Algunos estudios han
identificado que estas organizaciones han funcionado sobre todo para resolver
necesidades básicas de la población como los servicios públicos domiciliarios y
equipamiento social en zonas que carecen de ellos, pero no se conoce su
funcionamiento en barrios urbanos que ya cuentan con la infraestructura básica
y cuyos residentes tienen un nivel medio o alto de capacidad adquisitiva y
están conectados con circuitos económicos de cultura globalizada. Este artículo
tiene como objetivo comprender los factores poblacionales y territoriales,
organizativos e institucionales que restringen la participación comunitaria de
los habitantes de La Macarena, barrio bohemio de Bogotá, en la Junta de Acción
Comunal. A través de una triangulación entre información recopilada con
técnicas de investigación cuantitativa y cualitativa en un ejercicio de
investigación social aplicada, se encontró que la relación entre el consumo
cultural privatizado, el estilo de vida cada vez más individualizado de los
habitantes del barrio, y las dinámicas urbanas de la ciudad latinoamericana,
junto con la creciente deslegitimación de las organizaciones de acción comunal
en el país y, en general, del ejercicio de la polí[1]tica
tradicional, explican la reducida participación en organizaciones de acción
colectiva local de ciudadanos de clase media.
Palabras
clave: comunidad urbana, participación comunitaria, desarrollo
comunitario, prácticas culturales, asociacionismo.
Community participation in
the Community Action Board of La Macarena, bohemian neighborhood of Bogotá
Abstract
The Community Action Board is an
organism of community participation that persists in Colombia since the second
half of the 20th century in the small urban and rural territories such as neighborhoods
and rural districts. Its importance is that it is recognized as the first
interlocutor of the State with citizenship in the areas where it lives. Some
studies have identified that these organizations have worked mainly to solve basic
needs of the population such as home public services and social facilities in
areas that lack them, but its functioning is unknown in urban neighborhoods
that already have basic infrastructure and whose residents have a medium or
high level of purchasing power and are connected to economic circuits of
globalized culture. The objective of this article is to understand the
population, territorial, organizational and institutional
factors that restrict the community participation of the inhabitants of La
Macarena, the Bohemian neighborhood of Bogotá, in the Community Action Board.
Through a triangulation between information compiled with quantitative and
qualitative research techniques in an applied social research exercise, it was
found that the relationship between the privatized cultural consumption, the
increasingly individualized lifestyle of the inhabitants of the neighborhood,
and the Urban dynamics of the Latin American city, together with the growing
delegitimization of community action organizations in the country and, in
general, the exercise of traditional politics, explain the reduced participation
in local collective action organizations of middle class citizens.
Keywords: urban community, community participation, community
development, cultural practices, associationism.
Participação comunitária
na Junta de Ação Comunitária de La Macarena, bairro boêmio de Bogotá
Resumo
A Junta de Ação Comunitária é um
organismo de participação comunitária que persiste na Colômbia desde a segunda
metade do século XX nos pequenos territórios urbanos e rurais como são os
bairros e as veredas. Sua importância radica em que é reconhecido como o
primeiro interlocutor do Estado com os cidadãos nos territórios onde mora.
Alguns estudos têm identificado que estas organizações têm funcionado sobre
todo para resolver as necessidades básicas da população como os serviços
públicos domiciliários e equipamento social em zonas que não dispõem deles, mas
não conhece-se seu funcionamento em bairros urbanos
que já contam com a infraestrutura básica e cujos residentes têm um nível meio
ou alto de capacidade de aquisição e estão conectados a circuitos econômicos de
cultura globalizada. Este artigo tem como objetivo compreender os fatores
populacionais e territoriais, organizativos e institucionais que restringem a
participação comunitária dos habitantes de La Macarena, bairro boêmio de
Bogotá, na Junta de Ação Comunal. Através de uma triangulação entre informação
recopilada com técnicas de pesquisa quantitativa e qualitativa em um exercício
de investigação social aplicada, encontrou-se que a relação entre o consumo
cultural privatizado, o estilo de vida cada vez mais individualizado dos
habitantes do bairro e as dinâmicas urbanas da cidade latino-americana, junto
com a crescente deslegitimação das organizações de ação comunal no país e em
geral, do exercício da política tradicional, explicam a participação reduzida
em organizações de ações coletivas locais de cidadãos de classe média.
Palavras-chave: comunidade urbana, participação comunitária,
desenvolvimento comunitário, práticas culturais, associacionismo.
Introducción
El
barrio La Macarena, de estratos 3 y 4, está ubicado en la localidad de Santa
Fe, específicamente, en la Unidad de Planeamiento Zonal (UPZ) 92, denominada de
la misma forma que el barrio y que alberga zonas de diferenciada
caracterización socioeconómica, entre las que se encuentran los barrios
populares La Paz y La Perseverancia, de estratos 1 y 2, y el barrio de interés
cultural Bosque Izquierdo, donde predomina el estrato 5.
En
el marco de la modernización de Bogotá, en 1952 se construyó el Hotel
Tequendama en antiguos predios del Ministerio de Defensa, y con ello se configuró
lo que hoy se conoce como el Centro Internacional, con el levantamiento de
grandes edificaciones destinadas para actividades gubernamentales y
relacionadas con los negocios. En 1954 se empezó a construir el viaducto de la
calle 26. Luego, en la siguiente década se edificaron obras sin una planeación
unificada, mientras que la ciudad sufrió una gran expansión hacia todas las
direcciones; de esta manera, el uso del centro de Bogotá se transformó de
residencial a comercial, terminando de desplazar a la mayoría de sus habitantes
tradicionales a otras zonas de la ciudad —proceso que se había iniciado en los
años veinte—. Se generó así un abandono del sector que se encuentra ligado a la
irrupción de graves problemas de inseguridad (Secretaría del Hábitat, 2011).
Posteriormente, el sector no cambió en cuanto a su área construida, sin
embargo, como la administración pública de Bogotá buscó frenar la expansión de
la ciudad hacia la sabana, razón por la cual se impuso la construcción de altos
edificios de uso residencial como las Torres del Parque, constituido por
viviendas de interés social financiadas por el Banco Central Hipotecario en
1967 (Laverde, 2013, p. 9), y se promovió la construcción de infraestructura
vial para mejorar el tránsito, siendo importante el inicio del proyecto de la
avenida de Los Cerros, o la circunvalar a principios de los setenta. En los
próximos años se consolidó la oferta cultural del sector, pues se creó el
Planetario Distrital, el Museo de Oro, el Museo de Arte Moderno, entre otros (Zambrano
et al., 2003, p. 141).
Pese
a la modernización urbanística de la zona norte del centro de la ciudad,
todavía en los años setenta había disponibilidad de gran cantidad de terrenos
en La Macarena, por tal motivo, “ofrecía vivir lo urbano en un ambiente
semirrural y muchos artistas llegaron al barrio seducidos por el aire a campo
que todavía se respiraba, pero cerca de las librerías, los teatros, los cafés,
la bohemia que los inspiraba” (“Infancia del barrio”, 2005). Entre los artistas
que habitaban el barrio en los sesenta, estaba el pintor Enrique Grau y el
fotógrafo Hernán Díaz, quienes inspiraron el mote de Colina de la Deshonra a la
cuadra de la calle 26 entre carreras cuarta y quinta. El proceso de
gentrificación en el barrio inicia con la construcción de las Residencias El
Parque en los años setenta, que atrae migrantes de clase media, sobre todo
provenientes del norte de la ciudad, quienes querían diferenciarse de un sector
tradicional, y que se interesaron por el consumo cultural posibilitado por los
equipamientos recreativos y de patrimonio ubicados en el centro de la ciudad
(Laverde, 2013).
Los
cambios en la configuración residencial de La Macarena se producen a la vez que
se desarrolla un uso comercial del sector con la apertura de establecimientos
como restaurantes, cafés y discotecas a finales de los años ochenta, debido a
que una parte considerable de los espacios comunes de las nuevas edificaciones
fueron cedidos por sus propietarios para la instalación de sitios comerciales
con el fin de financiar sus gastos de administración. Posteriormente, con este
mismo propósito, se incorporan nuevos predios al uso comercial. En términos comerciales,
La Macarena alcanzó una renovación entre la década de los ochenta y después de
los noventa, pues pasa de ser un sector de rumba a uno “más turístico y
cultural”, en palabras del astrónomo y economista Germán Puerta, residente del
barrio, debido a que la Zona Rosa y la vía a La Calera se consolidan como
epicentro del esparcimiento nocturno de sectores de clase media y alta (Un
viaje a las estrellas de la mano de Germán Puerta, 2009).
La
oferta comercial del barrio se mantuvo, aunque restringida casi exclusivamente
a los restaurantes. Sin embargo, la transformación del uso del suelo de La
Macarena en algunas zonas de residencial a comercial es definitiva,
especialmente en la parte occidental. A raíz de que en 1994 la Alcaldía de
Bogotá comunicó a los habitantes del sector ubicado entre el parque de la
Independencia y el parque Nacional su interés en intervenir la carrera quinta,
se produjeron una serie de reflexiones sobre las problemáticas que los
aquejaban, encontrándose como principales las siguientes: la inseguridad, la
indigencia, la drogadicción, los altos niveles de tráfico vehicular, la
acumulación y/o dispersión de basuras, ruido, alteración de la privacidad,
parqueo en andenes y falta de civismo. Esta última expresada, entre otras cosas,
en el irrespeto a las normas y la falta de organización vecinal (Chaparro,
s.f., pp. 3-4). Gran parte de tales problemáticas se relacionaba con la
presencia de actividades comerciales e instituciones públicas y privadas en el
sector que atraían a una numerosa población flotante que generaba dinámicas
diferentes a las de un sector residencial como, por ejemplo, la invasión de
espacio público. Con el fin de hacer frente a las consecuencias negativas para
los residentes del cambio de uso del suelo en La Macarena, justamente en 1998
se crea la Junta de Acción Comunal del barrio y, como lo dijo un afiliado, su
lucha sería por ordenar el territorio, propósito abanderado especialmente por
los habitantes tradicionales del barrio.
Uno
de los objetivos de la Constitución Política de Colombia es la promoción de la
participación ciudadana mediante diversas modalidades, dentro de las cuales se
encuentran las Juntas de Acción Comunal (JAC), como organismos de carácter
territorial. Las JAC son el organismo de participación con mayor tradición y
conocimiento por parte de los ciudadanos en Colombia. Desafortunadamente, en
general, parece que en la actualidad sufren un proceso de estancamiento,
específicamente en territorios donde sus habitantes no pertenecen a los estratos
socioeconómicos más bajos, como es el caso del barrio La Macarena, y donde
estos organismos no están cumpliendo adecuadamente su propósito de fortalecer
el tejido social. En esta perspectiva, es relevante conocer la forma en la cual
operan los organismos comunales y explorar las razones que inciden en su
funcionamiento.
La
Junta de Acción Comunal del barrio La Macarena se presenta como un caso particular,
en primer lugar, porque a pesar de que los habitantes del barrio desconocen de
manera generalizada el organismo y, por ende, existe un bajo nivel de
participación comunitaria, la JAC sigue funcionando, y, por otro lado, las
características socioeconómicas de la población del barrio harían pensar que en
el barrio habría mayor probabilidad de que la gente participe en la mejora de
su entorno próximo. Es por lo que el barrio La Macarena permite realizar un
estudio particular, teniendo en cuenta el universo de las Juntas de Acción
Comunal de los barrios de estratos medios y altos.
A
través de un pasantía de investigación apoyada por miembros de la organización,
el objetivo de la investigación fue identificar las razones que a nivel social,
organizativo e institucional, restringen la participación comunitaria en la
Junta de Acción Comunal del barrio La Macarena, a través de la caracterización
poblacional, la identificación de los factores organizativos de la JAC y los
factores de la administración pública distrital1 que restringen la
participación en la Junta por parte de los habitantes del barrio.
La
importancia de este estudio radica en que las Juntas de Acción Comunal son,
desde la segunda mitad del siglo XX, la organización social más extendida en
los territorios del país. Pero pese a su significación en la historia
organizativa de Colombia, es reducido el interés puesto como objeto de estudio
especialmente en la última década. No existe hoy en día un estudio sobre los
factores que influyen en la existencia y mantenimiento de las Juntas de Acción
Comunal ni mucho menos sobre su funcionamiento en los estratos socioeconómicos
medios y altos de Bogotá. Las tesis de Quintero y Yepes (1999) y Rodríguez
(1998) se enfocan en los actores y prácticas de participación comunitaria en
Juntas de Acción Comunal de barrios de estratos bajos de Bogotá. Por el contrario,
existe un sinnúmero de estudios sobre los factores a nivel micro, meso y macro
que inciden en la participación política (por ejemplo, ver Fernández, 1999) y
en la participación ciudadana (Velásquez, 2003) a nivel local y nacional.
Participación
democrática
El
modelo de la democracia representativa, para hablar del caso colombiano, se ha
visto limitado para integrar el conjunto de las demandas de la población
nacional, entre otras cosas porque el mecanismo de la representación política
de los ciudadanos electores no constituye verdaderamente una representación
efectiva de los intereses y deseos de gran parte de la población (Velásquez y
González, 2003), situación que se ve agudizada por la exclusión socioeconómica
de amplios sectores. De esta manera, se ha configurado una imagen tergiversada
de la política, que se funda en prácticas de cooptación del poder estatal para
el beneficio propio de los políticos elegidos y no en el espíritu ideal de la
democracia. Como una solución a la creciente falta de legitimidad del modelo
político de la democracia, ha surgido un modelo que busca ser realmente
democrático e incluyente: la democracia participativa2 , que tiene
como fin incluir a la población históricamente excluida tanto política como
social y económicamente en los circuitos de decisión y control sobre lo
público.
Asimismo,
para Londoño (Consejo Nacional Electoral, 2009) hay tres aspectos que hacen de
la participación un mecanismo fundamental para reforzar el sistema político. El
primero es que como principal solución a la crisis del Estado se vio necesaria
la apertura del sistema político y la profundización de la participación; en
segundo lugar, está la importancia que tiene la generación de capital social
para alcanzar el desarrollo; y, por último, se encuentra que en las teorías
organizacionales, de administración y gestión pública, especialmente en el
replanteamiento de los modelos de eficacia y de procesos se veía con mayor
utilidad la promoción de una gerencia abierta y participativa. Lo anterior se
relaciona con la propensión del neoliberalismo a limitar el accionar del
Estado, al mismo tiempo que se le otorga mayor
importancia a otras formas de organización política y social para la gestión de
servicios sociales. Es necesario resaltar que la participación es diferente con
una cultura política democrática que en otra no democrática. Las características
de una cultura política democrática son la confianza, el compromiso
(cumplimiento de acuerdos), tolerancia, inclusión y la igualdad, que justamente
deben fundamentar los procesos de participación en la democracia.
De
acuerdo con diversos enfoques teóricos sobre participación, García (2008, p.
197) clasifica los factores que inciden en la participación en los niveles
macro, meso y micro. Los macrofactores tienen que ver
con la estructura socioeconómica, dentro de los que se encuentran los rasgos
del desarrollo socioeconómico, la modernización, el sistema político y el
diseño institucional del Estado. En el nivel meso, se encuentran los factores ligados
a la configuración de las acciones de movilización de los agentes, incluyendo
los caracteres organizativos de sus colectivos; y como microfactores
se encuentran rasgos sociales expresados individualmente como el nivel de
ingresos, incluyendo las motivaciones culturales. A su vez, Velásquez y
González (2003, p. 237) clasifican las motivaciones para participar en macromotivaciones y micromotivaciones.
Las primeras están más relacionadas con la internalización de normas sociales
que sancionan positivamente la participación, mientras que las últimas se
relacionan con el cálculo del beneficio personal. Esta clasificación también se
puede entender a partir de las conductas racionales egoístas y altruistas.
Fernández
(1999) expone tres clases de factores que inciden en la participación política,
que son los factores sociodemográficos (edad, educación, sexo, ingreso y
estratificación socioeconómica), los factores psicológicos —que también podemos
denominar como culturales— (creencias, actitudes, valores, beneficios que el
individuo cree que obtendrá) y factores provenientes del entorno político
(estímulos políticos que pueden llevar a participar). La autora observa que los
estratos más altos son los que más participan —idea que también comparte
Velásquez y González (2003, p. 24) para el caso de la participación ciudadana—,
mientras que los estratos bajos están preocupados por satisfacer sus
necesidades materiales, llegando a considerar a veces la participación como un
lujo. Al señalar qué factores podrían posibilitar la participación, surge la
pregunta acerca de cuál es la razón por la que existen apáticos frente a la
política y qué rol juegan en el sistema democrático. Los debates frente al tema
pueden dividirse en dos posiciones teóricas, por un lado, se considera que los
apáticos son útiles a la estabilidad del sistema político porque limitan la
actividad política de un territorio, generando así que se restrinja el
inconformismo por los resultados electorales; además, se llega a considerar que
en el caso de que los apáticos se animen a votar, ellos podrían tomar
decisiones equivocadas. Por otro lado, existe un grupo de teóricos que sí se
preocupan por los apáticos, en tanto señalan que si este grupo no participa no
puede ser efectivamente representado, limitando de esta forma la democracia.
En
la literatura sobre participación ciudadana, sobre todo la relativa a la
experiencia colombiana, es posible identificar distintos tipos de
participación, que pueden clasificarse en dos corrientes: concepciones y
prácticas de participación hegemónicas y contrahegemónicas, clasificación que
es adaptada de la que hace Santos y Avitzer (como se
citó en Velásquez, 2003) para las nociones de democracia. Restrepo (2001)
contribuye a esta tarea analítica al dividir la democracia participativa en dos
corrientes, en primer lugar, se encuentra la del mercado, que podemos llamar
neoliberal y, en segundo lugar, se encuentra la corriente de los movimientos
sociales, que, como veremos más adelante, se relaciona con las prácticas
contrahegemónicas.
Concepciones
y prácticas de participación hegemónicas
Según
Restrepo (2001), la corriente de la democracia participativa relacionada con el
mercado se caracteriza porque se desmantela el Estado benefactor para luego
privatizar sus instituciones, con el argumento de mejorar la eficiencia de los
programas estatales. En general, se da una mercantilización en el interior del
Estado, implicándole relaciones empresariales, fenómeno que promueve a su vez
la contractualización de este con la sociedad, en
tanto se dan unas relaciones de proveedor y consumidor, en el que el último ya
no es un sujeto pasivo, sino actor fundamental al aportar trabajo y recursos a
la consecución de las políticas estatales. Se incluye en este análisis la
inserción de una cultura de los proyectos que genera la competencia entre
distintos grupos poblacionales por recursos escasos. Asimismo, se focalizan los
programas sociales a poblaciones específicas, pasando de un ideal de cobertura
universal de alta calidad a una cobertura focalizada prestándose un servicio de
baja calidad. En este caso, se promueve la participación de los ciudadanos como
individuos, más que como grupos o comunidades. Así las cosas, la participación
ciudadana se daría en el nivel de políticas sociales y locales, dejando a un
lado la incidencia de la ciudadanía en las grandes políticas económicas.
Guerra
(1994) analiza el discurso de las iniciativas y proyectos de entidades
multilaterales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal) que contienen la noción de participación. En estas fuentes encuentra
que la participación es una estrategia para posibilitar a la gente pobre paliar
sus necesidades básicas, con recursos propios como son los elementos de su vida
diaria (recursos naturales, trabajo colectivo, organización popular), y que
difieren de los Recursos —con su inicial en mayúscula— de la sociedad
hegemónica, que se expresan en términos económicos y se encuentran dentro del
circuito del mercado, pero que se excluyen a los marginados, para que no
devengan en su reducción. Es así como la participación de los marginados en los
programas realizados para ellos por el Estado y organismos multilaterales puede
ahorrar mano de obra, así como aportar recursos que limiten el costo de los
insumos de los programas, valorándose por ello el trabajo y la organización
colectiva, recursos que crean y tienen valor fuera del mercado y del dinero.
Como
es una estrategia diseñada para la población marginada, este tipo de
participación tiene limitaciones, pues en ocasiones se reduce a la concertación
de políticas a corto plazo, más no a reducir los factores que generan la
pobreza y no incluyen las necesidades más agudas de la población pobre. De
forma similar a esta caracterización, autores como Quintero y Yepes (1999) y
Rodríguez (1998) ven la participación comunitaria como una estrategia
institucional de inclusión de los sectores más pobres a través de su organización
colectiva, que surge con la delimitación de unos lineamientos precisos de
participación, que influyen en sus prácticas, más que ser producto de la
iniciativa de las bases populares.
Participación
comunitaria
Como
principal exponente de la participación comunitaria, que difiere de la noción
de participación popular —expuesta en el apartado siguiente—, se encuentran los
organismos del primer nivel de acción comunal, es decir, las Juntas de Acción
Comunal. Quintero y Yepes (1999) examinan el desarrollo histórico de la acción
comunal en Colombia, mostrando primero que la noción de comunidad adquiere
importancia como mecanismo para la gestión social, primero en países como
India, luego en Inglaterra que busca imponerlo en sus colonias, y después en países
de Latinoamérica para la promoción de programas sociales y la incorporación de
las comunidades a la nación.
En
1958, a través de la Ley 19 de ese año, se consolidan las Juntas de Acción
Comunal en el Gobierno de Alberto Lleras Camargo, como mecanismo para superar
la violencia bipartidista, en la medida en que allí se incluían miembros de
ambos partidos tradicionales, pero también para que las comunidades gestionaran
sus equipamientos sociales, en un intento entonces de impulsar un desarrollismo
o modernización desde las comunidades. Posteriormente, la historia de la acción
comunal podría identificarse a través de las siguientes etapas: la promoción,
el crecimiento, el estancamiento de programas institucionales, y la
promulgación de nuevos grados de organizaciones de acción comunal, que tienen
que ver con los avances programáticos de los encuentros nacionales de los
integrantes de los organismos de acción comunal, y que Valencia (s. f.) denominó como pensamiento comunal.
El
desarrollo de las JAC se puede determinar tanto en aspectos cualitativos como
cuantitativos. Valencia (s. f.) estipula que las Juntas de Acción Comunal han
logrado aportar a la construcción del 30% de la infraestructura del país, pues
a partir del trabajo comunitario se ha logrado construir carreteras, escuelas,
salones comunales, puestos de salud, plazas de mercado, entre otros. Quintero y
Yepes (1999) exponen que en los primeros años las JAC se crearon especialmente
en el campo, y que, con la creciente urbanización, se fueron extendiendo a las
ciudades, especialmente a los barrios más pobres. Así como la organización
comunal creció en cuanto a su consolidación como movimiento nacional, llegando
este no solo a promover la participación comunitaria, sino también política al
alcanzar muchos de sus líderes cargos de elección popular como ediles,
concejales, alcaldes, entre otros. El movimiento también puede avalar
candidatos políticos y de esta manera influir en terrenos más amplios que lo
comunitario.
Rodríguez
(1998) anota que en el Frente Nacional empieza a gestarse una relación
clientelista entre los políticos tradicionales y las Juntas, en las que se
daban apoyos económicos a cambio de votos. Estas prácticas fueron prohibidas en
la Constitución Política de Colombia de 1991, pero hoy en día se mantienen sus
rezagos. La referencia a estas prácticas sirve como argumento para la no
participación de muchos habitantes de los barrios de la localidad de Fontibón,
donde el autor hace su pasantía, quienes tienen una opinión generalizada de que
las organizaciones de acción comunal son politiqueras y relacionan las JAC
directamente con la política estatal, en vez de concebirla como una
organización comunitaria en pro del bienestar del barrio.
El
documento Política Nacional para el Fortalecimiento de los Organismos de Acción
Comunal (Conpes 3661) tiene como hipótesis que para
que “las acciones tendientes a generar condiciones de desarrollo sean efectivas
necesitan ser promovidas por formas organizativas locales fuertes que
dinamicen, soporten y garanticen su sostenibilidad en el tiempo” (2010, p. 78).
Lo anterior significa que el Estado colombiano le sigue apostando a la
participación comunitaria como mecanismo para promover el desarrollo a través
del trabajo colectivo, pues lo que se busca con las formas de organización
local es que permitan socializar los beneficios del desarrollo económico a la
gran mayoría del país.
Concepciones
y prácticas de participación contrahegemónicas
Orlando
Fals Borda es el principal exponente de lo que él denomina la participación
popular, que distingue como un ideario político de movimientos, en su mayoría
de izquierda, que buscan cambiar el statu quo del país. El autor diferencia la
participación popular de la noción de participación de los discursos oficiales
de los años ochenta, que tuvo gran impulso en el Gobierno de Virgilio Barco,
porque se consideraba una práctica política que debía promoverse en la sociedad
colombiana. La principal apuesta de la participación popular es que, antes de
que el Estado cree y controle organizaciones y mecanismos de participación para
promover un desarrollo participativo, las comunidades deben organizarse y
generar un poder popular, en el que las colectividades puedan desarrollar sus
ideas y acciones con la influencia del pluralismo, la igualdad, la democracia,
la tolerancia, la unidad de objetivos —aquí vemos que el autor destaca más el
consenso que el disenso que podría darse en una misma comunidad organizada y
que participa, según Darío Restrepo—, y no de la autocracia ni la jerarquía
social. De esta forma, las reglas de la participación popular para Fals son
“trabajar de las bases hacia arriba y de la periferia al centro” (2010a, p.
304).
El
punto central de la participación popular, para Fals (1986, 2010a y 2010b), es
que las bases populares participen de forma democrática en la gestión de su
propia vida, al establecerse un interés colectivo y, con ello, un trabajo
grupal que redunde en el beneficio de toda la comunidad. Sin embargo, la
génesis, extensión y práctica de la noción de participación popular no ha sido
un esfuerzo solitario de las comunidades de base, sino que se ha logrado a
partir de la confluencia de diversos actores académicos y políticos que piensan
los problemas sociales del país desde abajo hacia arriba y de la periferia
hacia el centro. Pero, a su vez, el concepto de participación ha sido usado
estratégicamente por las clases dirigentes para mostrar que el campo político
se ha democratizado, y se ha institucionalizado, haciendo que las disposiciones
legales en torno a la participación limiten la incidencia de la población
colombiana en la política, pero también en la determinación de su propio
devenir.
A
partir de la primera parte de este marco conceptual, fue posible identificar
cuatro elementos transversales a todos los tipos de participación descritos
(participación comunitaria y popular), que son las instancias de participación
constituidas, los actores imbuidos en los procesos de participación ciudadana,
las motivaciones que tienen estos actores para participar y, por último, las
prácticas reales que se llevan a cabo en torno a la participación. Estos
elementos serán tenidos en cuenta para comprender los factores que restringen la
participación comunitaria en la Junta de Acción Comunal del barrio La Macarena,
a nivel social, organizativo e institucional. Asimismo, se acoge la
recomendación de García (2008) de que en el ámbito local los análisis de la
participación ciudadana deben centrarse en la identificación de los factores
micro —nivel individual— y meso —nivel organizativo—, más que en los factores
estructurales, a través del entendimiento del contexto local. Por tanto,
intencionalmente el análisis surge de la configuración social del barrio y la
forma organizativa de la Junta de Acción Comunal de La Macarena.
Consumo
y ciudad, consumidores y ciudadanos
En
su libro Consumidores y ciudadanos, García (1995) apuesta por una ciudadanía
global a la que le interese los problemas locales, pero también los asuntos
ligados a la globalización económica y cultural. De esta manera, las acciones
públicas de los ciudadanos globales se enmarcarían en múltiples niveles
espaciales: la localidad, la nación y el planeta, ya que “las sociedades
civiles aparecen cada vez menos como comunidades nacionales, entendidas como
unidades territoriales, lingüísticas y políticas” (p. 196). Lo anterior puede
ser entendido como que la construcción de la identidad de los ciudadanos
consumidores no se limita a una adscripción territorial o étnica, sino que está
permeada por la participación que tienen las personas en diferentes
instituciones sociales y el uso de los medios de comunicación masivos. Así
pues, la idea de una esfera pública nacional está siendo reemplazada por lo que
Appadurai, en su libro La modernidad desbordada.
Dimensiones culturales de la globalización (2001), denomina
como esferas públicas diaspóricas —en plural,
puesto que son múltiples y diversas— que se encuentran enmarcadas en la configuración
de “un orden político transnacional” (p. 24), siendo este un producto de la
internacionalización de la información a través de medios de comunicación
masiva y las migraciones internacionales, que permiten, a su vez, la
movilización de su discurso.
Los
conceptos de ciudadanía global y esfera pública diaspórica
constituyen una cara de la misma moneda donde se encuentra el fenómeno de desurbanización de la ciudad, que se manifiesta en un
proceso de desterritorialización, que es consecuencia de “la destrucción de los
lazos vecinales en los procesos de anomia social impulsados en la economía de
mercado y que de esta forma confundiría al espacio público con el mercado, al
ciudadano con el consumidor” (Oropeza, 2004, p. 702). La noción de desurbanización se complementa con la de “ciudad
deshabitada” (Valderrama, 1997), que se refiere a que actualmente la ciudad es
habitada de forma momentánea para eventos muy específicos, y el espacio público3
donde se tejían los lazos sociales se encuentra vacío, porque las actividades
de interacción social se desarrollan ahora en el ámbito privado, instaurando,
de este modo, “la experiencia privada como eje de la experiencia personal”
(Martín-Barbero, 2000, p. 8), por encima de la experiencia del encuentro. Cabe resaltar,
además, que esta crisis de la ciudad moderna desagrega los lazos sociales tanto
en los modos tradicionales de estar juntos como en los modos modernos; estos
últimos se pueden ejemplificar con la presencia de cientos de espectadores en
una plaza central escuchando el discurso de un líder político (Martín-Barbero,
2000, p. 8) o movilizándose en las principales avenidas para reclamar un
derecho.
El
debilitamiento de las relaciones sociales cara a cara en la ciudad tardomoderna
se manifiesta en su configuración socioespacial, que puede ser analizada a
través de la categorización del espacio urbano como abierto o cerrado (Sanín,
2010, p. 129). El primero de ellos es el modelo europeo por excelencia,
mientras que el segundo representa la organización del espacio en las ciudades
estadounidenses. Así pues, la ciudad cerrada favorece la fragmentación social
que se ha venido dando en las últimas décadas, y es producto de la
privatización del mundo —que está ligada a una mayor jerarquización y exclusión
social, puesto que la construcción material y social de la ciudad es cada vez
más definida por el sector privado, monopolizando el uso de la ciudad para
actividades meramente económicas, y donde con mayor frecuencia las relaciones
sociales se enmarcan en este contexto. Este último punto es de central
importancia, en tanto resalta los efectos socioeconómicos del neoliberalismo en
las ciudades latinoamericanas, a tal punto que se favorece la constitución de
una ciudadanía privada, que está mediada por el consumo, cuyo estilo de vida
está relacionado con la claustrofilia, ya que el auge de los conjuntos
residenciales en la ciudad indica que en la actualidad se privilegia, por parte
de las constructoras, los planificadores urbanos y los habitantes, un “modelo
(que) está ligado también a la idea de no tener que salir o moverse mucho para
encontrar lo ‘necesario’” (Sanín, 2010, p. 135), así como la disminución de los
espacios de uso público.
Según
Oropeza, el sistema democrático es funcional al capitalismo en tanto erige la
libertad de elección y de mercado como uno de sus principios, haciéndolo ver no
como coercitivo, sino más bien como seductor. De esta manera, la democracia
tolera y, aun mejor, es favorable a la irrupción de estilos de vida
particulares. Esto tiene consecuencias políticas profundas en tanto se produce
“una sociedad más tolerante con las desigualdades sociales que con la
prohibición del deseo” (2004, p. 709). En el marco del proceso de
desmodernización, concepto elaborado por Alain Touraine, se desliga el sistema
cultural, que es donde se encuentran los actores sociales, y el sistema
económico, que adquiere predominancia y autonomía; a su vez, se producen los
fenómenos de desinstitucionalización, desocialización
y despolitización. Este último se refiere a las limitaciones crecientes que
enfrenta la ciudadanía para incidir en los asuntos públicos y del poder de cara
a un discurso de la complejización de las nuevas
formas de hacer política (Pérez, 2009).
Contrario
a la comprensión del consumidor como un actor pasivo, García (1995) considera
que es posible la participación de la sociedad civil en la esfera pública de
una manera relacional con el mercado, sin tener como fin establecer exclusivamente
una relación económica inmediata, puesto que el consumo es un campo de disputas
donde los ciudadanos caracterizados socioeconómicamente de forma diferente
pueden resistir las imposiciones de las empresas transnacionales de bienes y
servicios, muchos de ellos de tipo cultural, puesto que como se configuran con
mayor rapidez culturas híbridas en la ciudad, influenciadas en gran medida por
los medios de comunicación, también se generan nuevas formas de consumir,
incluyendo las posiciones críticas de resignificación de identidades y prácticas
económicas no insertadas en el mercado, y las negociaciones que llevan a cabo
distintos sectores de la población.
Identidades
compartidas y exaltación de la diferencia
La
cohabitación de un espacio urbano que permite la expresión de la identidad
personal y estimule el desarrollo de un particular estilo de vida, en este caso
el bohemio, hace pensar que se generan comunidades con intereses compartidos,
que llegan a ser un enclave consciente, esto es, “una natural defensa contra
las fuerzas que trabajan para aplanar los lugares en espacios y disolver
comunidades en agregados de ciudadanos individuales” (Brabazon,
2011, p. 48). Tal configuración social participa en la economía a través del
establecimiento de pequeños negocios por parte de emprendedores independientes,
donde los residentes pueden mostrar su inconformidad frente al corporativismo
en la medida en que estos sitios son fuente de crítica y activismo, pero también
de oportunidad y distinción.
Al
realizar un análisis de una ciudad latinoamericana, García (1995) argumenta que
cada vez menos se forman colectivos cohesionados en torno a los lugares de
habitación, luchas sindicales o partidos políticos, sino que más bien se tiende
a la conformación de “comunidades interpretativas de consumidores”, que tienen
como centro de interés prácticas de consumo cultural. Estas comunidades de
consumidores se caracterizan por intereses miniaturizados e hiperespecializados
y por agrupar a individuos de diversas localidades y condiciones
socioeconómicas. La configuración de diferencias entre los individuos predomina
frente a la búsqueda de identidades compartidas, efecto del impacto de los
procesos de personalización o individualización influidos, entre otras cosas,
por la secularización, la psicologización de las personas y la mayor relevancia
del consumo en la vida privada. Así, la individualización, efecto de la
atomización de las instituciones sociales, produce una indiferencia
generalizada, por exceso de información y no por escasez de motivación, donde
lo económico y lo político tienen un valor similar en la era posmoderna de los
consumidores (Lipovetsky, 2000, p. 37).
García
identifica la complejización de las identidades con
hechos sociales urbanos como la disminuida importancia que cobran los lazos de
solidaridad entre parientes y vecinos, así como la reducción de las
interacciones barriales, debido a la expansión territorial y la masificación de
las ciudades. Esto se da al mismo tiempo que la radio, la televisión y ahora
Internet, “diagraman los nuevos vínculos invisibles en la urbe” (1995, p. 63).
Lo anterior es visto por Appadurai como una
contradicción en las interacciones sociales dadas en la globalización puesto que
mientras se dan fenómenos como el desarraigo, la alienación y la distancia
psicológica entre individuos y grupos, también se producen “fantasías (o pesadillas)
de proximidad electrónica” (2001, p. 27). De esta manera, “ingresamos en una
condición de vecindad completamente nueva, incluso con aquellos más alejados de
nosotros”, donde los medios de comunicación de masas intervienen al producir
comunidades “sin sentido del lugar” (Appadurai, 2001,
p. 27).
Además,
es posible decir que la construcción simbólica del espacio urbano y las
imágenes de ciudad están basadas en sentidos de distinción social donde las clases altas y medias altas buscan diferenciarse accediendo
a un espacio urbano exclusivo, privado, tranquilo e inaccesible para las clases
con menos recursos, generando de esta forma fronteras simbólicas entre los
habitantes de la ciudad (Sanín, 2010, p. 128).
Bohemia
y estilo de vida
El
barrio La Macarena desde hace varias décadas se conoce como el barrio bohemio
de Bogotá, por esta razón se expone la relación entre bohemia y estilo de vida
en casos urbanos ya investigados. Para entender la distribución geográfica de
las clases creativas —relación analítica entre bohemia y desarrollo urbano que
nace a partir de los años ochenta con los procesos de renovación urbana—,
Florida propuso el Índice de Bohemia, donde los bohemios son caracterizados, principalmente,
por tener una ocupación artística o creativa. El autor encuentra que hay una
estrecha relación entre bohemia y capital humano, que se define por la
presencia de población con títulos de educación superior. Esto le permite
concluir que un ambiente bohemio es abierto y atractivo para individuos con
estudios superiores (2002, pp. 66-68), y que en general son talentosos. A su
vez, una región que cuente con un alto nivel de capital humano atrae y genera
economías basadas en la innovación y la tecnología, puesto que entre los
individuos que habitan el lugar se encuentran personas dedicadas a estos tipos
de industrias.
Contrario
a este argumento, Brabazon (2011) señala el
importante rol de la disidencia, la política radical y el activismo en la
configuración de espacios culturales en la ciudad de San Francisco, ligados al
desarrollo literario de la generación Beat a mediados del siglo XX. Lo anterior
tiene que ver también con que la bohemia se ha relacionado con un estilo de
vida y forma de pensar contracultural. De esta forma, no debe verse una
relación de causalidad unilateral y directa entre población con un estilo de
vida bohemio y desarrollo económico creciente —aunque sea posible ligar estas
variables analíticamente—, en el entendimiento de la mercantilización de la
bohemia que la autora ejemplifica través del establecimiento de las
ciudades-marca.
La
concentración de bohemios puede entenderse mejor a través del concepto de
estilo de vida, que Oropeza utiliza para entender la configuración
sociocultural del barrio Palermo Viejo, en Buenos Aires. Para él, estilo de
vida puede definirse como,
Un modo de soberanía —es decir,
de autoafirmación, de fuerte subjetivación y con una alta carga estética de
valoración, citando a Bataille— de grupo surgido en
el seno de los procesos de personalización de la sociedad actual que establecemos
como sociedad del deseo. (2004, p. 709)
Lo
anterior se expresa en la sociedad de consumidores. De tal modo, los estilos de
vida promueven la segmentación de grupos con una filosofía de “pertenecer a
algo” y que “implican para cada clan de interés un determinado corte epistemológico,
un determinado juego de signos y prohibiciones fundadas en las industrias
culturales” (Oropeza, 2004, p. 709). Por tanto, los estilos de vida se
configuran en las relaciones de compra y consumo, más que en las relaciones de
producción a las que es sensible el análisis de Florida (2002). En esta parte
es útil a nuestra exposición la apreciación de Bourdieu (1998) frente a la
posición social compartida entre productores y consumidores de los bienes
simbólicos que se distribuyen en el campo de la cultura, puesto que los artistas
que producen esos bienes culturales, junto con sus consumidores, generalmente
comparten homologías de clase y afinidades electivas.
Metodología
Por
iniciativa de la JAC del barrio La Macarena se propuso la realización de una
pasantía para apoyar a la organización en sus actividades desde la perspectiva
de la investigación-acción, con el fin de contribuir al conocimiento del barrio
y del organismo adoptando un enfoque tanto de investigación que examinara un
fenómeno específico, al tiempo que se involucrara en el funcionamiento del
objeto de estudio y buscara apoyar el cumplimiento de las funciones que debía
desarrollar. Esta doble tarea implicó no solo entender las problemáticas del
barrio y el funcionamiento real de la Junta de Acción Comunal, sino ser capaz
de construir propuestas que contribuyeran al mejoramiento de las situaciones
que afectan negativamente el desarrollo de las funciones de las Juntas de
Acción Comunal, estipuladas en la Ley 743 de 2002.
Dentro
de los fines principales de la investigación social, Ragin
incluye la identificación de patrones y relaciones generales y la interpretación
de los fenómenos cultural o históricamente relevantes, y aunque no añade la
investigación evaluativa, sí la nombra y la considera como un tipo de investigación
social, que “busca medir el éxito de programas o políticas específicas” (2007,
p. 74), que tienen que ver, asimismo, con la identificación de patrones
generales. Así pues, la investigación desarrollada en la Junta de Acción Comunal
del barrio La Macarena que se llevó a cabo durante cinco meses en el 2013
involucró los tres fines anteriores de investigación social, pues aunque tuvo
un componente práctico de apoyo en labores específicas que tienen que ver con
las funciones estipuladas en la Ley 743 de 2002, también exigió un enfoque
investigativo para entender las relaciones de poder que se dan en la Junta y,
asimismo, la relación política que este organismo tiene con su territorio, el
barrio La Macarena, y con ello realizar una valoración acertada del
funcionamiento e incidencia actual de este espacio de participación
comunitaria, ligado a un movimiento de acción comunal de la sociedad civil,
pero a su vez promovido por el Estado, ya que da los lineamientos jurídicos y
políticos-administrativos para su funcionamiento.
Por
tanto, el campo de la sociología en el que se enmarca este trabajo es el de la
sociología aplicada, que según Coleman, citado en
Fernández (2006, p. 28), “tiene como objetivo proveer conocimientos que sirvan para
guiar la acción”, que tiene que ver en gran medida con la toma de decisiones.
En este caso el trabajo práctico, pero también investigativo podría contribuir
a mejorar la gestión de la Junta de Acción Comunal frente al mejoramiento del
nivel de vida del barrio.
Para
responder al objetivo de la investigación aplicada, se recurrió a técnicas de
investigación cuantitativas y cualitativas, la mayor parte de ellas aplicadas
en el trabajo de campo, como se describen en la tabla 1.
Objetivo específico |
No. |
Instrumento |
Descripción |
Población |
Caracterización social
de los residentes de La Macarena y su percepción sobre el barrio y la JAC. |
1. |
Encuesta de sondeo. |
Se aplicó entre los días
9 a 28 de febrero de 2013 con el fin de identificar la percepción sobre los
problemas del barrio y el funcionamiento de la JAC, así como prácticas de
participación ciudadana. |
Muestra no representativa
de cien habitantes del barrio La Macarena. |
2. |
Entrevistas
semiestructuradas. |
Las preguntas estuvieron
orientadas a conocer el estilo de vida, su forma de habitar el barrio, su
consumo cultural y su nivel de participación ciudadana. |
Nueve habitantes del
barrio que no estuvieran afiliadas a la JAC. |
|
3. |
Revisión de prensa
barrial. |
Se revisaron 16 números
(de un total de 19) del periódico La Macarena, expresión plural y cultural,
producido por la Junta de Acción Comunal desde 2005. |
|
|
Identificación de los
rasgos organizativos que restringen la participación comunitaria. |
4. |
Entrevistas
semiestructuradas. |
Las entrevistas tuvieron
como finalidad conocer la dinámica interna de la JAC, así como la percepción
de los dignatarios de la Junta de Acción Comunal y sus motivaciones para
participar en ella. |
Diez miembros de la
Junta Directiva de la JAC. |
5. |
Observación
participante. |
Se realizó observación
participante en las reuniones internas de la Junta Directiva y en las
asambleas de afiliados, con el fin de conocer el funcionamiento efectivo de
la Junta, ya que estas fueron unas de las principales actividades que se
llevaron a cabo. También se realizaron actividades de observación en una
reunión de los habitantes del barrio con el alcalde local de Santa Fe. Estas
actividades se sistematizaron en la escritura de un diario de campo. |
|
|
Identificación de los factores
institucionales que restringen la acción de la Junta. |
6. |
Entrevista
semiestructurada. |
Se aplicó este
instrumento con el fin de conocer la percepción que tiene la
institucionalidad de la JAC de La Macarena, así como la incidencia de los
programas estatales en la JAC y el barrio. |
Tres funcionarios del
Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal, dos de ellos
gestores loca les de Santa Fe. |
Resultados
Barrio
La Macarena
A
pesar de que en el Decreto Distrital 492 (2007, art. 37) el uso del suelo de La
Macarena se designe como residencial consolidado, actualmente en el barrio hay
casi una veintena de establecimientos comerciales, la mayoría de ellos
relacionados con el consumo de alimentos y bebidas. Así pues, es posible
dividir al barrio en dos zonas, una ubicada al occidente y la otra en el
oriente. La primera zona es la que más concentra sitios comerciales, mientras
que en la zona oriental predomina el uso residencial expresado en la presencia
de casas de varios pisos, pequeños edificios y grandes conjuntos residenciales,
es decir, que en esta zona encontramos a la mayor parte de los residentes de La
Macarena. En los últimos años el barrio ha consolidado una imagen de barrio
bohemio y artístico, pero también de sitio donde hay gran variedad de oferta de
comida nacional e internacional, incluyendo a restaurantes que se encuentran en
las listas de los mejores restaurantes de la ciudad. Por lo tanto, en el año
2006 hubo el interés por parte de los comerciantes y la administración local de
denominar esta zona gastronómica como la “Zona M”, y en años posteriores como
“Macarena Soho” para potencializar económicamente el sector.
De
acuerdo con la reseña histórica del barrio presentada en la introducción de
este artículo, la construcción de edificios en terrenos que antes ocupaban
casas significa que muchos de sus antiguos propietarios las vendieron y se
fueron del barrio paulatinamente, debido a la presión habitacional y comercial
de los predios. Este fenómeno de gentrificación ha seguido tal como lo
demuestra Laverde,
Desde 1992 —hace 21 años— se
han promovido proyectos de apartamentos nuevos en la zona nororiente del
barrio; en especial, desde el 2006 —hace 7 años— se aceleró la actividad de
construcción. Por tal motivo, se podría intuir que la promoción de estos nuevos
proyectos se relaciona con los procesos migratorios que han ocurrido de manera
equitativa en el rango de los últimos 20 a 29 años. (2013, p. 19)
La
construcción espacial de La Macarena cada vez más está siendo definida por los
actores privados, teniendo como público objetivo a consumidores visitantes,
puesto que incluso para muchos nuevos residentes los restaurantes resultan una
opción para el tiempo libre, pero inalcanzable si se insertan en la rutina
semanal debido a su alto costo. Por tanto, al relacionar los espacios públicos
del barrio con la interacción vecinal, nos damos cuenta de que existen muchos
sitios privados de acceso público, como los establecimientos comerciales, los
espacios culturales y las áreas comunes de los conjuntos residenciales,
mientras que hay realmente pocos espacios públicos de propiedad de la ciudad o
de la comunidad para pasar el tiempo, porque con lo que se cuenta es con dos
pequeños parques que no se frecuentan sino para llevar la mascota a pasear, la
plaza de mercado y el conjunto de calles y andenes. Podríamos anotar acá las
sedes de la Universidad Distrital, pero realmente es muy poco lo que los
habitantes de La Macarena las usan, a pesar de que se ofrezcan charlas y
actividades culturales de libre acceso. Un joven residente describe así el uso
que los habitantes del barrio harían de esos sitios privados disponibles,
Las personas acá no se ven a
diario, no hay un espacio como tal para compartir con los vecinos, porque si
bien tú dices que hay cafés, galerías y eso, obvio no son lugares donde uno
llegue a hablar con gente de aquí del barrio. Es más bien la falta de un sitio
de reunión. (Habitante del barrio no afiliado a la JAC de La Macarena,
comunicación personal, entrevista núm., 3, mayo de 2013)
Una
reflexión frente a la ausencia de espacios comunes la hace un afiliado a la JAC
al caracterizar a la población del barrio como heterogénea y muy difícil de
aglutinar en torno a un objetivo común, según la experiencia de la organización
en los últimos años,
Esa heterogeneidad… Unos
muchachos jóvenes que están aislados, que no quieren enterarse, unos nativos
del barrio que quieren preservar su barrio para que no les pase nada, con todas
las razones, que está muy bien, pero que no tienen espacios donde comunicarse.
Los intelectuales que están al frente, en Las Torres, fundamentalmente y en
Bosque Izquierdo. Integrar a todos, no hay espacio, no hay espacios para
integrarlos a todos. (Afiliado a la JAC de La Macarena, comunicación personal,
entrevista núm., 1, enero de 2013)
De
la información obtenida a través de los instrumentos de investigación aplicados
(Tabla 1, instrumentos 1, 2, 3), es posible identificar cuatro grupos
diferentes en los que se pueden caracterizar a los residentes del barrio según
sus usos habitacionales: el primero está conformado por los habitantes
tradicionales del barrio que han vivido allí gran parte de su vida, y han sido
testigos de los cambios habitacionales de La Macarena; otro grupo está
conformado por los residentes que se han establecido allí en los últimos años
—gran parte de ellos vinculados al mundo artístico— y que en muchos casos han sido
atraídos por la oferta cultural del barrio; el tercer grupo son los dueños de
los negocios que ven un potencial comercial en el sector, y aunque no todos
habiten en el barrio, sí producen prácticas que modifican la condición de La
Macarena como un sector residencial consolidado; y, por último, se encuentran
los nuevos habitantes que se han establecido en los conjuntos de apartamentos
construidos en los últimos años, un número considerable de ellos paga arriendo
y son jóvenes profesionales que viven solos o en pareja y, en gran medida, no
tienen hijos. Estos últimos son identificados por los habitantes tradicionales
como personas que no tienen sentido de pertenencia con el barrio, así como
indiferentes no solo frente a los problemas, sino a las dinámicas sociales del
barrio, puesto que no socializan con los vecinos y no participan en espacios de
integración barrial, como podría ser la Junta de Acción Comunal.
En
cierta forma, lo que los habitantes tradicionales —y más que ellos, los adultos
mayores—, añoran es la interacción vecinal cercana y de camaradería, donde
todos se conocían entre sí, y en muchas ocasiones, los vecinos eran también los
amigos, con quienes se podía emprender actividades conjuntas. Pese a la
presencia considerable de adultos mayores en el barrio, el cambio en la
interacción vecinal se debe a un cambio en las prácticas y espacios de
socialización desde hace dos décadas para acá.
Por
otro lado, encontramos a los nuevos residentes del barrio, que han llegado allí
luego de haber escuchado muchas veces acerca de la bohemia del lugar. Una parte
considerable de ellos son profesionales, con estudios de posgrado, que trabajan
en entidades públicas y privadas en cargos medios, o, como lo anota Laverde,
“que se ocupan en actividades relacionadas con el arte y la investigación
social (aquellas relacionadas con ciencias sociales como antropología,
psicología, economía, derecho, docencia)” (2013, p. 28), que la autora asimila
al perfil socioeconómico de los residentes de las Torres del Parque. Resulta coherente
que, a medida que se valoriza el barrio, lleguen nuevos habitantes con mayor
nivel educativo y capacidad adquisitiva que los residentes que llegaron hace
varios años. Sin embargo, como señaló Bourdieu (1998), quienes se dedican a las
profesiones liberales y a las artes, poseen alto capital cultural y social,
pero no suficiente capital económico como para pertenecer a las clases altas.
En
este grupo de residentes encontramos personas que están al tanto de los eventos
culturales de la ciudad —la ubicación del barrio en la ciudad les es sumamente
útil—, debido a que trabajan en el campo artístico, y también residentes que
aunque dicen gustarles visitar museos e ir a cine, no tienen mucho tiempo para
hacerlo, pues su trabajo o estudio consume la mayor parte de su tiempo, y su
tiempo libre se reparte entre visitar a familiares, organizar su vivienda y
realizar actividades de entretenimiento como encontrarse con amigos y navegar
en Internet.
De
acuerdo con la encuesta realizada (Tabla 1, instrumento 1), los problemas de
convivencia y los que se relacionan con la infraestructura, el transporte y los
servicios públicos fueron los que más afectaron a los habitantes del barrio. Al
realizar un análisis desagregado de los resultados de la encuesta por zonas del
barrio: la zona oriental, más residencial, y la zona occidental, caracterizada
por la presencia de mayor cantidad de establecimientos comerciales4,
nos damos cuenta de que existen problemáticas específicas en cada zona de
acuerdo con el uso del suelo —mayor o menor actividad comercial—. Así pues, en
la zona oriental la situación que más ha afectado a sus habitantes en el último
año fue el mal estado de vías y andenes, mientras que para la zona occidental
tiene un mayor porcentaje los excrementos de perros dejados en la acera, el
parqueo de vehículos en sitios prohibidos, la dificultad para entrar o salir
del barrio en vehículo y el ruido excesivo por parte de negocios o
restaurantes. De esta forma, como un factor de diferenciación entre ambas zonas
se encuentra la presencia de restaurantes que directa o indirectamente generan
afectación a los habitantes de la zona del barrio donde se encuentran ubicados.
Sin embargo, vemos que la inseguridad se considera como una problemática
significativa en ambas zonas, pues aunque se informe
que en la zona oriental se presentan más atracos, en todo el barrio existe una
percepción de inseguridad causada por prácticas delictivas realizadas por
algunas personas provenientes de La Perseverancia, barrio contiguo hacia el
norte, y por la presencia de habitantes de la calle.
A
partir de lo dicho, pueden establecerse dos fenómenos sociopolíticos centrales
que muchos residentes consideran como problemáticos y que realmente afectan la
configuración social del barrio actualmente. En primer lugar, se encuentra la
gentrificación, que ha sido un proceso paulatino que sin duda seguirá creciendo
en los próximos años, puesto que en la última década han sido construidos
varios edificios de apartamentos, y que, como lo señala Laverde (2013), muchos
de ellos han adquirido un valor mayor al de las casas en los últimos cuatro
años. Este proceso se produce de la mano del interés gubernamental por la
renovación o revitalización urbana del centro de Bogotá —segundo fenómeno
identificado—, que responde a la búsqueda por posicionar a la ciudad entre las
de mejor infraestructura física y, en general, de mayor competitividad en
relación con otras ciudades latinoamericanas (López, 2005, p. 84), que implica,
además, darle un nuevo uso al suelo y, con ello, a las construcciones de la
localidad, generando una mayor oferta de viviendas que permitan duplicar el
número de población del sector. Esto tiene como fin concentrar el crecimiento
poblacional al interior de la ciudad, en vez de potenciar un crecimiento
periférico, así como revitalizar el centro de la ciudad para una diversidad de
usos (educativos, económicos, recreativos) donde tiene gran relevancia la población
flotante, pues ella mantendrá las dinámicas comerciales generadoras de ingreso
y capital, ya que generalmente usan los equipamientos de la localidad para
generar recursos (quienes trabajan en el centro), así como en su demanda, por
medio de la compra de servicios y productos. Tal interés por renovar el centro
de la ciudad ha respondido a una política de largo alcance de las
administraciones distritales, sin distinción de la postura ideológica de los
alcaldes de la ciudad.
A
partir de lo dicho, pueden establecerse dos fenómenos sociopolíticos centrales
que muchos residentes consideran como problemáticos y que realmente afectan la
configuración social del barrio actualmente. En primer lugar, se encuentra la
gentrificación, que ha sido un proceso paulatino que sin duda seguirá creciendo
en los próximos años, puesto que en la última década han sido construidos
varios edificios de apartamentos, y que, como lo señala Laverde (2013), muchos
de ellos han adquirido un valor mayor al de las casas en los últimos cuatro
años. Este proceso se produce de la mano del interés gubernamental por la
renovación o revitalización urbana del centro de Bogotá —segundo fenómeno
identificado—, que responde a la búsqueda por posicionar a la ciudad entre las
de mejor infraestructura física y, en general, de mayor competitividad en
relación con otras ciudades latinoamericanas (López, 2005, p. 84), que implica,
además, darle un nuevo uso al suelo y, con ello, a las construcciones de la
localidad, generando una mayor oferta de viviendas que permitan duplicar el
número de población del sector. Esto tiene como fin concentrar el crecimiento
poblacional al interior de la ciudad, en vez de potenciar un crecimiento
periférico, así como revitalizar el centro de la ciudad para una diversidad de
usos (educativos, económicos, recreativos) donde tiene gran relevancia la población
flotante, pues ella mantendrá las dinámicas comerciales generadoras de ingreso
y capital, ya que generalmente usan los equipamientos de la localidad para
generar recursos (quienes trabajan en el centro), así como en su demanda, por
medio de la compra de servicios y productos. Tal interés por renovar el centro
de la ciudad ha respondido a una política de largo alcance de las
administraciones distritales, sin distinción de la postura ideológica de los
alcaldes de la ciudad.
Cultura
política y percepción de la Junta de Acción Comunal
En
lo que corresponde a la participación ciudadana, se encontró que el 83% de las
personas no conoce ninguna instancia o mecanismo de participación ciudadana5
promovido por la administración local o distrital, y quienes los conocen se
caracterizan por trabajar con entidades públicas u organizaciones sociales.
Cuan[1]do
se preguntó por la participación en alguno de estos espacios de participación
mencionados, el 88% contestó que no participó en ninguno y solo el 12%
respondió que lo hizo en al menos un espacio. Las dos principales razones para
no hacer parte de un espacio de participación promovido por el gobierno local o
distrital ni en organizaciones sociales son que no conoce los espacios de
participación (42%), y que cuentan con poco tiempo libre y prefieren dedicarlo
a otras cosas (33%).
Figura 1. Razones por las que no participa en alguna
organización social o espacio de participación ciudadana
Nota: elaboración propia, 2012.
Según
García (2008), una de las razones para que no haya participación ciudadana es
la desconfianza en el sistema político y en las instituciones públicas, e
incluso —es posible decir— que cuando se considera que a alguien le es
indiferente la política, al indagar por sus razones explica que en el sistema
político del país hay insertas dinámicas fraudulentas y que el accionar de los
políticos se guía en su mayoría por intereses personales. Esto mismo ocurre
entre la población de La Macarena, pues más de la mitad de las personas
encuestadas respondieron que la policía no está cumpliendo adecuadamente con su
papel en materia de seguridad y el 65% de las personas que llamaron a la
policía para tratar de solucionar algún problema en el barrio opina de la misma
manera.
Al
preguntar por el conocimiento de la Junta de Acción Comunal en la encuesta
sobre problemáticas del barrio y participación ciudadana (Tabla 1, instrumento
1), el 74% de los encuestados respondieron que no la conocen, contra un 26% que
afirmó que sí la conoce. Lo que evidencia con estos resultados es posible
confirmarlo con lo dicho por los residentes entrevistados. Más que tener una
percepción negativa o positiva, hay un desconocimiento generalizado de la
organización comunal en todo el barrio, incluso entre los residentes que llevan
viviendo allí varios años. Sin embargo, entre quienes conocen la JAC, el 35%
considera que no es efectiva; este porcentaje se puede contrastar con las
palabras de una de las personas entrevistadas, quien sostuvo que “su trabajo es
selectivo, no trabajan por todos los problemas” (Habitante del barrio no
afiliado a la JAC de La Macarena, comunicación personal, entrevista núm. 5,
junio de 2013). Además, en relación con la gestión de la JAC frente a los
problemas del barrio, el 52% respondió que sí la conocía, mientras que el 48%
no la conoce. De los que conocen la gestión, el 46% considera que es
insuficiente, el 29% de los encuestados piensa que es regular y el 25% que es
buena.
Algunos
afiliados a la JAC, a quienes se les preguntó qué los motivaba a participar en
la JAC, respondieron con frecuencia que es una oportunidad para solucionar
problemas en el barrio, acción ligada a la posición más activa de generar
beneficios para la comunidad. Además, se argumenta que se participa porque se
tiene sentido de pertenencia con el barrio. Como vimos, estas razones son
similares a las dadas por los dignatarios entrevistados (Tabla 1, instrumento
4).
Al
preguntar a los miembros de la Junta Directiva cuál es la principal debilidad
de la organización, responden unánimemente que es la poca participación de los
residentes en la organización, problemática que resalta como “una barrera para
el crecimiento de la JAC”. Ellos dan razones que claramente tienen
correspondencia con la realidad, como veremos más adelante, como que los
residentes están ocupados trabajando, desconocen o no les interesa la JAC, o
piensan que no sirve para nada. También se dice que muchos habitantes piensan
que las JAC son “cosa para los pobres”, debido a que la gran mayoría de la
población tiene estabilidad económica. Incluso, un dignatario considera que la
poca participación se debe a que La Macarena no tiene problemas, refiriéndose
seguramente a las necesidades que pueden darse en barrios de estratos
inferiores, donde sus habitantes encuentran en el trabajo colectivo una
estrategia para superar sus problemáticas socioeconómicas.
Para
terminar, se debe resaltar que los dignatarios que han estado afiliados a la
Junta más tiempo consideran que ya se han efectuado todas las estrategias que
existen para promover la participación de los habitantes del barrio. Sin
embargo, los recién afiliados consideran que se han hecho pocas convocatorias
para nuevos afiliados y proponen diferentes estrategias de promoción de la
Junta como colocar los datos de contacto e información acerca del quehacer de
la Junta en las carteleras de los edificios de apartamentos, producir piezas
comunicativas como boletines y folletos de bajo costo, así como tener un
espacio informativo de carácter virtual.
Discusión
Factores
sociales que limitan la participación comunitaria
De
la información recopilada, fue posible identificar un cambio socioeconómico en
el barrio, que está ligado a la promoción de una visión del barrio como bohemio
y, por tanto, transcultural, y que al igual que la industria cultural, se ha
transformado para dejar de estar localizado, y más bien se inscribe en
circuitos internacionales con gran influencia de lo económico. Es de esta
manera que el barrio artístico también ha cambiado para masificar su atractivo,
actual[1]mente
no solo se encuentran librerías o galerías de arte, sino que abundan los
restaurantes que sugieren encontrar la oferta gastronómica del mundo en un solo
lugar. De esta forma, quienes ingresan a la distribución cultural del barrio no
solo son los buenos entendedores del arte, generalmente de las clases altas o
al menos una población con amplio capital cultural, sino quienes pueden pagar
los sitios de comida de moda en La Macarena, sean de clase alta o media.
De
esta forma, se resalta la existencia de relaciones económicas con el barrio por
parte de consumidores visitantes, pero también de nuevos pobladores, donde los
bienes de consumo son la vivienda, el hábitat y el ambiente cultural. Siguiendo
con García (1995), las relaciones con la ciudad se producen más desde el
consumidor, preocupado por su estilo de vida, que desde el ciudadano al que le
interesa el entorno público, y que reorganiza las colectividades sociales
(grupos de vecinos, familiares, sindicatos) en “comunidades interpretativas de
consumidores”, que comparten gustos y actividades, no tanto aglutinados a
través de la misma clase, sino de un mismo estilo de vida, cuyo valor central
es la estética. Y como lo argumenta Salazar,
La estetización implica el
riesgo del adormecimiento. Al negarse el conflicto, la solución directa de los
problemas por parte de las personas se dificulta, ya que se encuentran tras un
velo armónico dominado por las claves ocultas de la estética: no hay entonces
un lenguaje claro y transparente, sino competencia y lucha entre distintos
gustos. (2012, pp. 110-111)
Lo
que podemos observar en La Macarena es la coexistencia de diversos estamentos
de una clase media, que están diferenciados sobre todo porque tienen distintos
estilos de vida. Esto nos ayuda a entender por qué un joven profesional opta
por participar activamente en diferentes espacios de participación ciudadana y
un adulto mayor, habitante tradicional del barrio, escoge hacerlo en la Junta
de Acción Comunal de su barrio, de acuerdo con la percepción positiva o
negativa que tenga sobre ella. Aunque hay una diferenciación generacional
frente a las formas en que se interactúa con los vecinos y en las que se habita
el barrio, gran parte de los residentes dicen que les gustar vivir en el barrio
por su ambiente natural y social, que implica tener una buena imagen de los
vecinos, porque en muchas ocasiones se comparten gustos, e incluso actividades,
que llamaríamos anteriormente como afinidades electivas. Esto quiere decir que
los estilos de vida heterogéneos, pero no excluyentes, se adecúan a la clase
socioeconómica compartida que ofrece el barrio, aunque, claro está, esta
situación es cambiante en tanto que los predios del barrio han estado
valorizándose en los últimos años y muchos manifiestan, incluso algunos
residentes que llevan pocos años allí, que los arriendos han subido.
Las
otrora relaciones vecinales cercanas que se daban entre los habitantes de La
Macarena, independiente del estilo de vida que se llevaba, se han transformado
en la interacción cordial pero distante, debido esto también a la nueva
configuración espacial del barrio, que ha constituido bloques de apartamentos
que favorecen la privacidad y anonimato que buscan los nuevos residentes y la
disolución de espacios de encuentro tradicionales como los sitios de comercio
barrial por establecimientos comerciales que muchos pobladores usan pero para
interactuar con sus conocidos provenientes de otras partes de la ciudad. La
debilidad del tejido social de los residentes, a los que fue posible dividir en
sectores debido a su marcada diferenciación socioeconómica y cultural, implica
que la organización tradicional de vecinos como lugar de socialización en la
ciudad sea reemplazada por colectivos de intereses personales o grupos de nicho
que abarcan espacios diferentes al barrio, aunque, hay que decirlo, La Macarena
en sí misma puede ser centro de encuentro para esos grupos debido a su
ubicación en la ciudad y su oferta para el consumo cultural.
Por
otro lado, la identidad política de la población también está fragmentada por
intereses poblacionales, culturales o profesionales, en vez de estar ligada al microterritorio del barrio, que se explica por una parte
por el movimiento periódico de población que vive en arriendo. Y en general, la
cultura política de los residentes se caracteriza por ser poco participativa
tanto en espacios de participación ciudadana en la localidad y la ciudad, como
en organizaciones sociales. Asimismo, la percepción de la política es
extensamente negativa, puesto que se relaciona con malversación de fondos
públicos, corrupción y clientelismo de los partidos políticos. Debido al hecho
de que las Juntas de Acción Comunal son percibidas con regularidad como una extensión
de la política tradicional, los habitantes no tienen mayor interés en
participar en la JAC del barrio. Este resultado contrasta con la observación de
Fernández (1999) y Velásquez y González (2003) de que los estratos
socioeconómicos más altos son los que más participan a nivel político y
ciudadano, en tanto los habitantes de La Macarena se caracterizan por la
diversidad de prácticas participativas que tienen en otros escenarios del
espacio público, y no es posible afirmar entonces que participan más a nivel
político y ciudadano que a nivel comunitario.
Factores
organizativos de la Junta de Acción Comunal del barrio La Macarena que limitan
la participación comunitaria
La
percepción actual sobre el movimiento comunal en su conjunto, y en este caso
sobre las Juntas de Acción Comunal, está determinada por la historia y los
logros de la organización comunal en el país, pero también por sus limitaciones
para incidir más allá del territorio barrial al que se circunscriben en el área
urbana, y por las relaciones particularistas en el ámbito de la política de las
que en ocasiones ha sido parte. Sin embargo, es la configuración específica de
las Juntas en los territorios y su accionar actual lo que permite comprender,
en mayor medida, la valoración que sobre ella tienen los residentes, afiliados
y no afiliados. Lo anterior nos permite decir que la situación de crisis de la
JAC de La Macarena no solo está afectada por factores externos a ella, sino
también internos, como, por ejemplo, un liderazgo débil y la poca proactividad
de sus afiliados. Este estado de inactividad radica en la desmotivación de los
afiliados frente al hecho de que hay una distancia entre los resultados
esperados y lo que realmente logra conseguir la Junta, presentándose así una
desconfianza institucional frente a la transparencia de los funcionarios
públicos y el apoyo de las entidades gubernamentales a la JAC.
Pero
hay otro elemento que incide en su estancamiento, y es la percepción de sus
afiliados del reducido grado de participación comunitaria de los habitantes del
barrio, que radica en la falta de tiempo disponible que tienen para realizar
otro tipo de actividades diferentes a las laborales y de esparcimiento
personal, pero también en procesos de individualización, que hace que entre los
individuos se configuren diferencias, en vez de identidades compartidas que en
este caso se expresaría en el sentido de pertenencia hacia el barrio. Sin
embargo, todavía permanece un interés por mantener cierto nivel de calidad de
vida en el barrio, sobre todo por parte de muchos residentes antiguos y
personas de la tercera edad que viven allí. Por tanto, sería necesario que la Junta
indagara por la disponibilidad de los adultos mayores, grupo poblacional
significativo en el barrio, para hacer parte de la JAC, que además hemos visto
es un espacio de integración vecinal. A su vez, se debe promover, desde el
organismo, el conocimiento mutuo de los residentes, que actualmente es muy poco
debido a la llegada de un gran número de pobladores, que debemos decir son muy
diferentes entre sí, sobre todo en lo que tiene que ver con su estilo de vida.
Esta diferencia puede resultar muy positiva para llevar a cabo procesos
distintos de cooperación comunitaria, pues se ha visto, por ejemplo, que muchos
habitantes no asisten a las reuniones que se organizan pero que sí han apoyado
algunas actividades de la Junta como la firma de cartas y algunas veces donan
recursos. Así pues, se debe dejar de homogeneizar a toda la población del
barrio como apática y que solo actúa cuando le están afectando sus intereses
personales, pues esto es una estigmatización que produce rechazo, en vez de
confianza.
De
acuerdo con lo expuesto en este apartado, el primer paso que debería dar la JAC
de La Macarena para mejorar su funcionamiento efectivo es su reestructuración
organizativa, empezando por la definición de un rumbo colectivo que la mayor
parte de la población quiera para el barrio en el futuro próximo, no planteando
simplemente la erradicación de unas problemáticas específicas que muestra una
posición reactiva, más que activa. Luego de establecer los propósitos
barriales, se debería privilegiar una óptica sectorial, teniendo en cuenta, por
ejemplo, el territorio de la UPZ en la que se encuentra, puesto que como hemos
visto existen unas relaciones conflictivas con los habitantes de La
Perseverancia, que podrían mejorarse si se establecieran relaciones de cooperación
con la JAC de ese barrio. Teniendo en cuenta estos elementos, se podría
replantear el accionar de la organización comunal, pues si no se establece un
proceso de renovación de tipo generacional, esta se estancará definitivamente
por efecto de la inercia.
Para
que la renovación de la organización se pueda dar, es necesario que se mejore
la interlocución entre antiguos y nuevos afiliados, y que se promueva la
organización de la Junta por comisiones de trabajo que en realidad trabajen y
se reúnan autónomamente, puesto que ahora la JAC funciona solamente a nivel de
la Junta Directiva. Asimismo, es necesario que se promuevan estrategias de
convocatoria para nuevos afiliados y de información sobre la Junta de Acción
Comunal, que pueden estar insertas en una campaña desde diversos medios de
comunicación para mejorar la imagen que se tiene de ella —a través de la rendición
periódica de cuentas, por ejemplo—, aprovechando la oportunidad de hacer uso de
herramientas virtuales que ya se han empezado a gestar, a la vez que se vuelva
a poner en circulación el periódico de la Junta, que es la actividad más
reconocida actualmente por los residentes del barrio. Además, la realización de
eventos de integración comunitaria permitiría reunir a pobladores de distintas
características y preferencias en torno a objetivos comunes, sin embargo, el
hecho de querer abarcar los intereses de todos los residentes no debe paralizar
los planes de encuentro barrial, sino más bien se debe tener en cuenta las
particularidades de los sectores de la población, como, por ejemplo, los
artistas o los estudiantes universitarios. A propósito de ello, sería muy
positivo que la JAC se apropiara de espacios públicos que se encuentran en el
barrio y los resignificaran a través de su uso por los residentes como las
sedes de la Universidad Distrital, o las zonas verdes.
De
modo que el accionar de la Junta no debe dirigirse a tratar de solucionar
algunos problemas o mostrarse constantemente a la defensiva con el sector
comercial, sino a procurar el mejoramiento de la calidad de vida del barrio,
velando por los derechos de los residentes, pero también generando motivos para
el encuentro comunitario y la apropiación colectiva del territorio. En esa
medida, la organización se cualificaría si estuviera conformada por
representantes de todos los sectores poblacionales, pero también de los
establecimientos comerciales, de las instituciones públicas y privadas que
tienen sus sedes en el barrio, e incluso de la población flotante que no habita
allí, pero sí permanece gran parte de su día como los estudiantes y profesores
universitarios. Incluso, la JAC no solo debe recurrir a las posiciones de las
personas afiliadas, sino también impulsar mecanismos de retroalimentación de
habitantes no afiliados para conocer sus necesidades e iniciativas y así lograr
mayor participación del conjunto de la población de La Macarena.
Para
que la JAC pueda ampliar su margen de maniobra podría articularse a
organizaciones sociales que se encuentran en el sector, como el colectivo
“Habitando el territorio”6 , así como a otras Juntas de Acción
Comunal de la localidad o a organizaciones de control ciudadano a las entidades
públicas. Asimismo, sería pertinente que la JAC cualificara su asistencia a los
espacios e instancias de participación ciudadana de la localidad y el distrito,
pudiendo llegar a ser parte de ellos e incidir realmente en los programas que
atañen al sector del centro-oriente de la ciudad, a través del trabajo en red
con otros actores públicos, privados y de la sociedad civil involucrados en
tales procesos y, claro está, de la adquisición de experticia en la deliberación
y la negociación.
Factores
de la administración pública distrital o institucionales que limitan la
participación comunitaria
La
noción contrahegemónica a la que se adhiere Fals Borda de la participación
popular, en la que las comunidades mismas se organizaban en torno a unos
objetivos colectivos, sobre todo de aquellos que van más allá de la construcción
de infraestructura material, ha dejado de ser recurrente en los organismos
comunales, pues a partir de su institucionalización el Estado ha determinado su
estructura organizativa y le ha establecido mecanismos de vigilancia,
configuración estatalizada que ha resultado ser limitante para la elucidación
de nuevas y diversas metas colectivas. Además, a través de su historia, estos
organismos se han insertado en dinámicas políticas de tipo particularista, al
punto que en época de elecciones políticas son considerados como botines
electorales, debido a la capacidad de algunos líderes comunales de congregar la
voluntad de un gran número de población. Esto último ha generado la percepción
de que las JAC son organizaciones jerárquicas cooptadas por políticos corruptos
e implicadas directamente en la búsqueda de recursos para el beneficio personal
de unos cuantos. Y de acuerdo con sus logros materiales, las JAC también son
relacionadas constantemente con la consecución solamente de condiciones materiales
de subsistencia en un micro territorio.
En
el caso de la Junta de Acción Comunal de La Macarena, sus dignatarios prefieren
mantenerse alejados de los espacios de participación ciudadana locales pues no
quieren participar directamente en política, ya que consideran que si no hacen parte de las redes clientelistas de los
gobernantes y candidatos, no podrían percibir recursos públicos. Entonces, lo
que en términos generales se puede dilucidar es que las JAC enfrentan la
institucionalidad bajo una desconfianza que surge a partir de la observación de
la gran distancia que se produce actualmente entre la norma y la realidad, así
como del discurso y la práctica, como lo afirma Velásquez (2003, pp. 335-336).
Los afiliados activos en la Junta establecen una diferenciación contradictoria
entre lo comunitario y lo político, siendo el primero de ellos positivo para
mejorar las condiciones de vida que ofrece el barrio a sus habitantes, que son
afectadas negativamente por la afluencia del sector comercial. Por su parte, lo
político es un campo inaccesible por las mismas debilidades del sistema. Pero al
ver que tampoco la organización comunitaria es posible, en tanto no ha logrado
convocar a la población en torno de sus objetivos, que consideran son de
interés general, el organismo ha entrado en un periodo de parálisis que lo ha
llevado a reducir su accionar a nivel organizativo, barrial e institucional.
Para
finalizar, se exponen las limitaciones de este trabajo y posibles temas de
investigación que pueden seguir siendo explorados. Como se ha venido diciendo,
este trabajo se enmarca en la Junta de Acción Comunal y no a revisar en
profundidad las dinámicas históricas ni socioeconómicas del barrio La Macarena,
tampoco se centra en otro tipo de organizaciones sociales existentes en el
barrio. Por otro lado, tampoco es una evaluación de política pública del distrito
respecto a las organizaciones comunales ni la participación comunitaria o
ciudadana. Por tanto, futuras investigaciones pueden indagar por las relaciones
sociales y el sentido territorial de los habitantes del barrio bohemio de
Bogotá, así como su posicionamiento político frente a asuntos de interés
nacional y global. También sobre las especificidades de los nichos de mercado
del barrio y las identidades y prácticas culturales que surgen de estos
colectivos, así como su potencial para crear comunidades de intereses y
estimular la participación ciudadana. En cuanto a las Juntas de Acción Comunal,
se hace necesario un estudio comparativo sobre participación y funcionamiento
de las JAC de barrios pertenecientes tanto al mismo estrato socioeconómico como
a diferentes condiciones socioeconómicas.
Conclusiones
Este
trabajo de investigación tuvo como objetivo identificar por qué existe un bajo
nivel de participación comunitaria en la Junta de Acción Comunal de un barrio
de estrato medio-alto, con importantes particularidades socioculturales, como,
por ejemplo, su designación mediática como sitio artístico y bohemio de la
ciudad, que surge a partir de la presencia de ciertos pobladores que trabajan
en el campo cultural, y muchos que disfrutan de la oferta que en esta materia
encuentran en el centro de la ciudad. Es decir, de productores y consumidores
del arte y la cultura que comparten un espacio de habitación residencial, a la
vez que comercial, al haber allí sitios de consumo cuyo uso provee de estatus
tanto a residentes como a la numerosa cantidad de visitantes que recibe a
diario.
Los
diferentes sectores de la población, muchos de ellos trabajadores de entidades
públicas y privadas ubicadas en el área céntrica de Bogotá, aunque comparten su
pertenencia a la clase media, varían notablemente de acuerdo con sus estilos de
vida que están insertos, a su vez, en comunidades interpretativas de consumidores
(García, 1995), que otorgan identidades compartidas a sus miembros, y que cabe
decir la mayor parte de las veces no llegan a conocerse mutuamente. De esta
forma, el consumo mismo abre espacios para la interacción social, más aún que
los tradicionales ámbitos de la familia, el trabajo y la política.
La
gentrificación y las políticas de revitalización urbana del centro de la ciudad
han sido fundamentales para el cambio en la configuración poblacional y
espacial del barrio La Macarena, que pasó de ser un sector que se ha llamado
tradicional, donde las interacciones vecinales eran constantes y profundas,
donde todos se conocían entre sí, a un lugar donde hay un débil tejido social
debido a procesos urbanos propios de la región latinoamericana, como por
ejemplo la desterritorialización, signados por fenómenos globales como las
políticas neoliberales y la globalización. Entonces, el debate acerca de las
distancias y contactos entre ciudadanos y consumidores en la tardomodernidad
que ofrece García (1995) es fundamental para entender la creciente primacía del
uso del espacio privado, sea de acceso público o restringido al ámbito
doméstico, para el consumo cultural y la interacción social. Y cabe decir que
lo que se produce actualmente no es producto de una reducción en las relaciones
sociales entre los individuos, sino una transformación en la forma en que se
dan, pues ahora, en unos sectores de la población más que en otros, están
mediatizadas por los medios tecnológicos de consumo y producción de
información. En la medida en que nuevas formas de socialización se dan entre
los sujetos, también se producen nuevas interacciones en el ámbito político,
que se oferta como otro bien de consumo pues allí también ha permeado las
fuerzas del mercado, y los ciudadanos-consumidores pueden escoger al mejor
postor o dejar de consumir por las debilidades implícitas que perciben del
sistema político. Lo último se ejemplifica en la percepción de las Juntas de
Acción Comunal como uno de los eslabones del clientelismo característico de la
política nacional tal como lo anota Rodríguez (1998) para las JAC de la
localidad de Fontibón a finales del siglo XX.
El
cambio constante de vivienda de nuevos y jóvenes residentes de La Macarena, su
relativa poca permanencia en el barrio entre semana, a causa de su trabajo o
esparcimiento, y la privatización de la vida personal en el interior de las
viviendas, hace que la forma de habitar el territorio urbano sea diferente de
la que practicaban los adultos mayores hace unas décadas. Asimismo, la disponibilidad
de espacios de encuentro público se reduce con la colonización del espacio por
parte del sector privado, en forma de establecimientos comerciales, pero
también en viviendas ubicadas en conjuntos cerrados que establecen fronteras
simbólicas con el exterior, favoreciendo además el distanciamiento de los
vecinos. Aunque en La Macarena la población comparte características económicas
y culturales, allí se generan con frecuencia menos interacciones sociales
perdurables, y se manifiesta con mayor intensidad la figura del conocido —el
tendero, el vecino del apartamento inmediatamente próximo, los miembros del
consejo de administración o el celador del conjunto residencial—. Al parecer,
las relaciones sociales que establecen se producen en escenarios diferentes al
barrio, cobrando mayor importancia la sociabilidad en el sitio de trabajo, de
estudio, en los lugares donde se desarrollan actividades de esparcimiento, y
con los miembros de la familia que viven en otros barrios de la ciudad. Las
redes sociales de estas personas serían extensas a nivel de la ciudad, en vez
de internas e intensivas en cuanto a lo que al barrio respecta.
El
tipo de interacción vecinal que en la ciudad se ha venido dando, especialmente
en las clases medias, direcciona el nivel de cooperación social que pueda darse
en el interior del barrio. Y esto es un elemento fundamental para comprender el
nivel de participación comunitaria de un sector, ya que permite entender por
qué la población no recurre actualmente a estrategias colectivas para alcanzar
sus objetivos, en términos de equipamiento social. Al mismo tiempo, acá
interviene la capacidad adquisitiva de los residentes, que entre más alta sea,
les permite subsanar sus necesidades en el mercado, en vez de recurrir a la
focalizada política social del gobierno. Gran parte de lo que han conseguido
muchos de los nuevos pobladores de La Macarena, que tienen un nivel económico
superior al de los residentes tradicionales, no ha sido por una reivindicación
comunitaria o colectiva frente al Estado, sino a partir del trabajo y esfuerzo
propio si su extracción es de clase baja o media, o por el capital cultural y
social de su familia, si provienen de clases superiores. De esta forma, en un
sinnúmero de ocasiones el Estado no ha sido garante de beneficios y, por ende,
no se piensa que la mejor forma para solucionar los problemas comunitarios sea
dialogar con este y exigirle una acción adecuada, precisamente porque persiste
una desconfianza frente al sistema político, desde el nivel nacional hasta el
local, al que se percibe como inserto en prácticas fraudulentas que benefician
solo a las pocas personas que monopolizan el poder estatal.
Como
se relevó en la literatura consultada y en algunas entrevistas realizadas, los
estratos bajos participan en mayor medida en las Juntas de Acción Comunal
debido a que es una organización tradicionalmente orientada a la mejora de las
condiciones de vida materiales del barrio, especialmente a través de la
construcción de infraestructura. Por tanto, es realmente significativa la
posibilidad de resolver las problemáticas a nivel local que inciden de forma
directa en la subsistencia como, por ejemplo, la cobertura eficiente de los
servicios públicos domiciliarios, como lo demuestran Quintero y Yepes (1999)
para la Junta de Acción Comunal del barrio Palermo Sur, mientras que los
barrios de estratos medios y altos generalmente ya cuentan con infraestructura
pública y privada adecuada, a la que acceden de acuerdo con su capacidad
adquisitiva. Lo que es posible pagarse individualmente en los estratos
superiores y debe ser gestionado colectivamente en las zonas de estratos bajos,
donde de manera general hay mayor cohesión social. Esto significa que se
mantienen relaciones sociales vecinales y familiares fuertes y duraderas, a
través de las cuales se fomentan lazos de solidaridad para cumplir metas
compartidas, pero también individuales, funcionando en grados diferentes las
Juntas de Acción Comunal.
De
esta forma, es la conjunción entre los factores externos que limitan desde
afuera la actividad de la Junta, como es el caso del débil tejido social, las
características institucionales del sistema político y los factores internos u
organizativos, los que permiten entender por qué hay una baja participación
comunitaria en la Junta de Acción Comunal del barrio La Macarena. Entonces, la
importancia de conocer los factores que influyen en la participación de los
residentes en una Junta de Acción Comunal radica en reconocer esta organización
como el primer interlocutor reconocido por el Estado para emprender sus
políticas y programas sociales en los territorios tanto urbanos como rurales,
especialmente hoy en día cuando en la normatividad para el posconflicto se les
reconoce como actores fundamentales para la construcción de paz.
Por
último, es necesario reconocer las limitaciones de este trabajo. Debido a que
la investigación se desarrolló en un solo barrio y se concentró en el organismo
de la Junta de Acción Comunal, este artículo no tiene un carácter comparativo a
nivel territorial o entre diferentes formas de participación ciudadana. Como se
expresó escuetamente a lo largo del texto, los habitantes del barrio La
Macarena sí participan en organizaciones o en actividades de tipo político y
social que aquí no se exploran a profundidad, pero que sin duda pueden ser el
objeto de futuros trabajos. Además, sería interesante realizar una comparación
entre los niveles de participación política, ciudadana y comunitaria de una
misma localidad para evidenciar las prácticas participativas de los habitantes
con mayor detalle y develar así las culturas políticas que sostienen esas
tendencias de participación democrática.
Notas
1.
En el presente trabajo, estos factores son
denominados como institucionales.
2.
La democracia directa se encuentra en medio
de la democracia participativa y la democracia representativa.
3.
Oropeza (2004, p. 712) considera que
actualmente se está produciendo una reestructuración del espacio público a
través de su reinterpretación, puesto que tiende a estar organizado por actores
privados, aunque su uso sea público, mediado, claro está, por la capacidad
adquisitiva del consumidor.
4.
Para el análisis desagregado las zonas
descritas geográficamente se dividieron así: la zona oriental está ubicada
entre la carrera 4 desde la calle 30 hasta la calle 30 A y la carrera 3 desde
la calle 26 hasta la calle 30 C, y la zona occidental se encuentra entre la
carrera 5 y carrera 4 desde la calle 26 hasta la calle 29. La primera zona
constituye el 43% de los encuestados y la segunda zona el 57%.
5.
El artículo 103 de la Constitución Política
de Colombia (1991) considera como mecanismos de participación ciudadana: el
voto, el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la
iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato. Por el contrario, las instancias
de participación ciudadana son espacios de interlocución entre la ciudadanía y
las autoridades públicas como, por ejemplo, los
comités de veeduría ciudadana.
6.
Otras iniciativas de organización colectiva
en el sector, que incluye La Macarena y Las Torres del Parque, ha sido la
constitución del colectivo Habitando el Territorio, cuya gestora es Luz Helena
Sánchez, habitante del conjunto residencial. Este colectivo nace en el año 2009
a raíz de la presencia de un violador que agredía a sus víctimas en el sector,
con la intención de visibilizar esta grave situación y encontrar soluciones de
forma colectiva, a través de la apropiación del territorio con recorridos
nocturnos de un grupo de vecinos que les permitió destacar las dinámicas
sociales de la población flotante, las debilidades de la infraestructura de
servicios públicos (falta de iluminación) y el trabajo de las instituciones
como la policía (Entrevista con la Dra. Luz Helena Sánchez, gestora de los
movimientos de visibilización, 2009). Tal suceso
significó para el comercio una reducción de clientes en tanto esta noticia creó
una imagen negativa del sector. El otrora colectivo informal de vecinos, hoy en
día, se ha consolidado y ha dado luchas importantes relacionadas con la
transformación del territorio, como la acción popular que logró suspender en
2011 la construcción del parque del Bicentenario, cuyo proyecto incluía la
intervención del parque de La Independencia sin respetar su morfología y
limitando la visibilidad de edificaciones representativas de la cultura de esta
zona de la ciudad (Salgar, 2011).
Referencias
Appadurai, A. (2001). La modernidad
desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos Aires: Trilce,
Fondo de Cultura Económica.
Bourdieu,
P. (1998). La distinción: criterios y bases sociales del gusto. Taurus: Madrid.
Brabazon, T. (2011). When bohemia
becomes a business: City Lights, Columbus Avenue and a
future for San Francisco. Human Geographies. Journal of Studies and Research in
Human Geography, 5(1):43-59.
Conpes 3661. (2010). Política nacional para el fortalecimiento de los
organismos de acción comunal. Recuperado a partir de
https://colaboracion.dnp.gov.co/CDT/Conpes/ Económicos/3661.pdf
Consejo
Nacional Electoral. (2009). Mecanismos de participación política y ciudadana en
América y Europa. Compilación por Patricia Muñoz. Bogotá: Ediciones Berea.
Chaparro,
J. (s.f). Cartilla de Investigación 01. Diplomado en
Gestión de Procesos Culturales y Construcción de lo Público. Bogotá: Corporación
Raíces.
Decreto
Distrital 492. (2007). Por el cual se adopta la Operación Estratégica del
Centro de Bogotá, el Plan Zonal del Centro —PZCB— y las Fichas Normativas para
las Unidades de Planeamiento Zonal —UPZ— 91 Sagrado Corazón, 92 La Macarena, 93
Las Nieves, 94 La Candelaria, 95 Las Cruces y 101 Teusaquillo. Recuperado a
partir de http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=27312
Entrevista
con la Dra. Luz Helena Sánchez. Gestora de los movimientos de visibilización. (2009). La Macarena. Expresión plural y
cultural. Año 5, n° 14 de marzo. p. 3.
Fals
B., O. (1986). Reflexiones sobre democracia y participación. Revista Mexicana
de Sociología, 48(3):7-14.
Fals
B., O. (2010a). Grietas de la democracia. La participación popular en Colombia.
En Antología. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Fals
B., O. (2010b). La accidentada marcha hacia la democracia participativa en
Colombia. En Antología. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Fernández
E., M. (2006). La sociología aplicada. Reis. Revista Española de
Investigaciones Sociológicas, 11-39. Recuperado a partir de
http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=99715243001
Fernández,
L. (1999). Algunas aproximaciones a la participación política. Revista
Reflexión Política, 1(1). Bucaramanga: Universidad Autónoma de Bucaramanga.
Florida, R. (2002). Bohemia and
economic geography. Journal of Economic Geography, 2:55-71.
García
C., N. (1995). Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización.
Grijalbo: México.
García
I. A. (2008). Sociedad civil y Estado: del mito a la realidad. Élite política,
grupos e individuos en una ciudad del Caribe colombiano. Barranquilla:
Ediciones Uninorte.
Guerra,
C. (1994). Democracia y participación ciudadana: ¿en busca de la equidad o de
nuevos recursos? Revista Mexicana de Sociología, 56(3):191-204.
Infancia
del barrio. (2005). La Macarena. Expresión plural y cultural. Año 1, n.° 1 de agosto.
Laverde,
M. (2013). El proceso de gentrificación en el barrio La Macarena. (Tesis de
grado inédita para optar por el título de economista). Bogotá: Universidad de
Los Andes.
Lipovetsky,
G. (2000). La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo.
Barcelona: Anagrama.
López,
O. (2005). El centro de Bogotá: competitividad y renovación urbana. (Trabajo de
grado para obtener el título de geógrafo). Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia.
Martín-Barbero,
J. (2000). Las transformaciones del mapa cultural: una visión desde América
Latina. Revista Latina de Comunicación Social, 26. Recuperado el 26 de
diciembre de 2013. Recuperado a partir de http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000vfe/barbero.html
Oropeza,
M. (2004). Un barrio a la carta. Un ensayo sobre estilos de vida y ciudad.
Estudios Sociológicos de El Colegio de México, XXII(3):701-718. Recuperado a
partir de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59806607 Recuperado el 22 de
diciembre de 2013.
Pérez,
A. (2009). De la recurrente tensión entre el individualismo y la ciudadanía. Algunas
reflexiones desde la modernidad tardía. Kairos.
Revista de Temas Sociales. Universidad Nacional de San Luis. Año 13. No 23. Abril de 2009. Recuperado a partir de
http://www.revistakairos.org Recuperado el 28 de diciembre de 2013.
Quintero,
D. y Yepes, J. (1999). El papel de la junta de acción comunal en la
participación comunitaria. El caso del barrio Palermo Sur en Bogotá. (Tesis
para optar por el título de trabajadora social). Universidad Externado de
Colombia. Bogotá.
Ragin, C. (2007). La construcción de
la investigación social. Siglo del Hombre Editores: Bogotá.
Restrepo,
D. (2001). Eslabones y precipicios entre participación y democracia. Revista
Mexicana de Sociología, 63(3):167-191.
Rodríguez,
Á. (1998). Participación comunitaria y relevos generacionales y de género en
las JAC de Fontibón. Informe de pasantía para optar por el título de sociólogo.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Salazar,
Ó. (2012). “Estética, armonía y naturaleza en la
estructuración de estilos de vida de clases medias en Bogotá”. En Salcedo, M.
T. y Salcedo, A. (Eds.), Fricciones sociales en ciudades contemporáneas (pp.
83-116). Bogotá, ICANH.
Salgar,
D. (junio 8 de 2011). Freno del parque del Bicentenario. El Espectador.
Recuperado a partir de http://www.elespectador.com/noticias/bogota/freno-al-parque-del-bicentenario-articulo-283070
Sanín,
P. (2010). ¿De ciudad abierta a ciudad cerrada? Configuraciones socio-espaciales en el barrio El Poblado, Medellín. Territorios,
23:123-142.
Secretaría
de Hábitat. (2011). Diagnóstico localidad de Santa Fe, sector hábitat. Bogotá:
Alcaldía Mayor de Bogotá.
Un
viaje a las estrellas de la mano de Germán Puerta. (2009). La Macarena.
Expresión plural y cultural. Año 5, No. 16, de diciembre.
Valderrama,
M. (1997). “Globalización y ciudad”. En Grupo de Investigación Hábitat, Cultura
y Comunicación, Ensayos sobre hábitat y cultura (pp. 77-87). Medellín:
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.
Valencia,
L. (s. f.). Historia, realidad, pensamiento y perspectivas de la acción comunal
en Colombia. Recuperado a partir de http://viva.org.co/cajavirtual/svc0168/articulo0006.pdf
Velásquez,
F. (2003). La participación ciudadana en Bogotá. Bogotá: Alcaldía Mayor de
Bogotá.
Velázquez,
F. y González, E. (2003). ¿Qué ha pasado con la participación ciudadana en
Colombia? Bogotá: Fundación Corona, Fundación Social, Fundación Foro por
Colombia y otros.
Zambrano,
F., Castelblanco, C., Montaño, F. y Peña, C. (2003). Santa Fe en Bogotá. Reconstrucción
histórica, arquitectónica y turística de la localidad de Santa Fe. Bogotá:
Alcaldía Mayor de Bogotá.
Referencias
Appadurai, A. (2001). La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos Aires: Trilce, Fondo de Cultura Económica.
Bourdieu, P. (1998). La distinción: criterios y bases sociales del gusto. Taurus: Madrid.
Brabazon, T. (2011). When bohemia becomes a business: City Lights, Columbus Avenue and a future for San Francisco. Human Geographies. Journal of Studies and Research in Human Geography, 5(1):43-59.
Conpes 3661. (2010). Política nacional para el fortalecimiento de los organismos de acción comunal. Recuperado a partir de https://colaboracion.dnp.gov.co/CDT/Conpes/Económicos/3661.pdf
Consejo Nacional Electoral. (2009). Mecanismos de participación política y ciudadana en América y Europa. Compilación por Patricia Muñoz. Bogotá: Ediciones Berea.
Chaparro, J. (s. f). Cartilla de Investigación 01. Diplomado en Gestión de Procesos Culturales y Construcción de lo Público. Bogotá: Corporación Raíces.
Decreto Distrital 492. (2007). Por el cual se adopta la Operación Estratégica del Centro de Bogotá, el Plan Zonal del Centro —pzcb— y las Fichas Normativas para las Unidades de Planeamiento Zonal —upz— 91 Sagrado Corazón, 92 La Macarena, 93 Las Nieves, 94 La Candelaria, 95 Las Cruces y 101 Teusaquillo. Recuperado a partir de http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=27312
Entrevista con la Dra. Luz Helena Sánchez. Gestora de los movimientos de visibilización. (2009). La Macarena. Expresión plural y cultural. Año 5, n° 14 de marzo. p. 3.
Fals B., O. (1986). Reflexiones sobre democracia y participación. Revista Mexicana de Sociología, 48(3):7-14.
Fals B., O. (2010a). Grietas de la democracia. La participación popular en Colombia. En Antología. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Fals B., O. (2010b). La accidentada marcha hacia la democracia participativa en Colombia. En Antología. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Fernández E., M. (2006). La sociología aplicada. Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 11-39. Recuperado a partir de http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=99715243001
Fernández, L. (1999). Algunas aproximaciones a la participación política. Revista Reflexión Política, 1(1). Bucaramanga: Universidad Autónoma de Bucaramanga.
Florida, R. (2002). Bohemia and economic geography. Journal of Economic Geography, 2:55-71.
García C., N. (1995). Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. Grijalbo: México.
García I. A. (2008). Sociedad civil y Estado: del mito a la realidad. Élite política, grupos e individuos en una ciudad del Caribe colombiano. Barranquilla: Ediciones Uninorte.
Guerra, C. (1994). Democracia y participación ciudadana: ¿en busca de la equidad o de nuevos recursos? Revista Mexicana de Sociología, 56(3):191-204.
Infancia del barrio. (2005). La Macarena. Expresión plural y cultural. Año 1, n.° 1 de agosto.
Laverde, M. (2013). El proceso de gentrificación en el barrio La Macarena. (Tesis de grado inédita para optar por el título de economista). Bogotá: Universidad de Los Andes.
Lipovetsky, G. (2000). La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama.
López, O. (2005). El centro de Bogotá: competitividad y renovación urbana. (Trabajo de grado para obtener el título de geógrafo). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Martín-Barbero, J. (2000). Las transformaciones del mapa cultural: una visión desde América Latina. Revista Latina de Comunicación Social, 26. Recuperado el 26 de diciembre de 2013. Recuperado a partir de http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000vfe/barbero.html
Oropeza, M. (2004). Un barrio a la carta. Un ensayo sobre estilos de vida y ciudad. Estudios Sociológicos de El Colegio de México, XXII(3):701-718. Recuperado a partir de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59806607 Recuperado el 22 de diciembre de 2013.
Pérez, A. (2009). De la recurrente tensión entre el individualismo y la ciudadanía. Algunas reflexiones desde la modernidad tardía. Kairos. Revista de Temas Sociales. Universidad Nacional de San Luis. Año 13. No 23. Abril de 2009. Recuperado a partir de http://www.revistakairos.org. Recuperado el 28 de diciembre de 2013.
Quintero, D. y Yepes, J. (1999). El papel de la junta de acción comunal en la participación comunitaria. El caso del barrio Palermo Sur en Bogotá. (Tesis para optar por el título de trabajadora social). Universidad Externado de Colombia. Bogotá.
Ragin, C. (2007). La construcción de la investigación social. Siglo del Hombre Editores: Bogotá.
Restrepo, D. (2001). Eslabones y precipicios entre participación y democracia. Revista Mexicana de Sociología, 63(3):167-191.
Rodríguez, Á. (1998). Participación comunitaria y relevos generacionales y de género en las jac de Fontibón. Informe de pasantía para optar por el título de sociólogo. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Salazar, Ó. (2012). “Estética, armonía y naturaleza en la estructuración de estilos de vida de clases medias en Bogotá”. En Salcedo, M. T. y Salcedo, A. (Eds.), Fricciones sociales en ciudades contemporáneas (pp. 83-116). Bogotá, icanh.
Salgar, D. (Junio 8 de 2011). Freno del parque del Bicentenario. El Espectador. Recuperado a partir de http://www.elespectador.com/noticias/bogota/freno-al-parque-del-bicentenario-articulo-283070
Sanín, P. (2010). ¿De ciudad abierta a ciudad cerrada? Configuraciones socio-espaciales en el barrio El Poblado, Medellín. Territorios, 23:123-142.
Secretaría de Hábitat. (2011). Diagnóstico localidad de Santa Fe, sector hábitat. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá.
Un viaje a las estrellas de la mano de Germán Puerta. (2009). La Macarena. Expresión plural y cultural. Año 5, No. 16, de diciembre.
Valderrama, M. (1997). “Globalización y ciudad”. En Grupo de Investigación Hábitat, Cultura y Comunicación, Ensayos sobre hábitat y cultura (pp. 77-87). Medellín: Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.
Valencia, L. (s. f ). Historia, realidad, pensamiento y perspectivas de la acción comunal en Colombia. Recuperado a partir de http://viva.org.co/cajavirtual/svc0168/articulo0006.pdf
Velásquez, F. (2003). La participación ciudadana en Bogotá. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá.
Velázquez, F. y González, E. (2003). ¿Qué ha pasado con la participación ciudadana en Colombia? Bogotá: Fundación Corona, Fundación Social, Fundación Foro por Colombia y otros.
Zambrano, F., Castelblanco, C., Montaño, F. y Peña, C. (2003). Santa Fe en Bogotá. Reconstrucción histórica, arquitectónica y turística de la localidad de Santa Fe. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá.
Cómo citar
APA
ACM
ACS
ABNT
Chicago
Harvard
IEEE
MLA
Turabian
Vancouver
Descargar cita
Visitas a la página del resumen del artículo
Descargas
Licencia
Derechos de autor 2017 Karen Lorena Romero Leal
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución 4.0.