Heterogeneidad y escisión política: algunos aspectos claves a considerar en un gobierno metropolitano de Bogotá-sabana
Heterogeneity and political excision: some key aspects to consider in a metropolitan government of Bogota-Sabana
Heterogeneidade e clivagem política: alguns aspectos essenciais a serem considerados em um governo metropolitano de Bogotá- Seus arredores
DOI:
https://doi.org/10.15446/cep.v6n3.84042Palavras-chave:
Exclusión, Gobierno, Heterogeneidad, Metropolización y Uso del Suelo (es)Exclusão, governo, heterogeneidade, metropolização, uso do solo (pt)
Exclusion zone, government, heterogeneity, metropolization, soil use (en)
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El interés de está trabajo se concentra en dos propósitos generales. El primero, comprender qué es la metropolización y en qué se distancia de la manera en que se ha entendido lo urbano. El segundo, identificar algunos de los elementos de gobierno que no pueden ser ajenos a los diferentes actores territoriales que buscan hacer gestión de lo metropolitano en Bogotá-Sabana. Busca principalmente desenmarcar el tema de posturas técnicas y del enfoque de proyectos para reflexionar sobre la escala metropolitana como expresión del pluralismo, de las tensiones socioeconómicas que han configurado el desarrollo urbano de la ciudad y como espacio para el ejercicio del poder y la representación de diferentes intereses políticos. Para tales fines, además de la elaboración de un breve marco conceptual en el primer apartado, en el segundo, se hace una revisión de notas de prensa y de los planes de ordenamiento territorial para obtener pistas sobre cómo ha sido el juego político para gobernar el territorio. Finalmente se ofrecen las conclusiones generales del ejercicio.
Heterogeneidad y escisión política:
algunos aspectos claves a considerar en un Gobierno metropolitano de
Bogotá-Sabana
Sabina Gómez Puentes. Filósofa de la Universidad Nacional de
Colombia y magíster en Planeación Urbana y Regional de la Pontificia
Universidad Javeriana. Consultora independiente. Bogotá, Colombia. orcid:0000-
0001-5184-7584. Correo electrónico: sabina.nah@gmail.com sabina.gomez@javeriana.edu.co
Resumen
El interés de este trabajo se concentra
en dos propósitos generales. El primero, comprender qué es la metropolización y
en qué se distancia de la manera en que se ha entendido lo urbano. El segundo,
identificar algunos de los elementos de Gobierno que no pueden ser ajenos a los
diferentes actores territoriales que intentan hacer gestión de lo metropolitano
en Bogotá-Sabana. Se busca, principalmente, desenmascarar el tema de posturas
técnicas y del enfoque de proyectos para reflexionar sobre la escala
metropolitana como expresión del pluralismo, de las tensiones socioeconómicas
que han configurado el desarrollo urbano de la ciudad y como espacio para el ejercicio
del poder y la representación de diferentes intereses políticos. Para tales
fines, en el primer apartado se elabora un breve marco conceptual y en el
segundo se hace una revisión de notas de prensa y de los planes de ordenamiento
territorial para obtener pistas sobre cómo ha sido el juego político para
gobernar el territorio. Finalmente se ofrecen las conclusiones generales del
ejercicio.
Palabras clave: exclusión, Gobierno, heterogeneidad,
metropolización, uso del suelo.
Heterogeneity
and political excision: some key aspects to consider in a metropolitan
government of Bogota-Sabana
Abstract
The interest of
this job is focused on two general purposes. First, to understand what metropolization is and in which it is distanced from the
way to understand the urban. Second, to identify some of the government’s
elements that cannot be unrelated to different territorial actors which try to
make management of metropolitan in Bogota-Sabana. It aims, mainly, to unmask
the topic of technical positions and projects approach to reflect on the
metropolitan scale as an expression of pluralism, of socioeconomical pressures
have configured urban development of the city and as a space for the exercise
of power and the representation of different political interests. For such
goals, in the first paragraph a brief conceptual framework is made and the
second paragraph a review of press statements and territorial ordinance plans
is done to obtain clues about how political game has been to govern territory.
Finally, general conclusions of the exercise are offered.
Key words: exclusion
zone, government, heterogeneity, metropolization,
soil use.
Heterogeneidade
e clivagem política: alguns aspectos essenciais a serem considerados em um
governo metropolitano de Bogotá- Seus arredores
Resumo
O interesse
deste trabalho está concentrado em dois propósitos gerais. A primeira,
compreender o que é a metropolização e em que ela se distancia da maneira em
que o urbano tem-se entendido. A segunda, identificar
alguns dos elementos do governo que não podem ser estranhos aos diferentes
atores territoriais que procuram fazer gestão do metropolita em Bogotá-Seus
arredores. Procura-se, principalmente, desmascarar o tema das posições técnicas
e o foco de projetos para refletir sobre a escala metropolitana como expressão
do pluralismo, das tensões socioeconômicas que configuraram o seu desenvolvimento
urbano da cidade e como espaço para o exercício do poder e a representação de
diferentes interesses políticos. Para tais fins, na primeira seção, é elaborada
uma breve estrutura conceitual e, na segunda, é feita uma revisão de
comunicados de imprensa e dos planos de planejamento territorial para obter
pistas sobre como o jogo político tem sido para governar o território.
Finalmente, são apresentadas as conclusões gerais do exercício.
Palavras-chave: exclusão,
governo, heterogeneidade, metropolização, uso do solo.
1.
Introducción
Este artículo aborda el proceso de
metropolización de Bogotá-Sabana desde una perspectiva principalmente política,
es decir, busca comprender las consecuencias de Gobierno que tendría este
fenómeno sobre lo que se podría denominar la esfera pública en la ciudad y los
municipios vecinos. Se parte de la premisa básica según la cual en el
territorio en sí mismo es un hecho político, imposible de abstraer del conjunto
de decisiones que toman los actores que lo ocupan y ejercen poder sobre o al
interior de él. Así, este trabajo se desarrolla en torno a dos grandes
preguntas: ¿Qué es la metropolización vista desde el ejercicio del poder? ¿Qué
intereses políticos han girado en torno a este proceso?
2.
Metropolización
y política. Gobernar la aglomeración
Cuando se habla de lo urbano se hace
referencia a dos características rectoras, por un lado, la aglomeración, que
supone un uso intensivo del suelo, la congregación densa y en cercanía de
personas, actividades y bienes; por otro, la heterogeneidad, que se manifiesta
en un conjunto diverso de culturas, creencias políticas, religiones, etnias,
etc., que conviven en la cercanía producida por la aglomeración. Esta idea,
claramente producto de la modernidad, no es necesariamente trasladable a lo
metropolitano. Así como las ciudades, cambian los conceptos que se han
utilizado para entenderlas. Sobre estas transformaciones, adquiere sentido
hablar de “metropolización”.
Monnet (2017) define el territorio como
la materialización del poder en el espacio, poder que puede leerse como aquel
que se ejerce sobre un área o zona determinada o el que se ejerce sobre las
personas que lo ocupan. No se trata de ninguna manera de una disyuntiva, pero
sí de destacar maneras distintas de leer aquello que se gobierna y, en
consecuencia, de acercarse a las relaciones políticas que definen un
territorio. En efecto, lo primero quiere decir que se establece control sobre
el espacio, el ejercicio de autoridad es al interior de un perímetro dado y
sobre las actividades que pueden realizarse en esa jurisdicción. Lo segundo
plantea una perspectiva más centrada en los vínculos personales, la agregación
o separación de agrupaciones humanas, la presencia o ausencia de ciertas
capacidades de agencia entre los actores sociales. Esto permite concebir una
idea tal como telepoder o redes de poder
(Branch, 1994; Monnet, 1999). La combinación de estas formas de poder en el
territorio se puede rastrear en las ciudades latinoamericanas desde la colonia,
donde funcionaban figuras como la encomienda, en la que se delegaba poder sobre
súbditos y la hacienda se utilizaba para hacer una explotación de un área,
sea para minería o agricultura (Monnet, 2017).
La metropolización es un desafío
evidente para la idea de jurisdicción, el control sobre un área y el ejercicio
claro de autoridad sobre esta, ya que parece poner en evidencia la primera
transformación de lo urbano hacia lo metropolitano: la
aglomeración de bienes, servicios y personas puede llegar a ser más intensa
pero esta tendencia ya no está concentrada sobre un área con un perímetro dado,
ni son gobernadas bajo una jurisdicción, como se hacía en las ciudades de la
modernidad o anteriores. Sus límites son difusos, discontinuos e involucran
diferentes jurisdicciones.
Las ciudades han generado esquemas de
Gobierno metropolitano como los casos de Toronto, Ciudad de México, Monterrey,
entre otros, que han logrado conciliar de manera más o menos armónica la
jurisdicción y la toma de decisiones en territorios cuya forma ya no obedece a perímetros.
Así, se han manejado las tensiones entre jurisdicción, autonomía y
metropolización (Lefevre, 2005). No obstante, esta figura no ha podido abordar
cuestiones políticas centrales de estos territorios, como el caso de la
discriminación racial expandida en Detroit o la exclusión social expandida en
Monterrey o la dispersión territorial que se presenta por la competencia
intermunicipal en el caso de Toronto (Garza, Filion y
Sands, 2003)1. Entonces, la pregunta es,
¿qué es exactamente lo que se gobierna con los esquemas metropolitanos?
Resulta pertinente profundizar en la
idea de gobernar la aglomeración. En el debate académico y político sobre el
territorio, difícilmente se argumenta que los Gobiernos tengan mecanismos
efectivos y suficientes para decidir sobre la intensidad de ocupación, la
densidad, la concentración o dispersión de las dimensiones físicas del
desarrollo. Incluso para muchas vertientes es cuestionable que tal poder de
regulación del espacio llegue a ser deseable. Se ha tratado más bien, como lo
expresa el derecho urbano, de crear condiciones jurídicas que permitan
organizar la localización y que no surjan conflictos evidentes —vivienda en
zonas de deslizamiento—, que lo público participe de las externalidades que se
generan y evitar el aprovechamiento excesivo de unos pocos sobre recursos
comunes como el suelo.
Así las cosas, gobernar la aglomeración
es ejercer control sobre el uso y la apropiación del suelo. A su vez, ante
ideas más abstractas de coordinación armónica entre diferentes escalas de
Gobierno, respeto por la autonomía municipal de alcaldes que han podido
esbozarse entre los temas centrales para definir los alcances de un Gobierno
metropolitano, hay aspectos más concretos que necesitan de su comprensión y
plena incorporación en el debate sobre el Gobierno, como lo es un marco
normativo común con el que se regulan las dimensiones económicas y ecológicas
del suelo.
Para concluir, entonces, es posible
afirmar que puede haber maneras más o menos exitosas de crear aparatos de Gobierno
que, en lo macro, concilien ideales como autonomía y coordinación
interinstitucional —como se presentó—. Sin embargo, probablemente sea mucho más
difícil moderar las tensiones políticas sobre el suelo y su uso que, a fin de
cuentas, es el mecanismo para gobernar la aglomeración. O una de las cosas que
se quiere controlar, siguiendo la línea de Monnet.
3.
Gobernar
la heterogeneidad a escala metropolitana
En esta parte se revisa lo que es
ejercer poder sobre las personas, más centrado en las relaciones, los grupos y
la manera en que gobernar significa influir sobre qué hacer y cómo construir
los vínculos sociales, culturales y políticos. La transición entre lo urbano
y lo metropolitano, en términos de heterogeneidad, puede plantearse con
base en la idea de que ambos comparten la singularidad, pero la metropolización
hace más difícil afirmar que las personas y comunidades diversas, las
diferencias étnicas, religiosas, políticas, etc., conviven o interactúan en un
mismo espacio. ¿De qué manera entonces se gobierna la heterogeneidad en un
proceso de metropolización?
El Gobierno urbano evidencia de manera
muy clara algunos de los aspectos que Dahl (2009) analiza a propósito de la
poliarquía2 : “cuantas mayores posibilidades haya de expresar,
organizar y representar las preferencias políticas, mayor será el número y
variedad de preferencias e intereses políticos con probabilidades de estar
presentes en la vida pública” (Dahl, 2009, p. 33). Una base democrática
proporciona mecanismos de expresión, organización y representación política. A
su vez, el talante del Gobierno depende de las capacidades que promueva en los
ciudadanos para formular sus preferencias, expresarlas públicamente —ante
partidarios, individual y colectivamente y ante el Gobierno mismo— sin
discriminar por causa del origen o contenido de las preferencias. A pesar de
que este es uno de los principios del sistema político democrático, tiene un
riesgo:
No cabe
duda que el pluralismo […] es causa muchas veces de
tiranteces peligrosas en cuanto a la tolerancia y seguridad mutua que se
requieren para la vida de un sistema de debate público […] estas tienen más
posibilidades de desarrollo en una pequeña élite que comparta perspectivas
similares, que entre una complicada y heterogénea colección de dirigentes que
representen estratos sociales cuyas metas, intereses y actitudes abarquen los
matices más diversos. (Dahl, 2009, p. 44)
Definir a ciencia cierta hasta qué
punto este riesgo afecta efectivamente a los Gobiernos urbanos no es una tarea
sencilla, ya que por lo menos en principio, en términos de elecciones, de
seguridad ciudadana y pluralismo político, las ciudades han logrado mantener
sistemas democráticos vigorosos. Entre posiciones extremas que sostienen como
causa de la baja eficiencia del Estado el hecho de dejar demasiados asuntos a
la deliberación pública, hasta aquellas que sustentan las manifestaciones de
violencia y conflicto como consecuencia de no alcanzar acuerdos posibles entre
las posturas políticas heterogéneas, pueden identificarse aquellas que explican
la segregación, la exclusión o el cerramiento de espacios urbanos al interés
explícito de crear espacios culturalmente homogéneos al interior de espacios
heterogéneos cultural y socialmente como las ciudades, y generar así formas de
control fácticas sobre grupos específicos de población.
De esta manera, lo que puede suscitar
mayor impacto son las diferentes escisiones que buscan preservar o generar
poderes paralelos a lo que se establece en el sistema democrático y operar en
el territorio, a veces como enclaves o a veces como redes de actores que crean
reglas, prácticas o representaciones al margen del Gobierno de la ciudad:
En las
ciudades es posible captar una reprivatización de la vida pública y una
dispersión de la vida cultural, la cual establece límites divisorios con los
que se intenta hacer prevalecer lo propio y anteponerlo a todo lo demás; esto
da lugar a “situaciones autoritarias” donde la mediación institucional ya no
ostenta el lugar de punto referencial dominante, pues no constituye el modelo a
seguir sino todo lo contrario: como algo que no guarda congruencia con los
individuos, esto es, sus medios legales, legislativos y administrativos no
adquieren sentido más allá de la coacción, de modo que los individuos pasan a
ser, ellos mismos, defensores de un espacio privado que invade lo público.
(Oviedo, 2005, p. 3)
Básicamente, como lo señala Dahl
(2009), se trata de una crisis de representación, es decir, cuando las normas,
la gestión administrativa y el liderazgo político en general se ven como algo
ajeno a los grupos y se reconocen más como una restricción o, más grave aún,
como un enemigo. Entre más grupos tengan intereses contrapuestos, mayores serán
los riesgos frente a la tolerancia, la convivencia y el pluralismo en la
democracia, sea porque pierden interés en participar en los asuntos del
Gobierno o porque efectivamente reprivatizan los asuntos públicos.
Dahl también analiza de qué modo
factores como el desarrollo socioeconómico o las características del sistema
social inciden sobre las acciones de los Gobiernos y ofrece ejemplos en que
sociedades agrarias conciben símbolos de estatus como los ingresos o riqueza
producidas por la posesión de la tierra, que terminan redundando en resortes
políticos. Estos últimos pueden conservarse aun cuando los países han pasado
por etapas de industrialización, es decir, a pesar de los cambios en su sistema
productivo. ¿Cómo se explica que se preserven poderes en diferentes fases de la
historia del sistema político del territorio, especialmente cuando este es
democrático? ¿Por qué el poder político a veces resiste grandes movimientos y
transformaciones en otras dimensiones del ámbito social?
En síntesis, además de afrontar
problemas de ausencia de representación política, imposición de lo privado
sobre lo público y concentraciones de poder que parecen inmunes a los cambios
en el sistema socioterritorial, el Gobierno de la
heterogeneidad tendrá que encontrar maneras de producir cambios lo
suficientemente significativos para que esta diversidad busque ocupar el mismo
espacio político, es decir, el mismo espacio para discutir, tomar decisiones y
regular los asuntos de la vida común3.
La vida ‘en común’ y su negación u
oposición ha sido una característica que diferentes aproximaciones conceptuales
a la metropolización le han asignado (Cunningham, 2005). Consiste más en una
nueva racionalidad, en una nueva forma de lo urbano, en una heterogeneidad
sin síntesis. (Cunningham, 2005). Esta idea resume una de las visiones más
radicales del fenómeno metropolitano y lo anuncian como el fin de toda política4
.
A modo de hipótesis, es posible pensar
que la heterogeneidad metropolitana consiste en ciudadanías y, en general,
actores territoriales que buscan moverse hacia esa línea que Agamben (2006)
denomina como lo ingobernable, más precisamente, a escenarios que posibilitan
la fuga a toda política, donde las tensiones propias de este campo no afecten
la cotidianidad. No se trata de una ‘lucha política’ sino más bien de desistir
de ideales democráticos como el pluralismo, de normalizar una mayor
homogeneidad en todos los sentidos — principalmente ideológicos— y que lo
público se ‘deslocalice’, es decir, no sea de interés en las escalas microterritoriales —que en cuanto homogéneas no tendrán
interés en construir esta dimensión— ni de la escala global, que carece de los
elementos básicos para constituir lo público en su dimensión territorial.
Para decirlo de otra manera, gobernar
la heterogeneidad es una compleja interacción entre niveles territoriales cada
vez más segregados y homogéneos (Thibert y Osorio,
2017), en una escala en la que se conforma un poder cada vez menos operante
para corregir las escisiones que se están gestando. Con esta característica de
individualización y fragmentación es que la heterogeneidad hace la transición
de lo urbano a lo metropolitano. Y es en este complejísimo espacio, que intenta
ser una fuga de lo político y de lo público, donde es menester pensar el
Gobierno metropolitano.
4.
Path dependence en los procesos de metropolización
Hay que tener en cuenta el hecho de que
es la historia la que dio a las municipalidades la legitimidad que actualmente
tienen.
Lefevre, (2005, p. 219)
Gobernabilidad democrática de las áreas
metropolitanas
Como se planteó en el apartado anterior
a propósito de Dahl (2009), en la política y en el territorio hay un aspecto —o
varios— que no cambia, que se mantiene con extraordinaria persistencia y sigue
influyendo sobre el resto de las dinámicas. Path
dependence5 es un campo teórico que sugiere que las
instituciones democráticas cambian menos de lo esperado porque dependen de un
conjunto de decisiones, condiciones iniciales y trasfondos históricos que
influyen permanentemente sobre ellas. De ahí que en la ciencia política se
realicen análisis más sistemáticos de la historia de las instituciones y sea
este un enfoque adoptable y pertinente en diferentes campos de las ciencias
sociales y también en la planeación urbana. (Gyu,
Lee, Kim y Seong, 2019).
En un estudio de caso elaborado a
propósito de los cinturones verdes en el área metropolitana de Seúl, en Corea
del Sur, se utilizó este enfoque de modo que se encontraron cuatro
características básicas que han definido a través del tiempo las políticas
públicas y de planeación urbana en relación con los cinturones verdes y su
capacidad de contención de la expansión urbana. A pesar de abarcarse un período
de más de cuarenta años y dos cambios fuertes en el régimen político6
, se concluye que el manejo de los cinturones verdes se caracterizó
invariablemente por cuatro aspectos: 1) las decisiones dependían de los
intereses políticos nacionales, 2) estas tuvieron continuidad a pesar del
cambio de partidos en el Gobierno nacional, 3) en momentos de tener que elegir
entre provisión de vivienda y sostenibilidad ambiental los programas de
vivienda eran siempre las prioridades y 4) las políticas de vivienda seguían al
mercado y no las localizaciones propuestas por la planeación urbana (Gyu, Lee, Kim y Seong, 2019).
Evidentemente, el caso coreano no es trasladable sin más a las ciudades de
América Latina en general y a Bogotá en particular. Pero sí parece ejemplificar
claramente que las diferentes políticas urbanas tienen tendencias que se
mantienen a lo largo de los años y a pesar de los cambios en los regímenes
políticos.
5.
Metodología
y resultados
Para este trabajo interesa identificar
algunas tendencias que no parecen cambiar en relación con los Gobiernos
metropolitanos. A través de una revisión bibliográfica, a propósito de América
Latina, se puede encontrar que muchos de los Gobiernos no son efectivos después
de haber sido constituidos. Aunque la figura exista, sus asuntos no han sido
necesariamente concebidos como el centro de interés del desarrollo territorial
y la agenda política de las ciudades (Frey, 2014). En un estudio comparado
sobre Gobiernos metropolitanos, se observó que “en la mayoría de los países, la
negociación entre los Estados y los Gobiernos locales dio como resultado la
creación de ordenamientos débiles o controlados” (Lefevre, 2005, p. 218). En
otros de los casos estudiados, la efectividad para resolver los problemas que
motivaron su creación aún depende de la buena disposición política y de la
fuerza de las municipalidades miembro.
Para el caso de Bogotá, hay una
particularidad que es necesario considerar. La ciudad pasó por un proceso de
anexión de municipios en 1954, bajo una decisión tomada y ejecutada por el
Gobierno nacional. Este hecho produjo el devenir de los entonces Gobiernos
municipales en autoridades menores o locales subordinadas a una administración
distrital. Las recientes negociaciones frente a la rape,
la región metropolitana o a región central, han estado marcadas por este hecho
de manera que para garantizar que por lo menos la figura exista. Se ha optado
por esquemas de gestión que convivan con la autonomía municipal en lugar de una
opción fuerte de Gobierno supramunicipal. Esta situación podría conducir de
entrada a que se conforme lo que se denominó ‘un ordenamiento débil’ y poco
efectivo en términos de la acción gubernamental.
En línea con lo anterior, las grandes
ciudades de América Latina han tenido primacía en sus países, lo que refleja el
modo de Gobierno ‘extremadamente centralizado’ de la región y su permanente
característica de tener Gobiernos locales débiles y altamente dependientes.
Así, por ejemplo, hasta finales de la década de los ochenta, muchos países de
América Latina no tenían elecciones a nivel municipal (Thibert
y Osorio, 2017), de modo que el centralismo es una tendencia y la autonomía
local un objetivo deseable pero que no se ha podido alcanzar.
Básicamente para el caso de Bogotá se
ha interiorizado la idea según la cual la autonomía municipal es una garantía
de una organización institucional más democrática, pero no hay evidencias
sólidas frente a si esto es cierto. En consecuencia, la tendencia a tener
Gobiernos extremadamente centralizados ha generado una suerte de principio
intocable —la autonomía— por más que este sea el corazón del debate si se tiene
en cuenta lo señalado anteriormente, a saber, la metropolización como ruptura
del ideal mismo de jurisdicción y control sobre el espacio.
Además, se identifica el enorme peso de
grupos de interés privado —formales e informales— que han definido el
desarrollo urbano y han dejado al Gobierno en un papel o reactivo o subsidiario
a sus intervenciones. Sobre este tema se espera volver en la segunda parte de
este documento.
También es importante decir que la
espacialidad del poder está generando territorios más diversos en el ámbito
macro, pero más segregados en el micro (Alfonso, 2017). Evidentemente, habrá
algunas consecuencias de esta situación a nivel político podrían ser: 1)
recursos públicos que se destinen a mejorar la calidad urbana de los suburbios
de ricos; 2) la emergencia de una oposición suburbana a toda forma de Gobierno
metropolitano; 3) desplazamiento de poder político, ya no en la ciudad
principal sino en enclaves más pequeños que desconocen los problemas del
territorio ampliado pero tienen todo el poder de decisión gubernamental y 4) la
incapacidad de vincular a la política a los agentes territoriales que más
interesa vincular7.
Resulta claro, entonces, que la
formulación de un esquema de Gobierno metropolitano para Bogotá-Sabana necesita
atender por lo menos de dos maneras estás tendencias reforzadas en el
desarrollo de la ciudad: 1) a través de alternativas de distribución de poder y
competencia que eviten su ineficiencia como figura de Gobierno y de acción
pública y 2) con mecanismos para corregir el peso que tienen los privados sobre
el desarrollo de la ciudad.
Claramente hay preguntas que siguen
abiertas al pensar sobre el Gobierno metropolitano. Por ejemplo, en el análisis
comparado de los Gobiernos metropolitanos se encontró que: “Cada vez hay más
políticas diseñadas, financiadas y ejecutadas con sentido metropolitano
pero sin control democrático.” (Lefevre, 2005, p. 200) ¿Qué significa en
este caso el ‘sentido metropolitano’? No se refiere a una capacidad de Gobierno
de concertar asuntos públicos, sino que responde a una visión política del
territorio. Sin el ánimo de generar falsos dilemas, sí resulta pertinente
aclarar cómo en el marco de los proyectos como eje del Gobierno que ha sido la
idea dominante en el debate Bogotá-Sabana, queda ubicado el componente de la
representación de intereses políticos en lo metropolitano.
Este tema no es irrelevante, ya que una
dificultad que entraña el Gobierno metropolitano es ser reconocido como un
cuerpo político con legitimidad:
En efecto,
los habitantes y /o usuarios del territorio perciben que la legitimidad
política de los cursos de acción se ‘encuentran en otro lugar’ que es en ‘otro
lugar donde se toman las decisiones’ y que estos andamiajes de Gobierno están
presenten por una necesidad funcional pero no abordan las dimensiones básicas
de su vida cotidiana. (Lefevre, 2005, p. 222)
De esta manera, las disposiciones,
regulaciones y propuestas de participación y movilización asociadas al ámbito
metropolitano no tienen acogida entre los habitantes, que a veces, por el contrario,
se convierten en los principales opositores: “Esta falta de vinculación
explica, en gran parte, el voto negativo a las reformas del Gobierno
metropolitano, cada vez que se convocan elecciones. Ocurrió en Holanda y Reino
Unido” (Lefevre, 2005, p. 222).
Para rematar, se encuentra que ningún
sector político ha identificado las áreas metropolitanas en su conjunto como
territorios para la estructuración de la representatividad de sus miembros. En
ningún lugar, sea América del Norte, Europa o América Latina, se encuentran
partidos políticos con una organización a escala metropolitana, de acuerdo con
la revisión adelantada sobre este tema hasta ahora.
Así, para concluir este apartado, se
han encontrado cuatro tendencias que se espera que puedan ser mitigadas por el
Gobierno. Pero le quedaría imposible hacerlo si no se concibe desde el
principio en su dimensión más política.
6.
Características
del debate político acerca de la metropolización de Bogotá - Sabana con base en
planes de ordenamiento territorial
Es preciso tener en cuenta que en la
metropolización se presentan las más grandes concentraciones de población de la
historia humana, de modo que se perfila como un hito espacial irrepetible. En
efecto:
En vista de
que cada vez es menos frecuente la organización de nuevas metrópolis, el
alojamiento de los grandes contingentes de población en procesos de
urbanización queda restricto a la densificación de las metrópolis existentes o
su expansión hacia las áreas de influencia inmediata, esto es, la metropolización.
(Alfonso, 2017, p. 31)
La masividad del fenómeno urbano y el
futuro de la ocupación del suelo de grandes áreas involucran la manera directa
el modo en que se gestiona y se gobierna la metropolización.
Detrás de toda discusión sobre el tema
en Bogotá-Sabana han estado implícitas las preguntas: ¿Cómo optimizar el uso
del recurso suelo? ¿Qué preferencias o intereses se materializan en los
espacios fragmentados y menos densos que se van distribuyendo por el
territorio? ¿Cuáles son los mecanismos que podrían favorecer una convergencia
mínima de intereses que efectivamente permita considerar esta instancia como un
espacio para el Gobierno metropolitano?
Un elemento clave para discutir son las
motivaciones de la ‘fuga’ hacia otros. Como se alcanzó a señalar para el caso
de Toronto, los problemas de dispersión territorial terminan necesitando de
nuevas versiones de la ‘competencia interjurisdiccional’, que necesita ir incluyendo
nuevos municipios periódicamente y conservar algunos mecanismos para lograr
localizar en ciertas áreas las actividades más rentables y los hogares más
adinerados; y repeler los hogares de menores ingresos y las actividades de
mayor impacto hacia otras latitudes (Alfonso, 2017). El dispositivo de
competencia interjurisdiccional no se va a desactivar solo porque se empiezan a
concertar asuntos a escala metropolitana.
Un indicador que alerta sobre esta
situación de fuga o competencia interjurisdiccional es el cambio normativo y de
uso que se ha evidenciado en municipios de Cundinamarca y parece responder a la
lógica de ajustarse a las demandas de diferentes grupos de interés que han
actuado en el radio de Bogotá-Cundinamarca y que buscan obtener ventajas en la
distribución de cargas y beneficios:
Es así como
Sopó habilitó en suelo rural suburbano un equivalente a 14 veces el suelo de
expansión, lo que representa la tercera parte del suelo del municipio, seguido
por los municipios de Cota (6 veces), Gachancipá (5 veces), Tocancipá (3
veces), Zipacón (2 veces) Funza (1.8 veces) y Bojacá (1.5 veces). Esto ha
permitido que el suelo sabanero se llene progresivamente de zonas industriales
que poco o nada aportan en materia de desarrollo vial, de espacio público o
equipamientos sociales en los municipios, aunque probablemente ofrezcan algún
nivel de empleo a la población local. Los municipios con mayor suelo habilitado
para la industria en la clasificación de suelo rural son Soacha y Cota. (ProBogotá, 2018, p. 47)
Las cifras son contundentes, y a las
que ha formulado este trabajo, se pueden sumar otras. En efecto, se afirma que
la Ley 388 de 1997 propició esta situación al admitir la categoría de suelo
suburbano que permite la implantación de bajas densidades por fuera de los
perímetros urbanos de los municipios a lo largo de los ejes viales. El hecho es
que esta categoría no hace parte del suelo urbano y también es parcialmente
regulado por el municipio en cuanto las corporaciones autónomas regionales
tienen competencia para condicionar las edificaciones que puedan adelantarse en
esta categoría de suelo. Este es, probablemente, el brote más evidente de
nuevos problemas de fragmentación, baja densidad y dispersión. Si es así,
¿hacia dónde tienen que enfocarse los esfuerzos del Gobierno metropolitano?,
¿en modificar la ley nacional, en este caso la Ley 388 de 1997?, ¿en ampliar el
número de municipios que participan del Gobierno metropolitano y establecer
para todos ellos una sola disposición frente a la clasificación y uso del
suelo? Todas las anteriores pueden resumirse en una sola cuestión, ¿qué tanto tendría
que adaptarse el andamiaje del ordenamiento territorial en el ámbito nacional a
una nueva lógica de gestión del suelo que atañe a territorios metropolitanos?
La difícil presencia de la ciudad principal.
Un tema particularmente relevante para
el Gobierno metropolitano es el poder decisorio que ejerce la ciudad principal,
con mayor jerarquía funcional y que concentra la mayor cantidad de población en
el conjunto de territorios metropolitanos. En la actualidad Bogotá y los
municipios de la Sabana se encuentran en un interesante momento, no solo porque
se acercan los comicios electorales para el periodo
2020, sino porque se está discutiendo la revisión del POT de Bogotá realizada
por la Alcaldía Mayor.
Uno de los principales puntos de
disputa ha estado en la manera en que se aborda el modelo regional, en el que
la ciudad parece extralimitarse en sus competencias y planea sobre áreas y
proyectos que no le son propios; además, la alcaldía utiliza información en
apariencia técnicamente errónea que la lleva a proyectar demandas sobre la
ciudad y la región que no van a ser de la dimensión que el POT está planteando.
La tabla 1 resume algunas de las diferencias en este sentido, con base en el
Documento Técnico de Soporte (DTS) del proyecto POT Bogotá y el concepto del
Consejo Territorial de Planeación (CTP) que, a propósito, fue negativo para su
aprobación.
Tabla 1. Proyecciones de población y vivienda
para Bogotá-Sabana
Proyecciones
del CTP utilizando cifras del Censo 2018 |
DTS utilizando proyecciones DANE y Encuesta
multipropósito 2017 |
• Los municipios adyacentes sin Soacha
representan el 23 % del incremento poblacional de la región. • Bogotá y Soacha representan el 77 % del
crecimiento total de la región. • El crecimiento de vivienda en los municipios de
Funza, Madrid, Mosquera y Facatativá representa el 50 % del incremento de
viviendas de la región, excluyendo a Bogotá-Soacha. • Entre el 2010 y 2016 la tendencia de
crecimiento urbano bajó y el aumento en hectáreas fue de 6312. • La propuesta del POT está sustentada en
proyecciones de población, de números de vivienda y áreas necesarias que
están sobredimensionadas en una tercera parte (27 %) a doce años. |
• En
el periodo comprendido entre 2005 y 2010, los veinte municipios de la región
pasaron de 7853 hectáreas a 20 995. •Personas
en Bogotá en 2018, 8181 047; y personas en Bogotá Región, 9 656 496. Los
veinte municipios de la región incrementaron su huella trece veces lo que
Bogotá en este periodo. •Los
municipios de la región crecen mucho más que Bogotá. |
Fuente. Consejo Territorial de Planeación
(2019) y Alcaldía Mayor de Bogotá (2019)
El documento de discusión de la
propuesta de revisión del POT parece soportar la idea de que la Sabana es el
lugar en donde se ofrecen los servicios de vivienda y suelo construible que ya
no ofrece Bogotá, en una dinámica donde la población crece cada vez más. Estos
no son los hallazgos del CTP, que encuentra el mayor crecimiento en la dupla
Bogotá-Soacha y una huella urbana que en el último periodo ha crecido menos que
en los anteriores.
Igualmente, resulta interesante revisar
la manera en que Bogotá planea la región. En la siguiente nota de prensa la
Secretaría de Planeación se presenta el resumen del POT frente al tema de
obras:
El POT deja
clara la urgencia de conectar por el norte la Avenida Boyacá hasta Chía, y
unirla con la autopista Chía-Cajicá-Zipaquirá. La necesidad de hacer doble
calzada de la Calle 170 hasta Cota. Propone la Avenida 63 de los cerros
orientales hasta cruzar el Río Bogotá y llegar a las autopistas de Siberia a
Funza. Plantea la conexión de la Avenida de Las Américas con el municipio de
Mosquera llegando a Mondoñedo. La urgencia de que la Autopista Sur tenga un
soporte en la Avenida Ciudad de Cali, que podría llegar hasta el sur de Soacha,
para que esta importante población tenga por lo menos dos líneas de transporte
público masivo […] Además en el POT queda planteado el túnel de la calle 100 a la
Calera, con el fin de conectar con la vía a Cáqueza y así tener una alternativa
para ir a Villavicencio y el Llano. (El POT que transformará, 2019)
Difícilmente hay un municipio vecino a
Bogotá sobre el que no se haya propuesto una disposición de conectividad. Este
tipo de planeación ha generado las a veces difíciles negociaciones con los
municipios del resto de la Sabana. Es interesante constatar que Soacha, en el
documento POT que tiene en discusión, es el municipio que hace mayor referencia
a los procesos que permitirían generar un esquema de Gobierno coordinado con
Bogotá y que atiende en mayor medida el marco normativo común para la ciudad
principal y la Sabana (Alcaldía Municipal de Soacha , 2018). Este hecho tendría
mayor sustento aún si son correctas las proyecciones que presentó el CTP:
Los retos
desde los municipios para el Gobierno metropolitano. En 1999 con la primera
alcaldía de Enrique Peñalosa se planteó la idea de cooperación y
regionalización entre Bogotá y sus municipios vecinos. En 2008 la gobernación
de Cundinamarca y la alcaldía de Bogotá firmaron un acuerdo para fundar la
región capital, iniciativa que no prosperó en virtud de la oposición que los
alcaldes municipales ejercieron en esa época. Durante ese periodo se
identificaron 352 artículos que mencionaban el área metropolitana de Bogotá. (Thibert y Osorio, 2017)
Los alcaldes municipales juegan un
papel ambiguo en el proceso de Gobierno metropolitano. Por un lado, pueden ser
los garantes de marcos de acción más equilibrados en las negociaciones al
interior del Gobierno metropolitano. Por otro lado, se les reconoce figuras con
funciones insuficientes para controlar los negocios relacionados con predios y
tierras que tienen lugar en este escenario, y en ocasiones, como unos de los
responsables de actos ilegales a favor de empresarios, familiares y amigos y de
sí mismos a través de las modificaciones injustificadas a los POT municipales.
Los medios han dado cobertura a estos problemas.
Se le denominó ‘la punta del iceberg’ a
las evidencias del ‘volteo de tierras’ que han afectado a diversos municipios
de Cundinamarca y que fueron especialmente contundentes en el caso de Mosquera:
“Se modificó el POT para que una vía estratégica pasara por una zona rural que
quedaba incorporada al suelo urbano. El ‘volteo’ de esta tierra hizo el
milagro: el lote que costaba 1200 millones, en víspera del año nuevo, ya valía
3800 millones. Y el afortunado propietario resultó ser el propio alcalde
Rincón” (El escándalo de los POT mágicos, 2017, en línea). El artículo citado
informa de situaciones similares en Cajicá —volteo de tierras a través de planes
parciales— Tenjo, Tabio, Cota, Chía y Facatativá al norte de la capital;
Funza y Madrid al occidente y La Calera al oriente. Finaliza: “las autoridades
han encontrado que típicamente la manipulación de los POT se logra gracias a
las componendas entre la alcaldía la Corporación Ambiental Regional (car) y las
mafias de constructores” (El escándalo de los POT mágicos, 2017, en línea).
Probablemente no se trate únicamente de
constructores, sino de diferentes privados que buscan imponer sus intereses
sobre lo público, lo que se reconoce como tendencia de la metropolización desde
la primera parte. Muchas de estas actuaciones se realizan sobre declaraciones
de excepcionalidad o actuaciones urbanísticas que, si bien están habilitas por
la ley, son utilizadas cumpliendo parcialmente los requisitos legales.
Al acercase un poco más a los destinos
de los POT de los municipios vecinos a Bogotá, se encuentra que la mayoría de
ellos, aún hoy en sentido estricto, datan del año 2000, es decir, son POT de
primera generación:
En este
momento avanzan en su estudio, revisión y aprobación de los POT de los
municipios como Soacha, Madrid, Facatativá, Funza, Cota y Cajicá. El POT de
Chía es el único que está aprobado desde 2016 […] El caso de Mosquera es
particular. Allí no se avanza en la aprobación de un nuevo plan de ordenamiento
y en este momento se está construyendo con las licencias de construcción que
quedaron del POT anterior, ‘en este momento las viviendas que se están
construyendo son con planes parciales del gobierno anterior y que se están
desarrollando desde hace 3 años’. (Caracol Radio, 2019, en línea)
En este panorama de volteo de tierras,
de excepcionalidad normativa y de revisiones de planes de ordenamiento
territorial que difícilmente terminan en aprobación, es apenas lógico suponer
que hay una suerte de crisis de gobernabilidad sobre el suelo en estos
municipios. A pesar de esto, se han podido identificar algunos colectivos de la
sociedad civil que están concentrando sus intereses en la gestión del suelo
como asunto público:
La
ideas de tumbar el POT de
Mosquera la lideran la Veeduría Trasparencia por Mosquera y el colectivo
Mosquera Territorio Sostenible, que nacieron el año pasado. Este último hace
parte de los colectivos que nacieron en Chía, Cajicá, Tabio y Cota con la idea
de tumbar o modificar planes de ordenamiento territorial porque se considera
que afectarían el medio ambiente de los municipios o porque consideran que hubo
irregularidades y hasta corrupción. ( El alfin de Rey
para 2019, 2018, en línea)8
Curiosamente el tema de la
metropolización y especialmente del Gobierno concebido a escala metropolitana
es bastante reciente en términos electorales y son pocos los candidatos a
alcaldía o al concejo municipal que alzan el tema como una bandera de su campañas. Por ahora lo que se encuentra en el panorama
son anuncios de candidatos locales de atender el problema del volteo de tierras
a escala municipal de resultar elegidos. En un artículo de prensa, se
identifican candidatos a la alcaldía en esta tónica. Algunos de ellos han hecho
parte de los colectivos señalados anteriormente y la mayoría entienden el
problema como una nueva expresión de los problemas de corrupción que
caracterizan el escenario político del país (El antivolteo
de tierras, 2019).
Que se conciba como un tema técnico y
sin piso jurídico claramente justifica que poco se discuta sobre esto en
elecciones locales. No obstante, no es ni remotamente prematura favorecer que
candidatos, organizaciones y ciudadanos opinen y se acerquen a los temas
relacionados con la metropolización. Una razón para hacer esto es que los
problemas de uso del suelo van por lo general mucho más allá de casos de
corrupción.
7.
Conclusiones:
aportes a la definición de un Gobierno metropolitano
Las conclusiones van a ser expuestas
bajo la línea de aspectos que, de no ser considerados desde etapas tempranas de
la organización institucional, significan limitaciones y vacíos de Gobierno en
la gestión del territorio. El primero, ampliamente considerado en este trabajo,
es que, como sistema democrático, es deseable que existan intereses y
perspectivas de cómo puede ser la ocupación del territorio que no van a
converger. Por esa razón, pensar lo metropolitano significa también mantener en
permanente consideración la manera en que las diferentes escisiones de los
grupos y de los intereses no causen efectos indeseables sobre el Gobierno y el
territorio como autoritarismo, privatización de espacios que operan bajo normas
y prácticas diferentes o al margen de las legales, e incapacidad de acción y
organización colectiva que regule las apropiaciones privadas. En síntesis, el
Gobierno metropolitano tendría que considerar mecanismos mediáticos, de
expresión ciudadana y de disidencia política que alimenten la toma de
decisiones sobre este espacio en configuración.
El segundo, tiene que ver con una
suerte de dilema ético ¿el Gobierno en una nueva escala va a permitir que se
perpetúen prácticas y problemas sociales estructurales que afectan al grueso de
la población de Bogotá-Sabana? Básicamente la pregunta se orienta a entender
que abstenerse de construir una agenda de Gobierno común, que propenda por
defender principios sociales en el territorio metropolitano, se debe a un
reconocimiento de la incapacidad casi estructural que tienen las instituciones
de corregirlos —en la línea de Sennet— o porque el
modelo tecnocrático es tan fuerte que hace concebirlo como una
institucionalidad ajena a esos problemas. Se plantea en el campo de la ética
porque es allí en donde tiene su justificación.
El tercero tiene que ver con el control
urbanístico y la dimensión regulativa, especialmente en términos ambientales.
El sistema de prevención, control y sanción es uno de los más difíciles de
implementar en el derecho urbano y lo ha sido, sobre todo, cuando se trata de
hacer cumplir las normas ambientales. ¿Resultan los arreglos institucionales
metropolitanos un escenario propicio para fortalecer este elemento? Esta es una
forma de expresar el problema de ‘la forma final de la legalidad y la
legitimidad’, explicado por Lefevre, en el sentido de si la autoridad
metropolitana llega a tener competencia sobre hacer cumplir y cómo hacer
cumplir las regulaciones sobre el suelo tiene que estar revestida de la
legalidad y la legitimidad para hacerlo.
El cuarto está en línea con el anterior
pero no tiene que ver con la perspectiva de futuro a largo plazo sino con la
situación presente. Resulta necesario que se diga explícitamente y de forma
pública cómo se planea financiar y proveer servicios en las zonas suburbanas
que ya han consolidado actividades urbanas. Esta necesidad surge de un rastreo
de la historia, en la cual el Distrito llega después del privado a corregir los
desastres que este deja y a hacer inversión pública para terminar de adecuar un
territorio. Este juego es beneficioso para los poderes fáctico y mafias que
como se ha visto han logrado con mucho éxito operar en la Sabana y que saben
que la inversión pública es un buen botín para poner al servicio de sus
negocios. Esta es una de las primeras claridades que se espera de un modelo de
Gobierno metropolitano.
El quinto, que supone la colaboración
permanente del sector académico, es tratar de comprender mejor el fenómeno que
se gobierna, el cual trae retos y desafíos como migraciones, colapso y abandono
de ciudades y áreas a su interior, consumo energético, insostenibilidad
alimentaria y anomia social, entre otros. Resulta clave comprender si la
aglomeración, como la esencia de lo urbano, conlleva siempre un factor de
expulsión espacial y social; y si el Gobierno, así cambie de escala, tendrá que
enfrentar siempre la misma situación. Vale tener presente como referente de la
acción pública que el territorio no es un todo completo, que está lleno de
zonas marginales que desde nuestra cultura se reconocen como no-ciudad y sus
residentes como no-sujetos pero que allí, en lo ingobernable, se están gestando
las demandas políticas del futuro —en la línea de Monnet—.
Notas
1.
Las
ciudades estudiadas en esa publicación tienen en común el número de habitantes
que las ubica entre las 100 metrópolis más pobladas del mundo, ser las urbes
dominantes en el estado o provincia del país y tener un rol importante en la
economía nacional. (Garza, Filion, y Sands, 2003, p. 15). Para el caso de Detroit, en las
décadas de los sesentas y setentas se evidencia una
decadencia de la ciudad central mientras los suburbios crecían y se
fortalecían. Posteriormente, los suburbios empezaron a enfrentar problemas de
gobierno en cuanto fueron incapaces de regular la expansión urbana que se
estaba presentando en el territorio y la promoción inmobiliaria terminó
desarrollando áreas de vivienda y de negocios de baja densidad alejadas cada
vez más unas de otras (Garza, Filion y Sands, 2003, p. 93). En el caso de Monterrey se da una
microzonificación de 781 áreas urbanas (AGEB) distribuidas en las 8
municipalidades del área metropolitana. Entre estas mismas décadas la
estructura urbana se siguió expandiendo según el patrón prevaleciente de los
años cincuenta “esto es, que cada estrato social creció ampliando su núcleo
preexistente” (Garza, Filion y Sands,
2003, p. 232). Finalmente, en Toronto, la década de los setenta significó una
nueva revisión de la organización institucional ya que la expansión se había
movido a municipios vecinos. En esa reforma se rechazó la idea de incluir más
municipios en el esquema metropolitano y se optó, más bien, por crear cuatro
Gobiernos de “áreas metropolitanas suburbanas” del gran Toronto. Con la
reorganización se perdió el objetivo de una sola administración responsable de
la planeación de la región metropolitana. Estas transformaciones muestran las
dificultades para regular la competencia intermunicipal y con ella, de
desactivar algunos de los factores de dispersión que afectan a las grandes
ciudades (Garza, Filion, y Sands,
2003, p. 253)
2.
Cabría
considerar las poliarquías como regímenes relativamente (pero no completamente)
democráticos; o, dicho de otra forma, las poliarquías son sistemas
sustancialmente liberalizados y popularizados, es decir, muy representativos a
la vez que francamente abiertos al debate público” (Dahl, 2009, p. 18).
3.
Resulta
interesante considerar las posibilidades reales de generar esos cambios. Por
ejemplo, desde la sociología urbana, Sennet (2018)
muestra lo difícil que es para la planeación urbana construir modelos acerca de
la ciudad “que podría ser”, que no siempre es aceptada por las personas que
desean vivir en un espacio, responda a la sociedad “como es”. En situaciones
como la integración de extraños o de reducir la segregación racial, se
identifica, por un lado, que esta práctica no cambia por más que Gobiernos y
planificadores urbanos confluyan en crear proyectos urbanos que promuevan la
mezcla social; y por otro, de manera relevante para este trabajo, que a pesar de todos sus retos y debilidades, es en una
escala urbana que ha sido posible la consolidación de la heterogeneidad, por lo
general, más difícil en pequeñas comunidades. A su vez, Sennet
no es ajeno al problema de la política que es cada vez menos personificada, las
aspiraciones son más generalidades que demandas específicas que puedan
gestionarse en un ámbito público. Básicamente, una nueva ciudad debe pasar por
una nueva mentalidad política. (Sennet, 2018, p. 45)
4.
Otras
consideraciones sobre el “sentido” de lo metropolitano lo vinculan enteramente
con las redes globales. Así, esta aparente fragmentación es el resultado del
nacimiento de nuevas conexiones, de manera que lo que en el área aparece un
pedazo aislado, es en otra escala, una parte fundamental de una red global,
hiperconectada e inmersa en dinámicas ordenadas bajo nuevas formas de lo
político. Sin embargo, la teoría de las redes sigue siendo insuficiente para
explicar o para asumir como superado el problema de “ocupar un mismo espacio
político” como factor clave para el Gobierno y de cómo poderes políticos
parecen preservarse y seguir dominando en la toma de decisiones colectivas en
espacios territoriales.
5.
Camino de
la dependencia.
6.
El estudio
distingue cuatro etapas, la primera en 1970 cuando los cinturones verdes eran
vistos como elemento de seguridad nacional ante la tensión militar entre la
dictadura de Corea del Sur con Corea del Norte, la segunda en 1989 cuando se restablece
la democracia, la tercera entre 1998 y 2008 cuando gobierna por primera vez el
liberalismo después de la dictadura y finalmente desde 2008 hasta 2017 cuando
gobierna el conservatismo (Shen, Wang, Zhang, Lu, y Lv,
2019).
7.
De acuerdo
con este estudio en el municipio de Chía, los barrios cerrados se están
construyendo en las veredas rurales que rodean el casco urbano del municipio,
sin ninguna relación con su entorno. Además, “identifica que la interacción
entre estos nuevos habitantes y los tradicionales del suelo rural no tienen
interacción alguna y que los nuevos habitantes no suelen vincularse a los
asuntos locales” (Thibert y Osorio, 2017, p. 42).
8.
Además de
lo citado, el artículo destaca la iniciativa de un refrendo ciudadano para
tumbar el POT de Mosquera. Mientras que en el país se han utilizado algunas
vías jurídicas para tumbar los POT, son más escasas las iniciativas de corte
más político y que movilicen sectores más amplios de la sociedad. En un
artículo posterior se informa que no se avalaron sino 2400 firmas de las 10 000
que respaldaban el referendo (El antivolteo de
tierras, 2019).
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