Medio ambiente, crecimiento urbano y rol del Estado: planificación urbana en San Carlos de Bariloche
Environment, urban growth and function of the State: urban planning in San Carlos de Bariloche
Meio ambiente, crescimento urbano e papel do Estado: planejamento urbano em San Carlos de Bariloche
DOI:
https://doi.org/10.15446/cep.v5n3.82183Palavras-chave:
ciudades turísticas, desarrollo urbano, medio ambiente, ordenación del territorio, procesos de urbanización (es)tourist cities, urban development, environment, spatial planning, urbanization processes (en)
tourist cities, urban development, environment, spatial planning, urbanization processes (pt)
Downloads
El presente artículo busca explorar y describir la relación entre crecimiento urbano y medio ambiente y su incidencia en la configuración territorial de las ciudades turísticas tomando como eje el rol del Estado y sus herramientas de planificación urbana. Esta relación se torna más evidente en ciudades turísticas basadas en el medio ambiente, donde la disputa por la apropiación y el uso del suelo están atravesadas por la principal actividad económica local. Como caso de estudio se propone analizar la instrumentación normativa, y aplicación efectiva, del Plan Director de 1979 de San Carlos de Bariloche, un centro turístico localizado al norte de la Patagonia argentina que históricamente tendió a crecer a lo largo de su franja costera. La metodología cualitativa empleada incluyó, principalmente, el análisis de documentos públicos —como códigos urbanos y ordenanzas modificatorias—, y entrevistas en profundidad a informantes clave. Complementariamente, también se hizo uso de imágenes aéreas y mapas de la ciudad para situar históricamente el proceso de urbanización. Se concluye que el mercado inmobiliario local traza, en definitiva, las lógicas de expansión territorial que, mediadas por el atractivo turístico, expresan la apropiación desigual del suelo y el medioambiente.
This article attempts to explore and describe the relationship between urban growth and the environment and its impact on the territorial configuration of tourist cities, taking as an axis the role of the State and its urban planning tools. This relationship becomes more evident in tourist cities that are based on the environment. In such cities, the dispute over appropriation and soil use are crossed by the leading local economic activity. As a case study, it is proposed to analyze the normative instrumentation and effective application of the 1979 Master Plan of San Carlos de Bariloche, a tourist center located north of Argentine Patagonia that historically tended to grow along its coastal strip. The qualitative methodology used included, mainly, the analysis of public documents —such as urban codes and modifying ordinances—, and in-depth interviews with key informants. Also, aerial images and maps of the city were also used to situate the urbanization process historically. It is concluded that the local real estate market traces, in short, the logic of territorial expansion that, mediated by the tourist attraction, express the unequal appropriation of land and the environment.
O presente artigo procura explorar e descrever a relação entre crescimento urbano e o meio ambiente e seu impacto na configuração territorial das cidades turísticas tomando como eixo o papel do Estado e suas ferramentas de planejamento urbano. Essa relação tornase mais evidente em cidades turísticas baseadas no meio ambiente, onde a disputa pela e pelo uso do solo estão atravessadas pela principal atividade econômica local. Como estudo de caso propõe-se analisar a instrumentação das políticas e a implementação efetiva, o Plano Diretor de 1979 de San Carlos de Bariloche, uma estância turística localizada ao norte da Patagônia argentina que historicamente tende a crescer ao longo de sua costa. A metodologia qualitativa empregada incluiu, essencialmente, a análise de documentos públicos, —tais como códigos urbanos e ordenanças modificatorias— e entrevistas em profundidade para informantes-chave. Além disso, imagens aéreas e mapas da cidade também foram utilizados para situar historicamente o processo de urbanização. Conclui-se que o mercado imobiliário local traça, em última instância, a lógica da expansão territorial, que sendo medidas pela atração turística, expressam a apropriação desigual do solo e do meio ambiente.
Medio ambiente, crecimiento urbano y
rol del Estado: planificación urbana en San Carlos de Bariloche
Víctor Damián Medina. Doctor en Ciencias Sociales. Becario
posdoctoral por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
y del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Territorio, Estado y Sociedad
(CIETES) de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN). Argentina, San Carlos
de Bariloche. Correo electrónico: damianlogia@gmail.com,
https://orcid.org/0000-0002-0503-4862
Tomás Alejandro Guevara. Doctor en Ciencias Sociales.
Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (Conicet) y del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre
Territorio, Estado y Sociedad (CIETES) de la Universidad Nacional de Río Negro
(UNRN). Profesor Adjunto Universidad Nacional de Río Negro. Argentina, San
Carlos de Bariloche. Correo electrónico: tomasguevara82@gmail.com,
https://orcid.org/0000-0003-2457-2743
Pablo Marigo. Doctorando en Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Becario doctoral por el Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) del Centro
Interdisciplinario de Estudios sobre Territorio, Estado y Sociedad (CIETES) de
la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN). Argentina, San Carlos de
Bariloche. Correo electrónico: pablomarigo@gmail.com,
https://orcid.org/0000-0003-3959-5622
Recibido: Octubre 09,
2017.Aprobado: Diciembre 01, 2018.Publicado: Mayo 20, 2019.
Resumen
El presente artículo busca explorar y
describir la relación entre crecimiento urbano y medio ambiente y su incidencia
en la configuración territorial de las ciudades turísticas tomando como eje el
rol del Estado y sus herramientas de planificación urbana. Esta relación se
torna más evidente en ciudades turísticas basadas en el medio ambiente, donde
la disputa por la apropiación y el uso del suelo están atravesadas por la
principal actividad económica local. Como caso de estudio se propone analizar
la instrumentación normativa, y aplicación efectiva, del Plan Director de 1979
de San Carlos de Bariloche, un centro turístico localizado al norte de la
Patagonia argentina que históricamente tendió a crecer a lo largo de su franja
costera. La metodología cualitativa empleada incluyó, principalmente, el
análisis de documentos públicos —como códigos urbanos y ordenanzas
modificatorias—, y entrevistas en profundidad a informantes clave.
Complementariamente, también se hizo uso de imágenes aéreas y mapas de la
ciudad para situar históricamente el proceso de urbanización. Se concluye que
el mercado inmobiliario local traza, en definitiva, las lógicas de expansión
territorial que, mediadas por el atractivo turístico, expresan la apropiación
desigual del suelo y el medioambiente.
Palabras clave: ciudades turísticas, desarrollo
urbano, medio ambiente, ordenación del territorio, procesos de urbanización.
Environment,
urban growth and function of the State: urban planning
in San Carlos de Bariloche
Abstract
This article
attempts to explore and describe the relationship between urban growth and the
environment and its impact on the territorial configuration of tourist cities,
taking as an axis the role of the State and its urban planning tools. This
relationship becomes more evident in tourist cities that are based on the
environment. In such cities, the dispute over appropriation and soil use are
crossed by the leading local economic activity. As a case study, it is proposed
to analyze the normative instrumentation and effective application of the 1979
Master Plan of San Carlos de Bariloche, a tourist
center located north of Argentine Patagonia that historically tended to grow
along its coastal strip. The qualitative methodology used included, mainly, the
analysis of public documents —such as urban codes and modifying ordinances—,
and in-depth interviews with key informants. Also, aerial images and maps of
the city were also used to situate the urbanization process historically. It is
concluded that the local real estate market traces, in short, the logic of
territorial expansion that, mediated by the tourist attraction, express the
unequal appropriation of land and the environment.
Keywords: tourist
cities, urban development, environment, spatial planning, urbanization
processes.
Meio ambiente,
crescimento urbano e papel do Estado: planejamento urbano em San Carlos de
Bariloche
Resumo
O presente
artigo procura explorar e descrever a relação entre crescimento urbano e o meio
ambiente e seu impacto na configuração territorial das cidades turísticas
tomando como eixo o papel do Estado e suas ferramentas de planejamento urbano.
Essa relação torna-se mais evidente em cidades turísticas baseadas no meio
ambiente, onde a disputa pela e pelo uso do solo estão atravessadas pela
principal atividade econômica local. Como estudo de caso propõe-se analisar a
instrumentação das políticas e a implementação efetiva, o Plano Diretor de 1979
de San Carlos de Bariloche, uma estância turística localizada ao norte da
Patagônia argentina que historicamente tende a crescer ao longo de sua costa. A
metodologia qualitativa empregada incluiu, essencialmente, a análise de
documentos públicos, —tais como códigos urbanos e ordenanças modificatorias— e entrevistas em profundidade para informantes-chave.
Além disso, imagens aéreas e mapas da cidade também foram utilizados para
situar historicamente o processo de urbanização. Conclui-se que o mercado
imobiliário local traça, em última instância, a lógica da expansão territorial,
que sendo medidas pela atração turística, expressam a apropriação desigual do
solo e do meio ambiente.
Palavras-chave: cidades
turísticas, desenvolvimento urbano, meio ambiente, planejamento territorial,
processos de urbanização.
Introducción
El acelerado proceso de urbanización
que ha experimentado América Latina desde mediados del siglo XX la ha
convertido en la región más urbanizada del planeta, llegando a albergar —para
el año 2005— un 77,8% de su población total en áreas urbanas (CEPAL, 2008). Las
recientes dinámicas de crecimiento urbano, asociadas al reacomodamiento del
modo de producción y distribución capitalista (Harvey, 2004; Theodore, Peck y
Brenner, 2009), han traído aparejadas no solo consecuencias en la configuración
espacial de los territorios, sino profundas modificaciones en los sistemas
económicos, sociales y ambientales. La concentración espacial, los avances
tecnológicos y las complejas estructuras urbanas, lejos de significar un
mejoramiento en las condiciones de habitabilidad, han profundizado las
desigualdades urbanas, generando nuevos conflictos que atentan en la
conformación de un desarrollo sustentable e inclusivo.
En este contexto la preocupación por el
medioambiente urbano, entendido como el conjunto de relaciones establecidas
entre la sociedad y el medio físico, que tiene lugar en un espacio territorial
acotado, ha cobrado cada vez mayor centralismo hasta instalarse en la agenda
pública (Herzer y Gurevich,
1996). Frente a estas transformaciones, el Estado encuentra innumerables
desafíos en su doble tarea de garantizar la reproducción del capital
(incluyendo el entorno) y satisfacer las crecientes demandas de los actores que
intervienen en el mundo urbano.
En un marco donde las realidades
territoriales se erigen como diferencias estratégicas de producción y consumo,
el presente artículo busca reflexionar sobre la relación entre crecimiento urbano
y medio ambiente en las ciudades turísticas y su incidencia en la configuración
territorial, tomando como eje el rol del Estado y sus herramientas de
planificación urbana. Entendiendo que en la configuración de la ciudad se ponen
en juego, además de los lineamientos urbanísticos, el acceso al suelo urbano,
así como los usos y los significados que en él se estructuran (en definitiva,
las condiciones para habitar la ciudad), interesa indagar acerca de los
instrumentos regulatorios que son facultad del Estado para intervenir en el
ámbito local y mediar entre los intereses contrapuestos que se constituyen en
el mismo. Esta última tensión, propia del modo de urbanización capitalista, se
torna más evidente en ciudades turísticas basadas en el medio ambiente, donde
la disputa por la apropiación y el uso del suelo están atravesados por la
principal actividad económica local.
Para verificar este aserto, se
analizarán los objetivos principales del Plan Director de Bariloche de 1979 y
su expresión normativa, el Código de Planeamiento de 1980, para luego evaluar
su instrumentación efectiva hasta la sanción del Código Urbano de 1995 y
reflexionar acerca de su incidencia en la actual configuración territorial de
la ciudad. Se espera así contribuir al conocimiento de algunas de las
desigualdades locales reconociendo, particularmente, el modo en que la
urbanización turística tiende a procesar los conflictos socioespaciales
derivados del acceso al suelo y al medioambiente.
Metodología
La investigación se inscribe en un
diseño de tipo exploratorio-descriptivo cuyo enfoque metodológico cualitativo
apunta a la revisión bibliográfica, el análisis de documentos, la realización
de entrevistas en profundidad y el empleo de mapas e imágenes áreas. El
propósito inicial es identificar la localización del interés inmobiliario en el
territorio y los patrones de expansión, pero también indagar en los factores
que intervinieron en estos procesos, ilustrando la trama urbana en una escala
espacial y un periodo de tiempo que permitan reconocer un sentido “inmanente” a
la forma que fue adoptando Bariloche. En cuanto a la intervención de las
políticas de planeamiento, se usaron documentos públicos que hiciesen
referencia a la gestión urbana y el ordenamiento territorial, como planes urbanos,
códigos de planeamiento, ordenanzas y resoluciones, puesto que además de
constituir el acervo normativo de la ciudad expresan en muchos casos el
contexto histórico y social de las políticas de planeamiento. Se incluyeron así
todos los documentos públicos del municipio de Bariloche que contemplaran las
decisiones urbanísticas vinculadas a la explotación del suelo, entre las cuales
se consideraron de mayor relevancia los códigos de planeamiento y, sobre todo,
las ordenanzas, ya que son los que definen normativamente los usos que puede
tener el suelo en la ciudad. Por último, para complementar estas fuentes, se
utilizaron fragmentos de entrevistas realizadas a informantes clave —expertos
de planeamiento, técnicos y exfuncionarios del Municipio de Bariloche— que
permitieron alcanzar un conocimiento más cabal del proceso de urbanización
local y las políticas instrumentadas.
Discusión
Urbanización sustentable
Las transformaciones socioeconómicas
que se producen a partir de la etapa neoliberal han tenido su correlato
espacial en las ciudades, generando cambios territoriales cualitativos (De
Mattos, 2012; Cicolella, 2012). En este contexto y
frente a la magnitud del impacto que generan las urbanizaciones contemporáneas
sobre la naturaleza, se experimenta una creciente conflictividad en relación
con el acceso, la apropiación y distribución de los recursos naturales. Ainstein (2012) afirma que existen vinculaciones causales y
sistemáticas entre las condiciones de operación de las aglomeraciones y tejidos
urbanos y las condiciones ambientales a las que resultan asociadas. Aunque esta
relación pueda ser evidente, la problemática ambiental no deja de ser una
construcción social que ha ido tomando relevancia ante los innegables efectos
del crecimiento urbano sobre la naturaleza (Azuela, 2006). Si bien las ciudades
siempre generaron desafíos ambientales, en la actualidad, dado su crecimiento y
transformación, constituyen el principal ámbito para la comprensión de los
dilemas ambientales de nuestro mundo (Herzer y Merlinksy, 2012), entre los que figuran los aumentos en los
consumos de energía, la producción de residuos y la emisión de gases de efecto
invernadero (Ainstein, 2012).
En este orden, existen numerosos
antecedentes de trabajos sobre impactos de la urbanización en el medio ambiente
(Boyle, 2004; Azuela, 2006), donde se cuestiona la noción misma de medio
ambiente o naturaleza por fuera de la acción antrópica de la humanidad, y se
resalta su expresión en las llamadas ciudades-región o grandes aglomeraciones
difusas (Ainstein, Kralich,
Villadeamigo y Guevara, 2012). Desde la geografía
crítica, autores como Harvey (2004) vienen llamando la atención sobre cómo el
capital en su etapa de globalización neoliberal promueve lógicas de acumulación
por desposesión que ponen en riesgo la preservación del medio ambiente. Riesgo
que adquiere características extremas en los países en desarrollo o
dependientes, donde los intereses económicos de las corporaciones
transnacionales y sus socios locales se expresan de manera más descarnada.
Según Suárez y Ruggerio, los conflictos ambientales
pueden entenderse como “expresiones de dos paradigmas en tensión, el desarrollo
capitalista que incentiva la mercantilización del suelo, los recursos
ecológicos y el consumo, contrapuesto al paradigma de la sustentabilidad en sus
distintas expresiones. Tal tensión explicita la contradicción que expresa el
‘desarrollo sostenible’” (2012, p. 1). Así mismo, el extractivismo
no solo atenta contra la sostenibilidad en el tiempo de los recursos naturales,
sino que también genera conflictos ambientales que afectan la producción del
hábitat y la expansión del territorio, donde “los sectores más desfavorecidos
resultan forzados a internalizar las condiciones más extravagantes de las
perturbaciones de carácter ambiental” y son “llevados a habitar ámbitos y
condiciones vitales totalmente inapropiados para el despliegue de la vida
urbana” (Ainstein, 2012, p. 185).
Estas situaciones suelen ser notorias
en ciudades que basan su actividad económica en el turismo y el entorno natural
circundante, donde la presión por la ocupación del suelo está fuertemente
determinada por el sector inmobiliario que busca adquirir tierra con fines
especulativos (Medina, 2017a). Es por ello que las
desiguales disputas por el acceso al suelo urbano requieren una intervención
activa por parte del Estado, a partir de políticas públicas y de planificación
territorial, que determinen los usos del suelo, los marcos de planeamiento y
los reglamentos de edificación para actuar sobre los conflictos
urbano-ambientales.
Planificación y ordenamiento
territorial
El crecimiento urbano trae aparejado el
debate sobre qué modelo de ciudad se busca producir y qué políticas públicas se
deben instrumentar para tal fin. Lo que se pone en juego en estos procesos son
las condiciones de acceso y uso del suelo urbano por parte de los actores que
producen la ciudad. El Estado, a través de las políticas urbanas, tiene la
capacidad —y la facultad coercitiva— de orientar este crecimiento y dirigir los
procesos de expansión. Esta prerrogativa estatal beneficia de manera
diferenciada a los diversos sectores sociales en términos socioeconómicos y de
localización a través de la definición de estructuras de oportunidades que
delimitan la capacidad de acceso a bienes y servicios, y en el desempeño de
actividades relevantes (Morales, 2005; Jaramillo, 2009). De este modo, el
Estado es responsable de promover el cuidado y la preservación de toda la
comunidad, mediando entre los intereses de los actores más poderosos como lo
son los propietarios de la tierra, desarrolladores y agentes inmobiliarios, y
las necesidades habitacionales de la población. Estas atribuciones ratifican la
potencial capacidad del Estado para encauzar el ordenamiento territorial en las
ciudades y, sobre todo, la facultad de intervenir en los mercados inmobiliarios
y afectar las condiciones de acceso y explotación del suelo (Topalov, 1979). La
acción pública tiene, entonces, implicancias en la calidad de vida, el acceso a
la vivienda, la disponibilidad de infraestructura y equipamiento y la
distribución de la renta urbana (Urriza y Garriz, 2014).
Entre el conjunto de procesos que
operan en la ciudad se distinguen los que utilizan el suelo como soporte de
actividades vinculadas a la circulación y al consumo, y aquellos relacionados
con la producción de los elementos que constituyen la infraestructura material
de estas (Jaramillo, 1982 y 2009). En efecto, el suelo urbano no solo se
articula con el espacio que se construye sobre él, el cual “debe ser
considerado como un bien, como un producto del trabajo” (Jaramillo, 1982, p.
18) y diferente de aquel, sino que también se vincula con los procesos
económicos que involucran el consumo de dicho espacio. Esta propiedad conjunta
del suelo urbano es la que hace posible la diferenciación analítica entre la
renta absoluta y las rentas diferenciales. Y entre estas, las rentas primarias,
vinculadas a la producción del espacio construido —el espacio urbano—, y las
rentas secundarias, relacionadas a su consumo y, más propiamente, a la
localización del suelo donde se emplaza este espacio. En este orden, el Estado
puede intervenir (o no) en el mercado inmobiliario para favorecer la formación
de rentas o desalentarlas. A su vez, el esfuerzo colectivo que supone la acción
estatal (o su omisión) puede desencadenar procesos redistributivos (a partir de
la recuperación de las rentas de suelo extraordinarias) o, por el contrario,
afectar positivamente a los propietarios de las tierras, privatizando los
beneficios y colectivizando los costos (Morales, 2005). En tal sentido, abarca
un espacio de disputas por el acceso y uso del suelo en el que los diferentes
agentes que conforman el mundo urbano ponen en juego sus capitales para
presionar sobre los procesos de configuración espacial y la captación de los
distintos tipos de renta.
Desde esta óptica es posible pensar las
políticas urbanas y sus herramientas jurídico-administrativas en relación con
los productos urbanos y sociales que genera, pero también en función de su
impacto en el medio ambiente. Así, por ejemplo, entre las múltiples
problemáticas urbanas, estas regulaciones podrían atender la ocupación del
territorio con usos compatibles, la expansión territorial desordenada, el
avance sobre áreas de fragilidad natural y ecológicamente sensibles, la
dispersión de la población, la exclusión social y la fragmentación ambiental
(entendiendo al ambiente como un sistema integrado).
En esta dirección es que cabe
preguntarse si el atractivo natural que caracteriza singularmente a Bariloche y
que la catapulta como ciudad turística fue determinante en su estructuración
espacial; si las rentas que se esperaba captar en determinados reductos
positivamente connotados propiciaron el sentido de su crecimiento. Y, a la vez,
sopesar el papel de las políticas urbanas de planeamiento en esta dinámica,
sobre todo si las mismas tenían una impronta orientada a la preservación
ambiental que lo problematizaban.
Turismo y expansión urbana
El crecimiento urbano de Bariloche
estuvo vinculado al rumbo turístico que comenzó a tomar la ciudad a mediados de
la década de 1930 del siglo pasado con la creación del organismo público rector
del ejecutivo nacional que sellaría las coordenadas de crecimiento, Parques
Nacionales, y, particularmente, el Parque Nacional Nahuel Huapi en la región
andina de Argentina (Abaleron, 1992; Bessera, 2006). Con la promoción de la llamada “industria
sin chimeneas” no solo se comenzó a producir y proveer la infraestructura y los
servicios necesarios para convertir a la ciudad en un centro turístico, sino
que también se comenzaron a lotear muchas de las áreas que hoy forman parte del
ejido de la ciudad. Entre las décadas de 1940 y 1960 se fraccionó la mayor
parte de las tierras localizadas en el área oeste, donde el entorno natural y
el paisaje típico que fundan su atracción son predominantes (figura 1).
Figura 1. Fraccionamientos realizados en
Bariloche (1940-1960)
Nota:
adaptado de “Prediagnóstico Bariloche” por Municipio de Bariloche, 2009.
Secretaría de Planeamiento, Bariloche [Documento inédito].
Durante este proceso, el ejido de la
ciudad no solo continuó expandiéndose y absorbiendo muchas de las tierras que
habían pertenecido a Parques Nacionales —sobre todo luego de la
provincialización de Río Negro en 1955—, sino que paralelamente las áreas
loteadas también pasaron a formar parte de su jurisdicción (figura 2.).
Figura 2. Evolución del ejido de Bariloche
(1929-2005)
Nota:
adaptado de “Prediagnóstico Bariloche” por Municipio de Bariloche, 2009.
Secretaría de Planeamiento, Bariloche [Documento inédito].
El hecho de que el proceso de
subdivisión no tuviera correlato con las necesidades de desarrollo urbano de la
ciudad (Abaleron, 1992, p. 48) permite pensar en la
apropiación de la tierra asociada a fines especulativos. El elevado componente
migratorio de Bariloche, significativo comparado a otros centros urbanos, y el
crecimiento urbano hacia el oeste, en abierta interacción con el entorno
natural característico, permiten colegir la participación que pudieron haber
tenido las movilidades poblacionales asociadas al turismo —como las migraciones
de amenidad y el turismo residenciado— en la demanda inmobiliaria y en los
comportamientos especulativos (Medina, 2017a).
Unos años antes de la aprobación del
Plan director de 1979 y los primeros códigos de planeamiento y de edificación,
el crecimiento difuso y orientado hacia los principales atractivos turísticos y
paisajísticos empezaba a sellar sus trazos urbanos y, con ello, sus
consecuencias críticas. Ya a mediados de la década de 1970, se distinguían dos
tipos de manifestaciones socio espaciales contrastantes: hacia el oeste y sobre
la costa del lago Nahuel Huapi se localizaban las residencias de grupos
sociales acomodados provenientes, sobre todo, de Buenos Aires, mientras que en el sur, en terrenos que carecían de la vista al lago
por su elevada pendiente, residían en viviendas precarias los grupos de menores
recursos (Vapñarsky, 1983).
Una propuesta de ordenación: el Plan
director y el Código de Planeamiento de 19801
El Plan Director sancionado en 1979
sintetizaba en sus objetivos las preocupaciones ecológicas vinculadas a la
depredación del entorno natural que las tendencias de crecimiento de la ciudad
proyectaban como amenaza. Más allá de que habían existido algunas iniciativas
previas como las de Hardoy (1964) y Suárez (1977), no
se habían traducido efectivamente en la normativa urbana. Así mismo, si bien
existían ordenanzas que regulaban ciertas formas de explotación del suelo y
criterios de producción del espacio construido, no mantenían un orden y un
criterio que las integrara como parte de políticas de planeamiento
identificables. Por otro lado, ya existían publicaciones que advertían acerca
del peligro que encerraban los fraccionamientos indiscriminados y el factor
turismo como elemento explicativo y propulsor del crecimiento difuso de la
ciudad (Hernández y Mochkofsky, 1974; Hernández,
1975). En esta dirección, las intenciones originales del Plan, sustentadas
normativamente en el Código de Planeamiento (1980), proponían impulsar el
crecimiento hacia el este de la ciudad, zona de planicies y clima seco apto
para edificaciones, y desalentarlo en aquellas zonas poco aptas, climáticamente,
para la congregación de asentamientos habitacionales: el sur y el oeste. Entre
sus metas figuraban reconocer el bosque y diferenciarlo de las actividades
propiamente urbanas, buscando mitigar el crecimiento difuso de la ciudad, el
cual implicaba, además de los naturales, mayores costos municipales para
asegurar la prestación de servicios (figura 3).
Figura 3. Tendencias de crecimiento urbano en
Bariloche (1981)
Nota:
adaptado “Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina”,
2015 [Documento inédito].
El Código de Planeamiento dividía
territorialmente la ciudad en áreas en las cuales la preservación de la
naturaleza definía los criterios de zonificación. De acuerdo con las fuentes
consultadas, el objetivo era:
dividir
territorialmente en tres áreas principales, que son “área Urbana”, propiamente
dicha; hacia el este lo consideró “Generación Ecológica”. Lo que pretendía
hacer era que Bariloche crezca hacia el este, lo que era bastante lógico, que
es bastante lógico, porque es una zona de menor impacto sobre el bosque, mayor
asolamiento; y hacia el oeste lo definió como “área de Regeneración Ecológica”.
(Jorge Albertoli, extécnico
de la Secretaría de Planeamiento, comunicación personal, 15 de noviembre, 2010)
Para cada una de estas áreas se definieron
subáreas y se establecieron proporciones relativas a los usos que podían tener,
definiendo las funciones principales y complementarias de cada una. Así, por
ejemplo, en el radio céntrico se admitían usos con fines residenciales, casas
de familia o complejos edilicios de hasta treinta unidades, y usos
complementarios a ellas como depósitos y estacionamientos, pero también usos
comerciales y de servicios vinculados a la actividad turística.
En las áreas de generación ecológica se
prescribieron predominantemente usos de suelo con fines residenciales,
especialmente en las subáreas localizadas al este —donde se quería
redireccionar el crecimiento urbano—, las cuales contaron con indicadores
urbanísticos más elevados (considerando el carácter suburbano del área). En
otras subáreas, el código directamente no permitía la edificación de grandes
hoteles ni edificaciones residenciales que excedieran la vivienda individual
como unidad habitacional. De todas formas, ninguna de las áreas señaladas
guardaba mayor grado de protección ambiental que las áreas de “regeneración
ecológica”:
Hacia el
oeste lo define como área de regeneración ecológica, el área más sensible,
naturalmente más sensible hacia el oeste. Entonces ya había una mayor
ocupación, una mayor apetencia; la ocupación siempre fue hacia el oeste, desde
el casco urbano hasta el LlaoLlao, que era
paisajísticamente más rica, con más bosque. Esta zona la consideró una zona más
sensible; entonces pretende preservarla. (Jorge Albertoli,
extécnico de la Secretaría de Planeamiento,
comunicación personal, 15 de noviembre, 2010)
Detrás de estas consideraciones
ecológicas, y junto a otras propuestas vinculadas al orden vial y circulatorio,
se destacaban dos conceptos que buscaban resguardar el paisaje y el entorno natural
de Bariloche: el Área de Implantación (AIM) y el Área de Reserva Ecológica
(are). Ambos establecían las condiciones de ocupación de los asentamientos en
subdivisiones ya existentes y en predios por subdividir. El AIM refería al área
de un terreno destinado a la edificación y a los objetos arquitectónicos
aledaños que funcionalmente la complementaran. Esta área representaba un
segmento del predio que variaba de acuerdo con su ubicación: en el área urbana,
y de manera uniforme, suponía el 100% mientras que, en las áreas suburbanas,
donde verdaderamente afectaba su variación y era más apremiante preservar las
masas boscosas y otras cualidades naturales, esta proporción tendía a ser
menor. Mientras que el Factor de Ocupación del Suelo (FOS) —que mide la relación
entre la edificación propiamente dicha y la superficie del predio— en el área
urbana comportaba hasta dos tercios del lote (66%), en las áreas suburbanas el FOS
máximo permitido alcanzaba el 33% (solo en las subáreas donde se quería
promover la ocupación). Así mismo, en las áreas urbanas se permitía una mayor
cantidad de pisos edificables (más de cuatro), como también la construcción de
torres en la subárea correspondiente al microcentro. En cambio, en las áreas
suburbanas el Factor de Ocupación Total (FOT) —que define la superficie máxima
que se puede construir— era mucho más restringido: solo en algunas subáreas, y
en predios de gran superficie (que alcanzaran los 5000 metros cuadrados), se
podía construir como máximo poco más de cuatro pisos de tres metros de altura
cada uno.
Junto al AIM, la creación de las Áreas
de Reserva Ecológica (are) expresaban las intenciones más ambientalistas del
Plan director, disponiendo para ello dos variantes en la normativa: el Área de
Reserva Ecológica Externa (AREE) y el Área de Reserva Ecológica Interna (AREI).
El AREE era una exigencia para todos los terratenientes que pretendieran
subdividir: se presentaba como un área de preservación natural externa a la
creación de nuevos predios y la implantación de futuros asentamientos. Y se
constituyó en una importante limitante para los fraccionamientos futuros, sobre
todo en las áreas suburbanas (eran contadas las subáreas urbanas en las que se
solicitaba AREE). En efecto, el Código de Planeamiento permitía subdividir,
aproximadamente, solo el 30% de los predios, además de otras exigencias
vinculadas a la dotación de servicios; el 70% restante debía formar parte del AREE2.
Considerando que, además, sobre ese 30% se restaban calles, reserva fiscal y
espacios verdes, la ecuación no terminaba siendo muy convincente para los
propietarios y los grandes desarrolladores urbanos. El AREI, en tanto, hacía
referencia a la preservación de áreas naturales al interior de lotes ya
subdivididos del área suburbana, esto es, al interior de asentamientos que,
además del AIM y los retiros laterales y frontales, debían preservar un sector
de reserva natural acorde al entorno del lugar. Por ejemplo, en un lote
suburbano ya subdividido de 1000 metros cuadrados podía corresponderle un AIM aproximado
de 400, 240 o 200 metros cuadrados (según cada subárea); descontando el AIM y
los retiros laterales y frontales, el resto de la superficie del predio debía
destinarse a AREI (figura 4).
Figura 4. Área de implantación de la
edificación, retiros de superficie y Área de Reserva Ecológica Interna
Nota:
adaptado de “Código de Planeamiento (1980)”, por Municipio de Bariloche, 2010.
Secretaría de Planeamiento, Bariloche.
De manera que, al igual que el AREE pero en lotes ya subdivididos, el AREI también
restringía las capacidades explotables de la tierra, al menos en relación con
la superficie edificable. La preservación del medio natural autóctono, o su
recuperación, al interior de cada predio en las áreas suburbanas también
comportaba, como el AREE, limitar la tendencia indiscriminada de hacer de la
tierra un puro objeto de valor sujeto a la especulación. El establecimiento
diferenciado de indicadores urbanísticos en las áreas urbanas y suburbanas
apuntaba, en definitiva, a la identificación y distinción clara de dos áreas,
la ciudad y el bosque.
Sumadas, estas disposiciones normativas
afectaban la cantidad de tierra explotable y, en consecuencia, la renta que un
propietario podía esperar de su tenencia. Al intervenir sobre el mercado
inmobiliario, al tiempo que se desalentaban los fraccionamientos especulativos,
se fijaban nuevos parámetros de explotación del suelo que amenazaban con poner
en riesgo la rentabilidad que históricamente había tenido la tierra en
Bariloche, particularmente en el área oeste. Dado que la renta solo tiene razón
de ser y emerge ante la posibilidad de usufructuar de la mejor manera posible
la tierra por el capital, la exigencia del AREE no solo definía un objetivo
conservacionista, sino que también desalentaba nuevos fraccionamientos y, por
ende, la incorporación de suelo urbano pasible de percibir renta. En términos
de la teoría de la renta desarrollada por Jaramillo (1982 y 2009), el
establecimiento de condiciones y restricciones a la cantidad de tierra
habilitada para disponer de usos e indicadores urbanísticos limitó la renta
urbana absoluta que eventualmente se hubiera podido exigir por esas tierras y,
como consecuencia de ello, del resto de las rentas, primarias y secundarias,
que derivan del uso de la tierra en una economía capitalista.
Hacia estos objetivos,
conservacionistas del medio e intervencionistas del mercado inmobiliario,
también confluyeron el AIM y el AREI, obligando a cumplir con las áreas de
retiro laterales y de reserva ecológica en los predios subdivididos en los que
se proyectaran nuevos asentamientos. El Factor de Ocupación del Suelo (FOS) y
el Factor de Ocupación Total (FOT), al igual que las densidades habitacionales,
expresaban valores muy bajos en las áreas suburbanas, limitando severamente el
potencial constructivo del suelo (rentas primarias diferenciales). En esta
dirección, los usos permitidos también se encuadraron en el plan general de
recuperar áreas naturales que indefectiblemente se perderían si no se
establecía un orden en el territorio. De esta forma, se fijaban límites y
condicionamientos a la utilización del suelo que reducían las expectativas de
exigir rentas secundarias, sobre todo en aquellos sectores que por sus
características naturales —su localización— podrían ser mayormente demandados
para residir y/o para iniciar actividades comerciales y/o de servicios. En
definitiva, se sellaban los límites al crecimiento descontrolado que había
tenido Bariloche hasta ese entonces. Las políticas de planeamiento sintetizadas
en el Código de Planeamiento (1980) sostenían un afán normativo que, si bien
corría el riesgo de no expresarse enteramente en el territorio, abría un nuevo
paradigma en cuanto al control y uso del suelo.
Alcance efectivo del Plan director
A solo tres años de haber sido
sancionados el Código de Planeamiento y de edificación, se aprobaron dos
ordenanzas, la 5 y la 6 de 1983, que tempranamente acotaron las aspiraciones
iniciales del Plan director. Las principales modificaciones referían a la definición
del AREE, y su superficie, y los criterios de subdivisión y magnitud de las
parcelas a subdividir.
El 70% era
el AREE. Estamos hablando del esquema original. En el 30% vos tenías que
establecer el asentamiento de uso humano. ¿Qué significaba eso? Parcelas, el
sistema circulatorio calles, reserva fiscal y espacios verdes, lo de uso humano
directo; el resto era AREE, y en ese terrenito de 30% cada uno tenía su AREI.
Las inmobiliarias, las principales interesadas en esto, comenzaron a calcular y
quedaba una cosa así como de 9 a 1. A ellos les
interesaba saber cómo vendible para edificar; lo demás era para cumplir. Ahí
empezó todo un tema de presiones que después fue lo primero que se desvirtuó
(…) Entonces la relación anterior quedó más parecida a 50-50 que como había
arrancado. (Rubén Mandrini, exdirector de
Planeamiento, comunicación personal, 21 de noviembre, 2010)
La Ordenanza 5, 1983, que es la que
modificaba algunos artículos del Código de Planeamiento, establecía que las
cesiones de tierra correspondientes a circulaciones vehiculares, áreas verdes y
de reserva fiscal podían formar parte del AREE. Un propietario no estaba
obligado a ceder parte de la tierra que le habían permitido subdividir para
cumplir con estos requisitos, sino que la podía sustraer de aquel. Esto en
definitiva implicaba, por un lado, la reducción de la superficie destinada a
preservar el patrimonio natural propio de la región y, por otro, el aumento de
hecho de la superficie subdividida al no tener que restar la superficie correspondiente
a las cesiones obligatorias: “Las calles, que en un asentamiento cualquiera
están entre el 20 y el 30%, es un montón de superficie; las calles, los
espacios verdes, las reservas fiscales, ¿de dónde se sacaron? Del 70%” (Rubén Mandrini, exdirector de Planeamiento, comunicación
personal, 21 de noviembre, 2010). Así mismo, en buena parte de las subáreas de
recuperación ecológica ubicadas al oeste se incrementó un 25% la superficie del
área de implantación (AIM) y un 15% la superficie máxima a construir en
aquellos predios que tuvieran electricidad, agua corriente y calles abiertas.
También, a los lotes que disponían de estos servicios se les aumentó
considerablemente la cantidad de usos posibles (originalmente se podía edificar
con fines exclusivamente residenciales y solamente viviendas individuales). En
cuanto a las dimensiones de la cantidad de tierra a subdividir, en el casco
céntrico y zonas aledañas se modificaron los mínimos resultantes de las
parcelas3. En otras subáreas urbanas cercanas al centro, que debían
definir AREE si subdividían y las dimensiones del predio sobrepasaban los 2500
m2 se les concedió un límite máximo mayor, de 5000 y 10000 m2.
También se redujeron las medidas de
retiro en las construcciones de las principales calles y rutas de la ciudad,
particularmente en buena parte de sus conectores turísticos.
Por otro lado, en 1987 el Municipio
habilita, contrariando la intención del Plan Director, el uso comercial y de
servicios en los predios ubicados al costado de las Avenidas de Los Pioneros y
Bustillo —hacia el oeste— que no contaran con acceso a través de arterias
secundarias (Ordenanza 31, 1987). La “expansión turística” aparecía en el
centro de las argumentaciones de dicha ordenanza, priorizando el perfil
turístico de la ciudad a cualquier otra razón de orden urbano (el acceso cómodo
e inmediato de los turistas a los lugares de aprovisionamiento lo justificaba).
A su vez, comenzaban a ganar terreno
las solicitudes de excepción a la normativa (Ordenanza 10, 1986), sea porque se
deseaba edificar más allá de los factores de ocupación que autorizaba el código
o porque se querían establecer usos no contemplados (muchos de los cuales, como
ya se mencionó, existían de hecho) en áreas en las que, justamente, se los
había prohibido o acotado rigurosamente su autorización. Así, por ejemplo, en
el área urbana se aprobaban construcciones que no respetaban el tercio libre
que debían dejar las edificaciones (Resoluciones del Ejecutivo 365, 1988 y 492,
1988).
En este contexto, a resueltas de los
cambios que habían sufrido desde su sanción, se crea en 1991 una comisión de
asesoramiento que, junto a su homónima de la Secretaría de obras públicas y
planeamiento, comenzaría a estudiar la compleja trama normativa de los códigos
de planeamiento y edificación. Esta búsqueda de claridad y simplificación
normativa condujo, al menos hasta la aprobación del nuevo código urbano en
1995, a un conjunto de concesiones materializadas en la Ordenanza 82 de 1992.
En ella se flexibilizaban una serie de patrones urbanísticos: en el área urbana
se toleraban las construcciones que habían superado ciertos límites y la
redistribución del trazado del área libre reglamentaria, en tanto y en cuanto
se integrara a la retícula urbana y sus usos. Pero, además, concesiones de esta
índole también se hacían en las áreas suburbanas: se admitía la asimilación del
FOS al AIM siempre y cuando lo justificara el carácter de la actividad
(ejemplo: religioso, salud, educación, deportes). Así mismo, en relación, al FOT
se fijaba un aumento del 10% de los valores establecidos, también, siempre y
cuando los emprendimientos ofrecieran razones de diseño o funcionales que lo
justificaran. Lo que no aclaraban estas medidas era el criterio que debía
decidir acerca de su “funcionalidad” y, además, si el tipo de actividad era
razón suficiente para establecer esos cambios. En cuanto a los usos, se buscaba
asimilar aquellos que no estaban contemplados originalmente por el código,
siempre y cuando fueran compatibles con la subárea de planeamiento y el carácter
del sector; esto, en resumidas cuentas, significaba avalar el espontáneo
florecimiento de actividades que la normativa, todavía vigente, expresamente
prohibía.
En otro orden, durante los años de 1990
comienzan a adquirir carácter de urgencia las necesidades habitacionales de
buena parte de los sectores populares de la ciudad. Aunque a mediados de la
década de 1980 se había dispuesto la regularización de ocupaciones en tierras
municipales (Medina, 2017b), es a inicios de dicha década cuando los problemas
habitacionales de la población empiezan a tomar cada vez mayor estado público.
En 1992 se crea el Fondo Municipal de la vivienda (Ordenanza 123, 1992) con el
objeto de promover planes de viviendas de interés social, programas de lotes
con servicio y mejoras en infraestructura y viviendas de sectores con
necesidades básicas insatisfechas. Este Fondo apuntaló el surgimiento de otras
iniciativas que buscarían atacar el mismo problema, y que eventualmente
terminarían impactando en la modificación de algunos indicadores urbanísticos
de la periferia sur y sudoeste. Así es como se modifican, por razones de
interés y necesidad social, las normas de uso del suelo para permitir el
fraccionamiento de lo que hoy se conoce como “Cooperativa 258” (Ordenanza 143,
1992). Junto a las “34 hectáreas”, una iniciativa municipal de relocalización
poblacional que más tarde se convertiría en los barrios “Unión” y “2 de abril”,
constituirían un área de expansión urbana destinada a asentamientos
residenciales que originalmente no se habían previsto ni deseado, por ser
sitios no aptos físicamente y/o muy peligrosos, en el Código de Planeamiento.
En paralelo, se aprobarían fraccionamientos de nuevos terrenos para la
construcción de 40 viviendas sociales, aledañas al plan de 400 viviendas que se
proyectaban construir, asignándoles nuevos usos e indicadores urbanísticos de
expansión urbana residencial (Ordenanza 153, 1992). Finalmente, algunas de
estas parcelas, originalmente suburbanas, terminarían redefiniéndose,
adquiriendo categoría urbana y residencial, por intermedio del propio municipio
en 1994 (Ordenanza 363, 1994). Se formalizaba así la transformación del área
sur y sudoeste, donde ya existían barrios y se proyectaba la construcción de
otros planes habitacionales, alejándose del perfil agrícola-forestal y de baja
ocupación preconizado en el Código de Planeamiento (1980).
En conjunto, estas modificaciones
terminaron convalidando tendencias de crecimiento urbano preexistentes que el
mercado inmobiliario local continuó retraduciendo en el territorio: por un lado
hacia el oeste, donde se localizan los principales atractivos ambientales y
turísticos de la ciudad y el valor del suelo es mayor; y, por otro, hacia el
sur periférico, donde la no ciudad turística devuelve como espejo un suelo más
barato y asequible para solucionar los problemas habitacionales de los sectores
populares. Si bien estas dos tendencias a priori pueden resultar esquemáticas,
y no del todo exhaustivas, dan sobradas cuentas de dos lógicas de acceso al
suelo bien diferenciadas: una lógica más asociada a la valoración del
medioambiente, y otra, en cambio, a su desvalorización (comparativa), pero
atada a la necesidad habitacional de los grupos sociales de menores recursos.
Resta como tarea futura el análisis de
otros aspectos de estas tendencias que no tienen como correlato necesario o
expreso el entramado normativo aquí expuesto (que incluso deriven de trabajos
que contemplen otros objetivos o intereses disciplinarios). Este podría ser el
caso, por ejemplo, de las construcciones informales, o de tenencia irregular
del suelo o la vivienda, en diversas áreas de la ciudad que, si bien son de
reconocimiento público, todavía no han sido estudiadas en profundidad. Pero
también cabría el análisis de tendencias de crecimiento más recientes —como la
que se está desarrollando en el este, por ejemplo— a fin de matizar no solo el
predominio de estas dos lógicas de acceso, sino de complejizar sus vínculos
actuales, sobre todo en relación con su impacto en el medio ambiente.
Conclusiones
Inicialmente se propuso problematizar
la relación entre transformaciones territoriales y medio ambiente desde una
perspectiva que vinculara la apropiación del entorno paisajístico como elemento
decisivo en la configuración urbana de las ciudades turísticas. En este orden,
la fisonomía espacial de Bariloche históricamente estuvo condicionada por la
disposición de un mercado inmobiliario que no encontró mayores trabas para
expandirse e imprimir su dinamismo en el territorio. Los sucesivos fraccionamientos,
frutos de la necesidad imperiosa de hacer de la tierra un objeto de valor y
destino de capitales expectantes por su valorización, en una ciudad que hace de
sus bienes ambientales su principal atractivo turístico, fueron diluyendo poco
a poco la posibilidad de contrarrestar esa expansión suburbana. Pero también
abrieron interrogantes respecto a las posibilidades ciertas del Estado de
planificar y regular este crecimiento ante un objeto, la mercancía suelo, tan
demandada por propios y ajenos. En tal sentido, el Plan director de 1979, y los
códigos de planeamiento y edificación que lo expresaban normativamente,
suponían un doble desafío: no solo contener el crecimiento desordenado, difuso
e ineficiente que el efecto residual del turismo había traído consigo, sino
también exponer los alcances y limitaciones de las prescripciones urbanas en
las ciudades capitalistas.
El Plan director apuntaba a limitar la
expansión urbana hacia el sector más problemático, el oeste de la ciudad, pero
también hacia el sector sursudoeste, sobre el que se pretendía una
funcionalidad más orientada a las actividades agrícola-forestales: la intención
era estimular el crecimiento urbano hacia el este y sudeste de la ciudad. Sin
embargo, más allá de estas aspiraciones, se consolidaron procesos de
crecimiento que progresivamente convirtieron a aquel en una ficción fosilizada.
El atractivo turístico de la ciudad, sustentado por sus propiedades
ambientales, apuntaló el proceso de valorización y apropiación del suelo que
las ambiciones más preservacionistas del Plan
pretendían desalentar y deslocalizar pero que poco a poco se modificaron a
través de sucesivas ordenanzas. Similarmente, ocurrió lo propio en áreas
carentes de atractivo turístico, y desvalorizadas respecto a aquellas, pero que
por dicho motivo eran más accesibles para los sectores populares de la ciudad.
El propio municipio, subordinando las intenciones originales del Plan director,
buscó satisfacer estas necesidades relocalizando pobladores y estableciendo
nuevos patrones urbanísticos en este sector. En ambos casos, el Estado no pudo
sostener la planificación ideada sucumbiendo a dos lógicas de acceso al suelo
netamente diferenciadas pero que, sin embargo, terminaron cristalizando las
tendencias de crecimiento difusas que en la actualidad distinguen a Bariloche.
El crecimiento y consolidación de estas áreas suburbanas también consolidó la
formación de nuevas rentas del suelo en zonas sobre las que inicialmente se
había restringido su uso residencial, pero, sobre todo, comercial y de
servicios vinculados al turismo. La mayor admisión de ellos, que las ordenanzas
de modificación y excepción permitieron, convalidó la disposición de
condiciones más ventajosas para la explotación de la tierra que derivó en la
formación de rentas urbanas absolutas y diferenciales (primarias y
secundarias).
Dichas lógicas de acceso dejan en
evidencia las contradicciones que inherentemente caracterizan al modo de
producción capitalista y la producción del espacio urbano en ciudades
turísticas como Bariloche. Contradicciones que se expresan en la capacidad
apropiadora de algunos grupos sociales que logran hacerse de los lugares mejor
situados —en relación con el entorno natural (paisajística y ambientalmente)—
en oposición y desmedro de otros que para hacerse de un techo deben soportar no
solo condiciones habitacionales más precarias sino también entornos físicos
climáticamente más impiadosos. Cabe, sin embargo, señalar los límites para la
conservación del ambiente que estas lógicas entrañan, no solo por la
depredación y sostenibilidad de los recursos naturales en juego, sino también
por los riesgos que muchas veces supone para los grupos sociales más
desfavorecidos la internalización de estos desbarajustes en contextos de
expansión territorial y producción de hábitats. Más aun considerando que en los
últimos años ha recrudecido la problemática habitacional y la disponibilidad de
tierras urbanizables es cada vez más escasa. Corresponde entonces refundar las
políticas urbanas locales integrando tanto la preocupación denodada por el
ordenamiento territorial, requisito indispensable para toda política de
planeamiento, como la producción de hábitats sustentables a largo plazo. En
este último sentido, la proyección de una ciudad más compacta y densa todavía
constituye un ideal por alcanzar que podría sentar las bases para atender ambas
aspiraciones.
Notas
1.
Esta
sección se basa parcialmente en Medina (2017b).
2.
En las
subáreas urbanas en las que se prescribía la exigencia de AREE esta relación
era ligeramente menos dispar. Por otro lado, la situación dominial
que se planteaba en el código respecto a esta área era confusa. Pertenecía al o
los propietarios del área subdividida, pero no se podía disponer de ella más
que como área de reservorio ecológico que debía preservarse obligatoriamente.
Una parte de su suelo podía utilizarse como centro de servicios comunitario,
pero era un porcentaje mínimo de su superficie (Medina, 2017b).
3.
De un
mínimo de 2500 m2 , se cambiaba a 2000 y 1500m2 (según la zona).
Referencias
Abaleron, C. A. (1992). Tendencias de
crecimiento poblacional y espacial en San Carlos de Bariloche con énfasis en el
sector marginal: Informe final. Municipalidad de San Carlos de Bariloche,
Proyecto de Calidad de Vida de la Fundación Bariloche-Conicet. San Carlos de
Bariloche, Argentina: Fundación Bariloche.
Ainstein, L. (2012). Urbanización, medio
ambiente y sustentabilidad en Argentina. Cuaderno urbano, 12(12),
173-189.
Ainstein, L., Kralich,
S., Villadeamigo, J. y Guevara, T. (2012). “Una
modelización comparada relativa a Grandes Aglomerados Compactos y Grandes
Aglomeraciones Difusas”. En L. Ainstein (comp.), Estructuración Urbana, institucionalidad y sustentabilidad
de ciudades metropolitanas y regiones difusas. Miradas comparadas de Buenos
Aires / Londres / Los Ángeles / París / Tokio / Toronto. Buenos Aires:
Eudeba, pp. 33-75.
Azuela, A. (2006). Visionarios y
pragmáticos: una aproximación sociológica al derecho ambiental. México: Fontanamara.
Bessera, E. (2006). La Colonia Nahuel Huapi y
los orígenes de la actividad turística en la región Andino-Patagónica. Trabajo
presentado en Historia de la Patagonia. 2das Jornadas (CD-ROM),
Universidad Nacional del Comahue, Neuquén. Recuperado 30 de marzo de 2017, de
http://www.hechohistorico.com.ar/Trabajos/Jornadas%20de%20Roca%20-%202006/
Bessera.pdf
Boyle T., B. (2004). La
urbanización: una fuerza ambiental considerable. Recuperado 30 de marzo de
2017, de
https://prezi.com/62qu_ujrb7bs/la-urbanizacion-una-fuerza-ambiental-considerable
Comisión Económica para América Latina
y el Caribe, Cepal. (2008). Anuario estadístico de América Latina y el
Caribe. Recuperado 30 de marzo de 2017, de https://www.cepal.org/es/publicaciones/922-anuario-estadistico-america-latina-caribe-2007-statistical-yearbook-latin-america
Ciccolella, P. (2012). Revisitando la metrópolis
latinoamericana más allá de la globalización. Revista Iberoamericana de
Urbanismo, (8), pp. 9-21.
Código de Planeamiento. (1980).
Municipio de Bariloche.
De Mattos, C. A. (2012). De la
planificación a la gobernanza: hacia un nuevo modo de gestión urbana.
Santiago de Chile: IEUT/UC.
Hardoy, J. E. (1964). Plan físico para San
Carlos de Bariloche, 1964. Buenos Aires: Fundación Bariloche.
Harvey, D. (2004). El “Nuevo”
imperialismo: acumulación por desposesión. En Socialist
Register (pp. 99-129). Buenos Aires, CLACSO.
Hernández, R. (1975). Proyecto de
estudio de pautas generales para el uso del medio-ambiente
y regulación urbana en San Martín de los Andes. San Carlos de Bariloche, República Argentina: Fundación Bariloche.
Hernández, R. y Mochkofsky,
G. (1974). Notas sobre un ejercicio de simulación del uso del Medioambiente:
el caso de San Carlos de Bariloche. San Carlos de Bariloche, República Argentina: Fundación Bariloche.
Herzer, H. y Gurevich,
R. (1996). Degradación y Desastres. Parecidos y diferentes: tres casos para
pensar y algunas dudas para plantear. En M. A. Fernández (comp.):
Ciudades en riesgo: degradación ambiental, riesgos urbanos y desastre en
América Latina. Lima: Ed. La Red, pp. 2-17. Recuperado 30 de marzo de 2017,
de http://www.desenredando.org/public/libros/1996/ cer/CER_cap05-DYD_ene-7-2003.pdf
Herzer, H. y Merlinsky,
G. (2012). Ciudad, ambiente y construcción social del riesgo. Revista Quid 16,
1(1), pp. 14-17. Recuperado 30 de marzo de 2017, de
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index. php/quid16/article/view/1102/990
Jaramillo, G., S. (1982). El precio del
suelo urbano y la naturaleza de sus componentes. Ponencia presentada en el XIV Congreso
interamericano de planificación: “La tierra en el desarrollo urbano”.
México: Sociedad Interamericana de Planificación.
Jaramillo, G., S. (2009). Hacia una
teoría de la renta del suelo urbano (2.da ed.). Bogotá D.C.: Ediciones
Uniandes.
Medina, V. D. (2017a). Las movilidades
poblacionales y su impacto territorial en la estructura espacial de las
ciudades turísticas. El caso de San Carlos de Bariloche. Eure, 43(129), 71-92.
Medina, V. D. (2017b). El crecimiento
urbano de una ciudad turística y las políticas de ordenamiento territorial. El
caso de San Carlos de Bariloche y el Plan Director de 1979. Revista de
Urbanismo, 0 (36).
Morales, S. C. (2005). Políticas de
suelo urbano, accesibilidad de los pobres y recuperación de plusvalías. Lincoln
Institute of Land Policy. Recuperado 11 de
febrero de 2019, de
http://www.fcp.uncu.edu.ar/upload/morales-schechinger-2005.PDF
Ordenanza 10. (1986). Analizar las
pautas establecidas en el Plan Director de la ciudad luego de 5 años de
vigencia. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de
http://www.digestobariloche.gob.ar/historico.php?q=10
Ordenanza 123. (1992). Creación
fondo municipal de la vivienda. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de
septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/historico.php?q=123
Ordenanza 143. (1992). Asigna
carácter de zona de expansión urbana residencial con densidad baja para
asentamientos de interés social a parcela 19-2-K-K10-3, Cooperativa Diagonal
258. Municipio de Bariloche. Recuperado el 27-9-18 de http://www.digestobariloche.gob.ar/historico.php?q=143
Ordenanza 153. (1992). Autorización
tramitación fraccionamiento parcela 19-2-J-005-1F. Municipio de Bariloche.
Recuperado 27 de septiembre de 2018, de
http://www.digestobariloche.gob.ar/historico.php?q=153
Ordenanza 31. (1987). Modifica el
art. 13.1.2.1 del Código de Planeamiento referente a la posibilidad de
determinar un área para la implantación de estacionamientos para las
construcciones sobre la Avenida de los Pioneros y Avenida Exequiel Bustillo -
Retiro Frontal - Retiro lateral. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de
septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=31
Ordenanza 363. (1994). Modificación del sector de zona UR/D del Código de
Planeamiento. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de
http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=363
Ordenanza 5. (1983). Amplía,
modifica y corrige el Código de Planeamiento. Municipio de Bariloche.
Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=5
Ordenanza 6. (1983). Modifica y
corrige el código de construcción. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de
septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=6
Ordenanza 82. (1992). Autorizar a la
Secretaría de obras y servicios públicos (SOSP) previo dictamen de la comisión
del área técnica. Criterio de flexibilidad. Municipio de Bariloche.
Recuperado 27 de septiembre de 2018, de
http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php=82
Prediagnóstico Bariloche (2009). Prediagnóstico
del Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Secretaría de Planeamiento y Medio Ambiente. Municipio de Bariloche.
Resolución 365. (1988). Aprueba la
construcción de un edificio en Gallardo y Ruiz
exceptuando el cumplimiento del tercio libre. Municipio de Bariloche.
Resolución 492. (1988). Aprueba la
construcción de un edificio ubicado en Namuncurá 124 exceptuando el
cumplimiento del tercio libre. Municipio de Bariloche.
Suárez, F. y Ruggerio,
C. (2012). Conflictos ambientales en Argentina-Paradigmas en tensión. En J.
Preciado Coronado Anuario de la integración latinoamericana y caribeña 2012.
Guadalajara: Redialc-Universidad de Guadalajara
(editores).
Suárez, O. (1977). Plan de
ordenamiento urbano San Carlos de Bariloche. Buenos Aires: Consejo Federal
de Inversiones (CFI).
Theodore, N., Peck, J. y Brenner, N.
(2009). Urbanismo neoliberal: la ciudad y el imperio de los mercados. Temas
Sociales: Ediciones sur, 66.
Topalov, C. (1979). La urbanización
capitalista. México: Editorial Edicol.
Urriza, G. y Garriz,
E. (2014). ¿Expansión urbana o desarrollo compacto? Estado de situación en una
ciudad intermedia: Bahía Blanca, Argentina. Revista Universitaria de
Geografía, 23(2). pp. 97-124.
Vapñarsky, C. (1983). Pueblos del Norte de la
Patagonia 1779-1957. General Roca, Argentina: Editorial de la Patagonia.
Referências
Abaleron, C. A. (1992). Tendencias de crecimiento poblacional y espacial en San Carlos de Bariloche con énfasis en el sector marginal: Informe final. Municipalidad de San Carlos de Bariloche, Proyecto de Calidad de Vida de la Fundación Bariloche-Conicet. San Carlos de Bariloche, Argentina: Fundación Bariloche.
Ainstein, L. (2012). Urbanización, medio ambiente y sustentabilidad en Argentina. Cuaderno urbano, 12(12), 173-189.
Ainstein, L., Kralich, S., Villadeamigo, J. y Guevara, T. (2012). “Una modelización comparada relativa a Grandes Aglomerados Compactos y Grandes Aglomeraciones Difusas”. En L. Ainstein (comp.), Estructuración Urbana, institucionalidad y sustentabilidad de ciudades metropolitanas y regiones difusas. Miradas comparadas de Buenos Aires / Londres / Los Ángeles / París / Tokio / Toronto. Buenos Aires: Eudeba, pp. 33-75.
Azuela, A. (2006). Visionarios y pragmáticos: una aproximación sociológica al derecho ambiental. México: Fontanamara.
Bessera, E. (2006). La Colonia Nahuel Huapi y los orígenes de la actividad turística en la región Andino-Patagónica. Trabajo presentado en Historia de la Patagonia. 2das Jornadas (cd-rom), Universidad Nacional del Comahue, Neuquén. Recuperado 30 de marzo de 2017, de http:// www.hechohistorico.com.ar/Trabajos/Jornadas%20de%20Roca%20-%202006/ Bessera.pdf
Boyle T., B. (2004). La urbanización: una fuerza ambiental considerable. Recuperado 30 de marzo de 2017, de https://prezi.com/62qu_ujrb7bs/la-urbanizacion-una-fuerza-ambiental-considerable Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal. (2008).
Anuario estadístico de América Latina y el Caribe. Recuperado 30 de marzo de 2017, de ttps://www.cepal.org/es/publicaciones/922-anuario-estadistico-america-latina-caribe-2007-statistical-yearbook-latin-america Ciccolella, P. (2012). Revisitando la metrópolis latinoamericana más allá de la globalización. Revista Iberoamericana de Urbanismo, (8), pp. 9-21.
Código de Planeamiento. (1980). Municipio de Bariloche. De Mattos, C. A. (2012). De la planificación a la gobernanza: hacia un nuevo modo de gestión urbana. Santiago de Chile: ieut/uc.
Hardoy, J. E. (1964). Plan físico para San Carlos de Bariloche, 1964. Buenos Aires: Fundación Bariloche.
Harvey, D. (2004). El “Nuevo” imperialismo: acumulación por desposesión. En Socialist Register (pp. 99-129). Buenos Aires, Clacso.
Hernández, R. (1975). Proyecto de estudio de pautas generales para el uso del medio-ambiente y regulación urbana en San Martín de los Andes. San Carlos de Bariloche, República Argentina: Fundación Bariloche.
Hernández, R. y Mochkofsky, G. (1974). Notas sobre un ejercicio de simulación del uso del Medioambiente: el caso de San Carlos de Bariloche. San Carlos de Bariloche, República Argentina: Fundación Bariloche.
Herzer, H. y Gurevich, R. (1996). Degradación y Desastres. Parecidos y diferentes: tres casos para pensar y algunas dudas para plantear. En M. A. Fernández (comp.): Ciudades en riesgo: degradación ambiental, riesgos urbanos y desastre en América Latina. Lima: Ed. La Red, pp. 2-17. Recuperado 30 de marzo de 2017, de http://www.desenredando.org/public/libros/1996/cer/CER_cap05-DYD_ene-7-2003.pdf
Herzer, H. y Merlinsky, G. (2012). Ciudad, ambiente y construcción social del riesgo. Revista Quid 16, 1(1), pp. 14-17. Recuperado 30 de marzo de 2017, de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.
php/quid16/article/view/1102/990 Jaramillo, G., S. (1982). El precio del suelo urbano y la naturaleza de sus componentes. Ponencia presentada en el XIV Congreso interamericano de planificación: “La tierra en el desarrollo urbano”. México: Sociedad Interamericana de Planificación.
Jaramillo, G., S. (2009). Hacia una teoría de la renta del suelo urbano (2.da ed.). Bogotá D.C.: Ediciones Uniandes.
Medina, V. D. (2017a). Las movilidades poblacionales y su impacto territorial en la estructura espacial de las ciudades turísticas. El caso de San Carlos de Bariloche. Eure, 43(129), 71-92.
Medina, V. D. (2017b). El crecimiento urbano de una ciudad turística y las políticas de ordenamiento territorial. El caso de San Carlos de Bariloche y el Plan Director de 1979. Revista de Urbanismo, 0 (36).
Morales, S. C. (2005). Políticas de suelo urbano, accesibilidad de los pobres y recuperación de plusvalías. Lincoln Institute of Land Policy. Recuperado 11 de febrero de 2019, de http://www.fcp.uncu.edu.ar/upload/morales-schechinger-2005.PDF
Ordenanza 10. (1986). Analizar las pautas establecidas en el Plan Director de la ciudad luego de 5 años de vigencia. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/historico.php?q=
Ordenanza 123. (1992). Creación fondo municipal de la vivienda. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/historico.php?q=123
Ordenanza 143. (1992). Asigna carácter de zona de expansión urbana residencial con densidad baja para asentamientos de interés social a parcela 19-2-K-K10-3, Cooperativa Diagonal 258. Municipio de Bariloche. Recuperado el 27-9-18 de http://www.digestobariloche.gob.ar/historico.php?q=143
Ordenanza 153. (1992). Autorización tramitación fraccionamiento parcela 19-2-J-005-1F. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/historico. php?q=153
Ordenanza 31. (1987). Modifica el art. 13.1.2.1 del Código de Planeamiento referente a la posibilidad de determinar un área para la implantación de estacionamientos para las construcciones sobre la Avenida de los Pioneros y Avenida Exequiel Bustillo - Retiro Frontal Retiro lateral. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=31
Ordenanza 363. (1994). Modificación del sector de zona ur/d del Código de Planeamiento. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=363
Ordenanza 5. (1983). Amplía, modifica y corrige el Código de Planeamiento. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=5
Ordenanza 6. (1983). Modifica y corrige el código de construcción. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/digesto.php?q=6
Ordenanza 82. (1992). Autorizar a la Secretaría de obras y servicios públicos (sosp) previo dictamen de la comisión del área técnica. Criterio de flexibilidad. Municipio de Bariloche. Recuperado 27 de septiembre de 2018, de http://www.digestobariloche.gob.ar/ digesto.php=82
Prediagnóstico Bariloche (2009). Prediagnóstico del Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad de San Carlos de Bariloche. Secretaría de Planeamiento y Medio Ambiente. Municipio de Bariloche.
Resolución 365. (1988). Aprueba la construcción de un edificio en Gallardo y Ruiz exceptuando el cumplimiento del tercio libre. Municipio de Bariloche.
Resolución 492. (1988). Aprueba la construcción de un edificio ubicado en Namuncurá 124 exceptuando el cumplimiento del tercio libre. Municipio de Bariloche.
Suárez, F. y Ruggerio, C. (2012). Conflictos ambientales en Argentina-Paradigmas en tensión. En J. Preciado Coronado Anuario de la integración latinoamericana y caribeña 2012. Guadalajara: redialc-Universidad de Guadalajara (editores).
Suárez, O. (1977). Plan de ordenamiento urbano San Carlos de Bariloche. Buenos Aires: Consejo Federal de Inversiones (cfi).
Theodore, N., Peck, J. y Brenner, N. (2009). Urbanismo neoliberal: la ciudad y el imperio de los mercados. Temas Sociales: Ediciones sur, 66.
Topalov, C. (1979). La urbanización capitalista. México: Editorial Edicol. Urriza, G. y Garriz, E. (2014). ¿Expansión urbana o desarrollo compacto? Estado de situación en una ciudad intermedia: Bahía Blanca, Argentina. Revista Universitaria de Geografía, 23(2). pp. 97-124.
Vapñarsky, C. (1983). Pueblos del Norte de la Patagonia 1779-1957. General Roca, Argentina: Editorial de la Patagonia.
Como Citar
APA
ACM
ACS
ABNT
Chicago
Harvard
IEEE
MLA
Turabian
Vancouver
Baixar Citação
CrossRef Cited-by
1. Costanza Casalderrey Zapata , María Alma Tozzini , Juan Lobba Araujo. (2023). La ilusión de vivir en el bosque (o cuando concretarla implica agotarlo). Imaginarios e imaginación urbana en la planificación territorial del Oeste de Bariloche, Patagonia Argentina.. Quaderns de l'Institut Català d'Antropologia, 38(2), p.283. https://doi.org/10.56247/qua.420.
Dimensions
PlumX
Acessos à página de resumo
Downloads
Licença
Copyright (c) 2018 Víctor Damián Medina, Tomás Alejandro Guevara, Pablo Marigo
Este trabalho está licenciado sob uma licença Creative Commons Attribution 4.0 International License.