Published

2021-07-01

Psicoanálisis freudiano, lacaniano y ciencia política: una revisión de literatura

Freudian and Lacanian Psychoanalysis and Political Science: A Literature Review

DOI:

https://doi.org/10.15446/cp.v16n32.98351

Keywords:

Ciencia, Ciencia Política, diálogo}, emoción, pulsión, Freud, Lacan, Psicoanálisis, Subjetividad (es)
Emotion, Freud, Lacan, Political Sciences, Psychoanalysis, Drive, Science, Subjectivity (en)

Authors

  • Gabriel Menéndez https://orcid.org/0000-0001-6148-9872

El artículo recoge la elaboración de un estado del arte de 72 documentos que muestran el diálogo interdisciplinar entre la ciencia política y el psicoanálisis. En su elaboración se seleccionaron textos de orientaciones freudianas y lacanianas con tres lógicas de diálogo: investigaciones de lo político desde el psicoanálisis; investigaciones desde el análisis político con herramientas psicoanalíticas; y diálogos teóricos y metodológicos. Su contribución es pertinente ante la ausencia de revisiones de la literatura existente similares, además de propiciar un diálogo mutuamente enriquecedor entre la ciencia política y el psicoanálisis. Este último amplía el campo clínico al ofrecer herramientas que permiten comprender el espíritu de la época y romper con la epistemología homogenizadora de la ciencia clásica, al incluir la singularidad de los sujetos en los fenómenos políticos.

This paper gathers a literature review of 72 documents which follows an interdisciplinary dialogue between Political Sciences and Psychoanalysis. In its elaboration, documents from Freudian and Lacanian orientations were selected, within three major objectives: Research about the political from Psychoanalysis; research from political analysis using psychoanalytical tools; and theoretical and methodological dialogues. Such contribution is relevant at the expense of a lack of another literature reviews. It also propitiates a mutually rich dialogue between Political Sciences and Psychoanalysis. The latter amplifies the clinical field, offering tools to understand the spirit of the age, and allowing the rupture of an unifier epistemology of classic science. Including the singularity of the subjects in political phenomena.

Recibido: 8 de diciembre de 2020; Aceptado: 5 de junio de 2020

Resumen

El artículo recoge la elaboración de un estado del arte de 72 documentos que muestran el diálogo interdisciplinar entre la ciencia política y el psicoanálisis. En su elaboración se seleccionaron textos de orientaciones freudianas y lacanianas con tres lógicas de diálogo: investigaciones de lo político desde el psicoanálisis; investigaciones desde el análisis político con herramientas psicoanalíticas; y diálogos teóricos y metodológicos. Su contribución es pertinente ante la ausencia de revisiones de la literatura existente similares, además de propiciar un diálogo mutuamente enriquecedor entre la ciencia política y el psicoanálisis. Este último amplía el campo clínico al ofrecer herramientas que permiten comprender el espíritu de la época y romper con la epistemología homogenizadora de la ciencia clásica, al incluir la singularidad de los sujetos en los fenómenos políticos.

Palabras clave: ciencia, ciencia política, diálogo, emoción, Freud, Lacan, psicoanálisis, pulsión, subjetividad.

Abstract

This paper gathers a literature review of 72 documents which follows an interdisciplinary dialogue between Political Sciences and Psychoanalysis. In its elaboration, documents from Freudian and Lacanian orientations were selected, within three major objectives: Research about the political from Psychoanalysis; research from political analysis using psychoanalytical tools; and theoretical and methodological dialogues. Such contribution is relevant at the expense of a lack of another literature reviews. It also propitiates a mutually rich dialogue between Political Sciences and Psychoanalysis. The latter amplifies the clinical field, offering tools to understand the spirit of the age, and allowing the rupture of an unifier epistemology of classic science. Including the singularity of the subjects in political phenomena.

Palabras clave: Dialogue, Emotion, Freud, Lacan, Political Sciences, Psychoanalysis, Drive, Science, Subjectivity.

Introducción

Las disciplinas se definen, según Foucault (1987), como un ámbito de objetos, métodos, proposiciones consideradas válidas, reglas, definiciones e instrumentos que funcionan como un sistema (Foucault, 1987, p. 27). En este sentido, los objetos de estudio de la disciplina de la ciencia política serían el sistema político, el Estado y el poder (Mejía, 2006). Además, está la subjetividad en cuanto toda ciencia social se refiere a los sujetos y las relaciones que estos establecen entre sí. En el campo de la politología dichos objetos han tenido diferentes perspectivas teóricas de análisis. Estos pasan por corrientes teóricas como la sistémica, la marxista, las posestructuralistas, entre otras. Pero este campo también se ha alimentado de procesos interdisciplinares y transdisciplinares. Y entabla diálogos con la lingüística, en el caso de los análisis críticos del discurso como método de investigación (Pardo, 2013); o la psicología, al establecer ámbitos de estudio como la psicología política en los que se estudia la subjetividad, intersubjetividad y emocionalidad de los sujetos (Parisí, 2008).

En este sentido, el psicoanálisis es un campo que ha tenido diálogos con los estudios políticos, ya sea para el análisis de las ideologías, como lo hace Žižek, (2010); para realizar análisis de caso de procesos políticos, como lo hace Errejón (2010); para conceptualizar lo social a partir del propio psicoanálisis, como lo hacen Freud (2017) o Lacan (2008); e incluso para construir metodologías, como lo hace Parker (2002). Estos análisis han tenido una gran riqueza conceptual ya que ligan la subjetividad en la vida anímica con los procesos de identificación, tanto individuales como colectivos, las relaciones de poder, las construcciones discursivas, los lazos sociales y las emociones de los sujetos y su relación con la política, entre otros aspectos. Siempre se parte de una serie de elementos categoriales que en otros enfoques no se encuentran, como el goce, el inconsciente, la pulsión y el deseo, entre otros; y le dan una riqueza a los análisis, al contar con dimensiones subjetivas normalmente ignoradas en el campo politológico.

A pesar de los destacables ejemplos anteriores, en la búsqueda de fuentes para este artículo, no se ha encontrado un estado del arte que relacione ambos campos. Aunque Parisí (2008) elaboró un estado del arte de la psicología política, este incluye al psicoanálisis como una corriente más y no profundiza en sus aportes concretos al análisis político. En ese sentido, la construcción de un estado del arte de los diálogos entre psicoanálisis y ciencia política es fundamental, ya que el ordenamiento de la literatura de forma sistemática y clara podría constituir una base de futuras investigaciones que pongan en diálogo ambos campos. Estos podrían retroalimentarse y superar los límites de la ciencia política clásica y del psicoanálisis. La dimensión psíquica del sujeto, del inconsciente, la pulsión, la emocionalidad y otros elementos, podrían enriquecer los estudios sobre el poder al nutrirlos de la dimensión de lo singular de los sujetos y al subvertir la epistemología homogeneizadora clásica de la ciencia. A la inversa, el estudio de la política podría develar las formas concretas de la subjetividad de la época (Lacan, 2009, p. 308).

Este artículo recoge la elaboración de un estado del arte de 72 textos y está encaminado a dar cuenta del diálogo entre los campos de la ciencia política y el psicoanálisis. Para su elaboración, se seleccionaron textos de orientación freudiana y lacaniana, y se establecieron tres lógicas de diálogo: (1) la investigación de lo político desde el psicoanálisis; (2) la investigación desde el análisis político con herramientas psicoanalíticas; y (3) los diálogos teóricos y metodológicos. La delimitación teórica en textos freudianos y lacanianos se justifica en la relevancia e impacto de ambos autores sobre las ciencias sociales y el psicoanálisis. En el caso de Freud, su estatus como fundador del psicoanálisis, su actualidad, además de su técnica clínica, la “asociación libre”, lo pone en un lugar de especial prioridad en la comunidad psicoanalítica. Cabe agregar a esto los impactos que ha tenido Freud en el pensamiento político moderno, al asociar lo pulsional y lo inconsciente al estudio de la psicología de masas. En el caso de Lacan, su relectura de la obra de Freud a partir de la lingüística, la topología matemática y la filosofía contribuyó a ampliar de forma considerable el alcance del psicoanálisis. Este carácter multidisciplinar ha impactado en distintos campos de análisis social, especialmente en lo político, y ha aportado incluso formulaciones de las lógicas elementales de los lazos sociales.

El artículo sostiene como tesis principal que existe un diálogo entre psicoanálisis y ciencia política de larga data que se alimenta mutuamente. Dicho diálogo genera innovaciones teóricas en ambos campos y rompe una dicotomía entre lo colectivo y lo particular. Así, introduce un tercer elemento como lo es lo singular y permite que elementos psicológicos de diversa índole –en especial el goce– tengan efectos políticos; asimismo, que las determinaciones políticas tengan efectos sobre el sujeto.

Definiciones disciplinares: psicoanálisis y ciencia política

Para la elaboración del estado del arte se tomaron dos categorías principales: psicoanálisis y ciencia política. Aquí se hace énfasis en la “subjetividad política” como concepto que puede construir un nexo entre ambas. Se delimita a cada una acudiendo a definiciones y sintetizando brevemente conceptos esenciales de ambas disciplinas. Esta delimitación puede ser discutida por otros autores. Lo anterior no implica ir en detrimento del rigor conceptual y definitorio de ambos campos.

En el caso del psicoanálisis, según la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA, por sus siglas en inglés), es definido de la siguiente forma:

El psicoanálisis es una teoría sobre el funcionamiento de la mente humana y una práctica terapéutica. Fue fundado por Sigmund Freud entre 1885 y 1939 y continúa siendo desarrollado por psicoanalistas por todo el mundo […] el psicoanálisis tiene cuatro áreas principales de aplicación: 1. Como una teoría del funcionamiento de la mente humana. 2. Como un método de tratamiento para los problemas psíquicos. 3. Como un método de investigación y, 4. Como una forma de ver y analizar los fenómenos culturales y sociales como la literatura, el arte, las películas, movimientos políticos y grupales. (IPA, s.f., p. 2)

Dicha teoría de la práctica humana, en su concepción freudiana, se basa en la premisa de que la sexualidad permea totalmente la estructura subjetiva; pero no como un instinto, sino como una estructura compleja relacional entre personas, deseos y estructuras psíquicas (Zuleta, 1985, p. 34). La dinámica relacional genera una estructura fundamental del psicoanálisis: el inconsciente. Este concepto, según Zuleta (1985), se deriva de la primera de dos descripciones tópicas que realizó Freud a lo largo de su obra. Hay tres instancias: lo consciente, que es aquello perceptible y vivencial; lo preconsciente, que es lo pre-reflexivo y recuperable a lo consciente de forma voluntaria; y lo inconsciente, aquella instancia que funciona entre representaciones simbólicas y afectos, que son reprimidos para que lo consciente viva en un estado homeostático (Zuleta, 1985, pp. 93-103). Esta lógica inconsciente está atravesada por aquello que Freud denominó “Complejo de Edipo”: la estructuración psíquica de cualquier sujeto, donde la relación del infante con la madre, al inicio de dependencia y unidad, se ve atravesada por la introducción del padre que cumple la función de establecer la ley y la norma. Este último genera la represión originaria que constituye la base fundamental de las estructuras psíquicas anteriormente reseñadas (Laplanche y Pontalis, 2004, pp. 61-66).

La dinámica social que da lugar a las estructuras psíquicas de los sujetos es además atravesada por la libido, considerada como la energía psíquica y emocional no mesurable (Zuleta, 1985, p. 83). A esto se suma la pulsión, la cual es considerada como un concepto fronterizo entre lo somático y lo psíquico: remite a un objeto, tiene una fuente, un fin (la satisfacción parcial) y una fuerza (Del Rocío, 2014, p. 125). La pulsión tiende a la repetición y se clasifica en dos tipos: conservación y muerte.

Todo lo anterior ha permitido el análisis de lo intersubjetivo, como los fenómenos de masas, los vínculos libidinales y el papel de lo cultural en lo social. La mirada freudiana ha servido para un despliegue de distintas corrientes teóricas como la de Melanie Klein, Carl Jung y Jacques Lacan. Este último realizó una lectura novedosa del psicoanálisis de Freud a partir de varios elementos, como la topología matemática, la filosofía y el estructuralismo lingüístico de Saussure (Gallo y Galindo, 2009, p. 27).

Lacan desarrolló una serie de conceptos nuevos y resignificó otros. Para Lacan los sujetos se construyen a partir de tres registros: imaginario, definido como el lugar del “yo” y las imágenes; lo simbólico, como campo de lo racional y del lenguaje; y lo real, que no es la mera realidad, sino lo correspondiente a lo pulsional, a la compulsión de repetición y a lo subversivo. Esto último queda excluido de los anteriores registros, aunque estos procuren asirlo hasta cierto punto (Díaz, 2014, pp. 13-17). Los registros se constituyen en el sujeto con el complejo de Edipo, la madre introduce lo imaginario, la función paterna lo simbólico y se deja en el segundo caso la introducción del sujeto en el lenguaje, que se aliena en este último. A su vez, se deja un resto perdido, un objeto causa de deseo.

El inconsciente, como resultado del proceso de alienación, es “estructurado como un lenguaje” (Díaz, 2014, p. 12) y, por ende, estructurado por cadenas significantes. El resto es lo que Lacan denomina, como una de sus concepciones: “objeto a”. Ese objeto produce la falta en el sujeto por entrar al mundo simbólico. Al ser anhelado, este objeto puede implicar una dinámica de repetición sobre lo mismo más allá del placer y empuja a la satisfacción de lo que se denomina en psicoanálisis como “pulsión” (Braunstein, 1990, p. 15). La obtención de placer a partir de la satisfacción de lo pulsional, que a su vez genera displacer por su condición de exceso, se denomina “goce” (Braunstein, 1990, p. 17).

Por último, con relación a este “objeto a” y lo pulsional se va a reseñar un concepto presente en la obra de Lacan denominado singularidad. En su libro, Attal (2012) reseña la influencia de Spinoza en la teoría de Lacan. Spinoza plantea una teoría del conocimiento que sostiene que las subjetividades, al reconocerse como parte del todo (Dios) se reconocen como una expresión de la totalidad misma y desdibujan su diferencia singular con ella (Attal, 2012, p. 232). Lacan considera esto inadmisible para el psicoanálisis, ya que es ahí donde debe considerarse fundamental el “objeto a”, que es el objeto que queda como resto por el proceso de simbolización. El objeto marca la dirección del goce y se vuelve única e irrepetible para cada sujeto, con lo cual, si bien el sujeto y su objeto de deseo son efectos del lenguaje, su relación con su objeto de deseo es de carácter singular. De esta manera, Lacan logra establecer esta singularidad como tercer elemento entre lo particular y lo universal, irreductible a cualquiera de estos dos últimos, pero efecto de ambos (Olivos, 2018).

Como se puede comprobar, el psicoanálisis contiene muchos elementos que ligan lo estructural y lo colectivo con lo subjetivo singular. Esto posibilita diálogos entre el psicoanálisis con otras ciencias sociales y, en el caso de nuestro interés, con la ciencia política. La ciencia política es una disciplina de las ciencias sociales que, según ciertas perspectivas (Vanegas, 2010), se consolida a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Aunque tuvo como antecedente principal a Maquiavelo, que había diferenciado a la política como objeto de estudio (Gómez, 2013, p. 60), la evolución de este campo del conocimiento inició a principios del siglo XX en Estados Unidos, mediante su diferenciación de la filosofía política, la economía, el derecho y la sociología, y se establece como un campo de estudios empíricos y formales (Quintana, 2006, p. 39).

Aunque el objeto de estudio de la ciencia política se debate todavía, se puede afirmar que estudia el poder en diversas manifestaciones (Gómez, 2013, p. 58). Pero esto no siempre fue así. La evolución del objeto de este campo de conocimiento pasó en primer lugar por el Estado, como aquel objeto de estudio central en la teoría política clásica, desde Hobbes a Marx, pasando por Maquiavelo y Hegel; en segundo lugar, se situa como elemento central de análisis el sistema político, construido desde las miradas funcionalistas y sistémicas, como las de Luhmann y Parsons; y finalmente el poder, desde posturas postestructuralistas como la de Foucault (Quintana, 2006, pp. 41-42).

En mención del postestructuralismo y su postura frente al poder, cabe destacar un elemento que podría pasar desapercibido y que por el interés de este estado del arte se hace necesario resaltar: la subjetividad política. A nuestro juicio, toda ciencia social estudia diversas lógicas de la sociedad y las sociedades están compuestas por sujetos, es decir, por actores sociales que se relacionan y se construyen según sus posiciones en dichas relaciones (Díaz, 2006, p. 17). Estos siguen lógicas reflexivas y de construcción de las estructuras institucionales que rigen las propias sociedades (Díaz, 2006, p. 20). En ese sentido, y si se tiene en cuenta que según Foucault (1988) los sujetos son objetivados y atravesados por el poder, podríamos comprender la subjetividad política como aquella lógica de los sujetos que está inmersa en las relaciones de poder, creadoras de las instituciones y lógicas sociales. Por esta razón, los sujetos deben considerarse parte fundamental de los estudios de la ciencia política.

Por último, teniendo en cuenta que los objetos anteriormente descritos no son definidos de forma unívoca dentro de esta disciplina, hay diversos enfoques que nutren a la ciencia política. Dichos enfoques son: el marxista, el institucionalista, el conductista, el estructural funcional, el sistémico y el cibernético (Vanegas, 2010, pp. 181-182). Además, siguiendo a Quintana, podríamos agregar a las posturas postestructuralistas (Quintana, 2006, p. 42). Con lo anterior podría señalarse que, si la ciencia política estudia el poder en sus expresiones institucionales, sistémicas y sociales, requerirá entrar en diálogo con otras disciplinas, como es el caso del psicoanálisis.

Psicoanálisis freudiano, lacaniano y ciencia política: un estado del arte

El estado del arte recoge una selección de 72 textos que está sistematizado mediante los siguientes criterios de clasificación: el primero, aborda cómo desde el psicoanálisis como disciplina se ha teorizado lo político, aquí se hace énfasis en elementos aportados por Freud y Lacan, además del análisis de otros autores como Fromm, Marcuse o Maci. El segundo, aborda cómo la ciencia política como disciplina ha usado el psicoanálisis para analizar fenómenos políticos, como el populismo, la ideología, la tanatopolítica o la imaginación. El tercero, señala diálogos teóricos entre el psicoanálisis y la ciencia política según el elemento de reflexión y la corriente en diálogo, como el marxismo, el feminismo, la teoría queer, las perspectivas funcionales-sistémicas y construcciones metodológicas.

El anterior criterio de clasificación está dado, en primer lugar, por la importancia que tiene Freud como fundador del psicoanálisis y Lacan como un autor que permitió la multidisciplinariedad dentro del psicoanálisis. Este último reformuló el psicoanálisis al punto de constituirse en una escuela distinta a la de Freud (Eidelzstein, 2020). En segundo lugar, el punto de partida de las-os autoras-es es determinante para el acercamiento al objeto y, con ello, su juicio sobre este. Por esa razón, la división está entre quienes parten del psicoanálisis para hablar de lo político y quienes, desde la ciencia política, retoman a modo de herramienta categorías psicoanalíticas para el análisis político.

Lo político desde el psicoanálisis: Freud, Lacan, Fromm, Marcuse y Maci

Sigmund Freud: el malestar en la cultura y la psicología de masas

Freud se hallaba en un periodo en el que el estudio de salud mental era apenas naciente, su época estuvo marcada por la crisis de 1929 y dos guerras mundiales. Sus posturas lograron dar lugar a la psicoterapia moderna mediante la palabra. En medio de su extensa obra, destacan dos textos relacionados con la política: Psicología de las masas y el análisis del yo (Freud, 1992) y El malestar en la cultura (Freud, 2017).

La primera de estas obras, Psicología de las masas y análisis del yo, establece una teoría de la formación de los grupos sociales, ya sean estables a lo largo del tiempo, como la Iglesia o el Ejército; o coyunturales, como las movilizaciones sociales. La obra sostiene que una masa de individuos establece lazos libidinales, donde un objeto, el “conductor” de la masa, tiene un carácter de elemento unificador debido a la identificación de los individuos de la masa con este, que sustituye por su ideal del “yo”. Dichos individuos crean lazos entre sí como sujetos de una misma comunidad, ya que todos se identifican con el conductor (Freud, 1992, pp. 109-110). Estos individuos devienen en la “masa”, entendida como un ente donde las inhibiciones desaparecen y se permite la satisfacción de las pulsiones; pero siempre con referencia a la lógica que establezca el conductor, sin que ello implique sacrificar un horizonte ético (Freud, 1992, p. 75).

La segunda obra, El malestar en la cultura, sostiene que el males-tar que vivencian los miembros de una comunidad es originado dentro de lo que Freud denomina “cultura”. Los deseos de los sujetos están dados tanto por el principio del placer y el amor (o “pulsión de vida”) que promociona la sociabilidad, como los de destrucción (o pulsión de muerte) que se les oponen, de suerte que son sublimados, calmados o frustrados (Freud, 2017, p. 52). Para mantener la sociabilidad, se pone un determinado límite que retoma una combinación de ambos tipos de pulsiones, y así se genera una instancia psíquica que causa una conciencia moral o “superyó” (Freud, 2017, pp. 80-81). La lógica del “superyó” es la lógica de la culpa y la necesidad de castigo, así como la norma es introyectada por el sujeto y dirigida contra este (Freud, 2017, p. 84). Se considera que la “cultura” es la que frustra los deseos de los sujetos. Aquí la cultura es entendida como el conjunto de normas que permiten la sociabilidad y la protección de los miembros de una comunidad frente a la naturaleza (Freud, 2017, p. 33).

Ambas obras, junto a otras orientadas a la clínica psicoanalítica, han llevado a autores como Macabías (2003) a afirmar que las teorías de Freud tienen influencia de las teorías políticas de su época. Incluso hay evidencia de que la teoría política y la filosofía de Spinoza influyó en Freud (Attal, 2012). Estos elementos permiten analizar determinados aspectos de la política con relación a los movimientos sociales en cuanto fenómenos de masas, instituciones políticas e ideologías.

Jacques Lacan: cadenas significantes, teoría de los discursos, el acto y la política

Una de las preocupaciones de Lacan sobre la teoría psicoanalítica era entender cómo es posible que exista el lazo social y la sociabilidad si las pulsiones se oponen a esta última (tal y como Freud da cuenta en El malestar en la cultura). Dicho interrogante lo resolvió al poner en diálogo el psicoanálisis con la lingüística y las matemáticas: la sociabilidad se posiciona a partir del lenguaje y lo discursivo (Berenguer, 2009a, p. 14).

Según Lacan, el ser humano se caracteriza por su estatus de hablante. Los signos lingüísticos son constituidos por dos elementos: significante (o imagen acústica) y significando (concepto) (Dor, 1989, p. 49). Estos construyen, según normas de selección y combinación, cadenas de significantes que permiten la comunicación entre sujetos. Se puede introducir el concepto de significante amo (S1) o “el Uno”: este logra acolchar toda la cadena de significantes para poder estabilizarla y dotarla de sentido (Žižek 2010, p. 126), además, es el único que está en la posición de darse significado a sí mismo (Lacan, 1967-1968, p. 146). Cuando un sujeto atraviesa la cadena sincrónica de significantes, toma uno que se constituye como punto de acolchamiento y se constituye retroactivamente el sentido del resto de la cadena. De dicho significante amo emerge una identidad estable y esta es una representación del sujeto (ver Figura 1).

Grafo del deseo

Figura 1.: Grafo del deseo

Nota. Tomado de Žižek (2010, p. 144).

Lo relevante de esta figura es comprender que un sujeto, cuando desea realizar una demanda que desea transmitir y articular, entra en contacto con el lugar del otro (O) que es conceptualizado como “tesoro de significantes” y equivalente a la lógica de lo simbólico y del lenguaje (Becerra, 2017, p. 188). Además, constituye una significación s(O) que tiene un sentido y, debido al proceso de simbolización, emerge una identidad inscrita en lo simbólico I(O). Esto implica que cualquier discurso político puede ser comprendido a partir del peso que tenga el S1. Por ejemplo, si “comunismo” es el significante amo, este es el significante que determinará retroactivamente el significado de “democracia”, “economía”, etc. (Žižek, 2010, pp. 125-126).

Lacan considera que esta figura no termina de explicar bien por qué un significante toma el papel de significante amo y propone otro concepto como el de “discurso” (Berenguer, 2009b, p. 219). Según Lacan (2008, p. 10), el discurso es una unidad estable que emerge del lenguaje y establece en el nivel más abstracto posible las formas del lazo social. Dichos discursos tienen cierta historicidad, pero lo importante aquí es reseñar sus elementos y qué impactos tienen para la política (ver Figura 2).

Los cuatro discursos

Figura 2.: Los cuatro discursos

Nota. Tomado de Lacan (2008, p. 29).

El discurso del amo (M) es la base de los otros tres discursos y se establece trazando cuatro cuadrantes de una circunferencia: el discurso del amo (M) es un cuarto de giro en la circunferencia por vez a los elementos que los constituyen. El cuadrante superior izquierdo de cada formalización cumple la función de agente; el cuadrante inferior izquierdo la función de “verdad”; el cuadrante superior derecho la función de “otro”; y el cuadrante inferior derecho la función de “producto” (Álvarez, 2006, p. 78). Los componentes son S1 o significante amo; S2 o “saber” (los demás elementos de la cadena significante); $ o sujeto barrado; y a como “objeto a”, que da fijeza a la significación, aunque también puede tener el papel de resto (Álvarez, 2006, p. 77).

En términos de Álvarez (2006, pp. 91-99), el discurso del amo tiene como lógica a la del amo hegeliano, que esclaviza al saber, siempre deja un resto a y la verdad de un sujeto escindido, un sujeto del inconsciente. Por su parte, el discurso de la histérica es la rebelión contra el amo que representa la lógica del síntoma. El discurso del analista es cuando el objeto a toma el lugar de dominancia y hace las veces del psicoanalista en sesiones de análisis. El discurso universitario vuelve al saber la agencia central, lo cual es característico de las burocracias estatales y universitarias.

Lacan (2008) profundiza en las implicaciones políticas y subjetivas de cada discurso, aunque aquí se señalan solo algunas ideas. Para Lacan el discurso del amo designa una relación entre el saber del esclavo (S2) y su explotación (S1), que muestra que el saber del esclavo es despreciado, pues se extrae un goce para la satisfacción del amo. El autor localiza a la clase obrera en el S2 (Lacan, 2008, p. 159). En el caso del discurso universitario (U), es el saber el que está al mando, esto implica una lógica de un saber cerrado, que cree “saber todo” y que propende a la explotación del otro, es decir, el a, para aumentar dicho saber. Para Lacan el discurso universitario no solo designa lo que pasa en las universidades, sino también designa el lazo social que se establece en las burocracias (Lacan, 2008, p. 32), en cuanto lo que se oculta es que es un saber de amo, al ocupar el S1 el lugar de la verdad. Lo anterior supone que en el discurso del amo y el universitario hay una dimensión imaginaria que propende por la totalidad en la política y vela la falta (Lacan, 2008, p. 31).

Esto implicó una postura crítica de Lacan sobre lo acontecido en mayo de 1968. El autor vio en lo contestatario de ciertos proyectos emancipatorios una forma de reforzar al amo que buscaban destituir, pues no se salen del marco del discurso universitario (Marine, s.f.). Pero no solo eso, el discurso histérico (H) designa el reclamo al amo desde una posición no-toda, que es solidaria con este y jamás de contradicción absoluta (Lacan, 2008, p. 99). La única posición que se opone a la del amo es el discurso del analista (A), donde quien comanda es el analista, pero como resto, es decir, como un sostén del proceso analítico que no permite que su deseo interfiera en las asociaciones del analizante (Lacan, 2008, pp. 144-145).

No obstante, Lacan indica de forma incipiente en el Seminario 17 (Lacan, 2008, p. 181) y de forma más desarrollada en una conferencia de 1972, que hay una variación del discurso del amo denominado “discurso capitalista”, el cual expulsa la falta y “está destinado a reventar” porque es cerrado (Lacan, 1972). Este cierre se logra cuando se modifica la formalización del discurso del amo, se invierten los lugares del $ y del S1, y se establece un grupo cerrado que siempre remite a otro lugar. Por esta razón, el discurso capitalista es equivalente al de la dinámica del superyó, donde hay imperativo de goce (Álvarez, 2006, p. 190). Este discurso queda formalizado de la siguiente manera (ver Figura 3).

Discurso capitalista

Figura 3.: Discurso capitalista

Nota. Tomado de Álvarez (2006, p. 188).

Lacan tiene siempre en mira las cuestiones políticas dentro de su obra: “[…] yo no digo ni siquiera ‘la política, es lo inconsciente’, sino, sencillamente, ¡lo inconsciente, es la política!” (Lacan, 2004, p. 294). Esta idea, que no desarrolló más a profundidad, es recuperada por diversos autores. Dufour (2007) señala que el inconsciente es definido como estructurado por un lenguaje o como “discurso del Otro”. Este “Otro” está encarnado por alguna estructura política o por un líder, y hace que las lógicas políticas de cada momento histórico generen determinaciones en el inconsciente (Dufour, 2007, p. 243). Autoras como Danelinck (2015) van en esta vía y rescatan las potencialidades de entender el inconsciente como un campo signado por el poder. Esto acarrea implicaciones al desbiologizar la subjetividad y volverla efecto de lógicas simbólicas y políticas. Otras autoras como Mesa (2020) indican que lo dicho por Lacan implica una lógica de banda de Moebius, donde lo externo y lo interno son dos caras de lo mismo y, por ello, las determinaciones entre política e inconsciente son recíprocas.

Por último, haremos apuntes sobre el concepto de acto en la mirada de Lacan, categoría desarrollada en el Seminario 15 de El acto psicoanalítico (Lacan, 1967-1968). En palabras de Brodsky (2009), el acto consiste en una lógica donde el sujeto, al tener en cuenta al Otro en su horizonte, lo destituye y constituye a su vez un nuevo sentido. Así, da como resultado una nueva posición subjetiva. Para entenderlo mejor, Lacan (1967-1968) recurre al momento cuando Julio César cruzó el río Rubicón. Señala que atravesar el río no implica mayor cosa, sino que el aspecto simbólico del Rubicón, que es el límite de la ciudad Roma, representa que atravesar el río al comando de un ejército desafía la ley romana (Lacan, 1967-1968, p. 60). Esto acarrearía a la larga, no solo cambiar su propia condición de militar y pasar a ser rebelde, sino también implica el fin del período de la República de Roma.

A partir de Freud y Lacan nos acercaremos a algunos análisis más enfocados hacia lo social y lo político desde el psicoanálisis. Nos centraremos en autores como Fromm y Marcuse, y posteriormente en Maci, alumno de Lacan.

Escuela de Frankfurt: Fromm y Marcuse

La escuela de Frankfurt fue una escuela de pensamiento donde varios autores ligaban el psicoanálisis freudiano con el análisis político y sociológico para analizar diversos aspectos de la vida social, en especial el capitalismo. Fromm fue uno de sus más destacados autores. Según Gallo y Galindo, este autor consideraba que “la realidad socioeconómica modificaba los instintos (pulsiones)” (Gallo y Galindo, 2009, p. 24).

En su obra, El arte de amar, Fromm hace un recorrido por las definiciones filosóficas y psicoanalíticas del amor: analiza al amor mezclando categorías del psicoanálisis freudiano con el marxismo y sostiene que las lógicas políticas y económicas del capitalismo afectan cómo el amor se manifiesta. Esto hace del amor algo mercantilizable y un egoísmo de dos, en vez de una actividad creativa (Fromm, 2012, p. 119). Siguiendo la obra de Fromm, en El miedo a la libertad y Psicoanálisis de la sociedad contemporánea analiza cómo las dinámicas sociales del capitalismo condicionan las estructuras psíquicas y generan dinámicas opresivas. Fromm propone como salida el camino hacia una sociedad donde la libertad sea alcanzada de plena forma y se logre así una sociedad mentalmente sana.

Marcuse, otro de los autores de esta escuela, enlazó la teoría freudiana con la marxista y le permitió explicar mecanismos de control social. En El hombre unidimensional (Marcuse, 1993), el autor argumenta que, mediante mecanismos psicológicos como la represión y la introyección, se ha creado en la sociedad capitalista contemporánea un nuevo tipo de hombre (de carácter unidimensional) que es incapaz de salir del consumismo del sistema imperante. En esta sociedad es tal el control sobre los sujetos que incluso las fuerzas políticas que los acercan a nuevas formas de existencia, en tiempos preindustriales, han quedado atrapadas en la sociedad capitalista (Marcuse, 1993, pp. 39-40).

Maci: poder e ilusión

Cabe destacar a Guillermo Maci. En su obra Los ilusionistas en el poder (Maci, 2009), Maci retoma los conceptos del narcicismo de Freud y el registro imaginario en Lacan. Aunque no da una conceptualización de “poder” como categoría, define un “poder real” referido al conjunto de decisiones de las que se valen aquellos que lo ejercen (Maci, 2009, p. 22). A partir de esta categoría da cuenta de una condición de ese poder desde la edad moderna, mientras utiliza a autores como Heidegger o Descartes y señala que en esta época la construcción del poder usa la imagen. Esta idea de poder considera a los otros como meros espejos que confirman el poder propio, con lo cual se crea “un poder vacío, porque busca seducir a los otros con una imagen en la que funda su poder” (Maci, 2009, p. 24). Así, la lógica del poder consiste en alimentar constantemente discursos falsos por parte de los actores de poder, mostrar su completitud ante la sociedad y se forcluye la falta.

Los elementos de los autores anteriormente reseñados dan cuenta de una perspectiva que liga la psique humana y la subjetividad con procesos sociales y políticos, esto permite compenetrar la generalidad con la subjetividad individual. En la siguiente sección se explora cómo varias y varios autores han retomado el psicoanálisis, pero no como punto de partida, sino como herramienta para explicar y analizar fenómenos políticos.

Análisis políticos con herramientas psicoanalíticas: La escuela de Essex, Žižek, Badiou, Errejón e Imbriano

La Escuela de Essex es una corriente de pensamiento fundada a partir de los aportes de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Laclau exploró un diálogo entre la teoría psicoanalítica de Lacan junto al marxismo, para poder construir una forma de analizar los fenómenos políticos como las movilizaciones sociales o el populismo.

El procedimiento de estudio del fenómeno político usando categorías psicoanalíticas en la obra de Laclau se expone principalmente en su libro La razón populista (Laclau, 2005), así como en otros textos escritos en conjunto con Mouffe. En esta obra, Laclau indica que tiene que haber un conjunto de peticiones por parte de un colectivo a otro sujeto, que normalmente se dirigen a una autoridad legítima. Sin embargo, estas peticiones podrían devenir en demandas, esto lleva a que la legitimidad de la autoridad se ponga en cuestión. Las demandas se enlazan a la manera de la cadena significante de Lacan, acolchadas en una única demanda que funciona a modo de punto de acolchamiento (Laclau, 2005, p. 163).

Dicho de otro modo, una de las demandas termina funcionando como significante amo, tal y como lo hemos visto en la exposición de la teoría lacaniana anteriormente. Con ello, se construye un enemigo político o un “ellos”, y una identidad política propia, un “pueblo”, un “nosotros”. Las identidades quedan estabilizadas por un elemento particular que termina encarnando lo universal. Este particular sería el objeto a y este objeto, en el populismo, sería el líder (Laclau 2005, p. 147). Esta escuela de pensamiento y su forma de abordar desde el psicoanálisis y las teorías políticas distintos fenómenos sociales permitió que surgieran novedosos análisis. Entre los autores de esta escuela destaca Yannis Stavrakakis.

Stavrakakis, que estuvo bajo la dirección de Ernesto Laclau, es un politólogo griego que ha profundizado en la importancia de la teoría psicoanalítica para la ciencia política. Una de sus obras más destacadas, Lacan y lo político (Stavrakakis, 2007), establece todo un recorrido sobre la obra de Lacan en su aspecto político y así ligarla con las teorías de la “democracia radical”. Entre los muchos aportes que realiza este texto para ver a Lacan como fuente para la teoría política es lograr conectar los tres registros lacanianos, con las conceptualizaciones de lo que sería “la política” y “lo político” en politología. Lo Imaginario y lo Simbólico per-mite establecer identidades y discursos ideológicos, junto a la capacidad de organizar la sociedad (la política) y lo anclado a lo real (Stavrakakis, 2007, p. 117). A su vez, lo real está ligado a lo político como nivel ontológico de las relaciones sociales (Stavrakakis, 2007, p. 113).

En La izquierda lacaniana (Stavrakakis, 2010) el autor da un repaso a las teorías de autores como Žižek, Castoriadis, Badiou, y Laclau. Para Stavrakakis, Laclau es un autor que deja de lado el goce como el factor político que explica cómo los significantes “amo” sean lo que son, lo cual es muy claro en estructuras clínicas como las neurosis (Stavrakakis, 2010, p. 123). En este sentido, elabora todo un análisis sobre cómo el goce influye en dinámicas de identidades políticas y en el consumismo. Y concluye que la fidelidad a un proyecto político de izquierda desde la teoría lacaniana implica afirmar que no existe un horizonte de completitud en lo social.

En otro contexto fuera de la Escuela de Essex está Slavoj Žižek. Este autor plantea en El sublime objeto de la ideología (Žižek, 2010) un análisis de la ideología a partir de tres pilares teóricos expuestos a partir de Marx, Lacan, Sloterdijk, y Hegel. En esta obra, Žižek considera la lógica de la ideología no como una lógica de falsa conciencia, sino como un elemento ineludible y necesario para aprehender el mundo (Žižek, 2010, p. 47). Esta caracterización de carácter epistemológico considera, además, que Marx inventó el concepto de “síntoma” y lo eleva a la categoría de antagonismo (Žižek, 2010, p. 48). Además, lo considera como irreductible (Žižek, 2010, p. 212). La lógica del síntoma en lo social es retroactiva y política. En ese sentido, la construcción de la ideología como explicación simbólica de este se constituye a partir de cadenas significantes y se construyen fantasías sociales que legitiman el orden vigente.

Por último, Žižek construye la categoría de sujeto a partir del concepto lacaniano de lo real y retoma la teoría de la emergencia del sujeto de Lacan a las identidades políticas. Sobre este punto, cabe destacar Acontecimiento (Žižek, 2016), donde Žižek retoma un concepto similar al del acto en psicoanálisis que equivale al “acontecimiento”: un cambio con efectos inesperados en la interpretación de la realidad que modifica retroactivamente toda la mirada sobre esta. Con ello, es posible desatar nuevas posibilidades de acción política y modificar las estructuras sociales de la realidad.

Con respecto a la categoría “acontecimiento”, cabe reseñar las apuestas teóricas de Alain Badiou. A partir de distintas influencias como Heidegger, la teoría del sujeto del psicoanálisis y las matemáticas –que equipara con la ontología– (Badiou, 2003, p. 17), Badiou logra establecer su concepto de acontecimiento que, en palabras de Stavrakakis (2010), se puede sintetizar como “una verdadera ruptura que desestabiliza una articulación discursiva determinada” (Stavrakakis, 2010, p. 176). La situación existente con la que se rompe es denominada por Badiou como la “situación” (Badiou, 2003, p. 196) y deviene como “sitio de acontecimiento”. Lo anterior es posible cuando hay elementos que en dicho sitio se presentan sin haber sido representados (Badiou, 2003, p. 197).

En otros términos, todo emerge como novedad o como elemento anteriormente no nombrado, y se niega el estado de cosas existente mientras se afirma uno nuevo. Este sitio no necesariamente es una certeza que devendrá un acontecimiento, sino solamente una condición. Tal y como señala Stavrakakis (2010), el gesto particularmente lacaniano de Badiou está en que admite que este acontecimiento, aunque logre positivar algo no nombrado antes, se aferra a que hay un elemento innombrable, real en el sentido de Lacan, es decir, limitado (Stavrakakis, 2010, pp. 177-179). Esta categoría ha generado un debate entre Žižek y Badiou: Žižek sostiene que el acontecimiento o acto está implícito en las coordenadas mismas de la realidad y es inmanente; por su parte, Badiou argumenta que hay una trascendencia, pues el acontecimiento llega a ser desde la nada (Camargo, 2011, p. 5).

Otro de los autores claves en la reflexión teórica sobre los fenómenos políticos en diálogo con el psicoanálisis es Cornelius Castoriadis. Este fue uno de los autores más comprometidos en la década de los sesenta con el lacanismo, aunque después lo rechazaría (Stavrakakis, 2010, p. 55). En “La imaginación del sujeto-Freud”, texto incluido en su obra Hecho y por hacer, Castoriadis (1998) plantea que la obra de Freud consiste en casi toda su extensión sobre la imaginación. Para Castoriadis (1998, pp. 292-297) la imaginación es una propiedad de los sujetos para poner imágenes a partir de la nada, que, además, tiene origen en una dinámica prehistórica.

Esta característica de la imaginación como una fuente creadora ex nihilo es la base de lo que Castoriadis (2007) desplaza sobre lo social en La institución imaginaria de la sociedad y otros escritos, como El imaginario social instituyente (Castoriadis, 1998). La sociedad condiciona la estructura psíquica de los sujetos, pero estos son en conjunto los que crean la sociedad ex nihilo. La sociedad como institución se crea como tal (es autocreada) y debido a su propia creación, se da lugar a los sujetos. Castoriadis lo ejemplifica de la siguiente manera: “Para que existiera Atenas fue necesario que hubiera atenienses y no ‘humanos’ en general. Pero los atenienses fueron creados en y por Atenas” (Castoriadis, 1998, p. 315). De esta manera, Castoriadis ve una potencia creadora en los seres humanos que permite explicar las dinámicas de los procesos políticos. Recoge desde Freud ciertos elementos para establecer su propio sentido de lo imaginario, aunque en un fundamento presocial y prehistórico, lo cual para Stavrakakis (2010, p. 79) pone a la teoría lacaniana en contra de la teoría de Castoriadis.

Como se ha visto, las categorías y los análisis anteriores han servido para el campo de la ciencia política en los estudios de diversos fenómenos, entre ellos, los movimientos sociales. Dos textos que se destacan son los desarrollados por Íñigo Errejón. Errejón (2012) se basa en las categorías de Laclau y Gramsci y analiza el proceso político de constitución del sujeto político del Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia. El autor considera que este “pueblo” constituyó un sujeto hegemónico en el marco de lo “pobre” y lo “indio”, y estableció una subjetividad política de clase y etnia (Errejón, 2012, p. 575). Su trabajo se complementa también con un artículo donde postula elementos similares y suma elementos sobre el discurso del enemigo, como el hecho del rechazo del MAS a “los gringos” (Errejón, 2010, p. 3).

Por último, es importante reseñar una de las obras de la psicoanalista Amelia Haydée Imbriano (2011), La tanatopolítica y su violencia. En su obra, Imbriano parte de conceptos de Freud y Lacan como “discurso”, “pulsión de muerte” (thanatos) y recurre a autores de la ciencia política como Charles Tilly. Imbriano concluye que la lógica del discurso capitalista ha desplazado a la del amo y que la lógica del malestar en la cultura se ha invertido. Ya la autoridad y la cultura no funcionan necesariamente para mantener el lazo social, sino para disolverlo, con lo que el Estado se vuelve el actor generador de violencia (Imbriano, 2011, p. 19).

Estos textos demuestran la capacidad de las herramientas que brinda el psicoanálisis para desarrollar análisis de los fenómenos políticos de masas, la cultura política y fenómenos de gobierno y Estado. Pero el diálogo no se detiene aquí: construcciones teóricas, metodológicas y filosóficas han sido producto del diálogo multidisciplinar entre los dos campos de este estado del arte.

Diálogos teóricos entre psicoanálisis y teoría política

El cruce de teorías políticas y psicoanalíticas ha derivado en la apertura de diálogos teóricos, la fundación de nuevos conceptos y de metodologías de investigación. A continuación, se reseñan algunos de esos textos.

Psicoanálisis y marxismo: un diálogo de largo recorrido

En el caso del psicoanálisis y el marxismo, el nexo ha sido de larga duración. Ya sea en diálogo con Freud o con Lacan, el marxismo ha sostenido un diálogo que ha derivado en análisis como el de Wilheim Reich. Su obra Materialismo dialéctico y psicoanálisis (Reich, 1972) es un paralelo donde, por un lado, se sostiene que la lógica del psicoanálisis freudiano con respecto a lo inconsciente y la represión tiene similitudes con la lógica de la lucha de clases. Esto muestra que ambas teorías entablan un diálogo consistente ontológicamente. Por otro lado, destaca que el psicoanálisis es subversivo de la moral sexual burguesa, con lo que ve un potencial emancipatorio en dicha disciplina (Reich, 1972, p. 80). Posturas similares son sostenidas por Castilla (1981) y Dahmer (1985). Este último destaca que lo inconsciente implica la exclusión de una parte del aparato psíquico; que se determina al igual que la sociedad de clases. Ambas perspectivas tienen lo subversivo en común (Dahmer, 1985 p. 65).

Uno de los autores clave en este diálogo es Althusser. Este autor marxista sostiene una cercanía al inicio para un posterior alejamiento de Lacan, pese a que nunca abandonó su interés por el psicoanálisis. Coincidimos con Abeijón (2013, p. 17) en que Althusser se sirve del psicoanálisis para criticar la ideología de la burguesía y su teoría del sujeto. Esta crítica es notoria, especialmente en Marx y Freud, obra donde Althusser (1996) plantea que Marx y Freud mantienen tres cercanías: (1) ser autores materialistas y dialécticos; (2) denunciar al individuo concebido como homo economicus racional; y (3) descentrar sus objetos de estudio, en el caso de Marx, la economía como un todo armónico y en el caso de Freud, la psique como unidad. Este es uno de los ensayos contemplados en el texto Escritos sobre psicoanálisis, Freud y Lacan (Althusser, 1996), que da cuenta de la perspectiva althusseriana sobre el psicoanálisis.

Para culminar este diálogo hay que señalar a Braunstein (1987), que realiza un diálogo a tres voces: materialismo histórico, psicoanálisis lacaniano y lingüística. Aquí destaca entre los tres el hecho de concebir al sujeto como un producto de estructuras previas al mismo, ya sea lo edípico, las relaciones de producción o el lenguaje como sistema (Braunstein, 1987, p. 90).

Psicoanálisis y teorías funcionalistas-sistémicas: Parsons y Lasswell

Parsons y Lasswell fueron dos de los autores más importantes para la ciencia política del siglo XX. Por un lado, en el caso de Parsons se señalan dos textos: The Interpretation of Dreams by Sigmund Freud (Parsons, 1974) y El psicoanálisis y la estructura social (Parsons, 1973). Aquí Parsons reseña el texto de Freud y lo utiliza para sostener perspectivas sistémicas a partir de categorías como el superego (Parsons, 1973, p. 25). Por otro lado, Lasswell (1973) elaboró un ensayo denominado El efecto del pensamiento psicoanalítico en las ciencias sociales, donde hace un repaso sobre el impacto del psicoanálisis freudiano sobre distintas áreas de las ciencias sociales como la sociología, la antropología o la criminalística. Este además acompaña una mirada que presenta al psicoanálisis como una ayuda para mantener la estabilidad de los sistemas sociales. A partir de lo anterior, Lasswell reivindica el uso sistémico del psicoanálisis para los estudios sociales y reflexiona sobre elementos de investigación y metodología (Lasswell, 1973, pp. 68,69).

Psicoanálisis, feminismo y teoría queer

El feminismo y la teoría queer son dos perspectivas que han tenido grandes repercusiones a nivel político en las sociedades contemporáneas. Estas han sostenido una relación compleja con el psicoanálisis y mantienen acercamientos creativos, además de rechazos. Si bien el psicoanálisis ha sido empleado para sostener ideas machistas y patriarcales, ha sido utilizado también para una crítica de la sexualidad imperante.

La influencia del psicoanálisis puede verse en los textos de Simone de Beauvoir (2005) como El segundo sexo, uno de los textos fundamentales de la corriente del feminismo radical. La obra critica el enfoque freudiano, aunque retoma elementos de este, como la dificultad de la relación del infante con la madre (Beauvoir, 2005, p. 230). Tal y como reseña Morant (2017, pp. 112-123), el psicoanálisis (en especial el freudiano) deja de lado elementos de carácter social que determinan las lógicas sexuales. Además, deja de lado las lógicas femeninas del sexo, las cuales no presentan interés para Freud (Beauvoir, 2005, p. 678).

En este contexto de diálogo, cabe destacar que Beauvoir intentó convencer a Lacan de que colaborara con la elaboración de dicha obra. Lacan por su parte le indicó que, para lograr un buen aporte, requeriría de medio año de estudio adicional aproximadamente, esto implicó un rechazo de la pensadora francesa (Godoy, 2018, p. 93). La postura de Lacan, según Godoy (2018), es que no hay segundo sexo ni otros sexos, sino la alteridad, es decir, lo marcado y simbolizado, y lo no marcado. Lacan explica que el sexo en el psicoanálisis es una modalidad de goce. Esta modalidad es, según el autor, una alteridad incluso para las mujeres, por lo que el sexo no es una condición dicotómica, sino posicional y de relación con el lenguaje (Godoy, 2018, p. 93).

Teniendo en cuenta lo anterior, han emergido distintas corrientes que relacionan al psicoanálisis con la teoría feminista. Ferguson (2003) elaboró un estado del arte de dicha relación donde evidencia tres corrientes: primero, basada en una interpretación del psicoanálisis lacaniano, la autora encuentra en Mitchell y Rubin razones que darían cuenta de una lógica de asignación sexual según el significante fálico para el goce. Además, una identidad dada por el nombre-del-padre, pero considerada como histórica y, por lo tanto, superable (Ferguson, 2003, pp. 166-167).

Segundo, una crítica al concepto del falo como la corriente de la diferencia sexual que aún mantiene elementos del psicoanálisis lacaniano, y donde Ferguson se encuentra con autoras como Muraro o Bochetti. Esta corriente considera que habría que revitalizar –o construir– una identidad sexual femenina positiva y ha sido criticada por dar cuenta de una perspectiva esencialista de las mujeres (Ferguson, 2003, p. 171).

Tercero, están las teorías de las relaciones objetuales que son herederas de un marco psicoanalítico postfreudiano,1 aportado principalmente por las teorías de Melanie Klein. Esta última argumenta que no solo existe la relación del sujeto con el falo y la envidia del pene, sino que los niños tienen una relación de envidia con la vagina y hacen de esta un objeto fundamental en la construcción de la identidad sexual. En esta corriente están autoras como Dinnerstein y Chodorow, que identifican el lugar fundamental de la formación sexual no en Edipo sino en la separación con la madre y hacen de esta el agente fundamental de la asignación sexual (Ferguson, 2003, p. 172).

Más allá de las críticas a Freud y a Lacan, hay investigaciones como la de Ontañón (1994) y reflexiones como la de Figueroa (2012), donde el psicoanálisis freudiano ha sido útil para desentrañar la subjetividad psicológica de la misoginia. Según Ontañón (1994, p. 16), los machismos son subjetividades que no han resuelto de forma adecuada el complejo de Edipo. Esto deriva en el quiebre del objeto de deseo en dos figuras: el objeto amoroso de deseo (no deseable sexualmente) y el objeto sexual de deseo (no deseable amorosamente). Esta división produce un desprecio hacia las mujeres. Figueroa (2012) realiza una lectura similar que aplica al adagio colombiano: “a la mujer no se la toca ni con el pétalo de una rosa”.

Por último, con relación a la teoría queer se resalta, en primer lugar, la intervención de Preciado (2019) en las jornadas No. 49 de la Escuela de la Causa Freudiana, “Mujeres en psicoanálisis”. Esta intervención critica al psicoanálisis freudiano y lacaniano por permanecer atado a una lógica sexual binaria. Es además una epistemología histórica y política del cuerpo, que habría entrado en crisis en los años cuarenta y que en pocos años mutó (Preciado, 2019, p. 3). Preciado señala que el psicoanálisis lacaniano supera al freudiano en su fin de desbiologizar la sexualidad, pero no está a la altura de dicha misión por su contexto histórico e invita a la comunidad psicoanalítica a avanzar en dicha tarea (Preciado, 2019, p. 7). Cabe destacar el avance de Butler (2007) alrededor de la categoría sexo. La autora sostiene un componente histórico y, por ende, no biologicista. Su diálogo con Lacan implica pensar el concepto de prohibición no de forma unívoca sino dependiente del contexto histórico.

Psicoanálisis y metodologías en ciencias sociales: Parker, Errejón, Friedländer, Gallo y Pereña

En el análisis político cabe destacar el hecho de que Errejón (2011) propuso una metodología de análisis basándose en la teoría de Laclau y la framework theory. Errejón plantea que el análisis político debe ser considerado como un análisis del discurso, debido a que lo que suele estar en disputa es la hegemonía. El autor considera (con base en las categorías de Laclau) que bastaría entender la creación de un “nosotros”, un “ellos”, una “demanda” y una “dimensión ganadora” (Errejón, 2011, p. 11). Una metodología similar sigue Correa y Dimate (2011) para proponer un diálogo entre lingüística y ciencia política, al usar elementos del psicoanálisis.

La propuesta de Ian Parker ha sido reseñada por uno de sus colaboradores, Pavón-Cuellar (2011). Este autor propone una mezcla entre psicoanálisis lacaniano, materialismo histórico y análisis crítico del discurso. Además, propone una combinación entre la teoría de los discursos de Lacan, su teoría del signo y cadena de significantes con las propuestas de Van Dijk y las posturas sobre la ideología y la lucha de clases de Marx para analizar los discursos. Según Pavón-Cuellar (2011, p. 79), se subvierten las teorías clásicas de la psicología. Esto se logra evidenciar en obras como Critical Discoursive Psychology (Parker, 2002) y en especial, Qualitative Psychology: Introducing Radical Research (Parker, 2005). Aquí muestra toda una sección de metodologías psicológicas y deja una sección entera a la aplicación del psicoanálisis como método cualitativo de investigación (Parker, 2005, pp. 105-122).

Pavón-Cuellar (2010) ha realizado un texto que sirve como guía conceptual para enriquecer investigaciones sociopolíticas basadas en psicoanálisis. En esta misma vía, Pereña (2007) combina las lecturas de Levi-Strauss, los tres registros lacanianos y su teoría del discurso, para establecer una metodología de análisis de discurso que triangula la dimensión pulsional con los registros real, imaginario y simbólico. Cabe destacar también el aporte de Gallo y Galindo (2009, p. 34), al señalar que, metodológicamente, las investigaciones sociales basadas en el uso de conceptos del psicoanálisis mantienen los mismos parámetros de cualquier diseño de investigación tradicional. Estos autores señalan a las entrevistas, los relatos de vida, los dispositivos grupales, los grupos de discusión y los talleres investigativos como elementos metodológicos ideales para estas investigaciones.

Por último, está el estudio de Friedländer (1989). Este es una reflexión en torno a las razones que llevan a considerar el diálogo entre psicoanálisis y los estudios históricos. Considera que el psicoanálisis tiene estructuras lógicas muy similares a las de la historia. Al final toma en consideración dos elementos metodológicos que pueden poner al psicoanálisis al servicio de los estudios históricos, tanto la biografía, cuando usa cuidadosamente las categorías freudianas, como los análisis de procesos colectivos (Friedländer, 1989, p. 30).

Conclusiones

Esta revisión de 72 textos arroja la existencia de un diálogo entre el psicoanálisis freudiano, el psicoanálisis lacaniano y la ciencia política de larga data. Desde los aportes del psicoanálisis a la reflexión de los fenómenos políticos, se evidencia el aporte novedoso de Freud a la mirada de la política, que aúna lo pulsional y lo inconsciente con la lógica de la política, ya sea para relajar al superyó o para formarlo. Además, el aporte lacaniano de las cadenas significantes y los lazos sociales en los discursos dibujan todo un campo de posibilidades metodológicas y analíticas de investigación social. Con ambos autores, junto a los aportes de Maci, Marcuse y Fromm, el psicoanálisis demuestra una inmensa capacidad de análisis sobre lo político y la lógica de la subjetividad, y da lugar a la falta como la lógica de lo social. Los aportes freudianos y lacanianos han sido utilizados de una forma novedosa por distintos analistas políticos. Castoriadis aprovechó la obra de Freud para analizar lo social como un acto de imaginación radical. Žižek construyó una teoría de la ideología y de la subjetividad política partir de Lacan. Este último y Badiou, además, plantearon a partir de la categoría de “acto” una forma de pensar los procesos de cambios políticos radicales. Laclau no solo construyó toda una teoría discursiva de los fenómenos políticos a partir de categorías gramscianas y lacanianas como el “objeto a” y los “significantes vacíos”, aprovechados a su vez por Errejón entre otros autores, sino que dio lugar a toda una escuela de pensamiento que ha permitido entender el goce como un factor político, como lo plantea Stavrakakis.

Además, estas herramientas psicoanalíticas derivaron en innovaciones teóricas y epistemológicas. Freud y Lacan aportaron al marxismo y al postmarxismo una mirada novedosa sobre la subjetividad y fueron influencias en varias perspectivas feministas y teorías sistémicas. Asimismo, propiciaron nuevas herramientas metodológicas como las expuestas por Gallo; el aporte de Íñigo Errejón para los análisis políticos; la propuesta de Correa y Dimate para unir el análisis del discurso con la ciencia política; y metodologías de investigación como el análisis lacaniano del discurso de Parker y Pavón-Cuellar.

Todo lo anterior demuestra que la ciencia política y el psicoanálisis sostienen un diálogo mutuamente enriquecedor, donde el psicoanálisis logra alimentar su clínica a través del análisis de los fenómenos políticos y la ciencia política se alimenta especialmente del psicoanálisis al recibir insumos teóricos y metodológicos para la investigación del poder. Igualmente, el psicoanálisis rompe con la epistemología homogeneizadora de la ciencia clásica al incluir los conceptos de “inconsciente”, “pulsión”, y “goce”. Estos no solo están determinados por las dinámicas políticas, como podemos ver en la equivalencia lacaniana del inconsciente a la política, sino que a su vez explican identidades y procesos políticos de diversa índole.

La subjetividad no es reductible a la política ni lo inverso, sino que existe un término, lo singular, que permite establecer un enlazamiento entre individualidad y generalidad. Este enlazamiento, que es el punto que hemos podido mostrar en el desarrollo de este artículo –y que otros autores como Stavrakakis reflejan en sus ideas–, es un espacio de inmensa potencia que podría proporcionar una gran riqueza de investigaciones en el futuro.

Reconocimientos

Este artículo se realizó en el transcurso de la asignatura “Diseño de investigación”, del programa de pregrado de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia, dictada por la profesora Silvia Mantilla Valbuena. Asimismo, fue desarrollado en el transcurso de la investigación de la maestría en psicoanálisis, subjetividad y cultura de la misma institución.

Gabriel Menéndez Orjuela

Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Estudiante de la maestría en Psicoanálisis, Subjetividad y Cultura de la misma institución.

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