La Instalación del Trauma en dos comunidades de Colombia: Trauma Colectivo y Marcos Discursivos
The Installation of Trauma in Two Communities in Colombia: Collective Trauma and Discursive Frames
DOI:
https://doi.org/10.15446/rcp.v32n1.96617Keywords:
marcos discursivos, masacres, memoria social, trauma colectivo, víctimas, violencia (es)collective trauma, discursive frames, massacres, social memory, victims, violence (en)
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Las comunidades que enfrentan experiencias de violencia extrema sufren daños en su estructura social, que afectan relaciones interpersonales, sentimientos de integración social e identidades personales. Propusimos el concepto de instalación del trauma como construcción sociopolítica y eje de asignación de sentido, que permite a las comunidades explicar lo desconcertante. La instalación consiste en el andamiaje de recursos, materiales y simbólicos, que ofrecen interpretaciones situacionales de una experiencia; nos enfocamos en elementos simbólicos, específicamente en marcos discursivos, que son soportes de significación y organizan contenidos con el fin de comprender eventos. En esta investigación analizamos marcos discursivos de dos comunidades que enfrentaron situaciones de violencia extrema (masacres), con el objetivo de estudiar términos de instalación y elaboración del trauma colectivo. Identificamos marcos discursivos genéricos y específicos, que posibilitaron la construcción comunitaria de una narrativa del trauma. El concepto de instalación del trauma sirve para revisar estrategias de contención psicosocial ante eventos que alteran el tejido social de una comunidad.
Communities that experience extreme violence suffer damage to their social structure. This affects interpersonal relationships, feelings of social integration, and personal identities. In this article, we propose the concept of installation of trauma as both a sociopolitical construction and a strategy of meaning that allows a community to elaborate on traumatic events. The installation consists of the scaffolding of resources both material and symbolic, that offer situational interpretations of an experience. Focusing on symbolic elements, specifically on discursive frames as structures of meaning with communicative purposes, we analyzed the discursive frames of two communities that faced events of extreme violence (massacres), with the aim of studying the terms of installation and elaboration of collective trauma. The results revealed generic and specific discursive frames that allowed the community the construction of the trauma narrative. The concept of trauma installation serves to study psychosocial holding strategies in communities facing tragedy.
Recibido: 6 de septiembre de 2021; Aceptado: 13 de julio de 2022
Resumen
Las comunidades que enfrentan experiencias de violencia extrema sufren daños en su estructura social, que afectan relaciones interpersonales, sentimientos de integración social e identidades personales. Propusimos el concepto de instalación del trauma como construcción sociopolítica y eje de asignación de sentido, que permite a las comunidades explicar lo desconcertante. La instalación consiste en el andamiaje de recursos, materiales y simbólicos, que ofrecen interpretaciones situacionales de una experiencia; nos enfocamos en elementos simbólicos, específicamente en marcos discursivos, que son soportes de significación y organizan contenidos con el fin de comprender eventos. En esta investigación analizamos marcos discursivos de dos comunidades que enfrentaron situaciones de violencia extrema (masacres), con el objetivo de estudiar términos de instalación y elaboración del trauma colectivo. Identificamos marcos discursivos genéricos y específicos, que posibilitaron la construcción comunitaria de una narrativa del trauma. El concepto de instalación del trauma sirve para revisar estrategias de contención psicosocial ante eventos que alteran el tejido social de una comunidad.
Palabras clave
marcos discursivos, masacres, memoria social, trauma colectivo, víctimas, violencia.Abstract
Communities that experience extreme violence suffer damage to their social structure. This affects interpersonal relationships, feelings of social integration, and personal identities. In this article, we propose the concept of installation of trauma as both a sociopolitical construction and a strategy of meaning that allows a community to elaborate on traumatic events. The installation consists of the scaffolding of resources both material and symbolic, that offer situational interpretations of an experience. Focusing on symbolic elements, specifically on discursive frames as structures of meaning with communicative purposes, we analyzed the discursive frames of two communities that faced events of extreme violence (massacres), with the aim of studying the terms of installation and elaboration of collective trauma. The results revealed generic and specific discursive frames that allowed the community the construction of the trauma narrative. The concept of trauma installation serves to study psychosocial holding strategies in communities facing tragedy.
Keywords
collective trauma, discursive frames, massacres, social memory, victims, violence.Introducción
EN SU artículo sobre la historia de las actitudes y otras estructuras representacionales, McGuire (1986) indicó áreas prometedoras para el estudio de las creencias sociales, una de ellas, la que denominó módulos de creencias miniatura que tendrían funciones importantes en la organización ideológica. Entre dichos módulos, destacó a los marcos, schemata, agendas, scripts, teorías implícitas, etcétera. Tuvo razón, sin duda, porque el estudio de dichas estructuras ha llamado la atención de investigadores en ciencias sociales en las últimas décadas. Si se considera la tarea de construir el sentido de cuanto ocurre a nuestro alrededor como una demanda fundamental y permanente de la existencia, entonces el estudio de sistemas representacionales complejos permite entender los términos de las relaciones entre individuos y grupos con el mundo. La naturaleza colectiva de dichos sistemas es evidente si pensamos que tienen como condiciones al lenguaje y la historia.
En este artículo presentamos los términos de la construcción social de sentido en relación con objetos inaprensibles, específicamente la experiencia de haber sido testigo y víctima de masacres. Para este fin, utilizamos la perspectiva de los marcos discursivos, la cual subraya el aspecto comunicativo y constructivo de la vida social. Los marcos discursivos son principios organizadores que orientan la comunicación y tienen un carácter social; se identifican por vocabularios definidos. No son solamente estructuras cognitivas, sino también elementos comunicativos que facilitan la comprensión del mundo y la comunicación social. El trauma es una narrativa de significación que ayuda a darle sentido a lo indecible; es también una herramienta política y un ámbito de representaciones ideológicas en tanto busca transformaciones en la identidad social y personal. Los marcos ayudan a la construcción compartida del trauma colectivo mediante la descripción de los hechos, identificación de agentes y explicación de causas.
Denominamos instalación del trauma al proceso de ensamblaje de elementos materiales y simbólicos a partir de los cuales individuos, grupos e instituciones participan en la coconstrucción de una narrativa que permite superar la crisis de sentido producida por la tragedia. Para ilustrar parte de los recursos empleados en la instalación del trauma, analizamos marcos discursivos en dos comunidades que fueron casos ampliamente conocidos de violencia extrema en Colombia: San Carlos y El Salado, a través de entrevistas realizadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2009, 2011).
Marcos Discursivos
Un marco discursivo es una categoría que organiza un tema o acontecimiento con el fin de dotarlo de sentido; indica los términos en los que se entiende un problema. El desarrollo de un marco discursivo comprende selección, categorización e interpretación, porque destaca unos contenidos sobre otros y los emplea para concebir una perspectiva particular, usualmente ligada a posturas ideológicas y políticas dominantes. Cualquier tema, circunstancia o evento tiene el potencial de alterar el equilibrio del saber de un grupo social. Lo disruptivo que trae consigo una nueva experiencia moviliza el conocimiento colectivo, que busca asimilar y elaborar lo novedoso. Hacen parte de esa elaboración conceptos tales como narrativas, representaciones sociales y marcos discursivos, entre otros.
El marco se construye desde (a) posturas políticas y (b) contextos de comunicación, tomando elementos de las creencias compartidas socialmente (por ejemplo, valores, actitudes y conocimientos). El marco no es solo una construcción a priori, sino también un mecanismo de racionalización que permite justificar acciones y decisiones. La función básica de un marco es sustentar argumentaciones y asegurar coherencia. Según Entman (1993), los marcos permiten seleccionar problemas, indagar causas, valorar el acontecimiento y proponer soluciones.
La noción de marco discursivo se asemeja al concepto de schemata en cognición social. Los esquemas son estructuras que organizan contenidos para darle unidad y coherencia a un conjunto de observaciones. Lo que subraya el concepto de marco discursivo y lo diferencia de los esquemas es el carácter participativo y dinámico de las impresiones y su papel en la comunicación. Un marco puede tener sentido en un contexto de interacción, pero no en otro. Además, se expresan en distintos niveles: psicológico, social y cultural. Los marcos destacan el carácter creativo, flexible y dinámico de la comunicación.
Desde el nivel psicológico, el mismo objeto puede evocar respuestas distintas, dependiendo de cómo se presente (Tversky & Kahneman, 1981). Desde un punto de vista sociológico, Goffman (1974) pensó en los marcos en términos de un encuentro social. La pregunta es cómo se entiende una situación de interacción y se organiza la experiencia. Los marcos son estructuras cognitivas de percepción y juicios; el concepto de marco discursivo recalca el aspecto comunicativo desde el que se crea el marco.
Entre las definiciones más conocidas de marcos se encuentran, además de la de Entman, las de Gamson y Modigliani (1989) y de Gitlin (1980). De forma general, estos autores entienden los marcos como ideas básicas cuyo propósito es organizar el mundo. Aunque Gamson y Modigliani señalaron el carácter de centralidad que tienen los marcos en las estructuras interpretativas, uno de sus rasgos sobresalientes es la variabilidad. Edelman (1993) hizo referencia al “caleidoscopio de realidades potenciales” para referirse a la multiplicidad de narrativas que puede suscitar un acontecimiento. La creación de distintas versiones sobre un objeto muestra la multiplicidad de formas en las que desde los discursos se construyen hechos.
Los cambios de encuadre como respuesta a variaciones del contexto transforman la percepción del objeto, aun de manera temporal. Para Ichheiser (1966), los contenidos de la percepción determinan la dirección de la valoración. La relación entre percepción y valoración es compleja porque si bien es cierto que la percepción determina actitudes, también lo es que las valoraciones seleccionan contenidos con el fin de producir hechos más o menos coherentes.
Tanto la construcción como la selección de los marcos son procesos que se establecen a partir de valores, que resultan de la identificación con grupos de referencia, puesto que ninguna concepción sobre el mundo y acerca de lo que hay en él es independiente de valoraciones e identificaciones sociales. Al enfatizar el aspecto discursivo, se establece que descripciones y valoraciones son aspectos inherentes al lenguaje.
Los marcos se expresan en varios niveles, desde los más específicos hasta los más generales. De Vreese (2005) estableció una tipología que comprende dos clases de marcos: genéricos y específicos. Existe una organización jerárquica de los marcos y en los discursos se encuentran ambos tipos; la jerarquía se determina no solo con respecto a la especificidad temática, sino también en cuanto a su estabilidad.
En este artículo exploramos los marcos discursivos en dos comunidades sometidas a violencia extrema en Colombia. Quisimos mostrar el papel sustancial que cumplen los marcos en dar sentido incluso a los acontecimientos más desconcertantes, además de que apoyan la construcción del trauma y la producción de sus consecuencias, por ejemplo, en la definición de víctimas, identificación de culpables y puesta en marcha de procesos de perdón y reparación. La construcción social del trauma es un recurso terminante que permite la creación de una narrativa de sentido.
Trauma Colectivo
Nuestro nivel de análisis es la comunidad. Desde lo colectivo, el trauma se caracterizaría por la erosión o el rompimiento del tejido social de una comunidad como resultado de una situación o acontecimiento inédito; el trauma colectivo daña la integración social y produce crisis de sentido. Con la desintegración de los vínculos desaparece la coherencia social y la continuidad de lo cotidiano, perdiéndose la confianza. Los huecos de las rupturas los llena el miedo.
Como lo señalan los modelos psicosociales basados en la identidad social, dado que la comunidad es recurso de apoyo y bienestar, además de otras motivaciones psicológicas importantes como autoconcepto, autoestima, etcétera, el trauma colectivo altera las identidades personales por lo que se traduce también en malestar individual (Schmid & Muldoon, 2015).
Al hacer referencia al nivel colectivo del trauma, seguimos las ideas de Erikson (1991) con respecto a la comunidad traumatizada como ámbito específico de análisis. La comunidad traumatizada no se considera una agrupación de individuos traumatizados porque el interés se encuentra en el daño que se produce en los vínculos y las relaciones sociales, es decir en la esfera de lo interpersonal.
En el trauma, el papel de orientación y contención que cumple la comunidad deja de funcionar, por lo que surge el sentimiento de que la sociedad es impredecible y carente de sentido. El ritmo de lo cotidiano se rompe y da paso a la incertidumbre que alimenta la ansiedad constante. Para Erikson las identidades sociales no desaparecen, solo se transforman por identificaciones en la tragedia que resultan, en lo que denominó comunidades tóxicas. El concepto de trauma cultural hace referencia a una construcción social frente al horror de lo indecible, que requiere de unas condiciones socioculturales e históricas específicas (Alexander, 2004; Smelser, 2004). Esto quiere decir que un evento requiere de circunstancias que lo hagan visible, importante y amenazador.
En la teoría cultural del trauma (Alexander, 2004), ningún evento tiene en sí mismo el potencial de ser inherentemente traumático. Lo que se destaca es la forma en la que el evento se representa conforme a las especificidades de la historia y la cultura, por lo que el trauma cultural es básicamente una representación social. Para ser representado, intervienen una serie de agentes colectivos específicos, que comunican a unas audiencias el reclamo de que un valor fundamental de la sociedad ha sido profanado y debe repararse. Con el fin de que el reclamo encuentre eco en la sociedad, los colectivos transmisores deben reconstruir la narrativa desde los marcos de lo traumático. Alexander hizo referencia a una narrativa maestra que requiere reconstrucciones del hecho, identificación de víctimas y perpetradores, y construcción de memoria social. Nosotros retomamos estos aspectos del proceso del trauma cultural para proponer el ensamblaje situacional de recursos que ofrece la instalación del trauma.
Instalación del Trauma
Por instalación del trauma entendemos el proceso de ensamblaje de lo traumático. Para ello recurrimos a la metáfora de la logística. Un conjunto de actores, con intereses políticos propios, medios y metodologías organizan el montaje del trauma que va a ser necesario, entre otros aspectos, para la definición e identificación de víctimas, reconocimiento de perpetradores, puesta en marcha de procesos de justicia, perdón y reparación, construcción de memoria social y retorno de los pobladores.
Los actores de la instalación están conformados por agentes gubernamentales, población civil, organizaciones sociales, organismos internacionales, agencias de cooperación de otros países, organizaciones no gubernamentales, académicos e instituciones académicas, todos los cuales aportan y captan recursos económicos en el proceso. Los medios son las acciones y estrategias que emprenden los actores de formas más o menos coordinadas por el Estado. Las metodologías son el conjunto de conocimientos, procedimientos, prácticas y terminologías que emplean los actores. La instalación del trauma es una metodología que va a permitir en conjunto con el desarrollo de la memoria colectiva, la elaboración social del suceso mediante, por ejemplo, el uso de vocabularios. Los marcos discursivos son un aspecto fundamental de estos procesos de tramitación colectiva de lo siniestro, ya que posibilita buscar causas y explicar lo sucedido. Las comunidades no tendrían la capacidad de iniciar por sí solas este proceso debido al desplazamiento de los habitantes, desintegración social y la carencia de medios y metodologías. Esta investigación está circunscrita al análisis de una parte de los recursos simbólicos del ensamblaje, es decir, los marcos discursivos.
Contexto de Investigación
La investigación comprendió el análisis de entrevistas con participantes de dos comunidades de Colombia que padecieron situaciones de violencia extrema, específicamente masacres: San Carlos y El Salado. Los eventos hacen parte del contexto más general de la violencia interna colombiana en el periodo 1990-2010.
El primer contexto es el municipio de San Carlos, ubicado en el oriente del departamento de Antioquia, a 108 kilómetros de la ciudad de Medellín y con una población aproximada de 16 000 habitantes. La historia de violencia y desplazamiento de esta comunidad es reseñada por el CNMH en cinco momentos, el más violento de ellos denominado el éxodo (1998-2005) y caracterizado por desplazamientos masivos de la población, masacres, asesinatos selectivos y secuestros (CNMH, 2011).
El periodo del éxodo se distinguió por el aumento de la violencia y de su intensidad; la característica principal fue la crueldad. Durante esa fase se reportó un total de 33 masacres y 205 asesinatos. La función de las masacres fue crear terror y difundirlo en las comunidades vecinas. El referente histórico del inicio de este periodo fue la masacre de La Holanda, con la que comenzó el ingreso de los paramilitares a la región. En dicha masacre, un grupo de aproximadamente 200 paramilitares asesinaron y decapitaron a 13 personas.
Las masacres se convirtieron en puntos de referencia de la memoria colectiva de San Carlos. El impacto emocional en la comunidad, reportado por el CNMH fue intenso. La organización de los recuerdos, sin embargo, se enfrentó con tres dificultades: la fragmentación social, producto de diferencias en identificaciones políticas; el desplazamiento de la población, que ocasionó la dispersión de la comunidad, y la evitación del recuerdo, como mecanismo defensivo.
El segundo caso se trata de un contexto cultural y geográficamente distinto, el de El Salado, un corregimiento del municipio de El Carmen de Bolívar, en la costa Caribe colombiana. El Salado es una comunidad de unos 500 habitantes que forma parte de una región denominada Montes de María, escenario de varias masacres notorias del conflicto armado nacional. Contrario al caso de San Carlos, en el que se trató de una etapa dentro de una historia de violencia de cuatro décadas, el caso de El Salado hace referencia a una masacre descrita como un hecho de crueldad extrema y de maldad porque tuvo entre sus características la teatralización (CNMH, 2009).
La masacre de El Salado ocurrió entre el 16 y el 21 de febrero del 2000 por un grupo aproximado de 450 paramilitares que asesinaron a 60 personas. El hecho central de esta masacre se produjo el 18 de febrero, cuando luego de reunir a la población en el parque principal del poblado, se escenificó una fiesta en la que fueron torturadas y asesinadas 38 personas.
La masacre de El Salado ha sido considerada una muestra de la degradación del conflicto armado en Colombia, que tuvo en el año 2000 el momento más intenso en cuanto a masacres se refiere, con un total de 260 masacres y 1577 víctimas. Al igual que en el caso de San Carlos, los efectos psicosociales de estos hechos fueron considerables. Existe un recuerdo individual que permanece confinado en el ámbito de lo privado, de lo que no se habla pero que se expresa en el silencio, y una memoria colectiva de más lento desarrollo, limitada por la desintegración social y el desplazamiento de la población.
En ambos casos se trató de acontecimientos desconcertantes y experiencias inconcebibles cuya organización en términos de recuerdo colectivo fue obstaculizada por la desintegración de las comunidades. Con la pérdida de los ritmos cotidianos, junto con la desintegración social, los individuos quedaron a la deriva sin el sostenimiento que proporcionan las redes de apoyo social. En esas circunstancias fue indispensable la formulación de atribuciones y de marcos de asignación de sentido que ayudaran a darle trámite a la experiencia sufrida. En esta investigación indagamos por esos marcos en la perspectiva de la instalación del trauma.
Método
Para identificar los marcos discursivos analizamos 26 entrevistas que fueron realizadas por personal del CNMH a habitantes de San Carlos (N = 20) y El Salado (N = 6) con respecto a las experiencias de violencia vividas en ambas comunidades. Las entrevistas habían sido transcritas por el CNMH con omisiones de nombres, otros datos sociodemográficos relevantes y lugares específicos con el fin de proteger el anonimato de los entrevistados. Las transcripciones fueron solicitadas directamente al CNMH. La disponibilidad de las entrevistas evitó que repitiéramos el proceso de volver a entrevistar a participantes de ambos contextos con respecto a experiencias complejas. Nuestro interés fue identificar los vocabularios que caracterizaron las descripciones-explicaciones de los hechos de violencia sufridos.
El uso de material recolectado por el CNMH merece dos consideraciones importantes. La primera es de orden ético. Realizar entrevistas sobre los acontecimientos ocurridos y evocar recuerdos, aunque puede ser bien tolerado y mostrar beneficios, no exime de riesgos y problemas, por ejemplo, retraumatización (Figley, 2012). Tampoco contamos con los recursos para ofrecer apoyo profesional en caso de ser necesario. La segunda es de tipo práctico. La situación sociopolítica y de violencia de los últimos cinco años, aunado a la pandemia por COVID-19 hizo imposible las visitas de campo para recolectar material, incluido el registro de monumentos conmemorativos y otros elementos de objetivación del trauma que hacen parte del proceso de rutinización (Alexander, 2004). Por otra parte, el hecho de analizar material del CNMH no afecta nuestra propuesta de instalación del trauma, debido a que se trata de un escenario institucional de mediación y creación de la narrativa maestra.
Operacionalmente los marcos se consideraron clases semánticas identificadas con el software IRAMUTEQ (Interface de R pour les Analyses Multidimensionnelles de Textes et de Questionnaires) (Ratinaud, 2008), el cual permite el análisis estadístico multivariado de textos naturales mediante el examen de la distribución del vocabulario, de forma similar a otros programas de análisis estadístico de textos como ALCESTE (Reinert, 1990). Los vocabularios establecen y modifican los marcos. Tanto las palabras como su frecuencia dan una idea de los términos en los que se representa un objeto. IRAMUTEQ utiliza un procedimiento de clasificación jerárquica descendente para establecer categorías semánticas mediante métodos estadísticos como segmentación, clasificación jerárquica y dicotomización; para una descripción un poco más detallada del programa ver Camargo y Justo (2013). Las clases semánticas que resultan del análisis nos muestran las formas discursivas de entender un objeto (Matthes & Kohring, 2008). En la comunicación esas formas varían, lo cual no es tenido en cuenta en encuestas tradicionales de opinión pública o actitudes. Estimamos que esos marcos organizan el discurso en el encuentro comunicativo, a partir de los cuales se pueden expresar acuerdos o desacuerdos.
El análisis automatizado de los marcos ofrece ventajas comparando la codificación manual de textos. Permite incorporar en el análisis, grandes volúmenes de texto y realizar el análisis en corto tiempo, hace confiable el proceso de categorización y proporciona análisis estadísticos sofisticados que posibilitan representar de forma gráfica la organización de la representación de un objeto.
Resultados
La investigación distinguió los marcos genéricos de los específicos. Los primeros no están asociados a un tema particular; son categorías básicas que sirven para formular atribuciones. Los segundos, por otra parte, son temáticos y se refieren a aspectos definidos del objeto. En el análisis de las entrevistas identificamos marcos genéricos que muestran discursos organizados en tres categorías generales: hechos, causas y actores. Mediante los genéricos es posible darle sentido aun a lo inconcebible, relatando lo que sucedió, estableciendo causas, identificando agentes responsables y permitiendo la distinción entre víctimas y perpetradores.
Caso San Carlos
Las 20 entrevistas de este caso revelaron 153 261 ocurrencias y 6098 formas semánticas que agrupamos en tres marcos específicos según las clases semánticas: causas (clase semántica 1: procesos políticos) (ver Figura 1); y un marco de actores (clases 2 y 3: población civil, actores armados), en los cuales cada clase estableció la conexión entre actor y acción. La razón por la que no apareció un marco específico de hechos se debe a que en el caso de San Carlos no se trató de un solo evento, sino más bien de una situación general de violencia de un poco más de tres décadas de duración.
Ambos marcos de actores establecieron una diferenciación perentoria entre población civil y grupos armados, fundamental para la distinción bueno/malo, víctimas y perpetradores. Las categorías bueno/malo son esenciales para organizar el sentido de cualquier acontecimiento. Moralidad y responsabilidad han sido señalados en la literatura como marcos genéricos (Semetko & Valkenburg, 2000); una de las funciones de los marcos es precisamente establecer la evaluación moral del hecho.
El marco actores distinguió víctimas y culpables a partir de la división entre población civil y actores armados, que son dos categorías específicas de atribución. El mecanismo fundamental de la distinción es el clivaje, un proceso básico que sirve para organizar hechos y comprenderlos mediante el establecimiento de categorías opuestas. El clivaje es una característica del funcionamiento de las creencias sociales, que se radicaliza en contextos de confusión y desorganización social porque simplifica la complejidad de los acontecimientos. El marco víctimas dio cuenta del 32.6% de las formas semánticas, mientras que el de victimarios comprendió el 36.8% del vocabulario.
En el marco población civil, los términos se agruparon en condiciones propias del ser humano (humanidad), principalmente positivas y relacionadas con la pertenencia a una familia y a la sociedad. Diez palabras características de este marco fueron: niño, vivir, hijo, finca, esposo, mamá, ganar, papá, casa, Dios, ver. En el marco actores armados aparecieron grupos armados, tanto legales como ilegales, y algunas de las palabras características fueron: guerrilla, lugar, autodefensas, policía, gente, llegar, guerrillero, venir, ejército, mandar.
El marco causas dio cuenta del 30.6% de las formas semánticas. Las causas se reconstruyeron principalmente desde su aspecto político: la violencia fue consecuencia de procesos políticos que se desarrollaron en la región. En este marco, la experiencia se relató desde un aspecto formal y público, separado de lo emocional y privado y enfocado en la juventud políticamente activa que sirve para distanciar un presente de violencia de un futuro promisorio. Entre las formas semánticas representativas de esta clase se encontraron: proceso, social, joven, proyecto, historia, momento, escribir, paz, juventud, municipal. Que el aspecto político se destaque como causa de violencia muestra que los discursos de la comunidad han alcanzado un alto grado de elaboración y sofisticación, resultado de su historia específica en relación con intereses de empresas de ingeniería, presencia de grupos armados y discursos institucionales, entre otros.
Caso El Salado
Las seis entrevistas de este caso reportaron 23 480 ocurrencias y 1959 formas semánticas. Las formas más frecuentes fueron los verbos decir (298), matar (174) e ir (170). Las diez palabras más frecuentes en estos testimonios fueron: decir, aquí, ahí, matar, ir, gente, ya, ver, hacer . allá, y demuestran el carácter básicamente descriptivo de la narración. Como en el caso de San Carlos, en El Salado decir fue un término frecuente en los relatos, pero además se encontró el verbo ver que es el que nos muestra el proceso específico de instalación del trauma. El ver supuso la pérdida de una inocencia que se tenía antes de conocer lo que se vio. El ver algo que no se debía tiene un poder de transformación emocional importante. En este caso, lo que se vio fue la masacre.
En el caso de El Salado se obtuvieron seis clases semánticas correspondientes a los marcos (ver Figura 2). Destacamos tres marcos genéricos: actores, hechos y causas . La manifestación del marco hechos se debe a que en este caso sí existió un acontecimiento central, la masacre, al contrario de lo que ocurrió en San Carlos. El marco de actores fue menos claro en este caso, lo que hace suponer dificultad en lograr la atribución de la culpa. El informe del CNMH sobre El Salado mostró que dicha dificultad podría ser consecuencia de la estigmatización de los habitantes como simpatizantes de la guerrilla, pero además a las teorías de la comunidad sobre las causas de la masacre, por ejemplo, “la maldición de Santander Cohen”, “la venganza de los Méndez”, “el robo del ganado de la Gata” y “fatalidad”.
En cuanto a los marcos específicos, reconocimos: pérdidas, identificación, masacre, crueldad, retorno y causas. El marco pérdidas (clase 1) hizo referencia a las pérdidas, no solo materiales, sino también al daño en la identidad, desarraigo, cambios y duelos. Palabras representativas de este marco fueron: mis, salar, cambiar, cosas, pasar, menos, vida, tanto, mal e ir. La palabra mis se refería tanto a pertenencias materiales como al sentimiento de pertenencia. Este marco correspondió al 15.2% de las formas semánticas.
Las clases 2 (identificación) y 3 (masacre) correspondieron al marco genérico hechos ; ambos son marcos episódicos que se emplearon para describir la masacre. El primero, identificación (clase 2, 12.5%), se centró en la identificación de las víctimas por parte de los paramilitares, esto es, fichar a quienes consideraban colaboradores de la guerrilla. Las palabras distintivas de esta clase fueron, entre otras, recoger, señor, nombre, número, Dios, llevar, pelar, mía, coger y camino. El segundo, masacre (clase 3, 11.8%), se distinguió por palabras como: tirar, cancha, abajo, boca, ahí, palo, pata, muchacho, acostaron y levantar. Ambos marcos están relacionados con la muerte y específicamente con la descripción de los acontecimientos de la masacre. Identificación es un marco que se refiere a la indefensión de las víctimas; describe a las personas que sufrieron torturas y muerte. Masacre sirvió para narrar en específico lo que ocurrió en la cancha, el evento central más dramático de la masacre de El Salado.
Como era de esperarse, este aspecto fáctico fue más evidente en la masacre de El Salado en comparación con la violencia de San Carlos, porque allí, en El Salado, los hechos se refieren a un acontecimiento único delimitado en el tiempo. Lo que se describió fue el ritual del terror: el recorrido de los asesinos hasta llegar al caserío, las acciones que llevaron a cabo y las formas de asesinar por descuartizamientos, mutilaciones, empalamientos y degollamientos.
La clase 4 constituyó el marco crueldad (17.5%). Se trata también de un marco episódico, pero centrado en la tortura y el goce de matar. Palabras características de este fueron: tiro, cabeza, orden, jefe, ojo, agua, echar, pegar, tarde y viernes. La clase 5 es un marco que denominamos retorno y correspondió al 21.4% de las formas semánticas. Entre las palabras que lo distinguieron se encontraban: pueblo, día, gente, guerrilla, huir, carro, andar, paracos, volver y paramilitar.
Finalmente, la clase 6 (21.6%) la reconocimos como el marco causas (propiedad), las que se centraban en factores políticos. En esta clase el lenguaje está relacionado con la tierra, su propiedad, y el problema agrario en general, que los testimonios ubicaron como causa fundamental de la masacre (la propiedad de la tierra y del ganado). Entre las palabras características de este marco sobresalieron: región, tierra, campesino, finca, político, cuestión, líder, María, violencia y joven. La narrativa de las causas va cambiando a medida que se elabora el acontecimiento y más actores externos participan en la instalación del trauma.
Un tema importante en los dos grupos de testimonios, tanto en San Carlos como en El Salado, fue la “mala información” a la que se le atribuyeron muchas de las muertes. La mala información es el rumor, reconocido como “malinformar”, una manera muy frecuente de ejercer el mal en Colombia. De todas las palabras contenidas en los testimonios, la forma más frecuente fue el verbo decir (frecuencia: 1965). Las palabras tienen el poder de hacer el mal y diseminarlo.
En general, cuando se combinaron ambos grupos de testimonios, el análisis de correspondencia mostró diferencias por sexo y edad (en los casos en que esta información estuvo disponible). Los aspectos político y armado fueron característicos del discurso de los hombres; el aspecto humano fue propio de las mujeres, y el aspecto fáctico de las personas más viejas. Estos resultados, sin embargo, deben interpretarse con precaución.
Las asociaciones en los vocabularios se representaron en espacios multidimensionales mediante el análisis factorial de correspondencia, por lo que se puede apreciar el agrupamiento de las palabras en cada uno de los marcos (ver Figura 3); en el caso de San Carlos se observan las dimensiones actores . causas. La caracterización de la experiencia desde el lenguaje empleado en el caso de El Salado se estableció en tres dimensiones según el análisis de correspondencia (ver Figura 4). Una, la de conflicto armado, agrupó dos categorías interrelacionadas que denominamos aspecto armado y aspecto humano. Los hallazgos sugieren que los vocabularios que hacen referencia a la propia vida están entrecruzados con aquellos de los actores y las acciones armadas; es decir, se vivía en medio del conflicto armado. Las otras dos dimensiones fueron la política y la fáctica. Las dimensiones corresponderían a los marcos genéricos de actores, hechos y causas.
Análisis
En ambos casos la vivencia de los acontecimientos se organizó desde varios marcos de interpretación, lo que permitió dar sentido a lo que ocurrió y responder a particularidades de circunstancias y contextos. Fue evidente la mezcla de vocabularios que expresó el vivir en medio de la guerra y las formas en las que lo violento se mezcló con lo cotidiano. Aun así, se distinguieron claramente tres marcos genéricos: actores, hechos y causas, los que posibilitaron organizar la narrativa de lo traumático y formular atribuciones.
En el caso de los testimonios de El Salado, se encontraron referentes concretos y más detalles sobre los hechos; fue un discurso menos elaborado políticamente que en el caso de San Carlos. Los marcos de organización de la narración en El Salado fueron fundamentalmente de tipo fáctico; se identificaron tres marcos genéricos y seis específicos. Los genéricos fueron: actores, hechos y causas; los específicos: pérdidas, retorno, masacre, identificación, crueldad . causas.
En el caso de San Carlos los marcos genéricos fueron actores . causas y los específicos: población civil, actores armados y causas. Las vivencias estuvieron marcadas por el desplazamiento forzado debido a la historia continua de violencia. Allí se distinguió un tiempo de antes, cuando la vida era buena y no existía lo malo. A ese mundo idílico se contrapuso un presente de muerte. En las entrevistas se mencionó que la juventud se perdió en el mundo de ahora y busca compensar la pérdida espiritual con el vicio y la satisfacción materialista. La nostalgia es parte del proceso de reconstrucción de memorias colectivas.
En El Salado, la masacre fue un hecho delimitado, una puesta en escena ante un público obligado a participar de un espectáculo macabro. Allí los procesos fueron los de identificación de la población con grupos armados, estereotipamientos y retaliación. El que en ambos casos se señalaron a muchas víctimas como simpatizantes de grupos armados, expresa las fragmentaciones de las comunidades y la debilidad del tejido social vinculante. Este proceso de estereotipar a la comunidad como guerrilleros fue más evidente en El Salado en comparación con San Carlos.
El léxico de lo político fue fundamental al momento de darle sentido a eventos inconcebibles, como la violencia en formas tan extremas como las que se vivieron en ambos contextos. En los dos casos fue manifiesto un discurso formal, separado de lo vivencial. En general cuando las narrativas emplean la retórica de la formalidad, tienen un carácter público-político. Esta característica sirvió probablemente, al igual que toda ideología, como sistema de contención emocional. Lo político permitió esclarecer, aún si en apariencia, un acontecimiento que fue profundamente oscuro y por lo tanto la política fue un rasgo común de los testimonios, que mostró su utilidad en la explicación de las causas de los hechos. En ambos casos los discursos políticos permitieron la instalación del trauma, que se hace posible identificando causas y culpables, y orientando los cursos de acción.
La categoría política fue, no obstante, distinta en ambos grupos de testimonio, lo cual mostró el efecto de las diferencias de contexto. En el caso de San Carlos, se trató de un discurso político elaborado que mostró un desarrollo ligado a la historia de la comunidad, centrado en proyectos y en la participación de la juventud, así como en el papel de empresas y grandes proyectos de infraestructura como contextos explicativos de la violencia que se vivió. Organizaciones sociales han promovido el tipo de narrativas especialmente centradas en la participación y movilización. En el caso de El Salado, el vocabulario de lo político tuvo un carácter más campesino y relacionado con la propiedad de la tierra como uno de los detonadores de la masacre.
Los sentidos que se pueden configurar para explicar lo inaudito son producto de la vida colectiva y de la comunicación. En estos casos fue evidente la politización del contenido de una experiencia trágica lo cual, pese a su utilidad, puede resultar insuficiente para la elaboración individual y comunitaria porque se mantiene como un discurso político formal, separado de la experiencia privada y emocional.
El vocabulario de los marcos se negocia entre quienes participan de una situación, aunque siempre hay discursos dominantes y diferencias según los grupos. En El Salado el marco que utilizaron los paramilitares para explicar la masacre fue el de combate (entre guerrilla y paramilitares) (CNMH, 2009). De esa forma no se reconocieron como victimarios, negando responsabilidad y sentimientos de culpa.
No sabemos hasta qué punto la preponderancia del discurso político, conveniente, sirvió para no comunicar la vivencia personal o para evitar evaluar y juzgar lo que ocurrió. Cuando sucede algo terrible, las personas temen contarlo. El que puedan dar testimonio no significa que lo hayan podido elaborar.
Alford (2013) indicó que parte del conocimiento que implica lo traumático hace referencia a algo que se puede comunicar pero no compartir; el que escucha no estuvo allí, por lo que esa experiencia se desconoce. Probablemente esa parte privada y emocional de la experiencia nunca se llegue a comunicar y permanezca escindida de la historia personal. Para Alford el trauma implica conocer algo que se supone no se debería saber.
Cuando los adjetivos describen lo aterrorizante de la situación, se aprecia la dimensión de lo ocurrido. Tomemos el caso del adjetivo horrible que tuvo una frecuencia de 31 y describe el conocimiento en lo traumático al que hizo referencia Alford: “yo nunca había visto una muerte así, nunca. La agonía de quien está muriendo, menos. Eso es horrible” (Hombre, El Salado).
El tratamiento de los cuerpos confirma la maldad extrema de las masacres, tanto en la de El Salado, como en las que ocurrieron en San Carlos. No se trata solo de matar, de homicidios o asesinatos. Las masacres tienen un aspecto que no se puede pensar; no puede imaginarse. Lo que esto muestra es el sadismo intenso y, particularmente, la necesidad de humillar tan característica de la maldad: “A ella la mataron, dizque le metieron un palo por las partes, le metieron un palo por las partes y la puyaron también, a ella la mataron, que la trituraron toda” (Mujer, El Salado).
Después sacaron a Nombre No. 7, a él le dispararon en la cabeza, entonces ellos decían “móchele la cabeza para jugar fútbol”, decían ellos, toda la cabeza se la desbarataron, los sesos cayeron así, el paramilitar con la mano cogió los sesos y nuevamente los colocó en la cabeza; “ya vieron, para que aprendan, no se metan más con la guerrilla” nos decían ellos. (Hombre, El Salado) (de la entrevista)
El desconcierto que produce haber sido testigo del horror no puede elaborarse completamente, lo cual no significa que la persona necesariamente quede sumida en el trauma. El término trauma, sin embargo, apareció en las entrevistas:
(de la entrevista) Porque todavía es la hora que aquí hay gente que se ha muerto de ese mismo temor que hubo; vea la mujer mía, ahora, la semana pasada, sufrió un trauma de nervios de un susto que se pegó; y esa masacre, como ella estuvo en esa fila, ella gritaba loca en el centro de San Pedro de lo que había visto aquí, y ella no está bien, porque me lo está diciendo “no estoy bien”. (Hombre, El Salado)
Pues me cambió la vida, porque yo digo que yo no era así, no era así tan callado, de expresar las cosas que siento, no era así, y ahora, por más que quiera, me da pena expresarlo, porque me da miedo, me da pena, no sé… (Hombre, El Salado)
Para entender el rol de los marcos discursivos en la instalación del trauma, es necesario cambiar el nivel de análisis y la conceptualización, esto es, pasan de ser esquemas a convertirse en ensamblajes situacionales de objetos materiales (Wood et al., 2018).
A esto nos referimos con el término de instalación del trauma. La instalación del trauma es una muestra de ensamblaje cultural. El trauma se convierte en un concepto público con funciones interpretativas. El trauma colectivo se construye a través de procesos culturales que incluyen discursos, memorias y objetos que materializan la representación del evento, incluidas conmemoraciones, arte y monumentos.
El proceso social del trauma se inicia, de acuerdo con Alexander (2004), en la actividad de agentes colectivos específicos, que tienen intereses ideales y materiales, a los que denominó grupos transmisores. Estos grupos, entre los que se destacan varias ONG, agencias internacionales, universidades y académicos, comunican a la sociedad el reclamo sobre la profanación de los valores de la sociedad. Con tal fin se utilizan categorías como los marcos discursivos descritos, de manera tal que la comunicación proporciona respuestas y permite reconstruir lo que ha sucedido, desde la perspectiva de lo traumático. Para Alexander, se construye una narrativa maestra que incluye reconstrucción del hecho, identificación de víctimas y culpables, y propuestas de curso de acción. Los marcos no se imponen, se proponen y la comunidad los acepta o rechaza, y coparticipa en su formulación.
La instalación demanda además la disposición de escenarios institucionales que incluyen celebraciones religiosas, normas jurídicas, proyectos científicos y académicos, expresiones artísticas y procedimientos burocráticos. Se ensambla de esa manera el aparato de producción del trauma, que ayuda a resignificar lo ocurrido. El trauma colectivo supone el daño al tejido social, que hunde a una comunidad en una crisis de sentido, que es posible tramitar desde la narrativa del trauma (Hirschberger, 2018; van de Ven, 2020).
Discusión
El concepto de marcos o encuadres discursivos constituye además de una metodología, un área de investigación que reconoce las propiedades dinámicas de la comunicación humana y su sensibilidad a las transformaciones del contexto. Cuando se indaga por opiniones o actitudes hacia un objeto, se desconocen con frecuencia estas propiedades generativas de los sistemas de creencias, que es producir nuevos sentidos y entendimientos. Socioculturalmente, la consistencia en los discursos es, sin duda, una virtud muy apreciada e importante en tanto demuestra honestidad y confianza. Las personas, sin embargo, cuentan con numerosos recursos para resolver inconsistencias, según nos ha enseñado, entre otros, la teoría de la disonancia cognitiva (Festinger, 1957 ).
Existen distintas formas de ver un tema. El contexto de la comunicación, así como ideologías, intereses políticos y económicos, determinan los aspectos visibles de un objeto en cada momento particular, que a su vez establecen la evaluación del tema. Probablemente la percepción determina el juicio, pero el juicio ayuda a establecer los términos de la percepción. Es esto lo que hace relevante la investigación de los marcos discursivos: el carácter variable y polisémico de la comunicación. El encuadre de un tema o acontecimiento determina la expresión de la representación del objeto en un contexto de comunicación específico. La relación entre descripción y valoración se resuelve cuando se considera al lenguaje como el fenómeno fundamental en la comprensión del mundo.
La pregunta inicial de nuestra investigación fue por el sentido que se puede construir a partir de un acontecimiento inaudito como lo son actos de extrema violencia, empleando el concepto de marcos discursivos. El ser víctima o testigo de actos violentos altera el equilibrio psicosocial que permite las representaciones porque las explicaciones ante lo desconcertante suelen ser con frecuencia nulas o insuficientes, esto es, falla la simbolización. Lo representable tiene un límite en lo siniestro, que es la paradoja de cuando lo familiar se vuelve aterrador (Freud, 1919/2006). Lo siniestro es la imposibilidad de categorizar una experiencia. La extrañeza de lo familiar (es decir, lo siniestro) abarca tanto relaciones interpersonales como espacios habituales. En el trauma la memoria no se ha podido organizar y necesita de marcos que estructuren el recuerdo. Los marcos facilitarían el restablecimiento del equilibrio mediante la construcción comunicativa de formas de entender un acontecimiento. Por lo tanto, los marcos permiten comprender una situación, establecer los términos de su valoración y servir de guía para la orientación de la acción.
En los relatos analizados, los marcos genéricos obtenidos por medio del análisis factorial de correspondencia, de hechos, actores y causas posibilitaron a los habitantes de San Carlos y El Salado organizar los relatos. Los marcos no son una imposición, sino más bien un proceso socialmente compartido de facilitación del sentido en el que participan distintos agentes con intereses políticos y capacidades diferentes. El vocabulario de los marcos lo patrocinan instituciones gubernamentales y no gubernamentales, agencias de cooperación, académicos y activistas, entre otros, pero requieren de la aprobación y participación de la comunidad. Las ideologías y posturas políticas dominantes establecen y validan marcos desde los que se puede interpretar un objeto. De esa manera los marcos permiten la comprensión del acontecimiento en los ámbitos individual y social. Desde el ámbito colectivo proporciona también los elementos culturales para organizar la narrativa de lo traumático.
En los dos casos considerados, los marcos genéricos que ayudaron a organizar lo que sucedió (o sea, hechos, agentes y causas), se acompañaron de marcos específicos, principalmente episódicos, que posibilitaron confirmar la comprensión de los eventos. En el caso de El Salado, por ejemplo, los marcos de identificación, masacre y crueldad fueron importantes para iniciar la instalación del trauma, definir víctimas e interpretar esta experiencia desde los procesos de paz, perdón y reconciliación.
Existen dos ámbitos de funcionamiento de los marcos. Uno, básicamente de tipo sociocognitivo, que busca asignarle el sentido a lo confuso o sorprendente. El otro, de tipo cultural, permite instalar la situación. El trauma colectivo requiere de marcos particulares que posibiliten la definición de la situación en términos de trauma. Las preguntas que se responden en un principio se relacionan con los hechos (qué pasó) y las causas (por qué).
Propusimos que la sociedad, a través de distintos componentes, proporciona marcos de asignación de sentido con ayuda de los cuales las personas organizan narrativas que permiten relatar y elaborar acontecimientos trágicos. Las construcciones que de allí resultan son importantes en la orientación de procesos de perdón y reparación. Los marcos transforman lo novedoso, complejo o desconcertante en estructuras de sentido que facilitan la comunicación.
El sentido de un acontecimiento se organiza a través del lenguaje, pero las estructuras que posibilitan comprender lo desconcertante requieren además de la expresión de la vivencia (emocional), lo cual fue menos visible en las entrevistas analizadas. Esto se debe a que si bien se reconoce el nivel colectivo del trauma, este fenómeno solo tiene sentido desde la experiencia individual. Encontramos escasa evidencia en los vocabularios de un lenguaje emocional, espontáneo. Por el contrario, con frecuencia parecían discursos que respondían a expectativas externas, por lo que también valdría la pena estudiar la influencia que ejercen agentes externos en las interpretaciones que las comunidades hacen de acontecimientos violentos y sus consecuencias.
Un resultado podría ser narrativas que impresionen como ajenas, en tanto responden a expectativas de otros. Este fenómeno fue descrito por Greenspan (1998) en las víctimas del Holocausto como ritualización del testimonio. En todo caso, los marcos interpretativos son una coconstrucción que se desarrolla entre entrevistado y entrevistador y demuestra el carácter compartido de la construcción de sentido, aun si dicha construcción está mediada por relaciones de poder. Es importante destacar que las entrevistas analizadas en esta investigación fueron realizadas por el CNMH y por lo tanto estaban mediadas institucionalmente.
Los marcos de asignación de sentido, que son una construcción colectiva, proporcionan también el continente sobre el que es posible proyectar fantasías y experiencias personales. Dichos marcos interpretativos actúan como consensos, formas colectivas sobre las que es factible construir una experiencia personal y comunicarla. Existe una teoría de la instalación que hace referencia a la reproducción y transformación de la estructura social por medio de prácticas y comportamientos individuales (Lahlou, 2018). Se trata de una perspectiva evolutiva y señala que las sociedades proporcionan el andamiaje desde el que se encuadra el comportamiento, orientándolo y constriñéndolo.
Sin embargo, en este artículo no hicimos referencia a la instalación como el proceso evolutivo en que se dan procesos de transformación y cambio. En nuestra perspectiva, la instalación es un encuadre simbólico, un arreglo socioinstitucional de creación de sentido que da respuesta a necesidades específicas de un grupo o una comunidad. En cuanto esta investigación pudo mostrar, la necesidad la constituyó el rompimiento de las funciones de los sistemas de representación social (esto es, integración, conocimiento, identidad, etc.), por la irrupción de lo trágico. La instalación es la interpretación situacional de una experiencia.
Las consecuencias psicológicas y psicosociales de la violencia y el conflicto armado en Colombia están documentadas, por ejemplo, por Hewitt Ramírez et al., 2016. En este artículo hemos propuesto el concepto de instalación del trauma como estrategia de contención psicosocial en comunidades que enfrentan tragedias. La contención psicosocial provee elementos de sentido, seguridad y participación necesarios para la salud y bienestar de las comunidades.
Referencias
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