Publicado

2019-07-01

La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano

The Uruguayan Anarchist Federation (FAU) and the Intertextual Production of Latin American Anarchism

DOI:

https://doi.org/10.15446/cp.v14n28.79137

Palabras clave:

acción política, América Latina, anarquismo, ideología, intertextualidad, poder (es)
Anarchism, Ideology, Intertextuality, Latin America, Political Action, Power (en)

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Autores/as

El artículo indaga sobre la trayectoria política de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la revisión crítica que hace del anarquismo para dar cuenta de las formas específicas como se produce teoría en y desde los movimientos sociales en América Latina. El punto de partida de la reflexión sugiere un distanciamiento frente a las perspectivas esencialistas de lo latinoamericano, ante las cuales se propone un camino de interpretación relacional y conflictivo en el que resulta primordial reconocer la intertextualidad como forma de producción teórica. Se concluye que la experiencia de la FAU expresa un ejercicio deliberado por hacer teoría para la práctica política, atendiendo a la necesidad de enraizar las nociones ideológicas en los contextos concretos, es decir, situarlas histórica y socialmente. Es sobre esta trialéctica en movimiento entre teoría, práctica política e ideología que se elaboran nuevas rutas interpretativas con un valor inusitado para pensar la acción política en la región latinoamericana. 

The article explores the political trajectory of the Uruguayan Anarchist Federation (UAF) and the critical review it makes of anarchism, to account for the specific ways in which theory is produced in and from social movements in Latin America. The starting point of the reflection suggests a distancing from the essentialist perspectives of what is Latin American, before which a path of relational and conflictive interpretation is proposed, in which it is essential to recognize intertextuality as a form of theoretical production. It is concluded that the experience of the UAF expresses a deliberate exercise to make theory for political practice, taking into account the need to root ideological notions in concrete contexts. That is, situate it historically and socially. It is on this ‘trialectics’ in movement between theory, political practice and ideology that new interpretive routes are elaborated with an unusual value to think the political action in the Latin American region. 

Recibido: 15 de abril de 2019; Aceptado: 5 de julio de 2019

Resumen

El artículo indaga sobre la trayectoria política de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la revisión crítica que hace del anarquismo para dar cuenta de las formas específicas como se produce teoría en y desde los movimientos sociales en América Latina. El punto de partida de la reflexión sugiere un distanciamiento frente a las perspectivas esencialistas de lo latinoamericano, ante las cuales se propone un camino de interpretación relacional y conflictivo en el que resulta primordial reconocer la intertextualidad como forma de producción teórica. Se concluye que la experiencia de la FAU expresa un ejercicio deliberado por hacer teoría para la práctica política, atendiendo a la necesidad de enraizar las nociones ideológicas en los contextos concretos, es decir, situarlas histórica y socialmente. Es sobre esta trialéctica en movimiento entre teoría, práctica política e ideología que se elaboran nuevas rutas interpretativas con un valor inusitado para pensar la acción política en la región latinoamericana.

Palabras clave: acción política , América Latina , anarquismo , ideología , intertextualidad , poder .

Abstract

The article explores the political trajectory of the Uruguayan Anarchist Federation (UAF) and the critical review it makes of anarchism, to account for the specific ways in which theory is produced in and from social movements in Latin America. The starting point of the reflection suggests a distancing from the essentialist perspectives of what is Latin American, before which a path of relational and conflictive interpretation is proposed, in which it is essential to recognize intertextuality as a form of theoretical production. It is concluded that the experience of the UAF expresses a deliberate exercise to make theory for political practice, taking into account the need to root ideological notions in concrete contexts. That is, situate it historically and socially. It is on this ‘trialectics’ in movement between theory, political practice and ideology that new interpretive routes are elaborated with an unusual value to think the political action in the Latin American region.

Palabras clave: Anarchism , Ideology , Intertextuality , Latin America , Political Action , Power .

Introducción

El anarquismo ha estado presente en la larga historia de luchas y resistencias de los movimientos sociales en América Latina: desde las insurrecciones nacionalistas de finales del siglo XIX (Anderson, 2008); pasando por la formación del movimiento obrero a finales del siglo XIX e inicios del XX, azuzando un sindicalismo de intención revolucionaria (Gómez-Muller, 2009); en las luchas de campesinos e indígenas por el derecho a la tierra y al territorio (Rivera y Zulema, 2013); en las movilizaciones estudiantiles a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI (Vitale, 1998); y en general en una diversidad de expresiones de organización popular en la que se han desplegado formas heterogéneas y en ocasiones contradictorias de pensar la acción política desde una matriz libertaria.

Eludiendo las expresiones libertarias en la región con poco contacto con las luchas sociales y enfatizando en aquellas que adquieren forma y sentido en su seno, la experiencia de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) resalta tanto por su larga y continuada trayectoria histórica, como por su preocupación por pensar y proyectar la acción política en contexto, atendiendo las necesidades concretas de su país y de la región.

El reto que enfrentó y aún enfrenta la FAU le ha valido una actitud de sospecha ideológica y de distanciamiento crítico con el anarquismo europeo decimonónico, a la vez que le ha exigido cierta plasticidad política e inquietud teórica por desarrollar una propuesta de transformación, que, sin renunciar a la construcción del Socialismo y la libertad,1 pueda hablar y actuar en el ahora.

Este artículo tiene como propósito analizar la experiencia de la FAU enfatizando en su apuesta de reconstrucción teórica y política, que es resultado de someter el anarquismo a una revisión crítica, así como de reinventarlo a través de diálogos intertextuales entre sus fuentes doctrinales y los aportes provenientes de una diversidad de orillas teóricas como el marxismo, de la mano de Althusser y Poulantzas; la filosofía crítica francesa, específicamente de Foucault y la producción teórica del llamado tercer mundo, principalmente referida en la obra de Fanon.

Este propósito posee ciertas dificultades metodológicas: por un lado, reconstruir la propuesta teórica de una organización y no de un personaje, exige comprender sus tensiones internas y evitar una perspectiva desde arriba que privilegie la voz de los grandes personajes en sustitución de la voz colectiva, una preocupación propia del anarquismo. Aquí será esencial la voz del militante obrero Juan Carlos Mechoso, sobreviviente de la dictadura uruguaya de 1973 e histórico militante de la FAU. Pese a lo anterior, la fuente principal del análisis serán las elaboraciones colectivas: documentos de formación interna, declaraciones políticas, comunicados y textos de órganos de difusión.

El artículo se divide en cuatro partes. (1) La primera propone una reflexión crítica en torno a la producción teórica de lo latinoamericano, en la que se quiere resaltar la importancia de los ejercicios intertextuales, lo cual justifica, de una u otra forma, la relevancia de estudiar el anarquismo bajo la perspectiva de entender las formas de producción teórica en América Latina. Seguidamente, (2) se presentará una síntesis histórica de la trayectoria de la FAU, en donde se propone una periodización en cuatro momentos que enfatizan los cambios de perspectiva y acción de la organización. Las dos últimas partes tienen un propósito más teórico: (3) la tercera atiende el reto de englobar la elaboración del sistema de interpretación teórica que la FAU ha venido desarrollando, la cual se aproxima en dos momentos distintos: uno a través de la unidad trialéctica entre teoría, ideología y práctica, y el segundo en el esquema de interpretación social a través de la interdependencia de esferas. Finalmente, (4) se propone un análisis de la estrategia política que orbita alrededor del tema del poder y del Estado, donde se presenta una renovada interpretación que dista de las formulaciones del anarquismo clásico.

1.: La intertextualidad y la producción teórica en América Latina

Cuando la noche cayó en el Haití revolucionario, las tropas polacas enfermas de fiebre amarrilla enviadas por Napoleón bajo las órdenes del general Charles Leclerc a restaurar la esclavitud, ¡oían cantar de cerca a sus adversarios la Marsellesa y Ça Ira! Respondiendo a este reproche, se negaron a cumplir la orden de masacrar los prisioneros.

El epígrafe que abre este apartado contiene el punto de partida teórico por el que opta Anderson (2008) para avanzar en su reflexión sobre las identidades nacionales y las luchas de liberación. Lo sugerente del relato radica en la constatación de la dificultad que supone construir una idea de identidad estable, autodefinida y claramente delimitada. En ultimas, la elaboración de un discurso político liberador en América Latina, dialogante con los referentes emancipadores del mundo europeo, nos presenta un reto interpretativo que supera la lógica dicotómico-ontológica, que, por un lado, supone la existencia de una modernidad europea y, por otro, una exterioridad absoluta, en nuestro caso, definida como América.

Esta intuición expresada por Anderson (2008) fue explorada tempranamente por los estudios postcoloniales de la India. Dichos estudios instalaron nuevos derroteros teóricos orientados a superar la matriz moderno-colonial sobre la que se adosaba la arquitectura teórica de intelectuales provenientes del sur. Esta estructura teórica se caracterizaba, entre otras cosas, por una inclinación intelectual hacia formulaciones metafísicas que, en un intento por reclamar un estatuto teórico del pensamiento periférico o en este caso latinoamericano, constituyeron una identidad marcada por el hecho colonial y, en consecuencia, una teleología que en oposición al dominio colonial se sabría inmanentemente liberadora (Castro-Gómez, 2011).

Desmontar este lugar común es el reto del proyecto de la crítica de la razón latinoamericana, no para negar la autenticidad del colonialismo intelectual o de la experiencia histórica marcada por la herida colonial, sino para poner en duda el carácter apriorístico y esencial del tratamiento de la cuestión latinoamericana, como un objeto autodefinido, ontológicamente estable y, además, absolutamente externo a la dinámica de la modernidad europea: esta lógica se encuentra en el registro propio de la razón moderno-colonial.

Lo que en contraposición se traza es un camino en el que se reconoce que lo latinoamericano, lejos de ser una identidad esencial es el resultado de un proceso complejo y abigarrado que ha supuesto una interacción constante, entre otros, con los frutos de la modernidad europea, los cuales no solo se reducen a la realidad social capitalista, como realidad efectiva, sino a sus potencias ideales que van de la mano de los proyectos emancipadores que acuden a la posibilidad de una modernidad alternativa, utópica, no capitalista: entre ellos, el anarquismo.

Lo anterior sugiere aquello que los estudios literarios desde Mijaíl Bajtín han postulado: toda producción textual y en este caso aquella producción teórica realizada desde el sur global por su condición de subordinación debe entenderse como un intertexto. En palabras de Kristeva (1997) esto significa comprender que:

La palabra (el texto) es un cruce de palabras (de textos) en el que se lee por lo menos una otra palabra (texto) […] todo texto se construye como mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto. (Kristeva, 1997, p. 3)

El esfuerzo de Bajtín está orientado a dar cuenta de la situacionalidad inexpugnable sobre la que se produce el texto y, por tanto, comprender el diálogo profundo y abigarrado que hace posible la palabra literaria y la producción teórica: un diálogo doble que se da tanto entre quienes escriben con quienes leen, como entre el texto y su contexto, es decir, los múltiples textos que lo componen (lo que Bajtín llamó ambivalencia).

La comprensión de la intertextualidad como condición teórica debe llevarnos a reconocer una característica peculiar de los proyectos políticos y teóricos que desde el sur han pretendido enfrentar la dominación colonial como una condición intelectual (Rivera, 2010): la teoría es un resultado contradictorio, abigarrado y complejo, en el que la relectura, la trasformación y la mutación se perfilan como formas particulares de producción intelectual.

Apelar a la intertextualidad sugiere que la teoría no nace de la nada ni es nunca una elaboración cerrada o ensimismada. El sur global ha elaborado su resistencia epistémica no en el asilamiento o la mera oposición a lo que es ofrecido por el norte ni tampoco en réplicas pasivas, como sugiere superficialmente el término de recepción tan en boga en la academia. Por el contrario, la teoría es fruto de interacciones complejas atravesadas por el poder, donde unas voces ganan mayor resonancia, pero son manchadas o mutadas, dando vida a formulaciones totalmente novedosas que dialogan y se adecúan a los contextos propios en los que son elaboradas.

El eco que las expresiones ideológicas del proletariado europeo han tenido en las luchas de liberación en América Latina es indudable. Las expresiones mutantes (López, 2004) del anarquismo o el marxismo integran el ambiente cultural y político de la lucha social latinoamericana, y su comprensión nos permite asumir la movilidad, la plasticidad y el rasgo relacional de toda producción humana.

2.: Acción directa anarquista: aproximación histórica a la FAU

Recientemente Juan Carlos Mechoso, militante histórico de la FAU, elaboró una serie de cuatro tomos en los que procura sintetizar la historia de la organización, valiéndose de material político, cartas y entrevistas realizadas a diferentes militantes. La serie de tomos se tituló Acción directa anarquista: una historia de FAU; recoge desde los antecedentes anarquistas de 1870 hasta la dictadura militar de 1973 y presenta documentos valiosos, no siempre fechados, que permiten rastrear las trasformaciones teóricas y políticas de la organización. El estilo narrativo combina fuentes historiográficas para detallar el contexto de la época, anécdotas y relatos en primera persona, tanto de Mechoso como de otros militantes aún vivos de la FAU, así como documentos oficiales de la organización, tanto aquellos destinados a la divulgación como aquellos internos que van desde materiales de formación hasta intercambios epistolares.

Teniendo como base este aporte, propongo hacer una periodización histórica de la organización dividida en cuatro momentos distintos, los cuales se definen con relación a los cambios de contexto y su influjo en las transformaciones internas de la organización.

2.1.: Formación e inserción en la lucha social (1956-1967)

Tras la crisis del anarcosindicalismo y la derrota de la experiencia anarquista española y búlgara,2 el panorama internacional parecía haber dejado al proyecto libertario como una anécdota de la lucha social. De 1930 a 1970 el anarquismo fue casi inexistente y las pocas expresiones organizadas vigentes se mostraban incapaces de enraizar con fuerza en la lucha social y recuperar el papel hegemónico jugado a inicios de siglo XX.

En este nuevo y complejo escenario nace en la república oriental del Uruguay, un país con fuerte tradición libertaria y presencia importante de migrantes españoles e italianos anarquistas, la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) en octubre de 1956, con el claro propósito de unificar aquellas iniciativas dispersas que seguían vigentes en el país.

La FAU desde su nacimiento expresó una suerte de convivencia y sincretismo entre los rasgos políticos de la izquierda latinoamericana, afianzada en la década de los cincuenta en una perspectiva fuertemente antiimperialista y nacionalista, y el anarquismo. De ahí su preocupación por reflexionar en torno al anclaje imperialista de los gobiernos militares de la región, a su vez que extiende su apoyo crítico a las revoluciones nacionalistas como la liderada en 1952 por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en Bolivia. Con respecto a lo anterior, en un pronunciamiento la FAU reconocía que la “Unidad latinoamericana y (el) espíritu revolucionario socialista y libertario en sus pueblos, podrán algún día transformar y liberar este continente” (Mechoso, 2006, p. 12). Esto reflejaba su preocupación en torno al problema nacional afincado en una idea de liberación continental muy propio del naciente latinoamericanismo.

Este periodo de formación de la FAU se caracteriza por la consolidación de un discurso político que apostaba a las reivindicaciones propias del llamado tercer mundo, junto a la tradición histórica anarquista: una línea antiimperialista de corte tercerista (ni yanquis ni soviéticos) que conjugaba con el obrerismo heredado del anarcosindicalismo, y junto a una particular combinación de un discurso latinoamericanista con el acostumbrado internacionalismo libertario que se defiende reiteradamente. Para Mechoso (2009b) este espíritu explica el hecho de que la primera gran actividad de la FAU haya sido la elaboración y convocatoria del Congreso Anarquista Latinoamericano en 1957, celebrado en Montevideo. Para 1962 se lee en un documento público de la organización:

A nosotros nos interesa ubicar frente a fenómenos concretos de este momento, lo que tiene vigencia de pensadores que adecuaron el anarquismo al momento histórico que les tocó vivir, nosotros con sus mismas finalidades, procuramos hacer otro tanto […] En este conjunto de nuevos fenómenos, que hacen al mundo de hoy, las básicas premisas revolucionarias del anarquismo tienen cada vez más vigencia. (Mechoso, 2006, p. 218)

A esta aproximación a la izquierda latinoamericana y a los problemas propios de la región se sumó una ruptura estratégica con el anarcosindicalismo clásico, reconociendo que la crisis en la que se sumía esta estrategia no solo correspondía a procesos externos, como la emergencia del populismo y del sindicalismo paraestatal,3 sino, sobre todo, procesos internos del movimiento anarquista especialmente relacionados con la desatención anarcosindical al problema de la política y su atrincheramiento en la lucha meramente social. Acá fueron esenciales las reflexiones del anarquista Italiano Errico Malatesta sobre el partido anarquista4 que convocaba a la creación de una organización política específicamente anarquista que planificara y coordinara la acción en la lucha social.

Este primer periodo tuvo un momento de inflexión en la historia de la FAU iniciado en 1959 tras el triunfo de la revolución cubana y culminó en 1963 cuando la organización se dividió tras múltiples debates desencadenados fundamentalmente –aunque no exclusivamente– por el proceso cubano.5 Consecuentemente con su línea tercerista y antiimperialista la FAU desplegó una campaña de solidaridad amplia hacia la revolución cubana, no sin haber atravesado por infinidad de debates internos que develaron “importantes diferencias de concepción (que) delataron una crisis teórica, ideológica, política, metodológica y organizativa que parecía impensable en el momento de la fundación” (Barret, 2008). En términos generales la ruptura dividió una facción más preocupada por la reafirmación identitaria y política del anarquismo que, tras la ruptura, intentó dar vida a la efímera ALU (Alianza Libertaria Uruguaya), frente a otra más preocupada por atender la realidad política e insertarse en la lucha social del país, formada principalmente por militantes de extracción obrera. Esta última fue la que quedó en la FAU, abriendo paso a un momento de ampliación teórica e ideológica.

2.2.: Dictadura constitucional, lucha armada y construcción de un sistema teórico (1967-1973)

Tras la ruptura de 1963, la FAU tuvo un crecimiento importante a la vez que logró protagonizar una de las luchas sociales de su país como lo hizo en la formación de la CNT (Convención Nacional de Trabajadores) en 1964. Esto le valió puestos en la dirección política mientras reforzaba su presencia en diferentes sindicatos de industria, en actividades barriales y en su –no muy relevante– presencia en la FEUU (Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay). Este proceso de progresivo crecimiento organizativo y político se vio afectado en 1967 por los cambios desencadenados a nivel nacional.

En 1967 llega al poder Jorge Pacheco Areco por el partido colorado. Ante el ascenso de la movilización social provocada por las políticas antipopulares de Pacheco, el gobierno emitió un decreto en el que se ilegalizó ese mismo año, en el mes de diciembre, seis organizaciones de izquierda en la que se incluye a la FAU. Con esto se recrudeció la represión. El antagonismo político y militar escaló especialmente de la mano de la actividad armada del MLN Tupamaros (creada formalmente en 1965), guerrilla de inspiración guevarista que intentó acoplar el esquema foquista al medio urbano.

En ese mismo contexto la FAU avanzó sobre las definiciones de la lucha armada, recogiendo su premisa de azuzar la acción directa popular, pero teniendo en perspectiva la necesidad de distanciarse de los esquemas autoritarios que reproducía la estrategia del foco guerrillero.6 Para la fecha la FAU ya contaba con un espacio importante que operaba desde 1963 y desde el cual se realizaron acciones militares específicamente de apoyo a la lucha social: desde confrontaciones callejeras hasta secuestros en favor de huelgas o conflictos obreros ya abiertos.

Para 1968, en un intento de adaptarse a la situación de ilegalidad y represión, la FAU decidió sacar un frente de masas que pasó a llamarse Resistencia Obrero Estudiantil (ROE), desde donde se empezó a popularizar la consigna ¡Arriba los que luchan!, tras una exitosa expropiación bancaria que tuvo como objetivo obtener recursos para la formación de ROE.

De este modo la FAU vivió en la clandestinidad con dos espacios de trabajo: la ROE, que no solo nucleaba militantes anarquistas sino simpatizantes sin definiciones ideológicas; y un aparato armado internamente denominado la “chola”, que llevó a cabo el robo de la bandera de los 33 orientales, símbolo patrio de la independencia uruguaya, el 16 de julio de 1969. Este hecho llevó a que el aparato armado empezara a conocerse como Organización Popular Revolucionaria-33 Orientales (OPR-33) y asumiera como propia la consigna estampada en la bandera: Libertad o Muerte.

En este periodo la labor teórica de la FAU se profundizó, además, se construyó una serie de documentos importantes: reflexiones sobre la organización política anarquista (a lo largo de 1970),7 los COPEI (FAU, 1972b) y Huerta Grande (FAU, 1972a). También son publicados el semanario de Cartas FAU y la revista Rojinegro. Era latente la preocupación por actualizar la perspectiva de clase y atender los llamados de los nacientes nuevos movimientos sociales (De Sousa Santos, 2001).

2.3.: Dictadura militar, persecución y aniquilamiento (1973-1976)

El proceso abierto en 1967 fue interrumpido en 1973 tras el golpe militar que configuró toda una estructura de guerra antinsurgente que en pocos meses liquidó casi toda la militancia del MLN Tupamaros y buena parte de la OPR-33. Gran parte de los militantes de la FAU se exiliaron a Argentina en el conocido Plan Abril (Mechoso, 2009a), desde donde intentaron continuar la lucha, esta vez contra la dictadura militar, dando vida al Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) en 1975. Este gesto profundizó la apertura ideológica, especialmente de la mano de cierto intento de síntesis entre el anarquismo y el marxismo.

Para el año 1976, con el golpe militar en Argentina y la incursión del Plan Cóndor, gran parte de la militancia de FAU-PVP fue capturada, torturada y desaparecida, dejando a la FAU en una situación ostensible de vulnerabilidad.8 Hasta el fin de la dictadura en el año 1985 la actividad de la FAU era casi invisible, siendo relevante únicamente el 1 de mayo que se celebró en 1983, tras diez años de dictadura militar.

Frente a este periodo de la FAU existe aún una confusión difícil de descifrar relacionada a la creación del PVP y su temprana renuncia al anarquismo tras la agudización de la represión y la revisión crítica de los sucesos en la dictadura. Mientras para autores como Barret (2008) el PVP es consecuencia del intento de síntesis entre el marxismo y el anarquismo, como de la revisión del anarquismo que permitió la inclusión de un repertorio nacional-popular avalado por la FAU; para Mechoso (2009a) la síntesis se muestra como un proceso de poco impacto en la organización y el viro marxista de PVP representa solo a un sector pequeño de la militancia de la FAU que nunca tuvo mayor preocupación política por el anarquismo. Lo único que resulta claro es que hoy en día la FAU mantiene una impronta anarquista que le valió desmarcarse del proyecto del PVP.

2.4.: Apertura democrática, rearticulación de la FAU y nuevos retos (1985 al presente)

La historia reciente de la FAU es un intento de reorganización y renovación política que supuso una actualización teórica importante tras la vuelta a la democracia en 1985. En este ejercicio salieron documentos claves: la declaración de principios (FAU, 1993), en la que se caracterizan las transformaciones producidas a nivel global y regional, y el material variado del XI congreso (celebrado entre 1996 y 19979) en el que surgen definiciones importantes en torno a la noción de clase, la acción política y la estrategia.

También se reconoció en este periodo una preocupación por fortalecer y apoyar las nacientes organizaciones libertarias a nivel regional y mundial, como lo fue el apoyo dado a la formación de la Federación Anarquista Guacha de Brasil que hoy por hoy ha logrado construir una instancia nacional de más de doce organizaciones anarquistas bajo la Coordinadora Anarquista Brasileña (CAB). La FAU también mantuvo relaciones con organizaciones en Argentina, Chile, Bolivia, Perú y Colombia.

Otro elemento relevante fue la promoción de instancias de articulación social a nivel regional con el Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Populares Autónomas (ELAOPA), creado en el 2003 como derivación del conocido Foro Social Mundial en un intento por profundizar una perspectiva autonomista de los movimientos sociales y separarse de las tendencias, en términos de Rivera (2010), “ONGizantes” del foro.

A esto se suma un deliberado esfuerzo por teorizar desde el anarquismo, lo cual significó una rica producción de documentos en la que se cuenta el material de formación conjunta elaborado con la Federación Anarquista Gaucha (FAG) y que constituye uno de los materiales más completos de un sistema teórico de interpretación de la realidad (FAU y FAG, 2007). Cabe agregar que se redactó un variado material sobre el poder, la estrategia, la lucha de clases, la ideología y demás temáticas que reafirman la inquietud teórica de la FAU por hacer teoría para la práctica política.

2.5.: Reflexiones generales sobre la historia de la FAU

El recorrido histórico de la FAU que se ha propuesto, enfocado en su producción teórica e ideológica, permite dar cuenta de múltiples procesos que permiten caracterizar y diferenciar las particularidades de la organización:

  • Desde temprano, la FAU expresó una sospecha ideológica frente al anarquismo y su capacidad de brindar herramientas adecuadas para el momento que vivían. Esta sospecha, en vez de traducirse en un distanciamiento derivó en una profundización teórica orientada a someter a una revisión crítica al anarquismo para dotarlo de actualidad. Esto produjo una mutación interesante que combinó concepciones clasistas con luchas nacionalistas, incorporó un repertorio crítico anticolonial, así como se alimentó de las teorizaciones complejas en torno al poder, llevándolo a romper con la clásica formulación antitética entre anarquismo y poder.

  • La FAU tuvo una preocupación por pensar siempre en contexto, lo que la acercó al latinoamericanismo y los nacionalismos de izquierda de la época. Aun así, esto no supuso una renuncia a la impronta internacionalista, sino un intento de sincretismo que atiende al hecho de las diferencias nacionales y regionales como parte configuradora de una acción política efectiva. Este hecho arrojó una pista para entender por qué la FAU sobrevivió a la tendencia de reflujo del anarquismo a nivel mundial. Para Vitale (1998) esta tendencia se asocia con la incapacidad del anarquismo para dialogar con los contextos culturales y materiales de cada región; en contravía, la FAU atendió con cierto pragmatismo y plasticidad política estos problemas.

  • Específicamente en la década de los setenta la FAU vivió un proceso de inquietud teórica que llevó a plantearse la necesidad de construir un sistema teórico que soportara la acción política de la organización. En este proceso fueron fundamentales tanto las lecturas de Bakunin y Malatesta, que aparecen reiteradamente de forma explícita, como las de Fanón y su reflexión sobre la violencia y el colonialismo, además de las lecturas de Foucault, Poulantzas y Althusser, las cuales, sin tener una mención explícita, resuenan en su esquema de interpretación social, así como en su teorización del poder.10

  • La historia de la FAU transita por los mismos caminos de la izquierda latinoamericana, azuzando esencialmente su espíritu libertario y antiautoritario. Primero, en la forma como incorpora elementos del nacionalismo popular y las luchas antiimperialistas en las décadas de los cincuenta y los sesenta; seguidamente, con la ampliación teórica y la atención a los nuevos movimientos sociales de la década de los setenta; a las trasformaciones y transiciones de los ochenta y los noventa; y así hasta la actualidad, cuando ha entablado un diálogo próximo con lo que en la región se ha pasado a conocer como los movimientos autonomistas.

3.: La búsqueda de un sistema de interpretación teórica

3.1.: Teoría, ideología y práctica política: unidad trialéctica

En el año 1962 la FAU publicó un breve artículo titulado Socialismo, etapas fatales, burguesía nacional, en el que se cuestionan duramente las fórmulas etapistas que desde Moscú proclamaban la necesidad de que a una revolución socialista le antecediera una revolución democrática burguesa. Todo bajo una interpretación del salto histórico como consecuencia del juego entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y no de la voluntad o la agencia colectiva. Esta distancia crítica con respecto a la interpretación que se proclamaba científica del marxismo fue suficiente a la FAU –soportada por el curso de los hechos vividos, por ejemplo, en Cuba– para desmarcarse tanto del materialismo histórico, propio del marxismo, como del evolucionismo muy propio de Kropotkin y algunos anarquistas. No obstante, la FAU no desistió de la necesidad de contar con un sistema teórico que atendiera el problema de la historia y soportara la acción política de la organización.

Fue el italiano Errico Malatesta11 quien se convirtió en un puntal de inicio de dicha búsqueda y tuvo como elemento de partida la crítica al fatalismo histórico, encubierto en un manto de supuesta ciencia histórica. A esto se le agregó una revalorización del concepto de ideología, rezagado en el esquema marxista tradicional a la sinonimia de engaño o mistificación. Estos elementos fueron esbozados con claridad en un documento de circulación interna escrito en 1972 que llevó por nombre Huerta Grande y que merece especial atención.

El documento inicia con una reflexión sobre la importancia de contar con un sistema de interpretación teórica: “Sin teoría se corre el riesgo de pensar cada problema solo en particular, aisladamente, a partir de puntos de vista que pueden ser diferentes en cada caso. O en base a subjetividad, pálpitos, embalajes, etc.” (FAU, 1972a). De fondo, lo que expresa es una valoración de la teoría como necesidad para la acción política revolucionaria; entendiendo, no obstante, que la teoría se constituye como una herramienta y no como una finalidad en sí misma, a saber, como una herramienta que debe servir al trabajo social y político para no ser solo “charla inconducente, de estéril polémica ideologizante”.

La imagen que usa la FAU para explicar el lugar que tiene la teoría es la de cualquier herramienta que sirve al trabajo:

El que compra un gran torno moderno y en lugar de tornear se pasa hablando del torno, hace un mal papel, es un charlatán. Lo mismo el que pudiendo tener un torno y usarlo prefiere tornear a mano, porque así se hacía antes. (FAU, 1972a)

El primero hace de la teoría una mera inquietud intelectual, mientras el segundo la rechaza en un espíritu ausente de crítica.

Para la FAU la relación entre teoría y práctica política se constituye en una unidad dialéctica: la práctica política es el espacio privilegiado para producir teoría y es allí donde debe volver. Asimismo, la práctica política se vuelve eficaz y conducente siempre y cuando la teoría esté atendiendo a la realidad concreta en sus permanentes transformaciones: no hay práctica política eficaz sin teoría ni hay teoría eficaz sin práctica política.

Aun así, la unidad teoría-práctica política está incompleta ya que para la FAU existe un tercer elemento que entra en juego: la ideología. En el esquema tradicional marxista la ideología se ha asociado con falsa conciencia, engaño o mistificación.12 Para el marxismo es necesario anteponer a la ideología burguesa una ciencia histórica (proletaria) que dé cuenta de las fuerzas vivas de la historia, de ahí que el marxismo haya sido entendido como una ciencia que interpreta las leyes de la historia que nos llevarán rumbo al comunismo, tras el agotamiento de las premisas básicas de las etapas históricas que le anteceden.

Para la FAU, bajo la perspectiva de Malatesta, el esquema ciencia e ideología planteado por el marxismo no solo resulta inadecuado, sino, además, perjudicial para la lucha social al omitir en la ecuación la agencia o la voluntad colectiva. Esto sugiere, entre otras cosas, que para que llegue el socialismo tendríamos que esperar a que maduren las condiciones y que las fuerzas vivas de la historia produzcan el salto histórico.

La FAU antepuso al esquema clásico una suerte de unidad trialéctica entre ciencia, ideología y práctica política. En el mismo documento de 1972 la FAU presentó un esquema conceptual básico en el que indica que mientras la teoría apunta a elaborar instrumentos conceptuales, para pensar rigurosamente la realidad concreta (un equivalente a ciencia), la ideología por su lado se vincula con aquellos elementos no científicos que contribuyen a dinamizar la acción: valores, representaciones, ideales, sensibilidades, aspiraciones, etc.13 Así, la ideología, antes que falsa conciencia, es aquello que da sentido a la práctica: moviliza, crea criterios axiológicos y normativos en la vida de las personas y las comunidades, y es, por tanto, productora de realidad.

De esta forma, el socialismo, la revolución o la anarquía no son para la FAU momentos de un movimiento histórico lineal que una ciencia histórica ha descubierto y pretende estimular; por el contrario, son aspiraciones que pueden realizarse o no, según el avance de la lucha política que depende, íntimamente, de la teoría y de la ideología. El documento resume esta trialéctica como sigue:

Una práctica política eficaz exige, por lo tanto, el conocimiento de la realidad (teoría) la postulación armónica con ella de valores objetivos de transformación (ideología) y medios políticos concretos para lograrla (práctica política). Los tres elementos se funden en una unidad dialéctica que constituye un esfuerzo por la transformación social que el partido postula. (FAU, 1972a).

3.2.: Interdependencia estructural de esferas

Otro de los blancos de ataque de la FAU a la predominante teoría marxista en la década de los setenta se dirige al esquema de interpretación de la sociedad en la metáfora estructura-superestructura y su derivación economicista centrada en los problemas de la estructura económico-material. La inquietud teórica de la FAU y su preocupación por resolver el problema del Estado, con la centralidad que históricamente el anarquismo habría dado a la cuestión, no se satisficieron con las valoraciones de Althusser (1976a) en torno a la autonomía relativa de la dimensión superestructural, sustentada en la noción de determinación en última instancia.

Desde la década de los setenta la FAU empezó a explorar una nueva ruta teórica que dio un lugar relevante en la interpretación de la realidad al problema del Estado y de la producción ideológica. Esta nueva ruta se desarrolla detalladamente en un documento de formación interna elaborado entre la FAU y la FAG publicado en el 2007.

En términos generales, la propuesta sustituye el esquema estructura-superestructura por uno que se constituye en un conjunto de tres esferas separadas, pero interdependientes: la económica, la política/jurídica/militar y la cultural/ideológica.14 La esfera económica corresponde a lo que tradicionalmente en el marxismo se entiende como estructura o infraestructura, es decir, la producción material de la vida en sentido estricto. La esfera política/jurídica/militar se asocia a la forma de organización de la vida en común y de la toma de decisiones en una sociedad: el Estado, la estructura jurídica, el ejército y en general todo aquello que el marxismo convencionalmente llama superestructura jurídico-po-lítica. Finalmente, está la esfera cultural/ideológica, la cual “tiene que ver directamente con la constitución histórica de los sujetos sociales, y, con la forma como estos se expresan en la sociedad” (FAU y FAG, 2007, p. 10). En otras palabras, son normas sociales, creencias, hábitos, criterios morales, etc. Como se especificó previamente, la ideología es comprendida como sentido de la praxis y no como falsa conciencia, ya que se entiende su potencial como productor de realidad y, por tanto, como materialidad: “las ideas tienen un tipo de materialidad, son tangibles, palpables. Son tan contundentes como una medida económica o una decisión política” (FAU y FAG, 2007, p. 4).

La operación teórica de la FAU no consiste simplemente en un cambio didáctico de la estructura del esquema social, sino además propone una forma particular en la que operan. Por un lado, se entendería que las esferas son parte de una estructura global en la que fluyen las relaciones de poder, al estilo de lo que Foucault (1991) denomina “relaciones de dominación-resistencia”. Cada esfera posee una autonomía relativa que, contrastando con Althusser, se relativiza por la interdependencia con las demás esferas y no solamente por el carácter determinante de la economía.

Con relación al carácter dominante de alguna de las esferas se plantea:

Esa dominancia sería producto de los análisis respectivos y no apriorísticos. […] Vale decir entonces que sería una estructura global sin predominio preestablecido. O sea, sin determinancia a no ser la interdependencia. Lo “determinante”, si se quiere usar el término, sería la matriz que ese conjunto global posee. Capitalista en nuestro actual periodo (FAU y FAG, 2007, pp. 4-5)

Con la impronta indiscutible de autores como Foucault y Malatesta, la FAU reconstruyó una propuesta de interpretación teórica que rompe con el economicismo y le dio centralidad al problema del Estado y a la producción ideológica, así como amplió el problema del poder que desde el marxismo ortodoxo se pretendía resolver con la toma del Estado. Al respecto, comprende que el esquema de dominación capitalista no se da a basto con las relaciones de explotación en el trabajo, sino que, además, precisan de la dominación política y de la opresión o sujeción cultural e ideológica.

A partir de esta perspectiva teórica la FAU elaboró una definición propia del anarquismo:

La visión que del anarquismo propugna la FAU se constituye en torno a una crítica de las relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer social (políticas, económicas, jurídicas, militares, educacionales, culturales, etc.), crítica que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento histórico concreto en que tiene lugar. (FAU, 1993)

4.: La sospecha ideológica: la redefinición del poder y la política en la FAU

Como se ha insistido a lo largo del trabajo, en la FAU existió cierta sospecha ideológica frente al anarquismo, que lejos de valerle una ruptura con con él, este supuso una forma crítica de asumirlo y reinventarlo, tomando aportes de diferentes orillas teóricas. En este proceso no solo se hizo necesaria la elaboración de una nueva ruta de interpretación teórica, sino, además, una redefinición política del anarquismo que pudiera explicarse a través del problema del poder y de la estrategia política.

La cuestión del poder y la política en la FAU tiene dos entradas de análisis que hacen parte de dos momentos de una misma estrategia de acción: el problema del poder como ejercicio y práctica de los movimientos sociales, la creación del poder popular y del poder como disputa específicamente política en torno a la hegemonía.

4.1.: Poder popular: el problema del Estado y el sujeto histórico

Durante las décadas de los sesenta y los setenta en América Latina fue ganando fuerza la idea del poder popular, entendida como una forma particular de pensar la acción política revolucionaria, dando prioridad a la organización de la fuerza social para fuera esta la que protagonizara la disputa por el cambio. Acha (2007) ha señalado que la noción del poder popular surge tras la develación de los límites que suponía para el contexto latinoamericano el socialismo obrerista de inspiración soviética, afianzado en los partidos comunistas de la época, como también las expresiones populistas de la región. El primero, afincado en fórmulas mecánicas con poco desarrollo en la región (transición de etapas, prioridad obrera, formación de la conciencia revolucionaria a través del partido de vanguardia) y el segundo por el agotamiento de las condiciones históricas (crisis económica de 1929 y redefinición del papel del Estado) que favorecieron el proyecto de integración social policlasista a través de identidades nacionales.

Aunque usualmente se rastrea el origen de la estrategia del poder popular en América Latina dentro de las organizaciones de inspiración marxista, que veían en el proceso cubano un derrotero a seguir, Corrêa (2010) ha demostrado que en la misma génesis de la formación de esa izquierda, que se pasó a llamar izquierda del poder popular, se encuentra el anarquismo latinoamericano y específicamente la FAU, quienes habrían rechazado tempranamente la salida leninista tradicional de la toma del poder, como las populistas que se limitaban a impulsar reformas desde el Estado.

Corrêa (2010) rastrea en dos proyectos organizativos las primeras elaboraciones de una estrategia del poder popular: primero, a inicios de la década de los setenta el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, que contó con una importante participación de anarquistas en su fundación y, segundo, de forma más temprana, la FAU. Para ambos proyectos se trató de una estrategia que rechazaba la imagen residual de las organizaciones populares en favor de la acción política del partido, muy propia de la izquierda leninista, como también suponía una actitud de desconfianza frente a los logros de los gobiernos progresistas de la región y los llamados a la conciliación de clase: “Para sectores obreros y populares de base, y para la cultura mirista, Poder Popular quería decir la organización directa del pueblo, en oposición del Estado y el Poder Burgués” (Gutiérrez, 2008).

La reivindicación de la FAU resulta ser más temprana que la del MIR. A finales de la década de los cincuenta la FAU empezó a popularizar la consigna “Crear un pueblo fuerte”, en un contexto en que el común denominador de la política era el de los hombres fuertes (Mechoso, 2009b), tratándose ya sea de dictadores o de caudillos populistas. De fondo se recuperaba de la tradición anarcosindical la relevancia dada a los movimientos sociales para disputar el cambio social. Experiencias de cooperativas, tomas de fábricas y universidades, y proyectos para favorecer el control obrero y popular sobre los asuntos comunes (no solo de los medios de producción, sino también espacios de decisión y convivencia) hicieron parte del repertorio político de la FAU. Ya para la década de los setenta la consigna “Pueblo fuerte” se expresó en una polémica variación a través de la noción de Poder Popular.

La variación puede responder a múltiples causas. Vall (2013) argumenta que la FAU en su diálogo político con la realidad latinoamericana empezó a incorporar ciertos elementos sobre los que orbitaba la preocupación del nacionalismo de izquierda, en este caso la idea de lo popular en contraste con la clase obrera, en un momento en que irrumpen en la escena política multiplicidad de reivindicaciones que desbordaban la relación obrero-patronal. Por otro lado, estaba el problema del poder, que, a partir de la revolución cubana, se volvió elemento central en la perspectiva de la izquierda de intención revolucionaria.

Para la FAU el problema del poder se asocia directamente con la prefiguración. Se trata del control o ejercicio directo del pueblo sobre su vida y los asuntos de afección común. En otros términos, la bandera del poder popular permite actualizar nociones básicas y comunes en el anarquismo, como lo son la autogestión y la acción directa, definidas no solamente en la esfera económica (control obrero de la producción), sino de manera trasversal en todos los espacios (esferas) de la vida que susciten contradicción.

Sobre esto fueron esenciales varios elementos a considerar: por un lado, el poder es fundamentalmente capacidad, de ahí su inmediata conexión con el proyecto de fomentar la acción directa del pueblo. Pero también se reconoce que dicha capacidad entra en contradicción con instancias prexistentes que ejercen poder en la sociedad, específicamente el Estado, pues, en la formación histórica capitalista, el poder toma la forma de negación: despotenciación de ciertos sectores sociales.

Para la FAU el Estado no es concebido como un aparato que garantiza la reproducción del modo de producción capitalista y su relación de clase. Por el contrario, la FAU nos propone una aproximación desde dos planos distintos: “como terminal de un conjunto de diversas relaciones y como reproductor de ellas” (FAU, 1993). En otros términos, el Estado cumpliría la función de “estructura estructurante” (Bourdieu, 2000), en cuanto produce y garantiza la continuidad de unas relaciones específicas de sociabilidad, la cual se caracteriza por la disociación de lo social y lo político, es decir, la separación entre las personas y sus posibilidades de decidir sobre lo común. De ahí que el poder popular no solo busque enfrentar la propiedad privada de los medios de producción, el cual soporta la relación de explotación, sino a su vez las relaciones de dominación que implican la monopolización de los medios de decisión y expresión: “Para la FAU reintegrar a la sociedad el poder político es substituir al estado y al gobierno en sus funciones tutelares y habitualmente represivas. Es socializar los mecanismos de expresión y decisión que deben serle propios” (FAU, 1993).

De lo anterior se desprende que, si el poder popular es una expresión antiestatal, lo popular no podría ser, en última instancia, una referencia policlasista como lo concebía el populismo latinoamericano. Lo popular, por el contrario, se asocia estrictamente a quienes sufren las situaciones de dominación en las múltiples esferas que estructuran la sociedad, de ahí que la FAU entrelace su reivindicación de clase con su noción de Conjunto de sectores y clases oprimidas, muy próxima a la reflexión de Bakunin,15 pero a la vez se alinea con el problema de la conciencia y la ideología por el presupuesto de interdependencia de las esferas.

Así, podríamos plantear que lo popular tiene dos momentos de comprensión: uno de carácter ontológico y otro fenomenológico. El primero se relaciona con la posicionalidad, el lugar de desventaja que se ocupa en una relación de poder históricamente definida (el Estado, el capitalismo, el individuo moderno, blanco y burgués). Pero el otro engloba el elemento de la ideología y la agencia: “El sujeto de cambio hay que producirlo […] no vendrá de la nada, no aparecerá como arte de magia, debe ser el fruto de prácticas que internalicen otras cuestiones que chocan con lo dominante” (FAU, 2011, p. 104).

En términos generales la estrategia de poder popular implica la producción de sujetos con agencia, es decir, con capacidad, que puedan disputar el poder (como posibilidad de realización efectiva) a las estructuras de dominación vigentes. Será esta entonces la tarea política primordial: la producción de sujetos históricos en la definición de las posibilidades de un futuro no capitalista y antiestatal.

4.2.: Lo específicamente político: ideología y hegemonía

En la década de los setenta la FAU hizo público un documento que llevaba por nombre La organización política es lo decisivo. El texto inicia con una polémica afirmación: “El problema del poder, decisivo en un cambio social profundo, solo puede resolverse a nivel político, a través de la lucha política” (Mechoso, 2009a, p. 194).

El carácter polémico de la afirmación radica en las confusiones que pueden generar a las perspectivas que caracterizan a la política como dimensión exclusiva del Estado, pero, además, porque rompe con la impronta anarcosindical que, en contravía de los postulados de Lenin (1975), supeditaban lo político a la lucha social y veían inconveniente la existencia de una organización específicamente política. Para comprender la referencia de la FAU se deben resolver algunas cuestiones: ¿qué significa lucha política para la FAU? ¿Qué relación tiene el problema del poder con el Estado?

En párrafos posteriores agrega el documento:

En efecto. Las formas de poder, el Estado, se ubican en un nivel preciso de la actual estructura social […] En términos concretos esto significa que la actividad política no puede ser reducida a la lucha económica, a la práctica sindical, aunque, esta pueda contener, como efectivamente contiene, elementos políticos. (Mechoso, 2009a, p. 194)

La primera entrada explicativa se da conforme a la elaboración teórica de la interdependencia de esferas, en la que se reconoce la existencia de una esfera propiamente política, hoy vinculada al Estado como estructura-estructurante de particulares relaciones sociales. Esta, si bien depende mutuamente de las esferas económicas e ideológicas, posee una especificidad no subsumible a las otras. De ahí que la lucha en el terreno económico posea una dimensión política, pero en sí misma no resuelve el problema central de la política: el poder vinculado a la capacidad de decisión y control sobre lo común.

¿Pero acaso esta no es la vía sugerida por Lenin (1975) en ¿Qué hacer? cuando señala que la lucha espontánea no pasa mecánicamente a ser una lucha política por el poder? La respuesta tiene dos posibles entradas: la primera asociada a qué se entiende por lucha por el poder y la segunda a la labor especifica de la organización política. Empecemos con la segunda.

La FAU plantea que la organización política tiene dentro de su responsabilidad canalizar las formas organizativas del pueblo, así como promover un desarrollo ideológico en el mismo; atendiendo al hecho de que la lucha espontánea, dirigida a las reivindicaciones económicas, no resuelve el problema del poder. Hasta ahí se coincide con Lenin. Sin embargo, la actividad de la organización política no es la de un partido de vanguardia dador de conciencia ni mucho menos compuesto por intelectuales de la revolución.

La organización política, lejos de ser portadora de la verdad científica y emancipadora, es portadora de una forma específica de concebir y proyectar la lucha y la transformación social, a saber, de un programa y una metodología que depende de la trialéctica ideología-teoría-práctica política. Este programa se promueve en la lucha social no solo con agitación o propaganda, sino esencialmente con la acción inmersa en la lucha social, con un estilo particular de pensar y promover la organización desde adentro y no desde afuera. Casi parafraseando a Malatesta el documento plantea: “se ha dicho, con acierto, que un resultado ideológico esencial radica en demostrar ante el pueblo una perspectiva de victoria, un camino de esperanza, de confianza en la posibilidad de un cambio profundo, revolucionario” (Mechoso, 2009a, p. 195).

La organización política concebida por la FAU no se encuentra por encima de las organizaciones sociales de masa, pero sí se diferencia de estas porque apunta a objetivos revolucionarios con un desarrollo ideológico específico: promoviendo un programa y una metodología de lucha. Antes de ejecutar su conducción, la tarea consiste en el movimiento y canalización. Lejos de querer sustituir o representar la fuerza social, como supone el partido leninista, se trata de dinamizar el protagonismo popular. En vez de una elaboración de la conciencia desde afuera, se trata del movimiento entre ideología-teoría-práctica política que entiende que el programa y la metodología se enriquece estando dentro de la lucha social y no fuera de ella. Y más que dar conciencia, se trata de disputar lo que la FAU llama el sentido común (FAU, 2004)16 como aquella ideología que sostiene el marco de dominación capitalista, para emplazar una creencia en la capacidad trasformadora de la voluntad colectiva y organizada de la gente.

Si se quisiera, entonces, hacer un parangón, antes que una formulación próxima a Lenin, la organización política de la FAU es ante todo un proyecto que disputa la hegemonía o la “conducción intelectual y moral” en el sentido que le da Gramsci (1971). Una organización que, inserta en la lucha social, promueve un programa y una metodología sustentada en el protagonismo activo y directo del pueblo, como siempre lo ha predicado el anarquismo, pero entendiendo la especificidad de la política.

Este primer elemento se profundiza con el desarrollo de la segunda pregunta planteada: ¿qué relación tiene el problema del poder con el Estado? Esta, en últimas, es la pregunta en torno a la lucha por el poder. En la declaración de principios de 1993 la FAU expone a propósito de la práctica política:

Para nosotros práctica política es toda actividad que tenga por objeto la relación de los explotados y oprimidos con los organismos del poder político, el Estado, el gobierno y sus distintas expresiones. Práctica política es el enfrentamiento con el gobierno como expresión del poder impuesto, la defensa y la ampliación de las libertades públicas e individuales, la capacidad de propuestas que atañen al interés general de la población o a aspectos parciales del mismo. (FAU, 1993)

Así, cuando la FAU habla del terreno propiamente político se refiere directamente a tratar el problema del Estado y, específicamente, el poder del Estado. Así que la lucha por el poder sería en últimas una lucha tanto por construir formas de poder popular que disputen el ejercicio del Estado, como también un ejercicio de arrebato al poder que material y simbólicamente posee hoy el Estado: ejército, legitimidad, control fiscal nacional, etc. Arrebato que antes que implicar la toma del Estado como aparato, supone la destrucción o eliminación de este, para trasladar la política a organismos de poder de la sociedad: consejos, asambleas y comités.

Aquí resulta necesario volver sobre el marco teórico de la interdependencia de esferas. Si bien la lucha por el poder político atiende al problema fundamental del Estado, este atraviesa todas las esferas de la estructura social compuestas también por relaciones de poder: la ideológica, que pasa por el combate hegemónico contra el sentido común dominador; y la económica, que pasa por la forma de gestión de la riqueza material. Así, el poder fluye en todas estas relaciones sociales, pero halla en instituciones sociales fijas espacios de estructuración y concentración: la relación obrero-patronal en la esfera económica, el sentido común en la esfera ideológica y el Estado en la esfera política.

Conclusiones

Sugerir una reflexión sobre la forma como los movimientos sociales producen teoría dentro y desde América Latina, a través del despliegue del anarquismo en la región, supone pensar el carácter complejo y abigarrado en que la agencia social latinoamericana aparece no como identidad compacta, sino como proceso abierto. Es este el potencial teórico de la intertextualidad: situar histórica y socialmente la teoría para poner en evidencia los diálogos que la hacen posible.

Aquí se ha defendido esta idea a través del ejercicio de análisis de lo que ha sido el proceso de crítica, revisión y trasformación del anarquismo en la trayectoria de la FAU, una organización que tempranamente atendió la preocupación de darle actualidad y vigencia en la lucha social latinoamericana al proyecto libertario. Su trayectoria histórica está atravesada tanto por una sospecha ideológica por los límites que suponía imitar las fórmulas del anarquismo clásico, como por una inquietud teórica que llamaba a superar dichos límites y a construir un anarquismo que diera respuesta a la realidad del aquí y ahora, sin temor al error, a la revisión y a la crítica.

El resultado de dicha actitud no pudo ser más enriquecedora. Aun careciendo de la sistematicidad de un corpus teórico tradicional, la FAU construyó herramientas teóricas que se validaban y adquirían sentido en la práctica política. La renovación de la noción de ideología y el reclamo por esa dimensión olvidada por el marxismo, la ruptura con la filosofía de la historia para anteponer la fuerza colectiva de la voluntad o la ruptura con los esquemas economicistas, que analizan la realidad en órbita a los procesos de producción material, son expresiones contundentes de un esfuerzo por producir teoría desde y para la lucha social.

Vale la pena recordar que este esfuerzo fue desarrollado por una militancia que no se caracterizaba por contar con grandes intelectuales o académicos de renombre, sino por militantes de extracción fundamentalmente obrera que, deliberadamente o no, aportaron al descentramiento de los lugares de producción epistemológica, así como develaron la práctica teórica como una práctica intencionada, es decir, profundamente política: la teoría para la FAU sirve y se entiende en el marco de un proceso de trasformación.

Esta característica de la teoría como práctica intencionada adquiere sentido en el marco de la interpretación trialéctica entre teoría-ideo-logía-práctica política. No existe teoría sin práctica política, por pasiva que sea, y sin marcos ideológicos, por más objetividad que se reclame. Incluso, antes de promover la ruptura entre estos elementos, debe reconocerse y azuzarse su diálogo para alcanzar el rigor de la crítica.

En términos de la práctica política, sobresale la resignificación estratégica de conceptos como política y poder, siendo expresión no solo de un giro semántico y lingüístico, sino una apuesta radical por pensar la acción política hoy. Esta apuesta actualizó las premisas básicas del proyecto de trasformación sin miedo a arriesgar la pureza interpretativa.

La vigencia que hoy posee la FAU en la lucha social es enorme aun cuando no sea tan evidente. Sus elaboraciones teóricas han servido como base para la promoción de diversidad de movimientos sociales en la región17 y ha impregnado un espíritu libertario que reside en toda la izquierda que reclama una estrategia de poder popular aun cuando no se revindique como libertaria.18 Incluso en el marco de lo que hoy se ha popularizado como la nueva izquierda latinoamericana, seducida por los logros del progresismo y del socialismo del siglo XXI, la FAU apela a la necesidad de mantener la impronta de la autonomía, la autogestión y la acción directa popular, elementos muy propios de una variedad de movimientos que se han definido como autonomistas19 y que hunden sus raíces en el proyecto histórico del anarquismo.

Reconocimientos

Este artículo se realizó en el marco del proyecto de investigación colectiva del Grupo de Investigación en Teoría Política Contemporánea (Teopoco) de la Universidad Nacional de Colombia titulado Movimientos sociales y subjetividades: desafíos teóricos desde América Latina.

Julián López Hernández

Economista y Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Candidato a magíster en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del Grupo de Investigación en Teoría Política Contemporánea (Teopoco) de la Universidad Nacional de Colombia.

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Socialismo y libertad es la consigna que define el horizonte político de la FAU.
Pese a ser poco documentada, la experiencia búlgara constituye una de las más importantes en la historia del anarquismo global, la cual duró por lo menos treinta años (1918-1948) e influyó en la formación de la FAU. Al respecto cabe revisar el trabajo de Schmidt (2008).
Tesis defendida por Gómez-Muller (2009).
Acá el partido no se identifica por su intención de ocupar puestos en el Estado, sino por la unidad ideológica y estratégica de sus militantes. No está de más recordar que Malatesta toda su vida fue un acérrimo opositor a las elecciones, lo que le valió, entre otras cosas, una fuerte polémica con Merlino (Malatesta y Merlino, 2004).
El debate versó en torno a la estructura orgánica, el papel de la clase trabajadora y la violencia revolucionaria.
Para una lectura sobre las críticas a la estrategia foquista sugiero revisar los documentos COPEI (FAU, 1972b).
Los textos a los que se hace referencia son: La organización política es lo decisivo; De aquí partimos, 1 de junio de 1970; Pautas para el desarrollo de la organización político revolucionario, 15 de junio de 1970.
Toda la dirección del PVP, exceptuando a Mauricio Gatti, fue capturada, torturada y desaparecida.
Los documentos públicos de la FAU dificultan ubicar cronológicamente la fecha de este congreso. Aun así, tras una revisión juiciosa de los documentos, se intuye que fue realizado en el marco de estos años.
En la edición de textos de Malatesta realizada por la FAU y publicado en el año 2008, la obra de Foucault goza de un protagonismo explícito, confirmando la proximidad de la organización con sus ideas.
Una reflexión interesante sobre la propuesta teórica de Malatesta puede leerse en Corrêa (2014).
Una interesante reflexión al respecto puede leerse en Parra (2012).
La sombra de Althusser en esta interpretación ciencia-ideología es evidente (Althusser, 1976b).
Una presentación detallada de dicho esquema puede leerse en Rocha (2009).
Para una interesante reflexión sobre la noción de clase social en Bakunin ver Corrêa (2016).
Es clara la influencia de Gramsci en esta reflexión.
Por ejemplo, los recicladores o habitantes urbanos en Brasil, piqueteros y obreros argentinos, estudiantes chilenos y colombianos, entre otros.
Dirá Gutiérrez (2008): “la idea del Poder Popular, tan en boga en los años sesenta y comienzos de los setenta, es fiel reflejo de la persistencia de una tradición libertaria subterránea en el seno de la izquierda”.
Un sector importante de organizaciones autonomistas se reúnen hoy en el Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Populares Autónomas (ELAOPA). Encuentro que ha promovido e impulsado abiertamente la FAU.

Referencias

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López, J. (2019). La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano. Ciencia Política, 14(28), 129–157. https://doi.org/10.15446/cp.v14n28.79137

ACM

[1]
López, J. 2019. La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano. Ciencia Política. 14, 28 (jul. 2019), 129–157. DOI:https://doi.org/10.15446/cp.v14n28.79137.

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(1)
López, J. La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano. Cienc. politi. 2019, 14, 129-157.

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LÓPEZ, J. La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano. Ciencia Política, [S. l.], v. 14, n. 28, p. 129–157, 2019. DOI: 10.15446/cp.v14n28.79137. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/79137. Acesso em: 25 abr. 2024.

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López, Julián. 2019. «La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano». Ciencia Política 14 (28):129-57. https://doi.org/10.15446/cp.v14n28.79137.

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López, J. (2019) «La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano», Ciencia Política, 14(28), pp. 129–157. doi: 10.15446/cp.v14n28.79137.

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[1]
J. López, «La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano», Cienc. politi., vol. 14, n.º 28, pp. 129–157, jul. 2019.

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López, J. «La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano». Ciencia Política, vol. 14, n.º 28, julio de 2019, pp. 129-57, doi:10.15446/cp.v14n28.79137.

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López, Julián. «La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano». Ciencia Política 14, no. 28 (julio 1, 2019): 129–157. Accedido abril 25, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/79137.

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1.
López J. La Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y la producción intertextual del anarquismo latinoamericano. Cienc. politi. [Internet]. 1 de julio de 2019 [citado 25 de abril de 2024];14(28):129-57. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/79137

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