La Filosofía Moderna y el Simulacro

Recientemente, en el curso de unas tres décadas, hemos visto acentuarse y proliferar, hasta el extremo de constituirse en virus o en una suerte de imperialismo de la cultura, una estilística de la reflexión y del discurso que modaliza también una operación de confusión y de transcodificación de aquello que ya sólo pertenece ambiguamente al relato de la arquitectura, de la historia del arte, de la filosofía. Esta interpretación que asombra y trastorna con una extraña inspiración el medio intelectual universitario, determina un movimiento emancipador de deslegitimación del status quo, de derribamiento de la razón oficial, de deconstrucción de la función narrativa de la modernidad.
¿En qué consiste, pues, esta singular operación de deslegitimación o de incredulidad, para que su extensión seduzca a la manera de un nuevo liberacionismo?
El presente ensayo intenta demostrar, o al menos mostrar, desde la problemática inaugurada por Lyotard, que la "incredulidad" post-moderna no comunica con ninguna "salida salvadora"; y que ella nos habita más bien como una suerte de nihilismo o de contemplación desencantada. Los antecedentes de esta desazón del fin de la historia, habría que buscarlos según una paradójica genealogía, no ya bajo el modo de un proyecto, sino más bien, bajo la forma de una sospecha o de un delito menor. Este delito menor inspira ya una relectura de nuestra pertenencia cultural; en nuestro caso, la manera como la imagen-simulacro interrumpe las seguridades de la filosofía y de la estética.