Publicado

2023-02-13

Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina

Predictors of the continuity of the ruling party in Latin America

DOI:

https://doi.org/10.15446/cp.v17n34.100069

Palabras clave:

aprobación presidencia alta, indicadores económicos, partido o coalición de gobierno, comicios presidenciales competitivos, América Latina (es)
High presidential approval; economic indicators; governing party or coalition; competitive presidential elections; Latin America (en)

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Autores/as

  • Orestes Enrique Díaz Rodríguez Universidad de Guadalajara, Guadalajara, México

Entre 1982 y 2021, treinta y seis mandatarios provenientes de catorce países latinoamericanos que celebran comicios presidenciales competitivos arribaron al inicio de la campaña electoral con una alta aprobación. En veintiséis de los casos el candidato presidencial oficialista se impuso en las urnas. La comprobación empírica arrojó que la aprobación presidencial alta tiende a constituir un predictor mayoritario, aunque no necesariamente contundente, del éxito del partido o coalición de gobierno en las elecciones presidenciales. La variable evidenció un potencial como predictor superior al mostrado por las tasas de crecimiento del producto interno bruto, el desempleo y la inflación, tomadas individual o en conjunto. Corroboramos a su vez, que su dinámica tendió a ser relativamente autónoma, especialmente en los casos en que anticipó de manera efectiva el éxito electoral del oficialismo. El hallazgo puede constituir un punto de partida en la reevaluación de la función voto de la aprobación presidencial en la región y contribuir a la disminución, en ciertos escenarios, de la incertidumbre en torno al desenlace electoral.

Between 1982 and 2021, thirty-six leaders from fourteen Latin American countries that hold competitive presidential elections arrived at the beginning of the electoral campaign with high approval. In twenty-six of the cases the official presidential candidate won the ballot box. The empirical verification showed that high presidential approval tends to be a majority predictor, although not necessarily strong, of the success of the governing party or coalition in the presidential elections. The variable showed a potential as a predictor superior to that shown by the growth rates of the gross domestic product, unemployment and inflation, taken individually or as a whole. We corroborate, in turn, that its dynamics tended to be relatively autonomous, especially in cases where it effectively anticipated the electoral success of the ruling party. The finding may constitute a starting point in the reevaluation of the voting function of presidential approval in the region and contribute to the reduction, in certain scenarios, of the uncertainty surrounding the electoral outcome.

Recibido: 3 de diciembre de 2022; Aceptado: 10 de febrero de 2022

Resumen

Entre 1982 y 2021, treinta y seis mandatarios provenientes de catorce países latinoamericanos que celebran comicios presidenciales competitivos arribaron al inicio de la campaña electoral con una alta aprobación. En veintiséis de los casos el candidato presidencial oficialista se impuso en las urnas. La comprobación empírica arrojó que la aprobación presidencial alta tiende a constituir un predictor razonablemente consistente, aunque no necesariamente contundente, del éxito del partido o coalición de gobierno en las elecciones presidenciales.

La variable evidenció un potencial como predictor superior al mostrado por las tasas de crecimiento del producto interno bruto, el desempleo y la inflación, tomadas de manera individual o en conjunto. Corroboramos a su vez que su dinámica tendió a ser relativamente autónoma, especialmente en los casos en que anticipó de manera efectiva el éxito electoral del oficialismo. El hallazgo puede constituir un punto de partida en la reevaluación de la función voto de la aprobación presidencial en la región y contribuir a la disminución, en ciertos escenarios, de la incertidumbre en torno al desenlace electoral.

Palabras clave: aprobación presidencial alta, indicadores económicos, partido o coalición de gobierno, comicios presidenciales competitivos, América Latina.

Abstract

Between 1982 and 2021, thirty-six leaders from fourteen Latin American countries that hold competitive presidential elections arrived at the start of the electoral campaign with high approval ratings. In twenty-six of the cases, the official presidential candidate prevailed at the polls. The empirical evidence showed that high presidential approval tends to be a reasonably consistent predictor, although not necessarily a strong predictor, of the success of the governing party or coalition in presidential elections.

The variable showed a potential as a predictor superior to that shown by the growth rates of the gross domestic product, unemployment and inflation, taken individually or together. In turn, we corroborate that its dynamics tended to be relatively autonomous, especially in the cases in which it effectively anticipated the electoral success of the ruling party. The finding may constitute a starting point in the reassessment of the voting function of presidential approval in the region and contribute to the reduction, in certain scenarios, of the uncertainty surrounding the electoral outcome.

Palabras clave: high presidential approval, economic indicators, governing party or coalition, competitive presidential elections, Latin America.

1.: Introducción

Sigelman (1979), Brody y Sigelman (1983), Lewis Beck y Rice (1982 y 1984) y Alan Abramowitz (1988), entre otros autores, documentaron que la popularidad del mandatario estadounidense permite anticipar el éxito o la derrota del candidato presidencial del oficialismo siempre que la misma se produzca por votación popular. El patrón de comportamiento revelado significó para el quehacer politológico un paso en la dirección de disminuir la incertidumbre respecto al desenlace electoral.

Sin embargo, dicha pauta no ha podido ser corroborada plenamente para el caso latinoamericano, al margen de que Echegaray (1996) alertara que la evaluación de la labor del presidente constituye el mejor predictor de las posibilidades del candidato oficialista de imponerse en la contienda.1

En ese sentido, a partir de una muestra mucho más amplia que la utilizada por Echegaray (1996), conformada a su vez con criterios más rigurosos de selección de los casos, el propósito de la investigación fue controlar las siguientes hipótesis:

H1: En los comicios presidenciales competitivos celebrados en los países latinoamericanos una alta aprobación del ejecutivo de turno ha tendido a ser seguida de forma mayoritaria y contundente por el éxito del oficialismo en las urnas.

H2: La capacidad de la aprobación presidencial alta como predictor de la continuidad del partido o coalición de gobierno en América Latina es superior a las manifestadas por las tasas de crecimiento del producto interno bruto (PIB), el desempleo y la inflación, tomadas esas variables de forma individual o incluso de conjunto, evidenciando a su vez un comportamiento relativamente autónomo con respecto a la dinámica de las variables económicas.

La primera etapa del procedimiento de comprobación abarcó la selección de los casos realizada con base en criterios dirigidos a reducir a la expresión mínima posible la presencia de sesgo en la muestra. Una vez conformada la muestra, identificamos a los mandatarios de turno que en cada uno de los catorce países considerados arribaron a la etapa previa a los mismos con una aprobación presidencial alta (APA). A continuación, esclarecimos la magnitud en que la participación del oficialismo en comicios presidenciales competitivos concluyó en victoria para esa fuerza política, siempre que resultó antecedida por un presidente de turno evaluado satisfactoriamente.

El hallazgo que reportamos es que en el 72.22 % de los casos la APA anunció el éxito del partido o coalición en el gobierno y su continuidad en el poder, especialmente cuando los mandatarios contendieron en un entorno tan favorable como el que brinda la posibilidad de reelegirse de forma sucesiva. En general, la APA tiende a anticipar el éxito del partido o coalición de gobierno en América Latina, aunque ciertamente no lo hace de manera necesariamente contundente.

No pocos autores han documentado que variables económicas claves impactan la dinámica de la aprobación del presidente de turno (Monroe, 1978, Norpoth, 1984, Berlemann y Enkelmann, 2014). Parece razonable inferir, entonces, que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) y las tasas de desempleo e inflación podrían ser, en realidad, responsables de la alta aprobación presidencial y, en consecuencia, predictores legítimos del éxito en las urnas del partido o coalición de gobierno.

En virtud de ello, en la segunda etapa comprobatoria analizamos el comportamiento del crecimiento del PIB y de las tasas de desempleo e inflación en todos los casos en que la APA fue seguida por el éxito y la continuidad del oficialismo. Las probabilidades de que las variables económicas constituyeran los predictores sustantivos dependían de que sus registros fueran también predominantemente favorables para el propósito del partido de gobierno de retener el poder.

El contraste de la APA con la dinámica de las tasas de crecimiento, desempleo e inflación no solo del año preelectoral sino también del propiamente electoral, mostró, como regla, apreciables diferencias. La evidencia apunta a que el comportamiento de la aprobación presidencial fue relativamente autónomo, en una medida significativa respecto a las tasas de desempleo e inflación y en una magnitud menor, pero suficiente, respecto a la tasa de crecimiento del PIB.

Faltaban aún los resultados del contraste de la APA con el comportamiento combinado de los tres indicadores. En ese escenario, el indicador mostró también una autonomía significativa con respecto al comportamiento combinado de los indicadores económicos en el año preelectoral; mientras en relación con el año propiamente electoral el grado de autonomía, aunque satisfactorio, fue tendencialmente más moderado.

La siguiente etapa de la comprobación consistió en verificar si la autonomía relativa evidenciada por la APA en los veintiséis casos en que antecedió el éxito del candidato oficialista en las urnas se había manifestado también en los diez casos en que el oficialismo no consiguió retener el poder. El ejercicio arrojó que, en general, también en ese escenario, el comportamiento del indicador mostró una tendencia significativa a manifestar una relativa autonomía con respecto a la dinámica de las variables económicas tomadas de manera individual o en conjunto. La excepción de ese patrón correspondió a la dinámica de la tasa de crecimiento del año preelectoral que mostró un comportamiento favorable prácticamente coincidente con el de la APA.

Tanto en los veintiséis casos en que la APA coincidió con la continuidad oficialista como en los diez casos en que no lo hizo, de todas las variables económicas clave analizadas, la tasa de crecimiento del PIB en el año preelectoral fue la que menos diferencias presentó con respecto a la dinámica de la aprobación presidencial, alcanzando ambas variables un significativo 83.33 % de coincidencia.

De modo que la APA, constituyendo un predictor razonablemente consistente, aunque no necesariamente contundente de la continuidad del partido o coalición de gobierno, tendió a manifestar un grado de autonomía moderado con respecto al comportamiento de la tasa de crecimiento del PIB del año preelectoral. En tanto, su autonomía con respecto al comportamiento de la tasa de crecimiento del PIB del año electoral tendió a resultar mayor, pues el nivel de coincidencia entre ambas variables fue menor (77.77 %).

Finalmente, tomando en cuenta los treinta y seis casos reportados de mandatarios con evaluación satisfactoria, las variables que demostraron mayor potencial como predictores efectivos de la continuidad del oficialismo después de la propia APA (72.22 %), resultaron la tasa de crecimiento del año preelectoral y electoral, ambas con 58.33 % y una combinación de todas las variables económicas en el año electoral (56.25 %). Mientras, sorprendentemente, el potencial de la tasa de desempleo y de la inflación como eventuales predictores resultó no significativo. En resumen, tomadas de forma individual, solo la APA y la tasa de crecimiento del PIB evidenciaron un potencial mayoritario como eventuales predictores, aunque la diferencia entre las tasas de asociación de ambas variables fue de prácticamente catorce puntos porcentuales. En tanto, cuando las variables económicas fueron tomadas en conjunto, la tasa de asociación con la continuidad del oficialismo resultó mayoritaria con los valores correspondientes al año propiamente electoral y minoritaria con los valores correspondientes al año preelectoral.

2.: Opinión pública, aprobación presidencial, predicción y predictor

La concepción de Sartori (1992) respecto a la opinión pública como “un público o multiplicidad de públicos, cuyos estados mentales difusos (opiniones) interactúan con los flujos de información sobre el estado de la cosa pública” (p. 171) resulta idónea para alcanzar una comprensión más cabal del fenómeno de la popularidad presidencial en su doble condición de medición e indicador de un fenómeno que mantiene un nexo constituyente con la democracia.

Mueller (1973) es la fuente primigenia del concepto aprobación presidencial que de acuerdo con el autor contiene la opinión, individual o agregada, sobre la gestión de un mandatario en general, sin énfasis primario en algún tema o cuestión electoral.

La aprobación presidencial puede estar influida por el partidismo o contener opiniones sobre la personalidad del mandatario, sin embargo, resume en un juicio sumario simple lo que la mayoría piensa sobre el desempeño del gobierno (Beltrán, 2015).

Popularidad y aprobación presidencial habitualmente son empleados como sinónimos. La aprobación del gobierno es la medida más antigua de popularidad presidencial. Desde agosto de 1937, la pregunta de la encuesta dice lo siguiente: ¿Usted aprueba o desaprueba la forma en que (nombre del presidente) está conduciendo el gobierno? (Berlemann y Enkelmann, 2014). La manera en que se formula la pregunta está concebida para que, principalmente, dé lugar a dos opciones de respuesta: aprobación o rechazo. Este instrumento es el más estable y el más utilizado para estudios de popularidad presidencial (Cohen, 1999; Gronke y Newman, 2003.

Los resultados de las encuestas a nivel agregado tienden a corresponder de forma aceptablemente precisa con el contexto real, demostrando estabilidad a lo largo del tiempo (Page y Shapiro, 2010).

Se han identificado tres componentes principales de la aprobación presidencial: el desempeño, la personalidad y el partidismo (Romero, 2009). El desempeño constituye el componente indiscutido (Mueller, 1973; Lewis Beck y Stegmaier, 2000). Por su parte, la personalidad tiene en cuenta aspectos como el carisma, la forma de interactuar con el público, el estilo de gobernar y la integridad (Kernell, 2006; Neustadt, 1991; Newman, 2003). Como tercer componente destaca la predisposición a aprobar la gestión del mandatario si milita o representa al mismo partido con el que se simpatiza (Ortiz y García, 2014)

El fundamento teórico de la tendencia de la alta aprobación presidencial a anticipar el éxito del partido en el gobierno puede ubicarse en Downs (1973), para quien la decisión de votar se adopta según la política que el gobierno haya seguido durante el mandato, constituyendo una reacción del votante a la actuación efectiva del gobierno. Teóricamente, gobiernos que mejoran el bienestar de los electores deben recibir como premio su respaldo, mientras gobiernos que no lo consiguen deben ser castigados en las urnas (Díaz y Santibáñez, 2020). Si la APA constituye un predictor mayoritario de la continuidad del oficialismo se debe a que, de manera general, refleja la percepción favorable que los ciudadanos tienen sobre el desempeño del gobierno.

Predicción y predictor constituyen conceptos cercanos. La interrelación entre ambos es producto de que la identificación de predictores favorece la proyectabilidad de los fenómenos, incluso en el terreno de las ciencias sociales. Sin embargo, dichos conceptos tienen diferencias sustantivas y la aceptación con que cuentan entre los politólogos es divergente. En Mill (1917) y Popper (1973) predominó la cautela en relación con la predictibilidad de los fenómenos sociales, mientras Stephen Toulmin (1961) redujo la predicción a una aplicación o destreza técnica. Dichas posturas no impidieron el desarrollo de una tradición dentro de la filosofía de las ciencias en la que la predicción científico social es plenamente factible, aunque diferente a la que se da en las ciencias físicas. Lakatos (1976), Wesley Salmon (1981), Merrilee Salmon (2005), Mario Bunge (2000) y Nicholas Rescher (1998) esclarecieron la relación entre explicación, teoría y predicción, definieron las características de la anticipación social, identificaron las causas de que las predicciones en ciencias sociales a menudo resulten fallidas y revelaron las condiciones del éxito predictivo.

No obstante, “una gran mayoría de científicos políticos son prudentes y escépticos sobre la prognosis hacia el futuro, porque se contentan únicamente con la contemplación filosófica de sus conocimientos sin tratar de influir en políticas específicas” (Gamboa, 2010, p. 124). Desde esa perspectiva se suele omitir a la predicción como uno de los objetivos de las ciencias sociales, tal fue la postura asumida, por ejemplo, en el influyente libro de King, Keohane y Verba (2000), se sostiene que la democracia política es la institucionalización de la incertidumbre (Przeworki, 1986) o directamente se rechaza la posibilidad de anticipación en ciencia política (Panebianco, 2011; Morlino, 2014); pero, la realidad es que internamente nunca dejó de existir un debate. Sartori (2014) reconoció que siempre sostuvo que la ciencia política en particular y las ciencias sociales en general deben intentar ser disciplinas predictivas, capaces de prever. En ese sentido, la reelaboración del concepto popperiano de “control plástico” por Almond y Genco (2001) sugiere que la predicción política eventualmente transita a través dos fases: (1) el discernimiento de pautas de comportamiento y (2) la identificación de las condiciones en que dichas pautas resultan inhibidas o no actúan debido a que plasticidad significa que habrá excepciones a cualquier generalización que podamos hacer acerca de los fenómenos que nos interesen. En tanto, Landman (2014) argumentó que las razones por la cuales hacemos política comparada son cuatro: descripción, clasificación, contraste de hipótesis y predicción.

El objetivo final y más difícil de la política comparada es la extensión lógica del contraste de hipótesis: formular predicciones sobre lo que ocurre, o puede ocurrir en el futuro, en otros países, basadas en las generalizaciones a partir de la comparación inicial

(Landman, 2014, p. 33).Argumentos como los defendidos por Sartori (2014) y Landman (2014) y la elaboración de modelos de pronóstico electoral, como los de Sigelman (1979), Lewis-Beck y Rice (1982 y 1984), Abramowitz (1988), entre otros, apuntalan la existencia entre los politólogos de un debate soterrado sobre la predictibilidad de ciertos fenómenos políticos.

En lo que han coincidido quienes en ciencia política rechazan o defienden la legitimidad de la predicción es en omitir su definición conceptual. Habría predicción, en el uso restringido del término, cuando estamos ante lo que, en términos estrictos, no es conocido. La predicción muestra el estado de una variable dentro de un periodo temporal, cuando la variable no está realmente ante nuestro control (González, 2010). En virtud de ello, denominamos predictor a la variable o las variables que con un nivel razonable de certeza permiten proyectar anticipadamente el comportamiento más probable de la variable que no controlamos sin que necesariamente constituyan su causa.

Mientras existen dudas acerca de si los cientistas políticos sostienen un debate sobre la legitimidad de la predicción de ciertos fenómenos en su campo de estudio, de manera significativa, una abundante cantidad de investigaciones politológicas dan cuenta de la importancia que dentro de la disciplina se le asigna a la identificación de predictores. Se han identificado predictores de la personalidad política de los presidentes norteamericanos (Carpenter, Jordan, Kaplan, Levin y Bergman, 1978), del liberalismo en valores políticos y personales (Brint, 1985), de la retención de las comunicaciones políticas (Price y Zaller, 1993) de las actitudes migratorias excluyentes y de la tolerancia hacia la inmigración (Green, Sarrasin, Fasel y Staerkle, 2011), de las crisis de ingobernabilidad en países latinoamericanos (Pérez-Liñán, 2012), del aumento de la violencia política en los estados (Bell, Cingranelli, Murdie y Caglayan, 2013), de la supervivencia de los ministros en los gabinetes de la Concertación de centroizquierda en Chile entre 1990 y 2010 (González-Bustamente y Olivares, 2016), de la confianza institucional (Segovia, Haye, González, Manzi y Carvacho, 2008) y del rechazo a las medidas gubernamentales de aislamiento social, preventivo y obligatorio en tiempos de pandemia (Rabbia, 2021), entre otros.

Las pautas respecto a eventuales predictores de la continuidad del oficialismo provienen de las interpretaciones que tomaron distancia de las distintas vertientes del voto ideológico o programático y defendieron que los votantes también pueden ser motivados a votar por razones no programáticas y no ideológicas, como las relaciones clientelares, los rasgos personales de un candidato y el desempeño del gobierno de turno (Mainwaring y Torcal, 2005). En ese sentido, Ferejohn (1986), Fiorina (1981) y Sánchez-Cuenca (2003) argumentaron que los electores pueden tomar en cuenta la actuación del gobierno más que las posiciones ideológicas de los partidos. Si bien el voto ideológico alcanza un peso considerable en las sociedades industrializadas, su capacidad predictiva es menor en las democracias y semidemocracias del mundo menos desarrollado como consecuencia de la débil institucionalización de los sistemas partidistas (Mainwaring y Torcal, 2005). En correspondencia, la capacidad predictiva de indicadores que responden a lógicas alternativas o no necesariamente ideológicas del voto podría ser mayor; uno de ellos es la alta o baja valoración ciudadana del desempeño presidencial. Al respecto, Echegaray (1996) reportó que en América Latina la percepción sobre el desempeño del ejecutivo constituye el mejor predictor de cuán bien le puede ir al candidato oficialista en la contienda electoral. Tomando en cuenta solo el caso costarricense Pignataro (2017) encontró que, en efecto, el estar satisfecho con el gobierno promueve un voto hacia el partido en el poder, inclusive sin contar con reelección inmediata. En tanto, Díaz (2019), al analizar la serie temporal de comicios presidenciales en siete países de la región cuyas elecciones se han celebrado en un entorno tendencialmente libre y competitivo (Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Costa Rica y México), documentó que, en general, la aprobación del mandatario de turno constituyó un predictor robusto del éxito o la derrota del oficialismo. Restaría corroborar la conservación del patrón de comportamiento descrito en una muestra mucho más amplia y representativa de casos. Con ese propósito. la investigación se centró en la comprobación de la capacidad de la aprobación presidencial alta como predictor del triunfo oficialista, aplazando para una investigación subsiguiente el análisis de la consistencia entre aprobación presidencial baja y derrota del partido en el gobierno.

2.1.: La primacía entre predictores económicos y políticos de la continuidad del oficialismo

La literatura en relación con la primacía entre predictores económicos y políticos de la continuidad del oficialismo consigna que referente al caso estadounidense y de varios países europeos Eulau (1985), Lewis Beck (1990) y Norphort et al. 1991 esclarecieron la relación entre el crecimiento económico, la inflación y el desempleo con las posibilidades de éxito electoral del partido gobernante. En tanto, hacia fines de los años noventa, el caso latinoamericano se encontraba insuficientemente investigado. En general, se ignoraba si el “voto económico” o la capacidad del gobierno para gerenciar cuestiones no económicas jugaban un papel decisivo en la determinación de la dirección del apoyo electoral del oficialismo (Echegaray, 1996). Posteriormente, los hallazgos reportados son divergentes. Tomando en cuenta la mayoría de los resultados electorales en la región, entre 1982 y 1994, Echegaray (1996) concluyó que el impacto mayor provino de la popularidad presidencial, en contraste con las variables económicas. Por su parte, Navia y Osorio (2015) concluyen que, aunque es evidente que el voto económico en América Latina constituye una variable importante que explica las preferencias electorales, aunque no la única, el comportamiento de los votantes de la región no se explica exclusivamente por el voto económico. En cambio, Ratto (2013) encontró evidencias de que entre 1996 y 2004 los latinoamericanos que valoraron satisfactoriamente a la economía premiaron al oficialismo y los que la valoraron insatisfactoriamente lo castigaron cambiando su preferencia. A su vez, Lewis Beck y Ratto (2013) argumentaron que, en América Latina, como en otras naciones democráticas estudiadas hasta ahora, los gobiernos son recompensados o castigados según el desempeño económico.

2.2.: Determinantes de la aprobación presidencial y autonomía relativa de la variable

Un repaso a la literatura sobre los determinantes de la aprobación presidencial puede ofrecer pistas sobre el nivel de autonomía que alcanza el comportamiento de dicha variable. Los determinantes de la popularidad presidencial se clasifican en tres grupos: políticos, económicos y atributos personales. Mueller (1970) encabeza a los investigadores que han centrado su atención en las variables de naturaleza política. Para el autor, los eventos de reacción patriótica (rally round the flag) tienen la capacidad de unir a la población en torno a su presidente, mientras las problemáticas domésticas tienden más a exacerbar divisiones internas. Destacan como otras causales políticas con incidencia en la popularidad presidencial, el tiempo de mandato del presidente (Mueller, 1970), los escándalos (Kernell, 1978), el diseño político institucional del país (Powell y Whiten, 1993), el partidismo (Campbell et al., 1960), los medios (Kelleher y Wolak, 2006) y la evaluación sobre temas como seguridad pública, terrorismo y control de drogas (Carlin et al., 2015; Arce, 2003, Romero et al., 2014; Holmes y Gutiérrez, 2002).

Aunque las variables políticas cuentan con singular difusión, el desempeño económico se privilegia como la variable con la capacidad suficiente como para explicar buena parte de la dinámica de altas y bajas de la popularidad del jefe del ejecutivo. Monroe (1978) investigó la importancia de influencias económicas claves en la dinámica de la aprobación presidencial. Su pesquisa arrojó que la inflación y los gastos militares son estadísticamente significativos e influyen políticamente en la popularidad del presidente. Norpoth (1984) corroboró que la economía tiene la clave para la explicación de los altibajos de la popularidad presidencial, concluyendo que la inflación tiene un efecto significativo. A su vez, los argumentos de la teoría del voto económico también fueron retomados con el propósito de explicar las fluctuaciones de la aprobación presidencial. De acuerdo con la teoría del voto económico, los electores castigan o recompensan al partido de gobierno, dependiendo de si el manejo que realizó de los asuntos económicos mejoró o perjudicó su bienestar material (Downs, 1973, Kramer, 1971). Se interpreta entonces que los ciudadanos aprueban o desaprueban el desempeño del mandatario de turno tomando en cuenta sus resultados en la gestión económica. De ser percibida como favorable, la recompensa que recibe el mandatario es la aprobación, mientras el castigo por entregar resultados no favorables es la desaprobación. Los autores se inclinan a reconocer la primacía de la dimensión sociotrópica (Kinder y Kiewiet, 1981; Álvarez y Nagler, 1995) en la que los ciudadanos evalúan la gestión presidencial, considerando fundamentalmente el rumbo económico del país, más que su situación personal (egotrópica). A su vez, un grupo de autores defiende que la evaluación retrospectiva incide en mayor medida en la aprobación (Lewis-Beck, 1988). En cambio, otros consideran que el mejor predictor de aprobación presidencial corresponde a la evaluación prospectiva (Kelly, 2003).

No ha existido unanimidad con relación a cuál es la variable económica con mayor capacidad explicativa. Las más comunes en los modelos son: desempleo, inflación, producto interno bruto, déficit público, déficit comercial y gastos de defensa (Berlemann y Enkelmann, 2014). Pero son tres las variables que los investigadores comprobaron como de mayor significación estadística: desempleo, inflación y crecimiento o decrecimiento del producto interno bruto.

Sin embargo, la eventual primacía de las variables económicas debe ser abordada con prudencia. No son pocos los autores que a su vez encontraron que inflación y desempleo no causan efectos en la popularidad presidencial, mientras la primera gran sistematización de los estudios sobre la asociación entre las variables económicas y la popularidad presidencial arrojó que, incluso después de cuatro décadas de investigación, no está claro si la popularidad presidencial depende del estado de la economía. Aproximadamente la mitad de todos los estudios para los Estados Unidos corroboran un efecto significativo del desempleo y la inflación en la popularidad presidencial, pero las otras investigaciones no lograron comprobar la asociación. Si bien en el muy largo plazo el desempleo y la inflación tienen un fuerte efecto en la aprobación presidencial, esto no es válido para subperiodos más cortos (Berlemann y Enkelmann, 2014). Dicho descubrimiento coincide con la observación de Echegaray (1996) acerca de que la popularidad presidencial se explica solo parcialmente por los avances logrados en el plano económico.

El problema de la aplicabilidad de la teoría del voto económico a la comprensión de los determinantes de la popularidad de los mandatarios reside en que, en el campo original donde fue gestada, la teoría del voto económico no alcanza a cubrir ni remotamente la totalidad del espectro explicativo. Todo lo contrario. Cambios en el contexto económico no resultan en diferencias significativas en la magnitud del voto económico, sino que más bien su expresión es de una magnitud modesta, salvo en momentos de crisis extremas (Kramer, 1983; Duch y Stevenson, 2008; Beltrán, 2014).

Ante la falta de consistencia evidenciada por las determinantes económicas y políticas, algunos autores han insistido en explicar la aprobación por intermedio de las denominadas variables personalistas: el carisma, la forma de interactuar con el público y el estilo de gobernar. Por ejemplo, Kernell (2006) argumentó que para el caso de Estados Unidos existe una interacción entre las apariciones públicas y la popularidad presidencial. Newman (2003 y 2004) reportó que la evaluación de atributos personales del presidente tiene un efecto estadísticamente significativo en la aprobación presidencial. En tanto, Navia y Rivera (2019) sostienen que la credibilidad del presidente emerge como una variable estadísticamente significativa y con mayor potencial para explicar cambios en la aprobación presidencial en Chile. No obstante, el enfoque personalista ha sido considerado insostenible por Edwards et al. (1993) para el caso norteamericano y por Romero (2000) para el caso mexicano.

Aunque los investigadores han identificado variables económicas y políticas, así como atributos personales que tienen un determinado impacto en la popularidad presidencial, no se ha logrado comprobar que su consistencia resulte suficiente a lo largo del tiempo. “Este problema de inestabilidad es la razón principal de que las investigaciones sobre los determinantes de la popularidad no muestren tendencia a morir” (Lewis-Beck y Paldam, 2000, p. 13).

3.: Criterios de selección de los casos

La muestra de treinta y seis comicios presidenciales celebrados en catorce países de la región se conformó a partir de los siguientes criterios de selección:

Tomando en cuenta que existe un vacío en la literatura respecto a cuándo clasificar como alta la aprobación de un mandatario, a efectos de la investigación consideramos como alta la aprobación del ejecutivo de turno si antes del inicio de la campaña electoral y después de que los partidos contendientes seleccionaron a sus respectivos candidatos presidenciales, el número de ciudadanos que tiene una percepción aprobatoria de su desempeño es superior al número de los que desaprueban su gestión. Así, por ejemplo, un mandatario que cuenta con una aprobación de 47 % y una desaprobación de 40 % es un ejecutivo con una APA.

Los datos de la aprobación y desaprobación de los mandatarios y las fechas de los registros de las mismas fueron tomados de Encuestas Nacionales de Opinión Pública registradas en Student Innovation Fellowship [SIF], Georgia State University y en cada país considerado corresponden a la misma fuente primaria o casa encuestadora, seleccionada con base en la solidez de la ficha técnica y la longevidad de la institución.2

En la mayoría de los casos, la ficha técnica de las encuestas reunió prácticamente requisitos similares.3 El fraseo de las encuestas, aunque bastante semejante, no es homogéneo. Diferentes investigadores han comprobado que aun las más triviales diferencias en los fraseos tienen un efecto sobre la plena confiabilidad de las respuestas y en la ampliación del margen de error de la medición (Schuman y Presser, 1981).

La lectura de la medición de la aprobación de los mandatarios de turno la tomamos de una fecha anterior al inicio de las campañas presidenciales, siempre que el titular del ejecutivo no fuera a su vez el candidato presidencial oficialista en correspondencia con la metodología de Lewis Beck y Rice (1982), quienes recomendaron tomar la lectura de la aprobación en un periodo de relativa calma política, que es aquel cuando ya fueron designados los candidatos presidenciales de todos los partidos, pero aún no han comenzado las campañas electorales.

En cambio, cuando el candidato oficialista fue el propio presidente de turno, implicando un involucramiento directo en la campaña electoral por parte del ejecutivo, la metodología empleada fue la sugerida por Sigelman (1979), para quien el registro de aprobación del mandatario de turno que contiende por su reelección sucesiva debe tomarse preferentemente en los días finales de la campaña electoral.

Los treinta y seis comicios presidenciales precedidos por una APA que conforman la muestra, fueron celebrados con posterioridad al inicio de la transición democrática en la región enmarcada en la tercera ola. Por lo tanto, corresponden a los siguientes catorce países latinoamericanos cuyas elecciones se celebran en un entorno tendencialmente competitivo y transparente: Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y República Dominicana. En ese sentido, con el propósito de conformar una muestra razonablemente homogénea, garantía de prevenir eventuales distorsiones, descartamos países donde el problema fundamental de la transición democrática es la supervivencia del autoritarismo y su carácter determinante como, por ejemplo, Honduras (Romero, R., y CLACSO, L. D. C. S., 2014).

Del mismo modo, no se integraron a la muestra países donde los mandatarios se reeligieron o intentaron hacerlo indefinidamente de derecho o de facto (Bolivia, Venezuela y Nicaragua), factor que compromete la competitividad y equidad de los comicios (Serrafero, 2016). A su vez, tampoco fueron estimados los resultados de las elecciones que significaron el retorno a la democracia desde un régimen autoritario (Chile 1989, Argentina 1983, Brasil 1985, Uruguay 1985, República Dominicana 1978, Perú 1980, Guatemala 1985, El Salvador 1994, Ecuador 1978, Panamá 1989 y Paraguay 1993) o el tránsito a la alternancia desde un régimen hegemónico (México 2000). En esas circunstancias, los datos sobre la popularidad de los mandatarios oficialistas no pueden considerarse razonablemente fiables. En esas condiciones es necesaria una distinción crucial entre opinión en y del público (Sartori, 1992).

En el caso de Colombia y Costa Rica, el punto de partida fueron las elecciones presidenciales en las que en esas naciones comenzó a registrarse la aprobación de los mandatarios.

En los procesos electorales celebrados en dos vueltas, los resultados de la primera etapa no fueron considerados, salvo cuando el oficialismo resultó eliminado en esa instancia.

Por último, no tomamos en cuenta los comicios precedidos por interrupciones del mandato constitucional (impeachment o renuncias). En esos casos se incumplió el plazo constitucionalmente establecido y en favor de la homogeneidad optamos por considerar que no debían coincidir en la muestra gobernantes con mandatos concluidos con ejecutivos con mandatos inconclusos. La decisión afectó a un total de cinco mandatarios que no fueron considerados: Fernando Collor de Mello, Dilma Rousseff (segundo mandato), Fernando Lugo, Fernando de la Rúa y Pedro Pablo Kuczynski.

4.: Comprobación. Hipótesis #1

H1: En los comicios presidenciales competitivos celebrados en los países latinoamericanos, una alta aprobación del ejecutivo de turno ha tendido a ser seguida de forma mayoritaria y contundente por el éxito del oficialismo en las urnas.

El procedimiento seguido fue esclarecer la magnitud en que, en los comicios presidenciales competitivos celebrados en los países considerados en la muestra, la participación del oficialismo concluyó en éxito para esa fuerza política, siempre que resultó antecedida por un presidente de turno, cuyos márgenes de aprobación eran superiores a los de desaprobación ciudadana.

El ejercicio arrojó que el oficialismo fue vencedor en veintiséis de los treinta y seis casos en que su participación en comicios presidenciales competitivos fue antecedida por una APA. En diez casos no pudo conservar el poder: Chile 2009/2010, Argentina 2015, Costa Rica 1990 y 1994, Guatemala 1999 y 2011, Panamá 2009 y 2014, México 2012 y República Dominicana 2020.

La tasa de asociación general resultante del contraste entre la APA y los resultados del oficialismo en los comicios presidenciales es de 72.22 %. Destaca que, en cuatro países, Uruguay, Brasil, Ecuador y El Salvador, la tasa es de 100 %, mientras en otros cuatro, Chile, Costa Rica, Argentina y República Dominicana, la asociación entre APA y éxito oficialista manifiesta también una tendencia mayoritaria. Paraguay y Perú no reportan casos de mandatarios con APA. En tanto, Guatemala y Panamá son los únicos países que exhiben tasas de asociación negativas, acumulando ambos el 40 % del total de casos inconsistentes.4

En general, la APA tiende a anticipar el éxito del partido o coalición de gobierno en América Latina, aunque no lo hace de manera necesariamente contundente. Por otra parte, en ninguno de los diez casos en que el oficialismo resultó derrotado, pese a contar con un presidente bien evaluado, se trató de comicios de reelección sucesiva del mandatario de turno. El resultado apunta a corroborar las ventajas que este tipo específico de contienda electoral representa para el propósito del partido o coalición gubernamental de conservar el poder.

A continuación, presentamos los cuadros que contienen los resultados arrojados en la comprobación en cada uno de los catorce países considerados en la muestra. Los cuadros recogen los datos referentes al nombre del mandatario de turno y del partido o coalición gobernante, el periodo abarcado por el mandato, la fecha de celebración de los comicios presidenciales, el registro de aprobación y desaprobación del mandatario y la fecha de su publicación, el resultado electoral obtenido por oficialismo en términos de victoria o derrota y el tipo de asociación que se produce entre el mismo y la aprobación del ejecutivo.

Chile

La primera elección después del retorno a la democracia en 1989 tuvo lugar en 1993 (Walker, 1992). Entre 1989 y 2018, tres mandatarios llegaron a la campaña electoral con aprobación alta, el oficialismo se impuso en dos de los comicios.

Tabla 1.: Comportamiento de la asociación entre APA y éxito del oficialismo en Chile

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Patricio Aylwin (Concertación de partidos por la democracia) 1990/1994 11/12/1993 54 % 1/7/1993 15 % Ganador Consistente
Ricardo Lagos (Concertación de partidos por la democracia) 2000/2006 11/12/2005 61 % 1/7/2005 18 % Ganador Consistente
Michelle Bachelet (Concertación de partidos por la democracia) 2006/2010 13/12/2009 67 % 3/6/2009 18 % Perdedor Inconsistente

Fuente: elaboración propia con información de encuestas nacionales de Opinión Pública de CEP registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Chile.

Uruguay

La primera elección después del retorno a la democracia en 1985 tuvo lugar en 1989 (Chasquetti y Buquet, 2004). Solo dos mandatarios han llegado a la etapa previa a la campaña con alta aprobación y en ambos casos el oficialismo logró imponerse.

Tabla 2.: Comportamiento de la asociación en Uruguay

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Tabaré Vázquez (Frente Amplio) 2005/2010 25/10/2009 56 % 15/5/2009 21 % Ganador Consistente
José Mujica (Frente Amplio) 2010/2015 26/10/2014 50 % 15/5/2014 28 % Ganador Consistente

Fuente: Elaboración propia con información de encuestas de Equipos Mori registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Uruguay.

Paraguay

En 1992 se promulgó la primera constitución democrática del país y en 1993 se celebraron los segundos comicios posteriores al inicio de la transición que tuvo lugar sin alternancia en el poder, al menos hasta 2003 (Rodríguez, 2004). Ningún mandatario paraguayo ha llegado a la etapa previa a los comicios con una aprobación alta.5

Brasil

Aunque la transición comenzó en 1985, las elecciones competitivas datan de 1989 (Azevedo, 2006). Los comicios de 1994 y 2018 fueron precedidos por juicios políticos a los presidentes Fernando Collor de Mello y Dilma Rousseff, que impidieron que ambos concluyeran el mandato constitucional. Desde 1989 hasta la fecha, cuatro presidentes han llegado a la campaña electoral con alta aprobación y en todos los casos el oficialismo resultó vencedor.

Tabla 3.: Comportamiento de la asociación en Brasil

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Fernando H. Cardoso Partido de la Social Democracia Brasileña 1994/1998 25/10/1998 segunda vuelta 43 % 1/9/1998 17 % Ganador Consistente
Luis I. Lulla da Silva Partido de los Trabajadores 2002/2006 29/10/2006 segunda vuelta 47 % 27/9/2006 17 % Ganador Consistente
Luis I. Lulla da Silva Partido de los Trabajadores 2006/2010 31/10//2010 segunda vuelta 83 % 26/10/2010 3 % Ganador Consistente
Dilma Rousseff 26/10/2014 Segunda vuelta 42 % 22/10/2014 20 % Ganador Consistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas Datafolha registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Brasil.

Argentina

El retorno a la democracia fue en 1983 (O´Donnell, Schmitter y Whitehead, 2013). Mientras los primeros comicios posteriores al inicio de la transición resultaron los de 1989. El mandato de Fernando de la Rúa (1999-2001) quedó interrumpido por su renuncia, por lo que los resultados de los comicios de 2003 no fueron considerados. Cuatro mandatarios llegaron a la etapa previa a la campaña electoral con alta aprobación y en tres de los casos el oficialismo fue vencedor.

Tabla 4.: Comportamiento de la asociación en Argentina

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Carlos Menem (Partido Justicialista) 1989/1995 14/5/1995 47 % 1/3/1995 26 % Ganador Consistente
Néstor Kirchner (Partido Justicialista) 2003/2007 28/10/2007 66 % 15/6/2007 31 % Ganador Consistente
Cristina Fernández (Partido Justicialista) 2007/2011 23/10/2011 64 % 28/9/2011 SD Ganador Consistente
Cristina Fernández6 (Partido Justicialista) 2011/2015 25/10/2015 52 % 15/6/2015 48 % perdedor Inconsistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuesta Mora y Araújo registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization – Argentina.

Colombia

Fueron consideradas todas las elecciones presidenciales a partir de 1994, año en el que se consignan los primeros registros de la aprobación presidencial por la fuente fundamental utilizada en la presente investigación. Desde 1994 hasta la fecha cuatro mandatarios llegaron a la etapa previa a la campaña electoral con alta aprobación y en todos los casos el oficialismo fue vencedor.

Tabla 5.: Comportamiento de la asociación en Colombia

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
César Gaviria (Partido Liberal Colombiano) 1990/1994 29/5/1994 57 % 1/2/1994 32 % Ganador Consistente
Álvaro Uribe (Primero Colombia) 2002/2006 28/5/2006 73 % 1/4/2006 23 % Ganador Consistente
Álvaro Uribe (Primero Colombia) 2006/2010 20/6/2010 segunda vuelta 73 % 15/12/2009 23 % Ganador Consistente
Juan Manuel Santos (Partido Liberal Colombiano) 2010/2014 15/6/2014 segunda vuelta 53% 15/6/2014 42% Ganador Consistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas Gallup registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Colombia.

Perú

La transición a la democracia se inició en 1980 (Tanaka, 1998). No obstante, fue interrumpida durante los dos mandatos de Alberto Fujimori, 1990/2000, diez años en que se instaló un régimen autoritario (Deza, 2015). En Perú, al igual que en Paraguay, no se reportan mandatarios con aprobación alta.

Ecuador

La transición a la democracia se inició en 1978 (Escobar et al., 2010). La primera elección posterior al inicio de la transición fue en 1984. Entre 1984 y 2021, solo en dos ocasiones un mandatario llegó con una alta evaluación a la contienda electoral. En ambos casos el oficialismo salió victorioso.

Tabla 6.: Comportamiento de la asociación en Ecuador

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Rafael Correa (Alianza País) 2006/2009 26/4/2009 56 % 3/4/2009 37 % Ganador Consistente
Rafael Correa (Alianza País) 2009/2013 17/2/2013 61 % 15/2/2013 37 % Ganador Consistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas CEDATOS registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Ecuador.

Costa Rica

Las elecciones presidenciales competitivas tienen lugar desde los años cincuenta (Vargas, 2007). No obstante, los registros de la aprobación de los mandatarios datan de 1979. Es el país latinoamericano donde un mayor número de mandatarios ha llegado a la campaña electoral con una aprobación alta con un total de seis. En cuatro de esos casos el oficialismo fue vencedor.

Tabla 7.: Comportamiento de la asociación en Costa Rica

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Luis A. Monge (Liberación Nacional) 1982/1986 2/2/1986 51 % 15/11/1985 14 % Ganador Consistente
Óscar Arias (Liberación Nacional) 1986/1990 4/2/1990 75 % 15/11/1989 9 % Perdedor Inconsistente
Rafael Ángel Calderón Fournier (Unidad Social Cristiana) 1990/1994 6/2/1994 43 % 15/11/93 12 % Perdedor Inconsistente
Miguel Ángel Rodríguez Echevarría (Unidad Social Cristiana) 1998/2002 7/4/2002 segunda vuelta 35 % 15/10/2001 15 % Ganador Consistente
Oscar Arias (Liberación Nacional) 2006/2010 7/2/2010 62 % 14/8/2009 17 % Ganador Consistente
Luis Guillermo Solís Rivera (Acción Ciudadana) 2014/2018 1/4/2018 segunda vuelta 50 %7 28/8/2017 43 % Ganador Consistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas Cid Gallup registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization – Costa Rica.

Guatemala

La primera elección posterior al inicio de transición a la democracia en 1985 tuvo lugar en 1990 (Ducatenzeiler y Chinchilla, 2001). Reportamos dos mandatarios con aprobación alta en el periodo comprendido entre 1990 y 2019. En ambos casos el oficialismo resultó derrotado en los comicios presidenciales.

Tabla 8.: Comportamiento de la asociación en Guatemala

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Álvaro Arzú Irigoyen (Avanzada Nacional) 1996/2000 26/12/1999 segunda vuelta 42 % 15/6/99 11 % Perdedor Inconsistente
Álvaro Colom (Unión Nacional por la Esperanza) 2008/2012 11/10/2011 49 % 15/6/2011 45 % Perdedor Inconsistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas Cid Gallup registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Guatemala.

El Salvador

En 1992 se produce la firma de los acuerdos de paz que culminan con la guerra civil. La transición a la democracia comienza con las elecciones de 1994 (Ducatenzeiler y Chinchilla, 2001). La primera elección posterior al inicio de transición a la democracia tuvo lugar en 1999. Reportamos dos mandatarios con aprobación alta entre 1994 y 2021. En ambos casos el oficialismo resultó vencedor en la elección presidencial.

Tabla 9.: Comportamiento de la asociación en El Salvador

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Armando Calderón Sol (Arena) 1994/1999 7/3/1999 39 % 15/11/98 13 % Ganador Consistente
Mauricio Funes (FMLN) 2009/2014 9/3/2014 segunda vuelta 48 % 9/5/2013 42 % Ganador Consistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas Cid GalluPAPP registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization – El Salvador.

Panamá

La influencia de la Guardia Nacional como poder fáctico se prolongó después de la Constitución de 1984. En 1989, la oposición triunfó en los comicios presidenciales, pero la Guardia Nacional, comandada por el general Manuel Antonio Noriega, se negó a reconocer el resultado. En ese contexto tuvo lugar la invasión de Estados Unidos. La primera elección posterior al inicio de la transición democrática fue en 1994 (Sánchez, 2004). Dos presidentes llegaron a la campaña con una aprobación alta. En ninguno de los casos el oficialismo pudo retener el poder.

Tabla 10.: Comportamiento de la asociación en Panamá

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Martín Torrijos (Partido Revolucionario Democrático) 2004/2009 3/5/2009 49 % 5/1/2009 47 % Perdedor Inconsistente
Ricardo Martinelli (Cambio Democrático) 2009/2013 4/5/2014 69 % 19/1/2014 26 % Perdedor Inconsistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas Dichter y Neira registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Panamá.

México

La primera elección tras la llegada de la alternancia (2000) fueron los comicios presidenciales de 2006. Dos mandatarios han llegado a la etapa previa a la campaña con alta aprobación. En uno de los casos el oficialismo resultó vencedor.

Tabla 11.: Comportamiento de la asociación en México

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Vicente Fox Quesada (Acción Nacional) 2000/2006 2/7/2006 57 % 15/3/2006 23 % Ganador Consistente
Felipe Calderón Hinojosa Acción Nacional) 2006/2012 1/7/2012 72 % 7/3/2012 27 % Perdedor Inconsistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas Parametría registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization – México.

República Dominicana

La transición democrática inició en 1978 (Espinal, 2003). En 1986 se produjo el retorno al poder del líder del régimen autoritario instaurado en el país entre 1966 y 1978, Joaquín Balaguer (Polanco, 1993). Con Balaguer no se mantuvieron las normas de competitividad electoral establecidas a partir de 1978 (Espinal, 2003). No hay datos disponibles sobre la popularidad de los mandatarios de turno rumbo a los comicios presidenciales de 1982, 1986 y 1999 (Díaz y Santibáñez, 2020). Reportamos tres casos de mandatarios que llegaron a la campaña electoral con alta aprobación. En dos de los casos el oficialismo se impuso.

Tabla 12.: Comportamiento de la asociación en República Dominicana

Presidente, partido y mandato Fecha de los comicios Aprobación y fecha de publicación Desaprobación Resultado del oficialismo Tipo de asociación
Leonel Fernández (Partido de la Liberación Dominicana) 2004/2008 16/5/2008 61 % 26/3/2008 18 % Ganador Consistente
Danilo Medina (Partido de la Liberación Dominicana) 2012/2016 15/5/2016 56 % 15/3/2016 SD Ganador Consistente
Danilo Medina (Partido de la Liberación Dominicana) 2016/2020 5/7/2020 55 % 12/8/2019 41 % Perdedor Inconsistente

Fuente: Elaboración propia con información de Encuestas CID registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - República Dominicana.

Tabla 13.: Tasas de asociación por países y general

País Comicios presidenciales considerados Con asociación consistente Con asociación inconsistente Tasa
Chile 3 2 1 66.66 %
Uruguay 2 2 0 100 %
Paraguay 0 0 0
Brasil 4 4 0 100 %
Argentina 4 3 1 75 %
Colombia 4 4 0 100 %
Perú 0 0 0
Ecuador 2 2 0 100 %
Costa Rica 6 4 2 80 %
Guatemala 2 0 2 Negativa
El Salvador 2 2 0 100 %
Panamá 2 0 2 Negativa
México 2 1 1 50 %
República Dominicana 3 2 1 66.66 %
Totales 36 26 10 72.22 %

Fuente: elaboración propia

4.1.: Comprobación de la hipótesis #2. Primer ejercicio

H2: La capacidad de la aprobación presidencial alta como predictor de la continuidad del partido o coalición de gobierno en América Latina es superior a las manifestadas por las tasas de crecimiento del producto interno bruto, el desempleo y la inflación, tomadas esas variables de forma individual o incluso de conjunto, evidenciando a su vez un comportamiento relativamente autónomo con respecto a la dinámica de las variables económicas.

A pesar de que la comprobación por países arrojó que la APA tiende a anticipar de forma mayoritaria, aunque no necesariamente contundente, la continuidad del oficialismo, no es correcto inferir a su vez que se trata de un predictor relativamente autónomo, por mucho que la formulación de nuestra hipótesis apunte en esa dirección.

La dinámica de las variables económicas claves, como el crecimiento económico, la tasa de desempleo o la inflación, podría haber condicionado el comportamiento favorable de la aprobación presidencial. No es posible descartar que la aprobación presidencial registrada en los veintiséis casos en que una evaluación satisfactoria del mandatario de turno antecedió el éxito oficialista, en realidad, constituyera un reflejo del comportamiento favorable de los indicadores económicos mencionados.

Por consiguiente, la investigación debió corroborar si la dinámica de la APA resultó como tendencia autónoma o dependiente, con relación al comportamiento del crecimiento del PIB y las tasas de desempleo e inflación, en los veintiséis comicios presidenciales competitivos en los que la participación del oficialismo fue antecedida por una evaluación positiva del ejecutivo de turno y que concluyeron con el éxito de esa fuerza política.

El procedimiento seguido para realizar esa indispensable comprobación fue contrastar las tasas de crecimiento, desempleo e inflación del año preelectoral y del propiamente electoral con el desenlace electoral favorable obtenido por el oficialismo en esas veintiséis elecciones. La situación que revelaría la eventual falta de autonomía de la APA sería la presencia de una divergencia no significativa entre su dinámica positiva y el comportamiento de los indicadores económicos. Dicho con otras palabras, una eventual tendencia a la coincidencia de la APA con registros también favorables del comportamiento de los indicadores económicos pondría en entredicho su capacidad de constituir un predictor relativamente autónomo de la continuidad del oficialismo. Por el contrario, si resultara que los indicadores económicos clave manifestaron una tendencia no despreciable a representar registros desfavorables para la continuidad del oficialismo, la dinámica apuntaría a corroborar cierto grado de autonomía de la APA para anticipar el éxito del partido o coalición en el gobierno. Aunque los resultados de la aplicación del procedimiento descrito no deben tomarse como conclusivos, ciertamente arrojan pistas sobre una eventual autonomía de la variable objeto de estudio.

En la literatura económica no existe, en general, consenso en torno a cuándo considerar que el comportamiento de las variables económicas claves es favorable para el propósito del oficialismo de conservar el poder. Para el caso latinoamericano, integrado por países con importantes desequilibrios sociales, consideramos que un crecimiento anual superior al 2 %, una desocupación inferior al 7 % y una inflación inferior al 6 % resultan, cuando menos, tasas que tienden a disminuir la amenaza de que no alcance a consumarse la continuidad del partido en el gobierno.

El contraste de la APA con la tasa de crecimiento del PIB en los veintiséis casos donde el oficialismo resultó triunfante arrojó que, en el año preelectoral (TCAP) en veintiún casos la tasa de crecimiento del PIB fue favorable para la continuidad del oficialismo, mientras en el año propiamente electoral (TCAE) se manifestó el mismo comportamiento, aunque no necesariamente coinciden los casos de tasas de crecimiento insuficientes del año preelectoral con los del año electoral. La asociación de la TCAP y la TCAE con la continuidad del oficialismo fue de 58.33 %. Dicha tasa es inferior en 14.39 puntos porcentuales con respecto a la consistencia que evidenció la APA (72.72 %). A su vez, consideramos que la APA manifestó una autonomía visible, aunque moderada con respecto a la tasa de crecimiento del PIB, debido a que la coincidencia entre ambas variables alcanzó el 80.76 % de los casos.

El análisis del comportamiento de la tasa de desempleo arrojó que, en el año preelectoral (TDAP) en dieciséis casos y en el electoral (TDAE) en quince casos resultó favorable para la continuidad del oficialismo. La asociación de la TDAP y la TDAE con la continuidad del oficialismo fue de 45.71 % y 42.85 %, respectivamente. A su vez, consideramos que la APA evidenció una autonomía significativa con respecto a la tasa de desempleo, debido a que la coincidencia entre ambas variables se vio limitada a aproximadamente el 64 % de los casos.8

Por su parte, el contraste con la inflación arrojó que en el año preelectoral (TIAP) en once casos y en el año electoral (TIAE) en quince casos la tasa fue favorable para la continuidad del oficialismo. La asociación de la TIAP y la TIAE fue de 34.37 % y 46.87 %, respectivamente. La APA también evidenció autonomía con respecto al comportamiento de la tasa de inflación anual. La coincidencia durante el año preelectoral fue solo de 47.82 % y de 65.21 % en el propiamente electoral.9

Por último, el contraste de la APA con el comportamiento combinado de los tres indicadores en el año preelectoral arrojó que, de los veintiséis casos, en un total de catorce, cuando menos dos de las variables económicas manifestaron un comportamiento favorable para la continuidad del oficialismo para una tasa de asociación de 43.75 % y una coincidencia de 53.84 %; en tanto, en el año propiamente electoral, en un total de dieciocho casos, cuando menos dos de las variables económicas manifestaron un comportamiento favorable para la continuidad del oficialismo para una consistencia de 56.25% y 81.81% de coincidencia.10 El potencial de la APA como predictor es mayor también que el arrojado por el comportamiento combinado de los tres indicadores. A su vez, si bien mostró una autonomía significativa con respecto al comportamiento combinado de los indicadores económicos en el año preelectoral, su autonomía en relación con la misma dinámica en el año propiamente electoral resultó, aunque suficiente, tendencialmente moderada.

Por consiguiente, el primer ejercicio comprobatorio de la hipótesis número 2 arroja que las variables económicas tomadas de manera individual o de forma combinada tienen un potencial como predictores de la continuidad del oficialismo, inferior al evidenciado por la APA. Si bien, en general, la APA evidenció una autonomía significativa con relación al comportamiento de los indicadores económicos clave, la misma tendió a resultar moderada en los siguientes escenarios: (1) con relación a la tasa de crecimiento del PIB tanto del año prelectoral (TCAP) como del electoral (TCAE); (2) con respecto al comportamiento combinado de las variables económicas en el año propiamente electoral.

Tabla 14.: Comportamiento de las variables económicas cuando la APA fue seguida por la continuidad del oficialismo (las cifras que aparecen en negritas indican que el comportamiento del indicador fue favorable para la continuidad del oficialismo)

Mandatario de turno y país Año de los comicios APA TCAP TCAE TDAP TDAE TIAP TIAE
Patricio Aylwin (Chile) 1993 54 % 11.16 6.58 4.35 4.49 15.42 12.7
Ricardo Lagos (Chile) 2005 61 % 7.21 5.74 10.16 9.34 1.05 3.05
Tabaré Vázquez (Uruguay) 2009 56 % 7.17 4.24 8.03 7.74 7.87 7.06
José Mujica (Uruguay) 2014 50 % 4.63 3.23 6.44 6.55 8.57 8.87
Fernando H. Cardoso (Brasil) 1998 43 % 0.33 0.46 8.16 9.42 6.92 3.19
Luis I. Lulla da Silva (Brasil) 2006 47 % 3.20 3.96 9.57 8.64 6.85 4.18
Luis I. Lulla da Silva (Brasil) 2010 83 % −0.12 7.52 8.52 7.73 4.88 5.03
Dilma Rousseff (Brasil) 2014 42 % 3.05 0.50 6.98 6.66 6.20 6.32
Carlos Menem (Argentina) 1995 47 % 5.83 −2.84 11.76 18.8 SD11 SD
Néstor Kirchner (Argentina) 2007 66 % 8.04 9.0 10.08 8.47 SD SD
Cristina Fernández (Argentina) 2011 64 % 10.12 6.0 7.71 7.18 SD SD
César Gaviria (Colombia) 1994 57 % 5.38 5.81 7.8 8.25 22.44 22.84
Álvaro Uribe (Colombia) 2006 73 % 4.82 6.71 11.87 11.53 5.05 4.29
Álvaro Uribe (Colombia) 2010 73 % 1.14 4.49 12.07 10.98 4.20 2.27
Juan Manuel Santos (Colombia) 2014 53 % 5.13 4.49 9.05 8.57 2.01 2.89
Rafael Correa (Ecuador) 2009 56 % 6.35 0.56 3.92 4.61 8.4 5.16
Rafael Correa (Ecuador) 2013 61 % 5.64 4.94 3.24 3.08 5.1 2.72
Luis A. Monge (Costa Rica) 1986 51 % 0.72 5.53 SD SD 15.05 11.83
Miguel Ángel Rodríguez Echevarría (Costa Rica) 2002 35% 3.49 3.41 5.92 6.33 11.25 9.16
Oscar Arias Costa Rica) 2010 62 % −0.87 5.36 7.71 7.17 7.84 5.66
Luis Guillermo Solís Rivera (Costa Rica) 2018 50 % 4.15 2.05 8.14 9.63 1.62 2.22
Armando Calderón Sol (El Salvador) 1999 39 % 2.65 2.16 7.1 6.68 2.54 0.51
Mauricio Funes (El Salvador) 2014 48 % 2.23 1.71 3.69 4.15 0.75 1.14
Vicente Fox Quesada (México) 2006 57 % 2.30 4.49 3.56 3.57 3.98 3.62
Leonel Fernández (República Dominicana) 2008 61 % 7.41 3.21 5.16 4.76 6.14 10.64
Danilo Medina (República Dominicana) 2016 56 % 6.92 6.65 7.61 7.28 0.83 1.61

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Banco Mundial (s.f.) y de encuestas nacionales de Opinión Pública registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020). Executive Approval Database Visualization - Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, El Salvador, México y República Dominicana.

Tabla 15.: Tasa de asociación de los potenciales predictores de la continuidad del oficialismo

Número total de casos Variable Casos reportados con asociación Tasa
36 APA 26 72.22 %
36 TCAP 21 58.33 %
36 TCAE 21 58.33 %
3512 TDAP 16 45.71 %
35 TDAE 15 42.85 %
32 TIAP 11 34.37 %
32 TIAE 15 46.87 %
32 Combinadas año preelectoral 14 43.75 %
32 Combinadas año electoral 18 56.25 %

Fuente: elaboración propia.

4.2.: Comprobación de la hipótesis #2. Segundo ejercicio

Hay que recordar que la comprobación empírica identificó a su vez diez casos en los que la APA no fue seguida por la continuidad del oficialismo. Esos casos resultan también de utilidad a efectos de calibrar el grado de autonomía de la APA. Si, por ejemplo, detectáramos que en esos diez casos los indicadores económicos manifestaron también una tendencia a proyectar un comportamiento positivo para la continuidad del oficialismo, pondríamos en entredicho la autonomía relativa de la aprobación presidencial.

La comprobación arrojó que, correspondiente al año preelectoral, en nueve de los casos la tasa de crecimiento del PIB (TCAP) fue favorable para la continuidad del oficialismo (90 %), mientras en el año propiamente electoral (TCAE) lo fue en siete casos (70 %). La autonomía de la APA en relación con la dinámica de la tasa de crecimiento específicamente en el año preelectoral (TCAP) resultó fuertemente limitada. En cambio, la autonomía de la APA en relación con la dinámica de la tasa de crecimiento en el año propiamente electoral (TCAE) resultó apreciable.

El análisis del comportamiento del TDAP arrojó que en siete casos fue favorable para la continuidad del oficialismo (70 %), mientras que el TDAE lo fue en seis casos (60 %). Ambos escenarios, por tanto, ponen de manifiesto una autonomía significativa de la APA en relación con la dinámica de las mismas.

Por su parte, la TIAP resultó favorable para la continuidad del oficialismo en cinco casos (55.5 %) y el TIAE en siete (77.7 %), poniéndose también de manifiesto en ambos casos la existencia de autonomía relativa en el comportamiento de la APA.

Por último, el contraste de la APA con el comportamiento combinado de los tres indicadores en el año preelectoral arrojó que, de los diez casos, en un total de siete casos, cuando menos dos de las variables económicas manifestaron un comportamiento favorable para la continuidad del oficialismo para un 70 %. En tanto, en el año propiamente electoral en un total de seis casos, cuando menos dos variables económicas manifestaron un comportamiento favorable para la continuidad del oficialismo para un 60 %. De modo que la APA mostró una autonomía significativa con respecto al comportamiento combinado de los indicadores económicos en el año preelectoral y en el año propiamente electoral.

En general, también en los diez casos en que la APA no fue seguida por la continuidad del oficialismo, el comportamiento del indicador muestra una tendencia significativa a manifestar una relativa autonomía con respecto a la dinámica de las variables económicas tomadas de manera individual o en conjunto. La excepción de ese patrón corresponde a la dinámica de la tasa de crecimiento del año preelectoral (TCAP) que, en el escenario caracterizado por la derrota del oficialismo, mostró un comportamiento favorable prácticamente coincidente con el de la APA.

De hecho, en ambos ejercicios, tanto en los veintiséis casos en que la APA coincidió con la continuidad oficialista como en los diez casos en que no lo hizo, de todas las variables económicas clave analizadas resultó la tasa de crecimiento del PIB en el año preelectoral la que menos diferencias presentó con respecto a la dinámica de la aprobación presidencial, alcanzando un significativo 83.33 % de coincidencia en el comportamiento de ambas variables. La APA, constituyendo un predictor mayoritario, aunque no necesariamente contundente de la continuidad del partido o coalición de gobierno, simultáneamente manifiesta un grado de autonomía moderado con respecto al comportamiento de la TCAP.

Tabla 16.: Comportamiento de las variables económicas cuando la APA fue seguida por el remplazo del oficialismo

Mandatario de turno y país Año de los comicios APA TCAP TCAE TDAP TDAE TIAP TIAE
Michelle Bachelet (Chile) 2009 67 % 3.53 −1.56 9.29 11.31 8.71 0.35
Cristina Fernández(Argentina) 2015 52 % −2.51 2.73 7.27 7.61 SD SD
Óscar Arias(Costa Rica) 1990 75 % 5.66 3.55 SD SD 16.51 19.04
Rafael Ángel Calderón Fournier(Costa Rica) 1994 43 % 7.09 4.51 3.95 4.05 9.77 13.53
Álvaro Arzú Irigoyen(Guatemala) 1999 42 % 4.99 3.84 5.33 5.9 5.21 5.97
Álvaro Colom(Guatemala) 2011 49 % 2.88 4.16 3.5 3.12 3.86 6.21
Martin Torrijos(Panamá) 2009 49 % 9.85 1.24 3.48 3.68 8.75 2.40
Ricardo Martinelli (Panamá) 2014 69 % 6.90 5.06 2.3 2.72 4.02 2.62
Felipe Calderón Hinojosa (México) 2012 72 % 3.66 3.64 5.17 4.89 3.40 4.11
Danilo Medina (República Dominicana) 2020 55 % 5.05 −6.72 6.36 8.9 1.81 3.78

Fuente: Elaboración propia con base en datos del Banco Mundial (s.f.) y de encuestas nacionales de Opinión Pública registradas en Student Innovation Fellowship [SIF]. (1982-2020).

5.: Conclusiones

Los politólogos latinoamericanos solemos resistirnos a aceptar que la alta aprobación del gobernante de turno puede constituir un predictor razonablemente fiable de la continuidad en el poder del oficialismo o que la percepción ciudadana de la actuación del gobierno es una lógica de votación alternativa con significación relevante en la región. Los diez casos de inconsistencia reportados en esta investigación, diseminados entre siete países, podrían constituir la razón en la que hasta ahora descansa dicha postura. Sin embargo, la comprobación empírica más amplia y puntual apuntaría a que dicho enfoque carece de fundamento. La aprobación presidencial importa en la decisión electoral. El votante latinoamericano es propenso a premiar al partido o coalición de gobierno si la percepción que tienen sobre su desempeño es satisfactoria.

El hallazgo de que la APA tiende a anticipar la continuidad del partido en el gobierno en América Latina en siete de cada diez casos, evidenciando una consistencia superior como predictor con respecto a las variables económicas claves tomadas de forma individual o de conjunto, revela la presencia de una posible pauta del comportamiento electoral. No obstante, la relativa falta de contundencia de la tendencia representa un problema para efectos de su aplicabilidad. Ante un eventual ejercicio en tiempo real con un caso específico, la proyectabilidad que brinda el hallazgo resultaría a todas luces insuficiente. Las pistas que proporciona la APA podrán contribuir de un modo más efectivo a la disminución de la incertidumbre con respecto al desenlace electoral, una vez resueltos otros dos enigmas investigativos asociados con el hallazgo: (1) ¿La consistencia de la aprobación presidencial baja como predictor de la derrota del oficialismo es mucho mayor que la arrojada por la APA? (2) ¿Por qué razón si en la mayoría de los casos la APA anuncia la continuidad del oficialismo, en otros no lo hace? La reevaluación de la función voto de la aprobación presidencial alta en la región, así como de su posible contribución a la disminución de la incertidumbre respecto al desenlace electoral, depende de que por intermedio del análisis comparado podamos ofrecer una respuesta cabal a ambas preguntas.

Finalmente, la autonomía moderada evidenciada por la APA con respecto al comportamiento en general de la tasa de crecimiento del PIB tiende a que se mantenga vigente el debate existente, respecto a quién corresponde la supremacía entre predictores económicos y políticos de la continuidad del oficialismo.

Echegaray (1996) llegó a esa conclusión luego de analizar los comicios presidenciales celebrados en América Latina entre 1982 y 1994. Otra contribución corresponde a Díaz (2019), pero la muestra no abarcó a países como Perú, Ecuador, Paraguay, Panamá, El Salvador, Guatemala y República Dominicana y no fueron considerados otros eventuales predictores de la continuidad del oficialismo como las tasas de crecimiento, desempleo e inflación.
Un resultado aproximado al arrojado por esta investigación debe ser obtenido empleando datos de otras encuestadoras, siempre que se cumplan dos requisitos: (1) la fuente primaria deben ser encuestadoras debidamente institucionalizadas y (2) la muestra debe conformarse con la mayor cantidad de casos posibles. Por encuestadora institucionalizada entendemos aquellas que se han mantenido operando sin interrupción, cuando menos durante tres mandatos presidenciales que han incluido alternancia en el poder.
Se trató de encuestas nacionales, sobre una muestra aleatoria generalmente de 1200 personas, con un nivel general de confianza del 95 % con un margen de error de más-menos 2.81 a más-menos 3.4, en dependencia de la casa encuestadora.
Considerando los casos de Guatemala y Panamá como desviaciones extremas de la tendencia de la APA a asociarse con el éxito del oficialismo en América Latina, la tasa de asociación resultante para el resto del continente es de 81.25 %. Dicha tasa la interpretamos como relativamente contundente.
No encontramos datos de Juan Wasmosy (1993/1998), Raúl Cubas Grau renunció tras un solo año de mandato (1998/1999), Nicanor Duarte (2003/2008) tuvo una aprobación de 17 % y 79 % de desaprobación (SIF), Fernando Lugo fue apartado del poder en 2012 mediante un juicio político que le impidió concluir su mandato y Horacio Cartes (2013/2018) tuvo una aprobación de 20 % y una desaprobación de 72 % (SIF).
Mora y Araújo no ofrecen información concluyente sobre la aprobación de Cristina Fernández de Kirchner durante el año 2015. Atendiendo a esa razón, en este caso específico, la lectura la tomamos de la encuestadora Hugo Haime que registra la aprobación de los presidentes argentinos desde el año 2000 y que reportó una aprobación positiva consistente de Cristina Fernández entre los meses de mayo y julio de 2015.
No hay registros de CIDGALLUP correspondientes al segundo semestre de 2017 respecto a la aprobación del mandatario Luis Guillermo Solís Rivera. Sin embargo, las encuestadoras Latinobarometer, Universidad de Costa Rica y Opol Consultores, cuyos datos también forman parte de la base de datos de SIF, reportan como positiva la aprobación del presidente.
En el universo de los veintiséis casos existió uno donde no pudimos obtener la tasa de desempleo del año preelectoral y electoral. Se trató del mandato del presidente Luis Monge en Costa Rica (1982/1986).
Reportamos tres casos en los que no fue posible ubicar los datos de la tasa de inflación. Todos corresponden a Argentina.
Para la realización de ese cálculo no fueron tomados en cuenta los cuatro casos en que reportamos falta de datos con respecto al comportamiento de alguna de las variables.
SD: Sin acceso a los datos.
Las diferencias en el número total de casos se deben a los casos reportados con anterioridad en que no fue posible encontrar datos con relación al comportamiento de alguna de las variables económicas.

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Díaz Rodríguez, O. E. (2023). Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina. Ciencia Política, 17(34), 113–153. https://doi.org/10.15446/cp.v17n34.100069

ACM

[1]
Díaz Rodríguez, O.E. 2023. Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina. Ciencia Política. 17, 34 (abr. 2023), 113–153. DOI:https://doi.org/10.15446/cp.v17n34.100069.

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(1)
Díaz Rodríguez, O. E. Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina. Cienc. politi. 2023, 17, 113-153.

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DÍAZ RODRÍGUEZ, O. E. Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina. Ciencia Política, [S. l.], v. 17, n. 34, p. 113–153, 2023. DOI: 10.15446/cp.v17n34.100069. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/100069. Acesso em: 24 jul. 2024.

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Díaz Rodríguez, Orestes Enrique. 2023. «Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina». Ciencia Política 17 (34):113-53. https://doi.org/10.15446/cp.v17n34.100069.

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Díaz Rodríguez, O. E. (2023) «Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina», Ciencia Política, 17(34), pp. 113–153. doi: 10.15446/cp.v17n34.100069.

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[1]
O. E. Díaz Rodríguez, «Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina», Cienc. politi., vol. 17, n.º 34, pp. 113–153, abr. 2023.

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Díaz Rodríguez, O. E. «Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina». Ciencia Política, vol. 17, n.º 34, abril de 2023, pp. 113-5, doi:10.15446/cp.v17n34.100069.

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Díaz Rodríguez, Orestes Enrique. «Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina». Ciencia Política 17, no. 34 (abril 12, 2023): 113–153. Accedido julio 24, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/100069.

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Díaz Rodríguez OE. Predictores de la continuidad del oficialismo en América Latina. Cienc. politi. [Internet]. 12 de abril de 2023 [citado 24 de julio de 2024];17(34):113-5. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/100069

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