Published

2023-03-28

El capitalismo se sostiene en una crisis y se manifiesta en esos cúmulos de desastres cotidianos que son las tragedias

Capitalism is Sustained by a Crisis and Manifests Itself in the Accumulation of Daily Disasters Known as Tragedies

O capitalismo é sustentado por uma crise e se manifesta nesses acúmulos de desastres diários que são as tragédias

DOI:

https://doi.org/10.15446/frdcp.n23.95007

Keywords:

pandemia Covid-19, construcción de experiencias, reconocimiento, democracia, redistribución (es)
Covid-19 pandemic, construction of experiences, recognition, democracy, redistribution (en)
pandemia da Covid-19, construção de experiências, reconhecimento, democracia, redistribuição (pt)

Authors

En el año 2020 se sufrió una tragedia planetaria: la pandemia de la Covid-19. Una de las tragedias causada por la crisis en la que se sostiene el capitalismo. Si comprendemos que cualquier crisis es un oxímoron, seguramente podremos transformarla en una situación contraria. Para esto se propone construir experiencias que permitan definir “otra normalidad” caracterizada por el reconocimiento, la democracia y la redistribución. Por lo que, este artículo, se fundamenta en las ideas de Honneth, Bobbio y Fraser. Su método de elaboración fue la revisión documental. Se concluye que la construcción de experiencias les permite a las personas tornar sus acciones en praxis: aquellas prácticas guiadas por una profunda reflexión.

The year 2020 saw a planetary tragedy: the Covid-19 pandemic. One of the tragedies caused by the crisis on which capitalism is sustained. If we understand that any crisis is an oxymoron, we will surely be able to transform it into an opposite situation. For this, it is proposed to build experiences that allow us to define "another normality" characterized by recognition, democracy, and redistribution. Therefore, this article is based on the ideas of Honneth, Bobbio and Fraser. The method of elaboration used was documentary review. It is concluded that the construction of experiences allows people to turn their actions into praxis: those practices guided by a deep reflection.

O ano 2020 viu uma tragédia planetária: a pandemia de Covid-19. Uma das tragédias causadas pela crise na qual o capitalismo se baseia. Se entendermos que qualquer crise é um oximoro, certamente podemos transformá-la em uma situação oposta. Para isso, propõe-se construir experiências que nos permitam definir "outra normalidade" caracterizada pelo reconhecimento, pela democracia e pela redistribuição. Portanto, este artigo é baseado nas ideias de Honneth, Bobbio e Fraser. Seu método de elaboração foi a revisão documental. Conclui-se que a construção de experiências permite às pessoas transformarem suas ações em práxis: essas práticas guiadas por uma profunda reflexão.

Recibido: 20 de enero de 2022; Aceptado: 25 de abril de 2022

Resumen

En el año 2020 se sufrió una tragedia planetaria: la pandemia de la Covid-19. Una de las tragedias causada por la crisis en la que se sostiene el capitalismo. Si comprendemos que cualquier crisis es un oxímoron, seguramente podremos transformarla en una situación contraria. Para esto se propone construir experiencias que permitan definir “otra normalidad” caracterizada por el reconocimiento, la democracia y la redistribución. Por lo que, este artículo, se fundamenta en las ideas de Honneth, Bobbio y Fraser. Su método de elaboración fue la revisión documental. Se concluye que la construcción de experiencias les permite a las personas tornar sus acciones en praxis: aquellas prácticas guiadas por una profunda reflexión.

Palabras clave

pandemia Covid-19, construcción de experiencias, reconocimiento, democracia, redistribución.

Abstract

The year 2020 saw a planetary tragedy: the Covid-19 pandemic. One of the tragedies caused by the crisis on which capitalism is sustained. If we understand that any crisis is an oxymoron, we will surely be able to transform it into an opposite situation. For this, it is proposed to build experiences that allow us to define "another normality" characterized by recognition, democracy, and redistribution. Therefore, this article is based on the ideas of Honneth, Bobbio and Fraser. The method of elaboration used was documentary review. It is concluded that the construction of experiences allows people to turn their actions into praxis: those practices guided by a deep reflection.

Keywords

Covid-19 pandemic, construction of experiences, recognition, democracy, redistribution.

Introducción

En verdad aún está por nacer el primer ser humano desprovisto de esa segunda piel a la que llamamos egoísmo, mucho más dura que la otra, que por nada sangra.

(Saramago, 2006, p. 177)

Desde el año 2020 la humanidad viene sufriendo una tragedia para la que no estaba preparada. Esta situación lamentable habría podido ser conjurada. Como es posible evitar casi todos los sucesos luctuosos que pueden acaecer en la época contemporánea. Sin embargo, nadie logró impedir o, al menos, alejar o esquivar esta tragedia que se compone de un sin fin de desastres cotidianos. Esta situación se torna paradójica, porque se supone que en la época contemporánea la humanidad dispone de amplias posibilidades para devenir en armonía, para preservarse con bienestar y para que la vida cotidiana transcurra con amabilidad (Restrepo, 2020, 27:20-27:30).

Probablemente la razón por la que la humanidad se encuentra en este estado de impotencia es la crisis que sostiene el capitalismo. Frente a esta crisis, las tragedias que ocasiona y el cúmulo de desastres subsiguientes, buscar salidas es imperativo. Con este propósito, este artículo retoma una salida propuesta por Santos (2020). Esta consiste en asumir la crisis que soporta el capitalismo como un oxímoron. De este modo, se hace posible especificarlo y criticarlo. Lo que, a su vez, permite construir aquellas valoraciones o reflexiones que pueden contribuir a crear ordenamientos diferentes al capitalismo. Dado que esta es una forma de organización social que atribula a casi toda la humanidad. Por esto, debemos asumir la crisis que mantiene el capitalismo como un oxímoron y propender por la construcción de experiencias. Aquellos saberes y conocimientos que nos atraviesan; que nos procrean y que nos incitan a crear desde el sentido que cobra el término praxis, esto es, aquella práctica informada por una profunda reflexión o valoración (Larrosa, 2006; Villa, 2020b). Esto si comprendemos que reflexionar es valorar.

Con la finalidad de aportar elementos para reconocer la crisis en la que se basa el capitalismo como un oxímoron este texto contempla tres partes: en la primera se describen algunos de los desastres que componen la tragedia que para toda la humanidad representó la pandemia de la Covid-19. En la segunda parte se especifica cómo esta pandemia es una de las tragedias que causa la crisis en la que se sostiene el capitalismo. Lo que nos permitirá seguidamente precisar los tres fenómenos que componen esta crisis. En la tercera parte se argumenta —a partir de Santos (2020)— que toda crisis es un oxímoron. Por tanto, la crisis en la que se sostiene el capitalismo es una oportunidad para construir un contexto planetario opuesto: uno en el que prevalezcan el reconocimiento (Honneth, 2007), la democracia (Bobbio, 2009) y la redistribución (Fraser, 2006).

Los desastres de la pandemia

El virus nombrado SARS-CoV-2 puede generar una enfermedad que ha sido nominada Covid-19. Esta enfermedad pasó de ser catalogada como una epidemia a ser declarada una pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a principios de 2020. Esta pandemia se ha constituido en una tragedia que se expresa en innumerables desastres que afectan la vida cotidiana de la mayoría de las personas que habitamos este planeta.

Los desastres más visibles de esta tragedia son la pérdida de millones de vidas humanas, las afecciones temporales o permanentes en la salud psíquica y física de un incalculable número de personas y el empobrecimiento de gran parte de las personas y de las poblaciones de este planeta. Como lo han escrito Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1996), el empobrecimiento impide que las necesidades humanas puedan ser satisfechas. Esta insatisfacción, a su vez, determina la muerte de muchas personas y las afectaciones a la salud mental y corporal de muchísimas otras. De este modo, millones de personas son agobiadas por sentimientos de discordia, malestar y amargura. Uno de estos agobios tiene que ver con que el lugar en el que más se vulnera la seguridad humana de las mujeres es su vivienda. Es doloroso que las mujeres durante su niñez, su juventud, su adultez y su vejez no puedan sentirse seguras en el lugar en el que les ha tocado vivir. Lo mismo le sucede a la mayoría de las niñas y los niños del planeta. Muy seguramente en estas situaciones presentes en los ámbitos íntimos y privados radiquen las múltiples expresiones de violencia que aquejan la vida pública.

Por otra parte, con el pretexto de actuar contra la pandemia de la Covid-19 muchos gobiernos vienen haciendo retroceder los avances logrados por las organizaciones que buscan la democratización de los estados y de las sociedades. Muchos de estos adelantos se han logrado con dificultades tan dramáticas como inconmensurables. Por esto es tan grave que las mejoras que contribuyen a democratizar los estados y las sociedades sean escamoteadas. Puesto que se trata de unas mejoras que tornan más amable la vida diaria. La vida en la que realmente se deviene o se llega a ser, en cada instante, diferente a sí misma o a sí mismo. Si se concuerda con que la vida cotidiana se torna más afable cuando los estados y las sociedades se democratizan, se acordará, también, que esta es la razón por la que es tan aborrecible que los estados y las sociedades retrocedan hacia la autocracia. Este retroceso es, quizá, uno de los mayores desastres que ocasionó la pandemia de la covid-19. La razón de esto es que la forma de gobierno autocrática se traduce en la muerte y en las enfermedades psíquicas y físicas de muchas personas. Además, ocasiona diversas formas de empobrecimiento que amargan el día a día, desatan malestares sociales y generan disonancias entre las diversas formas de vida que han podido florecer en este planeta.

De acuerdo con Wilches-Chaux (1993), un desastre no es causado por fenómenos propios de la naturaleza que se escapan a la explicación, interpretación o comprensión de la humanidad. En contra de la definición común del concepto “desastre” este “disoñador” del sur del sur ha mostrado que un desastre es causado por la vulnerabilidad de las personas y de las poblaciones para transformar sus relaciones; adecuar sus ritmos y redefinir la dirección de sus procesos frente a los cambios que tejen la vida diaria. Una vulnerabilidad o indefensión puede ser entendida como aquella susceptibilidad de una persona o de una población para recibir detrimentos, lesiones, perjuicios o daños físicos y psíquicos. De esta forma, tanto las personas como las poblaciones quedan expuestas a un desastre cuando desarrollan indefensiones. Estas pueden ser culturales, políticas o económicas. Los desencadenantes de las vulnerabilidades son las inequidades, las desigualdades, las escisiones sociales y la prevalencia en las relaciones que componen lo social de la coacción física y psíquica y de su forma más despreciable: la violencia. Estas causas se configuran en el campo político de las sociedades. Desde este campo se expanden a los otros campos de las sociedades para acrecentarse, multiplicarse y arraigarse. A veces las vulnerabilidades se arraigan tanto que terminan por naturalizarse o por volverse habituales. En consecuencia, vale la pena subrayar la importancia del campo político de las sociedades y lo perjudicial que resulta el postulado neoliberal que propugna por hacerlo desaparecer del espectro social. Más aún si, tal y como lo afirmó Lechner (1981), el campo político de las sociedades es aquel espacio en el que se puede construir deliberadamente el presente y el futuro de la humanidad.

De acuerdo con este concepto de “desastre”, los desastres que conforman la tragedia de la Covid-19 no son naturales. Por el contrario, estos desastres son sociales, por tanto, son artificiales. Por lo cual es que estos desastres han emanado de las vulnerabilidades o indefensiones que le ocasionan a las personas y a las poblaciones la crisis en la que se sostiene el capitalismo. Un ordenamiento que se configura como otro artificio humano que hemos dejado prevalecer en el planeta durante la época moderna y en la contemporaneidad. De este modo, se puede afirmar a partir de Santos (2020) que el capitalismo se sostiene en una crisis, que la pandemia de la Covid-19 es una de sus disímiles tragedias y que los desastres que compone esta tragedia se están transformando en nuestra cotidianidad.

Las tragedias de la crisis

La crisis en la que se sostiene el capitalismo se compone de tres fenómenos. El primero es el de la reificación de las personas y del entorno natural del planeta Tierra. El segundo es la autocratización de la mayoría de los gobiernos de los estados. El tercero es la monopolización de los satisfactores de las necesidades humanas por parte de unas pocas personas. La reificación, la autocratización y la monopolización son algunas de las exteriorizaciones de la condición humana que se han combinado, amplificado y arraigado en las personas y en las poblaciones para sostener el ordenamiento capitalista. Un ordenamiento que se configuró en la época medieval europea y que se extendió al resto de las sociedades del planeta cuando distintas empresas colonizadoras conquistaron o tomaron, por medio del ejercicio de la violencia, las espacialidades de muchas de las sociedades africanas, americanas, asiáticas y oceánicas (Braudel, 1994). En las siguientes líneas se caracterizará esta crisis.

La reificación que compone la crisis permite la extorsión de las personas, de las poblaciones y de la naturaleza por parte de quienes se benefician del ordenamiento que propicia el capitalismo (Serres, 1993). Con el paso del tiempo, a esta extorsión externa se le ha agregado la extorsión interna. Esta extorsión —denominada por Han (2014) como autoexplotación— ha sido arraigada a través de la inclusión de una idea en el conocimiento de sentido común. Esta idea consiste en que los beneficios individuales, que produce el capitalismo, se generan, igualmente, a través de los esfuerzos individuales en una permanente competencia con sus alteridades. De esta forma, a medida que se destruye la valoración de lo común y se configura la de lo individual, cada persona se torna responsable de sus grandezas y de sus miserias. En consecuencia, las relaciones de reciprocidad entre las y los seres humanos —y de estas y estos con la naturaleza— se desdibujan de lo que se considera como correcto en las formas de actuar. Lo que resulta perjudicial en tanto la reciprocidad es el valor que permitió la existencia y el predominio de la especie humana en la tierra (Mauss, 2009).

Por consiguiente, las vidas pueden ser desechadas si no se acogen a las dinámicas de la autoexplotación. Así, la dignidad humana se evapora y la condición ciudadana se diluye. Con lo que el horizonte de la vida se agota en el afán de monopolización de unos satisfactores de las necesidades que devienen en destructores de esas mismas necesidades. La naturaleza es tan vulnerable como la humanidad y, con la explotación capitalista que se hace de ella, se han derribado sus fortalezas. Ahora se encuentra en estado de mayor vulnerabilidad, lo que pone en peligro la supervivencia humana, de manera que la libertad ciudadana cede ante la pasividad de quien se asume como “consumidor” (Han, 2017).

Esta crisis se ha naturalizado, se ha vuelto habitual. Muchas personas creen que la manera normal de vivir y de convivir en las sociedades es reificando, objetualizando o cosificando a las personas, a las poblaciones y a sus entornos naturales; permitiendo que los gobiernos autocráticos persistan y aceptando que las minorías monopolicen los satisfactores de las necesidades que le corresponden al conjunto de la humanidad.

Esta crisis se ha agudizado desde el momento en el que la ideología política neoliberal ha definido el rumbo que ha de tomar el capitalismo como ordenamiento social. Esta ideología se ha concretado desde la década de los años setenta del siglo XX en acciones gubernamentales que impiden que la vida cotidiana se desarrolle con amabilidad, que todas las personas disfrutemos de bienestar y que, de manera general, podamos vivir en armonía con las otras personas y la naturaleza. Una de estas acciones es el despojo que han sufrido la mayoría de las personas y de las poblaciones de los derechos que los estados les han reconocido y hechos efectivos cuando se han organizado para ganarlos y reivindicarlos (Tilly, 2004).

Uno de los derechos que las poblaciones y las personas han perdido es el derecho a la salud, que tiene su correlato en la privatización de los sistemas de salud. El despojo de los derechos de las personas y de las poblaciones en general y el despojo del derecho a la salud en particular se agudizaron con el advenimiento de la pandemia de la Covid-19. Según Santos (2020) se puede plantear que las consecuencias de esta agudización consisten, primero, en que un número creciente de personas y poblaciones están perdiendo aceleradamente los derechos que han logrado que los estados les reconozcan y les hagan efectivos. Segundo, en que los procesos de democratización han retrocedido. Con lo que, de manera consecuente, la autocratización de los estados y de las sociedades ha venido ganando terreno. Lo que genera que el empobrecimiento de millones de personas se acreciente a medida que se acelera el correspondiente enriquecimiento de unas pocas.

Finalmente, la crisis en la que se sostiene el capitalismo genera insondables tragedias. Como se ha mencionado, unas tragedias que se componen de un cúmulo de desastres. La pandemia de la Covid-19 es una de las tragedias generadas por esa crisis. Simultáneamente, esta tragedia viene afectando de manera directa a la humanidad y con ella vienen avanzando otras tragedias. Estas afectan, en primera instancia, el entorno natural en el que han medrado las sociedades humanas. Así, estas vienen afectando y afectarán de manera dramática a la humanidad. Algunas de estas tragedias son la pérdida de biodiversidad, la desertificación y el calentamiento global que provoca múltiples fenómenos asociados. Tales como el deshielo de los polos y de las cumbres planetarias. Otro es el hundimiento de las tierras emergidas, a medida que sube el nivel de los mares y de los océanos. Algunos otros son las sequías, las inundaciones, los incendios y las plagas que afectan de manera encadenada a los vegetales, a los animales y a las poblaciones. De esta forma, la crisis que sostiene el capitalismo genera insospechadas tragedias que se componen de un cúmulo de desastres que tornan amarga la cotidianidad.

A diferencia de las otras tragedias, la tragedia de la Covid-19 ha sorprendido, ha dejado pasmada, desconcertada y asustada a media humanidad. Quizás la razón que puede ayudar a comprender esta situación radica en que las otras tragedias afectan de manera recurrente a las personas que se encuentran en estado de vulnerabilidad. Estas personas, a pesar de ser la mayoría de las que habitan el planeta, parecen no importarle a quienes pueden ejercer los poderes ideológico, político y económico para mejorar su situación. La tragedia de la Covid-19, en cambio, ha afectado a casi toda la humanidad. Por esto se ha recibido con extrañeza y con asombro por parte de una gran cantidad de personas. Otras pocas, en cambio, después de una perturbación inicial la han acogido con alegría y acaso con júbilo.

Esto ha sido así porque, con la excusa de la pandemia, la reificación, la autocratización y la monopolización se han intensificado. O, lo que es lo mismo, la pandemia ha permitido que la crisis en la que se sostiene el capitalismo se profundice en una magnitud que parece no encontrar límites. Parece cada vez más evidente que para las elites del norte del norte y para las del norte del sur la tragedia de la Covid-19, en un principio, les generó sentimientos de extrañeza y de asombro. Luego, estos sentimientos, que parecen ser ajenos para quienes nunca creen que poseen demasiado, han sido superados por la alegría y el júbilo que les hace sentir el sonido de sus cajas registradoras cuando anuncia que a sus depósitos de abalorios ha caído una moneda más.

Ni las crisis, ni las tragedias, ni los desastres afectan por igual a todas las personas. Parece que no todas y todos navegamos en esta balsa de piedra que, de momento, deviene de manera regular en torno a una discreta estrella que le brinda calor. No se sabe si en el momento que el capitalismo la arranque de su órbita correrá la misma feliz suerte que corrió la Península Ibérica de la fábula de José Saramago (2015). Si corre esa suerte, quizás un puñado de personas muy ricas (Garay-Salamanca y Espitia-Zamora, 2019) —y una parte de la servidumbre que desde los gobiernos buscan colmarles su insaciable codicia— podrán salvarse, por medio de desdeñables artilugios, del cataclismo que está provocando la crisis que sostiene el capitalismo. Pero, seguramente, serán devoradas por un “bronteroc” en el momento en el que crean que su codicia ya ha sido hartada (McKay, 2021).

A pesar de que en cada instante son más evidentes sus tragedias y de que se avizora un cataclismo, la crisis en la que se sostiene el capitalismo es persistente. Es posible que esta persistencia se deba a uno de los deseos que demarcan la condición humana: la superioridad o preeminencia que cada uno busca mantener con respecto a sus alteridades. Este deseo de superioridad deviene de la intención de cada persona de colmar sus otros deseos, utilizando a las personas de su entorno. Esta intención, como lo escribió Saramago (2006), se origina en esa segunda piel, mucho más dura que la otra, a la que llamamos egoísmo. ¿De qué forma la podemos ablandar? Acaso una manera de hacerlo sea afianzar una de las más preciadas capacidades humanas: la capacidad de reflexionar o valorar.

Todas las crisis son un oxímoron

A pesar de las tragedias y de los desastres que provoca la crisis en la que se sostiene el capitalismo, esta forma de ordenamiento social se mantiene como la manera predominante de organizar las sociedades en nuestro planeta. Se ha argumentado que una de las razones de esta incoherencia se debe a la intención de utilizar a las otras personas para satisfacer las propias necesidades; al deseo de superioridad con respecto a las alteridades y a los sentimientos de codicia y de egoísmo que este deseo despierta. Las intenciones, los deseos y los sentimientos no son naturales. Por el contrario, se cultivan en la interacción y se inculcan a las personas mediante los procesos educativos o de humanización (Maturana y Varela, 2003). Por esto, es trascendental que, a través de estos procesos, se promueva el reconocimiento de las alteridades y que cada uno ha de valorarlas de la misma manera en que se valora a sí misma o a sí mismo (Honneth, 2007). Por tanto, nuestros deseos se han de colmar mediante la cooperación con todas las personas que hacen parte de nuestro entorno o, lo que es lo mismo, con el resto de la humanidad. De esta forma, a partir del reconocimiento de las alteridades puede ser posible, comenzar a difuminar la crisis en la que se sostiene el capitalismo. Un ordenamiento social que se puede transformar si asumimos con Santos (2020) que todas las crisis son un oxímoron.

Pero quienes medran con el ordenamiento capitalista han emprendido, por lo menos, seis acciones para que en medio de la pandemia, las poblaciones del planeta no conviertan la crisis en la que se sostiene el capitalismo en un oxímoron. Sin embargo, cada una de estas acciones se ha mostrado insuficiente para lograr este objetivo. En medio de las tragedias de la pandemia, muchas personas y colectivos han determinado que el ordenamiento capitalista hace que todas las formas de vida sean atribuladas. Por esto, cuando quienes medran con el ordenamiento capitalista notaron el fracaso de la primera acción, tuvieron que emprender una segunda acción. Cuando atisbaron el fracaso de esta segunda acción, tuvieron que acometer una tercera acción y así sucesivamente. En el momento actual los efectos de estas acciones se superponen en una especie de batiburrillo que genera una gran variedad de confusiones en el contexto planetario. Esta situación parece estar impidiendo que la crisis en la que se sostiene el capitalismo sea asumida por las distintas poblaciones del planeta como un oxímoron.

La primera acción que emprendieron quienes se benefician con el ordenamiento capitalista se derivó de una prescripción de quienes integran las instituciones de salud. Esta consistió en el distanciamiento, el aislamiento y el confinamiento de las personas. Al mismo tiempo que se debían incorporar a la vida cotidiana hábitos como el frecuente lavado de manos con agua, jabón y el uso de mascarilla. Esta acción fue recomendada, principalmente, por las instituciones de salud. Esta prescripción era temporal. Se trataba de disminuir la velocidad de los contagios del virus SARS-CoV-2; mientras la institucionalidad pública de salud se preparaba para atender la epidemia que, pronto, se transformó en una pandemia. Esta preparación se avizoraba como una tarea faraónica. La razón estribaba en que, desde la década de los años de 1980, en todo el planeta la aplicación de las políticas neoliberales había desmantelado la institucionalidad pública con la que los estados trataban de reconocer y de hacer efectivo el derecho a la salud que tienen las personas y, en general, las poblaciones. En algunos países esta institucionalidad había llegado a ser vigorosa. En la mayoría era un puro remedo de respuesta de los estados al derecho a la salud que es inherente a todas las personas. Es inocultable que fue, precisamente, el desmantelamiento de la institucionalidad pública de salud el que dejó vulnerable a la mayoría de las personas y de las poblaciones del planeta frente al virus SARS-CoV-2. Si los estados le hubiesen reconocido y hecho efectivo el derecho a la salud a las personas y a las poblaciones, la enfermedad que produce este virus no se habría transformado en epidemia y luego en la pandemia que se decretó. Esta prescripción tuvo que ser aceptada a nivel planetario. Día a día los gobiernos de los estados tuvieron que ordenar distanciamientos, aislamientos y confinamientos que corrieron del oriente al occidente del planeta bajo una dinámica en la que el presente de unas sociedades era el retrato del futuro de otras.

Particularmente, la prescripción del confinamiento tuvo dos efectos contradictorios para quienes medran con el ordenamiento capitalista. El primero fue, como lo ha advertido Houellebecq, la aceleración de una tendencia que ya se había manifestado antes de que se desatara la pandemia de la Covid-19: la obsolescencia de las relaciones humanas (Schapire, 2020). Esta obsolescencia era beneficiosa para las empresas privadas capitalistas dedicadas a las tecnologías diseñadas para crear, capturar y difundir información. Y también para las que se servían de estas tecnologías. El segundo efecto consistió en que el ordenamiento capitalista comenzó a colapsar (Harvey, 2020; Santos, 2020). Los confinamientos frenaron en seco el consumo masivo de mercancías que desata la dinámica del capitalismo y que se proyecta en la extorsión de las personas y de la naturaleza (Braudel, 1994; Serres, 1993).

En estas circunstancias, quienes gozan de mayor capacidad de influencia en los gobiernos de los estados lograron que sus decisiones les salvaran de la tragedia. Más aún, muchas de estas personas se han fortalecido gracias a los desastres de la pandemia. Mientras tanto, la gran mayoría de las personas del planeta padece día a día y de forma sincrónica esta tragedia que ha provocado el ordenamiento capitalista.

De esta forma, se desataron, en diversos modos y grados, muchas rebeliones que obedecen a dos factores. El primero de ellos consistió en que el confinamiento le impidió a la mayor parte de la población del planeta satisfacer sus necesidades. Lo que implicó que muchas personas hayan perecido. El segundo factor obedece a que la especie humana puede ser la más gregaria de todas las especies. La humanidad responde precisamente al gregarismo. Cada persona ha devenido como tal en un contexto de humanidad. De esta manera, nadie puede prescindir de la sociabilidad que permite el gregarismo. Además, cada persona se reconoce a sí misma a través de sus alteridades. En este sentido, nadie puede sobrevivir sin el gregarismo, sin la sociabilidad que desata y sin el reconocimiento de sí misma o de sí mismo que implica convivir con sus alteridades (Maturana y Varela, 2003).

Cuando se configuraba la posibilidad de que se desatara una rebelión incontrolable, la segunda acción que emprendieron quienes medran con el ordenamiento capitalista y con la pandemia que ha provocado fue el acuciamiento de la reinvención humana. De esta forma, a cada uno se le impuso la tarea de reinventarse. Lo que en realidad era estimular la resignación, ante la tragedia que es la pandemia, de todas aquellas personas que podían perecer a causa de alguno de los desastres de la pandemia.

Como los procesos creativos que le permitirían a cada quien volver a inventarse requieren, precisamente, del gregarismo, de la sociabilidad y del propio reconocimiento a través del reconocimiento de la alteridad, el sofisma de la reinvención no funcionó. Quedó como un lugar común que puede lograr algún nivel de desarrollo en aquellos libros de “autoayuda y superación personal” que se atiborran en las cajas registradoras de los supermercados encima de la Coca-Cola y de las papas Pringles para que puedan ser comprados fácilmente. Compra expedita que extirpa el placer de recorrer los pasillos de una librería; de sentarse a ojear aquellos ejemplares que captaron nuestro interés o de sostener una agradable conversación con alguna de las personas que la atiende mientras afuera cae una fina lluvia o el sol se va perdiendo en un horizonte que alguna vez se ha visto.

Cuando el engaño de la reinvención no funcionó, la tercera acción que emprendieron quienes medran con el ordenamiento capitalista y con la pandemia que ha provocado fue la promoción de la idea de que vivimos en el pasado. El ardid que se inventaron consistió en nominar el pasado como “la normalidad” y la tragedia que se vive en el presente fue nominada como “la nueva normalidad”. De esta forma, a través de “la nueva normalidad” se hacía posible retroceder a “la normalidad” que se vivía en el pasado e ignorar las condiciones execrables del presente ¡y del pasado!

La promoción de “la nueva normalidad” atiborró los medios de comunicación hasta ocasionar cansancio. La intención era negar el presente o, lo que es lo mismo, negar los desastres que componen la tragedia que provoca la crisis que soporta el capitalismo. Se trataba de desdibujar la crisis que sostiene el capitalismo y que provocó la pandemia. La promoción de la idea de que vivimos en el pasado, en todo caso, buscaba impedir que cada persona se preguntara por las causas de los desastres que vivía en la cotidianidad y que, con esto, eventualmente, pudiera afrontar la crisis que soporta al capitalismo. Cuando se vive en el pasado queda poco espacio para reflexionar sobre el presente. Una reflexión que puede ayudar a construir “otra normalidad”. Una normalidad en la que la crisis en que se sostiene el capitalismo se haya desvanecido (Villa, 2020a).

Sin embargo, el execrable presente era inocultable. Por esto, desde muchos rincones del planeta se ha acentuado el cuestionamiento del ordenamiento que genera el capitalismo. A pesar del distanciamiento, del aislamiento, del confinamiento y de la promoción de la idea de que vivimos en el pasado, muchas personas y organizaciones han tratado de describir los desastres que sufrimos en el día a día y la tragedia que provoca su yuxtaposición. A partir de esta descripción se vienen desarrollando críticas y reflexiones en torno al capitalismo. Lo que en conjunto configura experiencias (Larrosa, 2006) para contribuir como humanidad a la desaparición de esta pandemia y a evitar otras pandemias iguales o peores a la actual, que se puedan configurar. Todo con la intención de construir en el presente un futuro en el que se reconozca la alteridad, se coopere con ella y se conviva de manera democrática, en el que se redistribuyan los satisfactores de las necesidades humanas; en el que se obre con sobriedad, altruismo, generosidad y horizontalidad y en el que, por tanto, se devenga en “otra normalidad”. Una “otra normalidad” en la que las personas y las poblaciones puedan desarrollar sus capacidades. Todo ello le permitirá a la humanidad convivir en armonía y con bienestar. Lo que hace la vida cotidiana, la vida en la que realmente vivimos, más amable, más animada o, lo que es lo mismo, un poco menos atribulada.

Las descripciones, críticas y reflexiones realizadas dan cuenta de un pasado que no se puede añorar. No se puede echar de menos la desigualdad y la inequidad vivida. No se pueden añorar las disonancias y las discordancias entre la humanidad y la naturaleza. No se puede añorar el malestar social por todas partes manifiesto. No se puede añorar la amargura de la vida de millones de personas en función de la pírrica amabilidad en la que viven unas cuantas personas. No se puede añorar una situación donde coexisten unas pocas personas privilegiadas al lado de muchas personas menoscabadas. Una situación donde pocas personas prevalecen, porque muchas otras se someten, mientras la vida cotidiana de millones de personas transcurre de manera atribulada.

Cuando comenzaron a emerger las descripciones de la tragedia y las consiguientes críticas y reflexiones que este tipo de posicionamiento en el presente estaba provocando, quienes se benefician con el ordenamiento capitalista emprendieron una cuarta acción: comenzaron a negar la letalidad del virus SARS-CoV-2. Ante las crecientes reflexiones en torno al origen de la pandemia, quienes se benefician con el ordenamiento capitalista y con la pandemia que ha provocado se pusieron a la ofensiva. Están haciendo todo lo que pueden por hacer creer que el ordenamiento capitalista es el mejor de los ordenamientos posibles. Por esto nada tan terrible podría haber sido provocado por este ordenamiento.

Los paradigmas de la negación de la letalidad del virus SARS-CoV-2 han sido dos políticos del continente americano que profesan la ideología política fascista. Estos son el anterior presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, y el actual presidente de Brasil Jair Bolsonaro. Para estos dos hombres el virus SARS-CoV-2 no es letal y la enfermedad que produce es de una levedad tal que no merece la atención de los gobiernos. Cuando aplicaron estas ideas a sus decisiones de gobierno, estos hombres se quedaron gobernando en el pasado. Mientras las cifras de personas muertas, enfermas y contagiadas ascendían en sus países, ellos seguían gobernando un país insubsistente. Más aún, cuando ellos mismos padecieron la enfermedad le restaron importancia. En la medida que el ejercicio de sus respectivos cargos les permitía tener una atención privilegiada en el tema de su salud, nadie debía preocuparse. A ambos se les pudo escuchar decir que, si ellos habían superado la enfermedad, cualquiera la podía superar. Para subrayar este punto de vista llegaron a hacer en público las primeras prescripciones médicas que se les ocurrían en medio de cualquiera de los actos en los que complacían a algunas personas y fastidiaban a otras con sus verborreas.

A pesar de que muchas personas creen que el virus SARS-CoV-2 no es letal, a diario se acrecientan las evidencias que demuestran las terribles consecuencias que puede traer. Además, los desastres que ha ocasionado la pandemia se siguen acrecentando. Por esta razón, quienes medran con el ordenamiento capitalista y con la pandemia que ha provocado, llevaron a cabo una quinta acción: decidieron difundir un miedo al virus SARS-CoV-2. Si no se podía negar su letalidad, esta ha sido difundida hasta el paroxismo. Con esto se pasó de la negación enfática a la afirmación exacerbada. Con lo que, de igual manera, se intentaban controlar los efectos que una reflexión sobre las causas de la pandemia podría arrojar.

Quizá la razón por la que se afirmó, de manera exacerbada, la existencia del virus SARS-CoV-2 fue la intención de difuminar las reflexiones que se pueden configurar en torno a la pandemia. Los procesos de construcción de experiencia que emanan de la reflexión requieren momentos de sosiego. Por esto, para difuminar la reflexión basta con imbuir inquietud, desasosiego, intranquilidad, ansiedad y zozobra. En un contexto en el que las personas estén dominadas por esto sentimientos es fácil provocar miedos o aquellas angustias que se sienten ante la inminencia de un riesgo. Cualquier miedo puede inmovilizar o paralizar hasta volverse más vivaz.

Cuando las personas se paralizan por el miedo es fácil posicionar gobiernos autocráticos. Por esta razón el miedo a la pandemia fue esparcido hasta su máxima expresión. Una vez que se ha posicionado el miedo a la pandemia los sentimientos de inseguridad se han generalizado. Lo que ha servido para perpetuar la idea de que la seguridad de las poblaciones la propicia el fortalecimiento de las organizaciones armadas y no el que los estados le reconozcan y le hagan efectivos sus derechos a las poblaciones y a la naturaleza. De esta forma se ha ocultado que la seguridad de las poblaciones nunca la garantizarán las organizaciones militares y que, en consecuencia, la seguridad la propician los estados cuando satisfacen las necesidades humanas de las poblaciones.

El esparcimiento del miedo ha servido también para condenar a quienes han salido a las calles a reivindicar sus derechos. De esta forma, se desvirtuaron las movilizaciones sociales que se realizaron contra las tragedias que provoca el capitalismo en países como Francia, Chile y Colombia. Por tanto, las alternativas a la crisis en la que se sostiene el capitalismo dejaron de ser discutidas en el espacio público por las y los ciudadanos. Lo que puede traer consecuencias indeseadas. Esta situación fue descrita por Santos de la siguiente manera:

Queda en evidencia que no hay alternativas porque el sistema político democrático ha sido forzado a dejar de discutir alternativas. Al haber sido expulsadas del sistema político, las alternativas entrarán cada vez más con mayor frecuencia en la vida de los ciudadanos y lo harán por la puerta de atrás de las crisis pandémicas, los desastres ambientales y los colapsos financieros. Es decir, las alternativas volverán de la peor manera posible. (2020)

El esparcimiento del miedo, finalmente, ha permitido que muchas personas renuncien a sus derechos. Con esto se hace posible que los estados aumenten la vigilancia que ejercen sobre las poblaciones. Sin embargo, el esparcimiento del miedo coincidió con una situación. El ordenamiento capitalista funciona a partir de la reificación de las personas y de la naturaleza y de formas de gobierno autocráticas para que unas pocas personas monopolicen los satisfactores de las necesidades humanas. Tanto la reificación, la autocracia y la monopolización se basa en dos caracteres que desarrollan en el capitalismo las personas y las poblaciones: estos son el codicioso y el egoísta. Lo que deviene en actitudes como la cicatería y el sentimiento de superioridad hacia las otras personas. Actitudes que son reforzadas con el tener, con el poseer cosas hasta el paroxismo (Fromm, 1978). Lo que se proyecta en el consumo masivo. Un consumo que solo es posible acudiendo al mercado; a consumir lo que en el campo de la producción se ha fabricado masivamente. En un contexto de miedo es imposible consumir masivamente. Con esto, no obstante, sigue peligrando el pivote del ordenamiento capitalista: el consumo masivo.

Frente a este problema la alternativa habría sido impedir el empobrecimiento de la población. Permitir que a través de la concesión de una renta básica universal las personas y las poblaciones pudieran seguir satisfaciendo sus necesidades. Lo que de paso impediría que quienes medran con el ordenamiento capitalista perdieran sus privilegios. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos de los estados del planeta se negaron a reconocerle a las personas y a las poblaciones el derecho a la sobrevivencia.

En esta situación, quienes se benefician con el ordenamiento capitalista, a medida que difundían el miedo al virus SARS-CoV-2, infundían una responsabilidad de carácter individual frente a la posibilidad de contagiarse de este virus. Con esto, en otras palabras, se decía que si una persona se contagiaba era porque había sido irresponsable. Con lo que al tiempo se descargaba de sus responsabilidades a los gobiernos de los estados. Esta fue la sexta acción emprendida por quienes medran con el ordenamiento capitalista y con la pandemia que ha provocado. Esta acción es la que predomina en la actualidad y la que predominará. Sobre todo, porque se fundamenta en la destrucción del colectivismo, tan despreciado y desdeñado por quienes medran con la ideología política neoliberal.

La infusión de esta responsabilidad la fundamentaron en un falso dilema: o se salva la economía o se salva la salud. Lo que a todas luces resultaba engañoso, ya que sin personas saludables el campo económico no puede funcionar y si la humanidad perece por la pandemia el campo económico simplemente deja de existir. Sin embargo, muchas personas quedaron convencidas de que la salud no se podía conservar si colapsaba la economía. De este modo, se esparció una responsabilidad individual frente a la posibilidad de contagio. Cada persona debía ser responsable de sí misma. No es el Estado el que debe reconocer y hacer efectivo el derecho que cada persona —por hacer parte de la especie humana — tiene a la salud. Es cada persona por sus propios medios la que tiene que lograr mantenerse sana. Con todo esto prima lo individual despreciando y desdeñando lo colectivo.

En medio de esta situación, el gobierno colombiano cometió una de las mayores infamias que se han consumado en medio de la pandemia: para preservar la economía; es decir, los beneficios de quienes medran con el ordenamiento capitalista permitieron que por un día se vendieran mercancías con sus precios supuestamente rebajados en virtud de que, a estas mercancías, se les había descontado el Impuesto al Valor Agregado (IVA). De esta forma, miles de personas se atiborraron en los comercios para endeudarse con la compra de cada mercancía. Las imágenes que se vieron por los medios de comunicación hacían más alusión a los Black Friday que se han popularizado en muchos países del planeta, que a la pandemia que se estaba viviendo. No se podía entender cómo en medio del riesgo que suponía la pandemia, los almacenes podían estar abarrotados de personas disputándose cualquier electrodoméstico rebajado. Al notar esta situación el gobierno colombiano cambió radicalmente su discurso. Acentuó su llamado a la responsabilidad individual. Alegó que no se había contradicho y que, mucho menos, había actuado de manera temeraria. Recalcó que eran las personas las que habían incumplido, de manera irresponsable, con la única manera en la que se puede sobrevivir a la pandemia: respondiendo individualmente.

Al momento del cierre de este texto, abril de 2021, la infusión de la responsabilidad individual fracasó. De este fracaso se están dando cuenta los confinamientos totales y parciales que están imponiendo los gobiernos a las poblaciones en el contexto global y local. En el contexto global, los gobiernos italiano y francés impusieron a las poblaciones que gobiernan confinamientos totales el 27 de marzo y el 3 de abril. Por su parte, los gobiernos de Filipinas, Chile y Argentina impusieron a las poblaciones que gobiernan Confinamientos parciales entre el 22 de marzo y el 8 de abril. En el contexto local, la alcaldesa de la ciudad de Bogotá impuso un confinamiento total de las poblaciones de esta ciudad, entre los días sábado y lunes, a partir del 10 de abril. Finalmente, en las áreas metropolitanas del Valle de Aburrá y del Valle San Nicolás y en otros 7 municipios del Departamento de Antioquia, el gobernador encargado, decretó un confinamiento total, entre los días jueves y lunes de cada semana, desde el 8 de abril (Agencia EFE, 2021; Datos para recordar previo al inicio de la cuarentena en Bogotá, 2021; Cuarentena en Medellín: lo que se puede y no se puede hacer, 2021; DW Akademie, 2021; Radio Francia Internacional, 2021; Redacción BBC Mundo, 2021).

Estos ejemplos demuestran que, de la infusión de la responsabilidad individual se tuvo que retroceder a la prescripción del distanciamiento, del aislamiento y del confinamiento. De esta manera, es claro que quienes medran con el ordenamiento capitalista y con la pandemia que ha provocado, fracasaron con las acciones que emprendieron para ocultar la crisis en la que se sostiene el capitalismo. Si, por el contrario, estas personas y organizaciones, aceptaran que el capitalismo se sostiene en una crisis que es imperativo transformar, millones de personas se habrían salvado de sucumbir en medio de la tragedia que representa la pandemia de la Covid-19.

Como hemos argumentado, la crisis que sostiene el capitalismo se cifra en la reificación, en la autocracia y en la monopolización. Asumirla como un oxímoron implica transformar en reconocimiento la reificación; en democracia la autocracia y en redistribución la monopolización (Bobbio, 2009; Fraser, 2006; Honneth, 2007; Santos, 2018).

Esta transformación permitiría que, por ejemplo, todos los estados le reconocieran y le hicieran efectivo el derecho a la salud que es inherente a todas las personas. De esta manera, destinarían los recursos físicos y financieros que requieren los sistemas de salud. Además de esto, respaldarían y protegerían a todas las personas que hacen posible que estos sistemas existan. Lo que permitiría que se fortalecieran. Con esto se evitaría que cualquier enfermedad se transforme en una epidemia y, eventualmente, en una pandemia. Sin embargo, como se ha mostrado, la situación en la que estamos es contraria. Los estados no reconocen ni hacen efectivo el derecho a la salud de las personas. Por esto, los sistemas de salud se mostraban débiles en los tiempos anteriores a la declaración del estado de pandemia y han demostrado la crueldad de sus miserias en el momento actual.

En estas circunstancias, se torna indispensable que las poblaciones que gobiernan los estados construyan experiencias. La construcción de experiencias, en torno a esa situación, por parte de las poblaciones, las llevaría a exigirles a los estados que hagan efectivo su derecho a la salud y los derechos que, en conjunto, les permitirían a todas las personas del planeta devenir de manera armónica y con goce de bienestar. Lo que permite que la vida cotidiana transcurra con amabilidad y que la vida se perciba como animada, alegre y, cuando se pueda, divertida. Una vida distinta a la actual en la que pocas personas viven de manera privilegiada, porque muchas personas son menoscabadas. Una vida diferente a la presente en la que el gozo de cualquier persona parece obtenerse cuando su ego prevalece merced al sometimiento del ego de su alteridad. Esta vida parece ser adversa para quienes medran con el ordenamiento capitalista. Especialmente, con su versión neoliberal. Por esta razón, estas personas han emprendido distintas acciones para que las poblaciones no construyan experiencias que les permitan transformar la crisis en la que se sostiene el capitalismo.

Con respecto a esas acciones tenemos el convencimiento de que los desastres que amargan nuestra vida cotidiana pueden ser atendidos y reparados si las actuaciones humanas son contrarias a las que han prescrito aquellas personas y grupos que medran con el ordenamiento capitalista. Por esto, se hace importante fortalecer los procesos políticos colectivos que ayuden a que en nuestra sociedad reine el reconocimiento, la democracia y la redistribución (Bobbio, 2009; Fraser, 2006; Honneth, 2007). Lo que implica construir “otra normalidad”. Una normalidad que sea diferente a la que propone el capitalismo. De forma paralela, se hace imprescindible que se conozca y se sepa, desde las distintas formas de conocimiento y de saber, acerca del virus SARS-CoV-2. Todo esto emanado de una responsabilidad colectiva en torno al retroceso de la pandemia y de todas las tragedias que amargan la vida cotidiana y que hacen que percibamos la vida como un devenir atribulado. La tragedia que se cifra en la actual pandemia tendría que llevarnos a comprender que cualquier privilegio es deleznable. Por ejemplo, con relación a la lógica neoliberal con la que se están desarrollando y distribuyendo las vacunas que, actualmente, existen para prevenir la covid-19. Ospina se ha preguntado: "¿de qué les servirá a los países ricos estar vacunados totalmente si en un país pobre no inmunizado puede aparecer una mutación que ponga en peligro otra vez al mundo entero?” (2021). De esta forma, este escritor ha mostrado cómo los privilegios se desvanecen frente a nuestros imperativos biológicos. Unos imperativos que, precisamente, lo son porque no se someten a las formas aberrantes mediante las cuales unas pocas personas prevalecen sometiendo a muchas otras.

En suma, con Santos (2020) pensamos que tendremos que imaginar salidas basadas en la democracia participativa que se pueda desplegar de lo local a lo regional y a lo global. Para poder imaginar y tornar en un artificio estas salidas se hace necesario desarrollar procesos de educación política que se fundamenten en la reciprocidad. Una práctica humana que dignifica esta condición y que solo puede emanar del reconocimiento de la alteridad. Lo que ayuda a construir un ordenamiento global que se configure desde lo singular (Han, 2017) para que no se margine, discrimine o excluya lo que se adjetiva como distinto. Ya sabemos que toda sociedad que desconoce lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos (Han, 2017). Atributos que se vienen expresando de manera nítida durante esta pandemia. En este sentido, a partir del reconocimiento y de la democratización creemos que se tornan viables los procesos de redistribución de los satisfactores de las necesidades humanas.

Se trata que mediante la educación política sustentada en la reciprocidad se puedan entender las crisis como un oxímoron. En este caso se trata de asumir o hacerse cargo de la crisis en la que se sostiene, se soporta, se mantiene o se basa el capitalismo como un oxímoron. Lo que implica pensar esta crisis como un artificio que, como todo lo creado por la humanidad, se puede cambiar, se puede transformar. Creemos que la mejor manera de desarrollar estas transformaciones es mediante la praxis o aquellas prácticas informadas por una profunda reflexión. Una forma de actuar en el sentido de la praxis es construir experiencias. Una manera de hacerlo es mediante la descripción, el análisis y la reflexión de aquellas situaciones que se quieren cambiar, que se quieren transformar. En este caso se trataría de desarrollar un proceso de descripción, de análisis y de reflexión de la crisis en la que se sostiene el capitalismo. Lo que permite construir experiencias que se cifran en aquellos conocimientos y saberes que puedan prescribir una acción en el sentido de la praxis que ayude a crear ordenamientos sociales diferentes al ordenamiento del capitalismo. Pues, como vimos, este se sostiene en una crisis que provoca esos cúmulos de desastres cotidianos que son las tragedias.

Ahora bien, ¿cómo se pueden construir esas experiencias? Puede decirse que una manera de hacerlo es desarrollar procesos de descripción o especificación, de análisis o de crítica y de reflexión o valoración. La construcción de experiencia permite entonces construir valoraciones que consistan en conocimientos y saberes que le permiten a la persona que ha construido experiencia actuar en el sentido de la praxis, es decir, una práctica informada por una profunda reflexión o valoración (Villa, 2020b). De esta manera, se podrá afirmar con Restrepo que “esta peste, si algo ha tenido de bueno es que nos pone en evidencia lo bueno que es la vida cotidiana cuando las cosas son simplemente amables” (2020, 27:20-27:30).

Referencias

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Notas

Artículo recibido: 20 de enero de 2022 / Aceptado: 25 de abril de 2022 / Modificado: 18 de mayo de 2022. Este es un artículo de reflexión en el que se consigna la experiencia que han construido las autoras en torno a la pandemia de la Covid-19. Esta reflexión se fundamentó en fuentes secundarias, en algunas fuentes primarias y en las discusiones que mensualmente las autoras llevan a cabo con sus colegas del grupo de trabajo académico en Educación Política Educar para la Polis del grupo de investigación Comprender y del grupo Unipluriversidad . Este proceso de reflexión no contó con financiación, pero sí contó con el apoyo institucional de la Universidad de Antioquia (Colombia) a través del Sistema Universitario de Investigación.
Doctora en Educación por la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Profesora de la Universidad de Antioquia, Facultad de Educación (Colombia). Integrante del grupo de investigación Comprender de la Universidad de Antioquia y del grupo de trabajo académico en Educación Política Educar para la Polis del grupo Comprender y del grupo Unipluriversidad. Participó en todo el proceso de escritura del artículo. Correo electrónico: eugenia.villa@udea.edu.co https://orcid.org/0000-0003-2189-3373
Magíster en Comunicación por la Universidad de Medellín (Colombia) y Politóloga por la Universidad Nacional de Colombia. Auxiliar de investigación en sistematización de experiencias en proyectos referidos a la gobernanza, la participación, la seguridad y soberanía alimentaria y nutricional en la Universidad de Antioquia, Escuela de Nutrición y Dietética (Colombia). Además, es integrante del grupo de trabajo académico en Educación Política Educar para la Polis del grupo investigación Comprender y del grupo Unipluriversidad de la Universidad de Antioquia. Participó en todo el proceso de escritura del artículo. Correo electrónico: natalia.andrea.godoy.toro@gmail.com https://orcid.org/0000-0003-4772-560X

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ACS

(1)
Villa, M.-E.; Godoy-Toro, N. El capitalismo se sostiene en una crisis y se manifiesta en esos cúmulos de desastres cotidianos que son las tragedias. forum. rev. dep. cienc. politica 2023, 7-27.

ABNT

VILLA, M.-E.; GODOY-TORO, N. El capitalismo se sostiene en una crisis y se manifiesta en esos cúmulos de desastres cotidianos que son las tragedias. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, [S. l.], n. 23, p. 7–27, 2023. DOI: 10.15446/frdcp.n23.95007. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/95007. Acesso em: 20 aug. 2024.

Chicago

Villa, María-Eugenia, and Natalia Godoy-Toro. 2023. “El capitalismo se sostiene en una crisis y se manifiesta en esos cúmulos de desastres cotidianos que son las tragedias”. Forum. Revista Departamento De Ciencia Política, no. 23 (March):7-27. https://doi.org/10.15446/frdcp.n23.95007.

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MLA

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Turabian

Villa, María-Eugenia, and Natalia Godoy-Toro. “El capitalismo se sostiene en una crisis y se manifiesta en esos cúmulos de desastres cotidianos que son las tragedias”. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, no. 23 (March 28, 2023): 7–27. Accessed August 20, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/95007.

Vancouver

1.
Villa M-E, Godoy-Toro N. El capitalismo se sostiene en una crisis y se manifiesta en esos cúmulos de desastres cotidianos que son las tragedias. forum. rev. dep. cienc. politica [Internet]. 2023 Mar. 28 [cited 2024 Aug. 20];(23):7-27. Available from: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/95007

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