La metrópoli prematura en la sobremodernidad líquida: Una figura aceleradora de la producción de espacios dicotómicos
The premature metropolis in liquid hypermodernity. An accelerating figure of the production of dichotomizing spaces
A metrópole prematura na hipermodernidade líquida. A figura para acelerar a produção de espaços dicotômicos.
Keywords:
Metrópoli prematura, suelo urbano diferenciado, etapas de metropolización. (es)Premature metropolis, differentiated urban ground, stages of metropolization (en)
Metrópole prematura, solo urbano diferenciado, etapas de metropolização. (pt)
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La metrópoli prematura en la sobremodernidad líquida* Una figura aceleradora de la producción de espacios dicotómicos
The premature metropolis in liquid hypermodernity An accelerating figure of the production of dichotomizing spaces
Eduardo Sousa González Profesor titular Universidad Autónoma de Nuevo León, México. eduardo.sousag@uanl.mx
* Las disquisiciones que se presentan en los siguientes apartados, son el resultado de investigaciones anteriores (principalmente de “El proceso expansivo en la territorialidad metropolitana”, llevada a cabo en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Nuevo León, culminada en 2009), y de reflexiones resultantes tanto de exposiciones presentadas en congresos internacionales (2009-2010; 2011) como de algunos artículos publicados con anterioridad en diversas revistas internacionales. Recibido: 21 de mayo de 2011 Aprobado: 10 de octubre de 2011
Resumen
Las metrópolis, hoy día, representan concentraciones demográficas dominantes, donde se agrupan diversos satisfactores urbanos y adelantos tecnológicos que prometen mejores niveles de bienestar, pero que también producen múltiples problemas territoriales y diferencias en la habilitación del suelo, generando, no solo espacios diferenciados y contradictorios, a los que llamamos dicotómicos, sino también crecimiento demográfico acelerado, que en la sobremodernidad líquida es la base de origen en la producción de lo que aquí se llama una “metrópoli prematura”.
Palabras clave: Metrópoli prematura, suelo urbano diferenciado, etapas de metropolización.
Abstract
Today the metropolis represents dominant demographic concentrations, where diverse urban activities and technological advances promise better levels of well-being. Simultaneously territorial problems and differences, are generating contradictory spaces we call “dichotomizing”. Along with this, it is the accelerated population increase, that results in the production of a “premature metropolis” this study will elaborate upon further.
Keywords: Premature metropolis, differentiated urban ground, stages of metropolization
Resumo
Hoje as metrópoles representam concentrações demográficas dominantes, onde estão agrupados numerosos satisfatores urbanos e adiantamentos tecnológicos, que prometem melhores níveis de bem-estar; mas também se produzem numerosos problemas territoriais e diferencias na habilitação do solo gerando, além de espaços diferenciados e contraditórios chamados dicotômicos, um crescimento demográfico acelerado, que na hipermodernidade líquida é a base da origem na produção do que neste artigo recebe o nome de “metrópole prematura”.
Palavras-chave: Metrópole prematura, solo urbano diferenciado, etapas de metropolização.
1. Introducción
Las interpretaciones de una realidad metropolitana imbricada en la modernidad líquida (Bauman, 2004) o en la noción de sobremodernidad que propone Marc Augé (2005: 36), tienen por objeto reconocer, inicialmente, la manera en que, conforme avanza el proceso de urbanización en la ciudad, se genera una tipología de suelo urbano de características diferenciadamente dicotómicas; esto es considerado a partir de la fundamentación teórica que soporta las etapas y las fases de metropolización del sitio (Sobrino, 2003: 198; Busquets, 1993: 163; Unikel, 1978) y que se vincula, precisamente, con los procesos de la expansión periférica metropolitana, con los que se explica esa transformación urbana que genera una mezcla diferenciada de usos del suelo, con características disímiles de uso, de habilitación infraestructural y de equipamiento. Entre ellos están los denominados como dicotómicos, los cuales definimos como aquellos espacios generados en la transformación urbana y que responden a una división espacial en, por lo menos, dos sentidos opuestos y contradictorios: 1) Las espacialidades habilitadas para los diversos usos del suelo; y 2) Las espacialidades deshabilitadas, difusas y de segregación social y funcional, cuyos ocupantes están en riesgo y vulnerabilidad.
Para este artículo se propone el abordaje conceptual que ligue ciudad metropolitana y proceso de urbanización y a éstos con la teoría que incorpora las fases y las etapas de metropolización a la producción del mencionado suelo urbano dicotómico; se finaliza con el ejemplo de este proceso en el área metropolitana de Monterrey –AMM–, Nuevo León, México. La intención, más que presentar generalizaciones para las ciudades mexicanas o latinoamericanas, es avanzar en el conocimiento de las características transformacionales de esas metrópolis que concentran grandes cantidades de pobladores y, posteriormente, circunscribir la lógica en la que se produce y se reproduce la creación de esas espacialidades con características de segregación social y funcional, en extremo dicotómicas.
2. El contexto del subdesarrollo: hacia una definición de metrópoli prematura en la sobremodernidad líquida
Antes de continuar con la definición de la metrópoli prematura y su contextualización, es necesario explicar el concepto de sobremodernidad líquida que en este texto tiene una relación directa con tres orientaciones teóricas: 1. La postura antropológica de M. Augé (2005) y lo que él propone como figuras del exceso (tiempo, espacio y ego) (Augé, 2005: 36-42); 2. La postura sociológica de Zigmunt Bauman (2004) que formula la noción de modernidad líquida; 3. Lo que propone el autor de este artículo en la esfera de otras investigaciones (Sousa, 2007; 2009; 2010a), vinculado a la mundialización y al subdesarrollo latinoamericano. Entonces, entendemos a la sobremodernidad líquida en la esfera de las características cambiantes de la época actual, considerando la liquidez como una metáfora que permite entender la naturaleza de la modernidad, donde el tiempo-líquido y la postura teórica asociada a las figuras del exceso augeianos (de tiempo, de espacio y de ego), indican el cambio de una modernidad solidada-estable, a otra con movimiento perpetuo y cambio constante, que no alcanza a solidificarse, entre otras cosas, por estar enmarcada en una mundialización galopante (Sassen, 1999; 2007) inherente a procesos concomitantes de informacionalización y de difusión urbana generalizada, los cuales adquieren características sui generis en los países dependientes y de subdesarrollo intermedio (Di Filippo, 1998: 8)1, como México y muchos otros latinoamericanos: los sólidos cancelan el tiempo; para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo.
Entonces, lo que se propone en este contexto es iniciar con un abordaje metodológico generalista-deductivo sobre algunas características de las metrópolis (latinoamericanas y principalmente de México) que permita visualizar su evolución constitutiva y algunas de las problemáticas espaciales que su transformación va dejando en los usos del suelo, en un espacio-tiempo-“diferencial”2.
Así entendido, se sostiene que el fenómeno relacionado con el avance de la metropolización en Latinoamericana, y muy probablemente también en el ámbito mundial, tiende a ser progresivo y seguramente irreversible, o por lo menos no se percibe que en forma natural, se produzca el proceso de contraurbanización, planteado décadas atrás por Harry Richardson (1975)3; ya que en la época en que fue planteado este concepto, el mundo no estaba inmerso en procesos generalizados y mundializados, de informacionalización, difusión urbana generalizada, ni en la generación de ciudades globales (Sassen, 1999; 2007), no globales e, incluso, las que aquí se proponen como prematuras.
Esto ocurre, ya sea en países desarrollados, redesarrollados4 o en los emergentes (como son la mayoría de los latinoamericanos), con dependencia cada vez mayor a los ejes de la economía global, vinculados, entre otras cosas, a los avances tecnológicos en I + D + i, según se indica en el diagrama 1; en él se alude, precisamente, que es a partir de los llamados ejes de intervención de la economía global que tiende a producirse el redesarrollo de los países centro, mediante la reinversión de utilidades provenientes de las empresas trasnacionales, ubicadas en la periferia subdesarrollada y que están direccionadas, entre otros ámbitos económicos, hacia la generación de tecnología de alta productividad. Se establece, como lo muestra el diagrama 1, un proceso iterativo en el que no se percibe un fin.
Así, el fenómeno vinculado a la transformación de ciudad a metrópoli, en este tiempo-espacio-líquido tiene directa correspondencia con variables exógenas relacionadas con la apertura de mercados subdesarrollados, caracterizados por laxos controles sustentables. Las variables exógenas (ver el diagrama 1) están asociadas directamente a los procesos mundializantes, en los que la centralización económica y la innovación tecnológica regularmente tiende a producirse en los países desarrollados y estos filtran algunos adelantos tecnológicos a los países en vías de desarrollo mediante la instalación, entre otros, de la empresa trasnacional.
Continuando con el contexto mundial, Antonio Aguilar (2003: 58) muestra que de la población mundial, que ascendió a más de seis mil millones de personas en el año 2000, el 24% (1.426’735,000 habitantes) se agrupaba en 487 ciudades con más de 750 mil habitantes, y que en ese mismo año Latinoamérica escaló del tercero al segundo lugar en habitantes cuando pasó de 155’337,000 habitantes en 1995, a 174’602,000 en el 2000. Aunque no todas las ciudades con 750 mil habitantes se consideran metrópolis en strictu sensu, es factible suponer que en una condición de ceteris paribus, muchas de ellas tiendan progresivamente a convertirse en una ciudad de este tipo; este supuesto se refuerza con las cifras mostradas por el Banco Mundial en la tabla 1.
Con estos sucintos parámetros contextuales, se evidencia la importancia que representa no sólo avanzar en el conocimiento sobre la manera en que procesalmente en el tiempo-espacio se dan las evoluciones del sitio, las cuales producen y reproducen metrópolis o aquellas ciudades que avanzan hacia ese estado y la forma diferenciada en que ellas incorporan el suelo para uso urbano; sino también en la manera en que se las puede vincular a la teoría de las fases y a las etapas de metropolización, provocando, por lo menos en el mundo subdesarrollado intermedio (Di Filippo, 1998), la necesidad de circunscribirlas a la actual sobremodernidad líquida. Esta noción, para el caso de Monterrey, N. L. México, se propone denominarla como metrópoli prematura.
En términos generales, el concepto de prematuridad o prematurez alude a un crecimiento antes de tiempo, a un impulso anticipado, que si se vincula con otras disciplinas podría enfocarse mutatis mutandis con una acrocefalia, donde, simbólicamente, las estructuras del imaginario urbano (Castoriadis, 1981; Banchs, 2007; Arruda y Alba, 2007), que dan forma y que permiten el desarrollo espacial equilibrado del sitio, tienen una tendencia hacia la precocidad (del latín praecox), que puede ser entendida como una alteración, una propensión negativa hacia el adelantamiento en el crecimiento población-territorio, la inexperiencia en los procesos de planeamiento territorial y el trato contingencial en los asuntos de política pública y en la agenda de gobierno ligados al sitio5.
Para explicar esto, lo primero que habría que entender es que las concentraciones metropolitanas (por lo menos en México y particularmente Monterrey, N.L.) generalmente conjugan cinco componentes (Borja y Castells, 2002; Garza et al., 2003; Sousa, 2007: 137; 2009) que guardan una relación característica de correspondencia biunívoca (uno a uno):
- La variable del componente económico: que se relaciona con la producción específica o la especialización funcional y lo que de esto se deriva (empleo y su localización, crecimiento económico y otros).
- La variable del componente político: que se asocia con el órgano de gobierno generalmente congregado en el centro metropolitano, de donde emanan algunas de las decisiones de política social y territorial al resto de los gobiernos locales.
- La variable del componente socio-demográfico: que se encadena al crecimiento de la población y a sus características inherentes.
- La variable del componente territorial: que es el componente físico-espacial y tiene su expresión en la ocupación y localización del suelo por la población y la actividad económica derivada de la misma;
- La variable del componente ambiental: que se asocia, entre otras cosas, con la sustentabilidad ambiental y la conservación del ecosistema.
Con estas explicaciones es posible aproximarse a una reflexión sobre lo espacial en una metrópoli prematura, concebida como:
Un espacio definido, regularmente integrado por áreas urbanas de diferentes municipios, que agrupa pobladores de características socioeconómicas e identitarias disímiles; está liderado políticamente por un gobierno estatal y otros locales de tendencia democrática, pero que en su agenda de gobierno no alcanzan a establecer, en tiempo y forma, políticas públicas equitativas, ni un control adecuado que permitan un crecimiento demográfico y territorial controlado y una orientación apropiada del sitio; por lo que, en lo concerniente a su proceso y por una alteración, un impulso demográfico anticipado6 desatiende la regulación espacial, permitiendo la expansión horizontal y transversal –que agrega áreas de varios municipios– de la zona sin la orientación adecuada; y también, el incremento numérico de sus pobladores, tendiendo a una fallida maduración, donde paulatina y contradictoriamente se disminuye la capacidad de sostenibilidad económica, ecológica, espacial, de dotación de servicios gubernamentales y de bienestar generalizado para la mayoría de los pobladores del lugar. Es decir, que inicialmente el sitio se pobló solamente expandiéndose territorialmente y en forma no planeada, sin la correspondiente prosperidad para sus habitantes y que creció por una alteración demográfica, dinámica y prematura, sin lograr el desarrollo en la sobremodernidad líquida, por lo cual se convierte en una metrópoli prematuramente alterada.
3. Las fases del desarrollo urbano
En este contexto, es clara la importancia que representa el proceso de poblamiento en las ciudades evitando la alteración prematura, la cual, desde esta perspectiva de investigación, y como lo mencionan Luis Aboites (1995: 18); Amalia García-Sain (2004: 114) y otros, tiende a constituirse sobre la base de la reproducción social, con la intervención de factores exógenos y endógenos al sitio (Sousa, 2007: 31-111) y para la cual, procesalmente en el tiempo, los grupos sociales son el elemento central, ya que mediante sus múltiples rutinas cotidianas, generan, regeneran y modifican las configuraciones espaciales del sitio.
El fenómeno que está ligado a la transformación de la ciudad a metrópoli, se ha interpretado desde múltiples orientaciones disciplinarias; a continuación se explora el concepto de las fases del desarrollo urbano, tratando de referirlas al caso mexicano mediante paralelismos entre la zona metropolitana de la ciudad de México –ZMCM– y la metrópoli de Monterrey –AMM–; y posteriormente se abordarán las etapas de metropolización de esta última:
La intención es avanzar en el conocimiento de la manera en que se comporta el desarrollo urbano de un país como México, tomando como eje central el proceso histórico de poblamiento de su ciudad capital, –ZMCD–, y una de las principales concentraciones urbanas de provincia, Monterrey, Nuevo León el AMM, y así poder reflexionar sobre las posibles políticas públicas de control urbano en la esfera nacional y en lo que asocia a estas concentraciones urbanas con el concepto de metrópoli prematura.
Según Jaime Sobrino (2003: 157), con quien se coincide, en términos generales el ciclo del desarrollo urbano, es un proceso generalizado de cambio en el cual las ciudades –grandes, medianas o pequeñas– experimentan fases diferenciadas en cuanto al crecimiento numérico de pobladores, ya que cada una puede transitar por diversas etapas individuales. Desde esta óptica son cuatro fases las que componen un ciclo de desarrollo urbano:
- En la primera, denominada concentración y primacía; la ciudad principal de un país incrementa su participación económica y demográfica con respecto al total nacional. Es el caso de la ciudad de México D.F.
- En la segunda fase, llamada de polarización regresiva, disminuye la tasa de crecimiento de la ciudad principal y aumenta en ciertas ciudades intermedias, en algunos casos cercanas a la ciudad primada, lo que propicia una desconcentración espacial de la población urbana. Ejemplo de esto es lo sucedido en las ciudades aledañas a México D.F., como Monterrey, Guadalajara, Puebla, y otras.
- En la tercera fase, de contraurbanización, se experimenta una continuación de las fases previas en la cual la desconcentración espacial transita de la ciudad primada y las intermedias hacia las pequeñas ciudades, que pueden alcanzar una tasa de crecimiento más elevada. Hacia el final de la tercera fase el sistema urbano nacional alcanza un punto de saturación, en el que la población rural no puede ser reducida mucho más, de ahí que disminuya la intensidad rural-urbana y el crecimiento natural (nacimientos menos defunciones) se convierte en el factor fundamental de la expansión urbana. Aún más, la fase de contraurbanización marca el fin de un primer ciclo en el desarrollo urbano y el comienzo de uno nuevo que sigue la secuencia del anterior: 1. Concentración y primacía, 2. Polarización regresiva y 3. Contraurbanización.
Si se revisa la tabla 2, se observa que a lo largo del siglo XX la población del país de México, residente en localidades urbanas, creció a un ritmo más acelerado que la población en su conjunto, por lo que el grado de urbanización aumentó del 20,2% en 1940, al 62,1% en 2000 y el 77,29% en 2010. A pesar de esto, fue en la década 1950-1960 cuando se percibió el mayor avance en el grado de urbanización. Incluso, para Monterrey y sus áreas conurbadas, la década 1950-1960 representa el punto de inflexión que genera el proceso de conurbación de las cuatro primeras áreas urbanas que componían a la metrópoli y donde se reconoce el inicio u origen de la prematurez-alterada.
En este sentido, y siguiendo los ciclos del desarrollo urbano mencionados anteriormente, el proceso de urbanización en el país a lo largo del siglo XX atravesó por dos fases. La primera fue de concentración y ocurrió entre 1900 y 1960, cuando el grado de urbanización aumentó del 10,5%, al 37,3% (Sobrino, 2003: 131). Se considera de concentración porque la participación demográfica de la ciudad de México aumentó del 2,5%, al 14,9% en el total nacional y del 24,1%, al 40% en el total urbano. Para el caso del área metropolitana de Monterrey, apenas iniciaba su proceso de metropolización prematura, su participación en el total nacional, según la misma tabla 2 (D/A), fue del 0,96% en 1940 y 2,02% en 1960, y en el total urbano (D/B) 12,29% y 13,53%, respectivamente.
En esta primera fase se escenificaron dos etapas, según se indica en la gráfica 1: en la etapa inicial (I), la ciudad primada de la zona metropolitana de la ciudad de México (representada en la gráfica 1 con un hexágono), domina el sistema urbano nacional y atrae una gran proporción de la migración interregional. En la etapa intermedia (II) el rápido crecimiento de la ciudad primada es aún monocéntrico en forma, pero con la evidente emergencia de un proceso de suburbanización periférica.
Asimismo, como resultado de atributos locacionales favorables de ciudades como Monterrey y Guadalajara, crecieron a un ritmo mayor que el conjunto del sistema urbano nacional; esta etapa se presentó entre 1940-1960. Aunado a esto, como se indicó en la tabla 2, el número de localidades urbanas aumentó de 55, a 123, y seis nuevas ciudades intermedias iniciaron su proceso de metropolización: Torreón, Tampico, Orizaba, Guadalajara, Mérida y Monterrey.
La segunda fase de polarización regresiva –PR–, mostrada en la gráfica 1, surgió a partir de 1960 y se ha seguido observando hasta la actualidad. En este período, el grado de urbanización avanzó de 37,3% a 62,1%, con lo que el país (representado en la gráfica 1 con un triángulo) se reconoció como preponderantemente urbano. Esta fase de polarización regresiva se explica porque el ritmo de crecimiento de la zona metropolitana de la ciudad de México (representado con un hexágono), fue inferior al de la población urbana en su conjunto, y su participación cayó del 40% en 1960, al 23,18% en 2010; contrario a lo que sucedió en Monterrey y su conurbación, que del 13,53% en 1960, se incrementó al 19,51% (D/C) en 2010 (representado en la gráfica 1 con un círculo y una línea).
En forma similar a la fase anterior de concentración, indicada en la gráfica 1, también se presentan dos etapas: en la primera (III) se observa el mayor crecimiento relativo de un limitado conjunto de ciudades intermedias; aunque la ZMCM gana población en términos absolutos, los pierde en términos relativos frente a las ciudades intermedias como Monterrey, donde el centro metropolitano experimenta un franco proceso de suburbanización. En la segunda etapa (IV) de esta fase de polarización regresiva (PR), también ocurre un proceso de suburbanización en las ciudades intermedias de mayor crecimiento: Monterrey, Guadalajara y Puebla; aquí el centro metropolitano pierde población en términos absolutos. Esto sucede en el período 1980-2010, producto del menor ritmo de crecimiento de la ciudad de México en relación con la población total (C/A) y con la urbana (C/B): en la primera su participación cae del 19,6%, al 17,9% y en la segunda del 36,8%, al 23,19%. Asimismo, el número de ciudades durante esta etapa se incrementó de 227 a 362, con un promedio de 6,8 nuevas al año, indicado en la tabla 2.
De este análisis de las fases del desarrollo urbano que se gestaron en México durante el siglo XX, se deduce que la fenomenología del proceso repercutió en un cambio gradual con respecto al patrón de distribución de la población y de las actividades económicas; estos patrones distributivos estuvieron determinados principalmente por: 1. La dinámica demográfica; 2. La evolución económica; 3. Las modificaciones en los patrones migratorios; y 4. Los fenómenos globalizantes, entre otros.
Aún más, estas modificaciones distributivas de los pobladores que concentran grandes cantidades de habitantes en espacios urbanos convirtiéndolos en metrópolis, fueron y siguen siendo las figuras aceleradoras por antonomasia, en las que surgen las diferenciaciones espaciales en la ocupación del suelo de características dicotómicas, mencionadas anteriormente. Desde la óptica de esta investigación se considera necesario entender por lo menos 3 cuestiones: 1. Lo que sucede en el sitio en el proceso de aglomeración de pobladores; 2. La forma en que se identifican las transformaciones espaciales en el sitio, en estas metrópolis prematuras en la sobremodernidad líquida; y por último, 3. Por qué se considera a Monterrey como una metrópoli prematura. Para esto se abordarán las etapas de metropolización referidas a Monterrey.
4. La metropolización y sus etapas
Para iniciar con los planteamientos anteriores y algunos otros que pudieran surgir, se empezará con las etapas aquí consideradas de metropolización como procesos de urbanización intrametropolitana, en los que evoluciona la dinámica de crecimiento de los diferentes sectores de una ciudad; se inicia con el desplazamiento del centro metropolitano hacia las áreas adyacentes de pobladores, y de actividades industriales, de servicios y económicas (no necesariamente en ese orden). Este proceso se conoce como “efecto de desbordamiento” (Sobrino, 2003: 198; Llano, 2009).
Entonces, las etapas de metropolización asociadas al efecto de desbordamiento serán examinadas sucintamente con el propósito de evidenciar (por lo menos en Monterrey, N. L.) dónde, precisamente, se entreteje el entramado que propicia la diferenciación espacial dicotómica y dónde es posible observar lo prematuro del sitio7; para esto se tomará como punto de referencia al área metropolitana de Monterrey en el período 1940-2010, que es justamente cuando se gesta la evolución líquida del lugar.
Sobre las etapas de metropolización, en investigaciones anteriores (Sousa, 2007) se ha encontrado que al utilizar como base de análisis a los pobladores metropolitanos de Monterrey, su comportamiento, en cuanto a los patrones de localización, es similar a los de los empleos industriales y el sector terciario; esto es, que la población va disminuyendo proporcionalmente del centro metropolitano, para incrementarse en un continum radial alrededor de éste y con pautas de crecimiento orientadas periféricamente y en sentido multidireccional (cfr. Sousa, 2007: 117-168).
La dinámica demográfica que ha experimentado la metrópoli de Monterrey, en virtud de procesos generalizados de ocupación del suelo urbano, los cuales se circunscriben en lo que denominamos urbanización centro-periferia, constituyen fases identificadas como el efecto de expansión o dispersión multidireccional, el cual se reconoce por una relación directa y de correspondencia que asocia a la densidad de pobladores con respecto a la del centro metropolitano y de las ciudades conurbadas adyacentes. Lo que se ha encontrado en estudios anteriores (Sousa, 2007) es que a mayor densidad de pobladores en la ciudad central en un tiempo dado, mayor sería la tasa de crecimiento en las ciudades periféricas conurbadas un tiempo después.
Por otro lado, los procesos de crecimiento demográfico basados en los ciclos reproductores de la vida de los pobladores y en los efectos de las fuerzas centrífugas8, tienen una relación dual basada en una correspondencia centro-periferia: el centro, representado por el centro metropolitano, en este caso Monterrey, y la periferia, formada por las áreas urbanas de los municipios conurbados, y entre estas dos se desarrolla toda la vida en sociedad. En esta evolución transformacional es que se constituyen las etapas de metropolización –EM–, las cuales están representadas por el crecimiento y reproducción de los pobladores.
Las EM en el imaginario urbano están simbolizadas, según algunos autores como Javier Busquets (1993: 165), J. Sobrino (2003: 198) y otros, por cuatro etapas plenamente identificables: 1. Urbanización: cuando la tasa de crecimiento porcentual anual de pobladores de la ciudad central supera a la de la periferia; en esta investigación se propone dividir esta etapa en dos: temprana y consolidada (ver la tabla 3). 2. Suburbanización: cuando la periferia alcanza una mayor tasa de crecimiento porcentual anual. 3. Desurbanización: cuando el centro metropolitano observa un despoblamiento relativo o absoluto. 4. Reurbanización: cuando en el centro metropolitano ocurre un repoblamiento relativo o absoluto.
En el marco de esta investigación se propone una quinta etapa, posterior a la de reurbanización, llamada superurbanización, que se presenta cuando ya ocurrieron las cuatro etapas anteriores y se agregan más ciudades o áreas metropolitanas de diferentes entidades federativas, la mayoría de las cuales cuentan con relaciones económicas internacionales de importancia mundial, basadas en procesos informacionales (Castells, 2002: 93). A esta etapa la denominamos como megalopolización informacional.
Para el caso de Monterrey, en esta investigación se propone analizar sus etapas de metropolización, partiendo de la época de su conformación que se sitúa en la década de 1940-19509. En este período Monterrey inicia su proceso de metropolización al incorporar las áreas urbanas de los municipios de Guadalupe y San Nicolás de los Garza, que en conjunto agrupaban alrededor de 375 mil habitantes. Así Monterrey creció a una tasa promedio anual de 6,0% y el conjunto metropolitano al 6,2%, tal como se indica en las tablas 3 y 4.
Entre 1950-1960 se adicionó el municipio de San Pedro Garza García, con el que se le sumaron cuatro municipios y se alcanzó un total de 708.300 pobladores, con una tasa de crecimiento para Monterrey de 5,7%; en 1965 la población aumentó a 850.660 pobladores, estimándose un área urbana bruta de 7.630 hectáreas y 111 habitantes por hectárea. En la década de 1970-1980 se adicionaron las áreas urbanas de los municipios de Santa Catarina, Apodaca y General Escobedo, sumando siete municipios con 1’281.000 habitantes; estimándose para el año específico de 1970 una cantidad de 13.000 hectáreas de área urbana bruta (García, 2003: 65); lo que representaba una densidad de pobladores de 90 habitantes por hectárea. Para el centro metropolitano se estima en ese mismo año 871.500 habitantes con una tasa de crecimiento decenal (19701980), con respecto al total metropolitano de 2,2%.
Fue en la década 1980-1990 cuando se adjuntaron los municipios de Benito Juárez y García y también cuando el municipio de Monterrey experimentó una considerable desaceleración en su crecimiento poblacional, reduciendo su tasa de crecimiento al -0,2%. En la parte media de este período (1985) se contabilizan 2’232.040 habitantes metropolitanos, dispersos en una extensión territorial de 36.090 hectáreas de área urbana bruta; representando una densidad de 69 habitantes por hectárea. Finalmente, la conurbación metropolitana alcanzó 3’245.500 habitantes en el año 2000 y 3’930.300 en 2010 y Monterrey una tasa de crecimiento de solo el 0,04%; con un área urbana bruta de 56.677 hectáreas, resultando una densidad de pobladores de 57 habitantes por hectárea, según se muestra en las tablas 3 y 4.
Con estas características en el crecimiento de los pobladores metropolitanos de Monterrey y con base en la teoría esbozada anteriormente, se puede afirmar que se rebasó la primera etapa de metropolización, la de urbanización, ya que ésta supone que tal evento sucede cuando la tasa de crecimiento porcentual anual de pobladores de la ciudad central supera la de la periferia; desde entonces (1990) ingresó a la etapa de suburbanización, que es cuando las áreas urbanas conurbadas periféricas alcanzan una mayor tasa de crecimiento porcentual anual en comparación con el centro metropolitano.
Considerando el crecimiento físico del centro metropolitano de Monterrey en la década de 1980-1990, se infiere que el área de esta metrópoli regiomontana se encontraba en la etapa de desurbanización, ya que esto ocurre, según los conceptos teóricos de las etapas de metropolización, cuando el centro metropolitano muestra un despoblamiento relativo o absoluto (-0,2%).
Como se ha revisado en los análisis anteriores, es incuestionable que la evolución de la dinámica demográfica de Monterrey obedece a un proceso irreversible de metropolización; incluso, al revisar el indicador de tasa de crecimiento –TC– mostrado en la tabla 3, en la etapa consolidada de 1950-1960 se observa una TC de 6,6%, que es la mayor del período 1940-2010; se detectan, además, tasas de crecimiento de áreas conurbadas del 13,7% y hasta del 15,5% en el período siguiente, parámetro que indica que se orientan hacia la composición de una metrópoli prematura, que fue alterada por un dinámico crecimiento demográfico no planeado espacialmente y sin la correspondiente prosperidad para sus habitantes.
Aunado a esto, se debe señalar que esta prematurez alterada, asociada a las etapas de metropolización, genera en la metrópoli una serie interminable de problemas económicos, sociales, espaciales, de sustentabilidad y más; por lo que en seguida y a manera de conclusión, se harán acotaciones puntuales referidas a la producción de suelo urbano de características diferenciadamente dicotómicas, ocupado por pobladores considerados como de antípoda clase social; en ellas se destacará: 1. La forma en que se gesta esta producción de suelo diferenciado; 2. Las instituciones e individuos que están involucrados; 3. Las diferencias entre estos espacios dicotómicos; 4. La manera como se les denomina en esta investigación.
5. Deducciones preliminares
De las reflexiones anteriores es evidente el reconocimiento que vincula históricamente al imaginario urbano (Castoriadis, 1981; Banchs, 2007; Arruda y Alba, 2007): la ciudad10, como resultado de una asociación entre habitantes-poder (polis-urbs) y como un simbolismo de centralidad, que ha evolucionado en esta sobremodernidad líquida, vinculada a factores exógenos y endógenos del sitio; no obstante, en este apartado de reflexiones finales, para contextualizar en la ciudad metropolitana lo que interesa es el constructo de las espacialidades de producción diferenciada y dicotómica, referido a los asuntos endógenos del sitio, de estos, solamente se subrayarán algunos de los satisfactores urbanos que gozan los pobladores: 1. Económico: empleo-ingreso del poblador; 2. Físico-espacial: suelo urbano seguro, con infraestructura y suficiente equipamiento (educativo, asistencial, lúdico, religioso) y servicios estatales y municipales (seguridad, recolección y otros); 3. Político: gobernabilidad; 4. Social: libertad, paz social, identidad y otros, una de las variables más importantes que propician los procesos de expansividad y que definen al sitio como una ciudad metropolitana y en muchos casos como prematura.
Según George Simmel, es claro y hasta aceptado en las áreas urbanas, la indolencia ligada a la actitud blasée (Simmel, 1951), la cual involucra directamente, no solo la existencia diferenciada de satisfactores urbanos en estos espacios diferenciados que se intentan definir, sino, también, las acciones de marginación panópticas, para los pobladores que Z. Bauman (2004: 18) menciona como la subclase y que en esta investigación la denominamos como la antípoda de clase social, que serían aquellos individuos que ocupan las espacialidades diferenciadas que estarían por definir:
En este orden contextual, al tomar como base los satisfactores urbanos mencionados anteriormente en la ciudad y la comparativa disciplinar descrita en la tabla 5 (cfr.), es posible vincular una definición y un nombre preliminar para estos espacios diferenciados olvidados en la sobremodernidad líquida y que desde la óptica de esta investigación son generados en el proceso de las etapas de metropolización del sitio.
Entonces, desde la esfera de los satisfactores de la ciudad, es factible identificar estos espacios de marginación socio-funcional, como espacialidades donde coinciden los insatisfactores urbanos: 1. Económico: el poblador carece de un empleo-ingreso estable; 2. Físico-espacial: el suelo urbano es inseguro y comprometido: con infraestructura, equipamiento y servicios estatales y municipales insuficientes y donde simbólicamente se da un cerco de acceso restringido, por la 3. Ingobernabilidad del sitio; 4. Social: la matriz social ahí radicada adolece de paz social y de los elementos constitutivos del espacio antropológico: identitario, histórico y relacional (Augé, 2005: 58).
Desde la posición disciplinar que involucra a la ciudad y a su antagonista dicotómico: la no ciudad, mostrado en la tabla 5, se visualizan paralelismos importantes entre las posiciones de H. Lefebvre, M. Augé, Z. Bauman, y S. Simmel; la consideración y el común denominador de estos sitios estarían definidos inicialmente como el espacio físico que contiene a los insatisfactores urbanos; son aquellos lugares encerrados en la ciudad, pero excluidos en la sobremodernidad líquida de las políticas públicas y de la agenda de gobierno, donde se da una ruptura de la realidad urbana (Lefebvre, 1980), careciendo, además, de los elementos constitutivos del espacio y de una civilidad baumaniana (Bauman, 2004: 104). Por estas razones sería posible asignar a estas espacialidades diferenciadas y con una marcada segregación social y funcional, el nombre de espacios no ciudad.
En este sentido, lo primero en subrayar sobre la forma de aparición de estos espacios vinculados a la segregación social y funcional, está yuxtapuesto con la manera en que se originan los procesos de desplazamiento espacial de los pobladores a partir de un centro metropolitano, lo que en el transcurso evolutivo genera las diferentes etapas de metropolización, y por inmanencia, los procesos de crecimiento expansivo del sitio. Es más, precisamente es en esta expansividad del sitio es donde se visualiza la producción y la reproducción de los espacios diferenciados en la sobremodernidad líquida: por un lado, los espacios caracterizados por inversiones económicas extremas, que se asocian a políticas públicas consideradas en esta investigación como de aparador; entre los espacios públicos que generan están los turísticos, los culturales o los denominados grandes proyectos urbanos (Garza et al., 2003); por el otro, están los espacios de su antípoda, identificados como aquellos lugares con inversiones económicas muy desiguales: difuminados, olvidados, excluidos y segregados social, económica y físicamente de las transformaciones sobremodernas, pero localizados en la ciudad. Estos lugares, justamente, son los que reconocemos como los espacios no ciudad, en forma similar a Z. Bauman, M. Augé, y otros más (como se muestra en la tabla 5).
En este orden de ideas, la diferenciación espacial no ciudad tiene una relación directa con las etapas de metropolización, reconociéndose en esto dos circunstancias en las que estos sitios se producen y se reproducen:
1. La primera se denomina diferenciación espacial de origen –DEO–, señalada así en virtud de que su generación de origen está vinculada con los primeros desplazamientos espaciales de pobladores en la etapa inicial de metropolización, a la que llamamos de urbanización temprana (según lo indicado en las tablas 3 y 4). Así, esta DEO representaría el punto de partida, por lo menos en esta propuesta de investigación, para caracterizar algunos de los componentes que se podrían adjuntar a los denominados espacios segregados no ciudad como pueden ser, entre otras, su localización física, las características de la matriz social que ahí se radica, la habilitación infraestructural; aún más, estos lugares segregados, en términos de suelo urbano difuso e ignorado, pueden visualizarse en el ámbito de los conceptos de valor de uso y de valor de cambio, estableciéndose diferencias significativas que, de alguna manera, dan especificidad a esa diferenciación; por ejemplo, estos lugares, en virtud de su escasa, nula o retardada inversión económica para habilitación infraestructural, de equipamientos y otros, en la sobremodernidad líquida no generan plusvalía (visión de reificación: cosificación del suelo como mercancía-dinero, dinero-mercancía), representando un cuasi nulo valor de cambio; esto contrasta con su valor de uso, que es intensivo ya que las familias, en muchos de los casos, se van agrupando e incrementan la densidad del sitio y los índices de hacinamiento, promiscuidad y los problemas sociales inherentes a estas circunstancias.
2. Para entender la segunda diferenciación de la no ciudad, denominada diferenciación espacial de proceso –DEP–, es necesario percibir en el ámbito del fenómeno urbano, o “lo urbano” en términos lefebvrianos (Lefebvre, 1980: 23), la forma evolutiva espacio-tiempo, en la eventual transformación física que algunos de estos sitios de la metrópoli sufren conforme ésta evoluciona en las diferentes etapas de metropolización. Entonces, la diferenciación espacial de proceso se basa en la lógica de ocupación física del suelo vinculada a la transformación procesal del lugar. Así, en contraste con la primera distinción (de origen), en la diferenciación espacial de proceso se involucran diferentes etapas de metropolización, desde la etapa de urbanización (pero en períodos evolutivos consolidados, ver la tabla 4), hasta las subsiguientes etapas que pueda alcanzar el sitio.
Para terminar, se ejemplificará el contraste existente entre estos lugares de exclusión y segregación socio funcional, y el denominado complejo Santa Lucía de Monterrey, Nuevo León, México.
5.1 Ejemplo descriptivo, Monterrey, Nuevo León México: la no ciudad vs. el espacio turístico Santa Lucía
La finalidad con este ejemplo es revisar el surgimiento de algunos de los espacios no ciudad y del turismo, a partir de los procesos evolutivos de Monterrey, particularmente nos centraremos en el distrito central de negocios –DCN– del centro metropolitano, en el período que abarca la etapa de metropolización denominada de urbanización temprana, hasta la etapa actual, la de desurbanización (ver tablas 3 y 4), con un horizonte de espacio-tiempo que abarca desde antes de 1940 hasta 2010. Para esto, y continuando con el orden discursivo, se iniciará con la referencia de las etapas de metropolización, vinculándolas al suelo segregado y a los espacios del turismo; esto es: la no ciudad vs. los espacios del turismo; indicado en la gráfica 2.
Entonces, la referencia es el período donde se gesta el proceso de metropolización del sitio que da lugar a la urbanización temprana, cuando a Monterrey se anexan las primeras áreas urbanas de municipios adyacentes: hacia el oriente, siguiendo el río Santa Catarina, se adhiere el área urbana del municipio de Guadalupe, y al norte, San Nicolás de los Garza.
En este contexto, lo primero que se intentará explicar es el porqué de la denominación del concepto de antípoda de clase social, ya que esta noción se concatena con la diferenciación espacial aludida; para esto y por limitantes de espacio, solamente se indicará que en virtud de los desplazamientos de pobladores anteriores a 1940, el río Santa Catarina dividió a Monterrey en dos secciones (ver la gráfica 2): la norte y la sur. En el lado norte se localizaron el distrito central de negocios –DCN–, las residencias de los más adinerados, la plaza, el mercado, la iglesia, elementos trascendentales de la ciudad latinoamericana; en el lado sur se situaron las viviendas de lo que en otros escritos (Sousa, 2009: 133) se denominó como los homo laborans (Arendt, 2002: 21191), precisamente, la antípoda de la gente adinerada.
Lo que interesa subrayar desde la óptica de esta investigación es que los espacios definidos como de antípoda surgen transformacionalmente por una exclusión, una segregación socio-funcional, un alejamiento, por no ser considerados en las políticas públicas y en la agenda de gobierno, la cual se ha centrado tradicionalmente, según lo muestra la evidencia física, en la habilitación infraestructural y de equipamientos como los del turismo, los cuales se representan en obras espectaculares como la Gran Plaza, Santa Lucía, Fundidora Monterrey y otros, olvidando, entre otras muchas más, aquellas zonas localizadas en el margen sur del río Santa Catarina.
Finalmente, lo significativo de todo esto no es solamente las particularidades factuales de ambos lugares, como se evidencia en las imagenes 1 y 2, sino también reflexionar en un cuestiona-miento básico, contextualizado en la línea de H. Lefebvre, sobre la “pasividad” o “ausencia de participación” (1980: 192; 1983: 31), o en la de Pierre Proudhon sobre la “justicia, la equidad y la libertad” (2002: 31), e incluso, en la idea de “justicia distributiva” de John Stuart Mill (2006: 7). ¿Se debe reconocer que como sociedad metropolitana, y particularmente en Monterrey, se tiene lo que se merece, porque así se ha aceptado? O quizá ¿es de esperar un comportamiento social contestatario que equilibre esta condición humana, o una aceptación incondicionalmente resignada de ceteris paribus? ¿O es que este comportamiento social contestatario ya inició, y su manifestación sea la violencia generalizada vivida diariamente en la mayoría de las ciudades del mundo?
1 Según Antonio Di Filippo, desde la óptica de la presente revolución tecnológica, las periferias se han diferenciado internamente en: 1. Superiores, las economías del Asia Oriental; 2. Intermedias, las emergentes economías latinoamericanas y 3. Inferiores, las economías más castigadas del África, al sur del Sahara.
2 Se remite al concepto de “diferencial”, planteado por Henri Lefebvre (1980: 44).
3 El concepto de contraurbanización fue propuesto para explicar el giro observado en la urbanización estadounidense en la década de los años setenta, cuando los mayores centros urbanos bajaron sus tasas de crecimiento y perdieron población. Este término, tomado de la economía espacial, alude al fin de la ciudad principal; sin embargo, Harry Richardson interpreta este fenómeno estadounidense como una reversión de la polarización más que una ruptura definitiva con la ciudad principal.
4 En términos generales, la noción de redesarrollo la entendemos asociada a aquellos espacios geográficos que por su condición de ciudades desarrolladas, han adoptado nuevos procedimientos internacionales de movilización dinámica de capital y de procesos de hiperinformacionalización, como los empleados en la globalización o mundialización; serían ciudad global en el concepto de Saskia Sassen (1999), por ejemplo: Nueva York, Londres, Tokio, París y otras.
5 El concepto de imaginario urbano es tratado tangencialmente en este artículo. Para profundizar en este concepto y en su relación con lo aquí tratado, por limitaciones de espacio, tendré que referirlo a los primeros tres capítulos del libro de mi autoría Espacios urbanos en la contemporaneidad I. Argumentos teóricos para la generación de políticas públicas metropolitanas (2010). Ver: http://sites.google.com/site/esousagzz/
6 Aquí la referencia sería hacia las etapas de metropolización, particularmente a la etapa inicial: la de urbanización temprana, la cual será explicada en los párrafos siguientes.
7 Aquí es necesario aclarar que el concepto de metrópoli prematura está referido a la definición presentada en párrafos anteriores, la cual se asocia solamente a la esfera de la población y a su tasa de crecimiento decenal.
8 Por limitaciones de espacio no es posible abordar los conceptos de ciclo reproductor y de fuerzas centrífugas; para profundizar se recomienda consultar Sousa, 2010b: 19-101: http://revistainvi.uchile.cl/ojs3/index.php/invi
9 La tabla 3 está ajustada a las etapas de metropolización, por esa razón, en algunos casos no coincide con los porcentajes declarados.
10 Como se mencionó en la cita 5 de este texto, el concepto de imaginario urbano es tratado tangencialmente, no obstante, es posible mencionar que para entender la relación entre este concepto y su vinculación con el espacio territorial aquí tratado, deberemos remontarnos precisamente al asunto que menciona Castoriadis, C. y que denomina “sociedad y sus transformaciones” (Castoriadis, 1981, citado por Banchs, 2007: 54), en donde la relación, inicialmente, sería posible considerarla en el ámbito de las transformaciones sociales que ocurren en el espacio territorial metropolitano, como una parte de las etapas de metropolización, o mejor, como algo inmanente a esos procesos: físico-expansivo-sociales, asociados con las fases o etapas por las que teóricamente debieran de circular las metrópolis; sobre todo si se consideran los factores exógenos en la sobremodernidad, como la globalización y el grado de desarrollo económico, que impactan tanto a la sociedad su cultura identitaria y otros, así como al espacio donde se desarrollan estos procesos.
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