Filosofía del arte, Historia de un proyecto fallido desde los griegos hasta la crisis moderna.

De una manera sibilina, premonitoria del futuro decurso de la aventura metafísica occidental, en el sentido que nos interesa aquí relacionado con la muerte del arte y la expansión de la estética, el mi jndo griego presenta ya todos los síntomas que animan tanto la experiencia clásica del arte como su desfallecimiento o su perversión decadentista.

Si desglosamos más esta atrevida aseveración, nos referimos sin duda a esa experiencia intensa y fundamental que los griegos poseían del arte, y de la relación entre la techné y la belleza. Esta relación se encuentra como sublimada en la escultura, por la exaltación del cuerpo bello a través de la creación de unos cánones de representación, de medida y de armonía que, en adelante, prevalecerán para Occidente como el modelo o el paradigma de lo clásico.

Ahora bien, si como lo plantea Gillo Dorfles (1963), el momento de la decadencia de lo clásico es siempre un período manierista o barroco de devaluación de las imágenes y de las formas, entonces podemos sostener que los griegos poseían ya una experiencia del límite o del fin del arte, -en una extraña y asombrosa alegoría con nuestra propia muerte del arte-; experiencia vinculada a la circulación masiva en el mundo griego de las tanagras, que no eran otra cosa que copias simplificadas y devaluadas de las grandes esculturas griegas, como una forma "originaria" del Kitsch, del Bibelot, del Gadget, del simulacro estético.

En el momento de este primer síntoma de decadencia de lo estético en el mundo griego, la filosofía se propone como una de sus funciones subalternas producir una teoría coherente de la obra de arte y de la imagen estética; pero, tendremos ocasión a través de este ensayo de confirmarlo, como esta función resulta desviada, o "pervertida".